Raúl, 6ºA de CEIP Los Cármenes

En la ciudad de los idiomas un joven español de unos 12 años llamado Pablo iba de camino a una panadería que era inglesa y él no se dio cuenta. cuando entró le dijo al panadero: “Buenos días. Me gustaría comprar una barra de pan, por favor”. Lógicamente, el panadero no lo entendió y dijo: “I don’t understand you”. Pablo no lo entendió tampoco y se fue a una academia para aprender inglés lo más rápido posible para comprar el pan.

No encontraba ninguna y, afortunadamente, encontró a un policía que hablaba español, y le preguntó dónde podía encontrar una. Éste le dijo que al final de la avenida Calabaza había una. Fue corriendo, pero cuando entró lo encontró todo destrozado y también al profesor llorando. Pablo le preguntó que porqué estaba llorando y él respondió (en español porque era bilingüe): “¡Mi negocio se va a ir a pique! Todas las palabras y cosas escritas en inglés se han largado al Bosque Prohibido y no puedo dar mis clases ni hacer NADA. Son en total 10 palabras.” Pablo dijo que él podía ir al Bosque a buscar las palabras. El profesor se alegró mucho y le dio las gracias.

El chico caminaba hacia el Bosque pensando en la aventura que iba a vivir buscando las palabras. Al llegar al Bosque vio que era oscuro y tenebroso. Aunque se asustó un poco se dijo a él mismo que debía hacerlo para salvar la academia. Se adentró un poco y se escuchaban ruidos muy raros de animales. Iba andando cuando, de repente, escuchó una palabra en inglés que era “Hello”. Cuando pasó un rato escuchó otra que era “Write”, y más tarde otras como “Come”, “Here”, “Time” etc. Cada vez que se adentraba un poco, más escuchaba esas palabras. Como estaba bastante cansado entró a una gran cueva para descansar un poco.

Cuando pasaron unos 5 minutos, escuchó unos sonidos que estaban muy cerca y Daniel se dio cuenta de que eso que escuchaba eran las palabras perdidas. Cogió la linterna y fue a mirar. Como brillaban, era muy fácil encontrarlas.. Vio una que estaba escondida detrás de una roca enorme. Otra le correteaba alrededor de una roca muy alta. Encontró cuatro debajo de una roca hueca. Tres más estaban detrás de Pablo sin que éste se diese cuenta. Tenía nueve palabras en total, pero el profesor dijo que eran diez palabras… Salió de la cueva y descubrió que la última palabra estaba en lo alto de la cueva. Pensó en cómo podría subir allí arriba. Después de varios minutos pensando, se le ocurrió una idea muy buena. Cogió una cuerda, la lanzó y ató a una piedra que sobresalía de la parte de arriba de la cueva y escaló hasta llegar arriba del todo. Cogió la palabra con alguna dificultad porque se movía muy deprisa. La guardó y, cuando estaba bajando, la piedra donde había atado la cuerda se iba a romper. Así que bajó muy rápido para no caerse al suelo. Y llegó abajo justo cuando la piedra se estaba rompiendo. Emprendió el camino, pero empezó a llover. Tuvo que volver a la cueva para refugiarse y esperar a que se pasase la tormenta. Cuando pasaron unos 30 minutos, dejó de llover y pudo regresar a la academia con las palabras.

Al llegar vio que todo estaba arreglado, limpio y ordenado. Encontró al profesor barriendo el suelo de una clase y éste, al ver a Pablo con todas las palabras, se emocionó mucho. Pablo dejó las palabras sobre una mesa y se las dio al profesor. Las colocó en sus sitio y el joven le preguntó al profesor si le podía enseñar inglés. Éste le dijo que encantado. Estuvieron un rato en la academia y Pablo aprendió mucho inglés. Al salir le dio las gracias al profesor y se fue corriendo a la panadería a comprar el pan. Llegó y le preguntó en inglés: “Good morning. Can you give me a loaf of bread?”.“Yes, of course”. Y así fue como Pablo consiguió su barra de pan.

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