«Cuatro movimientos epistemológicos de Didier Fassin»

José Luis Moreno Pestaña, miembro de FiloLab y Vicedecano de Cultura de la Facultad de Filosofía, ha publicado recientemente en el «El Rumor de las Multitudes», el blog de Filosofía Política de El Salto Diario, un artículo que analiza la obra «Mort d’un voyageur» de Didier Fassin. Al tiempo que se adentra en la obra de Fassin, el texto elabora una reconstrucción de la trayectoria del teórico y científico social en los campos temáticos en los que ha destacado como antropólogo, sociólogo y médico. Actualmente Didier Fassin es profesor de ciencias sociales en el Institute for Advanced Study de la Princeton University y director de estudios en la École des hautes études en sciences sociales (EHESS) y es autor de obras como Quand les corps se souviennent. Expérience et politiques du sida en Afrique du sud (2006) De la question sociale à la question raciale ? Représenter la société française (avec É. Fassin) (2006), L’empire du traumatisme. Enquête sur la condition de victime (avec R. Rechtman) (2007), Politiques de l’enquête. Épreuves ethnographiques (avec A. Bensa) (2008), La raison humanitaire. Une histoire morale du temps présent (2010), Contemporary States of Emergency. The Politics of Military and Humanitarian Interventions (with Mariella Pandolfi) (2010), La Force de l’ordre. Une anthropologie de la police des quartiers (2011).

Reproducimos parcialmente el texto a continuación.

Mort d’un voyageur (Seuil, París, 2020) comienza con un hecho donde se encuentra, de manera explícita, casi toda esta historia de compromiso científico, político y producción de la verdad sobre la dominación social. Didier Fassin recibe una comunicación sobre la muerte, a manos de una unidad especial de la Gendarmería, de una persona perteneciente a una comunidad nómada ―en francés gens de voyage―. La familia del fallecido quería explicarle el acontecimiento y, de ese modo, pedirle ayuda para que se restituyese una injusticia. Esa muerte, según le expusieron, no se produjo como las instancias policiales, judiciales y mediáticas dijeron que se había producido: no murió porque, siendo un delincuente evadido, obligó con su resistencia a que le disparasen militares que le superaban con mucho en número, armamento y entrenamiento letal. Fassin, sociólogo y antropólogo reconocido, tal era la petición, había de servir de intermediario para restituir estos hechos. Dominación y desigualdad, compromiso, ciencia, verdad.

De ese modo, comienza la lección epistemológica de este libro. Incluso para una comunidad minorada, las ciencias sociales críticas tienen un valor incalculable: sirven como salvaguarda de una verdad diferente a la oficial. Por supuesto, la base de semejante posibilidad se encuentra en la trayectoria del interpelado, quien desarrolla desde hace tiempo una brillante carrera académica alrededor de una concepción crítica y rigurosa de la ciencia social. El segundo adjetivo importa especialmente.

Fassin no otorga valor especial a la visión de quienes demandan su apoyo, pero sabe algo muy importante. Las verdades de un acontecimiento pueden ser variadas, pero no se encuentran en igualdad de condiciones: unas tienden a ser creídas por encima de otras

Porque la segunda lección de este libro se encuentra ahí: en cómo Fassin considera que puede responder a esa demanda. Por supuesto, para hacerlo pudo haber activado al ciudadano y señalar su apoyo a las demandas de clarificación del acontecimiento, convertido ya en una empresa política gracias a la acción valerosa de familiares y amigos de la víctima y de muy pocos militantes. Pero decidió hacerlo como sociólogo y antropólogo, seguramente con la conciencia de que era la mejor manera de responder a la petición de los familiares. Por tanto, Fassin no otorga valor especial a la visión de quienes demandan su apoyo, pero sabe algo muy importante. Las verdades de un acontecimiento pueden ser variadas, pero no se encuentran en igualdad de condiciones: unas tienden a ser creídas por encima de otras. Es decir, existe una economía epistemológica que resalta el valor de ciertos emisores. Así, este segundo movimiento epistemológico conjuga dos perspectivas. La veracidad de un agente, su sinceridad auténtica, no es idéntica a la verdad y Fassin nos recuerda la película Rashomon (1950) de Akira Kurosawa. Pero eso significa que debemos reconstruirlas de nuevo para proponer un veredicto. Aquí comienza el trabajo científico que, nos recuerda el autor, tiene como modelo otro clásico, en la ocasión de Sidney Lumet, y que no es otro que Doce hombres sin piedad (1957).

Retengamos los dos primeros movimientos epistemológicos. Fassin, que obviamente es un ciudadano como cualquier otro, es conocido por ser un académico comprometido. Su compromiso se ejerce manteniendo la tensión entre obligaciones políticas y científicas, sin dejar que unas aneguen a las otras. Para lo cual, segundo movimiento, Fassin decide situarse en una dimensión básica de la producción de enunciados: el de la observación de los acontecimientos. La doxa acerca de un acontecimiento se encuentra condicionada por la posición de quienes lo observan. Estos, como explicó con otra metáfora cinematográfica Jean-Pierre Olivier de Sardan en La riguer du qualitatif. Les contraintes empiriques de l’intépretation socio-anthropologique (Academia Bruylant, Bruselas, 2008), solo acceden a una secuencia limitada de lo que ha sucedido. Es el nivel de lo que a partir de Otto Neurath se ha conceptualizado como estimulación sensorial de un observador ―sobre la epistemología de Neurath, puede verse el texto que escribí junto con Jorge Costa Delgado, “Neurath, Passeron, and protocol sentences in sociology”, en la revista Cinta de Moebio 74, p. 65-77―. En términos de quienes defienden la ruptura epistemológica como condición de la actividad científica, esto significa lisa y llanamente lo que Bourdieu, Chamboredon y Passeron llamaron ―en El oficio de sociólogo (EHESS, París, 1968, p. 106)― el principio de no-consciencia de los actores que actúan en la realidad. No creo traicionar el libro al vincularlo con un clásico que no goza hoy de excesivo predicamento. Fassin reivindica que la verdad producida tras su trabajo resulta de un esfuerzo de ruptura con las perspectivas dependientes de las instituciones sociales o ideológicas (Mort d’un voyageur, p. 23).

¿Cómo rehacer esa doxa? Dando la palabras a todas las perspectivas implicadas, sabiendo que todas no gozan de la misma credibilidad social. Hay un juicio previo que descalifica a unas y enaltece a otras.

Puedes seguir leyendo el texto aquí.

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