Daniela O., 5º B de CEIP Los Cármenes

Era un día muy caluroso, se acercaban las vacaciones de verano y todos los alumnos tenían muchas ganas de terminar el cole. Roberto se estaba quejando, una vez más, porque no veía la importancia de aprender inglés, ni francés, ni ningún otro idioma.

¡Vaya aburrimiento, seño! dijo con cara de asco.

Otra vez estás erre que erre, chiquillo, suspiró Rosa, la maestra de inglés. ¿No entiendes que así podrás comunicarte con muchas personas distintas, podrás viajar sin problemas para relacionarte y conocer otras culturas?

¡Pero seño, si yo siempre voy a vivir aquí, en España! No necesito aprender otros idiomas, Roberto siguió resoplando.

El comentario de Roberto había animado a otros compañeros a protestar por lo mismo, porque estaban cansados y hacía calor. La clase se convirtió en un alboroto y la seño Rosa, que era muy estricta, perdió la paciencia y dio un golpe seco en su mesa ordenando que todos estuvieran en silencio.

¡Es que no se os puede dar ningún margen porque la liáis! dijo la seño con voz fuerte.

La maestra miró fijamente a Roberto y a dos de sus amigos que le apoyaron, Alicia y Carlos. Los miró tan profundamente que se quedaron sin respiración. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Roberto, como si algo malo le fuese a ocurrir por hacerse el listillo.

Roberto olvidó el percance rápidamente, hizo sus deberes y jugó en el parque con sus amigos. Cuando llegó la noche, estaba tan cansado que se fue muy pronto a la cama.

Al día siguiente abrió los ojos y se preparó para ir al cole, era viernes y eso le hacía muy feliz. Al salir de casa, su ciudad había cambiado totalmente: las calles eran más grandes, había muchos parques con árboles enormes, en las aceras caminaban personas de aspecto distinto y variado que hablaban distintos idiomas, pero todos se entendían.

Roberto estaba muy preocupado porque sólo había visto a dos personas conocidas, a sus padres. No reconoció a nadie más por las calles, tampoco encontró su cole. No entendía lo que estaba ocurriendo, ni entendía a las demás personas y recordó: claro, no entiendo nada porque hablan en idiomas que no conozco. Ni siquiera entiendo a los que hablan en inglés. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Cómo voy a volver a casa? Se sintió solo y angustiado.

De repente, cuando casi estaba a punto de llorar, ve acercarse hacia él a sus dos amigos. Eran Alicia y Carlos que venían de la mano e igualmente de asustados que Roberto.

¡Amigos, estoy aquí! dijo gritando.

¡Hola, qué alegría! afirmó Alicia.

Madre mía, ¿qué ha ocurrido, dónde están todos? ¿Qué está pasando? preguntaba Carlos.

Ninguno lo sabía, así que decidieron buscar a alguien que hablara inglés y que pudiera responder a sus dudas. Pero ninguno de los tres habían puesto interés en aprender ese idioma.

¡Creo que la seño Rosa nos ha echado una maldición! dijo preocupado Roberto.

¡Sí, recuerdo la mirada que te echó ayer! se acordó Carlos.

Los tres amigos encontraron a dos chicas hablando inglés, así que cogieron de la mano a una y le dijeron:

Hello. One moment, please, dijo Roberto.

Yes, what’s happening? sonrió sorprendida la muchacha. Para seguir hablando, pensaban las frases entre los tres y dijeron:

Where are we? What is the name of this city? dijeron los tres.

Ah! We are in the Languages City. It’s the unique city in the world. There are many people from different countries and with different languages. We are very happy here, sonrió la muchacha.

Oh, thank you very much for the information! se despidió Carlos.

Los amigos quedaron muy desesperados. Estaban en la Ciudad de los Idiomas, que era el único lugar habitado del planeta. Ahora debían aprender sí o sí idiomas para poder sobrevivir.

Los niños estaban tan desorientados que empezaron a caminar por la carretera, cuando un coche les pitó para no atropellarlos.¡Piiiiiiii!, ¡Piiiiiiii!

Roberto del susto dio un bote enorme, lo que le hizo despertar sentado en su cama. ¡Todo había sido una pesadilla! Después de aquel día Roberto aprendió la importancia de aprender idiomas para hacer nuevos amigos o poder comunicarse con facilidad.

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