Columnas de opinion

 

COLUMNAS “MAR ADENTRO”, PERIÓDICO GRANADA HOY

[Imágenes de MRG]

2016

AEROPUERTO, 24 de febrero

NOS contaba hace un par de días este mismo periódico que el aeropuerto de Granada ha invertido 275 mil euros para “mejorar la experiencia de sus clientes”. Entre otras reformas, ha instalado una zona de relax y una conexión wifi gratuita, así como nuevas señalizaciones y zonas de aparcamiento para carga y descarga y ha cambiado el mobiliario que se había deteriorado. Gracias a estas mejoras y a estos gastos, los clientes, que un año antes otorgaban a las instalaciones del aeropuerto (llamado de Granada y Jaén) una calificación de 3,85 (sobre 5) le conceden ahora un ¡3,95! Es decir, que cabe concluir que la subida de una décima en la puntuación concedida a sus instalaciones le ha costado al aeropuerto granadino 275 mil euros. Pero todo no termina aquí. Según la noticia, las mejoras van a continuar durante este año, aunque no nos informan del coste. Todo suena muy moderno: van a crear una zona de juegos para niños, un área de trabajo para pasajeros que viajan por negocios y hasta cambiarán los cajeros del aparcamiento para que sea posible pagar con tarjeta.

Por supuesto, y como es de esperar en una ciudad como Granada, nada se dice sobre ampliación de vuelos. Volar a más lugares, aumentar las conexiones nacionales o internacionales no parece entrar en los proyectos y propósitos del aeropuerto Granada-Jaén, con seguridad, uno de los aeropuertos con menos vuelos de España y, probablemente, del mundo. En Granada, ya se sabe, suele ser mucho más importante aparentar que ser. Así, ¿para qué gastar dinero en un aeropuerto con muchos aviones o muchos vuelos si es posible lograr la felicidad de los clientes (y hasta una alta puntuación) esmerándose en un aeropuerto limpísimo, entretenido y moderno en el que apenas haya aviones y no se vuele a ninguna parte? Si el aeropuerto se lo propone, seguro conseguirá que la razón fundamental de sus clientes al visitarlo sea acudir a la zona de relax, llevar a sus niños a la sala de juego, entretenerse en la sala de negocios o maravillarse ante el flamante cajero que permite pagar con tarjeta. Ahí tenemos, si no, el modelo del LAC, el carísimo y moderno autobús granadino, que no contamina, permite subir y bajar por cualquier puerta, nos habla casi como un metro y, desde luego, sólo da vueltas por la ciudad sin llegar a ningún sitio. Pero eso, ¿importa acaso? ¿Quién ha dicho que Granada debe llegar a algún lugar, por tierra o por aire?

CERVANTES Y DARÍO, 10 de febrero

2016, el llamado año Cervantes, tiene, por fin, un programa oficial. Lo anunciaba ayer, 9 de febrero, con evidente retraso, el gobierno en funciones. Lo hacía pocas semanas después de la polémica producida a raíz de las duras críticas que realizaran la Real Academia Española, el Instituto Cervantes y numerosos escritores, ante la lentitud e inacción de la Comisión Nacional creada para coordinar las actividades en torno a una de las fechas más significativas para la literatura y la lengua españolas, el IV Centenario de la muerte del autor del Quijote. En unas declaraciones a El País, Javier Cercas llegó a sugerir que los ingleses se quedaran a Cervantes; “lo tratarán mejor”, decía.

Se ha conocido estos días una nueva polémica en el mundo de las letras, ahora del otro lado del atlántico. En este caso, en torno a la figura de Rubén Darío, pues en 2016 (este año debería ser una gran fiesta para las letras en lengua española) se cumple el primer centenario de su muerte. Son los poetas y escritores nicaragüenses los que protestan por la grosera manipulación gubernamental del autor deCantos de vida y esperanza. El gobierno de Daniel Ortega publicó un decreto en homenaje a Darío, decreto que ha sido cuestionado por la utilización política que se hace de la figura del poeta, pero también por su lenguaje cursi y por sus faltas de ortografía. Una de las líneas del documento, escrito por Rosario Murillo, la todopoderosa mujer de Daniel Ortega, dice lo siguiente: “Honramos a Darío en su Plenitud Creciente, en el Reconocimiento de nosotr@s, cada un@, como Seres Humanos lúcidos y capaces de cincelar cada Triunfo en la marcha incesante contra la Pobreza”. Una periodista nicaragüense pedía perdón a Darío y comentaba: “Mas le habría valido quedarse para siempre como migrante y morirse en una playa de Grecia, en Lesbos, emborrachándose con centauros y persiguiendo ninfas y platicando y compartiendo entremeses con las diosas del Olimpo”.

Cervantes a Inglaterra y Darío a Grecia. Coinciden en España y en Nicaragua. Y sí, tal vez deberíamos donar todo el patrimonio hispánico al resto de la humanidad. Allí donde no lleguen las garras de la desidia o de la manipulación política de los gobernantes de nuestro mundo hispánico; unos gobernantes de derecha o de izquierda (¿importa algo?), que curiosamente suelen coincidir en carecer de toda sensibilidad hacia nuestra literatura y nuestra cultura.

 

SÍ SE PUEDE, 27 de enero

NO se sabe qué sucederá más tarde, que España tenga un gobierno que no esté en funciones (no sé por qué le llaman “en funciones” a un gobierno disfuncional) o que en Granada haya un Centro Lorca que merezca el nombre y el dinero gastado. Mientras el piso de La Zarzuela se ensucia con visitas continuas que desfilan una y otra vez sin saber muy bien para qué (ni nosotros tampoco), el suelo del Centro Lorca se mantiene limpísimo, impoluto, sin recibir apenas visitantes ni ya, tampoco, curiosos.

Quizás el Ayuntamiento podría ceder el Centro Lorca para las rondas de consultas para la investidura presidencial. Así se daría algún uso a un fantástico y fantasmático edificio que ahora no sirve para nada y Granada podría sentirse, para variar, una ciudad importante. Las rondas de consultas, si se extienden en el tiempo, como parece va a ocurrir, atraerán sin duda al turismo. (Pasar del turismo cultural al político no tiene por qué ser negativo; al contrario). Seguro, además, que en la ahora vacía e inútil cámara acorazada del Centro Lorca hay sitio suficiente para acomodar los papeles de los diputados e, incluso, los pañales del bebé de Bescansa. Los 350 diputados caben también en el teatro de 410 butacas, donde podrían, si les surgiera ese extravagante deseo, reunirse y hablar. (Nada mejor que un teatro fantasma para un parlamento ídem).

Mientras transcurren las conversaciones (es un decir), el alcalde podría hacer gestiones para ofrecer a Pablo Iglesias, si se queda finalmente sin la Vicepresidencia y los Ministerios, la dirección del Centro Lorca. Es cierto que su programación podría no ser muy ortodoxa, pero, después de todo, mejor tener alguna sólida que la exigua de un instante. Y alguna gente (hay gente para todo) preferirá los movidos debates sobre los insufribles discursos de Chávez y Maduro a escuchar el continuo, amargo e insistente silencio del Centro Lorca. De paso, quizás los contactos de Iglesias con Maduro podrían conseguir algún consejo del antiguo conductor de autobuses para mejorar el tercermundista y casi venezolano transporte público granadino. En cualquier caso, creo que el partido de Iglesias y el que gobierna Granada podrán entenderse muy bien. Un partido que piensa que debe votarse en asamblea qué es arte no tendrá muchas discrepancias con otro que ha decidido que la rara sustancia llamada arte se compone de tres elementos: cofradías, tapas y vacío.

 

NIVARIA TEJERA, 13 de enero

QUE cuándo qué dónde qué cómo qué quién / Nos aguarda al final de nuestro tiempo / Para colmar y colmar tan sostenido desvelo?”. Así comienza el poema Rueda del exiliado, de la escritora cubana Nivaria Tejera (Cienfuegos, 1929), fallecida en París, la ciudad en la que vivió durante cincuenta años, el pasado 6 de enero. De padre canario y madre cubana, Nivaria integra desde 1965 esa rueda de cubanos esparcida por tantos lugares, que tan espléndidamente describe en su poema, sin duda uno de los más intensos sobre el larguísimo exilio que sufren aún los habitantes de la isla, y que no dudé en incluir en la antología Otra Cuba secreta, dedicada a las poetas cubanas, que publiqué en 2011 en la Editorial Verbum.

Pero, en realidad, Nivaria Tejera era una sobreviviente de exilios; o, como escribe Rafael Rojas, era alguien que ha asumido el exilio como destino personal. Rodar, nomadiar, escapar, alucinar en medio de la huida, podrían ser signos de su escritura, marcada siempre por la poesía, incluso cuando su género literario sea la novela. El primer exilio lo vive la escritora siendo apenas una niña, cuando su padre es hecho prisionero en la España de Franco, y ella tiene que escapar junto a su familia y viajar a Cuba. Más tarde, en su juventud, llegará el segundo, al huir hacia Europa de la Cuba dictatorial de Fulgencio Batista. Ya en plena adultez, en 1965, vendrá el tercero, cuando decide vivir en París, exiliada una vez más, ahora del régimen de Fidel Castro. Esos tres exilios los cuenta Nivaria en tres de sus novelas, El barranco (1958), considerada una de las primeras sobre la guerra civil española, aunque en España muy poco se conozca; Sonámbulo del sol (1972), que recibió el Premio Biblioteca Breve, y Huir de la espiral, escrita en 1987 y publicada en Verbum en 2013.

Nivaria entrevé, como pocos escritores, la condición del exiliado: “Somos los sospechosos deambuladores / de la Nada / Galopadores anónimos del pleno itinerario / Del vacío al acecho de nuestro enigma”. Ese vacío lo encarnan hoy los periódicos cubanos, los de la isla, que nada han dicho estos días sobre la escritora: la rueda de exiliados sigue sin percibida desde la isla oficial. Pero, como bien intuía Nivaria, “olvidan que la ausencia / Es presencia también / Y red / Y espuela / Y que una isla escapa con el mar al encierro / Y que es inútil / Aprisionar una estrella que continúa quemándose”.

Nivaria Tejera

2015

VIAJE A 2016, 30 de diciembre

MI sueño de fin de año era viajar a la Luna. Nada como la luna, había pensado, para observar desde bien lejos, lo más lejos posible, cómo se larga con la cabeza baja el 2015. Pero mi marido dijo que no, que a él eso de la luna no le iba (demasiado alto, comentó), que preferiría viajar a las profundidades marinas, lo más abajo posible, para ver desde bien cerca, casi rozándolo, cómo se marcha asustado, sin remedio, sin poder hacer otra cosa, el 2015.

Como somos una familia democrática, decidimos votar para que nadie pudiera hablar de imposiciones. Sorpresivamente, las votaciones resultaron muy ajustadas, 50%, la luna y 50%, las profundidades marinas. Era una circunstancia que no habíamos previsto. Decidí llamar a mi amiga M y le dije a mi marido que localizara a su amigo A para desempatar la votación. M dijo que le encantaba la luna y A preguntó que por qué no nos íbamos a conocer las profundidades marinas. Nos miramos sin saber qué decir. Pensamos en hacer desfilar por nuestra casa a nuestros 77 amigos de la vieja libreta de teléfonos (los 999 de Facebook no nos merecían la misma confianza) pero la mayoría no contestaba: muchos ya ni siquiera tenían teléfono, o vivían en otro país, o estaban de viaje. Acudir al vecino del quinto, con el que nos cruzamos todos los días, no nos pareció apropiado: casi no lo conocíamos, nos saludábamos apenas en la escalera y era un señor muy extraño, que no compartía nuestro proyecto vital. La consulta fue declarada como una línea roja en la negociación.

Mientras tanto, se agotaron los pasajes que quedaban para nuestros hipotéticos viajes. Y aquí estamos los dos, mi marido y yo, sentados en el sofá de la sala de nuestra casa, con el cava y las uvas al lado, esperando el momento en que se vaya el 2015 y llegue el tan esperado 2016. De vez en cuando, yo me levanto y miro, a escondidas, las magníficas fotos que tengo de la luna. Y mi marido disimula para acercarse hasta su móvil a ver sus videos de las profundidades marinas. Así pasaremos el fin de año. Y probablemente, también, buena parte del 2016 (uno no se olvida de la luna ni de las profundidades marinas fácilmente; menos, si no ha podido conocerlas). Así que, a todos, felices sueños. Y, según sus deseos, feliz luna, o felices profundidades marinas. O, quizás, mejor, si fuera posible, si tal vez se pudiera, feliz luna marina, o felices profundidades lunares. Feliz viaje a 2016.

Río Genil, Granada, 2015, MRG

LA MALA MEMORIA, 16 de diciembre

UNA de las principales circunstancias con la que cuentan los partidos políticos para ganar elecciones es la mala memoria de los ciudadanos. La tendencia a olvidar nos distingue como seres humanos. Lo que ocurrió dos o tres años atrás, o incluso hace menos tiempo, puede borrarse o perderse en un raro sitio, como si no se hubiera producido nunca, o como si hubiera sucedido en un pasado remotísimo. Aunque, como bien demostró Freud, en realidad, si nos situamos de un cierto modo, o de una cierta manera, muchas cosas que parecían olvidadas volverían, acabarían reapareciendo de las profundidades en las que aparentemente estaban sumergidas.

Sí, la mala memoria juega a favor de los partidos políticos. Y hay, sin duda, hechos que deben ser recordados, que no merecen olvidarse. Por eso hizo muy bien el señor Iglesias, en su papel freudiano-político, en el debate en televisión de hace algunos días (ya no recuerdo cuántos ni en qué cadena) cuando instó a los ciudadanos a que no olvidáramos. Que no olvidáramos la Gürtel o a Bárcenas, o la Púnica o los desahucios o las preferentes, o los recortes en sanidad y en educación, o las tarjetas black.

Sí, en tiempos electorales hay que combatir la mala memoria como una enfermedad. Ya sé que es imposible, y probablemente insano, convertirse en Funes, el memorioso, ese curioso personaje de Borges que lo recordaba absolutamente todo. Pero, si se trata de elecciones, quizás habría que hacer un esfuerzo por transformarse en algo parecido a un primo lejano suyo. Y preguntarnos desde luego por qué algunos olvidan y qué olvidan. Pero también, por qué algunos recuerdan algunas cosas pero parecen no recordar otras. Porque es cierto que los partidos olvidan lo que hicieron. Pero también hay otros, tan olvidadizos como aquellos, que parecen no recordar lo que han sido o lo que nos contaron que eran. Sí, algunos partidos pierden la memoria incluso antes de llegar al poder, olvidan en medio del camino de alcanzarlo, misteriosamente. Así, en este afán memorioso, no deberíamos olvidar lo que algunos proponían hasta hace nada (ya no recuerdo exactamente cuánto tiempo; quizás ellos tampoco): la desaparición del ‘régimen corrupto del 78′, el nuevo ‘proceso constituyente’, la necesaria salida del euro, el modelo venezolano y de sus “grandes” líderes Chávez y Maduro… Hacer memoria para votar, sí, seguro, pero mucha memoria. Toda la memoria posible.

SIDA, 2 de diciembre

UNO de diciembre, día mundial de la lucha contra el SIDA, enfermedad de moda (si así puede decirse) en los 80 y los 90 y que hoy parece olvidada, como de una época antigua. Siguen produciéndose muertes por contagio del VIH pero, como cuentan los periódicos, ocurren, sobre todo, lejos, en los llamados países subdesarrollados. En Occidente, la enfermedad no ha desaparecido, pero se ha convertido en crónica; es decir, se puede vivir muchos años siendo portador del VIH siempre que se siga el tratamiento adecuado. Algo posible porque las medicinas se han abaratado, ya no hay que pagar seis mil euros al año para escapar del SIDA, son suficientes trescientos. Aunque el SIDA sigue ahí. En España, se dice, hay nueve casos al día; una cifra muy alta, sin duda.

Pronuncio la palabra SIDA como en una especie de asociación libre y enseguida me vienen dos nombres a la cabeza, los dos llegan de esos lejanos 90. El primero es Reinaldo Arenas, el escritor que se suicidó enfermo de SIDA en 1990. Arenas es hoy un mito de la literatura cubana, aunque en Cuba siga sin publicarse, con su Celestino antes del alba, El mundo alucinante, El color del verano, Otra vez el mar y sus estremecedoras memorias, Antes que anochezca, que llevó al cine el norteamericano Julian Schnabel en una película protagonizada por Javier Bardem.

El segundo nombre es el de una extrañísima Casa de Cultura en la que trabajé alguna vez en aquellos años en la isla. Una Casa de Cultura situada entre la Plaza de la Revolución y La Timba, barrio marginal. Una casa de cultura a la que nadie conocía por su nombre, sino por otro, El Patio de María. Y es que su directora, María Gattorno, una mujer extremadamente especial, decidió acoger en aquella institución a los llamados rockeros, jóvenes músicos de bandas de rock a los que nadie quería en Cuba y que se habían convertido en apestados, en parias. En aquel lugar se habló también de SIDA cuando muy pocos se atrevían a mencionar la enfermedad. Recuerdo los lazos rojos que llevábamos, y los preservativos que se repartían en los conciertos, en medio del estrépito de la música de las guitarras y de las baterías.

 El SIDA ya no mata o, al menos, ya no mata como antes. Pero está bien decir ese feo nombre al menos una vez al año, y ponerse el lazo rojo, y recordar a los que se llevó, y darnos cuenta de que, aunque lo parezca, no hemos conseguido todavía hacerlo desaparecer.

PARAÍSO VIAL, 18 de diciembre

NO sé si con motivo de las próximas elecciones generales o debido a alguna otra misteriosa razón, están llegando a las casas españolas unos curiosos folletos enviados por la Dirección General de Tráfico, titulados DGT 3.0 Hacia una movilidad inteligente. Yo acabo de recibir el que me toca.

El folleto en cuestión nos anuncia la llegada de un mundo nuevo. Nos cuenta la buena nueva de una especie de paraíso vial al que arribaremos en los próximos años (¿o serán, acaso, meses?; este dato no queda demasiado claro), gracias a la labor de la DGT y a su uso de las facilidades tecnológicas que nos brinda la llamada sociedad de la información (con mayúsculas, en el folleto). El paraíso vial llegará en forma de una plataforma digital que constituirá “un lugar de encuentro y no de exclusión” (aseguro que cito textualmente), donde estarán conectados, todo el tiempo y en la misma red, odos los usuarios de la vía; así, el “usuario-peatón”, el “usuario-conductor”, el “usuario-motociclista” y el “usuario-ciclista” (vuelvo a asegurar que cito textualmente). La mágica plataforma nos mantendrá a todos interconectados e intercomunicados, al menos mientras dure nuestra vida en la vía. Su eficacia será tal que, incluso, podrá “intercomunicar al usuario-conductor y al usuario-ciclista o usuario-peatón sobre su mutua proximidad y punto de encuentro previsto, de forma que puedan extremar las precauciones”. En definitiva, el propósito de la Plataforma prometida será conseguir los objetivos de la “visión 0″, que la DGT explica del siguiente modo: “0 fallecidos, 0 lesionados, 0 congestión, 0 emisiones”. En un luminoso y cercano futuro, viene a decirnos la DGT, el reino de los cielos se hará real en la vía pública, en las calles españolas: allí nadie chocará con nadie; nadie se saltará la roja de un semáforo; nadie cruzará por donde no debe; nadie conducirá borracho ni arrollará a otro. […]

Sevilla, 2014, Foto MRG

 

POESÍA EN EL CENTRO LORCA, 4 de noviembre

UN poeta es alguien que nunca sabría precisar los conceptos, que no podría definir nuevos matices de las categorías antiguas; alguien que escribe a partir de nada. Son palabras de Adam Zagajewski, el gran poeta polaco que el pasado sábado leyó sus poemas en el Centro Lorca. Es la primera lectura de poesía en el Centro, después de una obra de teatro y dos exposiciones; la última, Teoría del duende, recientemente inaugurada, con cuadros de Picasso, Dalí, Miró, Juan Gris, Guerrero, Roberto Matta.

Adam Zagajewski, digo, es el primer poeta que lee en el Centro Lorca; y han escogido bien quienes lo han elegido. Lo demuestran sus poemas, que podemos encontrar en Deseo, Antenas, Mano invisible, traducidos al español y publicados en Acantilado, o su antología de Pre-Textos, o su hermosa memoria-diario-apunte-ensayo (todas estas cosas podría decirse que es) En la belleza ajena, en la misma editorial. Por no hablar de sus numerosos reconocimientos literarios. Y, también, de sus pérdidas (a menudo, las pérdidas contribuyen a hacer a un poeta); un poeta que perdió, lo dice él mismo, no una sino dos patrias en su infancia: su ciudad natal (¿puede haber pérdida mayor?), primero polaca y después ucraniana, y la segunda, provocada por lo que él llama el “estilo soviético de gobierno” que lo privó (¿hay mejor manera de decirlo?) del “acceso a la evidencia universal a la verdad”.

No éramos muchos el sábado en el Centro Lorca, dato inquietante cuando hablamos de la oportunidad, no muy frecuente en Granada, de escuchar a un poeta como Zagajewski. Porque como él mismo dice “lo peor no son los panfletos contra los poetas; lo peor es cuando nadie escribe panfletos contra la poesía. Lo más peligroso es la indiferencia, la ilimitada indiferencia de los pasajeros de los trenes suburbanos y de los fanáticos adictos a la televisión”. ¿Indiferencia ante la poesía en Granada? ¿Demasiada adicción a la televisión o quizás a Facebook? ¿O acaso un inexplicable desinterés de quienes deberían difundir la cultura y las actividades del Centro Lorca?

Quedémonos con el duende de Zagajewski; con su palabra luminosa y profunda: “Poetas fotografiados, / pero nunca / cuando ven realmente, / poetas fotografiados, / estantes con libros como fondo, / pero nunca en la oscuridad, / nunca en silencio, / en la noche, en la incertidumbre, / cuando vacilan, / cuando la felicidad, como el fósforo, / cubre la cerilla”.

 

CERDOS, 21 de octubre

SE llama Danilo Maldonado, aunque le dicen El Sexto. Cubano y grafitero, acaba de ser liberado en La Habana tras diez meses de prisión. Su delito habría sido motivo de risa en cualquier programa humorístico de un país con unos mínimos niveles de libertad de expresión. Pero en Cuba se le denomina delito a lo que en otros países se conoce como chiste e, incluso, a lo que en la propia Cuba, en tiempos mejores para las libertades, se le llamó choteo. En vísperas de Navidad, fecha en la que la matanza del cerdo es habitual en la isla, El Sexto pintó los nombres de Fidel y Raúl en el cuerpo de dos cochinos. El Sexto ideó un performance en una plaza pública donde soltaría a los puercos grafiteados. Pero no llegó a hacerlo: fue detenido mientras viajaba en un taxi en compañía de Fidel y Raúl, quiero decir, de los dos animales.

La Seguridad del Estado cubano, demostrando gran imaginación y una pésima opinión sobre los dirigentes del país, acusó a Danilo de “faltar el respeto a los líderes de la Revolución”. Sin embargo, en estos diez meses no se atrevió a llevar al grafitero ante un juzgado. Llevar el caso ante un juez significaría, supongo que pensaban, aumentar su propio ridículo, no sólo por el hecho en sí, sino porque no cabe duda de que fue la Seguridad del Estado, y no El Sexto, quien apellidó a unos cerdos que tenían un nombre de pila tan corriente como cualquier otro.

El pasado 29 de septiembre Amnistía Internacional declaró a Danilo preso de conciencia. “Encarcelar a un artista por pintar un nombre en un cerdo es ridículo. Las autoridades cubanas están usando cualquier excusa cobarde para silenciar a Danilo y transmitir el mensaje de que no se tolerará ninguna crítica contra el gobierno y sus funcionarios”, se lee todavía en la página web de la organización.

En los años 90, en ese país de chistes (en voz baja) que es Cuba se contaba el siguiente: Un alto oficial preguntaba a un amigo qué pensaba de cómo marchaba el país y el aludido contestaba: “Lo mismo que tú”. De inmediato, el alto oficial replicaba: “Pues vas preso”. Algo parecido le ocurrió a Danilo. La Seguridad del Estado, que en la isla supone una especie de brigada de pitonisos, leyó indicios (en Cuba los indicios son sinónimo de pruebas) del “Lo mismo que tú” en la propuesta (en Cuba las propuestas no realizadas equivalen a actos) del artista. Suficiente, en un país como Cuba, para merecer la cárcel.

 

REYES DESNUDOS, 7 de octubre

A veces me pregunto si en España hay más pícaros y farsantes que en otros lugares. Habitualmente me respondo que sí (ya sé que mi respuesta puede ser parcial: no conozco todos los lugares existentes). Supongo que será por la tradición literaria, cultural, política. Porque muchos llevan un Lazarillo dentro. Porque se carece de educación antipicaresca. Lo cierto es que desenmascarar a un pícaro es un acto que produce en este país una enorme desgana. Un pícaro, o una conducta picaresca, son aquí algo natural, ante los que nadie se asombra o incomoda, y con los que se convive en calma, plácida, alegremente. Vivimos rodeados de reyes (y reinas) desnudos de los que pocos se atreven a señalar que lo están […]

REVOLUCIÓN EN LA PLAZA, 23 de septiembre

A finales de 2014, pocos días después de que Obama y Raúl Castro anunciaran el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, la artista plástica cubana Tania Bruguera convocó un performance en la llamada Plaza de la Revolución (hasta 1961 su nombre fue Plaza Cívica). Bajo el título de El Susurro de Tatlin # 6, la artista proponía entregar un micrófono durante 1 minuto a todos los cubanos que allí se reunieran para que expresaran su opinión sobre tan relevante acontecimiento. Como se conoce, el performance no sólo fue prohibido por el gobierno cubano, sino que la artista fue detenida, y retenida durante meses por el gobierno de la isla, sin permitírsele salir del país.

Hace apenas unos días, el Papa Francisco, mediador en las conversaciones entre Obama y Castro II, realizó su primera visita a La Habana, convirtiéndose en el tercer Papa que visita la isla, desde que lo hicieran Juan Pablo II en 1998 y años después, en 2012, Benedicto XVI. También como los anteriores pontífices, Francisco ha podido ofrecer una misa en la Plaza de la Revolución; y ha tenido una plaza llena de fieles y, de dirigentes políticos, y de ciudadanos “cumplidores”, esos que se apuntan a cualquier acto en la Plaza porque saben que en ese país ir a la Plaza es siempre una de las mejores maneras de hacer méritos.

Dicen algunos que Cuba está cambiando. Y que sólo falta, para el final feliz de la isla, que Obama viaje, quizás en un par de meses, a Cuba y, como Francisco, ofrezca un discurso (o una misa) en esa emblemática plaza llamada de la Revolución. Pero quienes hemos nacido en Cuba, sabemos que falta aún muchísimo para el cambio en la isla. Sabemos que el cambio, el verdadero cambio, no ocurrirá en Cuba cuando Obama pueda hablar en la plaza de la Revolución, o cuando lo haga el Presidente del Fondo Monetario Internacional, el de la General Motors o el de la Coca Cola. Será cuando los discursos, las misas, los performances, transcurran en esa Plaza sin que lo decidan los de arriba. Cuando la Plaza vuelva a ser cívica y veamos en su tribuna a artistas como Tania Bruguera o al escritor Ángel Santiesteban; a disidentes como las Damas de Blanco, o a simples ciudadanos de a pie. Y es que el cambio, la verdadera revolución en Cuba, sólo ocurrirá cuando la isla, y la plaza, se abran, no al mundo ni a la Iglesia Católica ni a los Estados Unidos, sino a todos los cubanos.

La Habana, 2014, foto de MRG

EDIFICIO FANTASMA, 9 de septiembre

LOS llaman visitantes cuando deberían llamarlos curiosos. Digo a quienes fueron en agosto a ver el edificio del Centro Lorca en la Plaza de la Romanilla de Granada. Los llaman visitantes y hasta cuentan las visitas: 7.000 visitantes, proclama pomposamente el Ayuntamiento, ha tenido el Centro Lorca desde su inauguración (así la denominan) el pasado 29 de julio. Siete mil personas que han estado en un magnífico, hermoso, modernísimo edificio completamente vacío. Un edificio que nada contiene, o que sólo se contiene a sí mismo. Un edificio en cuya fachada no hay una placa con la inscripción de su nombre. Y ya dentro, un salón donde no hay un cartel, una foto del poeta; sólo un folleto que nada anuncia, más que el propio edificio. Un auditorio con 424 butacas donde no se escuchan conciertos de música ni lecturas poéticas, ni se ven obras de teatro. Una cámara acorazada que cuelga del techo sin un documento. Una biblioteca sin un libro. Una sala de exposiciones sin cuadros ni instalaciones. Espacios para talleres donde nadie tallerea. ¿Cómo saber que efectivamente estamos en el Centro Lorca? (…)

CHUS VISOR: TRAIDOR Y HÉROE, 8 de julio

LA editorial Visor, dirigida por Jesús García Sánchez (Chus Visor), es una referencia imprescindible en el mundo de la poesía en lengua española. Por el prestigio que ha logrado a lo largo de los años, por su catálogo, por la distribución de sus libros; y, sin duda, por su poder: Visor edita casi todos los premios de poesía que se conceden en España a libros inéditos con dinero de las instituciones públicas (y algunas, muy pocas, privadas).

Hace pocos días, Visor concedió una entrevista al suplemento El Cultural, que revela el papel que viene ocupando el editor desde hace ya demasiado tiempo: el de ser, a la vez, podríamos decir parafraseando a Borges, el traidor y el héroe de la poesía española. Para empezar, Visor reivindica la salud de la poesía española, apoyándose en el éxito de ventas de uno de sus hit parade: un libro de poesía de Joaquín Sabina. (No pude evitar pensar en Cuba al leer sus palabras: a nadie se le ocurriría decir allí que en la isla hay muchos lectores de poesía porque un libro de poemas de Silvio Rodríguez se haya vendido muy bien; y si alguien lo hiciera, no sería tomado en serio). Sigue el editor reivindicando la llamada en España poesía de la experiencia y a autores latinoamericanos como Benedetti (a los que mete en el mismo saco), “porque se entienden bien”; mientras minusvalora a otros como Antonio Gamoneda, porque “la gente”, al “intentar” leer “un poema” suyo, “no entiende nada”. (Uno esperaría que para tan relevante editor, la poesía fuera algo más que una cuestión de “entender” o “no entender”. ¿Qué es “entender” en poesía? Y nos preguntamos cuán remota posibilidad tendrán los Góngora o los Lezama Lima de hoy de ganar alguno de los premios de Visor).

Pero acaso lo más lamentable e indignante de la entrevista es el menosprecio que muestra Visor hacia la poesía femenina de este país que, según dice, “no está a la altura de la otra, de la masculina”. Según él, no sólo no ha habido ninguna poeta importante en España en todo el siglo XX, sino que por alguna que hoy “está bien”, como Elena Medel (único nombre mencionado) “hay cinco hombres equivalentes”.

Si Chus Visor ha decidido convertirse en un borgiano y sexista traidor-héroe de la poesía española, está en todo su derecho. La pregunta es si debe tener el dinero público a su disposición para hacerlo. Los firmantes de la petición ‘Justicia poética ya’, en change.org, consideramos que no.

REDES SOCIALES, 24 de junio

EN CASA DE LORCA, 9 de junio

EL reportaje estrella del semanario El Cultural publicado el 22 de mayo, se titulaba “En casa de Lorca”. En su portada, el titular iba acompañado del siguiente subtítulo: “Abre, al fin, el Centro Federico García Lorca en Granada”. El reportaje dedicaba 6 páginas a relatar la inminente apertura del Centro, prevista para el 5 de junio, y a detallar la primera tanda de actividades que “cubrirá todo el año 2015″. El semanario nos informaba extensamente de las numerosas e interesantísimas actividades, financiadas, nos decía, con los cuatro millones ochocientos cincuenta mil euros de los fondos EEA Grants de Noruega, entregados al Centro para “equipamiento, mobiliario y futuras actividades”.

Entre las muchas propuestas, se daba a conocer la exposición con la que se inauguraría el Centro, titulada El púbico, que pretendía recordar la singular y entrañable Ever Still, exhibida en la Huerta de San Vicente en 2007; así como el concierto Álbum, previsto para los días 6 y 7 de junio. Se ofrecían también amplios detalles sobre las conferencias, encuentros literarios, conciertos, muestras, organizados hasta finales de 2015.

El reportaje nos informaba que el Centro Lorca pretendía “construir un espacio a semejanza de La Maison de la Poésie, en París; Keat Shelley House en Roma; la Rimbaud&Verlaine Fundation de Londres o la Poets House en Nueva York”.

Leo, o releo, este reportaje hoy 10 de junio en la subciudad de Granada, proclamada recientemente Ciudad Creativa de la Literatura. Granada, sitio donde no hay Museos Tyssen ni Picasso ni San Petersburgo, ni Centros de la Generación del 27 ni Pompidou, y donde ni siquiera se ha encontrado, en 30 años, un edificio para la Biblioteca de Andalucía, que supuestamente es, o debería ser, la biblioteca principal de la Comunidad Autónoma Andaluza. Lo leo, digo, hoy 10 de junio, en la plaza de la Romanilla, junto al cerradísimo Centro Lorca, que no sólo no abrió el pasado 5 de junio, sino que, según han dicho, tampoco abrirá en lo que queda de año. Y ni se sabe si abrirá algún día.

En la subciudad de Granada, hoy, 10 de junio, me pregunto si algún político dimitirá, asumirá las responsabilidades del desastre. Me pregunto, también, cuándo vamos a concentrarnos los poetas, escritores, artistas, ciudadanos de Granada junto a la cerradísima casa de Lorca exigiendo su apertura. Y prefiero no preguntarme qué dirán de Granada los noruegos.

CASTIGO DIVINO, 26 de mayo

TIRAR ELECCIONES, 13 de mayo

LIBROS EN FERIA, 29 de abril

MOMENTO CUMBRE, 15 de abril

CENICIENTA, 1 de abril

(…) Con pequeños matices y leves infidelidades a la historia originaria, Branagh ha conseguido ofrecer un modelo diferente de Cenicienta. Una Cenicienta que tiene una historia anterior a la que cuenta el cuento que conocemos; una Cenicienta, también, con un nombre propio, que la hace, ¿quién lo duda?, poder ser mucho más ella misma que un simple modelo o estereotipo. Una Cenicienta con un grado de bondad elevado pero verosímil; una mujer capaz de convertir el desván en el que se ve forzada a dormir -y a vivir- en (digámoslo con Virginia Woolf) una especie de habitación propia. Una mujer que sueña, no con un príncipe fantástico, sino con alguien real, a quien conoce antes de la magia. Una Cenicienta, en fin, que algo, sí, tiene de esas poetas postmodernistas del siglo XX (como Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou o Gabriela Mistral), que hablaron y se cantaron ellas mismas, en lugar de ser habladas o cantadas por un hombre. ¿Me aceptarás tal como soy?, dice al príncipe la Cenicienta de Branagh, después que la magia ha pasado y al final de la película (…)

La Cenicienta, Nicaragua, MRG

COSAS PERDIDAS, 18 de marzo

DESPOJOS, 4 de marzo

PUERTA NUEVA, 18 de febrero

2015 GRANADINO, 4 de febrero

LÁPICES, 21 de enero

LA globalización es no saber dónde empieza tu casa ni dónde termina. Por mucho que te empeñes y cierres las ventanas, el horror del mundo porfiadamente entra y se instala en tus habitaciones y no consigues que se vaya.

Llevas varios días recogiendo los vidrios del edificio del semanario humorístico Charlie Hebdo que han salpicado tu cuarto (París está aquí mismo, justo detrás de la puerta). Te has horrorizado junto a los franceses y has mirado viñetas y dibujos humorísticos sin entender qué pasó. Has visto después las casas virtuales de tus amigos (siempre abiertas en Facebook) llenas de símbolos solidarios: “Yo soy Charlie”, decían muchos, fueran quienes fueran y vivieran donde vivieran (ya lo dije, nadie sabe hoy muy bien dónde empieza ni dónde termina su casa).

Has descubierto que los lápices, esos olvidados e inútiles instrumentos de la prehistoria, todavía existen y has advertido que hay personas muy raras que insisten en usarlos. (Te dices que aún hay cosas imposibles para un ordenador). Te preguntas cuánto daño puede hacer un lápiz. Y recuerdas aquel poema de Alfonsina Storni, “Un lápiz”, también casi de la prehistoria: “Por diez centavos lo compré en la esquina (…) / cuando a sacarle punta lo ponía / lo vi como un cañón pequeño y fuerte”. Y al final: “lo eché en el bolso entre pañuelos, cartas, / resecas flores, tubos colorantes, / billetes, papeletas y turrones. / Iba hacia no sé dónde y con violencia / me alzó cualquier vehículo, y golpeando / iba mi bolso con su bomba adentro”.

Y adviertes la fragilidad de quienes sólo usan armas verdaderas pero de mentira, bombas y cañones metafóricos, que pueden convivir alegremente con turrones y flores resecas, como en un bolso femenino. Lápices de otra época, que ya nadie recuerda. Y piensas que en la globalización hay muchos que no saben de símiles ni tampoco de metáforas. Y es que las humanidades y las letras no se han globalizado; son un objeto extraño, anacrónico, otra reminiscencia de la prehistoria que no hay que mezclar con los objetos postmodernos (la globalización no es un bolso femenino). Quizás hoy prohibirían los versos de Alfonsina Storni. Un cañón sólo puede ser un cañón. Nadie sabe leer poemas o viñetas. Nadie guarda ya un lápiz con punta en su bolso. Nadie sabe de símiles o metáforas. La globalización, después de todo, ya lo decía, es tener el mundo encima; no de manera metafórica, sino literal.

ARTE EFÍMERO, 7 de enero

AL poder no le ha gustado nunca el arte. A los que mandan no les gustan esas actividades que no producen nada, ni esos individuos con la manía de pensar por su cuenta o de mirar caprichosamente al techo.

Desde las vanguardias, el arte se ha dedicado a irritar cada vez más a los poderes, o a epatar al burgués, como decían ellos. Y al empleo de lo irracional o de la burla, se añade la insistencia en producir todavía menos, en no durar. Una obra maestra no debe durar más de 5 minutos, decía provocativamente Dadá, mientras Duchamp presentaba su urinario llamado Fuente.

El arte efímero, o quizás deberíamos decir el arte contemporáneo, sigue hoy sin ser demasiado aceptado. Recuerdo que hace unos años, en la Huerta de San Vicente, se presentó una exposición que consistía en ‘tomar’ la casa del poeta durante unos meses. En voz baja, algunos granadinos la desaprobaban o rechazaban. Para ellos, la casa habitada por unos artistas nada producía. ¿Y qué hacían esos intrusos en la sagrada casa de Lorca? La fotografía de dos hombres acostados en la cama del poeta, unas postales que llegaban cada día desde una ciudad diferente, el vaho de la nieve en el cristal de una ventana, o un traje colgado en una percha, nada significaban. O peor, eran una ofensa al poeta. Sin duda, aquello no era arte.

A finales del año que se fue, la artista cubana Tania Bruguera imaginó una acción de arte efímero en Cuba. Su performance consistía en ‘tomar’ la plaza de la Revolución por cuenta propia durante unas horas. Ella sólo llevaría un micrófono que daría al público asistente. En un minuto, quien quisiera daría su opinión sobre las nuevas circunstancias históricas que se viven en la isla.

El Estado cubano no sólo prohibió la acción de arte, sino que detuvo a la artista hasta tres veces por insistir en hacer su performance. Y detuvo también al que nunca fue más que pre-público. La sagrada plaza de la Revolución no podía ser tomada por cuenta propia. Ni habitada por intrusos, sólo por su único y auténtico dueño: la Revolución. Aquello, desde luego, no sólo no era arte sino que era una ofensa a la Revolución.

Como ha dicho Bruguera, el gobierno cubano hizo su propia performance. Y es que al poder totalitario lo que le gusta del arte efímero es que es fácil conseguir que ni siquiera sea. Porque en el totalitarismo cubano el arte y las performances, como las ruinas, sólo los hacen los que mandan.

 

2014

DÍA DE LA LECTURA, 10 de diciembre

ISLAS DE AURORA LUQUE, 26 de noviembre

AURORA Luque, sin duda una de las poetas españolas contemporáneas más relevantes, acaba de publicar dos antologías de su poesía. O, para ser exactos, dos antologías de la poesía de Aurora Luque, seleccionadas y prologadas por poetas y críticos que no son Luque, han aparecido este año en dos editoriales muy prestigiosas: Pre-Textos y el Fondo de Cultura Económica.

La antología del FCE, Médula, preparada por el poeta y profesor Francisco Ruiz Noguera, tiene vocación canónica y propone reunir la poesía esencial de la escritora. Por otra parte, Fabricación de las islas. (Poesía y metapoesía), de Pre-Textos, seleccionada por la profesora Josefa Álvarez, es una antología de tesis, que busca recoger esa voz que medita y reflexiona en torno a la elaboración del poema y de la propia poesía. La de Álvarez es, además, una antología reivindicativa: se interesa por una reflexión metapoética particular, la femenina, en la que palabra y cuerpo se funden.

Tal vez porque Aurora Luque ha tenido la generosidad de pedirme compañía en este acto de presentación, he leído los dos libros de modo fragmentario; es decir: leía la Transitoria de Noguera y después la de Álvarez; luego volvía a los Camaradasde Ícaro de Noguera y me iba a los de Álvarez, y así. La experiencia me sorprendió. Eran libros distintos: si no me equivoco coinciden en menos de 10 poemas y hasta los inéditos son diferentes. Los dos eran, sin duda, Aurora: en ambas está, por ejemplo, siempre viva, la droga de Luque: Grecia, y aparece, por supuesto, una de las características distintivas de la poesía de Luque por la que alcanzó notoriedad cuando comenzó a escribir: no elegir entre culturalismo y experiencia, o elegirlos ambos. ¿Un gesto femenino? Acaso. ¿Por qué elegir entre dos cosas que nos gustan, quién puede obligarnos? Grecia y la cultura, y también el presente, la cotidianidad.

Pero no cabe duda de que la Aurora esencial no era exactamente como la Aurora otra. Aunque tampoco tengo claro cuál es la Aurora esencial y cuál la otra. Porque en Médula no falta metapoesía y en Fabricación de las islas muchos poemas son, también, esenciales.

Nosotros, lectores, tampoco tenemos que elegir: hay que tener ambas antologías si se quiere leer la Aurora completa, o casi: un poeta siempre se fuga por alguna grieta de la antología, como Teseo del laberinto.

Esto dije ayer en Granada, en la presentación de estos dos hermosos libros.

 

FINA, 12 de noviembre

Fina Vigia 3

SON rarísimas y privilegiadas las ocasiones en las que uno puede ver a Fina García Marruz leyendo sus poemas. Una de esas ocasiones se produjo el pasado 4 de noviembre, cuando la Casa de las Américas dedicó en La Habana su Semana de Autor a su figura y a su obra. Durante tres días, desde el 5 y hasta el 7 de noviembre, poetas y críticos literarios cubanos nos reunimos para hablar en torno a la autora de Las miradas perdidas. Además de la lectura de dos poemas suyos (a Fina no le gusta ocupar demasiado tiempo el lugar protagónico), hubo conferencias, mesas y debates; la presentación de un excelente poema de la escritora origenista, “Ya yo también estoy entre los otros”, en una preciosa edición artesanal de Ediciones Vigía, preparada por la poeta Laura Ruiz, y hecha con materiales frágiles (papel reciclado y hasta hojas caídas en el otoño de la ciudad de Matanzas) y una reedición del cuaderno Créditos de Charlot, con un poema inédito de Fina.

Poema Fina, 1

Sin duda, uno de los momentos más emocionantes del homenaje fue la lectura de Josefina de Diego, la hija de Eliseo y sobrina de Fina, de varios fragmentos de las memorias inéditas de Fina; “Pequeñas memorias”, las llama ella, en un título muy suyo. Pequeñas espléndidas memorias, cuyo título nos hace evocar el “Primero sueño” de Sor Juana, a quien la monja mexicana llamaba el ‘papelillo’. Su relación con Juan Ramón Jiménez y con Gastón Baquero fueron los dos capítulos elegidos para la lectura. En el primero Fina narra (es una manera imprecisa de decirlo) su encuentro en La Habana con Juan Ramón; el encuentro de una niña, o de una jovencita de apenas 14 años, con el autor del Diario de un poeta reciencasado. Juan Ramón, dice en sus memorias, es el primer gran escritor que ella conoce personalmente. La escritura de Fina, esa escritura que nada pretende y que todo consigue, nos conmueve poderosamente en su descripción de los encuentros. Encuentros de los que, nos dice, sería incapaz de recordar las palabras exactas que dijera el poeta. Encuentros de los que tan sólo le queda en la memoria un gesto, una mirada, una sensación, el modo en que se ladeaba su sombrero. Y se sorprende Fina de esas Grandes Memorias, en las que se reproducen palabra por palabra las frases de alguien célebre o muy famoso a quien hemos conocido mucho tiempo atrás. Porque los recuerdos inolvidables, dice, son precisamente aquellos que apenas podemos recordar.

Poema Fina, 2

RELATOS SALVAJES, 29 de octubre

TRAJES, 15 de octubre

LOGOTIPOS, 1 de octubre

OTRA VEZ EL LAC, 17 de septiembre

MAGIA AFRICANA, 3 de septiembre

EN 2013 el vicepresidente del Senado Italiano, militante de la Liga Norte, comparó a la entonces ministra de Integración de su país, originaria del Congo, con un orangután. En aquel momento el senador no sólo no dimitió, como le pidieron varios políticos y ciudadanos, sino que calificó su ofensa racista como una broma simpática.

Un año después las cosas parecen haber cambiado. El senador ha tenido que recurrir a un exorcista. Y es que, según cuenta, ha sido víctima del mal de ojo, de la magia africana, de un ritual maléfico que ha llevado a cabo el padre congolés de la ministra en su África natal. Lo cierto es que el senador ha sufrido numerosas calamidades: han tenido que operarlo 6 veces, su madre murió, tuvo un accidente y se fracturó dos vértebras y dos dedos. Por último, encontró una serpiente de dos metros en la cocina de su casa. Ahora el senador pide desesperadamente al padre de la ministra que retire su magia africana y casi promete convertirse en un ser humano mejor.

Según el National Geographic, la palabra orangután, de origen malayo, significa persona del bosque. Es decir, al revés que el senador, que compara, con el propósito de degradarlos, humanos (y humanas) con orangutanes, los malayos, más sabios, pretendían resaltar la inteligencia del orangután asimilándolo a los humanos.
Ese bosque al que pertenece el orangután tiene su equivalente en otras culturas y religiones. En Cuba, por ejemplo, donde hay gran influencia africana y de los negros congos, al Bosque se le llama Monte. Como dice Lydia Cabrera, la antropóloga y escritora cubana, el Monte es para los negros como la Iglesia para los blancos. En el Monte hay también santos, ánimas, espíritus. Y como en una Iglesia, al Monte no se entra sin respeto y compostura. “Sin cortesía”, decía uno de los informantes de Lydia Cabrera, “el monte no da una hojita, ni nada que tenga virtud”.

El senador italiano entró en el Monte sin ninguna compostura. Él, que es también dentista, pensaría que el mundo era una metáfora de su profesión, un lugar donde todo consiste en arrancar esos dientes ajenos que nunca nos gustaron. Pero en el Monte el saber odontológico no resulta demasiado útil: el Monte tiene sus propios saberes. Y esos saberes suelen volver cuando son negados, como vuelve también lo reprimido. Y es que África (parece descubrirlo el senador de la Liga Norte) está mucho más cerca de lo que nos imaginamos.

DESHABITANTES, 20 de agosto

LEVANTAR LA VOZ, 6 de agosto

SOBREVIVIENTES, 23 de julio

SOBREVIVEN los cubanos en la isla en medio del muy caluroso verano de 2014. Sobreviven en medio de enormes carencias. Sobreviven sin aire acondicionado, sin internet, con dinero que no vale. Sobreviven en medio de no se sabe cuál régimen político. Sobreviven en el abandono, sin saber qué pasará mañana ni dónde estarán cuando pase.

Llegas a La Habana y te sorprende un aeropuerto vacío, o un aeropuerto lleno de pasajeros solos, que llegan o se van pero a los que nadie espera o despide. Descubres después que quienes esperan y despiden existen, aunque no se ven; están afuera, sin techo, esperando o despidiendo a la intemperie. Nueva orden de quienes mandan. Quien no viaja no tiene derecho a utilizar el aeropuerto. Da igual que llueva, da igual el duro sol del verano. Se acabaron las despedidas y recibimientos familiares. El aeropuerto José Martí es una película de Buñuel. El ángel exterminador. Aeropuerto surrealista. Sólo que en vez de no salir, lo que no se puede es entrar. Está prohibido pisar el aeropuerto si no eres viajero. Quién sabe cuándo cambiará la orden. Nadie sabe cuándo cambian las órdenes en Cuba (…)

SOBRECUALIFICACIÓN, 9 de julio

FAMILIA, 25 de junio

GUSTOS LEVES, 11 de junio

ME gusta el Príncipe de Asturias porque su reinado será leve. Porque mandará mucho menos cuando sea Rey que algunos jefes de Estado que adoptan títulos aparentemente progres y modernos pero conducen sus países como si fueran reinos heredados. Y a sus ciudadanos como si fueran súbditos.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque es discreto y limpio, y tiene buenos modales, no ofende ni grita en público y, al menos hasta ahora, nadie conoce que tenga una cuenta en Suiza o que haya recibido ingresos en negro.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque lleva más tiempo que nadie en España entrenándose para ser Jefe de Estado y eso garantiza, o al menos hace suponer, que el complejo deporte de ser rey se le dará bien.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque aunque tiene derecho a votar, siempre ignoraremos cuál ha sido su voto en las municipales o en las autonómicas, en las nacionales o en las europeas y tampoco sabremos (hay cosas que es mejor no saberlas) con qué partido político simpatiza.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque está casado con una mujer de clase media, periodista y divorciada con la que sale a visitar exposiciones de arte o a ver películas subtituladas.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque me gusta que la forma del Estado español continúe siendo la de una monarquía parlamentaria y siga pareciéndose (¡y qué bien estaría que se pareciera también en otras cosas que nada tienen que ver con la forma de Estado!) al de países como Noruega, Suecia o Dinamarca.
Me gusta el Príncipe de Asturias porque su inminente jefatura del Estado ofrece esperanzas a los muchos interinos de este país: alguna vez a vosotros os llegará también vuestro reino, viene a decirles el Príncipe.
Me gusta el Príncipe de Asturias porque es una buena noticia que en la Corona española la tasa de reposición haya ascendido al 100 por ciento. Y porque cabe suponer que el verdadero gobierno de España tomará ejemplo y aumentará también la suya en todas las administraciones públicas, en las que ahora sólo se repone (ese es el verbo que el verdadero gobierno utiliza) al 10 por ciento del personal jubilado.

Me gusta el Príncipe de Asturias porque por mucho que lo pienso no consigo imaginar a ningún presidente de la hipotética Tercera República de España con mejor imagen y que suscite mayor consenso: ¿Esperanza Aguirre? ¿José María Aznar? ¿Rodríguez Zapatero? ¿Cayo Lara? ¿Pablo Iglesias?

TRIUNFO ELECTORAL, 28 de mayo

ALTA CAPACIDAD, 14 de mayo

HACERNOS SUECOS, 30 de abril

SIN ESTATUA, 16 de abril

TRANSICIÓN, 2 de abril

JUSTICIA UNIVERSAL, 19 de marzo

SERGIO RAMÍREZ EN GRANADA, 5 de marzo

EL nicaragüense Sergio Ramírez estuvo en nuestra ciudad la pasada semana. Invitado por la cátedra Vargas Llosa y por la Universidad de Granada, tuvimos el privilegio de escuchar al autor de novelas tan relevantes de la literatura contemporánea como Castigo divino (Premio Dashiel Hammet) o Margarita, está linda la mar (Premio Alfaguara y Premio José María Arguedas de la Casa de las Américas de Cuba).

“Cuadernos de encargos (los oficios de la literatura y la política)”, y “Preguntas que no dejan vivir (la crónica, entre la ficción y la realidad)”, fueron los títulos de las conferencias impartidas por el reciente Premio Iberoamericano de Letras José Donoso.

Entre la ficción y la realidad se movieron las dos espléndidas conferencias de Sergio Ramírez. Sabiduría, sencillez, agudeza, humor, poesía, fueron algunos de sus ingredientes. Como latinoamericana, me sentí acaso más emocionada con la charla del primer día, esa en que Ramírez nos llevó a recorrer la literatura europea y a acercarnos a algunos de los escritores cuyas vidas estuvieron estrechamente ligadas a la política, como Milton, Defoe, Malraux. Para después dirigirse a América Latina y hablarnos de los que en aquella región desempeñaron ambos oficios: Domingo Sarmiento, Rómulo Gallegos, Juan Bosch, Vargas Llosa o el propio Ramírez, Vicepresidente del Gobierno de Nicaragua durante la Revolución sandinista.

El relato contado por Sergio Ramírez tenía pocas veces un final feliz: los escritores latinoamericanos que lo intentaron gobernaron por un período demasiado breve, a menudo violentamente interrumpido; o fracasaron ante un candidato que luego demostraba ser criminal y/o corrupto. Y el nicaragüense nos dejaba una pregunta inquietante, una pregunta sin respuesta: ¿Seguirá aún latente en Latinoamérica el conflicto entre esas dos posiciones contrapuestas de las que tan lúcidamente habló Sarmiento, la civilización y la barbarie?

Pero Sergio Ramírez sigue creyendo en la utopía, esa que hizo posible el derrocamiento de Somoza en Nicaragua y la Revolución sandinista. Sigue creyendo, acaso, y nos transmitió su confianza a quienes lo escuchamos, que tal vez algún día literatura y política podrán convivir en armonía en América Latina. Quizás no como esas dos hermanas que han sido literatura y pintura, pero sí como parientes no demasiadas lejanas que recuerdan ese valor esencial que las une: la defensa de la libertad.

 

NOSTALGIA SELECTIVA, 19 de febrero

A veces me gustaría estar en Cuba. O, al menos, me gustaría estar en un lugar concreto, mirar, ver algo y desaparecer enseguida. Una especie de visita invisible en la que llegas como por arte de magia sin pasar por la aduana, sin que nadie te pida el pasaporte o apunte el número de tu ordenador para comprobar al salir si volviste a llevártelo. Una visita sólo para ver lo que buscabas. Visita con un solo ojo; nostalgia selectiva.

En los últimos días habría viajado a La Habana con un deseo: ver (mejor que asistir) el acto de entrega del Premio Nacional de Literatura a Reina María Rodríguez. Una hermosa crónica de Verónica Vega publicada en Diario de Cuba lo cuenta para quienes no estuvimos. Además de los muchos agradecimientos, Reina María pidió en medio de la entrega del premio “que salgan ya todas las voces silenciadas, exiliadas del ‘país del lenguaje’, para que ese premio se complete”. Y es que en Reina María Rodríguez hay cualidades que no resultan demasiado frecuentes entre los escritores de la isla: la honestidad, la coherencia. En su obra, pero también en su vida, encontramos esa especie de conciencia lúcida, de responsabilidad o compromiso (quizás no sean los términos más apropiados, o acaso sí) con la realidad más inmediata y frágil; esa que se puede tocar pero que a la que hay que acercarse con cuidado; esa que puede caer y a menudo cae, esa que siempre está a punto y muchas veces se rompe.

Poco conocida en España (recientemente la Editorial Aduana Vieja ha publicado una amplia antología de su poesía) Reina María Rodríguez es uno de los grandes poetas de la literatura cubana. Después de leerlas, muchas de sus preguntas sin respuesta (¿merecen la pena las preguntas con respuestas?) se han hecho nuestras: “qué es lo que va a salvarse de nosotros, / los que vivimos pendientes de una mancha / cercana pero inalcanzable?”, o “caminamos sobre trenes a gran velocidad / en qué vagón va el ser?”.

Reina María Rodríguez es algo así como una poeta farera. Quiero decir, intenta, desde una azotea a la que sube pero desde que la que también baja, que se mantenga encendida la luz posible o permitida en ese faro casi a oscuras que es la isla. Una luz que ella siempre está dispuesta a encender, aún en la mayor de las soledades y sin que nadie en la isla le responda: “No queda nadie aquí, no queda nadie. Un eco en el desierto. El lóbulo lleno de arena, ventisca, rumor…”.

 

EN LA PENUMBRA, 5 de febrero

ESCRIBÍA el poeta Eliseo Diego: “Un poema no es más / que una conversación en la penumbra / del horno viejo, cuando ya / todos se han ido, y cruje / afuera el hondo bosque”. Pero, ¿y si los que se han ido son los propios poetas?, ¿dónde queda entonces el poema?, ¿no es aún más oscura la penumbra, más hondo y crujiente el bosque?

Demasiados poetas han muerto en este mes de enero de 2014 que tan inofensivo parecía; tres grandes poetas, Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Félix Grande. Crees que vas a escribir sólo sobre uno; podrías, tal vez, hacerlo sobre dos; pero la cifra tres lo vuelve ya todo insoportable y confuso. ¿Quién escribió Islas a la deriva? ¿Por qué me gusta Blanco Spirituals? ¿Es posible seguir gelmaneando todavía?

Pero hay que intentar aclarar las cosas, escapar un poco de la penumbra, pensar al derecho. Creo que Juan Gelman nació en España y escribió Tarde o temprano. Félix Grande, nacido en México, se sentó un día y nos dejó Los poemas de Sidney West. José Emilio Pacheco era argentino y publicó Las rubáiyátas de Horacio Martín.

Nadie sabe muy bien por qué escriben los poetas ni cuánto van a quedarse; están de paso y no paran de recordarlo. “Dentro de dos tres poemas me iré”, me parece que dijo Félix Grande. “Mucho de lo que vimos / es vida entre paréntesis”, tal vez pensaba José Emilio. “Estamos por última vez en dondequiera”, creo que escribió Gelman. Mueren los poetas como todo el mundo y no hay nada que hacer. Aunque imagino que unos días, al menos unos pocos días, los libros puedan ponerse a media asta en las editoriales, en las librerías, en las bibliotecas. En América y también en España (¿no son acaso el mismo sitio?).

Cuando mueren los poetas sólo ellos son nuestro consuelo. Sólo ellos pueden hacernos creer que no pasa nada, que todo sigue siendo como antes y entonces uno lo repite como un conjuro: “Los soles solan y los mares maran, los platos platan y las sillas sillan”. Ellos mismos nos dicen que no hay que preocuparse, que el guión se cumple como estaba previsto: “Hay muchos que andamos a pedazos / y los pedazos tienen aristas es sabido”. Que en algún momento pasaría: “En la poesía no hay final feliz”. Da igual quién dijo cada cosa, ya están dichas como deben. Y esas cosas se quedan, esas cosas no se van, y con ellas, se queda también un poco de ellos mismos. A pesar de todo, no consigue la muerte acabar con la conversación en la penumbra.

CONFIANZA, 22 de enero

MODOS DE INDEPENDENCIA, 8 de enero

(…) También otros lugares españoles se independizan, aunque de distinta manera. Y es que hay muchos modos de independizarse. Madrid, por ejemplo, se está independizando, sin que muchos se den cuenta, de sus vecinos y del resto de España. Al revés de Cataluña, que se quiere independizar hacia afuera, con escándalo y de una vez, al modo más antiguo y tradicional, Madrid, postmoderna, se va independizando pedacito a pedacito, en voz baja y para adentro. Algunos lugares han alcanzado ya la independencia, como la castiza estación de metro Sol que, después de su independencia y sin que nadie se inquietara, ha pasado a llamarse Vodafone-Sol. No sé si será cierto pero algunos murmuran (es una independencia casi de susurro) que muy pronto habrá otros sitios madrileños independientes, como el parque Endesa-Retiro o, incluso, el palacio Bankia-Moncloa.

 

2013

MUROS EN EL MURO, 2 de octubre

QUIZÁS el cartel más emocionante que uno ve cuando va recorriendo el muro de Berlín, o el tramo más extenso que queda de él, un tramo de poco más de 1 kilómetro conocido como la East Side Gallery, sea el mural azul oscuro titulado “Curriculum Vitae”, firmado por la artista de Berlín oeste Susanne Kunjappu Jellinek. El “Curriculum” consiste en la enumeración de cada uno de los años que duró el muro, desde 1961 hasta 1989. En medio de esas fechas dibujadas en negro hay pequeñas rosas pintadas, como homenaje a los muertos o asesinados que intentaron cruzar el muro. Varios letreros de homenaje a esos muertos y asesinados se inscriben sobre el mural; el principal, podría traducirse como “La fuga es uno de los métodos más eficaces para desestabilizar al poder”.

East Side Gallery (Foto de MRG)

Pero tal vez lo más emocionante del muro no está en todos estos carteles y murales que se pintaron hace ya algunos años, justo después de la reunificación de Alemania. Acaso lo más emotivo del muro es que está vivo. Ahora mismo, por ejemplo, justo detrás de la East Side Gallery, que comprende la cara este del muro, hay una exposición muy especial titulada Wall on the Wall. Fotos de los muros actuales, los de ahora mismo, aparecen así tras los restos del viejo muro caído, precisamente en su cara oeste, occidental. El muro del pasado, el muro por antonomasia, denuncia los muros del presente. Fotos, impactantes fotos, del muro en Bagdad, del muro en Belfast, del muro entre Israel y Palestina, del muro entre Estados Unidos y México, del muro entre Corea del Norte y Corea del Sur, del muro entre España y Marruecos, pueden verse así detrás del muro berlinés. Y en las fotos, gentes, humanos diversos en edades, razas, sexos, culturas, estatus económico, perplejos ante los muros o casi acostumbrados a ellos. Todos atrapados detrás de rejas, de cercas, de paredes que no construyeron ni levantaron y que les impiden salir, moverse, respirar, tocar a los del otro lado.

Que el viejo muro de Berlín sirva para denunciar los nuevos muros que se levantan hoy fuera de Berlín es un mérito del viejo muro y de los berlineses. Hay pueblos que aprenden del pasado y otros que no lo consiguen. Hay pueblos que, incluso, tienen la generosidad de poner su oscuro pasado a disposición de otros para que estos vean lo oscuro de su propio presente. Y es que no se trata sólo de no olvidar, hay que saber también cómo, y de qué modo, recordar.

 

EX ZAPATOS PAPALES, 19 de abril

EL Papa Francisco, el nuevo, el latinoamericano, el argentino, va descalzo. O, al menos, no usa zapatos rojos. Tampoco lleva la sotana ni el Cristo de oro y casi no utiliza el papamóvil. La Iglesia católica se re-forma, se convierte en moderna, o popular, o americana. Puede que sea sólo cuestión de formas. Puede -es probable, muy probable- que en el fondo todo siga siendo igual. Pero una agradece el cambio. Sí, las formas importan, significan, influyen en el humor.

Los viejos zapatos del Papa antiguo, o emérito, los zapatos rojos despapados del antiguo pontífice, han venido a parar a Granada. (Granada, ya se sabe, es esa ciudad donde se guarda todo aquello que ya no tiene utilidad, o que ha quedado viejo, caduco, o que alguien quiere conservar y no encuentra dónde poner).
Granada, por supuesto, cómo iba a ser de otro modo, ha abierto sus puertas a los zapatos del ex Papa. En el Museo de la Casa de los Pisa (¿qué mejor lugar para unos zapatos que uno nombrado Pisa?), llamado también Museo de la Casa de San Juan de Dios, están los viejos zapatos ratzingereanos, juntos a los otros, aún más antiguos, de Benedicto XV. Se trata de un museo de recuerdos papales, que guarda objetos de Pío X, Pío XII y Pablo VI, de León XIII y Pío IX. Pañuelos, solideos, sotanas, babuchas; ponga un cachito de Papa en su vida, anuncia el museo.

Los zapatos del ex Papa están en un atril y son la novedad de hoy. Dicen que son contemplados todo el tiempo por el público, y que hay colas larguísimas (¿quién es el último para los zapatos del Papa?, preguntarían en Cuba); no paran de llegar visitantes a mirar los zapatos. Benedicto XVI se ha vuelto algo así como la Cenicienta y sus zapatos sin nadie son un fetiche para contemplar y analizar un día y otro. ¿Crecerá un nuevo Papa en estos zapatos?, se preguntan algunos; ¿tendré yo el mismo número que el suyo?, dicen otros.

¡Qué pesada y feudal esta vieja España, esta vieja Granada! Llena de reliquias inútiles y fofas que para nada sirven, pero que nadie quiere botar. Ciudad-almacén, ciudad-cuarto de desahogo; llena de cositas y objetos y tonterías y caprichos de miles y miles de Papas, o reyes, o marqueses o condes, frente a las que todos se inclinan todo el tiempo. Incluso aunque el Papa, el rey, el marqués o el conde no esté dentro de ellas.
No creo que vaya a ver los zapatos rojos del viejo Papa. Si se trata de elegir zapatos, prefiero los del Corte Inglés.

 

¿MUJERES AL PODER?, 6 de marzo

(…) Desde 1944, fecha en que se fundó Le Monde, es la primera vez que una mujer tiene semejante cargo; o dicho de otro modo, llega una mujer a dirigir el periódico 70 años después de creado el diario. Añaden en las noticias, como de pasada, como refiriéndose a una circunstancia de poco relieve, que una de las tareas de la nueva directora será “luchar contra la caída de ventas y publicidad de la edición en papel”. Resulta curioso que una mujer llegue a hacerse cargo del periódico francés más relevante precisamente en el momento en que éste, y los periódicos en general, han perdido el glamour, la significación, el peso que hasta hace no mucho tiempo tenían. Frente a internet y sus ofertas, los periódicos se han convertido en reliquias del pasado, con escasa vida y lectores. Así que resulta difícil no hacerse la pregunta: ¿Llega una mujer a dirigir porque al fin se reconoce su capacidad para hacerlo, o acaso porque se le ofrece, como regalo barato, aquello que ya no tiene la relevancia que tenía en otro tiempo? (…)

 

SALIR, ENTRAR, 23 de enero

DICEN que han abierto de par en par la isla de Cuba para todo el mundo; quiero decir, para todos los cubanos. Los de allá dentro y los de acá afuera. Dicen que desde ahora y para siempre ya no serán necesarios esos permisos gubernamentales humillantes para entrar o salir, ni los pagos de tasas oprobiosas, ni las preguntas angustiadas sobre si seremos bienvenidos en nuestro país los de fuera, o autorizados a irse por un rato -corto o largo-, los de dentro.

Dicen que a partir de ahora están abiertas todas las puertas, y también las ventanas, los candados, las rejas. Que podremos pasar sin ser molestados por cualquier rendija, por cualquier agujero, por cualquier abertura que encontremos, y entrar o salir despreocupadamente, como quien se va de excusión al campo o a un paseo a la playa con sus mejores amigos.

Dicen que a partir de ahora entrar o salir de la isla va ser realmente para los cubanos una fiesta innombrable. Y que ya no importará que haya trabazón en el espacio aéreo. Que todos podremos movernos tranquilamente, cuando queramos, de un lado para otro, de acá para allá, de allá para acá. Que allá y acá van a estar tan cerca que casi podremos tocarnos, que no importará de qué lado te encuentres. Y que, muy pronto, nadie recordará lo que eran las balsas o los permisos de residencia en el extranjero. Y que se pondrán de moda entre los cubanos los patines, las carrozas decimonónicas, las alas de pájaros, las naves espaciales.

Dicen que no importará lo que uno piense, lo que uno diga, en qué trabaje, lo que desee que ocurra mañana. Que llegar y partir volverán a ser verbos corrientes, que se dirán con naturalidad, sin connotaciones raras ni dobles sentidos. Que serán palabras sin vibraciones extralingüísticas, sin la capacidad actual para producir risas extrañas o frecuentes lágrimas. Dicen que los niños en las escuelas cubanas escribirán otra vez oraciones hasta ahora prohibidas, oraciones tabúes, como “No sé si mi padre volverá”; “Tengo ganas de partir mañana”.

Dicen que la isla de Cuba se ha abierto de par en par para todos los cubanos. Que ya no hace falta preguntar dónde está la llave, quién la tiene, qué hay que hacer para que te la presten un ratico. Y que ha llegado el momento de entrar y salir sin zozobras; y de celebrarlo, de tomarse un ron, de bailar una guaracha, de arrollar en una conga.

Dice, dicen, dicen… Y, de verdad, me gustaría creérmelo.

Museo Archivo Indianos, Colombres, Asturias (Foto de MRG)

2012

PRUEBA CON LA IGNORANCIA, 15 de agosto

LAS paredes exteriores del edificio que alberga en Granada al Instituto de Astrofísica de Andalucía, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, están llenas de carteles. No se trata de un performance con estrellas, planetas, cuerpos solares o platillos voladores para atraer a los paseantes. El enorme cartel principal, colgado en la fachada del centro, no deja dudas al respecto; “Por la supervivencia de la Ciencia”, dice.

Los científicos e investigadores del Instituto han convocado numerosas concentraciones durante estos meses de verano. Protestan por la magnitud de los recortes de presupuesto del gobierno de turno, que suponen que se congelen los puestos de trabajo, que no se financien proyectos de investigación e, incluso, que ni siquiera sea posible utilizar el dinero ya concedido para los proyectos vigentes.

Así van las cosas en la Glorieta de la Astronomía sin número, pero no van mejor en otros lugares del conocimiento granadino. En el Campus de Cartuja o en el de Fuentenueva también se recortan presupuestos. Y las bibliotecas permanecen cerradas a cal y canto en agosto. Y el Catálogo de Bibliotecas Universitarias Andaluzas, que permite en los centros universitarios de esta comunidad el préstamo gratuito, anuncia en su página web el cese del servicio desde el 16 de julio al 30 de septiembre. Investigadores, profesores y estudiantes deben también, entonces, cesar los suyos, y aguardar con paciencia y con el ordenador y el cerebro apagados la llegada del otoño.

La ciencia es cara, hay que acondicionar laboratorios, formar investigadores, comprar equipos, financiar cursos, publicaciones, congresos. Y el gobierno de turno ha decidido que el ahorro en el presupuesto científico es tan necesario e imprescindible para la buena marcha de la nación española como aumentar las recaudaciones por esa tontería de asistir al cine o a espectáculos y actos culturales.

El Gobierno ahorra. Y lo hace en esas zonas sensibles que sólo dan fruto a muy largo plazo: la educación, la ciencia, la cultura. Tal vez dentro de unos años nos informen de que se han conseguido, por fin, los objetivos propuestos y que hemos recortado lo suficiente. Y algunos hasta respirarán aliviados. Pero yo me acordaré de otro de los carteles del Instituto de Astrofísica, que quizás seguirá allí, en la Glorieta de la Astronomía sin número; ese cartel en que se lee: “Si la ciencia te parece cara, prueba con la ignorancia”. Y escucharé detrás las voces en of del gobierno de turno y sus representantes, voces prepotentes y altaneras, diciendo: “probando, probando…”.

 

POE, 13 de julio

SI uno quiere conocer los barrios marginales, o más pobres, de las ciudades de la Costa Este de Estados Unidos, puede dedicarse a buscar en ellas las casas de Edgar Allan Poe. Así ocurre, al menos, en Baltimore, en Filadelfia, en Nueva York. En las tres ciudades hay que andar, salir del centro y caminar por barrios humildes, hoy casi siempre afroamericanos, para hallar esas casas siempre oscuras y pequeñas, de habitaciones y escaleras estrechas, de techos muy bajos, de apariencia destartalada, pobrísima; casas donde se percibe claramente la extrema penuria que acompañó al escritor durante prácticamente toda su vida. Amity street en Baltimore, North Seven street en Filadelfia, Grand Concourse en el Bronx de Nueva York, esas calles guardan gran parte de la vida de Poe y de sus seres más queridos, su mujer y prima Virginia, su tía y suegra Maria Clemm. En esas calles se escribieron los famosos poemas “El cuervo” o “Annabel Lee”.

Como en otras casas de escritores que he visto en Estados Unidos, las de Poe tienen poco mobiliario; en la de Filadelfia, incluso, muchos muebles, sobre todo de la segunda planta, no son más que dibujos en las paredes, dibujos en cartones que recrean lo que alguna vez estuvo o debió estar: una cama, la estufa, alguna estantería. Una habitación minúscula, tétrica y vacía se presenta allí como el despacho del escritor. En la casa del Bronx es Virginia quien ocupa un lugar muy especial, porque fue allí donde ella murió; justo en esa casa que entonces era finca y campo y a la que Poe la llevó creyendo que mejoraría su salud y la ayudaría a curar su tuberculosis. En la casa del Bronx está la última cama de Virginia y al lado, sobre una mesita, hay un libro de poemas, abierto, no de Poe.

Salgo de las casas de Poe con el corazón encogido y una sensación extraña. No hay mucho que ver pero se ve mucho. Como yo, sale de allí y entra mucha gente, parejas jóvenes, niños que vienen con sus profesores, turistas que se sacan fotos en las puertas. Algunos compran las ediciones de las obras completas de Poe, o su biografía, o los llaveros con sus versos; otros se llevan las reproducciones de sus poemas en ediciones facsimilares hechas por la Biblioteca del Congreso o los pósters con su retrato; unos pocos se atreven incluso a comprar unos cuervos grandísimos y horribles, de plástico, que te miran fijamente desde la entrada… Un escritor casi muerto de hambre, alguien que no pudo vivir de su trabajo, de su talento, de su genio. Y ahora, hoy, aquí, con él, todos. Y miro al cuervo y le pregunto: “¿Nunca más?”.

Lápida Poe, Baltimore (Foto de MRG)

 

NACIONALIDAD EN VENTA, 27 de junio

Emigrar a un país, atravesar un mar o una frontera, mudarse a otro sitio y vivir allí durante mucho tiempo y trabajar, si se puede, y ganarse decentemente la vida. Y después, aspirar a que se reconozcan tus derechos; solicitar la nacionalidad de ese país otro que ya ha terminado convirtiéndose también en tuyo.

En los últimos días el Gobierno de España, y en concreto su Ministro de Justicia, ha firmado un convenio con el Colegio de Registradores de la Propiedad, para que estos pasen a ocuparse de resolver los expedientes que se acumulan en el Ministerio (400 mil, dice un portavoz ministerial) de solicitantes de la nacionalidad española. No dan abasto, dicen, los 40 trabajadores del Ministerio y los expedientes se acumulan, se atascan. Se trata de un “plan de choque” para que los Registradores resuelvan los problemas del Estado, que supondría, sin embargo, un primer paso para delegar definitivamente el servicio en este gremio.

Hay tanto barullo, tanto ruido e incertidumbre en España frente a los bancos, las primas de riesgo, el IVA, que el traspaso del servicio de concesión de la Nacionalidad, del Estado a los Registradores de la Propiedad, debe resultar un hecho insignificante, apenas perceptible. Pero se trata de algo muy grave. Porque supone la privatización de un derecho y la dejación del Estado de una de sus funciones esenciales. Después de privatizar aeropuertos, carreteras, centros de educación o de salud, toca ahora, parece, privatizar la propia nacionalidad. ¿Para qué necesitamos al Estado cuando tenemos a los Registradores de la Propiedad? (Un Registrador de la Propiedad, después de todo, es alguien que bien puede con fundirse con el Presidente de Gobierno).

La medida del Estado supone dar a la nacionalidad el estatus de un piso. Supongo que a partir de ahora sea posible vender nuestra nacionalidad, o comprarla; o, tal vez, alquilarla por un precio razonable en época de crisis, o, incluso, permutarla, intercambiarla por otra que nos guste más, bien de manera definitiva o, tal vez, de manera temporal, durante algunos períodos del año. Ahora que ya nadie habla de viviendas ni hipotecas, seguro que, Registradores de la Propiedad mediante, empezaremos a leer en los periódicos algunos anuncios como éste: “Se permuta nacionalidad española recientemente rehabilitada, con pintura fosforescente, con patio y ventanas a la calle aunque tapiados y sin ventilar, por nacionalidad más pequeña, de esas de toda la vida, con cuartico de desahogo en su interior. Nuestra situación es desesperada: se escuchan proposiciones”.

 

NADIE, 2 de mayo

SEGURO que no tendría página web donde dijera que era la poeta más importante de Nueva Inglaterra. Seguro que no la invitarían a la Feria del Libro ni al Festival de Poesía. No la conocería nadie y ella escribiría sus poemas sin que nadie lo supiera; al menos, no los extraños, sólo los más cercanos.

E D y R Frost, Entrada al Museo, Amherst (Foto de MRG)

En Amherst, Massachusetts, en medio de un paraje algo escondido, está la casa de Emily Dickinson. Amherst es un pueblito pintoresco; pocas casas, bajitas, calladas y una preciosa, impresionante naturaleza: árboles gigantescos, ríos, lagos, pájaros… La casa-museo de Emily Dickinson se parece a Emily Dickinson. También se le parece la guía que nos hace la visita, que habla bajito, como susurrando o cantando, que sonríe suavemente y habla de Emily, de sus hermanos Austin y Lavinia, de su amiga Mabel que fue quien publicó los poemas después de la muerte de Emily, como si fueran su propia familia. Está prohibido hacer fotos y tampoco se puede visitar la casa sin las palabras de la guía. Sobre el piano del salón aparece bien visible el cartel: “No tocar”. Todo es íntimo y silencioso; se siente como si te estuvieran enseñando un secreto al que sólo te permiten asomarte por un momento. ¡Qué distinto al bullicio y al jolgorio hispánico, incluso en los museos, donde cualquiera se sienta a tocar el piano de Lorca como si le perteneciera desde siempre! En el piso de arriba, la habitación de Emily; casi se oye respirar. Todo es austero, humilde, sólo lo imprescindible: la cama con su cabecero de hierro, el quinqué en la mesita de noche y los dos pequeños libros, el traje blanco de los últimos años…; “ella era bajita, muy bajita”, insiste la guía. Luego, en el piso de abajo, la biblioteca del padre donde Emily aprendió tantas cosas, con los libros que quedan; “casi todos están en Harvard”, dice orgullosa la guía. Y desde la ventana abierta se ve el jardín, los manzanos, el paisaje que ella vio.

El tren se aleja de Amherst. Y recuerdo a Sor Juana y a Santa Teresa. Y a Dulce María Loynaz, a Fina García Marruz. Mujeres-nadie que escribieron no para publicar, no para ser aplaudidas. Recuerdo también a las dos poetas que me hablaron de Emily Dickinson con emoción: Ángeles Mora en Granada, Márgara Russotto en Amherst. Hacer la obra, incluso sin creer que se hace. Hacer la obra, no el ruido. Y en el libro, saltan los versos de Emily Dickinson, “Yo soy nadie”, en la hermosa traducción de Silvina Ocampo: “¡Qué horrible – ser – alguien! / Qué impudicia -como una rana- / Decir vuestro nombre -todo el santo día- / a un admirativo pantano”.

El jardín de la casa de ED, Amherst (Foto de MRG)

 

2011

SOBRE LIBROS Y TUMBAS, 16 de noviembre

ME llega el aviso por correo electrónico. El próximo jueves 17, a las 6 de la tarde, habrá concentración en la Plaza del Carmen. La protesta es contra el cierre de la Biblioteca del Zaidín, esa que, desde hace algunos meses y por decisión del Ayuntamiento, ha dejado de ser lugar de encuentro de vecinos lectores, niños y adultos, para convertirse en sede de bailadores regionales.

Baudelaire (Foto de MRG)

Me llega el aviso en París, el mismo día en que he estado caminando por el cementerio de Montparnasse y me he acercado a las tumbas de Baudelaire, de Tristán Tzara, de Samuel Beckett, de Sartre y Simone de Beauvoir y, por supuesto, de Vallejo. Al revés que mucha gente, prefiero reunirme con los poetas y escritores muertos antes que con los vivos. Los escritores muertos hablan sin hacer ruido y puedes conversar con ellos con libertad, sin preocuparte de qué dirán de ti cuando te des la vuelta. Con los poetas muertos todo fluye, como si estuvieras delante de un libro en una biblioteca.

Tzara (Foto de MRG)

Las tumbas de los escritores también dicen cosas. Por ejemplo, uno ve la tumba de Baudelaire y piensa en que la muerte puede ser irónica o siniestra: Baudelaire está enterrado con su madre y su padrastro, el general Aupick, al que tanto despreció. Los tres juntos, como en la vida. Ves la tumba y piensas en el poema El esqueleto labrador: “Que la Nada nos es traidora; / que todo, hasta la Muerte, miente”. La tumba de Sartre y Simone de Beauvoir parece una especie de mausoleo, con la lápida inmaculada, como esos monumentos que se miran desde lejos con respeto, pero a los que nadie se acerca. La tumba de Tristán Tzara es, quizás, la más sencilla; con sus humildes canteros de flores alrededor, casi puedes pisarla. No tiene nada dadá, o tal vez sí, porque se mezcla con los vivos casi sin que te des cuenta. La tumba de Beckett es, seguro, una de las más visitadas. Está llena de mensajes que le dejan los paseantes; alguien que ha escrito en un papel que sigue esperando a Godot, una página arrancada de Malone muere. Tardo mucho, pero al final encuentro la escondida tumba de Vallejo. Y, como la de Beckett, ofrece compañía. Alguien ha dejado un bolígrafo y unos folios; otro, una manzana y un cuchillo; ¿otra? ha dibujado un corazón con pequeñas piedrecitas…

Beckett (Foto de MRG)

Para que fuera completa, esta columna debería llevar fotos. Aunque pienso que quizás la mejor foto será la que salga el próximo viernes en el periódico, la de la concentración en la Plaza del Carmen. Con los granadinos reunidos para que no cierren su biblioteca ni clausuren su conversación con los poetas vivos y muertos, con los escritores, con los libros.

Vallejo (Foto de MRG)

CHICO Y RITA, 2 de marzo

EN los cines de España, y de Granada, acaba de estrenarse Chico y Rita, un musical de dibujos animados para adultos del cineasta Fernando Trueba y el dibujante Javier Mariscal. Si el comic de esta historia era ya atractivo, sugerente, la película consigue sin duda superarlo; gracias, sobre todo, a sus personajes e imágenes en movimiento y a su espléndida banda sonora. Chico y Rita es un regalo musical en el que se mezclan el jazz, el bolero, la salsa; y donde el magistral piano de Bebo Valdés, que suena durante casi toda la cinta, puede llegar de pronto a encontrarse con la intensa voz de Estrella Morente.

La historia narrada transcurre en dos ciudades: La Habana y Nueva York, y en dos momentos distantes: finales de los 40 y los 50 y un hoy cubano ambiguo, que podría situarse lo mismo en los 90 que en 2010. Otro logro de la película es precisamente la excelente y milimétrica reconstrucción de La Habana de los 50, con sus calles repletas de locales comerciales, sus múltiples y coloridos anuncios e imponentes edificios, su Malecón y su mar y hasta el tranvía que atravesaba la ciudad. Una Habana que, vista desde hoy, parece casi mito, invento que nunca existió. No faltan, tampoco, alusiones a cómo lo peor de aquella época se repite en la Cuba de hoy, o a cómo sobreviven ahora mismo los cubanos en medio de un mundo gastado y en ruinas.

Chico y Rita es la historia de amor entre dos personajes populares, un pianista de jazz y una cantante, ambos negros, o mulatos, que se encuentran y se separan, se separan y se encuentran a lo largo de la película y de los años. Pero Chico y Rita es más que eso. Es, también, un homenaje a los brillantes músicos cubanos de los 50, olvidados en la Cuba de Fidel Castro hasta que los re-descubrieran sus colegas extranjeros en los 90 y volvieran a estar, ya ancianos, otra vez de moda. Y es, acaso, más que nada, emocionante metáfora de la historia de amor y dolor, separaciones, encuentros y desencuentros entre los cubanos que se quedaron en la isla y los que se fueron; una historia de amor entre parejas, pero también entre padres e hijos, entre familias enteras, entre amigos, entre todo un país.

Chico y Rita se parece, sutilmente, a otra película española sobre Cuba, hecha también con amor y sabiduría: Habana Blues, de Benito Zambrano. En aquella, como en ésta, la música intenta suturar la profunda herida de la separación y el desgarro; en aquella, como en ésta, la música es la voz de lo que casi no puede decirse con palabras; es, en ambas, esperanza; leve, y auténtico, ensayo de cura.

 

2010

NOVELA INTRATERRESTRE, 7 de septiembre

EL hombre del subsuelo se titulaba una famosa novela de Dostoievski. Añadiendo sólo el plural, así podría titularse también la nueva novela que ha ocupado la atención del planeta durante este verano. Y es que esta telenovela, aún sin concluir, transcurre, más que en Chile, en un hueco situado a 700 metros del nivel de la tierra; se trata, así, de una telenovela que podríamos llamar intraterrestre y que protagonizan 33 mineros atrapados en una mina derrumbada. Algunos datos de indudable resonancia bíblica podrían explicar el interés que han despertado los mineros: son 33, están atrapados en un lugar llamado San José y, por si fuera poco, han resucitado cuando ya todo el mundo los daba por muertos.

Los episodios que narran la vida intraterrestre de los mineros van sucediéndose, ante nuestros privilegiados ojos del sobresuelo, con toda regularidad en los medios de comunicación. Junto a sus vidas, nos cuentan también las peripecias de sus supuestos futuros salvadores, las declaraciones del gobierno de su país y los acontecimientos relacionados con sus familiares.

La aventura de los mineros presenta, para los ojos de arriba, una gran excitación y atractivo. Se trata de una aventura de realismo mágico donde lo mismo aparece la NASA que un despiadado psicólogo que censura la correspondencia de los de arriba con los de abajo; donde ocupa un gran protagonismo un orificio mágico por el que se le envía a los mineros desde comida hasta objetos tan postmodernos como videoconsolas, mini-proyectores de películas, teléfonos móviles y mp3. Tampoco faltan elementos enternecedores, como las reproducciones de cartas de algún hijo de los 33; o que despiertan nuestra piedad: nadie se decide a mandarles alcohol, a pesar de que lo han pedido con ahínco. Incluso, hasta encontramos ingredientes para el morbo: alguno de los 33 tiene dos mujeres esperándolo en lugar de una, y ambas declaran ser la verdadera, la auténtica.

Nadie sabe qué pasará con los mineros del subsuelo, ni si su historia tendrá un final feliz. Por eso la seguimos, desde acá arriba, con tanta atención. Puede que, al final, consigan sacarlos del derrumbe y que, para entonces, tengan tantas comodidades allá abajo, tanta atención de los de arriba, tantos problemas que resolver si vuelven al sobresuelo, que tal vez tengan miedo de salir. Para invocar la buena suerte, dan ganas de acordarse de Vallejo: “Los mineros salieron de la mina / remontando sus ruinas venideras /… creadores de la profundidad, / saben, a cielo intermitente de escalera, / bajar mirando para arriba, / saben subir mirando para abajo”.

Valparaíso, Chile, 2015, Foto de MRG

 

CACHUMBAMBÉ, 25 de mayo

MIS amigos españoles no saben lo que es un cachumbambé. Y se asombran y se ríen cuando les cuento que sus dos niños están subidos en él. Un cachumbambé, en el argot cubano, es un aparato de un parque infantil de diversiones. Es ese tablón siempre inclinado, sostenido al suelo por una base en su centro, que se mueve hacia arriba y hacia abajo cuando tiene un niño en cada extremo. Más allá de su función lúdica, un cachumbambé es una metáfora. Y, aunque parezca un aparato inocente, esconde una lección para los niños. Y es que un cachumbambé demuestra que el equilibrio es algo muy complejo. Hace que los niños vayan aprendiendo, casi sin darse cuenta, que la vida es un juego en el que a veces se está arriba y otras veces abajo. Y también, los va poniendo sobre la pista de que para que alguien suba siempre será preciso que otro baje. En Cuba suele decirse que la vida es un cachumbambé.

Mis amigos españoles no saben lo que es un cachumbambé. Y sin embargo, la España de los últimos días se parece mucho a este aparato infantil. Por ejemplo, está claro que para que el euro y el sistema financiero brillen en lo alto del tablón, se han ido al suelo el salario de los funcionarios, las pensiones, los dependientes, el cheque bebé. El gobierno sigue en lo alto, pero se sabe que la suya es una posición muy frágil, que puede venirse abajo si sigue creciendo el número de elementos en la parte inferior del tablón y empiezan a preguntarse cuál es el sentido del juego.

Por otra parte, en Cuba, país de origen del referido nombre, hace mucho tiempo que el cachumbambé ha dejado de moverse y que en lo alto del tablón se empina la misma familia, el mismo gobierno, un solo apellido, un único Partido. Para sostener a esos que no quieren ceder ni por un momento la parte de arriba del cachumbambé, cada vez hay más gente abajo, cada vez más cansada de empujar.

En Cuba suele decirse que la vida es un cachumbambé. Pero el cachumbambé que es la vida tiene a menudo una diferencia con el cachumbambé real. Una diferencia que suele desorientar a los niños cuando crecen. Y es que en el tablón del parque, casi siempre los niños más pequeños, más delgados, más débiles, están arriba. Mientras que en el tablón vital, contra todas las leyes naturales, suelen ser los corpulentos, los vigorosos, los abultados, los que suben. En algún momento, sin embargo, las cosas pueden volver a ser como en la infancia. Basta con que los de abajo recuerden el cachumbambé del parque infantil y suelten el tablón para que, estrepitosamente, se vengan abajo los de arriba.

 

2009

EL ERIZO, 22 de diciembre

EL ambiente de las Navidades acaba contagiando a los que no creen en ellas. Y es que en el fondo a casi todos nos gustan las celebraciones y las fiestas con sus comidas y bebidas; compartir con amigos y familiares; despedir el año que se va y prepararse (hasta donde sea posible) para recibir el que viene. Los que creen en las Navidades tienen muy claro qué hacer en ellas. Los desconfiados, los incrédulos, los apáticos, los ambiguos, los escépticos, a menudo se contagian, se dejan arrastrar por los militantes o convencidos navideños de un lado a otro, aunque siguen sin saber dónde detenerse, cómo colocarse, cómo hacer para que nadie perciba sus emociones o sentimientos diferentes. Quizás una buena recomendación para escépticos de las Navidades, en los finales de este año, sea ir al cine, a ver esa película francesa titulada El erizo. Es una película rara, de una rareza entrañable. Una película con tres personajes extraños: una niña-genio que a veces resulta admirable y otras, insoportable; una portera enigmática que aparenta lo que no es (o no aparenta lo que es) y un japonés (ser japonés ya es de por sí rareza suficiente como para necesitar añadir ningún adjetivo).

El erizo no es, desde luego, una película navideña; es una de esas películas para cualquier momento del año o de la vida, y quizás, por eso mismo, sea una buena propuesta para escépticos de la Navidad. Es, entre otras cosas, una película sobre inadaptados. Es, también, una película sobre los escondites que buscamos cuando no somos (o no queremos ser) como los otros; o cuando no queremos que los otros nos vean como somos: una cámara, el trabajo en la portería de un edificio, un plan suicida. Y una película sobre cómo salir de esos escondites, o a quién enseñárselos. Al final, desde su rareza, la película termina apostando por las cosas de siempre, cosas comunes, de todos los días: el amor, las relaciones humanas, la amistad.

La Navidad, después de todo, puede ser también otro escondite. Un escondite desde el que se arregla, se adorna, se engalana el pasado y el futuro. Terminamos, ya lo he dicho, metiéndonos todos en el escondite porque, sin duda, resulta mucho más confortable estar allí que a la intemperie. La Navidad, quizás, es como el trabajo en una portería, algo que nos protege. A lo mejor, a pesar de todo, en este caso, no merezca la pena salir afuera; sino más bien llevarnos a alguien con nosotros, para que nos acompañe. Así, pues, a todos, convencidos y escépticos, militantes y apáticos, feliz navidad; o, acaso, mejor dicho, feliz escondite.

 

REGRESANDO, 26 de mayo

EN el último año los periódicos se han dedicado a publicar artículos sobre la posible vuelta a casa (a veces, casa es sólo un término cómodo, un modo convencional de decir, muy poco ajustado a la realidad de los hechos) de los inmigrantes. Sobre todo de los inmigrantes latinoamericanos. En este diario he leído al menos dos reportajes sobre el tema: uno, hace ya algunos meses; otro, el reciente domingo. Como tengo la manía del recuerdo y de las comparaciones, la manía, en fin, de la literatura, me fijo en el título de ambos. El primero se llamaba “Inmigrantes. Resistir o regresar”, un título épico, heroico y shakespereano (especie de ser o no ser en clave inmigrante). El del domingo pasado era diferente: “Historias de ida y vuelta”, que evocaba, no el combate ni el conflicto, sino lo lírico; no el esto o el aquello, sino el esto y el aquello.

La evolución de los títulos puede dar la medida de la evolución de los asuntos. Así, es posible decir que el primer título hacía referencia a un combate y a ciertas alternativas o disyuntivas; aquel título dejaba todavía abiertas algunas posibilidades a la vida de los inmigrantes en España. El segundo, por el contrario, alude al fracaso del combate (la lírica, ya se sabe, es eso a lo que recurrimos cuando todo está perdido) e instituye una certeza: la vuelta que, colocada en el mismo lugar de la ida y aún sin haberse producido, ya nadie pone en duda.

La emigración es un acto que lleva siempre en sí la posibilidad del regreso. Pero no es lo mismo volver porque la casa de partida se ha arreglado o ha habido en ella evidentes mejorías, que volver porque la casa de acogida se ha caído, o ya no tiene espacio para cobijar al de fuera. La mayoría de los inmigrantes latinoamericanos que vuelven lo están haciendo obligados por la segunda circunstancia. Para muchos, la casa sigue estando aquí (“Los que yo quiero es ser español y echar raíces”, decía uno de ellos) o ya ha dejado de estar en parte alguna.

Imagino (ya dije que tengo la manía de la literatura) los próximos títulos de los reportajes sobre el tema: “Regresando”, que describirá a los inmigrantes montados en el avión y el último, “En casa”, que mostrará la vida de vuelta. Aunque, tal vez, no sea éste el último. Habrá, acaso, si se atreven los periodistas, un reportaje más. Ese que cerrará el círculo y en el que los inmigrantes comprueban que la casa de origen sigue rota, desarreglada, sin sitio para el de dentro, y se plantean, otra vez, la ida. Su título, mítico, irónico, será el siguiente: “Resistir o regresar”.

La Habana, 2007, Foto de MRG

 

MEDICINA PRIVADA Y PÚBLICA, 17 de febrero

EN este raro país llamado España, cada día se encuentran nuevos motivos para la extrañeza. Lo es, por ejemplo, el hecho de que mientras los trabajadores de las empresas privadas tengan, obligatoriamente, que ser atendidos por los servicios públicos de salud, los funcionarios del Estado puedan, en cambio, decidir si prefieren la Seguridad Social o la medicina privada. Pero lo más extraño no es esta capacidad de elección, posible para unos y vedada para otros. Sino, acaso, el saber que, según nos contaban el fin de semana en este periódico, 8 de cada 10 funcionarios eligen la medicina privada.

Resulta un contrasentido, y un privilegio injusto, que el Estado permita a sus funcionarios públicos ser atendidos por el sistema privado de salud, mientras obliga a los trabajadores de las empresas privadas a recibir la misma asistencia en el sistema público. Curiosamente, la medicina privada termina siendo así en España un servicio destinado, mayoritariamente, a atender a los funcionarios del Estado.

Pero, como antes decía, acaso lo más contradictorio sea el que tantos funcionarios del Estado, es decir, del sistema público (incluyendo a los médicos), prefieran ser atendidos por instituciones médicas privadas. Porque parece como si ellos mismos no confiaran en el sistema en el que trabajan y que les da de comer. ¿Qué pensaríamos si supiéramos que el 85% (esa es la cifra concreta de los funcionarios que eligen la medicina privada) de los maestros y profesores envían a sus hijos a colegios concertados y privados? Creo que resultaría un poco raro para todos o, incluso, hipócrita.

Las que sin duda resultaban hipócritas eran las declaraciones que leíamos en el periódico hechas por algunos funcionarios, justificando su elección de la medicina privada: “Lo bueno es que no tienes que esperar colas. Llamas para pedir citas y la tienes al día siguiente”. Y es que cabría preguntarse si, efectivamente, las compañías privadas estarían tan poco saturadas si autónomos y trabajadores de empresas privadas tuvieran también la posibilidad de elegir y de acudir a ellas, sin necesidad de pagar aparte otro seguro. Es fácil defender un sistema público que sólo es obligatorio para los demás, mientras a ti te permite elegir. Sería interesante que uno de estos días, haciendo honor a esa olvidada palabra, solidaridad, los funcionarios convocaran una huelga exigiéndole al Estado que los trabajadores autónomos y de empresas privadas fueran verdaderamente iguales en la atención médica. Y que disfrutaran también, como ellos, de la ventaja de elegir.

 

2008

RETORNO VOLUNTARIO, 30 de diciembre

INMIGRANTES. Resistir o regresar”, se titulaba un reportaje que aparecía el domingo en este periódico. Un reportaje que hablaba sobre el retorno voluntario, de carácter humanitario, de esas personas que llamamos inmigrantes (no me gusta la palabra, que me suena a otras como intrigantes, arrogantes, mugrientos, irritantes, denigrante). Según el reportaje, aumentan las peticiones de ayudas para este tipo de retornos y los inmigrantes empiezan a marcharse. Las ayudas son pequeñas, casi simbólicas: incluyen el billete de avión, 50 euros de bolsillo, 400 euros por adulto y 150 por cada niño inmigrante que se marcha. Asimismo, los destinatarios de estas ayudas no son todos los inmigrantes, sino sólo algunos de ellos: refugiados, solicitantes de asilo e inmigrantes ilegales. Destinatarios, sin duda, llamativos: ¿Alienta y estimula el Gobierno de España el regreso a su país de alguien que llegó a éste en busca de asilo? ¿Vuelven a su país (si así puede llamársele) por 400 euros, más 50 de bolsillo, los que vinieron aquí como refugiados?

Según el reportaje periodístico, parece que sí. La Organización Internacional para las Migraciones ha retornado durante este año a 1350 personas; Cruz Roja, a 827; y la Asociación Comisión Católica Española para la Migración, a 140. Y quedan aún 2500 en listas de espera. Parece que la crisis puede con todo. Porque entre los años 2003 y 2007 sólo 2037 inmigrantes retornaron a sus países de origen.

Los que se van, o quieren irse, lo hacen, según el reportaje, por razones personales, de desarraigo o económicas. Se van, sobre todo, latinoamericanos: bolivianos, ecuatorianos, argentinos, brasileños, uruguayos…

A estas ayudas para volver al mismo lugar de donde vinieron, con 400 euros y sin que luego nadie averigüe qué ha sido de esas personas después de llegar allí, le llaman en España “programa humanitario”. Sin que se nos explique por qué. Supongo que porque sería políticamente incorrecto llamarlo programa “Aprovechemos las circunstancias de la crisis”, o programa “Venga, este es el momento, vamos a salir por fin de los inmigrantes”.

Hay retornos voluntarios que más parecen otra cosa. ¿Retornaríamos voluntariamente a este 2008 que se marcha, tan lleno de malas noticias? ¿Acaso lo haríamos si nos dieran 400 euros, más 50 de bolsillo y un pasaje sólo de ida? Por suerte, ya nos vamos todos, pronto, sin posibilidad de ofertas, de sobornos ni de cambios, al 2009. Así que Feliz Año Nuevo. Y no hagan caso a ningún supuesto programa humanitario que les ofrezca retornar, voluntariamente, al año viejo.

 

-GORKI O LA PORNOGRAFÍA CUBANA, 2 de septiembre

VIVIENDO aún en Cuba, en los noventa, se me ocurrió que la mía era la Generación de la Pinga, a diferencia de la de mis padres, que era la Generación de la Mierda. En lenguaje psicoanalítico, diríamos que el significante fundacional de ellos era la palabra Mierda: nada más fuerte, para mis mayores, que un comemierda. Entre los veinteañeros de mi generación, en cambio, comemierda era un insulto bobo, casi correcto: la máxima ofensa era comepinga.

No sé bien cómo pasamos de la mierda a la pinga; o sea, de la etapa anal a la fálica. Aunque supongo que, como jóvenes rebeldes, pretendíamos ir más allá de nuestros padres. Para ellos, Coño y Mierda eran el súmum de las malas palabras (tacos, dirían en España), mientras Pinga era un vocablo tachado, de cuya existencia no querían saber. Pretendíamos ser singulares y más rompedores que nuestros padres, así que nuestras malas palabras no sólo tenían que ser malas palabras en abstracto, también tenían que ser malas para ellos.

Recordé ahora esa vieja y adolescente idea. A raíz de la detención en la isla, la semana pasada, de Gorki Águila, el rockero punk de 39 años de la banda Porno para Ricardo. Y de los debates suscitados sobre su música. Aunque lo acusaron de un extraño delito, “peligrosidad pre-delictiva”, sólo existente en dictaduras como la cubana, todos sabíamos que la causa verdadera era otra: las letras de sus canciones y su increíble (y vulgar e intolerable, para el gobierno cubano) irreverencia. En El Comandante, la canción más famosa del grupo, se escucha (para quien puede, Porno está prohibido en Cuba): “El Comandante quiere que yo lo aplauda / después de hablar su mierda delirante. / No, Comandante. / No coma usted esa pinga, Comandante”.

El caso Gorki ha terminado. Tras cuatro días en el calabozo, y gracias a presiones nacionales e internacionales, al rockero le cambiaron en dos horas el delito del que lo acusaban por otro de “desobediencia”. Lo liberaron y le impusieron una multa de 600 pesos (unos 35 euros).

Sin embargo, me he quedado pensando en aquel duelo de la Pinga contra la Mierda, que Gorki continúa representando, insistentemente, convertido ahora en duelo simbólico entre los viejos “delirantes” y los jóvenes (y no tan jóvenes) irreverentes y hartos. Frente a aquel ya viejo, bobo y estoico compromiso de Silvio (“La rabia, coño, paciencia, paciencia”), Gorki, rebelde, encarna el nuevo compromiso, el de aquellos adolescentes cubanos a los que no han dejado crecer: “Usted es un tirano y no hay pueblo que lo aguante. / No coma tanta pinga, Comandante”.

 

BOTELLÓN EN EL BOTELLÓDROMO, 1 de abril

EVENTO”, le llaman en este periódico al botellón que tuvo lugar en Granada el viernes en celebración del Día de la Primavera. Un macrobotellón al que asistieron unas 15.000 personas (dicen que de toda España y aún del extranjero) y que tuvo la novedad de desarrollarse en el recinto acondicionado por el propio Ayuntamiento para estos menesteres; es decir, el ya familiar botellódromo. El “evento” ha tenido unos resultados que merecen comentarse: unos 20 comas etílicos; algunos casos de cortes con cristales; un pequeño incendio en un árbol y unos 45.000 kilos de basura. Para que dichos resultados fueran posibles, el Ayuntamiento tuvo que invertir la cantidad de 34.000 euros, empleados, básicamente, en la seguridad del lugar y en la posterior recogida de basura.

Uno de los aspectos más comentados de esta celebración ha sido la conducta de nuestros dirigentes municipales que, al enterarse de su convocatoria, denunciaron con apresuramiento y antelación el aún futuro acontecimiento. Con toda lógica, la Justicia no les dio la razón: el botellón fue convocado en el botellódromo y, ¿quién daría la razón al dueño de un cine, cuando denuncia que próximamente la gente va a acudir a su establecimiento a ver películas?

Con todo, lo que más me impresiona respecto a este suceso es la foto que traía el sábado el periódico, esa foto botellonística repleta de personas, que no puedo evitar asociar a la palabra “evento”. Una palabra que, entre las líneas del reportaje, pretende describir la fotografía, o más aún, definirla. Extraño, raro evento éste, piensa una, en el que muchas, tantísimas personas, se congregan en un lugar en el que nada ocurre. O en el que lo que les ocurre (llamémosle sólo beber) bien podría seguirles ocurriendo sin necesidad de encontrarse todos allí reunidos. Un cubano despistado podría pensar al ver la foto que se trata de una cola gigantesca para comprar. Porque lo cierto es que la panorámica parece ofrecer sólo un motivo para la concentración: un cartel de Hipercor en el que se anuncia, borrosamente, un descuento de 50 % por unidad.

Al situar el botellón en el botellódromo el Ayuntamiento lo ha acotado. No sólo porque lo ha reducido a un único espacio, sino, sobre todo, porque ha permitido que se vea lo triste, lo vacía, y lo barata, que es esta diversión juvenil tan de moda. Que 15.000 jóvenes vengan desde toda España y aun del extranjero para reunirse durante tantas horas en un local donde no hay música ni espectáculos ni películas ni protestas es una metáfora desoladora de la sociedad en que vivimos.

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