Enciclopedia de Filosofía Online (SEFA): «Bioética»

Nuestro compañero David Rodríguez-Arias, investigador de Filolab – UGR, y Lydia Feito, investigadora de la Universidad Complutense de Madrid, han publicado recientemente una nueva entrada para el proyecto de Enciclopedia de Filosofía Online de la Sociedad Española de Filosofía Analítica (SEFA). La entrada se ocupa del término «Bioética», definiéndola como el «ámbito de reflexión multidisciplinar acerca de los aspectos normativos y de valores relacionados con las ciencias de la vida». A continuación os dejamos con la introducción elaborada para esta nueva entrada, que aborda un ámbito de trabajo filosófico tan fundamental como actual.

«La bioética es un ámbito de reflexión multidisciplinar acerca de los aspectos normativos y de valores relacionados con las ciencias de la vida. Aunque el análisis bioético se ha desarrollado principalmente en el ámbito de la salud –la medicina, la enfermería–, también se aplica a otras ciencias, como la biología, la genética o la ecología. La bioética suele entenderse como una ética aplicada. Incluye la ética clínica (centrada en los problemas que surgen en la relación profesional sanitario-paciente), pero también otros ámbitos de conocimiento y reflexión, como la ética de la investigación biomédica, la bioética global, la gen-ética o la ética de las organizaciones sanitarias. Su extensión a otros campos y la transversalidad de muchos de sus análisis relativos a la vida han llevado a algunos autores (Gracia 2002) a considerarla como una ética civil, proponiendo un modelo de abordaje de los conflictos de valores en general. Los métodos de la filosofía moral –la argumentación, la deliberación- son elementos centrales e indispensables para toda actividad bioética que se pretenda rigurosa. El objetivo es analizar razonadamente los problemas y sus implicaciones desde una visión plural, interdisciplinar y necesitada de matices y perspectivas variados, a fin de establecer justificadamente consensos y orientaciones que, en algunos casos, tienen dimensión normativa. Sin embargo, la bioética es algo más que filosofía moral aplicada. Desde su origen se plantea como una reflexión esencialmente multidisciplinar y colaborativa, donde las humanidades y las ciencias de la vida se unen a otras disciplinas (el derecho, la economía, las ciencias sociales, etc.) con el mismo propósito: contribuir a que las prácticas y las políticas relacionadas con la vida y con la salud se analicen desde una perspectiva plural y se argumenten adecuadamente. En 1970 el oncólogo Van Rensselaer Potter –una de las primeras personas en emplear el término bioética– propuso esta nueva disciplina como una forma de tender puentes entre las llamadas “dos culturas” –las ciencias y las humanidades– para asegurar la supervivencia (Potter 1971). Un empeño, no exento de controversia, en el que ya existían precedentes como los de C.P. Snow en los años 50 del siglo XX (Snow 1959).

Algunas de las cuestiones de las que se ocupa la bioética –como las obligaciones y los deberes de los médicos– ya aparecen en la medicina antigua, pero es a partir de mediados del siglo XX cuando esa reflexión se estructura en un corpus de conocimiento y una metodología propios. Suelen mencionarse, como factores desencadenantes del surgimiento de la bioética, el desarrollo biotecnológico, los problemas de gestión de recursos limitados, los abusos perpetrados por la medicina en el contexto de la experimentación con seres humanos y la influencia de los movimientos sociales asociados a la reivindicación de derechos civiles surgidos en la segunda mitad del siglo XX.

En primer lugar, los desarrollos tecnológicos aplicados a la salud y a la vida ofrecen indudables promesas de mejora para las condiciones de vida y de salud de los individuos y las comunidades, pero también amplían el ámbito de la responsabilidad al incrementar el rango de opciones que quedan bajo el control de la agencia humana. Por ejemplo, la disponibilidad de máquinas de diálisis y de respiradores automáticos permite prolongar la vida, pero también obliga a justificar a quién deberían ofrecerse esos recursos cuando no están disponibles para todas las personas que los necesitan, o bajo qué condiciones resultaría éticamente aceptable o exigible interrumpirlos.

En segundo lugar, la investigación biomédica y la experimentación con seres humanos son necesarias para progresar en el conocimiento sobre la eficacia y la seguridad de nuevos fármacos con los que tratar enfermedades. Sin embargo, en nombre de la ciencia se han llevado a cabo algunos de los abusos más terribles en la historia de la medicina (Beecher 1966). Los crímenes de la medicina nazi juzgados en Nüremberg (1947), el experimento Tuskeege con poblaciones afroamericanas (1932-1972) y el experimento Willowbrook (1958-1970) en una institución con menores discapacitados son algunos casos históricos  que propiciaron la necesidad de imponer límites institucionales, jurídicos y éticos a la investigación biomédica (Murphy 2004).

Finalmente, los movimientos por los derechos civiles y sociales de la última mitad del siglo pasado pusieron en la agenda social y política cuestiones como los derechos de las mujeres, la voz de las minorías raciales, los abusos de la guerra, la justicia internacional, los riesgos medioambientales y los determinantes sociales de la salud. Las luchas en contra del racismo y la segregación, la desigualdad socioeconómica, las reivindicaciones a favor de los derechos reproductivos, los movimientos pacifistas y, de manera particular, los movimientos ecologistas, constituyen el caldo de cultivo cultural del que surge la Bioética.

Estos cambios acabarán propiciando un análisis de los modos de tomar decisiones y una visión cada vez más reflexiva y crítica sobre el progreso biotecnológico y su ambivalencia: la medicina puede contribuir a cumplir las aspiraciones de la humanidad, erradicar enfermedades y mejorar la calidad de vida y la equidad, pero también puede ponerse al servicio de intereses militares, exacerbar desigualdades, dañar la biosfera e incluso amenazar la supervivencia.

La bioética se constituye así como un cuestionamiento del imperativo tecnológico (la asunción de que cualquier capacidad tecnológica novedosa es necesariamente un progreso y debe desarrollarse) y viene a afirmar más bien que no todo lo técnicamente posible resulta éticamente aceptable. Entre las prácticas sanitarias y de investigación en ciencias de la salud, nociones como autonomíaequidadfutilidadprotección, beneficio, riesgo y respeto cobran relevancia. Las habilidades profesionales y la pericia específica de los profesionales implicados –enfermeras, médicos, farmacéuticos, biólogos, etc– son necesarias, pero también insuficientes para resolver cuestiones en las que están implicados valores. La autoridad moral de la profesión médica, que tradicionalmente había ejercido el papel beneficente y paternalista que la sociedad le concedía, será cuestionada –sin por ello abandonarse completamente–, lo que se traduce en un rechazo cada vez mayor del paternalismo médico».

 

 

 

 

 

 

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