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Acerca de Manuel García

Máster en Psicología General Sanitaria Universidad de Granada

Mi niño no sonríe: la depresión infantil

Depresión infantil

¿Qué es la depresión infantil?

     La depresión es un trastorno mental que también puede afectar a los niños. Se calcula que el 3% de los niños puede tener depresión infantil y, aunque nos asombre, incluso los bebés pueden llegar a mostrar un comportamiento deprimido. En nuestra época, y probablemente por cambios asociados al estilo de vida, las cifras de trastornos mentales no sólo han aumentado entre los adultos, sino que la Organización Mundial de la Salud estima que hasta un 20% de los niños y adolescentes sufre de algún problema psicológico.

   Los niños suelen experimentar de forma intensa y rápida un amplio abanico de emociones (p. ej., pueden pasar del llanto a la risa en minutos). Cuando la tristeza se manifiesta en distintos lugares de su día a día (en el colegio, en casa, con los amigos, etc.) y se mantiene en el tiempo puede existir una depresión. Puesto que los niños no cuentan con la misma habilidad para expresar sus sentimientos que un adulto es importante estar atentos a diversas señales de alarma:

  • Está triste o enfadado la mayor parte del día, pudiendo mostrarse agresivo. Resulta difícil hacerle sentir mejor, no responde a los intentos de animarlo.
  • Se queja de cansancio o falta de energía y deja de hacer actividades que antes hacía y le gustaban (deja de jugar, quiere dejar de ir al colegio…).
  • Come peor que antes y comienza a adelgazar o, a veces puede ocurrir lo contrario, come más (sobre todo dulces o alimentos calóricos) y engorda.
  • Puede expresar molestias físicas que son poco precisas (dolor de cabeza, de tripa, dice que está malo…).
  • Se producen alteraciones del sueño, pudiendo costarle quedarse dormido, despertarse muy pronto o dormir entrecortado.
  • Le cuesta concentrarse en el colegio y rendir como antes, observándose en muchos casos una bajada en las notas.
  • Tiene frases de reproche hacia sí mismo o pensamientos negativos que muestran que se ve peor que los demás o que tiene una visión pesimista de las cosas.

¿Qué puede causar la depresión infantil?

Al igual que en la depresión adulta, se trata de un cuadro complejo donde deben tenerse en cuenta factores que predisponen a tener depresión, de tipo biológico o psicológico, y factores que pueden influir en que el problema aparezca o no en un momento dado (p. ej., ante una situación dolorosa existen niños que desarrollan depresión y otros no, por tener factores protectores o de apoyo en su vida). Resultan de interés los siguientes aspectos:

  • Padres o cuidadores que padecen problemas psicológicos y, en especial, depresiónEl observar un modelo cercano con depresión puede enseñar al niño conductas desadaptativas (p. ej., pensamientos pesimistas, expresar las emociones de manera inadecuada, no afrontar bien las dificultades, perfeccionismo extremo y alto nivel de  auto reproche…) que pueden llegar a interiorizar.
  • Situaciones escolares, sociales o familiares adversas. Problemas sociales presentes en nuestra sociedad como el bullying o acoso escolar, o los problemas que vivan en su entorno más cercano como el proceso de un divorcio si no se hace de forma adecuada evitando la lucha entre los padres.
  • Patologías orgánicas o psicológicas del niño. La existencia de una enfermedad física o discapacidad puede hacer que el niño esté mal adaptado a su entorno y surjan miedos y baja autoestima. En otras ocasiones, la existencia de condiciones no diagnosticadas (p. ej., el Síndrome de Asperger, hiperactividad, altas capacidades, etc.) pueden provocar dificultades para entender situaciones sociales, un aumento de los conflictos con la gente que le rodea, tendencias al perfeccionismo o la impulsividad.

¿Cómo se trata la depresión infantil?

     El riesgo de padecer un nuevo episodio depresivo es cada vez mayor a medida que se van sumando episodios depresivos en el pasado. Esto complica las depresiones en la vida adulta. La ventaja de la infancia y adolescencia es la posibilidad de intervenir precozmente en la vida de la persona evitando que el problema se agrave o cronifique. 

     En las principales guías de Práctica Basada en la Evidencia para la depresión infantil, como es el caso del National Institute for Health and Clinical Excellence (NICE), la American Academy of Children and Adolescent Psychiatry (AACAP), o en nuestro país el Ministerio de Sanidad y Política Social, se recomienda el tratamiento cognitivo-conductual (en grupo o individual) que según el caso puede incluir o no tratamiento a los propios padres.

En este tratamiento se considera que en el origen y mantenimiento del problema participan pensamientos y comportamientos negativos aprendidos por el niño y, por tanto, que al ser aprendidos se pueden cambiar. La mayoría de los tratamientos cognitivo- conductuales de la depresión en niños incluye:

  • Aumento de las actividades agradables. Se seleccionan y programan a través de distintas técnicas actividades agradables que irán seguidas de premios, en base al conocimiento de los gustos del niño.
  • Reconocer el estado emocional. Se enseña al niño a identificar y a analizar lo que influye en sus emociones. Las emociones son un lenguaje que debe aprender a manejar para comunicarse consigo mismo y los otros. Conociendo este lenguaje podrá actuar mejor ante los demás y afrontar mejor sus emociones negativas.
  • Reestructuración cognitiva. Consiste en identificar los errores sistemáticos de pensamiento que provocan su malestar. Estos sesgos se debaten a través de distintas pruebas y se cambian  por otras ideas más lógicas, adaptativas y realistas. Para ello, por ejemplo, se plantean situaciones hipotéticas o que pueden haberle pasado y se le invita a buscar otras explicaciones.
  • Mejora de las habilidades sociales. Este entrenamiento le ayuda a saber cómo relacionarse, expresar deseos o preocupaciones, defender sus derechos (disculparse, pedir explicaciones, preguntar, decir no, etc.) y respetar los de los demás. Por ejemplo, el psicólogo detecta las conductas que cuestan al niño, tras ello se le muestra un modelo de cómo realizarlo, el niño prueba a hacerlo y se le corrige y alaban sus progresos. . .
  • Relajación. Con frecuencia depresión y ansiedad aparecen juntas. Puede servir la relajación muscular progresiva (tensar y relajar distintas pates del cuerpo fijando su atención en la sensación que esto produce hasta lograr una relación completa del cuerpo), la respiración a través de la respiración abdominal o alguna técnica centrada en la imaginación.
  • Mejora de la autoestima. Se identifican las fortalezas del niño y aquellas cosas en las que puede mejorar. Se entrenan habilidades compensatorias y se cambian las ideas erróneas sobre sí mismo. El fin último es aceptarse y disfrutar de uno mismo.

La duración del tratamiento suele oscilar entre 6-12 sesiones. El uso de fármacos se desaconseja especialmente en niños, con la excepción de casos extremos y empleados de forma limitada en el tiempo. En estos casos, siempre habría que aplicar además terapia cognitivo-conductual.

La colaboración de los padres es importante para ayudar en la aplicación de ciertas técnicas especialmente en los niños más pequeños. Cuando se detecte que los padres son deficitarios en ciertas habilidades (regulación emocional, comunicación, etc.) puede ser necesario entrenarlos en esos aspectos para mejorar el clima del hogar y ayudar al trabajo con el niño.

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