«Por qué ya no se puede decir nada sin ofender (aunque sean verdades como puños)»

«Por qué ya no se puede decir nada sin ofender (aunque sean verdades como puños)», nuestros compañeros de FiloLab  Neftalí Villanueva y Manuel Almagro Holgado escriben para The Conversation. Un texto sobre las características del discurso ofensivo ¿Qué influye en el daño provocado por un mensaje considerado ofensivo? ¿Es el estatus del hablante, la intencionalidad o el contexto? ¿Quién tiene capacidad para ofender? ¿Pueden ofender mensajes meramente descriptivos? ¿Puede ser el victimismo una estrategia? Os dejamos con el artículo a continuación.

«Por qué ya no se puede decir nada sin ofender (aunque sean verdades como puños)»

En mayo de 2020, el entrenador de tenis Toni Nadal salió en defensa de su sobrino, Rafael Nadal, después de que unas declaraciones de este último acerca de la gestión de la pandemia se interpretaran como una crítica al Gobierno de España. “Es evidente que la manifestación aquella (manifestación feminista del 8-M) causó problemas, que debido a aquella manifestación tuvieron que dar el visto bueno también a que jugara el Valencia o al mitin de Vox, me parece que es evidente” dijo Toni Nadal, apoyando a su sobrino.

Estas palabras causaron algún revuelo y hubo quien las consideró ofensivas. Sin embargo, Toni Nadal no creía hacer otra cosa que relatar cómo ocurrieron los hechos. Uno puede equivocarse o no, pero ¿por qué va a resultar ofensivo que uno cuente cómo fueron las cosas? ¿Duelen las verdades, incluso cuando son, a ojos de quien habla, “verdades como puños”?

¿Hasta qué punto debemos andarnos con cuidado cuando expresamos nuestro punto de vista acerca de las cosas que nos rodean? ¿De qué depende que declaraciones en las que aparentemente solo describimos la realidad puedan resultar ofensivas? Lo primero que se nos viene a la cabeza es que la intención de quien habla es el factor determinante .

La intención de ofender, o no

Cuando alguien no tiene la intención de ofender, una aclaración debería bastar para saldar la cuestión. Sin embargo, son muchos los casos en los que esto no basta: a menudo, decir que uno no tuvo la intención de ofender funciona más como una disculpa que como una aclaración. Cuando se usan pronombres personales distintos de los que prefiere la persona a la que referimos, por ejemplo, podemos causar daño sin darnos cuenta, sin que sea nuestra intención . La persona en cuestión, y otras que nos oigan, pueden sentirse ofendidas. Y con razón.

Por otro lado, no siempre que queremos ofender a alguien lo logramos. No ofende quien quiere, sino quien puede. La intención de quien habla no parece ser el único factor involucrado.

Las consecuencias, el daño que pueden causar nuestras palabras, son otro de los factores a tener en cuenta. Pueden determinar si algo es puramente neutral, descriptivo, o potencialmente ofensivo. Cuando nuestras afirmaciones pueden herir a quienes las reciben, tendemos a considerar que no son meramente descriptivas, sino que contienen elementos evaluativos; que pueden invitar a considerar que determinadas personas son mejores o peores que otras.

Puedes seguir leyendo en The Conversation.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *