Lope de Vega Rimas Sacras

tumblr_mo4mvpuKjE1r4zr2vo1_r2_500
Lope de Vega Rimas Sacras
1 – Acobardan las ofensas
Mil veces que me obligan ocasiones,
dulce Jesús, tan tierno amor me enciende,
que os voy a requebrar, y me suspende
la copia desigual de mis traiciones.
Vuestra piedad esfuerza mis pasiones,
vuestro respeto hablaros me defiende,
que mal puede quien ama a quien le ofende
sufrir ofensas y escuchar razones.
Si aquella fe que dos amantes liga,
tuviera yo, pidiéraos yo favores,
mas tanto error a enemistad obliga.
Quisiera hablaros tierno, y mis temores
no me permiten que requiebros diga,
que donde no hay amigos, no hay amores.
5
10
— 2 —
De la paciencia
Fabio, después que a mis indignas manos
bajó del cielo el Rey de tierra y cielo,
en olvidar agravios me desvelo
de lenguas viles y de versos vanos.
Jerusalén ha e tener tiranos
por ignorancia, o por soberbio celo,
si a vos os dan cuidado, a mí consuelo,
¡o Paciencia el mayor de los humanos!
¿Qué importa que la lengua os alborote
del que por ella es bárbaro malquisto?
que cuando más me injurie, ofenda y note.
Con paciencia de Cristo me registro,
que si es Cristo de Dios el Sacerdote,
¿cómo pude faltar paciencia en Cristo?
5
10
— 3 —
Ocho sonetos a la Santa Madre Teresa de Jesús
A la sangrienta imagen de su esposo,
de sus deseos celestial Cupido,
que vendido, vendado y escupido
le representa el caso lastimoso.
Al Dios de Amor, que en vez del arco hermoso,
con que firmó las paces ofendido,
tiene una caña vil, cetro fingido,
siendo igual a su padre poderoso,
Ora Teresa, y Dios le dice: Esposa,
de hoy más conversarás ángeles bellos,
que en vida celestial la humana cesa.
Pues si por quien tratáis, virgen hermosa,
se ha de sacar quien sois, y andáis con ella,
Dios nos dice que sois Ángel, Teresa.
5
10
— 4 —
Querida esposa, en este alegre día
que nos desposa Amor tan tiernamente,
al tálamo real la luz presente,
que te ha de dar la de mi padre y mía
Esta preciosa joya, que servía
un tiempo de ser llave de la fuente,
que de mi diestra mano diligente
al mar del mundo universal corría.
Te quiero dar, porque con tanto brío
de hoy más celes mi honor, que ya tu palma
con este clavo mis heridas ligan.
Señor, ahora sí que seréis mío
y vuestra esclava yo, selladme el alma,
Teresa de Jesús las letras digan.
5
10
— 5 —
Herida vais del Serafín, Teresa,
corred al agua, cierva blanca y parda,
que la fuente de vida que os aguarda,
también es fuego, y de abrasar no cesa.
¿Cómo subís por la montaña espesa
del rígido Carmelo tan gallarda,
que con descalzos pies no os acobarda
del alto fin la inaccesible empresa?
Serafín cazador el dardo os tira,
para que os deje estática la punta,
y las plumas se os queden en la palma.
Con razón vuestra ciencia el mundo admira,
si el seráfico fuego a Dios os junta,
y cuanto veis en él, traslada el alma.
5
10
— 6 —
Huid fieros espíritus, que tiene
seguras las espaldas con la llave
la hermosa virgen, que el peligro sabe,
y la defensa a la traición previene.
Madre divina, el instrumento suene
dulce y cruel a vuestro esposo grave
música tan alegre y tan suave,
que menos la del Ángel le entretiene.
Volved en jaspe ese marfil lustroso,
en rosa la azucena del Carmelo,
yen púrpura teñid el cuerpo hermoso.
Que si llevó con el humano velo
llave de sangre vuestro dulce esposo,
con la misma podéis abrir el cielo.
5
10
— 7 —
La hermosa Reina, que en su claustro santo,
guardó a los cielos el mayor tesoro,
y el virgen padre, que con tal decoro
sirvió a Dios hombre, a cielo y tierra espanto.
Dan a Teresa entre el sonoro canto,
aplauso y gloria del celeste coro,
con éxtasis del sol, un collar de oro,
y envidia de la luna, un blanco manto.
Llegó el fervor al límite que pudo,
y fue justo, pues son bien empleadas
tan ricas prendas en Teresa bella.
Que a quien del Carmen el antiguo escudo
renovó las estrellas eclipsadas,
diese sus joyas la mayor estrella.
5
10
— 8 —
Teresa, yo soy tuyo y tú eres mía.
Señor, yo soy indigna esclava vuestra.
Eterna será ya la amistad nuestra.
Dichosa el alma que de vos confía.
Estas heridas me dio Amor un día.
Amor tiene la mano en darlas diestra.
Del mío aquí te doy la mayor muestra.
Mil veces yo morir por vos querría.
Así Cristo amoroso solicita
al alma de Teresa, y le ha mostrado
de su resurrección gloria infinita.
Mereciendo su amor, y aquel cuidado,
con que la luz del Carmen resucita,
que esto le diga Dios resucitado.
5
10
— 9 —
Para mostrarse Dios amante fino
a quien con él tanto alto amor profesa,
aun en vida mortal, virgen Teresa,
ciñe tus sienes de laurel divino.
Tanta solicitud, tanto camino,
y todo un monte, que en tus hombros pesa,
anticipan el premio de tu empresa,
y antes del tiempo a coronarte vino.
Con esto, Virgen, le tendrás previsto,
y es bien que desde aquí así comprendas
con tanto aplauso de los cielos visto.
Para que ser esta corona entiendas
las prendas de la eterna, porque Cristo
paga tan bien, que no le duelen prendas.
5
10
— 10 —
Si el Espíritu Santo os va dictando,
discípula del sol, luna estudiosa,
la luz que os comunica milagrosa,
¿qué Serafín alcanza más mirando?
Lince del cielo sois, que penetrando
los muros de la esfera luminosa,
del espejo, en que Dios mira su hermosa
imagen, los reflejos vais copiando.
Transformaciones escribís de forma,
que a Dios en vos, y a vos en Dios la suma,
de este amor antagónico transforma.
Nadie igualdad con vos, virgen, presuma,
pues la mano de Dios, que el alma informa,
os va llevando al escribir la pluma.
5
10
— 11 —
Nacen algunos hombres de tal modo
en la soberbia, que en la infamia para,
como si para hacerlos Dios, tomara
en su principio diferente lodo.
Hable el más detractor, presuma el Godo,
que contra los respetos de la cara
en las espaldas y de letra clara
con la pluma vulgar se escribe todo.
Pregunte Cristo: o Pedro, a la fe tuya
¿qué se dice de mí? ¿qué es lo que siente
el mundo sólo en las virtudes mudo?
Que preguntar lo que en ausencia suya
decían de él los hombres, solamente
quien era Dios seguramente pudo.
5
10
— 12 —
Sonetos a la rosa
La rosa
Por labios de coral la blanca Aurora
pronósticos del sol introducía,
cuando la Rosa, que a su luz se abría,
en hojas de rubí perlas colora.
Sentada en esmeraldas granos dora,
coronel de carmín al mediodía,
púrpura enciende, y vana desafía
cuantas lluvioso Abril le debe a Flora.
Volví a la noche, y vi que el nácar puro,
las pirámides verdes mal doblados,
quebró la copa en que el aljófar bebe.
Y que, plegado el pabellón oscuro,
ocultaba los átomos dorados,
¡o belleza mortal, fimera breve!
5
10
— 13 —
La rosa
Viendo la hermosa y cándida Azucena,
que la verde margen la corona inclina,
marchita ya la rosa Alejandrina,
así le dijo de arrogancia llena:
Engañada en la voz de Filomena
te anticipaste, o Rosa peregrina,
pues presumiendo de deidad divina,
ahora envidias la hermosura ajena.
La Rosa respondió: ¿De mí te ríes,
Azucena, en tus hojas arrogantes?
¡o loca presunción! pues no te fíes.
Que no importa salir después ni antes,
si lo que miras hoy en mis rubíes,
amenaza mañana tus diamantes.
5
10
— 14 —
La rosa
Despliega el Alba la purpúrea Rosa
su loca vanidad en pompa altiva,
y una túnica de otra sucesiva
forma a su centro su corona hermosa.
Envidia de las flores generosa
jazmines y claveles de honor priva,
y dilatando al sol púrpura viva
viene a ser de sus rayos mariposa.
Así la vida en término de una hora
perdió con la hermosura la esperanza,
y se ha de aborrecer lo que se adora.
¡O Frágil Rosa, que con tal mudanza
diste envidia a las flores de la Aurora,
y cuando anocheció tanta venganza!
5
10
— 15 —
Sonetos a la rosa
Rosa gentil, que al alba de la humana
belleza eres imagen, ¿qué pretendes,
que sobre verdes esmeraldas tiendes
tu mano de coral teñida en grana?
Si cetro, si laurel, si ser tirana
de tantos ojos, que en tu cárcel prendes,
¡cuán en vano solícita defiendes
reino que ha de durar una mañana!
Rinde la vanidad que al sol se atreve,
¡oh cometa de abril!, tan presto oscura,
que, puesto que tu vivo ardor te mueve,
el ejemplo de tantas te asegura
que quien ha de tener vida tan breve
no ha de tener en tanto su hermosura.
5
10
— 16 —
Humilla al sol…
Humilla al sol la coronada frente,
rosa, del prado honor, que el toro abrasa;
dobla las hojas de la verde basa,
pues ya no puede ser que la sustente.
Rigor de estrella, cuanto hermosa ardiente,
las breves horas de tu vida tasa,
si hay sólo un sol que de por medio pasa
desde tu ocaso a tu florido oriente.
Pues si la sombra de tu breve infancia
es la misma vejez, ¿en qué se fía
la vana presunción de tu arrogancia?
¿Y en qué también la humana fantasía
si de la vida la mayor distancia
fue breve sueño del postrero día?
5
10
— 17 —
La rosa
Purpúrea esfera, que al Amor venganza
por los heridos pies de Venus diste,
de cuyas hojas fáciles se viste
de los mortales bienes la mudanza.
Tan breve fin tu juventud alcanza,
y juntas al no ser el ser que fuiste,
que tú sola parece que naciste
sin haber menester a la esperanza.
Para segunda luz aun no te fía
aquel engaño, con que a todos vale,
así la noche tu belleza envuelve.
Breve huésped del sol, que el mismo día
que te recibe alegre, cuando sale,
te despide veloz, cuando se vuelve.
5
10
— 18 —
La rosa
Cortada en un cristal en agua pura
tenía el verde pie Rosa encarnada,
y aun presumía, con estar cortada,
en fe de ajeno humor firme hermosura.
Mas desmayose, cuando más segura,
y cayendo en su margen desmayada,
ofendió con el agua inficionada:
así el deleite de los ojos dura.
¡En qué breves espacios interrompe
de su beldad la juventud lozana,
quien como flores edificios rompe!
Mostrando, o Rosa, de tu pompa vana
el agua que en el vidrio se corrompe,
el fin que tiene la belleza humana.
5
10
— 19 —
La rosa
Yace entre estos pirámides marchitos,
sirviéndole sus hojas de mortaja
y su pimpollo de funesta caja
con dos elogios a su muerte escritos.
Así ya pálidos ya verdes distritos
la grave pompa de sus hojas baja,
la bella Rosa, a quien el tiempo ultraja
soberbias, que hasta en flores son delitos.
¡Hay ciego error, que la hermosura adoras,
naciendo cada día desengaños
tan fáciles del término que ignoras!
¡Hay loca juventud, cuyos engaños
presumen ciegos al volar las horas,
vencer los tiempos y parar los años!
5
10
— 20 —
La rosa
Doncella en los pimpollos de Abril nace
la fresca Rosa de su vida incierta,
y en su casa de aljófares cubierta
de cinco trenzas verdes muros hace.
La abeja aguarda, y de otras flores pace
hasta que ve los granos de oro abierta,
declina el día, y en los brazos muerta
del encendido sol marchita yace.
Así comienza la belleza humana,
que nuestro loco error deleite nombra,
y a la verde sucede la edad cana.
Mas ver su breve fin ¿de qué me asombra,
si todo bien mortal es pompa vana,
y cuanto nace en sol, fenece en sombra?
5
10
— 21 —
La rosa
A tu circunferencia de rubíes
atribuyen algunos la templanza,
O Rosa, de ti misma semejanza,
pues de tu loca vanidad te ríes.
Si esto es así, te ruego que te fíes
de mi agradecimiento y confianza,
mas no sé yo que fértil clima alcanza
antídotos tus rayos carmesíes.
Si te viste de púrpuras Pangeas,
no será peregrino amor plebeyo
por voto visitar tus aras rojas.
¿En qué Pensiles ramas, en qué Hibleas
este apetito en forma de Apuleyo
hallará la corona de tus hojas?
5
10
— 22 —
La rosa primitiva, que del velo
mortal cubriose al punto de nacida;
las que vieron de púrpura encendida
niebla feraz, las cumbres del Carmelo:
cuántas el temple en su florido suelo,
en Pafo y Chipre Amor, Paris en Ida,
o ardiente sol les abrevió la vida,
o la clemencia marchitó del hielo.
Rosa de Jericó, Tú sola fuiste
perpetua, intacta, limpia, siempre entera,
aun antes que la aurora, en que naciste;
que el hielo de la noche no pudiera,
como no pudo, aunque las otras viste,
tocar al radio de tu blanca esfera.
Página 28
5
10
— 23 —
Dos serafines, celestial porfía,
con dulces voces alternando el canto,
eternamente están diciendo, Santo
al Jehová, que cuanto vive cría.
Y el Paraninfo del alegre día
del celo gloria, del infierno espanto,
que fue Dios hombre por amaros tanto,
está diciendo siempre Ave María.
Trocando de la vida las congojas,
nuevo Ildefonso, ya por los tesoros,
favores de la madre de su padre.
A ayudar a Gabriel fue el Pare Rojas
porque cantasen dos a dos a coros
glorias al Hijo, y Aves a la Madre.
Página 29
5
10
— 24 —
Al atrevimiento de un apóstata
Al sol, en cuyos rayos se desvela
el Querubín más puro, opuesto en vano,
intrépido, sacrílego, tirano
por breve senda en carne mortal vuela.
Rompe el rebozo de la blanca tela,
velo divino del sentido humano,
y no le quema el sol la indigna mano,
que a quien nieve imagina el sol le hiela.
Víctima al padre, aunque incruenta, cuando
vio tanto horror, mostró mayor paciencia,
que no castiga quien está rogando.
¡O gran milagro de su gran clemencia
para que el fiero Apóstata llorando
lo que en pan no creyó, viese en esencia!
Página 30
5
10
— 25 —
Si culpa el concebir, nacer tormento,
guerra vivir, la muerte fin humano,
si después de hombre tierra y vil gusano,
y después de gusano polvo y viento;
si viento nada, y nada el fundamento,
flor la hermosura, la ambición tirano,
la fama y gloria pensamiento vano,
y vano, en cuanto piensa, el pensamiento;
quien anda en este mar para anegarse,
¿de qué sirve en quimeras consumirse,
ni pensar otra cosa que salvarse?
¿De qué sirve estimarse y preferirse,
buscar memoria, habiendo de olvidarse,
y edificar, habiendo de partirse?
Página 31
5
10
— 26 —
Omnis homo mendax
Fabio, cuanto se quiere, trata y mira,
Fabio, cuanto es humana confianza,
todo es falsa amistad, todo es mudanza,
todo es adulación, todo es mentira.
Dios juzga, Dios ampara, Dios retira
la espada del rigor de la venganza,
toda mortal acción que a Dios no alcanza,
engaña, miente, lisonjea, delira.
Yo he querido, servido, idolatrado,
y al fin, al fin, el centro descubierto,
de tantas experiencias he sacado.
Que solamente en Dios seguro puerto,
padre piadoso, médico acertado,
juez justo, señor firme, amigo cierto.
Página 32
5
10
— 27 —
¿Quid superbis, terra et cinis?
Estos sepulcros de mayor decoro
que cuantos pluma reservó a la historia,
augusta pompa y justa vanagloria,
ceniza guardan ya, que no tesoro.
Sus trofeos del Galo, Belga y Moro,
a su propia virtud deben su gloria,
dando a pesar del tiempo su memoria
voz, alma y vida al jaspe, al bronce, al oro.
Tú pues, a quien la pólvora fastidia,
¿qué pirámides tienes levantados?
¿qué bárbaro carmín tiñó tu espada?
Imita su virtud, su fama envidia,
que fuera de ella cuantos ves armados,
hijos de tierra son, nietos de nada.
Página 33
5
10
— 28 —
Pasos de mi primera edad que fuiste
por el camino fácil de la muerte,
hasta llegarme al tránsito más fuerte,
que por la senda de mi error pudieses.
¿Qué basilisco entre las flores vistes
que de su engaño a la razón advierte?
volved atrás, porque el temor concierte
las breves horas de mis años tristes.
¡O pasos esparcidos vanamente,
qué furia os incitó, que habéis seguido
la senda vil de la ignorante gente!
Mas ya que es hecho, que volváis os pido,
que quien de lo perdido se arrepiente,
aun no puede decir que lo ha perdido.
Página 34
5
10
— 29 —
Entro en mí mismo para verme, y dentro
hallo, ¡ay de mí! con la razón postrada
una loca república alterada,
tanto que apenas los umbrales entro.
Al apetito sensitivo encuentro
de quien la voluntad mal respetada
se queja al cielo, y de su fuerza armada
conduce el alma la verdadero centro.
La virtud como el arte hallarse suele
cerca de lo difícil, y así pienso,
que el cuerpo en el castigo se desvele.
Muera el ardor del apetito intenso,
porque la voluntad al centro vuele,
capaz potencia de su bien inmenso.
Página 35
5
10
— 30 —
Si desde que nací cuanto he pensado,
cuanto he solicitado y pretendido,
ha sido vanidad, y sombra ha sido,
de locas esperanzas engañado.
Si no tengo de todo lo pasado
presente más que el tiempo que he perdido,
vanamente he cansado mi sentido,
y torres en el viento fabricado.
¡Cuán engañada el alma presumía,
que su capacidad pudiera hartarse
con lo que el bien mortal le prometía!
Era su esfera Dios para quitarse,
y como fuera de él lo pretendía,
no pudo hasta tenerle sosegarse.
Página 36
5
10
— 31 —
¿Qué ceguedad me trajo a tantos daños?
¿Por dónde me llevaron desvaríos,
que no traté mis años como míos,
y traté como propios sus engaños?
¡Oh puerto de mis blancos desengaños,
por donde ya mis juveniles bríos
pasaron como el curso de los ríos
que no los vuelve atrás el de los años!
Hicieron fin mis locos pensamientos:
acomodose el tiempo a la edad mía,
por ventura en ajenos escarmientos
que no temer el fin no es valentía,
donde acaban los gustos en tormentos
y el curso de los años en un día.
Página 37
5
10
— 32 —
¿Será bien aguardar, cuerpo indiscreto,
al tiempo que perdidos los sentidos
escuchen, y no entiendan los oídos,
por la flaqueza extrema del sujeto?
¿Será bien aguardar a tanto aprieto,
que ya los tenga el final hielo asidos,
o en la vana esperanza divertidos,
que no siendo virtud no tiene efecto?
¿Querrá el juez entonces ser piadoso?
¿admitirá la apelación, si tiene
tan justas quejas, y es tan poderoso?
O vida, no aguardéis que el curso enfrene
el paso de la muerte riguroso,
que no es consejo el que tan tarde viene.
Página 38
5
10
— 33 —
¿En qué bárbara tierra me guardara
intricada de peñas y maleza,
o qué abismo formó naturaleza,
a dónde el rayo de tu luz no entrara?
¿Qué mar en sus arenas me librara,
qué concha me prestara su corteza,
en qué región del aire la cabeza
contra tus armas de defensa armara?
Si le tragó la foca al que quería
huir, de ti, más loco fue mi intento,
mayor, mi atrevimiento y rebeldía.
Mas ya vuelvo a buscarte, y tan contento,
que me dan para hallarte noche y día
mis ojos mar, y mis suspiros viento.
Página 39
5
10
— 34 —
Si es el instante fin de lo presente,
y el principio también de lo futuro,
y en un instante al riguroso y duro
golpe tengo de ver la vida ausente.
¿A dónde voy con paso diligente?
¿qué intento? ¿qué pretendo? ¿que procuro?
¿sobre qué privilegios aseguro
esto que ha de vivir eternamente?
No es bien decir que el tiempo que ha pasado
es el, mejor, que la opinión condeno
de aquellos ciegos de quien es culpado.
Ya queda el que pasó por tiempo ajeno,
haciéndole dichoso o desgraciado,
los vicios malo, y las virtudes bueno.
Página 40
5
10
— 35 —
Engaño es grande contemplar de suerte
toda la muerte como no venida,
pues lo que ya pasó de nuestra vida,
no fue pequeña parte de la muerte.
Con excepción se dio, puesto que es fuerte,
de morir el vivir, mas ya vencida
no deja que temer, si prevenida
mientras vivimos, en morir se advierte.
Al que le aconteció nacer, le resta
morir, el intervalo, aunque pequeño,
hace la diferencia manifiesta.
La muerte al fin de cuanto vive dueño,
está de dos imágenes compuesta,
el tiempo antes de nacer, y el sueño.
Página 41
5
10
— 36 —
Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
tú, que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos.
Vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño
tus dulces silbos, y tus pies hermosos.
Oye, pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera pues, y escucha mis cuidados,
¿pero cómo te digo que me esperas,
si estás para esperar los pies clavados?
Página 42
5
10
— 37 —
¡Cuántas veces, Señor, me habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
denudo como Adán, aunque vestido
de las hojas del árbol del pecado!
Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio en que me habéis comprado.
Besos de paz os di para venderos;
pero si fugitivos de su dueño,
hierran cuando los hallan los esclavos,
hoy que vuelvo con lágrimas a veros,
clavadme vos a vos en vuestro leño,
y tendreisme seguro con tres clavos.
Página 43
5
10
— 38 —
Muere la vida, y muero yo sin vida,
ofendiendo la vida de mi muerte;
sangre divina de las venas vierte,
y mi diamante su dureza olvida.
Está la Majestad de Dios tendida
en una dura cruz, y yo de suerte,
que soy de sus dolores el más fuerte,
y de su cuerpo la mayor herida.
¡Oh duro corazón de mármol frío!
Tiene tu Dios abierto el lado izquierdo,
y ¿no te vuelves un copioso río?
Morir por él será divino acuerdo,
mas eres tú mi vida, Cristo mío,
y como no la tengo, no la pierdo.
Página 44
5
10
— 39 —
O bien hallan las lágrimas lloradas
por culpas en tus ojos cometidas,
aquellas de tu amor agradecidas,
y estas de tu grandeza perdonadas.
¡O qué dulces que son bien empleadas,
y a los umbrales de tu Cruz vertidas!
pluguiera a Dios tuviera yo mil vidas,
todas en llanto de tu amor bañadas.
Si lágrimas, si voces pueden tanto,
quien llora sus pasados desatinos,
da al cielo gloria y al infierno espanto.
No conocen los hombres tus caminos,
pero conocen que del alma el llanto
detiene el curso de tus pies divinos.
Página 45
5
10
— 40 —
Aquí cuelgo la lira que desamo,
con que canté la verde primavera
de mis floridos años, y quisiera
romperla al tronco, y no colgarla al ramo.
Culpo mi error, y la ocasión infamo,
por quien canté lo que llorar debiera,
que el vano estudio vano premio espera,
ladrón del tiempo con disfraz le llamo.
En otra lira, a cuyo son recuerdas
dormida Musa, en este breve plazo
canta segura de que el tiempo pierdas.
Templola amor con poderoso brazo,
que en tres clavijas le subió las cuerdas,
y le labró de una lanzada el lazo.
Página 46
5
10
— 41 —
El poeta, pecador, confiesa a Jesús la dureza de su corazón
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi gratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate agota a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía»!
Y ¡cuántas, hermosura soberana,
«mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
Página 47
5
10
— 42 —
La lengua del amor, a quien no sabe
lo que es amor, ¡qué bárbara parece!
pues como por instantes enmudece,
tiene pausas de música suave.
Tal vez suspensa, tal aguda y grave,
rotos conceptos al amante ofrece,
aguarda los compases que padece,
porque la causa su destreza alabe.
¡O dulcísimo bien, que al bien me guía!
¡con qué lengua os diré mi sentimiento,
ya que tengo de hablaros osadía!
Mas si es de los conceptos instrumento,
¿qué importa que calléis, o lengua mía,
pues que vos penetráis mi pensamiento?
Página 48
5
10
— 43 —
Tardar en convertirse error notable,
y diferirlo de uno en otro día
loca desvanecida fantasía,
esperanza del hombre miserable.
La vida corre, la ocasión mudable,
cuan presto de los ojos se desvía,
como tendrá resolución tardía,
al mismo que ha ofendido favorable.
Señor, quien diligente y cuidadoso
las cosas de la vida mortal mira,
si vive en las del alma perezoso,
vendrá súbitamente vuestra ira,
y al discurrir el filo poderoso,
¿qué mano le tendrá, si el cuerpo espira?
Página 49
5
10
— 44 —
Yo dormiré en el polvo, y si mañana
me buscares, Señor, será posible
no hallar en el estado convenible
para tu forma la materia humana.
Imprime ahora, o fuerza soberana,
tus efectos en mí, que es imposible
conservarse mi ser incorruptible,
viento, humo, polvo y esperanza vana.
Bien sé que he de vestirme el postrer día
otra vez estos huesos, y que verte
mis ojos tienen, y esta carne mía.
Esta esperanza vive en mí tan fuerte,
que con ella no más tengo alegría,
en las tristes memorias de la muerte.
Página 50
5
10
— 45 —
Nunca me vi tan lejos de temeros,
mi Dios, que me olvidase de estimaros,
porque cuando más cerca de olvidaros,
entonces me pesaba de ofenderos.
Impulsos tuve yo para quereros,
por quien con más razón podéis quejaros,
no sé como tardaba de buscaros
en medio del temor de conoceros.
Andaba yo cual suele el delincuente,
que se le antoja vara de justicia
cualquier rumor, que a las espaldas siente.
Pero de mis deleites la codicia
me daban armas y ánimo valiente,
para que se doblase mi malicia.
Página 51
5
10
— 46 —
En estos prados fértiles y sotos
de los deleites de la edad primera,
sentada en espantosa bestia fiera,
Babilonia me dio su mortal lotos.
Y mis sentidos de aquel bien remotos,
que la inmortalidad del alma espera,
durmieron mi florida primavera
de la razón los memoriales rotos.
No sólo del veneno la bebida
sueño solicitó, mas de mí tuvo
la mejor parte en bestia convertida.
Circe con sus encantos me detuvo,
hasta que con tu luz salió mi vida
de la costumbre, en que cautiva estuvo.
Página 52
5
10
— 47 —
En esta tabla de tu cruz divina
saldré de la tormenta del mar fiero
con el aliento del vivir postrero,
a donde el Norte de su luz se inclina.
La nave de mi vida peregrina,
que en las Sirenas no temió primero,
en los bancos del mundo lisonjero
sin gobierno zozobra y desatina.
Tú sola en tal peligro, tú me alientas,
tabla dichosa, que mi vida entabla
por tantas olas de mi error violentas.
Cóbreme en ti, y a ti llegue sin habla,
que no puedo anegarse en sus tormentas
quien se abrazare a tu divina tabla.
Página 53
5
10
— 48 —
Detén el curso a la veloz carrera,
desbocado apetito, que me pierdes,
pues ya es razón que a la razón recuerdes,
no se nos vaya la ocasión ligera.
Si te disculpas con la edad primera,
no puedo yo creer que no te acuerdes,
que por los pasos de los años verdes
llegaste al puerto de la edad postrera.
¡En qué esperanza mis errores fundo,
blancas las sienes y las venas hielos,
vil nave, airado viento, mar profundo!
Corre a tu engaño los fingidos velos,
porque lo que es vergüenza para el mundo,
¿cómo no lo será para los cielos?
Página 54
5
10
— 49 —
¿Cómo puede, Señor, justificarse
con vos el hombre, habiéndoos ofendido,
parecer limpio de mujer nacido,
ni el polvo al que es eterno compararse?
¿Cómo puede la nada levantarse,
pues el más estimado y preferido
se ve en tan breve término caído,
que puede hasta la envidia lastimarse?
El bálsamo en los huesos no compone
segunda vez del hombre la armonía,
por más oro que el túmulo corone.
Sino es limpio con vos el sol, el día,
¿qué será el hombre vil, que a Dios se opone,
resuelto en polvo y en ceniza fría?
Página 55
5
10
— 50 —
Vos conocéis, Señor, la compostura
del hombre y sus primeros fundamentos,
vos de sus encontrados elementos
la guerra vil que hasta acabarle dura.
Vos de que suerte corre y se apresura
a convertirse en nada, y los intentos
con que fabrica en locos pensamientos
fantástica de error arquitectura.
Todo os obliga, cuando más airado,
a perdonarle, habiendo conocido
su culpa a vuestras plantas humillado.
Porque vos, vencedor esclarecido,
como sois noble, nunca habéis probado
lo que corta la espada en un rendido.
Página 56
5
10
— 51 —
Luz de mis ojos, yo juré que había
de celebrar una mortal belleza,
que de mi verde edad la fortaleza
como enlazaba hiedra consumía.
Si me ha pesado y si llorar querría
lo que canté con inmortal tristeza,
y si la que tenéis en la cabeza
corona ahora de laurel la mía.
vos lo sabéis, a quien está presente
el más oculto pensamiento humano,
y que desde hoy con nuevo celo ardiente
cantaré vuestro nombre soberano:
que a la hermosura vuestra eternamente
consagro pluma y voz, ingenio y mano.
Página 57
5
10
— 52 —
Si ya después de Leviatán vencido
y atravesado con la dura armella,
teñida en sangre Babilonia bella
la púrpura y el oro del vestido.
Rota la copa, y el licor vertido,
que dio veneno a la mayor estrella,
en cítara suave, que con ella
cesara el llanto del eterno olvido.
El vencedor con dulce voz cantaba,
admirada de todas las naciones,
¡quién no te teme, gran Señor, y alaba!
O cordero divino, ¡qué canciones
te cantará quien a sus pies estaba,
si en el sagrado de la cruz le pones!
Página 58
5
10
— 53 —
Yo me muero de amor, que no sabía,
aunque diestro de amar cosas del suelo,
que no pensaba yo que amor del cielo
con tal rigor las almas encendía.
Si llama la mortal Filosofía
deseo de hermosura a amor, recelo
que con mayores ansias me desvelo,
cuanto es más alta la belleza mía.
Amé en la tierra vil, ¡qué necio amante!
o luz del alma, habiendo de buscaros,
¡qué tiempo que perdí como ignorante!
Mas yo os prometo ahora de pagaros
con mil siglos de amor cualquier instante,
que por amarme a mí, dejé de amaros.
Página 59
5
10
— 54 —
¿Quién no se muere de tu amor, si mira
con la piedad que escuchas y respondes?
¿cómo es posible que las puertas rondes
de un alma, que te trata con mentira?
Mas eres Dios, Señor, ¿de qué me admira
el mirar que ofendido no te escondes?
a quien te quiere y ama correspondes,
y con quien te ofendió, templas la ira.
Cuando consideré mi desvarío,
temblaba yo tus iras y desdenes,
y hallé tu pecho fácil, tierno y pío.
¡Qué condición tan generosa tienes!
¿quién es ingrato con tu amor, Dios mío,
pues apenas te llaman, cuando vienes?
Página 60
5
10
— 55 —
¿O quién te amara, dulce vida mía,
como mereces tú que yo te amara,
pero infinito amor, donde se hallara,
que a tu infinito ser correspondía?
Amemos, alma, amemos a porfía,
con infinito amor, con fe tan rara,
que de él saldrá el amor, pues en él para,
y nunca a dado por Raquel a Lía.
¿Por qué te olvido yo, si tu amor muere
de amor por mí, si tú me das la vida?
¿qué tiempo es bien, que para amarse espere?
¿Mas quién habrá que la distancia mida,
pues nadie como tú tanto me quiere,
y nadie como yo tanto te olvida?
Página 61
5
10
— 56 —
Llamé mi luz a la tiniebla oscura,
gloria a mi pena, a mi dolor consuelo,
provecho al daño y al infierno cielo,
¡qué ciego error! ¡qué bárbara locura!
Hay luz divina, sobre todas pura
cuantas vinieron el humano velo,
o el intelectual de ardiente celo,
¡quién conociera entonces tu hermosura!
Origen de la luz, luz poderosa,
luz que ilumina el sol, las once esferas,
luz, ¿quién es luz, sino tu luz hermosa?
¡Ay loca ceguedad, cual me pusieras,
si fiado de luz tan mentirosa,
eterna noche de mis ojos fueras!
Página 62
5
10
— 57 —
Principios de virtud que no sabía,
porque el discurso a la razón faltaba,
cuando del cielo desterrado andaba,
áspera muestran la difícil vía.
Estaba, Elisio, el alma ingrata mía
en el Argel de su apetito esclava,
mariposa a la luz círculos daba,
buscando en la tiniebla puerta al día.
Ya mis potencias de cautivas salen,
ya levanto los ojos a los cielos,
y la solas del mar su furia aplacan.
Mas tales manos de piedad me valen,
que como tienen clavos, son anzuelos,
en que del mar de tanto error me sacan.
Página 63
5
10
— 58 —
Sobre ocho veces treinta el sol corría
los años de un enfermo, que aguardaba
junto a Bethsayda el Ángel que bajaba,
y a las sagradas aguas revolvía.
A Cristo, que salud le prometía,
de la falta del hombre se quejaba,
que la divina luz, que le llamaba,
la noche de su error desconocía.
Yo, que imito sus obras y su nombre,
ciego a la viva luz que me reduce,
aguardo mi remedio descuidado.
Mas no puedo decir por falta de hombre,
pues tengo un hombre en Dios que me conduce
a las aguas del mar de su costado.
Página 64
5
10
— 59 —
¡Con qué artificio tan divinas sales
de esa camisa de esmeralda fina,
¡oh, rosa celestial alejandrina,
coronada de granos orientales!
Ya en rubíes te enciendes, ya en corales,
ya tu color a púrpura se inclina,
sentada en esa vasa peregrina,
que forman cinco puntas desiguales.
Bien haya tu divino autor, pues mueves
a su contemplación el pensamiento,
y aun a pensar en nuestros años breves.
Así la verde edad se esparce al viento,
y así las esperanzas son aleves,
que tienen en la tierra el fundamento.
Página 65
5
10
— 60 —
A donde quiera que su luz aplican,
hallan, Señor, mis ojos tu grandeza,
si miran de los cielos la belleza,
con voz eterna tu deidad publican.
Si a la tierra se bajan, y se implican
en tanta variedad, naturaleza
les muestra tu poder con la destreza,
que sus diversidades significan.
Si al mar, Señor, o al aire, meditando
aves y peces, todo está diciendo,
que es Dios su autor, a quien está adorando.
Ni hay bárbaro Antípoda, que viendo
tanta belleza, no te esté alabando,
yo sólo conociéndola te ofendo.
Página 66
5
10
— 61 —
Si es tanta gloria estar a los umbrales
de tu puerta, mi Dios, el estar dentro
¿cómo será, pues en tan alto centro
se deben de gozar la celestiales?
Yo estoy entre los términos mortales
con tanto bien, que me parece que entro,
sino que al cuerpo en el camino encuentro
cargado con estorbos desiguales.
Miro por los resquicios los dichosos,
que caminan a ti, perdido el miedo
a los trances del mundo peligrosos.
Y como caminar tanto no puedo,
baño en llanto mis ojos envidiosos
de ver que van delante, y yo me quedo.
Página 67
5
10
— 62 —
¡O quién muriera por tu amor ardiendo
en vivas llamas, dulce Jesús mío!
y que las aumentara aquel rocío,
que viene de los ojos procediendo.
¡O quién se hiciera un Etna despidiendo
vivas centellas de este centro frío,
o fuera de su sangre el hierro impío
de un Africano bárbaro cubriendo!
Este deseo, que a morir se atreve,
recibe tú, pues la ocasión venida,
bien sabes que no fuera intento aleve,
¿Y qué mucho que amor la muerte pida?
pues no era muerte, sino puente breve,
que me pasara a ti, mi eterna vida.
Página 68
5
10
— 63 —
Si amare cosa yo que Dios no sea,
y lo que de su amor también procede,
que en odio al cielo y a la tierra quede,
que así estaré, como sin él me vea.
¿Y qué mucho que el alma, que desea
e centro, donde sólo parar puede,
ame aquel bien, que todo bien excede,
pues no hay descanso que sin Dios posea?
Tú, Rey del cielo, que mi amor procuras,
serás el centro de las ansias mías,
de aquel eterno bien prendas seguras.
Son las del mundo breves tiranías,
que no merecen nombre de hermosuras,
sujetas al imperio de los días.
Página 69
5
10
— 64 —
Llorar cuando nací, señal fue cierta
de la miseria del vivir futuro,
¿pues qué será la vida que procuro,
si lágrimas le aguardan a la puerta?
Incierto el cuando, aunque la muerte cierta,
¿cómo a tantos peligros me aventuro?
¿qué tiene el alma por defensa y muro,
aunque de terrapleno está cubierta?
O pues vida, llorad, llorar conviene,
que no reír, que si reír pretendo,
no es el defecto que esta causa tiene.
Proporcionad el miedo, porque entiendo,
que si reís, impropiamente viene
nacer llorando con vivir riendo.
Página 70
5
10
— 65 —
A una calavera de mujer
Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura de estos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos, de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo;
aquí la estimativa, en quien tenía
el principio de todo movimiento;
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!
Donde tan alta presunción vivía
desprecian los gusanos aposento.
Página 71
5
10
— 66 —
Cuando lo que he de ser me considero,
¿cómo de mi bajeza me levanto?
y si he de imaginarme tal espanto,
¿por qué me desvanezco y me prefiero?
¿Qué solicito, qué pretendo y quiero,
siendo guerra el vivir y el nacer llanto?
¿por qué este polvo vil estimo tanto,
si de él tan presto dividirme espero?
Si en casa que se deja, nadie gasta,
pues pierde lo que en ella se reparte,
¿qué loco engaño mi quietud contrasta?
Vida breve y mortal, dejad el arte,
que a quien se ha de partir tan presto, basta
lo necesario, en tanto que se parte.
Página 72
5
10
— 67 —
Levantareme de la seca tierra,
que pacen estos rudos animales,
¡o padre! a tus entrañas paternales,
de donde mi locura me destierra.
Iré al palacio, dejaré la sierra,
donde estos rotos míseros sayales
me trocarán en púrpuras reales,
que a nadie, que llamó, las puertas cierra.
Confesarele que perdido anduve,
y aunque temo el llegar, pues lo más verde
de mis pasados años me detuve.
Para que llegue basta que me acuerde,
que si perdí lo que de hijo tuve,
lo que tiene de padre no lo pierde.
5
10
— 68 —
No sabe que es amor quien no te ama,
celestial hermosura, esposo bello;
tu cabeza es de oro, y tu cabello,
como el cogollo que la palma enrama;
tu boca, como lirio que derrama
licor al alba; de marfil tu cuello;
tu mano el torno, y en su palma el sello
que el alma por disfraz jacintos llama.
¡Ay, Dios! ¿en qué pensé cuando, dejando
tanta belleza, y las mortales viendo,
perdí lo que pudiera estar gozando?
Mas si del tiempo que perdí me ofendo,
tal prisa me daré, que una hora amando
venza los años que pasé fingiendo.
Página 74
5
10
— 69 —
Si de la sombra de tu cuerpo santo
puesto en la cruz un bárbaro homicida
recibe luz para pedirte vida,
y vida eterna por tan breve llanto.
Si la divina fimbria de tu manto
salud concede a quien la tiene asida,
más es tenerte en celestial comida,
¡dichosa el alma que merece tanto!
No sombra de tu cuerpo, o fimbria tuya,
sino tu cuerpo mismo, ¿cuál efecto
hará en el alma, que a tu mesa llega?
¿Qué Reino pedirá? ¿qué salud tuya,
que tú la niegues, si con dulce efecto
tan cerca te ama, abraza, goza y ruega?
Página 75
5
10
— 70 —
Hombre mortal mis padres me engendraron,
aire común y luz los cielos dieron,
y mi primera voz lágrimas fueron,
que así los reyes en el mundo entraron.
La tierra y la miseria me abrazaron,
paños, no piel o pluma me envolvieron,
por huésped de la vida me escribieron,
y las horas y pasos me contaron.
Así voy prosiguiendo la jornada,
a la inmortalidad el alma asida,
que el cuerpo es nada, y no pretende nada.
Un principio y un fin tiene la vida,
porque de todos es igual la entrada,
y conforme a la entrada la salida.
Página 76
5
10
— 71 —
En señal de la paz que Dios hacía
con el hombre, templando sus rigores,
los cielos dividió con tres colores
el arco hermoso que a la tierra envía:
lo rojo señalaba la alegría,
lo verde paz y lo dorado amores;
secó las aguas, y esmaltaron flores
el pardo limo que su faz cubría.
Vos sois en esa cruz, cordero tierno,
arco de sangre y paz, que satisfizo
los enojos del Padre sempiterno;
vos sois, mi buen Jesús quien los deshizo;
ya no teman los hombres del infierno,
pues sois el arco que las paces hizo.
Página 77
5
10
— 72 —
Los que fuera del curso y armonía,
que con ley inmortal gobierna el suelo,
vistes el sol entristecer el cielo,
y suceder la noche al mediodía.
Los que vistes con triste melodía
llorar las piedras, y romperse el velo,
morir la vida, y convertirse en hielo
la luz del mundo, que en sí misma ardía.
Mirad el sol, que la prisión levanta
al luminoso cuerpo soberano,
mirad la vida que a la muerte espanta.
Pues con los rayos de su eterna mano
renueva de su templo el alma santa
el cinco veces roto velo humano.
Página 78
5
10
— 73 —
Descalzo el pie sobre la arena ardiente,
ceñida la cabeza de espadañas,
con una caña entre las verdes cañas,
que al Tajo adornan la famosa fuente.
Tiende sobre el cristal de su corriente
su cuerda el pescador, y por hazañas
tiene el sufrir que el sol por las montañas
se derribe a las aguas de Occidente.
Sale a su cebo el pez en tal distancia,
mas, o gran pescador Cristo, ceñido
de espinas, que en la caña de tu afrenta.
Sacas del mar del mundo mi ignorancia,
el pie en la cruz, ribera de mi olvido,
para que el cebo de tu sangre sienta.
Página 79
5
10
— 74 —
¿Qué armas son estas, qué guión colgado
de General sobre este monumento?
¿celada es un espino tan sangriento?
¿pluma un azote en púrpura bañado?
¿Un tosco leño es espaldar cruzado?
¿gola una soga? ¡extraño pensamiento!
¿dónde es la esponja bélico armamento?
¿qué lanza al fin es arma de soldado?
¡Más ay! que de una virgen muestra el llanto
que son de Cristo Capitán del cielo
trofeos, y la muerte ya vencida.
Estos adornan su sepulcro santo,
con estos ha ganado el cielo al suelo,
mató la muerte, y reparó al vida.
Página 80
5
10
— 75 —
¿Qué es esto? dijo el Israelita, viendo
descender el Maná, llover el cielo
cándidos copos de sabroso hielo,
los árboles del monte encaneciendo.
¿Qué es esto? dijo, cuando estás comiendo
aquel licor de celestial consuelo,
sombra de la verdad, de la luz velo,
que ahora vive en blanca nieve ardiendo.
¿Qué es esto? dijo, viendo como llueve
sobre la salas del templado viento
débil manjar envuelto en aura leve.
Y hoy Cristo les responde en sacramento:
Este es mi cuerpo; la respuesta es breve,
enigma el pan, y el mismo Dios sustento.
Página 81
5
10
— 76 —
Sacó Moisés de Egipto al pueblo Hebreo,
pasó el Jordán seguro, y por memoria
comió el cordero, y celebró la gloria
de aquel divino general trofeo.
Instituyó la Pascua con deseo
de eternizar aquella dulce historia,
la libertad, el triunfo, la victoria
figura de este pan que adoro y creo.
Memoria sois, cordero soberano,
de la salida de otro Egipto fiero,
Pascua divina del linaje humano.
Y así como Moisés más verdadero,
nos da la bendición de vuestra mano
Pascua, pasto, pastor, pan y cordero.
Página 82
5
10
— 77 —
Cuelgan racimos de ángeles, que enrizan
la pluma al sol en arcos soberanos,
humillan nubes promontorios canos,
y de aljófar la tierra fertilizan.
Desde el cielo a Toledo se entapizan
los aires de celestes cortesanos
con lirios y azucenas en las manos,
que la dorada senda aromatizan.
Baja la Virgen, que bajó del cielo
al mismo Dios; pero sí a Dios María;
hoy a María de Ildefonso el celo.
Y como en pan angélico asistía
Dios en su Iglesia, el cielo vio que el suelo
ventaja por entonces le tenía.
Página 83
5
10
— 78 —
La santa Virgen, que en la sacra idea
de Dios fue fabricada antes que el cielo,
del Verbo en carne original modelo,
que su estudio santísimo hermosea.
Naciendo en la dichosa Galilea
fue cuadro celestial, en cuyo velo
de tela humana y de divino celo
Dios los pinceles de su ciencia emplea.
Lucas, gloria y honor de la pintura,
fue sólo digno de copiar un día
con envidia del cielo su hermosura
O soberano Apeles de María,
pues retrató la virginal figura,
a donde Dios mostró lo que sabía.
Página 84
5
10
— 79 —
Lucas, tan justamente peregrino
al lado del pintor del firmamento,
de la primera imagen fundamento,
que a ser altar de nuestros ojos vino.
Vos, que con el azul ultramarino
de vuestro celo, y con la fe por tiento,
en la tabla del nuevo Testamento
pintáis la humanidad del ser divino.
¿Qué pluma os ha de dar debidos loores?
¿cuál humano pincel podrá pintaros?
¿a dónde habrá retóricos colores?
Mas para dignamente retrataros,
vos divino patrón de los pintores,
al espejo de Dios poséis miraros.
Página 85
5
10
— 80 —
Si de piel asperísima vestido,
el cabello revuelto y erizado,
al gran Bautista en el Jordán sagrado,
si es Cristo, le preguntan, prometido.
A vos, aunque también con piel ceñido,
pero en manos, costado y pies llagado,
en Cristo por amores transformado,
y a Cristo en cuerpo sangre y parecido.
¿Cómo os llamara, si Israel os viera?
y porque la humildad vuestra se arguya,
¿qué dijérades vos después de visto?
¿Quién duda que Francisco respondiera,
no soy yo Cristo, soy estampa suya,
ni vivo como yo, vive en mí Cristo?
Página 86
5
10
— 81 —
Caiga el hermoso como cedro y palma,
caiga el Cherub, que fue su nacimiento
con el Aurora, y tuvo atrevimiento
donde todo poder se humilla y calma.
Caiga, perdiendo la victoria y palma,
del monte del excelso Testamento,
y suba la humildad al mismo asiento,
a vos, Francisco humilde, en cuerpo y alma.
Si al crucifijo Serafín divino
volvéis los rayos, sois espejo claro
tan parecido, cuando en vos se mira.
Que ya sois Serafín y al justo vino,
subiendo a ser del que cayó reparo,
ángel no es mucho, mas llagado admira.
Página 87
5
10
— 82 —
Aunque es de piedra, y su cabeza es piedra,
y sobre piedra fuerte está fundada,
y con sangre por ella derramada
de tantos huesos su cimiento en piedra.
Aunque con tantos Sacramentos medra,
en gracia y fe con Cristo desposada,
y tantas ramas de su Cruz sagrada
tienen sus muros firmes como hiedra.
Mientras que la persiguen militante,
a defenderla con sus rayos viene
la luz que al mismo fuego tuvo impreso.
Que aunque partido Cristo por Atlante
quedó la piedra que la tuvo y tiene,
carga en los hombros de Domingo el peso.
Página 88
5
10
— 83 —
Poned la limpia mesa a Cristo, y coma,
espíritus divinos, del cordero,
de cuyo sacrificio verdadero
el humo sube en oloroso aroma.
Color de rosa en las parrillas toma,
sazón le ha dado amor, servidle entero,
vuele a mejor Arabia y hemisferio
de este fénix la cándida paloma.
Está sin corazón, asose presto,
y que le vuelvan de otro lado avisa,
para llevar mejor el fuego impreso.
Ángeles, si la mesa se habéis puesto,
decidle que la carne coma aprisa,
que el más cristiano rey espera un hueso.
Página 89
5
10
— 84 —
Tiraban Dios y el hombre al blanco un día
flechas de amor y de crueldad tirana,
por ver quien de los dos el premio gana,
que atado a un árbol el rigor tenía.
Dios que del blanco lo que Dios sabía,
tiraba con destreza soberana,
erraba el hombre con malicia humana,
porque la mira contra Dios ponía.
Era de entrambos Sebastián el cierto
blanco en un tronco, donde ramas hechas
las flechas le dejaron tan cubierto.
Que puesto que a matarle iban derechas,
quedó de Dios, y no del hombre muerto,
que en las flechas de Dios rompió sus flechas.
Página 90
5
10
— 85 —
¿Quién es aquel Atleta esclarecido,
que sale de la bélica palestra
con tres coronas en la mano diestra,
y el manto negro en púrpura teñido?
Si vence y triunfa, ¿cómo viene herido?
si viene herido, ¿cómo el triunfo muestra?
que es nueva imagen a la vista nuestra
laurel sangriento y vencedor vencido.
O solo peregrino de Verona,
¿negras y blancas armas, sangre y palma
no muestran que es de Pedro la persona?
Si sangre, si laurel te tuvo en calma,
así reparten lo que Dios corona,
las heridas al cuerpo, el triunfo al alma.
Página 91
5
10
— 86 —
Por celebrar Domingo soberano
vuestra fiesta mejor, Pedro divino,
a cantar a Milán el credo vino,
llevándole el compás de Dios la mano.
Echó en efecto en vuestro canto llano
tan alto contrapunto en el camino,
que los coros celestes que previno,
fueron los ecos del acento humano.
Entrose por la Iglesia la herejía,
por suspender con pertinaz denuedo
del músico divino la armonía.
Y cisne santo con el mismo dedo
mostró que el Evangelio dicho había,
pues que cantaba con su sangre el Credo.
Página 92
5
10
— 87 —
Pedro una vez que de la escuela vino,
como tierno David tejió de suerte
la honda de su fe divina y fuerte,
que hizo de tres lazos y de un lino.
Que cuando Goliat en el camino
pensó rendirle con violenta muerte,
de los rubíes, que en la tierra vierte,
honró su frente círculo divino.
Al paso de Milán salió el gigante
contra el pastor, que sin tenerle miedo,
le puso el pecho y la verdad delante.
Bajó la sangre a confesar el Credo,
y fue Pedro escribiendo tan constante,
que pudo derribarle con un dedo.
Página 93
5
10
— 88 —
Pedro, a la sangre que por vos vertida
mostró para su fe tanta firmeza,
ofrece la Católica nobleza
la limpia suya, a vuestros pies rendida.
De las cuatro azucenas guarnecida,
que dejó de Domingo la pureza,
esta Junta os elige por cabeza
puesto que la tenéis tan dividida.
Tended vuestro crucígero labaro,
Capitán general de esta milicia,
que contra el fiero Apóstata levanta.
La fe de vuestra muerte ejemplo raro,
pues para el tribunal de su justicia
hizo las gradas vuestra sangre santa.
Página 94
5
10
— 89 —
No es mucho que Israel las aguas corte
del Rubio mar, si va Moisés delante
haciéndole dos muros de diamante,
que a Egipto emboten de la espalda el corte.
Ni que el peligro al pescador reporte,
para serlo del barco militante,
que Dios le llama, porque no le espante,
y está en la orilla el sol que alumbra el Norte.
Pero que tienda de Domingo el manto
Raimundo, y pase encima el mar profundo,
es fe que ha dado al mismo cielo espanto.
Pasad, Profeta, ese Jordán segundo,
verán los reyes, que se ciegan tanto,
que estima el mar a quien destierra el mundo.
Página 95
5
10
— 90 —
Buscaba Magdalena pecadora
un hombre y Dios, halló sus pies, y en ellos
perdón, que más la fe que los cabellos
ata sus pies, sus ojos enamora.
De su muerte a su vida se mejora,
efecto en Cristo de sus ojos bellos,
sigue su luz, y al occidente de ellos
canta en los cielos, y en peñascos llora.
Si amabas, dijo Cristo, soy tan blando
que con amor, a quien amó, conquisto,
si amabas, Magdalena, vive amando.
Discreta amante, que el peligro visto
súbitamente traslado llorando
los amores del mundo a los de Cristo.
Página 96
5
10
— 91 —
Al buen ladrón
¿Cómo es posible que de bueno den
nombre a un ladrón, si el bueno se ha de dar
al más sutil en escalar y entrar
lo más guardado que sus ojos ven?
Pues Dimas, no contento de que estén
las manos y los pies de par en par,
otra puerta mayor quieren guardar,
y por la principal entrar más bien.
Si dijo el mismo Dios que no es ladrón
quien entra por la puerta, claro está
que no lo es ya, pues cinco puertas son.
Ladrón por lo pasado se dirá,
que por subir al cielo no es razón,
pues no se roba aquello que se da.
Página 97
5
10
— 92 —
Celebran viejo y nuevo Testamento
dos capas, de José fue la primera,
que la dejó para correr ligera
su castidad a un loco pensamiento.
Las del segundo con piadoso intento
fue de Martín, que con no dala entera
dio envidia a la que cubre la alta esfera,
y tiene al mismo sol por ornamento.
¿Cuál será de estas dos la más preciosa?
pero la de Martín será más bella,
aunque es la de José casta y hermosa.
Porque si cubre al mismo Dios con ella,
ya es capa de los cielos milagrosa,
y la mayor, pues que se encierra en ella.
Página 98
5
10
— 93 —
A San Roque
Jaque de aquí con este santo Roque,
peste cruel, que quiere Dios que aplaque
este bordón con su divino jaque
todo peligro que a los hombre toque;
y que las piezas del contrario apoque,
y el alma dama en el postrero escaque,
libre de tretas y peligros, saque
cualquiera que su nombre santo invoque.
Procura el negro alfil que el hombre peque,
y con sus tretas ya le pone a pique,
porque de la piedad la oliva saque.
Mas Roque hace que el bordón se aplique
a la espada de Dios, y el rigor trueque,
y que su cruz a Cristo signifique.
Página 99
5
10
— 94 —
¡Oh, engaño de los hombres!, vida breve;
loca ambición al aire vago asida;
pues el que más se acerca a la partida,
más confiado de quedar se atreve.
¡Oh, flor al hielo, o rama al viento leve,
lejos del tronco, si en llamarte vida!
tú misma estás diciendo, que eres ida;
¿qué vanidad tu pensamiento mueve?
Dos partes tu mortal sujeto encierra:
una, que te derriba al bajo suelo,
y otra, que de la tierra te destierra.
Tú juzga de las dos el mejor celo,
si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra,
el alma quiere ser Cielo en el Cielo.
Página 100
5
10
— 95 —
A Jesucristo crucificado
¡Oh vida de mi vida, Cristo santo!
¿A dónde voy de tu hermosura huyendo?
¿Cómo es posible que tu rostro ofendo
que me mira bañado en sangre y llanto?
A mí mismo me doy confuso espanto
de ver que me conozco y no me enmiendo;
ya el ángel de mi guarda está diciendo
que me avergüence de ofenderte tanto.
Detén con esas manos los perdidos
pasos, mi dulce amor; mas ¿de qué suerte
las pide quien las clava con la suyas?
¡Ay Dios! ¿A dónde estaban mis sentidos
que las espaldas pude yo volverte,
mirando en una cruz por mí las tuyas?
Página 101
5
10
— 96 —
Bajaba del nubífero Carmelo
la sabia esposa del Nabal tirano
al recurso del Rey, que airado en vano
la ofrenda acepta y el piadoso celo.
Del mismo baja, y aun del cielo al suelo,
pues baja de Alba al sol, del monte al llano
Teresa ilustre, cuya lengua y mano
templó las iras del airado cielo.
Desenójase Dios por la piadosa
ofrenda de los frutos que le ofrece,
hijos de su oración maravillosa.
El mundo muere en ella, el monte crece,
y como reina en Dios de Cristo esposa,
en el carro abrasado resplandece.
Página 102
5
10
— 97 —
Águila, cuyo pico soberano
bañado en las corrientes celestiales
osó tocar los cándidos umbrales,
que apenas mira el pensamiento humano.
Fénix, a quien el bárbaro titano
pensó abrasar las alas inmortales,
de cuyo fuego a nueva vida sales,
la pluma de oro en la divina mano.
Estima los efectos que recibes
del arte de imprimir, cuando resumas
la grandeza del Verbo, con que vives.
Pues de tu pluma han hecho tantas plumas,
que eternamente escriben lo que escribes,
y de tu suma innumerables sumas.
Página 103
5
10
— 98 —
El ave santa, en cuyo pico asido
vio el mundo el ramo de la paz humana,
y a cuyos pies el cielo de Diana
sirve de trono, aunque de sol vestido.
Con más suave y más sutil sonido
que el aura al Alba envuelta en nieve y grana,
batió bañada en dulce tramontana
las alas de oro al Carmelita nido.
Simón, nuestro Eliseo, pastor santo,
adornando la fénix del Carmelo,
estas, dijo, serán la salas mías.
Asió la fimbria del celeste manto,
formando entre los dos escala al cielo,
hasta que vuelva de su carro Elías.
Página 104
5
10
— 99 —
¡Qué bien se echa de ver, divino Diego,
que en Alcalá estudiaste Teología,
pues tan divina Cátedra se os fía,
desde a donde enseñáis lenguas de fuego!
¿Mas cómo sois tan sabio, si sois lego,
pues dos maestros disputando un día,
de tantos argumentos la porfía
controvertida resolviste luego?
Teólogo saliste admirable
de un libro, cuyas hojas milagrosas
hacen que un alma en todas ciencias hable.
Y entre las que sabéis maravillosas,
mirad si sois Filósofo notable,
pues hacéis entender, que el pan es rosas.
Página 105
5
10
— 100 —
La madre de las ciencias, donde a tantos
verde laurel por únicos publica,
dos corderos al cielo sacrifica,
primicias ya de innumerables santos.
Bárbara mano entre dichosos cantos
hierro cruel a su marfil aplica,
y la ribera de sus plantas rica
himnos al cielo ofrece en vez de llantos.
Henares lastimado deque dentro
de sus términos Roma entrar procura,
saliéndole dos niños al encuentro.
Rompió la margen, y la sangre pura
bebió a la tierra, y retirando el centro
le dio en arenas de oro sepultura.
Página 106
5
10
— 101 —
Fue célebre Jahel, porque la frente
a Sisara pasó con atrevida
mano, y el clavo de la frente herida
segunda piedra del pastor valiente.
Y Engracia santa, porque heroicamente
la tierra suya de laurel ceñida
al clavo de un tirano dio rendida,
será también famosa eternamente.
Quiso imitar a su querido esposo,
y aunque él murió con tres, y ella tenía
uno sólo en el tránsito dichoso.
Los dos, que le faltaron aquel día,
tuvo en el corazón tan amoroso,
que blanco de sus clavos parecía.
Página 107
5
10
— 102 —
Divino labrador, honor de España,
que a pesar de la bárbara fiereza
traías en la mano la cabeza,
por no morir en la heredad extraña.
El ejército muerto, la montaña
de cuerpos troncos, tanta fortaleza
admira, y da lugar a la riqueza
del vuestro insigne por tan alta hazaña.
Muertos responden a quien habla muerto,
y la patria de tales ciudadanos
de muro a muro a ser sepulcro viene.
Dichosa Zaragoza por Lamberto,
que tiene su cabeza por sus manos,
y ella su cuerpo por cabeza tiene.
Página 108
5
10
— 103 —
De vos se queja la pobreza humana,
Francisco, aunque conoce el santo celo,
que desde que os subisteis al Carmelo,
lloran por vos las puertas de Altozana.
Si de la vida activa humilde y llana
a la contemplativa alzáis el vuelo,
vivid en Alcalá, mas quiere le cielo
infundiros su ciencia soberana.
No son simpleza e ignorancia agravios
para vuestras costumbres de importancia,
si el cielo purifica vuestros labios.
Pues sois de aquellos para más ganancia,
por quien dijo Agustín que a los más sabios
le quita de las manos la ignorancia.
Página 109
5
10
— 104 —
El cabello tendido por el manto,
que humilde el sol para corona estima,
María llega a que en su prima imprima,
amor los brazos, que ella baña en llanto.
Bendito el fruto de tu vientre santo,
dice Isabel a su querida prima,
y ella responde: Mi humildad sublima
Dios, que por ella me engrandece tanto.
El monte se conmueve a su alabanza,
y los pastores tan alegremente,
que reventaba por hablar un mudo.
Juan de contento salta, baila y danza,
que el maestro que entonces tiene enfrente,
es el más primo que tocar le pudo.
Página 110
5
10
— 105 —
Antonio, si los peces sumergidos
en el centro del mar para escucharos
sacan las frentes a los aires claros,
y a vuestra viva voz prestan oídos.
Los que vivieren de razón vestidos,
y más quien por la patria debe amaros,
a la dulzura de esos hechos raros
¡qué mucho que suspendan los sentidos!
Ya con el Niño Dios José segundo
parecéis en los brazos, y él se ofrece
en figura de amor, ¡qué amor profundo!
Tanto se humilla, y tan os engrandece,
que porque parezcáis tan grande al mundo,
Dios tan pequeño junto a vos parece.
Página 111
5
10
— 106 —
Pusieron los armígeros gigantes
un monte en otro por subir al cielo,
que la soberbia, que produce el suelo,
engendra pensamientos semejantes.
Mas cuando de sus fúlgidos diamantes
tocar pensaron el celeste velo,
cayeron con Nembrod, y el fuego en hielo
sepultó sus cervices arrogantes.
Vos, gigante divino, de otro modo
subís al cielo, sin que el paso os tuerza
para alcanzarle, la que más le impide.
Pues le tenéis sobre los hombros todo,
que aunque el Reino de Dios padece fuerza
no la consiente a quien sin Dios le pide.
Página 112
5
10
— 107 —
Dulce Señor, mis vanos pensamientos
fundados en el viento me acometen,
pero por más que mi quietud inquieten,
no podrán derribar tus fundamentos.
No porque de mi parte mis intentos
seguridad alguna me prometen
para que mi flaqueza no sujeten,
ligera más que los mudables vientos.
Mas porque si a mi voz, Señor, se inclina
tu defensa y piedad, ¿qué humana guerra
contra lo que tú amparas, será fuerte?
Ponme a la sombra de tu cruz divina,
y vengan contra mí fuego, aire, tierra,
mar, hierro, engaño, envidia, infierno y muerte.
Página 113
5
10
— 108 —
Todos te pintan encarnado y blanco,
esposo de las almas, yo te veo
blanco no más, que amor a mi deseo
quiere dejar con este blanco en blanco.
Pero con viva fe tirando al blanco,
que está cubierto lo encarnado creo,
y en este blanco, en que la vista empleo,
te considero más galán y franco.
Aquí los blancos accidentes cubren
el color encarnado de la rosa,
que tú cogiste del jardín sellado.
Pero como a la fe se le descubren,
conoce el alma, que te vio, la esposa,
pues dijo que eras blanco y encarnado.
Página 114
5
10
— 109 —
Dios mío, sin amor ¿quién pasará?
Algo ha de amar quien hombre al fin nació.
Tres cosas que tú dices, hallo yo
en que todo el amor resuelto está:
amarte a Ti cualquiera lo dirá.
¿Qué escita, que hombre bárbaro no amó
al Dios que le sustenta y le crió,
y el aire en que respira y luz le da?
Pues al amigo en ley de amor se ve,
¿tengo de amar al enemigo? Sí,
que pues que Tú lo mandas, justo es.
Dichoso aquel, mi Dios, que te ama a Ti,
en Ti al amigo con honesta fe,
y al enemigo por amor de Ti.
Página 115
5
10
— 110 —
Con presunción de bélico soldado
galán sale y feroz Pablo atrevido,
que si ahora en la cuenta no ha caído,
caerá muy presto del primer estado.
¿A dónde, Pablo, de soberbia armado
para quedar con una voz vencido?
seguid las letras, ¿dónde vais perdido?
que habéis de ser doctor del mayor grado.
Aunque valor vuestra persona encierra,
no es bien que nadie contra Dios presuma,
que dará con los ojos por la tierra.
La Iglesia espera vuestra docta suma,
mirad que no sois vos para la guerra,
dejad las armas y tomad la pluma.
Página 116
5
10
— 111 —
¿Cómo podré, Señor, querer quereros?
¿cuánto deseo por poder serviros?
¿qué lágrimas, qué efectos, qué suspiros
derramaré, tendré, daré por veros?
¿Qué requiebro diré para moveros
y de tantas ofensas divertidos?
¿cómo podrá mi alma recibiros,
siendo tan imposible mereceros?
¿Cómo las tiernas quejas, que os envío,
podrán, Jesús dulcísimo, obligaros?
¿mas que os pregunto yo? ¡qué desvarío!
Amaros quiero ya, no preguntaros,
porque el modo de amaros, Jesús mío
Bernardo dice que es sin modo amaros.
Página 117
5
10
— 112 —
Nuevo ser, nueva vida, aliento nuevo,
Señor, os debo ya, pues reducida
mi vida a vos es otra nueva vida,
de tal manera que me hacéis de nuevo.
De nuevo el alma de esta vida os debo,
aquella con la sangre redimida,
y esta con la piedad, pues de perdida
al resplandor de la verdad la llevo.
Nada era ya la vida, que apartada
se vio de vos, Señor, ¡qué triste estado!
luego ha sido otra vez de vos criada.
De la nada, Señor, me habéis sacado
a nuevo ser, que si el pecado es nada,
en nada me volví por el pecado.
Página 118
5
10
— 113 —
Si quise, si adoré, ¡qué error terrible!
hermosura mortal, ¿cómo ignoraba
la tuya celestial, pues me enseñaba
lo invisible, Señor, por lo visible?
Tu gloria, eterno Dios, incorruptible,
cuando Ídolos humanos fabricaba,
como gentil y bárbaro trocaba
en imagen del hombre corruptible.
¡Ay Dios, y cuán oscuro que tenía
entonces mi turbado entendimiento,
sin ver la luz en la mitad del día!
¿Qué excusa te dará mi entendimiento?
pero con tu piedad la más tardía
halla en tu pecho dulce acogimiento.
Página 119
5
10
— 114 —
Bajaba con sus cándidas ovejas
por el valle de Aran Raquel hermosa,
el oro puro y la purpúrea rosa
mezclando las mejillas y guedejas.
Ellas lamiendo a la canal las tejas,
y ella mirando el pozo cuidadosa,
anticipose a levantar la losa
el que fue mayorazgo por lentejas.
Bebió el ganado caluroso, y luego
diola beso de paz, y por despojos
lágrimas que lloró perdido y ciego.
Muy tierno sois, Jacob ¿tan presto enojos?
si, que en llegando al corazón el fuego,
lo que tiene de humor sale a los ojos.
Página 120
5
10
— 115 —
Sentado estaba el padre de las gentes
a los umbrales de su casa un día,
que en la mitad del cielo el sol ardía,
cuando miró tres ángeles presentes.
Las manos, que después tan obedientes
hallaron el cuchillo y la osadía,
juntó arrojado por la tierra fría,
y dijo a los varones eminentes:
Para, Señor, aquí come y descansa
debajo de esta sombra entre estas flores,
si con tu gracia mi humildad abonas.
Lavaos los pies, el agua corre mansa,
mas ¿cómo Señor dijo y no señores?
porque adoraba un Dios en tres personas.
5
10
— 116 —
Yo pagaré con lágrimas la risa,
que tuve en la verdura de mis años,
pues con tal declarados desengaños
el tiempo, Eliseo, de mi error me avisa.
Hasta la muerte en la corteza lisa
de un olmo, a quien dio el Tajo eternos baños,
escribí un tiempo, amando los engaños
que mi temor con pies de nieve pisa.
¿Mas que fuera de mí, si me pidiera
esta cédula Dios, y la cobrara
y el olmo entonces el testigo fuera?
Pero yo con el llanto de mi cara
haré crecer el Tajo de manera,
que sólo quede mi venganza clara.
5
10
— 117 —
Formando Bathuel castillos de oro
en los camellos Árabes gigantes,
y sobre los Asirios elefantes
de las doncellas del honesto coro.
Parte Rebeca por mayor tesoro
que plata y oro y Índicos diamantes,
ganados y pastores circunstantes
desde la blanca abeja al rubio toro.
Isaac adelantose al camino
viole la honesta virgen, y del manto
hizo rebozo el rostro peregrino.
Ejemplo para el alma, esposo santo,
que cuando vos venís en pan divino,
se cubra de humildad a favor tanto
Página 123
5
10
— 118 —
Gertrudis, siendo Dios tan amoroso
que está en el hombre por amor ardiente
y el hombre en él, no es mucho que aposente
tan abrasado corazón su esposo.
Amor le ha dado en vos dulce reposo,
que allí quiere vivir y estar presente,
que nadie amara y estuviera ausente,
si fuera como Dios tan poderoso.
Si al que pregunta al mismo Dios, que a dónde
le podrá hallar, después del blanco velo,
en vuestro corazón santo responde.
Custodia sois, mientras gozáis el suelo,
y pues que todo Dios en él esconde,
mayor tenéis el corazón que el cielo.
Página 124
5
10
— 119 —
Ángel, a gran peligro os arrojastes
cuando a decir verdad os atrevistes
supuesto que al Bautista parecistes
cuando con tal rigor la predicastes.
Notable ejemplo a los demás dejastes,
luz sobre monte, y no lisonja fuistes,
que puesto que del púlpito caístes,
al cielo envuelto en sangre os levantastes.
Ángel fue el gran Bautista, si en la vista
y en la verdad le sois tan semejante
y en hábito tan pobre y tan estrecho.
Ángel, no es mucho, pues murió el Bautista
por decir al verdad, que un ciego amante
por la misma ocasión os pase el pecho.
Página 125
5
10
— 120 —
José, ¿cómo podrá tener gobierno
el tiempo de quien padre y lumbre ha sido,
si en los brazos tenéis el sol dormido,
pues tiene vida por su curso eterno?
Aunque sois cuna de su cuerpo tierno
del Alba virginal recién nacido,
despertadle José, si tanto olvido
no le disculpa vuestro amor paterno.
Mirad, que hasta los ángeles espanta
ver que se duerma el sol resplandeciente
en la misma sazón que se levanta.
Dejas, José, que su carrera intente,
porque desde el pesebre a la cruz santa
es ir desde el Oriente al Occidente.
Página 126
5
10
— 121 —
No espanta al sabio, ni ha de ser temida
la muerte que amenaza varios casos,
y por la brevedad de nuestros pasos
no puede estar muy lejos de la vida.
El sueño es una muerte, aunque fingida,
que tiene como el sol tantos Ocasos,
de tierra son nuestros mortales vasos,
con poco golpe quedará rompida.
La vida fue muy justo que estuviese
en esta suspensión, porque en concierto
el temor de la muerte nos pusiese.
Por eso hizo nos Dios su fin incierto
para que mientras más incierto fuese,
más cerca nos parezca de ser cierto.
5
10
— 122 —
El alma a su Dios
¿Cuándo en tu alcázar de Sión y en Beth
de tu santo David seré Abisac?
¿Cuándo Rebeca de tu humilde Isaac?
¿Cuándo de tu Josef limpia Aseneth?
De las aguas salí como Jafet,
de la llama voraz como Sidrac,
y de las maldiciones de Balac
por la que fue bendita en Nazareth.
Viva en Jerusalén como otro Jasub,
y no me quede en la ciudad de Lot,
sabiduría eterna, inmenso Alef.
Que tú, que pisas el mayor querub,
y la cerviz enlazas de Behemoth,
sacarás de la cárcel a Josef.
Página 128
5
10
— 123 —
A San José
Perdiose el hijo eterno de María,
si Dios pudo perderse, que en la tierra
es menester ser Dios, el que no yerra,
buscó, hallole José al tercer día.
O a la tercera noche, que no hay día,
ausente Dios, en quien la luz se encierra
¡o dichoso cuidado, cuya guerra
paz en buscar y hallar a Dios tenía!
Luz de la luz mayor José ha sido,
o ya porque consigo al llevaba,
o ya porque la halló cuando escondida.
Y si es que pudo Dios estar perdido,
José a descubrírnosle bastaba
con su fe, con su amor, o con su vida.

2 pensamientos sobre “Lope de Vega Rimas Sacras”

  1. Magnificent beat ! I wish to apprentice while you amend your website, how could
    i subscribe for a blog site? The account helped me a
    appropriate deal. I were tiny bit acquainted of this your broadcast
    offered bright clear idea

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados