La epistemología y el ser social
La obra que sirve de guía a Broncano en este ámbito es la de la feminista norteamericana Nancy Hartsock. Para la autora, tomar el punto de los oprimidos y las oprimidas supone renovar una venerable tradición marxista y lukacsiana que tiene un triple sentido. En primer lugar, adoptar este punto de vista nos permite mirar la sociedad desde un lugar diferente al de la perspectiva hegemónica y hacernos preguntas distintas. Manuel Sacristán se preguntaba: “¿Por qué ningún gran pensador se acuerda de la ocupación de barrer o eliminar lo barrido?”. La reproducción del orden doméstico, nos enseña Nancy Fraser, nos ayuda a pensar las condiciones de posibilidad de la lucha de clases teniendo en cuenta la producción y el consumo, pero introduciendo también problemas que desbordan una agenda exclusivamente obrerista. En segundo lugar, el conocimiento que nos presta la adopción de este punto de vista constituye una guía para la acción posible y la eliminación de la injusticia. En tercer lugar, tales conocimientos ayudan a fortalecer una subjetividad resistente.
Esta cuestión es muy importante. Si yo interpreto bien a Fernando Broncano, y si lo hago estoy de acuerdo, la mera posición social no faculta para ver mejor, pues se necesita un trabajo de elaboración y de distancia de la propia posición. Del mismo modo, hay un prejuicio idealista de base que resulta inadmisible: la tesis de que hay buenos lugares y malos lugares, por esencia, para conocer la sociedad. La idea de que a las ideas hay que calificarlas o descalificarlas por la experiencia social de quienes las enuncian es algo que recuerda a lo peor del estalinismo, al lysenkismo de las dos ciencias (la ciencia burguesa y la ciencia proletaria).
Para mí, la obra de Broncano propone una importante solución al problema. Para explicarla, necesito realizar una pequeña reconstrucción.
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