Todas las entradas de: Elena Miro

Acerca de Elena Miro

Profesora de la Facultad de Psicología de Granada

Optimismo

Optimismo

¿El vaso medio lleno o medio vacío?

     El optimismo es un rasgo psicológico que diferencia a unas personas de otras y que influye en cómo uno se ve a sí mismo y a sus circunstancias, cómo procesa la información que le llega y cómo decide actuar según esa información.

Mientras los optimistas confían en que el futuro será favorable, los pesimistas creen que es probable que les sucedan cosas malas. Como expresaba el poeta Kahlil Gibran en 1951 “el optimista ve la rosa y no sus espinas, el pesimista se fija en las espinas, olvidando la rosa” (p.45).

     El optimismo se ha relacionado con un determinado estilo atribucional (la forma de explicar los sucesos que nos han pasado). Desde los trabajos de Seligman, en los años 70 en la Universidad de Pensilvania, se demostró que cuando las personas se exponen de forma repetida a sucesos negativos incontrolables, se rinden y se vienen abajo desarrollando un estado que se llama indefensión aprendida y que ha sido de gran utilidad para explicar problemas como la depresión. No obstante, Seligman y su equipo vieron que algunas personas nunca se rendían aunque experimentaran grandes dosis de adversidad.

Éstas personas tenían una forma peculiar de explicar los sucesos negativos que les sucedían. Pensaban que las cosas negativas que les pasaban eran inestables (“las cosas pronto mejorarán”), específicasotros apectos van bien”) y que dependían de factores externos (“una mala racha”).

En cambio, los que podían desarrollar indefensión aprendida tendían a interpretar que los acontecimientos negativos eran estables (“siempre me irá mal”), globales (“mi vida entera es un desastre¨) y se culpaban de lo sucedido (“es muy culpa”). Es decir, no es que a los optimistas no les sucedan cosas malas, pero las interpretan de una forma constructiva y no fatalista.

     Además, el optimismo guarda relación con el modelo del valor y la expectativa en la persecución de metas formulado por Scheier y Carver en años recientes. Según este modelo, las personas perseguimos metas que tienen valor para nosotros y que pensamos que podemos conseguir. El optimismo y el pesimismo son versiones opuestas de confianza y duda, respectivamente, sobre múltiples aspectos que constituyen nuestras metas en la vida.

Estas expectativas van a influir en cómo nos comportamos las personas. Por ejemplo, Juan y Luís son dos hombres similares en formación y capacidad que acaban de quedarse en paro. Juan se queda en casa durante semanas, lamentándose de su situación (p. ej., repasando mentalmente todo lo que pudo hacer mal, dudando de su talento, etc.). Se culpa de lo sucedido y piensa que será muy difícil volver a encontrar un buen trabajo. Luís se pone casi de inmediato a preparar un currículum y busca distintas entrevistas de trabajo. Se siente mal por estar en el paro pero atribuye lo sucedido a la crisis económica o a la mala suerte: “son cosas que pasan”.

Luís siguió mostrando persistencia los meses siguientes, confió en su habilidad y en que su suerte tenía que cambiar. Tras participar en varios procesos de selección, encontró un buen trabajo adecuado a su perfil. Juan siguió un tiempo desanimado y cuando se repuso algo empezó a buscar empleos de menor cualificación, pensando que debía rebajar sus expectativas. Finalmente, encontró un trabajo con menos sueldo y responsabilidad que su trabajo anterior. Luís es un optimista. Juan es una persona pesimista, que duda de ella y de su futuro.

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Acoso escolar o bullying

Acoso escolarSi permaneces neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor  (Desmont Tutu)

 ¿Qué es el acoso escolar?

     Un estudiante es acosado cuando sufre acciones negativas por parte de uno o más compañeros. Para poder hablar de acoso escolar tienen que darse las siguientes circunstancias:

  • Conductas de querer hacer daño de forma intencionada. Pueden implicar agresión física, verbal o gestual (p.ej., poner motes, chantajear o amenazar, hacer muecas o gestos insultantes, reírse de su ropa o calzado, etc.) y/o acciones dirigidas a excluir a alguien del grupo (p.ej., difundir rumores falsos, no dejarle participar en actividades o ignorarlo, etc.).
  • La situación se produce de forma repetida y mantenida en el tiempo bien en un centro escolar, fuera del horario escolar o en otros lugares (centros deportivos, campamentos de verano, etc.).
  • Además, debe haber un desequilibrio de poder o fuerzas por lo que el escolar acosado tiene difícil poder defenderse. El agresor, sólo o ayudado por otros, domina la situación y la víctima queda en un plano de sumisión.

     El término de ciberbullying se emplea para referirse a la situación de acoso que se da toda o en parte con la ayuda de uno o varios dispositivos electrónicos o mediante redes sociales. La tecnología ha hecho más fácil, rápido y potente el acoso.

     En los centros escolares hay también mucha violencia que no puede ser calificada como acoso. Por ejemplo, si un alumno recibe cada mañana una “colleja” antes de entrar en el aula ante las risas de los demás hay acoso. Sin embargo, si ese u otros actos agresivos se los propinan entre todos, eso no es acoso, aunque se trate de una dinámica inadecuada que necesitará otro tipo de intervención.

     El mayor especialista en acoso, el psicólogo noruego Dan Olweus, estima que un 15% de los estudiantes se ve involucrado en problemas de acoso (el 9% como víctima, el 6-7% como acosador). En España, las cifras varían según el informe, pero los datos sugieren un porcentaje superior al de otros países, con cerca de un 15% de víctimas y 7,6% de agresores.

El acoso físico se da más entre chicos, especialmente si proceden de entornos desfavorecidos, mientras las chicas emplean formas más indirectas de acoso como hacer correr rumores o manipular las relaciones de amistad. No obstante, el acoso sin medios físicos es la forma más común de acoso tanto entre chicos como entre chicas.

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Motivando al niño a través del reforzamiento positivo

Reforzamiento positivo

La motivación nos impulsa a comenzar y el hábito nos permite continuar (Jim Ryun, 2003)

¿Premios o castigos?

     En distintas entradas vamos a abordar los procedimientos para modificar conductas. Estas técnicas tienen su base en los estudios sobre condicionamiento operante o instrumental desarrollados por Skinner que, de forma resumida, entienden que la principal fuente de control de la conducta son las consecuencias que la siguen.

Así, en vez de preguntarnos, cómo es habitual ¿por qué hace el niño esto? Una pregunta más acertada sería plantearnos ¿para qué le sirve al niño hacer esto? Las consecuencias que siguen a la conducta son las responsables de que dicha conducta se mantenga.

     La Ley Empírica del Efecto, aplicable a cualquier ser vivo, expresa este efecto de las consecuencias sobre nuestra conducta: la conducta aumentará su probabilidad de ocurrencia si va seguida de estímulos positivos (refuerzos) y reducirá su probabilidad de ocurrencia si va seguida de elementos negativos para la persona (castigos).

No obstante, la investigación ha demostrado que mientras el refuerzo es un potente facilitador del aprendizaje de conductas, el castigo no lo es igualmente del desaprendizaje. Esto, como analizaremos en otra entrada, se debe a ciertas limitaciones y efectos indeseables que tiene el uso del castigo, y que obligan a tener que utilizarlo como estrategia complementaria pero únicamente de cierta forma y bajo ciertas circunstancias. Para eliminar una conducta habría entonces que dejar de reforzarla (no premiar y tampoco castigar, sólo ignorar) lo que significa iniciar su desaprendizaje o extinción.

A pesar de ello, popularmente muchos padres y educadores tienen “la costumbre” de confiar en el castigo (especialmente en forma de desaprobación, reprimendas, etc.) cuando la investigación rigurosa sobre procedimientos de cambio de conductas ha demostrado su ineficacia. Se tiende a regañar al niño cuando se porta mal, a criticar lo que no está bien, etc. y, en cambio, cuando muestra el comportamiento deseado, a veces, no decimos nada, como si asumiéramos que es su obligación.

Esta forma de proceder resulta desmotivante para cualquiera. Cuando regañamos, castigamos los comportamientos indeseables pero no enseñamos nada positivo, no damos una alternativa sobre cómo actuar, asumiendo que el niño ya lo sabe o lo debe saber, lo que en muchos casos no es realista.

     Por otra parte, cuando un niño se porta bien agradece la alabanza, el afecto y reconocimiento de sus padres o profesores. Pensemos, por ejemplo, en nuestro trabajo como adultos. También sería nuestra obligación hacer el trabajo lo mejor posible, pero si funcionamos así y nunca tenemos un reconocimiento por ello, resulta frustrante y desmotivante.

Las opiniones de las personas que están alrededor del niño son muy importantes para éstos, los niños se identifican con la imagen que reciben de sí mismos por parte de los demás. Mucho de su personalidad y autoestima se va a formar a través de esas opiniones externas que le ayudan a definir quién es.

     Así, una educación basada en dar reforzamiento más que castigo, no sólo resultará más eficaz para ir construyendo las conductas que deseamos fomentar, sino que ayudará al niño a desarrollarse de forma más positiva, con confianza en sus posibilidades, y, en definitiva, a ser más feliz. Sigue leyendo Motivando al niño a través del reforzamiento positivo

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