Deconstrucción de la violencia

Sin duda es la violencia lo que preocupa a los defensores de la justicia y los derechos humanos, si ella no existiera probablemente no hablaríamos de paz ni de derechos humanos. Desde este punto de vista podríamos decir que la violencia pudiera ser vivenciada como la ruptura de un orden establecido, de una armonía preexistente, de unas condiciones de vida en las que se realizan las expectativas de existencia de la especie humana. A pesar de todos los esfuerzos para erradicarla, la violencia sigue estando presente entre nosotros, es algo que se ubica en nuestra conciencia y se manifiesta a través de lo que sentimos, pensamos, verbalizamos y hacemos. Asimismo, co-participa de nuestros valores, normas, de nuestros sentimientos y sustratos emotivo-cognitivos (instinto de supervivencia, rivalidad, odio, venganza…). Hasta el punto de que pueda llegar a verse como normal y rutinaria. […]

Así podemos encontrar innumerables formas y escenarios de violencia, tantas como espacios de satisfacción de necesidades y como lugares donde se reparten lossatisfactores de las mismas. A continuación, por razones de método, optamos por centrarnos en tres ejes de articulación de la violencia -la guerra y sus preparativos (armamentismo), el hambre y la pobreza, y el control de la información- que son, a nuestro modo de ver significativos de las dinámicas actuales de control y discriminación de acceso a los recursos planetarios. […]

Un diagnóstico actual de la violencia, sobre el que hay que avanzar cada día para poderla frenar, puede resumirse de la siguiente manera: concentración del poder económico, político y cultural en manos de organizaciones y entidades que pertenecen a un quinto de la población mundial; la destrucción sistemática de conquistas sociales logradas con tanta y tanta sangre derramada; la situación de abandono en la que sobreviven miles de millones de personas en lugares del mundo que no entran en las agendas públicas de los países enriquecidos. Estos hechos nos obligan a considerar la pretensión de objetividad en el estudio y práctica de los derechos humanos como esa mirada indiferente que constituye, en palabras de Eduardo Galeano, el mito irresponsable de los privilegiados. Sobre todo, porque el análisis objetivo viene a ser sinónimo, en muchos casos, de especialización y formalización; perspectivas que tienden a ver el objeto de investigación como si fuera autónomo y estuviera separado de la realidad concreta en la que viven los teóricamente (des)protegidos por las formas. […]

Pero sabemos además que las manifestaciones de la violencia cambian, y lo hacen dependiendo de los escenarios, y de las circunstancias sociales, ya sean culturales, económicos o políticos. El paso del tiempo, no siempre unívoco ni unilineal, ha supuesto que la violencia se articule de formas diversas, que aparezcan nuevas expresiones, que se consoliden algunas de ellas y que sus fenómenos se hagan más complejos. Todo parece indicar que el reconocimiento de la violencia depende tanto de realidades mesurables, objetivables, como de la valoración que hagamos de los actos. El recurso final por el cual determinamos si una situación de conflicto se regula, transforma o gestiona, con violencia son las normas, los valores que aporta cada cultura al respecto. Y, en consecuencia, estamos ante un debate antropológico y si queremos, como antes dijimos, ontológico, en el cual habrá que contextualizar, identificar -también en su caso evaluar- los presupuestos culturales en los cuales se inserta lo que pretendemos investigar.

De otro lado, toda la reflexión acumulada sobre la violencia y su control nos permiten entender que ésta es una actividad profundamente humana, es decir inventada y desarrollada por los seres humanos como una capacidad de la que se obtienen determinados beneficios, aunque estos sean parciales o sólo ligados a intereses coyunturales de determinados individuos o grupo. La Investigación para la Paz ha utilizado en este sentido el concepto de violencia estructural, aquella que se produce a través de mediaciones institucionales o estructurales y que se identifica también con la injusticia social. La violencia estructural podría ser entendida como un tipo de violencia indirecta presente en la injusticia social, y relacionada con otras circunstancias que en definitiva hacen que muchas de las necesidades de la población no sean satisfechas cuando, con otros criterios de funcionamiento y organización, lo serían fácilmente.

El concepto de violencia estructural no sólo describe la violencia generada por los sistemas sino, lo que es aún mas importante aunque pase relativamente desapercibido, también las posibles interacciones entre unos y otros espacios donde ésta se genera. De hecho esta cualidad de la violencia ha ido apareciendo conforme avanzaban las investigaciones, ya que al estudiar la guerra se vio cómo ésta estaba condicionada por las ambiciones de los políticos y los empresarios, también por los nacionalismos, las actitudes de los militares, de los soldados, etc. Igualmente se sabe que muchos de los violadores han sufrido maltratos sexuales o afectivos en su infancia, que el aprendizaje de las actitudes sociales se produce en el seno de la familia, etc. Así, es necesario preguntarse continuamente sobre las posibles relaciones, inducción, condicionantes y determinaciones de unos y otros escenarios de la violencia.

Debemos resistirnos a esa pretendida fuerza compulsiva de los hechos y plantear una alternativa que rechace todo tipo de naturalismo a favor de una concepción histórica y contextualizada de la realidad de los derechos humanos. Esta alternativa debe pasar … por recuperar la acción política de seres humanos corporales, la formulación de una filosofía impura e imperfecta de los derechos y la paz, y la recuperación de una metodología relacional.

Fuente: Francisco Adolfo Muñoz Muñoz, Joaquín Herrera Flores, Beatriz Molina Rueday Sebastián Sánchez Fernández. Mediaciones. En: Investigación de la Paz y los Derechos humanos desde Andalucía. Granada (Granada, España): Editorial Universidad de Granada, 2005. Colección Eirene.

Equipo de Paz y Regulación de Conflictos