En la edición escrita de Ideal del 11 de Diciembre de este año, aparece un artículo divertidísimo en el que se cuenta la historia de un embriagado espontáneo, que con la intención de dar un par de pases y tal vez despenar al novillo que estaba siendo lidiado en aquel momento, salta al ruedo portátil de Dólar. El desenlace de la historia, que para lo que nos ocupa no interesa, lo puede imaginar el lector. Lo que me llamó la atención de la crónica fue su título “Un ‘muletilla’ acaba arrestado en una novillada tras agredir a los agentes que lo reducían”. De hecho, tuve que releer el titular varias veces para cerciorarme de qué se trataba. ¿Quizás un sujeto con una incontinencia verbal para las palabras comodín? No, el informador en un fantástico alarde de creatividad retórica utiliza aquí muletilla para referirse al improvisado diestro, quiero entender por el instrumento de brega que portaba.
Pero en realidad podría este requiebro confundirse con un fenómeno de etimología popular. Es el caso de otras palabras que han aparecido en el español como vagamundo o esparatrapo, de uso más o menos extendido aunque desaconsejado por la Academia. Resulta además, que la palabra muletilla existe y tiene una acepción bien distinta y conocida –“palabra o frase que se repite con frecuencia de manera mecánica y normalmente innecesaria”, según el Diccionario del Español Actual de Seco. Así las cosas, y para evitar confusiones, el periodista quizás debería haber usado una voz ya existente en el riquísimo léxico taurino: maletilla. Este término hace referencia a un mal torero o puede que también al hatillo a modo de pequeña maleta que portan tradicionalmente estos aspirantes a torero donde, se sobreentiende, guardan muletillas y otros aperos de lidia.
Artículo aparecido originalmente en la edición del 13 de diciembre de 2013 del periódico Ideal. [PDF]
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