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Afrontar la ansiedad social

Fobia social

¿Timidez o fobia social?

     La fobia social, actualmente denominada trastorno de ansiedad social, se define como miedo o ansiedad persistente y exagerado a una o más situaciones sociales (p. ej., conocer gente, tener que hablar en grupos o reuniones, comer o beber en público, hablar con desconocidos o figuras de autoridad, etc.).

Algunos de estos miedos son comunes y lo que diferencia a la persona con fobia social es la intensidad de la preocupación antes, durante y después de la situación. Especialmente, la sensación que tienen de que harán algo humillante o embarazoso (p. ej., piensan que harán el ridículo, resultarán poco interesantes y aburridos, todo el mundo se dará cuenta de lo nerviosos que están etc.). Hay un gran temor a la crítica y al rechazo, en muchos casos asociado a sentimientos de inferioridad o baja autoestima.

Los niños pueden mostrar su ansiedad de modo distinto a los adultos, siendo más probable que se bloqueen, lloren o tengan una rabieta. Las situaciones más amenazantes para ellos suelen tener que ver con participar en clase y realizar actividades con sus compañeros (p. ej., asistir a fiestas, ir a excursiones o viajes, etc).

La persona con ansiedad social tiene una capacidad normal para relacionarse afectivamente con sus seres queridos y puede tener uno o pocos amigos íntimos con los que está a gusto.

La fobia social es un problema frecuente que afecta en algún momento de su vida a un 12% de las personas. Resulta limitante para quienes lo sufren, reduciendo a veces de forma drástica los contactos sociales y mermando las posibilidades académicas o laborales. No es extraño que éste problema se acabe asociando con otros como depresión, abuso de sustancias, etc.

     Es importante no confundir fobia social con timidez. La timidez afecta en torno al 40% de los niños y adolescentes, es normal desde un punto de vista evolutivo y suele desaparecer sola a medida que se cumplen años. La persona tímida no evita las situaciones sociales, aunque a veces se pueda sentir algo nerviosa, por lo que la timidez no genera el mismo nivel de interferencia que un problema de ansiedad social.

¿Cuáles son las causas de la ansiedad social?

     Las razones de por qué algunas personas experimentan ansiedad en presencia de otras no siempre están claras. En general, están presentes uno o varios de los siguientes factores:

  • Déficit de habilidades sociales. Las personas no nacemos siendo socialmente torpes o muy habilidosas. Los comportamientos sociales se aprenden sobre todo por observación. La presencia de modelos parentales, o de otras personas importantes para nosotros, que promuevan conductas de ansiedad social o no refuerzen conductas socialmente positivas se relaciona con este problema.
  • Ansiedad social condicionada. A veces, la persona tiene habilidades sociales normales pero ha aprendido a sentir ansiedad en situaciones sociales debido a experiencias negativas (p ej., acoso escolar de los compañeros, ridiculización por parte de un professor, etc.). En estos casos, la ansiedad inhibe la puesta en marcha de las conductas socialmente adecuadas.
  • Pensamientos sociales negativos. En otros casos, no se recuerdan experiencias traumáticas de índole social pero la persona ha desarrollado por sus características o experiencias vitales una serie de expectativas negativas que obstaculizan que haga un buen papel en situaciones sociales (p. ej., piensa que no tiene nada que ofrecer a los demás, que los demás son hostiles o dominantes, que se va a poner nervioso y todo el mundo se va a dar cuenta, etc.).

En conjunto, suele ocurrir que una persona con cierta vulnerabilidad (p.ej., por haber sido educada con modelos inhibidos, tener limitaciones personales como problemas de lenguaje, aprendizaje, etc., haber vivido experiencias negativas…) siente mucha ansiedad ante situaciones sociales y en un determinado momento descubre que evitando estas situaciones su ansiedad se reduce (este proceso se llama refuerzo negativo). Evitar situaciones sociales perpetua el problema, al impedir a la persona ejercitarse en situaciones sociales y descubrir que los demás no son una amenaza.

¿Cómo se trata la fobia social?

     Algunas personas con ansiedad social piensan que sus dificultades reflejan una especie de defecto personal o “fallo del carácter” y no saben que se trata de un problema clínico reconocido que puede resolverse de forma eficaz.

La decision de ir a terapia puede ser problemática para las personas con fobia social. Las estadísticas muestran que solo la mitad acude a consulta y suele hacerlo después de 15-20 años sufriendo el problema. Cuanto más tardes en buscar ayuda, más sufrimiento gratuito experimentado.

Si es necesario, el psicólogo puede tomar ciertas medidas al principio (p. ej., dar la cita en un momento en que no haya nadie más en la sala de espera, dar la opción de empezar la comunicación por vías distintas del cara a cara como teléfono o Internet, etc.).

     La opción más recomendada de tratamiento en las actuales guías de Práctica Clínica Basada en la Evidencia es la terapia cognitiva-conductual basada en el modelo de Clark, Wells o Heimberg, que puede aplicarse de forma individual o en grupo. Este tratamiento incluye los siguientes elementos:

  • Información sobre la ansiedad social. Entender las características del problema, los factores que lo mantienen, etc. y sentirse identificado con eso, es un primer paso relevante para dar sentido al tratamiento que se desarrollará.
  • Entrenamiento en habilidades sociales. Si se detecta que la persona tiene un deficit en alguna habilidad social (p. ej., no sabe decir no, recibir críticas, expresar sentimientos negativos, mantener conversaciones, etc.) se entrenan y practican estas habilidades.
  • Entrenamiento en relajación. Un tratamiento sólo basado en relajación o mindfulness para tratar la ansiedad social no es eficaz. Por tanto, éste no es un elemento presente en la mayoría de las guías clínicas. No obstante, si la persona lo necesita puede incluirse algún procedimiento de relajación como la respiración abdominal como ayuda antes de afrontar las situaciones a las que habrá que exponerse.
  • Reestructuración cognitiva. Se centra en sustituir los pensamientos negativos que inhiben las conductas socialmente habilidosas por pensamientos más realistas y adaptativos que fomenten conductas sociales.
  • Experimentos conductuales. Suelen programarse ejercicios o experiencias que permitan a la persona comprobar los efectos negativos de mantener ciertas actitudes, pensamientos o conductas. Por ejemplo, un ejercicio para demostrar el impacto negativo que tiene en una interacción social que uno esté pendiente de su cuerpo, de si se pone nervioso, etc. frente al efecto de focalizar la atención en la otra persona. Los ejercicios se pueden grabar en video para después dar feedback sobre la ejecución.
  • Exposición graduada a situaciones sociales. Cuando el problema ya no radica en las habilidades sociales y se han desarrollado actitudes más positivas ante estas situaciones hay que empezar a afrontar poco a poco todas las posibles situaciones que generan ansiedad. Algunas de estas situaciones pueden trabajarse en la propia consulta pero se acompañarán de tareas sociales que la persona tiene que realizar en su ambiente.

Este tratamiento dura en promedio unas 15 sesiones semanales de aproximadamente hora u hora y media.

    En el caso de los niños es importante contar con la colaboración de los padres, profesores u otros adultos, para crear un ambiente que refuerce las metas establecidas con el tratamiento. En ocasiones, el entrenamiento de habilidades puede extenderse a los padres, sobre todo en los niños más pequeños, para que modelen y refuercen de forma adecuada la exposición del niño a situaciones sociales.

Para los pacientes que insistan en recibir medicación en vez de terapia psicológica se recomienda explorar qué preocupaciones tienen en relación al tratamiento (p. ej., le da vergüenza tener que contar sus experiencias al psicólogo…).

Faltan estudios bien controlados sobre los efectos a largo plazo de los fármacos en fobia social. Además de los efectos secundarios habituales y los riesgos de recaída al dejar la medicación, puede aparecer sensación de inquietud o agitación lo que intensificaría los síntomas de ansiedad social. El uso de medicación en niños o adolescentes está contraindicado y explicitamente no recomendado por los estudios disponibles.

Tampoco funcionan otras posibilidades que circulan por Internet para controlar la sudoración excesiva y el enrojecimiento facial, como administrar toxina botulínica o una intervención llamada simpatectomía torácica, que no disponen de apoyo en estudios serios y pueden ser perjudiciales.

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 ¿Es posible preocuparse menos?

Preocupación y ansiedad

 

Qué es la ansiedad generalizada?

     Para algunas personas la vida es una especie de preocupación casi constante. Se preocupan en exceso por la familia, el trabajo, la salud, etc. En cada momento hay una o varias preocupaciones principales que sirven de fuente de sufrimiento. A lo largo del tiempo esas preocupaciones van cambiando, unas por otras, y tal vez con la excepción de determinadas épocas en las que es más fácil librarse de la tensión (p.ej., los períodos vacacionales), siempre hay algo que atormenta a la persona.

Preocuparse por problemas importantes o en períodos difíciles es normal y forma parte de la vida. Pero cuando las preocupaciones son excesivas, hay más días con preocupaciones que sin ellas y aparecen otras consecuencias, podemos encontrarnos ante un problema llamado ansiedad generalizada. El trastorno de ansiedad generalizada es muy frecuente (3-5% de la población). Su característica principal es la existencia de preocupaciones excesivas sobre diversos eventos asociadas a un aumento del nerviosismo. Para poder efectuar el diagnóstico según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM, V) se exigen dos condiciones que deben prolongarse más de 6 meses seguidos:

1. Ansiedad y preocupaciones excesivas sobre diversos eventos o actividades, y dificultad para controlar las preocupaciones.

2. Presentar tres o más manifestaciones de angustia o tensión (sólo una en niños) de una lista que incluye: inquietud, fatiga fácil, dificultades para concentrarse, irritabilidad, tensión muscular o problemas de sueño, sobre todo, insomnio.

Puesto que todos nos preocupamos en ocasiones, para hablar de ansiedad generalizada las preocupaciones deben obstaculizar el funcionamiento diario y causar problemas a la persona a nivel social, laboral o en otros ámbitos. La ansiedad generalizada puede aparecer sola, como problema aislado, pero es muy frecuente que se presente junto a otros trastornos de ansiedad (p.ej., ansiedad social, pánico y agorafobia, etc.) o depresión.

Causas de la ansiedad generalizada

     Como sucede con el resto de trastornos de ansiedad, hay que entender que se trata de un problema complejo que implica en su origen factores psicológicos, sociales y biológicos.

Dar respuestas de alta activación (p. ej., aumento de la tasa cardiaca, pensamientos negativos, comportarse de forma inquieta, etc.) es normal cuando nos enfrentamos a contratiempos de nuestra vida a los que no podemos responder de la mejor manera (p. ej., por falta de recursos o habilidades, falta de control sobre la situación, etc.). La mayoría de las veces el malestar cesa cuando desaparecen las circunstancias que lo ocasionaron. Pero en algunas personas se puede iniciar un proceso muy negativo por el cual se magnifica la forma pesimista de ver las cosas lo cual va a mantener en el tiempo altos niveles de activación y puede contribuir a empeorar las propias situaciones vitales, generándose una especie de círculo vicioso, que lleva a sentir que uno está desbordado por la situación y ha perdido el control.

Las personas con ansiedad generalizada tienen ciertas características como tendencia a interpretar la información ambigua como amenazante, intolerancia a la incertidumbre e intolerancia a la alta activación emocional, todo lo cual lleva a un afrontamiento inestable e ineficaz (p. ej., oscilan entre el acercamiento a una situación para reducir la incertidumbre y el retirarse y evitarla cuando notan que se activan, aun cuando no se haya solucionado).

En esta forma de responder pueden estar involucrados mecanismos de vulnerabilidad biológica (p. ej., mayor propensión a la alta reactividad fisiológica que también puede ser adquirida si se sufren experiencias traumáticas en edades tempranas) y mecanismos de aprendizaje (p. ej., haber sido expuesto en mi educación a personas importantes para mí que reaccionaban desbordándose ante el estrés y dando ese mismo tipo de respuesta).

De hecho, la mayoría de las personas con ansiedad generalizada se recuerdan así “desde siempre”. Tienen la percepción de que preocuparse en exceso forma parte de su personalidad o de su manera de ser. Este problema puede aparecer a cualquier edad pero en muchos casos empieza en la infancia. Una intervención temprana con técnicas eficaces probablemente reduciría notablemente la incidencia de casos en edades posteriores.

Cómo reducir las preocupaciones y la tensión

    La mayoría de las personas con problemas de ansiedad y depresión que reciben tratamiento, lo que hacen es tomar fármacos. El actual abuso de los psicofármacos, sus efectos perjudiciales, la ausencia de eficacia y justificación para este tipo de enfoque, y el riesgo de que cronifiquen el problema han sido denunciados repetidas veces.

    Las guías clínicas de Práctica Basada en la Evidencia científica indican que el tratamiento de elección para la ansiedad generalizada es la terapia cognitivo-conductual. Así, por ejemplo, en el año 2011 el NICE (National Institute for Health and Clinical Excellence) del Reino Unido publicó la guía de recomendaciones clínicas para la ansiedad generalizada. El NICE recomienda un modelo de atención por pasos para abordar la ansiedad, en función de la gravedad y características del problema y los resultados obtenidos con las medidas previas. Cada nuevo paso representa mayor intensidad de la intervención.

Primero, cuando se trata de un caso leve con pocos síntomas, que ha aparecido hace poco tiempo y en el que no se observan otros problemas, se empieza ofreciendo al paciente información sobre su problema y registros diarios sobre los síntomas y el funcionamiento. La información explicará, por ejemplo, qué es la ansiedad, cómo se relacionan los pensamientos negativos con las emociones de angustia y las conductas desorganizadas, etc.

El segundo paso estaría indicado para personas que además de cumplir los criterios diagnósticos de ansiedad generalizada no han mejorado con los recursos de información. En este momento se ofrece una intervención psicológica de baja intensidad que puede consistir en el empleo de material de autoayuda que la persona puede seguir sola, o bien con la guía de un terapeuta en sesiones individuales o grupales. La autoayuda puede consistir en material escrito o en formato electrónico que incluye información y ejercicios de corte cognitivo-conductual como mínimo durante 6 semanas.

El tercer paso, estaría indicado para las personas con una ansiedad generalizada más grave, que no han respondido adecuadamente a las intervenciones del paso dos, y que tienen una historia de problemas de ansiedad o depresión. En este momento se lleva a cabo un tratamiento psicológico intensivo de tipo cognitivo-conductual o relajación aplicada. Los principales ingredientes de la terapia cognitivo-conductual que han demostrado su eficacia son los siguientes:

  • Relajación muscular, respiratoria o través de la imaginación, tanto aplicada sola como habitualmente dentro de un programa más amplio. Sirve para lograr reducir los altos niveles de activación fisiológica que contribuyen al problema.
  • Terapia o restructuración cognitiva para sustituir los pensamientos negativos por otros más positivos y realistas. Por ejemplo, un aspecto clave es enseñar a la persona a analizar sus pensamientos aplicando criterios de realidad y modificabilidad. Si lo que me preocupa no es real y puede o no suceder en el futuro, no tiene sentido seguirse pre-ocupando. Cuando una situación es real y podemos cambiarla se aplican técnicas de solución de problemas. Si es real pero no podemos hacer nada se trabaja la adaptación emocional a la situación.
  • Control de estímulos consistente en instruir a la persona para establecer un periodo diario de preocupación (de 30-45 min.), a realizar siempre a la misma hora y en el mismo lugar (por escrito si se desea), al que se posponen todas las preocupaciones que vayan apareciendo durante el día. Habitualmente al llegar ese momento la persona ya no tiene tantas ganas de preocuparse por algunas cosas o puede emplearse como sesión diaria de solución de problemas.
  • Entrenamiento en habilidades necesarias para mejorar el afrontamiento del estrés o las situaciones difíciles como la exposición a situaciones temidas, entrenamiento en asertividad, solución de problemas, etc. El entrenamiento en las habilidades que cada caso precise permite que la persona disminuya las fuentes de estrés de su entorno y resuelva mejor los problemas que enfrente lo que a su vez tendrá un efecto beneficioso global.

 Esta terapia dura entre 12-15 sesiones, pudiendo acortarse o alargarse según las necesidades de la persona. El cuarto paso se reserva para casos resistentes al tratamiento, alto deterioro o incluso riesgo de suicidio en los que habría que insistir en los recursos anteriores involucrando a servicios especializados.

    Otro elemento que mejora la ansiedad generalizada es la realización de ejercicio físico aunque mientras esto se ha demostrado ampliamente en el caso de la depresión, en esta área faltan estudios bien controlados que demuestren la eficacia del ejercicio y por eso la recomendación aun no se incluye en las guías.

    Si la persona prefiere tomar medicación el NICE sugiere que se puede ofrecer la posibilidad de añadir un antidepresivo (sertralina es el fármaco con menos inconvenientes). En cambio, no existe apoyo para abordar los trastornos de ansiedad con tranquilizantes (p.ej., benzodiacepinas) que suele ser lo habitual. Cuando se emplee medicación, es importante suministrar información verbal y por escrito de sus efectos secundarios.

El problema de los psicofármacos, al margen de los efectos secundarios, es que cuando se dejan de tomar vuelven a aparecer los síntomas, a veces con más intensidad, ya que la persona no ha aprendido nada al tomarlos. Los beneficios de la intervención psicológica se mantienen bien en el tiempo y desde una perspectiva económica la terapia psicológica es más eficiente que los fármacos (o. ej., seguir las recomendaciones del NICE está suponiendo un ahorro importante al sistema social y sanitario británico).

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