Sin categoría

Adiós a Paco Sánchez

Nos dejaste, Paco…

Ha quedado tu huella imborrable. Nos dejas un gran instituto, unos grandes observatorios, un gran telescopio… nos dejas la astrofísica.

Pero a tus amigos nos dejas mucho más. Nos dejas tu optimismo contagioso, nos dejas la alegría y el buen humor, el buen talante y el buen talento, el amor por la vida, la entrega al trabajo, la capacidad para escuchar (¿qué digo capacidad? ¡tu deseo, de escuchar!), la sinceridad, la espontaneidad, el romanticismo a flor de piel, la sonrisa (incluso la carcajada), varita mágica con que desvanecías las contrariedades y encendías los buenos propósitos.

Adiós, maestro Paco; adiós, amigo Paco.

Pero no es momento para entristecerse; no habría sido de tu agrado. Alegrémonos, con lágrimas, pero con sonrisas. Puesto que todos morimos, alegrémonos de que tú hayas tenido una vida feraz e intensa y que hayas muerto con la misma dignidad con que viviste. Has dejado aquí la admiración de todos tus colegas y el amor de un puñado de amigos.

Decías que eras “un optimista patológico” y ese espíritu era tu llave para abrir todas las puertas. Según te iba faltando la energía física, que no la vitalidad, repetías también que eras “un avaro del tiempo” pues no querías dilapidar el tesoro del tiempo, ni malgastarlo en prisas inútiles ni en ocios fútiles.

Cuando empezamos, tú eras el dueño de la luz del Teide, y yo el de la del Veleta. Empecé a trabajar contigo en aquel proyecto de lanzamiento de cohetes desde El Arenosillo y contigo acabé queriendo desentrañar el misterio de la complejidad de la vida.

Una amistad de toda la vida… y un poco más.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.