Cuentos chinos

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Cuentos de la dinastía Tang
La dinastía Tang (618–907) constituyó la edad de oro de la literatura china. Sus numerosos cuentos de temas sobrenaturales, políticos, aventurescos y amorosos, con lenguaje pulido y riqueza de detalle, brindaron una imagen auténtica y vívida del pueblo y de la sociedad de entonces.

La hija del rey dragón

Li Chaowei

Li Chaowei nació cerca del año 800, en Longxi, actual provincia de Gansu el período Yifeng (676–678) un bachiller llamado Liu Yi, al fracasar en un examen oficial, decidió regresar a la orilla del río Xiang, provincia de Hunán. Como tenía un paisano que residía en Jingyang, provincia de Shaanxi, hasta allí fue decir adiós. Apenas recorrió algunos kilómetros, cuando al levantar repentino vuelo una bandada de pájaro el caballo se encabritó, se puso a galopar desbocado y sólo se detuvo después de correr 8km, donde el jinete divisó a una mujer pastoreando unos corderos no muy lejos del camino. La mirando detenidamente la encontró maravillosa. Pero las cejas finamente arqueadas expresaban preocupación, y el ropaje ajado y arremangado acentuaba el gesto pesaroso y absorto de quien está dominado por la zozobra.

— ¿Qué ocurrió para te preocupar tanto?

Nel comienzo agradeció con una sonrisita. Después rompió a llorar:

— ¡Soy tan desgraciada! Puesto que te dignas se interesar por el dolor que me penetra hasta la médula de los huesos, por más que me abruma la vergüenza me resulta imposible guardar silencio. Ruego me escuchar con atención: Soy la hija menor del rey dragón del lago Dongting. Mis padres me hicieron me casar con el segundo hijo del dragón del río Jing, pero mi marido, de naturaleza voluble, se dejó seducir por las criadas y cada día me maltrataba más. Entonces me quejé a mis suegros, pero mimaban demasiado al hijo y así no asumieron mi defensa. Ofendidos por mi reiteradas quejas me exilaron en este lugar.

Al terminar de hablar desfalleció y rompió a llorar:

— ¡El lago Dongting está tan lejos! Sola, delante de este inmenso horizonte, ¿cómo enviar un mensaje a los míos? Tengo destrozado el corazón y fatigados los ojos de tanta espera, pero nadie conoce mi desgracia. Puesto que te diriges hacia el sur, pasarás muy cerca del lago Dongting. ¿Puedo confiar una carta en tus manos?

— Soy un hombre de bien. ¡Al escuchar tus palabras siento hervir mi sangre! Ruego me aceptar como humilde servidor. No pido más que llegar hasta allí volando, aunque sea sin ala. Pero el lago Dongting es muy profundo y apenas marcho sobre la tierra. ¿Cómo podré llevar tu mensaje? Puesto que las vías terrestres y ultraterrestres no se comunican, mucho temo que te decepcionaré, fracasando. ¿Sabes como puedo cumplir la misión?

— ¡Nunca podré expresar cuánto me conmueve tu bondad! — Respondió en medio de llanto. — Si alguna vez lograse una respuesta a mi mensaje, no me bastará toda una vida para testimoniar mi agradecimiento. ¿Cómo me atreví a hablar sin tu previo consentimiento? Ahora puedo decir que no es más difícil llegar a Dongting que ir a la capital.

Respondiendo a las preguntas de Liu, precisó:

— A norte del lago Dongting hay un gran naranjo, venerado por los campesinos como el árbol sagrado de la aldea. Tomes este cinturón, ates algo nel extremo y golpees tres veces sobre el tronco del árbol. Alguien se presentará a tu llamado. Lo sigas y no tendrás dificultad. Seré muy feliz que fuera de esta carta puedas decir a mis padres todo lo que confié a ti con el corazón abierto. ¡No dejes de hacer. Suplico mil y mil veces!

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Al terminar de hablar desfalleció y rompió a llorar

— Estoy a tu orden.

Entonces ella retiró una carta del bolsillo y la entregó con una reverencia. Después dirigió la mirada hacia el oriente y lloró, incapaz de contener el dolor. Profundamente emocionado, Liu puso la carta en su bolso y formuló la última pregunta:

— ¿Por qué cuidas estos corderos. Acaso las divinidades comen también carne?

— No. Estos no son corderos, sino los mandaderos de la lluvia.

— ¿Qué quieres decir?

— Que pertenecen a la categoría de relámpago y trueno.

Liu miró con atención a los corderos y observó que marchaban con la cabeza alta y los ojos fulgurantes. Su modo de pastar y de beber resultaba sorprendente, pero en cuanto a la talla, cuernos y vellón en nada se diferenciaban de los corderos ordinarios. Agregó:

— Como soy tu mensajero, espero que cuando vuelvas al lago Dongting no te niegues a me recibir.

— ¡Qué ocurrencia. Te guardaré el afecto que sólo se tiene a un pariente!

Se dijeron adiós y se separaron. Liu se dirigió al leste. Después de recorrer varias docenas de pasos se dio vuelta: La mujer y los corderos ya desaparecieron.

En esa noche arribó a la ciudad y se despidió del amigo. Un mes después llegó a su país natal, ordenó sus cosas y pronto se dirigió al lago Dongting. Exactamente al sur del lago encontró al naranjo sagrado, retiró el cinturón, golpeó tres veces el tronco y esperó. Pronto vio salir del agua a un guerrero, que preguntó:

— ¿De parte de quién vienes?, querido huésped.

Sin revelar aún toda la verdad, respondió:

— Deseo visitar a tu gran rey.

Hendiendo el agua para abrir camino, el guerrero guió a Liu hasta el fondo del lago, haciendo la recomendación:

— Cierres los ojos y llegarás en un instante.

Liu obedeció y en un instante quedó delante de un gran palacio, con grupos de pabellones con millares de portales y arcadas, rodeados de todas clases de plantas y árboles de los más raros del mundo. El guerrero hizo señal de se detener nel extremo de un gran salón:

— Tengas la amabilidad de esperar aquí.

— ¿Qué edificio es éste?

— Es el palacio de la Bóveda Divina.

Mirando con detención alrededor, vio que el palacio contenía todas las piedras preciosas conocidas: Columna de jade blanco, escalera de jaspe, lecho de coral, cortina de cristal, dintel de esmeralda incrustada de esmalte, artesonados de luz de arco iris con aplicaciones de ámbar. Del conjunto surgía una impresión de extraña y inefable belleza.

— ¿Dónde está el príncipe de Dongting?

— Su majestad está nel pabellón Perlas Negras, conversando con el sacerdote del Sol sobre la teoría del elemento fuego. Pero pronto terminarán.

— ¿Qué significa esa teoría?

— Nuestro príncipe es un dragón. Vale decir que el agua es su elemento. Con una gota de agua puede inundar montañas y valles. El sacerdote taoísta es un hombre, en consecuencia el fuego es su elemento. Con una antorcha puede incendiar todo un palacio. Las propiedades de los elementos son diferentes. Los efectos no son los mismos. Como el sacerdote del Sol es un experto en las leyes de la naturaleza humana, nuestro príncipe lo invitó para conversar.

Apenas terminó la explicación, cuando se abrió la puerta del palacio. En medio de una escolta de nubarrones apareció un hombre vestido de púrpura, con un cetro de jaspe en la mano. Transportado de júbilo, el guerrero exclamó:

— ¡He nuestro rey!

Después el guía se adelantó para anunciar la llegada de Liu. El rey giró su mirada hacia el viajero y preguntó:

— ¿No eres del mundo humano?

Liu respondió afirmativamente mientras reverenciaba. El rey devolvió el saludo y lo hizo se sentar nel palacio de la Bóveda Divina.

— Nuestro reino del agua es profundo y sombrío. Soy apenas un ignorante. ¿Qué razón te trae, señor, a través de una distancia de 4000km?

— Soy un compatriota de su majestad. Nacido nel sur, estudié nel noroeste. Luego de fracasar en un examen, hace eso poco tiempo, al pasar en la orilla del río Jing encontré a tu querida hija, que hacía pastar unos corderos en pleno campo. Cabello al viento, mojada bajo la lluvia, me dio pena la ver. La interrogué y respondió estar en esa condición por los maltratos del marido y el abandono de los suegros. Mientras hablaba vertía mucha lágrima, que me llegó directamente al corazón. Después me confió una carta y prometí entregar a ti. He porque estoy ante tu presencia.

Entonces entregó la carta al rey, quien después de leer escondió el rostro atrás de la manga y empezó a llorar.

— ¡Toda la culpa fue mía. Culpa de tu viejo padre! Fui como un ciego y sordo, sin sospechar que lejos de aquí mi pobre hija cayó en desgracia. Pero, señor, aunque extraño a nosotros, viniste nos ayudar. ¡Mientras vivir nunca podré olvidar tu bondad!

El rey lloró un poco más y su séquito lo acompañó en lágrima.

Entonces un eunuco del palacio se acercó al rey y recibió una carta con la orden de la pasar a las mujeres que estaban nel palacio interior. Momento después se escucharon los lamentos que llegaban de los apartamentos interiores. Alarmado, el rey dijo a los súbditos:

— Ordenad, rápido, a las mujeres no alborotar. No sea que las escuche el príncipe de Qiantang.

— ¿Quién es ese príncipe?

— Es mi hermano menor. Fue príncipe del río Qiantang, pero ahora vive de retiro.

— ¿Por qué no quieres que sepa la novedad?

— Porque es demasiado impetuoso. Los nueve años de diluvio bajo el reinado de Yao, el Sabio, fueron la consecuencia de uno de sus accesos de cólera. Últimamente querelló con los generales del Cielo e inundó las cinco montañas. Como tengo a mi favor algunos méritos viejos y recientes, el soberano del Cielo acordó su perdón a mi hermano, pero en cambio debe ser guardado aquí con cadena. La gente de Qiantang espera todos los días su retorno.

Al terminar esas palabras se produjo un gran alboroto. Parecía que el cielo se desplomó y se hundió la tierra. Todo el palacio fue sacudido como una espiga en medio de un temporal. Entre los torbellinos de humo y nubarrones surgiendo de todas partes, apareció un dragón escarlata, de 300km de largo, ojos de relámpago, lengua de sangre, escamas bermellón, crine de llama. Nel cuello llevaba una gran cadena de oro atada a un pilar de jade. Y repentinamente envuelto en truenos y relámpagos, al mismo tiempo que se desencadenaba una tempestad de nieve y granizo, se lanzó hacia el cielo azul y desapareció.5

Dominado por el pánico, Liu cayó a tierra. El rey fue en persona a lo levantar y lo tranquilizó:

— No tengas miedo. Es nada.

Después de un buen momento el bachiller comenzó a recobrar el espíritu. Cuando se sintió recuperado pidió permiso para se retirar:

— Permitas salir vivo de aquí y no volver.

— No hay necesidad de partir. Mi hermano tiene la costumbre de ir así, pero no volverá del mismo modo. Tengas la bondad de permanecer un momento más.

Ordenó que trajesen licor. Y con toda cordialidad comenzó a brindar.

Pronto se levantó una brisa de alegría que trajo nubes de buen augurio. En un desfile de estandarte y bandera, al son de flauta y caramillo, atrás de miles y miles de doncellas vestidas de rojo, que charlataneaban y reían a carcajada, avanzaba una bella doncella de cejas bien arqueadas, cubierta de joyas resplandecientes y vestida de seda flotando en largas cintas. Cuando se acercó, Liu comprobó que era la bella afligida que le confió el mensaje. Tenía un gesto feliz y triste a la vez, y aún se le deslizaba lágrima de alegría. Y mientras humareda roja y púrpura se elevaba alrededor y velaba su figura, penetró nel palacio interior, en medio de densos perfumes que danzaban alrededor.

Riendo, el rey dijo a Liu:

— ¡He de vuelta la cautiva del río Jing!

Se excusó y volvió a entrar nel palacio interior, sintiendo los ecos de dulces efusiones persistentes. Después el rey volvió y comenzó a beber con Liu. Estaba allí otro hombre, vestido de púrpura, un cetro de jaspe en la mano, que se mantenía al lado del rey con gesto de orgullo y magnificencia. El rey lo presentó a Liu:

— Este es el príncipe de Qiantang.

Liu se levantó y lo saludó. El príncipe devolvió el saludo con mucha cortesía y dijo:

— Mi pobre sobrinita fue lastimosamente humillada por el granuja su marido. Gracias a tu magnanimidad la noticia tan lejana de su desgracia pudo llegar a nuestros oídos. Sin tu gentil intervención la pobrecita se mezclaría al lodo del río Jing. Mis palabras son impotentes para expresar agradecimiento.

Liu agradeció con una reverencia y volvió a su lugar sin se atrever a agregar más palabra. Entonces el príncipe se volvió hacia su hermano mayor y contó su aventura:

— Después de partir, en esta mañana, del palacio de la Bóveda Divina, llegué en dos horas al río Jing. El combate que allí libré demoró otras dos horas, y otro tanto me llevó volver hasta aquí. Nel camino de vuelta volé hasta el noveno cielo y tuve una entrevista con el soberano celestial. Cuando supo la injusticia cometida me perdonó y me absolvió de la vieja condena. En esta mañana estuve demasiado dominado por mi indignación y demasiado apurado, por eso no pude decir adiós. Lamento alborotar todo el palacio y, sobre todo, considero imperdonable alarmar a nuestro querido huésped.

Y el príncipe retrocedió, haciendo otra reverencia.

— ¿Cuánta gente mató? — Preguntó el rey.

— 600 mil.

— ¿Destruyó campos?

— Alrededor de 1200km.

— ¿Dónde está ese marido ingrato?

— Lo comí.

Tocado por la piedad, el rey dijo:

— Es cierto que ese granuja era intolerable. Pero te le fuiste la mano. Felizmente el emperador del Cielo, siempre clarividente, te perdonó a causa de la gran injusticia que provocó tanta destrucción. ¿De otro modo, cómo asumiría tu defensa? Es preciso no actuar en adelante así.

El príncipe hizo otra reverencia.

En esa noche alojaron a Liu nel salón de la Claridad Cristalina. Nel día siguiente fue ofrecida, nel palacio de las Esmeraldas, otra fiesta en su honor. Participó toda la familia real. Hubo un gran concierto y sirvieron todas clases de buen vino y delicado manjar. Como comienzo, a la orden del salón, 10 mil soldados danzaron al son de trompetas, cuernos, tambores y juegos de campana, enarbolando estandarte, espada y alabarda.6 Uno de los guerreros avanzó para anunciar que era de la marcha triunfal del príncipe de Qiantang. Esa danza marcial fue ejecutada con tanta bravura y fogosidad que puso en carne de gallina a todos los espectadores. Después, al son de gong, címbalo e instrumento de cuerda y de bambú, un millar de doncellas vestidas de seda y adornadas con perlas y jade danzaron nel lado izquierdo del salón. Una de las danzarinas se destacó para anunciar que era la celebración del retorno de la princesa. Las melodías eran tan suaves y quejumbrosas que sin querer todos dejaron caer lágrima. Terminadas las dos danzas, el rey dragón, transportado de alegría, mandó distribuir piezas de seda a los danzarines. Después todos los invitados se apretaron en sus puestos del festín y tomaron vino hasta más no poder.

En plena fiesta el rey se incorporó y, golpeando la copa sobre la mesa, cantó:

¡Vasto es el gran cielo azul y la tierra sin límite!

Infinito el ideal que cada uno guarda en sí

El zorro se cree dios y la rata se cree santa

ensuciando el templo, escondida bajo su muro

¡De repente un trueno y todo es disperso!

¡Gracias a su bondad, que derramó os mares

al fin volvió mi hija a los brazos paternales!

No encuentro palabra para decir gracias.

Después que cantó el rey, el príncipe de Qiantang hizo una reverencia y contestó:

Unidos por el cielo y separados por la muerte

fue un esposo indigno y ella la mal casada.

Al borde del río Jing arrastró su desgracia

cabello suelto al viento, ropa empapada de lluvia

¡Gracias a ti, oh señor, mensajero valiente

aquí estamos reunidos, más felices que nunca!

¡Jamás te olvidaremos!

Terminado el canto, el rey y el príncipe se levantaron y ofrecieron, en unísono, una copa a Liu, quien, vacilando al principio, terminó aceptando y la vació con un trago. Después presentó dos copas a los dos príncipes y cantó:

Las nubes de jade pasan, del mismo modo que fluye el agua

¡Oh, princesa que llora como una flor bajo la lluvia!

Un mensaje enviado la liberó de la pena

Vengado su ultraje, he ella, serena

¡Gracias por el concierto y por el festín!

Mi casa, en la montaña, espera al peregrino.

¡Diré adiós con el corazón partido de dolor!

Cuando terminó de cantar, los vivas surgieron de todas partes. El rey retiró de una caja de jaspe un cuerno de rinoceronte, muy apropiado para abrir los ojos. Al mismo tiempo el príncipe dispuso sobre una bandeja de ámbar un jade que esclarecía la noche. En pie ofrecieron esos presentes a Liu, quien los aceptó con mucho agradecimiento. Después todas las mujeres del palacio interior lo cubrieron con piezas de seda, perlas y piedras preciosas, que como montículos resplandecientes se elevaron delante y atrás de él. Y Liu no dejaba de mirar a todos lados, confuso y sonriente, saludando sin cesar. Al fin del festín, ya ahíto de vino y placer, se retiró y pasó la noche nel salón de la Claridad Cristalina. Nel día siguiente lo volvieron a festejar una vez más nel pabellón de la Luz Límpida. El príncipe de Qiantang, con los vapores del vino en la cabeza, combado como una fiera, dijo a Liu, con un gesto brutal:

— ¿Sabes que una roca dura se raja pero no se dobla y que un bravo prefiere se hacer matar antes que se humillar? Quiero proponer una cosa: Si consintieres todo irá bien entre nosotros. En caso contrario pereceremos los dos. ¿Qué te parece?

— Tengas la bondad de decir de qué se trata.

— Sabes que la mujer de señor de Jing es la hija de nuestro soberano. Bella y virtuosa, es altamente considerada por todos. Por desgracia fue víctima de un hombre indigno. Pero todo terminó. Quiero la presentar y sería feliz de contar contigo como un pariente hasta siempre. De tal modo aquella que todo te debe por reconocimiento tendrá la felicidad de te servir, y nosotros, que tanto la queremos, tendríamos el placer de la ver en buenas manos. Un hombre magnánimo no se detiene a medio camino. ¡La aceptes!

Liu se mostró grave un instante. Después rompió a reír y dijo:

— Jamás pensé que el príncipe de Qiantang tuviese ideas tan poco dignas de un hombre galante. Creo haber escuchado bien que al montar en cólera saltaste los nueve continentes y desplazaste las cinco cordilleras. Además te vi romper la cadena de oro y arrancar el pilar de jade para correr a vengar a tu sobrina. Me parecía que nadie se compararía contigo en bravura y sentido del honor. Correr a la muerte para vengar una ofensa, arriesgar la vida por una persona querida: He, en efecto, verdaderas muestras de la grandeza. Pero ahora que los músicos afinan sus melodías y que el huésped y el anfitrión están en perfecta armonía, ¿por qué tratas de me imponer tu voluntad sin preocupación con el honor? ¡No es lo que esperé de ti! Si me sorprendieses sobre un mar en furia o en una montaña tenebrosa, podrías me intimidar con tus escamas y tu barba de erizo, para me cubrir de nube y lluvia y me amenazar de muerte. En ese caso te consideraría una fiera y no te reprocharía. Pero ahora te presentas como un ser humano, sentado aquí para charlar sobre cosas mundanas, y tan bien logró mostrar todos los sentimientos humanos y todas las delicadezas de conducta, que seguramente entre los hombres hay pocos valientes y sabios que te puedan igualar, sin hablar de los monstruos acuáticos. ¿Será posible que empleando las ventajas de tu cuerpo de reptil, de tu temperamento violento y del pretexto de la borrachera te atrevas a me obligar a torcer una conducta? He lo que no encuentro correcto. Cierto es que mi cuerpo es débil y quepo perfectamente sobre una de tus escamas. Sin embargo, con mi corazón invencible espero triunfar sobre tu inhumanidad. Príncipe: ¡Espero que reflexiones un poco!

Avergonzado y confuso, el príncipe se excusó:

— Aunque educado nel palacio, permanecí ignorante en las reglas de etiqueta. Por ello me excedí en mis palabras y herí tus principios de honor. Reconozco que cometí una falta realmente reprobable y me sentiré muy feliz que conserves intacta tu amistad hacia mí.

En esa noche hubo aún otro festín, donde reinó la misma alegría de las veces anteriores. Liu y el príncipe se hicieron buenos amigos. Nel día siguiente Liu pidió permiso para ir. La reina ofreció otra fiesta en su honor nel salón de la Luz Difusa, que se llevó a cabo en compañía de gran número de concubina, sirvienta y eunuco. Derramando lágrima, la reina dijo:

— Mi hija se siente tan endeudada por tu bondad, que jamás podremos testimoniar satisfactoriamente nuestra gratitud. ¡Y tan pronto nos quieres abandonar!

Hizo venir a la princesa, para dar las gracias. Preguntó la reina:

— ¿Volveremos a nos ver?

En ese momento Liu se arrepintió de no aceptar la proposición del príncipe de Qiantang. Sentía el corazón pesado de pena. Terminado el ágape, todos se despidieron con lágrima en los ojos. Nel momento de partir lo cargaron con nuevos regalos, entre los cuales incontables joyas preciosas.

Liu salió del lago nel mismo camino de llegada, escoltado por una docena de hombres que, cargados con su equipaje, no lo abandonaron hasta lo dejar sano y salvo en su casa. Después se dirigió a Yangzhou, a casa de un joyero, para vender algunas joyas, de las cuales bastaba una pequeña parte para lo convertir en millonario. En toda la costa derecha del río Huai no hubo hombre rico que pudiese comparar su fortuna a la de Liu.

Se casó con una muchacha llamada Zhang, que falleció poco tiempo después de la boda. Pronto se casó con otra, llamada Han, quien murió algunos meses después. Entonces Liu abandonó su tierra natal y se instaló en Nanjing.

A menudo el tedio de la viudez le hizo pensar en se casar nuevamente. Lo visitó una casamentera que hizo la proposición:

— Conozco una dama llamada Lu, oriunda del distrito de Fanyang. Su padre, Lu Hao, fue magistrado de Qingliu. En su vejez lo dominó el taoísmo y comenzó a errar solo entre las nubes y los manantiales y desapareció no se sabe dónde. Su madre se llama Zheng. Nel año pasado la joven se casó y entró a formar parte de la familia Zhang, de Qinghe, pero desgraciadamente el marido murió poco tiempo después. Su madre, que tanto se lamenta por la juventud y belleza de la joven viuda, quiso encontrar un buen marido para ella. ¿Será posible que te interese?

Liu buscó un día propicio para celebrar la boda. Como las dos familias pertenecían a la mejor sociedad, la magnificencia de las ceremonias, del ajuar y regalos dejaron con la boca abierta a todos los nanquineses.

Un mes después del casamiento, al entrar, cierta noche, en la alcoba, Liu observó detenidamente a la esposa y la encontró muy parecida a la hija del rey dragón, aunque bien podía asegurar que su mujer la sobrepasaba en belleza. Entonces le contó lo sucedido. Dijo su esposa:

— ¿Será posible algo parecido?

Un año más tarde tuvieron un hijo y Liu la quiso aún más.

Un mes después del nacimiento del hijo, ataviada con un vestido suntuoso y recubierta de joya, su mujer recibió en la casa a todas las relaciones. Nel curso de la recepción dijo a Liu, con una sonrisita:

— ¿Será posible que no recuerdes me haber visto hace mucho tiempo?

— Una vez fui mensajero de la hija del rey dragón. Nunca olvido eso.

— Soy la hija del rey dragón. Gracias a ti fue denunciada la injusticia nel río Jing, de modo que juré dedicar mi vida para testimoniar mi gratitud. Pero puesto que rechazaste la proposición de mi tío, como vivíamos lejos uno del otro y en dos mundos diferentes, no pudimos cambiar palabra. Mis padres desearon me casar con el hijo del dios del río Zhoujin. Yo no podía faltar a mi juramento ni desobedecer a mis padres. ¿Qué hacer entonces? Aunque me rechazaste y me fue imposible te ver, juré que de cualquier modo te reservaría mi corazón hasta la muerte. Y confié mi pena a mis padres, que se compadecieron y me dejaron en libertad de partir para te buscar. Pero entonces tomaste por esposas a las señoritas Zhang y Han. Cuando se murieron una tras otra y te trasladaste hasta aquí, se presentó la ocasión favorable, y mis padres quedaron felices de que finalmente pudiese se realizar mi esperanza. Ahora que logré te servir y amar hasta toda la vida, ya puedo morir con mi deseo colmado.

Se puso a llorar con cálida lágrima y continuó:

— Si de inmediato no dije quien era, fue porque sé que mi belleza no hizo mella en tu espíritu. Si ahora me confieso es porque me probaste tu amor. Una mujer como yo es indigna de tu corazón. Como sé que deseas tener un hijo, ofrezco uno para ganar el derecho de vivir a tu lado. ¿Consientes en eso? Antes de saber si me amabas la angustia y la tristeza desgarraban mi corazón. Nel día que fuiste mi mensajero me dijiste, sonriente: Espero que no te olvides de mí después de volver al lago Dongting. ¿En aquel momento pensaste en lo que somos? Más tarde, cuando mi tío te propuso este casamiento, lo rechazaste categóricamente. ¿Por qué? ¿Es que realmente no lo deseabas, o bien te negaste porque te ofendería? ¡Digas!

— Todo está señalado por el destino. Cuando te vi en primera vez, en la orilla del río Jing, te encontré tan pálida y agotada de dolor que me dominó la idea de tomar tu defensa. Pero en aquel momento el corazón solo captó tu dolor, sin pensar en otra implicación. Si dije que esperaba que deseaba nel futuro otro encuentro, fue debido a que esas palabras se escaparon por azar y nada más. Cuando el príncipe de Qiantang quiso me imponer el casamiento, su insolencia me enfureció. En definitiva, sólo quise hacer justicia. ¿Cómo me casaría con una mujer a la cual acabé de causar la muerte del marido? He la primera razón de mi rechazo. Y además, siendo la integridad la base de mi conducta, ¿cómo me rebajaría a violentar mi conciencia? Esa es la segunda razón de mi rechazo. Nel festín razoné conforme mis principios, solo pensando en la corrección, sin temor. Pese a eso, nel día de mi partida, al ver la ternura de tus ojos, me arrepentí, de todo corazón, por lo que dije. Después, tomado por el torbellino de las cosas humanas, quedé imposibilitado de te testimoniar mi sentimiento. ¡Qué alegría tea encontrar ahora como miembro de la familia Lu! En todo caso, el amor que guardé nel corazón no fue una pasión efímera. ¡En adelante te amaré siempre, con corazón sereno!

Profundamente emocionada, su mujer solo pudo derramar lágrima y agregó:

— Aunque soy de otra esencia que los humanos, no me creas desprovista de sentimiento. ¡Sabré responder a tu bondad! Puesto que todo dragón puede vivir 10 mil años, tendrás a mi lado la misma longevidad. Pasaremos libremente en cualquier lado, sobre la tierra y bajo el mar. ¡Tengas confianza en mí!

— ¡Jamás imaginé que me ofrecerías la inmortalidad de los dioses! — Exclamó Liu, riendo, jubiloso.

Los dos volvieron entonces al lago Dongting, donde la magnificencia de la recepción real superó toda descripción.

Más tarde se instalaron en Nanhai (Guangzhou) durante 40 años. Sus castillos, ropaje y festines fueron de esplendor principesco. Liu se mostraba generoso con todas sus relaciones. A pesar de su edad ya avanzada, la perennidad de su aspecto juvenil era la admiración de todos. Durante el período de kaiyuán (713–741), el emperador, deseoso de encontrar el secreto de la larga vida, ordenó su búsqueda a todos los alquimistas del reino. Entonces Liu se sintió vigilado e intranquilo, y prefirió volver con su mujer al lago. Allí se perdieron durante más de diez años sus huellas nel mundo. Cerca del fin del período Kaiyuán, su joven primo Xue Gu, destituido de su función de magistrado en la capital, fue exilado nel sudeste. Cuando atravesaba, en pleno día, el lago Dongting y miraba hacia lejos, vio como de repente surgió del agua una montaña toda verde. Los remeros se apresuraron para llegar a la costa, exclamando:

— ¡No hay montaña en ese lado. Debe ser un monstruo lacustre!

Nel tiempo de un parpadear la montaña se acercó a la barca. Una embarcación pintada de colores vivos descendió lentamente de la montaña y se dirigió directamente a la barca de Xue. Alguien gritó:

— ¡El amo Liu te invita a pasar!

Entonces Xue comprendió. Tan pronto llegó al pie de la montaña, arremangó su túnica y trepó rápidamente. Allá arriba había palacios como los terrestres y Liu estaba allí, los músicos delante, y atrás las doncellas cubiertas de perla. La riqueza de los objetos de arte sobrepasaba en mucho a la del mundo de los hombres. Hablando con mayor elocuencia que antes, y se viendo aún más joven, Liu lo recibió en la escalinata. Lo tomando de la mano, dijo:

— Hace poco tiempo que dejamos de nos ver y tu cabello ya está gris.

— Estás destinado a la inmortalidad, mientras que ¡pobre de mí!, algún día me convertiré en huesos secos. — Replicó Xue, con una sonrisa.

Entonces Liu le dio 50 cápsulas, diciendo:

— Cada una de estas píldoras te dará un año más de existencia. Cuando se acerque el término de tu vida, no dejes de volver hasta aquí. No es necesario quedar demasiado tiempo nel mundo humano, donde se sufre tanto.

Festejaron alegremente el encuentro. Después Xue se retiró. Liu entonces pareció se desvanecer sin dejar otros rastros de su vida, pero Xue a menudo contaba esa historia a sus relaciones. 48 años después Xue desapareció.

Yo, Li Chaowei, de la provincia de Gansu, me siento colmado de admiración al escribir esta historia que demuestra que las principales de las cinco categorías de seres vivientes7 poseen fuerzas sobrenaturales. Sin tales propiedades, ¿cómo los reptiles expresarían virtudes humanas? El rey dragón de Dongting se muestra realmente poderoso y magnánimo, mientras la impetuosidad y la franqueza caracterizan la conducta del príncipe de Qiantang. Ciertamente son virtudes que se deben transmitir de muy lejos. Xue Gu, primo de Liu, fue el único ser humano que se acercó al reino acuático. Desgraciadamente contó esta historia sin escribir. Y como es interesante, la transcribo aquí.

La hija del príncipe Huo

Jiang Fang

Jiang Fang vivió nel comienzo del siglo 9. Además de esta historia se le conoce un volumen de poesía que lo hizo famoso. urante el reino de Dali (766–779), en Longxi había un joven llamado Li Yi. Con la edad de 20 años rindió con éxito el examen de servicio civil. Nel año siguiente, en calidad de laureado, presentó candidatura a las funciones oficiales que a ser distribuidas nel ministerio de asunto civil. En verano, en la sexta luna, llegó a la capital y se alojó nel barrio de Xinchang. Perteneciente a una buena familia de letrado, pese a su extrema juventud ya mostraba talento, y la belleza de sus obras hacía que sus contemporáneos lo considerasen un escritor incomparable. Inclusive llegó a merecer la admiración de los letrados de mayor edad y maestría. Bastante orgulloso de sus dones, se propuso encontrar una bella mujer, pero durante mucho tiempo la buscó en vano entre las más famosas cortesanas.

En la capital había una intermediaria de asunto de amor, llamada Bao la Undécima, vieja sirvienta de la mujer del príncipe consorte, que lograra pagar su rescate para se casar hacía diez años. Poseía un carácter afable y una lengua que no conocía descanso. Frecuentaba todas las grandes familias, donde era recibida como gran experta en asunto galante. Como Li a menudo le hacía rico regalo, cuando le pidió servicio, se mostró muy dispuesta a ofrecer lo mejor.

Algunos meses después, en horas de la tarde, mientras Li descansaba nel pabellón sur de su casa, repentinamente escuchó que llamaban a la puerta con golpes precipitados. Se le anunció la visita de Bao la Undécima. Levantando los bajos de su túnica, corrió a su encuentro:

— Señora, ¿qué buenos vientos te conducen, así de sorpresa, hasta mi casa?

— ¿Jamás tuviste un buen sueño? — Dijo, entre risas — Conocí una hada exilada en la Tierra. Sin se preocupar con la riqueza, no admira otra cosa que la elegancia y la cortesía. Una belleza así parece hecha únicamente para ti.

Ante esa novedad, arrebatado de alegría, se sintió flotar en pleno cielo. Tomando de la mano a la intermediaria, hizo una profunda reverencia:

— ¡Seré tu esclavo hasta mi último suspiro!

Preguntó dónde vivía la bella y cuál el nombre.

— Es la hija menor del príncipe Huo y se llama Jade. Su padre la adoraba, y su madre Jingchi era la sirvienta favorita del príncipe. Al fallecer el príncipe, sus hermanos no quisieron la conservar a su lado porque su madre era de baja condición. Les entregaron una parte de la herencia y pidieron se alojar en otra parte. Entonces ella tomó el nombre de Zhang, de tal modo nadie sabe que se trata de la hija del príncipe. ¡Jamás vi una belleza tan perfecta! La elevación de sus sentimientos y la gracia de su persona impiden comparación. La música, la poesía y la caligrafía no guardan secreto para ella. Ayer me pidió buscar a un joven que fuese digno. Le hablé de ti. Tu nombre le era bien conocido y se mostró muy contenta. Su residencia es en una callejuela del viejo templo del barrio de Shengye, en la puerta que corresponde a la entrada de los coches. Fijé una cita para mañana a mediodía. Llegando al fondo de la callejuela, sólo tienes que buscar a su sirvienta, que se llama Guizi, quien te conducirá hasta la casa.

Cuando la casamentera partió Li comenzó su preparativo. Envió a su mucamo Qiuhong, a pedir prestado un caballo negro con arneses dorados en casa de su primo Shang, consejero militar en la capital. En esa noche hizo limpiar su mejor ropaje, tomó un baño y rehizo su maquillaje. La alegría lo tuvo despierto toda la noche. Al salir el Sol se puso un sombrero, se miró detenidamente nel espejo, temiendo en todo momento que fallase algún detalle de su presentación. Así ocupó el tiempo hasta mediodía. Entonces montó en su cabalgadura y se dirigió directamente hacia el barrio de Shengye. Nel lugar fijado lo esperaba una sirvienta:

— ¿Eres señor Li?

Desmontó e hizo atar su caballo en la saliente del techo del portal. Entró, cerrando precipitadamente la puerta atrás. Y allí estaba Bao, quien salió de la casa, sonriendo de lejos:

— ¿Quién es el intruso que termina de forzar la puerta?

Sin dejar de bromear, entraron en una puerta interior a un patio donde había cuatro cerezos y la jaula de un loro suspendida nel costado noroeste.

Al ver a Li, el loro se puso a gritar:

— Alguien viene. ¡Bajad pronto la cortina!

De naturaleza reservada, y ya con el corazón poco confiado, se detuvo al escuchar el grito del loro, vacilando en seguir adelante. Entonces Bao fue a buscar a la madre de la joven, quien bajó en la escalinata, para le desear la bienvenida, y lo invitó a se sentar en su frente. La madre, cuarentona, se veía aún muy encantadora y hablaba con mucha gracia. Dijo al joven:

— Hace mucho tiempo que escuchamos hablar de tu talento. Ahora compruebo cómo tu persona es digna de tal fama. Tengo una hija que a pesar de poca educación no es demasiado despreciable. Me atrevo a sugerir que puede te gustar y convenir. La señora Bao me habló sobre eso y quedaré feliz en ofrecer su mano.

— Soy apenas un rústico y me siento todo confuso de que me recibas con tanta buena voluntad.

— Si me aceptares me concederás un alto honor para toda mi vida.

Estaban preparando el ágape. Cuando listo, la madre llamó a Jade. Salió de la habitación del leste y Li fue a se inclinar delante de ella. Al entrar ella, a Li pareció que toda la sala se transformaba en un inmenso ramo de rosa y cuando sus miradas se encontraron quedó como encandilado. Ella se sentó al lado de su madre, quien le dijo:

— Te gusta repetir los dos versos:

A través de los bambúes, pasa agitando la cortina el viento.

¿Mi buen amigo volverá otra vez?

— ¡Y bien! He el autor del poema. Tú, que pasas el día entero leyendo sus obras, ¿qué piensas de él, ahora que lo tienes aquí?

Jade sonrió levemente y, bajando la cabeza, dijo con voz queda:

— Lo ver vale menos que lo escuchar: Toda la belleza cabe en un poeta de genio.

Li se levantó e hizo varias reverencias:

— La señorita ama el talento y amo la belleza. Nuestras cualidades serán variadas y se complementarán.

Jade y su madre cambiaron una sonrisa. Brindaron con vino varias veces. Luego Li se incorporó para pedir que la joven cantase. Al comienzo ella quiso se sustraer, pero finalmente, cediendo a la insistencia de su madre, entonó con voz de oro una melodía maravillosa. Nel fin del almuerzo ya caía la noche. La casamentera condujo al joven a descansar en un apartamento del oeste, donde el patio era bien tranquilo y las habitaciones muy agradables, con magníficos cortinados, y ordenó a las sirvientas Guizi y Wansha le quitar los zapatos y el cinturón. Después Jade lo acompañó. ¡Nada más tierno y acariciante que sus palabras. Y cuánta gracia al se desvestir. Y con las cortinas bajas, cuántos goces sobre la almohada! Le dominaba la impresión de compartir el lecho con una divinidad. Al llegar la medianoche, de repente Jade se puso a llorar. Lo mirando fijo, dijo:

— Soy una cortesana y me considero indigna de estar en tu compañía. Ahora me amas, pero mucho temo que cambie tu sentimiento cuando se aje mi belleza. Entonces seré como una enredadera sin apoyo, como el abanico abandonado nel otoño. Nel momento de la intensa alegría de ahora presiento la tristeza del futuro.

Muy emocionado, Li pasó su brazo bajo la nuca de la bella y dijo suavemente:

— Ahora que realicé el sueño de mi vida, prefiero que me conviertan en polvo antes de renunciar a ti. Me des una pieza de seda blanca, para escribir mi promesa, bajo palabra de honor, de nunca te abandonar.

Reteniendo lágrima, Jade ordenó a la criada Yingtao levantar el cortinado y traer candela. Después dio a Li un pincel y tinta. Para llenar los momentos de ocio, además de la música, Jade adoraba la lectura de poesía. Recado de escribir, pincel y barra de tinta, todo provenía de la familia real. Entonces ella tomó un bolso bordado, de allí retiró una pieza de seda blanca de 1m de largo, cuadriculada, con finas rayas negras, y la ofreció al amante, para escribir a gusto.

Li poseía gran talento de improvisador. Una vez que tomaba el pincel escribía de un tirón. Juró fidelidad eterna como montañas y ríos, el Sol y la Luna. Las palabras tenían tal ardor y sinceridad que iban directamente al corazón. Cuando terminó de escribir, entregó la pieza de seda a Jade, pidiendo la guardar nel cofre de joya de ella.

Desde entonces vivieron día y noche siempre juntos durante dos años, felices como un casal de martín-pescadores planeando en pleno cielo. En la primavera siguiente, en su calidad de laureado en examen oficial, Li fue nombrado secretario general del distrito de Zheng. En la cuarta luna, antes de partir a su puesto y de visitar a sus padres en Luoyang, invitó a sus amigos y conocidos de la capital a una fiesta de despedida. Estaban en la más bella temporada del año, entre la primavera y el verano. Al terminar la fiesta y cuando ya se retiraban los invitados, Jade, abrumada por la tristeza de la separación, dijo:

— Con tu talento y celebridad, por supuesto, cuentas con muchas admiradoras que buscarán se unir a ti. Tus padres viven solos y les falta una nuera para cuidar la casa. Antes de tu retorno, seguro que te obligarán a te casar con un buen partido. El juramento que me hiciste solo serán palabras vanas. Por eso deseo te presentar una pequeña petición. ¿Quieres escuchar?

Li se sintió sorprendido:

— ¿En qué te ofendí?, para que me digas tales cosas. Te escucho: Formules tu deseo, que será orden para mí.

— Apenas tengo 18 años y aún no cumpliste 22. Te faltan 8 años para llegar a la treintena, que para un hombre es la edad de se casar. Me acuerdes entonces ese tiempo para acumular nel lapso de 8 años la alegría y el amor de toda mi vida. Después tendrás tiempo para escoger como esposa a una señorita de familia distinguida. Entonces me retiraré del mundo con el cabello cortado y el vestido de monja. Es eso lo que deseo y no pido más.

Li no pudo retener lágrima, de vergüenza y emoción:

— Al Cielo juré que te permaneceré fiel hasta la muerte. Si aun pasando mi vida entera contigo no podré colmar mi deseo, ¿cómo puedo tener otra idea en la cabeza? Suplico que tengas confianza en mí. Basta me esperar aquí. Dentro de ocho meses volveré a Huazhou y enviaré a alguien para te buscar. Volveremos a estar reunidos dentro de muy poco.

Pocos días después se despidió y partió hacia el leste. Cumplió diez días en su puesto y pidió licencia para visitar a sus padres en Luoyang. Mucho antes del regreso su madre le concertara un casamiento con una prima de la familia Lu. Ya se pusieron verbalmente de acuerdo. Como la madre fue siempre severa e intransigente, Li quedó perplejo y no se atrevió a decir algo. Entonces tuvo lugar la ceremonia del compromiso y poco tiempo después de se efectuaría la boda.

Como la familia Lu era de las más poderosas reclamó para la ceremonia nupcial una dote de 1 millón de plata contante, condición sin la cual no se realizaría el casamiento. Pero la familia del joven era pobre y nuestro héroe debió pedir dinero prestado en todos lados. Aprovechando su licencia visitó a los amigos más lejanos, viajando en los valles de los ríos Changjiang y Huai, nel transcurso del otoño al verano. Se estimando perjuro atrasó adrede su vuelta, dejando a Jade sin noticia, para que abandonase toda esperanza. En todo lugar donde llegaba recomendaba a los conocidos no dejar escapar dato sobre el casamiento.

Ya pasara con exceso la fecha fijada para su retorno. Jade ensayó entonces, diversas veces y por distintos medios, obtener noticia sobre su amado pero las contestaciones fueron siempre vagas y cada día diferentes. Durante un año y más buscó en todos los oráculos y consultó a todas las adivinas. Después cayó en la angustia y la desesperación. Enferma, agotada, siempre acostada en su habitación solitaria, iba de mal en peor. A pesar del silencio del joven, el amor de Jade permanecía entero. Regalaba a los amigos para obtener noticia sobre el amante. Persistiendo así en la búsqueda su bolsa comenzó a se agotar, y a menudo envió secretamente la criada para malvender sus vestidos y ajuar al mercado del Oeste, por intermedio de un revendedor llamado Hou Jingxian. Cierta vez confió a la sirvienta Wansha un alfiler de cabello, de amatista, para lo liquidar en casa del revendedor. Nel camino la sirvienta se encontró con un viejo joyero que trabajara nel palacio y que al percibir el alfiler lo examinó de cerca y dijo:

— Este alfiler lo hice, hace mucho tiempo, cuando la hija menor del príncipe Huo comenzó a llevar rodete, y el príncipe me encomendó lo cincelar. Lo pagó 10 mil sapecas y por eso siempre me acuerdo. ¿Quién eres y de dónde viene esta joya?

— Mi patrona es justamente la hija del príncipe Huo. Hizo un mal casamiento y nuestra casa está en plena decadencia. El hombre con quien se casó está en Luoyang y no da señal de vida. Ya hace dos años cayó enferma y él no envía noticia. Ahora mi dueña mandó vender esto, para contar con un dinero que permita seguir buscando noticia del ausente.

El joyero comenzó a verter lágrima y dijo, con voz triste:

— ¿Es posible que una joven de alta nobleza caer en ese estado? ¡Me parte el corazón ser testigo de tal desgracia en esta altura de mi vida!

Entonces condujo a la criada a casa de la princesa Yanxian, quien, muy emocionada por esa historia, suspiró largamente y entregó a la mujer 1200 sapecas por el alfiler.

En ese momento la novia de Li estaba en la capital. Después de recoger la suma necesaria para su casamiento, Li volvió a su puesto del distrito de Zheng. En diciembre, en pleno invierno, pidió una extensión de su licencia, para se casar en la capital. Allí se alojó incógnito en un barrio tranquilo, cuidando de no se hacer notar. A todo eso había un joven bachiller, llamado Cui Yunming, que era primo de Li y hombre de buen corazón. En compañía de aquél concurriera en otros tiempos a las fiestas en casa de Jade, charlando y riendo con ella en los mejores términos de camaradería. Cada vez que tenía noticia sobre Li, la transmitía a Jade con toda sinceridad. La joven a menudo lo ayudaba con dinero y ropa, por lo cual él guardaba un gran agradecimiento.

Cuando Li volvió a la capital, Cui informó a Jade, quien, ofendida, exclamó:

— ¿Dónde se vio tamaña infamia?

Entonces ella suplicó a todos sus amigos que hiciesen lo posible para que Li volviese a su lado. Consciente de faltar a su juramento y sabiendo que Jade, enferma, languidecía en esa espera, Li se sentía muy avergonzado para volver a la ver, y su idea fija era evitar ese encuentro. Para pasar desapercibido salía de su casa muy temprano y volvía muy tarde. Jade lloraba día y noche, sin comer ni dormir, pero todo en vano. Dominada por la pena y la indignación, su enfermedad se agravó rápidamente. Como esa noticia se expandió en la ciudad, todos los jóvenes bachilleres quedaron impresionados por el amor de Jade, y los hombres de buen corazón se mostraron indignados por la ingratitud de Li.

Llegó la tercera luna, la estación de los paseos primaverales. Con cinco o seis amigos, Li fue al templo Chongjing, para contemplar las peonías en flor. Mientras paseaban en la galería del Oeste, recitaba poema a los compañeros. Entre ellos un íntimo de Li, llamado Wei Xiaqing, quien dijo:

— ¡Qué bella es la primavera en plena floración. Y qué triste debe ser para la pobre Jade, que sólo se alimenta de su llanto en su habitación solitaria. Pensar que la abandonaste con tanta crueldad! No es la conducta de un hombre honesto. ¡Pienses en eso!

Mientras Wei, entre suspiros, reprochaba a Li, apareció un joven gallardo, vestido con túnica de seda amarilla, armado con arco y carcaj. Lucía soberbio, magníficamente vestido, pero como séquito sólo traía un pequeño tártaro con la cabeza rapada. Como caminaba atrás del grupo joven, sorprendió parte de la conversación. Súbitamente se adelantó a Li y lo saludó:

— ¿Eres el señorito Li? Mi familia es de Shandong y pertenecemos a la familia real. Aunque desprovisto de talento literario, mucho admiro esa cualidad en los otros. ¡Siempre fui uno de tus fervientes admiradores y abrigué la esperanza de que algún día te conocería. Me siento tan feliz en te encontrar hoy! Mi humilde morada no está lejos de aquí, y cuento con algunos músicos para me divertir. Además tengo ocho o diez jóvenes lindas y una docena de excelentes caballos: Todo quedará a tu disposición. ¡Tengas a bien me honrar con tu presencia!

Esas palabras encantaron a los compañeros de Li. Saltaron a las cabalgaduras y se pusieron a seguir al joven gallardo, quien los condujo a toda velocidad. Después de vueltas y más vueltas los llevó hasta el barrio de Shengye. Al comprobar que estaba muy cerca de la casa de Jade, Li trató de evitar pasar allí, con un pretexto cualquiera, y se aprestaba a volver sobre sus pasos, cuando el joven gallardo dijo:

— ¿Por qué te retiras? Mi humilde morada queda a sólo cuatro pasos.

Y tomando la brida del caballo, obligó a Li a marchar a su lado.

Nel tiempo de un pestañeo llegaron frente a la casa de Jade. Desesperado, Li comenzó a azotar a su caballo, tratando de escapar. Pero de inmediato el joven anfitrión lo hizo detener por sus sirvientes, que lo obligaron a entrar. Se cerró el portón atrás de ellos y alguien anunció en voz alta:

— ¡He el joven señor Li!

Las exclamaciones de sorpresa partieron de todas partes, y un delirio de alegría pareció se posesionar de toda la casa.

En la noche anterior Jade soñara que Li fuera traído por un hombre de túnica amarilla a quien dijeron para se quitar los zapatos. Al despertar contó el sueño a la madre, a quien dio la explicación:

— Los zapatos simbolizan la unión. Eso quiere decir que volveré a ver a mi amado. Pero se descalzar significa separación. Nos uniremos y después nos separaremos hasta siempre. De acuerdo al sueño lo veré una vez más y entonces moriré.

En la mañana pidió a la madre la peinar. La madre, creyendo que deliraba, a principio no prestó atención, pero Jade insistió tanto que cumplió el deseo. Apenas terminó de se arreglar el peinado y llegó Li.

Jade estaba enferma hacía tanto tiempo que sin ayuda era imposible se dar vuelta nel lecho. Sin embargo en esa vez, al escuchar el anuncio de la llegada de Li, se levantó muy lentamente y se cambió de vestido como si un espíritu ultraterrestre tomara posesión de su cuerpo. Cuando vio al amante infiel, le clavó una mirada cargada de cólera y no dijo palabra. Estaba tan debilitada que apenas lograba se mantener en pie. De tiempo a tiempo escondía el rostro atrás de la manga, sin poder impedir de se volver inconcientemente para lo mirar una vez más. Todos quedaron impresionados hasta derramar lágrima.

Instantes después, trajeron de afuera vino en abundancia y una docena de plato. Y como todo el mundo se extrañaba y preguntaba quién trajera a Li, se supo que era el joven gallardo.

La mesa fue puesta y todos tomaron asiento. Jade, sentada en un costado, giró la cabeza para mirar largamente al joven Li. Después elevó la copa y, en un brindis, echó el vino al suelo:

— Soy la más desgraciada de las mujeres y tú el más ingrato de los hombres. Por morir tan joven de desesperación, ya no estaré aquí para cuidar a mi vieja madre. En adelante: ¡Adiós música y vestidos de seda! Hasta el Infierno me perseguirá mi dolor. ¡Todo esto, señor, es tu obra! ¡Adiós! ¡Después de muerta me convertiré en un espíritu vengador y jamás dejaré en paz a tu esposa y concubinas!

De inmediato, tomando con su mano izquierda el brazo de Li, arrojó la copa de vino al suelo, lanzó largos gritos y expiró. La madre, levantando el cuerpo de Jade, lo entregó a los brazos de Li, lo conminando a la hacer volver a la vida, pero no la pudo reanimar.

Li estuvo de luto, llorando día y noche, abrumado de dolor. En la víspera del funeral Jade se le apareció entre el cortinado funerario, tan bella cuanto en vida. Llevaba una polera de rojo granate, túnica púrpura con capa escarlata y verde. Se apoyaba contra una cortina, acariciando con sus dedos las abrazaderas bordadas. Miró a Li y dijo:

— Gracias por me acompañar hasta aquí. Me parece que aún te queda un resto de afecto hacia mí, lo que me hace arrancar, incluso entre las sombras, suspiro de remordimiento.

Después desapareció. Nel día siguiente fue sepultada nel cementerio de Yusuyuan, fuera de la capital.

Luego de derramar lágrima sobre la tumba, volvió a la capital. Nel mes siguiente se casó con su prima. Pero ese pasado doloroso, siempre presente, le impuso una vida sin alegría.

En la quinta luna de ese verano, en compañía de su esposa, volvió a su puesto nel distrito de Zheng. Diez días después de la llegada, mientras estaba acostado con su mujer, escuchó un ruido insólito fuera del mosquitero. Miró, sorprendido, y vio escondido atrás de la cortina a un joven apuesto que sin cesar gesticulaba a su mujer. Vivamente alarmado saltó del lecho y se lanzó a la persecución al intruso. Dio varias vueltas alrededor del mosquitero y a nadie encontró. Desde entonces se mostró desconfiado y celoso por toda cosa, y la vida matrimonial se hizo un infierno. Finalmente se calmó un poco por la intervención conciliadora de los amigos. Pero diez días después, al entrar en la casa, vio a su mujer tocando laúd sobre el lecho. De repente, lanzado desde la puerta, cayó sobre el regazo de su mujer una cajita de 2,5cm de diámetro, de cuerno de rinoceronte, cerrada con los lazos de los objetos galantes. Al abrir la caja, encontró dos granos de amor, una mosca cantárida, otros afrodisíacos y sortilegios de amor. Repentinamente furioso, aullando como fiera, tomó el laúd y con él comenzó a la golpear para ella confesar la verdad. Pero ella no supo cómo se justificar. Después de eso, la castigó a menudo y de modo brutal. Comenzó a la tratar con toda crueldad, hasta que finalmente la citó nel tribunal y la devolvió a sus padres.

Después del divorcio se encarnizó con sus sirvientas y concubinas, a las que apenas tomaba de servicio convertía en sospechosas, si bien de puro celo mató a varias para escarmiento de las demás.

Un día hizo un viaje a Yangzhou y allí compró una famosa cortesana llamada Ying la Undécima, cuya resplandeciente belleza le gustó mucho. Pero cuando estuvieron juntos, Li comenzó a hablar sobre otra cortesana, a quien hacía tiempo amara pero castigó con la muerte por determinada culpa. Todos los días contaba la misma historia, para que se atemorizase y fuese fiel. Cada vez que abandonaba la casa, la encerraba bajo una bóveda cuya puerta se lacraba. Al volver examinaba cuidadosamente los cierres antes de abrir la puerta. Otras veces llevaba un puñal bien afilado y lo exhibía a las sirvientas mientras amenazaba:

— Es de acero de Gexi, forjado expresamente para cortar el cuello de una culpable.

En suma: Toda mujer amada se transformaba en sospechosa. Se casó tres veces, siendo siempre un marido sombrío.

 

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