LITERATURA ESPAÑOLA Jose Rogelio 1921 (sel)Primera Parte
LITERATURA HISPANOLATINA
Primeras literaturas peninsulares.—Es imposible señalar
cuál fuera la primera manifestación literaria en nuestra pe^
nínsula; para ello sería preciso tener noticia de un monumento
literario y esc no nos queda. Sabemos únicamente
que celtas e iberos tuvieron sus cánticos y poemas de carácter
militar y religioso; Strabón, escritor latino, nos dice
que los españoles celebraban con cánticos el Plenilunio, y
por referencias de otros historiadores romanos nos consta
también la existencia de vestigios literarios que ellos pudieroD
Después de la fusión de España con Roma, hasta el
punto de que toda nuestra península es una provincia romana,
los españoles no se contentan con la manifestación
de su pensamiento en el latín vulgar propio de todas las
provincias del Imperio, sino que algunos hispanorromanos
cultivan su lengua hasta alcanzar la perfección clásica, y
logran brillar en Roma como literatos insignes.
Literatura hispanolatina.—En dos grandes épocas debemos
dividir la literatura hispanolatina: la pagana y la cris52
tiana, distintas entre sí por el ideal que las informa y aun
por la lengua, pues el latín clásico y decadente es el medio
de expresión de la literatura pagana y el bajo latín de la
cristiana. La literatura hispanolatina es tan importante, que
después de los días de Augusto puede decirse que son españoles
la mayor parte de los autores latinos.
En el primer momento de la cruenta dominación romana
de España, claro es que no hay que esperar manifestación
literaria; pero bien pronto aparecen los insignes cordobeses
Marco Porcio Latrón, el maestro de declamación y
oratoria, y Julio Galión, también orador que logra grandes
triunfos en Roma. Otros muchos se podían citar; recordemos
sólo a los Balbos, que alcanzaron grandes honores.
Como comentarista y mitólogo citemos a Julio Higinio, el
liberto de Augusto, y sobre todos los hombres ilustres de
aquellos días, medio siglo antes de Jesucristo, al primer
Séneca (Marco Anneo). Este es un retórico y además un
filósofo notable, autor de las Controversias y de las Suasorias
o Exliortaciones.
Establecido el Imperio, es la época más brillante de los
autores hispanolatinos, descollando entre todos Lucio
Anneo Séneca, el insigne cordobés, nacido en el año segundo
de la era cristiana. Fué educado en Roma y obtuvo
grandes triunfos en el foro, fué desterrado y llamado al
fin para encargarle de la educación de Nerón, gozando con
esto de los más altos honores y siendo ellos motivo de su
muerte. La gloria de Séneca tiene dos aspectos: como
poeta trágico y como filósofo. Sus tragedias son frías
imitaciones del teatro griego, por ejemplo: Medea, Hipólito,
Edipo, Agamenón, Las Troyanas, Hércules furioso,
etcétera (1). En todas ellas aparece el filósofo más que el
poeta, y se puede asegurar que como filósofo en las tragedias
vale mucho menos que en las obras propiamente
(1) Véase «Biblioteca Universal», tomo LXXXVH, Tragedias.
filosóficas que nos ha legado, v. gr.: el Tratado de la
consolación a Helvia (su madre), el de La Providencia,
el de La brevedad de la vida, el de La vida feliz, etc. Fué
filósofo estoico, aunque a veces está influido de la doctrina
epicúrea, sin embargo de lo cual, su moral es tan depurada
que se ve bien patente en ella la influencia cristiana
(1). La familia de los Sénecas aún nos dará ilustres escritores;
es el más notable Marco Anneo Lugano, cordobés
(58 años después de Jesucristo), amigo de Nerón y
condenado a muerte por éste cuando contaba veintisiete
anos. De él nos ha quedado un poema. La Farsalia, donde
con más afectación que acierto, porque la literatura lalina
está ya en los días de la decadencia, se canta no sin
inspiración, la guerra civil, que tuvo lugar entre César y
Pompeyo. Tradujo esta obra con gran maestría nuestro
poeta del siglo de oro D. Juan de Jáuregui (2).
Otro gran autor hispanolaíino es Marco Valerio Marcial,
satírico, nacido el año 42 en Calatayud, y el cual vir
vio en Roma algunos años muy pobremente. Allí compuso
sus Epigramas (más de 1.500), donde se refleja la corrupción
de Roma, que algunas veces el poeta censura severamente
y otras nos da a conocer con transigente desenfado
(5).
Ingenios de aquella época son: el geógrafo Pomponio
Mela, (De situ orbis, descripción de la tierra); el poeta de
la segunda guerra púnica Silio Itálico, el agricultor Lucio
Junio Modéralo Columela (De re rustica) y el historiador
Lucio Anneo Floro, autor de un Compendio de la historia
de Roma (4).
(1) Epístolas morales, traduc. de Navarro, un tomo, y Tratados
fílosófícos, dos tomos, de la «Biblioteca Clásica», y en la de «Autores
Españoles» el tomo Obras escogidas de filósofos.
(2) Véase la «Biblioteca Clásica»: La Farsalia, II volúmenes.
(3) «Biblioteca Clásica»: Epigramas, de Marcial, tres tomos.
(4) «Biblioteca Clásica»: Compendio de la historia romana, un
Merece especial mención el gran maestro de oratoria
Marco Fabio Quintiliano, nacido en Calahorra. Nos dejó
un libro titulado Instituciones oratorias, tratado el más
sereno y juicioso sobre la educación del orador y sobre la
preceptiva referente al discurso (1).
Literatura hispanolatmo-cristiana.— Interrumpida la vida pagana
por la aparición del Cristianismo, que afirmaba la
unidad de Dios y la más severa moral, su espíritu va a informar
prontamente el nuevo ideal humano, que se manifiesta
también en el arte y principalmente en la elocuencia
y la poesía. El medio de expresión de la doctrina nueva es
la lengua latina, por ser ésta el idioma de la civilización
Comprende tres períodos en España: desde principios
del siglo IV hasta la monarquía visigoda el primero; el segundo
desde aquí hasta la invasión mahometana, y el tercero
desde que comienza la reconquista hasta la aparición
de las literaturas vulgares.
Es el primero de los poetas cristianos españoles Cayo
Vecio Aquilino Juvenco, quien en el año 528 compuso un
poema titulado Historia evangéüca, no exento de belleza.
Debe recordarse también al Papa San Dámaso (año 566)
por sus himnos a los mártires, en los cuales.se ve ya la
rima consonantada. Pero el más grande de todos los poetas
españoles cristianos de aquella época es el zaragozano
Marco Aurelio Prudencio Clemente, príncipe de los
poetas cristianos, persona de verdadera cultura y de rica
inspiración, puesta siempre al servicio del dogma católico,
como se ve en sus poemas filosófico-teológicos: Apoteosis,
Hamartigenia u origen del pecado y Psicornacfíia
o lucha del alma con las pasiones. Pero aún alcanza más
(I) «Biblioteca Clásica*: Instituciones oratorias, dos tomos; no es
traducción de las más recomendables.
altura poética en su libro de las Coronas (Perístephanorí)
cuyo asunto es la gloria de los mártires. Floreció
hacia fines del siglo iv.
De menos vuelos son el presbítero Draconcio y el obispo
Orencio, irfnucho más ásperos y duros en su lenguaje.
En este período cultivan la historia de España el ilustre
Paulo Orosio (hacia el año 416), amigo de San Agustín y
de San Jerónimo y autor de una Apología contra el heresiarca
Pelagio, y de un ensayo de historia universal, en
siete libros. Algo posterior es el obispo Idacio, que nos
legó el Cronicón más antiguo que poseemos, en el que
se da cuenta de la historia de los primeros años del siglo
V en forma árida y descarnada y en una lengua latina
semibárbara.
Literatura hispano-visigoda.—Después de la confusión producida
por la entrada general de los pueblos bárbaros en
España, aparecen los primeros días de calma con la fundación
de la monarquía visigoda, aunque todavía las diferencias
sociales y religiosas entre vencedores y vencidos,
separan a unos de otros. Verificada la fusión de las dos
razas, la literatura tiene ya muy ilustres representantes:
basta citar a los dos insignes santos Juan de Biclara y
Leandro de Sevilla, el primero autor de una crónica hasta
los días del Concilio 111 de Toledo, y el segundo presidente
de este mismo Concilio, año 589.
Sin embargo, la figura más excelsa de su tiempo es San
Isidoro de Sevilla, nacido hacia el año 568, no solamente
grande por su ciencia filosófica, histórica, astronómica,
teológica, etc., sino como fundador de una gran escuela
española, que se dilata muchos siglos después de él. Su
obra magna es la titulada Etimologías u Orígenes, donde,
para la educación de la juventud, compendia metódicamente
toda la ciencia dé la época. Pero en otras muchas
manifestaciones también tiene importancia San Isidoro,
que nos aparece como poeta en un fragmento titulado De
fabrica mundí, y como historiador en su obra De los varones
ilustres, donde nos habla de notables personajes
cristianos, y en la Historia de los reyes godos, vándalos
y suevos, nos instruye acerca de las monarquías de España
en la primera parte de la Edad Media.
Entre sus discípulos, merecen especial mención: San
Braulio de Zaragoza, que dio forma ordenada a las Etimologías
áz su maestro; Tajón, también de Zaragoza, que
escribió cinco libros de sentencias; el ilustre San Eugenio
de Toledo, músico y poeta de carácter didáctico; San
Ildefonso y San Julián, también prelados de Toledo, poeta
el primero e historiador y teólogo el segundo, autor de la
historia de la Revelión de Paulo, el general del rey
Respecto a la poesía popular, que indudablemente existió,
no nos queda otro monumento que el Himnario Hispano-
latino-góiico, colección de poemas religiosos para
ser cantados por el pueblo.
Caracteriza a esta literatura el influjo que sobre ella tiene
la Iglesia, merced a la cual se conservan los restos de la
antigüedad, predomina el comentario y la controversia; la
poesía cede el paso a la erudición y a la crítica.
I i
Iniciación de ias nuevas literaturas.—Estamos a principio
del siglo VIH, la lengua no tiene valor literario ninguno y,
sin embargo, en ella está ya el germen inmediato de nuestras
literaturas vulgares. Si miramos a la Literatura que se
desenvuelve entre los cristianos sometidos a la invasión
musulmana, nos encontramos con que ellos son los primeros
que a mediados del siglo viii reanudan la tradición
Cítanse como los iniciadores de este renacimiento a Juan
Hispalense, traductor de la Sagrada Escritura al árabe;
Cixila, Obispo de Toledo, que escribe la vida de San Ildefonso;
y de este tiempo también es la primera crónica llamada
de Isidoro Pacense, escrita quizá por un mozárabe
cordobés, en la cual se nos da noticia de la invasión musulmana.
De esta época son los trabajos de controversia
contra los herejes españoles nestorianos, donde brillan
San Beato de Liébana, que luchó contra Elipando, obispo
de Toledo.
Pero en el siglo ix surge explosión gloriosa de los escritores
cristianos mozárabes; Abderraman II y sus sucesores
intentan convertir al mahometismo a los cristianos
cordobeses y el abad Speraindeo presenta elocuentemente
las doctrinas del Evangelio frente al Corán, labor que continúan
sus discípulos: San Eulogio y Alvaro Paulo.
Otros representantes de la cultura en esta época, son: ei
abad Samson y el poeta Teodulfo, sin que unos ni oíros
puedan contener la corrupción del idioma, que en su aparente
destrucción iba a engendrar una nueva lengua.
La Literatura de la España independiente apenas tiene
manifestación en los primeros días de la reconquista, pero
avanzando ésta, iniciase la historia, principalmente en los
monasterios, donde se redactan Cartularios, Necrologías,
Santorales, en tanto que fermentaba la musa popular.
Hasta el siglo ix no aparece la primera historia, que es
la Crónica de Sebastián, la cual continúa la obra de San
Isidoro, interrumpida en Wamba, y llega hasta la batalla
de Covadonga. Al mismo íiempo se escribía la Crónica
Albeldense, que tiene dos autores, el primero desconocido
y el segundo Vigila, el monje (siglo x). Esta obra llega
hasta Ramiro 111 y da noticia de los emires y de los reyes
de Navarra hasta Sancho el Mayor. En el siglo xi Sampiro,
obispo de Astorga, continúa la crónica de Sebastián y
en su lenguaje puede decirse que está patente la nueva lengua
castellana; en el siglo xii aparece la fabulosa crónica
del obispo Pelayo y la del monje de Silos. A más de estas
crónicas se escriben otras acerca de personajes notables
y es la primera la Gesfa Roderici Campidocíi, despojado
el héroe de muchas hazañas que le atribuyó la fantasía
popular. Otra es la crónica Aídephonsi imperatoris, hasta
la conquista de Almería, y ya muy literaria porque termina
con un fragmento poético. La otra crónica es la Historia
Compostelana, que el obispo Diego Gelmírez mandó escribir
a tres canónigos de Santiago: comprende los sucesos
que se desarrollaron en los días del matrimonio de
Doña Urraca con Alfonso 1 de Aragón. Además, por este
tiempo se cultivan multitud de vidas de Santos, como la
de Santo Domingo de Silos, Santa Eulalia, etc. Algunos
poetas de este íiempo (siglos xi y xn) conservan su nombre,
siendo el principal Grimaldo de Silos y Felipe Oséense.
Literaturas hispanosemitas.—Al propio tiempo se desarrollaban
en España dos manifestaciones literarias: la del
pueblo árabe y la del hebreo, las cuales influyeron más o
menos en la cultura española. El pueblo árabe no cultiva
ni la épica, ni el teatro, y su lírica es más artificiosa de lo
conveniente; en cambio, trabaja con esmero la historia y
por eso su predominio se limitó a las crónicas castellanas;
mucho más influye la literetura hebrea, pero este influjo
no se ve patente en Castilla hasta el siglo xiv.
Por la libre concurrencia a las escuelas de Córdoba de
cristianos y musulmanes españoles, confundidos con no
pocos extranjeros, europeos o no; por la convivencia
constante de mozárabes, muladies y mudejares (1), pusiéronse
en contacto unos y otros pueblos, y la sabiduría
de Avempace y Ben-Tofail, Averroes y AlkenJi, Azarquel
y Abulcasis, son manifiestas en nuestra literatura didáctica
durante todo el siglo xi y el xir. Ellos hicieron corrientes,
en Castilla y fuera de ella, los libros orientales y apólogos
derivados del Pantcha-Tantra, del Sendebar y de\ Mifopadeza,
y toda la ciencia por ellos aprendida en Aristóteles
y en la escuela de Alejandría, pasó a Europa, hasta que
Alberto el Magno y Santo Tomás la aprovechan o reaccionan
contra ella. Se hace patente la influencia de los judíos
en el terreno filosófico con Ben Gabirol, con Maimónides
y Juda Leví, y en la poesía con los mismos Gabirol y Leví,
(1) Muzárabes, cristianos voluntariamente sometidos a los árabes;
muladies, cristianos renegados, y mude/ares, musulmanes sometidos
a los cristianos
aunque sería muy aventurado suponer que trascienda a los
autores españoles ese espíritu poético hebraico en estos
tiempos literarios, anteriores al Rabí Dom Sem Tob, (don
Santos de Carrión) siglo xiv (1).
(1) Avempace (Aben-Badja): Régimen del solitario, siglos xi al xii
Tofail (Abuchafar-Ben-Tofail): El fílósofo autodidacto, siglo xii.
Averroes (Mohamed Bcn Ahmed Ben Roxd): Comentos mayores y
menores y la Paráfrasis de Aristóteles, siglo xii al xiii.
Bcn Gabirol (llamado Aviccbrón por los cristianos), autor de La fuente
de la vida y de La corona real, siglo xi.
Judá Leví (Yehudaha Leví), autor de El Cuzari, siglo xu.
Maimónides (Moisés Ben Maimón), cuya obra más notable es Guia de
los que dudan, siglos xii al xiii.
LITERATURA CA5TELLANA
ÉPOCA ANÓNIMA
Primeras manifestaciones de la literatura Castellana.—Formada
ya la lengua castellana en principios del siglo xii y
siendo medio vulgar de expresión en el pueblo, es seguro
que íuvo su manifestación literaria en la poesía épica y
en la lírica. Mas de estos poemas líricos no es maravilla
la total ausencia de datos y monumentos. Los poetas populares
no podían aspirar a dar otra persistencia a sus
obras que la que puede obtener el cantar popular, una duración
relativa, encomendada a la memoria de los que en
la composición poética ven reflejados también sus propios
sentimientos y por ello coinciden con el autor anónimo,
en esa constante colaboración del público con el poeta.
Para que la lírica permanezca, será necesario que surjan
los poetas eruditos, los cuales ya consignarán en forma
permanente y escrita sus obras. Esto sucede en la literatura
española, mas adoptando los poetas el romance gallego
para el lirismo, no sabemos en verdad por cuál razón.
Acaso sea la más poderosa, la no completa separación
en esta fecha de los dos romances hermanos, a quienes
no había llegado el momento de su decisiva divergencia;
acaso también una más ajustada precisión del galaico
para la subjetividad; probable es que en el habla leonesa,
transición del gallego al castellano, se dieran al propio
tiempo que en gallego las primeras manifestaciones líricas,
pues en el orden del tiempo se explica bien que la lengua
castellana toda del siglo xii fuese la forma leonesa. De
esta poesía podemos asegurar que tuvo un carácter original,
salvo en algunos casos la influencia francesa que
no llegaría a más allá de la metrificación, en esta primera
etapa de la historia. Más adelante, toda la técnica de la lírica
y aún el espíritu serán debidos a la lengua de oc,
maestra, por su cultivo artístico, de todas las vulgares;
pero en sus primeros días es más deudora de la tradición
literaria de los Eugenio, Isidoro, Braulio y Eulogio.
influencias extrañas en el siglo XII.—Ya hemos notado la
participación que la literatura semítica tiene en la española;
en el siglo xii aparece la manifestación aljamiada, en
en la cual vemos cómo el musulmán (principalmente los
mudejares), que iba olvidando su lengua, conserva sin
embargo el alfabeto arábigo y de él se sirve para expresarse
en la lengua castellana de la época, y no obstará que
sean poco numerosos los testimonios que de esta literatura
aljamiada puedan alegarse para probar que fué una
forma corriente de expresión en aquellos días, pues comprobado
está que aun los mismos cristianos españoles
que convivían con los musulmanes, valiéronse de expresiones
arábigas, y, por lo menos, de su escritura para
conservar las enseñanzas evangélicas entre los mozárabes.
Por otra parte llegaron los árabes a latinizarse por completo
y ellos fueron el gran medio para que a la literatura
castellana llegase la filosofía, la teología y desde luego la
didáctica oriental, al propio tiempo que ellos asimilaban
también la cultura griega, provenzal c hispanorromana,
sin despreciar la propiamente castellana.
Pero también somos durante el siglo xii y aun mucho
antes —siglo ix—tributarios a la cultura francesa. Las continuas
peregrinaciones al sepulcro de Santiago, numerosas
todas y algunas de las cuales dejaron en España gran
número de familias francesas, que sabían de memoria la
Canción de Roldan; la invasión de los monjes de Cluny,
cultísimos en todos los ramos del saber por aquellos días
—siglo XI- unidas a otras causas, de las cuales conviene
notar el estar España siempre abierta a los extranjeros
que quisieran tomar parte en la reconquista, todo esto nos
explica que los primeros monumentos conocidos de la literatura
castellana, especialmente en géneros más complidos
que la lírica, revelen, más bien que una imitación, un
estudio de los modelos franceses en la forma y aun en el
fondo. No hay más que considerar la épica y los primeros
vestigios dramáticos, dándose el caso, de que, odiándose
el espíritu francés, la épica del siglo xii por su forma es
francesa—Francia del Norte—y el fenómeno ni es aislado
ni será el último en la historia de la civilización. Mas refiriéndonos
a la lírica, ya lo hemos notado, si las lenguas
vulgares se hacen aptas para la expresión del sentimiento,
debido es a la poesía de los provenzales, que, si no de
momento, bien pronto los trovadores provenzales generalizarán
sus poemas cuando en tierras de Castilla estén.
Mas no es la lengua castellana la aceptada en esta comarca,
sino la galaica, en la cual, como era inevitable, entró
gran parte del vocabulario provenzal y la métrica casi por
Los primeros monumentos de la literatura española.—Se discute
cuál es el primer monumento de la literatura española
del cual nos queda muestra. Alguien afirma que el Misterio
o Auto de los Reyes Magos, que es un ensayo teatral
religioso de origen indudablemente francés, traído a España
por los monjes de Cluny. Se representó tal vez en la
catedral de Toledo, donde se conserva un fragmento inte64
resaníe, revelador del origen eclesiástico: pues el auto
procede ya del oficio divino, ya de leyendas piadosas, ya
de la historia eclesiástica, fuentes todas explotadas para
las composiciones de este carácter semireligioso, semiteaíral.
Las canciones de Gesta.—Tenemos la convicción de que
toda lengua vulgar llega fácilmente a ser idioma preponderante
si acierta a ser expresión de la vida épica de un
pueblo. Acaso surja de aquí un círculo vicioso. ¿La lengua
castellana llegó a la hegemonía, por ser la expresión épica
más determinada del espíritu español, o es que el alma
nacional encarnó como en ningún otro pueblo en el castellano
por ser los caracteres diferenciales de este pueblo
más definidos y concretos, más vivificantes, más tradicionales
(1) y entre ellos su lengua? Sea lo que fuere, es innegable
que hablar del romance castellano es hablar de la
poesía épica española, como hablar de la lengua de o/7es
hablar del romance francés.
Hoy puede la crítica afirmar que anteriores a las conocidas
canciones de gesta (poemas de las hazañas guerreras
de la nacionalidad) largos poemas épicos existieron,
en los que el ideal de la reconquista se celebraba
uniendo a él las alabanzas de los buenos capitanes y los
lamentos por los reveses sufridos. Probable es que fragmentos
de esos perdidos poemas hayan formado parte de
los que nos son conocidos, y no será aventurado suponer
que su espíritu, ya que no su forma y primitiva contextura,
pasó a composiciones y romances épicos mucho más modernos.
Pero de esos primitivos poemas nos queda la seguridad
(1) En el sentido de que galaicos y castellanos, tradicionalmeníe
están más aislados de Europa que la parte oriental de España, pues
Cataluña fué en aquellos tiempos una continuación de lo que, acaso incidentalmente,
había sido una provincia francesa.
de que existieron, ya que en oíros sitios se les menciona,
y aun la sospecha de que están diluidos en otras
obras (1) como ya lo atestiguan afortunadas investigaciones,
entre las cuales merecen puesto de honor las del ilustre
Menéndez Pidal (2).
Mas desde el siglo xi en adelante, cambia poco a poco
ese aspecto de independencia, por las razones apuntadas,
y en la contextura más aún que en la metrificación se verá
la influencia de las canciones de gesta francesas, aun en
los poemas de más patente originalidad.
El Cantar del Cid.— La vieja epopeya castellana surge para
nosotros con un monumento épico de gran transcendencia
histórica: el Cantar de Mió Cid, aunque afirmamos la
posibilidad de otras producciones anteriores o contemporáneas
a este poema, cuya composición puede fijarse en
el final del siglo xii, o comienzos del xiii, unos cuarenta
años después de la muerte del héroe. Es una canción de
gesta en loor de Rodrigo Díaz de Vivar, en la cual hállanse
patentes huellas de imitación de obras francesas poco
anteriores. Como en casi todos estos poemas, nos es desconocido
el autor de Mió Cid, y aun la fecha de su composición,
no conservándose tampoco completo, sino con
grandes lagunas. Per Abat fué el copista del cantar.
La parte perdida del poema parece que se ocupaba de
narrar las hazañas del Cid—Rodrigo Díaz de Vivar—
(1) En 1875 escribía D. Luis Fernández-Guerra: «Allí—en las Crónicas
– donde os salgan ai encuentro un suceso inesperado, una situación
interesante y patética, deteneos y encontrareis que no ha tenido más
trabajo el historiador que el de podar, estirar y descomponer un popular
romance, etc » Discurso de recepción en la Real Academia Española,
páginas 27 y 28. Véase también D. Agustín Duran, Romancero, y Mila
y Fontanals, Manual de la poesía heroica popular castellana.
(•2) La Leyenda de los siete infantes de Lara, R. Menéndez Pidal,
18%.
cuando éste es enviado por su rey Alfonso a cobrar los
tributos que los moros andaluces pagaban a Castilla. En
Andalucía tiene el Gid gran contienda con un conde castellano
que se había pasado a los moros; mas al volver a
Castilla el Cid nadie se acuerda de sus proezas, sino que
algunos cortesanos envidiosos le acusan de haber guardado
grandes riquezas y no haber sido fiel a la confianza que
el rey Alfonso VI había en él depositado.
Continúa el poema (y desde aquí ya se conserva el
texto), dándonos cuenta de que el rey destierra a Rodrigo
Díaz, el cual sale a cumplir la orden despidiéndose en el
monasterio de Cárdena de su mujer e hijas, a las que deja
allí acogidas mientras él pide al Cielo le conceda un día
verlas dichosas. Con el alma dolorida emprended Cid su
camino acompañado por algunos leales amigos que le confortan.
El esfuerzo de todos logra varios éxitos felices
contra los moros, llegando a hacer tributarios diversos
reyes. De aquellas conquistas envía noticia y algunos presentes
al rey Alfonso, pero éste no se conmueve y el mensajero
Alvar Fáñez vuelve al lado del Cid. Los triunfos
continúan y llega a vencer al Conde de Barcelona, a quien
prende y deja prontamente en libertad. Prosigue el Cid su
marcha victoriosa hasta las orillas del Mediterráneo, siendo
la más preciada de sus conquistas la hermosa ciudad
de Valencia. Este triunfo colma las aspiraciones de Rodrigo
y de nuevo envía a Alvar Fáñez con valioso obsequio
para el rey Alfonso, robando a éste permita a Doña Jimena,
la mujer del Cid, ir a reunirse con él. Alfonso accede
y consiente en que Jimena con sus hijas vayan a Valencia
y con esto llegan los días felices deseados por Rodrigo a!
despedirse de los suyos en Cárdena.
Diversos reyes moros quieren reconquistar Valencia,
pero son vencidos por el Cid, llegando la fama de estas
victorias, así como la constante generosidad del héroe,
a hacerle famoso en Castilla y a congraciarle con el rey,
€l cual quiere darle muestra de su afecto tomando por su
cuenta el matrimonio de las hijas del Cid, lo que significaba
grande honor. Mas no acierta en la elección, pues
entre los que aspiraban a este matrimonio elige a los Infantes
de Cardón (parientes de aquel conde vencido por el
Cid en Andalucía cuando cobraba los tributos a los moros),
y así se lo propone al Cid por medio de Alvar Fáñez,
que había llegado con nuevos presentes. El Cid, aunque,
con ciertos temores, que no se explica, acepta la regia proposición,
se avista con Alfonso; éste le vuelve a su gracia
y por fin se celebran ías bodas en Valencia con grande
Todo marcha felizmente para el Cid; vuelve a vencer al
rey de Marruecos, que le ataca, y aspira a poder llevar sus
tropas contra el África. Sin embargo, sus yernos se habían
acreditado de muy cobardes y los vasallos se burlaban de
ellos, siendo su suegro el único que desconocía tal flaqueza.
Avergonzados los infantes y antes de que el Cid supiera
su conducta, le piden permiso para volver a sus tierras
de Carrión. El Cid, agobiado de recelos, no halla, sin
embargo, motivo para retenerlos, y da su licencia; pero
los condes, miserables, en cuanto se ven lejos de Valencia,
en un bosque, vengan las burlas de que han sido objeto
sobre las inocentes hijas del Cid, sus esposas, a las cuales
abandonan en el robledal de Corpes, después de azotadas
y maltrechas.
El Cid llega a saber la terrible noticia, envía inmediatamente
a recoger sus hijas y despacha a Muño Gustioz
para que pida al rey jusficia.
Ofendido éste por la conducía de los infantes, convoca
corte en Toledo y allí acuden los yernos y el propio
Cid. Expone éste sus agravios y les exige devuelvan las
nobles espadas que les había regalado juzgándolos dignos
de empuñarlas; les pide también la dote de sus hijas, y por
fin que reparen la deshonra mediante público combate. A
iodo se avienen los condes menos a este reto, y cuando
buscan disculpas y quieren justificar el poco aprecio que
ellos, por ser nobles de abolengo, hacían de las hijas de
un simple infanzón, como era el Cid, llegan emisarios de
Navarra y Aragón pidiendo en nombre de los reyes de estos
países las manos de las repudiadas para los infantes
de dichos reinos. Se conciertan estas bodas; pero no termina
el poema sin la infamia pública de los de Carrión,
que con sus partidarios son vencidos por los del Cid.
En algunos pasajes logra el cantar enternecer al lector:
a ello contribuye no poco aquella sencillez homérica con
que están narrados todos los episodios, que en ocasiones,
como en la prisión del Conde de Barcelona (1), son verdaderamente
dramáticos. Si poeta se muestra el autor en
las tristes escenas, no es menos feliz cuando nos presenta
la ventura de Rodrigo, honrado por su rey, a causa de
innumerables y prodigiosas victorias, rodeado de su
amante familia, y viendo solicitadas en matrimonio sus
hijas por los Infantes o Condes de Carrión; volviendo a
levantarse gigantesca y terrible la musa del cantor del Cid
cuando éste reclama el castigo de los villanos por su conducta
con sus esposas doña Elvira y doña Sol.
En el poema o Cantar del Cid, por lo que se refiere a la
forma, los versos no guardan regla fija en cuanto al número
de sílabas, ni tampoco en la manera de rimar, asonaníada
y consonantada, sin detenerse el autor por exigencia
alguna de rima, ni aun de medida (2).
(1) Berenguer Ramón II {el Fratricida), que peleaba en compañía de
los valies de Denia, Tortosa y Lérida, contra el emir de Zaragoza, el
cual tenía el apoyo personal del Cid.
(2) El texto más asequible es el de D. Ramón Menéndez Pidal: «Colección
de Clásicos Castellanos», Ediciones de La Lectura. También
puede verse la edición paleográfica del mismo Sr. Menéndez Pidal, sobre
el Códice de Per Abbat, único que se conserva: Cantar de Mió Cid:
texto, gramática y vocabulario, Madrid 19Í1.
El Cid hd sido argumento para otros varios poemas
perdidos, sin contar la Leyenda de las mocedades de Rodrigo,
que es ya una obra de decadencia o crónica rimada;
también se compusieron más adelante un sin número de
romances donde se cantan las proezas del héroe castellano,
formando un Romancero, y hasta se escribió un poema
De otras gestas nada queda; alguna, como dicho está,
se ha logrado restaurar después de prolijos trabajos de los
señores Menéndez Pidal y Pujol; v. gr.: la Gesta de los Infantes
de Lara y Gesta del Rey Don Sancho, reconstruidas
sobre las crónicas donde se habían prosificado. De todas
estas leyendas es la más interesante y trágica, la de los
infantes, los siete hijos de Gonzalo Gustioz, muertos por
una traición de su tío Ruy Velázquez para vengar a su mujer
Doña Lambra. El padre de los infantes, cautivo en la corte
de Almanzor, recibe la noticia de la muerte de sus hijos
con las cabezas de los mismos. Nada hacía prever el castigo
de Ruy Velázquez; pero he aquí que Mudarra, hijo del
cautivo y de una hermana de Almanzor, llega un día a ser
hombre y logra saciar su sed de venganza dando muerte
a su tío y ^ todos los que le acompañaban.
El poema todo se halla diluido en la Crónica de Alfonso
X y seguro que su redacción es debida a la musa popular,
que perpetúa la historia del desgraciado fin de los
Infantes y la venganza del bastardo Mudarra. No hay texto
de la leyenda de los siete infantes anterior al relato de la
Crónica General, del Rey Sabio, transcripción de ese perdido
texto épico (1) la más trágica y antigua de las gestas
(1) La leyenda de los siete infantes de Lara, R. Menéndez y Pidal,
españolas hoy conocidas, y cuyo asunto parece referirse
al siglo X. La leyenda rehecha a través de la prosifícación
en la Crónica nos presenta un poema realista, cuyo asunto
está con tan sencilla sinceridad desenvuelto que hace indudable
la opinión de que no se trata de un asunto ficticio,
sino histórico, siquiera se hayan incorporado a él detalles
fantásticos, como la venganza del bastardo Mudarra, personaje
probablemente fabuloso.
Es evidente que sobre este mismo asunto se compusieron,
andando el tiempo, algunos oíros cantares, ya
menos épicos, menos lozanos, y en los cuales va, poco a
poco, entrando la inventiva de los poetas eruditos, y así
se prepara el romancero sobre los Infantes.
Quizá coetáneos, la musa popular tejió oíros poemas,
cuya existencia parece hoy indudable. Alvar Fañez y otros
capitanes como éste, tuvieron sus poetas. Alusiones frecuentes
confirman esta opinión, que siempre sería racional.
En aquellos días de explosión del espíritu épico cada región
tuvo sus héroes predilectos y Castilla la Nueva, que
tanto admiró al compañero del Cid, no pudo abandonar
tan propicia ocasión (1) y tan memorables hazañas que el
mismo caníor del Cid no podía pasar y no pasó en silencio.
Del mismo modo los sucesos de gran íranscendencia
para el pueblo español, como la derrota del Rey Don Rodrigo,
la traición de los hijos de Witiza, hubieron de íener
sus caníores y en ellos, mejor dicho, en la íradición sostenida
por esos poemas anónimos, encontraron asuntos
los poetas del romancero. Indicios probables de otros cantares
perdidos, cuyos héroes serían Munio Alfonso— Crdnica
latina de Alfonso K//—Rodrigo González, el desventurado
señor de Santillana y alcaide de Toledo, el Abad
Juan de Moníemayor y oíros posíeriores, aún quedan en
(1) La Crónica Oeneral: Desafío del rey Don Sancho a su hermana
Don García.
las Crónicas o en refundiciones más modernas; y adviértese
que tan originales como son en sus asuntos y en su
espíritu fuéronlo estos poemas también en la forma, en la
métrica y en el lenguaje, por lo menos los más antiguos.
Es indudable también que alguna chanson de gesta con
asuntos de Rolando (Roldan) tuvieron eco en Castilla y
con episodios de la batalla de Ronccsvalles y del supuesto
o real héroe Bernardo del Carpió y el mismo Roldan se
crean cantares en el siglo xiii, de los cuales se derivarán
romances caballerescos carolinglos (1).
Explicaremos brevemente lo que se llama una prosifícación:
Cuando los cronistas o simplemente los refundidores
de crónicas quisieron dar noticia de sucesos que habían
causado honda impresión, ocurrió a veces que se
hallaron faltos de documentos, pero en cambio la tradición
popular conservaba narraciones poéticas de aquellos sucesos.
Aprovecharon esta fuente histórica y en ocasiones
con tal fidelidad, que los poemas populares pasaron íntegros
a la crónica, suprimiendo muy ligeramente la cadencia
y la rima y resultando una prosa que cuando hubo
un espíritu observador y un oído delicado pudo acometer
la difícil empresa de restaurar aquellos versos desfigurados.
Así procedió el Sr. Menéndez Pidal con el poema de
los Infantes de Salas o de Lara, así lo ha hecho el señor
Puyol con la Gesta de! rey Don Sancho II de Castilla, sacada
de la Crónica del Cid.
(1) Véase Revista de Fitología Españota, tomo IV, 1917. R. Menéndez
Los poemas de origen francés o provenzal.—Quizá pocos
años después aparecen poemas piadosos, como El libro
de los tres reyes d’orient y el de Santa María Egipcíaca,
tal vez traducidos del francés. El libro de Ápollonio reveja
ser una adaptación hecha en Francia de una novela griega,
que pasa al castellano, como pasó también el Libro de
Alejandro (de Alixandre), atribuido a Berceo y antes a
uno que acaso no fué más que el copista, Juan Lorenzo
Segura de Astorga (1).
La cuaderna vía.—Con alguno de estos poemas aparece
la combinación métrica que se llama «mester de clerezia»,
por ser usada por los poetas eruditos, a quienes se llamaba
clérigos, aunque no fueran sacerdotes. Esta combinación
era una novedad con respecto al mester de los juglares
y también se la llama cuaderna vía, porque eran estrofas
de cuatro versos monorrimos de catorce sílabas.
Gonzalo de Berceo.—Se fija, poco más o menos, hacia
1247 la muerte de Gonzalo de Berceo, uno de los mayores
poetas que ha dado la tierra española, el cual en lengua
castellana cultivó la poesía en multitud de obras de carácter
religioso, como Los milagros de la Virgen, Vida de
Santo Domingo de Silos, Historia de San Millán, Marti-
(1) Sin embargo, el Sr. D. Marcelo Macías, en su \vaba\o Juan Lorenzo
Segura y el poema de Alexandre, 1915, sostiene la paternidad de
Segura con respecto al Alexandre español. Véanse estos poemas en
la «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LVII Fragmentos y argumentos
de estos poemas pueden verse en mi Antología de textos castellanos,
2.a edición, Madrid.
rio de San Lorenzo, en las cuales se muestra unas veces
poeta erudito —principalmente en la metrificación y en las
fuentes donde inspiró sus obras— y muchas tiene el carácter
de verdadero poeta popular; sirvan de ejemplo El
duelo de la Virgen y la Vida de Santa Oria. En pocas
ocasiones, sin embargo, es original en sus asuntos, pues
suele tomarlos de piadosas leyendas francesas y de los
santorales que llegaron a la abadía donde pasó su vida,
aunque no fué monje. Causa admiración en este semijuglar
el que, en medio de sus caídas, prosaísmos y anacronismos,
llegue no pocas veces a levantarse a una perfección
relativa, no sólo en la lengua, hábil ya para decirlo todo
con rapidez y energía, no obstante lo ingrato del metro,
sino, lo que es más notable, en la finura de sentimiento y
en la armonía, que parece haber poseído como por instinto,
poco patente en poemas como El Sacrificio de la
Misa, Loores de Nuestra Señora, pero evidente en el citado
de Santa Oria (Santa Áurea) y en algún fragmento
de Los Milagros de Nuestra Señora (1).
Popularizando un tema poético muy corriente en Europa,
aparece en nuestra literatura una composición titulada
Disputa del alma y el cuerpo, de la cual queda un fragmento
en treinta y siete versos que recuerdan algunos
poemas latinos y franceses de tiempos anteriores, y aún
podemos decir trae a la memoria, por el asunto, la Psicomaquia
(lucha del alma) del gran poeta cristiano hispanolatino
Marco Aurelio Prudencio.
Literatura didáctica.— Un gran número de libros didácticos
surgen en este período, traducidos de lenguas orientales
o inspirados en las reminiscencias de la cultura latina,
por ejemplo: El libro de los buenos proverbios, tra-
(1) Puede verse en la «Biblioteca de Autores Españoles», volumen
ducido de un texto árabe; El Bonium {Bocados de oro),
Porídad de las poridades, todos de origen arábigo; El libro
de los doce sabios y Las flores de filosofia, en los
cuales se ve también latente la influencia de Se’neca. La
doctrina cristiana es, sin duda, expuesta por confesores y
maestros en los monasterios, y algunos libros sobre tal
materia se compondrían. Sirva de ejemplo uno titulado
Los diez mandamientos, obra de principios del siglo xiiu
Por estos días compuso el erudito arzobispo de Toledo,
Rodrigo Ximénez de Rada, sus Anales toledanos, y hacia
mitad del siglo se puso en castellano el Fuero Juzgo, que
Fernando el Santo dio a las ciudades recién conquistadas,
Córdoba, Sevilla y Murcia. A fines de la misma centuria
se refundió y tradujo a la lengua vulgar de Castilla la historia
que en latín había escrito el arzobispo Rada y se la
tituló Estoría de los godos.
En el movimiento literario que se inicia por esta época
en Castilla (y que también tenía su expresión didáctica en
Cataluña con Raimundo Lulio), sólo faltaba una-consagración
definitiva del castellano, y ésta llegó con la obra
maravillosa del gran Alfonso X.
El POEMA DE Fernán González.—Teniendo seguramente
por modelo el Libro de Alixandre, un poeta castellano,
acaso monje del monasterio de San Pedro de Arlanza,
compuso hacia la mitad del siglo xiii, una refundición de
cantares sobre el héroe castellano Fernán González, cuya
fama era orgullo de Casulla. El supuesto monje trató de
hacer un poema erudito según los modelos que imitaba;
pero no obstante esto, conservó en ocasiones la fibra y
lozanía de los juglares anónimos a los que él vestía con
las galas de la cuaderna vía o mester clerical (1).
(1) Puede verse en la «Biblioteca de Autores Españoles», volumen
ÉPOCA PRECLasica
Los días de Alfonso X.—Nada escapa al genio de Alfonso
X: Castilla necesita un cuerpo legal, y dicta en la lengua
vulgar Las Partidas; la historia de España no se ha
intentado ¡amas, y él compone la Crónica general de España
y la Grande e general Esíoria; ve cuan aprovechable
es para la instrucción aquella literatura oriental simbolicodidáctica
que conocían los árabes y los judíos, y traduce,
o hace traducir, El libro de Calila y Dimna, favoreciendo
la aparición de aquella multitud de manuales de
filosofía y de moral índica, con vistas a Séneca y a los
Santos Padres, como verdadero lazo de unión de la cultura
oriental y europea. Y aun el gran Rey encuentra tiempo
para cantar sus devociones en dulcísimas estrofas a la
Virgen María en sus Cantigas, y tal vez para llorar sus
desventuras en otros poemas que no han llegado a nosotros.
La obra de Alfonso X perdurará en la literatura española;
por ella la lengua de Castilla avanza dos siglos
en su camino, cuando ni aun en Italia había hablado nadie
con expresión tan perfecta como la nuestra.
Alfonso—el Sabio—hijo de Fernando III, nació en 1221,
fué coronado en 1252 y murió en 1284. Fué electo Emperador
de Alemania y el afán de lograr la nueva corona le
hizo desatender sus estados, sin lograr lo que deseaba.
Protector decido de toda cultura, cosa que había aprendido
del Santo Rey, su padre, llamó a la corte a los filósofos y
sabios de Oriente, cuya influencia en la literatura de la época
es notoria, y el nombre de Alfonso vino a ser el centro
de toda la vida intelectual de España. Fué autoridad en
iodo género de conocimientos, mostrándolo en Astronomía,
Música, Filosofía, Derecho civil y canónico. Historia,
Poesía, Lingüística, etc.
Las obras que escribió Don Alfonso, o que se hicieron
por su mandato y bajo su dirección, se clasifican en los
siguientes grupos: Obras poéticas. Libros orientales.
Obras filosóficas. Obras jurídicas. Obras fiistóricas. Libros
de recreación y científicos.
Obras poéticas: Las Cantigas.—Fueron escritas hacia
el año 1263, en idioma gallego; su asunto es la alabanza
de la Virgen milagrosa, y pasan de 420 en verso de varia
medida, principalmente exasílabos y de arte mayor, con
rimas correctas. Ya en ellas se ve el influjo francamente
provenzal de los trovadores, que en gran número vienen a
nuestro país, huyendo de las persecuciones de que eran
objeto en el suyo Es de notar el carácter lírico que campea
en estas poesías, por primera vez hasta entonces en
la literatura española, que se conserva (1).
Libros orientales: Entre los escritos bajo la dirección
del Rey Sabio, o por su influencia, en prosa, se cuenta la
traducción de Bl libro de Calila y Dimna—de una traducción
árabe debida a Abdala Ben Almocafa—colección de
apólogos recomendando consejos prácticos para la vida,
en forma de diálogos mantenidos por un rey y un filósofo
(2).
Otro libro traducido por esta época es el Sendebar,
indio, que en la traducción lleva por título Libro de los
(1) Véase edición de la Real Academia, dos volúmenes, 1889.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LI.
Engannos et assayamientos de la mugieres. Se debe esta
obra al infante Don Fadrique, el cual la mandó traducir del
árabe el año 1253. El fin del libro es mostrar los engaños,
astucias y perversidad de la mujer liviana, y, como consecuencia,
recomendar la templanza en el gobierno de los
Estados y en la vida de los príncipes. Otras varias obras
recreativas y científicas se traducen por esta época, acaso
alguna de ellas ya en tiempos de Sancho IV, y la mayor
parte en colaboración con los más entendidos rabinos
contemporáneos, que habían establecido sus escuelas en
Sevilla y Toledo (1).
Muchos atribuyeron a Don Alfonso el llamado Libro del
Tesoro, mas téngase en cuenta que los dos Tesoros conocidos
en castellano son: el más antiguo, de los días de
Sancho IV, traducción del de Brunetto Latino, maestro de
Dante; el Tesoro en verso es mucho más moderno, una
insignificante refundición poética no anterior al siglo xv.
Obras jurídicas: A más de haber concluido Don Alfonso
la unificación de las legislaciones de León y Castilla,
comenzada por San Fernando, promulgó el Fuero Real
y terminó el Libro de las Leyes, vulgo Las Siete Partidas
—1256 a 1265—, obra que en nada se parece a un Código,
en la corriente acepción de la palabra. En el fondo es una
compilación del Derecho antiguo romano y aurr del Fuero
Juzgo, no poco del Derecho canónico y aun reminiscencias
de la legislación extranjera conocida hasta entonces.
En cuanto a la forma, convienen lodos los críticos en que
es superior a cuanto se escribió desde los comienzos de
nuestra literatura hasta la terminación de la primera época,
o sea hasta el siglo xv. Es muy notoria en esta obra la
influencia oriental, patente en las sentencias, transcritas
a veces literalmente en lo que pudiéramos llamar parte
doctrinal de las Partidas, es decir, en los preámbulos que
(1) €B¡blioteca Hispánica», tomo XIV.
solían llevar y especialmente en la Partida 11, que tiene un
carácter de enseñanza y educación para los príncipes, al
mismo tiempo que de exposición del Derecho.
Su objeto principal es la unificación de la variadísima
legislación castellana hasta aquella época, y aunque en
sus disposiciones hay no pocas que parecen hoy pueriles
para tratadas en un Código Nacional, preciso es confesar
que, tanto en su parte dispositiva como en su parte filosófica,
representa un esfuerzo colosal; aun dada por supuesta
la cooperación de Jácome Ruiz, Fernán Martínez de Zamora
y Roldan (1).
Obras históricas: La de. mayor importancia, por ser
también la más completa hasta su tiempo, es la Crónica
general de España — Crónica o Estoria d’Espanna —
(1260-68), desde las primeras tradiciones cristianas hasta
la muerte de San Fernando en 1252. Su estilo es sobrio,
infantil, sin dejar de aparecer reflexivo, y muy digno es de
notar el sentido verdaderamente tolerante e imparcial del
historiador. Así la juzgan la mayor parte de los críticos,
y, en efecto, así lo merece esta obra notable, en la que se
revela, teniendo en cuenta la época, un trabajo concienzudo,
en el cual las fuentes históricas y las tradicionales
suelen indicarse y se comprueban con cierto discernimiento;
sin duda que candidamente se admiten fábulas e invenciones
poéticas que la crítica rechaza; pero esto no amengua
la grande gloria de su autor, si se tiene en cuenta que
nada mejor se hacía en Europa por aquel tiempo (siglo
xiii). Esta Crónica, en su mayor parte, está redactada
sobre fuentes latinas. Crónicas del Arzobispo Don Rodrigo
y Lucas de Tuy; pero también hay partes que proceden
de traducciones arábigas, como, por ejemplo, la relación
del sitio de Valencia, y en ellas se revela la variedad de
0) Edición de la Academia de la Historia, tres volúmenes, 1807.
autores que la obra tuvo, aunque todos ellos fuesen dirigidos
por Alfonso X (1).
Esto que se observa en pequeña escala en la Crónica
general, nótase todavía más en otro libro del Rey Sabio:
en la Historia Universal o Grande e general Esforía,
donde abundan más los documentos árabes, aunque la
base es la traducción de la Biblia. Esta obra, colosal esfuerzo
de una inteligencia de primer orden, no pudo verse
terminada. Base de ella es el Génesis, explicando la dispersión
de los hombres, el nacimiento de la idolatría, historia
de los diversos pueblos de Asia, guerras de los romanos
en Oriente y nacimiento del Salvador. Muchos han
negado a Alfonso X la paternidad de este libro; lo cierto
es que, aunque en muchos lugares no sea el autor material,
pero siempre fué inspirador, consultor y guía de sus
sabios colaboradores (2), y, sobre todo, el lenguaje, la
gravedad de aquella prosa, sencilla y digna, revela la palabra
severa y majestuosa del primer hablista castellano.
Libros de recreación: Se compusieron muchos en los
días de Alfonso X, y de ellos y de otros, que llamaremos
cientffícos, gustaba mucho el gran rey. Citemos de los
primeros el Libro de Ajedrez, el de Tablas o dados; de
los segundos deben mencionarse el Lapidario de Abolays,
donde se describen las virtudes de 560 piedras, traducido
de orden del rey; El libro de las Tablas Alfonsies,
los Libros del saber de Astronomía, el Libro complido
de los juicios de las estrellas (de astrologfa), etc., etc.
(1) No podemos aceptar como texto aproximado a la redacción aifonsina
sino la edición reconstituida por D. R. Menéndez Pida!. La Crónica
sufrió gran número de refundiciones, que la desfiguraron. Véase
«Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo I, texto.
(2) Entre los colaboradores de Alfonso X, a más de los citados, se
mencionan a Jofre de Loaysa, Martín de Córdoba, Suero Pérez, Egidio
de Zamora, Garci Fernández de Toledo, el Rabí Jehudah-Mosca; Zagben-
Zaqut-Metolitolah (el Toledanos y otros muchos judíos y musulmanes.
Juzgando las obras de Alfonso X, se puede decir con
Revilla «que como poeta supo D. Alfonso expresarse con
sentimiento e inspiración; como innovador, introdujo en
la poesía castellana el elemento lírico y el gusto oriental;
como historiador, echó los cimientos verdaderos de la
historia patria; como político, filósofo y hombre de ciencia,
fué superior a su siglo; como legislador, levantó el
monumento jurídico más grande de la Edad Media, y
como hablista, ha dejado en el idioma patrio un rastro de
luz que no se extinguirá mientras se conserve la hermosa
y sonora habla castellana».
Sucesores de Alfonso X.—No fué ajeno Sancho IV, heredero
de Alfonso X, a la obra literaria de su padre, cuya Crónica
general continuó, y si es verdad que hoy no se le
pueden atribuir libros como El Tesoro, el cual ya dijimos
es una traducción, ni acaso le debe nada el titulado Casfigos
e documentos, (1) es lo cierto que, quizá por real
inspiración, se empezó a traducir al castellano La Gran
conquista de Ultramar, que es como una refundición de
una versión francesa hecha sobre una fantástica Historia
de las hazañas de Ultramar (las Cruzadas) compuesta en
latín por Guillermo de Tyro (2).
Una narración novelesca que hoy comienza a ser estudiada
por los críticos con el interés que merece, por ser,
acaso, la primera producción española’de este género entre
heroico y picaresco (en algún modo precursor del Quijote),
es la Historia del caballero de Dios, que avía por
nombre Cifar, no extraña a lecturas que su autor había
hecho en modelos franceses. Los héroes son Cifar, especie
de caballero andante y el Ribaldo, picaro a modo de
escudero (5); una especie de hidalgo D. Quijote y su es»
cudero Sancho.
Don Juan Manuel.— La familia de Alfonso X continúa sosteniendo
el cetro literario en España, especialmente su sobrino
Don Juan Manuel (1282 a 1547).
‘J ) Menéndez y Pelayo, en Orígenes de ¡a novela, tomo I, página 71,
se inclina por la afirmativa.
(2/ En La Gran Conquista están incluidas diversas leyendas, que se
han desgajado en distintas formas, ya novelescas, ya en romances Una
de ellas es la Del Caballero del Cisne, que ha editado en volumen especial
el Sr. Mazorriaga, 1914. Otras son la de Berta, la de Mainete, etcétera.
Véase, aunque muy deficiente, la edición de La Gran Conquista
en «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLIV.
(3) Véase nuestra Antología de textos castellanos, ya citada.
En iodos los géneros literarios de la época brilló nuestro
autor, siendo representante de la influencia oriental,
tan notable en el siglo xiv, así en la poesía como en la
prosa, que es su verdadera gloria. Como poeta y autor
de obras didáctico simbólicas nos ha dejado magníficas
muestras, habiéndose perdido otras muchas, en su Libro
de los Estados, del Infante o de las Leyes, y en El libro
de Pafronio o del Conde Lucanor. También nos quedan
de él el Libro de los Castigos et de los Consejos, o infinido
(porque no tuvo fin), el Libro del Caballero e del Escudero
(imitación de Raimundo Lulio) y el de la Caza, y sus
Crónicas: la cumplida, que se desconoce, y la abreviada,
resumen de la general de su tío Alfonso. El primero de
los libros citados tiene un fin eminentemente didáctico; en
él se «fabla da las leyes et de los estados en que viven los
ommes», bajo la forma alegórica o simbólica.
En cuanto al Conde Lucanor, es ésta la obra magistral
de nuestro autor, y su fama e importancia en la historia
de la literatura española es tal, que ha sido traducida al
alemán y al francés, y en parte se le ha dado cabida en
gran número de crestomatías castellanas. Dicha obra se
halla inspirada en las fuentes orientales del Calila y Dimna
y del Sendebar, recordando también la Disciplina Clericalis,
de Pero Alfonso; consta de 51 «enxiemplos», por
lo que también con este nombre se le conoce, y se halla
dividido en cuatro partes: la primera se sirve de apólogos,
mientras en las otras tres la forma simbólica decae y es
sustituida por la didáctica, perdiendo, a nuestro juicio, en
interés. Patronio, ayo del Conde, va instruyendo a éste
por medio de fábulas y moralejas, recordando Las mil y
una noches (1).
(1) Es una edición con bastantes errores y ligerezas la que en la «Biblioteca
de Autores Españoles», tomo LI, hizo D. Pascual Gayangos de
las obras de D. Juan Manuel; pero aun hoy es la más asequible.
Nótese que en el Libro de los Estados, siendo innegable la influencia
Caractcriza^ al estilo de este ¡lustre hombre una sencillez
acaso inexplicable dentro del tono erudito y filosófico de
casi todas sus obras; por fortuna de la lengua castellana
no le asaltó afán de latinizar sintaxis ni estilo.
Otras literaturas romances. El Catalán.— El movimiento literario
que vemos en Castilla no se crea que era exclusivo
de esta región. No hablamos ahora de la poesía provenzal
en Cataluña y Galicia; sin salir de la didáctica encontramos
por este tiempo una figura excelsa en el mallorquín
Raimundo Lulio (1235-1514) tipo excepcional por sus aventuras
y su saber. Siempre en viajes y en empresas, escribió
en latín y en catalán, siendo las obras que en esta
lengua publicó de gran influencia en España, en Francia
y aun en África.
Entre las que han llegado a nosotros, advirtiendo que
aún falta mucho por hacer en su bibliografía, merece citarse
la primer novela filosófica española, titulada Blan-
<7í/er/7a— 1285.—Hay en este libro genial muestras de una
inteligencia de primer orden que persigue un fin educador,
movido por un ideal místico. En otros libros suyos (el
Gentil y de los tres sabios, el Del Orden de Caballería,
etcétera), se ve patente la influencia oriental, que había
aprendido el iluminado Lull en la filosofía y cultura de los
árabes (1).
del Blanquerna, de Lulio, hay un claro influjo árabe, manifiesto en la
introducción de la leyenda del Budha, que acaso no conoció directamente
sino por el autor del siglo xiii Abrahan-ben-Xasdai.
(1) La historia de la literatura catalana se puede dividir en tres épocas:
siglo XIII hasta la mitad del xiv; desde esta fecha hasta mediados
del XV, y desde aquí al renacimiento moderno. En el primer período, que
es el que nos ocupa, Cataluña tiene ya un romance propio, pero en la
poesía no es más que un reflejo provenzal. La prosa es más perfecta, y
en los días de Jaime I su Crónica está ya en lengua vulgar y su Libre
de la Saviesa es una recopilación de textos de Salomón, Santos Padres,
Aristóteles, Séneca y moralistas árabes. Otros nombres que me84
La literatura galaica.—En los primeros liempos del siglo
XIV invade la lírica provenzal a España, principalmente
Galicia y Castilla, adviríiendo que ya desde el siglo xii
son innumerables las manifestaciones galaico provenzales.
Conviene tener en cuenta que unas veces la lírica indígena
en Galicia se amoldó a las formas de los trovadores,
y otras, las canciones provenzales conservan su tipo
erudito y cortesano. Las que más puede interesar son
aquellas que en Castilla, Portugal y Galicia conservan el
carácter popular. Esta forma perdura hasta el siglo xvii
siendo las más antiguas las menos populares, lo cual demuestra
que tardaron algún tiempo en ser adoptadas por
el vulgo las extranjeras formas provenzales.
Formaban el asunto principal de estas poesías líricas
las canfinas de amigo {de amor), las cantigas de ledino
(festivas) las serranas, vaqueras, las cantigas de malde-
cir, etc., etc.
Los Cancioneros.—Según la lírica española va aceptando
ya una métrica más apropiada, que llega a poder presentarse
como una forma prí)piamente literaria, va pasando
esta poesía a merecer los honores de ser consignada por
escrito en Cancioneros, siendo muchos los que se formaron,
ya en Portugal en los días del Rey Don Dionisio,
ya en Galicia misma y aún quizá en Castilla. Curiosísimos
son los llamados Cancioneros portugueses: El de
la Biblioteca Vaticana, el de Colocci Brancati y el de
Ájuda, llamados así, porque el primero está en la biblioteca
del Vaticano, el segundo fué propiedad, sucesiva
mente, de las familias Colocci y Brancuti y el tercero se
guardaba en la biblioteca real portuguesa de Ajuda (1).
recen recordarse son los de los cronistas Bernat Desclot, Ramón Muntaner
y Pedro IV el Ceremonioso, etc.
(1; Poetas de estos cancioneros, cuya fecha puede fijarse a mitad del
siglo xin, son: Pero da Ponte, Bernardo de Bonaval, Payo Gómez Charino,
Johan Ayras, Ayras Núñez, Alfonso X, etc.
III
La poesía castellana de ia época.—Continúa la inspiración
religiosa en poemas como La vida de San Ildefonso, obra
de un beneficiado de Ubeda, y alterna con las crónicas rimadas
de santos, composiciones morales como los Proverbios
en rima del sabio Salomón, y algunas narraciones
bíblicas, como el Poema de José, poema de Vugufque
cuenta la historia del hijo de Jacob según la tradición coránica.
Tiene este poema la particularidad de pertenecer a
la literatura aljamiada, la cual, según sabemos, emplea
caracteres arábigos para escribir en castellano. Pertenece
por la forma a la cuaderna vía,.áz\ mester de clerecía (1).
La poesía lírica desde el siglo xiii.—Se componen ya en
el siglo XIII algunos poemas líricos a imitación de las canciones
populares de aquel tiempo en Galicia y Portugal,
imitadas éstas a su vez como dijimos, de las pastorelas
francesas y provenzales. La primera muestra que tenemos
de esta clase de composiciones es La razón de amor con
Los denuestos del agua y del vino, dos poemitas en un
solo cuerpo, atribuidos a un supuesto poeta innovador llamado
Lope de Moros.
El Arcipreste de Hita.- Juan Ruiz, nacido en el siglo xiii y
muerto al mediar el xiv, es el gran poeta castellano de es-
(1) Hay algunos oíros textos aljamiados, procedentes de distintas
fuentes, como Recontamiento del Rey Alexandre, Historia de los
amores de París e Viana y la Dongella de Arcayona. El primero procede
de un relato greco oriental, el segundo de una nova provenzal y
tercero parece haber salido directamente del Libro de Apollonio.
ios días (1). Sin haberse sustraído a las influencias de su
época, más bien prestándose a todas (la provenzal Ja oriental
y la latina, representada esta última en el Arcipreste por
Ovidio a través de algún imitador), tiene, sin embargo,
una patente originalidad en la manera de exponer, en la libertad
del metro que en él se enriquece de modo hasta entonces
no conocido en Castilla, y, sobre todo, en el asunto
eminentemente popular y reflejo de un ambiente de confusión
moral y relajamiento, precursor de la gran reforma
de Cisneros y el Tridentino.
La obra de Juan Ruiz es una y múltiple: es múltiple,
porque en los siete mil y tantos versos, de que consta el
poema hay novela, autobiografía, fábulas, oraciones, himnos,
escenas de singular osadía; v. gr., la cantiga a los
clérigos de Talavera, las sátiras, las invocaciones a doña
Venus, los himnos a la Virgen; escenas de amor carnal vigorosamente
sensual, impetuosamente desordenado, como
su libro, como el autor mismo que surge tal cual eran los
clérigos libertinos a quienes zahiere poniéndose él por
tipo, acaso estando limpio de tales culpas. En ese personalismo
estriba la íntima unidad del poema, que, por no
tener, ni título úem—EI /ibro de buen amor, El libro de
los cantares—, y donde, sin embargo, hay la suprema
unidad del espíritu del Arcipreste.
A la historia de la lengua y literatura castellana interesa
el Arcipreste no tanto por la inspiración que casi nunca le
abandona, como por haber llegado a la feliz concordancia
del añejo y solemne mester de clerecía con la poesía de
los juglares, preparando el triunfo definitivo de esta forma
popular sobre la amanerada cuaderna vía. Junto con ésto
(1) Muy poco se sabe de cierto acerca de este hombre extraordinario:
nació en Alcalá de Henares?, fué Arcipreste de Hita (Guadalajara),
murió hacia mediados del siglo xiv, y acaso estando preso en Toledo,de orden del Arzobispo D. Gil de Albornoz (sin que se sepa la causa de esta prisión), dio fin a su singular poema o serie de poemas. »
él fué quien creó una realidad poética sin tener que acudir
al asunto heroico, sino inspirándose en el realismo de la
vida castellana del siglo xiv, siendo el primer gran poeta
lírico en todo el valor de esta palabra (1).
La poesía heroica.— Ultima representación de la epopeya
castellana es hasta ahora el Poema de A/fonso onceno,
atribuido a Rodrigo Yánez, en el cual se da cuenta de la
victoria del Salado. Su autor, tal vez gallego, puede ser
considerado como el último juglar, que huyendo de toda
inspiración erudita, anuncia en sus versos octosílabos la
proximidad del romance como forma métrica. Pertenece el
poema a los primeros años del siglo xiv (2).
Acaso es de esta época también la redacción primitiva
del Cantar de Rodrigo o las Mocedades de Rodrigo, donde
se narra y falsea la juventud del héroe y su vida, por un
poeta desconocido y decadente. La metrificación suele ser
de dieciséis sílabas y esto le aproxima a la forma popular
(5). La refundición que de este cantar nos queda, es posterior
a esta época y se halla en un manuscrito de fines del
siglo XIV o principios del xv. Esta crónica rimada logró
mucho más éxito que el Cantar del Cid, hallándose huellas
de su influencia en el romancero y en todo el teatro
del siglo de oro y en el romántico del siglo xix.
La poesía didáctica.—Muestra de ella, en el siglo xiv, son
los Proverbios morales del rabino don Santos de Carrión
(Sem Tob), que son una colección de cuartetas de versos
(1) Váasc la edición de «Clásicos Castellanos», de La Lectura, dos
tomos, prólogo y notas de Cejador. «Biblioteca de Autores Españoles»,
tomo LXW.—Libro de Buen Amor, edición paleogréfica de Ducamin,
Toulose, 1901.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LVII. Hay edición
aparte, también hecha por Janer.
(3) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVI.
hepíasílabos donde la filosofía moral de Oriente y de Occidente
se dan la mano. Hacia el mismo tiempo puede fijarse
la Revelación de un Ermitaño, de tema semejante a
oíros tantos de lucha del alma con el cuerpo, y la Danza
de la Muerte, que aunque en su redacción definitiva no
aparece hasta el siglo xv, indudablemente era un tema poético
de la época, Por este tiempo un poeta llamado Pedro
de Veragüe, compone un catecismo con versos octosílabos
titulado. Doctrina de discreción (1).
La transición.—Puede decirse que la mayor parte de los
poetas españoles del siglo xv, vivían de la inspiración italiana
y de la provenzal, ésta a anterior a aquélla y señalada
en las trovas, canciones y serranillas, y aquélla en los
poemas alegórico-dantescos. Los principales de estos
poetas figuran en la corte de don Juan II, época de grande
esplendor literario en España; pero debe empezarse a señalar
la transición con el Canciller Pero López de Avala
—1352 a 1407—, pues aunque su inspiración no está directamente
basada en Dante, sino más bien en la Danza de la
Muerte y en el fondo didáctico moral de los poetas semiorientales—
D. Sanios de Carrión— es lo cierto que Ayala
conoció muy profundamente las nuevas formas. Su Rimado
de Palacio o Las Maneras de Palacio es una mezcla
de asuntos didácticos, religiosos y satíricos. La obra
está escrita en versos de dieciséis, catorce, trece, doce,
ocho y aun siete sílabas, dominando, sin embargo, los de
catorce, y su fondo lo constituye una severa melancolía,
expresada con ingenua sencillez. El asunto del libro es una
instrucción que da a los reyes, príncipes y grandes para
gobernar a los pueblos, y a este fin les descubre los vicios
y defectos de las varias clases del Estado. El estilo del
poeta es algo pesado, como lo era por lo común el que se
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LVII.
usaba en su tiempo. Es semejante el libro a la obra del Arcipreste
de Hita, pero inspirado en opuesto sentimiento; lo
que para Juan Ruiz era motivo de burla y libre licencia, es
para el Canciller motivo de aflicción y de amarga censura.
Como prosista, representa López de Ayala la tendencia
clásica, pues es gran conocedor de la literatura latina, en
contra de la influencia oriental, que había prevalecido
hasta e’l en D. Juan Manuel, y en el mismo’Arcipreste. Así,
traduce la Consolación, de Boecio; La Caída de Príncipes,
de Boccaccio y la Historia, de Tito Livio, la cual hizo
como ensayo para su Crónica de ¡os Reyes de Castilla; y
aunque en las cuatro crónicas conserva todavía mucho del
estilo y modo de narrar propio de los cronistas de la Edad
Media, se observan, sin embargo, en él ya diferencias profundas
(1). Carece de la llaneza, candor e ingenuidad de
los primitivos narradores, y, por el contrario, florece en él
un pensamiento político .muy sutil, parecido ya, en gran
manera, al de los italianos del Renacimiento. Aparte de la
profunda observación moral que hay en todas las Crónicas
de Ayala, se ve en su estilo la imitación de Tito Livio,
del cual tomó el empleo de las arengas breves y de epístolas
interpuestas en la narración, para de este modo poder
exponer su propio juicio.
Con lo apuntado podemos tener idea de las obras históricas
del Canciller, o sean las crónicas de los reyes don
Pedro, D. Enrique II, D. Juan I y D. Enrique III, donde resplandece
el talento del procer castellano, aunque en alguna
ocasión se dejó llevar de sus parcialidades políticas, muy
explicables desde el momento en que se ve al Canciller
servir, con éxito feliz, a partidos y príncipes tan opuestos
como los reyes D. Pedro y D. Enrique, el Fratricida.
;1 ) Rimado de Palacio: «Biblioteca de Autores Españoles», t. LVII.
Las Crónicas en Crónicas españolas, edición de Llaguno, tomos I y II.
La de Don Pedro, en «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LVII,
Crónica troyana.—Se llama así a una traducción castellana
que a mediados del siglo xiv fué hecha del Román
de Troie, relato que en este original francés, derivado de
multitiud de leyendas, se ocupa de contar fantásticamente
la historia de la ciudad de Troya y su destrucción, no siendo
una sola la traducción o refundición castellana que se
hiciera, y adviríiendo también que la refundición francesa,
madre de las castellanas, da origen a otras gallega, italianas
y alemanas (1).
Don Enrique de Villena o de Aragón, como también se
le llama, pertenece ya a la época de Juan II, pues vive desde
1584 a 1454, pero aún no es productor, es más bien el
maestro de los poetas más jóvenes que él. Nació de esclarecida
prosapia y se distinguió como prosista escogido,
como preceptista y como poeta, si hemos de creer a
sus contemporáneos y panegiristas, en especial a Juan
de Mena.
Fernán Pérez de Guzmán, el elegante autor de Generaciones
y semblanzas, nos le da a conocer como un buen
epicúreo. Muestra de sus aficiones es el Arte cisoria que
de él se conserva; de sus poesías nada nos queda, únicamente
el recuerdo de sus trabajos por la «Gaya scienció»
en Cataluña y Castilla, y para señal de su beneficioso influjo
en las letras patrias, algunos fragmentos del Arte de
trovar, primera poética castellana. Tradujo la Eneida, y
en su traducción no tuvo el desembarazo suficiente, por
lo cual la lectura de las partes que de dicha obra nos quedan
se hace hoy insufrible, así como por el gran número
de glosas de que recargó su obra. También tradujo La Di-
(1) Véase Crónica troyana… con apuntes gramaticales y vocabulario,
por M. Rodríguez, 2 tomos. En el mismo siglo xiv existe una Crónica
troyana en romance gallego, cuyo parentesco con la traducción
castellana no está bien determinado.
vina Comedia; pero la obra más famosa de Enrique de
Villena es la de los Doce trabajos de Hércules, escrita en
catalán y traducida por el mismo autor; en ella se encuentran
muchas analogías con los libros semimorales y seminovelescos
de Raimundo Lulio y de D. Juan Manuel. Atribuyesele
un tratado de Astrologfa, y no será muy extraño
que las obras Tratado del Dormir, del Caso et Fortuna,
y del Divinar, publicadas por el obispo Barrientos, le pertenezcan;
aunque parece más probable se hallaban en sus
librerías y procedían quizá de algún autor oriental, de
cuya influencia en la literatura española fué Villena uno de
los últimos representantes. Su libro Del Aojamiento y
oíros varios justifican su fama de nigromante, a la que correspondió
tan por completo su azarosa vida.
Lñ LITERñTURñ EN LA CORTE DE JUAN
Los trovadores.—Antes de dar cuenta de los poetas y prosistas
que brillaron en la corte del segundo D. Juan, conviene
que aclaremos la significación y valor de la palabra
trovadores (con la cual se designa a los poetas provenzales
del siglo xi hasta los días decadentes de 1523)
cuyos poemas tanta influencia habían tenido ya en España,
y cuyas formas métricas hemos de ver decidiendo tan
definitivamente en los poetas del Cancionero de Baena.
Ante todo, no hay que confundir al trovador con e\ juglar,
aquél es el verdadero poeta; éste, generalmente, no es más
que un recitador de obras ajenas, y a lo sumo un poetámbulo
que nunca se levanta a delicadezas y refinamientos
líricos. El trovador también solía correr mundo, pero de
muy distinta manera que el mísero juglar: las cortes y palacios
de los nobles los albergaban y los reyes premiaron
con largueza, casi siempre, sus talentos (1).
A España llegaron desde la Provenza, y ya en tiempos
de Alfonso Vil viene a Castilla Marcabrú, y quizá algún
(1) Diferencia hay también entre trovero y trovador: aquél es el poeta
del Norte, por lo regular más inculto que el trovador o poeta del Mediodía
de Francia. Véase nuestro libro Grandes Literatos (Antología
de textos extranjeros) 2.a edición.
Otro, siendo incomparablcmeníe mayores las relaciones
que los trovadores sostienen con Cataluña y Aragón. En
el período brillante de la poesía trovadoresca son innumerables
los grandes poetas de este género: algunos visitaron
la corte de Alfonso VIH, como Ramón Vidal de Besalú,
Guiraldo de Calansó, Guillermo de Cavestany, Raimbaldos
de Vaqueiras; huésped de Fernando 111 fué Guiraldo
Borneil, y, por tanto, no es de extrañar que en las primeras
manifestaciones líricas que hubiese en Castilla (galaico
portuguesas) se notara la huella provenzal. Pero apenas
queda rastro alguno si no es en los Cancioneros y en las
Cantigas de Alfonso X, según hemos notado. La preocupación
épica absorbía a Castilla: en el primer período la
épica heroica de las gestas, después la épica didáctica, y,
por tanto, los poetas son escasos en número, y casi todos
con afición al tema moral, que ni aun el mismo Arcipreste
de Hita abandona. Más adelante aparece en los poetas castellanos
ese influjo provenzal que persiste en dos manifestaciones:
una erudita y otra popular. Esta viene de las formas
gallegas y de las primitivas castellanas, que habían
sido influidas largo tiempo hacía, y la erudita es una imitación
consciente de las formas provenzales ya en su decadencia.
En el Canciller Ayala y en el Arcipreste vemos bien patente
la copla provenzal, o mejor al modo provenzal; las
serranillas del segundo tienen un poco de las pastorelas
provenzales; las redondillas del Canciller, con las cuales
interrumpe su afición a la cuaderna via, son muestra de
que no quiere quedarse atrás en el camino marcado por el
gusto provenzal, que todo lo invadía.
Restos de la literatura didáctica moral.—De comienzos del
siglo XV parecen ser dos obras cuyo parentesco con la literatura
representada por D. Juan Manuel es muy patente;
una es el Libro de los gatos o de los cuentos (anónimoj
y otra el Libro de exemplos, coleccionado por Clemente
Sánchez de Verdal (siglo xiv al xv) en orden alfabético;
compilación que, aun hecha acaso hacia 1420, gusta todavía
de la literatura india, popularizando la leyenda de Budha,
tomada de alguna redacción latina, de la cual sale
buen número de variantes, acreditándose la que lleva por
título Román de Barlaam yJosaphat (1).
Redacción definitiva de la «Danza de la muerte».—Ya hemos
dado noticia de este tema poético que, seguramente, antes
de que en el siglo xv tuviera su redacción definitiva, era
popular en España, como una de tantas derivaciones de
las danzas macabras, objeto de diversos poemas europeos.
Se ha reputado nuestra Danza de la Muerte como
un poema dramático, sin razón suficiente para ello; el
asunto es que ante la Muerte se presentan todas las clases
sociales, del Papa para abajo, que han de bailar ante ella.
En todo el poema se respira una severidad y espíritu de
justicia que iguala a plebeyos y magnates (2).
«Cancionero de Baena».—Con este nombre se conoce una
compilación de poesías que en el códice en que se conserva
parece hecha a principios del siglo xv por Juan Alfonso
DE Baena, poeta él mismo, que se cuidó mucho de incluir
sus composiciones en el Cancionero, con lo cual, si es de
(1) En el Libro de los Estados, de D. Juan Manuel, se incluye ya la
primitiva redacción española de esa misma leyenda. Tanto el libro de
los gatos como el de exemplos, puede verse en «Biblioteca de Autores
Españoles>, tomo LI.
(2) Véase «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LVII. También
la edición de Foulché-Delbosc: «Textos castellanos antiguos II.» «Antología
de poetas líricos castellanos», tomo II. En esta Antología podemos
encontrar muestras de casi todos los poetas de la Edad Media;
siendo colección de gran utilidad, especialmente por los estudios críticos
de Menéndez y Pelayo.
estimar su labor de coleccionista, queda muy mal parada
su fama de versificador.
Muchos son los poetas del Cancionero, unos cincuenta
y ocíio, y algunas composiciones anónimas; pero cloro es
que sólo merecen citarse Álvarez de Villasandino, el Arcediano
de Toro, Pero Ferrús, Garci Ferrández de Gcrena,
González de Mendoza, Imperial, Pero López de Ayala, que
también tuvo cabida en la colección; Ferrán Manuel de
Lando, Mena, Páez de Ribera, Pérez de Guzmán, Rodríguez
del Padrón, Ferrán Sánchez Tala vera, etc. De algunos
daremos aquí noticia, dejando oíros para tratar de
ellos como cultivadores más afortunados de oíros géneros
Pero Ferrús es, con López de Ayala, el más antiguo de
los poetas del Cancionero y uno de los más representaíivos
en la íransición a las nuevas formas líricas castellanas.
No incluye Baena más de cinco composiciones de
Ferrús (de la 501 ala 505) y en la última hay la curiosa
cita de
«Amadys el muy fermoso . »
lo cual viene a probar que en aquellos días ya era corriente
el nombre de esíe caballero en Castilla y aun acaso una
redacción hoy desconocida de esíe libro de caballerías (1).
Los méritos poéíicos de Ferrús son bien escasos, llegando
en algunos momentos (desyral rrey don Enrrique) a una
monotonía insufrible.
Alfonso Alvarez de Villasandino, fué nacido entre
1540 y 1551, acaso en Galicia o lal vez en Burgos. Él, con
Baena y Diego de Valencia, son ios auíores que más espacio
ocupan en el Cancionero. Poeta de propia inspiración,
se prodigó y prostiíuyó con exceso, celebrando los
principales aconíecimieníos de que fué íestigo, y muy a
(1) También habla de! Amadis el Canciller Pero López de Ayala.
ÉPOCA preclásica: JUAN II 97
menudo poniendo precio a sus poesías. Por cada una de
las que escribió en elogrio de Sevilla, que hacía cantar por
juglares delante del Cabildo de la Santa Iglesia, recibió
cien doblas. Murió por los tiempos de Don Juan II, siendo
ya muy viejo, y desacreditado por su insolencia, procacidad
e inconstancia, no obstante sus positivos me’ritos.
Alvarez de Villasandino se inspiró en la influencia dantesca,
según se ve en la cantiga por ruego del Conde don
Pedro Niño y en su desyr ñ la muerte de Enrique III. Como
hablista, usaba con destreza la lengua castellana, y era
versificador tan lozano, que en los varios metros en que
se ensayó aparece con la misma gala en el decir y con notable
frescura en la invención. El Marqués de Santillana le
llamó gran dezydor, y Juan Alfonso de Baena le calificó
de «esmalte e lus, e espejo, e corona, e monarca de todos
los trovadores; maestro e patrón del arte poético»; mas se
exageró, sin duda, confundiendo la fecundidad innegable
con el sentimiento, que alcanzó pocas veces. Como casi
todos los poetas de su época, se dedicó a asuntos livianos
y fútiles, sin despreciar otras materias; pero de ordinario
pordioseó favores en versos de ocasión, y merece el juicio
duro que de él hace la posteridad, teniéndole por un chocarrero
y despreocupado.
En el Cancionero de Baena figuran sus cantigas a la
Virgen y desyres en versos, ya de once sílabas, mucho
antes de Boscán; cantigas octosílabas en alabanza de Sevilla
y de su mujer D.^ Mayor (verdaderas octavillas que
se sostienen con Castillejo), un epitalamio muy notable al
Conde Pero Niño, un desyr al cardenal de España, etc.,
éste en octavas dodecasílabas. De estas obras merece
conocerse alguna, que nos dará idea de la exuberancia
portentosa de este versificador, artificioso en la metrificación
y artificioso en los asuntos, pues pocas veces, si no
fué para cantar sus amores o para maldecir de ellos, hablaba
por cuenta propia. Sin embargo, a él debió quizá la
lengua castellana la ductilidad precisa para que en ella se
pudieran escribir las serranillas del Marqués de Santillana.
El Arcediano de Toro se nos presenta como poeta satírico
de los días de Don Juan I, es uno de los más pulidos
del Cancionero, escribe en gallego, y Baena incluye cuatro
cantigas y el testamento del Arcediano. En cuanto a
Ruy Páez de Ribera, es de notar el pesimismo que le inspira,
acaso reflejo fiel de las desventuras porque pasó. Tan
alto como él merece colocarse Ferrán o Fernán Sánchez
Talavera, cuya obra poética ocupa la primera mitad del
siglo XV, y de la cual, sin embargo, no tenemos más muestras
que las pocas composiciones que Baena incluye en el
Cancionero, alguna muy notable, como el desyr a Ruy
Díaz de Mendoza, elegía en octavas dodecasílabas (1).
Algunos de los poetas citados, como Fernán Manuel de
Lando y Martínez de Medina, revelan la imitación italiana,
en la que parece habían sido iniciados por otro poeta del
Cancionero: Miceh Francisco Imperial, genovés avecindado
en Sevilla en el siglo xv e ilustre varsificador castellano.
Él fué, acaso, el propulsor definitivo de la imitación
dantesca en España y, desde luego, uno de los que fueron
aclimatando la métrica itálica. En el Desyr de las Siete
Virtudes se revela fidelísimo discípulo de Dante, cuya
grandeza le fascina, y no ciertamente por desconocer otros
grandes poetas, sino por sus aficiones a lo maravilloso y
sobrenatural. Sus esfuerzos literarios recibieron justa recompensa
con los elogios que del poeta hizo el insigne
Marqués de Santillana. Dantesco es también Ruy Páez de
Ribera en algunos desyres, como el conocido «proceso
que ovieron dolencia e vejez».
(1) Según el Sr Menéndcz Pidal este poema no se puede hoy atribuir
a Sánctiez Talavera, desde luego es una de las composiciones mejores
de! Cancionero
Más famosos que los citados son: Macías el Enamorado,
notable por ser protagonista de una leyenda de amor
y desventura más que por sus versos; Rodríguez del Padrón
y Juan de Mena; pero de estos dos últimos nos hemos
de ocupar detenidamente (1).
(1) Cancionero de Baena, edición de D. Pedro José Pida!, Madrid,
Según Hugo Rennerí, en su edición de las poesías de Macías (Filadelfia,
1900), parece que al poeta gallego no se le puede considerar posterior
a fines del siglo xiv, en cuyos últimos años debió morir.
La novela sentimental.—Juan Rodríguez de Padrón o de la
Cámara (fines del siglo xiv a mediados del siglo xv) es
acaso el primer influido, por la tierna amistad que tuvo
con Macías, del cual en tanta parte es reproducción la
propia vida de Rodríguez. Es más conocido como poeta
que como prosista; a pesar de esto sus obras en prosa
son más, y más notables que sus versos (1), si es que no
le pertenecen los bellísimos romances Conde Arnaldos,
de la Infantina y Rosa Florida.
Contribuye también a esa fama la legendaria vida de
Padrón, a quien se puede considerar como el último trovador
de la escuela gallega, a la que había pertenecido su
ídolo y modelo Macías. Él es acaso el primer poeta en
quien despunta el sentimiento íntimo déla Naturaleza, a la
que pudo estudiar, no sólo en su patria, sino en sus largas
peregrinaciones, pues visitó, a más de Italia y los
Santos Lugares, también las regiones orientales del Asia.
Lo cierto es que los desgraciados amores de Rodríguez
del Padrón hacia una ilustre dama de la corte de Enrique
IV y las peripecias de su vida se traslucen en la parte
autobiográfica de su novela El Siervo libre de amor. Todas
sus canciones tienen este tema erótico: excepto la última,
en que cuenta su conversión y que se hizo fraile.
En su novela se ve el influjo de los libros de caballerías,
a los que en gran parte debía su educación; siendo sus
precedentes, como modelos de narración íntima en la que
(1) Cancionero de Baena; ídem de Stúñiga y en el Cancionero general.
ÉPOCA preclásica: JUAN 11 101
también hay su algo de seníimeníalismo, la Vita nuova,
de Dante y la Piammeta, de Bocaccio. El triunfo de las
donas y La cadira del honor están escritas, respectivamente,
la una, en honor de las mujeres; la otra, en obsequio
de la nobleza, en alabanza de la cual también compuso
el Oriflama.
La razón de la abundancia de obras que por esta época
se escriben en defensa de las mujeres obedece a la marejada
que produjo el Corbaccio, de Boccaccio. Entre esos
libros merece singular mención el titulado De las claras e
virtuosas mugeres, debido a D. Alvaro de Luna (1).
(1; Véase la edición de D. Manuel Castillo, profesor del Instituto de
Cáceres, 1909.
Obras de Juan Rodríguez de la Cámara, en «Sociedad de Bibliófílos
Espanoles>, 2 tomos.
La influencia dantesca.—Grave injusticia cometió Baena
al no incluir en su Cancionero al más grande poeta del
siglo XV. Por él la influencia dantesca que hemos notado
ya en Imperial y Villena, queda autorizada definitivamente
en Castilla. ^DoN Íñigo López de Mendoza (1398 a1458) es
de sus contemporáneos el que más muestra el influjo provenzal
(aunque no el decadente) y el italiano. En la misma
Comedieía de Ponza, escrita en 120 octavas de arte mayor,
imita al Dante. Es un error considerar este poema
como propiamente dramático, aunque tenga elementos escénicos.
En él se comenta el desastre de la armada aragonesa
en Gaeta y la prisión de Alfonso V con sus hermanos
(1).
Sin embargo, el Marqués donde ha inmortalizado su
fama es en las hermosas serranillas que escribió según el
gusto provenzal, superando a su predecesor, el Arcipreste
de Hita, en este género. Agilísimo poeta, rimó con extraordinaria
elegancia el asunto de cien Proverbios de
dotrina e fructuosa enseñanza. Como petrarquista, compuso
el Triunphete de amor, y como dantesco, además de
la Comediefa de Ponza, El infierno de los enamorados.
Como representante de la antigua inspiración de López de
Ayala, tiene el tratado filosófico Bias contra Fortuna y el
Doctrinal de privados, acerba crítica de D. Alvaro de
Luna. Conocedor como pocos de la literatura de su época,
dedicó al poeta catalán Mosen Jordí el poema La Coronáis)
Véase la edición completa de las Obras del Marqués de Santi-
Ilana, por D. José Amador de los Ríos, Madrid, 1852. En «Clásicos CastcUanoe
», Cantares y decires, Madrid, 1913.
ÉPOCA preclásica: JUAN H 105
ción, y quizá para contrarrestar las noticias que proporcionaba
el Cancionero de Baena dedicó al condestable de
Portugal El proemio e carta, donde en prosa muy escogida
da noticia de los poetas contemporáneos en Castilla;
menos afortunado es en su artificiosa Lamentación de la
destruyción de España. Pero aún la gloria de Santillana
se acrece, si no por el me’rito que alcanzó, sí por el intento,
en sus cuarenta y dos sonetos fechos al itálico modo,
en los cuales pretendió generalizar esta combinación métrica
(1).
Es sin duda Juan de Mena—1411 a 1456—el más grande
de los dantescos españoles, y su influjo en la literatura
patria llegó a decidir la imitación italiana en los asuntos
y en la forma. Su obra más notable es el Laberinto de
Fortuna, no mal calificada así, por lo difícil de desenmarañar
en aquella visión un asunto cabal. Arrebatado por
monstruos alados, es conducido el poeta en la carroza de
Belon^ al templo de la Fortuna; allí aparecen los siete
círculos planetarios— influencia de la Divina Comedia—,
desde los cuales ve la vida humana a través de los siglos
pasado, presente y futuro. En algunos pasajes el poeta se
eleva resultando sus versos magníficos y dignos del poeta
cordobés; domina por completo la forma y leguaje poéticos,
no obstante los frecuentes latinismos, giros y dislocaciones
déla sintaxis castellana. La obra se compone de
300 coplas, aumentadas después hasta 324. Otras obras
de Juan de Mena son La Coronación en honor del Marqués
de Santillana y El diálogo de los siete pecados capitales,
todas ellas inferiores al Laberinto, en el cual, si
está muy lejos de Dante, es su discípulo (2).
(1) Ángel Vegue: Los sonetos «a/ itálico modo^, de… Madrid, 1911 .
. (2) El Laberinto de Fortuna está editado por R. Foulché-Delbosc,
Macen, 1904. En el Cancionero, de Baena, tiene representación Juan de
Mena. «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo XIX: Cancionero
del siglo XV.
Suele citarse como muestra de las relacioues literarias
entre Portugal y Castilla en esta época a D. Pedro de Portugal
(1429 a86), aquel condestable a quien el Marque’s de
Santillana dedicó su carta y que llegró a ser Rey de Ara
gón. Por los años 1449 a1456 vivió en Castilla D. Pedro,
y en castellano compuso algunas obras bajo la influencia
italiana y la de sus amigos el Marques y Juan de Mena:
verbigracia Coplas de contempto del mundo y un libro
en prosa titulado Sályra de felice e infelice vida.
La Literatura catalana.—Durante los últimos años del siglo
XIV se desarrolla la prosa catalana merced a la influencia
de Raimundo Lull, siendo la figura más ilustre Francisco
Eximéniz (muerto en 1404), el cual en Lo Crestiá
{El Cristiano) trató de formar una enciclopedia filosófica
y en el de Les dones un libro educativo para las mujeres.
Más poeta es Bernat Metge, el cual en sus Quatre ¡libres
de somnis nos presenta verdaderos diálogos literarios
cuyo asunto es la inmortalidad.
Ya al siglo xv pertenece, pues vivía en 1425, un extraño
escritor, Fr. Anselmo de Turmeda, verdadero rezagado de
la literatura oriental y discípulo lejano de Raimundo Lulio,
aunque antítesis suya en tantas cosas. Fué, también, mallorquín
y de vida turbulenta: franciscano, renegó de la religión
cristiana y abrazó el mahometismo, aunque, acaso
arrepentido, un día fué decapitado por el Rey de Túnez, en
1425. Su obra más famosa es Disputa del Asno, en catalán,
perdida en ese texto, pues sólo se conoce la traducción
francesa, que es del año 1548. Tiene este libro analogía
con el de las Bestias, de Lulio, y aun con obras tan
antiguas ya como el Calila y Dimna, y su tesis es probar
la superioridad de los animales sobre el hombre, opinión
que con éxito defiende el asno, en un congreso de animales,
contra los argumentos de Fr. Anselmo. Más que la
fábula son interesantes los cuentos que intercala, en los
ÉPOCA preclásica: JUAN II 105
cuales las atrocidades de las Coplas del Provincial encuentran
pareja, tanto en lo brutales como en la fuerza satírica
que les inspira (1).
Pero la gran figura de la poesía catalana, verdaderamente
representativa de la influencia italiana, principalmente
peírarquista es Ausias March (1397 a 1459?), valenciano
y uno de los más ilustres en la literatura española.
Vivió en tiempo de Juan II de Aragón, y aunque se le ha
considerado como representante y heredero de la escuela
provenzal, nos parece más bien influido por Petrarca, y
aun imitador de Dante, especialmente en el origen de
aquel su esplritualismo erótico. Este fondo profundamente
filosófico es lo que le distingue de todos los poetas sus
contemporáneos más abundantes y profusos también, por
lo general, que el conciso y hasta semirrudo poeta catalán.
El asunto de todos sus cantos es el amor, pero no el
amor profano y sensual, sino cierto arrobamiento místico,
aunque tenga su fuente en el deleite de la contemplación
terrenal. Analizando los afectos del alma, y describiendo
el mundo del espíritu, las soledades y anhelos de su corazón,
formó con sus poemas un verdadero tratado filosófico
sobre la voluntad y las pasiones. Sin embargo, a veces
las tempestades del amor terreno se levantan en su
espíritu, y ofuscando los ojos de su razón por el amor
que le inspira la dama de sus pensamientos, llega a decir
que no desea salir de este mundo en busca del Sumo
- Mas estas audacias duran poco, pues en los Cantos de
(1) Véase en «Nueva Biblioteca de Autores Españoles»; tomo II de
Orígene» de la Novela, pág. 41
.
muerte y en el Canto espiritual, el desengaño y el arrepentimiento
lo transforman, y vuelve a idealizar su amor
en aspiraciones a lo infinito. En resumen, Ausias puede
considerarse como uno de los poetas más geniales de su
época- y de los más profundos de las literaturas regionales
españolas, mereciendo gran fama en su tiempo y la
gloria de ser traducido por el poeta castellano Jorge de
Moníemayor, quien atinadamente veló algunas de las durezas
y osadías del poeta del amor.
ÉPOCA preclásica: JUAN II 107
!V
Las «Crónicas» y la Historia.— Después de las cuatro crónicas
de Pero López de Ayala aparece en esta época una
titulada Crónica del serenísimo Qey Don Juan, el segundo,
que se ha atribuido a diversos autores, y entre
ellos a Alvar García de Santamaría (1); otra la Crónica
particular del Cid, arrancada de una de las refundiciones
de la Crónica general de Alfonso X (2); pero las ahora
más importantes son las crónicas particulares que vamos
a citar.
Es oportuno, sin embargo, hablar antes de un ilustre
castellano, Fernán Pérez de Guzmán, quien vivió de 1588
a 1470? y fué conocido como historiador, moralista y
poeta. Por este último concepto su fama no hubiera salido
nunca de lo vulgar, sobre todo después de existir el Rimado
de Palacio, de su tío Ayala, autor con el que tantas
analogías tienen la mayor parte de sus poesías, inserías
en el Cancionero de Baena. Pueden citarse Los proverbios,
Las diversas virtudes y loores divinos y la Historia
de España o Loores de los claros varones de España,
que consta de 409 octavillas, de más valor histórico que
gusto poético. La elegía que compuso a la muerte de su
gran amigo y consejero el Obispo D. Alonso de Cartagena
es la poesía de más alcances que salió del numen de
Guzmán. En cambio, como prosista fué de los más excel-
(1) Véase la cBiblioteca de Autores Españoles, tomo LXVIII
(2) Acaso conviene dar noticia de las refundiciones de esta Crónica,
las cuales parece han sido éstas: Primera crónica general, Alfonso X;
segunda refundida, 1344; Crónica de veinte reyes; Tercera crónica
general; Crónica de Castilla; Crónica particular del Cid.
SOS del siglo XV, pues escribió su Mar de historias, lomando
como fuente remota Mare historiarum, de Juan Colonna.
Formando la cuarta parte de tal obra se hallan las
Generaciones y semblanzas, libro muy corto, pero que es
de oro, formado por 54 interesantísimas biografías de los
hombres ilustres de la época, a los que describe de modo
magistral, entendiendo la historia como nadie hasta él
había sido capaz de concebirla, y empleando una «prosa
tan viril, tan sobria, tan nerviosa, tan rígidamente ceñida
al asunto, tan remota de todo vestigio de pedantería y de
mala retórica, tan empapada de realidad y de vida», que
puede decirse de él es el iniciador de un arte nuevo (1).
Crónicas particulares.—Por esta época florecen los cronistas
que hacen de cada personaje notable asunto de una
narración semiépica, semihistórica. Merece entre ellas el
primer lugar ia Crónica de Don Alvaro de Luna (aquella
única y conmovedora defensa del grande hombre del tiempo
de Don Juan 11) y al hablar de ella creemos pueden
apuntarse indicios de que el autor de esa obra, maestra en
el estilo y vigor dramático, es Gonzalo Chacón. No se
puede sostener que lo fuera Alvar García de Santa María,
pues ni éste fué partidario de Luna, ni desde el año 1455
estuvo en Castilla, desconociendo los últimos tiempos del
Condestable. Mucho menos habíamos de suponer que un
muy posterior impresor de la Crónica fuese su autor, y,
por tanto, se puede conjeturar que entre los amigos íntimos
del Condestable, entre aquellos que estuvieron en detalles
que habían de ser desconocidos para todos los demás, allí
estaba el autor de la obra que nos ocupa.
Un ejemplo de esto es que a la última cena^jue dio Don
Alvaro a sus íntimos servidores no asistieron más que
(3i Obras de Fernán Pérez de Guzmán, edic. Foulché-Delbosc, 1907.
Véase «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXVjIK
ÉPOCA preclásica: JUAN II 109
Gonzalo Chacón, Diego de Gaíor, Pedro Cepeda y Fernando
de Sesse’; uno de estos pudo escribir la Crónica.
Pero nos inclinamos a creer que fué el primero, porque en
ella hay diálogos en los que intervienen Don Juan 11 y
Chacón, y e’síos es indudable que no podían ser conocidos
más que de sus sostenedores. Ahora bien; lo que no se
podrá asegurar es que Chacón sea el autor material de la
Crónica, pero tal vez sí su inmediato inspirador.
La Crónica de Don Alvaro de Luna se separa de las
Crónicas de la Edad Media, y es en mérito la primera
entre las que se escribieron en castellano; es un libro cuyo
valor sube de punto al compararle con las crónicas francesas.
Lo que falta en estas obras, que es la pasión y la
elocuencia, lo encontramos en la Crónica de Don Alvaro.
De la sinceridad de su autor no cabe dudar, toda vez que
es un libro escrito después de haber sido decapitado Don
Alvaro. Insiste el cronista en los hechos políticos y militares
de su señor, y hasta hace hincapié en lo bien que se
vestía, en su habilidad especial para montar, para manejar
toda clase de armas, etc.; y todo esto dicho de una manera
tan candorosa, que es muestra clara de la honradez. El
mismo entusiasmo que el autor ha puesto en defensa de su
señor, le lleva a veces al énfasis y a la hipérbole y a introducir
arengas largas; pero aparte de esos lunares, se
puede asegurar que esta obra es uno de los más bellos
monumentos de la historia déla Edad Media en Europa.
Esta Crónica debió de quedar casi oculta por el momento,
y las copias no abundan. Se imprimió en 1546 en
Milán, por un cierto D. Alvaro de Luna, bisnieto del Condestable.
lio LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
Cronistas de sucesos particulares son Ruy González de
Clavijo y Pero Tafur. El primero, muerto en 1412, presenta
la primera muestra, y ya perfecta, de un nuevo género literario,
el de las relaciones de viajes. Es de los más interesantes
el relato de una embajada enviada (1405) por Enrique
III a Timur Bek, escrita por uno de los que la llevaron
a cabo, que fueron el propio Ruy González de Clavijo y
Fr. Alonso Páez de Santamaría, habiendo muerto en el
camino el otro embajador, Gómez de Salazar. La relación
de este viaje, cuyo original se ha perdido, fué publicada
en el siglo xvi y se imprimió en Sevilla, en la colección
de Crónicas Españolas: Titúlase Historia de la vida y
hazañas del Gran Tamorlán, o itinerario de la Embajada
que mandó Enrique III al Tamerlán.
Su redactor era hombre de espíritu observador, extraño
compuesto de credulidad y escepticismo, lo mismo en lo
que se refiere a los productos de la Naturaleza como en lo
que toca a la descripción de los griegos, armenios, persas,
sirios, etc. En la descripción de los monumentos artísticos
es muy atento, y la misma atención prestó el viajero
en el estudio de los animales exóticos. Al recorrer el
autor las costas de Grecia y Asia interior intercala recuerdos
troyanos y habla de restos de edificios antiguos,
existentes en la isla de Lesbos. Es libro, si no tan digno
de loa, al menos tan curioso como el celebérrimo de Marco
Polo, y por la exactitud del relato, la gallardía, riqueza
y sencillez del lenguaje, es ésta una de las obras literarias
mejores de ese período (1).
(1) Véase «Crónicas españolas», tomo III.
ÉPOCA preclásica: JUAN II 111
Pero Tafur (siglo xv), excelente escritor que cuenta en
sus Andanzas y viajes las propias excursiones a tierras
de Persia, es, con González de Clavijo, el gran narrador
descriptivo. Nótase en él un afán de conocer, una credulidad
irreílexiva, una audacia y sencillez encantadoras, y,
sobre todo, a través de sus descripciones se transparenta
un espíritu investigador y aventurero (1).
Crónicas de asuntos caballerescos.—Merece el primer lugar
la Crónica de D. Pero Niño, Conde de Buelma, compuesta
por Gutierre Díaz de Games, quien vivió de 1379
a 1446. Dicha obra es un precioso libro de caballerías que
puede sufrir comparación con todos los análogos escritos
en Europa. Llaguno fué quien, al publicarla despiadadamente
mutilada, le dio el título de Crónica, que nunca
tuvo ni debió tener; hoy se le nombra Memorias del alférez
Niño, aunque no sólo trata de los hechos del Conde
de Buelma, pero su título verdadero es Viforíai de Caballeros,
y, en efecto, contiene una gran parte doctrinal, encaminada
a probar cierta tesis acerca de la caballería y algunas
doctrinas morales y filosóficas; participa, pues, de
carácter didáctico, histórico y novelesco. Este libro tiene,
además, gran importancia histórica, por ser el único lugar
donde podemos encontrar noticias del estado de la marina
de Castilla a fines del siglo xiv y principios del xv. Lo
más importante es el relato de dos expediciones que, armado
en corso, hizo Pero Niño, verdadero aventurero de
la corte de Enrique III, por Levante la una y otra por las
cosías de Inglaterra, También tiene detalles curiosísimos
de la minoría de Don Juan II, que no existen en su Crónica,
y hasta una relación de los últimos años de D. Pedro
1 de Castilla, favorable a este monarca, y que contie-
(1) Andangas e viages. . 1435-1439. 2 tomos. Edición déla Colección
de libros raros o curiosos.
112 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
ne circunstancias que el Canciller Ayala no menciona, y
si lo hace, es con espíritu hostil al citado Rey.
El libro se divide en tres partes: la primera trata de la
niñez del Conde; en la segunda habla el autor de cómo
envió el Rey a D. Pero Niño con galeras a los mares de
Levante y después a Francia, y cómo volvió después a
Castilla y le armó caballero; en la tercera parte cuenta los
amores con la Condesa Beatriz. El capítulo en que se habla
de la educación de D. Pero Niño es puramente doctrinal
y está tomado de todos esos libros de sentencias
que desde el tiempo de San Fernando venían traduciéndose
en Castilla. En cuanto a la prosa, hay que acudir al Arcipreste
de Talavera para encontrar quien la ¡guale en lo
rápida y concisa (1).
La afición caballeresca invade toda la vida española, ya
forjando héroes que tienen tanto de históricos como de
fantásticos, ya acometiendo empresas inauditas, como la
de Suero de Quiñones, narrada por Pedro Rodríguez de
Lena, que tituló su obra Libro del paso honroso. En él
nos da cuenta de aquel estupendo torneo en que Suero de
Quiñones se rescata de su esclavitud de amor (cuya presea
es una cadena que lleva al cuello) mediante el desafío
con que reta a todos los caballeros del mundo, a quienes
espera en el puente de Orbigo. Dura el desafío todo un
mes del año 1454, y es admirable la narración como documento
histórico social más que como monumento literario.
Entre las crónicas fantásticas con algún fundamento
histórico debe señalarse la Crónica sarrasyna, también
llamada Crónica de! Rey D. Rodrigo y de la destruyción
de España, que compuso hacia la mitad del siglo xv Pedro
de Corral.
(1 «Crónicas españolas», tomo III.
ÉPOCA preclásica: JUAN II 115
VI
Arcipreste de Talayera.— Más notable labor produjo un insigne
escritor castellano que, nacido a fines del xiv (1598),
muere avanzada la segunda mitad del siglo xv (1): Alonso
Martínez de Toledo. Merecen señalarse en éste dos aspectos
bien distintos marcados en las dos direcciones en que
produce su labor literaria.
Alonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Tala vera, es
contemporáneo de Juan II y acaso de los últimos representantes
en la literatura castellana de la influencia oriental.
Es conocido, aunque no tanto cual se debiera, como el
primer prosista castellano entre los de la primera mitad del
siglo XV. Sus obras son: La atalaya de las crónicas, compendio
de historia de España, desde los tiempos de los
godos (rey Walia) hasta Don Juan II (1445); Vidas de <:yan
Isidoro de Sevilla y de San Ildefonso de Toledo, acompañando
a ésta un tratado sobre la perdurable virginidad
de María, con datos tomados de dudosos santorales de
la Edad Media.
La obra que inmortaliza al segundo Arcipreste es el
Corbacho, la mejor pintura de costumbres anterior a la
época clásica. En este singular libro el Arcipreste fué el
único moralista satírico, el único prosista popular, el único
pintor de la vida doméstica en tiempo del Rey Don Juan.
Gracias a él, como dice Menéndez y Pelayo, la lengua
desarticulada y familiar, la lengua elíptica, expresiva y
donairosa, la lengua de la conversación, la de la plaza y
el mercado, entró por primera vez en el arte, con una biza-
(1) Acaso en 1474.
114 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
rría, con un desgarro, con una libertad de giros y movimientos
que anuncia la proximidad del grande arte realista
español. El instrumento estaba forjado: sólo faltaba que
el autor de La Celestina se apoderase de él, creando a un
tiempo el diálogo del teatro y el de la novela.
Hay diferentes ediciones del Corbacho, que originan
dudas acerca del verdadero nombre del libro; el más autorizado
es el de Reprobación del amor mundano (1). La
obra consta de cuatro partes. En la primera se habla de la
reprobación del loco amor; en la segunda, de las condiciones
de las viciosas mujeres; de la tercera puede decirse
que es un tratado de fisionomía fisiológica, y la cuarta
traía de la significación que se daba a los planetas y estrellas,
cosa que, según afirma y prueba el Arcipreste, estaba
condenada por la Iglesia.
La obra no tiene unidad alguna aparente. Es, a manera
de las pláticas de visita y plazas sin orden ni traba, siempre
el mismo tema: los asuntos de actualidad, sobre los
que reflexiona ingenuamente el cáustico clérigo con la
llaneza del que nada le asusta, porque de esas miserias
está muy al tanto, y aun cuando salga el ceqsor alguna
vez, más parece murmurador que moralista. Hase comparado
a Martínez de Toledo con Juan Ruiz (el Arcipreste de
Hita), y, a la verdad, que son genios muy semejantes,
pues si e’ste tiene más punzante sátira, el de Talavera es
de tan fina ingeniosidad malévola como su colega, y acaso
le sobrepuja, como más genuino representante de las formas
populares de la lengua de Castilla (2).
(1) Con el doble título de Corbacho o Reprobación de amor mundano,
lo publicó en 1901. la Sociedad de Bibliófilos Españoles, dirigida
por Pérez Pastor.
(2) Hay una corriente opinión que relaciona el libro del Arcipreste
con el Corbaccio o Laberinto d’Amore de Boccaccio. El Arcipreste
conoció sin duda ese libro, pero no parece que se propusiera imitarle;
no hay más que ver la distancia que hay de uno a otro en cuanto al fonÉPOCA
preclásica: JUAN 11 115
La didáctica doctrinal.—Está representada hacia mediados
del siglo XV por el bachiller Alfonso de la Torre, muerto
en 1461. Este escritor significa en Castilla el deseo de
exponer de una manera enciclopédica los conocimientos
filosóficos, siendo su principal gloria el haber usado el
lenguaje vulgar. Fué enemigo de Don Alvaro de Luna, por
lo que hubo de acogerse al reino de Navarra, donde escribió
su Visión delecíable, libro en el cual compendió todos
los conocimientos escolásticos de la época, para la educación
del Príncipe de Viana.
La forma no es la didáctica, sino la alegórica, interviniendo
personajes fantásticos que representan las artes y
la virtud, trabándose entre estos personajes una acción
muy sencilla, que constituye una novela, en cuya alegoría
no hay ninguna influencia dantesca. Demuestra La Torre
profundo conocimiento de la filosofía semítica, no está
desprovisto de ideas originales y escribe con un estilo
muy erudito y algo fastidioso; pero su lenguaje es digno
de estudio y alabanza, siempre que se tenga en cuenta que
La Torre era un latinista y hubo de procurar latinizar la
lengua popular (1).
do; el Laberinto es un libelo, el libro del Arcipreste, no. Este punto lo
tengo tratado en mi trabajo sobre La Perfecta Casada, páginas 13 ai
15. Madrid, 1912 Sin embargo, es evidente que Juan Ruiz conoció varias
obras del autor italiano, como Cayda de Príncipes y aún el Decameron.
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXVI.
ÉPOCA DE ENRIQUE IV
V RE^ES CñTÓLIC05
Los cancioneros.—Puede decirse que esta época es la de
las antologías poéticas, pues apenas si hay vate del
siglo XV que no figure en alguna de estas colecciones,
cuando con las obras de un solo poeta no se ha hecho un
cancionero especial. Los más importantes son el llamado
Cancionero de Londres, publicado en 1895, el cual guarda
más de trescientas composiciones de setenta y nueve autores,
en su mayor parte contemporáneos de Enrique IV y
de Isabel I. Muchas veces, las poesías que figuran en un
cancionero se encuentran también en oíros contemporáneos:
así en el Cancionero de Oñate, en el de Zaragoza,
en el de Consfanfina, perteneciente ya este último a los
primeros años del siglo xvi. El más importante es el Cancionero
general, de Hernando del Castillo—1511—pues
contiene cerca de un millar de composiciones, y aun pasan
de este número en las reediciones de 1557 y 1575 (1). El
llamado Cancionero de Resende se publicó en Lisboa
en 1516 y contiene poemas portugueses y castellanos, o,
mejor dicho, obra de poetas portugueses que componían
(1; Estas son ediciones de Amberes.—«Bibliófilos Españoles», tomo
118 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS ^
en su lengua y en la de Castilla, caso muy frecuente hasta
después de Camoens, sin que falte honrosa representación
castellana con Juan de Mena, Manrique, Antón de
Montero y algunos más.
Poetas españoles en Italia.—A mediados del siglo xv se
reunieron en Ñapóles gran número de poetas españoles
que formaron la corte de Alfonso V de Aragón en aquella
región italiana, figurando la mayor parte de ellos en los
cancioneros: Cancionero general, de Hernando del Castillo,
y su derivado el Cancionero de obras de burlas provocantes
a risa (1519), y el Cancionero de Stúñiga, compilación
hecha en Ñapóles, aunque impresa posteriormente.
Todos los poetas en ellos incluidos sostienen la tradición
cortesana con su amaneramiento y artificio; merecen
citarse el catalán Pedro Torrellas, por su musa satírica
y procaz en las Coplas de las calidades de las donas.
Juan de Villalpando, nacido en Aragón, ocupa lugar en
el Cancionero de Stúñiga, y Juan de Dueñas, que es un
dantesco por la influencia de Juan de Mena, bien patente en
la Nao de amor.
Juan de Tapia y Juan de Andújar dedican sus poesías a
adular a Alfonso V; el primero celebrando a Lucrecia
Aniano, favorita del Rey, y el segundo dedicando sus
Loores al Señor Rey Don Alfonso.
Destaca, entre todos los poetas españoles en Ñapóles,
Carvajal, que logró versificar tambie’n en lengua italiana.
Figura en el Cancionero de obras de burlas, un tal Juan
de Valladolid o Juan Poeta, el cual en las pocas poesías
que de él se han conservado, se muestra más a propósito
para autor de libelos que de poemas, anunciando ya la
sátira violenta de las Coplas del provincial. Otros poetas
constan en estos cancioneros y pertenecen a aquella época,
como Juan Ribetes, Fernando de la Torre, Juan de
ÉPOCA preclásica: ENRIQUE IV 119
Moncayo, Hugo de Urries y el gran poeta y prosista Pedro
Manuel de Urrea (1).
De 1404 a1477 vivió Antón de Montoro, a quien se conoce
con el nombre de El Ropero de Córdoba, pues era
sastre. Es poeta de verdadero mérito, pero su sátira es
feroz y cínica a veces. En fin, hoy se puede formar juicio
de este singular autor leyendo su Cancionero, que reunió,
ordenó y anotó, en 1900, D. Emilio Coíarelo.
Poesía satírica anónima.—A principios de la segunda mitad
del siglo XV aparece la formidable diatriba política contra
hombres y mujeres, sin respeto ni a estado ni a profesión,
que se conoce con el título de Coplas del Provincial. No
se ha podido saber quién sea autor o autores de tan grosero
desahogo; lo que sí consta es la sorpresa que causaron
entre los desmedrados cortesanos de Enrique IV, al
que supone Provincial de una Orden, Visitador de un convento,
donde los frailes (los cortesanos) son tan depravados
que le obligan a las más duras—groseras—increpaciones.
Son también de autor desconocido las famosísimas
Coplas de Mingo Qevulgo, en las cuales dos personajes,
Mingo Revulgo y Gil Arribato, censuran acremente,
sin llegar a la bajeza anterior, a todos los culpables
de los males que afligieron a España por los pecados de
Enrique IV y de sus cortesanos. Finge el autor, según
creyó Hernando del Pulgar, que un pastor, Gil Arribato,
preguntaba a Mingo, el pueblo, cómo es que se encontraba
de tan mala manera. Mingo Revulgo contesta que si se
ve tan desventurado la culpa es del pastor, que, abandonando
a su ganado, no piensa más que en los placeres,
0) Cancionero de Lope de 3/íÁ/7/o-a.— «Colección de libros españoles,
raros o cur¡osos>, tomo \V . — Cancionero de obras de barias provocantes
a risa, edición de Usoz. Londres, 1841.
120 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
sin dársele un ardite de las obligaciones contraídas con
sus ovejas, o sean los vasallos (1).
Por los años de 1445 a50 se escribieron las Coplas de
¡Ay panadera!, cuyo autor tampoco es conocido, pues la
atribución a Juan de Mena, a Rodrigo Cota, etc., no parece
fundamentada. Trátase de una sátira política de acritud extraordinaria,
aunque más correcta que la del Provincial.
Otras muchas invectivas corrieron en estos días como las
también anónimas Contra el mal gobierno de Enrique IV.
La poesía satírica tiene por esta fecha de fines del
siglo XV su último representante en Hernán Mexía, autor
de la enérgica y desenvuelta sátira Defectos de las condiciones
de las mujeres (2).
La poesía moral y filosófica. —Juan Alvarez Gato, que vivió
desde 1453 al 96, tiene ya compiladas todas sus obras conocidas
(3) y por ellas puede reconocerse que los honores
a él dispensados por Juan II y Enrique IV no fueron injustos.
El primero de estos reyes le armó caballero, ciñéndole
la propia real espada..
Las poesías de Alvarez se dividen en coplas de mocedades,
espirituales y contemplativas. Como poeta erótico es
de lo más ingenioso del siglo xv; domina además las formas
métricas con notable perfección, y hace gala de una
alegre y filosófica ironía que encanta. Gómez Manrique
dijo de él que fahlaba perlas y plata, y aun abusando d.e
la alegoría, defecto corriente en su época, no es de ios
poetas más obscuro»: ejemplo, aquellas severas coplas en
las cuales Alvarez Gato responde a su amigo Mexía, que
(1) Coplas de Mingo Revulgo. «Antología de poetas líricos castellanos
», tomo III.
(2) Véase el tomo XIX de «Nueva Biblioteca de Autores Españoles»:
Cancionero castellano del siglo XV. Edic. de Foulché-Delbose.
(3) Véase el Cancionero de Alvarez Gato, impreso por Cotarelo,
ÉPOCA preclásica: ENRIQUE IV ‘ 121
le consulta «como al físico el doliente», para que le declare
la causa de tantos jnales en la sociedad. En toda su obra
es el poeta severo censor de la corrupción de sus días, de
la que, al menos espiriíualmeníe, se libra. Como poeta popular
nos restan sus villancicos, dignos de Juan del Encina
y precursores de los de Lope.
Grande fama hubiera tenido Gómez Manrique (1419 a
1491) si los nombres de Saníillana y jorge Manrique no le
hubieran sobrepujado en la inspiración lírica. La obra literaria
de este poeta, que se halla en su Cancionero es
muy variada, y refleja una constante preocupación moral
en su autor, haciendo de sus poesías un verdadero requerimiento
a pensar sobre lo fugaz de esta vida (de la que
tiene un concepto austero y grave, en ocasiones hasta
tétrico y sombrío) y en su consecuencia, a enderezar las
acciones a un fin más noble y elevado, explicable porque
su alma selecta no se avenía con el ambiente de corrup-
<:ión (1).
Por otro lado, fué, como Ayala y oíros predecesores y
continuadores de esa tendencia, un fiel discípulo de filósofos
y moralistas, enumerados por él en su testamento; y
como poeta fueron sus maestros Santillana y Mena, sin
que ni unos ni otros anublen la persoriaiidad definida y
original de Manrique. Dantesco unas veces, libre otras de
la moda imperante, es siempre excelente poeta, aun en las
poesías eróticas, probables pasatiempos, de los que pueden
citarse Batalla de amores. Clamores para los días de
Ja semana, etc., etc. Aun en esta poesía de amores y galanteos
tiene fragmentos que le elevan sobre todos los
poetas contemporáneos. Su musa elegiaca es honda y
sentida en la composición a la Defuncción del noble caballero
Garci Lasso de la Vega, y muy afortunada en las
(t; Cancionero de Gómez Manrique, zú\i por Paz y Meliá—«Cojccción
de Escritores Castellanos», tomos XXXVI y XXXIX.
122 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
poesías humorísticas imitadas de Antón de Montoro.
Vuelve a levantarse austera y didáctica. en las magistrales
Coplas a D. Diego Arias de Avila, en cuarenta y siete estrofas
que guardan cierto parentesco con las famosísimas
de jorge Manrique.
A los toledanos dirigió aquel memorable discurso que
Pulgar inserta en su Crónica, donde campea el más sano
y vigoroso espíritu democrático, marcando a todos cómo
las buenas acciones son las que ennoblecen a los hombres,
y no el linaje. En la historia del teatro español merece
honroso puesto nuestro poeta por su Representación
del nacimiento de Nuestro Señor, obra que escribió para
ser representada en el convento de Calabazanos, donde
estaba su hermana de abadesa. Por esta obra, la primera
que es verdaderamente representable, será Manrique predecesor
de Encina y Gil Vicente (1).
Insigne poeta lírico castellano del siglo xv es Jorge
Manrique (1440 a 1478), sobrino del anterior. Su obra más
conocida son las inestimables coplas A la muerte del
maestre de Santiago D. Rodrigo Manrique. ¡Qué sensata
y conmovedora filosofía la que se desprende de aquellas
continuadas reflexiones, siempre en el mismo tono de plácido
e íntimo dolor, cual corresponde a una pena hondamente
sentida. No sabemos si la originalidad de Jorge
Manrique es tan cabal como hasta no ha mucho se había
pensado; pero lo cierto es que si hay alguna imitación, es
tan original y sincero en el sentimiento, y hasta la forma
métrica es tan apropiada para la elegía, que no dudamos
en colocar esta composición a la cabeza de la mayor parte
de las obras de su siglo, y aun entre las primeras de todas
las literaturas.
(1) Para facilitar el conocimiento de estos poetas, de no tener a mano
las ediciones que se citan, puede leerse nuestra Antología de textos
castellanos (siglos xui al xx), 2 aedición, Madrid 1920.
ÉPOCA preclásica: ENRIQUE IV 125
Lope dijo de ella que debía esíar escrita en letras de oro;
Mariana la calificó de trova muy elegante en la que hay
virtudes poéticas y ricos esmaltes de ingenio y sentencias
graves a manera de endecha, y multitud de poetas españoles
y extranjeros las han glosado (1).
Discípulo de Gómez Manrique fué un andaluz Pero Guillen
DE Segovia (1413 a 1475), del cual se encuentran en el
Cancionero general una traducción poética de siete salmos
(Salmos penitenciales), feliz intento de traer a la
poesía castellana la inspiración bíblica. Compuso también
un diccionario de consonancias para el auxilio de los trovadores,
el cual no ha sido impreso y se titula La Gaya de
Segovia o Silva copiosísima de consonantes para alivio
de trovadores.
(1) Véase Coplas por la muerte de su padre, edición crítica, publicada
por R. Foulché-Delbosc— «Biblioteca hispánica», un tomo en 8 o,
«Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXV.
Los dos Manrique, Alvarez Gato, Segovia, pueden leerse en «Antología
de poetas líricos. .», tomo III.
124 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
II
La didáctica moral e liistórica.— Esiá representada en esta
época por escritores como Juan de Lucena, Enríquezdcl
Castillo y Alfonso de Palencia, etc. Juan de Lucena ha estado
pasando largo tiempo por autor de una obra, que es
original del genove’s Bartolomé Fazzio, y titulada de Felicítate
Vitee, la cual puso Lucena en castellano, mediante
una traducción muy libre, con el nombre de Vita Beata, en
la que pretende probar que la felicidad no se encuentra en
ninguno de los estados de esta vida, sino solamente en la
bienaventuranza de Dios. Sustituye Lucena a los personajes
del original con tres de los más ilustres de la literatura
castellana hasta el siglo xv, época en la que escribía nuestro
autor (1463). Dichos personajes, interlocutores en el
diálogo que se finge en la obra, son: el Obispo Cartagena,
el Marqués de Santillana, Juan de Mena y el mismo
Lucena (I). Grande debió ser la estima en que se le tuvo
€n Castilla, pues se le permitió escribir con mucha libertad
y llegó a ser cronista de los Reyes Católicos. En la obra
de Lucena se leen gran número de italianismos y latinismos,
merced a su permanencia en Roma, donde llegó a
protonotario del Papa Pío 11.
Diego Enríquez del Castillo, muerto en 1470, es el
autor de la Crónica de Enrique IV. Ejemplo de fidelidad a
su Rey, supo dar cuenta de aquella época calamitosa, poniendo
siempre en la pluma valientes palabras para defen-
(I) Véase edición de Paz y Mella: Libro de Vida beata —«Sociedad
de Bibliófilos españoles», volumen de Opúsculos literarios de los siglos
XIV a XVI.
ÉPOCA preclásica: ENRIQUE IV 125
dcr a su señor. Como obra literaria, esta Crónica peca de
algo declamatoria, pero está escrita con esmerada corrección
y aun sobra de artificio en el lenguaje. Estamos en los
días de Alfonso de Palencia y de todos los enamorados de
la sintaxis latina, y había que dar prueba de erudición y de
renacimiento, y Enríquez era hombre instruido y cortesano
(1).
Alonso de Palencia (1425-1492) es el gran maestro de la
lengua castellana, como la entendían los eruditos de la
época. Autor de un Universal vocabulaiio, es éste el primerdiccionario
latino espafiol, que Lebrija superó despue’s;
pero en cambio oíros libros de Palencia, como la Batalla
campal entre los lobos y los perros, que es una muy
animada parodia, y la Perfección del triunfo militar {2),
en la cual celebra la disposición de los españoles para la
guerra, salvan el nombre de su autor, sin necesidad de
acudir a la Gesta tiispaniensi, que compuso en latín. El
estilo de Palencia peca de erudito, y el lenguaje de latinizado,
como lo era por su cultura de traductor de Plutarco y
josefo y por oficio, pues desempeñó el cargo de secretario
de cartas latinas de Enrique IV.
Una narración muy interesante es la Relación de fechos
del Condestable Miguel Lucas de tranzo, que compuso
acaso un tal Juan de Olid en tono pintoresco, aprovechando
la vida aventurera del Condestable para dejar un interesante
cuadro de la época.
Autor de un libro que tituló Valerio de las estorias escolásticas
de España es Diego Rodríguez de Almela (1426-
1492). Imitando a Valerio Máximo es historiador, si no
científico, al menos con aspiraciones de moralista. Tambie’n
se le debe una Compilación de las batallas campales
k\) Véase «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXX.
(8) Batalla campal y Perfección del triunfo militar, se tiailan e»
‘Libros de Antaño», tomo V.
126 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
de España, y sin duda su fin fué redactar algo como libro
de texto, el cual, en efecto, tuvo éxito feliz.
En tiempo de los Reyes Católicos adquiere celebridad
un hombre extraño, que se llamó Mosen Diego de Valera
(1412-1487). Es más famoso caballero andante que escritor,
con serlo bajo esta forma mucho. Peleó toda su
vida, ya en España, ya en Bohemia, ya contra la privanza
de Don Alvaro y contra los abusos de la corte. En sus memorables
Epístolas respira el carácter oposicionista que le
distinguió toda su vida, asemejando estas cartas políticas
a verdaderos artículos periodísticos, donde no faltan ni el
carácter de actualidad, ni el nervio, ni la fogosidad propia
de tales escritos. Sus obras más conocidas son las históricas,
entre las que descuella su Crónica Valeriana o
abreviada, que fué el verdadero libro de texto de la época.
Sus fuentes en las dos primeras partes son obras latinas
y francesas; en las dos últimas, que se ocupan de la historia
de España, se inspira en el texto de Don Alfonso X,
claro que no en el primitivo, que se desconocía, sino en el
refundido en 1544, y se detiene mucho en narrar y poetizar
hechos como los de la Cava, del Cid, etc. Como continuación
de la Crónica de Don Juan II escribió Valera el Memorial
de diversas tíazanas o Crónica de Enrique IV.
Sus otras obras son: Defensa de las virtuosas mujeres.
Espejo de verdadera nobleza, Ceremonial de Príncipes,
Tratado de los reptos y desafíos (curiosa por ser un formulario
de torneos), Doctrinal de Príncipes; un tratado de
filosofía moral es el libro Providencia contra fortuna, y el
titulado Genealogía de los Peyes de Francia es otro libro
cuyo objeto en ese título queda manifiesto. Sin embargo,
siendo grande su mérito en toda ocasión, es mucho mayor
en sus notables epístolas a Enrique IV y a los Reyes Católicos
(1).
(1) Esas cartas figuran en cl volumen XVI de la «Sociedad de B¡-
ÉPOCA preclásica: reyes católicos 127
Cronista de los ahora citados y biógrafo excelente es
Hernando del Pulgar (1455-1495). Su Libro de los claros
varones de Castilla es una serie de retratos admirables,
según el modelo de los de Pérez de Guzmán. Como historiador
alcanza menos mérito en su Crónica délos Reyes
Católicos, donde si abundan la gracia y arte narrativos,
falta la severidad científica. Sus Cartas o Letras son también
dignas de recordación (1).
Historiador más ingenuo es Andrés Bernáldez, cura de
los Palacios, muerto en 1515, cronista de los Reyes Católicos,
y uno de los pocos de aquella época que escribieron
en lengua vulgar. Aunque fué ayo del Príncipe Don
Juan, no fué poeta oficial ni cortesano y conservó más la
ingenuidad de los cronistas de la Edad Media escribiendo
de una manera llana y natural. Tiene la ventaja, sobre Pulgar,
de abarcar más tiempo que éste, puesto que alcanza
hasta 1515, y Pulgar no llega más que hasta la toma de
Granada. No llevó otro objeto Bernáldez que consignar
los sucesos que él había presenciado; pero de ninguna
manera una intención literaria.
Su crónica tiene más bien carácter de Memorias y es
muy copiosa en todo aquello de que él pudo ser testigo, y,
especialmente, en lo que se refiere a la estancia de los
Reyes Católicos en Sevilla, a la guerra de Granada, al
Marqués de Cádiz (para cuya glorificación está escrita la
obra) y en todo lo que se refiere a Cristóbal Colón, que
fué muy amigo suyo y su huésped. En algunas cosas escribe
por referencias; mas en lo verdaderamente interesante,
como la expulsión de los judíos, la implantación de la
bliófllos españoles», con este título: Epístolas enbiadas en diversos
tiempos e a diversas personas. El Memorial de diversas hazañas
está en el tomo LXX de la «Biblioteca de Autores Españoles».
(1) La Crónica está en el tomo LXX y las cartas en el XIII de la «Biblioteca
de Autores Españoles». Los Claros varones en la edición de
Llaguno, 1775.
128 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Inquisición y en los sucesos que se refieren a Cristóbal
Colón, etc., habla como íesíigo presencial. Los me’ritos lilerarios
de esta crónica son superar a las anteriores en el
plan, y tambie’n estar escrita en un estilo más anim.ado, logrando
despertar su lectura sumo interés por la forma y
por los asuntos que narra (1).
Puede considerarse como historiador, aunque de un
modo incidental, a Cristóbal Colón, que en sus Cartas a
los Reyes Católicos da cuenta de los países descubiertos
y de los viajes que realizó.
La imprenta en España.— Uno de los sucesos más importantes
en la historia de la Literatura española tiene lugar
precisamente en el mismo año 1474 en que los Reyes Católicos
llegan al trono de Castilla. El primer libro impreso
parece que fué uno en honor de la Virgen María que
apareció en Valencia (1474), con el título de Obres o /robes
en lahors de la verge María y se trata de una especie de
cancionero sagrado que está formado por cuarenta y
cuatro poeías catalanes o valencianos, en su mayor parte,
sin faltar breve representación en lengua castellana. A la
ciudad de Valencia corresponde, pues, la gloria de haber
sido la primera en acoger el arle maravilloso de la imprenta
y el nombre del primer impresor Lamberto Palmarí debe
consignarse aquí; sucédense inmediatamente las imprentas
en Barcelona y Zaragoza, Sevilla (1476) y Salamanca
(1480), Zamora (1482) y Toledo (1485), Burgos y Murcia
(1487). y no es lo que más admira esta profusión de ciudades
que aceptan rápidamente el invento, sino que es mucho
más digno de admiración el número pasmoso de libros
que se editan en unos veinticinco años y el primor y lujo
de esas impresiones, tanto en las obras latinas, como en
las escritas en lenguas romances.
(1) Historia de los Reyes Católicos… cSociedad de Bibliófilos andaluces>,
2 tomos y «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXX.
ÉPOCA preclásica: reyes católicos 129
Ili
El romance. -La palabra romance en un principio designaba
cualquiera obra escrita en la leiígua vulgar (1); aún
Santa Teresa, en el Libro de su vida, lo emplea así; pero
ya mucho antes, hacia el siglo xiii, el vocablo romance
adquiere en las lenguas novolatinas otra significación
más. En España comienza a usarse como equivalente de
cantar. De ahí vino la palabra a tener su sentido actual de
composición líriconarrativa, que, siendo eminentemente
popular, acepta el metro más sencillo al oído castellano,
el octosílabo asonantado.
Los romances primitivos, de los cuales apenas queda
rastro, son una forma popular de la tradición, la leyenda
y la historia patria; sus cultivadores fueron personas de
condición humilde; en Castilla, ios Juglares, quienes,
abreviando a su placer las gestas y la metrificación, corrían
los pueblos con sus romances y eran solicitados en
toda fiesta para diversión generaL Hubo ocasiones en que
ya no sólo eran producto de la musa popular, sino que
también los poetas, de quienes los jugiareslo solicitaban,
accedían gustosos a componer esos romances; el mismo
Arcipreste de Hita así lo declara.
Ajenos estos poemas de toda pretensión literaria, no
han llegado a nosotros cuáles fueron en su primitiva redacción.
Los llamados hoy romances viejos, tales como
los poseemos, pocos parecen anteriores a la segunda mitad
del siglo XV, aunque muchos de ellos tienen su origen
(I) Y en este sentido la hemos usado en todas las primeras páginas
de este libro: el romance es lo mismo que la lengua vulgar.
9
150 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
en oíros de íradición oral mucho más antiguos. Trasmitidos
oralmente y sin escribirse, deben haber experimentado
hondas alteraciones. El juglar u hombre del pueblo, que
recordaba fragmentos de una gesta, hoy lo cantaba de un
modo, mañana lo alteraba, o lo añadía, o !o cortaba; y el
pueblo y los oíros jug/ares que le oían, al repetirle lo cambiaban
a su antojo, llenando los huecos de lo que faltaba
a la memoria, comoDios y su ingenio les daba a entender.
Así se formaron los romances y del mismo modo se transformaron
ellos mismos (1).
La moda de remedarlos nació a mediados del siglo xvi,
y los autores de tales composiciones afectaban el estilo,
lenguaje y ruda expresión de los romances primitivos y de
los viejos de tradición oral, exageraban sus barbarismos
y solecismos, pero los privaban de la sencilla espontaneidad
propia de los originales. Estos remedos eruditos se
llaman antiguos o refundidos.
Por su asunto, los romances se suelen dividir en históricos,
caballerescos, fronterizos, varios y épicos o vulgares,
añadiendo algunos \os pastoriles.
Los tiistóricos, como su nombre lo indica, recuerdan
hazañas, principalmente de la guerra contra los moros;
su asunto suele ser el Rey Rodrigo, Bernardo del Carpió,
Fernán González, los Infantes de Lara, el Cid, etc. Pueden
considerarse como una generación déla épica de las g^es/as.
Los romances caballerescos proceden de las novelas y
libros de caballerías, y están tomados de los ciclos bretón,
carolingio y grecoasiático, siendo posteriores en su
aparición a los históricos. Son, por lo común, bastante
largos; con la particularidad de ser los más extensos los
de mayor mérito, cual sucede con el del Conde Dlrlos.
que consta de unos mil trescientos versos.
(1) Son palabras de D Agustín Duran en su prólogo al Romancero
y no han perdido aún su valor.
ÉPOCA preclásica: reyes católicos 151
Los fronterizos y moriscos nos pintan las costumbres
de los moros andaluces: su carácter, sus fiestas, su civilización
y multitud de aspectos de la vida de relación entre
moros y cristianos. Aquéllos parecen los más antiguos.
Romances varios se llaman los no comprendidos en las
anteriores denominaciones. Se distinguen por predominar
en ellos el elemento lírico y ser sus asuntos morales, religiosos,
amorosos, satíricos y burlescos, a la vez que
por una seductora sencillez de pensamiento y de expresión,
unida a cierta travesura maliciosa que no se halla en ninguna
otra poesía popular. Estos poemas, que traen a la
memoria, con frecuencia, la musa ligera del Arcipreste de
Hita, constituyen una sección numerosa, y no la menos
atrayente de los primitivos romances.
Romances vulgares suelen llamarse a los más modernos
y aun contemporáneos, narraciones populares de que
gusta el vulgo y cuyos asuntos suelen ser historias de
amor, historias de santos y de héroes, de bandidos, de
viajeros y exploradores, los crímenes más sensacionales,
etc., etc.
El positivo valor de estas formas populares no siempre
fué reconocido; pero llegó un día en el que los grandes
poetas de principios del siglo xvii los cultivaron con amor,
produciendo los llamados romances artísticos, con mil
diversos asuntos, principalmente moriscos y pastoriles;
aparecen estos últimos con gran riqueza después de la revolución
iniciada por Boscán, por más que esta forma
pastoril tiene precedentes en nuestra literatura: v. gr.: las
Coplas de Mingo Revulgo.
Lo más interesante de todo el romancero son, sin duda,
como vislumbraba Duran, los romances viejos, pequeños
poemas episódicos, desprendidos o extractados de las
canciones tie gesta, yuxtapuestos unos a otros, o que permanecen
aislados. Así se formarían los romances viejos
derivados de las gestas del Sitio de Zamora, de los Infan132
LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
íes de Lara, del Cid y de Fernán González, etc., de los
cuales, así como de algunos de esos poemas, no queda
más rastro que las Crónicas (donde se prosificaron primero
las gestas y de donde acaso salieron después los
romances), y, por último, las refundiciones artísticas de
los siglos XV y XVI. El romancero toma también sus héroes
de la historia contemporánea, de los sucesos de los siglos
XIV y XV (romances del Rey Don Pedro, Doña Blanca,
Doña María de Padilla, etc.), y en virtud de las relaciones
con los moros surgen los romances fronterizos, que degeneran
en los moriscos, obra ya de los poetas de los
siglos XVI y XVII. Afirmado que el romancero se deriva de
nuestra épica de los siglos xii y xiii, como saldrá de aquél
el teatro del siglo de oro en gran parte, cabe decir que si
no es él mismo una epopeya, sí la supone y la confirma;
ella es nuestra gran epopeya de las gestas, con vitalidad
bastante, como verdadero tronco épico, para bifurcarse
lozano en el romancero y en el teatro (1).
Los romanceros.— Los más antiguos romances se hallan
coleccionados en el Cancionero de Fernández de Consíantina
(2), en el Cancionero general de Hernando del
Castillo (1511), y muchos se imprimieron en el siglo xvi en
pliegos sueltos. El Cancionero de romances, que publicó
Martín Nució (1550), y la Silva de romances, que coleccionó
Esteban de Nágera y se imprimió en Zaragoza
(1) La teoría que hace derivar nuestros romances de las gestas no
ha sido por todos recibida. Probablemente, no en cada romance se popodría
llegar a encontrar su fuente en canciones de gesta; pero lo que
sí parece indudable es que salvando los imaginativos, todo romance
que tiene asunto histórico o legendario proviene de un tronco épico que
se vulgariza o del relato de una crónica que se hace popular.
(2) Más antiguos parecen uno de Rodríguez de la Cámara o de Padrón
(1440?) y dos de Carvajal, que figuran en el Cancionero de Stúñiga.
ÉPOCA preclásica: reyes católicos 153
en 1550. Timoneda formó Xñ^Rosa de romances (1573).
El Romancero General (1600) y Primavera y flor de romances
(1621), fueron publicados durante el primer tercio
del siglo XVII, y también algunos de asuntos particulares,
como Romancero del Cid, de los Infantes de Lara, de los
doce Pares de Francia. Son del siglo xix la colección de
Jacobo Grimm Silva de romances… Viena (1815) y el Romancero,
de Duran {\^b\)\ La primavera y flor de romances,
de Wolf y Hoffman (1856), y la que figura con adiciones
en la Antología de poetas líricos castellanos, de Menéndez
y Pelayo, tomos VIII al X. Los tomos XI y XÍI dan
lugar a los romances viejos (1).
Los poetas que aceptan las formas populares.— El Marqués
de Santillana, no obstante su exquisito gusto artístico,
había repudiado por villanas las combinaciones métricas
de la musa popular; pero en ese tiempo ya, escogidos
poetas las adoptan, y así vemos a Fray Iñigo de Mendoza
que escribió (1482) en coplas la vida de Cristo (Vita
Christi), y en su Cancionero piadoso sigue la misma
traza (2).
Otro poeta, Fray Ambrosio Montesino, protegido de la
Reina Católica, continúa con tan excelente propósito en
su Cancionero de diversas obras de nuevo trovadas
(1508), y aun parece que le debemos algún romance devoto
y otros profanos muy bellos (5). Fué traductor de otra
Vita Christi, de Landulfo de Saionia, monje cartujo, y la
traducción es modelo de prosa castellana.
(1) Hay más coicciones que las citadas. Ya en el mismo siglo xvi
Alonso de Fuentes publicó en Sevilla (1550) una colección de cuarenta
romances; Lorenzo Sepúlveda imprimió en Amberes il551i su Romancero,
Pedro de Padilla otro en Madrid (1583), etc., etc.
(2) Véase Cancionero Castellano del siglo xv en «Nueva Biblioteca
de Autores EspañoIes>, tomo XIX.
(3) Este Cancionero está en el tomo XXXV de la «Biblioteca de Autores
Españoles». Véase también «Antología de poetas líricos», t IV.
IV
La escuela alegórica y sus últimos representantes.— Merecen
citarse entre los poetas que alcanzan ya el siglo xvi, a
Padilla y a Sánchez de Badajoz.
Juan de Padilla (1468-1522) suele ser apellidado el Cartujano.
Es muy exagerado el título de Dante español que
algunos admiradores le han aplicado, y con la misma exageración
ha habido quien le llama el Homero castellano, a
propósito de un poema que compuso, titulado Laberinto
del Marqués de Cádiz, pero no queda de él más que la
fama y la descripción material del libro. Monje, profeso ya,
escribió dos poemas religiosos: Retablo de la vida de
Cristo y Los doce triunfos de los doce Apóstoles’, siendo
esta obra extraordinariamente superior a la primera. Los
dos poemas están compuestos en estancias de verso dodecasílabo;
pero en Los doce triunfos marcha Padilla tras
las huellas de Petrarca y Dante, sobre todo de éste, logrando
alguna vez aciertos extraordinarios, como al describir
las penas que sufren en el infierno el Arzobispo don Opas,
las almas frías y tibias, el mercader avariento y el Papa
simoniaco (¿Alejandro VI?). Tanto por su instinto poético
como por su dicción cultísima, puede asegurarse que es
uno de los grandes poetas del siglo xv, aunque con la desgracia
de haber vivido retrasado de la corriente general en
su época (1).
Garcí Sánchez de Badajoz (1460-1526) es poeta famosísimo
por sus extravagancias o locuras, y reputado como
(1) «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo XIX: Cancionero
castellano del siglo xv.
ÉPOCA preclásica: reyes católicos 155
uno de los más finos amadores, al lado del cual son ya
cosa corriente las desventuras de Rodríguez del Padrón,
puesto que Sánchez de Badajoz parece que se volvió loco
víctima de una pasión desdichada. Sus poesías no están
hoy coleccionadas: figuran algunas en el Cancionero general
y de ellas es notable los Visiones de Job apropiadas
a las pasiones de amor, parodia del Libro de Job y el
Sueño que soñó. Es esta última una bellísima composición
donde hay una hondísima poesía, que está por encima de
la de todos o casi Iodos los poetas dei Cancionero. El
romanticismo más subjetivo ha tenido pocas veces tan
feliz expresión como en esta poesía, donde el autor presencia
en vida sus propios funerales. Como poeta dantesco,
tiene Sánchez el Infierno de amor; pero su fama aquí
queda eclipsada por sus extravagancias, salvándole los
méritos de versificador afortunado (1).
Autor de canciones algo conceptuosas, pero muy lindas,
es el valenciano Juan de Escrivá. que en Italia dulcificó
su inspiración, patente en algunas composiciones del Cancionero
general, y en la celebérrima, tantas veces comentada,
Ven, muerte, tan escondida (2). Como poeta erótico
tiene un diálogo, en prosa y verso, \\\\i\^áo Queja de su
amiga al dios Amor.
Los ensayos dramáticos.—Para algunos, La Celestina es
ya toda una obra teatral; en el fondo y en el valor es cierta
la creencia, pero hablando en rigor no podrá sostenerse
(1) Véase «Antología de poetas líricos», tomos IV y VI y e! Cancionero
del siglo XV.
(2) La canción glosada por Lope, y recordada por Cervantes y
Calderón, dice así: Ven, muerte, tan escondida— que no te sienta conmigo—
porque el gozo de contigo—no me torne a dar la vida —Ven
como rayo que hiere,—que hasta que me ha herido-no se siente su
ruido,-por mejor herir do quiere:—Así sea tu venida—si no, desde aquí
me obligo— que el gozo que habré contigo—me dará de nuevo vida.
esto, y para señalar la iniciación dramática conocida ai
final del siglo xv hay que acudir a otros nombres. Uno de
ellos es el de Rodrigo Cota de Maguaque, quien murió en
1495. Este autor salvará su nombre por el famoso Diálogo
entre el Amory un Viejo, con el cual hay ya un verdadero
antecedente de gran mérito para el teatro español, aunque
probeblemente el Diálogo no se representó nunca, pero, no
obstante, es esencialmente dramático, aun sin condiciones
que le hicieran representable. Es de un carácter satírico,
encarnado en la burla que el Amor hñce del Viejo, al cual
ha logrado convencer de que debe seguirle, y cuando éste
se ve rendido por el amor, búrlale su edad, incapaz para
tales aventuras (1).
Para encontrar a nuestro primer autor dramático hay que
acudir a un hombre que, aunque vive en el siglo xvi y en
él produce, pertenece al primer tiempo del Renacimiento,
al siglo XV. El es Juan del Enzina o de la Encina (1469-
1529).
Con justicia es reputado por uno de los fundadores del
teatro ibérico, aunque éste no debe su origen a nadie en
particular, siendo, por el contrario, producto de varios y
bien distintos elementos. Lo cierto es que Encina modificó
y combinó algunos de ellos, marcando nuevos rumbos al
infantil teatro español y dándole un sello de individualidad
que antes no tenía.
Parece que nació en Salamanca, en el lugar llamado
Encina, y en 1492 publicó su paráfrasis de las Bucólicas
de Virgilio, y después, para celebrar las glorias de los
Reyes Católicos, escribió el Triunfo de la fama; en este
tiempo ya había publicado casi todas sus poesías líricas.
Del servicio del Duque de Alba pasó a Roma, donde antes
(1) Véase el diálogo en «Sociedad de Bibliófilos españoles», tomo I.
También en la «Antología» que se acaba de citar, tomo IV y en el Cancionero
castellano del siglo xv, tomo I!
ÉPOCA preclásica: reyes católicos 157
y después de ser sacerdote obtuvo gran favor en la corte
pontificia y logró aplauso con la representación de la comedia
Plácida y Viioriano, que hacía las delicias de los
divertidos huéspedes del Cardenal Arbórea, mientras Encina
estaba ya en Málaga con el cargo de Arcediano. Pasó
nuevamente en Roma todo el año 1515. En 1519 salió en
peregrinación a Tierra Santa, donde celebró su primera
misa, lo cual nos cuenta en su Trivagia, en 215 coplas,
que parece una fría crónica del viaje. Su Cancionero contiene
infinidad de poesías y un prólogo, Arte de la poesía
castellana, donde Encina da noticia de su teoría preceptiva,
que hace pueda ser considerado como un hombre del
Renacimiento, en lo cual se afianza más con la traducción
de las Bucólicas, de Virgilio. En ese Cancionero valen infinitamente
más las poesías profanas que las sagradas; en
aquéllas suele haber lozanía y delicadeza, salvando Disparates
trovados, en los que, por excepción, aparece como
poeta chabacano. Sus Villancicos son de lo más donoso;
muchos de ellos fueron puestos en música por Encina,
que si fué buen poeta, fué sin duda el más grande músico
de su tiempo. Sin embargo, su gloria está en la dramática,
en la cual aprovechó todo su saber mitológico, clásico y
tradicional: asila Égloga de Fileno recuerda a La Celestina,
la citada de Plácida y Vitoriano pinta los caracteres
de Venus y Mercurio, la de Cristino y Febea recuerda a
Rodrigo Cota; el Auto del Repelón tiene algo de la vida
popular que pintó Martínez de Toledo, etc. (1).
(1) Teatro completo, cdic de Asenjo Barbieri, Madrid 1893.— «Antología
de poetas líricos>, tomo V y Vil. – Cancionero musical de los siglos
xvy XVI—Ascnjo-1904.
En la linda colección de «Clásicos de la Literatura Española», que dirige
Bonilla y San Martín, encontramos algunos poetas de este período
como Cota, Iñigo de Mendoza, Sánchez de Badajoz, Manrique etc., t. X.
Poetas de los siglos xíii al xv.— Ruiz Hermanos, editores. Madrid-1917.
Libros de caballerías.— Mucho antes de que apareciese la redacción
definitiva (1) que en el año 1508 publicó en Zaragoza
Garci Rodríguez de Montalvo abundaban en España
narraciones coballerescas, desde la historia del caballero
Cifar (siglo xiii), y todas las leyendas caballerescas incluidas
en La gran conquista de Ultramar (2). Pero aun el
mismo Amadís era de antiguo familiar a los españoles,
pues Pero Ferrús, como vimos, le menciona en un desyr
del Cancionero de Baena, y el Canciller López de Ayala
cuenta en el Rimado de Palacio que ha leído el Amadís en
los años de su mocedad, y Francisco Imperial, en 1405,
menciona esta narración caballeresca, cuya redacción primera
nos es desconocida (3). Hay una tradición porluguesa
que achaca el libro a Vasco de Lobeira, opinión que
hoy ni se puede aceptar ni rechazar; solamente en el punía
de concretar el origen gallego o poríugue’s a Vasco surgen
algunas dificultades; no así el que fuera portuguesa la cuna
del Amadís, que luego se desarrolla en España; acaso otro
(I) En 1496 8C publicó en Sevilla una edición del Amadís, después
otras muchas. En algunas se llama a Montalvo, Garci Ordónez de
2i Es de sospechar también que narraciones ya antiguas en textos
aljamiados ingresaron plenamente en la corriente castellana como episodios
del Aleixandre, los Amores de París y Viana, la Doncella de
Arcayona, etc
(3) Es de notar también que la canción de Leonorcta: Leonoreta fln
(.por fina según Américo Castro) roseta ya figura anónima en el Ca/7-
cionero Colocci-Brancuti; aunque ésto poco probaría con respecto a
la antigüedad del Amadís, pues el mismo Montalvo podría haber incluido
esa antigua canción.
ÉPOCA pííeclásica: reyes católicos 159
Lobeira, llamado Juan, que vivió en la corte de Portugal
entre los años 1258 y 1285, fuera el primer refundidor del
Amadi’s, cuyo modelo existía ya por aquel entonces. De
todos modos, en Portugal y en Castilla Amadfs es completamente
extraño; nacido acaso en Bretaña, se aclimata
en nuestros países, merced al carácter humano y universal
que le hace popularizarse.
Pero sea de esto lo que quiera, la única forma literaria
castellana del Amadís hoy conocida es la de Rodríguez de
Montalvo, y desde luego hay que convenir en que es una
de las más grandes novelas españolas y aun del mundo,
por ella misma y por la influencia extraordinaria que
ejerció, purificando y ennobleciendo el antiguo ideal caballeresco,
aunque juntando todavía con exceso lo quime’rico
a lo humano.
y téngase en cuenta que nuestro Amadfs se españolizó
por completo, quédale de extranjero el origen y acaso,
como los franceses sostienen, el Amadís sea de un texto
antiguo, relacionado con las novelas de la Tabla redonda
(fundándose principalmente en las circunstancias históricas
y topográficas, en los nombres propios y en los mismos
sucesos del libro, que todos se refieren a Irlanda, la
Gran Bretaña, la Armórica, y el mismo título de Gaula,
que designa el país de Gales); pero lo cierto es que
la redacción, la vida del héroe nadie nos la puede disputar.
En el Amadfs hay todo aparato de encantamientos,
hadas y gigantes, propio de la mitología céltica y escandinava
y abundan las escenas de amor, siendo en este
sentido un libro de la misma clase que los de la Tabla redonda,
Lanzarote, Tristán, etc.; sin embargo, en ninguna
parte aparece la menor noticia del libro de Amadfs, anterior
a su existencia en Castilla, mas sin poder asegurar
quién fué su primitivo autor. La refundición castellana del
Amadfs de Gaula, consta hoy de cuatro libros, en vez de
los Ires que parece ser tuvo el primitivo Amadís. Su argumento
es el siguienie:
Amadís, hijo natural de Perlón de Gaula, es abandonado
por su madre Elisena en el mar; de allí es recogido por
un caballero, que lo lleva a Inglaierra y Escocia. Aquí,
Lisuarte, rey de aquellos países, ve a su hija Oriana enamorada
y caballerescamente correspondida por el extraordinario
Amadís, que en unión de su hermano Galaor, lleva
a cabo escenas extraordinarias, terminando en el casamiento
de Amadís y Oriana. En los amores de éstos, contrariados
por una infinidad de circunstancias y dificultades,
está la trama principal de la novela, en la cual figuran
muchos personajes fantásticos, ya amigos, ya adversarios
de Amadís. En e’ste se pinta un perfecto modelo de valor,
de lealtad, constancia amorosa y todas las demás cualidades
en que debe brillar el caballero. El libro de Amadís
tuvo extraordinaria aceptación: Cervantes, al describir el
escrutinio de la librería de Don Quijote, salva de las llamas
el libro. Juan de Valde’s. o quien sea el autor del Diálogo
de la lengua, también hizo honrosa excepción del Amadís
entre los libros caballerescos, bien que censurándole en no
pocas cosas. El lenguaje y estilo del Amadís tiene mucha
sencillez y no carece de unidad, abundando en descripciones
agradables y pintorescas; y como, por otra parte, es
más humano que los otros libros de caballerías, a pesar
de los extraños y maravillosos sucesos que refiere, y está
exento de aberraciones y monstruosidades, se explica el
favor extraordinario que gozó y el aprecio en que le tuvieron
hombres eminentes y poetas de distintas naciones.
Desde luego, el autor de esta novela merece puesto de
honor entre todos sus colegas caballerescos; pues, como
dice Menéndez y Pelayo, escribió la primera novela idealista
moderna, la epopeya de la fidelidad amorosa, el código
del honor y de la cortesía, que disciplinó a muchas
ÉPOCA preclásica: reyes católicos 141
Aún añadió en 1510 Rodríguez de Moníalvo un libro
quinto que se ocupa de las hazañas de Esplandian, hijo de
Amadís, que él íiluló Sergas del virtuoso caballero Esplandian.
La palabra sergas lanío vale como lienzo, y por
extensión, cuadro, dice Cejador; otros piensan que esa
palabra significa hazañas, y acaso por el contexto del título,
eso significó para Moníalvo (1).
Origen de los libros de Caballerías.—En la Edad Media las
composiciones caballerescas surgen por las varias circunstancias
de la época; su cuna no estará ni en Oriente
ni en el mundo clásico, sino en la misma entraña de
aquella sociedad.
En efecto; en el siglo xi al xv, período durante el cual se
desarrolla la afición y gusto caballeresco, es necesariamente
donde, como degeneración de la epopeya (o de las
gestas), había de nacer. Y esto ocurrió en todas las literaturas
que en más o menos tiempo se vieron sometidas a
las influencias caballerescas. Sin embargo, en !a Francia
del Norte es donde indudablemente aparecen con antelación
esta suerte de composiciones, pues más ociosos los
nobles caballeros francos que los castellanos españoles,
siempre empeñados en la ya secular lucha con los muslimes,
gustaron aque’llos de recrear sus oídos con victorias
imaginarias y expediciones maravillosas que entretuvieran
su afán de gloria, hasta que apareciese el momento de alcanzarla.
Los españoles podrían entonar canciones más
bárbaras, pero la materia e’pica la daban ellos mismos, vivían
la epopeya, y por esto sólo muy tarde se acepta la
ficción caballeresca.
D. Pascual Gayangos divide el estudio de los libros de
caballerías en tres grandes ciclos: el bretón, el carolingio
(1) Tanto el Amadís como las Sergas, pueden leerse en «Biblioteca
de Autores Españoles^ tomo XL.
y el grecoasiático, siendo los dos primeros exclusiva meníe
franceses, y el tercero desarrollado ya en nuestra península
por la brillante imaginación de nuestros escritores.
La vida del sabio Merlin, sus astucias y transformaciones,
los hechos del Qey Aríúr de Bretaña, y las maravillosas
hazañas de Lanzarote del Lago, de Galaz su hijo, de
Perceval, Boortes y otros caballeros bretones empeñados
en la posesión del Santo Grial, forman la larga serie de
novelas caballerescas en prosa, conocidas con el nombre
de Ciclo Bretón o de la Tabla redonda. Anteriormente, la
Crónica de Monrnoutli y el Romance de Bruto, popularizaron
el personaje fabuloso de Merlín, y sobre el argumento
de estas dos obras se escribió la Vie de Merlín, en
prosa francesa. Existe también otra novela o relación caballeresca
íntimamente ligada con las anteriores, hasta el
punto de parecer continuación de las mismas, titulada
Lancelot du Lac, o como en España decimos, Lanzarote
de Lago, cuyo autor es difícil determinar. Es el libro más
popular de cuantos se han escrito con héroes de la Tabla
redonda, a la que se refieren también El Caballero de la
carreta, Tristán de Leonis, etc.
La Historia de Merlín, se tradujo al italiano, y de esa
lengua a la nuestra, bajo el título de Baladro del sabio
Merlín, así como Lanzarote del Lago; este último con
éxito extraordinario. Otro libro que parece haberlo logrado
también es el ya citado Tristán de Leonis, el que con
mayor fidelidad acaso retrata el espíritu caballeresco de la
Edad Media, y, ya como de origen español quizá, merece
citarse la Crónica de Tablante de Qicamonte y Jofre, hijo
del Conde Don Assón (1).
Al ciclo carolingio pertenecen los libros en que se refie-
{\) Pueden leerse estas novelas en la «Nueva Biblioteca de Autores
Españoles», tomo XI: Libros de Caballerías, ciclo arturico, ciclo carolingio,
por Adolfo Bonilla.
ÉPOCA preclásica: reyes católicos 143
ren las guerras y conquisías de Carlomagno, las proezas
de los doce Pares y oíros paladines. Fúndanse iodos en
la crónica fabulosa del supuesto Arzobispo Turpín. Es
esta crónica la narración de guerras y conquisías entre
cristianos e infieles, y sirvió de base a infinitos libros caballerescos,
que formaron por más de dos siglos la lectura
favorita de las gentes. Desde cierto punto de vista, puede
decirse que la más notable y antigua epopeya del ciclo ca~
rolingio no es esta crónica, sino la famosa Canción de
Roldan o de Qoncesvalles.
En España se popularizan en este ciclo la leyenda de
Maynete y Galiana (1), que pasa a la poesía popular y
llega al romancero erudito del siglo xvi, deshaciéndose
las antiguas narraciones caballerescas, como se fragm.enla
también nuestra epopeya en romances,
Agotados los asuntos caballerescos nacionales o tradicionales,
se adoptaron los orientales, y aparecieron libros
de caballerías con héroes de la antigüedad clásica, por lo
cual ese ciclo es apellidado grecoasiático. Mas no fueron
éstos únicamente los asuntos adoptados; también la vida
ultralerrenal dio materia para que los literatos y artistas
de la época luciesen su ingenio.
La generación más notable es la de las dos grandes
familias de los Amadises y Palmerines, y una multitud
asombrosa de libros caballerescos escritos a imitación de
aquéllos.
Coetánea con la publicación en España de la historia de
Amadi’s y sus descendientes, fué la conocida generalmente
con el nombre de los Palmerines, y la principal, Palmerfn
de Oliva. A las historias dichas sucedió la de otro caballero
andante, de la misma familia, llamado Don Polindo,
y después la muy célebre de Don Palmerfn de Inglate-
(2) Véase obra citada: Cuento del emperador Carlos Mayner e de
la emperatriz Sevilla.
rra (1). Las hazañas de Amadises y Palmerines no eran
bastantes para satisfacer la sobreexcitada curiosidad de
los lectores, por lo cual salieron a luz multitud de historias
sin conexión alguna con aquéllas, las cuales, aunque muy
inferiores en mérito, alcanzaron el favor público. En la imposibilidad
de citar todas, cumple mencionar: Tirant lo,
Blanch—Tirante e\ Blanco- (Valencia, 1490); El caballero
de la fortuna don Cleribalte (1519); Florambel de Lucea,
en cinco partes (1532-49); Don Florindo, el de la extraña
aventura; El caballero de la Cruz; Félix Marte de Hircania;
Florando de Inglaterra (1545); El caballero del Febo,
y oíros. Pueden agregarse a éstos Don Cirongilio de
Tracia (1545), de Bernardo de Vargas; Don Cristalián de
España, de D.^ Beatriz Berna!; Olivante de Laura (1564)»
de Antonio Torquemada, y Don Policisne de Beoda, de
D. Juan Silva y Toledo.
La literatura caballeresca creó, a más de los dichos,
otros libros de carácter caballeresco senlimental, pudiendo
citar como eiemplos el Ardanlier y Liessa, de Juan Rodríguez
del Padrón; La cárcel de amor y el Arnalie y Lucenda,
de Diego de San Pedro, y aun Roberto el Diablo y
Guillermo de Inglaterra, que son, en el fondo, morales y
ascéticos, inaugurándose después, para contrarrestar el
mal de los libros de caballerías profanas, los libros de caballerías
a lo divino.
Novela sentimental caballeresca. — Quien verdaderamente
encarna la novela de tipo sentimental es Diego de San Pedro,
contemporáneo de Padrón y autor de la novelita Tratado
de amores de Arnalte y Lucenda (1491), de gran interés,
muy tierna, muy humana, y de otra muy conocida
titulada Cárcel de amor (1492), y escrita en un lenguaje
(l) Obra citada, 2.^ parte.- La editó traducida del portugués Luis
Hurtado, de Toledo, en 1547 y 1548.
ÉPOCA preclásica: reyes católicos 145
perfectísimo, aunque no siempre exento de artificio. A la
fuente caballeresca añade también San Pedro la influencia
de Boccaccio y la imitación de Dante. Es la primera muestra
de novela psicológica, y hay quien encuentra en ella el
precedente del Werther, de Goethe, pues el protagonista
se suicida víctima de su pasión. Es muy probable que Rojas
tomase de la Cárcel el trágico fin de Melibea.
Ya de. edad madura, dolido de lo que él juzgó devaneos,
compuso versos filosóficos (Desprecio de fortuna) y
otros piadosos acerca de la Pasión del Redentor (1).
«Tirante el Blanco.»—Por ser, con el Amadís, el mejor
libro de caballerías español, hacemos mención especial
del titulado Tirant lo blanch, cuyas tres primeras partes
fueron escritas en valenciano con el epígrafe de Libro del
valeros e strenu cava¡ler Tiranfio blancfi, por Juan Mar-
TORELL, y una última por Juan de Galba (2). El libro fué
publicado en Valencia en 1490 y en lengua catalana, aunque
en la derivación dialectal valenciana. En 1511 fué traducido
al castellano y se imprimió en Valladolid. En el
libro hay pleno conocimiento de las leyendas aríúricas, y
esto, unido a las afirmaciones de Maríorell, hacen creer
que el autor estuvo en Portugal e Inglaterra, y aun que
acaso compuso por primera vez el libro en portugués.
Pero, aparte de esto, el libro es de más substancia que
todos los congéneres; así se explica el afecto que Cervantes
le muestra en el famoso escrutinio, y por mil diversos
(1) La Cárcel de Amor. «Nueva Biblioteca de Autores Españoles»,
tomo VII, que es el 2.o de Orígenes de la Novela.
Arnalte y Lucenda en Revue hispanique, tomo XXXV. (F. Delbosc).
(2) En Cataluña y Valencia se habían publicado ya algunas narrac
iones caballerescas como Curial y Güelfa, historia de amor adaptada
quizá a héroes y lenguaje catalán, pues el original debió de ser italiano
o francés.
10
indicios hay que suponer que Maríorell, el verdadero
autor (porque Juan de Galba poco hizo) era persona de
bien cimentada cultura. Desde luego conocía a Raimundo
Lulio, al menos en el Libro del ordre de Cavaleyra. Por
los lugares principales donde actúa Tirante’. Grecia, Asia,
Egipto, Constantinopla, puede decirse que pertenece al
ciclo grecoasiático, y por algunas empresas del héroe
tiene un cierto sabor de novela histórica que recuerda a
Roger de Flor.
FIN DE LA ÉPOCA PRECLÁSICAVI
La Celestina.—Por este tiempo hay que señalar en España
la aparición de un libro singular que, aunque producto del
siglo XV, bien puede asegurarse es él, por sí sólo, el umbral
de la época áurea de nuestra literatura: La Celestina.
Hoy parece que definitivamente debe atribuirse al toledano
Fernando de Rojas. La obra fué titulada Tragicomedia de
Calisto y Melibea, y tiene su más próximo antecedente en
el gran Arcipreste de Hita, y en el de Talavera, Alonso
Martínez de Toledo.
Es Rojas el más grande prosista castellano de su siglo
y e! primero de los autores que, inspirándose en asunto
completamente humano, lleva la literatura por la vía de lo
verisímil. Su influencia fué tan decisiva, que acaso en él
queda definitivamente descubierta la fuente de donde habían
de nacer el teatro español y las obras de Cervantes.
La Comedia de Calisto y Melibea es un verdadero drama,
mas no ciertamente representable.
En todos los pormenores de la Tragicomedia hay tan
pasmoso realismo, tanta acción y tan bien observada y expresada
pintura de caracteres y de afectos, que los más
eminentes críticos ponderan el influjo de La Celestina zn
la novela y en el drama de la Edad Moderna, y entienden
que hasta la aparición de Shakespeare no hubo en la tierra
más profundo observador ni más hábil pintor del alma
humana que el bachiller Rojas.
Sin embargo, la originalidad del autor no es para tomarla
al pie de la letra.
La literatura clásica, la de la Edad Media y el Renacimiento,
influyen, no diré en la obra, que tiene todas las lo
zanías de lo original, pero sien el modo de llevarla a le’rmino:
Plauío, Terencio, Horacio, Virgilio, Ovidio, Apuleyo,
Propercio, los imitadores de Menandro, la fábula de
Hero y Leandro, el Pamphilus, que es un a modo de drama
con vestigios de Ovidio (acaso no leído en el original,
sino en todo lo que del Pamphilus tomó Juan Ruiz, el Arcipreste
de Hita), Boccaccio, Petrarca, Eneas Silvio, en su
Euríalo y Lucrecia, en fin, todo lo que era ambiente del
Renacimiento lo fué de La Celestina, que con ser la más
realista y castiza obra española de aquel tiempo, es la que
mejor se asimiló cuanto de más artístico había en la tradición
clásica.
Nada de lo dicho va en contra de la originalidad literaria
de Rojas; «los más grandes ingenios son los que han imitado
a todo el mundo…; su grandeza procede de la misma
amplitud, vasta y luminosa, de su genio, que da hospitalaria
acogida a todas las manifestaciones precedentes en su
raza, en su pueblo, en su siglo, en la humanidad entera.
>
(Menéndez y Pelayo).
Tratando de dar noticia del argumento de La Celestina,
diremos en breves palabras que Calisto y Melibea son dos
jóvenes principales; aquél quiere ciegamente a ésta, mas
se encuentra rechazado y no puede verla, por estorbárselo
la vigilancia de los padres. Para lograrlo, se vale de
una trotacalles llamada Celestina, que logra seducirla,
empleando malas mañas y corrompiendo a los criados.
Triunfa Calisto de Melibea; siguen a esto multitud de trances
trágicos. Celestina muere a manos de los miserables
criados de Calisto por no querer partir con ellos sus ganancias.
Calisto en una de sus nocturnas visitas a Melibea,
cae de una escala y muere. Melibea, desesperada, confiesa
su culpa y se arroja desde un terrado, a vista de sus padres.
En este trágico desenlace decae el interés de la obra
por el afán del autor en aparecer erudito moralista, recordando
la Cárcel de Amor, de Diego de San Pedro.
Los personajes iodos, Celestina, Sempronio y Parmeno,
Elicia, Areusa y el admirable rufián fanfarrón Centurio,
están pintados de mano maestra, y hacen y dicen lo que
deben. Si todos citan demasiado a los clásicos, largan a
cada paso sentencias filosofales y pedantean con inocente
refinamiento, es tan propio defecto de aquella época, que
más que defecto parece gracia y primor y presta al libro
indeleble color temporal.
«No es La Celestina obra picaresca, ni quien tal |)ensó,
sino tragicomedia, como su título definitivo lo dice con
entera verdad; poema de amor y de exaltación y desesperación;
mezcla eminentemente trágica de efectos ingenuos
y poco más que instintivos y de casos fatales que vienen a
torcer o a interrumpir el desatado curso de la pasión humada
y envuelven a los dos amantes en una catástrofe que
no se sabe si es expiación moral o triunfante apoteosis» (1)
Se ha dicho^ntes que la crítica se inclina hoy a aceptar
a Fernando de Rojas como autor de La Celestina. Veamos
cómo está la cuestión: hay quien supuso autor de la obra
o de parte de ella, al menos, a Rodrigo de Cota y hasta alguien
pensó que Mena había colaborado también; suposiciones
infundadas, pues Juan de Mena no alcanzó en su
prosa la perfección que presenta La Celestina, y a más es
patente la unidad de autor. Así, parece efectivo el derecho
de Rojas a la paternidad de la magnífica producción, por lo
menos mientras no se demuestre lo contrario, pues ni aun
la suposición que achaca una parte a Rodrigo Cota, el
Viejo, (quien sin duda es hablista que pudo escribir la prosa
de La Celestina en aquellas primeras páginas que se le
atribuyen) es aceptable. Ninguna duda fundamental podría
quedar en pie si todas las ediciones de La Celestina tuviesen
una misma extensión. Mas habiendo aparecido ejem-
(1) Orígenes de la Novela, por Mcnéndcz y Pelayo, tomo III páginas
xci, XCII.
piares con dieciséis acíos y otros con cinco más, que corresponden
a la edición de 1502 (1), cabe preguntar: ¿Es
Rojas autor de estos cinco?
El Sr. Menéndez y Pelayo se decide por la razonable
opinión de que Rojas fué autor de la edición que pudiéramos
llamar abreviada, y él mismo fué después refundidor
y ampliador de la de veintiún acíos; lo cual, ni es nuevo
caso en la historia de la literatura, ni tiene nada de extraño
que un autor retoque y refunda su obra con el deseo
de acertar y mejorarla, aunque esto pocas veces se consigue
con tales aditamentos.
En cuanto a la revelación que hace Rojas respecto a que
el primer acto de su libro pudo ser de Mena o Cota, aparte
razones que son suficientes para rechazar la especie, es
probable que ello no fuera sino modo ingenioso de disculpar
que un alcalde mayor de Talavera, como era Rojas, se
ocupara en obra que había de producir reparos. Y sin embargo,
el libro era una página en la cual hablaba sincera
y definitivamente aquella vida salmantina que Rojas conoció
sin duda en los días de sus estudios juveniles (2).
Primeras imitaciones de ia Celestina.—De los primeros imitadores
de La Celestina es D. Pedro Manuel de Urhea
(1486-1555), notabilísimo poeta en su Cancionero (3) donde
se muestra de los más aristocráticos de su tiempo, tanto
en su filiación petrarquisía, como en el cuidado y esmero
(í) La primera edición conocida es de 1499, en Burgos.
i2 Puede leerse la Celestina en las siguientes ediciones: La de Eugenio
Krapf, 2 volúmenes, con texto, variefníes y bibliografía; estudio
de Menéndez y Pelayo. Vigo, 1900.
«Biblioteca Hispánica»; edición Foulché-Delbosc, 1902, tomo XII.
«Biblioteca Clásica», editada por Ortega Mayor, tomo 216. Madrid. 1907.
En la edición de «Clásicos Castellanos», con notas de Cejador, 1915. En
la «Biblioteca de Autores Españoles», vol. III, etc.
(3) «Biblioteca de escritores aragoneses», tomo II.
de la versificación. Imitando la tragicomedia de Rojas escribió
en prosa la Penitencia de amor{\) sin lograr éxito
muy plausible; pero en cambio, versificó el primer acto de
La Celestina,, titulándolo Égloga de la tragicomedia de
Calisto y Melibea, de prosa trobada en metro.
Obra de escaso mérito es la Tragicomedia de Calisto y
Melibea, nuevamente trobada, de Juan Sedeño (1540). Más
aprecio merece la segunda comedia de Celestina por Feliciano
DE Silva (hacia 1554) autor también de algunos libros
de caballerías referentes a sucesores de Amadís (D. Florisel
de Niquea, ya citado). También se reputa a Silva como
predecesor del género pastoril.
Mucho más notable es la novela titulada Tragicomedia
de Lisandro y Qoselia, atribuida a Sancho Sánchez Muñón,
y publicada hacia 1542, siendo, sin duda, una de las
más felices imitaciones de La Celestina, demostrando todo
esto la influencia del libro de Rojas, a quien Shakespeare
debió quizá la concepción de Romeo y Julieta.
En el año 1515 se imprimió la Questión de amor dedos
enamorados, libro anónimo, compuesto probablemente en
Italia y con referencias a personajes napolitanos que hoy
parece pueden ser señalados, no obstante los seudónimos
con que les oculta el autor. La novela tiene importancia
porque, sin ser un primor de lenguaje y de estilo, nos proporciona
interesantísimos detalles de aquella sociedad hispano-
napolitana (2).
(1) «Biblioteca Hispánica», tomo X.
(2) Véase en «Nueva Biblioteca de Autores Españoles»; tomo II de
Orígenes de la Novela, pág. 41.
EPOCA CLASICA
Carlos v
El Renacimiento.—Se conoce en la Historia con el nombre
de Renacimiento una transformación muy marcada que
durante el siglo xv se nota en la vida de Europa. Coincide
esto con la caída del Imperio de Oriente en poder de los
turcos (1453), con un espíritu de libertad e independencia
religiosa que, iniciado hacía tiempo, se hace definitivo en
las naciones centrales, y, por fin, con los grandes descubrimientos
llamados a transformar la vidad material (1).
Efecto del primer acontecimiento, los eruditos griegos
buscan asilo en el Mediodía de Europa y dan a conocer
autores casi olvidados, propagando la afición al modelo
griego, el cual aparece en toda su hermosura ante una civilización
que no había conseguido la perfección artística.
Consecuencia del espíritu de reforma—profesfanfismo—,
las luchas filosóficoteológicas se enardecen, y la ciencia
se aparta del ideal teológico, haciéndose racionalista. Por
fin, los descubrimientos cambian la vida social; la impren-
(1) En realidad, el fermento de esta renovación arranca del glorioso
siglo xiu, época áurea de la Edad Media. La explosión renacentista es
la que puede fijarse en los días finales del siglo xv.
ía hace llegar fácilmenle a todos los países las obras del
ingenio humano, y a fines del siglo xv no hay pueblo
europeo que no se sienta enérgicamente sacudido por los
alientos de una nueva vida.
Eruditos italianos en España.—En España el movimiento
clásico fué secundado con grande afán por los Reyes Católicos
y por sus hijos, que lograron hablar la lengua latina;
damas ilustres, como Beatriz Galindo, fueron maestras
en este idioma, y preceptores eminentes en la Corte
española, fueron algunos italianos, como los hermanos
Geraldino, Pedro Mártir de Angleria, Lucio Marineo
Sículo, que vivieron honrados por la aristocracia y por las
Plutarco, Apuleyo, Juvenal, Plauío, Josefo y otros muchos
son traducidos en lengua castellana. Nuestras relaciones
con Italia nos familiarizaron directamente con la
lengua y literatura íoscana, multiplicándose las traducciones
de Boccaccio, Petrarca y Dante, y todo el movimiento
filológico y clasicisla se encarna en ia gran figura de Antonio
DE Nebrija o Lebrija (1444-1522). Con este nombre
fué conocido aquel insigne humanista, que se llamó en verdad
Antonio Martínez de Cala. Él tiene la gloria de haber
entroncado la lengua castellana en el árbol clásico, del
cual se había ido separando por el uso popular; él fué el
primer iniciador de lo que años adelante se había de anunciar
en Europa como secreto pedagógico: los idiomas
deben enseñarse conforme a la Naturaleza, esto es,
hablándolos, como se aprende la lengua materna. En
1492, el año épico español, publicó el Arte de la lengua,
castellana y su Diccionario. Este no era el primero; en
1490 había terminado Palencia el suyo; pero aquí el primero
no fué el mejor. En cuanto a la Gramática, dilucida
en ella cuestiones interesantísimas, habiendo capítulos que
son verdaderos tratados de técnica poética o métrica, aunÉPOCA
clásica: CARLOS V 155
que a veces el maestro anduvo algo lejos de la verdadera
doctrina por su afán de considerar nuestra me’írica como
derivación directa de la latina clásica y querer reducir
nuestros versos a la prosodia antigua.
En la venerable Universidad de Salamanca fue’ maestro
Lebrija; pero al abandonar ésta para ir a la naciente de Alcalá,
su gloria se agigantó por la parte que el indigne Cardenal
Cisneros le encomendó en aquel monumento de la
filología española que se llama la Biblia,Complutense. En
esta publicación laboraron los grandes helenistas Demetrio
Ducas Cretense, Hernán Núñez de Toledo y Juan de
Vergara, a más del maestro Lebrija, imprimiéndose el texto
griego en la misma Alcalá (1514); el texto hebreo estuvo al
cuidado de Alfonso de Alcalá, Alfonso de Zamora y Pablo
Coronel siendo toda la obra, cuya impresión terminó en
1522, gloria inmarcesible de la Univerdad fundada por Cisneros.
La literatura española en Italia.—Desde los tiempos de Alfonso
V de Aragón, los españoles residentes en Italia
habíanse familiarizado con aquella literatura, y algunos
habían llegado a escribir en italiano, granjeándose la estimación
de los literatos de aquella tierra, que en un principio
habían maltratado a los españoles juzgándoles como
poco dispuestos para las bellas artes. De los primeros que
en el siglo xv logran ser respetados en Italia es el maestro
Fernando de Córdoba.
El caballero catalán Benedeíío Gareth (Charileo)—muerto
en 1514—, escribió en italiano sus Qimas, que en el siglo
XVI lograron gran fama, y otros poetas, como Tapia y
Gentil, cultivaron también la lengua toscana.
Pero sobre todos merece fama León Hebreo, cuyo nombre
es Judas Abrabanel (1460-1520). Era judío, y por el decreto
de expulsión que obligó a los de su raza a salir de
España, se acogió a Italia, donde publicó en 1505 sus
Diálogos de amor, de profunda inspiración ncoplaíónica.
Si León Hebreo no domina por completo el italiano en su
libro, al menos no hace mal papel entre los literatos con
quienes vivía, y su obra adquiere una fama extraordinaria,
siendo traducida a diversas lenguas (al castellano por el
Inca Garcilaso, entre otros) y sirviendo de motivo de inspiración
a muchos escritores (1),
Estas y otras convivencias de españoles e italianos hacen
que se estrechen las relaciones de uno y olro país hasta
el punto de que los italianos celebraban a España y los españoles
representaban allí sus comedias o imprimían sus
libros; por ejemplo, Alonso Hernández publica Historia
Parthenopea en elogio de Gonzalo de Córdoba, y otros
publican novelas, poesías, etc., que son apreciadas en
Ñapóles y Roma.
Los poetas dramáticos.- En Ñapóles logró imprimir Torres
Naharro sus comedias, y algunas de ellas se representaron
en Roma. Bartolomé de Torres Naharro (muerto hacia
1551), nació en la provincia de Badajoz, estuvo cautivo en
Argel, pasó a Roma, hízose sacerdote y se halló al servicio
de Fabrizio Colonna, general del Pontífice. En Ñapóles
imprimió, con el título de Propalladia, en 1517, sus
comedias y poesías. No se sabe si conoció a Juan de la
Encina, que hacia la misma época se encontraba en Roma,
pero sí parece que lo imita y perfecciona.
Tuvo idea clara de lo que era el teatro, y expuso sus doctrinas
sobre esta materia, con gran caudal de aciertos para
su época en el proemio o prólogo de la Propalladia. Allí
divide las comedias en fábulas de a noticia, o inspiradas
en sucesos reales, y en comedias a fantasía, o imaginativas.
Pueden referirse a las segundas las que llevan por
(1) «Nueva Biblioteca de AA. EE.> Orígenes de la Novela, tomo IV,
edición de Bonilla San Martín.
ÉPOCA clásica: CARLOS V 157
íííulo Serafina, Himenea, Calamita, Aquilana y Jacinta.
Son muy inferiores los saínetes (a noticia) Soldadesca y
Tinelaria; y aun las comedias Serafina, Aquilana y Calamita
están por bajo de Himenea y Jacinta. De las comedias
a fantasía zs \am\)\én la Trofea, loa alegórica que compuso
en honor de D. Manuel de Portugal.
Hoy algunos autores vuelven a la introducción de una
especie de prefacio para poner en autos al espectador; Torres
Naharro no tiene comedia sin ese prólogo, recuerdo
acaso del teatro clásico, o una influencia más de la comedia
italiana, que con tan gran arte trajo a España el poeta
extremeño (1).
En castellano escribió gran número de sus comedias el
portugués Gil Vicente (1470-1536), el cual ha merecido en
su patria ser considerado como fundador del teatro nacional.
Fué contemporáneo e imitador de Juan del Encina, al
que a veces precedió y a quien aventaja en el estudio de
caracteres, en la variedad y pintura de pasiones, y quizá
en osadías de renacentista y erasmista. Los autos de Gil
Vicente han sido siempre muy estimados, en especial el titulado
Auto de la Sibila Casandra. Otros, también muy
dignos de mención, son: Auto de los cuatro tiempos. Auto
de San Martinho, Auto de la Visitación, que se reputa
como el mejor. Compuso también algunas comedias, tanto
en castellano como en portugués (muchas veces en las dos
Ieng\ias y en una misma obra), y es en la nuestra donde
más feliz poeta se mostró, sobre todo en la expresión lírica.
En su comedja Qubena luce gran imaginación y vigor artístico,
acertando a descubrir nuevos horizontes en el arte
dramático. Lope y el mismo Calderón no desdeñaron conocer
sus obras (2).
(1) La Propalladia: «Libros de Antaño», tomos ix y x.
‘,2) Puede verse la edición Obras de Gi! Vicente, por Barreto y
Gomes Monteiro, Lisboa, 1843 o la de Coimbra, edición de Méndcs dos
Remedios, 1912.
II
La influencia métrica italiana.— El siglo de oro del arte en
líalia es el llamado siglo de León X, uno de los más ilustres
pontífices. En esa época (siglo xvi), que es la de los
grandes artistas, Miguel Ángel, Rafael de Urbino, Ariosto,
Tasso, Maquiavelo, etc., florecen tambie’n los grandes
líricos, imitadores de Petrarca, en el estudio y esmero con
que cuidaron la forma artística. Esa devoción de los escritores
italianos a la elegancia y simetría en toda composición
ha hecho a su literatura modelo en todas las lenguas,
en especial en aquella época en que el gusto por la
forma literaria tenía que prevalecer, por circunstancias
históricas, sobre el pensamiento.
Así Sannazaro, Bembo, Tansilio, Aníbal Caro y otros
son los poetas aplaudidos en Italia por sus compatriotas
y por cuantos europeos vivían en los Estados italianos.
Algunos de éstos estaban, como sabemos, bajo la dominación
española, y las relaciones políticas pusieron a
otros en contacto con España, por lo cual se explica la
influencia recíproca que en el siglo xvi existe entre ambas
literaturas. Y aún más, siendo Italia el centro de la civilización
europea, en los días del Renacimiento, los gustos
italianos traspasan lejanas fronteras y allí arraigan formas
artísticas extrañas.
La muestra más notoria de esta influencia en España la
representa Juan Boscán, nacido en Barcelona hacia 1500 y
muerto en 1542.
Dedicóse al cultivo de las letras y la poesía durante su
larga residencia en Castilla, y escribió la fábula de Leandro
y Hero, a imitación de la de Museo, en verso endecaÉPOCA
clásica: CARLOS V 159
sílabo, obra sembrada de pasajes tiernos y delicados.
Tradujo maravillosameníe el Cortesano, á^ Baltasar Casíiglione,
embajador de Clemente VII en España. Por consejo
del embajador de Venecia (en aquel entonces Navagero),
y por estar familiarizado con la lengua de Dante, empezó,
con muy buenos auspicios, a imitar y producir una
forma poética que ha motivado su gloria, por ser iniciador
de este nuevo estilo y gusto.
Nunca se podrá juzgar a Boscán como poeta de primer
orden; sin embargo, sus poesías sueltas al estilo antiguo,
las coplas castellanas, son graciosas y lozanas, lo que no
sucede en las composiciones al modo italiano, acaso por
la dificultad de trabajar con un metro y una combinación
poco generalizada en Castilla, y para Boscán completamente
nueva. Mas si como poeta no serían justos excesivos
elogios, como artista de fino espíritu adivinó el valor
musical del endecasílabo, y si él no fué maestro en la factura
del metro italiano, aun acertando tal vez en otros,
cábele la honra de ser el precursor del gran Garcilaso, el
suavísimo poeta a quien tanto veneró Boscán (1).
Por comunidad de espíritu y por fuerza del tiempo, junto
a Boscán ha de ir Garcilaso de la Vega (1503-36), el primer
lírico español del siglo xvi; pues si por cima de él consideramos
a Fray Luis de León y a Herrera en algunas
poesías amorosas, cronológicamente, al menos, les precede
el autor toledano.
No fué obstáculo su corta vida y lo azaroso de ella para
que nos queden de su ingenio joyas de primer orden. Es
indudable que las canciones, elegías, epístolas, sonetos y
églogas, tienen su reino entre los vates italianos, y que
(1) Obras de Boscán, ed\c dz Knapp, Madrid, íS7o. £/ Cortesano,
«Libros de Antaño», tomo Ul.—Peesías de Boscán, «Biblioteca de
Autores Españoles», tomos XXXII y XLII «Antología de poetas líricos»,
tomos XIII y XIV.
ésíos fueron conocidos y gustados por Garcilaso; pero no
es menos cierto que el roce de Italia con España en aquella
época era tan constante que no podía menos de influir
en nuestra literatura, con la intervención o no de los dos
poetas citados. Mas sea de esto lo que quiera, es exacto
que Garcilaso puede considerarse como el primer gran
poeta en cuanto a la forma; antes de él, ésta era pobre y
fiaba más en lo inspirado del asunto que en el lenguaje, la
versificación y melodía, la cual en Garcilaso aparece brillante,
musical y rítmica como no lo había percibido el
oído español hasta entonces. ¿Que hay versos flojos en
Garcilaso?… ¿Quién los pudo hacer mejor en sus días?
¿Se querrá comparar al poeta que no hizo profesión de tal
con aquellos que nacieron para poetizar y a ello dedicaron
largas vigilias de no corta vida entre académica y cortesana?
Si eso se intenta, es que no se entiende de poesía toda
naturalidad, toda vida, alma toda, aunque, por circunstancias
del uso, anden en el toledano disfrazados de pastorcillos
esos hondos sentimientos, esas dulces y perpetuas
nostalgias del poeta nacido para la paz campesina, y que
empuña, con heroísmo la espada, y trueca, acaso por convicción
de su conciencia y no por ajenas imposiciones, las
holguras y gustos que hubiera tenido en cantar la fuerza
de aquella beldad, de quien le aparta, y él no se hace
sordo, el ñero Marte airado. Nacido para el amor y la
amistad, dechado de nobles afectos, claro y castizo en el
estilo, sencillo y pintoresco en la frase, ha podido Garcilaso
expresvir, cual muy pocos, el sentimiento de la Naturaleza,
siempre que la observó directamente y no por el
intermedio de latinos y toscanos. Él con los metros recién
traídos de Italia juega y en todos domina, como si usarlos
hubiera sido antigua y natural costumbre en la musa ibera.
¿Quién ha excedido hasta ahora la belleza de elocución
y versificación de sus liras, que nacen en La flor
ÉPOCA clásica: CARLOS V 161
de Gni’do armadas de loda perfección y hermosura?
No se me escapa que la me’írica íiene algún defecto; pero
¿dónde hay otra igual entre todos nuestros poetas eróticos,
desde Garcilaso a Espronceda? La égloga Salido y
Nemoroso y la canción A la flor de Gnido, son tan bellas
que nada tienen que envidiar a las mejores canciones italianas.
En cuanto a la psicología de estas composiciones,
se observa en Garcilaso al poeta dulcemente melancólico,
reposado y meditabundo, apacible y enamorado, cualidades
que tanto contrastan con su escasa edad y vida guerrera
(1).
La protesta.—Contra la invasión de las nuevas formas
italianas hubo poetas que protestaron, celosos de conservar
los antiguos metros y las antiguas coplas castellanas.
Su protesta fué infecunda, aunque el adalid de ella fué el
gran Cristóbal de Castillejo (1490-1556).
Representa en sus días el espíritu tradicional, decidido
a sostener la antigua métrica castellana contra la innovación,
y es tanto más de notar la tenacidad conservadora
de Castillejo cuanto que, habiendo residido largos años
fuera de España, al servicio del Rey de Bohemia, era un
espíritu renacentista y en contacto con la métrica italiana,
si es que acaso ese mismo alejamiento de su patria no fué
la causa de un acendrado españolismo, que se refleja con
tanto brío al oponerse a la innovación, juzgándola como
antipatriótica. Lo cierto es que sus numerosas poesías,
que comprenden tres libros: Poesías amatorias, Pasatiempos
y Devociones, se escribieron siempre en la lozana
metrificación castellana del siglo xv, sin querer darse
por entendido del valor y riqueza musicales de los nuevos
( 1 ! Poesías, «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXII, «Antología
de poetas líricos>, tomo XIV, con un estudio preliminar por j. Rogerio
Sánchez. «Clásicos Castellanos», tomo III.
11
162 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
mclros, a los cuales él ni el mérito de la novedad concedía,
y en esto con razón.
Después de todo, la obra de Castillejo no dejó de ser
provechosa; sin él es muy posible que el mal gusto hubiera
invadido mucho antes la literatura castellana. En todos
los movimientos de avance en el orden de la vida es difícil
señalar el mérito que contraen estos espíritus de resistencia.
Son el contrapeso necesario de toda revolución, y
sin ellos, lo que éstas tienen de provechosas no se afianzaría
definitivamente, porque la misma velocidad adquirida
haríales abortar y malograrse.
Por lo demás, sus numerosas obras revelan un verdadero
artista, que sabía sentir la belleza e infiltrar un suave
espíritu humorista, el cual se hace implacable y se desborda
para contender con los modernistas de entonces, principalmente
con Boscán, a quien hace blanco de sus iras.
Merecen citarse de entre sus poesías las tituladas A una
dama llamada Ana, A una partida fuera de España. Bellísima
es la composición A un amigo, «pidiéndole consejo
en unos amores aldeanos»; graciosísimo es su cuento
en verso Un bebedor, «que llega a convertirse en mosquito
», y sólo con pobre idea estética puede no hallarse
gracia, donosura y arte en sus epigramas y glosas. Bastante
menos valen sus poesías serias; pues, como hemos
dicho, Castillejo tenía un espíritu algo socarrón, que no
se aviene con las disquisiciones filosóficas: Diálogo entre
memoria y’olvido, por ejemplo (1).
De los que sostienen la tradición es Antonio de Villegas,
(muerto en 1551), autor del Inventario compilación
de versos muy estimables y con ellos la preciosa novela
El Abencerraje que pasa a Ginés Pérez de Hita y a la Diana
de Montemayor. Mejor poeta es Gregorio Silvestre
(1520-1569), que en sus Obras, publicadas en 1582, se nos
(1) «Biblioteca de Autores españoles», tomo XXXII.
ÉPOCA clásica: CARLOS V 165
presenta como imitador de los poetas castellanos; pero
convencido de que era inútil sustraerse a la moda, también
nos ofrece muestras de la métrica italiana (1).
La transacción. -Puede representarse por el mismo Gregorio
Silvestre, y en especial por el insigne Don Diego
Hurtado de Mendoza, que vivió de 1505 a1575. Con
ser muy grande, no es tan conocido como debiera este
egregio discípulo de la escuela italiana. Nació en Granada
y murió en Madrid. Siguió los ejércitos de Carlos V,
después de estudiar en Salamanca, siendo embajador de
este Monarca en el Concilio de Trento y cerca del Papa
Julio 111. Hurtado de Mendoza es una de las figuras más
salientes de la literatura nacional: Sus composiciones, ligeras
redondillas al antiguo modo castellano, hacían las
delicias de Lope, y con razón, pues hoy aún aplaudimos
su castizo donaire; sus sonetos son obras estimables.
Como prosista goza justo renombre por su Historia de
la guerra contra los moriscos de Granada, si es que ésta
le pertenece (2).
Los garciiasistas.—Entre los que con entusiasmo aceptaron
la innovación italiana fueron Francisco Saa de Miranda
(1485-1558), de cuyas obras portuguesas no hemos
de ocuparnos aquí, así como tampoco de discutir si este
poeta se italianizó o no por el ejemplo de Garcilaso; lo
que sí está bien patente es que fué desde luego fervoroso
admirador del poeta castellano, cuya muerte lamenta en
una égloga titulada Nemoroso, dando a entender con este
nombre que el famoso personaje de la égloga de Garcilaso,
que todos creían haber sido Boscán, es el propio Garcilaso,
quedando aclaradas con esto muchas dudas y obsll)
«Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXII y «Colección de
libros raros», tomo XI.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XXXII y XXXV.
164 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
curidades de la famosa égloga primera. Cuatro canciones
más, en castellano, son debidas a Saa de Miranda, compuestas
al nuevo estilo.
Otro de los continuadores es Hernando de Acuña, poeta
contemporáneo de Carlos I, cuya confianza mereció.
Tradujo en verso El caballero determinado, de Oliverio
de la Marche, y lo hizo Acuña en la tradicional metrificación
castellana, aunque, viviendo en los días de Garcilaso,
no pudo sustraerse a la influencia itálica. Poca fortuna
logró en ensayos épicos, como la Contienda de Ayax-
Telamón y Ulises, y en la traducción fragmentaria del
Orlando, de Boiardo (1).
Las obras que pueden llamar más la atención son los
sonetos y églogas, donde generalmente hay metrificación
correcta y fácil. Alma inspirada en los ideales de aquel
tiempo de imperialismo, que todo buen castellano llevaba
en su pecho, imaginaba días de esplendor en esa unidad
española que no alcanzaba ya únicamente al solar patrio,
sino allí donde el esfuerzo español había impuesto su imperio
en unidad política y religiosa.
Gutierre de Cetina (1520-1560?) fué también de los primeros
que adoptaron la metrificación italiana, según el
ejemplo de Garcilaso. Es conocidísimo por el madrigal
A unos ojos; este poemita hubiese salvado el nombre de
Cetina; mas merecen todas sus obras ser más conocidas
de lo que hasta ahora lo son, toda vez que, acaso por haber
residido el poeta en Italia, es uno de los más hábiles
entre los españoles en el empleo del endecasílabo. Especialmente
sus sonetos han sido muy elogiados; Herrera
los celebra, y en singular aquel que dedicó Cetina Al monte
donde fué Cartago (2).
(1) Véase Varías poesías de H. de Acuña, Madrid, 1894.
(2) Obras, edic. de I. Hazañas, Sevilla 1895 y en la «Biblioteca de
Autores Españoles», tomo XXXII.
ÉPOCA clásica: CARLOS V 165
III
La literatura didáctica. -En la primera mitad del siglo xvi
el desarrollo didáctico español es exuberante, no habiendo
materia, por ajena que parezca a la forma literaria, que no
tenga ilustres representantes: Gabriel Alonso de Herrera
publicó en 1513 su Obra de Agricultura, bellísima exposición
de agronomía, en amplio, castizo y elegante lenguaje.
Uno de los prosistas españoles de mayores méritos es
Juan López de Vivero Palacios Rubios (1450-1525), quien
en su Tratado del esfuerzo bélico lieroico, nos deja una
intensa obra para educación de la voluntad, y ella salva
su fama como escritor, pues otros trabajos suyos, como
de erudito, los había compuesto en latín.
No puede olvidarse al ilustre médico del emperador,
Francisco López de Villalobos, muerto en 1549. Asoció
la poesía a la ciencia en su Sumario de Medicina, tradujo
el Anfitrión, de Plauto, luchando por implantar en España
la comedia clásica, y por fin escribió un libro, al
cual debe su fama. Tratado de ¡as tres Grandes, que son
la gran parlería, la gran porfía y la gran risa. Obra es
esta donde la más fina sátira, la intención más mordaz, el
ingenio más chispeante corren parejas con un estilo afectadamente
serio y didáctico, como si el autor tomara por
cosas fundamentales las que expone. Quizá por su lenguaje
no es todavía propiamente un clásico; pero por lo que
constituye a un escritor, por las facultades naturales, ciertamente
Villalobos es admirable en el Tratado que citamos,
así como en el libro de Los problemas, semifilosófico,
semihumorístico también. Se trata de uno de nuestros más
166 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
simpáticos vulgarizadorcs de la ciencia del siglo xvi (1).
Fernán Pérez de Oliva, de los más ilustres maestros
de Salamanca, publicó su Diálogo de la dignidad del
hombre, donde se mostró de los más correctos escritores
de su tiempo (1494-1553) y defendió la tesis de que el lenguaje
castellano era ya apto, tanto como el latín, para la
expresión filosófica, científica y literaria (2). Es la misma
posición que la de Simón Abril.
Más fama que la que hoy le corresponde alcanzó en sus
días Fr. Antonio de Guevara, muerto en 1545. Fué predicador
y cronista de Carlos V, y éste le promovió a obispo
de Guadix y Mondoñedo. La influencia de Guevara fué
notable; grandes y cortesanos procuraban su amistad
(aunque no faltó en la corte quien se burlara de su palabrería)
y aun hoy sus Cartas a estos personajes forman
en puesto de honor en la epistolografía española, aunque
pecan un tanto por su estilo afectado. Suyos son Reloj de
príncipes o vida de Marco Aurelio (1529), habiéndose reimpreso
varias veces y traducido en latín, francés e italiano;
El menosprecio de la corte y alabanza de la aldea,
que se imprimió por primera vez en Alcalá de Henares en
1592, y Las epístolas familiares. Tiene otras obras históricas
y teológicas (3).
Competidor denodado fué el bachiller Pedro de Rhúa,
profesor de Humanidades en Soria por los años de 1545.
Escribió al célebre obispo de Mondoñedo tres Cartas censorias,
en las que le reprende sus yerros históricos. Estas
cartas lucen bastante elegancia y corrección, que peca de
excesiva; se puede considerar como la composición más
(1) cBiblioteca de Autores Españoles», tomo XXXVI y «Sociedad de
Bibliófilos Españolea», tomo XXIV.
(2) Continuó esa obra y la publicó en 1546 Francisco Cervantes de
Salazar y no desmerece el continuador al lado del predecesor.
(3) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXV. «Clásicos Castellanos
», vol. 29.
ÉPOCA clásica: CARLOS V 167
verdaderamente retórica que nos ha quedado de aquel
tiempo, siendo la única obra suya que conocemos (1).
La Historia.—Aunque más importante es Pedro Mexía
(1 4997-1552) por sus libros Diálogos muy eruditos y <5/7-
va de varia lección, suele ser más conocido por su Historia
imperial y cesárea, serie de biografías de los emperadores,
desde César hasta Maximiliano, pues al emperador
Carlos V, su señor, le dedicaba una historia especial que
no pudo terminar (2).
Florián de Ocampo (1499 a1555) es historiador de mejores
intentos que resultados; así en su no acabada Crónica
general de España, da cabida en una prosa muy indigesta
a multitud de fábulas e invenciones.
Más sincero y noble escritor es D. Luis de Avila y ZúÑiGA,
que redactó los Comentarios de la guerra de Alemania
(1548), en los cuales se hace una constante apología
de las campanas de Carlos V.
Historiadores de Indias.—Aparte de las cartas de Cristóbal
Colón, que ya hemos citado, no pueden anotarse los historiadores
de Indias sin empezar por Hernán Cortés (1485
a 1547), el conquistador de Méjico, que si dio pruebas de
capitán esforzado, también las dejó como severo e imparcial
cronista de sus hazañas.
De los que más pueden ilustrar repecto a la conquista
de América es Gonzalo Hernández o Fernández de Oviedo
(1478-1557). Fué educado en el palacio de los Reyes
Católicos. A las órdenes de Gonzalo de Córdoba combatió
en Italia; pasó en 1514 aAmérica, donde se le confirieron
cargos de importancia, y regresó a la península, falleciendo
en Valladolid.
(1) «Biblioteca de Autores Españoles>, tomo XIII.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXI.
168 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Además de varias obras literarias, entre las cuales figura
una colección de diálogos anecdóticos y biográficos,
Batallas y Quinquagenas (1), publicó su Historia general
y natural de las Indias (1552), en la que dio a conocer, no
sólo los hechos prodigiosos de los españoles en aquellas
comarcas, sino también las condiciones del suelo en las
mismas; su clima, árboles y plantas. La obra de Oviedo,
si peca de monótona y pesada, a causa de la magnitud del
acontecimiento que historiaba y de la gran suma de datos
y documentos que transcribe, no carece de mérito literario,
y desde luego lo tiene muy grande en el terreno científico,
por la indudable autenticidad de sus aseveraciones, no
tanto por lo que se refiere a que las cosas sean como el
las cuenta, sino por revelarnos las tradiciones, maravillas
y fábulas, en las cuales creían los americanos, y él sabe
muy de cierto, puesto que, según el mismo autor dice, poseyó
una autorización especial del Emperador para que los
gobernadores del Nuevo Continente le suministrasen todos
los elementos que le hicieran faíta para documentar
su historia. El Sumario de la natural y general historia
es libro también interesante (2).
Más famoso ha sido Fray Bartolomé de las Casas, notable
apóstol español, que representa la más elocuente defensa
de los indios, hecha aun a cosía de exageraciones
alga declamatorias, anuladas por oíros historiadores más
sensatos. En aquel tono está escriía su Brevísima relación
de la destrucción de las Indias (1551).
(1) Rindió tributo a la moda caballeresca con su novela Don Claríbalte
y a la tendencia mística con sus Reglas de la vida espiritual… y
a la genealogía con Las Quinquagenas de la nobleza de España…
(2) Historia general y natural. . edic. de la Academia de la Historia,
por D. José Amador de los Ríos (1851 a53) 4 tomos.
Sumario de la natural historia «Biblioteca de AA. EE.», tomo XXII.
Las Quinquagenas de la nobleza…, edic. de la Academia de la Historia.
ÉPOCA clásica: CARLOS V 169
Respecto a la parcialidad de este autor, baste decir que
de la injusticia con que se nos ha juzgado por los extranjeros
es él no poco culpable. En su odio a España, aquéllos
han abultado las afirmaciones del padre Las Casas y
han pasado por alto las sesudas historias de Fernández
Oviedo, Díaz del Castillo, etc. (1).
De Bernal Díaz del Castillo es la Historia verdadera
de la conquista de la Nueva España. Es el prototipo del
honrado y veraz narrador de los sucesos que consigna en
su libro, y en la colección, nunca bastante ponderada, de
nuestros historiadores de Indias merece preeminente lugar
el viejo soldado, que narra con la sencillez de quien no da
más valor a los sucesos que el que verdaderamente tienen,
sin fanfarronerías ni adornos retóricos (2). Francisco López
DE Gomara, en 1555, dio a luz una Historia general de
las Indias y la Conquista de Méjico. Esta obra es un verdadero
modelo de buen decir, incomparable con la de Díaz
del Castillo; pero, en cambio, más que verdadera historia,
es un desmesurado elogio de Hernán Cortés, del cual fué
capellán Gomara. Para poner las cosas en su justo medio,
escribió Díaz, quedando muy inferior en el estilo y lenguaje,
pero muy por encima en sinceridad. Hay entre ellos la
diferencia que debía haber entre un clérigo erudito y un
soldado (5). Como cronista tiene Gomara los anales del
Emperador Carlos V, ensayo de historia contemporánea.
(1) historia apologética sumaria de las Indias en «Nueva Biblioteca
de AA. EE.» tomo XIII.—Vida y escritos de Fr…, por D. A María
Fabie, 2 tomos, 1879.
(2) «Biblioteca de AA. EE >, tomo XXVI.— Se terminó el libro en
1580 y fué publicado por primera vez en 1632.
(3) «Biblioteca de AA. EE.^, tomo XXII.
170 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
IV
La novela caballeresca. —Ya dejamos indicado que El Amadís
produjo una gran serie de libros de caballerías, lo cual
está demostrado con la adición que el mismo Montalvo
hizo publicando Las Sergas de ÉspJandián. Páez de Ribera
compuso el Florisando (1510) continuación de Amadís;
Feliciano de Silva, en 1514, publicó Lisuarte de Grecia,
hijo de Esplandián (1), y el Amadfs de Grecia, hijo
de Lisuarte (1550?), y otros, ya citados, como Florisel de
Niquea, (1536 a51); el último Amadís titulado D. Si/ves de
la Selva es debido a Pedro Lujan (1546). También hemos
hablado de la boga que lograron los Palmerines, desde
el Palmerín de Oliva (151 1) hasta el Palmerfn de Inglaterra
(2), en su edición castellana (1560?) y a éstos hay que
añadir otras mil publicaciones de este género, como Don
Belianfs de Grecia, de Jerónimo Fernández (1547) (5), llegando,
por último, a los libros de caballerías semirreligiosos,
y muchas veces sacrilegos, de los cuales pueden
ser ejemplar el Libro de caballería celestial de la Rosa
Fragante, de Jerónimo Sempere (1554), donde a los doce
apóstoles se le presenta como los caballeros de la Tabla
(IJ Ésta acaso no pertenece a Silva, sino a Juan Díaz.
(2) Libro elogiado por Cervantes como único entre los de su clase,
(3) Es inútil en un resumen como es nuestro libro citar textos caballerescos,
todos ellos de escaso valor y de profusión tan enorme que la
lista serfa pesada. Recuérdese Caballero de la Cruz, atribuido a Alfonso
de Salazar; Don Cirongilio de Francia, debido a Bernardo de
Vargas; Belianis de Grecia, cuyo autor es Toribio Fernández; Félixmarte
de Hircania, de Melchor Ortega; Don Clarisel de las FloreSy
de Jerónimo de Urrea, etc , etc.
ÉPOCA clásica: CARLOS V 171
redonda y desde luego al Redentor como extraordinario
paladín (Caballero del León) sin que falte al mismo demonio
su personificación en el Caballero de la Serpiente, y a
San Juan Bautista la de Caballero del Desierto. Fernández,
de Villaumbral«s compuso en 1552 BI Caballero del Sol y
por furtuna el género desaparece con Policisne de Beocia
al comenzar el siglo xvii.
La novela picaresca.—Por estos días aparece en España
una manifestación literaria que había de alcanzar gran
gloria: la novela picaresca. Durante mucho tiempo, se ha
venido atribuyendo la más notable de ellas, titulada El lazarillo
de Tormes, a D. Diego Hurtado de Mendoza.
El lazarillo de Tormes, publicado en 1555, es el tipo
perfecto de la novela picaresca. Su protagonista, Lázaro,
hijo de un molinero y una moza del partido, cuenta las pe
ripéelas de la vida que llevó con sus caricaturescos amos
y las trazas de que se valía para robarles algo conque
mantenerse. El ciego ladino primero, el clérigo miserable
después y el vanidoso cuanto hambriento hidalgo, son
modelos admirables de personajes tomados del natural,
así como el fraile de la Merced, el bulero, el capellán y el
alguacil, a quienes sucesivamente sirve, terminando la novela
con el casamiento del pobre lazarillo y su colocación
en un oficio real, pregonero de Toledo. Nada hay más
perfecto en cuanto al lenguaje y en cuanto a la observación,
feliz en rasgos salientes y sobria en detalles. Ninguna
novela picaresca logrará superar ni igualar siquiera el
donaire, la gracia y picardía truhanesca de Lázaro (1).
Muchas imitaciones tuvo El lazarillo, unas direcíamcn-
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo III. «Clásicos castellanos
»: edición de Cejador con introducción y notas, 1914, Madrid, o la
muy primorosa hecha en «Clásicos de la Literatura Española», por don
Adolfo Bonilla San Martín, 1915.
172 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
íe derivadas de esta obra; y otras más bien como secuela
de La Celestina; v. gr.: La lozana andaluza (1528), de
Francisco Delicado, y la Historia de Jos amores de Clareo
y Florisela, que en la mitad del siglo xvi publicó
Alonso Núñez de Reinoso, sin contar otras obras menos
La novela picaresca genuinamente española que tan característica
se presenta con Lazarillo alcanza poco más
adelante su esplendor con Alemán, Espinel, Quevedo y
Ve’lez de Guevara.
La Reforma.—Empeñada la lucha entre ortodoxos (católicos)
y reformados, vienen las disputas sobre el dogma y
la disciplina, y con igual ardor se acude por ambos bandos
al arsenal de las lenguas sabias—griego y latín—y al hebreo,
para poder interpretar con toda felicidad, o arreglar
cada cual a su gusto, los textos de la Biblia. Así los estudios
filológicos y gramaticales adquieren extraordinario
Uno de los más grandes humanistas españoles Juan de
Valdés (murió en 1541), amigo de Erasmo, figura entre
los escritores afectos a la reforma. Parece ser que fué natural
de Cuenca y hermano de Alfonso de Valdés, con
quien colaboró en el diálogo de Mercurio y Carón (1528).
En este Diálogo hay ya indicios de protestantismo, cosa
que no es de extrañar en Valdés, dada la amistad que tuvo
con Erasmo y su gusto por la crítica religiosa. Juzgando
los méritos de esta obra, diremos que es el Diálogo monumento
clarísimo del habla castellana. El ingenio, la gracia
y la amenidad rebosan en él, y puede afirmarse que nada
mejor se ha escrito en castellano durante el reinado de
Carlos V. También, aunque hoy se le discute, parece que
es suyo el Diálogo de la lengua, en el cual son interlocutores
dos italianos y dos españoles; gran parte de estos
diálogos fueron conversaciones habidas entre Valdés y
ÉPOCA clásica: CARLOS V 175
sus amigos en Italia «sobre puníicos y primorcios de lengua
vulgar» y despue’s publicadas por él mismo.
Esta obra será siempre orgullo de la literatura patria;
varias ediciones se han hecho de ella, y todas 5on pocas,
y acaso sólo una correcta.
Mucha mayor propaganda merece el que, en la forma,
no tienen por qué postergarse al divino Platón.
La contrarreforma: Los místicos.—Podemos aplicar aquel
nombre a toda la cultura filosófica y mística del esple’ndido
movimiento literio católico español, que pocos días adelante
va a tener exuberante floración.
Merece el primer lugar en el orden cronológico el beato
Juan de Avila (1500 a 1569), insigne misionero del siglo xvi;
siguió la carrera eclesiástica, y no queriendo admitir ningún
cargo, se dedicó a la predicación en Andalucía, cuya
región, testigo de sus virtudes, le apellidó su apóstol. En
sus discursos procuró siempre el provecho de sus oyentes
y no su gloria, por lo que pecan de descuidados, teniendo,
en cambio, todo el fuego de la verdadera unción evangélica
y la energía que se descubre en lo poquísimo que nos
queda de tan docto varón. Sus obras Del conocimiento de
símismo, Del Santísimo Sacramento, etc., demasiado didácticas
para literarias, prueban cuanto dejamos dicho. En
sus cartas, admirables por la valentía, elegancia, naturalidad
y robustez de estilo, exhorta continuprneníe a la confianza
en Dios con tanta fuerza de razones, con tal espíritu
práctico, que arrebata y convence; ningún autor sabe como
él cautivar el corazón de sus lectores. A él se debe en gran
parte la riqueza del lenguaje místico castellano; pero no
del lenguaje pomposo y culto de un Guevara o de León,
ni aun del ciceroniano Granada, sino de una forma popular,
llana y familiar, a la cual supo acomodar los más elevados
asuntos. (1).
‘\) Véase «Obras del Beato Juan de Avila», edición de J. Fernández
Montaña, 4 tomos, Madrid 1901.
Diñs D£ FéLipe II V Felipe iii
El teatro en esta época.—El teatro, que abandonando su
traza popular, se acoge al calor de la imitación clásica,
trata de olvidar por esta época la inspiración de los poetas
españoles, que pugnaba por crear un teatro nacional susceptible
de ser gustado por el pueblo, el cual no se interesaba
por las frías producciones o traducciones de los eruditos.
De los primeros nombres conocidos entre los cultivadores
del teatro, después de Encina y Lucas Fernández,
es el de Francisco de las Natas, por su Comedia llamada
Tidea, y merecen recordarse también a otros, como Jaime
de Güete (Comedia Tesorina y Comedia Vidriaría) y
Díaz Tanco de Fregenal, cuyas obras empiezan a llamar
la atención de los eruditos.
Hernán López de Yanguas, con su Farsa sacramenta/,
abre la era de los autos gloriosos de Calderón; Francisco
de Avendaño se anticipa con su Comedia F/orisea (1551),
a Virués y a Cervantes en el honor que éstos mismos se
atribuyen de haber reducido a tres jornadas las cinco clásicas
del precepto horaciano. La influencia del teatro de
Gil Vicente se destaca en la Recopilación en metro y en
la Recopilación de Farsas, colección de alegorías y far176
LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
sas morales de Diego Sánchez de Badajoz (1), y en la
Comedia Radiana de Agustín Oríiz viéndose también en
ésta recuerdos de Torres Naharro. La Tragedia Josefina,
en forma dialogada, por Miguel de Carvajal, y El auto
de las Cortes de la Muerte, terminada, con la Comedia
Tibalda, por Luis Hurtado; Juan de París, con su Farsa, y
Juan de Pedraza, con la Farsa llamada Danza de la
Muerte, forman, unidas a la Farsas Salmantinas, Custodia
del hombre y la Victoria de Cristo, de Bartolomé Paláu,
representada aún en el siglo xviii, la legión, sucintamente
expuesta de autores donde está la semilla germinadora
de los abundantes y gloriosos retoños del teatro.
Pero el verdadero padre del teatro nacional en España
es Lope de Rueda (1510-1565), sevillano, de cuya vida se
tienen pocas noticias. Actor, o más bien empresario y
autor de comedias, es él quien, con espíritu más nacional
que el de todos sus contemporáneos se separa de los imitadores,
y, más feliz que Gil Vicente y Torres Naharro, logra
crear una obra amoldada al pueblo, y que éste había
de saborear con gusto, pues allí se veía retratado, quizá
en caricatura, pero en ella encontraba rasgos que distinguía
como suyos.
Fué, con grande instinto artístico, uno de los primeros
imitadores de La Celestina, y el que, en unión de Timoneda
y otros, nacionalizó la comedia italiana. Hábil imitador
de los italianos, a quienes saqueó sin escrúpulo para los
argumentos y trazas de sus comedias y coloquios, fué
maestro de la lengua y del diálogo común, no por ruda
espontaneidad, sino por arte refinado. Si no fué original,
fué, en cambio, diestro en pintar costumbres populares y
mover los personajes de sus obras. Añádase a esa pericia
(1) Véase «Dicg-o Sánchez de Badajoz» por D. j. López Prudencio,
Madrid 1915 -La Recopilación se publicó en Madrid 1882 al 86 en 2 tomos
de la colección «Libros de Antano>, volúmenes XI y XII.
ÉPOCA clásica: FELIPE II
^ 177
escénica aquella su prosa castiza y lozana que aprendió en
la Tragicomedia e hizo más popular, cual convenía a su
sentido realista del teatro.
Las obras dramáticas de Lope se dividen en tres grandes
grupos: el primero comprende las comedias, el segundo
\os pasos y el tercero los coloquios. Todas estas obras
se hallan escritas en prosa, exceptuando únicamente a dos
de las comprendidas en el último grupo. Las comedias son
cuatro, que se titulan: Eufemia, Armelina, Los Engañados
y Medora, la primera es la de más mérito de todas,
por lo interesante de su acción, la brillante expresión de
los sentimientos y la descripción de ios caracteres; sigúele
luego en importancia la tercera, que nos ofrece un argumento
interesante y en extremo animado; y son, por último,
las otras dos las de menor valer de todas ellas. Los
pasos son la parte mejor de las composiciones de Rueda,
por la naturalidad de que se hallan dotados y el estudio
profundo que en los mismos se hace de los caracteres y
costumbres de las clases populares. Su número es el de
diez. No tan sólo resaltan en los pasos las cualidades que
acabamos de mencionar, sino igualmente la gracia nativa
de Lope de Rueda que se derrama en estas producciones
de manera abundante y fecunda, y la perfección del estilo
y lenguaje que a tanta altura brillan en los mismos. Entre
los pasos sobresalen, por su mérito, los de La Carátula,
Cornudo y contento, El de Jauja, Las aceitunas. Pagar y
no pagar y El Rufián cobarde.
El tercer grupo lo forman los llamados coloquios, que
son en número de cuatro, dos en prosa y dos en verso; en
los primeros resalta una acción pastoril semejante a la que
aparece en las églogas de Encina, y su mérito es sumamente
escdso, a causa de lo absurdo e insoportable de sus
argumentos, brillando tan sólo por las excelentes condiciones
de su lenguaje; los dos restantes nos muestran el
verdadero talento poético de Lope de Rueda, descollando
12
178 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
el Diálogo de las calzas, por lo bien que en él se retraían
las costumbres, y las Prendas de amor, por ofrecernos
su autor en el mismo una bella muestra poética del género
pastoril. Ambos diálogos se hallan escritos en quintillas,
y en esto mismo se ve demostrado que corresponde a Lope
el título de eminente poeta, sobresaliendo en el verso tanto
como cuando cultiva la prosa (1).
Muchos son los autores dramáticos de esta época, pero
sólo merecen ser citados Sebastián Horozco, insigne poeta
en su Cancionero (2) al estilo tradicional, y autor de
entremeses y representaciones (5), Andrés de Prado, por
la Farsa Cornelia; Alonso de la Vega, imitador en su 7olomea,
de Rueda, y autor de la Comedia de la Duquesa
de la Rosa, y un Pedro Navarro, elogiado por Cervantes.
Más fama alcanzó Juan de Timoneda, muerto hacia 1585.
Su vida fué consagrada por completo a la literatura, en la
cual, sin embargo, ha dejado muy poco original. Fué refundidor
de Plauto en la Comedia de engaños, que es Los
meneemos del latino; refundió a Ariosto en la Cornelia,
que es el Nigromante italiano; refundió moralidades del
antiguo teatro (La oveja perdida); imitó a Torres Naharro,
y saqueó a Lope de Rueda en \o3 pasos o entremeses,
y, por fin, aprovechó de todos en el Sobremesa y alivio
de caminantes, colección de cuentos brevísimos, tomados
de aquí y de allá sin escrúpulo alguno.
Razón que disculpa todo esto es que Timoneda no se
afanó por ser autor, aunque alguna vez intentara parecerlo,
sobre todo en el Patrañuelo, colección (la primera en
España) de novelas al modo italiano, mejor dicho, nove-
(1) «Biblioteca selecta de clásicos españoles» Obras de Lope de
Rueda, 2 tomos, Madrid 1908—«Colección de libros raros o curiosos»,
tomos XIII y XIV.
(2) Colección de «Bibliófilos andaluces >, tomo VI.
(3) ídem. Obras dramáticas inéditas.
ÉPOCA clasica: FELIPE II 179
las italianas que Timoneda contó a su modo, en lengua
castellana. Hay que reputar a Timoneda como un verdadero
popularizador, y hasta puede ser considerado como
el patriarca de los editores españoles (1).
Juan de Mal Lara (1527 a71), poeta dramático de la tendencia
clásica, cuyas obras teatrales se han perdido, gozó
de gran autoridad como maestro de poetas. Tiene un libro
interesantísimo, Filosofía vulgar, que es escogida muestra
de la sabiduría popular, condensada en refranes formados
por el vulgo. Por este tiempo se despierta la afición
de los refraneros, que por varios autores y con diversos
títulos, se publican, pudiendo servir de ejemplo los de Horozco.
Refranes glosados en verso y Recopilación de
adagios en prosa, y los de Hernán Núñez de Toledo y
Blasco de Garay.
Estamos próximos a los días del engrandecimiento español,
cuando los autores van a tener el acierto de poner
su vista en la tradición nacional. De entre éstos es el primero
Juan de la Cueva, sevillano, que vivió de 1550 a
1609. Es muy conocido por ser el autor de El Infamador,
generalizando la leyenda de D. Juan, y haber compuesto
un Ejemplar poético, no falto de intere’s por los datos que
suministra sobre nuestro antiguo drama. Dicho arfe poético
fué considerado como defensa de la que él llama libertad
desusada; a saber: la falta de unidades de lugar y
tiempo y la acción complicada.
También quiso Cueva, después de haberse dado a conocer
en el drama, probar fortuna en la epopeya; pero su
enfática Bélica conquistada tiene defectos bastantes para
hacerle desmerecer en tan elevado asunto, que es la conquista
de Sevilla por Fernando III el Santo.
(1) Obras completas por Mcnéndez y Pelayo. Valencia 1911 se publicó
un solo volumen. «Biblioteca de Autores Españoles», tomos II, X,
XV, XXXVvXLI.
180 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Las principales comedias de Juan de la Cueva son las
que llevan los títulos siguientes: La muerte del Rey Don
Sancho, El Saco de Roma, Los siete Infantes de Lara,
La libertad de España, El Degollado, El Tutor, El Príncipe
tirano (primera y segunda parte), El viejo enamorado,
El Infamador. Téngase en cuenta que estos asuntos,
en su mayor parte, le presentan como precursor del teatro
nacional español por la razón de que Cuev^ vuelve a nuestro
fecundo romancero, siempre manantial feríilizador de
nuestro gran teatro del siglo xvii. Y ya en ese seguro camino,
aunque con vacilaciones, su bien templado espíritu artístico
acierta a gustar de la belleza de las leyendas romancescas
del Convidado de piedra, del Rey don Sancho y
de los Infantes de Lara. Por esta felicísima tendencia, ya
que no por otro mérito, debe ser reconocida la importancia
de Juan de la Cueva (1).
» Jerónimo Bermúdez (1530-1589) intentó implantar la comedia
clásica en España, pero con desconocimiento absoluto
del teatro; aprovechó la Inés de Castro, del portugués
Ferreiro, para sus Nises, la lastimosa y la laureada. Discípulo
de Juan de la Cueva fué Andrés Rey de Artieda
(1549-1615), uno de los primeros innovadores en nuestro
teatro, al que llevó asuntos nacionales, como Los amantes,
primera aparición en escena de Los amantes de Teruel,
y única obra dramática suya que nos queda de las
varias que se le atribuyen. También compuso Discursos,
Epístolas y Epigramas (2).
Cristóbal de Virués (1550 a1610) escribió cinco tragedias
bastantes desdichadas: cítanse La gran Semíramis,
La cruel Casandra y La infelice Marcela. Pero su gloria
está’ asegurada por haber versificado una leyenda de la
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos X, XVI y XLII.
(2) Estas poesías en «Biblioteca de Autores Españoles», tomos
XXXV y XLII.
ÉPOCA clásica: FELIPE II 181
Iglesia española del siglo ix, cuyo asunto es el pecado y
penitencia de Juan Guarín, que deshonra y mata luego a la
hija del Conde de Barcelona. Arrepentido de su obra, tal
es su remordimiento, que logra de la Divinidad sea su víctima
vuelta a la vida; y apareciéndose la Virgen, funda cl
penitente, para memoria de tan extraordinarios hechos, el
famoso santuario de Monserrate, cuyo nombre toma el
poema. Consta de 20 cantos y fué publicada en 1588. Puede
considerarse esta obra como una hermosa leyenda entre
las mejores de su género; el tema no puede ser más poético,
y Virués no desperdicia la ocasión, sacando todo el
partido que le permitía su musa bastante retórica. A Virués
no se puede pedir verdadero sentimiento; le sofoca a menudo
su erudición y el afán de seguir los modelos clásicos
(1).
Es curiosa La comedia salvaje (1582), del poeta tradicional
Joaquín Romero de Cepeda, por ser una imitación
teatral de La Celestina.
El título de divino mereció para sus contemporáneos el
poeta dramático Miguel Sánchez, que, si fué excelente lírico,
autor afortunadísimo de Oid, señor don Gayferos,
no parece merecer mucho aplauso por sus comedias, de
las cuales la mejor es La guarda cuidadosa (2). Fueron
también aplaudidas unas tragedias de Lupercio Leonardo
DE Argensola, del cual hablaremos más adelante, pues su
gloria como poeta dramático no puede ser más escasa. La
Alejandra y la Isabela son equivocaciones lamentables y
acusan una total ignorancia de lo que era el nuevo teatro.
(1) Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVII.
i2i «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLIII la comedia, y
las poesías en los tomos X, XXV y XLII.
La «Sociedad de Bibliófilos españoles» ha comenzado a publicar las
obras de Juan de la Cueva. El tomo II de ellas contiene Comedias y
Tragedias .—1917.
182 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
La poesía festiva.— En esta época representada por el gran
poeta Baltasar de Alcázar (1550-1606). El ilustre crítico
Rodríguez Marín ha publicado, años hace, completa biografía,
en lo posible, de este autor, bastante desconocido,
y la colección de poesías selectas, que clasifica en amatorías,
festivas, religiosas y varías. En todas las composiciones
alienta la alegre y maliciosa musa inspiradora de
sus frecuentes rasgos satíricos, tan afines a los de Marcial.
A los setenta y seis años murió, y de entonces acá no
hay español medianamente ilustrado que no conozca alguna
de sus populares obras, v. gr.. Cena jocosa, o aquella
de su Modo de vivir en ¡a vejez. Alcázar es un verdadero
poeta, artista de vigoroso colorido, capaz de presentarnos
en pintura maestra las más graciosas escenas;
el locuaz narrador de cuentos comenzados y jamás concluidos,
el cantor de las excelencias de la taberna, de la
dulce vida en la vejez, del gracioso caso de Chacón. Es el
epigramático de más donaire que ha habido en nuestra literatura,
y al cual hora es ya de que los críticos den el lugar
que como poeta de primer orden le pertenece (1).
Apogeo de la lírica castellana.- La reforma feliz que Garcilaso
decidió en la poesía castellana no hubiera logrado naturalizarse
por completo sin el genio del poeta andaluz
Fernando de Herrera (1554 a 1597). Antes de ser eclesiás-
(1) Poesías de Baltasar de Alcázar. cBibliotcca Selecta de Clásicos
españoles», edic. de Rodríguez Marín, Madrid 1910. cBibliotcca de
Autores Españoles», tomos XXI, XXXII y XXXV.
ÉPOCA clásica: FELIPE II 185
tico celebró en sus versos, de corte petrarquista, a una
Laura, Doña Leonor de Milá, o la Condesa de Gelves,
Eliodora. Y parece probable que esta buena dama significaría
más que el emblema de la belleza, propio de iodo
poeta de aquella época, hasta el caso de que bien pudiera
ofenderse su marido, D. Alvaro Colón de Portugal (1).
En esos sentidos versos es donde está aquella divina
poesía que conservará como astro de primera magnitud a
nuestro poeta. Sin embargo, han sido más celebradas sus
odas elegiacas y heroicas. Hermosa es aquella composición
A la muerte del Rey Don Sebastián, tierna y sentida
queja que le arranca la rota del ejército portugués en Marruecos.
En ésta, como en todas las poesías de Herrera,
se nota la grandiosa inspiración bíblica y se revela la profunda
cullura clásica del autor. Lástima es que en algunos
casos el poeta se deje arrastrar por un afán de pompa que
vicia sus obras; por ejemplo, su oda A Don Juan de Austria.
Acaso no estaba el mal en él;^ra cosa del tiempo; era
atmósfera que se respiraba ya, y los artistas no pueden
sustraerse a ella, pues que en una sociedad viven y de sus
modas yde sus gustos participan. Parece mentira que hombre
tan modesto, cual nos le pinta la Historia, fuera a veces
tan hinchado en la poesía. A él, que tan buen tino tuvo
para comentar a Garcilaso, se le fué la mano en cuanto
afán de aristocracia poética le tentó. Claro es que junto a
estos errores que, después de todo, no siempre les profesó—
La victoria de Lepanto, Pérdida del Qey Don Sebastián,
muchas elegías, buen número de sonetos son prueba
de sus aciertos absolutos—, hay en sus obras bellezas que
hacen de Herrera el más grande lírico español en el siglo
XVI y acaso hasta el xix. Ya en su tiempo obtuvo los más
fervorosos aplausos, no sólo de Pacheco, pródigo para
(1) Rodríguez Marín, El Divino Herrera y ¡a Condesa de Gelves,
Madrid, 1911.
184 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
iodos SUS paisanos, sino también, y muy efusivos, de
Lope; fué admirado por Cervantes, y aun se dice que Tasso
celebraba la galanura de los versos herrerianos (1).
La poesía clásica.—Fray Luis Ponce de León —1528 a
1591—, nacido en Belmoníe (Cuenca), es literato en toda
la más alta significación de la palabra. A los diecisiete
años entró en la Orden de San Agustín, llegando pronto
a profesor de Teología en Salamanca. A causa de una controversia
teológico-filosófica, algunos rivales propagaron
la especie de que era descendiente de judíos y de que conspiraba
con los profesores Cantalapiedra y Grajal, para interpretar
la Escritura según las tradiciones rabinas. Su
principal contrario fué León Castro, que ocupaba la cátedra
de griego. La discusión llegó a ser acalorada. En cierta
ocasión el maestro León amenazó a Castro con quemar
públicamente el tratado sobre Isaías, escrito por el segundo.
Castro, hombre audaz, se anticipó a su adversario,
denunciándole a la Inquisición.
Luis de León fué encarcelado, permaneciendo así cuatro
años y medio, en los cuales hubo de ser muy hábil para
que preguntas y oíros medios astutamente encaminados a
convencerle de herejía y envolver asimismo al gran Arias
Montano, no diesen efecto. A pesar de los manejos de Bartolomé
de Medina y sus hermanos los dominicos, Fray
Luis fué puesto en libertad en 7 de Diciembre de 1576.
Lo mismo que Cervantes, Fray Luis halló en su prisión
alientos para una gran obra, tan grande que le pone en
primera línea entre los escritores místicos españoles; nos
referimos a Los Nombres de Cristo, sublime comentario
de los títulos que los Santos Padres y místicos habían
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXII y «Soc. de Bibliófilos
andaluces».
ÉPOCA clásica: FELIPE II 185
atribuido a Nuestro Señor Jesucristo. «El diálogo, recuerda
los de Platón, pero no directamente, sino un Platón alejandrino;
en cambio su prosa es tan original y de tan singular
entroncamiento clásico, que le da fisonomía propia.»
Estas cualidades vuelven a aparecer en la Exposición del
libro de Job, en la versión del Cantar de los Cantares y
en La Perfecta Casada, obra esta última muy apreciada en
España, donde, aún hoy, pocas son las mujeres cristianas
que no conocen este prudentísimo código de los deberes
de una madre (1).
Sin embargo de estos méritos, nada sería la gloria del
maestro León si le faltase el laurel que añaden a su corona
sus trabajos poe’ticos. En ellos aparece Horacio, no traducido,
sino en algunos casos remozado: La profecía del
Tajo y La vida del campo, cuyas admirables estrofas encierran
un tesoro de belleza. Sus poesías originales le ponen
a la altura de los primeros líricos españoles, y en su
género no le alcanza nadie, ni Herrera, dicho sea concediendo
a éste bastante más facilidad en la métrica. Noclie
serena, es dulce y majestuosa meditación con rasgos de
vehementísimos anhelos por otra vida que el alma pura del
poeta vislumbra. La oda A Salinas, es de imponderable belleza.
La expresión más alta de la estética platónica, dice
Menéndez y Pelayo, «debe buscarse en aquella incomparable
oda de Fray Luis de León a la música del ciego Salinas,
donde con frases de insuperable serenidad y belleza
está expresado el poder aquietador y purificador del arte; la
escala que forman las criaturas para que se levante el entendimiento
desde la contemplación de las bellezas naturales
y artísticas hasta la contemplación de la suma increada
hermosura; la armonía viviente que el Universo rige, armonía
de números concordes que los pitagóricos oían con
(1) La Perfecta Casat/a.- Comentario por José Rogerio Sánchez.
Madrid, 1911.
186 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
los ojos del alma; música celeste, a la cual responde débil
y flacamente la música humana.»
La muy conocida oda En la Ascensión, es de mérito extraordinario
y de otras, como la dedicada A Felipe Ruiz,
y la oda A Santiago, no podemos decir nada por no extendernos,
recomendando la constante lectura del gran
poeta (1).
Francisco de la Torre (1554-94). -Damos por bien sabido
que la personalidad de este autor en la literatura castellana
está ya definida. No es. como algunos han supuesto,
el La Torre, autor de la Visión deleitable, de quien ya
nos hemos ocupado, ni tampoco el Francisco La Torre a
quien alude Boscán en la Octava rima.
Sus composiciones merecen a La Torre ser considerado
como un poeta a quien adornan la naturalidad, sentimiento,
elegancia y ternura. Hubo veces en que siguió de cerca
modelos italianos; mas así y todo, fué gran poeta (2).
Francisco de Figueroa (1556 a 1617), poeta castellano
muy estimable, pero no divino, como le llamaban sus
contemporáneos. La égloga Tirsi se cita como modelo de
belleza poética y de dominio del verso libre (5).
La poesía épica.—La literatura castellana, que en sus comienzos
tuvo una tan espléndida floración épica, no logra
en estos días de su perfección literaria darnos una muestra
que pueda compararse con las grandes producciones
de otras literaturas. Quizá la única gran obra épica de este
período es la debida a Alonso de Ercilla y Zúñiga.
(1555-1594). Este poeta hizo en Chile la campaña contra
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XXXV, LUÍ, LXI y
LXII. -¿os Nombres de Cristo, «Clásicos Castellanos»; La Perfecta
Casada, «Clásicos de la Literatura Española».
(2) Véase nuestra «Antología de textos castellanos», Madrid, 1918.
(3) ídem id id.
ÉPOCA clásica: FELIPE II 187
los habitantes del valle de Arauco. Las heroicas escenas
que presenció le dieron asunto para su poema La Araucana,
uno de los mejores que en el ge’nero e’pico poseemos
en nuestra patria.
Quintana le ha estudiado con acierto, haciendo resaltar
los méritos principales de la obra, que son lo inspirado de
las descripciones, los caracteres, algunos bien delineados,
y la energía de la expresión, a menudo gráfica y valiente,
no pocas veces declamatoria y fría. Está escrita La Araucana
en octavas reales, distribuidas en 57 cantos, viniendo
a ser una crónica de aquella lucha. Adolece de monotonía,
y su asunto se reduce a narrar la expedición de los españoles
a las órdenes de D. García Hurtado de Mendoza
contra los araucanos. No obstante en cuanto a este libro,
debe consignarse que La Araucana fué la primera obra
poética de mérito escrita en América, con la particularidad
de que tiene todo el valor de unas memorias, pues entre
combate y expedición está escrita, muchas veces en pedazos
de cuero por falta de papel, o en pedazos de cartas,
tan pequeños, que fué difícil reunirlos.
La Araucana, en lo que se refiere a la guerra del Arauco,
está incompleta, habiendo una continuación de un poeta
detestable, Diego de Santisteban y Osorio, que se publicó
en 1755. En sus días La Araucana fué recibida
con tal aplauso que por su imitación se engendran un
sinnúmero de poemas heroicos de asunto americano,
como el citado de Santisteban, el Arauco domado, las
Guerras de Chile, etc., etc. Quintana, Martínez de la
Rosa y Bello han hecho crítica definitiva sobre La Araucana,
y nosotros hemos de añadir que si no es el mejor
poema épico de nuestra literatura desde el siglo xvi, es el
mejor de los históricos. No todo en él es por igual digno
de ponderación; si los elogios son justísimos cuando se
trata de Ercilla como creador de caracteres entre los héroes
indios, si son merecidos ante aquellas homéricas des188
LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
cripciones de batallas y luchas personales, no deben prodigarse
hasta el punto de no parar mientes en que muchas
veces el poeta abandona su»papel de sincero artista de la
historia misma para convertirse en declamador, v. gr., el
tan elogiado razonamiento de Colocólo; y se pueden hallar
otra porción de arengas retóricas, probablemente derivadas
de los recuerdos de la cultura de Alonso de Ercilla
(1).
Continuador de Ercilla es el poeta chileno Pedro de
Oña, el cual en 1596 publicó su Arauco domado, primera
parte: nunca llegó a imprimir la segunda. Se dice asimismo
que Oña publicó un rarísimo canto e’pico titulado El
temblor de Lima, que no hemos llegado a conocer. Respecto
al Arauco domado, es una adulación continua y fastidiosa
al marqués de Cañete, y fué, según parece, trabajo
compuesto de encargo, a toda prisa, con apremio y tarea
de veinte octavas al día.
El Arauco es, pues, una improvisación; el autor se dolía
de que en el hermoso poema de Ercilla, faltasen las
proezas de D. García Hurtado de Mendoza, cuarto marqués
de Cañete, y para salvar este defecto, y animado sin
duda por quien había de ser protagonisía, compuso su
obra, quedando casi siempre a gran distancia de su modelo,
no contribuyendo poco a este escaso valer su prosaísmo
en las narraciones, la mezcla de la mitología latina con
las costumbres chilenas, y la falta de color local. Este último
defecto llega a límites absurdos, hasta el punto de
que la naturaleza que nos pinta el poeta, en vez de ser americana,
pues en Chile se desarrolla el argumento del poema,
es completamente europea en su fauna y en su flora.
En todo lo dem.ás es un poema que imita servilmente a Er-
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVII. Biblioteca selecta
de Clásicos españoles, tomos I y II.— Edición de A. M. Huntington,
New-York, 1902. La de D. José Toribio Medina, Santiago de Chile, 1913.
ÉPOCA clásica: FELIPE II 189
cilla, mas no sin que a veces no tenga Oña verdaderos
destellos de poeta.
Compuso íambie’n éste el Ignacio de Cantabria, poema
en 12 cantos de ningún valor, a pesar de que Lope de Wzga
le llamó «armónico y suave» y de que lo aprobó Calderón.
Otro poeta que versifica asuntos americanos es Juan de
Castellanos (1623-1606). Nacido en España, pasó en
edad juvenil a Ame’rica; fué soldado y acabó en la ciudad
de Tunja siendo sacerdote. Su obra más importante es
Elegías de varones ilustres de Indias, de la cual imprimió
la primera parte. La obra es de dificilísima lectura, porque
aquellos sus 100.000 versos, en números redondos, no\
hay quien tenga tiempo para leerlos. Sin embargo, D. Juan
Valera dice: «No se crea que la lectura de las obras de Juan
de Castellanos sea fatigosa e inútil. Contienen las obras
un precioso tesoro de noticias, y no rara vez caen muy en
gracia la inocente malicia, el desenfado y soltura con que
se refieren algunas cosas cómicas, o les pone comentarios.
» No obstante lo dicho por el Sr. Valera, que es una
verdad en lo que se refiere a algunos fragmentos, el poema
es monótono y fastidioso por demás; pero, como crónica
de Indias, su valor es inestimable, siendo de lamentar que,
en vez de ese montón de octavas, no se decidiese Juan de
Castellanos por la prosa, que seguramente le hubiera acreditado
más (1).
Otros poetas épicos de esta época son: Luis Barahona
DE Soto (1548-1595), autor del poema Las lágrimas de
Angélica, tan elogiado por Cervantes, y de los Diálogos
de montería; Luis Zapata (1532-1599), autor de detestables
poemas y de una amenísima y bien escrita Miscelánea,
donde se cuentan sucedidos muy curiosos. Su Carlos fa-
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo V y «Colección de escritores
castellanos», tomos XLIV y XLIX.
190 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
moso es una de las más lamentables equivocaciones de
que pueda hallarse ejemplo (1).
A Juan Rufo Gutiérrez se debe un poema que en 1583
apareció con el título de La Austriada, cuyo protagonista
es el primer D. Juan de Austria. Entre los 24 cantos del poema
hay algunas estrofas muy estimables, acertando con
el tono que requería el asunto, el cual se desenvuelve, por
lo general, como una crónica fastidiosísima (2).
(1) Véase acerca de Barahona el notable estudio de Rodríguez Marín.
Madrid, 1903, y en Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXV
y XLU, algunas poesías
(2) ídem id. id., tomo XXIX.
ÉPOCA clásica: FELIPE II 191
III
Época brillante de la mística.— Santa Teresa de Jesús, nacida
en Avila en 1515; sintiendo vocación a la vida monástica,
ingresó en las Carmelitas, cuya Orden, andando el
tiempo, había de reformar con tanta gloria. Calumniada,
perseguida, encarcelada, siempre reveló heroica paciencia,
en la cual la sostenía el fuego del amor divino que alentaba
en su pecho y que tan de manifiesto dejó en sus obras.
Con justicia se la ha reputado como la mujer más ilustre
de cuantas han escrito.
El fondo de sus obras consiste en llorar con los que lloran,
sufrir con los que sufren y orar por todos y con todos.
Su corazón apasionado, su brillante fantasía, su alma
pura y el místico sentimentalismo, que inspiraba los actos
de su existencia gloriosa, muéstranse en todas y cada una
de sus producciones, en las que fué reflejando los éxtasis
y arrobamientos misteriosos, en que su ser poníase en íntimo
contacto con la Divinidad.
El estilo de las obras místicas de la Santa Doctora es
natural y sencillo, castizo y propio. Ferviente y apasionada,
suele ofrecer ciertas deficiencias, no muy frecuentes, en
el lenguaje; pero este mismo desaliño queda crecidamente
compensado por la gran elocuencia que encierran aquellas
mismas cláusulas algo defectuosas^ en tanto que, cuando
su ánimo se mostraba reposado y tranquilo, la dicción es
fácil, el lenguaje sencillo, las frases elegantes.
Las principales obras místicas que escribió Teresa de
Cepeda son: El libro de su vida, El de las Constituciones
192 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
primitivas, El de las exclamaciones del alma a su Dios,
El de las fundaciones y el Modo de visitar los conventos;
pero mayor mérito que las precedentes producciones encierran
las que se titulan Camino de perfección. Conceptos
del amor de Dios y las Moradas o Castillo interior. El
^Libro de su vida es de lo más encantador que puede hallarse
en nuestra literatura; de lo más ingenioso, de lo más
interesante, de lo más atrayehíe para quien algo entienda
de delicadezas del espíritu. El Castillo interior. Conceptos
del amor de Dios, y éste de la Vida de la Santa Madre
Teresa de Jesús, merecieron al insigne Fray Luis de
León los más singulares elogios, aun en el orden literario.
Fortuna de los escritos de la Santa fué el caer en manos
de tan gran censor, el cual, no sólo vio los libros por
mandato del Consejo Real, «sino que también los cotejó
con los originales mismos, que estuvieron (dice) en mi poder
muchos días», pudiendo así reducir aquéllos a su propia
pureza en la misma manera que los dejó escritos de su
mano la Santa Madre, sin mudarlos ni en palabras ni en
cosas de que se habían apartado mucho los traslados que
andaban, o por descuido de los escribientes o por atrevimiento
y error. «Que hacer mudanza en las cosas que escribió
un pecho en quien Dios vivía, y que se presume le
movía a escribirlas, fué atrevimiento grandísimo, y error
muy feo querer enmendar las palabras; porque si entendieran
bien castellano, vieran que el de la Santa Madre es la
misma elegancia.
*
Soneto anónimo.—A la misma autora se le ha atribuido
el famosísimo soneto No me mueve, mi Dios, para quererte,
y, en efecto, es digno de ella; sin embargo, no parece
justificada la atribución, y es lo más probable que el tal
soneto sea de origen italiano, acaso un íema de los franciscanos,
que adquiere forma española en algún místico,
que pudo ser San Francisco Javier, Lope de ^<¿.<g^, Fr. Miguel
de Guevara, Pedro de los Reyes o la misma Sania.
ÉPOCA clásica: FELIPE II 195
En la epistolografia caslellana nada hay comparable a
las carias de Santa Teresa (1).
Compañero y discípulo de ésta fué San Juan de la Cruz.
1542-1591.
El fondo de sus obras lo constituye el desprecio del
mundo y de sus grandezas y la posesión de Dios, mediante
el amor. Viene a ser, por su alma ardiente e inteligencia
elevada, el más atrevido de nuestros místicos y el más
subjetivo de nuestros poetas. Juzgarle literariamente, es
casi imposible: «No parece de este mundo, ni es posible
medirle con criterios literarios; y eso que es más ardiente
de pasión que ninguno de los poetas profanos, y su poesía
es tan elegante y exquisita en la forma y tan plástica y figurativa
como los más sabrosos frutos del Renacimiento».
Sin embargo, diremos que este autor altera el lenguaje
común, pues en e’l, las voces y frases más vulgares no expresan
lo que materialmente significan, sino un sentido enteramente
místico en armonía con el estado de ánimo y la
intención; es más desaliñado, acaso, en el verso que en la
prosa, sin que estos lunares quiten dulzura a la expresión.
Entre sus composiciones, la imitación del Cantar de Jos
cantares, titulada Diálogo entre el alma y Cristo, su esposo,
es acaso la más tierna aspiración mística en lengua
castellana. En cuanto a su prosa, bien nos prueba en ella
la propiedad con que se le llamó el extático, porque escribe
como si estuviese embargado en deliquio constante. En la
Llama de amor viva da un sentimiento místico a sus locuciones,
difícil de entender si no se penetra por completo
en la intención del autor; pero aparte de esto, que puede
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos Lili y LV.—Edic. de
D. V. de la Fuente. Madrid, 18S1 6 tomos.—Las Moradas, edic. de «Clásicos
castellanos».
Véase sobre este mismo punto mi libro Antología de textos castellanos
(Siglos xiii al XX’, 2.a edic. Madrid, 1920,
15
194 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
parecer incorrección gramatical, abunda en elevación de
ideas y hermosas galas imaginativas.
Subida del Monte Carmelo es una glosa de la canción
citada y el Cántico espiritual entre el alma y Cristo, su
esposo, es glosa de las tituladas Canciones entre el alma
y el esposo, las cuales empiezan: ¿Adonde te escondiste…?
El libro Llama de amor viva, comenta la canción que
comienza con esas palabras; siendo recomendable la lectura
de diversas poesías devotas a diferentes asuntos,
entre las cueles son notables aquella poesía pastoril a lo
divino, o, mejor, divjna a lo pastoril, que empieza: Un pastorcico
sólo está penando… y los romances, y singularmente
el romance 10.° sobre el salmo Super flumina Babylonis,
que si no resiste la comparación, desde el punto
de vista técnico, con la perfeclísima obra de jáuregui, tiene
infinitamente más poesía y ternura elegiaca, más espontánea
que en aquellos dejos declam.atorios y eruditos del
poeta sevillano. Sus XVII Cartas espirituales, impresas
también en la colección de sus obras, son un verdadero
tratado de la perfección religiosa, expuesto sin plan convenido,
como epístolas dirigidas a diversas personas (1).
Fr. Pedro Padilla, religioso carmelita, muerto en 1595,
escribió con dominio de metro y rima gran número de
poesías místicas, en que canta sus desengaños en la vida
del mundo donde había hecho brillante papel.
Fray Luis (Sarria) de Granada, llamado así por su nacimiento
(1504-96), recibió las primeras nociones bajo la
protección del Conde de Tendilla, ingresando a los veintiún
años en la Orden dominicana, y desempeñando en ella
el cargo de provincial en Portugal. Sus primeras obras
fueron una versión de la Imitación de Cristo y el Libro de
la oración y meditación, que fué llevado al índice. En tem-
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XXVII y XXXV, y la
edición de Fr. Gerardo de San Juan, Toledo, 1915.
ÉPOCA clásica: FELIPE II 195
prana edad llegó a ser el gran orador sagrado del siglo xvi
en España y uno de los prosistas a quienes debe más la
lengua castellana. El y Santa Teresa son, a nuestro entender,
los dos más grandes hablistas, verdaderos archivos
vivientes de la lengua popular, aunque con diferencias que
los distinguen en absoluto. Granada es el erudito que
aprovecha muy oportunamente su vasta cultura, y Santa
Teresa es la mujer española ingenua, nada erudita, que
habla de arrobamientos místicos y deliquios del divino
amor, que Fray Luis, más didáctico que místico, no nos
presenta. Se propone Granada en sus cartas, sermones,
etcétera, y, sobre todo, en su incomparable Guía de pecadores,
la edificación de sus oyentes, no la delectación de
su alma, saboreando los anhelos de goces suprasensibles.
Fray Luis es el apóstol dedicado al confesonario y al pulpito.
Gracias a él y al beato Avila, la oratoria sagrada española
tiene dos nombres ilustres completamente opuestos,
pero los dos admirables. El segundo hubiera podido
ser, de exigirlo las circunstancias, un Pedro el Ermitaño,
capaz de arrastrar pueblos; Granada tiene más semejanza
con el Doctor Melifluo, San Bernardo; sus sermones son
magníficos, como la Corte y los príncipes a quienes había
de dirigirlos. No nos quedan más que algunos, y si no nos
equivocamos, los creemos más bien verdaderos esquemas
que en el pulpito se encargaba de desarrollar, que no obras
acabadas. Como filósofo cristiano nos dejó una obra portentosa.
El símbolo de la fe, y como humanista La Qethorica
Eclesiástica, en latín, obra muy apreciable en su tiempo
y traducida después al castellano.
En todas ellas es un ciceroniano, un estilista, un erudito
artista, en todo lo noble de esas palabras. Sus escritos son
el más acabado modelo para el literato; encierran un vocabulario
copiosísimo y admirable por la bella expresión
ideológica. Como ciceroniano se le ha censurado el abuso
de figuras patéticas, repeticiones y antitesis. En su Intro196
LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
dücción al símbolo de la fe demuesíra, aunque con las
observaciones indicadas, la belleza de lenguaje, la agudeza
de ingenio y un corazón encendido en el amor divino y en
el amor a la Naturaleza, la cual le suministra un material
inagotable de argumentos para probar la existencia y la
omnipotencia de Dios (1).
Agustino, como Fray Luis de León, fué Fray Pedro
Malón de Chaide — 1550 a90—, eruditísimo y partidario
decidido de los idiomas y composiciones clásicas. En La
conversión de la Magdalena, no obstante, imita a los garcilasistas
y a las novelas caballerescas, que tan acremente
censuraba en sus trabajos eruditos. Por lo demás, quiso
que sus vastos conocimientos clásicos y bíblicos le sirvieran
para perfeccionar y pulir el habla castellana; así
sus pensamientos ascéticos, inspiración e ingenio están
expuestos en estilo fácil y fluido, de galana elocución
poética y, aunque no del todo exenta de defectos, abundante
en aquella gracia y sencillez inimitables que tanto nos
conmueven y encantan en los poemas de San Juan de la
Cruz y de Fray Luis de León.
Su prosa es también poética, cadenciosa y tan llena de
ritmo y armonía, que casi sin percibirlo pasa de ella a la
más fácil y graciosa poesía.
Las principales composiciones poéticas del Padre Malón
consisten en imitaciones o paráfrasis de los salmos de
David, adelantándole pocos cuando se deja llevar por los
arrebatados vuelos del Rey Profeta. No obstante, su poesía
es de mejor ley, y tiene más nervio y expresión cuando
campea libremente, y sin sujetarse a la traducción o paráfrasis
de un salmo, que cuando sigue paso a paso los giros
y pensamientos del salmista (2).
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos VI, VIII y XI, Obras
del P. Granada, edic. del P. Cuervo, empezada en 1906—14 tomos.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVII.
ÉPOCA clásica: FELIPE I! 197
Fray juan de los Angeles vivía en 1590, fecha en que
€Síe ilustre franciscano publicó su preciada obra Triunfos
del amor de Dios, donde, siguiendo la tradición de la Orden
Franciscana, profesa la filosofía del amor divino en
tan dulce y deleitoso lenguaje, que se ha dicho de su palabra
«que es río de leche y miel». No llega a la maravillosa
perfección de Fray Luis de León en los Nombres de
Cristo, mas es el inmediato sucesor de este maestro insuperable.
Corren parejas con los Triunfos los Diálogos de
la conquista espiritual y secreto reino de Dios; ambos
son libros deleitables para el filósofo y el artista, pues hay
en sus obras una lucidez y claridad que en ciertos puntos
es para un español el mejor expositor de la esencia de la
filosofía platónica, tan metida en el alma de nuestros místicos
y poetas (1).
Otro de los más notables ascéticos españoles es Fray
Diego de Estella (1524-78). Son sus obras celebradas el
Tratado de las cien meditaciones del amor de Dios, De
la vanidad del mundo, Vida y excelencias de San Juan
Evangelista. El libro más conocido de Estella es el citado
en segundo lugar—Déla vanidad del mundo— , obra que,
sin embargo, encontramos árida y no falta de lugares comunes
y textos a veces importunos. En cambio, las Cien
meditaciones del amor de Dios nos revelan todos los
amorosos afectos de nuestros grandes místicos, y el elogio
m.ayor que de ella puede hacerse es que el obispo de
Ginebra, el gran San Francisco de Sales, la alabó siempre
y la imitó. No tiene la elocuencia de Granada, ni los
fervores de San Juan de la Cruz; pero literariamente, como
hablista, supera a éste y está cerca de aquél (2).
El polígrafo español Benito de Arias Montano, nació
(1) «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo XX .
(2) Véase la de Biblioteca «Gil Blas», Madrid, 1920: Meditaciones
devotísimas del amor de Dios.
198 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
en Fregenal de la Sierra el año 1527. Laureado con grande
pompa como poeta en la ciudad de Alcalá de Henares, en
cuya Universidad estudiaba, pronto sus prodigiosos adelantos
en los estudios lingüísticos le dieron renombre universal.
Conoció a fondo las lenguas griega, siriaca, caldea,
arábiga, hebrea, latina, italiana y francesa, y su prudencia
y virtud le hicieron notorio al Rey Felipe II, quien
le envió a Inglaterra y Flandes. De aquí pasó al Concilio
deTrento en 1562, haciéndose allí notable por su erudición
maravillosa. Principalmente sus discursos sobre La Sagrada
Eucaristía y El divorcio y sus efectos, le dieron
voto especialísimo en aquella Asamblea. Vuelto a su patria,
empezó en el retiro de Peña de Aracena la interpretación
de las Sagradas Escrituras, escribiendo allí algunas
grandes obras teológicas. Elevado a altos puestos, continuó
dedicado a sus profundos estudios, especialmente
cuando se le encomendó el trabajo de la Biblia poliglota.
No es de este lugar el estudio de sus obras científicas, y
sófo de las literarias daremos breve noticia. Siendo muy
joven, escribió un tratado de Retórica en excelentes exámetros
latinos. Otra obra latina de Montano es la titulada
Monumenta húmame Salutis. En latín tradujo los salmos
de David, y en octava rima vertió gran parte de su obra
al castellano. No serían de primer orden en la literatura
patria los merecimientos de Arias Montano, sin su paráfrasis
en verso castellano del Cantar de los Cantares (1).
(1) El Cantar zn Floresta de rimas antiguas castei/anas. —tiim
burgo, en el tomo III.
ÉPOCA clásica: FELIPE II 199
IV
La novela pastoril.—Por este tiempo adquiere gran boga
en la lírica y en la novela—y también en el romancero—el
género pastoril. ^
He aquí cómo Menéndez y Pelayo explica esta tendencia
bucólica: «A la falsa idealización de la vida guerrera se
había contrapuesto otra no menos falsa de la vida de los
campos, y una y otra se repartieron los dominios de la
imaginación, especialmente de la novela, sin dejar por eso
de hacer continuas incursiones en la poesía épica y en el
teatro, y de modificar profundamente las formas de la poesía
lírica. Ninguna razón histórica justificaba la aparición
del género bucólico; pero no por esto dejó de producir
inmortales bellezas en Sannazaro, en Garcilaso, Spenser,
en el Tasso. Poco se adelanta con decir que es inverisímil
el paisaje, que son falsos los afectos atribuidos a la
gente rústica, y falsa de todo punto la pintura de sus costumbres:
que la extraña mezcla de mitología clásica y de
supersticiones modernas produce un efecto híbrido y discordante.
De todo se cuidaron estos poetas menos de la
fidelidad de la representación. El pellico del pastor fué
para ellos un disfraz, y lo que hay de vivo y eterno en
estas obras del Renacimiento es la gentil adaptación de la
forma anfigua a un modo de sentir juvenil y sincero, a una
pasión enteramente moderna, sean cuales fueren los velos
arcaicos con que se disfraza. La égloga y el idilio, el drama
pastoral a la manera del Aminta y del Pastor Fido, la
novela que tiene por teatro las selvas y bosques de Arcadia,
pueden empalagar a nuestro gusto desdeñoso y ávido
de realidad humana, aunque sea vulgar; pero es cierto que
200 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
embelesaron a generaciones cultísimas que sentían profundamente
el arte, y envolvieron los espíritus en una
atmósfera serena y luminosa, mientras el estrépito de las
armas resonaba por toda Europa. Los más grandes poetas,
Shakespeare, Milíon, Lope, Cervantes, pagaron tributo
a la pastoral en una forma o en otra.»
La manifestación española de este género, más autorizada,
la representa Jorge de Montemayor, muerto en 1561,
ya en los días de Felipe II. Fué portugués de nacimiento,
pero castellanizado hasta el punto de que su apellido usual,
Montemor, lo cambió en la forma española con que se le
conoce. Siguiendo la moda italiana, en el tipo de la Arcadia
deSannazaro, los poeíasy novelistas pastoriles transformaron
aquella realísima poesía pastoril del Arcipreste
de Hita y la más pulida de Santillana en otra cortesana,
erudita y fastidiosa. A este género pertenece la Diana,
(publicada acaso en 1559), novela que logró gran boga,
y que tuvo no pocos imitadores y continuadores desde el
desmañado Alonso Pérez hasta el gran Gil Polo.
Juzgando la Diana en su género y en su época, hay que
tener en cuenta que fué la primera novela pastoril española,
y llamará siempre nuestra atención el cambio de la
ruda manera de ser tratado el amor en los libros de caballerías
a este otro modo metafísico y sutil, al estilo de los
peírarquistas. Por otra parte, a despecho de la máscara
pastoril, que por lo ficticia llega a desaparecer algunas
veces, nos da Montemayor un cuadro muy completo de lo
que era la galantería en su época, inspirada quizá en la
cortesanía italiana. Montemayor intruduce buen número de
poesías en su novela, y bien merece ser conocido como
lírico, tanto en su Cancionero como en las incluidas en la
Diana, donde las hay bellísimas, en metros cortos, al estilo
de Castillejo y Silvestre, en los que fué más feliz que
imitando a Garcilaso. Por todas estas razone? no puede
ser tenida en poco aprecio obra tan estimable, donde haÉPOCA
clásica: FELIPE II 201
llamos una prosa feliz, expresiva y musical, siendo de
notar que uno de los que más castizamente hablaron el
castellano durante el siglo xvi fuera un portugués (1).
Gaspar Gil Polo, m. 1591, fué el continuador de Montemayor,
a quien Cervantes, en el famoso escrutinio, juzga
como excelente, llegando a decir lamentaría la pérdida de
la obra de nuestro autor como si fuera la del mismo
Apolo. Aparte del elogio, diremos que la novela continuada
por el poeta merece bien de la crítica, siempre que se
tenga en cuenta el gusto pastoril dominante en la época.
Otras muchas Dianas se escribieron, pero ninguna alcanza
el mérito de las dos citadas. La de Gil Polo tiene
primores sobrados para considerarla hoy como la más
digna de ser leída. Imitó a Garcilaso y quizá a Cetina , cuyo
famoso madrigal está diluido en la canción de Licio, que
^m\)\zza\ ¿De qué sirve, ojos serenos?… De las poesías
que incluye en su Diana es famosa la Canción de Nerea,
en quintillas.
Otra Diana (1627) es debida a Jerónimo Texeda, imitador
de Gil Polo. Sería imposible citar todas las narraciones
pastoriles de la época; baste recordar la de Antonio Lo
Frasso, natural de Cerdeña, que escribió una ridicula narración
titulada Diez libros de Fortuna y Amor, en verso,
y en el año 1575.
Luís Gálvez de Montalvo compone el Pastor de Fílida
(1582), degenerando en grandes extravagancias (2). También
suelen citarse otros autores, como Bernardo González
de Bobadilla, autor de Ninfas y Pastores del Henares,
y Bartolomé Ponce, quien llega a bautizar el género pas-
(1) «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo VII.
(2) Sin embargo, no se olvide que Gálvez de Montalvo es un gran
poeta. Versos suyos se hallan en el Pastor de Fílida, como la Canción
de Siralvo y Alfeo, que merecen puesto de honor en la poesía
bucólica española.
202 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
toril escribiendo novelas como la Clara Diana a lo
La moda pastoril fué plaga de casi tanta intensidad
como la de los libros de caballerías, hasta el punto de ser
muy difícil un catálogo de los libros compuestos sobre ese
tema. Bartolomé’ López Enciso publicó Desengaño de celos;
Bernardo de la Vega, El Pastor de Iberia, y ya pasado
el primer cuarto del siglo xvii todavía aparecen Los
Pastores del Betis, de Gonzalo Saavedra.
ÉPOCA clásica: FELIPE II 203
El género histórico.—La primera historia con sentido y con
criterio científico es la de Jerónimo de Zurita (1512-1580),
uno de nuestros primeros historiadores que supieron documentar;
no hay en sus Anales de Aragón bellezas literarias,
pero sí un verdadero instinto de investigador y crítico,
unido a un bien cimentado criterio filosófico.
Ambrosio de Morales (1515-1591) es continuador de la
Crónica general de España de Florián de Ocampo y digno
de mención por la severidad de su método histórico. Pero
la más grande figura de esta época es el ya tantas veces
citado D. Diego Hurtado de Mendoza, el cual, estando
desterrado en Granada, escribió, según parece, la historia
del levantamiento de los moriscos o Guerra de Granada,
donde se muestra, si es que fué autor de ese libro, como
el más grande cronista de su tiempo, perfectamente empapado
en la influencia clásica, especialmente en los historiadores
Salustio y Tácito (1).
La erudicién.—La erudición tiene un egregio representante
en el médico Andrés de Laguna (1499-1560), el cual tradujo
del griego y comentó, como consumado botánico,
algunos fragmentos de Dioscórides.
No deben olvidarse los nombres del matemático Juan
Pérez de Moya, autor de una Aritmética práctica y especulativa;
el del insigne humanista Pedro Simón Abril
(1550-1595?) eruditísimo en las lenguas sabias, pero para
nosotros más interesante porque compuso en castellano
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXI
204 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
estos dos libros: Lógica y los Apuntamientos sobre la
manera de reformar los estudios. Esle es un libro capital
en la historia de la pedagogía española, y en él hay la manifestación,
cosa que tiene importancia en un erudito, de
que las ciencias se deben enseñar en la lengua propia huyendo
de la obscuridad. El maestro Alejo de Venegas, autor
en escogida prosa castellana de la Agonía, del tránsito
de la muerte y del muy notable estudio Primera parte de
las diferencias de libros que fiay en el universo.
Es precursor de la actual psicología fisiológica, Juan
HuARTE de San Juan (1530-1590?) quien en su libro Examen
de ingenios para las ciencias (1575), a vuelta de mil candideces
y prejuicios, tiene agudas observaciones que hacen
de este libro algo fundamental en la historia de la ciencia
(1). A una ilustre dama (1562-1622), Oliva Sabuco de
Nantes se ha atribuido el libro Nueva filosofía de ¡a naturaleza
del hombre, en la cual se observa un agudo espíritu
analítico (2). Otros muchos sabios produjo aquella
época, pero la mayor parte escribieron en latín. Citemos al
insigne filósofo Juan Luis Vives, el médico Gómez Pereira
y el preceptista Sebastián Fox Morcillo.
El más ilustre modelo de la prosa didáctica en este período
es el padre José de Agosta (1539-1600). Su biografía,
casi desconocida, ha sido aclarada por el trabajo del
ilustre Carracido. Vivió en América como misionero jesuíta
durante diez y siete años, y el que, hasta que se embarcó,
había sido gran maestro de la ciencia teológica desdoblasxx
actividad investigadora ante los nuevos espectáculos
de aquella tierra desconocida. En el Perú concibió Acosta
la idea de escribir su Historia natural y moral de Indias,
de lo mejor del siglo xvi y la que podía haber hecho, si la
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXV.
(.2) Obras de Doña Oliva Sabuco, Madrid, 1888, un tomo.
ÉPOCA clásica: FELIPE II 205
decadencia hispana no se hubiese iniciado tan pronío,
compleíameníe secundaria la labor crítica de Bacon y Descartes.
El e’xito del libro fué extraordinario: en Italia, Francia,
Inglaterra, Flandes y Alemania fué traducido en poco
espacio de tiempo.
206 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
VI
APOGEO DE LA LITERATURA ESPAÑOLA
Miguel de Cervantes Saavedra.—Con vivir en el siglo de
nuestra grandeza literaria, en los días de Lope de Vega, de
Calderón y de Quevedo, es Cervantes el más universal
de todos los poetas españoles. Nació este ingenio en la
ciudad de Alcalá de Henares, de pobres hidalgos, Rodrigo
de Cervantes y doña Leonor de Cortinas, y en el año 1547.
Cervantes estudió en Sevilla, según afirma el ilustre Rodríguez
Marín, y acaso en otros centros docentes de aquel
En Madrid acudió al que dirigía López de Hoyos en la
actual calle de la Villa, y comisionado por su maestro compuso
una elegía y oíros diferentes versos a la muerte de
Isabel de Valois (1568), más algunos otros ensayos.
Inmediatos a esta primera aparición suya en el mundo literario
fueron su salida de España y su viaje a Roma (1569),
como camarero de Monseñor Acquaviva, que por aquellos
días estuvo en España de delegado de la Santa Sede; mas
cansado de aquella condición, se alistó, si antes no era ya
soldado, en uno de los tercios españoles que militaban en
Italia. Preparábase entonces el armamento de la liga contra
Selim II, y el tercio en que servía Cervantes fué destinado
a la escuadra combinada; allí se embarcó, y logró así ocasión
de hallarse en la memorable batalla de Lepanío (1571).
ÉPOCA clásica: apogeo 207
Dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda
fueron testimonios perpetuos de su arrojo en tan alta ocasión,
y él se honró toda su vida con el más noble entusiasmo
‘de haberlos recibido. Siguió después tomando
parte en varias acciones de guerra, hasta que el deseo de
ver a su familia y pedir alguna recompensa por sus servicios
le hicieron embarcarse para España (1575), mas con
tan mala fortuna, que fué hecho cautivo por la escuadra
argelina y tratado en Argel con dureza inaudita. Después
de cinco años y medio de cautiverio penoso, obluvo su libertad,
gracias a los Padres de la Trinidad, que dieron por
su rescate 500 escudos de oro, contribuyendo también su
propia familia, año 1580.
Ya en su patria, volvió a alistarse en la expedición del
marqués de Santa Cruz (1581-1583), permaneciendo durante
este tiempo en Portugal.
Vuelto a España, dedicóse a escribir, y se casó con
doña Catalina Palacios de Salazar en 12 de Diciembre de
1584; no dándole resultado la literatura, pidió un destino,
y le hicieron comisario de provisiones de la Armada, lo
cual le proporcionó una censura eclesiástica y una prisión
en la cárcel de Sevilla. Después de esto y de haber solicitado
en vano otra colocación en España o América, pasó
a Valladolid, donde por causa de una pendencia, en que
no intervino, estuvo preso algunos días con su hija, hermana
y sobrina. En fin, viviendo en Madrid y llevando
una existencia algo trabajosa, murió en 25 de Abril de
1616, siete días después que Shakespeare, siendo enterrado
en el convento de Trinitarias Descalzas (1).
(1) Como libro de vulgarización léase Cervantes y su época «Biblioteca
Hispano Americana», un tomo por Joaquín López Barrera. Bello
libro será siempre el de Francisco Navarro y Ledesma: El Ingenioso
Hidalgo Miguel de Cervantes.—’í^laúv’xú, 1905.
Estudios biográficos: Miguel de Cervantes, por J Fizmaurice Kelly
1913-Oxford.
208 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Obras de Cervantes.—’Ho sería Cervantes personaje indiferente
en la historia de la literatura española, aunque
sólo conociésemos de él las composiciones líricas y dramáticas.
Pero si no hubiese escrito más que los entremeses,
estaría a la altura de Lope de Rueda. Si no hubiese
compuesto más que La Numancia y las comedias, su importancia
en los anales de nuestra escena no sería mayor
que la de Juan de la Cueva o Cristóbal de Virués. Los buenos
trozos del Viaje del Parnaso, la elegancia de algunas
canciones de La Galatea, la valiente y patriótica inspiración
de la Epístola a Mateo Vázquez, el primor incontestable
de algún soneto, no bastarían para que su nombre
sonase mucho más alto que el de Francisco de Figueroa,
Quirós, Padilla y otros poetas líricos, casi olvidados ya,
aunque en su tiempo tuviesen justa fama. En la historia
del teatro anterior a Lope de Vega nunca podrá omitirse su
nombre: es un precursor, y no de los vulgares.
7ea/ro.—Según el propio Cervantes nos dice, por los
años de 1584 se representaron en los teatros muy cerca de
treinta composiciones dramáticas de nuestro autor (1). De
ellas, la mayor parte se han perdido, no quedando sino los
títulos de algunas, como La gran turquesa. La confusa,
etcétera., y réstanos de esa serie y de sus posteriores trabajos
la tragedia La destrucción de Numancia, El trato
de Argel, Los baños de Argel, El rufián dichoso, La gran
sultana, Pedro de Urdemalas, etc,, y algunos entremeses,
como El rufián viudo, La elección de los alcaldes de Daganzo,
El retablo de las maravillas. Eljuez de los divorcios,
etc. La Numancia es una verdadera tragedia heroica,
en la cual, a pesar de todos sus defectos, hay sincera
emoción y grandeza para recordar el memorable fin de los
numaníinos; Los baños de Argel presentan una exposición
(1) Véase, páginas adelante, lo que eran las compañías de teatro según
Agustín de Rojas.
ÉPOCA clásica: apoge© 209
dramática de la vida del cautiverio; El trato de Argel vuelve
sobre el mismo tema de cautivos y piratas; El rufián
dichoso es una de tantas comedias de santos de la época;
por último, sus entremeses son los que verdaderamente
constituyen la gloria teatral de Cervantes, y si entre ellos
se hubiera de elegir escogeríamos El retablo de Jas maravillas.
De entre las comedias, es indudablemente la que
merece efusivo elogio Pedro de Urdemalas.
Novelas de Cervantes.—Como novelista, Cervantes es
y será universalmente aplaudido. Eran entonces del gusto
popular las novelas llamadas pastoriles, que Montemayor
y Gil Polo, siguiendo la corriente italiana, habían puesto
de moda. Cervantes, alentado por el éxito feliz de estos
autores, empezó a escribir, a su vuelta del cautiverio de
Argel, La Galatea, y la publicó en 1584, logrando fama en
el mundo literario. Es, en efecto, La Galatea uno. obra que
se distingue de sus semejantes por estar escrita con más
fuerza de imaginación y con un estilo más valiente y pintoresco.
Sin embargo, la complicación de episodios, la
metafísica sutil y amorosa de aquellos pastores pedantes e
ingeniosos, y hasta lo descuidado del lenguaje, explican la
justa severidad con que el autor la juzga en obra posterior.
Escribió después Cervantes las comedias y sus Novelas
ejemplares, publicadas en 1613, y cuyos títulos son: La
Gilanilla. La fuerza de la sangre, Rinconetey Cortadillo,
La Española inglesa. El amante liberal, El licenciado
Vidriera, El celoso extremeño. Las dos doncellas. La
ilustre fregona. La señora Cornelia, El casamiento engañoso
y El coloquio de los perros, sobresaliendo entre
todas La Gitanilla y Rinconete y Cortadillo, pues muestran
ser resultado de un profundo estudio y de una observación
perspicaz. El tipo de Preciosa (la gitanilla) es la
Tarsiana del Libro de Apollonio, tipo que toma carta de
naturaleza en España y llega a la literatura francesa en
14
210 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Víctor Hugo. Respecto a La tía fingida, se ha discutido
mucho la paternidad de Cervantes.
Algunos disparatadamente, han querido ver en varias de
estas novelas una imitación de las picarescas, de El lazarillo
principalmente. Nada más falso: Cervantes no intentó
jamás hacer novela picaresca; era un supremo artista,
un realista, y en la realidad encontró, aunque fuera ella
tan humilde como la que forma el argumento de Rinconete
y Cortadillo, el asunto estético, que afiligranó maravillosamente,
depurándolo con su arte exquisito, tan lejos
siempre de las sátiras de Quevedo o de las burlas amargas
y frías moralidades de Alemán. Con Rinconetz y Cortadillo,
El coloquio de los perros. La Gitanilla, El celoso
extremeño y alguna más, sin olvidar los apotegmas y moralidades
de El licenciado Vidriera, se integra la representación
de la vida española contenida en el Quijote. El
maestro de Cervantes en este género es el gran cuentista
La última novela de Cervantes, concluida el año mismo
en que publicó la segunda parte del Quijote, se titula Los
trabajos de Persiles y Sigismunda (1616). Parece ser que
Cervantes vino a tenerla en tal estima, que llegó a ponerla
por cima de todas las suyas. Cierto es que en la corrección
del lenguaje excede a todas; pero, en cambio, la falta
de unidad, lo intrincado de los episodios y la multitud de
éstos amenguan las bellezas que indudablemente abundan
en dicha obra, en la cual se ve una evidente imitación de
autores griegos, como Heliodoro y Aquiles Tacio, a quienes
conoció Cervantes por traducciones de Alonso Núñez
Reinoso y otros. Sin embargo, por fortuna, pronto abandona
tales modelos y toma el pincel maestro con que nos
había retratado al maldiciente Clodio y los cautivos fingidos
y la Sagra de Toledo y la vida andariega española.
Cervantes sacó todo el partido que podía sacarse de un
género muerto; estampó en su libro un sello de elevación
ÉPOCA clásica: apogeo 211
moral que le engrandece; puso algo de sobrenatural y misterioso
en el destino de los dos amantes, y al narrar sus
últimas peregrinaciones, escribió en parte las memorias de
su juventud, iluminadas por el melancólico reflejo de su
vejez honrada y serena. Puesta del sol es el Persiles (dice
Menéndez y Pelayo, pero todavía tiene resplandores de
El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.—
Esta novela, eminentemente humorística, es el libro popular
de nuestra literatura y el que ha llevado el nombre de
España por todos los confines del globo.
La razón de su existencia parece ser la siguiente: Cundía
por el mundo entonces, como hemos visto, la lectura
de los libros de caballerías, que de honestos entretenimientos
habían pasado a ser medio a propósito para corromper
la moral y el buen gusto. Cervantes comprendió la
vergüenza de tal rebajamiento, y su portentosa imaginación
creó al Hidalgo de la Mancha, que había de obscurecer
a tantos y tantos paladines, para que, apoyado en
los principios del gusto y la verdad, pudiera suplir a la necia
iiíeratura que pretendía desterrarlos. Tal fué la intención
indudable de Cervantes, sin que pretendamos tomar
parte en las inútiles controversias suscitadas con el afán
de hallar el sentido oculto de la obra del soldado de Lepante,
y creemos estar en lo cierto, puesto que el mismo
Cervantes asilo afirma claramente, sin intenciones esotéritas.
La acción del Quijote consiste en el noble pero irrealizable
propósito de querer destruir las sinrazones e injusticias
de la vida por su único y personal esfuerzo; en la imposibilidad
de la empresa y en la desigual contienda que
el hidalgo acomete se encuentra todo el nudo de la transcendental
obra de Cervantes, en la que señaló el límite en
que debía moverse la sana razón, opuesta al infecundo
idealismo de Don Quijote, así como al positivismo egoís212
LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
ta de Sancho. Estos dos personajes son los dos más importantes
de la obra. El primero es un paladín generoso
que abomina de toda injusticia, que alaba la virtud y sueña
con hacerse el campeón del débil, el consuelo del afligido,
el espanto del malandrín y del perverso; por lo demás, en
lodo razona con sensatez y cordura admirable. En cuanto
a Sancho, es maligno, aunque naturalmente bondadoso;
es grosero, y también posee delicados sentimientos.
Representa el equilibrio en el cual se realiza la vida. Es
acaso la expresión más cabal de la vida misma, aun para
Cervantes, que tan de cerca experimentó la dura realidad
de ella.
Como Don Quijote es el más grande de los caballeros
andantes, es Sancho el más ilustre de los andantes escuderos;
figura de tan compleja fisonomía como su señor insigne,
disfrazada de aquella aparente rusticidad que le
hace tan sugestivo. Hasla en sus dos protagonistas es el
libro de Cervantes uno de caballerías, el más excelso de
todos, el último de aquella exuberante y fecunda fronda de
los Amadises, Esplandianes y Palmerines.
Si Cervantes (como ya se dejó comentado) no hubiese
compuesto el Quijote sería un grande autor, tan grande
como Boccaccio, por sus novelas ejemplares; tan ilustre
como Mateo Alemán y Quevedo, por El coloquio de los
perros y Rinconete y Cortadillo; no menos ilustre que
los Argensola, por algunas de sus poesías —epístolas y
sonetos.—y desde luego el más grande novelista bucólico,
con su Galatea, y el más grande narrador, con Los trabajos
de Persiles y Sigismunda. Compuesto El Ingenioso
Hidalgo, el cetro de la literatura española le corresponde
por derecho.
Para terminar, diremos que es una vulgaridad creer que
Cervantes fué un ingenio lego. Aunque estuvo lejos de ser
un erudito, sin embargo, todas sus obras prueban una cultura
muy sólida y un admirable buen sentido. Nadie menos
ÉPOCA clásica: apogeó 215
improvisador que él, excepto en su teatro. Sus producciones
son pocas, separadas entre sí por largos intervalos
de tiempo, escritas con mucho espacio y corregidas con
singular aliño. Nada menos que diez anos mediaron entre
una y otra parte del Quijote, y la segunda lleva huellas visibles
de la sabia lentitud con que fué escrita. La primera
se publicó en 1605, la segunda en 1615 (1).
La falsificación de la segunda parte del Quijote. —Alguien
quiso aprovechar el espacio que corrió entre la publicación
de la primera y segunda parte del Quijote, escritas
por el propio Miguel de Cervantes. Alonso Fernández de
Avellaneda fué el seudómino de que se encubrió el autor
de aquella Segunda parte de Don Quijote, con que se
quiso suplantar la auténtica. Se ha sospechado si ese Avellaneda
fué Fr. Luis de Aliaga, Bartolomé Argensola o el
aragonés Alfonso Lamberto, y por último, el Sr. Bonilla
Scin Martín cree que el poeta Pedro Liñán de Riaza podría
ser el falsificador. De todos modos, con los defectos anejos
a una superchería, el libro es interesantísimo, aunque
algo cínico (2).
(1) En un libro de popularización coiro éste es imposible citar las
ediciones de las obras de Cervantes, ni aun las más corrientes. Valga
Indicar éstas:
Obras co.np/eras ae Cervantes: «Biblioteca de Autores Españoles»,
tomo I (no están las teatrales) «Clásicos castellanos», edic. de Rodríguez
Marín, 8 tomos.—Otra edición monumental de Rodríguez Marín
con amplios comentarios y notas. — Entremeses «Nueva Biblioteca de
Autores Españoles», tomo XVU.—Obras completas de Cervantes, en
publicación, por Bonilla San Martín y Rodolfo Schevill. — A^OK^/as
ejemplares edic. de Rodríguez Marín en «Clásicos castellanos», etc.
(2) Véase la edición de Tarragona de 1905, prólogo y notas de Menéndez
y Pelayo, un tomo.
214 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
VII
El teatro en este tiempo.—Agustín de Rojas Villandrando,
jefe de una compañía de cómicos, publicó en 1604 el Viaje
entretenido, donde nos dá curiosas noticias acerca de
cómo se desenvolvían las representaciones teatrales por
aquella época (1). Los cómicos eran lo que ahora solemos
llamar cómicos de la legua, si se exceptúa alguna compañía
extranjera que a mediados del siglo xvi vino a España
y representó ya con algún lujo; por lo demás, aunque a
fines de este siglo se crearon los dos teatros de la Cruz y
del Príncipe, otras regiones de España no tenían más representaciones
teatrales que las que les proporcionaban
esas modestas compañías andariegas. Según Rojas, las
había de ocho categorías: con un solo individuo actor,
que va recorriendo a pie las poblaciones, y se le nombra
el bululú. Si son dos hombres los que representan entremeses,
forman un ñaque. La tercera categoría, denominada
gangarilla, la componen tres o cuatro individuos, que
llevan algún muchacho encargado de hacer papeles de
damas. En el cambaleo intervenía ya alguna cantante,
además de los cinco individuos que le integraban. Es de
advertir que si bien en 1534 se conocía ya la existencia de
comediantes, no puede fijarse su aparición profesional en
escena hasta 1587. La quinta categoría, llamada garnacha,
era de más pretensiones que las anteriores: componíanla
cinco o seis hombres y una mujer y un muchacho que representaba
papeles de dama; la bojiganga se diferenciaba
(1) Véase «Nueva Biblioteca de Autores Españoles» el tomo cuarto
de Orígenes de la novela.
ÉPOCA clásica: apogeo 215
del aníerior en llevar un hombre y un muchacho más y
hacer el recorrido de una población a otra en cuatro jumentos,
por lo general, alquilados. Superior a e’sía era la
farándula, y por último, en la octava categoría, compuesta
de diez y seis actores y catorce figurantes, que podían
representar hasta cincuenta comedias sin ensayos, estaba
la compañía.
Lope de Vega.— Quien, según frase del mismo Cervantes
en el prólogo a sus comedias, se levantó con el cetro
del teatro íen España fué el portentoso ingenio Frey Lope
FÉLIX DE Vega Carpió (1562-1655). Todo en el es maravilloso,
estupendo, gigantesco: su precocidad, su fecundidad,
su vida, la cual podría servir de asunto a una novela
psicológica y de aventuras amorosas, sin ejemplar ni en
las más intrincadas de cuantas hasta hoy se han escrito.
Lope es digno de que un artista haga de su vida esa interesantísima
biografía novelesca, donde el alma complejísima
de uno de los más grandes hombres apareciese con
todas sus deslumbrantes condiciones y todas sus tristes
miserias. Poco tendría que poner en ese libro el artificio;
sólo algún velo habría de cubrir a veces ciertos episodios,
de los cuales no fué acaso tan culpable el mismo Lope
como las circunstancias que le rodearon y la debilidad de
su corazón (1).
(1) Es imposible reducir a unas líneas la biografía de nuestro autor:
nació en Madrid; a los diez años ya tradujo en verso un poema de Claudiano
y a los doce compuso la comedia El verdadero amante, que fué
representada por el actor Ríos. Estuvo al servicio del obispo Manrique
de Lara. En Madrid trabó relaciones con Elena Osorio; fué expedicionario
a las Azores; fué desterrado a Valencia y de allí volvió a Madrid,
donde raptó a Isabel de Ampuero; embarcó en la escuadra Invencible
y a su vuelta traía compuesto casi todo el poema La hermosura de
Angélica. En Alba de Tormes sirvió al Duque de Alba, D. Antonio; allí
quedó viudo de Isabel, pero vuelto a la Corte entró en tratos con Antonia
Trillo y poco después con Camila Lucinda (Micaela de Lujan),
216 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Su importancia literaria es inmensa, si se tiene en cuenta
la no hiperbólica frase de que él es el creador de nuestro
teatro nacional, al modo que Shakespeare lo fué en
Inglaterra. Cierto que en España antes de nuestro Lope
existía el teatro; pero ¿cómo era éste? Por un lado, fragmentos
dramáticos, esbozos brillantes si se quiere, pero
bocetos al fin, de Lope de Rueda, Cueva y sus coetáneos
Fernández y Timoneda; por otro, poco disimulada imitación
clásica, mal entendida, de Naharro, Bermúdez y, en
fin, los autores de novelas dialogadas, cuyo glorioso precedente,
así como el del teatro, está en La Celestina.
En aquella época, momento histórico de verdadera crisis
en la vida dramática española, se necesitaba un genio prepotente,
un atleta que, rompiendo con doctrinas mal traducidas
y explotando la rica vena nacional, produjera
obra propia y connatural a la época y al pueblo en que había
de vivir. Esa labor la realizó Lope y, quizá sin darse
cuenta de ello, puede decirse que ha escrito en forma de
drama y en verso la historia de España, Por eso es nuestro
poeta, el poeta nacional.
Entrar a analizar el inmenso teatro, el conjunto de poesías
líricas y épicas, novelas, r.u., íK nuestro vate sería
tarea imposible para este lugar. Di^auios solamente algunas
palabras sobre sus comediría, cuya preceptiva desenvolvió
en su Arte nuevo de hüi:cr comedias en este
casando en 1598 con Juana Guardo. Su vida fué poco a poco tomando
rumbos piadosos: la muerte de su hijo Carlos Félix » !a dz su mujer le
inclinaron a renunciar a sus devaneos.
Y en 1614 se hace sacerdote; pero su constancia no fue !’: adecuada a
aquella resolución: María de Navares se cruzó en su camino y Lope volvió
a caer en las grandes miserias. Días de pasión eran sucedidos por
hondo y amargo arrepentimiento y así acabó la vida de este singular
poeta, no sin que la Jcl ^i ^cia r.ñigiese sus últimos instantes y se cobrase
de el ante la vc.gü,ii. -a qva le causó su hija muy amada Antonia Clara,
que se escapó de la casa paterna con un galán. Véase Vida de Lope
de Vega, por H. A. Rennert y A. Castro.—Madrid, 1919.
ÉPOCA clásica: apogeo 217
tiempo, donde, a vuelta de muchas concesiones al seudoclasicismo
de la época, su claro talento se revela contra
los absurdos de aquellas teorías, llegando a producir,
como un mentís rotundo, el extraordinario teatro de capa
y espada que había previsto Juan de la Cueva.
El mejor Alcalde el Qeyzsunñ obra maestra. Elvira,
una verdadera creación de Lope, nos da el argumento de
la obra en sus quejas al Rey de Castilla, Alfonso, quien
le hace justicia contra el atropello de un poderoso. Nuestra
epopeya histórica y legendaria, el poder real haciendo
justicia, los héroes y los santos, serán siempre tema
favorito de Lope.
En Períbáñez y el Comendador de Ocaña sobresale
Lope por la maravillosa pintura de caracteres. Peribáñez,
el villano honrado que vive feliz y estimado por sus convecinos,
gozando el amor de su esposa fiel y enamorada;
Casilda, excelente pintura de la mujer española, corresponde
a Peribáñez con amor delicado e inquebrantable,
no obstante los halagos y asechanzas del Comendador,
que pretende corromper a la inocente labradora y lisonjear
al vasallo con inusitados honores… Todos estos tipos
son felicísimas creaciones que hacen de esta tragicomedia
una verdadera joya.
El gran drama Fuente Ovejuna tiene altas proporciones
épicas por ser todo un pueblo el héroe de la acción. Los
insultos, las rapiñas, las violencias contra el honor y recato
de las mujeres, y otras mil atrocidades, en suma, del
comendador mayor de Calaírava, Hernán Gómez de Guzmán,
y de su gente de armas, acaban con la paciencia y
con el sufrimiento de los villanos, que se levantan en tumulto
contra quien así los tiraniza, entran con furia en el
castillo donde el déspota se defiende, matan a sus satélites,
le matan a él, le arrojan por una ventana y le arrastran y
despedazan con espantosa y triunfante alegría.
El juez, que viene más tarde a castigar el crimen, halla
218 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
imposible el castigo. Cada habitante de Fuente Ovejuna,
hasta las mujeres y los niños, se han convertido en héroes,
o en asombrosos mártires. La cuerda, el potro, las torturas
más crueles no arrancan a ninguno la confesión de quién
ha sido cabeza y director del motín y de la muerte del Comendador
y de los suyos. Los Reyes Católicos tienen,
pues, que perdonar a los amotinados, lo que no significa
otra cosa sino, la justicia eterna encarnando en aquellos
villanos; la democracia castellana contra la tiranía feudal.
No hay apenas obra dramática de Lope donde el genio
no campee con lozanía: tétrico y frío en la pintura del Duque
de Ferrara, El castigo sin venganza; trágica y bárbaramente
leal en Sancho Ortíz, La Estrella de SeVíIIa; ingenioso
y astuto en Belisa y Lisardo, El acero de Madrid;
psicólogo refinado en Finea, La dama boba; vengativo y
enamorado en María de Guzmán, La moza de cántaro;
ingenioso y seductor en Fenisa, El anzuelo de Fenisa.
Pero nos hemos extendido más de lo que permite nuestra
obra; terminemos dando a conocer siquiera el nombre de
algunas de las principales comedias: La discreta enamo.
rada. La noclie toledana, La dama melindrosa; Lo cierto
por lo dudoso, El Infanzón de IIleseas, Si no vieran las
mujeres (hermosísima comedia), La ¡lermosa fea, San
Diego de Alcalá, Las paces de los Reyes, Judía de Toledo,
Los novios de tlornacliuelos, El Príncipe perfecto. El
Duque de Viseo, Los Te/Ios de Meneses, Dineros son calidad,
El palacio confuso. El perro dei hortelano, etcétera,
etc. (1).
Su fecundidad es asombrosa: como autor dramático
se le atribuyen 1.800 comedias y 400 autos. Acometió
Lope la epopeya y nos dejó La Dragontea , poema en
(1) En mi Antología de textos castellanos, 2.a edición; 1920, se hallarán
argumentos de las más célebres comedias del siglo de oro y las
principales escenas.
ÉPOCA clásica: apogeo 219
10 cantos (1598), obra que fracasa por lo enfática y alegórica;
es una expansión patriótica contra las empresas del
inglés Drake. En 1599 publicó el devoto poema San isidro,
con el cual consagró su musa popular; Circe (1624), poema
en tres cantos acerca de la aventura de Ulises; E/ Laurel
de Apolo, elogios de poetas contemporáneos, inferior
al Viaje del Parnaso, de Cervantes. Imitando a Ariosto,
compuso La hermosura de Angélica (1602), y siguiendo a
Tasso, La Jerusalén Conquistada, en 20 cantos (1609).
Compuso también el poema burlesco La Gatomaquía
(1654). Como novelista al estilo italiano, escribió La Arcadia,
y poco después los cinco libros de El Peregrino
en su patria (1604), novelas de aventuras, según el gusto
dominante, que prueba el Persiles, de Cervantes. Intentó
la dramatización novelesca, al estilo de La Celestina, en
La Dorotea (1652). Ejemplo de cómo Lope escribe la prosa
histórica es su Triunfo de la fe en el Japón.
Si se le juzga poeta lírico, es uno de nuestros colosos en
los Soliloquios, poemas elegiacos, y en Los Pastores de
Belén, pastorela de inimitable sencillez, verdad y belleza,
sin contar sus maravillosos sonetos, elegías, letrillas y
otras poesías sueltas.
Ponderar cualquiera de estas obras sería osadía pueril;
quien desee saber lo que es honda poesía puede prescindir
de todos los poetas del siglo xvii, si paladea aquella elegía
de Lope A la muerte de Carlos Félix, su hijo: «Este de mis
entrañas dulce fruto…»
En la poesía religiosa tiene poemas de tanta sinceridad
y viva fe como aquellos sonetos que empiezan:
— ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
—Cuando en mis manos, Rey eterno, os miro…
Si de Otras composiciones se trata, ¿qué romance hay
mejor entre los nuestros eruditos o artísticos que aquel
La soledad?
220 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos..
O aquel otro
¡Pobre barquilla mía!..
¿Dónde algo más encantador que aquel soneto que termina
con !a más feliz frase del poeta a quien dominó el
eterno femenino?
¡Que tanto puede una mujer que llora!
Debe esta noticia de Lope terminar aquí. Hay en todos
los mapas literarios de Europa mares donde en bellos días
lució el sol del Arte. Sólo en el mapa español es donde figura
este gran océano que se llamó Lope de Vega, y en el
cual el sol jamás tuvo ocaso (1).
(1) Sin ser tan extensa como la de Cervantes es numerosa la bibliografía
de Lope; lo más asequible de su obra: «Biblioteca de Autores
Españoles»; Autos sacramentales, tomo LVilI. Comedias escogidas,
tomos XXIV, XXXVI, XL I y LII. Obras no dramáticas, tomo XXXVIII.
Poes/as, tomos XVI, XXXV, XXXVI y LII.-En «Colección de libros
raros» el tomo VI í’cnc Comedias inéditas.
Monumental es la edición de Obras de Lope, que tiene en publicación
la Academia Española y qu¿ dirigía el nunca bien llorado Mencndez y
Pelayo. Trece tomos fueron publicados que contienen las siguientes
obras: !. Biografía de Lope.—U. Autos y coloquios.— lU. Comedias
de asuntos de la Sagrada Escritura.- W. Comedias de vidas de
Santos y leyendas piadosas.—\’. ídem id. {conc\us\ón) y Comedias
pastoriles. — VI. Comedias mitológicas , Comedias históricas de
asunto extranjero.—Vil al XIII. Crónicas y leyendas dramáticas de
España, Comedias novelescas, etc., todo ello con importantes notas
del Sr. Menéndez y Pelayo.
También está ahora publicando la Academia Española, bajo la dirección
del Sr. Cotarelo, una edición de Comedias escogidas de Lope de
Vega.—La Dorotea, edición de Castro «Biblioteca Renacimiento», Madrid,
ÉPOCA clásica: apogeo 221
VIII
La novela picaresca.— El éxito de Lazarillo de Tormes
provocó el gusto por el realismo literario, tan opuesto a la
vacuidad de lo pastoril y a lo disparatado de lo caballeresco.
Mateo Alemán (1547-1610), parece ser que en edad
avanzada compuso la Vida y aventuras del picaro Guzmán
de Alfarache o Atalaya de la vida humana. Tan notable
fué el éxito de la novela, que se tradujo a todas las
principales lenguas de Europa y obtuvo 26 ediciones antes
de morir su autor. Guzmán cuenta su vida desde que sale»
de su casa a probar fortuna, viajando por España y por
Italia, haciéndose bufón, hasta que sus crímenes lo llevan
a galeras. Esta obra es la primera imitación de El lazarillo
de Tormes. Alemán cae frecuentemente en pesadas digresiones
morales, tratando de prevenir con ellas el peligro
que esta clase de novelas ofrecía. No obstante estos
lánguidos pasajes, la novela está llena de gracejo e interés.
Tuvo Alemán un imitador y falseador, que publicó una segunda
parte del picaro, por lo que Mateo se decidió a imprimir
en Valencia, en 1602, la verdadera segunda parte,
burlándose del falsificador. Merece ser considerado como
uno de los escritores más originales y vigorosos de la
lengua castellana (1).
Relacionada con esta obra está una de Francisco López
DE Ubeda titulada La picara Justina (1605), libro poco reconmendable
y muy alejado del valor literario del Guzmán
o de El lazarillo.
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo III. «Biblioteca Rcnaciniieto>,
edición Cejador.
222 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
La obra de Vicente Espinel (1550-1624) titúlase Relaciones
de la vida del escudero Marcos de Obregón. Semejante
esta composición en el plan y desenvolvimiento de la
fábula a El lazarillo de Tormes y al Guzmán de Alfarache,
es más rica de situaciones curiosas y de lecciones
morales. Marcos de Obregón huye de la casa paterna y
camina por esos mundos en busca de fortuna: para conseguirla
hácese sucesivamente estudiante, soldado y viajero;
en una de sus peregrinaciones queda detenido, logrando
salir del cautiverio y volver a España. Aquí entra al servicio
de personas de diversa condición social, llegando a
conocer el mundo; y, ya viejo, refiere su historia, con la
cual y con sus juiciosas advertencias, procura la enseñanza
de las personas que le escuchan, al estilo que lo procuraban
las novelas de esta clase (1),
La novela histórica.—Está representado este singular género
de narraciones por Ginés Pérez de Hita, quien de
1588 a1604 escribió una notable historia novelesca. Guerras
civiles de Granada, en dos partes; la primera tiene el
valor de una obra de Walíer Scott, y la segunda es una
verdadera historia anovelada.
La primera parte fué impresa en 1595, con el artificio de
achacarla a un moro llamado Aben Hamin, capricho muy
corriente por aquella época, para confirmar lo cual basta
recordar el de Cervantes atribuyendo al moro Cide Mámete
la primitiva redacción del Quijote. Como se ha dicho, la
singular obra de Pérez de Hita no es una pura ficción novelesca,
sino que tiene multitud de fundamentos históricos,
deducidos, en general, del romancero, especialmente de
los romances llamados moriscos, mezclando a estos, datos
recogidos en Pulgar y otros historiadores castellanos.
La acción principal de la novela es la catástrofe de la fa-
1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVIII.
ÉPOCA clásica: apogeo 223
mosa tribu de los Ábencerra/es, leyenda famosa que no
sólo Pérez de Hita aprovechó, sino que ya aparece añadida
al libro IV de la Diana, de Moníemayor, con el título de
Historia del abencerraje y la Iiermosa Xarifa, y que procedía
de otra narración con el mismo asunto del libro de
Antonio de Villegas: el Inventario, ya citado.
La parte más original de las Guerras civiles de Granada
es la crónica novelesca de la conquista de esta ciudad,
mezclándose con arte lo verdadero y lo falso, y tratando
con singular cariño las costumbres de los moros granadinos,
según los pintaba el romancero y según se perpetuaron,
fantásticamente, hasta la obra de Chateaubriand El
último abencerraje. La dicción es algo desmañada y poco
correcta; sin embargo, nuestro autor es uno de los grandes
narradores castellanos, lo cual ha hecho tan popular
su obra que se ha reimpreso, sobre todo la primera parte,
multitud de veces, y se ha traducido al francés, al alemán
y al inglés (1).
Los romances moriscos.—Dícese que la influencia del libro
de las Guerras de Granada despertó o avivó el gusto por
los romances moriscos. Acaso sea esto cierto, si no lo
fuese que el origen de ese mismo libro no esté ya en una
antigua afición por este ge’nero. El hecho es que el mismo
Pérez de Hita incluye varios romances moriscos.
Por ser de los mejores poetas de este gusto citaremos a
Gabriel Lobo Lasso de la Vega (1559 a1615) quien entre
multitud de intentos que no logran éxito, o por lo menos
si lo lograron, hoy no son justificables, compone romances
como el de Garcilaso y el moro Tarfe, donde narra
el triunfo del Ave María. Por este tiempo, en fin, no hay
poeta que no componga romances, ya reformando los antiguos,
ya sobre aquellos temas componiendo otros nue-
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo III.
224 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
VOS, ya con asuntos completamente caprichosos, que, sin
embargo, solían tener por base el lema morisco, como se
puede ver en las colecciones de aquel tiempo que se titulan
El romancero general y en la Primera parte de las
flores de poetas ilustres de España (1), que Pedro de Espinosa
publicó en 1605, y en la cual colección figuran poetas
como Lope, Luis de León, Góngora. Liñán de Riaza,
Quevedo, y el portugués Camoens, que compuso en castellano
letrillas tan lindas como aquella que comienza:
Irme quiero, madre,
a aquella galera…
La colección de Espinosa tuvo una Segunda parte, que
permaneció inédita hasta el siglo xix.
La poesía religiosa.— Está representada en esta época,
principalmente, por el maestro José de Valdivielso (1560-
1638), excelente poeta que en su Romancero espiritual
tiene algunas de las más bellas obras de nuestra poesía
sagrada, siendo comparable a Lope de Vega en muchos
romances y en algunos villancicos. En cambio, en obras
que Valdivielso juzgó acaso de más empeño, como Vida,
excelencias y muerte del gloriosísimo Patriarca San José
y en los Autos, fracasó por completo; la primera de estas
obras resulta fastidiosa y descuidada (2).
Oíros poetas de este género son Francisco de Ocaña,
que compone villancicos piadosos. Algunos son primorosos,
hechos sobre temas populares como aquel que empieza
«-Pastorcico, tu que vienes,..-», y el excelente Luis
(1) Obras de P. de Espinosa, por Rodríguez Marín, Madrid, 1909.—
Plores de poetas, edición de Ríos y Rodríguez Marín, Sevilla, 1896.—
2 tomos. Espinosa fué gran poeta en La fábula del Genil.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos LXIII, XXIX, XXXV
y XLIL- El Romancero, lo publicó D. Miguel Mir.
ÉPOCA clásica: apogeo 225
DE Ribera, autor de una colección muy estimable titulada
Sagradas poesías {{6\2), que dedicó a su hermana, monja
profesa, acaso en Méjico, donde vivía entonces Ribera.
La épica.— Está representada por los siguientes autores,
ninguno de primera categoría.
José de Villaviciosa (1589-1658), poeta que publicó su
Mosquea, cantando la guerra entre las moscas y las hormigas,
el cual poema es sin duda el mejor de los burlescos
castellanos. El argumento se desarrolla en doce cantos,
y cuenta que llegando a la capital de las moscas la
noticia del armamento que hacen las hormigas, sepreparan
a la guerra, convocan sus aliados y se pone el ejército en
campaña: pelease encarnizadamente, y muerto Sicoborón,
Aquiles de las moscas, triunfan las hormigas (1).
La Gatomaquía de Lope es más pulida y conceptuosa;
la epopeya de Villaviciosa es lozana, y en el empaque y
petulancia con que se mueven los personajes guerreros
hay una felicísima parodia de La Ufada y… ¡quién sabe si
también de los poemas y de las empresas aventureras de
la época! (2).
Por este tiempo el presbítero Juan de Arjona versificó, no
sin alguna habilidad, La Thebaida, de Estacio (5).
Fray Diego de Hojeda (1571-1615), habiendo dejado a
España, muy joven, tomó en Lima el hábito de religioso
dominico. En Cuzco escribió su notabilísimo poema La
Cristiada (4).
Tan poco aprecio alcanzó el P. Hojeda de sus mismos
contemporáneos, y aun de los hombres de letras de épocas
(1 j «Biblioteca de Autores Espafioics», tomo XVII.
(2) El argumento puede verse en mi Antología de textos castellanos.
(3) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVIII,
0) ídem id., tomo XXXV.
15
226 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
posteriores, que su obra, de la que sólo existía una rarísima
edición hecha en Sevilla el año 1611, llegó a ser desconocida.
Hállase dividida en 12 cantos, comprendiendo
1.974 octavas, prolijidad que acaso es su único defecto;
pero en lo restante, plan, extensión, episodios, máquina,
decoro, y sobre todo elocución, es digna de la epopeya.
La Crístiada debe con justicia ser colocada por cima del
Monserrate, de Virués, y ningún poema religioso hay en
lengua castellana que le lleve ventaja. A todos supera,
pues La Crístiada, contra la costumbre, presenta una
acción desembarazada y sencilla. Todo lo episódico nace
del asunto y se enlaza a él con ingenioso artificio; la máquina
o maravilloso, accesorio en oíros poemas, es en
éste la esencia verdadera de su argumento, en el que el interés
llega a ser a veces verdaderamente trágico, y el estilo
acomodado a lo inmenso del asunto en que se ocupa.
El lenguaje es propio, puro, generalmente libre de vana
afectación, aunque tal vez no tan claro como debiera, y los
versos, fluidos y agradables; pero aquellas octavas no son
tan iguales y hermosas como las de Lope y Valbuena.
Podemos, por tanto, concluir que La Crístiada es nuestra
mejor epopeya religiosa, muy próxima a Milton y Klopstock,
e infinitamente superior a la escrita en latín por Jerónimo
Vida, italiano.
Autor del poema descriptivo La creación del mundo publicado
en 1615 es Alonso de Acebedo, que hizo con
asunto difícil una composición en bellas octavas reales
(1). Murió en 1598?
La épica heroica y caballeresca está representada por
Bernardo de Balbuena o Valbuena (1568-1627), obispo de
Puerto Rico y abad de Jamaica. Sus obras poéticas son:
El Bernardo, narración en que hay grandes bellezas y
grandes defectos, como producto de su primera juventud;
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXIX.
ÉPOCA clásica: apogeo 227
la Grandeza Mexicana y El Siglo de Oro y otras que se
han perdido. El asunto del primero es absolutamente fantástico:
Criado Bernardo por el mago Orestes, le designan
las hadas enemigas de Carlomagno como el héroe
que, revestido de las armas de Aquiles, ha dé acabar con
el poder de aquel soberbio emperador. Marcha Bernardo
en busca de las armas prometidas, penetra en Oriente,
arrebatándoselas a Ayax Telamón, que las guardaba ocultas
desde el sitio de Troya. Con ellas vuelve a España,
donde se une al ejército de su tío el Rey Alfonso el Casto,
y moviéndose contra el de Carlomagno, lleva a cabo la
cruenta batalla de Roncesvalles, en la que Roldan queda
vencido y muerto por nuestro héroe (1).
El mayor defecto que cometió Valbuena en este poema
fué el seguir paso a paso al Ariosto; más gloria hubiera
alcanzado si se le ocurre explotar para tema tan español
las gestas y romances referentes a Bernardo del Carpió;
acaso conoció tarde su yerro, pues en E! Siglo de Oro incluye
grandes fragmentos en los metros populares de
Castilla, lo cual puede probar cómo cayó en la cuenta
de lo que valían los metros nacionales.
Cítase por este tiempo también a Cristóbal de Mesa,
autor de los poemas: Las Navas de Tolosa, El Patrón de
España, La restauración de España, etc.; éste el mejor
de todos. Tradujo a Virgilio y murió en 1663.
(1 1 «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVIII.
228 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
IX
La Historia. — Está representada en esta e’poca por grandes
autores, entre los que sobresale el Padre Juan de Mariana
(1537-1624).
La obra literaria más notable de Mariana es la Historia
de España, publicada primero en latín y traducida luego al
castellano por su mismo autor. Resulta una producción
modelo de prosa histórica. Mariana no era minucioso en
sus investigaciones, no pretende ser un gran investigador,
acepta de buen grado una leyenda, si decorosamente puede
hacerlo; hasta sigue el general convencionalismo literario
de poner discursos, a la manera de Livio, en boca de
sus principales personajes. Pero mientras nadie lee a una
veintena de escritores que se preocuparon más que él de la
exactitud y puntualidad de los datos, la obra de Mariana
sobrevive, no como una mera crónica, sino como una bella
producción literaria. Su saber es más que suficiente
para salvarle de grandes errores; su imparcialidad y su
patriotismo son notorios; su sinceridad, grande y persuasiva;
su estilo, de ligero sabor arcaico, es de una elevación
y de una dignidad incomparables. Cuidóse más del espíritu
que de la letra, y el tiempo le ha hecho justicia: «La
obra de Mariana es la combinación más notable de la crónica
pintoresca con la narración histórica más sobria que
jamás vio el mundo.» En estos términos da Ticknor su veredicto,
y el elogio no es desmesurado.
Como escritor político, muy distinto del espíritu de Maquiavelo,
tiene Mariana su libro De rege et regís institutione,
verdadera condenación de toda tiranía. Es obra
maestra a la que siguen en importancia otros muchos tratados
sociológicos y críticos (1).
(1) Obras de Juan de Mariana, «Biblioteca de Autores Españoles»,
tomos XXX y XXXI.
ÉPOCA clásica: apogeo 229
Historiador comparable con Mariana por la clásica manera
de entender la Historia, es el Padre José deSigüenza
(1545 a 1606), admirable escritor en la Vida de San Jerónimo
y en la Historia de la Orden de San Jerónimo (1605),
donde la lengua castellana del siglo xvi llega a imponderable
perfección (1).
Debe citarse al peruano Garcilaso de la Vega, el Inca
(1540-1616), soldado en España y el primero de los americanos
que merece puesto de honor en la literatura española
por su historia de la expedición de Soto—La Florida del
Inca—Y sus brillantes Comentarios reales que tratan de
los Incas, Reyes que fueron del Perú…, obra en la cual
no busquemos gran espíritu crítico, pero sí noticias interesantes
que al futuro historiador de América pueden ser
de alguna utilidad, siempre que tenga en cuenta que el comentarista
no deja de poetizar, cuando hay lugar, las cosas
que se refieren a su patria. Como segunda parte de
este libro puede considerarse la Historia general del Perú,
y todos ellos no se sabe a punto fijo dónde clasificarlos,
si entre la novela histórica o la historia novelesca. Seguramente,
por su estilo y falta de autoridad científica es en
este género donde han de figurar. Los Comentarios reales
son la primera obra americana donde se inicia la que pudiéramos
llamar literatura indígena, la tradicional. Tradujo
Los tres diálogos de amor de León Hebreo, de la lengua
itálica (1590), en elegantísima prosa castellana. (Véase
pág. 155).
La didáctica.—Son muchos los autores que pueden incluirse
en este género literario; pero como a algunos se les
ha de citar por otros motivos, basta recordar aquí los
nombres de los siguientes:
Antonio PÉREZ (1559-1611). La celebridad de este autor
(1) «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomos VIII y XII.
250 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
se funda más en lo famoso de su vida accidentada que en
verdaderos méritos literarios. Fué, como es sabido, ministro
poco afortunado o poco fiel de Felipe II. Desterrado,
después de larga prisión, de la que su enamorada mujer
logró hacerle escapar, se dedicó a la literatura, y las principales
obras que trabajó, mejor que decir escribió, son:
Las relaciones de su vida, Los comentarios sobre este libro.
El memorial de lo que en ellos se refiere. Las cartas
familiares. Su estilo se resiente de no tener nada de propio,
sino que es una mezcla de los estudios clásicos a que
con afán se entregó nuestro autor; el artificio retórico, rebuscado
y frío, es el dominante en sus escritos.
El lenguaje que emplea es metafórico en demasía, y sus
comparaciones y anííteses, pocas veces oportunas, recargan
el pensamiento con un conceptismo que fatiga. Pero
su imaginación, poética de verdad y lozana como pocas,
presta a ese mismo lenguaje el encanto de una naturalidad
que aunque ficticia, en parte, cautiva y agrada. Es de los
escritores más elocuentes y más alambicados por lo que
se refiere a fielaciones de su vida. Los comentarios y
El memorial; en cuanto a sus Cartas, claro es que no están
libres de los defectos apuntados, pero resplandecen
más las buenas cualidades, sobre todo en aquellas más
íntimas, modelos de estilo vibrante y de lenguaje animado
(1). Un epistológrafo notable es también el mediano
poeta Eugenio de Salazar, muerto hacia 1610, quien desde
América, donde desempeñó cargos de importancia, escribió
con gracia y causticidad.
El heterodoxo Cipriano de Valera (1532 a1625) tradujo
el Nuevo Testamento en una prosa clasicísima.
El jesuíta Pedro de Rivadenevha (1526-1611) escribió
muchas obras, entre ellas el popularísimo libro Flos Santorum,
o Vida de Santos, la Vida de San Francisco de
(1) Las Cartas en «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XIII.
ÉPOCA clásica: apogeo 251
Borja, la Historia del Cisma de Inglaterra, la Vida de
San Ignacio de Loyola, la del Padre Maestro Suárez, la
de Salmerón y oíros jesuítas distinguidos, en las cuales
demuestra conocimiento del corazón y narra con viveza.
El lugar que ocupa lo debe, principalmente, a su Tratado
de la Tribulación, libro de gran mérito y que viene a completar
el pensamiento que entraña el Tratado del Príncipe
Cristiano, del mismo Rivadeneyra. Tradujo, además, el
libro de Alberto Magno, intitulado Parayso del alma, y
compuso también otro de carácter místico con el título de
Manual de oraciones (1).
¡Lástima grande que un curioso libro que permanece
inédito y que podría titularse Memorias y Confesiones
del P. Pivadeneyra, no vea la luz pública. El, con el magnífico
Tratado déla Tribulación, son las. dos joyas del
ilustre jesuíta.
Semejante al Príncipe cristiano es el Gobernador cristiano,
del brillante prosista Juan Márquez (1564-1621), y a
su lado puede ponerse el P. Martín de Roa (1555 a 1637),
que en 1619 escribió con elegancia el Estado de las almas
del purgatorio.
El médico de Valladolid, en los días de Felipe II, Alonso
López es autor de un célebre tratado, hace algún tiempo
reimpreso, en el cual comenta la poética de Aristóteles,
con el título de Filosofía antigua poética (2), acreditándose
de humanista de verdadero espíritu estético (3).
(1) Véanse Obras escogidas en «Biblioteca de Autores Españoles»,
tomo LX.
(2) Filosofía aníigua… del doctor Alonso López Pinciano: edición
de Muñoz Peña, Valladolid, 1894.
(3) Humanistas y gramáticos de verdadera importancia abundan en
este tiempo: Bernardo Aldrete escribe acerca del Origen y principio de
la lengua castellana… y otros muchos trabajos que ya no pueden figurar
en nuestro libro.
coRTe oe Feíipe iv
La corte literaria de Felipe IV.—Comienza la segunda veintena
del siglo XVII con el reinado de Felipe iv, el cual se
había distinguido ya reinando su padre como gran protector
de las letras y de las artes. Aun es fama que el mismo
Rey componía lindos versos y comedias que llegaron a representarse.
Pero tanto sus méritos literarios como las
esperanzas políticas que en él se pusieron, fracasaron bien
pronto, ante la indolencia con que se dejó avasallar por
sus favoritos. De entre los poetas que alcanzaron gran
éxito en estos días, merece ocupar el primer lugar Luis de
GóNGORA Y Argote (1561-1627), que ya había logrado
grandes elogios de Miguel de Cervantes (1). Pertenece a la
pléyade herreriana, y en ella brilla como el más grande
quizá en aquellas composiciones en que acertó a ser natural.
Mas por el temperamento, por el medio ambiente y por
lo poco equilibrado de su fantasía, Góngora aceptó la
malhadada moda que invadía Europa. El culteranismo, el
refinamiento, la obscura profundidad, en una palabra,
atrajeron aquel gran genio poético; y como era de dotes
extraordinarias, las consecuencias fueron lamentables.
Antes que él había escrito Carrillo sus poesías perfecía-
(1) Alteró el orden de sus apellidos, pues el paterno era Argote.
234 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
mente cultas sin que trascendiese la seudopoesía; pero
cuando el autor de Angélica y Medoro rompe por tan intrincado
camino, Lope, a su pesar, le encuentra admirable,
Cervantes le aplaude, y otros, burlándole, le siguen en
La obra que más desacredita a Góngora como poeta es
Las Soledades. De ellas dice el Sr. Menéndez y Pelayo:
«Nunca se han visto juntos en una sola obra tanto absurdo
y tanta insignificancia. Cuando llega a entendérsela, después
de leídos sus numerosos comentarios, indígnale a
uno lo vacío, lo desierto, de toda inspiración, el aflictivo
nihilismo que se encubre bajo esas pomposas apariencias,
los carbones del tesoro guardado por tantas llaves.» Esto
es exacto; no obstante, y olvidando estas obras, merecen
recordarse algunas de sus Odas, verdaderamente herrerianas,
y en especial sus sin iguales letrillas y romances,
verbigracia, aquel titulado Amor puesto en razón y la
tierna letrilla que comienza:
La más bella niña
de nuestro lugar…
Como refundidor de los antiguos romances, la gloria
de Góngora es inmensa. Supo como pocos apropiarse la
gracia y lozanía de los que hasta él llegaron, ya no en su
primitiva forma, e hizo labor preciosa con ellos. Recuérdese
aquel de cautivos y forzados:
Según vuelan por el agua
tres galeotas de Argel…,
Pero ninguno con la gracia, donosura e infantil desparpajo
de aquel romancillo que tiene verdadero ambiente popular
y aldeano: La vida del muchacho. Sus letrillas satíricas
son encantadoras; mas se ha de advertir aquí que
suelen correr por antologías y manuales de Preceptiva dos
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 235
(Poderoso caballero… y Sabed, vecinas) que no son de
Góngora, sino de Quevedo. Muestra de la vena festiva del
poeta que ahora estudiamos puede ser aquella que dice:
Dineros son calidad.
Más ama quien más suspira,
Deliciosa es aquella sentimental letrilla que glosa estos
versos:
Aprended, flores, de mí
lo que va de ayer a hoy.
Que ayer maravilla fui
y hoy sombra mía no soy.
Góngora intentó también triunfar en el teatro, pero fué
en vano (I)-
Ei culteranismo.—Las brillantes literaturas de Europa en
el siglo XVII caen por exceso de vitalidad, por afán de buscar
sorprendentes y originalísimas frases y rebuscados
conceptos. El buen gusto, la severa sencillez del arte desaparecen
casi por completo; en Italia, el marinismo es la
enfermedad de la época; en Francia, el preciosismo y
alambicamiento de la expresión; en Inglaterra, el eufueismo;
en España, el gongorismo es la herencia del refinamiento
Estando España y los ingenios españoles en tan estrecha
relación con Italia, y, sobre todo, siendo un mal de la
época, no podía verse nuestra literatura libre de esa pla-
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos X y XXXII. «Biblioteca
Hispánica»: Obras poéticas, tomos XVI y XVII «Clásicos
Castellanos», Obras, edición de Diez Cañedo.
236 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
ga (1). Ya lo dijimos hablando de Góngora: cansado de
ser un gran poeta, inventó un nuevo estilo, casi un nuevo
lenguaje erizado, recargado de metáforas monstruosas y
de transposiciones forzadas. Su sistema hizo fortuna. Se
vio desarrollarse, dilatarse hasta lo absurdo esta fraseología
rara, trabajada en extremo, historiada con colores
y adornos de toda suerte, que se llamó el estilo culto o
culterano. Había entonces una especie de porfia entre los
poetas de las dos naciones italiana y española— sin olvidar
la portuguesa, que reclamaba como suyo el estilo culto—
por quien encajaría en un verso más cosas desemejantes,
por quien haría la antítesis más imprevista o el
rasgo más enigmático. De una y otra parte el efectismo
era el único punto de mira, y para lograrle no se tenía más
que un medio: lo inesperado, lo sorprendente.
Discípulo de Góngora es el Conde de Villamediana,
Juan de Tassis Peralta (1582-1622). Hombre de espíritu inquieto
y de vida desarreglada, tuvo serios disgustos en la
Corte, de donde fué desterrado en 1608. Vuelto a España,
su carácter mordaz se reveló en epigramas y sátiras sangrientas
contra los principales personajes de la época: el
Duque de Lerma, el de Osuna, el de Uceda, el Marqués de
Siete Iglesias, etc., y contra los poetas más notables.
Acaso también otras osadías de más trascendencia fueron
causa de su asesinato, que tuvo lugar el 21 de Agosto de
1622. Villamediana fué el corifeo más decidido de Góngora
y de la poesía culterana, y se acerca a su maestro en
facilidad, ingenio y afán de dislocar el lenguaje, v. gr.: Fábula
de la Fénix, Fábula del Faetón. No obstante, en mu-
0) Uno de los que más influyeron sobre Góngora fué el mediano
poeta Luis Carrillo de Sotomayor (1583-1610), quien por haber servido
como soldado en Italia conoció a Marini, y según el gusto marinesco
compuso sus poesías en estilo erudito, que al poeta cordobés pareció la
mejor manera de distinguirse de lo vulgar.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 257
chas ocasiones es, por fortuna suya, natural y verdaderamente
ingenioso (1).
Un famoso predicador de aquellos tiempos, Fr. Hortensio
Paravicino (1580-1635), es el iniciador del culteranismo
en el pulpito español; desde él la oratoria, que había
llegado a la severidad y esplendor con Luis de Granada,
degenera en el gongorismo más exagerado. Sus poesías
son del mismo estilo. Agustín de Salazar y Torres en la
Citara de Apolo ofrece poesías culteranas, y por todas
partes el mal se hace inevitable.
Luchan con él los poetas andaluces Arguijo y Jáuregui,
pero éste cae vencido y acepta la moda al fin (2), Pocos
poetas han sido más celebrados que Juan de Arguijo,
muerto en 1625. Lope de Vega le dedicó el poema La hermosura
de Angélica, La Dragontea, Las rimas humanas
y otras obras, celebrándole, en otros, como La Jerusalén,
El laurel de Apolo y en su comedia tilulada La buena
guardia. Apláudenlo también, entre varios, el maestro
Medina, Lorenzo Gracián y Rodrigo Caro. Bouterweck
enaltece a nuestro ingenio en su Historia de la poesía, insertando
en la misma algunos de sus sonetos.
En efecto: ninguno de ellos puede calificarse de mediano;
todos son buenos, y alguno de un mérito extraordinario.
En todos se admira esa soltura, esa rotundidad tan
necesaria a esta clase de composiciones; si algo pudiera
imprimir ligerísima sombra, aunque rara vez en aquéllos,
es cierta inclinación al estilo conceptuoso, que toca en
gongorino. Hoy parece eclipsada la gloria de este poeta,
mas no se explica este desdén en los días actuales de los
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLII.
(2) Quedan muestras patentes de la lucha que algunos espíritus privilegiados
sostuvieron contra el culteranismo: Antonio de Liñán fué
uno de ellos, y aunque era escritor de talento, su apología de la naturalidad
y casticismo del lenguaje fué desatendida.
238 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
sonetos conceptuosos. Merecen citarse el titulado Al Guadalquivir,
A Tántalo, A Lucrecia, Las estaciones, etc. (1).
Juan de Jáuregui y Hurtado (1583-1641) fué natural de
Sevilla, aunque oriundo de Guipúzcoa o la Rioja. Su ingenio
poético está inspirado por una musa siempre docta, influida
muy de cerca por la literatura italiana, que estudió
durante su residencia en Roma, donde tradujo Aminta. La
traducción merece la extraña preeminencia de conceptuarse
tambjén obra clásica.
No menos poético es el numen de Jáuregui en la paráfrasis
del salmo Super ilumina Babilonis, ya citada, y
por demás brillante en el Orfeo, y ya gongorino en la
traducción de La Farsalia. Aquí se dio el caso de que a
un poema de decadencia, como el de Lucano, corresponde
un traductor también decadente: nadie puede creer que
sea del mismo autor del Discurso poético, contra el culteranismo,
obra maestra de preceptiva, y de aquella hermosa
Introducción a las Rimas, verdadera profesión estética
del sevillano (2)
El clasicismo lírico.— Lo representan principalmente por
este tiempo dos poetas aragoneses: Lupercio Leonardo
(1559-1613) y Bartolomé Leonardo de Ahgensola (1562-
1631), ambos nacidos en la provincia de Huesca. Gozaron
de gran renombre literario, sobre todo por la corrección y
propiedad que manifestaron en el lenguaje, llegando a decir
de ellos Lope de Vega que le parecía que habían venido
de Aragón a Castilla, a enseñar el castellano. El acierto
con que intentaron y supieron apartarse del camino que
ya habían empezado a recorrer los conceptistas y culteranos,
y el espíritu clásico que brilló en todas sus poesías,
les presenta como fieles discípulos de Horacio.
(1) «Biblioteca de Autores Espanoles>, tomo XXXII.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLIII.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 239
Lupercio muestra más nervio y robustez. Bartolomé es
más ameno y agradable, a la vez que más profundo. Los
dos son, sin embargo, aficionados a las reflexiones y máximas
morales, como su modelo latino. Entre sus composiciones
descuellan las epístolas y las sátiras, que están
más en armonía con sus facultades artísticas pudiéndose
decir con toda exactitud que la razón y la verdad,
constituyen el fondo de la poesía de los Argensola. No
pueden figurar en la categoría de astros de primera magnitud;
pero por la severidad de su estilo, por el buen gusto
que campea en sus escritos y por haber sabido mantenerse
alejados y libres del mal que ya envenenaba las letras
españolas, les es deudora nuestra literatura de gratitud.
No se distingue ninguno de los dos hermanos por carácter
o temperamento diferente; y como jefes o directores
de una tendencia equilibrada, representan el clasicismo,
ora en sus sátiras, ya en sus canciones, y también en sus
sonetos; y a no saber que dos eran los ingenios que cultivaban
las musas, bien se podía creer que uno solo era el
autor de tan armoniosas composiciones. Ambos fueron
poetas e historiadores, aunque los trabajos que Lupercio
escribió como cronista de Aragón se han perdido, lo mismo
que muchos de sus versos, que él quemó; de Bartolomé
nos quedan unos Anales de Aragón, además de la novelesca
Historia^de las Molucas (1).
En otro lugar (2) hemos citado a Lupercio Leonardo de
Argensola como autor dramático. No son grandes sus méritos,
sin embargo, en sus días tuvieron aplauso las tragedias
tituladas Filis, Alexandra e Isabela, de inspiración
clásica todas, por lo cual su éxito había de ser fugaz.
(1) Lupercio y Bartolomé «Biblioteca de Autores Españoles», í. XLII.
Bartolomé: Conquisía de las Molucas «Biblioteca de escritores aragoneses
», tomo VI.
(2) Página 181, hablando de los imitadores del teatro clásico.
240 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
También en Andalucía sostienen la tradición sana dos
grandes poetas: Caro y Rioja.
Rodrigo Caro (1575-1647) es de los más eruditos de su
e’poca, especialmente entendido en arqueología, pero no
con aquel frío espíritu clasificador de los anticuarios y arqueólogos
prosaicos, sino con alma de verdadero poeta,
enamorado de las ruinas de las grandes ciudades, las cuales
avivan su inspiración poética, honda y reflexiva. Su
oda A las ruinas de Itálica es un poema definitivo, monumento
glorioso y rasgo brillante que acredita a su autor
de gran poeta y le coloca decididamente entre los primeros.
Quintana dice de ella, refiriéndola, como era corriente
en sus días, a Rioja, que todo en esa composición es
grande y majestuoso; el asunto, la idea, la contextura, la
ejecución. Analizada con un criterio clásico, la obra es
perfecta; vista desde el punto del sentimiento, nótase en
seguida que la perfección técnica está a más altura que
aquél. No desdice nada de esta oda aquella otra que el
mismo Rodrigo Caro dedicó a Carmona, y aún acaso
sean más bellas y sentidas las palabras dedicadas a la
ciudad de él «por patria cara venerada», que las fastuosas
estancias de Itálica.
Oíros poemas castellanos escribió Caro: Oda a Sevilla,
Canción a San Ignacio de Loyola, y algunos latinos, y
otras varias obras históricas y de antigüedades, siendo
las de más importancia las tituladas: Antigüedades y
principado de la ilustrísima ciudad de Sevilla, y la Relación
de las inscripciones y antigüedad de la villa de
Utrera. Fué autor asimismo de otra obra importante, cuyo
título es Claros varones en letras naturales de la ciudad
de Sevilla (í).
Francisco de Rioja (16007-1659) fué protegido del Conde-
Duque. Caído en desgracia, sufrió una prisión, y vuel-
(1) «Sociedad de Bibliófilos Andaluces», 2 tomos, 1884, Sevilla.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 241
ío a Sevilla, se dedicó por completo a sus aficiones literarias.
Pertenece a la escuela de Herrera, sobresaliendo por
su buen gusto, delicadeza y excelente estilo. Hombre cultísimo,
no abusa, sin embargo, de su saber clásico; el
lenguaje de Rioja es elegante, claro y terso en la versificación;
sus asuntos nada tienen de conceptistas.
La crítica moderna ha despojado a este poeta de parte
de sus laureles, pues la canción A ¡as ruinas de Itálica,
que se creyó suya, pertenece a Caro. Asimismo se le ha
negado la paternidad de la famosa Epístola moral, que
parece pertenecer al capitán Andrés Fernández de Andrada,
uno de los más excelsos poetas, y por una sola vez (1).
Sin embargo, el nombre de Rioja será grande mientras
a él vaya unida la hermosísima composición A la rosa,
para cuya belleza son escasos todos los elogios, y aquellas
otras, tan delicadas, AI clavel, sus sonetos, etc. (2).
Pedro de Quirós (muerto en 1670) es uno de los poetas
que en los días del culteranismo lograron no caer en la
enfermedad reinante. Sus poesías, que no son numerosas,
son bellísimas por su delicadeza y ternura, descollando
entre ellas el madrigal A una tórtola. Seguramente que el
tema es de artificio imaginativo; mas hay en el brevísimo
poema un tono de honda sinceridad y apacible resignación,
que bien pudiera ser tuviesen íntimo fundamento los
lamentos del poeta. El conocido soneto a Itálica no es inferior
en belleza a aquella soberbia composición de Rodrigo
Caro sobre tema semejante. Otras composiciones no
sufren comparación con estas dos joyas literarias.
Doña Constanza Osorio (1565 a1637) es notabilísima
mística en varios poemas de tono clásico o bíblico. Que-
(1) Lo más seguro por hoy es respetar por anónima esa hermosísima
composición y seguir la opinión de Menéndez y Pelayo, que señalaba
al desconocido autor con el título de El Anónimo Sevillano.
(2) cSociedad de Bibliófilos y «Biblioteca de Autores Españoles»
tomo XXXIII.
16
242 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
dan como lo más selecto la obra espiritual Huerto del Celestial
Esposo y una Exposición de los Salmos; Alfonso
Bonilla, autor de Nuevojardín de flores divinas (1617), es
poeta poco estimable, acusando ya la decadencia de los
poetas andaluces. Sostiénese, no obstante, el sentido lírico
con D. Fernando de Valenzuela, rondeño, favorito de
Doña Mariana de Austria y caído después en desgracia
y condenado a destierro. En su Qomance en endechas,
lamenta sentidamente su desgracia (1667?).
Otro clasicista es Esteban Manuel de Villegas (1589-
1669), poeta lírico, cultivador de la anacreóntica, autor lleno
de defectos y plagado de puerilidad, pero a quien no
se le puede olvidar mientras su nombre acompañe a poesías
como El pajarillo.
Trató Villegas de introducir en la poesía castellana el
empleo de combinaciones métricas usadas por los antiguos;
y, aunque no consiguió con ésto grandes resultados,
débesele el perfeccionamiento del llamado verso sáfico,
así como su combinación con el adónico, de lo que
es ejemplo su oda Al céfiro (1).
Merecen colocarse entre estos poetas de buen sentido,
ya que no de grande inspiración, Francisco de Borja,
Príncipe de Esquilache, muerto en 1658, y el Conde Bernardino
de Rebolledo, que vivió de 1597 a1676 (2).
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XLI y XLII—Villegas:
Eróticas o Amatorias, edición de «Clásicos castellanos», por
Alonso Cortés.—De la mayor parte de los poetas citados se encuentran
escogidas muestras en la pequeña Antología, que titulada Flores de
poetas ilustres (siglos xvi y xvii) publicó el Sr. Bonilla en «Clásicos
de la Literatura Española». Ruiz, hermanos, editores.—Madrid, 1917.
(2) Hay bellos romances de estos dos poetas, algunos se salvarán
como modelo en el género ya decadente; v. gr., aquel que empieza:
«Truéncansc los tiempos—múdanse las horas..», del Príncipe de Esquilache;
o aquel otro del Conde de Rebolledo «El amor y el apetito—
Lisis, tan distintos son ..» Véase nuestra Antología de textos castellanos
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 245
II
El conceptismo.— Al poeta Alonso de Ledesma y Buitrago
(1562-1633) se atribuye la iniciación en España del conceptismo,
que es el alambicamiento en las ideas, así como el
culteranismo lo era en la expresión. Esta especie de presíidigiíación
con el pensamiento la hizo patente en obras
como Conceptos espirituales. Juegos de Nochebuena y
El monstruo imaginado. Sin Qucvedo y Gracián no se
recordaría el nombre de Ledesma, y menos el conceptista
que se llamó Alonso Bonilla (1).
Francisco Gómez de Quevedo y Villegas (1580-1645) es
el único fruto espléndido del conceptismo en Europa;
mejor dicho, la sola figura que descuella gigantesca entre
todas, a pesar del mal gusto reinante, es la de este gran
polígrafo español, que siempre «tuvo el chiste en los labios
y el estoicismo en el pecho».
Con su saber extraordinario y el ardor de su imaginación,
es una de las glorias más singulares de la tierra castellana.
Embajador y diplomático, amigo y favorito del
Duque de Osuna, mezclado en todos los graves asuntos
de su tiempo, sucesivamente objeto de distinciones muy
elevadas y caídas muy crueles, su vida, llena de agitación,
encarna la representación más cumplida del alma española:
Cervantes es el mundo, Quevedo es la patria. En los descansos
de una existencia tan agitada encontró tiempo de
dar a luz estudios históricos, novelas, lecciones de moral,
(1) Hay alguna poesía de Bonilla que merece salvarse del desaire
general a que es acreedora su obra. Por ejemplo, aquella mística que
empieza: «¿Quieres hoy conversación- querida esposa?…
244 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
poesías humorísticas, la mayor parte de las cuales se han
perdido. Sus dotes satíricas, la viveza con que a veces se
constituyó defensor del buen sentido y de la razón contra
la invasión del mal gusto, contra las desdichas de España
y las miserias de la corte, su vena burlona, su ironía fina,
acerada, ardiente, permiten clasificarle en la serie de los
grandes satíricos.
Así como Góngora hubiera sido el más grande de los
líricos españoles sin Las Soledades y sus semejantes,
Quevedo sería el más grande de sus contemporáneos sin
las ingeniosidades de que sembró sus obras, hasta hacerlas
no pocas veces ininteligibles, o las procacidades ulírarrealistas
que repelen al lector en no pocas ocasiones.
No obstante estos defectos, es Quevedo la figura que más
se acerca a Cervantes en la literatura castellana, y desde
luego nadie, en ella, aventaja a este polígrafo extraordinario,
siempre inquieto, siempre valiente, el más grande humorista,
el más cáustico de los satíricos.
En todas sus obras derrochó ingenio, profunda filosofía,
humorismo sentencioso o amargo, gracejo inocente,
sátira mordaz, causticidad equívoca, genialidad errática…
Su popularidad fué inmensa, y en gran modo le ha perjudicado,
pues su nombre ha sido banderín de enganche bajo
el que se han inscrito mil producciones, ajenas por completo
de aquel a quien se le han hecho prohijar. Labor de críticos
como Fernández Guerra ha sido el ir desbrozando el
campo cultivado por el gran escritor; en esta tarea se necesitan
nuevos operarios, pues sin duda la obra de Quevedo
no es¡por completo conocida.
Hombre de profundos conocimientos en Teología, en
Jurisprudencia y francés, griego, latín, árabe y hebreo adquiridos
en Alcalá, mostró su ciencia en multitud de obras
políticas, ascéticas, filosóficas, satiricomorales, de crítica
y sátira literaria, festivas y de entretenimiento, novelas
y obras poéticas.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 245
Las poesías que de Quevedo se conservan hoy, con ser
numerosas, no constituyen sino una parte muy escasa de
las que dejó a su muerte, siendo debido esto a que al
morir encomendó al Tribunal de la Inquisición que revisase
sus composiciones, expurgando aquellas cuya publicación
no creyera convenientes. Grande es el mérito de las
poesías de Quevedo, sus sonetos burlescos no tienen rival
en la literatura castellana, sus romances cortos son modelo
de gracia y frescura; sus poesías amatorias y sagradas
están henchidas de melancolía y sentimiento, y en sus
composiciones didácticas muéstrase tan grave en el fondo
como entonado en la forma. Su libro Providencia de Dios
€s ejemplo vivo de lo que pudo merecer aquel talento privilegiado,
a quien todas las amarguras de la prisión no
lograron arrancar una palabra desesperada, sino acentos
de cristiana resignación, que van muy cerca de las palabras
de aquel varón justo a quien él tomó por modelo
cuando decía que ese libro era «doctrina estudiada en los
gusanos y persecuciones de Job>.
Poesías tiene también Quevedo que son el más severo
aviso a las almas ajetreadas por el tráfago de la vida, que
a él lo envolvió de tal manera. Tuvo Quevedo el prurito de
no entregar a la imprenta sus poesías, demorando su publicación
hasta el día en que hubiese hecho selección en
ellas, entresacando las mejores y corrigiendo las defectuosas;
murió sin que pudiese haber realizado su deseo, y ésta
es sin duda la causa de que al lado de trozos bellísimos de
admirable poesía se encuentren fragmentos que dicen bien
poco en pro de su autor, tanto por su incorrección como
por su incoherencia y por el abuso de temas constantemente
repetidos: el matrimonio
—
Sátira contra el matrimonio—
y las suegras fueron a menudo ocasión para desahogar
el enojo o las burlas, sin que faltasen otros asuntos
a su causticidad y no los aprovechase. Véase Epístola satírica
al Conde-Duque de Olivares en su valimiento, el
246 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Memorial y el Pater noster glosado que dirigió al Rey
Felipe IV y fué causa próxima de su última y larga prisión
en León. Allí es donde se atrevió a decir al inepto Rey,
víctima de la adulación: «Grande eres, Filipo, a manera de
hoyo, que cuanto más le quitan, más grande se hace»; y
en el Pater noster comenzó así:
Filipo, que el mundo aclama
Rey del infiel tan temido,
despierta, que por dormido
nadie te teme ni te ama…
jCuán diverso espíritu el de Alcázar y el de Quevedo,
nuestros dos grandes satíricos! La obra de aquél, por su
misma agradable frivolidad, fué fugacísima; la de Quevedo,
a pesar de que hoy puede decirse que no conocemos
su labor completa, es eterna, porque es la voz potente que
se levantó impávida, como protesta contra una época de
corrupción, de la que acaso ni el mismo censor puede alguna
vez librarse por completo. También tiene Quevedo
multitud de poesías festivas de las que podríamos llamar
inocentes; mas aun estas son bien distintas de las del
autor antes citado. Hay en ellas un aliento de pesimismo
y de sarcasmo que las caracteriza. Sirva de ejemplo el
romance La mala suerte. El Tiempo, o aquel soneto Trastos
y miserias de la vida, etc.
Mas el ingenio picaresco, la amarga ironía rayana en la
crueldad, donde aparece exuberante es en la citada Historia
de la vida del buscón, mejor conocida por El Gran Tacaño.
Aquí hay descripciones brillantes que vivirán en nuestra
literatura como inimitables modelos. Esta obra se publicó
en 1626 y su argumento lo forman las aventuras de
Pablos, hijo de unos picaros: un desheredado, que sigue
a un rico escolar. Después de muchas peripecias, Pablos
continúa su mísera vida, incorporándose a una partida de
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 247
ladrones, es encarcelado, se finge tullido, es despue’s actor,
matón, y no sabiendo quizá qué hacerse del protagonista,
termina con e’l Quevedo haciéndole emigrar a Indias.
Se irata de una muy feliz continuación de la novela /?/caresca
española.
«Una producción extraña de nuestro autor son los Sueños
{\627), verdaderas humoradas fantásticas (1). Por la
fuerza demoledora de su sátira; por el hábil y continuo
empleo de la ironía, del sarcasmo y de la parodia; por e!
artificio sutil de la dicción; por la riqueza de los contrastes;
por el tránsito frecuente de lo risueño a lo sentencioso,
de la más lim.jia idealidad a lo más trivial y grosero;
por el temple particular de su fantasía, cínicamente pesimista,
Luciano revive en los admirables Sueños de Quevedo
con un sabor todavía más acre, con una amargura y
una pujanza irresistibles. Era Quevedo helenista, y de los
mejores de su tiempo, y no es de extrañar que teniendo su
espíritu tantas analogías con el del autor griego, por lo
desenfadado, mordaz y agudo, hiciese de él su modelo.
Ya Juan de Valdés le había seguido en su Diálogo de
Mercurio y Carón*. (Menéndez y Pelayo).
Es imposible detenernos más en el examen de esta figura
colosal; su misma grandeza nos relevará de ello. Imaginemos
el alma más compleja que pudiéramos idear y ella
será la de Quevedo: es severa, varonil, sentenciosa en la
Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás
(1626); en la Vida de Marco Bruto (1644), en la Vida
de San Pablo, la de Santo Tomás de ViIIanueva (1620),
en La cuna y la sepultura y en el estupendo libro Providencia
de Dios, y aquel otro de La constancia y paciencia
del Santo Job. El aspecto de filósofo humano, capaz
de todas las adivinaciones y descubridor de todos los
simbolismos, en los que encarna la más acerba sátira molí)
Zahúrdas de Plutón y Visita de los Chistes.
248 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
ral, csíá en Los sueños; el del hombre que se deja arrebatar
de la pasión, vengativo e insolente, aparece en sátiras
como La Perinola, al doctor D. Juan Pérez de Montalbán,
graduado no se sabe dónde, en lo qué, ni se sabe,
ni él lo sabe; y es siempre luminoso como último fulgor
de la grandeza intelectual y política de la España que moría
víctima de aquel hombre aciago, el Conde-Duque,
perseguidor de Quevedo y destructor de España, si no
por voluntad, sí por triste ineptitud (1).
(I) Obras en prosa «Biblioteca de Autores Españoles», t. XXIII y
XLWWl.—Poesías, ídem id. tomos LXIX.— Vida del Buscón «Clásicos
Castellanos», Madrid, 1911.—Los Sueños. ídem id., edición de Cejador.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 249
III
El teatro en este período.— Guillen de Castro (1569-1631)
es el más notable de los contemporáneos de Lope. Desempeñó
cargos de confianza al lado de los magnates de
la Corte, obteniendo pensiones del Conde-Duque de Olivares,
y en los últimos momentos de su existencia se le
enterró de limosna en Madrid, en el hospital de la Corona
de Aragón.
El genio atrevido de Guillen de Castro hizo que recorriese
lodos los géneros dramáticos con sin igual valentía.
En el histórico o heroico tiene, además de Las mocedades
del Cid, La Justicia en la piedad, Pagar en propia
moneda, Allá van leyes. La humildad soberbia y El
amor constante, que es una de las más bellas. El Conde
de Atareos, El Conde de Irlos, El nacimiento de Montesinos
y El desengaño delicioso; todas estas últimas sacadas
de romances caballerescos. En el género de capa
y espada tiene comedias tan interesantes como el Narciso
en su opinión, que girvió de modelo a Moreto para su
Lindo D. Diego, y Los malcasados. Las tiene además de
costumbres y de carácter, como La verdad averiguada y
engañoso casamiento. El pretender con pobreza. Engañaros
engañando. Quien malas mañas ha… (1) y El perfecto
caballero. Tiene también una muestra del drama mitológico
en Progne y Filomena; otras del místico o religioso,
zn El mejor reposo. El prodigio de los montes y
La degollación de los inocentes, y una tragedia titulada
(1) Editada por D. E. Julia, Madrid, 1916 «Revista de Archivos».
250 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Dido y Eneas, que viene a ser una imitación del poema
de Virgilio.
Entre todas, la mejor y la que le ha valido la fama de
que goza es la de Las mocedades del Cid, en dos partes:
en la primera trata de la muerte del Conde Lozano y el matrimonio
de Jimena, siguiendo, no al poema de Mío Cid,
sino aquel posterior de Las mocedades, y al romancero,
lo cual le da un carácter interesantísimo y popular. Esta
parte es la que imitó Corneille, y aunque suprime muchos
episodios, que embarazan la acción de la de Guillen de
Castro, éste le aventaja en verdad y colorido histórico.
La segunda parte, destinada a narrar los triunfos del Cid,
por lo que se titula Hazañas del Cid, no tiene el intere’s
de la primera (1).
Felicísimo en la literatura dramática y en la novela es
Luis VÉLEZ DE Guevara (1579-1644), a quien poco a poco,
se van rindiendo los honores que en justicia se le deben.
Fué fecundísimo en el teatro, aunque no debieron de ser
muy felices sus éxitos por aquel tiempo, puesto que vivió en
la mayor indigencia. De sus obras dramáticas nos quedan
algunas muy notables, como el drama histórico Si el caballo
vos han muerto, tema explotado después por otros
autores, y aquel que tiene por asunto el hecho de Guzmán
el Bueno, Más pesa el ¡?ey que la sangre. Aún se representa
otro precioso drama histórico legendario, de Véiez,
Reinar después de morir, donde supo aprovechar felicísimamente
la historia de D.^ Inés de Castro, mujer de don
Pedro de Portugal. Pero con ser grandes sus aciertos en
el teatro, la gloria del autor ha quedado vinculada a una
novela picaresca o satírica que lleva por título El Diablo
Cojuelo {Í64Í). Trátase de una narración influida por El
asno de oro, de Luciano o de Apuleyo, y no solamente en
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLUl.—Las mocedades
del Cid «Clásicos Castellanos», edic. Said Armesto, Ma*id, 1915.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 251
la fábula, sino en la mordacidad de las descripciones. Un
estudiante libertó al diablo de una redoma, donde le había
encerrado un mago. (¿Villena?), y c! diablo, agradecido,
lleva al estudiante por los aires en excursión instructiva.
Para mejor conocer el mundo, el diablo, con su poder
sobrenatural, levanta los tejados de las casas (l),’SÍn que
los habitantes de éstas lo noten, y así son sorprendido»
los vecinos en su vida íntima, y el estudiante aprende lo
que es ésta. Se ha censurado el estilo y el lenguaje de E!
Diablo Cojuelo por lo alambicado y conceptuoso; pero,
aun así, es una de nuestras mejores novelas picarescas,
y por su fondo y donosura, de las más intencionadas (2).
Oíros dramaturgos de tercer orden son Jerónimo de Villayzán
que en vida muy corta (29 años) logró éxito feliz
con su comedia A gran daño, gran remedio; Cristóbal de
Monroy y Silva, muerto en 1649 refundidor de Fuente Ovejuna
y autor de alguna comedia estimable, y no puede olvidarse
al amigo y admirador de Lope Juan Pérez de Mon-
TALBÁN (1602-1638). A los veintitrés anos era presbítero,
pero, víctima de esfuerzos intelectuales, a los treinta y
cinco perdió la razón. A los diez y siete años escribía comedias
aplaudidas, y dejó compuestas hasta 36 obras y 12
autos sacramentales, éstos con muy pobre éxito. Imitador
de Lope, es a veces como la caricatura monstruosa del
(1) Es curiosísimo el Tranco IX donde nos pinta una Academia literaria
de Sevilla. Los poetas de la época se reunían formándose Academias,
de las que han sido notables la de los Nocturnos de Valencia, la
Pítima de Zaragoza, la de Huesca, etc., etc. Estas Academias del siglo
xvn dieron lugar a las del xviii, que contribuyeron en gran modo a
la corrupción literaria de este tiempo. Así como las del siglo anterior
tomaron por modelo a las italianas, las de la décimooctava centuria
vieron una norma de conducta en las ceremoniosas y rígidas Academias
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XIV, XLV, y LIV.
«Sociedad de Bibliófilos Madrileños», tomo V: El Diablo Cojuelo, edición
de Bonilla San Martín. – «Clásicos» Teatro, un tomo.
252 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Fénix de los Ingenios, lo cual no quita que íambie’n siga
al gran maestro en sus aciertos, sobre todo en el feliz
hallazgo de argumentos dramáticos. Fue muy dado a intercalar
en sus obras trozos líricos descriptivos para hacer
gala de imaginación rica y de galana dicción, siendo notable
también en la facilidad del diálogo, como puede verse
en Los Amantes de Teruel y El monstruo de la fortuna,
Cumplir con su obligación y No liay vida como ¡a iionra
(1). Respecto a aquel punto, pocos dramaturgos, si se
quita a Lope, le superan; mas ello demuestra que, en realidad,
si fué poeta dramático, lo era por imitación; él es un
lírico.
Tirso de Molina.—Fué el seudónimo con que ocultó su
verdadero nombre el fraile mercedario Gabriel Téllez
(1573-1648). Algunos han supuesto que vivió aislado por
completo de los ingenios de su tiempo, lo cual no es exacto,
porque le vemos sostener relaciones más o menos
amistosas con Cervantes, Montalbán, Lope de Vega y
cuantos se distinguieron en el cultivo de las letras, y también
escribiendo poesías al frente de algunos libros que se
publicaron en la primera mitad del siglo xvii.
Tirso de Molina fué uno de los autores má fecundos de
su tiempo. Escribió más de 400 obras, y en las de carácter
dramático existe una variedad grandísima. En lo que a la
técnica dramática se refiere, es análoga a la de Lope de
Vega, por más que, aun empleando recursos semejantes,
revela, no obstante, completa originalidad.
Difícil es clasificar las obras de Tirso; no obstante, las
dividiremos en tragedias, dramas y comedias. Entre las
primeras debemos citar Los Amantes de Teruel y La venganza
de Tamar. De sus dramas mencionemos La prudencia
en Ja mujer. En ella se nos traza la figura de doña
(1) Comedias «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XIV y XLV.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 255
María de Molina en la minoría de edad de su hijo Fernando
IV, durante la cual gobernó el reino y conservó la corona
de éste contra asechanzas de sus tíos Don Enrique y
Don Juan. Presenta el poeta cuadros interesantes en toda la
obra, y los caracteres de los personajes que aspiraban a
la mano de doña María de Molina, ora instigados por la
pasión del amor, ya por el deseo de apoderarse de la regencia
de Don Fernando, están admirablemente dibujados.
Respecto a otros dramas históricos, la brevedad nos impide
hacer observación alguna acerca de los mismos, y
sólo consideramos el de carácter religioso, titulado Eí
condenado por desconfiado, uno de los mejores, o el
mejor de los dramas teológicos de nuestro teatro. Su belleza
es grande; la valentía del tema desarrollado, extraordinaria,
como que afronta no menos que el problema de la
predestinación y del libre albedrío. Probablemente, el asunto,
la leyenda, no es original de Tirso, pero |cuán hermosa
y originalmente desenvuelta está! ¡Qué carácter tan intensamente
humano el del penitente Paulo, qué torturas, qué
amargas cavilaciones, tan propias de un corazón apocado
y de una imaginación sobresaltada (1).
De los dramas legendarios o novelescos de Tirso es digno
de conocerse Ei burlador de Sevilla y Convidado de
piedra, que recorrió en una forma o en otra, todas las
literaturas de Europa. En la obra hay algunos defectos;
sin embargo, es notabilísima, porque ha sabido crear en
ella, de un modo admirable, el carácter de Don Juan Tenorio.
Cierto que con este mismo asunto escribieron obras
dramáticas otros autores, entre ellos Juan de la Cueva,
quien en El Infamador presenta un personaje que ha servido
de base a El burlador de Sevilla; sin embargo, Tirso
(1) En mi Antología de textos castellanos (siglos xiii al xx) se hallarán
los argumentos y escenas culminantes de las principales obras
de Tirso,
254 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
de Molina fué el único que supo llevar al íeaíro el Tenorio
con toda su originalidad, pintándolo con los caracteres que
hoy son tan conocidos en todo el mundo.
De las comedias de Tirso habría que citar la mayor parte
para no dejar en el olvido injustamente algunas délas mejores
del teatro español. Sobresalen Don Gil de las calzas
verdes, El Vergonzoso en Palacio, Mari-Hernández la
gallega. La Villana de Vallecas y la Villana de la Sagra,
Marta la piadosa, Por el sótano y el torno, etc.
Don Gil de las calzas verdes es comedia de intriga y la
más popular; que se distingue no sólo por lo ingenioso y
complicado del enredo, sino también por la belleza y propiedad
de sus situaciones cómicas.
En todas las comedias, el fraile es poeta autor de condiciones
excepcionales, tan fácil en el lenguaje y versificación
como pueda serlo el primero, y como nadie habilísimo
para pintar las costumbres de la época. Ejemplo, La
Villana de Vallecas, singular por la lozanía y gracia de
sus tipos y admirable por la traza de la mujer andariega y
piadosa, aventurera, celosa y enamorada, mujer de aquellos
días de Tirso, el cual no sólo sabía de esta clase de
damas, sino que también supo retratar aquellas otras fuertes
y severas como la de La prudencia en la mujer.
Hoy se ha reparado la injusticia que con este excelso
autor se había cometido por una crítica rancia y estrecha.
Tirso merece ponerse inmediatamente detrás de Lope; sin
éste no existiría el «monstruo del teatro», mas sin Tirso no
tendríamos teatro verdad, teatro no épico, ni teológico,
sino humano, en la más humana significación de la palabra
(1).
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo II. Comedias escogidas.—
Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomos IV y IX. Obras
«Clásicos Castellanos». Madrid, t910.-¿05 Cigarrales, «Biblioteca
Renacimiento», edición de Said Armesto.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 255
No lerminaremos sin indicar que Tirso de Molina fué
también novelista en Los cigarrales de Toledo, compilación
de poesías, cuentos, etc., sobresaliendo algunos boccaccianos,
como Los fres maridos burlados, que es el
Cigarra/ quinto.
256 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
IV
Otros poetas dramáticos.—Por esta época se citan multitud
de autores dramáticos que, de no ser contemporáneos de
los grandes autores, hubieran brillado por cuenta propia,
y, aun así, los hubo como Diego Jiménez de Enciso (1585-
1635), el cual en su Príncipe Don Carlos sugiere a Calderón
La vida es sueño; Antonio Hurtado de Mendoza
(1586-1644), a quien Moliere imita y Lesage aprovecha;
Luis de Belmonte, dramático y poeta lírico (1587-1651),
autor de comedias como La renegada de Valladolid y El
diablo predicador.
Más consideración merece Luis Quiñones de Benavente,
que hacia 1645 fué uno de los más notables autores cómicos
españoles, el predecesor de D. Ramón de la Cruz y
de González del Castillo, y con ellos representante en el
teatro español de la más lozana y regocijada manera de
entender el castizo entremés y saínete. Tiene obras que
ciertamente deben ser estudiadas como verdaderos modelos
en su género, descollando los entremeses fílosófícos
El Tiempo y La muerte y los de costumbres El murmurador
y El guardainfante. Como modelos en el arte de ridiculizar
vicios, V. gr.: la avaricia, la sordidez, los engaños,
etc., descuellan los titulados Turrada, La capeadora,
Ei borradlo y El remediador. En El borradlo y en El
retablo de las maravillas hay escenas graciosísimas,
llenas de originalidad, de ingenio, y con gran viveza y soltura
en el diálogo.
Antonio Mira de Amescua (1578-1644), logró gran popularidad
en sus días; pero hoy ha decaído más de lo justo
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 257
en gracia a la gloria absorbente que con razón adquirieron
sus egregios contemporáneos, Lope de Vega, etc. En sus
poesías líricas hay fragmentos que no pueden ser más
bellos ni más delicados; tienen una verdad, y una tan fina
y real poesía como pocas veces se logró en el siglo xvii.
Como autor dramático tiene Mira de Amescua aciertos
muy notables en El esclavo del demonio, uno de los precedentes
de El mágico prodigioso, de Calderón, y en el
cual se inspiró también éste para La devoción de la cruz.
Mira de Amescua fué verdaderamente feliz para elegir
asuntos teatrales, que acaso no acertó a desarrollar por
completo, pero sirvieron, en manos de otros poetas, para
los mejores éxitos de éstos. Galán, valiente y discreto da
motivo a Alarcón para algunas escenas de Examen de
maridos, que también aprovechó Corneille. La rueda de la
fortuna, que escribió Mira de Amescua hacia 1614, dio a
Calderón En esta vida todo es verdad y todo mentira, y
al citado autor francés el Heraclio (1).
Juan Ruiz de Alarcón.—»Nació en Tasco (Méjico) hacia 1581
y murió en 1659. Por el año 1600 se le encuentra en España,
donde estudió; volvió a Méjico y regresó a la península.
Es uno de los talentos más peregrinos de nuestra escena;
pero habiéndole dotado la Naturaleza de facultades intelectuales
eminentes, no fué tan benévola en lo referente a
sus cualidades corporales, puesto que era jorobado; no
hubo contemporáneo suyo de nota que dejase de escarnecerlo,
a pesar de la protección del Conde-Duque de Olivares
y de su reconocido ingenio, que tampoco hubo quien
(1) «Libros de Antaño», tomos I y II, los Entremeses de Quiñones
de Benavente; en «Biblioteca de AA. EE ». t. XLII y XLV, Comedias
de Mira de Amescua’.— Citansz también a oíros autores como Felipe
Godínez, muerto hacia 1640; a Antonio Hurtado de Mendoza 1586-1644),
a quien imitaron Moliere y otros autores franceses; a Luis Belmente,
que Imitó en su Diablo predicador al gran Lope de Vega.
17
258 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
negara (1). Es curioso que una de las acusaciones que
sobre él lanzaron, la de plagiario, era la más injusta que
darse puede, porque precisamente el, bastante original, fué
robado en iodos los asuntos que llevó a la escena, y hasta
no pocos autores mutilaron muchos de sus argumentos.
No solamente dentro de casa se imitó a Alarcón, sino fuera:
Corneille copió su comedia La verdad sospechosa, y
para colmo, se la atribuyó a Lope, y Alarcón tuvo necesidad
de poner al frente de una edición de sus obras una
nota en que aseguró que todos los trabajos que él había
dado a luz eran suyos, aunque algunos anduvieran impresos
con el nombre de otros.
Nunca logró Alarcón la fama que gozaron otros dramáticos
de menor fuste; y esto se explica teniendo en cuenta
que las comedias del autor americano son prematuras: no
eran los días del comienzo del siglo xvii para gustar del
talento reflexivo de nuestro poeta. Además, su manera de
concebir o realizar, al menos, su teatro con un fin docente
no era cosa usada por entonces. Habían de pasar muchos
años para que la comedia española abandonase aquel espíritu
lírico que se desborda por todos nuestros grandes
poetas; y aunque lirismo hay en Alarcón, no es el lirismo
heroico de Calderón de la Barca, sino otro reposado, reflexivo
y didáctico, más humano y menos deleitoso para
épocas y gustos épicos en cierto modo, como eran los de
los hombres de aquellos días. Habían de llegar los espíritus
críticos con toda su labor derrocadora de idealismo —
Quevedo y Gracián— , y así como al gusto caballeresco
dio mortal golpe El Ingenioso Hidalgo, en este orden, no
existiendo otro coloso como Cervantes, había de ser más
difícil y más lenta esa labor.
(1) Algunos indicios hacen suponer que más bien que diatribas violentas
contra Alarcón, fueron burlas, en el fondo inocentes, entre algunos
académicos concurrentes a aquellas tertulias de literatos de que
nos habla Vclez de Guevara.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 259
Si Alarcón hubiera escrito sus comedias en pleno siglo
xviii, habría sido aplaudido, y en esa centuria tendríamos
un gran poeta dramático, a inconmensurable altura en relación
con los seudoclásicos franceses y sus pobres imitadores
españoles. Puede afirmarse que la obra total del
mejicano es un anuncio del teatro didáctico que se había
de generalizar en Europa, y no poco pudo ella influir en la
moda francesa, que después de los franceses tomamos
nosotros con El delincuente honrado, de Jovellanos, por
ejemplo, y otros poetas sensibleros y seudodocentes.
No se crea que desde esta fecha impera el gusto alarconiano
en el teatro: han de pasar muchos años; todo el teatro
de tesis, de origen francés, y todo el teatro romántico
y efectista, para que sea hoy corriente una comedia al verdadero
estilo de las de Alarcón; Benavente es hoy su pariente
más cercano, y hay que convenir en que lo presentado
por Alarcón era un acierto, sin negar por ello realidad
artística gigantesca a la obra de los poetas que tan crueles
fueron con el autor de La verdad sospechosa. Esta es su
obra maestra; tanto en el plan como en el desenlace, acredita
un talento eminente; el defecto que se puede hallar en
ella es la poca verisimilitud de algún recurso dramático.
Los caracteres están perfectamente trazados, especialmente
el del protagonista y el de su padre, D. Beltrán, excelente
retrato de un padre que sueña con la felicidad de tener
un nieto.
En Las paredes oyen el poeta afirma la superioridad
moral de la hermosura del alma sobre la del cuerpo, y
prueba que el maldiciente es odioso en la sociedad y digno
de eslima el tolerante y comedido. Ganar amigos es drama
tenido como el mejor de los que Alarcón escribió. Su tesis
expone las grandes ventajas del bien obrar, y los más
bellos sentimientos de honor, amistad y gratitud: El marqués
Don Fadrique, valido de Don Pedro el Cruel, perdona
y salva a D. Fernando de Godoy, que le había muerto a su
260 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
hermano en desafío; impide el castigo que el rey quería
dar a D. Fernando de Luna por haber violado el decoro de
su palacio; gana a D. Diego Padilla (causa de la muerle de
su hermano), y hace que el rey Don Pedro 1 favorezca a
todos. Vióse después D. Fadrique calumniado y preso y
todos se prestan a padecer por él. El rey, que escuchaba
escondido la generosa lucha de los cuatro, perdona a los
delincuentes y vuelve a su gracia al marqués. En este drama
campean bizarramente la caballerosidad y la lealtad, y
los caracteres nobles y levantados constituyen su principal
mérito.
El Tejedor de Segovia se compone de dos partes. En la
primera, D. Beltrán Ramírez, acusado de querer matar al
rey, por los mismos que en efecto lo intentaban, es condenado
a muerte. Su hijo D. Fernando va a Segovia, disfrazado
de tejedor, dispuesto a rehabilitar a su padre. En
la segunda parte, el supuesto tejedor, viendo al rey en peligro
en una batalla, le salva y contribuye a la victoria,
confundiendo a los calumniadores de su padre, el cual es
reintegrado en sus dignidades y honores.
En Los pechos privilegiados se enaltece el heroísmo de
la nodriza Jimena por su lealtad y abnegación, la cual logra
para en adelante que cuantas mujeres amamanten a los Villagómez
gocen de privilegio de nobleza.
He aquí los títulos de otras comedias de Alarcón: La industria
y la suerte, La cueva de Salamanca, Mudarse por
mejorarse, El desdichado en fingir. No hay mal qne por
bien no venga. El dueño de las estrellas. El examen de
maridos. La crueldad por el honor, etc., etc. Obras de las
más completas que produjo Alarcón son El tejedor de Segovia
y Los pechos privilegiados, poemas perfectísimos,
porque en ellos, y en la Verdad sospechosa, hay caracteres
que ningún otro poeta ha superado en el teatro español,
ni aun Tirso; porque el lenguaje y la versificación son
los de un maestro en el habla castellana y en la técnica del
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 261
verso; porque en aquellos di’as de despilfarro de dotes poéticas,
él fué sobrio y justo. Ejemplo de esta sobriedad
puede verse en la comedia Los favores del mundo. El ser
demasiado equilibrado le hace a veces aparecer frío, y tal
es la causa de que en cada una de las cualidades en que
aisladamente se le considere, salga vencido al com’pararle
con sus contemporáneos. Mas en la obra de conjunto, en
la totalidad de las cualidades que pueden ser suficientes
para hacer un poeta, no hubo quien le igualara, habiendo
quien le superó en cada una de ellas (1).
(1) Comedias en «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XX,
XLVII y LII.— La biografía más completa de Ruiz de Alarcón es aún la
de D. L. Fernández Guerra y Orbe.—Véase también: Nuevos datos
para la biografía de D. Juan Ruiz de Alarcón, por D. Francisco Rodríguez
Marín, 1911.—Argumentos y escenas principales en mi Antología
de textos castellanos.
262 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Don Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), el más espléndido
de iodos los poetas españoles, nació en Madrid, enriqueciendo
casi todo el siglo xvii la escena española con
su fecunda inspiración. En muy temprana edad creó ya
obras notables. El carro del cielo y La devoción de la
Ctuz, drama que ha ganado al insigne poeta severas críticas.
También pertenece a esta primera época En esta
vida todo es verdad y todo mentira, precursora de otras
varias que ocuparon los ocios del soldado. AI mediar el
siglo, año 1651, cambió por completo su estado social En
este año se hace sacerdote, mas ciertamente no necesitaba
que este grave carácter imprimiera un nuevo sello a sus
producciones. A quien escribió el poema dramático La devoción
de la Cruz no le era menester realzar su fe profunda
en la edad madura. Así no se advierte en sus creaciones
dramáticas esta transformación; copiosísimo raudal de
nuevas inspiraciones, de nuevas y novelescas aventuras de
todo género, siguió brotando de su fecundísima pluma.
Calderón fué, con tan alto ministerio, el cantor místico de
los notables poemas consagrados a ensalzar el misterio de
la Eucaristía, pero no dejó de enriquecer el repertorio de
su teatro profano. La muerte le sorprendió componiendo el
auto, que hubo de terminar Melchor de León.
De modo que él, genuino representante de esa poesía
singular, especialmente española, «murió cantando, como
dicen del cisne», según frase de Soh’s, en alabanza de la
Eucaristía, y, rara coincidencia, a la muerte del poeta
puede profetizarse que ha muerto en España el Auto sacramental.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 265
Los AUTOS SACRAMENTALES.—Desde los primeros tiempos
del Cristianismo en Europa existieron en todas las literaturas
unas composiciones con asunto religioso, con cuyo recitado
intentó el clero apartar a los fieles de las groseras
íarsas que, como restos de las libres fábulas paganas, servían
de entretenimiento al pueblo, aún avanzada la Edad
Media: Moralidades y misterios, Dramas litúrgicos, etc.
Los beneficiados y canónigos jóvenes de las catedrales se
obligaban por escritura a ser actores y aun autores de algunos
diálogos que en el recinto del templo se representaban
ante la devota multitud. Andando el tiempo aparece
algún indicio de lo que había de llegar a ser el auto sacramental,
con algún que otro romance en loor de la Sagrada
Eucaristía, que siendo el dogma principalmente atacado
por todas las herejías, fué el que atrajo más entusiasmo y
alabanzas de los fieles. Estos romances, dialogados despues
por personajes alegóricos o reales, fueron los que, al
admitir ya un argumento eucaríslico, llegaron a ser el auto
Desde que el Papa Urbano ]V ordenó se celebrara la festividad
del Corpus, fué este día señalado para la devota
expansión, y el drama religioso, que venía teniendo un
asunto bíblico cualquiera, se fué ciñendo poco a poco a
celebrar el misterio propio del día. Cuando el drama religioso
se limitó única y exclusivamente a ser un sermón
representable sobre la Sagrada Eucaristía, quedó convertido
en lo que se llamó auto sacramental. A más de muchos
que no nos han dejado sus nombres, escribieron
autos Pedraza y Timoneda, Lope de Vzga y Valdivielso,
Téllez y Montalbán, Moreto, Zamora y Bances Candamo.
Calderón fué, según frase de González Pedroso, «quien
engrandeció el auto, tanto en su plan como en su lenguaje
y en el aparato escénico que entonces adquirió» (1).
(1) González Pedroso: Véase «Biblioteca de Autores Españoles»
264 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Hay en los autos mucho arrebato lírico, filosóficos pensamientos,
disquisiciones cuya erudición es asombrosa,
por lo que más aparentan ser poemas épicorreligiosos que
verdaderos dramas. Sin embargo, en los autos los personajes
no son tan meíafísicos, es decir, al darles el poeta
la forma con la que se han de presentar, no hizo ni más ni
menos que encarnar una idea en algo que ya no es ideal,
sino que es efectivo, vive y siente como cualquier personaje
real, pero que en vez de llamarse de tal o cual modo,
sigue nombrándose la Caridad, la Fe, etc.
Y no se crea que esta alegoría hacía poco inteligibles al
pueblo dichas composiciones; nada de eso; tanto fué el
gusto que tomó en ellas, que grande fué la lucha que críticos
meticulosos hubieron de sostener cuando pretendieron,
y al fin lograron, acabar con estas representaciones,
las cuales llegaron aplaudidas desde La danza de ¡a muerte,
de Pedraza, en 1551, hasta el auto de San Antonio, representado
hacia fines del siglo xvin.
En muchas ocasiones no estaban en muy adecuada relación
con la grandeza de los personajes que en la acción
aparecían; mas la viva fe de los españoles suplía deficiencias,
hasta que la mayor pompa de que se rodearon estas
representaciones,- así como el que los más ilustres poetas
se encargasen de autos, hicieron fueran las comedias más
vistosas y de tramoya más complicada. Por» otra parte las
compañías más notables eran las encargadas, por las catedrales
y los concejos, de poner en escena estas representaciones,
presenciadas en Madrid por la corte y el pueblo
todo con gran regocijo. Representábanse precedidas o
seguidas de loas, prólogos e introitos, de canciones y danzas
coreadas, dé entremeses y saínetes, y con no poca intervención
de la música.
tomo XLVIII —El auto Los encantos de la culpa, puede verse en mi
Antología, ya citada.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 265
Atendiendo a su desarrollo, pueden clasificarse las composiciones
que nos ocupan en tres grupos: los autos antes
de Lope de Vega, en tiempo de este poeta y sus contemporáneos,
y los autos de Calderón. Este llevó dichas composiciones
a un grado tal de perfección que ninguno le
Los principales autos calderonianos son: La cena de
Baltasar, El veneno y la triaca, La vida es sueño (auto),
La nave del mercader, Lo que va del liomhre a Dios, La
viña del Señor, A Dios por razón del Estado, A María el
corazón, El árbol del mejor fruto. El Cordero de Isaías,
La devoción de la Misa, El divino Orfeo, Las espigas de
Rutli, El gran teatro del mundo. Mística y real Babilonia,
El pastor Fido (auto), El pintor de su deshonra (auto),
¿Quién hallará mujer fuerte? Sueños hay que verdades
son. El tesoro escondido, etc., etc. La misma fecundidad
de Calderón para componer autos nos hace comprender
la importancia que él dio a este género, muy en armonía
con su carácter de poeta teológico, que sólo abandona, de
una manera accidental.
Si se ha de llamar a Calderón poeta nacional ha de ser
en cuanto que fué poeta teólogo, y la teología era la preocupación
española de la época, hasta el punto de que en
nuestra patria fué donde tuvo verdadera realidad aquel
dicho de los escolásticos: todas las ciencias y disciplinas
fueron «siervas de la teología». Por esta única razón, sólo
un espíritu estrecho puede negar al autor de El alcalde de
2^1amea el título de «nacional»; claro es que en algunas
obras, como La vida es sueño, es más que esto; es el
genio, para el cual no hay demarcaciones geográficas, ni
escuelas, y Calderón lo fué en multitud de ocasiones en
los autos y en sus comedias, más numerosas, pero menos
típicas, porque dramáticos nacionales más lo fueron Lope,
Guillen de Castro, Tirso de Molina, Rojas, etc.
En todo el teatro calderoniano, la grandiosidad es el ca266
LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
rácíer distintivo de nuestro poeta; grandiosidad que, si es
cierto que a veces se resiente de afectación no leve, el
mayor número de ella es disculpable, teniendo en cuenta
el público a quien el poeta se dirigía, público cortesano y
erudito generalmente, más erudito de lo que hoy podemos
imaginar. De aquí que si se le pueden muy justamente reprochar
gongorismos como el de Rosaura:
Hipógrjfo violento
que corriste parejas con el viento,
¿dónde, rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama?..
también hay sobrado motivo para aplaudirle en otros mil
y mil lugares de esta obra y de sus numerosas congéneres.
Se han divido las obras de Calderón en las siguientes
clases: dramas simbólicos o fí/osófícos, religiosos, trágicos,
mitológicos, comedias de capa y espada, zarzuelas
y sainetes o entremeses, a las que añadi.Tios sus incomparables
Autos sacramentales. La más importante de
las obras de Calderón es La vida es sueño, perteneciente
al género filosóficomoral, y cuyo objeto es demostrar que
las venturas de esta vida son un sueño, y que cuando más
encumbrados nos creemos despertamos en la desgracia,
no hallándonos jamás seguros de los bienes que poseemos,
por lo cual conviene usar de todos ellos con templanza
y moderación (1).
En la disparidad de opiniones que sobre el mérito de
Calderón existió, quizá la única obra que unánimes elogios
ha merecido es la que hemos considerado.
El mismo carácter filosófico tiene otro hermoso poema
dramático religioso de nuestro autor, cuyo título es El
Mágico Prodigioso: Vivían en Aníioquía una doncella y
(1) Argumentos de algunas obras teatrales de Calderón en mi citada
Antología, 2.a edición. Madrid, 1920.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 267
un mancebo pagano: sus nombres, Cipriano y Justina,
Con penitencias ella
camina a ser tan santa como bella;
con ciencia él peregrina,
hasta hallar la verdad de un Dios camina.
Ni lo uno ni lo otro habían de ser muy del agrado del
demonio, que estos hechos nos refiere. ¿Cómo promover
la perdición del joven filósofo y de la cristiana virgen? Por
el procedimiento más directo y seguro siempre: el amor.
Amando a Justina con violenta y desapoderada pasión,
Cipriano dejaría de investigar la verdad de las verdades,
el conocimiento de Dios; viviría sólo para su amor, amor
ciego, delirante, que, perdidas las esperanzas en la eficacia
de los medios naturales, le llevaría hasta buscar, al precio
de su alma, la posesión de la mujer querida. Siendo amada
con tal pasión, y por quien adem.ás reunía en su persona
todas las perfecciones juntas, ¿cómo era posible que
Justina, huérfana e inocente doncella, resistiese a tantas
seducciones? La perdición de Justina y Cipriano parecía
así cierta; la victoria del demonio, evidente. Pero Justina
contaba con un poder sobre todos los poderes contra ella
concitados, el del libre aibedrío humano, con el cual vence
las tentaciones de la carne y del espíritu como el poderío
de las artes mágicas e infernales. Cipriano, ante el sublime
heroísmo de la santa virgen, se recobra, se restituye en el
pleno ejercicio de su razón, que le arranca del demonio y
le lleva por completo al Dios de Justina. El martirio consagra
el triunfo por ambos alcanzado, y el demonio acaba
por publicar su derrota.
Este drama se halla a la misma altura en mérito que
La vida es sueño. Segismundo y Cipriano son dos personificaciones
humanas admirablemente concebidas. En
ambos se revela el profundo pensamiento filosófico del
268 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
creador de sus caracteres, que son diameíralmente opuestos.
En ellos se demuestra un íntimo conocimiento del corazón
humano, que aún llega a patentizarse más en la
creación del Tetrarca, encarnación sombría de las negruras
de los celos. El mayor monstruo, los celos, se funda
en los horribles que padeció Herodes, Tetrarca de Galilea.
Este aparece en la escena lleno de inquietud a causa de la
predicción que le han hecho de que había de matar con su
propia daga a la persona para él más querida, y de que
Maricnne, su esposa, ha de ser devorada por el más fiero y
terrible de los monstruos. Hay momentos en que la comparación
con Ótelo de Shakespeare, si bien ha sido un lugar
común, puede quedar justificada.
El Príncipe Constante es un héroe portugués, el infante
don Fernando, que prefiere el martirio a que por su rescate
se entregue Ceuta a los moros. Alguien cree que esta es la
obra cumbre de nuestro poeta. Difícil es elegir; pero desde
luego en El Príncipe Constante hay la verdadera creación
de un carácter y merece esta obra ser mirada con preferencia
por los que deseen conocer el genio teatral de
Calderón. Drama trágico es el titulado El Alcalde de
Zalamea, que merece los mayores elogios, tanto por cl
mérito de la obra como por ser ella el más fiel retrato de la
pundonorosa sociedad española de la época, reflejada, no
en la clase aristocrática, sino en un humilde labrador de
Zalamea, Crespo, a quien un capitán del ejército real robó
el honor de su hija. El labrador era alcalde de aquel pueblo
y ordenó la prisión del capitán raptor; magislral es el
diálogo entre Crespo y el general Lope de Figueroa que
reclama al prisionero militar, sin lograr nada del ofendido
labriego, quien con lágrimas en los ojos había rogado al
capitán lavara su deshonra aceptando por mujer a su víctima.
No obteniendo Crespo reparación, con dignidad y corazón
entero empuña otra vez la vara de alcalde, ordena
sea llevado preso el infamador de su honra y le forma
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 269
causa, desoyendo sus protestas. Ya los soldados están a
punto de incendiar el pueblo, cuando la llegada de Felipe II,
que se dirige a Portugal, suspende a todos. Entérase el
Monarca de lo ocurrido, y de la justicia que asiste a Crespo.
Al manifestar a éste que le entregue el culpable para
ordenar su castigo, el mismo anciano agraviado le enseña
el cadáver del capitán a quien mandó dar garrote. El Rey,
sorprendido de un carácter tan digno y lleno de tesón, le
concede por perpetuidad que siga siendo alcalde de Zalamea,
Que errar lo menos importa
si acertó lo principal.
Mencionaremos solamente, entre las comedias de capa
y espada, una que acredita a Calderón de excelente autor
cómico. Casa con dos puertas, mala es de guardar, en la
cual se aprovecha a maravilla un enredo amoroso, y los
errores a que da lugar: los celos, los sobresaltos de que,
gracias a las dos puertas, se libran en más de una ocasión
los amantes, llegando a un verisímil y pronto desenlace,
y hallando la gentil enredadora el premio de sus peligrosos
recursos. Comedias de esta clase son también Mañanas
de Abril y Mayo, La Dama duende. El escondido y
la tapada. El galán fantasma. El secreto a voces. Para
vencer a amor, querer vencerle. Agradecer y no amar,
etcétera. Bellísima, y con fino espíritu satírico contra el
gongorismo, del que Calderón, no obstante, no se libró,
es No tiay burlas con el amor, también obra de enredo.
Formando el juicio definitivo que Calderón nos merece,
diremos que se nos figura el teatro calderoniano cantera
de granito profusamente salpicada de brillantes; su afán
de mostrarlos en aquel lenguaje culterano y en un conceptismo
que no quiso o no pudo evitar, desnaturaliza a menudo
aquel hondo sedimento filosófico, espiritualista y se270
LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
vero, de la época de nuestra grandeza intelectual. El era,
sin duda, el que alentaba en el coloso; y no obstante ser
Calderón uno de nuestros poetas más intensamente dramáticos,
sin embargo, aquella contextura filosófica que informa
toda su obra gigantesca brota a veces en raudales
de lirismo, verdaderas maravillas de nuestro Parnaso elegiaco,
moral, teológico y aun satírico (1).
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos VI, IX, XII y XIV;
Autos, en tomo LVIII.—«Biblioteca Clásica», Teatro Selecto, cuatro
tomos; prólogo de Menéndez y Pelayo.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 271
VI
Los contemporáneos de Calderón.—Los más notables son,
seguramente, Francisco de Rojas Zorrilla y Agustín Moreto.
El primero vivió de 1607 a1648 y es una de las glorias
del teatro español. Su drama trágico Del rey abajo, ninguno,
y labrador más honrado García del Castañar, muestra
el genio de Rojas inspirándose en el tipo genuinamente
español de la época: la idea del honor está maravillosamente
entendida, al modo de los tiempos; el desarrollo
es eminentemente dramático, aunque muy parecido argumento
no es difícil encontrarlo en los poetas anteriores a
Rojas, pero este poeta presenta un carácter dramático admirable
en la figura de García del Castañar, el cual sólo
tiene igual en las grandes creaciones de Peribáñez o de
Crespo. En lo que a la elocución se refiere, no puede ser
más hermosa, hallándose casi por completo libre del mal
gusto literario, y es tanto más de llamar la atención, cuanto
que Rojas no siempre se distingue por la naturalidad.
Entre bobos anda el juego, es la comedia más conocida
de Rojas y también la más imitada. Es obra de intriga,
pues hay en ella un tipo magisíraimente pintado, Don Lucas
del Cigarral, necio ricacho, fatuo y presumido que ni
aun viendo a Doña Isabel en la habitación del rival piensa
en otra cosa sino en que «entre bobos anda el juego», dejándose
convencer de que allí no hay ofensa para sus
El defecto capital de Rojas es su propensión a la exuberancia
de colorido, y cierto gongorismo musical que
aprendió de Calderón y que exageró a menudo, como en
Los encantos de Medea y Lo que son mujeres y Entre
272 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
bobos anda eljuego, recomendables todas por el fácil diálogo,
la feliz pintura de caracteres e ingeniosa trama de la
acción. De los poetas españoles más imitados en el extranjero
es, sin duda, el vate toledano: sus comedias Obligados
y ofendidos, Donde hay agravios no hay celos. No
hay ser padre siendo Qey y No hay amigo para amigo,
han sido refundidas o aprovechadas por autores franceses
de la talla de Tomás Corneiile, Scarron, Lesage y Rotrou,
Pero también Rojas se aprovechó de sus predecesores:
Lope de Vega, Vélez de Guevara y Tirso (1),
Agustín Moreto (1618-1669) es un gran poeta cómico,
no ciertamente por su fecundidad, que, aun siendo mucha,
no llegó a lo extraordinario de otros genios del teatro español.
Más de 50 comedias escribió Moreto, casi todas
dignas de aplauso, y algunas—^/ desdén con el desdén.
El lindo Don Diego, La confusión de un jardín, la bellísima
No puede ser. La ocasión hace al ladrón, etc, etc.—
tan reales y humaaamente sentidas, que representadas
cobran unánime aplauso (2).
^n El desdén con el desdén, Diana, hija del Conde de
Barcelona, desdeña a todos sus pretendientes; su padre le
presenta al Conde de Urgel. La afectada frialdad del de
Urgel es acicate para la dama, que se resuelve a enamorar
al desdeñoso galán, y de tal modo lo consigue, que le obliga
a declararse. Ante el temor de un nuevo desdén, finge
el Conde que su declaración precedente fué una. broma; y
logra la rendición definitiva de Diana. El enredo está dispuesto
con habilidad consumada; el diálogo es de lo más
regocijado e ingenioso; los caracteres tienen más vida que
los de ningún otro autor, si se exceptúa Alarcón.
De Moreto podemos decir que es el más delicado y cui-
(1)’ Comedias, «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LIX.
(2) ídem id. id., tomo XXXIX.
Para ambos véase mi Antología de textos castellanos.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 275
dadoso de nuestros grandes dramáticos, ya que no es el
más rico, distinguiéndose en los caracteres de sus personajes,
bien pensados, cuidadosamente delineados, y puestos
en acción con verdadero conocimiento del juego escénico.
No es la originalidad la virtud más acrisolada de
Moreto, pues El desdén con el desdén nos recuerda a
Lope; El lindo D. Diego nació en la obra de Guillen de
Castro El Narciso en su opinión; Los milagros del desprecio
y El rico hombre de Alcalá nos traen a la memoria
El Infanzón de Illescas; pero no rebaja ésto en nada el
mérito de quien supo mejorar, a veces, a Lope o a Tirso o
a quien quiera que fuese el autor de la última; y sobre todo,
en nuestra selva dramática del siglo de oro fueron muchos
los poetas que cortaron del mismo árbol la preciada madera
en que tallaron obras distintas y muy bellas.
Otro poeta dramático de esta época, pues murió en 1652,
es Antonio Coello, quien siguió los pasos de Calderón
en sus comedias, algunas, como El Conde de Sex y Los
empeños de seis horas, muy estimables (1), Alvaro Cubillo
de Aragón (muerto en 1664), merece recordarse por la
excelente comedia La perfecta casada y por la refundición
de Las mocedades de Bernardo del Carpió en el drama
histórico que tituló Cubillo El Conde de Saldaña (2). Si en
España no tuvo una gran popularidad, logró, sin embargo,
que su nombre pasase la frontera y ser imitado en
Francia por Tomás Corneille.
Juan de Matos Fragoso (1608-1688), aunque portugués,
produjo en castellano notables comedias, por lo general,
imitadas de Lope (5). A Jerónimo Cáncer (muerto en 1665),
se le deben graciosas obras, como Dineros son calidad y
La muerte de Baldovinos. De Juan de Zabaleta poseemos
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLV.
(2) Ídem id., tomo XLVII.
(5) ídem id., tomo XLVIII.
18
274 le:ngua y literatura españolas
El día de fiesta, por la mañana y por la tarde, novelas
meriíísimas en las que pinta, con afectado estilo, las costumbres
de la época; pero también compuso comedias.
Juan Bautista Diamante (1630-1685), iniciador de la decadencia
dramática española, hasta el punto de que en El
honrador de su padre nos presenta la hazaña del Cid, que
inmortalizó Guille’n de Castro, y en vez de acudir a este
modelo se vale del Cid áz Corneille; y LaJudía de Toledo,
está basada probablemente, en el Alfonso Octavo, de
Uiloa, y en La desgraciada Raquel, de Mira de Amescua.
Al período de la decadencia pertenece el autor dramático
Francisco Antonio Bancés Candamo (1661 a 1704), que
escribió la comedia El esclavo en grillos de oro. una de
las más aceptables, y, por último, Claudio de la Hoz y
Mota (muerto en 1714), que tomó para El montañés Juan
Pascual y primer asistente de Sevilla, argumentos de la
tradición popular (1).
Antonio de Solís, a quien estudiaremos como historiador,
compuso algunas comedias con verdadera felicidad,
entre ellas El amor al uso, que ha sido traducida al teatro
francés, y merecen recordarse algunas de sus poesías (2).
Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) es una ilustre poetisa
mejicana que logró gran popularidad en España. Su
vida sería ya suficiente para hacerla interesante; hay en ella
un alma reflejo de la Mística Doctora, pero, nacida en
atmósfera poco favorable para desplegar las alas del misticismo
de Santa Teresa, cuidados mundanales la ataron a
la tierra. De amores poco venturosos se lamentó en su juventud,
y sólo cuando el anhelo de fijar en objeto más firme
y duradero las ansias de su corazón la tornan a la vida
(1) Comedias de estos dos autores en «Biblioteca de Autores Españoles
», tomo XLIX.
(2) Comedias, «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXII.— Poesías,
tomo XIII.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 275
espiritual, es cuando tiene su inspiración acentos, aunque
no libres de artificio, muy dignos de nuestros místicos.
Una historia triste, que trasciende a ingratitud del hombre
que despreció la suerte de ser amado por tan singular mujer,
hermosa de alma y gentil de cuerpo, se entrevé en todas
estas composiciones. Aquella dura enseñanza hizo a
Juana Inés reflexiva y desdeñosa para con los hombres, y
puso en su pluma aquellas famosas redondillas en defensa
de las mujeres. A su inspiración mística corresponden^
obras como el auto El divino Narciso, y algunos román
ees espirituales, en las cuales obras se libra, más a menudo
que en las profanas, del gongorismo, tan en boga en
su época, y al cual se entregó en multitud de poesías cortesanas,
por ella compuestas para saludar a los Virreyes
de Méjico, y en multitud de ocasiones en que tuvo a gala
lucir su erudición, extraordinaria para aquellos días de mal
gusto y decadencia (1).
(1) Antología de poetas hispano-americanos, por D. M. Menéndcz
y Pelayo, tomo I. Autores Españoles e Hispano-Americanos, por José
Rogerio Sánchez, Madrid, 1911.
276 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
VII
Historiadores.— Merece el primer lugar Antonio de Solís v
RivADENEYRA (1610-1686), poeía, hisioriador y autor dramático.
Fué presbítero y cronista mayor de Indias: en este
cargo escribió su magnífica Historia de la conquista de
México, libro digno de loa por su estilo agradable, aunque
ya no exento de mal gusto. En Solís se advierte la iniciación
de decadentismo en la prosa castellana, pues hay en
esta obra giros algo inusitados, que deslucen un tanto la
elegancia general de aquel lenguaje castizo y grave; pero,
con todo ello, es este libro como el gran poema de la conquista,
relatado con toda la severidad histórica posible en
aquellos días épicos, aunque decadentes (1). Las Cartas
familiares de Solís son verdaderos modelos en su género,
y su lectura es digna de toda recomendación.
Francisco Manuel de Meló (1608-1667) nació en Lisboa
y sirvió en el ejército español; mas sospechoso de adicto a
la causa de Portugal, huyó a este reino. Estuvo preso y
fué desterrado al Brasil. En 1645 escribió la Historia de
los movimientos, separación y guerra de Cataluña, que
abraza el período de seis meses, durante el cual Meló sirvió
en dicha guerra. Literariamente considerada, es una
obra maestra, muy digna de ser estudiada. Su estilo es robusto,
animado y pintoresco; su lenguaje latinizado, y las
más de las veces recuerda a Tácito por su laconismo, obscura
brevedad y enérgicas transiciones (2).
(1) Historia de la… cBibliotcca de Autores Españoles», tomo XXVIII.
(2) Guerra de Cataluña, edición de D. jacinto O Picón, Madrid, 1912.
«Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXI. <‘Biblioteca Clásica»,
tomo LXV.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV ,277
Francisco de Moncada (1585-1635) compuso una historia
titulada Expedición de los catalanes y aragoneses
contra turcos y griegos. Aunque su asunto, tomado de
Muníaner y Zurita, parece novelesco, a causa de las extraordinarias
hazañas que refiere, merece crédito por las
fuentes históricas en que se apoya, y el estilo de Moncada
es ameno c interesantísima la narración (1).
Didáctica poh’tica.— Diego Saavedra Fajardo, nacido en
1584 y muerto en 1648, ocupó altos cargos en su carrera
política y diplomática. Ha sido juzgado como uno de los
más grandes escritores del tiempo de Felipe IV, y desde
luego es nuestro primer escritor político, aunque no sin
justicia se le achaca afectación y obscuridad por su afán
de aparecer conciso y sentencioso. No obstante estos lunares,
su vasta erudición, aquel saber darse cuenta de la
psicología de las multitudes, su ironía fina y suave le hacen
digno del aplauso de que goza. Las principales obras
que compuso Saavedra son las tituladas Empresas políticas
o idea de un príncipe político cristiano, representada
en cien empresas; República literaria. Corona gótica, etcétera.
La primera se reduce a una serie de alegorías, en
las cuales nos dice el autor lo que debe ser un Príncipe
perfecto, presentando muchos ejemplos sacados de la Historia.
En la í^epública literaria, que sin duda le pertenece,
se crítica bajo la alegoría de un sueño, a varios autores,
haciendo el juicio de sus obras. La Corona gótica (historia
de los Reyes godos) no es tan apreciable como las anteriores,
aunque posee un lenguaje armonioso y fluido (2).
Es, en rigor, el último clásico.
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXI.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXV. También en «Clásicos
castellanos.»
278 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
A esta época hay que referir una obra curiosísima que
durante largo tiempo ha pasado por auténtica en la literatura
española: El Centón Epistolario. Un tal Fernán Gómez
de Cibdarreal ha sido considerado como autor del famoso
Centón. En una supuesta edición de este libro, hecha
en Burgos con fecha de 1499, se le tituló Centón Epistolario
del bactiiller Fernán Gómez de Cibdarreal, físico
del muy poderoso Rey Don Juan II. Esta obra es una inepta
falsificación hecha a principios del siglo xvii, como lo
prueba el libro, foliado con guarismos, sin señales de edición,
con nombre de impresor desconocido en aquella
época en Burgos, etc. En cuanto al libro mismo, considerado
en su contenido, es una serie de cartas dirigidas por
un fingido médico de Don Juan II, llamado Cibdarreal, a
varios amigos suyos; quiere ser una especie de periódico
de su tiempo, que empieza en el año 1425 y termina con la
muerte de Don Juan II. Ante todo, no hay noticias de tal
médico, pues el conocido en aquella época es Alfonso Chirino,
autor de un libro titulado El menor daño de la medicina,
una de las primeras muestras de la prosa castellana
aplicada a la Medicina. En la edición primitiva de estas
cartas no tienen fecha ni lugar, porque el falsificador temió
verse comprometido. Llaguno las fechó con más o menos
acierto, observándose en ellas una coincidencia extraña
con la Crónica de D. Alvaro de Luna y la de Don Juan II.
La carta que más dudas despierta es la que se refiere al suplicio
de D. Alvaro, en la que el autor dice que, como médico
del Rey, estuvo con éste la noche antes de dicho suplicio
en Valladolid. Esto no es exacto, pues dicho día el
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 279
Rey estaba en Toledo, sitiando a Escalona, villa de D. Alvaro
de Luna: Quintana fué el primero que advirtió esta
contradicción. Obse’rvase tambie’n que el autor, al copiar
pasajes de la Crónica, intercaló por propia cuenta algunas
líneas, que siempre tienden a ponderar los hechos realizados
por una familia Vera. Para explicar esto se dijo que
había alterado esta obra en provecho propio un tal D. Juan
Antonio de Vera y Figueroa, Conde de la Roca (1585
a 1658) y protegido del Conde Duque de Olivares. Este
Vera estaba poseído de la manía de exaltar su linaje, y al
efecto publicó libros falsos que tenían por objeto propagar
glorias de la familia de los Vera. Uno de ellos, tal vez, fué
el famoso Centón, cuyo mérito se limita a ser una muestra
de cómo se entendía el antiguo lenguaje en el siglo
xvii (1).
Como historiador muy elogiado en sus días, se puede
citar a D. Diego Ortiz de Zúñiga, sevillano, que publicó
Genealogía de los Ortizes (1607), Anales de Sevilla, etcétera.
Hoy sólo puede apreciarse su erudición y agradable
soltura en el lenguaje.
Didácticos preceptistas.—Merece el primer lugar como didáctico
el preceptista Fr. Jerónimo de San José (1587 a
1654), cuyo libro Genio de la Historia encierra agudas advertencias
respecto a las condiciones que debe reunir el
historiador, prefiriendo, con fina perspicacia, que no sea
contemporáneo de los sucesos que narra, para que con
más libertad, como el que se sitúa algo distante del objeto
que piensa ver, sepa y pueda señalarles el lugar que les
conviene y examinarlos bejo todos aspectos, con ánimo
libre de afición y de temor. Nada hay en su libro que sobre,
(1) Algunos libros tiene Vera que merecen más confianza, son: Vida
y hechos del Emperador Carlos V.—Fragmentos históricos de la
vida de D. Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares, etc., etc.
280 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
pues es de lo que se ha pensado con más seso y se ha escrito
con más galanura.
Comentarista de la poética de Aristóteles fué D. José
Antonio González de Salas, que en 1635 publicó en un lenguaje
decadente la Nueva idea de la tragedia antigua; y
comentarios acerca de la teoría del estilo, escribió el presbítero
andaluz D. Juan de Robles en su libro El culto sevillano,
¿1650?j obra que mereció elogios de Quevedo, y
que merecía hoy ser revisada por tener un positivo valor
en la historia de la preceptiva literaria.
También es nombre que debe salvarse del olvido, el de
Pedro Valencia (1555 a 1620), crítico de valer reconocido
por Góngora, el cual consultó con él acerca de las Soledades,
para cuyo poema tiene Valencia reparos muy juiciosos.
La mística.—Sor María Jesús de Agreda (1602-1665), llamada
María Coronel, es muy estimable autora de una obra
muy apreciada y discutida: Mística Ciudad de Dios, pero
mucho más notable por la correspondencia que tuvo con
el Rey Felipe IV desde el año 1643 hasta la muerte de Sor
Agreda. Esta escritora muestra con evidencia un talento
extraordinario, que naturalmente entendía de la gobernación
del Estado mucho más que el menguado Don Felipe,
a quien ella, con santa libertad, aconsejó que mejorase las
propias costumbres para salud del reino. Siempre se acredita
por su dicción elegante y limpia y por su espíritu sencillo
y prudentemente orientado. De toda la Mística Ciudad,
que es hoy difícil de leer por su carácter algo absíruso,
merece un desglose, como el que ha hecho la señora
Condesa de Pardo Bazán, la Vida de la Virgen María,
en la cual hay una tan piadosa sencillez en la narración
que hace el libro muy agradable (1).
(1) Cartas de la Venerable.., edición de Silvela. Madrid, 1885.
Vida de la Virgen, «Biblioteca de la Mujer», tomo I.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 281
Como místico merece ser considerado el jesuíta Juan
EusEBio NiEREMBERG (1590-1658). Iniciada ya la decadencia,
resplandece en él la luz que derramaron en la literatura
española los grandes autores Luis de León y Granada. En
1641 publicó su obra más notable: Tratado de la hermosura
de Dios y su amabilidad por las infinitas perfecciones
del Ser divino. El mérito mayor en este libro, aparte
su valor espiritual, es la claridad y desembarazo del lenguaje
y del concepto, en días en que la literatura española
caminaba rápidamente a su ocaso. En el orden filosófico
se encuentra en el libro una exposición de las teorías platónicas
acerca de la belleza, enderezadas a encender en las
almas el amor a Dios. Esta es la obra magna del Padre
Nieremberg, aunque no la más popular. En este concepto
se ha divulgado mucho más, en numerosas ediciones, la
titulada Diferencia entre lo temporal y lo eterno.
Merece citarse también Miguel de Molinos (1627-1697),
autor que en su Guía espiritual representa, aunque tocado
de herejía, la última manifestación mística literaria española.
La Filosofía.— Baltasar Gracián (1601-1658), esplende
el último brillante destello del conceptismo español, pues
detrás de él no queda más que lo absurdo y monstruoso.
Su obra maestra es E/ Criticón (1650-1655), extensa y
compleja ficción filosóficonovelesca en que se presenta el
espectáculo de la vida humana con una amplitud de criterio
y honda filosofía pesimista que sorprenden. El estilo pomposo
e ingenio amanerado tienen su preceptiva en la Agudeza
y arte de ingenio, verdadera retórica conceptista.
Como moralista tiene el Oráculo manual o Arte de prudencia,
serie de máximas en la que tampoco se libra. del
conceptismo, pues si es claro en el lenguaje es obscuro en
el pensamiento, digan lo que quieran los panegiristas de
este genial autor, que, siéndolo no supo librarse de empa282
LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
chosa erudición y paradojas, ^///éroe (1637), iniciador de
los príncipes en el gobernar y El Discreto (1646), que
busca el ideal del hombre sociable, son libros llenos de
agudas sutilezas (1).
Ahora bien, la obscuridad de filósofo tan hondo ¿procedía
de la decadencia literaria que se echa encima, o de
la necesidad de velar el pensamiento crítico? Tal vez lo
uno y lo otro; y llevando las cosas a su justo cauce puede
concluirse que si la filosofía española tiene nombres
ilustres, de los más esclarecidos, el más genial, es Gradan
en esa filosofía que es ciencia de la vida, conocimiento
de los hombres, en el que nadie superó al insigne jesuíta;
pero de Gracián, maestro de filósofos como Schopenhauer
y Hartmann, no podrá decirse nunca que es modelo
La erudición.—Está representada en esta época por el infatigable
escritor Nicolás Antonio, nacido en 1617. La
fama de su mérito le valió ser elegido por Felipe IV para
pasar a Roma de embajador. Allí llevó a cabo su gran Bi~
bliothzca hispana, vetus et nova, a que años antes había
dado principio en Sevilla. La librería que llegó a reunir en
aquella capital era la primera después de la vaticana; constaba
de 30.000 cuerpos. En Roma publicó, en 1672, la segunda
parte de su Bibliotheca, que contiene los autores
que escribieron desde el año 1500 hasta cerca del 1670. La
primera parte, o sea la Bibliotheca vetus, no llegó a imprimirse
hast-a después de la muerte del autor, ocurrida en
Madrid en 1684. Hay noticias de varias obras que debió
dejar manuscritas, entre ellas la Bibliotheca hispanorrabi-
(1) < Biblioteca de Autores Espanoles>, tomo LXV. E! Héroe y el
Discreto, edición de Farinelli. «Biblioteca de Filosofía y Sociología».
Madrid, 1900. El Criticón, «Clásicos castellanos», edición de Azorín,
«Biblioteca Renacimiento», edición de Cejador.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 283
nica. Su criterio científico puede leerse en su obra Censura
de historias fabulosas, publicada mucho después de
su muerte.
Se recuerda como literato que mereció el aprecio de
Quevedo a D. Juan de la Sal, muerto en 1630, y autor de
unas cartas al duque de Medina Sidonia, dándole noticia
de Algunas cosas notables en las que, sin perder el tono
satírico, hay buen número de observaciones interesantes.
284 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
VIII
Las narraciones novelescas.—Están representadas por diversos
escritores: recordemos por este tiempo (1571-1646)
al maldiciente y poco afortunado Cristóbal Suárez de Fi-
GUEROA, quien descontento siempre vivió en España, en
Francia y en Italia. Uno de sus viajes le dio ocasión, quizá,
para escribir su más notable obra, El Pasajero: cuatro
viajeros salen de Madrid para Italia, uno de ellos el
propio Suárez de Figueroa, y entablan un curioso diálogo
que recuerda el Viaje entretenido, de Agustín de Rojas.
En El Pasajero aprovecha su autor para zaherir a todos
sus contemporáneos a quienes envidiaba: Alarcón, Quevedo,
Arguijo, etc. Estas y otras sátiras y noticias curiosas
se hallarán abundantes en este extraño libro. También
fué autor de comedias de poca fortuna, como La constante
Amarilis y de algún otro libro pedantesco: Plaza universal
de todas las ciencias y artes (1).
Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo (1580-1655), es
escritor fecundo: sus principales novelas son: Corrección
de vicios, La sabia Plora Malsabidilla, El Caballero Puntual,
Los prodigios del amor, El curioso y sabio Alejandro,
Los cómicos amantes, El pescador venturoso. El
majadero obstinado, etc., cuadros diestramente trazados
por donde desfilan gran número de caricaturescos tipos
sociales, pintados con gracia, soltura y desenfado. Caracteriza
a todas las novelas de Salas una crudeza para la pintura
de los aspectos ridículos de la vida, que no se encuentra
en los demás autores de novelas picarescas. Su desen-
(1) «Biblioteca Renacimiento», El Pasajero, edición preparada por
D. F. Rodríguez Marín, un tomo.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 285
fado es grande, habiéndosele comparado con Quevedo,
hasta el punto de que a éste se atribuyó Don Diego de
Noche, cuando esta novela se tradujo al francés. Son muchas
las novelas de Salas, aparte las citadas (1).
Se duda si el nombre de «Doctor Carlos García» es un
seudónimo, o en efecto se llamó así el autor de un gracioso
libro picaresco titulado La desordenada codicia de los
bienes ajenos, en el cual se hace un satírico elogio de los
ladrones en limpio y elegante, pero nada de erudito, castellano
(2).
Autor de Alonso, mozo de muchos amos, es el doctor
Jerónimo de Alcalá (1563-1652), médico segoviano, que
imitó con gracia en esa novela al Lazarillo y compuso
también en diálogo otra curiosa obra satírica titulada El
donoso hablador (3).
Otro narrador muy afamado fué Alons© de Castillo
SoLÓRZANO, también autor dramático, muy imitado en
Francia. De sus cuentos y novelas picarescas merecen citarse
los titulados La niña de los embustes, Las aventuras
del bachiller Trapaza y la novela La garduña de Sevilla
(4). Vivió de 1584 a 1647.
Con el título de El sig/o pitagórico y vida de Don Gregorio
Guadaña publicó en 1644 una novela picaresca el
soldado Antonio Enríquez Gómez (5). Pero quien merece
una mención especial es doña María de Zayas Sotomayor
(1) «Colección de Escritores Casícilanos>, tomos CXXVIII y CXXIX
y los entremeses en «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», t. XVII
Ediciones de Cotarelo y Mori. En la «Biblioteca de Autores Españoles»,
tomo XXXIII, dos novelas.
í2) Véase ^Libros de Antaño», tomo Vil.
(3) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVllI.
(4) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XXXIII y XLV, y
«Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVII. Las novelas han
sido publicadas en tomos sueltos por D. Emilio Cotarelo. 1906 a1909.
‘5) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XXXIII Co/77eí//a5 >^
Poesías, tomos XLVIl y XLVIII.
286 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
(1590-1650?), ilustre escritora, cuyas obras se publicaron
hacia 1658. Sus Novelas ejemplares y amorosas tienen
mucho de esta última cualidad en sentido nada timorato,
pero de ejemplares no tienen más que la costumbre que
vino dando este título a las novelas cortas. La titulada
El prevenido engañado es de las más atrevidas de sus
narraciones; mas si se tiene en cuenta que la autora vivía
en una época en que el culteranismo imperaba, hay que
convenir en que, a pesar de sus picantes escenas y cuadros
atrevidos, encontrará siempre lectores que estimen el valor
artístico de la sencillez y la naturalidad (1).
Gonzalo de Céspedes y Meneses escribió la Varia fortuna
del soldado Pindaro (1626), y Iacinto Polo de Medina
(1607 a 1664), ya citado, una conceptuosa narración
titulada Hospital de incurables y viaje de este mundo y
el otro (1636). Libro de costumbres de la clase pordiosera
madrileña es El día y noche de Madrid {\6tb), de Francisco
Santos, y apenas merecen ser citados triviales autores
como Alfonso de Alcalá y oíros escritores de aquella época
de rápida decadencia.
Quizá por citar algunos, que salva la erudición más que
el sentido estético, deben recordarse los nombres de Miguel
DE Barrios, que alcanza ya al siglo xviii, el cual, expaíriado
por ser judío, compuso Poesías y Comedias famosas,
Amsterdan 1647, y otras varias obrillas de muy
mal gusto y de gran petulancia. Ticknor elogió a Rodrigo
Fernández de Rivera (1579 a 1631), por su poema Las lágrimas
de San Pedro, pero logró más éxito, aunque no se
libró del mal gusto, en sus novelas picarescas Los anteojos
de mejor vista y Mesón del mundo. En la primera
son los anteojos recurso mágico para descubrir a los
hombres como realmente son (Diablo Cojudo?) y en El
Mesón del mundo, publicada en 1631, nos describe la vida
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXIII.
ÉPOCA clásica: FELIPE IV 287
según él la aprecia en el tráfago de una posada en la ciudad.
Novela picaresca anónima publicada en 1646 es la titulada
Vida y hechos de Estehanillo González, hombre de
buen humor, crónica detallada de un picaro español de la
época, sin otro patrimonio que su ingenio y travesuras
para ganarse la vida. Alguien atribuyó este libro a Esteban
González, un bufón del Duque de Amalfi, pero nada se
puede comprobar. Ha sido novela de cierto éxito, pues logró
reediciones en 1652 y en 1795. La «Biblioteca de Autores
Españoles» la publicó en el tomo segundo de Novelistas
posteriores a Cervantes, se ha reimpreso modernamente
y está traducida al francés, inglés e italiano.
Es curioso el afán que se despierta por este tiempo de
escribir autobiografías más o menos fantásticas, y que
parecen responder a una tradición semicaballeresca semipícara.
Acaso de ese tipo es ya el Bstebanillo y por eso el
ser anónimo; pero otras se conocen con el nombre de sus
autores y protagonistas, como la del capitán Alonso de
Contreras (1582 a1633) y la del más benemérito escritor
Diego Duque de Estrada (1589 a1647) la cual tiene poco
de picaresca, pues Duque que corrió todos los estados de
la vida, acabó siendo fraile, y esas mudanzas cuenta en
Comentarios del desengañado de sí mismo, prueba de
iodos estados y elección del mejor. No escribió sólo su
vida, también compuso poesías y comedias. Otra obra
por el estilo es la del clérigo Juan de Valladares, que rotuló
Caballero venturoso en sus extrañas aventuras,
pero es de matiz marcadamente picaresco. Se ha publicado
por Bonilla San Martín y Serrano, en Madrid, en dos volúmenes,
1902, pero fué compuesta hacia el año 1617.
En 1654 publicó Juan de Zabaleía o Zavaleta, de quien
ya hemos hablado como autor dramático. Día de tiesta
por la mañana, y en 1 659 Día de fiesta por la tarde, cuadros
novelescos o de costumbres a los que perjudica la
hinchazón y pedantería.
LA DECñDENCIñ
SIGLO xvm
La influencia francesa.—A los gloriosos días de la literalura
española se sigue la más completa decadencia, que
coincide con el comienzo del siglo xvm. Mientras que
Francia, aprovechando toda nuestra grandeza material,
había extendido su imperio, y saqueando a nuestros grandes
autores del siglo de oro, había conseguido crear una
literatura, España se había empobrecido en todos los
órdenes, y en el desierto que representa la primera mitad
del siglo XVIII, solamente la buena voluntad del Rey Felipe
V, y algunos escasos nombres de literatos españoles
en el orden didáctico y en los estudios críticos, pueden
señalarse como esperanza de regeneración.
La fundación de la Academia Española.— Merced al afán que
el primer Borbón demostró por centralizar cuanto significaba
actividad en la vida española, según el modelo francés,
se decretó la fundación de la Real Academia Española
en 5 de Octubre de 1714, institución que presidió el ilustre
D. Juan Fernández Pacheco, Marqués de Villena y Duque
de Escalona. A los doce años de fundada la Academia co-
19
290 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
menzó a publicar el Diccionario de la Lengua Castellana,
obra de positivo mérito. En 1738 tiene lugar la fundación
de la Academia de la Historia, cuyo primer director fué
D. Agustín de Moníiano y Luyando. La institución más
importante de todas las que se crean para la propulsión de
la cultura es la Biblioteca Nacional, en 1711 (1).
Poetas, satíricos y preceptistas.— Los poetas franceses son
traducidos en España aun por aquellos mismos autores
que conocían perfectamente el teatro español, como José
DE Cañizares, muerto en 1750, aquien se debe una bella
comedia: El dómine Lucas.
Entre los poetas líricos de la época, bien merecen ser
citados Gabriel Aivarez de Toledo y el militar Gerardo
Lobo (1679-1750), al cual salvará siempre, si no lo inspirado
de sus temas, sí su arte para cultivar la metrificación
popular (2). Alábase mucho por algunos a la monja sevillana
Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa, llamada
en el mundo D.^ Gregoria Parra, en la cual se ve el pálido
resplandor del misticismo de Santa Teresa. Es autora que,
aun nacida en 1653, llega ya al siglo xviii, pues murió en
1736, y verdaderamente está lejos de los días áureos y de
inosírar méritos sobresalientes. Recuérdanse, sin embargo,
algunos bellos romances espirituales como el del Pajarillo
(3) y su Coloquio espiritual.
No debe olvidarse al general Eugenio Gerardo Lobo
(1673 a 1750), buen poeta lírico, único que hace recordar
(1) Véase lo que decifnos en la \)fii2- 251, nota, y muy interesantes
datos sobre lo arriba expuesto pueden hallarse en la Revista t/e
Archivos, Madrid, 1916.
(2) «Biblioteca ¿e Autores Españoles», tomo LXII. (Se hallarán los
dos poetas )
(3; Véase nuestra Antología de textos castellanos, tantas veces citada
y el libro Poesías de la V. M. Gregoria Francisca de Santa Teresa,
París, 1856.
LA decadencia: siglo xviii 291
la poesía tradicional a pesar de sus descuidos y de algún
detalle de mal gusto en sus epigramas y poesías festivas.
La sátira está representada por un singular escritor prosista
y poeta, Diego de Torres y Villarroel (1695 a 1770).
profesor de la Universidad de Salamanca, hombre de abigarrada
cultura, pero muy extensa, en cuya principal obra,
especie de autobiografía. Vida, ascendencia y aventuras…,
es imposible desentrañar lo que haya en ella de humorístico
o serio (1). Por este tiempo brilla José Gerardo
Hervás, muerto en 1742, quien se firmó generalmente con
el seudónimo áz Jorge Pitillas, y su fama de poeta satírico
está bastante bien cimentada sobre su Sátira contra los
malos escritores, valiente, graciosa y nutrida de buena
crítica, algo preceptista, pero de buen sentido (2).
Esta sátira se publicó en un periódico literario de la
época: El Diario de los Literatos de España, el cual, si se
exceptúa esta ocasión, fué el portaestandarte de la oposición
contra el seudoclasicismo francés, que defendía un
literato muy estimable: Ignacio de Luzán (1702-1754). Educado
más en Italia que en España, fué imbuida su alma
por la literatura francesa, e inspirándose en Boileau escribió
la Poética, que por mucho tiempo pareció código del
buen gusto. Sus poesías artificiosas son protesta contra
la vana palabrería; pero en ellas, como en todos los trabajos
de este escritor, y de varios de sus contemporáneos,
se advierte un extraordinario prosaísmo. El influjo de
Luzán fué excepcional, porque ninguno se atrevió a discutir
el fundamento de aquellos principios que estableciera
como incontrovertibles en su Poética. En ningún punto se
extremó más la insuficiencia de la crítica de Luzán que en
el examen del teatro castellano. Con decir que no halla siquiera
obra digna de elogio entre las innumerables del Fé-
(1) «Clásicos Castellanos», Vida, edic. de Onfs, 1912.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXI.
292 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
nix de los Ingenios; que afectaba desconocer los nombres
de Tirso, de Alarcón y de Rojas, mencionando solamente
siete dramas regulares de Calderón y tres de Solís, no sabremos
qué censurar más en reformador tan osado, si el
olvido de lo propiamente español en quien tanto conoce de
la literatura extranjera, o la imprudencia con que reproduce
juicios dictados por la ignorancia o el despecho.
Sin embargo, hay en su obra, aparte de equivocaciones,
a veces monstruosas, todo lo bueno que en el criterio de
su e’poca se conocía en España y fuera de ella (1).
La didáctica.—Es lo único glorioso en el siglo que nos
ocupa. Está representada por un genio enciclopédico, el
P. Benito Jerónimo Feyjóo y Montenegro (1676-1764). Este
polígrafo español logró reunir todos los conocimientos
que en su época eran posibles, presentando un cuadro general
de la ciencia y del arte con profundo espíritu crítico.
Sus obras, Teatro crítico universal. Cartas eruditas y
Discursos varios sobre todo género de materias, han
sido censuradas por su flojedad de estilo y por haber dado
cabida a sinnúmero de galicismos; sin embargo, no debe
omitirse su nombre, aunque es en la historia de la ciencia
española donde tiene su puesto. Puede decirse es el renovador
dé un espíritu crítico español, pues aunque no pudo
sustraerse a la influencia de la filosofía francesa (el filosofismo),
en ocasiones se desligó de ella, refutando hábilmente
el Discurso sobre las ciencias y las artes, de Rousseau.
Las obras de Feyjóo han perdido hoy gran parte de su
valor; pero consideradas en relación a la época en que se
escribieron, deben ser más respetadas de lo que una crítica
despiadada puede consentir. Tengamos en cuenta que,
si no fué capaz de crear ciencia, destruyó gran número de
(1) Poesías en «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXV.
LA DECADENCIA : SIGLO XVUI 295
supersticiones y prejuicios, y, si no habló en buen lenguaje
castellano, fue al menos, de los que más en castellano
pensaron en aquellos días (1).
Otro gran polígrafo es el P. Martín Sarmiento (1695-
1772), benedictino como el anterior y uno de los hombres
de más firme talento que ha producido España. En la didáctica
y en la historia monográfica debe ser considerado
como una autoridad; sirvan de ejemplo Memorias para la
historia de la poesía y poetas españoles, impresa en 1775.
Gregorio Mayáns y Siscar (1699-1781), es notable por su
Biografía de Cervantes y por su libro Orígenes de la lengua
castellana (1757), además de haber editado muchas
obras clásicas. En el siglo xix murió Antonio de Capmany
(1742-1815) que publicó en 1777 la Filosofía de la Elocuencia,
libro que revela cultura sin orientación ni gusto
Andrés Marcos Burriel, erudito investigador; Rafael de
Floranes, crítico perspicaz, y Francisco Martínez Marina,
que vive aún en el siglo xix, historiador del derecho español,
revelan que nos encontramos en una época, más que
de productores, de críticos y comentaristas. Por lo menguado
del espíritu estético que acompañó a los discípulos
de Luzán, Blas Antonio Nasarre y el primer director de la
Academia de la Historia, Agustín de Montiano, es quizá
por lo único que merecen ser citados sus nombres, a los
que puede acompañar el del Marqués de Valdeflores, Luis
José Velázquez, todos eruditos, algunos afortunados en
investigación, pero todos estériles para el arte.
Punto aparte merece el insigne jesuíta madrileño Esteban
DE Arteaga (1747 a1789) quien expulsado de España,
con sus hermanos, residió en Italia, cuya literatura conoció
a fondo y cultivó como un italiano erudito. Pero la
obra que le dio puesto en la historia del pensamiento hu-
(1) Obras escogidas en «Biblioteca de Autores Españoles», f. LVl.
294 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
mano es el íraíado de La belleza ideal, el mejor libro de
estética de la época anterior a Kaní, y la mejor orientación
en histona de las artes hasta gran parte del siglo xix (1).
La historia y ia erudición.- Como representante de los más
profundos estudios de la época merece citarse al insigne
agustino Enrique Flórez (1707-1775), a quien debe la historia
nacional, aún más que a Masdeu, su carácter crítico
y documentado. Desde La España sagrada y Medallas de
las colonias, municipios y pueblos antiguos de España,
así como Las memorias de las Reinas católicas, puede
decirse existe un modelo de verdadera historia moderna en
nuestra patria; seguramente esa historia no vale tanto, artísticamente
hablando, como la de Mariana, pero desde
luego es más científica.
Lorenzo Hervás y Panduro (1755-1809), es gloriosísimo
autor español en su Catálogo de las lenguas de las naciones
conocidas, quizá la primera obra de filología moderna
en Europa y con precedente en España en los trabajos
de Aldereíe.
El P. Juan Francisco Masdeu, muerto en 1817, fué un
debelador de leyendas y tradiciones históricas, sin que sus
negaciones estén siempre bien comprobadas en su Historia
crítica de España y de la cultura española.
La historia de América fué cultivada en los fragmentos
de la Historia del Nuevo Mundo, que escribió Juan Bautista
Muñoz, muerto en 1799. Merece citarse como jurista
y sociólogo de su tiempo al Conde de Campomanes, personaje
político de gran importancia en sus días (1725-1805).
La novela.—No tiene otro representante que José Francisco
DE Isla (1705-1781), autor de la Historia del famoso
predicador Fray Gerundio de Campazas (1758), sátira
(1) Véase edición de «La España Ediforial.
LA DECADENCIA : SIGLO XVIII 295
ingeniosa, sagaz, vivísima, de aquellos cultos predicadores
que infestaban los pulpitos en su época. Fray Gerundio
acarreó a su autor muchos disgustos, fruto de la envidia,
pero contribuyó a enaltecer su fama, pues fué juzgada
obra clásica sólo inferior al Ingenioso Hidalgo Don
Quijote de la Mancha. Desde entonces todos los malos
predicadores eran llamados por el pueblo Fray Gerundios,
lo cual contribuyó en gran manera a que los que
subían al pulpito tuviesen buen cuidado en corregir las
usuales extravagancias. Otras obras, como la satírica Día
grande de Navarra y otros libros y poemas compuso Isla,
siendo muy célebres sus cartas. Por ellas tenemos un verdadero
episíológrafo moderno, pues en la diversidad de
asuntos sobre que han sido escritas, y por su positivo
mérito, pueden ponerse al Tado de la brillante epistolografía
A ruegos de un caballero español y estando Isla en Italia,
de avanzada edad y sin gran deseo de hacerlo, como
se desprende de algunas de sus cartas, tradujo las Aventuras
de Gil Blas de Santiliana, de Les a ge (1).
La poesía y el teatro clásico.—Detestables manifestaciones
produjo el teatro seudoclásico, encarnado en estos días en
las tragedias de Nicolás Fernández de Moratín (1757-
1780). Su buen gusto, a pesar de este error, le hizo estimado
entre los poetas, que vieron en la imitación neoclásica
francesa el remedio al caos literario. Fundó la famosa tertulia
de San Sebastián; en ella estuvo prohibido hablar de
otra cosa que de teatros, diversiones y literatura. En Don
Nicolás, como compensación a su clasicismo, resucita la
musa nacional del vomanczro— Fiesta de toros en Madrid—,
y surgen los acentos épicos del siglo xvi en su
Canción a las naves de Cortés destruidas. En cambio,
0) Obras: ^ Biblioteca de Autores Españoles», tomo XV.
296 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
SU poema La caza es prosa rimada, y sus tragedias, así
como su comedia La petimefra, aunque cuidadas, fáciles
y animadas, no pueden ser modelos (1).
Fray Diego González (1755-1794?) es la última muestra
de la poesía clásica al estilo de Fr. Luis de León, al cual
imita (2). Vicente García de la Huerta (1754-1787) es digno
de especial mención por sus esfuerzos en pro de la restauración
española y por sus obras poéticas, no escasas
de mérito. Su misión en el siglo xviii fué semejante a la
que había desempeñado en otro tiempo Cristóbal de Castillejo
contra Boscán y los itálicos. Dotado García de la
Huerta de más espíritu poético que crítico, se dolía del
abandono en que se encontraban los clásicos españoles y
del desprecio con que eran juzgados, como bárbaros o
poco menos, los genios de Calderón y Lope. En favor de
la gloria de éstos riñó desgraciados combates; pero su
época y el gusto riel tiempo se le impusieron y sucumbiendo
a ellos publicó su tragedia Raquel (5). La posteridad
ha sido injusta con esta producción escénica, contribuyendo
a ello las escasas simpatías que su autor dejó por su
carácter acre y violento. Apenas hubo escritor de su época
que no lo hiciese objeto de sus sátiras; gozó, sin embargo,
de los halagos del triunfo desde que se representó
esta obra, y téngase en cuenta que si aparentemente García
de la Huerta se había sometido al gusto del día, respetando
la teoría de la tragedia clásica, su lenguaje y majestad,
en el fondo se trataba de una comedia nacional,
donde alienta el alma tradicional española con su braveza,
su arrogancia y lozana fantasía, tan distante de las soporíferas
rimas de los versificadores contemporáneos.
Dos escritores fueron muy célebres en estos días: Sa-
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo II y XXIX.
(2) ídem id., tomo LXI.
(3) ídem id. id., tomo LXI.
LA decadencia: siglo XVIII 297
manicgo, el fabulista, y su colega Tomás de Iriarte (1750-
1791). Este tradujo el Arte poética, de Horacio, y compuso
un poema a la música. El principal defecto suyo es el
prosaísmo, pero no se halla falto de gracia y facilidad.
Todos conocemos sus fábulas La ardilla y el caballo, La
compra del asno. El gusano de seda y la araña (1). Fué
autor dramático en comedias de poca fortuna (El señorito
mimado. La señorita malcriada); tomó parte en las
enconadas disputas literarias de su época, de las cuales
poco provecho sacó el arte, si se exceptúan algunos trabajos
de Forner. Félix M.^ Samaniego (1754-1801) ha sido
popularísimo por sus fábulas, y aunque no tan correcto
como Iriarte, es, en cambio, más natural y sencillo y de
mayor inspiración. Tiene gracia y lozanía en sus Fábulas
en verso castellano donde españolizó muchas de Lafontaine,
sin faltar algunas originales (2).
Más honra merece José Cadalso (1741-1782), uno de
los restauradores de nuestro Parnaso moderno y uno de
los buenos escritores del reinado del tercer Carlos. Además
de sus poesías, que son muy conocidas, escribió en
prosa Los eruditos a la violeta, sátira muy ingeniosa;
Noches lúgubres, desgraciada imitación del poeta inglés
Young, y las Cartas marruecas, en las que pintó las costumbres
de su tiempo y rebatía los errores en que incurrió
Montesquieu, al tratar de las cosas de España en sus
Cartas persas. Como poeta. Cadalso hizo revivir una clase
de composiciones que habían desaparecido con Villegas,
las anacreónticas; pero fáltale la inspiración lozana,
sin la cual este género de poesía es cosa muerta. Otra
época más adecuada a la poesía hubiera hecho de Cadalso
verdadero artista. Mas vivíamos, en literatura y arte,
a los vaivenes del extranjero, y en este autor obsérvase
0) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXI.
(2) ídem id., tomo LXIII.
298 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
marcada tendencia a esa imitación, tanto en el fondo de
sus obras como en muchos de sus versos. Esta imitación
le fué más funesta en su Sancho García, donde se convirtió
en servil plagiario del teatro france’s, desluciendo el espíritu
nacional que animaba la obra (1).
Juan Pablo FoRNER (175Ó-1 797), merece ser tenido entre
los literatos españoles, en el siglo xvm, como uno de
nuestros mejores críticos, ya que como poeta fué bastante
pedestre, si se le ha de juzgar por aquella grosera diatriba
contra Iriaríe que lleva por título El asno erudito. Sus /?eflexiones
sobre la historia, las Exequias de la lengua castellana,
el mejor libro crítico de aquellos días, y otras
obras, le acreditan de saber escribibir el castellano con vigor,
soltura y corrección, y de opuesto al enciclopedismo
triunfante, con un buen sentido que es de admirar (2).
José Iglesias de la Casa (1748 a1771) es notable por algún
epigrama ingenioso, pues en general está falto de toda
inspiración.
Juan Meléndez Valdés (1754-1817) es un poeta objeto de
juicios muy contradictorios. Alguien le cree un nuevo Garcilaso;
otros le tienen por poeta falso y amanerado hasta
el extremo. Ambos criterios tenemos por exagerados: Meléndez
Valdés, en su época, es un verdadero gigante; hoy
poco se leen sus versos, ni, si viviese el poeta, podría fácilmente
hacerse lugar; pero en su tiempo es injusticia no
colocarle al frente de los renovadores de nuestro Parnaso.
¡Lástima grande que su carácter tímido y la falta de sinceridad
le hiciesen optar por un género de tan pocos atractivos
como el pastoril, que cultivó con tanto cariño de su
corazón! Esto hace que la mayor parte de sus versos cansen
de modo extraordinario. Hay, sin embargo, poesías
hermosas, como La Providencia de Dios. No es poeta sin
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXII.
(2) ídem id , tomo LXIII.
LA decadencia: siglo xvm 299
defectos; íiénelos, y en gran número; pero las «bellezas
abundan en los versos de Meléndez, y particularmente en
ios romancillos cortos, en las letrillas y en los romances.
Su talento descriptivo merece, sin restricción, todo encomio.
Y lo que más encanta es el don misterioso con que
su estilo enlaza la espontánea y natural sencillez a la refinada
delicadeza, que iamás le abandona ni le deja caer en
prosaísmo. Bástenos citar, como modelo de tales primores,
el romance titulado Rosana en los fuegos (1).
Pero el más grande literato de la época es Gaspar Melchor
de JovELLANOs (1744-1811), uno de los grandes polígrafos,
magistrado en Sevilla, consejero deOrdenes en Madrid,
desterrado, ministro de Gracia y justicia, preso como
reo de Estado, individuo de la Junta central de 1808, aparece
siempre como uno de los hombres que en España a más
alto grado han llevado su patriotismo, su prudencia y
abnegación. Aunque influido de una filosofía afectada y
no pocas veces pueril, poseyó tan rico caudal de conocimientos,
que fué el primer hombre de su tiempo. Como
poeta no puede hacérsele príncipe en el Parnaso; mas en
sus poesías se admira al moralista correcto y atildado. De
ellas, acaso lo mejor son sus Sátiras y alguna epístola.
Pero toda esa gloria palidece ante la que corresponde al
jovellanos prosista, el más grande de todo el siglo xviii,
por su Informe sobre la ley agraria, trabajo modelo en el
género, y por el muy bien orientado Tratado de educación.
Sus trabajos sobre Bellas Artes son relativamente numerosos,
y los más literarios el Elogio de las Bellas Artes
ií78\), y el de Ventura Rodríguez (\7S8), verdaderos
medelos de oratoria académica (aunque para hoy resultan
demasiado retóricos), puesta al servicio de una estética tan
adelantada como la más perspicaz de cualquiera de los
<BibIioí2ca de Autores Españoles», tomo LXIII
300 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
tratadistas contemporáneos suyos. Las Cartas de Jovellanos,
desde el punto de vista literario e histórico, no pueden
ser estudiadas como modelo de excelente dicción,
pero sin ellas no será fácil conocer aquel período de nuestra
historia (1).
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XLVI y L
,
LA DECADENCIA : SIGLO XVIII 301
La renovación teatral. -Debe representarse en un poeta
que, aun educado en el ambiente francés, tiene mucho de
original; Leandro Fernández de Moratín (1760-1828). Nació
en Madrid, y recibió la influencia de su padre D. Nicolás.
Logró completar su instrucción en Francia, y de allí
trajo su comedia El viejo y la niña, y poco después escribió
una venganza contra quienes habían puesto obstáculos
a su primer obra teatral >¿a derrota de los pedantes.
Siguió a aquélla La comedia nueva, la obra más genial
de todo su teatro, «donde se siente algo del resplandor y
lumbre prodigiosa de Cervantes»; cuadro en el cual la
figura y traza de las pasiones y debilidades humanas, en
lo que tienen de eterno y permanente, se enlaza con el empeño
literario del momento, de tan maravillosa suerte, que
despierta el interés y conmueve el ánimo. Nadie como él ha
tenido esa dosis de buen gusto que, aun en contra de sus
creencias doctrinales, fué capaz de hacerle sentir el verdadero
arte como nadie en su patria lo sentía. HI sí de las
niñas. La mojigata con La comedia nueva o el café, vivirán
en el teatro. Este buen sentido suyo se nos refleja en
casi todas las obras de Moratín, donde nada sobra ni
nada disuena: las palabras, las ideas, las imágenes, los
argumentos, todo está medido ysabiamenie refrenado por
el buen gusto. Pero falta ese calor que sólo prestan a la
obra literaria la fe y el amor. Moratín no tuvo más que dos
amores: el amor de la retórica y el de sí mismo. A su modo
restauró, sin embargo, la poesía, y, sobre todo, la dramática
en España. Pero las restauró como Felipe V la política
y la hacienda: por el modelo francés. Este escritor, tan
302 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
castizo en la apariencia, era. un afrancesado en el fondo (1);
De 1751 a1812 vive Luciano Francisco Comella, autor
dramático, representante del teatro nacional en los días en
que éste casi había muerto. A pesar de la cruel sáfíra con
queMoratín le traía en El café, dejó bien patente Comella
su instinto teatral en obras como Vi’ríafo, Los Amantes de
Teruel, Inés de Castro y Cristóbal Colón; mas, en verdad,
le faltó arte y talento para tratar estos asuntos.
El teatro cómico español.—Por decreto de 1765 habíase
prohibido la representación de los aatos sacramentales (2),
y esto, acaso, fué motivo para que el genio nacional, tan
raquítico en la comedia y en el drama, buscase compensación
en el sainete popular con Ramón de la Cruz (1751-
1794). Él es el más notable de todos los poetas dramáticos
españoles durante el siglo xviii. Él resucitó las primeras
obras de Lope de Rueda y del autor del Quijote, creadores
de nuestra escena cómica; el humorismo que encierran
sus producciones, al mismo tiempo que arranca la carcajada
a nuestros labios, llega hasta el fondo del corazón
como algo tierno que conmueve las fibras más sensibles,
y bien a nuestro pesar reimos de la escena presenciada;
en una palabra, da al sainete verdadera trascendencia, no
satisfaciéndose con considerarlo como juguete de mero
recreo, sino que al ser copia viva y exacta de la realidad,
pintando las costumbres populares, lleva en el fondo la
amargura de la reflexión filosófica y la censura satírica.
Éxito feliz y extraordinario alcanzaron sus obras, «que él
escribía y la verdad le dictaba.» Todo en ellas es naturalmente
ingenioso por aquella gracia picaresca, por los
equívocos y chistes de gracia tradicional, por aquel des-
(li «Biblioteca de Autores Españoles», tomo II.
(2) Véase la página 264
LA decadencia: SIGLO XVIII 503
enfado y abandono, y por el verismo con el cual nos hace
patente la vida contemporánea.
Más de 500 obras escribió este príncipe de la escena cómica,
que deja tras de sí la semilla del saínete para el futuro
teatro español. Cííanse como modelos Las castañeras
picadas, Tragedia para reir y sainete para llorar, El
Rastro por las mañanas y El Muñuelo. La mayor parte
están escritas en verso de arte menor; pero también emplea
los endecasílabos, como si se tratase de dar altisonancia
a las escenas más vulgares y jocosas, en forma de
parodia trágicoburlesca (1).
Comparte la gloria con el sainetero Cruz, Juan Ignacio
González del Castillo (1765-1800). Desde luego menos
fecundo, no es menos hábil en la pintura de donosos tipos,
de los sencillos conflictos que engendran las saladísimas
peripecias de sus comedias, dialogadas con gracia e ingenio.
De la colección de sus saínetes. El gato es un gracioso
paso escrito con lozanía y soltura en romance octosílabo,
ligero y castizo; El soldado fanfarrón, saínete en
tres partes, es una especie de trilogía cómica, llena de
gracia, de picardía truhanesca, que recuerda a Plauto por
el héroe y por el lenguaje bizarro y pintoresco; La casa
nueva, escena donde las intemperancias femeniles y los
consejos de entrometidos acaban con la paciencia de Narciso;
Los caballeros desairados, El chasco del mantón.
Los literatos. El aprendiz de torero. El médico poeta. La
feria del Puerto…, todos merecen ser conocidos al lado
de Las castañeras picadas, del gran D. Ramón de la Cruz.
(1) Teatro de… edición de D. Agustín Duran, dos volúmenes, Madrid,
1843.— Catálogo completo en la obra de D. Emilio Coíarelo, Don
Ramón de la Cruz y sus obras, Madrid, 1899.
304 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
Manuel José Quintana.- Aunque vivió en pleno siglo
XIX, de 1772 a 1857, su espíritu y su arte son la última
llamarada de toda una inspiración que desaparecía para
fortuna del arte. Fué poeta, periodista, crítico e historiador,
citándose entre sus mejores trabajos. Vidas de españoles
célebres, la de Don Alvaro de Luna, la Recopilación,
de poesías selectas castellanas desde Juan de Mena,
su tragedia Pelayo, las Cartas a lord HoUand, y, por último,
sus poesías, entre las que descuellan la dedicada a
Guzmán el Bueno, a Padilla, a América, a Trafalgar, y
su famosa Oda a la paz entre España y Francia en 1795.
No está exento Quintana de cierta afectación declamatoria,
que no cuadra bien a la libre inspiración poética. No obstante,
en su época fué el más poeta, o por lo menos el más
viril entre los poetas, y aun hoy encuentran eco sus cantos
Al armamento de las provincias españolas y a Guzmán
el Bueno. El valer de Quintana como crítico nos parece
extraordinario leyendo sus Vidas del Cid, del Gran
Capitán, de Pizarro, etc., aunque a veces su manera de
discurrir le hace ser injusto con las más puras glorias de
la patria. Sin embargo, la crítica literaria le es deudora de
verdaderas adivinaciones, por ejemplo, en sus dudas sobre
la autenticidad del famoso Centón Epistolario, obra
que hemos juzgado como falsificación anónima (1).
La misma razón hay para considerar como un poeta anterior
al siglo XIX a Juan Nicasio Gallego (1777-1855). Ha
sido estimado como uno de los restauradores del Parnaso
(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos Vil, XIX, LXl, LXIII
y LXVII. -Véase la página 278.
LA DECADENCIA : SIGLO XVIII 505
español por sus elegías y odas; una de éstas, la titulada
El Dos de Mayo, tiene estrofas de singular hermosura,
tanto por su pensamiento como por el brillante y pulido estilo
que muestran. Faltan, sin embargo, a Gallego aquel
calor y entusiasmo de la inspiración, que aparece más
como precepto retórico que siendo fruto de la vena lírica
del poeta. Es, desde luego, uno de los de más estilo en los
comienzos del siglo xix, y su espíritu declamatorio no es
culpa toda suya. Estaba en el ambiente de la época y no se
podía fácilmente sustraer a él ni aun en las inspiradas lamentaciones
de su elegía A la muerte de la Duquesa de
Frías. Pulsa la lira heroica en su oda A la defensa de
Buenos Aires, y siempre se manifiesta poeta de gusto clásico,
influido por Fernando de Herrera. Algunos de sus
sonetos son muy bellos; lástima es que abusos retóricos
malogren una destreza para el manejo del verso, que en
aquellos días sólo Quintana poseyó. Como prosista le juzgamos
uno de los más correctos por su traducción de
Manzoni, Los Novios {\).
De menos inspiración acaso, pero más erudito, es el
P. José Marchena (1768 a 1821), el cual es un hijo de la Revolución
francesa. Los méritos mayores de este literato,
son más bien de traductor de los latinos que de poeta; sin
embargo, se puede recordar su oda A Cristo crucificado,
de sabor clásico, pues él gustó mucho de la lectura de
nuestros místicos, en especial de Fray Luis de Granada.
Poeta de estos mismos días es el presbítero Manuel María
DE Arjona (1771 a 1820), también de gustos muy parecidos.
Merece conocerse una oda A la Ascensión del Señor, que
de lejos recuerda la de Fray Luis de León, y son de lo mejor
de la época sus poesías a la Virgen y a San Fernando,
La diosa del bosque, a Las Quinas de Roma, etc. (2).
i\) Poesías de Gallego, en «Biblioteca de Autores Españoles»
tomo LXVII.
1,2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXIII.
20
306 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Puede recordarse aún olro poeta de los que viviendo en
pleno siglo XIX son eco de la anterior centuria. José María
Blanco (White), muerto en 1841, gran conocedor délos
clásicos y traductor de poemas ingleses, que él conocía
profundamente por su origen irlandés y por la dirección de
su cultura. Sacerdote católico, protestante después en Inglaterra,
fluctuó toda su vida entre dudas y sombras crueles
que acertó a expresar con heladora elocuencia en estas
palabras: «¡Hermano o hermana, quien quiera que seas! Si
pudieses ver el diente que roe mi corazón, atajarías esa
corriente pasajera de desdén y derramarías una lágrima,
compadeciéndote de quien, a despecho de las injusticias
que laceran su alma fatigada, nunca ha sabido odiar».
Como poeta, tiene composiciones de méritos bastantes
para recordar a Herrera, por la pompa del estilo y la elegancia
del lenguaje. Sus mejores obras son odas, y entre
ellas se distingue una A Carlos III y otra A la Beneficencia,
que pecan de alguna afectación. A menudo, sus
poesías expresan el sentimiento de su alma, y tienen algo
del pálido resplandor de las noches de la duda. (Una tormenta
nocturna en alta mar.)
Quizá la gloria mayor de White está en haber sido uno
de los primeros literatos que supieron reducir en algo el
imperio de Boileau, conquistando nombre de crítico entendido
con estudios acerca de algunos poemas épicos, y aun
con un poema sobre La Belleza, del cual acaso, como dice
Menéndez y Pela yo, es reflejo su oda Sobre los placeres
del entusiasmo. En Inglaterra, y en idioma inglés, continuó
escribiendo diversas cartas sobre cuestiones filosóficas,
y algunas poesías, entre las que descuella aquel conocido
soneto que empieza Mysterious Night…, traducido
por el poeta americano Pombo (1)
Aún hemos de citar a Félix José Reinoso (1772 a 1841),
(1) Poesías en «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXVII.
LA DECADENCIA : SIGLO XVIII 507
por ser autor de un poema épico cuyo asunto es la caída
del primer hombre y el título La inocencia perdida. Hay
en la composición muy bellas octavas reales y cuadros de
feliz inspiración (1). Cerremos esta época, citando a Manuel
María de Mármol (1776 a 1840), quien tuvo el acierto
de volver por las lozanas formas métricas del romance,
siendo ya un precursor de los poetas que en el romanticismo
habían de sentir toda la belleza deesas combinaciones
populares, que ya tímidamente había querido restaurar Meléndez
Valdés, y a Nicasio Alvarez de Cienfuegos, en
quien se presiente al comenzar el siglo xix (murió en 1809)
algún espíritu moderno.
(1) «Biblioteca de Autores Españoles» ^ tomo XXIX.
EL sigloXIX
La transieión.—Aunque muy lentamente, se va libertando
el espíritu español del clasicismo francés, no ciertamente
por propia virtud, sino por el ejemplo mismo de Francia,
que, por natural reacción y por influjo alemán, llega a encontrar
necia y pueril la atmósfera seudoclásica que se
había allí alimentado en el espíritu dictatorial y centralista
de la vida francesa (1).
Como iniciador de esa transición en España debe citarse
a D. Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862). Cultivó
todos los géneros literarios como poeta mediocre, siendo,
dentro del gusto particular de la época, el verdadero
representante de la evolución, y ya casi romántico; pero
no son, como pudiera creerse, sus obras cuadros de color,
cual parecía corresponder a un meridional, sino todo atildamiento
y compás. Entre otras, deben citarse su famosa
Arte poética, sus comedias moratinianas La niña en casa
y la madre en la máscara. Celos infundados. La boda y
el duelo, Edipo, La viuda de Padilla, inspirada en un concepto
metafísico de la libertad al modo de Alfieri, y el
drama La conjuración de Venecia, primer paso y primer
éxito del romanticismo en la escena española, y la mejor
(\) Véase nuestra Historia general de la Literatura.
obra de Martínez de la Rosa. Enlrc sus líricas sobresale la
Epístola, en verso libre, dedicada al Duque de Frías con
ocasión del fallecimiento de su esposa, en la cual, aunque
falso, a veces, y más que algo retórico, llega a mostrarse
verdadero poeta (1).
La inspiración clásica está representada por D. Alberto
Lista, el gran maestro sevillano, el iniciador del buen
gusto en la literatura de su época (1775-1848), poeta notable,
aunque de ^escaso brío y manera afectada^. En
aquellos días no se podía llegar a más, y Lista fué en su
época tan buen poeta como preceptista. Y ¿quién se le puede
poner delante? Sólo Quintana, y no siempre; y entre
todos los poetas, sus contemporáneos en la Academia de
Letras Humanas, no hay quien llegue a él en su oda a La
muerte de Jesús. Debe considerarse a Lista como el más
perfecto y espontáneo versificador de su tiempo, sin excluir
a ninguno de los que le fueron coetáneos, y si estas cualidades
no bastaran, hay que aplaudir sin reservas al más
influyente académico sevillano, porque no en la pléyade
andaluza quedó limitada la influencia docta, beneficiosa y
libertadora del poeta, sino que todos los escritores de
aquel tiempo pudieron aprender, y de hecho aprendieron,
no poco del elegante horaciano, que si no llegó a Herrera,
va muy cerca de Rioja (2).
Ei Romanticismo.—El primer romántico español del siglo
XIX es Ángel Saavedra, Duque de Rivas (1791-1865). Sostuvo
íntimas amistades con Arriaza, Quintana, Gallego y
Martínez de la Rosa, y sus aficiones literarias se desenvolvieron
merced a estas relaciones. Desterrado largo tiempo
en París, Gibralíar, Londres y Malta, estas emigraciones
(1) «Colección de los mejores Autores Españoles», tomos XXVIIJ
y XXXII.
(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXVH.
SIGLO XIX : ROMANTICISMO 511
fueron de grande utilidad para depurar su gusto artístico y
para completar su educación literaria en distintos órdenes,
connaturalizándose con el estudio de escritores como
Byron, Lamartine y Víctor Hugo, que influyeron poderosamente
en su manera de ser. Entre sus obras deben nombrarse
El Moro expósito, el poema £1 paso honroso, sus
tragedias Ataúlfo y Aliatar, sus hermosísimos romances
históricos— ¿7/7 castellano leal, La conversión del Duque
de Gandía—, y por último, sus odas, entre las cuales las
hay verderamente admirables, por ejemplo, A la victoria
de Bailen, AI faro de Malta. Representa el Duque de Rivas
en la literatura. española y en nuestro siglo la aparición
grandiosa del romanticismo con el drama genial Don Alvaro
o la fuerza del sino, de la estirpe de Lope, de Calderón,
de Rojas, de \’ícíor Hugo. Después de esa obra el
romanticismo español tiene ya su modelo y su dogma. La
historia, el romancero, las gestas, las crónicas serán las
fuentes que harán revivir la poesía nacional (1)
Antonio García Gutiérrez es, como poeta romántico,
sucesor del Duque de Rivas en la literatura española. Nació
en 1812, y luchando con las privaciones de la vida,
llegó soldado a Madrid, donde logró ver representado en
1 de Mayo de 1836 el drama a que debe su mayor gloria:
El Trovador. El severo Larra unió su aplauso al espontáneo
y general con que el público recibió la obra, y el nombre
del poeta soldado, llegó a todas parles hasta conseguirle
la licencia absoluta. No fué el éxito hijo de una
exaltación pasajera, hoy el que conozca la obra de García
Gutiérrez, tiene que otorgarle su aplauso, aparte de algún
anacronismo disculpable. El Tro raedor encierra en sí méritos
suficientes para ser digno de alta estima, aunque no
fuera más que por el fino cálculo con que se mide el efecto
dramático y aquella armoniosa y brillante versificación.
;i) Obras, Madrid, 1894-1904, siete tomos.
que alterna, como era moda del romanticismo, con la
prosa. Otras obras de García Gutiérrez son Simón Bocanegra,
Juan Lorenzo, Venganza catalana y Crisálida y
Mariposa. «Su principal condición ha sido una espontaneidad
prodigiosa y una inspiración purísima. Espíritu de
viva y rica imaginación, ha sabido crear y manejar la fábula
legendaria como pocos, y es tan española toda su
manera de ser. y tan genuinamente nacional su musa, que
no puede tacharse de influjo extraño ninguna de sus creaciones.
Versificación fácil, naturalidad asombrosa y lenguaje
puro, sin arcaísmos, son, finalmente, las prendas
de su elocución» (1). Murió en el año 1884.
Sigue en el teatro romántico Juan Eugenio Hartzen-
BuscH, nacido en 6 de Septiembre de 1806. Desde el taller
de ebanistería, donde pasó su niñez, llegó a ingresar en la
Academia de la Lengua y a la dirección de la Biblioteca
Nacional. En 1825 ya se le ve haciendo sus primeros ensayos
dramáticos con traducciones del teatro francés, y
educa su gusto con la refundición de algunas de nuestras
comedias clásicas, hasta que se decide a escribir dos dramas
Iiistóricos, tímidos ensayos que de seguro no revelaban
al poeta inspiradísimo que el 19 de Enero de 1857, estrena
en el teatro del Príncipe su drama Los Amantes de
Teruel, tema tan explotado por los poetas españoles y en
el cual logró un éxito feliz.
Con tales alientos se decidió a levantar más su crédito
en Doña Mencía (1858), Alfonso el Casto (1841), Juan de
las Viñas (1844), La Jura en Santa Gadea (1845), La
madre de Pe/ayo (1846). En 22 de Octubre de 1880 murió
el gran romántico español, fecundo cual nuestros antiguos
(1) Así dice Gincr de los Ríos (H), pero no es absolutamente cierto,
pues imitó a Dumas, a Lessing, etc. Véanse Obras escogidas, un temo
en 4. o, 1896.—f/ Trovador, en «Biblioteca de Clásicos de la Literatura
Española», por Bonilla, 1917.
clásicos y como ellos expresivo, serio, elegante, epigramático
a veces, y no pocas calderoniano por lo alto de su
inspiración. A nuestro juicio, su obra maestra es Los
Amantes de Teruel, allí el interés dramático llega donde
ya no alcanzó Harizenbusch ni en La Jura, que, no obstante,
tiene escenas de vigor extraordinario, pero en la que
largas descripciones vienen a robar un interés que el espectador
pide para la acción. Como fabulista demostró el
poeta una vena admirable. Pero no quedan aquí los méritos
de Harizenbusch: la comedia de magia también atrajo
su ingenio, y La redoma encantada, Los polvos de la
madre Celestina, etc., han divertido la pasada generación.
Filólogo, crítico, poeta religioso, en todo dejó profunda y
gloriosa huella (1).
Suele citarse entre los románticos a Antonio Gil y
Zarate, el cual en 1857 estrenó su drama Carlos II el
Hechizado, que es una lamentable equivocación. Más significación
y valor tiene como preceptista, aunque siempre
lo fué de espíritu muy estrecho.
La lírica romántica en España.—Acaso el más romántico,
al estilo francés, de los poetas españoles fué José Espron-
CEDA, nacido en 1810 y muerto en 1842. Estudió bajo la
dirección de D. Alberto Lista, quien le juzgó atinadamente
cuando dijo de su talento que «era inmenso como una plaza
de toros llena de plebe». Reflejo de una generación cuyos
ardores apenas nos explicamos hoy, caen sobre él
todas las censuras de quienes desde tan lejos no podemos
comprender los empeños de aquellos apasionados corazones.
En cambio, admiración profunda merece el artista
que en momentos más templados y de inspiración no báquica
pudo producir canciones como su elegía A la Patria.
(1) Obras de D. Juan Eugenio Harizenbusch, Madrid, 1892, tres
y aun en muchas de aquellas poesías cuyo espíritu es la
sensualidad y el recuerdo del placer material— Cd/7/0 a
Teresa—creemos que nadie como Espronceda supo crear
formas tan aéreas y poéticas, aunque en su fondo existe
latente aquel «tedio malsano y de una melancolía escéptica,
no siempre sincera acaso, pero cuya imitación ha producido
detestables resulí idos» Sus obras notables son el
conocido poema El Diablo Mundo y su popular y hermosa
leyenda El estudiante de Salamanca, y, por último, entre
todas sus líricas, sobresalen La canción del pirata.
El mendigo, El verdugo, el Himno al sol y el Canto del
cosaco. En opinión de los más eminentes críticos, es Espronceda
el resumen de todas las excelencias y de todos
los defectos de sus contemporáneos, y hay hay quien le
concede igual importancia que a los primeros vates de
Alemania, Italia e Inglaterra (1).
Con un espíritu clásico muy desorientado y falso publicó
Juan Bautista Arriaza (1770-1857) multitud de poesías
que lograron aplauso unánime. Hoy Arriaza no merece el
dictado de poeta de primer orden que el público de su tiempo
le concedió. No quiere esto decir que sus composiciones
eróticas y anacreónticas carezcan de valor literario;
entre ellas las hay bellas, y hasta sentidas, pudiendo recordarse
también las patrióticas el Himno de la victoria y
Los defensores de la Patria.
Generalmente, peca Arriaza de abandono; poeta más
abundante que correcto, deja manar de su pluma cuanto a
ésta liega, ski cuidarse mucho de su calidad. Así, en la
composición al Dos de Mayo, en medio del fuego de la
inspiración que en toda ella reina, molestan epítetos no
muy adecuados y pródigamente repartidos. En sus poesías
(1) Obras, Madrid, 1884 —Espronceda fué de los primeros en cultivar
en España la novela histórica con la suya Sancho Saldaña o el Castellnno
de Cuéllar, hoy casi olvidada.
festivas distingue a Arriaza una tendencia satírica, burlona
e inocente, sin pretensiones de magisterio, pero punzante
y traviesa.
Cítase a Nicomedes Pastor Díaz (1811-1865) como poeta
verdaderamente estimable, de inspiración pesimista y
romántica, que se confirma en su novela De Villahermosa
a la China.
Poetas catalanes.—Manuel Cabanyes (1808-1855). Su prematura
muerte privó al siglo xix de haber tenido en pleno
romanticismo un egregio vate clásico. Milá y Fontanals
y Menéndez y Pelayo han fijado definitivamente el mérito
de Cabanyes y el argentino Oyuela lo ha enaltecido en
America. A pesar de todo, el poeta no se ha vulgarizado en
España; su misma clásica perfección, su grandeza pindárica,
!a frase por demás sobria y la rigidez de su inspiración
harán que no pueda ser apreciado por la generalidad,
que en arte se aviene mal con los genios tan personales.
Perdónanse los defectos de un poeta que siente como la
generalidad, y que se impone, porque llega a todos los
hombres, pero otro artista divorciado, quizá de propio intento,
de su público y de su época, no logra hacerse dueño
de ésta. Los poetas románticos Zorrilla y Espronceda,
valiendo técnicamente menos que él, fueron más extensos,
fueron más poetas, queriendo decir con esto que lograron
el dominio, el imperio de su público.
Es famosa su oda A la Poesía, donde inspiración, frase,
ritmo, libertad métrica en cuanto a la rima, palabra, sintaxis,
todo es singular, semipindárico, horaciano, que
nada tiene que ver con el clasicismo de Lista, y menos con
el más frío y declamatorio de Cienfuegos, Gallego o Arjona.
Tiene más de Fray Luis de León que de sus contemporáneos
y sucesores, aunque por la forma artística es heraldo
de los poetas románticos, a los cuales anuncia también
por su espíritu de libertad, que los Tiltimos llevan a los ma516
yores extremos. Como satírico es un verdadero Juvenal,
por su severidad y crudeza (1).
Grande poeta, aunque sólo acertó a ser grande una vez,
es el también catalán Buenaventura C. Aribau (1798-1862),
el cual, en la magnífica oda A la Patria, no sólo representa
el resurgir de la lengua catalana, sino que encarna, sin
bastardas intenciones, toda la sinceridad de un amor íntimo
a la tierra nativa.
Muyra, muyra l’ingrat que al sonar en sos Ilavis
Per estranya regió l’accení natiu, no plora…
Extraordinario fué el éxito de la composición, sirKque
Aribau pudiera volver a lograrle; fué su canción a la patria
un grito de ingenuo sentimentalismo y no tuvo segunda
parte. En cambio, desde entonces los catalanes vieron que
en su propia lengua se podía aún lograr la expresión poética.
Joaquín Rubio y Ors, fué el portaestandarte de esa
renovación, y si numerosos fueron sus estudios criticóse
históricos, todos apreciables, ninguna transcendencia tuvieron
comparada con la que logró como poeta en lengua
catalana, cuyas composiciones firmó con el seudónimo Lo
gayter del Llobregat. Las aspiraciones de los poetas catalanes
y mallorquines, como los Aguiló, sustentadas por
Rubio y por Víctor Balaguer, tuvieron una consagración
definitiva con la restauración de los Juegos Florales, cuyo
primer certamen se celebró en Barcelona en 1.° de Mayo
de 1859, ba)0 la presidencia de Milá y Fontanals.
Juan Arólas (1805-1890), nació en Barcelona, aunque Valencia
le considera como suyo a causa de que allí moró
casi constantemente y en esta población profesó como sacerdote
escolapio. Sus obras pueden clasificarse del siguiente
modo: Poesías amatorias, caballerescas, orienta-
(1) Obras escogidas, Barcelona, 1858.
les y religiosas. Respecto a las primeras, palpita en ellas
un sensualismo inusitado en nuestra literatura, por la voluptuosidad
decadente que parece directamente heredada de
los trovadores provenzales, si no fuera que recuerda otros
poetas, como Víctor Hugo, Pope y Moore. Gran fama alcanzaron
las Orientales, en las que el mismo Víctor Hugo,
a veces, no le iguala. Hállase en estas poesías tal riqueza
de inspiración y colorido, que causa trabajo creer sea un
español del siglo xix capaz de producir lo que sólo un poeta
de las cortes de los sultanes podía soñar. Orientales son
Jida y Kaled, El anillo mágico, El guarda del harem. La
yegua del árabe (ésta es de las más bellas), Constantinopla.
Guiñara, etc. Las poesías caballerescas de Arólas son
algo semejante al romance español y de analogías muy
grandes con la leyenda, sin llegar, ni con mucho, a la lozanía,
vigor, facilidad y donaire de aquél. He aquí algunos
títulos: Don Sancho; Don Ñuño, Conde de Lara; Berenguer
el Grande, Conde de Barcelona; La Virgen del bosque.
Las Tranzaderas, etc. También se distinguió el escolapio
como poeta religioso; pero, aunque no falto de
grandeza y majestad cuando canta a Dios, es poco inspirado,
si se le compara con sus composiciones profanas.
No obstante, pondrán a Arólas entre los buenos poetas
religiosos sus Harmonías, Canto a la creación, Himno
de la mañana. Himno de la noche, A la Divinidad, El
Hombre, etc. (1).
José Zorrilla (1817-1893). Es el último poeta español en
cuanto a aquel encarnar dentro de su alma todo el espíritu
tradicional de la poesía española romancesca, a la usanza
del antiguo poeta popular. Él mismo nos cuenta cómo su
musa nació ante la tumba de Larra, dándose a conocer de
modo solemne y algo teatral, achaque que persiguió siem-
(\) Poesías caballerescas y orientales. Valencia, 1840, un tomo.
Poesías del P. J. A. Valencia, 1883, un tomo.
prc al poeta. Los primeros pasos fueron sobre las huellas
de oíros vates que entonces deslumhraban: Espronceda
tuvo no poca parte en Zorrilla. Los versos de éste comienzan
faltos de verdadera inspiración; quiere cantar el pesimismo
y la duda del autor de El Diablo Mundo, y no
acierta; busca asuntos entre las más recónditas lobregueces
del romanticismo, y queda en tinieblas. Su alma era
demasiado limpia y sincera para continuar por ese camino,
que ni entendía ni le inspiraba. Volvió sobre sí mismo, y
con llana sencillez cantó la belleza donde él la veía: en los
rastros de la antigüedad, ya fueran ruinas, ya soberbios
palacios, catedrales, monasterios, las viejas ciudades castellanas
o moriscas. Todos cuantos poblaron ese mundo
que se forjó el poeta: reyes, guerreros, monjes, juglares,
judíos, venteros, nigromantes, inquisidores, picaros, todo
lo sacó a plaza y lo cantó como el último jugar castellano.
Bastaría para declararle por uno de los más grandes
poetas la perfección de sus leyendas A buen juez mejor
testigo, El Capitán Montoya, Margarita ¡a Tornera, Justicia
del Rey Don Pedro, etc.
Para conocer a Zorrilla quizá convenga abandonar de
una vez toda su poesía exclusivamente lírica, en la cual
poco acertó: era un épico y un dramaturgo épico, lo más
semejante a nuestro Lope de Vega o Rojas Zorrilla. Si el
lirismo se desborda en sus leyendas y en su teatro, es excelente
porque surge entonces provocado por la objetividad,
de la cual se posesiona y es como su eco; pero cuando
de propósito intenta ser lírico, sus poesías son juego
de palabras, vano entretenimiento de la fantasía y del
oído.
Hablando de Tirso ya hicimos mención de una obra dramática
de Zorrilla: Don Juan Tenorio (1844), que el censuró
duramente toda su vida, pero en la cual es imposible
negar brío, fuego y efectismo lírico que encantan, aunque
convengamos en lo disparatado de algunos recursos y en
SIGLO XIX : ROMANTICISMO 319
ciertos falseamientos del carácter de El burlador de Sevilla;
pero, en cambio, aventaja este drama a todos sus precedentes
por la poética creación de Doña Inés, lumbre del
ideal, que no hay en Tirso ni en Byron. Otras obras dramáticas
de Zorrilla son casi tan populares como ésta: El
puñal del godo. El zapatero y el rey, Traidor, inconfeso
y mártir. Hoy la inconsciencia ha puesto de moda burlarse
de la poesía de Zorrilla, y habría razón si todo lo de
este autor fueran algunas caídas de los Cantos del Trovador
y sus poesías líricas; pero o hay que borrar nuestro
teatro romántico y nuestro romancero, o el Zorrilla de
Traidor, inconfeso y mártir y de las Leyendas es un excelentísimo
poeta. El pecado de Zorrilla al escribir tanta
mediana y buena poesía no es suyo, es de sus contemporáneos;
y de la triste huella que dejó entre sus imitadores
americanos tampoco es responsable. Si éstos le siguieron,
y fueron muchos como su caricatura, es porque les agradaba
la musa del poeta, les colmaba el gusto, y él dio lo
que le pidieron. Como poeta popular, como cantor de la
raza, no estaba obligado a más (1).
Gabriel García Tassara (1817-1875), es poeta de estro
abundante y rotundo, que le vale ser colocado al lado de
los más grandes poetas europeos del siglo xix. Su hermosísima
oda A la traslación del cadáver de Napoleón, le
revela, a pesar de algún desaliño, de vate herreriano, algo
retórico y amigo de la hipérbole, pero rico en noble inspiración.
La admiración que tuvo por Quintana está bien
patente en su oda a este poeta, en la cual muestra su espíritu
culto. Fué conocedor profundo de las literaturas clásicas
y extranjeras, dejando algunas valiosas traducciones:
A Clfo y A Postumo, traducciones de Horacio; La
(t) Obras dramáticas y //r/cas, Madrid, 1895, 4 tomos.—Véase ei
estudio de D. Narciso Alonso Andrés, hoy lo más completo sobre este
vida del campo y La muerte de Príamo, de Virgilio; Monólogo
de Hamlet y La muerte del Qey Duncan, de Shakespeare,
etc. Su gloria, algo amortiguada, debe ai Sr. Valera
y al gran Menéndez y Pelayo el ir siendo restaurada.
Aunque americano, pues nació en Venezuela, Heriberto
García de Quevedo (1819 a1871 vivió en España, y en la
literatura peninsular tiene su verdadero puesto. Es el representante
en la lírica de influencias extranjeras, principalmente
de Byron y Manzoni, de quienes suele tomar su
espíritu poético, así como en la métrica es un enamorado
de la exuberancia de Zorrilla. Prueba de ello podemos encontrar
en cualquiera de sus composiciones: la oda A la
libertad, por ejemplo. Si se recuerdan los acentos de la
oda de D. José Eusebio Caro al mismo asunto, se encontrará
notable coincidencia en las dos; esto no quiere suponer
que haya habido imitación en uno respecto al otro;
más bien revelan una misma fuente: la inspiración de Quintana,
quien a su vez la derivó de aquella declamatoria manera
de Alfieri y de los poetas franceses. En la Corona
poética de María colaboró con bastante buen éxito, y en
oíros poemas de asunto cristiano, como La fe cristiana,
vuelve a aparecer, si no profundo poeta, sí fluido y verboso.
Este defecto es más de notar en su canto épico A Cristóbal
Colón, en el cual no fallan bellezas, llegando a veces
a la sencillez de una narración que cuadra con la hazaña
heroica (1).
Sentimental también, y en muchas ocasiones eco deEspronceda,
fué Miguel de los Santos Alvarez(1818 a 1892),
autor de Cuentos en prosa (Tentativas literarias), entre
‘1) Obras poéticas y literarias de D. José H- García de Quevedo,
dos volúmenes en 8.»— Colección de /os me/ores autores españoles,
París, 1863, Garnier. Esta es la misma «Colección Baudry» otras veces
citado, bajo el anterior título.
SIGLO XIX : ROMANTICISMO 321
las cuales hay uno bellísimo, pesimista y ligeramente sarcásíico,
que tituló La protección de un sastre. No desmerecen
otros, como Agonfas de la Corte, Hombre sin
mujer, etc. Fué continuador poco afortunado áz El Diablo