Estos son algunos de los dichos de Sancholin, presidente de un estado cualquiera, en un pais imaginario, de un futuro siglo (pongamos el siglo XXIII por ejemplo). Pero no nos engañemos, esto nunca ha pasado ni podría pasar es pura literatura, pura imaginación desbordante de una mente calenturienta.
1- Dijo una vez Sancholin en una reunión en Bruselas:
– Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien.
Y es que nuestro eximio presidente goza de una sinceridad sin limites, no puede evitarlo, no es diplomatico, algunos en Europa hasta piensan que es tonto del culo. Ya con el tema de Israel metió bien la patita.
Es tan honesto, tan trasparente, tan aparentemente Idiota, que le vamos a hacer.
2 – El puede parecer un idiota y actuar como un idiota. Pero no se deje engañar. Es realmente un idiota.
Esto fue lo que decían del presidente Sancholin en los corrillos de las reuniones de Bruselas, mientras el se miraba al espejo (siempre tiene la costumbre de mirarse en todos los espejos, pobre hombre).
Y es que en Europa parecen conocerlo muy bien.
3 – El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido. Son palabras textuales del presidente Sancholin a su mas cercano colaborador Bolañillos, que un incauto periodista oyó casualmente y publicó al día siguiente.
Tres horas después el periodista hubo de huir a Guinea. Estaba avergonzado el pobre hombre (y algo mas).
Y es que nuestro eximio procer no pudo aguantar se supiera uno de sus mas grandes secretos, es el gran simulador, el gran engañador, el gran azote de la inteligencia. No des nunca la cara, tira la piedra y escondete, maneja a los medios, repite cien veces la misma mentira, que acabará siendo verdad, una tropelía se borra con la siguiente, la gente, el pueblo, el rebaño no tiene memoria, es facil de engañar, es bueno engañar, es saludable engañar, sobre todo en MI beneficio, nunca permitas preguntas de los periodistas, no salgas a la calle no sea que te abucheen, estas por encima de la plebe, oh cesar, no vayas al congreso, envía a otros, no escuches a nadie solo a los que necesitas, al resto solo desprecio y miente mucho sobre ellos que algo queda siempre. Son estractos de su libro, mi lucha en la tierra firme del progreso bolchevique.
Es tan tierno, tan amoral, tan miserable. Pobrecito.
4 – En las fiestas no te sientes jamás, puede sentarse a tu lado alguien que no te guste. Algo asi le paso a Sancholin.
En una reunión europea Sancholin se sentó el primero y a su lado pusieron al niño de waterloo. Se puso colorado. Es humillante que un muñeco, un titere esté sentado junto a su amo, el que gobierna a quien cree gobernar.
Y lo peor fueron las fotos que les hicieron. Pasarán a la historia.
Criaturas….
5 Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro. Y mejor será asi. Sancholin las controla casi a todas. Emite millones de euros en publicidad estatal, un rico caramelito, una linda zanahoria, a la que es dificil resistirse.
La publicidad se reparte entre cadenas amigas y domesticadas, una lluvia de millones, pero oh por todos los dioses tratad muy bien a Sancholin y a toda su santa corte de ministros (y ministras, tratarlas muy bien no reveleis sus mentiras y miserias). Asi nos va.
El que se mueva no sale en la foto.
Continuara….
6 Es mejor estar callado y parecer tonto, que hablar y despejar las dudas definitivamente. Eso mismo le paso a Sancholin….
7 Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros. Esta es la clave secreta del presidente…..
I ¿A quién regalo mi ingenioso librito recién aparecido, pulido hace nada con la árida piedra pómez(1)? A ti, Cornelio(2); pues tú solías considerar que de algún valor eran mis naderías, ya entonces, cuando te atreviste tú el único de los ítalos a desarrollar la historia toda en tres tomos sabios, ¡por Júpiter!, y trabajosos. Por eso, acepta cualquier cosa que esto de librillo sea y lo que valga, que, ¡oh doncella protectora(3)!, ojalá permanezca sin menoscabo más de un siglo. II Gorrión(4), capricho de mi niña, con el que acostumbra ella jugar, tenerlo en su regazo, ofrecerle la punta de su dedo tan pronto se le acerca y moverle a agudos picotazos, cuando al radiante objeto de mi desasosiego le agrada jugar a no sé qué cosa querida y solaz de su dolor; entonces -creo- se le calmará su ardiente pasión. ¡Ojalá pudiera yo, como ella, jugar contigo y aliviar las tristes cuitas de mi alma! II a(5) (…) Tan grato es para mí como cuentan que fue para la veloz muchacha(6) la manzana de oro que desató su cinturón de siempre negado. III ¡Llorad, oh Venus y Cupidos(7) y cuanto hay de hombres refinados! El gorrión de mi niña ha muerto; el gorrión, capricho de mi niña, a quien ella más que a sus ojos quería; pues era dulce como la miel y la conocía tan bien como una niña a su madre, y no se movía de su regazo, sino que, saltando alrededor unas veces por aquí, otras por allá, piaba sin parar a sola su dueña; y que ahora va por un camino tenebroso hacia allí de donde dicen que no vuelve nadie. ¡Malhaya a vosotras, malvadas tinieblas del Orco(8), que devoráis todas las cosas bellas!: tan hermoso gorrión me habéis arrebatado. ¡Oh desgracia! ¡Pobrecillo gorrión! Ahora, por tu culpa, los ojitos de mi niña, hinchaditos, enrojecen de llanto(9). IV Esa barca(10) que veis, huéspedes, presume de que fue la más rápida de las naves y de que el empuje de ningún navío sobre las ondas pudo dejarla atrás, bien se tratara de volar a remo o a vela. Y dice que esto no lo niegan la costa del amenazador Adriático o las islas Cícladas ni la famosa Rodas ni la espantosa Propóntide Tracia o el terrible golfo del Ponto, donde ésta, luego barca, fue antes melenudo bosque: pues, en la cumbre del Citoro(11) a menudo silbó con su habladora cabellera. Amastris del Ponto y Citoro que produces bojes, para ti esto fue y es conocidísimo -presume la barca-. Desde su más lejano origen dice que se asentó en tu cumbre, que empapó sus remos en tu superficie y de allí avanzó como dueña por tantas
inmoderadas corrientes, ya el viento la empujara por izquierda o derecha, ya Júpiter hubiera soplado favorable sobre ambas escotas; y que, en su interés, no se hicieron votos a los dioses de la costa cuando volvía hace nada del mar a este cristalino lago. Pero estas cosas ocurrieron antes; ahora, en oculta quietud, descansa vieja y se consagra a ti, gemelo Cástor, y al gemelo de Cástor(12). V Vivamos, Lesbia(13) mía, y amemos, y las habladurías de esos viejos tan rectos, todas, valorésmoslas en un solo as(14). Los soles pueden morir y renacer: nosotros, en cuanto la efímera luz se apague, habremos de dormir una noche eterna. Dame mil besos, luego cien, luego otros mil, luego cien una vez más, luego sin parar otros mil, luego cien, luego, cuando hayamos hecho muchos miles, los revolveremos para no saberlos o para que nadie con mala intención pueda mirarnos de través(15), cuando sepa que es tan grande el número de besos. VI Flavio(16), a Catulo querrías hablarle de tu capricho, si no fuera sosa y basta, y no podrías callarte. Pero no sé qué clase de febril y enfermiza puta te ha encandilado: eso te avergüenza confesarlo. Pues, que tú no pasas las noches viudas lo grita tu estancia, en vano callada, que derrama aroma de guirnaldas y de aceites sirios(17), y las almohadas, ésta y aquélla, aplastadas, y el crujido quejumbroso de tu temblequeante lecho y sus meneos. De nada sirve callar tus adulterios, de nada(18). ¿Por qué? No arquees tus costados, tan consumidos, ni hagas tantas tonterías. Por eso, lo que tengas de bueno y de malo, dímelo: quiero a ti y a tus amores pregonaros hasta el cielo con mis graciosos versos. VII Me preguntas cuántos besos tuyos, Lesbia, me son bastante y de sobra. Cuan gran número de arena libia se extiende por Cirene, rica en laserpicio(19), entre el oráculo del tempestuoso Júpiter y el sepulcro del antiguo Bato(20). O cuantas estrellas contemplan, cuando calla la noche, los furtivos amores de los hombres. Tantísimos besos le son bastante y de sobra besarte al loco de Catulo, que ni podrían contar los curiosos ni embrujar(21) con su mala lengua. VIII(22) Desdichado Catulo, ¡que dejes de hacer tonterías y lo que ves que se ha destruido lo consideres perdido! Brillaron un día para ti radiantes los soles, cuando acudías una y otra vez a donde tu niña te llevaba, querida por mí(23) cuanto no lo será ninguna. Y allí tenían lugar entonces aquellos múltiples juegos que tú querías y tu niña no dejaba de querer. Brillaron, es verdad, para ti radiantes los soles. Ahora ya ella no quiere: tú, como nada puedes hacer, tampoco quieras, y a la que huye no la persigas, ni vivas desdichado, sino resiste con tenaz empeño, manténte firme. ¡Adiós, niña! Ya Catulo está firme, y no te buscará ni te hará ruegos en contra de tu voluntad. Pero tú te lamentarás cuando nadie te haga ruegos. ¡Criminal, ay de ti! ¿Qué vida te espera? ¿Quién se te acercará ahora? ¿A quién le parecerás bella? ¿A quién querrás ahora? ¿De quién se dirá que eres? ¿A quién besarás? ¿A quién morderás los labios? Pero tú, Catulo, resuelto, manténte firme. IX Veranio(24), el preferido para mí entre todos mis trescientos mil amigos(25), ¿has regresado a casa, a tus penates y a tus queridísimos hermanos y tu anciana madre? Has regresado. ¡Noticia dichosa para mí(26)! Volveré a verte sano y salvo y te oiré hablar de los lugares, las hazañas, los pueblos de los iberos, según tienes por costumbre, y, abrazándome a tu cuello, besaré tu deliciosa boca y tus ojos. ¡Oh, cuanto hay de hombres más dichosos!, ¿quién hay más alegre o más dichoso que yo? X Mi amigo Varo(27), como estaba yo sin hacer nada, me había llevado desde el foro a ver a su amor, una putilla, según me pareció al pronto, nada sosa ni falta de encanto. En cuanto llegamos allí, tocamos conversaciones diversas, entre las cuales hablamos de cómo era en ese momento Bitinia(28), qué tal se estaba allí, con cuánto dinero me había yo beneficiado. Respondí tal y como era: que ni ellos mismos ni los pretores ni la cohorte habrían sacado nada con lo que volver con la cabeza mejor perfumada, sobre todo si tenían por pretor a un mamón a quien le importaba un bledo la cohorte. «Pero, al menos, -me dicen- comprarías lo que se dice es típico de allí: para la litera de un hombre(29).» Yo, para hacerme el más feliz del mundo delante de la chica, dije: «No me fue tan mal, porque hubiera caído en una mala provincia, como para no poder comprar ocho hombres de buena planta.» (Y la verdad es que yo no tenía ni uno, ni aquí ni allí, que pudiera echarse al hombro la pata rota de un catre viejo). Entonces ella, como corresponde a una más que pendón, dijo: «Por favor, querido Catulo, préstamelos un rato, pues quiero que me lleven al templo de Serapis(30).» «Aguarda -dije a la chica-, respecto a eso que hace poco te había dicho que yo tenía… me he equivocado: mi compañero -o sea, Gayo Cina(31)-, él es quien los compró para sí. Pero, sean de él o míos, ¿a mí qué? Me sirvo de ellos igual que si los hubiera comprado para mí. Pero tú andas por la vida hecha una desgraciada y una impertinente, y contigo no puede uno descuidarse.» XI(32) Furio y Aurelio(33), compañeros de Catulo, bien llegue hasta los confines de la India(34), donde la ola del mar de Oriente de gran bramido golpea la costa; bien hasta los hircanos o los muelles árabes o los sagas o los partos, armados de flechas, o hasta las llanuras que tiñe el Nilo de siete brazos; o bien encamine sus pasos más allá de los
[22] elevados Alpes, para visitar los testimonios del gran César(35), el Rin de la Galia, el mar que causa horror y los más alejados britanos. Puesto que estáis preparados a visitar todos esos lugares juntamente conmigo, cualquiera que sea la voluntad de los dioses, comunicadle a mi niña estas pocas palabras no agradables: viva y disfrute con sus adúlteros, los trescientos(36) a los que tiene abrazados a la vez sin amar de verdad a ninguno, sino rompiéndoles a todos las entrañas cara a cara; que no vuelva como antes sus ojos a mi amor, que por su culpa sucumbió como la flor del prado más recóndito tras haberla herido el arado al pasar. XII Asinio Marrucino(37), no usas bien tu mano izquierda en medio del juego y del vino: robas a los descuidados sus servilletas(38). ¿Te crees que eso es gracioso? Te equivocas, idiota. La cosa es de lo más mezquina y falta de gracia. ¿No me crees? Pues cree a tu hermano Polión, que querría comprar tus hurtos hasta por un talento(39), y eso que él es un muchacho experto en bromas y chanzas. Así que, o aguarda trescientos endecasílabos(40) o devuélveme la servilleta, que no me interesa por su valor, sino porque es un souvenir(41) de un amigo, pues desde Iberia me enviaron de regalo unas telas de Sétabis(42) Fabulo y Veranio(43), y tengo que quererlas como quiero a mi Veranito y a mi Fabulo. XIII Cenarás bien, mi querido Fabulo(44), en mi casa dentro de pocos días (si los dioses te son propicios), si traes contigo una cena buena y abundante, y no faltan una deslumbrante muchacha y vino y sal y toda clase de carcajadas. Si, como te digo, te traes eso, guapo mío, cenarás(45) bien, pues la despensa de tu Catulo está llena de arañas. Eso sí: en respuesta, recibirás puro cariño o algo más delicado y elegante: pues te daré un perfume que regalaron a mi niña las Venus y los Cupidos(46) y que, en cuanto lo huelas, rogarás a los dioses, Fabulo, que te hagan todo entero nariz. XIV Si no te quisiera más que a mis ojos, mi muy encantador Calvo(47), por ese regalo te odiaría con el odio dirigido contra Vatinio(48). Pues, ¿qué he hecho yo o qué he dicho para que me agobies con tantos poetastros? ¡Que los dioses concedan muchas desgracias al protegido ese tuyo que te envió tan gran cantidad de abominaciones! Y si, según sospecho, ese novedoso repertorio te lo obsequia el maestro Sila(49), no me parece mal; al contrario: bien y enhorabuena, porque no se echan del todo a perder tus esfuerzos. ¡Grandes dioses!, ¡horrible y maldito librito ese que tú enviaste a tu querido Catulo, sin duda para que de inmediato pereciera en las Saturnales(50), el más maravilloso de los días! Pero no, esto no quedará así, simpático: pues, en cuanto amanezca, correré a las estanterías de los libreros, cogeré a los Cesios, a los Aquinos, a Sufeno(51), haré una recopilación de todos los venenos y te recompensaré con estos castigos. Entretanto, vosotros id con bien de aquí, marchaos al sitio de donde salisteis con mal pie(52), escoria del siglo, pésimos poetas. XIV a(53) Los que quizá seáis lectores de mis tonterías y no os horroricéis de acercar vuestras manos a mí (…) XV Mi persona y mis amores te los confío a ti, Aurelio(54). Te pido un discreto favor: si en tu corazón has anhelado guardar un deseo casto y puro, presérvame púdicamente a este muchacho(55), no digo de la gente (nada temo a los que pasan de largo por las calles de acá para allá ocupados en sus asuntos), de ti tengo miedo y de tu pene, peligro para los muchachos, tanto honrados como disolutos. A ése tú menéalo por donde quieras, como quieras, cuanto quieras, cuando esté fuera preparado: a éste solo lo exceptúo, discretamente, según creo. Porque, si un mal pensamiento o una insensata locura te empujan, canalla, a tan gran desatino como para acosar mi cabeza con tus trampas, entonces ¡ay de ti, desdichado y de mala estrella, que, con las piernas separadas, por la puerta abierta, te acosarán rábanos y mújoles(56)! XVI(57) Os daré por el culo y me la vais a chupar, Aurelio comevergas y Furio(58) julandrón, que, por mis versitos, como son lascivos, me habéis considerado un desvergonzado. Es, de hecho, procedente que el poeta honorable sea personalmente casto; no es necesario que lo sean sus versitos, que, en definitiva, tienen sal y gracia si son lascivos y desvergonzados y pueden provocar la comezón, no digo a los muchachos, sino a esos peludos que no pueden mover sus duros lomos. ¿Vosotros, porque habéis leído muchos miles de besos(59), me consideráis poco macho? Os daré por el culo y me la vais a chupar. XVII Oh colonia(60), que ambicionas jugar en un puente largo y tienes pensado brincar en él, pero temes las endebles patas de ese puentecillo sostenido en unos ejecillos reutilizados, no vaya a irse patas arriba y a caer en las profundidades del pantano. ¡Ojalá se construya para ti un buen puente a tu gusto en el que incluso se aguanten las danzas de los salios(61)! Concédeme, colonia, este regalo que da muchísima risa: cierto paisano mío quiero que se precipite desde tu puente y entre hasta el fango de pies a cabeza, pero por donde de todo el lago y del fétido pantano el remolino está más encenagado y es más profundo. Es un hombre completamente necio y tiene menos inteligencia que un niño de dos años que duerme en los acunadores brazos de su padre. Porque, estando casada con él una muchacha en la flor de la edad (una muchacha más delicada que un tierno cabritillo, a la que hay que guardar con más celo que a las uvas más maduras), la deja divertirse a su gusto, y no le importa un bledo ni se altera por su parte, sino que, tal como un aliso está tendido en un hoyo cortado por un hacha lígur(62), apreciándolo todo como si ella no existiese, este tal asombro mío nada ve, nada oye, quién sea él mismo, o si es o no es, ni eso sabe. Ahora a éste quiero enviarlo desde tu puente de cabeza, a ver si es posible arrancarle de golpe su estúpida modorra y que deje en el espeso cieno su indolente espíritu, como una mula deja en un hoyo pegajoso su herradura(63). XXI Aurelio(64), padre de las hambres, no sólo de éstas sino de cuantas han sido, son y serán en los años venideros, quieres dar por el culo a mis amores. Y no a escondidas: pues estás a su lado, bromeáis juntos y, pegándote a su costado, lo intentas todo. En vano: porque a ti, que me tiendes emboscadas, te haré yo primero que me la chupes. Y, si lo hicieras estando harto, me callaría; pero ahora me lamento por eso mismo, porque mi niño va a aprender a pasar hambre y sed. Por eso, déjalo mientras te sea posible hacerlo decentemente, no sea que pongas fin a ello pero después de chupármela. XXII Ese Sufeno(65) que conoces muy bien, Varo(66), es un hombre guapo y simpático y educado, y, además, hace muchísimos versos. Yo creo que tiene escritos mil o diez mil o más, y no como suele hacerse, transcritos en un palimpsesto: hojas de lujo, libros nuevos, varillas nuevas, correas rojas para pergamino, todo ello con líneas rectas a plomo y pulido con la piedra pómez(67). Cuando te pones a leerlos, ese guapo y educado Sufeno te parece, en cambio, sólo un ordeñador de cabras o un enterrador: tan distinto es y tanto ha cambiado. ¿Qué pensaríamos que es eso? Quien hace nada parecía un hombre de mundo, o si hay algo más refinado(68) que eso, ese mismo es más grosero que un grosero campesino en cuanto pone la mano en los versos, pero ese mismo nunca es igual de feliz que cuando escribe un poema: tanto se deleita en sí mismo y tanto se admira. No es extraño: todos metemos la pata por igual, y no hay nadie en quien no puedas ver en cierto sentido a un Sufeno. A cada cual se le concedió un defecto, pero no vemos el seno de la alforja que llevamos a la espalda(69). XXIII Furio(70), que no tienes ni esclavo ni arca ni chinche ni araña ni lumbre, pero sí un padre y una madre cuyos dientes pueden comer hasta piedras, te va perfectamente con tu padre y con ese leño de la esposa de tu padre. Y no es extraño: estáis realmente todos bien de salud, digerís bien, nada teméis, ni incendios ni grandes catástrofes ni crímenes ni las trampas del veneno ni otros azares de peligro. Tenéis, desde luego, unos cuerpos más secos que un cuerno o si hay algo todavía más apellejado por el sol y el frío y el hambre.
¿Cómo no te va a ir bien y dichosamente? De sudor estás libre, estás libre de saliva, de mocos y de dañino resfriado de nariz. A este aseo añádele uno mayor: que tienes el culo más limpio que un salero(71), pues en todo el año no cagas ni diez veces, y lo que haces es más duro que un haba o que las piedras, y, si te restregaras y frotaras con las manos, no podrías mancharte ni un dedo. Esas comodidades tan dichosas, Furio, no las desprecies ni las tengas en poco… y los cien mil sestercios(72) que sueles pedir olvídalos: ya eres bastante dichoso. XXIV Tú que eres la flor de los Juvencios(73), no sólo de los de ahora sino de cuantos han sido y serán luego en los años venideros, preferiría yo que hubieras dado las riquezas de Midas(74) a ese que no tiene ni esclavo ni arca(75) a que te dejaras querer por él. «¿Por qué? ¿No es un hombre guapo?», dirás. Lo es: pero este guaperas no tiene ni esclavo ni arca. Esto tú déjalo aparte y dale toda la poca importancia que quieras: es igual, ése no tiene ni esclavo ni arca. XXV Talo(76) julandrón, más blando que el pelo de un conejo o el tuetanillo de un ganso o el lobulillo de la oreja o el pene fláccido de un viejo o un lugar lleno de telarañas; y, además, Talo, más rapaz que una tempestuosa tormenta en cuanto la diosa señala a los mujeriegos pasmados(77), devuélveme, el manto que me robaste y el pañuelo de Sétabis y los bordados bitinios(78), que sueles lucir en público como si fueran de tus abuelos; despégalos ya de tus uñas y devuélvemelos, no sea que tus costaditos de lana y tus blanditas manos queden horriblemente garabateados con correas pasadas por el fuego, y te agites sin control como una barca diminuta atrapada en alta mar por un viento furioso. XXVI Furio(79), tu pequeña quinta no está expuesta al soplo del austro ni del favonio ni del crudo bóreas ni del afeliota(80), sino a quince mil doscientos sestercios. ¡Ay, viento cruel y apestoso! XXVII Muchacho escanciador del añejo falerno(81), sírveme copas de vino más fuerte, como manda la ley de la reina Postumia(82), más cargada que los cargados hollejos. Y vosotras, marchad de aquí a donde os plazca, aguas claras, perdición del vino; emigrad junto a los serios: aquí hay tioniano puro(83). XXVIII Compañeros de Pisón(84), empobrecida cohorte, de maletuchas apropiadas y ligeras, maravilloso Veranio y tú, mi querido Fabulo(85), ¿qué andáis haciendo? ¿Es que no habéis pasado con ese pillo bastante frío y hambre? ¿No incluís en el registro de ganancia vuestro gasto, como yo, que, tras haber acompañado a mi pretor, anoto por
ganancia lo gastado? ¡Oh Memio(86), qué bien y cuánto tiempo a mí, puesto boca
arriba, me forzaste a chupártela, pegándote a mí con fuerza con tu viga entera!
Pero, por lo que veo, os ha pasado la misma desgracia: pues estáis hartos de una
picha nada menor. ¡Anda, busca amigos nobles! ¡Y a vosotros, que os castiguen con
muchos males los dioses y las diosas, vergüenzas de Rómulo y Remo!
XXIX
¿Quién puede ver esto, quién puede aguantarlo, a menos que sea un crápula, un
devorador y tahúr, que Mamurra(87) posea lo que antes poseía la Galia Cabelluda(88) y
los confines de Britania?
Rómulo julandrón(89), ¿verás y soportarás esto? Y él ahora, ensoberbecido y
empavonecido, ¿recorrerá los cuartos de todos como un blanco palomo o un
Adonis(90)? Rómulo julandrón, ¿verás y soportarás esto? Eres un crápula, un devorador
y tahúr.
¿Y con esas credenciales, general sin igual, estuviste en la más lejana isla de
occidente para que esa vuestra fláccida minga devorara doscientos o trescientos mil
sestercios?
¿Qué otra cosa es que funesta generosidad? ¿Derrochó poco o acaso poco
dilapidó? Lo primero, acabó con los bienes paternos; luego, con su botín del Ponto; en
tercer lugar, con el ibérico, que conoce el aurífero Tajo; ahora se teme por la Galia y por
Britania.
¿Por qué protegéis a este malvado? ¿Qué puede hacer éste más que devorar
pingües patrimonios? ¿Y con esas credenciales, dueños y señores de la ciudad, suegro y
yerno(91), habéis echado todo a perder?
XXX
Olvidadizo Alfeno(92) y falso con tus compañeros queridísimos, ¿ya no te
compadeces nada, insensible, de tu dulce amiguito? ¿Ya no dudas en abandonarme, en
traicionarme, desleal?
Los actos perversos de los hombres mentirosos no gustan a los habitantes del
cielo; y eso tú lo desprecias, y, ¡desdichado de mí!, me abandonas en medio de mis
desgracias. ¡Ay! ¿Qué pueden hacer -dime- los hombres, o a quién pueden tenerle ley?
Y tú, injusto, bien que me exigías entregarte mi alma, arrastrándome a quererte,
como si para mí todo estuviera asegurado. Ahora, de la misma manera, te retraes y dejas
que todas tus palabras y tus actos se los lleven vanos los vientos y las nubes arrastradas
por el aire. Si tú te has olvidado, en cambio, los dioses se acuerdan; se acuerda la
Lealtad(93), que hará que de tu acto te arrepientas un día.
El Negociador y Sancholin : diálogos imposibles de algo que nunca podría pasar.
La política es el arte de
buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso, aplicar después los
remedios equivocados y echarle la culpa a los demás de tus fracasos. (Groucho Marx)
El Negociador camina una y
otra vez por los pasillos del hotel. Se come las uñas, se pasea intranquilo,
tiene tics nerviosos en la ceja izquierda y ya está harto, muy harto. Lleva días
esperando que lo reciba el gran enano, el gran marrullero, el prófugo, la
serpiente, el conseguidor, el humillador, ese pedazo de mierda, el innombrable,
como se llame ya, ni se acuerda de su nombre.
Ya no sabe porque está aquí porque
vino, mejor sí lo sabe, recuerda aun la conversación con el presidente
Sancholin: Mira tu solo entregas el mensaje y esperas, nada más, no la jodas,
te haces la foto, suplicas, pones cara tonto, pero me traes el acuerdo
¿entiendes? El Puto Acuerdo de los Cojones eso es lo Unico que Importa, Jooder.
Eres prescindible y lo sabes, eres el puto peon que se sacrifica y lo haces por
mi, por mi causa por el que De-Verdad-Importa, por el Puto Amo (YO).
Clarito se lo dejó soy el prescindible, el mensajero bobo, el tonto la foto, el conseguidor, el negociador, el idiota. Y asi con cara de idiota mira por la maldita ventana el dia gris y triste, la ciudad gris y triste, el pacto gris y triste. Cojones porque no vino el profugo a otra ciudad con playa y palmeras a una isla paradisiaca. No, tenía que venir aquí donde no para de llover y de hacer viento, frio, carajo que frio, tirito todo el tiempo maldita sea (hasta tirito por dentro).
Eres prescindible- le había dicho el presidente Sancholin- yo pasare a la historia pero no por la foto con el mierda, eso te lo comes tu. Asi están las cosas, y el negociador (prescindible) aguarda a ser recibido, espera y espera mientras recorre los pasillos, mira por los amplios ventanales a las nubes grises y tristes sobre la ciudad gris y triste y aguarda impaciente a que el ignoto señor del castillo de la venia y le reciba y le escupa a la cara. Pero el castillo nunca abre su puerta ¿No estaremos en Praga? Se pregunta. No que va, Kafka aun no está, aunque se le espera.
Le esta humillando, esta disfrutando con ello, lo sabe, pero ya le dijo el presidente: Que te humille a ti lo que quiera, que para eso estas, pero es solo a ti, ni a Mi ni al Partido. Tu haces de puente, de muro, yo me salvo, tu te quemas, y mañana a otra cosa que el pueblo ya no se acordará de esta. Ya está, clarito, clarito. El puto peón y el Puto Amo. Solo que el presidente el muy idiota no sabe que eso no será así, la historia le dará su verdadero papel, pues ¿no esta cediendo a todo, no esta dando lo que puede y lo que no puede?, y se cree que esto es igual a todas las otras barrabasadas que ya hizo antes. Cambios de opinión no mas, cambios de postura, cambios de careto, cara de jueves o cara de viernes o la cara mas dura. Da todo igual, al Cesar solo le importa el Poder poderoso.
No, esta es la peor barrabasada
con diferencia, es humillar a toda la justicia de tu nación, a todo el estado
de derecho (¿pero que es eso?), a la historia, a la nación. Reconoces una nación
corrupta de jueces corruptos que obraron injustamente aplicando leyes corruptas
y todo ello ante el asombro y estupor de toda Europa. Sin rubor, sin miedo, yo
el Puto Amo no tengo culpa fue el Negociador, tu pon cara de tonto por si
acaso.
No importa ya lo soy, el tonto
mas útil y prescindible.
Y asi Europa asiste con Estupor al hecho insólito, un país se autoinculpa para desinculpar a delincuentes y ladrones por 4 putos votos para hacer un presidente (¿o eran 8 o eran 7?, ya ni me acuerdo). Pero que político mas listo el presidente Sancholin, ha hecho lo que ningún otro presidente o candidato nunca hizo en la historia democrática de Europa. Soy el primero le dijo el Puto Amo el otro dia, el primero en hacer algo así, soy un genio, un dialogador dialogante y un liante, lo hago todo por detrás, nada nunca por delante. Es mi lema ya sabes. Que te voy a contar yo a ti. Otros menos inteligentes hubieran convocado nuevas elecciones, no se jugarían su prestigio, su etica, su pais por una humillación semejante, pobres ilusos, con lo bonito que es el poder. Yo soy el mas listo y no me averguenza el cambio de postura, de mis principios, si no les gustan siempre tengo otros disponibles y a otra cosa. Y al negociador se le ocurre preguntarle lo del comisario europeo que ha preguntado con muy mala leche y le responde: a ese lo liaran mis pretorianos que para eso los tengo.
Los pretorianos son los 1500
asesores con cama sueldo y puro que le siguen todos días por Palacio baboseando
un gesto y una mirada, tal vez con suerte una sonrisa del prócer, inventando
nuevas felonías, nuevas verdades y nuevas falsedades que atribuir a la oposición
miserable.
Y también le dice. Mira tengo exministros y exsecretarios de estado en el Tribunal, en la Fiscalía, en la Abogacía, en el CIS en los Medios, en todas las puñeteras partes, esta todo controlado, tu a lo tuyo a que te humillen (pero solo a ti) a rebajarte todo lo que puedas, a darle todo lo que te pidan, a suplicar todo lo que te dejen, a rogar todo lo que se te ocurra, a engañar todo lo que sepas. No, mejor para engañar me dejas a mi, que soy el maestro, donde está el amo sobra cochinillo. Como a Federico Barbarroja me llaman Stupor Mundi (el asombro del Mundo ante la asombrada Europa).
Y aquí sigo, no me dejan ni salir del hotel, podía ir y ver algún museo o algún parque, no, no salgas que no te hagan fotos haciendo el tonto por la ciudad, bastante el tonto haces ya por los pasillos del puto hotel, tu aguanta, se fuerte, paséate por dentro del hotel que es muy grande y nos sale muy caro y espera, espera, espera. Que te reciba algún dia, que firme MI rendición, que te humille (pero solo a ti). Yo soy Sancholin y saben todos como me las gasto, ya reiré el ultimo, ya los engañaré a todos, cuando me convenga, cuando me de la gana y por supuesto le echaré la culpa de todo a la oposición.
Y aquí sigo Yo Negociador,
esperando desesperado. Pero el castillo nunca abre su puerta ¿No estaremos en
Praga? Se pregunta. No que va, Kafka aun no está, aunque se le espera.
Compositor y violinista de Bohemia, miembro de una familia de músicos (hijo de Johann y hermano menor de Carl). Hasta 1770 fue miembro de la orquesta de Mannheim; después se trasladó a París con su hermano Carl, quien fue nombrado compositor y director en la corte del duque Luis de Noailles. Realizó varias giras de conciertos a Viena y, entre 1782 y 1789, fue miembro de la Capilla real de Versalles. Como compositor, su importancia es menor que la de su hermano; de su amplia producción se conocen doce sinfonías, seis dobles conciertos, varios conciertos para violín y otros para viola, piano, flauta y oboe, así como cincuenta y cuatro cuartetos de cuerda, dieciocho tríos y noventa dúos.
Compositor, violinista e intérprete de viola y gamba bohemio. Hasta 1770 fue violinista en la corte de Mannheim y después fue compositor y director de la corte del duque Luis de Noailles en París. Desde esta ciudad realizó varias giras de conciertos, para regresar definitivamente a Alemania en 1785, donde fue profesor de música en la Universidad de Jena a partir de 1895. Fue continuador de la tradición de Mannheim de un modo próximo a la escuela vienesa, marcado también por influencias italianas. Al igual que su padre, realizó importantes aportaciones para el repertorio de la sinfonía clásica; a él se debe el florecimiento, a partir de 1770, de las sinfonías concertantes, que alcanzaron gran popularidad en París. De su producción, gran parte de ella perdida, se conservan cuarenta y siete sinfonías, varias sinfonías concertantes, diez conciertos de violín, varios conciertos de viola, violoncelo, flauta y piano, así como algunos aires y numerosas obras de música de cámara para viento y para cuerda.
Los sobrinos del Capitan Grant (Teatro de la Zarzuela, emitido por TVE)
«Los sobrinos del capitán Grant» es una zarzuela, denominada también como «Novela cómico-lírico-dramática», en cuatro actos y dieciocho cuadros, basada en la novela de Julio Verne «Los hijos del capitán Grant». El libreto es de Miguel Ramos Carrión; y la música, del maestro Manuel Fernández Caballero. Se estrenó con gran éxito en el Teatro Príncipe Alfonso de Madrid, el 25 de agosto de 1877. El libreto es una adaptación de dicha novela, pero destacando los episodios más fantásticos y propicios para desplegar grandes efectos escenográficos, como el terremoto, el viaje al fondo del mar o el incendio del Ombú. Por otro lado también explora el campo paródico, al deformar los personajes y rebajarlos de categoría, buscando situaciones de gran comicidad, especialidad de Miguel Ramos Carrión, uno de los escritores festivos más importantes del siglo XIX. La música de esta obra es de gran variedad y calidad, llegando en muchos momentos a codearse con la opereta, se puede destacar la sabia utilización de aires exóticos para crear momentos de color, como «el baile de la zamacueca» o el coro de maoríes, con momentos de gran vuelo lírico o refinamiento como la canción del bandido, el terceto clasicista «Vuestro Tío se ha salvado» o el Vals del fondo del mar, demostrando ser un gran compositor versátil en todos sus aspectos.
Según Celsa Alonso ‘Francisco Alonso es un hito en la historia del teatro lírico español. Fue un compositor de inmenso éxito, con un catálogo excepcional de obras líricas en géneros muy diversos: sainetes, zarzuelas, juguetes, revistas, operetas, humaradas, comedias musicales, himnos, cuplés y pasodobles. El apoyo del público le convirtió en un compositor de una gran popularidad, su obra contribuyó a crear una nueva cultura popular donde los elementos simbólicos nacionales eran determinantes. Supo combinar el éxito comercial con una profesionalidad sin paliativos como compositor y como artista.
Fue un músico intuitivo, de una personalidad musical definida, un hombre hecho a sí mismo, familiar, conservador, pragmático y divertido, alegre y con un innato instinto de lo comercial, ajeno por completo al esnobismo y con excepcional sentido del humor.
La música del maestro Alonso fue sometida a una poderosa movilización, convertida en símbolo nacional: se hizo popular por derecho propio, en la medida que el público se apropió de ella, cantando, bailando y compartiéndola. Fue una música de la que el público se apropiaba porque se identificaba con ella, aquella que sabía articular los resortes de la nostalgia, la emoción, el orgullo, el entusiasmo o las ganas de vivir, aquella que al público que iba al teatro le hacía sentir diferente, o sencillamente español’.
Me han impresionado, por su calidad y por su interés.
Que buena serie saldría de las tres notro pais del mundo ya las habrían hecho.
La loba de al-Andalus es el relato de un hito épico en el que se decidió el destino de lo que después se llamaría España.
Mediados del siglo XII. La última gran taifa de al-Ándalus se halla en su momento de mayor prosperidad: ciudades felices y lujosas se extienden desde la desembocadura del Ebro hasta las costas de Almería, gozando de la paz y la amistad de los reinos cristianos; los trovadores recorren sus caminos, se componen los cantares de gesta y la poesía andalusí ameniza banquetes y orgías.
Al frente de ese reino están un hombre y una mujer: el rey Lobo, un musulmán descendiente de cristianos y llegado al trono por méritos propios, curtido en las guerras de frontera y fiel cumplidor de sus pactos con los cristianos, y su favorita Zobeyda, mujer de legendaria belleza e inteligente sibilina, que persigue el cumplimiento de una extraña profecía.
Pero al otro lado del Estrecho afilan sus armas los ejércitos almohades, la poderosa máquina militar regida por el fanatismo que ha abandonado sus montañas africanas para aniquilar a los adoradores de la cruz. Mientras tanto, los cristianos de la península ibérica están más preocupados por sus rivalidades que por unirse para defender tierras.
Así, solo el rey Lobo y Zobeyda se interponen entre las hordas invasoras y los incautos reyes del norte.
Una lucha de poder narrada con lenguaje directo, sencillo y evocador, que alterna la acción con el romanticismo y la intriga en una época de héroes, trovas, grandes batallas, fidelidad y traición, muertes trágicas y pasiones desbocadas.
El EJERCITO DE DIOS
Año 1174. El Imperio almohade, fortalecido tras someter todo al-Ándalus, se dispone a lanzar sus inmensos ejércitos sobre los divididos reinos cristianos. Sus pobladores serán obligados a convertirse al islam so pena de pasarlos a cuchillo o hacerlos esclavos, pero, frente al fanatismo africano, el rey Alfonso de Castilla trata de lograr un equilibrio que supere las rivalidades entre cristianos y lleve a la unión contra el enemigo común.
En El ejército de Dios, las tramas de pasión, intriga, guerra y ambición se entrecruzan de manera magistral. La constante rivalidad entre los reyes de León y Castilla, auxiliados respectivamente por las poderosas familias de los Castro y los Lara, se verá tamizada por la intervención de una hermosa y astuta noble, Urraca López de Haro, y por las maniobras en la sombra de la reina Leonor Plantagenet. En la frontera con el islam, el cristiano Ordoño de Aza se verá atrapado entre la amistad con un andalusí, Ibn Sanadid, y la fascinación que despierta en él Safiyya, hija del rey Lobo y esposa del príncipe almohade Yaqub.
Reinos de lucha, intriga, acción, sexo, giros inesperados y personajes carismáticos e inolvidables hacen de la Trilogía Almohade de Sebastián Roa (La loba de al-Ándalus, El ejército de Dios y Las cadenas del destino) una formidable representación de una época decisiva en la historia de España.
«Sebastián Roa se ha consolidado como uno de los grandes escritores de novela histórica de nuestro país».
La Vanguardia
La crítica ha dicho sobre la Trilogía Almohade (La loba de al-Ándalus, El ejército de Dios y Las cadenas del destino): «Un auténtico viaje a la Edad Media. Sebastián Roa consigue que nos sintamos como si estuviéramos ahí».
El Mundo
«Novela de aventuras, escrita con nervio sobre un armazón histórico».
El Periódico de Catalunya
«Monumental novela histórica. Espléndida».
LAS CADENAS DEL DESTINO
Las cadenas del destino es la esperada conclusión de la Trilogía Almohade. Nuevas tramas de pasión, guerra y traiciones nos guiarán por la senda de la épica hacia la batalla más importante de nuestra historia.
Año 1195. Castilla ha caído en Alarcos y el califa almohade Yaqub al-Mansur avanza sobre Toledo. Los conquistadores africanos impondrán la conversión al islam más rígido o sembrarán la Península de cristianos crucificados y cabezas cortadas. Las fronteras se resquebrajan, las aldeas y los castillos se vacían, oleadas de refugiados huyen hacia el norte. Por si fuera poco, los reinos de León, Navarra y Aragón se confabulan para repartirse los despojos del derrotado Alfonso VIII, por lo que este no encuentra otro remedio que negociar con los musulmanes.
Sin embargo, el embrión de la resistencia se sobrepone a la derrota y a la perfidia, y brota incluso entre la sangre del campo de batalla. En Castilla, la reina Leonor Plantagenet no se resigna a darlo todo por perdido, y aún confía en la unión entre los estados cristianos para enfrentarse al enemigo común. En Aragón, el joven príncipe Pedro sueña con alcanzar la corona y convertirse en un paladín de la cristiandad. Y en León, una muchacha judía arrojada a la esclavitud será capaz de cualquier cosa por salvar a los suyos.
Ésto han dicho sobre la novela de Sebastián Roa: «Un auténtico viaje a la Edad Media. Sebastián Roa consigue que nos sintamos como si estuviéramos ahí.» El Mundo
«Magistral. Sacarás tiempo para leer de donde no hay.» Carlos Aurensanz
«Cuando el rigor histórico y el talento se aúnan surgen obras maestras como esta. Impresionante.» Blog Anika Entre Libros
La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados