Byron poemas 2

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CAMINA RODEADA DE BELLEZA

I

Camina rodeada de belleza, como la noche
de climas serenos y cielos estrellados;
y todo lo que es mejor de la penumbra y el esplendor
se juntan en su semblante y en sus ojos:
así suavizada en esa tierna luz
que el cielo al ostentoso día niega.
II
Una sombra de más, un rayo de menos,
han disminuido a medias la innombrable gracia
que ondea en toda la negra y lustrosa trenza,
o suavemente relampaguea en su rostro;
donde los pensamientos con dulzura serena expresan
cuán pura, cuán querida es su morada.
III
Y sobre esas mejillas, sobre esa frente,
tan suave, tan sosegada, sin embargo elocuente,
la sonrisa que triunfa, los matices que refulgen,
no cuentan sino de días en bondad pasados,
mente en paz con todo lo que está debajo,
¡corazón cuyo amor es inocente!
LA GACELA SALVAJE
I
La gacela salvaje en las colinas de Judea
exultante aún puede brincar y beber de todos los vivos arroyuelos
que brotan en sagrado suelo:
su airoso paso y espléndidos ojos
pueden contemplarlos con éxtasis indómito.
II
Un paso tan veloz y ojos más brillantes
allí una vez presenció Judea
y en los lugares del perdido deleite
habitantes más hermosos.
Los cedros se balancean en el Líbano, pero ya
han desaparecido las doncellas aún más majestuosas de Judea.
III
Más bendita cada palma que sombrea esas llanuras
que la raza dispersada de Israel;
pues, echando raíces, allí se queda
en gracia solitaria:
abandonar no puede su lugar natal,
ni viviría en otra tierra.
IV
Pero nosotros tenemos que errar macilentos,
para morir en otras tierras;
y donde se hallen las cenizas de nuestros padres,
puede que las nuestras nunca descansen:
de nuestro templo no queda ni una piedra,
y la burla ocupa el trono de Salem.
¡OH! ARRANCADA EN LA FLORACIÓN DE LA BELLEZA
I
¡Oh! Arrancada en la floración de la belleza,
no te oprimirá ninguna tumba tediosa;
pero en tu césped las rosas levantarán
sus pétalos, los más tempranos del año;
y el ciprés silvestre ondulará en tierna penumbra:
II
Y a menudo junto a la corriente que azul lejana brota,
el dolor recostará la agachada cabeza,
y alimentará el hondo pensamiento con muchos sueños,
con descanso demorado y ligero andar;
¡querido desdichado! ¡Como si su paso perturbase a los muertos!
III
¡Aléjate! Sabemos que las lágrimas son vanas,
que la muerte no atiende ni escucha al infortunio:
¿acaso esto nos desacostumbrará a quejarnos?
¿O hará que el doliente menos llore?
Y tú, que me dices que olvide,
semblante triste tienes y húmedos tienes los ojos.
LA DESTRUCCIÓN DE SENAQUERIB
I
El asirio descendió como el lobo al redil,
y sus cohortes relumbraron de púrpura y oro;
y el resplandor de sus lanzas era como las estrellas sobre el mar,
cuando la azul onda se mueve de noche en el hondo Galilea.
II
Como las hojas del bosque cuando el estío es verde,
se vio esa hueste con sus estandartes en el ocaso:
como las hojas del bosque cuando el otoño ha soplado,
a la mañana esa hueste yacía marchita y esparcida.
III
Pues el ángel de la muerte extendió sus alas en las ráfagas,
y sopló en el rostro del enemigo al pasar a su lado;
y los ojos de los durmientes, fríos y letales se volvieron,
y sus corazones sólo se agitaron una vez y quietos se quedaron para siempre.
IV
Y allí yacía el corcel, con los ollares dilatados,
pero por ellos no pasaba el aliento de su soberbia:
y la espuma de sus jadeos yacía blanca sobre el césped,
y fría como la espuma de la ola que golpea las rocas.
V
Y allí yacía el jinete, desfigurado y pálido,
con el rocío de la frente y herrumbre en la cota de malla,
y todas las tiendas estaban calladas y solos los estandartes,
por el suelo las lanzas y la trompeta sin sonido.
VI
¡Y las viudas de Asur con fuerza se lamentan,
y en el templo de Baal se quiebran los ídolos;
y el poder de los gentiles, sin golpes de espada,
se ha derretido como nieve ante la mirada del Señor!
ESTROFAS PARA PONERLE MÚSICA
Que no haya ninguna de las hijas de la belleza,
con una magia como tú;
como música en las aguas
es tu dulce voz para mí;
cuando, como si su sonido ocasionase
el descanso del océano encantado,
las olas yacen tranquilas y fulguran,
y los vientos arrullados parecen soñar:
y la luna de medianoche teje
su luminosa cadena sobre el abismo;
cuyo pecho suavemente exhala el aire,
como el de un niño dormido:
así el espíritu ante ti se inclina,
para escuchar y adorarte;
con emoción plena más suave,
como el oleaje del océano en el estío.
Marzo de 1816
ESTROFAS ESCRITAS EN EL CAMINO QUE VA DE FLORENCIA A PISA
Oh, no me habléis de un gran nombre de la historia;
los días de la juventud son los días de nuestra gloria;
y el mirto y la hiedra de los dulces veintidós años,
valen por todos los laureles, aunque éstos sean muy abundantes.
¿De qué sirven las guirnaldas y las coronas a la frente arrugada?
Ella es como una muerta flor salpicada con el rocío de mayo.
Entonces alejad todo eso de la cabeza que ya es canosa.
¡No me cuido de las coronas que sólo brindan gloria!
¡Oh, fama! Si alguna vez me causó deleite el elogiarte,
fue menos por razón de tus frases altisonantes,
que por ver los brillantes ojos de la amada descubrir
que ella creyese que yo no era indigno de amarla.
Ahí mayormente te busqué, ahí sólo te encontré;
su mirada era el mejor de los rayos que te rodean;
cuando relumbraba sobre algo que era brillante en mi historia,
sabía que era amor y sentía que era la gloria.
Noviembre de 1821
EN ESTE DÍA COMPLETO MI TRIGÉSIMO SEXTO AÑO
Missolonghi,
22 de enero de 1824
 
Hora es que este corazón ya no se conmueva,
como otros, ha dejado de moverse:
aún así, aunque no pueda ser amado,
¡dejadme al menos que ame!
Mis días tienen ya hojas amarillas;
idas las flores y los frutos;
el gusano, el cancro, y el dolor
¡son sólo míos!
El fuego que de mi pecho hace presa,
es solitario como volcánica isla;
ninguna antorcha se enciende con su llama:
una pira mortuoria.
La esperanza, el miedo, el celoso afecto,
la exaltada parte del dolor
y la fuerza del amor, no puedo compartir
aunque desgastan la cadena.
Pero no es así y no es aquí,
tales pensamientos estremeceríanme el alma,
ni ahora, cuando la gloria engalana el féretro
del héroe o ciñe su frente.
¡La espada, el estandarte y el campo,
la gloria y Grecia a mi alrededor veo!
El espartano, caído sobre su escudo,
no fue más libre.
¡Despierta! (No Grecia: ¡ella está despierta!)
¡Despierta, espíritu mío! Piensa mediante quién
la sangre de tu vida rastrea su lago paterno
¡y luego vuelve a casa!
Sigue a esas pasiones que reviven,
¡indigna humanidad!, para ti
¡indiferente debiera ser la sonrisa
o el ceño de la belleza!
Si tú lamentas tu juventud, ¿por qué vives?
La tierra de la muerte honorable
es ésta: ¡ve hacia el campo y entrega
allí tu aliento!
Busca la tumba del soldado, menos
buscada a menudo que hallada, para ti la mejor;
luego mira alrededor y escoge el sitio,
y toma tu descanso.
De
The Prisoner of Chillon
1816
SONETO AL CASTILLO DE CHILLÓN
¡Eterno espíritu de la mente sin cadenas!
¡Libertad! La más brillante en calabozos eres,
pues en ellos es tu morada el corazón:
el corazón cuyo amor por ti sólo puede atarlo;
Y cuando tus hijos se ven a los grilletes entregados,
a los grilletes y a la penumbra sin día de la cripta húmeda,
su país conquistan con su martirio,
y la fama de la libertad alas halla en todos los vientos.
¡Chillón! Tu prisión es un sitio sagrado,
y tu triste suelo, un altar, pues fue andado,
hasta que sus mismos pasos dejaron sus huellas
marcadas, como si el frío pavimento fuera césped,
por Bonnivard. Ojalá que nunca se borren esos trazos
pues ellos son testigos de la tiranía ante Dios.