El suicidio representa un caso grave y complejo de violencia dirigida contra uno mismo que ocasiona un profundo impacto en la familia, el entorno y la sociedad en su conjunto.
Suele ignorarse la envergadura real del problema, según la Organización Mundial de la Salud se estima que cada año se producen en el mundo en torno a 1 millón de muertes por suicidio. Aproximadamente un 57% de las muertes violentas serían por suicidio. En EEUU el suicidio figura entre las primeras 10 causas de muerte.
En España, en el último año con datos del INE (2015) se registraron 3.602 muertes por suicidio (2.680 hombres y 922 mujeres). Aunque, la media de suicidios por millón de habitantes es algo menor a la cifra mundial.
No obstante, como comentan Santurtun et al. 2017 en su reciente estudio sobre el suicidio en España, existen miles de casos sospechosos de “muerte accidental” por ahogamientos, accidentes de tráfico o envenenamientos con psicofármacos y drogas que podrían ser suicidios encubiertos.
Las tasas de prevalencia varían mucho según la cultura y aspectos psicosociales. En nuestro país se comete más suicidio en Málaga, Asturias y Galicia, sin que estén claras las razones de estas diferencias.
El suicido es más frecuente en los varones, aunque las mujeres cometen un mayor número de intentos de suicidio. Los varones suelen optar por métodos contundentes (p. ej., emplear una pistola es lo usual en EEUU) y las mujeres prefieren medios que no deformen su imagen, siendo el más habitual el envenenamiento con fármacos o drogas.
Tener más de 69 años se asocia a mayor prevalencia de suicidio, aunque también hay un pico muy preocupante entre los 15-24 años pero el suicidio puede darse en cualquier edad. El suicidio es más frecuente en zonas urbanas que rurales y en primavera e invierno.
Por todo lo anterior, la prevención del suicidio se ha convertido en un tema de gran interés y en una de las actuaciones prioritarias a nivel de salud en muchos países.
¿Qué lleva al suicidio?
Las ideas de suicidio suelen darse en el contexto de una depresión u otros problemas mentales (principalmente trastorno bipolar, trastorno límite de la personalidad o abuso de sustancias) y ante la toma de conciencia de una enfermedad médica grave. Además, lo anterior se combina con circunstancias externas que llevan a la persona a sentirse sobrepasada.
No es imprescindible estar deprimido o enfermo para cometer suicidio. La investigación ha encontrado que el mejor predictor del suicidio es la desesperanza. No tener esperanza en el futuro y creer que las cosas no mejorarán. La persona valora que no puede hacer nada para cambiar su situación y que el sufrimiento que padece le resulta insoportable.
El suicidio puede ser a veces un acto impulsivo donde una persona desesperada (deprimida o no) intenta acabar con su sufrimiento. En otros casos, es una decisión meditada.
Los principales factores de riesgo de suicidio son haber experimentado experiencias de abuso físico o sexual o maltrato psicológico, haber vivido acontecimientos dolorosos, la pérdida de un ser querido, tener una historia familiar de intentos de suicidio y falta de apoyo social o aislamiento.
Además, según la etapa de la vida se añade a lo anterior como factor de riesgo de suicidio:
- En la infancia tener una familia desestructurada y mala relación con los padres, convivir con un enfermo mental como único pariente, hacer sido castigado de forma humillante o ser víctima de bullying.
- En la adolescencia desengaño amoroso, excesivas expectativas de los progenitores que sobrepasan las capacidades del joven, embarazo no deseado, confusión sobre la orientación sexual y bullying.
- En la adultez destacan el desempleo (durante el primer año) y la quiebra financiera.
- En la vejez, la viudez, enfermedades crónicas dolorosas o incapacitantes, ser consciente de la pérdida de las facultades mentales, sentimientos de soledad e inutilidad, o sentirse abuelo “ping-pong” (con traslado forzoso de domicilio).
Existe también un efecto imitativo del suicidio que se denominó Efecto Werther (por la novela de Goethe de 1774 en la que un joven angustiado por amor se pega un tiro, la novela tuvo que ser prohibida en diversos lugares de Europa porque ocasionó una oleada de suicidios).
Por ello, es importante cuidar el modo en que se divulgan las noticias de suicidio en los medios de comunicación.
Señales de alarma
A diferencia de otras amenazas para la salud, las conductas de suicidio se pueden prevenir y controlar. Ahora bien, no tiene sentido que te sientas mal si alguien cercano cometió suicidio y no se supo prever. Estas señales son observables para los que somos expertos y nadie que no lo sea tiene por qué conocerlas.
Claramente hay una necesidad de dar más información y mejorar muchísimo la detección del riesgo de suicidio en los lugares donde podría detectarse. Por ejemplo, los estudios muestran que la mayoría de las personas que se suicidó visitó poco antes a un médico de cabecera que no supo identificar el riesgo.
Las señales de alarma de suicidio según la American Psychological Association son las siguientes:
- Decir que uno se quiere morir. Cualquier mención a desear morir, descansar, desaparecer, no aguantar más, etc. debe tomarse en consideración.
- Que la persona se muestre preocupada acerca de la muerte y morir.
- Sentirse una persona sin valor, con intensos sentimientos de culpa, y expresar cosas como que “estarían mejor sin él/ella”.
- Tener problemas sueño (insomnio con despertar precoz, o dormir muchas horas y tener pesadillas). Una revisión reciente sobre la relación entre problemas de sueño y suicidio de Pigeon et al. (2016) muestra que la existencia de alteración del sueño es una señal de alarma de gran valor.
- Mostrar cambios en los hábitos de comida (pérdida de apetito y peso, o lo contrario).
- Cambios notables en conducta o personalidad (triste, irritable, ansioso, muy cansado, apático…). Cuidado también con el cese de la angustia, y la aparición de calma tras una fase de agitación respecto a un problema que sigue ahí.
- Dificultad para atender sus obligaciones en el trabajo, la escuela u otro tipo de actividades.
- Aislarse de los amigos, actividades o hobbies que antes le gustaban.
- Perder el interés en su propia apariencia personal.
- Organizar aspectos de su muerte (p. ej., escribir una carta de despedida, hacer arreglos financieros, hacer testamento, etc.).
- Desprenderse de posesiones preciadas.
- Asumir riesgos innecesarios.
Si la persona está siendo atendida por un psicólogo, éste hará una estimación del riesgo real de suicidio basándose en la evaluación de los pensamientos de suicidio, las emociones, la existencia de un plan de suicidio y el análisis de los intentos suicidas pasados, si los hubiera.
Por ejemplo, el riesgo de suicidio es mayor si la persona ya ha planeado cómo lo haría y sube más cuanto más elaborado esté el plan (p. ej., tiene a su disposición el medio, ha pensado el lugar, el momento,…). Por otra parte, si existen intentos pasados de suicidio el riesgo es alto si se emplearon métodos muy letales, la letalidad ha ido en aumento con cada intento o la persona experimentó frustración por no lograrlo.
Hay pacientes que lo que muestran son autolesiones (p. ej., cortes en el brazo, quemaduras, etc.) que también son conductas peligrosas y que, a veces, se emplean para regular su estado emocional o castigarse debido a sentimientos de culpa.
En la siguiente entrada se describe qué hacer cuando hay riesgo de suicidio.