Jon Rueda Etxebarria, miembro e investigador de FiloLab, ha publicado recientemente en The Conversation el artículo «Estimada inteligencia artificial, ¿podrías explicarme por qué no me han asignado el trasplante?» . Este artículo obtuvo el segundo premio en la II edición del certamen de divulgación joven organizado por la Fundación Lilly y The Conversation España.
Consideremos el siguiente escenario: dos pacientes con hepatopatía crónica (una enfermedad severa del hígado) esperan un trasplante. Ambos pacientes están en un estado tan grave que, si no reciben un órgano sano pronto, sus posibilidades de supervivencia se extinguirán paulatinamente.
Afortunadamente, ha llegado un hígado a la unidad de trasplantes. Este órgano es compatible con los dos pacientes y ambos se pueden beneficiar considerablemente del trasplante hepático. A quien lo reciba se le podría pronosticar, en principio, una supervivencia larga con buena calidad de vida.
Desafortunadamente, de este hígado solo hay un lóbulo trasplantable. Esto quiere decir que uno de los candidatos se quedará sin trasplante. En bioética y salud pública, el término racionamiento se refiere precisamente al hecho de asignar un recurso a un beneficiario mientras se le niega a otra persona que también lo necesita.
En un caso como este, el racionamiento se vuelve un dilema trágico, esto es, una situación éticamente conflictiva en la que está en juego la vida de personas. ¿A quién de los dos pacientes se le debe asignar el hígado? ¿Y en base a qué características?
Modelos para elegir al receptor
En la mayoría de países, la distribución de hígados trasplantables se realiza considerando principalmente una predicción de mortalidad a corto plazo en la lista de espera. Tienen prioridad quienes tienen mayor probabilidad de morir esperando el trasplante.
La medición del riesgo de mortalidad se basa en una regresión lineal (una fórmula matemática muy utilizada en estadística) con tres variables: la creatinina, la bilirrubina y el International Normalized Ratio (que estandariza los tiempos de la protrombina). Estos tres biomarcadores son indicadores normalmente utilizados en diversas analíticas en salud.
La interacción de esos tres valores compone el sistema de puntuación denominado modelo de enfermedad hepática terminal, llamado en inglés escala MELD (Model for End-stage Liver Disease). Esta escala mide el estado de gravedad de la enfermedad hepática crónica.
Sin embargo, algunos desafíos han generado la necesidad de repensar este sistema. Un factor importante es la disponibilidad creciente de órganos subóptimos. Estos órganos son de menor calidad porque provienen de donantes con peor estado de salud. Si trasplantamos un órgano deteriorado a un paciente sano, esta persona puede necesitar más adelante otro trasplante. En cambio, trasplantar un hígado a un paciente con poca esperanza de vida puede suponer que se malogren los beneficios mayores que podría haber generado ese órgano en otra persona.
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