David, 6ºB de CEIP Los Cármenes

En esta ciudad vivía muchos idiomas como el español, el árabe, el francés, el inglés, el italiano, etc… No todos se llevaban muy bien. Todos de creían superiores a los demás. Per eso sí, se sentían muy solos y siempre estaban a la defensiva. Excepto un idioma, que siempre intentaba unirles para pasarlo bien. El problema es que los idiomas no se entendían entre ellos, así que pensaban que les estaba molestando y ellos de iban. El alemán estaba muy muy triste porque lo que quería hacer era bueno y nadie le entendía.

El español le decía, “Yo soy el mejor idioma y siempre lo seré, no intentes cambiar eso.” El italiano le decía “Sono il migliore insieme alla mia arte e alla mia gastronimia.” (Soy el mejor con mi arte y mi gastronomía). El árabe le decía (Yo soy el mejor) “أنا الأفضل”. El inglés decía “I’m the best, haven’t you seen. I am the principal language.” El francés decía “Je suis le meilleur avec mes beaux sites.”

Todos afirmaban ser los mejores idiomas. El alemán intentaba convencerles todos los días. Él sólo quería pasarlo bien con los demás. Con el tiempo lo intentaba menos porque estaba harto. Cuando llegaba a su casa pensaba: Ich möchte nur Freunde haben und Spaß haben. (Solo quiero tener amigos y divertirme). Hasta que un día se rindió. Siguió su vida en solitario, su rutina no era muy interesante. Primero, al despertar se lavaba la cara y desayunaba un plato típico alemán: salchichas, tomates, tostadas, etc. (un plato muy variado). Luego iba a dar un paseo al parque, allí siempre veía pelearse a los idiomas. Hasta un día, en el parque vio un callejón que llevaba a una residencia de idiomas antiguos. Se le ocurrió ir allí a ver si había algún idioma, y entonces vio al griego y le preguntó: Was tun sie hier? (¿Qué estás haciendo aquí?).

Y el griego dijo: Είμαστε όλες οι ξεχασμένες γλώσσες. (Somos todos los idiomas olvidados). El alemán torció la cabeza dando a conocer que no le había entendido. Entonces el griego cambió de idiomas al alemán y dijo: “Entschuldigung, ich bin es gewohnt, meine Spratche zu sprechen” (lo siento, estoy acostumbrado a hablar en mi idioma).

Entonces se le ocurrió una idea al alemán. Podría hacer que le entendieran los otros idiomas si aprendía esos idiomas. En ese momento, le pidió al griego que le enseñara algunos idiomas para poder comunicarse con estos. Como era de esperar el griego aceptó, el único percance era que el griego era muy viejo. Entonces al día siguiente, se pusieron manos a la obra, el primer día, le enseño el árabe, el segundo día el francés, el tercer día el inglés, el cuarto día el italiano, y, cuando iba a aprender el español, el griego murió. El alemán estuvo muy triste.

Cuando lo superó fue a hablarles a los diversos idiomas. Cuando consiguió hacerse amigo de los idiomas lo único que le faltaba es que los idiomas se hicieran amigos entre ellos y para eso también tenían que aprender los otros idiomas. Cuando todos pudieron comunicarse, se lo pasaban genial. Todos menos el español, que pensaba que todos se habían unido para tenderle una trampa; así que se encerró en su casa. Esa misma noche el alemán se acordó del español, y, por la mañana, todos fueron a la biblioteca a aprender español. Cuando lo aprendieron, fueron a su casa para llamarle. Él no les recibió muy bien, les gritó: ¡Sé lo que planeáis! Dejadme en paz. Entonces los otros cuatro idiomas gritaron al unísono,

¡¡¡Solo queremos ser tus amigos!!!

Entonces, el español se relajó y se fue con ellos a jugar. Y esta historia demuestra la importancia del bilingüismo.

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