COLUMNA GRANADA HOY, Inmediatez, 27-7

INMEDIATEZ, Granada Hoy, 27-7

SÍ, todo es y tiene que ser inmediato en el ultrapostmoderno mundo en que vivimos. Las noticias se suceden una tras otra, sin que tengamos tiempo, ni capacidad, para asimilarlas, valorarlas, meditarlas. Un acto violento y enseguida otro, y otro, y otro. ¿Cuándo y cómo pensar en cada uno? Un golpe de Estado y, casi enseguida (¿incluso antes?), su contragolpe.

Más que en el Panóptico de Bentham, ese mundo físico donde todo se ve y donde todos están expuestos a las miradas, parece que viviéramos en un Panóptico otro, abstracto e invisible, en el que, sin ver ni tocar nada ni a nadie, todos sabemos lo que le pasa a todo el mundo o, más bien, sabemos lo que pasa en cualquier parte, y lo sabemos al minuto, o al segundo, de que ocurra.

Los periódicos se han vuelto una especie de relojes o de iglesias, que dan noticias cada minuto, como campanadas, en sus sedes virtuales. Tienen que competir con las redes sociales, con los periodistas por cuenta propia. Una noticia tras otra, una noticia debajo de otra, sin orden ni jerarquía. ¿Quién tiene tiempo para ordenar o jerarquizar? Sólo hay orden y jerarquía en los periódicos antiguos, los de papel. Pero el papel sólo trae noticias viejas, noticias ya olvidadas. Leerlos es como tomar un yogurt caducado. Y es que las noticias antes llamadas del día se han quedado demasiado antiguas. Corresponden al ayer, y ayer es aquello tan lejano que se fue hace mucho, que apenas recordamos, que dejamos muy atrás mientras recorríamos todo lo que pasaba en cada uno de sus larguísimos 1.440 minutos, o mejor, de sus 86.400 segundos. Nunca un minuto o un segundo pesó tanto.

Supongo que por eso, para ir en contra de los ultrarrápidos, volátiles tiempos que tanto corren, para probar que sí se puede reflexionar, analizar, meditar, van tan lentas las negociaciones (es un decir) de los políticos españoles para formar gobierno. ¿Por qué elegir la inmediatez cuando se puede vivir perfectamente en la absoluta lentitud? ¿Por qué algo nuevo cada segundo si se puede hacer lo mismo durante siete larguísimos meses sin que pase nada, sin que caiga el país, sin que caiga ningún político? Hay que retar a los periódicos y a las redes: no muchas, sino una única, una misma noticia durante siete meses, durante todo el tiempo. Eso es demostrar que se puede vivir de otro modo, de espaldas a la tramposa inmediatez ultramoderna. Ya lo decían los que saben: Spain is diferent.

COLUMNA GRANADA HOY, EPIDEMIA TERCERMUNDISTA, 13-7

EPIDEMIA TERCERMUNDISTA, Granada Hoy, 13-7

QUINCE meses sin servicios ferroviarios, quince meses sin conexiones, sin comunicación con el resto de España (no de alta velocidad, ni siquiera muy rápida, pero al menos con cierto sentido rítmico y comodidad relativa en los poco modernos vagones) han convertido a la provincia de Granada, según escriben los periódicos, en la provincia española que ostenta el sombrío récord de aislamiento por tren. Siguen diciendo las noticias que el nuevo alcalde llama todos los días al Ministerio de Fomento, pero no hay respuesta, no contesta nadie.

Desde hace años, demasiados, Granada ha ido pareciéndose cada vez más a una ciudad del llamado Tercer Mundo sin que nos hayamos preocupado o inquietado lo suficiente. Supongo que a veces es difícil detectar el tercermundismo detrás del vanidoso y pretencioso borde de unas aceras, o de las pomposas macetas y farolas que adornan el Centro, o de las alegres plazas, todas llenas de bares, terrazas y tapas obligatorias. El oropel no deja ver lo que hay detrás. Pero ahí estaba, ahí está, el tercermundismo acechando, cada vez más cerca de nosotros.

En un principio, era sólo el aeropuerto de juguete, mal comunicado y con poquísimos vuelos. Pero después empezó a extenderse la epidemia, el contagio tercermundista. Un metro (subterráneo o ligero, da igual) que nunca ha funcionado (cada mes lo anuncian para el siguiente). Un flamante servicio de transporte público que, también bajo un pomposo nombre (LAC, o LA Cantidad de veces que tenemos que subir y bajar), no lleva a ningún sitio. Un tren que no sólo no se convierte en AVE sino que desaparece totalmente de nuestra vista. Una terminal de autobuses de vergüenza, cada vez más sucia, con autobuses con escasos destinos y horarios, que ahora ni siquiera salen ni llegan al andén que indica la pantalla.

Aunque la zona de alerta roja es sin duda la de las comunicaciones, la epidemia tercermundista se ha extendido más allá. Hay alertas amarillas de color muy intenso en otras zonas, como la de la cultura: una ciudad llena de magníficos músicos que tienen prohibido tocar en muchos bares; un Museo Arqueológico que lleva seis años cerrado; un Centro Cultural emblemático, y costosísimo, vacío.

Supongo que habrá algún modo de parar la epidemia. Pero debería hacerse pronto. Muy pronto. Antes de que lo invada todo. Dan ganas de mudarse a Málaga o de citar (mal, pero bien) a Lorca: Granada, lejana, tercermundista y sola.