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Acerca de Elena Miro

Profesora de la Facultad de Psicología de Granada

Sobrevivir al trabajo por turnos

Trabajo por turnos

¿Qué son los ritmos circadianos?

     Los seres humanos, al igual que otros seres vivos, poseemos un reloj corporal interno situado en el núcleo supraquiasmático del hipotálamo que regula nuestros ritmos corporales, incluido el ritmo de sueño-vigilia. El período o duración habitual de la mayoría de estos ritmos es cercano a 24 horas (circadiano) y está preparado para sincronizarse con el ritmo ambiental diario de luz-oscuridad. En concreto, para estar activos y despiertos de día, y para dormir y descansar de noche.

     Tres de los ritmos que guardan más estrecha relación con el sueño son el ritmo de temperatura, de cortisol y de melatonina. En ritmos bien ajustados al período de 24 horas la temperatura corporal desciende a última hora del día, alcanza sus mínimos diarios durante la noche cuando la tasa metabólica es baja y empieza a ascender poco antes de despertar.

El cortisol, una hormona relacionada con el estrés, alcanza sus mínimos en las primeras horas de sueño y desde ahí asciende alcanzando su pico en el momento de despertar. En condiciones que combinan estrés y falta de sueño, como puede ser el caso del trabajo por turnos, se han demostrado importantes elevaciones permanentes del cortisol en sangre que interfieren con la salud.

La liberación de melatonina, hormona que facilita el sueño,  empieza a aumentar por la tarde, alcanza su máximo en mitad de la noche y desciende antes de despertar. Bajo esta configuración (temperatura y cortisol en descenso, melatonina en aumento) la tendencia al sueño es alta y si dormimos en ese momento la longitud y la calidad del sueño serán óptimos.

      Existen también diferencias entre las personas en la ubicación temporal de sus ritmos circadianos.  Las personas de tipo intermedio son las que duermen aproximadamente de 12 p.m. a 8 a.m., pero existen sujetos matutinos que tienden a levantarse y a acostarse más temprano, e individuos vespertinos, con tendencia a levantarse y acostarse más tarde. Las personas matutinas tienen entre 1-4 horas más avanzada su temperatura corporal y otros ritmos respecto al patrón intermedio y lo contrario sucede con los vespertinos. Los momentos de máxima alerta y ejecución se producen durante la mañana temprano para los matutinos y durante la tarde-noche para los vespertinos.

     Las posiciones de fase de estos ritmos vienen así «programadas» en nuestro organismo y no son fáciles de modificar. Estos sistemas cíclicos pueden modificar algo su momento de ocurrencia como resultado de cambios en las claves medioambientales que los sincronizan, fundamentalmente las variaciones del ciclo de luz-oscuridad, pero esto lleva su tiempo (aproximadamente una semana por cada cambio de una hora).

¿Qué sucede cuando se trabaja por turnos? 

     Cuando se trabaja a turnos o de noche el sistema circadiano es incapaz de adaptarse rápidamente al nuevo horario y surge una desincronía entre el ritmo de los sistemas fisiológicos internos y las exigencias horarias externas. El deterioro del normal ciclo sueño-vigilia en estos casos es muy marcado y las consecuencias a nivel de salud importantes. Se calcula que un 20-25% de los trabajadores trabajan a turnos y están profesionalmente activos de noche. Cifras que más que disminuir previsiblemente aumentarán en el futuro ya que vivimos en una sociedad que funciona las 24 horas.

Esta desincronía circadiana junto a la falta de sueño que inevitáblemente se asociará a estas condiciones laborales son los responsables de los problemas de salud y el deterioro en la calidad de vida que se observan en este tipo de trabajadores.  El turno de noche es el más disruptivo de todos en términos de deficiencia de sueño y quejas de salud.

     Los principales efectos negativos del trabajo por turnos y, muy especialmente, del trabajo nocturno son los siguientes:

  • Alteraciones del sueño. Como vimos, la longitud y calidad del sueño depende de diversos ritmos circadianos, biológicamente estamos predispuestos a dormir de noche pero no de día. Además, cuando se trabaja de noche y se duerme de día suelen existir condiciones ambientales que no ayudan a dormir (p. ej., ruido circundante, luz ambiental, etc.). El sueño de día es de mala calidad y se acumula una deuda crónica de sueño. Uno de los problemas de sueño más frecuentes es el insomnio. También pueden observarse apnea, mioclonías, síndrome de las piernas inquietas o hipersomnia.  
  • Hábitos de alimentación poco saludables. El trabajo por turnos se asocia a cambios en la cantidad, calidad y horarios de las comidas (p. ej., muchos trabajadores del turno de noche hacen una comida con snacks). Consumo aumentado de café, tabaco, y estimulantes, para intentar combatir la desagradable somnolencia en los momentos en que hay que estar despierto, y consumo de alcohol e hipnóticos, para ayudarse a dormir cuando no se logra conciliar el sueño.
  • Problemas de salud. Estos trabajadores tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, problemas digestivos, obesidad, trastornos psicológicos, inmunológicos, reproductivos, fatiga crónica, y envejecimiento prematuro. En revisiones recientes se indica que los problemas de salud que más se relacionan con el trabajo nocturno o a turnos son la úlcera péptica, las enfermedades cardíacas coronarias y la disminución de la fecundidad en las mujeres.
  • Deterioro del rendimiento y mayor accidentabilidad. El mal ajuste entre ritmos y la falta de sueño acumulada afectan al nivel de atención, la vigilancia y la ejecución en tareas de diverso tipo (p.ej., deterioro del tiempo de reacción, lapsus, dificultad para tomar decisiones, etc.). La propia seguridad laboral puede verse comprometida, siendo el trabajo nocturno o por turnos una de las principales razones de absentismo laboral y mortalidad laboral.
  • Interferencia con la vida laboral y social. Estos sistemas de trabajo tienen un impacto negativo en la crianza de los hijos, la vida en pareja, las relaciones sociales, etc.

¿Quiénes se adaptan mejor a estos trabajos? 

     Se han intentado determinar factores que afecten a la capacidad de la persona para adaptarse a la disrupción circadiana y a la privación de sueño. Estos aspectos deberían ser tenidos en cuenta al efectuar procesos de selección de personal. Aunque hace falta más investigación algunas de las conclusiones actuales indican que:

  • Los trabajadores vespertinos se adaptan mejor a los turnos de trabajo nocturno y rotativos que los matutinos, que suelen tener un ritmo menos flexible.
  • Las mujeres suelen ser mas sensibles que los varones al efecto negativo del trabajo nocturno o por turnos (p. ej., en investigaciones recientes la exposición a luz de noche se asocia a cáncer de mama en mujeres).
  • Las personas de más de 45 años tienen más probabilidades de sufrir con más intensidad las consecuencias negativas de estos sistemas de trabajo.
  • Los individuos con alto índice de masa corporal y que no realizan ejercicio físico sufren consecuencias más adversas en su salud cuando trabajan a turnos o de noche.
  • Las personas con una red escasa de apoyo social tienen más probabilidades de experimentar síntomas de problemas psicológicos como ansiedad o depresión si trabajan por turnos o de noche, y viceversa. También las personas que a nivel de personalidad tienden a ser nerviosas o con alta ansiedad rasgo.

     Por otra parte, como veremos en el siguiente apartado el tipo concreto de trabajo por turnos que se plantee también afecta a las posibilidades de adaptación a este tipo de trabajos.

¿Cómo organizar el trabajo por turnos?

     La mayoría de los trabajadores que trabajan en estos sistemas no tienen un buen nivel de adaptación a los turnos. Aunque esa adaptación es muy difícil de conseguir y no se dispone de soluciones perfectas (la ideal sería no tener que trabajar de esta forma) algunas estrategias que ayudan a minimizar los efectos negativos del trabajo por turnos y de noche son las siguientes:

  • Programar de manera adecuada el trabajo por turnos. Cuando se establezcan los turnos, respetar al máximo la tendencia circadiana natural (es decir, el orden de mañana, tarde, noche) y son mejores las rotaciones de ritmo lento (unos 3 días en cada turno) que las rápidas porque alteran menos el sueño. Un número suficiente de días de descanso tras el turno de noche ayuda a recuperarse de sus efectos negativos.  Se debate si es mejor un turno fijo de noche o rotar. En  algunos estudios, trabajar de noche en turnos rotativos tiene peor efecto global que trabajar siempre de noche.
  • Fomentar la participación del trabajador en la elección de los turnos. Tener en cuenta sus circunstancias sociales, su rol en la familia, etc., y fomentar su participación en la elección del turno. A mayor congruencia entre las necesidades del trabajador y el turno de trabajo menos problemas de sueño e interferencia con sus actividades familiares, y mejor actitud hacia el turno y desempeño en el puesto de trabajo. No obstante, en algunos estudios se observa que aunque la congruencia mejora la satisfacción con la empresa, no siempre eligen lo más saludable (p. ej., tienden a concentrar demasiado los turnos para luego disponer de más días libres).
  • Estrategias para echarse siestas y alimentarse mejor. Una siesta de corta duración (unos 30 min.) mejora la ejecución y los sentimientos subjetivos de bienestar (p. ej., puede ser de utilidad tomarla por la tarde, antes del turno de noche). Las empresas deberían ofrecer salas de descanso, comedores, etc. para que los trabajadores de turno de noche puedan eventualmente descansar y comer de forma equilibrada.
  • Instalar iluminación adecuada en el espacio de trabajo. La exposición a luz intensa es un  tratamiento eficaz para los trastornos del ritmo circadiano. Exponerse a luz intensa por la tarde noche retrasa los ritmos circadianos (permite estar activo de noche y ayuda a dormir de día). Los trabajadores pueden exponerse a luz intensa a través de lámparas especiales (unos 3000lx) durante el trabajo nocturno, evitar la luz en el desplazamiento a casa tras el trabajo (p. ej., llevando gafas oscuras, de lo contrario la luz inhibe a la melatonina) y dormir totalmente a oscuras de día. Cuando el horario del turno de noche es adelantado (p. ej., 10:00 a 6:00) y el trabajador consigue acostarse pronto al llegar a casa (p. ej., 7:00 a 1:00 ó 2:00) pueden lograrse mejores resultados.
  •  Empleo de hipnóticos como melatonina. La melatonina de la glándula pineal (mejor de origen vegetal) promueve el sueño y ajusta los ritmos. Por ejemplo, la administración de melatonina varias horas antes de su pico de secreción nocturna avanza el momento de sueño en sujetos que lo tienen retrasado y ajusta el ciclo a 24 horas en personas ciegas. Se ha demostrado que tomada tras el turno de noche, antes de dormir de día, impide el descenso en la duración del sueño diurno.

     Para diseñar sistemas efectivos de cambio de turnos deben considerarse variables fisiológicas, psicológicas, sociales y medioambientales, y además tener en cuenta el tipo concreto de trabajo del que hablemos. Es importante establecer medidas preventivas e intentar sensibilizar a trabajadores y empresarios sobre los riesgos inherentes al trabajo nocturno y por turnos.

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Depresión postparto

Depresión postparto

¿Qué es la depresión postparto?

     A pesar de su escaso reconocimiento, la depresión postparto es un importante problema de salud pública. La depresión postparto puede llegar a afectar hasta un 10% de las madres que previamente estaban bien, elevándose esta cifra hasta un 35-40% si se trata de mujeres con trastornos mentales anteriores.

     La idealización de la maternidad o el mito de la maternidad protectora, que viene a decir que ser madre es una experiencia tan maravillosa que es imposible deprimirse, ha dificultado el estudio de la depresión postparto. Sin duda, ser madre es extraordinario, pero una no deja de ser humana y como tal, algunas mujeres pueden experimentar problemas.

     Las mujeres que al nacer su bebé sufren depresión postparto pueden experimentar síntomas propios de una depresión (p.ej., tristeza, cansancio, problemas de sueño, falta de concentración, etc.), sentimientos negativos hacia el bebé (p. ej., desinterés, miedo de quedarse a solas con él, etc.) y ansiedad. Estas manifestaciones cumplen los criterios diagnósticos de episodio depresivo mayor o menor. Las características de una depresión, que también estarían presentes en la depresión postparto, puedes verlas en la entrada del blog sobre depresión. De forma añadida, algunas características importantes propias de la depresión postparto son las siguientes:

  • Con frecuencia la depresión postparto es difícil de detectar porque suele presentarse de forma relativamente brusca. También dificulta la detección la escasa sensibilidad de los sistemas de salud y la propia sociedad a los problemas mentales de la mujer durante el embarazo y el parto.
  • A veces se trata de episodios de muy larga duración que tienen una gran repercusión en la vida de la persona. Aparte de afectar a la madre puede deteriorarse el vínculo materno-filial (la relación emocional que establece la madre con el recién nacido). Los sentimientos negativos o ambivalentes de la madre hacia el bebé afectan a este vínculo. Las alteraciones del vínculo madre-hijo harán más probable en el futuro que el niño sufra problemas psicológicos e incluso puede afectar a su maduración y desarrollo cerebral.
  • Una de las consecuencias más graves de la depresión postparto es el riesgo de suicidio que tiene el problema de que suele ser un “suicidio ampliado”, es decir, que incorpora al bebé. De cuando en cuando, la prensa nos escandaliza con noticias de madres que han asesinado a sus bebés y se han suicidado después. La madre en este estado no concibe dejar sufriendo a su hijo en el mundo.  Aunque parezca increíble, el suicidio sería responsable hasta de un 20% de las muertes maternas en el primer año tras el parto.

¿Qué causa la depresión postparto?

     Las causas de cualquier depresión son complejas e inciden factores de muy diverso tipo. Los principales elementos que contribuyen al surgimiento y mantenimiento de este problema se recogen en la entrada sobre depresión.

     Además, en el caso de la depresión postparto, los estudios han indicado que es más fácil desarrollar depresión postparto cuando hay antecedentes de depresión en la vida de la persona, se vivió una historia de abuso infantil, hay bajo apoyo social, se vive en un medio urbano frente a rural y están presentes factores de estrés vital (p. ej., embarazo no deseado, problemas económicos, abandono de la pareja, etc.).

A nivel de características de personalidad tienen más riesgo de sufrir depresión al tener un bebé las personas muy nerviosas, con tendencia a preocuparse u obsesionarse y perfeccionistas.

Por otra parte, los factores de riesgo que se asocian a los intentos de suicidio son haber sufrido abuso emocional en la infancia, mostrar depresión durante el embarazo, ideas recurrentes de suicidarse y no trabajar durante el embarazo. Curiosamente, el trabajo actúa en diversos estudios como un factor de protección.

¿Cómo abordar la depresión postparto?

     Hace falta bastante más investigación sobre cómo tratar de forma eficaz la depresión postparto. En las actuales guías de Práctica Basada en la Evidencia faltan aún recomendaciones  con suficiente respaldo en la investigación. No obstante, los estudios disponibles han obtenido buenos resultados aplicando terapia cognitivo-conductual para la depresión que ayuda a la madre a cambiar sus pensamientos negativos, mejorar su estado de ánimo y afrontar mejor el estrés. Junto a esto es importante intentar disponer de recursos que apoyen a la madre (p. ej., a pasar algo de tiempo sola y también en pareja sin el bebé, contar con la ayuda de familiares en algunos momentos, etc.)

Además, en relación al bebé, hay que atender a las pautas de crianza que pueden reducir el estrés y hacer más agradable la experiencia de la maternidad. Por ejemplo, educar sobre la importancia del vínculo materno filial, sobre el propio desarrollo del bebé y las pautas de crianza que mejor encajen en su caso. Mejorar el vínculo con el bebé puede ayudar a mejorar la propia depresión, aparte de redundar positivamente y de forma muy importante en el desarrollo del niño.

     Lo ideal sería detectar la depresión pronto durante el embarazo para intentar intervenir lo antes posible. Al respecto, recientemente se ha publicado un estudio piloto el año 2015 en la revista Archives of Women´s and Mental Health que encuentra que una terapia cognitiva-conductual breve aplicada durante el embarazo produce resultados prometedores reduciendo de forma satisfactoria la continuación de la depresión en el momento del parto.

Por desgracia, ni siquiera en los programas de preparación para el parto se suele abordar el tema de la prevención de la depresión postparto. Es necesaria una mayor concienciación sobre este problema y evaluar la salud mental de las mujeres al menos alguna vez durante el embarazo y el postparto.

Más información sobre el tema puede encontrarse en la web de la Sociedad Marcé Española dedicada al estudio, la comprensión, la prevención y el tratamiento de los trastornos mentales relacionados con el embarazo, parto y posparto.

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Qué hacer ante la depresión

Tratamiento de la depresión

¿Qué es una depresión?

     La depresión es el trastorno mental por excelencia y se ha convertido en uno de los problemas psicológicos más populares. Estar “depre” es una expresión común que no identifica al trastorno como tal, sino a un estado de ánimo negativo más pasajero que puede ser normal. Para hablar de depresión debe evaluarse la intensidad, la gravedad y la duración de una serie de síntomas. Los síntomas principales serían los siguientes:

  • Alteración del estado de ánimo. La emoción que más asociamos a la depresión es la tristeza, pero puede experimentarse también abatimiento, vacío, irritabilidad o nerviosismo, e incluso “anestesia emocional” como si no se fuera capaz de tener ningún sentimiento.
  • Falta de motivación. Apatía, indiferencia y la llamada anhedonía o incapacidad para sentir placer o disfrutar de las cosas que previamente nos gustaban. La anhedonia es junto a la tristeza el síntoma más importante de depresión.
  • Problemas cognitivos. Déficit de memoria, atención y capacidad de concentración, e indecisión, que pueden alterar la ejecución o el funcionamiento laboral. Además, el contenido de los pensamientos está alterado. La valoración que hace una persona deprimida de sí misma, de su entorno y de su futuro suele ser negativa. La desesperanza o visión totalmente pesimista del futuro es un factor casi siempre presente y, en los casos más graves, puede llevar a ideas de suicidio.
  • Molestias físicas. Es habitual que la depresión se acompañe de problemas de sueño, especialmente insomnio, fatiga, pérdida de apetito, disminución del deseo sexual y diversas quejas (sobre todo problemas de dolor muscular, de cabeza y estómago).
  • Deterioro de las relaciones interpersonales. La apatía se extiende a las relaciones con los demás, e incluso a la pareja, y suele aparecer tendencia al aislamiento. El entorno puede reaccionar inicialmente mostrando mayor atención, pero ante la falta de respuesta de la persona con depresión la atención extra se extingue y la persona sufre un “abandono” auto-provocado que agudiza más su depresión.

     La depresión es uno de los diagnósticos que se emplea con más frecuencia. La proporción de personas con depresión en un período de 12 meses puede oscilar entre el 4-7% y a lo largo de la vida entre un 12-20%. La mayor incidencia de depresión se da en las mujeres, las personas con menores niveles de ingreso y desempleados, más bajo nivel educacional, los solteros y los que viven en áreas urbanas frente a rurales. Además, es frecuente que la depresión se acompañe de otros problemas médicos o psicológicos cuya evolución puede contribuir a agravar.

     En un reciente informe de la World Federation for Mental Health sobre el impacto de la depresión en el ámbito laboral se destaca que, por ejemplo, en el año 2010 este trastorno costó unos 92.000 millones de euros a Europa, de los cuales aproximadamente 54.000 millones se debieron a costes indirectos como el absentismo laboral. Se calcula que en el año 2020 la depresión podría constituir la primera causa de discapacidad en el mundo.

 Causas de la depresión

     La depresión es uno de los cuadros más complejos y heterogéneos, y en su aparición pueden intervenir una diversidad de causas. Los modelos biológicos simplistas que entienden la depresión como consecuencia de la alteración de determinados neurotransmisores o sistemas cerebrales no pueden ser apoyados con la evidencia científica actual.

   Sabemos, sin embargo, que la adversidad tanto precoz como reciente contribuye de forma significativa a la posibilidad de un episodio depresivo. Cuando una situación negativa es muy intensa y aparece pronto en la vida de una persona (negligencia o maltrato físico en la infancia, pérdida temprana de seres queridos, etc.) es capaz de producir una alteración neuroendocrina en los sistemas de reactividad al estrés que en el futuro actuaría como factor de vulnerabilidad aumentando el riesgo de sufrir depresión. La presencia de situaciones aversivas intensas y prolongadas, incluso en la vida adulta, puede acabar generando cambios en zonas relacionadas con la vivencia de emociones como la amígdala y el hipocampo, entre otras. Un tratamiento que funcione bien puede llegar a modificar estos circuitos.

    Además, cuando vivimos una mala experiencia interiorizamos ciertos esquemas sobre la realidad que en caso de volver a ser activados, por una nueva experiencia negativa, pueden dominar nuestra forma de ver las cosas y explicar la distorsión de la realidad de las personas con depresión. Por ejemplo, vivencias de ser criticado, humillado o ridiculizado pueden resultar en la visión de que uno no tiene valor y el abuso es todo lo que puede esperar. Una nueva experiencia de humillación, incluso aunque esta vez no tuviera tanta importancia u objetivamente no hubiera por qué entenderla en términos humillantes (p. ej., mi pareja me dice que quiere que lo dejemos), activaría ese esquema del que emergerían los pensamientos negativos, las emociones y conductas típicas de la depresión.

Estos elementos una vez activos, se retroalimentan entre sí y refuerzan el esquema ayudando a perpetuar el problema. Por ejemplo, una persona que piense que no tiene valor y que todo lo que puede esperar de este mundo es que abusen de ella, se sentirá triste, desesperanzada y mostrará tendencia a la inactividad. Cuanto peor es nuestro estado de ánimo más pensamientos negativos y distorsionados generará nuestro cerebro, y viceversa. Además, al dejarse llevar por la inactividad e inercia, el acceso a gratificaciones será cada vez menor, lo que mermará la autoestima y la esperanza, y elevará la probabilidad de que se produzcan acontecimientos aversivos que, a su vez, alimenten los pensamientos negativos y agraven el estado depresivo.

A veces, en combinación con un medio hostil, o incluso sin que existan circunstancias desagradables, la depresión puede deberse a una baja tasa de reforzamiento positivo. Es decir, la persona encuentra poca gratificación en su vida. Hay personas que no logran entender por qué están deprimidas al reconocer que su trabajo, familia, etc. están bien. En estos casos la depresión puede estar avisando de que uno no lleva el tipo de vida que desearía llevar o que sería congruente con sus objetivos vitales y necesita cambiar aspectos importantes de su vida.

Tratamiento de la depresión

     La depresión tiene un alto riesgo de cronificarse. A pesar de su alta frecuencia, el problema no se diagnostica correctamente en muchos casos (p.ej., no es raro que la solicitud de ayuda profesional empiece por quejas físicas ante un médico de atención primaria) y pocas veces recibe un tratamiento adecuado.

    En las últimas décadas múltiples estudios han analizado la eficacia de los fármacos antidepresivos, de los tratamientos psicológicos, o de la combinación de ambos. Los resultados de estos trabajos han dejado claro que el tratamiento psicológico es igual de eficaz a corto plazo que la medicación, pero a largo plazo los tratamientos psicológicos presentan mejores resultados, con una menor tasa de abandonos y recaídas. Además, la combinación de medicación y tratamiento psicológico sólo puede tener algún interés a corto plazo pero no a largo plazo.

Actualmente millones de personas toman psicofármacos para la depresión (tanto antidepresivos tricíclicos, como inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina). Pero los antidepresivos no deberían ser el tratamiento de elección en la depresión ya que causan más daño que beneficio. Por ejemplo, en un reciente artículo publicado en la revista Frontiers in Psychology, se documentan en detalle los efectos nocivos de los antidepresivos. El consumo prolongado de antidepresivos puede generar problemas de crecimiento en niños, problemas relacionados con la función sexual y la reproducción, dificultades digestivas, anomalías de la coagulación y aumentar el riesgo de accidente cerebrovascular en las personas más mayores.

Los tratamientos psicológicos que han mostrado mayor efectividad para la depresión en las distintas guías de Práctica Basada en la Evidencia incluyen la terapia cognitivo-conductual, la activación conductual, la terapia interpersonal o la terapia de solución de problemas. Por ejemplo, el prestigioso National Institute for Health and Clinical Excellence (NICE) recomienda iniciar el tratamiento de la depresión con terapia cognitivo-conductual y ejercicio físico (evitando la prescripción de antidepresivos), y valorar el uso de medicación sólo en casos severos, si los recursos anteriores no han funcionado. Pero insiste en que la medicación se acompañe siempre de terapia cognitivo-conductual para que cuando se retiren los antidepresivos no se produzca una recaída del problema.

La terapia cognitivo-conductual incluye diversas técnicas que se dirigen a mejorar el afrontamiento de las circunstancias externas que están actuando en la depresión y a modificar el bajo estado de ánimo, los comportamientos depresivos y los esquemas negativos. El tratamiento empezaría resolviendo el riesgo de suicidio si existe. Por ejemplo, se buscan razones para vivir y no morir, que habitualmente el deprimido dejándose llevar por su desesperación ha dejado fuera de su análisis (¿has pensado en lo que pensarían tus padres cuando se enteren?, ¿qué pruebas tienes de que realmente vas a descansar si mueres?, etc.).

A continuación se aborda el problema de insomnio que frecuentemente acompaña a la depresión y que puede hacer estragos en el nivel de energía diario. Si existen problemas en el medio que exijan ser resueltos el proceso de toma de decisiones se aborda con una terapia de resolución de problemas. Cuando el conflicto a la base de la depresión afecta a la relación con personas significativas para el paciente es de interés la terapia interpersonal.

La activación conductual logra cambiar el bajo estado de ánimo enseñando a la persona a modificar las actividades que realiza en su vida. Al principio estas actividades se deben realizar sin gusto, simplemente siguiendo un plan acordado con el terapeuta, pero gradualmente la persona recupera su sensación de dominio y de disfrute.

Otro componente clave de la terapia cognitivo-conductual es la modificación de los pensamientos y esquemas negativos que acompañan a la depresión. La terapia cognitiva ayuda a que la persona tome conciencia de que sus pensamientos sólo reflejan su forma de ver el mundo, y no la verdad misma, y desarrolle pensamientos más racionales y positivos que van mejorar cómo se siente y se comporta.

Por último, si se detecta que la persona es deficitaria en ciertas habilidades que están contribuyendo a la depresión (p. ej., tiene escasas habilidades sociales y pocos amigos, no sabe organizarse el tiempo, etc.) se incluiría un entrenamiento específico en esas habilidades.

En el contexto clínico actual, la adherencia a estas recomendaciones basadas en la evidencia científica es bastante baja. Existen importantes deficiencias en cuanto a las posibilidades que tienen los ciudadanos de poder acceder a los tratamientos psicológicos más adecuados.

Hacer más accesibles las terapias más eficaces reduciría de forma considerable los costes médicos y sociales asociados a la depresión. Recibir terapia cognitivo-conductual para la depresión es a largo plazo más eficaz y barato que medicarse. La duración de este tipo de terapia puede oscilar entre 15-20 sesiones y los efectos se mantienen bien en el tiempo. Si sufres una depresión busca un profesional que pueda ofrecerte un tratamiento que funcione.

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