Archivos de la categoría Otros problemas clínicos

Acoso escolar o bullying

Acoso escolarSi permaneces neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor  (Desmont Tutu)

 ¿Qué es el acoso escolar?

     Un estudiante es acosado cuando sufre acciones negativas por parte de uno o más compañeros. Para poder hablar de acoso escolar tienen que darse las siguientes circunstancias:

  • Conductas de querer hacer daño de forma intencionada. Pueden implicar agresión física, verbal o gestual (p.ej., poner motes, chantajear o amenazar, hacer muecas o gestos insultantes, reírse de su ropa o calzado, etc.) y/o acciones dirigidas a excluir a alguien del grupo (p.ej., difundir rumores falsos, no dejarle participar en actividades o ignorarlo, etc.).
  • La situación se produce de forma repetida y mantenida en el tiempo bien en un centro escolar, fuera del horario escolar o en otros lugares (centros deportivos, campamentos de verano, etc.).
  • Además, debe haber un desequilibrio de poder o fuerzas por lo que el escolar acosado tiene difícil poder defenderse. El agresor, sólo o ayudado por otros, domina la situación y la víctima queda en un plano de sumisión.

     El término de ciberbullying se emplea para referirse a la situación de acoso que se da toda o en parte con la ayuda de uno o varios dispositivos electrónicos o mediante redes sociales. La tecnología ha hecho más fácil, rápido y potente el acoso.

     En los centros escolares hay también mucha violencia que no puede ser calificada como acoso. Por ejemplo, si un alumno recibe cada mañana una “colleja” antes de entrar en el aula ante las risas de los demás hay acoso. Sin embargo, si ese u otros actos agresivos se los propinan entre todos, eso no es acoso, aunque se trate de una dinámica inadecuada que necesitará otro tipo de intervención.

     El mayor especialista en acoso, el psicólogo noruego Dan Olweus, estima que un 15% de los estudiantes se ve involucrado en problemas de acoso (el 9% como víctima, el 6-7% como acosador). En España, las cifras varían según el informe, pero los datos sugieren un porcentaje superior al de otros países, con cerca de un 15% de víctimas y 7,6% de agresores.

El acoso físico se da más entre chicos, especialmente si proceden de entornos desfavorecidos, mientras las chicas emplean formas más indirectas de acoso como hacer correr rumores o manipular las relaciones de amistad. No obstante, el acoso sin medios físicos es la forma más común de acoso tanto entre chicos como entre chicas.

Sigue leyendo Acoso escolar o bullying

[Total:63    Promedio:4.1/5]

Motivando al niño a través del reforzamiento positivo

Reforzamiento positivo

La motivación nos impulsa a comenzar y el hábito nos permite continuar (Jim Ryun, 2003)

¿Premios o castigos?

     En distintas entradas vamos a abordar los procedimientos para modificar conductas. Estas técnicas tienen su base en los estudios sobre condicionamiento operante o instrumental desarrollados por Skinner que, de forma resumida, entienden que la principal fuente de control de la conducta son las consecuencias que la siguen.

Así, en vez de preguntarnos, cómo es habitual ¿por qué hace el niño esto? Una pregunta más acertada sería plantearnos ¿para qué le sirve al niño hacer esto? Las consecuencias que siguen a la conducta son las responsables de que dicha conducta se mantenga.

     La Ley Empírica del Efecto, aplicable a cualquier ser vivo, expresa este efecto de las consecuencias sobre nuestra conducta: la conducta aumentará su probabilidad de ocurrencia si va seguida de estímulos positivos (refuerzos) y reducirá su probabilidad de ocurrencia si va seguida de elementos negativos para la persona (castigos).

No obstante, la investigación ha demostrado que mientras el refuerzo es un potente facilitador del aprendizaje de conductas, el castigo no lo es igualmente del desaprendizaje. Esto, como analizaremos en otra entrada, se debe a ciertas limitaciones y efectos indeseables que tiene el uso del castigo, y que obligan a tener que utilizarlo como estrategia complementaria pero únicamente de cierta forma y bajo ciertas circunstancias. Para eliminar una conducta habría entonces que dejar de reforzarla (no premiar y tampoco castigar, sólo ignorar) lo que significa iniciar su desaprendizaje o extinción.

A pesar de ello, popularmente muchos padres y educadores tienen “la costumbre” de confiar en el castigo (especialmente en forma de desaprobación, reprimendas, etc.) cuando la investigación rigurosa sobre procedimientos de cambio de conductas ha demostrado su ineficacia. Se tiende a regañar al niño cuando se porta mal, a criticar lo que no está bien, etc. y, en cambio, cuando muestra el comportamiento deseado, a veces, no decimos nada, como si asumiéramos que es su obligación.

Esta forma de proceder resulta desmotivante para cualquiera. Cuando regañamos, castigamos los comportamientos indeseables pero no enseñamos nada positivo, no damos una alternativa sobre cómo actuar, asumiendo que el niño ya lo sabe o lo debe saber, lo que en muchos casos no es realista.

     Por otra parte, cuando un niño se porta bien agradece la alabanza, el afecto y reconocimiento de sus padres o profesores. Pensemos, por ejemplo, en nuestro trabajo como adultos. También sería nuestra obligación hacer el trabajo lo mejor posible, pero si funcionamos así y nunca tenemos un reconocimiento por ello, resulta frustrante y desmotivante.

Las opiniones de las personas que están alrededor del niño son muy importantes para éstos, los niños se identifican con la imagen que reciben de sí mismos por parte de los demás. Mucho de su personalidad y autoestima se va a formar a través de esas opiniones externas que le ayudan a definir quién es.

     Así, una educación basada en dar reforzamiento más que castigo, no sólo resultará más eficaz para ir construyendo las conductas que deseamos fomentar, sino que ayudará al niño a desarrollarse de forma más positiva, con confianza en sus posibilidades, y, en definitiva, a ser más feliz. Sigue leyendo Motivando al niño a través del reforzamiento positivo

[Total:247    Promedio:2.9/5]

El vacío que nadie llena: dependencia emocional

Dependencia emocional

María ha vuelto a casa tras su primera cita con Antonio, irradia felicidad y es incapaz de  impedir que su mente viaje constantemente al futuro, concretamente al día de su boda con este nuevo chico tan perfecto que acaba de conocer. Tan solo hace un mes que terminó su anterior relación y todavía se pregunta cómo ha sido capaz de sorportar el dolor de la ruptura y sobrevivir a la terrible soledad treinta largos días en los que su ex-pareja ha hecho caso omiso a sus súplicas por reanudar la relación.

Jesús ya no llora cuando su pareja le comunica que planea pasar una semana fuera con otra persona que le atrae, ¿acaso podría hacer algo al respecto? El coste de oponerse no es asumible, no puede perderla, su vida es despreciable sin ella, no es nadie sin ella. Prefiere ser humillado una y otra vez a cambio de mantener la relación a flote.

Alejandro y Marta viven separados por más de cuatrocientos kilómetros, sin embargo, algo los une: ambos sufren terriblemente porque sus respectivas parejas viajan una vez al mes durante varios días por trabajo. Ellos no lo saben, es más, ni tan siquiera conocen la existencia del otro pero usan exactamente las mismas estrategias para soportar el tiempo que permanecen solos: hablan continuamente con sus compañeros de trabajo sobre sus parejas y cuando no tienen a nadie que escuche su monólogo desesperado piensan en sus amados permanentemente, de esta manera el vacío es menos insoportable.

 María, Jesús, Alejandro y Marta son personajes ficticios, sin embargo, muchas personas podrán encontrar un gran parecido entre sus propias experiencias cotidianas y los párrafos anteriores. Los cuatro son dependientes emocionales.

 ¿Qué es la dependencia emocional? 

      La persona con dependencia emocional manifiesta una necesidad extrema de carácter afectivo hacia su pareja a lo largo de las diferentes relaciones que haya podido tener. Percibe como vital el hecho de estar en pareja, no soporta la soledad y necesita estar al lado de alguien a quien probablemente idealizará. En general, se trata de personas que tienen pareja desde la adolescencia, experimentan las rupturas como verdaderas catástrofes y suelen hacer todo lo posible por reanudar una relación que no funciona, ofreciendo a sus compañeros una actitud sumisa y una predisposición a aceptar prácticamente cualquier demanda.

Las tres características esenciales de la dependencia emocional son mostrar comportamientos de sumisión, tener pensamientos intrusivos sobre la pareja (p. ej., angustia ante la posibilidad de una ruptura…) y un sentimiento intenso de miedo al abandono. No debe caerse en el error de asumir que la persona sufre una adicción a la pareja del momento presente, esta problemática trasciende al momento actual, es una tendencia, un patrón de comportamiento caracterizado por buscar y mantener relaciones sentimentales para cubrir una necesidad afectiva desmedida.

 En las relaciones típicas de las personas con dependencia emocional suele repetirse un ciclo constituido por cinco fases:

  • Fase de euforia, en la que el dependiente se siente verdaderamente feliz por el inicio de una relación con una pareja idealizada desde el primer instante.
  • Fase de subordinación en la que se construye una relación desequilibrada entre un sujeto sumiso y otro dominante en la cual hay una tendencia a que cada uno de los componentes de la pareja afiance e incremente su rol: el sumiso con el transcurso del tiempo se muestra cada vez más sumiso con el objetivo de no perder a su acompañante y el dominante a su vez tiende a imponer cada vez mayores exigencias.
  • Fase de deterioro, generalmente de larga duración en la que el dependiente puede llegar a soportar situaciones injustas, humillantes o incluso maltrato psicológico o físico.
  • Fase de ruptura, mayoritariamente iniciada por la pareja dominante, con el consecuente periodo de intenso sufrimiento por parte del dependiente.
  • Aparece un triple escenario, puede ocurrir que tras los incesantes ruegos y súplicas, el dependiente persuada a su pareja para reiniciar la relación, que el dependiente encuentre a alguien que acepte iniciar otra relación de las mismas características en sustitución de la anterior o que inicie lo que se denomina una relación de transición. En esta última situación, cuya única función es paliar el malestar derivado de la ruptura, el dependiente emocional no mantiene el típico patrón de sumisión e idealización, desarrolla una relación fría y temporal hasta que aparezca de nuevo el candidato adecuado, momento en el cual volvería a iniciarse el ciclo.

Otras características de la dependencia emocional 

  • La vida del dependiente emocional gira en torno a la pareja, por ello no será infrecuente detectar un claro descuido o incluso abandono de amigos, familia o trabajo. Durante el tiempo en el cual la pareja está ausente, sus pensamientos y atención están dirigidos a este único elemento que da sentido a su vida.
  • El dependiente emocional se anula en gran medida, vive bajo el reflejo de la pareja. Las relaciones mantenidas se basan en la idealización de la pareja y en una actitud de sumisión (aunque hay formas atípicas en las que esto no es así).
  • El dependiente emocional presenta baja autoestima, autodesprecio, autorechazo, odio e incluso un intenso sentimiento de aversión hacia sí mismo. Esta es la clave que explica por qué es tan insopotable la soledad ¿Cómo soportar la propia existencia siendo alguien tan poco valioso? Se centra toda la atención en alguien “perfecto”, que alberga un gran valor por el mero hecho de existir y que hace invisible al propio ser con su brillo.
  • El miedo al abandono o a la ruptura de la relación serán constantes y como es esperable, los intentos por reanuar la relación a cualquier precio serán situaciones cotidianas en la vida de los dependientes emocionales.
  • El dependiente emocional presenta una clara tendencia a sufrir otro tipo de patologías, especialmente trastornos relacionados con la ansiedad y la depresión. Los momentos de ruptura sentimental o periodos de soledad serán los momentos de mayor incidencia de estos trastornos.
  • La persona mantendrá esta conducta a lo largo del tiempo a menos que inicie tratamiento psicológico, el motivo es que este comportamiento está en relación con un determinado patrón de personalidad que tenderá a mantenerse estable. 

     En una relación basada en un marcado desequilibrio no solo sufre el dependiente emocional sino también su pareja. La pareja del dependiente puede experimentar una intensa presión y agobio (p. ej., tener que estar siempre localizable, llamadas constantes, “imposibilidad” de dejar la relación sin ser expuestos a todo tipo de chantaje emocional, etc.). Existen además formas atípicas de personas con dependencia emocional en las que, por ejemplo, éstos adquieren un rol dominante en lugar de sumiso. En tales casos, las parejas de los dependientes sufren hostilidad, violencia psicológica e incluso física, celos extremos y toda una serie de conductas inadecuadas que responden a la necesidad de control de su  posesión más valorada: la pareja.

Relaciones destructivas

     La dependencia emocional no debe confundirse con otro tipo de relaciones destructivas como son la codependencia y la dependencia instrumental.

En el fenómeno de codependencia la persona tiende a buscar sin saberlo relaciones con sujetos con problemas (p. ej., adictos a drogas u otro tipo de problemas) con el objetivo de ejercer el rol de cuidador,papel que le genera de alguna forma satisfacción y sentimiento de utilidad.El codependiente entrega su vida (al menos mientras dure la relación) al cuidado, protección e incluso encubrimiento de la pareja, haciendo todo lo posible por controlarla y por «salvarla» de sus problemas. Mientras que la pareja del dependiente emocional suele ser dominante y narcisista, alguien que se siente cómodo en una posición de dominancia y superioridad, la pareja del codependiente adquiere un papel pasivo, «se deja llevar» por un compañero que se afana en solventar todos sus problemas.

En la dependencia instrumental la persona no es capaz de tomar las riendas de su propia vida, se siente insegura, carece de iniciativa y autonomía, tiene la sensación de no poder valerse por sí misma y no ser capaz de tomar sus propias decisiones o hacerse cargo de sus propias responsabilidades. El dependiente emocional suele ser alguien que ha tenido que apañárselas solo desde muy temprana edad mientras que el instrumental parece en la actualidad un niño indefenso dentro del cuerpo de un adulto.

¿Qué caracteriza a una relación destructiva?

El único motivo adecuado para iniciar o mantener una relación sentimental debería ser el refuerzo positivo que esta me aporta como persona, cómo me complementa y cómo contribuye (junto a otros sectores de mi vida: trabajo, amigos, familia, etc) a mi bienestar. ¿Por qué tengo una pareja? Porque no soporto la soledad, porque no imagino mi vida sin mi pareja aunque mi pareja no me hace feliz, porque no soy capaz de manejar mi vida yo solo. Cualquiera de estas respuestas debe tomarse como una señal de alarma que avisa sobre la posible existencia de una relación destructiva y desequilibrada.

 ¿Cuáles son las causas de la dependencia emocional?

     Actualmente aún se debate si la dependencia emocional es una característica disfuncional de la personalidad o un trastorno psicológico. De hecho, no hay mención al fenómeno en el DSM-5 (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) ni tampoco en la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades 10º). Por ello, aventurarse a explicar cuáles son los factores que originan y mantienen este problema se convierte en una tarea complicada que genera controversia entre los especialistas.

     Una de las hipótesis más aceptadas considera que éstas personas se formaron esquemas desadaptativos sobre sí mismos y sobre la interacción con los demás a causa de relaciones afectivas insatisfactorias durante etapas tempranas de la vida. Los esquemas constituyen nuestra forma de entender o interpretar el mundo (“nuestras gafas para verlo”) y se aprenden a través de experiencias de la infancia. Los esquemas se activan sin que nos demos cuenta y determinan de forma notable cómo sentimos y cómo nos comportamos.

Imagina la primera vez que visitaste un supermercado, probablemente no lo recuerdes, pero con tus primeras experiencias en el arte de hacer la compra se formó un esquema en tu cabeza que te permitió aprender a comportarte en uno de estos establecimientos: uno entra, se hace con una cesta o un carro en función del tamaño de la compra a realizar, selecciona los productos que desea adquirir y posteriormente se dirige a una caja en la que alguien cuantifica el precio de todos los productos, en última instancia se te indica qué cantidad pagar.

Esto que estás leyendo y que parece una simpleza, en algún momento de tu vida no estuvo claro y tuvo que ser aprendido. De igual manera, durante la infancia, se genera un esquema de lo que soy y de cómo son las relaciones con las personas que considero importantes. Al respecto, se piensa que los padres o cuidadores de los dependientes emocionales han desatendido de manera grave las necesidades afectivas de estas personas durante la infancia, incurriendo en comportamientos negligentes, siendo agresivos o incluso maltratando psicológica o físicamente.

Es común encontrar que lo que hoy es un adulto con dependencia emocional, en el pasado fue un niño que se vio forzado a ser autónomo con respecto a sus cuidados o estudios al encontrar unos padres fríos, distantes, que daban pocas muestras de cariño y no dedicaron el tiempo ni el amor que necesitaban. Tras una historia así se desarrolla un concepto de uno mismo negativo, donde la persona considera que carece de importancia y asume que no es merecedor de afecto, puesto que esto es lo que ha sido demostrado por sus seres queridos más cercanos.

Además, se aprende que una relación fría en la que no es valorado ni querido no es del todo algo extraño, ya que esta situación es semejante a lo experimentado los primeros años de su vida.

¿Se puede tratar la dependencia emocional? 

     Aun no existen recomendaciones en el ámbito de la Práctica Basada en la Evidencia para tratar la dependencia emocional. Aunque deben efectuarse más investigaciones, una propuesta de tratamiento de gran interés es la que se recoge en el libro de dependencia emocional de Jorge Castelló. Según este autor la terapia con dependientes emocionales incluiría estos elementos:

1. Un primer paso importante es que el paciente tome conciencia y comprenda con plena claridad su problema: qué le ocurre, por qué motivo, cuándo y con qué personas se originó el autoconcepto negativo sobre sí mismo y su baja autoestima, en qué consisten sus pautas de interacción disfuncionales, por qué las mantiene, etc. Esta información puede tener en sí misma el efecto de empezar a producir una cierta mejoría.

2. Reestructurar las pautas disfuncionales de interacción. A continuación se realizará una intervención en el área interpersonal del paciente, será necesario realizar un análisis exhaustivo de cómo se relaciona con su pareja pero también con familiares, amigos y compañeros de trabajo. El trabajo será muy diferente en función del momento en el cual acuda el dependiente a terapia: inmerso en una relación patológica, durante o tras la ruptura, el paciente está solo, etc.

Se acordarán con el paciente «cambios de actitud», empezando por las relaciones más fáciles de tratar (amigos o compañeros de trabajo) y avanzando hasta la más compleja: la relación de pareja (p. ej., reducir su necesidad de exclusividad extrema, su alta demanda de escucha, etc). Para ello se efectúan registros diarios de los comportamientos de relación que serán analizados con el terapeuta con el objetivo de corregir progresivamente las conductas desadaptativas.

Por ejemplo, es habitual la necesidad de un entrenamiento en empatía, ya que el dependiente emocional puede pasar horas hablando sobre sus problemas sin pararse a pensar en cómo estará la persona que tiene a su lado mientras escucha. La parte más importante tiene que ver con la forma de relacionarse con la pareja.

Puede realizarse un guión en el que se detalle cómo debe ser una relación sentimental sana y conseguir que una vez que inicie una nueva relación en la vida real se desarrolle respetando el guión de trabajo que han elaborado conjuntamente paciente y psicólogo. Algunos ejemplos de los objetivos reflejados en este guión serían los siguientes: no considerar a la nueva pareja alguien superior, respetar tiempos sin saber nada de él o ella, no cortar el contacto con amigos, etc. Un elemento de especial importancia es que el dependiente emocional evite la sumisión y logre una relación equilibrada.

3. Fortalecer la autoestima de la persona. De forma indirecta, si el paciente ha conseguido mejorar sus habilidades sociales y ha logrado iniciar con éxito una relación sentimental más equilibrada, estas circunstancias ya actúan como nutrientes para una mejor autoestima externa, que es algo que no venía funcionando.

No obstante, hay otra fuente muy importante de autoestima que se tendrá que trabajar, la fuente interna, es decir, la persona tiene que aprender a quererse y a valorarse por lo que es, cosa que no hicieron en el pasado quienes le rodeaban. En definitiva, será necesario llevar a cabo también una reestructuración de la relación que el paciente tiene consigo mismo trabajando de forma similar a lo expuesto anteriormente.

     El camino que el dependiente emocional tiene que recorrer para mejorar su calidad de vida y ser más feliz es largo, exige altas dosis de motivación, de perseverancia y sobre todo supondrá realizar grandes esfuerzos, sin embargo, con la ayuda de un psicólogo puede ser una carrera de fondo llevadera y muy satisfactoria cuando con el compromiso de ambos, la terapia llega a buen puerto.

[Total:356    Promedio:3/5]