Nadie escapa a las adversidades de la vida. La mayoría de las personas se expone en algún momento al menos a un suceso capaz de producir una respuesta emocional de intensidad suficiente como para ser llamada “trauma psicológico”. El concepto de resiliencia guarda relación con el de trauma, aunque en sentido contrario.
Desde la Psicología tradicional, centrada en la patología, se entendía que lo esperable después de experimentar un trauma era mostrar daño psicológico (trastorno de estrés postraumático u otro tipo de síntomas). Es más, si una persona después de haber estado expuesta a un incidente negativo intenso no presentaba síntomas, tendía a pensarse que el caso podía ser aún más grave al existir negación o represión del problema.
La investigación ha demostrado que aunque las personas expuestas a traumas pueden desarrollar trastornos psicológicos, la mayoría sigue un proceso de recuperación gradual y vuelve a funcionar con normalidad. Por ejemplo, el trastorno de estrés postraumático afecta al 15% de las personas y en los casos más graves, como cuando está implicada violencia humana o el problema sucede en la infancia, el porcentaje suele ser del 30-40%.
El desarrollo de patología no es inevitable y su ausencia no significa necesariamente que tenga que haber un trastorno oculto (aunque las reacciones de negación también existen). Algunas personas pueden sobreponerse a períodos de dolor emocional y funcionar con normalidad a pesar de la adversidad. A esto último se refiere el concepto de resiliencia o entereza (en inglés, resilience).
La resiliencia es la capacidad para mantener un funcionamiento físico y psicológico saludable ante sucesos traumáticos. El término se toma de la resistencia de los materiales que se doblan sin romperse para recuperar su forma original. Por ejemplo, los juncos bajo la fuerza del viento.
Esta capacidad de resistencia se pone a prueba en situaciones de estrés intenso y prolongado, por ejemplo, debido a la pérdida inesperada de un ser querido, al maltrato físico o psicológico, catástrofes naturales como terremotos o inundaciones, atentados terroristas, enfermedades graves, accidentes, pobreza extrema, etc.
Ante un trauma, las personas resilientes no pasan por un período de alteraciones del que después se recuperan, sino que mantienen un equilibrio razonable a pesar de lo sucedido. Eso no significa que no sufran, pero logran resistir y, a veces, incluso “resistir y florecer” sacando algo bueno de la experiencia negativa. En algunas personas resilientes el trauma produce cambios positivos en los siguientes aspectos:
- La visión que tienen de sí mismas. Aumenta la confianza en sus propias capacidades y se sienten preparadas para afrontar cualquier cosa que suceda en el futuro.
- Las relaciones con los demás. Pueden ver fortalecidas sus relaciones con otras personas a raíz de la vivencia traumática (p.ej., muchas familias y parejas que pasan por situaciones adversas dicen sentirse más unidas que antes del suceso).
- Cambios en la espiritualidad y en la filosofía de vida. Se transforma su escala de valores y empiezan a apreciar el valor de cosas en las que antes no se reparaba (p.ej., la mayoría de las personas que supera un cáncer aprende a tomarse la vida de otra forma y a disfrutar más de ella).
El fenómeno de la resiliencia, al principio, se consideró excepcional, algo de personas muy especiales. Se ha visto, sin embargo que nace de funciones adaptativas de las que dispone el ser humano y que las personas pueden cultivar su resiliencia.
La resiliencia ha sido estudiada desde la Psicología Positiva que se centra en comprender las fortalezas y virtudes del ser humano, con el objetivo de lograr un desarrollo más pleno y satisfactorio. Algunos de los primeros estudios efectuaron un seguimiento durante años de niños que se habían criado en condiciones muy difíciles. Se encontró que frente a la creencia tradicional de que una infancia infeliz va a marcar necesariamente el desarrollo posterior del niño, no era así en bastantes casos.
¿Cómo son las personas resilientes?
La resiliencia es un concepto dinámico que en gran parte depende de las relaciones que la persona mantiene con su entorno y juegan un papel el tipo de trauma, el contexto familiar y social, la etapa de la vida, etc.
Aunque hace falta más investigación, algunas de las características que muestran las personas que han superado traumas con éxito son las siguientes:
- Autoestima positiva y flexible. Son personas que se sienten bien con ellas mismas, confían en sus capacidades y tienen la flexibilidad de adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando es necesario.
- Conciencia. Conocen bien sus puntos fuertes y débiles. Esto les permite trazarse objetivos más realistas alcanzando un equilibrio entre sus sueños y los recursos reales para lograrlos.
- Autonomía. Son capaces de actuar de un modo acorde a sus objetivos e intereses, organizándose sin dependencia excesiva de los demás. Son independientes de pensamiento y acción.
- Responsabilidad. Se caracterizan por un alto nivel de disciplina y de sentido de la responsabilidad.
- Buenas habilidades de afrontamiento. Tienen buenas habilidades de afrontamiento al estrés, saben cómo resolver problemas y tomar decisiones.
- Tolerancia a la Frustración. No se vienen abajo cuando algo no sale como esperaban.
- Esperanza y optimismo. Son personas optimistas que emplean con frecuencia el humor y la creatividad. Esto hace que ante las situaciones difíciles sean capaces de experimentar sentimientos positivos que coexisten con el dolor.
- Apertura a la experiencia. Aceptan las experiencias como vienen y creen que se puede aprender de las experiencias positivas y también de las negativas. Entienden que hay un propósito significativo en la vida.
- Sociabilidad inteligente. Saben dar y recibir en las relaciones con los demás y cuentan con personas de confianza unidas por el afecto que son una valiosa fuente de apoyo social. Este aspecto, y algunos de los mencionados antes, suelen estar asociados a una buena inteligencia emocional.
Por otra parte, las personas resilientes que no sólo resisten sino que incluso crecen con la experiencia parece que pueden haber experimentado fuertes emociones negativas pero también apertura, optimismo, esperanza y espiritualidad.
En estudios con niños, uno de los factores más importantes es la presencia de padres o cuidadores competentes.
¿Cómo hacerse resiliente?
La posibilidad de aumentar los niveles de resiliencia y crecimiento, tras pasar por situaciones adversas es aún un reto de la Psicología actual. En las dos revisiones anglosajonas recientes sobre el tema con niños y adultos, se concluye que los esfuerzos por promover resiliencia tienen algún grado de eficacia pero no hay consenso sobre qué ingredientes deben tener los programas, o cual debe ser su duración o formato.
Además, ningún estudio ha evaluado todavía la ocurrencia de experiencias adversas tras la intervención. Las personas que no han pasado por traumas no pueden considerarse resilientes.
Estos programas previenen o atenúan los efectos de un trauma potencial, fomentando la resiliencia y evitando el desarrollo de problemas mentales. Algunos de los componentes habituales que se trabajan son entrenamiento en inteligencia emocional, aprendizaje de habilidades de afrontamiento del estrés y solución de problemas, mindfulness, terapia de aceptación y compromiso, etc.
En los últimos meses, la American Psychological Association (APA) ha publicado diversos consejos que pueden ayudar a construir la resiliencia en niños y adultos. Los consejos para adultos son los siguientes:
- Establece relaciones con amistades, familiares cercanos u otras personas importantes de tu vida. También es de gran interés la participación en grupos religiosos o sociales que ayudan a tener esperanza.
- Evita ver las crisis como obstáculos insuperables. Mira más allá del presente, en el futuro las cosas mejorarán. Observa si hay algo que te haga sentir mejor mientras pasa la mala racha.
- Acepta que el cambio es parte de la vida. Puede que como resultado de ello ya no te sea posible alcanzar ciertas metas. Aceptar lo que no se puede cambiar permite centrarnos en lo que sí es posible.
- Muévete hacia sus metas. Busca metas realistas, céntrate en las que lograr hoy y que van en la dirección de tus objetivos.
- Lleva a cabo acciones decisivas. Es mejor que ignorar los problemas y desear que desaparezcan.
- Busca oportunidades para descubrirte a tí mismo. Muchas veces como resultado de la adversidad, las personas pueden aprender algo sobre sí mismas y sentir que han crecido a nivel personal.
- Cultiva una visión positiva de tí mismo. Confía en tus posibilidades de resolver el problema.
- Mantén las cosas en perspectiva. Evita agrandar el evento fuera de proporción y piensa a el largo plazo.
- No pierdas la esperanza. El optimismo puede ayudar a que ocurran cosas buenas, es mejor visualizar lo que uno quiere en vez de preocuparse por lo que se teme.
- Cuida de tí mismo. Busca actividades que te relajen y te hagan disfrutar (p.ej. el papel del ejercicio físico es importante).
La APA también indica que para algunas personas escribir sobre sus pensamientos y sentimientos más profundos es útil. La meditación y las prácticas espirituales ayudan a alcanzar el equilibrio y mejorar la esperanza.
Los consejos para padres y profesores con el fin de mejorar la resiliencia de niños y adolescentes son los siguientes:
- Ayuda a tu hijo a hacer amigos, enseñándole la habilidad de empatía (ponerse en el lugar del otro). Construye una red familiar fuerte para poder apoyarlo ante decepciones y disgustos inevitables.
- Ayuda a tu hijo a ayudar a otros. Ayudar a otros puede permitir que se reduzca la sensación de impotencia.
- Mantén una rutina diaria. Seguir una rutina es reconfortante para los niños, especialmente los más pequeños, que necesitan una estructura en sus vidas.
- Haz pausas. Enseña a tu hijo a centrar su atención en cosas distintas de aquellas que le inquietan. Controla si está expuesto a información que pueda preocuparle (p.ej. a través de Internet, noticias o conversaciones) y ayúdale a distraerse.
- Enseña a tu hijo a cuidarse. Es importante ser un buen modelo de hábitos saludables (comer sano, hacer ejercicio y descansar las horas necesarias). Enséñale también a tener tiempo para divertirse y relajarse. Cuidarse le ayudará a manejar mejor los momentos de estrés.
- Establece metas. Es importante que los niños aprendan a fijarse objetivos razonables y a alcanzarlos paso a paso. Alabar el progreso le ayuda a desarrollar una actitud positiva, centrándose en los logros en lugar de los fracasos.
- Cultivar una autoimagen positiva. Anima a tu hijo a recordar situaciones pasadas en las que ha superado con éxito dificultades. Anímale a confiar en sí mismo a la hora de resolver problemas y tomar decisiones. Recuérdale la importancia de ver la vida con humor y saber reírse de uno mismo.
- Mantener las cosas en perspectiva y una actitud positiva. Sobre todo a los niños más pequeños puede resultarles difícil pensar en el futuro, ayúdale a comprender que los problemas se pueden ver a largo plazo y que, más adelante, la situación puede mejorar.
- Busca oportunidades para el autodescubrimiento. Durante los momentos difíciles, también los niños aprenden más sobre sí mismos. Explícale que se puede aprender algo de todas las situaciones a las que nos enfrentamos.
- Aceptar que el cambio es parte de la vida. Explicale que el cambio es parte de la vida, y que cuando las metas se vuelven inalcanzables, se pueden sustituir por otras nuevas.
Fomentar la resiliencia ayuda a prepararse para lo inesperado, y supone una valiosa herramienta para lidiar con la adversidad.
Al margen de lo que hayas vivido, y sin menoscabar lo dramático de muchas situaciones, puedes seguir adelante. Si al intentar hacerlo te sientes bloqueado o abrumado busca la ayuda de un psicólogo. Puede ayudarte a lograrlo y conseguir que vuelvas a estar bien.