ORGANIZA: Proyecto La filosofía como Terapia Social
Dirección: Luis Sáez Rueda
Si
la filosofía, aun ocupándose de problemas permanentes,
está llamada al mismo tiempo a hacerse eco de los problemas
de su época, respondiendo a los desafíos de
su presente y ex-poniéndose a través de ellos,
entonces no puede, en nuestra actualidad, cerrar los ojos
ante la evidencia de que nos encontramos en una cultura enferma.
El problema de la enfermedad o la salud de la cultura ha sido
cuestión fundamental para gran parte de los pensadores
contemporáneos. Algunos han sido explícitos
en este asunto, como F. Nietzsche, desde las filas de la filosofía
de la sospecha, o aquellos que conformaron la Escuela de Francfort,
desde una ilustración desencantada. La sustitución
de una razón de principios por una racionalidad estratégico-instrumental
es, para estos últimos, el acontecimiento profundo
y omniabarcante que ha conducido finalmente a la degradación
de la autonomía y la dignidad del hombre y que genera
en superficie una enorme variedad de patologías
sociales.
Refiriéndose, de igual modo, a la totalidad de Occidente,
el primero diagnosticó multidud de síntomas
morbosos que auguraba para nuestro momento actual, remitiéndolos
al oscuro motor del nihilismo, es decir, de la pérdida
de valor de la vida creciente y creativa en favor de un desierto
en el que se solazan la inercia y la voluntad de nada.
Desde entonces el pensamiento europeo no ha cesado en
la autocrítica de nuestra cultura. La colonización
del mundo de la vida por la razón instrumental
sigue siendo la clave para los nuevos ilustrados. La descripción
de nuestro nihilismo negativo, que convierte a todo
lo existente en existencias, en objetos a la disposición
del arbitrio humano, como latas en el mercado, ha
sido impulsada por Heidegger. Y, por acabar aquí, el
eco de tales denuncias persiste por múltiples caminos,
entre ellos el del postestructuralismo, sacando a la luz los
dispositivos de poder que nos secuestran en el adiestramiento
(Foucault), las ínfulas del pensamiento identitario
(Derrida) o las miserias del hombre que ya no aspira a una
nueva tierra (Deleuze).
Este inquietante estado de enfermedad de nuestra cultura occidental
está siendo, por lo demás, estudiado por sociólogos,
politólogos y psiquiatras, con la audacia suficiente
como para poner de manifiesto el aumento exponencial de nuestro
malestar generalizado, azuzado por las nuevas formas en que
domina el capital, por la anorexia ideológica o por
el carácter inhóspito de nuestra forma de vida,
capaz de conducirnos a la psicosis colectiva.
Pocas dudas, pues, hay sobre el hecho de que nuestro presente
está amenazado por lo que podríamos llamar patologías
de civilización. Es necesario observarlas, no
meramente como síntomas de pequeños malestares
íntimos, sino como expresiones de un malestar ontológico,
es decir, sostenido por visiones del mundo y por prácticas
vitales que actúan desde la trastienda de nuestra conciencia
como si fuesen mecanismos o fuerzas ciegas. Mirando así
las cosas, nos reconocemos en un mundo decadente en cuyo análisis
deben unirse la filosofía y otros ámbitos del
saber, como la psicopatología o la sociología.
Este es el objeto de reflexión de las jornadas, que
rescatan el término griego Therapeia para
recordar que la filosofía no ha sido nunca ajena a
este problema crucial.
Será público y gratuito.
Se entregará certificado de asistencia. Los interesados
deberán firmar al inicio de las mañanas y de
las tardes