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Hipocondría

Hipocondria

¿Qué es la hipocondría?

     Todos nosotros, en mayor o menos medida, hemos experimentado en algún momento inquietud o preocupación por nuestra salud. El problema aparece cuando ese malestar se presenta de manera excesiva. La hipocondría es la preocupación exagerada por padecer o contraer una enfermedad grave. No existen síntomas corporales, son muy leves o, con frecuencia, la persona malinterpreta variaciones o sensaciones físicas normales (p. ej., pequeñas heridas, manchas en la piel, toses e incluso cambios normales en los latidos del corazón pueden activar la ansiedad por la salud).

Recientemente, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM, V), modificó el nombre de la tradicional hipocondría por el de Trastorno de Ansiedad por Enfermedad. Con el cambio, sólo se consideran «hipocondría» los casos de preocupación excesiva por la salud sin síntomas somáticos o con síntomas mínimos.

Para las situaciones donde existen síntomas corporales sin explicación médica evidente y que provocan una preocupación excesiva se emplea la denominación de Trastorno de Síntomas Somáticos.

La personas con enfermedades médicas reales pueden recibir los diagnósticos anteriores si muestran una ansiedad exagerada por su salud o por la gravedad de determinada enfermedad, y que excede con mucho a la preocupación que tendrían otras personas en su misma situación.

Para hablar de hipocondría esta ansiedad por la salud debe durar al menos 6 meses. Durante ese tiempo la enfermedad temida puede ir cambiando.

Las personas con hipocondría se alarman con facilidad por su estado de salud  (p. ej., al oir que alguien se ha puesto enfermo o leer noticias relacionadas con enfermedades). El comportamiento prototípico del paciente hipocondríaco se caracteriza por constantes comprobaciones sobre su salud (p. ej., observan continuamente su cuerpo en busca de señales de enfermedad e interpretan negativamente cualquier sensación o signo físico).

Esta angustia por poder estar enfermo suele llevar a frecuentar con mucha frecuencia los servicios de saludLas repetidas pruebas diagnósticas negativas y las explicaciones del médico, no suelen tranquilizar al paciente. Aunque algunos pueden sentir un pequeño alivio al salir de la consulta del médico, el problema es que cuando pasa un tiempo vuelven a pensar que tienen un problema y acuden de nuevo a consulta.

Otro perfil de comportamiento hipocondríaco consiste en evitar la asistencia médica debido a la alta ansiedad que le ocasiona (p. ej., evita ir al médico, evita hablar de personas que padecen enfermedades parecidas a las que ellos creen tener, etc.).

Tanto el buscar tranquilización continua en los médicos, familiares, etc. como el evitar cualquier tema relacionado con la salud son formas de evitación de su ansiedad por la salud que les sirven para quedarse momentáneamente tranquilos, pero que a largo plazo son perjudiciales al no permitirles relacionarse con su salud de un modo adecuado.

La preocupación constante por la enfermedad se convierte en un elemento central de la identidad de la persona, que afecta a las actividades cotidianas, las relaciones sociales, familiares, el trabajo, etc. deteriorando la calidad de vida. La propia salud psicológica puede verse dañada fruto de la ansiedad constante que genera insomnio, depresión, etc.

La hipocondría puede afectar hasta un 1-2% de la población, se da en igual proporción en hombres y mujeres, y puede aparecer en cualquier edad pero es más frecuente al principio de la edad adulta.

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Ataque de ansiedad

Ataque de ansiedad

¿Qué es un ataque de ansiedad?

    Todos podemos experimentar ansiedad en algunos momentos. La ansiedad es una de las emociones que es normal sentir en nuestras vidas. Las formas leves de ansiedad pueden incluso tener alguna utilidad (p.ej., ayudar a que nos pongamos a trabajar para ajustarnos a un determinado plazo de entrega, etc.).

Cuando la ansiedad es muy intensa, se prolonga en el tiempo y tiene el efecto de desbordarnos en vez de ayudarnos, podemos estar ante un trastorno de ansiedad. Uno de los fenómenos más desagradables que puede acompañar a los problemas de ansiedad, o ser un problema en sí mismo, es el llamado ataque de pánico o de ansiedad, o crisis de angustia.

El ataque de ansiedad se caracteriza por la aparición brusca de sentimientos intensos de terror o pánico en ausencia de un peligro real. La crisis alcanza su máxima expresión en minutos y en ese tiempo suelen aparecer al menos cuatro síntomas de una lista de hasta trece manifestaciones de ansiedad: palpitaciones, sudoración, temblores o sacudidas, dificultad para respirar, dolor en el pecho, nauseas o malestar abdominal, mareo, escalofríos o calor, entumecimiento u hormigueo, etc. Si hay menos síntomas simplemente se habla de momento de alta ansiedad.

El ataque de ansiedad puede ser una experiencia aislada o repetirse. Según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM, V), si los ataques de pánico aparecen de forma imprevista y recurrente (p.ej., en situaciones calmadas sin que la persona entienda por qué suceden), generan gran preocupación durante al menos un mes (p.ej., al pensar que significan la ocurrencia de un ataque cardíaco, un infarto cerebral, etc.) y no se explican por otra condición psicológica o médica, puede efectuarse un diagnóstico de trastorno de pánico.

La preocupación acerca de la recurrencia de nuevas crisis de ansiedad puede llevar a que la persona empiece a limitar sus actividades diarias en el intento de reducir los ataques de pánico (p.ej., evita ir a ciertos lugares o salir de casa, evita la actividad física, etc.). Estos comportamientos de evitación complican el problema y tenderán a generalizarse cada vez más dando lugar a lo que se llama trastorno de angustia con agorafobia.

El trastorno de pánico puede afectar hasta un 2-3% de la población, sobre todo mujeres, y suele aparecer entre los 20-24 años, siendo mucho más infrecuente su presencia antes de los 14 años.  Sigue leyendo Ataque de ansiedad

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Perfeccionismo

Perfeccionismo

¿Uno de los objetivos en tu vida es hacerlo todo bien?

     El perfeccionismo está formado por un continuo de conductas y/o pensamientos relacionados con alto nivel de responsabilidad, capacidad de esfuerzo y altas expectativas. El gusto por realizar bien lo que nos propongamos y convertirnos en “personas de éxito” puede ser una aspiración común. Cuando logramos nuestras metas nos sentimos bien y es deseable tener metas y luchar por ellas. De entrada, esta característica es positiva ya que con esa motivación es más probable conseguir los objetivos que nos propongamos.

El problema está cuando ese perfeccionismo es llevado al extremo, “nunca nada es suficiente, existiendo una gran autoexigencia que sin saberlo puede llegar a rozar lo obsesivo y resultar desadaptativa para la persona.

¿Ser perfeccionista te hace feliz?

     Esta es quizá la pregunta clave para saber cuando el perfeccionismo se convierte en un problema. Si eres una persona responsable, trabajadora, que intenta hacer lo que hace lo mejor posible, que sabe encajar bien un error y tiene tiempo tanto para las obligaciones como para disfrutar de todo lo que la vida ofrece (p. ej., la familia, los amigos, las aficciones, etc.) no hay motivos para preocuparse.

Si eres una persona perfeccionista que vive alerta, contrareloj, orientada al futuro sin disfrutar del presente, más tiempo angustiada que feliz, y el estado emocional que predomina en ti es de insatisfacción tal vez te estés extralimitando en tus exigencias. Probablemente sientes que tu conducta perfeccionista es excesiva y desgastadora, y notas que pasas con facilidad de tu “zona de confort” a tu “zona de peligro”. Estas son algunas de las características de un perfeccionismo negativo:

  • Gran temor al fracaso o los errores. La persona evita el fracaso a toda costa pudiendo pensar que “cometer un error es terrible”, “no puedo permitirme un error”, etc. Estos pensamientos generan una activación negativa que disminuye el disfrute con el que se realizan las tareas y pueden provocar malestar intenso (ansiedad, indefensión, frustración, dificultad en las relaciones, etc). Además esta actitud resulta autolimitante, en el sentido de que por miedo al fracaso la persona evite iniciar proyectos, actividades, etc. que podría realizar bien pero que ni siquiera intenta por temor a no realizar perfectamente.
  • Nada es suficiente. El estándar de ser perfecto nunca se sacia. Cuando se ha conseguido un determinado objetivo o nivel y la persona pensaba que así ya sería feliz, descubre que hay otros objetivos importantes pendientes de hacer. Hay que diferenciar el afán deseable de querer mejorar siempre mientras uno viva, del estado de insatisfacción predominante que caracteriza a las personas perfeccionistas al margen de lo que ya hayan conseguido.
  • Creencia de que el valor de la persona se define por sus logros. Las personas perfeccionistas piensan que necesitan ser perfectas para convertirse en personas con valor y asociado a ello ser merecedoras de amor, felicidad, etc. Esta creencia la condena a la insatisfacción al ser imposible que las cosas salgan tal y como espera y, por tanto, no valorarse a sí mismo. Vivimos en un mundo imperfecto y tratar de buscar ser “perfecto” en él, no tiene posibilidades de éxito.

¿Qué causa el perfeccionismo?

     A veces, en el fondo de las exigencias perfeccionistas se encuentra una persona insegura, que piensa que si no lo hace todo bien no vale nada, y vive con gran temor a equivocarse y una necesidad de que los demás den el visto bueno a sus acciones. El origen de la conducta perfeccionista puede guardar relación con estos factores:

  • Haber tenido unos padres muy perfeccionistas y exigentes, a los que les costaba mostrar satisfacción con los logros de sus hijos, teniendo además unas expectativas altas hacia los mismos. El riesgo es que el niño crea que se le quiere o no en función de lo que logre, y sienta que si no logra resultados excelentes no tiene valor o no es merecedor del amor de sus padres. Los padres han podido criarse también en un ambiente competitivo que sobreenfatizaba los logros. Si ellos mismos no han alcanzado un equilibrio entre intentar hacer las cosas lo mejor posible y saber disfrutar de las cosas, es difícil que puedan transmitirlo a los hijos.
  • Haber sido educado por unos padres muy estrictos o dominantes y que mostraban un exceso de control hacia los hijos y pocas muestras de afecto. En esta situación, a menudo, los niños no han formado un apego seguro con sus padres y han podido recibir un exceso de atención o escasa atención durante su infancia, no pudiéndose desarrollar completamente de forma emocional. El niño puede llegar a creer que sus padres lo tratan así porque él no vale nada y, de alguna forma, intenta convertirse en alguien valioso tratando de ser perfecto.

     Es importante no confundir la conducta perfeccionista con el trastorno obsesivo compulsivo de la personalidad (TOCP), aunque pueda ser uno de sus síntomas. No todas las personas con este trastorno tienen que presentar este síntoma, aunque es probable que sean perfeccionistas. Por otro lado, el hecho de ser perfeccionista no implica tener TOCP, ya que existen personas con conductas perfeccionistas que no manifiestan otros síntomas de dicho trastorno que además se caracteriza por rigidez y obstinación, incapacidad para tomar decisiones, dudas y precauciones excesivas, excesiva pedantería y adhesión a las normas sociales o la irrupción no deseada e insistente de pensamientos o impulsos obsesivos que causan malestar.

¿Cómo puedo superar el perfeccionismo?

     El tratamiento del TOCP debe investigarse más, no existiendo en la actualidad recomendaciones claras desde el enfoque de Práctica Basada en la Evidencia. El tipo de tratamiento que viene empleándose con resultados prometedores es la terapia cognitivo-conductual para que la persona aprenda a aceptar los cambios, la incertidumbre y la falta de control sobre ciertas situaciones. Para el tratamiento del perfeccionismo, se emplea la misma terapia con el objetivo de desarrollar estrategias y  mecanismos de afrontamiento eficaces para abordar las exigencias del medio.

Algunas recomendaciones que pueden ayudar a paliar las conductas perfeccionistas son las siguientes:

  • Aprender a distinguir objetivos en función de su prioridad. Hay que diferenciar entre las cosas que es importante hacer y otro tipo de actividades o tareas que tienen un carácter más secundario.
  • Establecer un plan de trabajo que implique abordar los temas poco a poco y no todos a la vez. Nuestros objetivos están compuestos por “pasos” intermedios, los cuales hay que alcanzar poco a poco hasta el objetivo final y cuando las personas no fraccionan sus metas, pueden desarrollar síntomas ansiosos.
  • Aprender a delegar en otros y asignar responsabilidades a los diferentes miembros del grupo, familia, etc. Trabajar en equipo es importante y, sobre todo, enriquecedor.
  • Tener momentos de descanso en el día y realizar todos los días alguna actividad que nos resulte agradable. Realizar cosas que nos gustan y dedicar tiempo a nosotros mejora nuestro ánimo y sensación de control.

No obstante, lo más importante de todo es cambiar nuestra actitud hacia la perfección y los errores, y aceptarnos a nosotros mismos. La reestructuración cognitiva puede ayudarnos a descubrir que la perfección no es posible, vivimos en un mundo imperfecto, todos cometemos errores y pueden constituir una importante experiencia aprendizaje. Tratar de ser perfecto te condena a la frustración, merma tu autoestima y, paradójicamente, puede resultar un lastre para tu avance y el logro de tus objetivos.  Siendo más realistas, flexibles y comprensivos con nosotros mismos, tenemos más probabilidades de alcanzar metas y de disfrutar de lo que hacemos en cada momento.

 

 

 

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