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El encanto de romper objetos para combatir la ira

Ira

 

¿Puede resolverse la ira con ira?

     Seguro que algunas veces has imaginado o deseado estar en un lugar donde pudieras romper todas las cosas que quisieras para descargar tu ira, aunque sabes que eso no es factible, ni social ni económicamente. Pero, ¿y si alguien hiciera realidad tus deseos en un espacio controlado, te preparase el escenario con diversos objetos frágiles y te dejara solo con un bate de béisbol y un mal día?

Pues precisamente esta idea ha sido convertida en negocio por algunas empresas, creando la atractiva “Crash Therapy” la cual te brinda la posibilidad de destruir infinidad de cosas con el fin de liberar tu ira y estrés.

La “terapia” presenta varias modalidades con diferentes tarifas dependiendo del número de cosas que quieras romper. Así, tras vestirte con prendas apropiadas, colocarte gafas de protección y elegir la música, entras en una sala insonorizada donde puedes dar rienda suelta a tu rabia con la ayuda de un bate de béisbol o hasta un martillo.

La oferta no acaba allí, porque tras la sesión de destrucción puedes pedir media hora de relajación in situ para volver a tu rutina como nuevo, o incluso llevarte a casa un DVD mostrando tu agresividad para que se lo puedas enseñar a tus conocidos.

Está claro que a primera vista, la técnica parece atractiva e incluso efectiva. Y aunque no podemos negar la existencia de una gran estrategia de marketing, lo que realmente interesa es si de verdad resulta eficaz para la eliminación de la ira.

Negocio basado en mitos

     De acuerdo con las investigaciones realizadas en el campo, entre las que se encuentran importantes trabajos de psicólogos como A. Ellis o M. McKay, esta técnica resulta un completo engaño. No se puede eliminar la ira con más ira.

Es común que la mayoría de las personas caigan en la falacia de que expresar la ira la elimina, pero no es así. Esta falsa creencia se debe a la fuerte influencia que nos causó Freud, quien entendía que la ira es un sentimiento que necesariamente debe ser expulsado, ya que si lo reprimimos, se acumula en nuestro interior y tarde o temprano acabará explotando.

En contraposición con Freud, los estudios observan que las personas propensas a expresar su ira se vuelven más airadas, en vez de menos. Las personas que suelen tener explosiones de ira acaban sumiéndose en un ciclo que se retroalimenta a sí mismo. El ciclo comienza con alta activación fisiológica y un estallido de cólera, acompañado de gritos, agresión a objetos, etc., para finalmente decrecer hasta el agotamiento dejando a la persona con un sentimiento de culpa y desesperanza. Cuantas más veces recorramos este ciclo más fuerte se vuelve, haciendo que cada vez sientas mayor necesidad de mostrar tu agresividad, por lo que estas respuestas se acabarían generalizando al mínimo indicio de estímulo estresante que te enfade.

Además, al principio la ira y agresividad pueden estar limitadas a ciertos ámbitos pero cada vez más se van generalizando los lugares donde se expresa ira (en casa, en el trabajo, entre amigos…). Y un problema añadido es que estas conductas agresivas se pueden contagiar a las personas de su entorno, creándose un ambiente hostil en el hogar o lugar de trabajo.

Otro mito sobre la ira y la agresividad, es que muchas personas creen que se trata de algo instintivo o natural. Pero la realidad es que no es así. Por ejemplo, cuando los grupos de primates pelean entre ellos por la zona territorial, la lucha es más bien un ejercicio de exhibición competitiva. Lo mismo sucede en las confrontaciones entre grupos de machos de otras especies, donde el más apto gana la competición sin causar bajas en los contrincantes. Si una especie resolviera sus disputas a través de la violencia porque son incapaces de contener su instinto asesino, se situaría en una posición evolutiva desventajosa y acabaría por extinguirse. El factor de éxito en el proceso evolutivo es la cooperación más que el conflicto.

Además, hay que tener en cuenta que nuestros comportamientos proporcionan retroalimentación a nuestros pensamientos y emociones. Por ejemplo, el mero hecho de ponernos a respirar muy rápido puede hacer que nos sintamos alterados. La situación de destrucción y agresividad de la «Crash Therapy», da a la persona una retroalimentación de estar fuera de control y altamente activado lo que tiene muchas más probabilidades de aumentar la furia que de reducirla.

Con toda probabilidad el alivio que algunas personas sienten tras la terapia se debe más al agotamiento físico que a otra cosa. Pero este efecto puede lograrse realizando por ejemplo ejercicio físico saludable que va a tener un efecto totalmente distinto y beneficioso para la salud. La expresión descontrolada de ira supone un grave riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares como demuestran los trabajos del psicólogo A. Siegman de la Universidad de Maryland.

¿Cómo mejorar la ira?

     Existen técnicas psicológicas eficaces basadas en la evidencia para aprender a afrontar la ira. Uno de los enfoques que da mejores resultados es la terapia cognitivo-conductual, aunque según meta-análisis recientes falta investigación para precisar mejor qué componentes debe incluir el programa en cada caso. En una entrada posterior describiremos con más detalle cómo se trabaja con la ira desde esta perspectiva, pero avanzamos algunas claves.

A la base del fenómeno están mecanismos afectivos y fisiológicos (la emoción de ira), cognitivos o de pensamientos (hostilidad) y del comportamiento (la agresión verbal o física). Es decir, diversos acontecimientos pueden provocar activación y una emoción negativa (ira), lo que en gran medida está influido por el modo en que la persona interpreta el incidente (entiende que hay hostilidad de los otros) y que puede desembocar en una acción violenta (agresión).

La terapia se centraría en trabajar con estos componentes:

  • El componente de activación fisiológica y afectivo (la emoción de ira) responde bien a la relajación que sirve de recurso para reducir esa activación y moderar la emoción. Además, es muy importante que la persona aprenda a identificar los estímulos que desencadenan su ira para poder parar cuando aún la emoción tiene una intensidad manejable.
  • La idea de hostilidad es una de las características más importantes de las personas que tienen explosiones de ira. Estas personas se ven a sí mismas como vulnerables y tienden a interpretar que los otros actúan de forma egoísta y que hay que desconfiar y recelar de ellos. Estas creencias, habitualmente combinadas con baja autoestima, llevan a entender el comportamiento de otros como hostil. Los pensamientos negativos se trabajan con autoinstrucciones positivas y terapia cognitiva que ayudan a darse cuenta de la irracionalidad de algunas creencias y a sustituirlas por pensamientos y actitudes más realistas y saludables.
  • Por último, lo anterior se complementa con el aprendizaje de conductas alternativas a la agresividad. En concreto un entrenamiento en habilidades sociales, ya que las personas que saben responder de forma asertiva a los conflictos tienen muchas menos probabilidades de sentir ira. Además, dependiendo del caso pueden ser de utilidad la mejora de la autoestima y el entrenamiento en solución de problemas, entre otras técnicas.

En conclusión, una terapia basada en la destrucción no trata la ira, simplemente la refuerza, lo cual es preocupante ya que bastantes personas creen en la efectividad del método.

Dado que vivimos en una sociedad donde por desgracia la agresividad parece ir en aumento es importante desarrollar programas de prevención e intervención válidos, que desde la infancia dejen claro que la violencia no es el modo adecuado de resolver conflictos, y que aborden con eficacia las situaciones donde la ira se convierte en un problema.

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Hipocondría

Hipocondria

¿Qué es la hipocondría?

     Todos nosotros, en mayor o menos medida, hemos experimentado en algún momento inquietud o preocupación por nuestra salud. El problema aparece cuando ese malestar se presenta de manera excesiva. La hipocondría es la preocupación exagerada por padecer o contraer una enfermedad grave. No existen síntomas corporales, son muy leves o, con frecuencia, la persona malinterpreta variaciones o sensaciones físicas normales (p. ej., pequeñas heridas, manchas en la piel, toses e incluso cambios normales en los latidos del corazón pueden activar la ansiedad por la salud).

Recientemente, el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM, V), modificó el nombre de la tradicional hipocondría por el de Trastorno de Ansiedad por Enfermedad. Con el cambio, sólo se consideran «hipocondría» los casos de preocupación excesiva por la salud sin síntomas somáticos o con síntomas mínimos.

Para las situaciones donde existen síntomas corporales sin explicación médica evidente y que provocan una preocupación excesiva se emplea la denominación de Trastorno de Síntomas Somáticos.

La personas con enfermedades médicas reales pueden recibir los diagnósticos anteriores si muestran una ansiedad exagerada por su salud o por la gravedad de determinada enfermedad, y que excede con mucho a la preocupación que tendrían otras personas en su misma situación.

Para hablar de hipocondría esta ansiedad por la salud debe durar al menos 6 meses. Durante ese tiempo la enfermedad temida puede ir cambiando.

Las personas con hipocondría se alarman con facilidad por su estado de salud  (p. ej., al oir que alguien se ha puesto enfermo o leer noticias relacionadas con enfermedades). El comportamiento prototípico del paciente hipocondríaco se caracteriza por constantes comprobaciones sobre su salud (p. ej., observan continuamente su cuerpo en busca de señales de enfermedad e interpretan negativamente cualquier sensación o signo físico).

Esta angustia por poder estar enfermo suele llevar a frecuentar con mucha frecuencia los servicios de saludLas repetidas pruebas diagnósticas negativas y las explicaciones del médico, no suelen tranquilizar al paciente. Aunque algunos pueden sentir un pequeño alivio al salir de la consulta del médico, el problema es que cuando pasa un tiempo vuelven a pensar que tienen un problema y acuden de nuevo a consulta.

Otro perfil de comportamiento hipocondríaco consiste en evitar la asistencia médica debido a la alta ansiedad que le ocasiona (p. ej., evita ir al médico, evita hablar de personas que padecen enfermedades parecidas a las que ellos creen tener, etc.).

Tanto el buscar tranquilización continua en los médicos, familiares, etc. como el evitar cualquier tema relacionado con la salud son formas de evitación de su ansiedad por la salud que les sirven para quedarse momentáneamente tranquilos, pero que a largo plazo son perjudiciales al no permitirles relacionarse con su salud de un modo adecuado.

La preocupación constante por la enfermedad se convierte en un elemento central de la identidad de la persona, que afecta a las actividades cotidianas, las relaciones sociales, familiares, el trabajo, etc. deteriorando la calidad de vida. La propia salud psicológica puede verse dañada fruto de la ansiedad constante que genera insomnio, depresión, etc.

La hipocondría puede afectar hasta un 1-2% de la población, se da en igual proporción en hombres y mujeres, y puede aparecer en cualquier edad pero es más frecuente al principio de la edad adulta.

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El castigo en niños II ¿Cuándo y cómo?

Tiempo fuera

 

¿Qué es el castigo negativo u omisión?

     La forma en la que nos comportamos depende en gran medida de lo que sucede después de nuestra conducta. Si nuestra conducta produce consecuencias agradables (p.ej., obtenemos algo que nos gusta o nos libramos de algo molesto) tiende a fortalecerse. Como vimos en una entrada anterior, la mejor forma de aumentar o fomentar una conducta es emplear las técnicas de reforzamiento positivo o negativo.

     En otras ocasiones, lo que nos interesa es reducir o eliminar un comportamiento problemático. Para ello, se pueden presentar consecuencias negativas después de la conducta a fin de que la debiliten. Técnicamente estos procedimientos se llaman castigo.

Existen dos enfoques básicos del castigo, según se presente un estímulo negativo (p.ej., regañar a un niño) o se retire algo agradable (p.ej., dejarlo sin su juguete favorito durante un tiempo). La primera opción se llama castigo positivo y se aplica en forma de sobrecorrección. El segundo tipo se llama castigo negativo u omisión. En esta entrada nos vamos a centrar en el castigo negativo.

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