Optimismo

¿Qué causa el optimismo?

     No existe una respuesta definitiva a por qué unas personas son optimistas y otras no. Se considera que pueden existir influencias genéticas y medio ambientales. Aunque el efecto de los génes, si es alguno, sería indirecto a través de la influencia de la genética en otros factores como el atractivo, la inteligencia, etc.

     Las influencias del ambiente parecen más claras. Aprendemos una determinada forma de ver el mundo de nuestros padres, maestros, de los medios de comunicación… El nivel socioeconómico puede jugar un papel importante, ya que las personas que nacen en ambientes desfavorecidos se exponen desde pequeñas a circunstancias más estresantes. Se ha demostrado que la presencia de un buen nivel de apoyo emocional por parte de los padres y la seguridad económica son predictores de optimismo en la vida adulta.

     La neurobiología del optimismo está en su infancia y hace falta más investigación sobre el funcionamiento cerebral que subyace al optimismo y al pesimismo, y sobre cómo se relaciona con el bienestar o la presencia de psicopatología.

¿Tiene beneficios ser optimista?

Claramente SI. Numerosos estudios en las últimas tres décadas han demostrado que el optimismo se asocia a niveles más altos de bienestar subjetivo y físico, y a más éxito en la vida. Pueden consultarse las revisiones recientes de Carver et al. (2010) o Forgeard y Seligman (2012).

1. Mayor bienestar subjetivo. Los optimistas se sienten mejor psicológicamente que las personas pesimistas. Por ejemplo, se ha demostrado que los estudiantes más optimistas en su primer año de carrera muestran mejor ajuste a la Universidad, menos síntomas de depresión, mayor bienestar, y menores tasas de abandono de los estudios. En un trabajo de seguimiento realizado en Suecia, el año 2011, se observó que ser optimista en la adolescencia era el mejor predictor (30 años después) de satisfacción en la vida.

    Estas diferencias se mantienen incluso en momentos de estrés (p. ej., nacimiento de un niño, tratamiento del cáncer de pecho, etc.). Por ejemplo, si se entrevista a mujeres con cáncer de mama en distintos momentos de la enfermedad, las optimistas experimentan menos malestar que las pesimistas.

Se ha observado que los optimistas afrontan mejor las dificultades, utilizando estrategias de aproximación, es decir, centrándose en los problemas e intentando resolverlos (p. ej., buscando información sobre el problema, marcándose objetivos, intentando sacar algo bueno del problema, llevándolo con humor, etc.). Mientras los pesimistas se caracterizan por utilizar estrategias de evitación que impiden su resolución eficaz (p. ej., negar el problema, no soportar pensar en los síntomas y evitarlos, etc.) .

2. Mejor salud física. Distintas investigaciones han encontrado que los optimistas están más sanos, padecen menos enfermedades cardiovasculares, su sistema inmune funciona mejor que el del promedio y muestran tasas de supervivencia mayores tras el diagnóstico de cáncer. Incluso, existe evidencia de que los optimistas tienen más longevidad.

     Las mayores diferencias en salud entre optimistas y pesimistas se observan en los estados iniciales de desarrollo de una enfermedad pero puede haber menos diferencias en estados graves muy avanzados. Como señala Seligman  en su revisión, si una grúa te cae encima, el optimismo no es de mucha ayuda.

      Estos resultados de salud pueden depender de dos aspectos. Por una parte, de forma contraria a lo que podría ser la creencia popular, los optimistas se cuidan más y muestran mejores hábitos de salud (p. ej., hacer ejercicio, comer sano, etc.) tal vez porque confían en sus posibilidades de influir positivamente en su salud. Los pesimistas, en cambio, tienen más tendencia a abandonar hábitos saludables y mostrar conductas de riesgo.

Otra posibilidad es que los resultados de salud guarden relación con la reactividad del sistema de respuesta al estrés (p. ej., liberación de noradrenalina, corticoesteriodes, etc.) que es menor en los optimistas que en los pesimistas, lo que después de años puede resultar en menos desgaste de su organismo y mejor salud.

3. Más éxito en la vida. Las personas optimistas alcanzan mejores resultados en los dos principales indicadores de estatus socioeconómico: el nivel de educación y de ingresos. Es posible que su tendencia a perseguir sus objetivos, afrontar activamente los problemas y tener mejor salud se traduzca a largo plazo en mayor éxito en estos ámbitos.

Además, a los optimistas les va mejor en las relaciones sociales. Hay correlaciones entre esperar cosas buenas del futuro y tener una red social más amplia. Las redes sociales y el optimismo parecen influirse de forma recíproca.

El mayor éxito social de los optimistas puede deberse a que la gente prefiere a las personas optimistas que a las pesimistas. Además, su tendencia a ver las cosas de la mejor manera posible, puede hacer que los optimistas estén más satisfechos con sus relaciones aunque no sean perfectas.

     No obstante, los estudios también indican que el optimismo que tiene más ventajas es flexible y realista. El propio sentido común sugiere que ser optimista en todas las circunstancias o mantener un optimismo irreal no es la mejor opción. Por ejemplo, mostrar un optimismo extremo en ciertas situaciones como cuando uno está perdiendo altas sumas de dinero en el juego o los negocios, puede ser mala idea.

El optimismo irreal es cuando uno espera algo positivo existiendo evidencia objetiva de resultados negativos o cuando uno cree que tiene menos probabilidades de que le sucedan cosas malas que al resto de personas similares a él. Por ejemplo, los fumadores tienden a mostrar este tipo de optimismo irreal cuando piensan que su salud pulmonar no se verá afectada en la misma medida que la de otros fumadores.

Cuando el optimismo lleva a esforzarse y a marcarse objetivos más altos suele asociarse a buenas consecuencias, pero el optimismo sin esfuerzo, confiando en que uno mantendrá su estatus quo, o cuando un peligro es real y se ha hecho presente, puede llevar a consecuencias negativas.

¿Cómo volverse optimista?

     Cultivar el optimismo puede mejorar la vida de las personas. Aunque el optimismo o pesimismo son características relativamente estables, pueden cambiar algo. Aunque apenas hay estudios sobre qué intervenciones podrían ser eficaces para transformar a los pesimistas en personas un poco más optimistas. Los resultados disponibles sugieren la eficacia de las siguientes actuaciones:

  • Terapia cognitiva. En colaboración con la persona se aprende a identificar el pensamiento irracional (el que no se basa en la evidencia que proporciona la realidad), a cuestionarlo a través de una serie de criterios y pruebas, y a sustituirlo por un tipo de pensamiento más neutral o positivo. Por ejemplo, si alguien piensa «todo me sale mal«, se le invitaría a través de preguntas a identificar la evidencia a favor y en contra de su pensamiento. El pensamiento irracional es falso lo que hace posible poder desmontarlo. Una vez la persona se da cuenta de la irracionalidad de su idea, se la ayuda a encontrar una forma más exacta y constructiva de describir lo que le sucede.

 

  • Entrenamiento en control del estrés. De forma complementaria, al cambio en las ideas que uno sostiene sobre si mismo y el mundo, el entrenamiento en diversas habilidades que sirven para afrontar mejor el estrés puede proporcionarnos una perspectiva más positiva sobre nuestras posibilidades. Las técnicas de afrontamiento del estrés pueden incluir una variedad de procedimientos como aprendizaje de la relajación, entrenamiento en habilidades sociales, en técnicas de solución de problemas o de toma de decisiones.

 

  • Fomento de la resiliencia. Las intervenciones que desarrollan la resiliencia pueden ayudar a ser más optimista. Por ejemplo, uno de los programas con más evidencia de su eficacia es el Penn Resiliency Program que se aplica en un total 13 sesiones a niños y adolescentes. Desde un enfoque de terapia cognitivo-conductual se mejora el conocimiento sobre como se relacionan nuestros pensamientos con nuestras emociones y conductas, y se incluye también el aprendizaje de habilidades de solución de problemas sociales y toma de decisiones.

    Si te identificas con una persona más bien pesimista, puedes cambiar algo y beneficiarte de un modo más optimo de vivir. Vivir confiando en que a uno le sucederán cosas buenas, pero luchando por tus objetivos y persistiendo en los momentos de dificultad, es lo mejor para tu salud y tus metas vitales.

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