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Qué hacer cuando hay riesgo de suicidio

     El riesgo de suicidio se puede reducir trabajando con los factores que llevan a la persona plantearse morir y que se han revisado en la entrada sobre señales de alarma de suicidio.

La gran mayoría de las personas que comenten suicidio no estaban en tratamiento psicológico. Someterse a tratamiento psicológico es un importante factor de protección.

Sabemos que el tratamiento psicológico funciona, pero como señalan Bernert, Hom, y Weiss Roberts (2014) en su revisión de las guías clínicas existentes sobre prevención e intervención en suicidio, están claros los factores de riesgo y de protección, pero falta consenso respecto a detalles del tratamiento y qué intervención concreta es mejor en cada caso.

Técnicas de control del suicidio

Las principales técnicas de control de las crisis de suicidio son las siguientes:

1. Eliminar la oportunidad. Limitar el acceso al medio de suicidio es una de las formas más eficaces de impedirlo. El suicidio se da en circunstancias donde uno tiene la oportunidad de cometerlo (p. ej., en lugares como Japón donde los suicidas suelen saltar desde puentes, es eficaz poner barandas que impidan el acceso).

Algunas recomendaciones son:

  • Elegir a un familiar que viva un tiempo con el paciente (si vive sólo).
  • Decírselo al familiar elegido en cuanto acudan las ideas de suicidio.
  • No tener acceso a la medicación o al método elegido para suicidarse.
  • No estar a solas en momentos críticos (cuidado con los fines de semana y momentos de aniversario o Navidades).
  • No dormir solo.
  • No conducir solo.

Este control se retira progresivamente a medida que la persona mejore.

2. Terapia cognitiva. Los pensamientos suicidas son ideas irracionales o distorsionadas que no se basan en la realidad ni son objetivos. Estas “ideas negras” son resultado de la depresión o de la desesperanza pero no de un razonamiento “filosófico” acertado.

Al igual que otro tipo de pensamientos negativos irracionales abordados con terapia cognitiva, las ideas de suicidio se pueden debatir y desmontar. Por ejemplo, habitualmente la persona expresa “al fin descansaré”. La terapia cognitiva invitaría a mostrar pruebas de que efectivamente suicidándose uno va a descansar.

El paciente no va a poder encontrar ninguna prueba real, ya que si es creyente, todas las religiones castigan el suicidio lo que significa poder estar en un estado de sufrimiento aún peor y, si no tiene creencias trascendentes, no existiendo no podrá sentir nada y sería imposible disfrutar de ningún descanso. Tras la discusión cognitiva con su terapeuta la persona reconoce que su planteamiento es erróneo y se la invita a describir los hechos de un modo más ajustado a lo real.

3. Pros y Contras del suicidio. Ante el problema “sufro demasiado” se llega  a la solución “suicidio” cuando existen soluciones más ventajosas, ya que para que una solución sea adecuada debe reducir el malestar y me debe permitir disfrutar de la mejoría. Aplicando un enfoque parecido al del entrenamiento en solución de problemas se anima a la persona a encontrar alternativas de solución, y analizar objetivamente las ventajas e inconvenientes de cada una.

Es muy importante la guía de un profesional ya que la persona suele mostrar numerosas distorsiones cognitivas. Por ejemplo, puede señalar como ventaja de suicidarse “mi familia estará mejor sin mi” y entonces el terapeuta le plantearía ¿le has preguntado a tus padres si prefieren que te suicides?, etc. para ayudar a enfocar las opciones desde el ángulo adecuado. Claramente los contras de suicidarse superan a los pros.

4. Hacer una lista de las razones para no morir. Cuando uno piensa en morir se centra en escapar de su propio dolor, pero no valora lo suficiente el impacto negativo en otros. Se revisa que sucedería si uno se matase en las distintas áreas de su vida. Por ejemplo, centrándonos en el área de la familia ¿qué pensará tu hija de 10 años cuando se entere de que su madre se ha matado?, ¿cómo crees que la afectará esto en el futuro?, ¿qué sentirá tu mujer cuando te encuentre muerto?, etc. Por ejemplo, respecto al dolor físico ¿quién te garantiza que morirás sin sufrir y no quedarás afectado para el resto de tu vida? Realmente, ni los métodos más contundentes de suicidio están exentos de fallos. O en al área espiritual ¿qué pasará con tu alma si te suicidas?, etc.

     El resultado de este ejercicio se escribe en un tarjeta o en notas del móvil: “no puedo matarme porque…” para que la persona lo lea si lo necesita.

Este ejercicio es más sencillo de hacer si uno tiene hijos u otras responsabilidades y es creyente. Mientras el riesgo se incrementa en viudedad (sin hijos), divorcio, y personas impulsivas, que abusan de sustancias o tienen síntomas psicóticos.

5. Hacer una lista de las razones para vivir. Todos tenemos poderosas razones para vivir y es cuestión de mirar en la dirección adecuada. De forma guiada la persona será capaz de encontrar cuáles son sus razones. El ejercicio se centra en la potencia de lo sencillo y lo cotidiano, no en razones abstractas. Por ejemplo, la razón para vivir de un padre puede ser seguir disfrutando de los besos y abrazos de sus hijos cada vez que tenga ocasión, verlos crecer y poder ser de ayuda en lo que pueda, etc. Este listado también se guarda por escrito.

6. Lista de actividades incompatibles. Las crisis de suicidio duran horas, días y rara vez más tiempo. La idea es tener por escrito diversas actividades sencillas y positivas que, además de lo anterior, la persona pueda poner en marcha si se ve asaltada por ideas suicidas. Por ejemplo,  llamar por teléfono a un amigo, salir a dar un paseo, darse una ducha relajante, etc.

      En casos de emergencia absoluta se puede sugerir un aplazamiento del suicidio (p. ej., “dame 6 meses para que llevemos a cabo la terapia y si después de ese tiempo te quieres seguir matando haces lo que quieras”), pero es importante no retar al sujeto ni que se sienta cuestionado o que se le quita importancia al acto.

A nivel comunitario funciona el teléfono de la esperanza 717 003 717, o el de emergencias (112). En este último te pasan con un médico con el que hablar y si sospechan riesgo de suicidio envían un equipo médico al domicilio. Hay que tener cuidado con las hospitalizaciones pues en ese contexto suceden muchos suicidios ya que la persona en realidad no mejora por estar hospitalizada.

La aparición de pensamientos de suicidio es un indicador fiable de la gravedad de la depresión/desesperanza, si uno los tiene necesita ayuda psicológica.

Mitos sobre el suicidio

Para finalizar, desmontemos algunos de los principales mitos sobre el suicidio:

  • Las personas que hablan del suicidio rara vez se suicidan en realidad (“el que lo dice no lo hace”). Esto es falso. La mayoría de suicidas han expresado sus deseos de morir.
  • El suicidio ocurre sin previo aviso. Los estudios demuestran que la mayoría de suicidas habían comunicado a alguien sus intenciones.
  • Hablar del suicidio incita al suicidio. Una revisión del año 2016 publicada en Lancet Psychiatry muestra que introducir un screening de suicidio no eleva el riesgo de suicidio y puede ayudar a detectar casos de riesgo aunque este tipo de medidas deben desarrollarse mucho más. Permitir a una persona expresar su ideación suicida es el primer paso para poderla ayudar.
  • El suicida tiene completamente claro que quiere morir. La mayoría de suicidas “juega a matarse” dejando en otros el que logren salvarlos (p. ej., una chica envío un whasap sonde decía “se va a producir un cambio radical en mi vida y a partir de ahora estaré bien”. Su terapeuta supo adivinar que hablaba de matarse y se logró salvar a la chica, pero si no se hubiera llegado a tiempo habría muerto).
  • Cometen suicidio los enfermos mentales graves y suele ser un acto impulsivo por lo que no hay nada que hacer. Los que se suicidan, tengan o no un trastorno psicológico, se sienten profundamente desesperanzados y esa desesperanza se puede resolver con un tratamiento adecuado. Muchos suicidios fueron planeados durante el tiempo suficiente como para poderlos impedir.
  • Si el que amenaza con suicidarse es un niño es imposible que lo haga. Por desgracia se dan casos de suicidio a cualquier edad y la comunicación de este tipo de intención indica la necesidad de recibir tratamiento psicológico.
  • Una persona que se intenta suicidar lo seguirá intentando en el futuro hasta que lo consiga. Falso también. Las ideas de suicidio surgen en circunstancias concretas. En muchos casos superada la crisis o una determinada etapa la persona no vuelve a considerar seriamente la idea de matarse.
  • La mejora que sigue a un intento de suicidio o la mejora que se produce inicialmente como consecuencia de un tratamiento farmacológico para la depresión aleja el riesgo de suicidio. No es cierto. Si no se ha trabajado el problema de fondo con terapia psicológica, esa mejoría aparente puede dar a la persona la energía que antes le faltaba para matarse.
  • La disposición al suicidio se hereda y/o si un familiar cercano se suicidó yo también acabaré haciéndolo. No existen génes que directamente lleven al suicidio y cuando coinciden varios suicidios en una misma familia es por una tendencia a la repetición del modelo, que se puede evitar, y no por razones biológicas.
  • Los medios de comunicación no pueden hacer nada. El tratamiento que, a veces, se da a las noticias de suicidio puede ser inadecuado e incitar a un Efecto Wherter. La noticia debiera centrarse en elementos negativos y no en aspectos sensacionalistas que lleven a personas en riesgo a fantasear con el impacto de su potencial suicidio.
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