Villancicos 10 Sor Juana

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ASUNCIÓN, 1690

Villancicos que se cantaron en la S. I. Metropolitana de Méjico, en honor de María Santísima en su Asunción Triunfante, este año de 1690.

PRIMERO NOCTURNO

VILLANCICO I

  1.—SI SUBIR MARÍA AL CIELO
  fue subir o fue bajar,
  quiero preguntar.
  2.—¿Quién eso puede dudar?
  Pues está claro, que el ir es subir.
  3.—Hay mucho que discurrir,
  de si el llegarse a apartar
  de su Cuerpo, fue bajar.
10 2.—Pues empiécelo a probar;
  que yo le quiero argüir
  que fue subir.
  3.—El contrario es mi sentir;
  y así, quiero averiguar
  que es bajar.
  2.—¡No es sino subir!
  3.—¡No es sino bajar!
Coplas
  2.—Paradoja es, que en mi vida
  la ha topado mi desvelo:
20 pues ir de la tierra al Cielo,
  ¿quién dudará que es subida?
  Y en cosa tan conocida,
  no es necesario argüir
  que fue subir.
  3.—Cuando el Alma se apartó
  del Cuerpo con raudo vuelo,
  como era mejor que el Cielo,
  en vez de subir, bajó:
  pues mejor Cielo dejó
30 en él, y es fácil probar
  que fue bajar.
  2.—Cuando eso en la breve calma
  conceda de desunida,
  no negaréis que es subida
  cuando sube en Cuerpo y Alma,
  pues en uno y otro, palma
  soberana va a adquirir;
  y es subir.
  3.—Contraria es la opinión mía,
40 pues afirmó, sin recelo,
  que subió a María el Cielo,
  y bajó al Cielo María:
  pues dio Ella más alegría
  que el Cielo le pudo dar;
  luego es bajar.
  2.—No niego yo, que le excede
  María al Cielo en belleza;
  mas hay en el Cielo alteza
  que en la tierra haber no puede,
50 y de fuerza se concede
  que el llegarla a conseguir
  es subir.
  3.—A todos de esa manera
  es, pero no a su Pureza:
  pues no puede haber grandeza,
  que Ella antes no la tuviera.
  Si al que no cabe en la Esfera,
  pudo Ella sola enclaustrar,
  luego es bajar.
60 1.—Yo la paz quiero ajustar,
  pues la guerra ocasioné;
  y diré
  que su gloriosa Asunción
  se ha de entender del blasón
  de ascender con regocijo
  a los brazos de su Hijo,
  que es el Trono, en mi sentir,
  a donde puede subir;
  que a mérito tan sin par,
70 lo demás fuera bajar.

VILLANCICO II

Estribillo
  ¡VENGAN A VER SUBIR LA CIUDAD
  de Dios, que del Cielo vio descender Juan!
Coplas
  Vio Juan una Ciudad
  que descendió del Cielo,
  como Esposa adornada
  para su Esposo, de aparato regio,
  y que una voz le dijo:
  —”Aqueste es el supremo
  Tabernáculo, donde
10 con los hombres habita Dios eterno”;
  y luego añade que
  no vido en ella Templo
  alguno, porque Dios
  sólo era Templo suyo, y el Cordero.
  De manera que sale,
  según consta del texto,
  que ella es Templo de Dios
  y Dios es Templo suyo, a un mismo tiempo.
  ¿Pues a quién figurar
20 podrá tanto misterio,
  sino al entrar María
  en la Gloria, y Jesús en el Castelo?
  Dios entró en el Castillo
  cuando se hizo Hombre el Verbo,
  y hoy María entra en Dios
  a gozar la corona de su Reino.
  Con que hoy, en su Asunción,
  nos dice el Evangelio
  que, cuando entra María,
30 es Dios quien entra en Trono más excelso.

VILLANCICO III

Estribillo
  1.—¿QUIÉN ES AQUESTA HERMOSURA
  que su salida apresura,
  cual la Aurora presurosa
  y como la Luna hermosa
  y como el Sol escogida,
  como escuadrón guarnecida
  de toda fuerte armadura?
  ¿Quién es aquesta Hermosura?
Coplas
  2.—¿Por qué dices que al Aurora
10 se parece su carrera?
  1.—Porque ella es la luz primera
  que de luz los campos dora:
  es del Sol la precursora,
  cuyo divino arrebol
  es engendrado del Sol,
  y es Madre del Sol también.
  Todos.—¡Está bien!
  2.—¿Por qué su beldad sin tasa
  a Luna, y no a Sol, se encumbra?
20 1.—Porque abrasa el Sol y alumbra,
  pero ella alumbra y no abrasa:
  y es luz que al ardor no pasa,
  pues su beldad peregrina
  sin abrasar ilumina
  y hace favor sin desdén.
  Todos.—¡Está bien!
  1.—Cristo es Sol, que en luz propicia
  conserva su Majestad,
  entre luces de piedad,
30 los rayos de la Justicia;
  María sólo acaricia,
  y como es sólo Abogada,
  sólo defender le agrada
  y atender a nuestro bien.
  Todos.—¡Está bien!
  1.—Por eso la Esposa pura,
  de sus labios celestiales,
  sólo destila panales
  con leche y miel de dulzura.
40 Mas su Esposo, la amargura
  tal vez de mirra destila,
  porque en sus labios afila
  cortes de espada también.
  Todos.—¡Está bien!
  2.—Mas, digo, ¿por qué razón
  es electa como Apolo?
  l.—Porque Sol se dijo a solo,
  y es sola en la perfección:
  una sola en el blasón,
50 una sola en la pureza,
  una sola en la belleza,
  y en la dignidad también.
  Todos.—¡Está bien!
  2.—Mas ¿por qué Belleza tanta,
  es a Escuadrón comparada?
  1.—Porque está bien ordenada
  y a todo el Infierno espanta:
  cuya vencedora Planta
  quebrantó el cuello orgulloso
60 de aquel Dragón envidioso
  que cayó con un vaivén.
  Todos.—¡Está bien!

SEGUNDO NOCTURNO

VILLANCICO IV

Coplas
  EN BUENA FILOSOFÍA
  es el centro de la Tierra
  un punto solo, que dista
  igual de toda la Esfera.
  Luego si algo hasta él bajara
  y de ahí pasar quisiera,
  subiera, en vez de bajar,
  hacia la circunferencia.
  Esto pasa hoy en María,
10 que al tocar la línea extrema
  de la Humildad, por bajarse,
  pasa del centro y se eleva.
  Para descender al centro
  puso tanta diligencia,
  que el impulso con que baja
  son las alas con que vuela.
  Por eso dijo de sí,
  en boca de la Sapiencia,
  que penetró los abismos
20 y que circundó la Esfera.
  No es movimiento contrario
  el de la divina Reina,
  sino que la eleva el mismo
  con que Ella humillarse intenta.
  Como nadie es tan humilde,
  nadie más bajar desea,
  y baja tanto, que sube
  a la parte contrapuesta.
  No va de esta superficie
30 por tan corta línea recta,
  sino que, para subir,
  el dïámetro atraviesa.
  Como es siempre su Humildad
  su individua compañera,
  hasta en el mismo subir,
  el querer bajar ostenta.
  No fue, su Asunción, subir
  por apetecer grandeza,
  sino que se pasó al Cielo
40 por entrañarse en la tierra.
Estribillo
  ¿Quién ha visto cosa más singular,
  que logre subir, quien quiere bajar;
  y que como clara Nube,
  cuando ella el vuelo no bate,
  la Humildad que más la abate
  sea el vuelo que la sube?
  ¡Tanta admiración no tuve,
  por más que llegué a mirar,
  que logre subir, quien quiso bajar!

VILLANCICO V

Coplas
  FABRICÓ DIOS EL TRONO DEL EMPÍREO
  por morada dichosa de criaturas;
  pero sólo a María Soberana,
  por decente erigió Morada suya.
  En la grandeza toda de los Cielos
  caber su Majestad no pudo Augusta,
  y se estrechó en el claustro generoso
  del Vientre virginal que le circunda.
  Luego, mientras María está en la tierra,
10 no tiene Dios morada en las alturas;
  pues sólo le es el pecho de su Madre,
  Trono, Reclinatorio, Templo y Urna.
  Pues para que Dios tenga digno Alcázar,
  razón es que María al Cielo suba:
  pues si el Solio de Dios le falta al Cielo,
  no tendrá complemento su estrechura.
  Suba, pues, a hacer Cielo al mismo Cielo,
  pues hasta que le adorne su hermosura,
  al Cielo falta ornato, a Dios morada,
20 y gloria accidental a las criaturas.
Estribillo
  ¡Suba, suba, suba con vuelo ligero,
  pues hasta que suba, le falta a Dios Templo!

VILLANCICO VI

Coplas
  ¡OH QUÉ HERMOSOS SON TUS PASOS,
  Hija del Príncipe eterno,
  pues no ascienden menos que
  a lo supremo del Cielo,
  y escuchando de tu Amado
  los dulces amantes ecos,
  es respuesta tu obediencia
  a la voz de su precepto!
  —Ven, dulce Esposa, te dice;
10 ven, del Líbano supremo
  de tus méritos altivos,
  a gozar el digno premio.
  De Amaná, Hermón y Sanir
  la Corona te prevengo,
  para que con tres Coronas
  goces triplicado Imperio:
  la de Amaná, como a Madre
  (pues eso suena en Hebreo);
  la de Sanir, como a Esposa
20 y la de Hermón, como a Templo.
  Ven, que ya de tus fatigas
  pasó el riguroso Invierno,
  y de recoger los frutos,
  llegó el venturoso tiempo.
Estribillo
  ¡Ven, Amiga mía,
  levántate presto;
  ven, Paloma mía,
  alza el dulce vuelo!
  ¡Ven, Hermosa mía,
30 y en tres llamamientos
  las tres Coronas goza
  que te prevengo!

VILLANCICO VII

Estribillo
  1.—¿CÓMO SE HA DE CELEBRAR
  un día tan singular
  como ir al Cielo María:
  con llanto, o con alegría?
Coplas
  2.—De María la Asunción
  con gusto ha de celebrarse,
  pues gustosa a colocarse
  pasa a la Eterna Mansión:
  y así, cantar el blasón
10 de tan venturoso día,
  sólo toca a la alegría.
  3.—El Cielo, que ha de gozalla,
  cante el bien que ha recibido;
  mas la Tierra, que ha perdido,
  más razón será lloralla:
  pues si él tantos bienes halla,
  la Tierra pierde otro tanto
  y sólo le toca el llanto.
  2.—Antes, alegrarse el suelo
20 debe, de que es su atributo
  la gloria de dar tal Fruto
  que ennoblecer pudo al Cielo;
  pues va a su Trono de un vuelo
  la Rosa que en él se cría
  y esto toca a la alegría.
  3.—No es razón de consolarse
  aquésa, si se repara:
  pues para que él se gloriara,
  no era preciso ausentarse;
30 y así, viéndola alejarse,
  bien es mostrar con quebranto
  que sólo le toca el llanto.
  2.—Subir a pisar Estrellas,
  ciñéndose las más bellas
  su Frente, que ilustra el día,
  sólo toca a la alegría.
  3.—Perder el Mundo afligido
  todo el bien que ha poseído,
  que aún no sabe medir cuánto,
40 no le toca sino al llanto.
  2.—Subir al Cielo María,
  sólo toca a la alegría.
  3.—Perder en Ella bien tanto,
  no le toca, sino al llanto.
  2.—Y así, en su Asunción triunfante
  el Cielo cante.
  3.—Y así, su dolor no ignore
  el suelo, y llore.
  2.—Sus dichas festeje amante.
50 3.—El favor del Cielo implore.
  2.—¡Cante, cante!
  3.—¡Llore llore!
  Los dos.—¡Llore, llore! ¡Cante, cante!

VILLANCICO VIII.—ENSALADA

Introducción
  1.—MIREN QUE EN ESTOS MAITINES
  se usa hacer una Ensalada;
  y así, déme cada uno
  algo para aderezarla.
Coplas
  2.—Yo daré las lechugas,
  porque son frescas,
  y nadie mejor dice
  una friolera.
  3.—No negará la Patria
10 quien tal pronuncia,
  ni que tanta friolera
  es de Toluca.
  4.—El aceite a mí juzgo
  que me compete,
  que es mi voz clara y blanda
  como el aceite.
  3.—Lo negarán los niños,
  que aceite atizan,
  porque traen de ordinario
20 sus lamparillas.
  5.—Yo, por mi mucha gracia,
  dar sal me place,
  porque con mi voz tengo
  quinientas sales.
  3.—No esté tan engreído
  con ese tiple,
  que la sal Mejicana
  es tequesquite.
Prosigue la Introducción
  1.—No se entretengan en eso,
30 sino el recaudo me traigan,
  que ya en el postrer Nocturno
  está la gente cansada;
  y como todos ayunan
  y hacer colación les falta,
  podrá servir esta noche
  y no servirá mañana.
Juguete
  2.—Pues en lugar de lechugas,
  yo un enigma propondré.
  3.—Y yo te responderé.
40 2.—Mas que no dicen, ¿qué día
  fue la Asunción de María?
  3.—Bien se conoció que era,
  desde luego, gran friolera:
  porque, ¿quién podrá ignorarlo?
  2.—Usted, que no ha de explicarlo,
  aunque más razones dé.
  3.—A Quince de Agosto fue.
  2.—¡No fue!
  3.—¡Sí fue!
  2.—¡No fue!
  3.—De la Iglesia la alegría
50 la celebra en ese día,
  y es creerlo así, razón.
  2.—¡Qué materiales que son!
  ¿Y me quieren argüir
  con la palabra subir?
  3.—Pues así lo entiendo yo,
  que hasta el Empíreo subió
  este día; y que este día
  fue la Asunción de María,
  y que otro no fue, diré.
60 2.—¡Sí fue!
  3.—¡No fue!
  2.—¡Sí fue!
  3.—Pues ¿en qué día imagina
  que fue su Asunción divina?
  2.—De verlo vencido, brinco
  de contento: ¡a Veinticinco
  de Marzo!
  3.—¡Qué bobería!
  Pues ¿no ve que aquese día
  no es sino la Encarnación?
  2.—Pues ésa fue su Asunción;
  porque entonces, si se apura,
70 subió a la mayor altura,
  que fue a ser Madre de Dios:
  y esto no negaréis vos.
  3.—No negaré, mas diré
  que en ese día no fue.
  2.—¡Sí fue!
  3.—¡No fue!
  2.—¡Sí fue!
  4.—Yo, del aceite en lugar,
  diré que la singular
  Virgen, como Aceite fue.
  3.—¡No fue!
  4.—¡Sí fue!
80 5.—Yo diré que fue la Sal
  su Pureza sin igual:
  pues por tener tal blasón,
  ignoró la corrupción
  que general pena fue.
  4.—¡No fue!
  5.—¡Sí fue!

JÁCARA ENTRE DOS

  1.—Allá va una Jacarana
  desgarrada y descosida,
  como aquello de Ya voy
  con toda la artillería.
90 Habrán de saber voacedes…
  2.—Espérese y no prosiga.
  1.—¿Por qué no he de proseguir?
  2.—Porque en la Iglesia se estila
  que se canten cosas nuevas,
  y si en su Jacarandina
  no hay algo de novedad,
  en vano se desgañita,
  porque nadie ha de escucharle.
  1.—Por cierto, ¡linda cangrina!
100 Si es día de la Asunción,
  ¿qué querrá vuecé que diga?
  2.—Algo que novedad tenga.
  1.—Quite de ahí, que es una hormiga;
  que diré yo mil bellezas,
  que soy algo Escriturista,
  y si no, oiga una figura,
  que viene como nacida.
  Luchaba Dios con Jacob,
  y aunque éste se defendía,
110 con una herida en la pierna
  andaba ya de caída,
  cuando hétela aquí, que sale
  de rosicleres vestida,
  vertiendo más perlas que hay
  en toda la Margarita,
  por el Oriente la Aurora;
  y apenas ellos la atisban,
  cuando Dios deja la lucha,
  y la victoria indecisa.
120 2.—Diga algo.
  1.—¿Que con quién hablo?
  Pienso que ustedes dormitan.
  ¿Es algo la aplicación?
  2.—No entiendo esa algarabía,
  porque ¿qué tiene que ver
  lo que ha dicho, con el día
  de la Asunción?
  1.—¿Cómo qué?
  Pues ¿el magín no le avisa,
  que aquesta Aurora que sube,
  es la Virgen que a su silla
130 se va a sentar en el Cielo;
  y que viendo su subida,
  porque es día de mercedes,
  depone Dios la Justicia
  y deja, al verla subir,
  la cólera, y se retira
  tanto, que dijo Ildefonso
  (mire si tengo noticias:
  tomaos ésa para en cuenta)
  que fue tanta la alegría
140 de la Asunción, que llegó
  hasta donde no podía?
  Entiéndalo quien lo entiende;
  y ésta doy por despedida.

SANTA CATARINA, 1691

Villancicos con que se solemnizaron en la S. I. Catedral de la Ciudad de Antequera, Valle de Oajaca, los Maitines de la gloriosa Mártir Santa Catarina de Alejandría, este año de 1691.

PRIMERO NOCTURNO

VILLANCICO I

Estribillo
  AGUAS PURAS DEL NILO,
  parad, parad,
  y no le llevéis
  el tributo al Mar,
  pues él vuestras dichas
  puede envidiar.
  ¡No, no, no corráis,
  pues ya no podéis
  aspirar a más!
10 ¡Parad, parad!
Coplas
  Sosiega, Nilo undoso,
  tu líquida corriente;
  tente, tente,
  párate a ver gozoso
  la que fecundas, bella,
  de la tierra, del Cielo, Rosa, Estrella.
  Tu corriente oportuna,
  que piadoso moviste,
  viste, viste,
20 que de Moisés fue cuna,
  siendo arrullo a su oído
  la onda, la espuma, el tumbo y el sonido.
  Más venturoso ahora
  de abundancia de bienes,
  tienes, tienes
  la que tu margen dora
  Belleza, más lozana
  que Abigaíl, Esther, Raquel, Susana.
  La hermosa Catarina,
30 que la gloria Gitana
  vana, vana,
  elevó a ser Divina,
  y en las virtudes trueca
  de Débora, Jael, Judith, Rebeca.
  No en frágil hermosura,
  que aprecia el loco abuso,
  puso, puso
  esperanza segura,
  bien que excedió su cara
40 la de Ruth, Bethsabé, Thamar y Sara.
  A ésta, Nilo sagrado,
  tu corriente sonante
  cante, cante,
  y en concierto acordado
  tus ondas sean veloces
  sílabas, lenguas, números y voces.

VILLANCICO II

Estribillo
  ¡ESTO SÍ, ESTO SÍ,
  esto sí que es lucir,
  cándido el Clavel,
  purpúreo el jazmín!
  ¡Esto sí, esto sí,
  esto sí que es lucir!
Coplas
  Rosa Alejandrina,
  que llegas a unir
  la palma y laurel,
10 blanco y carmesí.
  ¡Esto sí que es lucir!
  A quien hermosea
  la pompa feliz:
  sobre Tiria grana,
  perfiles de Ofir.
  ¡Esto sí que es lucir!
  Al cándido velo,
  por galán matiz,
  diste de tu sangre
20 arreboles mil.
  ¡Esto sí que es lucir!
  Si es cándido y rojo
  tu tierno Amadís,
  tú cándida y roja
  le quieres seguir.
  ¡Esto sí que es lucir!
  De otro Nilo a cuenta
  está tu vivir,
  que ignora principio
30 y no tiene fin.
  ¡Esto sí que es lucir!
  Tú, que ya cortada
  del bello pensil,
  sabes su fragancia
  mejor esparcir.
  ¡Esto sí que es lucir!
  Tu triunfo, mayor
  fue que el de Judith:
  que aquél fue matar,
40 y éste fue morir.
  ¡Esto sí que es lucir!
  Vive, pues prudente
  supiste adquirir,
  con un morir breve
  eterno vivir.
  ¡Esto sí que es lucir!

VILLANCICO III

Estribillo
  ¡OIGAN OIGAN, QUE CANTO
  de dos Gitanas
  los contrapuestos triunfos
  que Egipto enlaza!
Coplas
  Un áspid al blanco pecho
  aplica amante Cleopatra.
  ¡Oh que excusado era el áspid
  adonde el amor estaba!
  ¡Ay qué lástima, ay Dios!
10 ¡Ay qué desgracia!
  Pero heroica Descendiente
  de su generosa rama,
  de mejor Amor herida
  aspira a muerte más alta;
  pero no muere quien
  de amor no acaba.
  El seno ofrece al veneno
  la valerosa Gitana,
  que no siente herir el cuerpo
20 la que tiene herida el alma;
  que en quien lo más perece,
  lo menos falta.
  Amor y valor imita,
  pero mejora la causa Catarina, porque sea
  la imitación con ventaja:
  que quien por Cristo muere,
  la vida alarga.
  Porque no triunfase Augusto
30 de su beldad soberana,
  se mata Cleopatra, y precia
  más que su vida la fama;
  que muerte más prolija
  es ser esclava.
  Así Catarina heroica
  la ebúrnea entrega garganta
  al filo, porque el Infierno
  no triunfe de su constancia;
  y así, muriendo, triunfa
40 de quien la mata.
  Infamia en Cleopatra, o muerte,
  la dulce vida amenazan;
  pero ella elige, por menos
  mal, la muerte, que la infamia:
  porque más que la vida
  el honor ama.
  Así la Mejor Egipcia,
  a las cortantes navajas
  ofrece los miembros bellos
50 y al triunfo aspira gallarda,
  y por medios de muerte
  la vida alcanza.

SEGUNDO NOCTURNO

VILLANCICO IV

Estribillo
  A LOS TRIUNFOS DE EGIPTO
  con dulces ecos
  concurren festivos
  la Tierra y el Cielo,
  pues están obligados
  ambos a hacerlo;
  y acuden alegres
  a tanto festejo,
  el golpe del agua
10 y el silbo del viento,
  el son de las hojas
  y el ruido del eco.
Coplas
  Ya fuese vanidad, ya Providencia,
  el Filadelfo invicto, Tolomeo,
  tradujo por Setenta y Dos varones
  la Ley Sagrada en el idioma Griego.
  Quiso Dios que debiese a su cuidado
  la pureza del Viejo Testamento
  la Iglesia, y que enmendase por sus libros
20 lo que en su original vició el Hebreo.
  Mas ¿por qué (¡oh Cielos!) por qué a un Rey Pagano
  concedió Dios tan alto privilegio
  como hacerlo custodio soberano
  de la profundidad de sus secretos?
  ¡Oh Providencia altísima! ¿Quién duda
  que sólo fue por Ascendiente regio
  de Catarina, en quien la Ley de Gracia
  su defensa miró y su cumplimiento,
  porque si de Moisés conservó Egipto
30 en su traducción pura los Preceptos,
  también en Catarina ministrase
  quien defendiese los del Evangelio?
  ¿Qué mucho, si la Cruz, que por oprobio
  tuvo Judea y el Romano Imperio,
  entre sus jeroglíficos Egipto,
  de su Serapis adoró en el pecho?
  Heredó Catarina con la sangre
  (aunque en viciado culto), ardiente celo
  de la Ley y la Cruz, y Dios en ella
40 redujo lo viciado a lo perfecto.
  Fue de Cruz su martirio; pues la Rueda
  hace, con dos diámetros opuestos,
  de la Cruz la figura soberana,
  que en cuatro se divide ángulos rectos.
  Fue en su círculo puesta Catarina,
  pero no murió en ella: porque siendo
  de Dios el jeroglífico infinito,
  en vez de topar muerte, halló el aliento.
  Goza, Egipto dichoso, ese florido
50 de tantos regios árboles renuevo,
  si en una sola Alejandrina Rosa
  te ha concedido Dios verano eterno.

VILLANCICO V

Estribillo
  VENID, SERAFINES,
  venid a mirar
  una Rosa que vive
  cortada, más;
  y no se marchita,
  antes resucita
  al fiero rigor,
  porque se fecunda
  con su propio humor.
10 Y así, es beneficio
  llegarla a cortar:
  ¡venid, jardineros,
  venid a mirar
  una Rosa que vive
  cortada, más!
Coplas
  Contra una tierna Rosa
  mil cierzos conjuran:
  ¡oh qué envidiada vive,
  con ser breve la edad de la hermosura!
20 Porque es bella la envidian,
  porque es docta la emulan:
  ¡oh qué antiguo en el mundo
  es regular los méritos por culpas!
  De girantes cuchillas
  en el filo, aseguran
  a un aliento mil soplos,
  a un solo corazón inmensas puntas.
  Contra una sola vida
  tantas muertes procuran;
30 que es el rencor cobarde,
  y no se aseguraba bien con una.
  Mas no ve la ignorante,
  ciega, malvada astucia,
  que el suplicio en que pena,
  sabe hacer Dios el carro donde triunfa.
  Cortesana en sus filos
  la máquina rotunda,
  sólo es su movimiento
  mejorar Catarina de fortuna.
40 No extraña, no, la Rosa
  las penetrantes púas,
  que no es nuevo que sean
  pungente guarda de su pompa augusta.

VILLANCICO VI

Estribillo
  ¡VÍCTOR, VÍCTOR CATARINA,
  que con su ciencia divina
  los sabios ha convencido,
  y victoriosa ha salido
  —con su ciencia soberana—
  de la arrogancia profana
  que a convencerla ha venido!
  ¡Víctor, víctor, víctor!
Coplas
  De una Mujer se convencen
10 todos los Sabios de Egipto,
  para prueba de que el sexo
  no es esencia en lo entendido.
  ¡Víctor, víctor!
  Prodigio fue, y aun milagro;
  pero no estuvo el prodigio
  en vencerlos, sino en que
  ellos se den por vencidos.
  ¡Víctor, víctor!
  ¡Qué bien se ve que eran Sabios
20 en confesarse rendidos,
  que es triunfo el obedecer
  de la razón el dominio!
  ¡Víctor, víctor!
  Las luces de la verdad
  no se obscurecen con gritos;
  que su eco sabe valiente
  sobresalir del rüido.
  ¡Víctor, víctor!
  No se avergüenzan los Sabios
30 de mirarse convencidos;
  porque saben, como Sabios,
  que su saber es finito.
  ¡Víctor, víctor!
  Estudia, arguye y enseña,
  y es de la Iglesia servicio,
  que no la quiere ignorante
  El que racional la hizo.
  ¡Víctor, víctor!
  ¡Oh qué soberbios vendrían,
40 al juntarlos Maximino!
  Mas salieron admirados
  los que entraron presumidos.
  ¡Víctor, víctor!
  Vencidos, con ella todos
  la vida dan al cuchillo:
  ¡oh cuánto bien se perdiera
  si Docta no hubiera sido!
  ¡Víctor, víctor!
  Nunca de varón ilustre
50 triunfo igual habemos visto;
  y es que quiso Dios en ella
  honrar el sexo femíneo.
  ¡Víctor, víctor!
  Ocho y diez vueltas del Sol,
  era el espacio florido
  de su edad; mas de su ciencia
  ¿quién podrá contar los siglos?
  ¡Víctor, víctor!
  Perdióse (¡oh dolor!) la forma
60 de sus doctos silogismos:
  pero, los que no con tinta,
  dejó con su sangre escritos.
  ¡Víctor, víctor!
  Tutelar sacra Patrona,
  es de las Letras Asilo;
  porque siempre ilustre Sabios,
  quien Santos de Sabios hizo.
  ¡Víctor, víctor!
   

TERCERO NOCTURNO

VILLANCICO VII

Estribillo
  VENID, SERAFINES,
  a ver un portento:
  que Ángeles se ocupen
  en hacer entierro;
  y ése es el misterio,
  que es, la que sepultan,
  Ángel como ellos.
  ¡Venid Serafines,
  a ver un portento!
Coplas
10 Aquel Tribunal antiguo
  del Legislador supremo,
  en que dio en piedras escrita
  dura Ley a duro Pueblo,
  ya trueca en piadoso
  el rígido ceño:
  que aun los montes muda
  el curso del tiempo.
  Glorioso es ya Relicario,
  si eminente Mausoleo,
20 de cadáver incorrupto,
  de ceniza que es aliento:
  porque como el vaso
  de licor sabeo,
  conserva memorias
  de que esuvo dentro.
  Así, de la hermosa Virgen
  Catarina, el sacro cuerpo,
  del espíritu glorioso
  conserva los privilegios;
30 y así, los que horrores
  en los otros cuerpos,
  en el suyo son
  luces y reflejos.
  Allí, en la lapídea plana
  haciendo buril el dedo,
  el Decálogo grabó
  Dios, de sus altos preceptos;
  pero el Pueblo en vicios
  y Moisés con celo,
40 no bastó ser piedra
  para no romperlos.
  Por eso de Catarina
  quiso, en el cadáver bello,
  fabricar Dios nueva Tabla
  de la Ley del Evangelio.
  Despique es de Dios,
  que en el mismo puesto
  permanezca más
  volumen más tierno.
50 No las Pirámides vanas
  que labraron sus Abuelos,
  quiere que elevada sea
  Tumba de sus sacros huesos:
  mas del Sinaí sacro
  la cumbre que, un tiempo,
  fumante fue Trono
  a divino incendio.
  No el peso grava del monte
  al cuerpo; sí el dulce peso
60 del cuerpo a la cumbre grava,
  si es carga la que es consuelo.
  Descanse en su altura;
  que no pide menos
  que estar tan vecino,
  cuerpo que es del Cielo.

VILLANCICO VIII

Juguete entre muchos
  1.—PUES EL MUNDO HA CELEBRADO
  en los tiempos que han pasado
  las célebres Maravillas,
  yo no quiero referillas;
  sino inculcar con primor
  cuál de ellas fue la mayor.
  2.—Yo cuál fue mayor diré.
  3.— Espérese un poco usté,
  que no ha de hablar sino yo.
10 2.—¡Eso no:
  que yo propuse primero,
  y así referillas quiero!
  1.—No en eso se estén cansando,
  sino vayan relatando
  como a la mano viniere.
  3.—Pues empiece el que quisiere.
  2.—Puesto que he de empezar yo,
  de los muros que labró
  Semíramis, contaré,
20 y diré
  que eran tan maravillosos
  y espaciosos,
  que encima carros andaban;
  y sembraban
  en ellos, sus moradores,
  los mejores
  jardines que nunca habrá.
  3.—Quita allá,
  que eso no es tan prodigioso,
30 como del Sol el Coloso,
  de quien Clares Lidio, diestro
  fue maestro:
  cuya prodigiosa altura
  y estatura,
  setenta codos tenía.
  4.—A fe mía,
  que más admirables fueron
  las Pirámides que hicieron
  los Egipcios, tan terribles
40 e increíbles,
  que mil y quinientos pies
  un lado es,
  y tan bien disminuida…
  5.—Por su vida,
  que me atiendan a mí solo,
  cómo pinto el Mauseolo
  que Artemisa fabricó
  y labró
  tan costoso
50 por Panteón de su esposo,
  y que costó tal fatiga…
  6.—No prosiga;
  que la fábrica más vana
  fue aquel Templo de Dïana
  que en Éfeso se labró,
  y quemó
  de Eróstrato la locura,
  cuya hechura
  fue de tan hermoso exceso…
60 7.—Dejen eso;
  que yo diré la mayor,
  que es la Estatua superior
  que a Júpiter Fidias, hizo,
  en quien quiso
  que a sí el arte se excediese,
  y se viese
  lo que su estudio alcanzó.
  8.—Diré yo,
  que fue el prodigio más raro
70 aquella Torre de Faro,
  que las naves conducía,
  y se vía
  desde su altura eminente
  tan patente
  todo el reino de Neptuno.
  9.—Pues no ha acertado ninguno;
  ya que la más peregrina
  Maravilla, es Catarina:
  que fue Muro,
80 de todo asalto seguro;
  fue Coloso
  de otro Febo más hermoso;
  fue Pirámide que al Cielo
  fue de un vuelo;
  de Cristo Sacramentado
  fue sagrado Mauseolo,
  y aun contemplo
  que fue Templo;
  fue de animados marfiles,
90 con perfiles,
  Estatua más bien labrada;
  fue encumbrada Torre, que al Cielo tocó,
  a quien lo demás se humilla
  Tod.—¡Ésta sí que es Maravilla
  que tal nombre mereció!
  ¡Ésta sí, que las otras no!

PARA LA MISA

VILLANCICO IX.—A LA EPÍSTOLA

Estribillo
  1.—CATARINA, SIEMPRE HERMOSA,
  es Alejandrina Rosa.
  2.—Catarina, siempre bella,
  es Alejandrina Estrella.
  1.—¿Cómo Estrella puede ser,
  vestida de rosicler?
  2.—¿Cómo a ser Rosa se humilla,
  quien con tantas luces brilla?
  1.—Rosa es la casta doncella.
10 2.—No es sino Estrella,
  que esparce luz amorosa.
  1.—¡No es sino Rosa!
  2.—¡No es sino Estrella!
  1.—¡No, no, no es sino Rosa!
  2.—¡No, no, no es sino Estrella!
Coplas
  1.—Rosa es, cuyo casto velo,
  cuando el capillo rompió,
  el rocío aljofaró
  de los favores del Cielo,
20 para aspirar sin recelo
  a ser de tal Lilio esposa
  la más bella.
  2.—¡No es sino Estrella!
  1.—¡No es sino Rosa!
  2.—Si Catarina se llama,
  que Luna quiere decir,
  claro está que su lucir
  será de celeste llama,
  que al mundo en candor derrama
30 la que el Sol imprimió en ella
  más fogosa.
  1.—¡No es sino Rosa!
  2.—¡No es sino Estrella!
  1.—Rosa fue, que desplegó
  al viento su pompa ufana,
  teñida en la fina grana
  que en el tormento vertió
  cuando grosero agostó
  Aquilón, cuanto su hermosa
40 copa sella.
  2.—¡No es sino Estrella!
  1.—¡No es sino Rosa!
  2.—Estrella es, sin que lo altere
  lo que en ella el rigor hace;
  pues a mejor mundo nace,
  cuando parece que muere:
  De esta propiedad se infiere,
  que vive la luz en ella
  más vistosa.
50 1.—¡No es sino Rosa!
  2.—¡No es sino Estrella!

VILLANCICO X.—PARA CUANDO ALZAN

  ¡AY QUE SE ABREN LOS CIELOS DE PAR EN PAR,
  porque Cristo desciende, y su Esposa va;
  y porque entre y salga una y otra
  Sacra Majestad,
  abre el Cielo sus puertas de par en par!
Coplas
  Alejandrina Rosa
  que a jardines eternos,
  libre de los inviernos,
  te trasladaste hermosa:
10 por ti lloramos, míranos piadosa.
  Azucena fragante
  que el Nilo regó undoso,
  y en su margen frondoso
  descollante triunfante,
  dando al Cielo purezas tu semblante.
  Estrella matutina
  que, del Sol precursora,
  los que él collados dora,
  tu esplendor ilumina
20 de luz más apacible, más divina.
  Luna siempre brillante,
  a quien vapor impuro
  quiso eclipsar obscuro,
  pero tu Fe constante
  supo hallar plenilunio en la menguante.
  Egipcia generosa:
  rama siempre florida
  de estirpe esclarecida,
  de prosapia gloriosa;
30 en fin, divina Catarina hermosa.
  Éstos, oh Virgen bella,
  que observó la memoria,
  son nombres que en tu historia
  el tuyo dulce sella:
  que eres Rosa, Azucena, Luna, Estrella.

VILLANCICO XI.—AL “ITE MISSA EST”

  1.—UN PRODIGIO LES CANTO.
  2.—¿Qué, qué, qué, qué, qué?
  1.—Esperen, aguarden, que yo lo diré.
  2.—¿Y cuál es? ¡Diga aprisa, que ya
  rabio por saber!
  1.—Esperen, aguarden, que yo lo diré.
Coplas
  Érase una Niña,
  como digo a usté,
  cuyos años eran,
10 ocho sobre diez.
  Esperen, aguarden,
  que yo lo diré.
  Ésta (qué sé yo,
  cómo pudo ser),
  dizque supo mucho,
  aunque era mujer.
  Esperen, aguarden,
  que yo lo diré.
  Porque, como dizque
20 dice no sé quién,
  ellas sólo saben
  hilar y coser…
  Esperen, aguarden,
  que yo lo diré.
  Pues ésta, a hombres grandes
  pudo convencer;
  que a un chico, cualquiera
  lo sabe envolver.
  Esperen, aguarden,
30 que yo lo diré.
  Y aun una Santita
  dizque era también,
  sin que le estorbase
  para ello el saber.
  Esperen, aguarden,
  que yo lo diré.
  Pues como Patillas
  no duerme, al saber
  que era Santa y Docta,
40 se hizo un Lucifer.
  Esperen, aguarden,
  que yo lo diré.
  Porque tiene el Diablo
  esto de saber,
  que hay mujer que sepa
  más que supo él.
  Esperen, aguarden,
  que yo lo diré.
  Pues con esto, ¿qué hace?
50 Viene, y tienta a un Rey,
  que a ella la tentara
  a dejar su Ley.
  Esperen, aguarden,
  que yo lo diré.
  Tentóla de recio;
  mas ella, pardiez,
  se dejó morir
  antes que vencer.
  Esperen, aguarden,
60 que yo lo diré.
  No pescuden más,
  porque más no sé,
  de que es Catarina,
  para siempre. Amén.

Kropotkin La ayuda mutua

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El apoyo mutuo: un factor en la evolución es un libro que trata el tema del apoyo mutuo y la cooperación dentro del proceso evolutivo, escrito por el anarcocomunista ruso Piotr Kropotkin durante su exilio en Inglaterra.

Resumen

LA OBRA La ayuda mutua surge, según lo explica el propio autor en la introducción, como una respuesta a algunos seguidores de Charles Darwin y a su interpretación de la Teoría de la evolución. La obra nace en principio de la intención de contestar un artículo publicado en 1888 por Thomas Henry Huxley, destacado biólogo de la época, que según Kropotkin «pintaba la vida de los animales como una lucha desesperada de uno contra todos». Estimulado por el propio editor de la revista científica en la cual se realizaran las publicaciones, no sólo desarrolla una contestación a ese artículo, sino que amplía su investigación hasta plasmarla en el libro que fuera editado por primera vez en 1902. XIII Thomas Henry Huxley fue el primero de los darwinistas que, contemporánea y posteriormente, interpretaron los planteamientos del libro El origen de las especies, publicado en 1859 en forma particular. A pesar de que el propio Darwin planteara que la evolución estaba alimentada, entre otras variables, por la supervivencia del más apto, muchos de sus seguidores, fieles a la visión positivista y causalista de la ciencia de la época, no sólo llegaron a considerarla como causa principal de la evolución, sino que llegaron a transformar la supervivencia del más apto en la supervivencia del más fuerte. Esta visión no era gratuita, coincidía con la visión eurocentrista y racista que de alguna forma encontraba en esta interpretación la justificación «científica» de la historia de depredación y devastación que los sucesivos imperios expansionistas europeos realizaran en otras tierras allende sus mares, sobre poblaciones menos «aptas». La investigación de Kropotkin como científico se apoya sobre todo en sus observaciones personales como naturalista y geógrafo y recurre además a observaciones de otros naturalistas y teóricos contemporáneos. Deja de lado expresamente observaciones hechas por misioneros y viajeros ocasionales del siglo XVIII y principios del XIX por considerarlas fuentes sesgadas o no confiables. El objetivo de su investigación es mostrar cómo la ayuda mutua ha significado una variable importante en la evolución de las especies y de las sociedades humanas, tan significativa como la lucha feroz e individual por la existencia. Desarrolla la investigación con una estructura que considera sucesivamente la ayuda mutua entre los animales, la ayuda mutua entre los salvajes, la ayuda mutua XIV entre los bárbaros, la ayuda mutua en la ciudad medieval y la ayuda mutua en la sociedad moderna, finalizando con un capítulo de conclusiones. Categorías socio-históricas éstas, que de alguna manera reflejaban las concepciones de la época, en las cuales la cultura europea era la cúspide de una evolución social lineal que partía desde las tribus primitivas y llegaba a la civilización más desarrollada en la historia de la Humanidad, que ellos representaban

 

Hasta el siglo XIX los naturalistas tenían casi por axioma la idea de la fijeza e inmovilidad de las especies biológicas: Tot sunt species quot a principio creavit infinitum ens. Aún en el siglo XIX, el más célebre de los cultores de la historia natural, el hugonote Cuvier, seguía impertérrito en su fijismo. Pero ya en 1809 Lamarck, en su Filosofíazoológica defendía, con gran escándalo de la Iglesia y de la Academia, la tesis de que las especies zoológicas se transforman, en respuesta a una tendencia inmanente, de su naturaleza y adaptándose al medio circundante. Hay en cada animal un impulso intrínseco (o «conato») que lo lleva a nuevas adaptaciones y lo provee de nuevos órganos, que se agregan a su fondo genético y se transmiten por herencia. A la idea del impuso intrínseco y la formación de nuevos órganos exigidos por el medio ambiente se añade la de la transmisión hereditaria. Tales ideas, a las que Cuvier oponía tres años más tarde, en su Discurso sobre las revoluciones del globo, la teoría de las catástrofes geológicas y las sucesivas creaciones [1], encontró indirecto apoyo en los trabajos del geólogo inglés, Lyell, quién, en sus Principios de geología demostró la falsedad del catastrofismo de Cuvier, probando que las causas de la alteración de la superficie del planeta no son diferentes hoy que en las pasadas eras [2]. Lamarck desciende filosóficamente de la filosofía de la Ilustración, pero no ha desechado del todo la teleología. Para él hay en la naturaleza de los seres vivos una tendencia continua a producir organismos cada vez más complejos [3]. Dicha tendencia actúa en respuesta a exigencias del medio y no sólo crea nuevos caracteres somáticos sino que los transmite por herencia. Una voluntad inconsciente y genérica impulsa, pues, el cambio según una ley general que señala el tránsito de lo simple a lo complejo. Está ley servirá de base a la filosofía sintética de Spencer. Pese a la importancia de la teoría de Lamarck en la historia de la ciencia y aun de la filosofía, ella estaba limitada por innegables deficiencias. Lamarck no aportó muchas pruebas a sus hipótesis; partió de una química precientífica; no consideró la evolución sino como proceso lineal. Darwin, en cambio, sé preocupó por acumular, sobre todo a través de su viaje alrededor del mundo, en el Beagle un gran cúmulo de observaciones zoológicas y botánicas; se puso al día con la química iniciada por Lavoisier (aunque ignoró la genética fundada por Mendel) y tuvo de la evolución un concepto más amplio y, complejo. Desechó toda clase de teleologismo y se basó, en supuestos estrictamente mecanicistas. Sus notas revelan que tenía conciencia de las aplicaciones materialistas de sus teorías biológicas. De hecho, no sólo recibio la influencia de su abuelo Erasmus Darwin y la del geólogo Lyell sino también las del economista Adam Smith, del demógrafo Malthus y del filósofo Comte [4]. En 1859 publicó su Origen de las especies que logró pronto universal celebridad; doce años más tarde sacó a la luz La descendencia del hombre[5]. Darwin acepta de Lamarck la idea de adaptación al medio, pero se niega a admitir la de la fuerza inmanente que impulsa la evolución. Rechaza, en consecuencia, toda posibilidad de cambios repentinos y sólo admite una serie de cambios graduales y accidentales. Formula, en sustitución del principio lamarckiano del impulso inmanente, la ley de la selección natural [6]. Partiendo de Malthus, observa que hay una reproducción excesiva de los vivientes, que llevaría de por si a que cada especie llenara toda la tierra. Si ello no sucede es porque una gran parte de los individuos perecen. Ahora bien, la desaparición de los mismos obedece a un proceso de selección. Dentro de cada especie surgen innúmeras diferencias; sólo sobreviven aquellos individuos cuyos caracteres diferenciales los hacen más aptos para adaptarse al medio. De tal manera, la evolución aparece como un proceso mecánico, que hace superflua toda teleología y toda idea de una dirección y de una meta. Esta ley básica de la selección natural y la supervivencia del más- apto (que algunos filósofos comporáneos, como Popper, consideran mera tautología) comparte la idea de la lucha por la vida (struggle for life) [7]. Ésta se manifiesta principalmente entre los individuos de una misma especie, donde cada uno lucha por el predominio y por el acceso a la reproducción (selección sexual). Herbert Spencer, quien, antes de Darwin, había esbozado ya el plan de un vasto sistema de filosofía sintética, extendió la idea de la evolución, por una parte, a la materia inorgánico (Primeros Principios 1862, II Parte,) y, por otra parte, a la sociedad y la cultura (Principios de Sociología, 18761896). Para él, la lucha por la vida y la supervivencia. del más apto (expresión que usaba desde 1852), representan no solamente, el mecanismo por el cual la vida se transforma y evoluciona sí no también. la única vía de todo progreso humano [8]. Sienta así las bases de lo que se llamará el darwinismo social, cuyos dos hijos, el feroz capitalismo manchesteriano y el ignominioso racismo fuero tal vez más lejos de lo que aquel pacífico burgués podía imaginar. Th. Huxley, discípulo fiel de Darwin, publica, en febrero de 1888, en, la revista The Níneteenth Century, un artículo que como su mismo título indica, es todo un manifiesto del darwinismo social: The Struggle for life. A Programme [9]. Kropotkin queda conmovido por este trabajo, en el cual ve expuestas las ideas sociales contra las que siempre había luchado, fundadas en las teorías científicas a las que consideraba como culminación, del pensamiento biológico contemporáneo. Reacciona contra él y, a partir de 1890, se propone refutarlo en una serie de artículos, que van apareciendo también en The Nineteenth Century y que más tarde amplía y complementa, al reunirlos en un volumen titulado El apoyo mutuo. Un factor de la evolución. Un camino para refutar a Huxley y al darwinismo social hubiera sido seguir los pasos de Russell Wallace, quien pone el cerebro del hombre, al margen de la evolución. Hay que tener en cuenta que este. ilustre sabio que formuló su teoría de la evolución de las especies casi al mismo tiempo que Darwin, al hacer un lugar aparte para la vida moral e intelectual del ser humano, sostenía que desde el momento en que éste llegó a descubrir el fuego, entró en el campo de la cultura y dejo de ser afectado por la selección natural [10]. De este modo Wallace se sustrajo, mucho más que Darwin o Spencer, al prejuicio racial [11]. pero Kropotkin, firme en su materialismo, no podía seguir a Wallace, quien no dudaba en postular la intervención de Dios para explicar las características del cerebro y la superioridad moral e intelectual del hombre. Por otra parte, como socialista y anarquista, no podía en, modo alguno cohonestar las conclusiones de Huxley, en las que veía sin duda un cómodo fundamento para la economía del irrestricto «laissez faire» capitalista, para las teorías racistas de Gobineau (cuyo Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas había sido publicados ya en 1855), para el malthusianismo, para las elucubraciones falsamente individualistas de Stirner y de Nietzsche. Considera, pues, el manifiesto huxleyano como una interpretación unilateral y, por tanto, falsa de la teoría darwinista del «struggle for life» y le propone demostrar que, junto al principio de la lucha (de cuya vigencia no duda), se debe tener en cuenta otro, más importante que aquél para explicar la evolución de los animales y el progreso del hombre. Este principio es el de la ayuda mutua entre los individuos de una misma especie (y, a veces, también entre las de especies diferentes). El mismo Darwin había admitido este principio. En el prólogo a la edición de 1920 de El apoyo mutuo, escrito pocos meses antes de su muerte, Kropotkin manifiesta su alegría por el hecho de que el mismo Spencer reconociera la importancia de «la ayuda mutua y su significado en la lucha por la existencia’. Ni Darwin ni Spencer le otorgaron nunca, sin embargo, el rango que le da Kröpotkin al ponerla al mismo nivel (cuando no por encima) de la lucha por la vida como factor de evolución…..

El apoyo mutuo obra completa:  EL APOYO MUTUO