Columna Granada Hoy, Sí se puede, 27-1

SÍ SE PUEDE, Granada Hoy, 27-1

NO se sabe qué sucederá más tarde, que España tenga un gobierno que no esté en funciones (no sé por qué le llaman “en funciones” a un gobierno disfuncional) o que en Granada haya un Centro Lorca que merezca el nombre y el dinero gastado. Mientras el piso de La Zarzuela se ensucia con visitas continuas que desfilan una y otra vez sin saber muy bien para qué (ni nosotros tampoco), el suelo del Centro Lorca se mantiene limpísimo, impoluto, sin recibir apenas visitantes ni ya, tampoco, curiosos.

Quizás el Ayuntamiento podría ceder el Centro Lorca para las rondas de consultas para la investidura presidencial. Así se daría algún uso a un fantástico y fantasmático edificio que ahora no sirve para nada y Granada podría sentirse, para variar, una ciudad importante. Las rondas de consultas, si se extienden en el tiempo, como parece va a ocurrir, atraerán sin duda al turismo. (Pasar del turismo cultural al político no tiene por qué ser negativo; al contrario). Seguro, además, que en la ahora vacía e inútil cámara acorazada del Centro Lorca hay sitio suficiente para acomodar los papeles de los diputados e, incluso, los pañales del bebé de Bescansa. Los 350 diputados caben también en el teatro de 410 butacas, donde podrían, si les surgiera ese extravagante deseo, reunirse y hablar. (Nada mejor que un teatro fantasma para un parlamento ídem).

Mientras transcurren las conversaciones (es un decir), el alcalde podría hacer gestiones para ofrecer a Pablo Iglesias, si se queda finalmente sin la Vicepresidencia y los Ministerios, la dirección del Centro Lorca. Es cierto que su programación podría no ser muy ortodoxa, pero, después de todo, mejor tener alguna sólida que la exigua de un instante. Y alguna gente (hay gente para todo) preferirá los movidos debates sobre los insufribles discursos de Chávez y Maduro a escuchar el continuo, amargo e insistente silencio del Centro Lorca. De paso, quizás los contactos de Iglesias con Maduro podrían conseguir algún consejo del antiguo conductor de autobuses para mejorar el tercermundista y casi venezolano transporte público granadino. En cualquier caso, creo que el partido de Iglesias y el que gobierna Granada podrán entenderse muy bien. Un partido que piensa que debe votarse en asamblea qué es arte no tendrá muchas discrepancias con otro que ha decidido que la rara sustancia llamada arte se compone de tres elementos: cofradías, tapas y vacío.

Columna Granada Hoy, Nivaria Tejera, 13-1

NIVARIA TEJERA, Granada Hoy, 13-1

QUE cuándo qué dónde qué cómo qué quién / Nos aguarda al final de nuestro tiempo / Para colmar y colmar tan sostenido desvelo?”. Así comienza el poema Rueda del exiliado, de la escritora cubana Nivaria Tejera (Cienfuegos, 1929), fallecida en París, la ciudad en la que vivió durante cincuenta años, el pasado 6 de enero. De padre canario y madre cubana, Nivaria integra desde 1965 esa rueda de cubanos esparcida por tantos lugares, que tan espléndidamente describe en su poema, sin duda uno de los más intensos sobre el larguísimo exilio que sufren aún los habitantes de la isla, y que no dudé en incluir en la antología Otra Cuba secreta, dedicada a las poetas cubanas, que publiqué en 2011 en la Editorial Verbum.

Pero, en realidad, Nivaria Tejera era una sobreviviente de exilios; o, como escribe Rafael Rojas, era alguien que ha asumido el exilio como destino personal. Rodar, nomadiar, escapar, alucinar en medio de la huida, podrían ser signos de su escritura, marcada siempre por la poesía, incluso cuando su género literario sea la novela. El primer exilio lo vive la escritora siendo apenas una niña, cuando su padre es hecho prisionero en la España de Franco, y ella tiene que escapar junto a su familia y viajar a Cuba. Más tarde, en su juventud, llegará el segundo, al huir hacia Europa de la Cuba dictatorial de Fulgencio Batista. Ya en plena adultez, en 1965, vendrá el tercero, cuando decide vivir en París, exiliada una vez más, ahora del régimen de Fidel Castro. Esos tres exilios los cuenta Nivaria en tres de sus novelas, El barranco (1958), considerada una de las primeras sobre la guerra civil española, aunque en España muy poco se conozca; Sonámbulo del sol (1972), que recibió el Premio Biblioteca Breve, y Huir de la espiral, escrita en 1987 y publicada en Verbum en 2013.

Nivaria entrevé, como pocos escritores, la condición del exiliado: “Somos los sospechosos deambuladores / de la Nada / Galopadores anónimos del pleno itinerario / Del vacío al acecho de nuestro enigma”. Ese vacío lo encarnan hoy los periódicos cubanos, los de la isla, que nada han dicho estos días sobre la escritora: la rueda de exiliados sigue sin percibida desde la isla oficial. Pero, como bien intuía Nivaria, “olvidan que la ausencia / Es presencia también / Y red / Y espuela / Y que una isla escapa con el mar al encierro / Y que es inútil / Aprisionar una estrella que continúa quemándose”.