COLUMNA GRANADA HOY, EL CIUDADANO ILUSTRE, 22-2-17

EL CIUDADANO ILUSTRE, Granada Hoy, 22-2-17

El título de esta columna es el del espléndido filme argentino, dirigido por Mariano Cohn y Gastón Duprat, galardonado recientemente con el Goya a la Mejor película iberoamericana; cinta que aún no ha sido estrenada en Granada (¿lo será algún día?). Una película que un granadino amante del buen cine solo tuvo oportunidad de ver en el envidiable cine Albéniz, ubicado en pleno casco histórico de Málaga, con versión original y varias películas de estreno fuera del circuito comercial; hecho impensable en Granada.

El ciudadano ilustre, además de homenaje a Borges (el argentino universal al que no le concedieron el Nobel por razones, sabemos, políticas), supone, en cierto modo, una actualización de ese viejo tema que insiste en Argentina (y en Latinoamérica, ¿y en España?), que tan bien retrató Sarmiento en Facundo: el choque entre civilización y barbarie, llevado al ámbito de la literatura a través de una comedia de humor negro.

El protagonista (magnífico el actor Oscar Martínez) es un escritor argentino que vive en Barcelona y acaba de recibir el Premio Nobel y que vuelve de visita a su pueblo, Salas, en la Argentina profunda, donde acaban de nombrarlo Ciudadano Ilustre. En su vuelta, termina comprobando, fehacientemente, por qué se fue de allí cuarenta años antes y por qué no había querido regresar. Se parece un poco a Granada esa Salas profunda, donde mandan los caciques, las apariencias, el mal gusto, los favores, la ignorancia y el ferviente deseo de tener un Premio Nobel propio, para colocarlo como quien pone un búcaro de adorno en su vida. (Ponga un Nobel en su casa, siempre que el Nobel esté dispuesto a hacer todo lo que diga el dueño de la casa).

El “ciudadano ilustre” termina pateado en su pueblo, que parece todavía enredado en la misma barbarie de cuarenta años atrás. Al contrario que la civilizada y culta Europa, Salas es incapaz de comprender (o tolerar) las contradicciones, vanidades, neurosis, y los principios, del gran escritor, que se marcha de allí con la frente marchita.

Un Nobel no basta para sacar de la barbarie a los que están en ella. Por muy ilustre y honesto que sea. Al contrario, la barbarie lo alcanzará a él, si tiene la mala fortuna de encontrarse demasiado cerca. La película nos deja el consuelo de ese joven escritor, inocente empleado de hotel, ajeno a la barbarie que lo rodea, e inmerso, tanto como su ilustre compatriota, en la literatura, en lo mejor de ella.

http://www.granadahoy.com/opinion/articulos/ciudadano-ilustre_0_1111389204.html

COLUMNA GRANADA HOY, EL OTRO, 8-2-17

EL OTRO, Granada Hoy, 8-2-17 

HA muerto Tzvetan Todorov, el filósofo búlgaro-francés que llegó del frío totalitario a Occidente y supo describir esa tremenda experiencia. Son muchos y brillantes los escritos de Todorov. Entre todos, me fijo hoy en uno, La conquista de América, su espléndida interpretación de los diarios de Colón y del descubrimiento del otro, encarnado en los indígenas. El problema del otro, se subtitula la edición en español, más sugerente en francés (la question de l’autre), donde la palabra original permite una mayor ambivalencia.

Para Todorov, en los diarios de Colón aparece por primera vez el descubrimiento del otro (con minúscula, especificarían los psicoanalistas, para subrayar que se alude al otro como semejante). Es decir, que Colón no solo descubre América, sino también eso que hoy llamamos la alteridad. Pero Colón, dirá Todorov, era un finalista y nunca consigue percibir realmente al otro. O sea, Colón no se guiaba por la experiencia, sino, como los Padres de la Iglesia, por una doctrina con unos presupuestos que no era necesario demostrar porque, escribe Todorov, “el sentido final está dado desde el principio”. Es decir, que fuera cual fuera la experiencia que tuviera ante sus ojos, a Colón no le era posible ver al otro: la doctrina le empañaba la vista. La alteridad, dice Todorov, se revela pero a la vez se niega.

Pero, paradójicamente, ese Colón que no logra percibir al otro, se llama a sí mismo “El Extranjero”, siendo ese “el término que más frecuentemente emplea para referirse a sí mismo” y añade el filósofo: “Y si tantos países han buscado el honor de ser su patria, es porque no tenía ninguna”.

El libro de Todorov permite múltiples conclusiones. Evidencia, por ejemplo, la ironía en el héroe colombino: El Extranjero que no puede ver al otro (tal vez así podría haberse subtitulado también el libro). Y, en su reflexión sobre el pasado, nos deja un saber que vale para el mundo actual. Como la circunstancia de que la hazaña del descubrimiento de América (la mayor innovación en su tiempo) haya sido realizada precisamente por un sin patria, por un Extranjero. Hecho que habría que conectar con que en Silicon Valley, el sitio de la innovación por excelencia, hayan salido masivamente a cuestionar el veto de Trump contra los inmigrantes. Y es que ya lo ha dicho la historia: los autores de hazañas colombinas, desde Colón y hasta Todorov, han sido, a menudo, otros, Extranjeros, sin patria.

http://www.granadahoy.com/opinion/articulos/BB3_0_1107189493.html

COLUMNA GRANADA HOY, PLAGIO, 30-12

PLAGIO, Granada Hoy, 29-12

EN los últimos meses, la Universidad española se ha visto sacudida por un gran escándalo. El Rector de la Universidad Rey Juan Carlos ha sido acusado de plagio por cinco profesores, una revista norteamericana ha retirado un artículo suyo por el mismo motivo y se han documentado en su contra numerosos casos de fraude académico y, todavía, siguen apareciendo más. El escándalo obedece a varios motivos. En primer lugar, al hecho en sí, suficientemente bochornoso. En segundo lugar, a la conducta del Rector, que sigue ahí, aferrado a su puesto. En tercer lugar, resulta escandalosa la actuación de la mencionada Universidad donde, salvo los desprotegidos estudiantes y honrosas excepciones del profesorado, nadie se atreve a pedir la dimisión del Jefe. Pero, sin duda, lo más escandaloso es la dejación de funciones de las autoridades competentes, el Ministerio y la Comunidad de Madrid, quienes, amparándose en la llamada autonomía universitaria, miran hacia otro lado, y toleran (no se sabe hasta cuándo) esta vergonzosa situación. Como si la autonomía universitaria implicara una licencia para hacer cualquier cosa, una especie de impunidad concedida graciosamente a unas instituciones públicas que, como otras, deberían rendir cuentas de sus actos ante las autoridades y ante la sociedad.

Y es que la corrupción, que tanto empieza a denunciarse en el ámbito político, no solo existe allí. Abunda también en otras zonas, como la vida universitaria o la cultural. En esos espacios hay igualmente corruptos y corrupciones, mafiosos de turno (turnos muy muy largos), falta de control, clientelismo desmedido, dejación de funciones y personas, demasiadas, que dirigen su vista hacia otro sitio sin querer ver.

Declaraba uno de los plagiados que en cualquier país serio, el Rector plagiario no habría durado ni dos días en su cargo. Me permito corregirlo. En cualquier país serio, no haría falta hablar de este asunto: la dimisión se habría producido de manera inmediata. De lo que se hablaría es de si un profesor acusado de plagio (sea o no Rector) puede seguir ejerciendo sus funciones.

Ojalá que cuando despertemos en 2017 el Rector de la Rey Juan Carlos no esté, todavía, allí. Y que a los plagiados y a los solitarios estudiantes de esa Universidad se hayan unido otras voces indignadas. Y, por supuesto, ojalá que no nos llegue tampoco un 2017 plagiado del lamentable 2016. Así que feliz, y original, año nuevo.

COLUMNA GRANADA HOY, Cuidado, 14-12

CUIDADO, Granada Hoy, 14-12

HACE algunas semanas, el muy viril líder de Podemos, Pablo Iglesias, hizo un llamado maternal para “feminizar la política”. En su femenina intervención, Iglesias declaró que en esta nueva sociedad lo más importante no era la presencia de las propias mujeres, sino copiar el modelo que ellas representan. Así, de lo que verdaderamente se trata, según Iglesias, es de transformar la sociedad en sociedad de los cuidados, donde hombres amorosos y “deconstruidos” imitan “aquello que hacían nuestras madres”.

Hace pocos días, y recién muerto el muy viril dictador Fidel Castro, las autoridades cubanas prohibieron la exhibición de la película Santa y Andrés en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de este año. El director de la película, Carlos Lechuga, obtuvo con el guion de ese filme el premio de la SGAE. La película, inspirada en la vida de Reinaldo Arenas, presenta, por primera vez dentro de la isla, a un disidente como protagonista, un escritor que vive en Cuba, pero al que no le permiten publicar y es vigilado y acosado por la Seguridad del Estado. El presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), Roberto Smith, ha justificado la censura con las siguientes palabras: “El ICAIC continuará cuidando la imagen de los símbolos patrios, de la propia Revolución y de nuestros héroes y mártires, tanto en el cine que apoyemos en su producción, como en la selección de las películas que se exhiban en nuestras pantallas”.

No sé por qué los cuidados que se toman en Cuba me han hecho recordar los propuestos por el líder podemita. Es cierto que en Cuba cuidan la Revolución (y a todos los cubanos) desde la actitud totalitaria del paternalismo más grosero, antiguo y tradicional. En cambio, el cuidado de Iglesias aparenta ser un cuidado otro, el cuidado femenino de un Estado maternal. Ya no la patria, sino la matria. Pero, en el fondo, el Estado postmoderno, trasvestido y performativo de Iglesias, ese Estado donde los hombres hacen de mujeres, pero donde no cuentan aquellas que no se parezcan a lo que el gran líder ha decretado que es una mujer, es un Estado tan totalitario y excluyente como el viejo y caduco del presidente del ICAIC.

Cuidado con esos líderes políticos tan empeñados en cuidarnos. Aunque declaren que no lo harán como padres, sino como madres cariñosas. Sólo traen el mismo falo totalitario de siempre. Aunque lo lleven disfrazado de dulce y amorosa teta.

COLUMNA Granada Hoy, LEVEDAD FREUDIANA, 30-11

LEVEDAD FREUDIANA, Granada Hoy, 30-11

 Entiendes la gran fiesta en Miami. Las celebraciones, la alegría, las risas, los gritos, el entusiasmo, los bailes, el ruido, los desfiles rumberos en la calle Ocho y en el restaurante Versailles. Y claro, el odio, las maldiciones, los epítetos, las descalificaciones y las malas palabras. Se entiende mejor lo que pasa en Miami si giras la cabeza y miras al otro lado, a La Habana, ciudad anti-gemela de Miami, donde el luto oficial y obligatorio ha prohibido la música y el ron y se han suspendido los conciertos y todo asomo de mínima fiesta durante nueve días. La Habana, ciudad donde solo hay loas pomposas y donde los cubanos lloran desconsoladamente en la televisión, hacen colas enormes para despedirse de una foto y discuten si resulta adecuado, en las actuales circunstancias, darse o no los buenos días (¿cómo pueden estos días ser buenos para alguien?). Un pueblo al que no han dejado ver el cadáver, al que no le han dicho exactamente de qué murió el que murió, y al que tampoco permiten acercarse a las cenizas sagradas.

Piensas que si La Habana es el teatro del yo totalitario de la isla, ese yo zombi que nada pregunta y nunca duda, Miami es el refugio del inconsciente cubano, un inconsciente, más que reprimido, repudiado, hostigado y expulsado. Un inconsciente que tiene que salir y manifestarse en otra parte, y que lo hace sin límites, desbordado.

Entiendes la fiesta, sin duda. La fiesta del inconsciente libre, desbordado y solitario. Pero han pasado sesenta años y sientes, no puedes evitar sentir, ese cansancio de la historia del que habla Gustavo Pérez Firmat. Extremo cansancio del yo totalitario, pero también del inconsciente desbordado y solo. Y aunque no vivas, ni quieras vivir, en el país del primero, tampoco puedes vivir en la tierra del segundo. Así que tomas tu copa de champagne con una alegría sosegada, con un poco de mesura. Y piensas en qué decir. Y te das cuenta de que lo mejor son esas frases cortas, brevísimas, minimalistas, de alivio, de suspiro casi; esas frases leves de alegría. Preferiblemente, con el sujeto ya omitido, es decir, ya empezado a olvidar. Como esas mini-oraciones que algunos ya han escrito. Algo así como el titular de Diario de Cuba: “Ya murió”. O, acaso, como ese graffiti de El Sexto, donde el sujeto que no está se convierte, con levísima ironía, prácticamente en un contrarrevolucionario; ese delicado, casi inocente: “Se fue”.

COLUMNA GRANADA HOY, JAMAIS VU, 16-11

JAMAIS VU, Granada Hoy, 16-11

   Lo estamos viviendo cómo esa experiencia que se ha dado en llamar jamais vu; es decir, algo que no recordamos que haya sucedido antes, aunque, quizás, sí que haya ocurrido alguna vez.

Lo cierto es que nadie sabe cómo pero ha sucedido. El próximo inquilino de la Casa Blanca (la Casa más céntrica en el barrio más céntrico de ese país que se llama Mundo) será un impresentable absoluto. La novedad es que no se trata de un total impresentable al que descubriremos como tal algún tiempo después, en medio de su mandato, que ha sido lo habitual hasta ahora, y lo admisible y entendible en la conducta humana (ser engañados por alguien que parecía o fingía ser lo que no era, o al que no supimos identificar a tiempo como lo que era). No, en este caso el impresentable absoluto se ha presentado como impresentable absoluto desde el principio y no ha dejado de serlo durante toda su campaña electoral. Es más, ha presumido de ser un impresentable absoluto en numerosas, casi todas las ocasiones en las que ha podido.

Aunque parezca raro, dicen que mucha gente lo ha votado precisamente por ser lo que es. ¿Quién mejor que un impresentable absoluto -se dicen algunos, muchos- para incomodar a las élites -o castas- corruptas (¿no son acaso sinónimo?) que ostentan el poder político? Que al impresentable absoluto lo adornen el racismo, el machismo, la xenofobia, la ignorancia, la mentira, la grosería o la zafiedad parecen ser motivo para la simpatía y el aplauso, según indican los resultados de las elecciones. (Toda esa corrección o buenos modales que muestran los de arriba de las élites -o castas- políticas aburre; provoca, incluso, burlas).

No parece casual que en la era de los reality shows vayamos a tener un showman como inquilino de la Casa Blanca. En un reality show, ya se sabe, todas estas “cualidades” del próximo casablanquino son aplaudidas. Como lo son otras que también ostenta: el grito, la irracionalidad, el odio, la ofensa al contrincante.

Desde luego que hay motivos para la inquietud. Lo han dicho todos sus no-votantes, que siguen todavía protestando en las calles o se preguntan si ha llegado la hora de emigrar a Canadá. Pero también es tiempo de preguntarnos cuándo olvidamos palabras como educación, conocimiento, razón, humanidades, valores, cultura. Cuándo fue que esas palabras dejaron de importarnos, dejaron de tener valor. ¿Cuántos Trump hacen falta para que lo hagamos?

Columna Granada Hoy, Bob Dylan no contesta, 19-10

BOB DYLAN NO CONTESTA, Granada Hoy, 19-10

LE han concedido el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan porque Homero y Safo. Porque la poesía y la música eran una y la misma en sus orígenes. Porque su obra es incuestionable. Porque la generación beat y Kerouac y Ginsberg. Porque el mundo sería peor sin los cantautores o trovadores. Y sin Bob Dylan. Porque no hay Premio Nobel de Música, ni tiempo, ni ganas, de crearlo. Y porque así lo ha decidido la Academia Sueca.

La postmodernidad llega también al Premio Nobel y a los flemáticos y antiguos académicos suecos. Esa postmodernidad que consiste en ensanchar los límites de todo, y especialmente de la literatura, para que se mezcle con muchas cosas. Eso que llaman a veces lo híbrido, o lo difuso, o todo mezclado, como diría Nicolás Guillén, que se inventó la postmodernidad en los solares habaneros antes de que esta existiera. Y ni siquiera obtuvo el Premio Cervantes.

Bob Dylan merece ser leído, han dicho desde la Academia Sueca y una se dice que sí, pero no con los ojos, sino con el oído. Leer con el oído es posible, desde luego, y magnífico, sin duda, pero es una lectura otra, una lectura ciega, solo auditiva. Y una piensa que la Academia Sueca pudo haberle otorgado a Bob Dylan el Nobel de Medicina, en vez del de literatura. Porque la buena música, como es la de Dylan, cura, mejora la circulación de la sangre y la tensión, hace feliz. Y Like a Rolling Stone es, en cierto modo, la canción de una especie de reconocimiento médico. Pero quizás los médicos médicos habrían protestado por ese hipotético premio. Ya se sabe. Los médicos no son como los escritores y los poetas. Los médicos no son postmodernos. Los médicos no admiten el intrusismo profesional. Ni siquiera de sus colegas los psicólogos o los enfermeros, ni de sus primos terceros los psicoanalistas, ni de sus cuñados los homeópatas.

Los Académicos Suecos han pretendido elevar la música de Dylan con el Nobel. Pero el mundo es raro. Y parece que al premiado no le interesa demasiado subir más alto (¿Es acaso posible). La Academia lo llama y Bob Dylan no contesta, no está, no se pone al teléfono. Y como ahora todo se sabe, todos nos hemos enterado de que Dylan no responde. Dicen que tocó en Las Vegas poco después de conocerse la noticia y nada dijo sobre el premio. Como si no se hubiera enterado. Como si con él no fuera. ¿Para qué necesita Boy Dylan el Nobel de Literatura? Eso no lo ha dicho la Academia Sueca.

COLUMNA GRANADA HOY, Granada-Antequera, 21-9

Granada-Antequera, Granada Hoy, 22-9

LA semana pasada viajé a Madrid desde Granada con Renfe. Mi primera sorpresa fue descubrir que Renfe es esa rara empresa de ferrocarriles que, para ciertos trayectos (que parten siempre desde Granada, dicen), no utiliza trenes, sino autobuses. Algo así como si al ir a ver al cardiólogo, este sacara un otoscopio (aparato para examinar el oído) y jamás se interesara por tu corazón.

No comprendo por qué las empresas de autobuses auténticas no le ponen una demanda a Renfe por intrusismo profesional. Aunque tal vez sea porque Renfe no les hace una competencia desleal, como Uber a los taxis. Y es que cuando la empresa de ferrocarriles Renfe se disfraza de empresa de autobuses, tiene el detalle de seguirle cobrando a sus clientes exactamente lo mismo que si los llevara en tren. (Dice mi amiga M. que, en realidad, la compañía Renfe no es una compañía de trenes ni de autobuses, sino una compañía de teatro experimental. Y que la obra que representa en Granada desde hace 17 meses es un performance que consiste en hacer vivir la ficción de viajar en tren utilizando un autobús. Y que, por ese motivo, cobra el autobús a sus clientes como si fuera un tren. Porque al pagar el autobús tan caro como si viajaran en ferrocarril, los clientes-espectadores viven la ficción como realidad y, durante el viaje, serán incluso capaces de llegar a sentir, bajo las ruedas del autocar, las vibraciones de las vías del tren. Según mi amiga M., Renfe intentó, cuando proyectó esta obra, utilizar las propias vías del tren para que su autobús se desplazara y hacer más excitante su performance pero, finalmente, no recibió el permiso correspondiente y tuvo que limitarse a usar la aburrida carretera como si fuera el suyo un autobús cualquiera).

El falso autobús de Renfe me llevó hasta Antequera, donde me esperaba la segunda sorpresa. Allí entendí que quien vive en Granada no sólo debe envidiar a Málaga o a Sevilla su estación de ferrocarril. También debe envidiársela a Antequera, ciudad de 41 mil habitantes, es decir, con una población cinco veces menor que la de Granada. Pero sí, en esa pequeña ciudad hay una estación de ferrocarriles mejor y mucho más moderna que la de Granada, con amplias cristaleras, escalera mecánica y AVE. Y es que cuando uno sale de Granada a cualquier otra parte, incluso a Antequera (y este fue mi último descubrimiento), todo, hasta Renfe, parece empezar a ser lo que debería ser.

COLUMNA GRANADA HOY, GUSANOS, 24-8

GUSANOS, Granada Hoy, 24-8

HACE unos meses, en una clase en la Universidad de Granada, un estudiante hacía una exposición sobre La fiesta vigilada, ensayo del escritor cubano Antonio José Ponte. Al estudiante no le había gustado el libro, sin duda, complejo y muy duro con la dictadura cubana. Para expresar sus críticas, no se le ocurrió otra cosa que llamar gusano al autor. Lo dijo con naturalidad, con inocencia, incluso. Al terminar la intervención, le pregunté por qué había utilizado el término ‘gusano’ y qué sabía de esa palabra. Me respondió que acababa de escuchársela a una profesora, quien le dijo que así se llamaba en Cuba a los contrarrevolucionarios. ¿Es que la palabra tenía alguna connotación peyorativa?

Recordé esta anécdota mientras leía el blog de un periodista de Público, que defiende en su escrito al actor Willy Toledo, quien, hace pocos días, llamó gusano a Orlando Ortega, el atleta español nacido en Cuba ganador de medalla de plata en los Juegos de Río. Según el periodista, ‘gusano’ “es como se denomina a los cubanos contrarios al Castrismo que emigran de la isla opositando, sobre todo, desde Miami”. Y añade: “El término, aún siendo despectivo, está tan normalizado en Cuba que nada tiene que ver con el insulto que utilizamos en España para describir a alguien vil y despreciable”.

Normalizado. Eso escribe David Bollero, el bloguero periodista de Público, sin saber lo que dice. Porque es cierto: el término en Cuba está completamente normalizado. Y eso es precisamente lo horrible. Que en Cuba se le puede llamar gusano a cualquiera con normalidad. Y, como bien dice Bollero, esto no significa lo mismo que en España. Ojalá lo significara. Porque por supuesto que no se trata de un simple insulto. Gusano puede significar -ha significado durante muchos años, sigue significando todavía hoy- perder tu trabajo. O tu casa. O tu familia. O ser detenido. O golpeado. O pisoteado. O ir a la cárcel. O no poder volver a tu tierra.

Ser gusano en Cuba significa que has perdido la humanidad que se te había, generosamente, asignado. Significa la deshumanización y la animalización del diferente, lo que justifica su aniquilación. Ser gusano en Cuba es como ser una rata judía en la Alemania nazi. Algunos deberían leer a Art Spiegelman: “La deshumanización es crucial para el proyecto de aniquilación”. Y sigue: “Zyklon B, el gas empleado en Auschwitz […] era un pesticida para matar bichos o cucarachas”.

COLUMNA GRANADA HOY, PRIVADO VS. PÚBLICO, 10-8

PRIVADO VS. PÚBLICO, Granada Hoy, 10-8

ESTE es un país raro. Hace semanas, ya con el bloqueo actual en el Parlamento para formar gobierno, un amigo, que se considera muy de izquierdas, comentó en una reunión que entendía muy bien la situación actual. Dijo que él tenía varios amigos de derecha, y que con ellos se iba de fiesta y tenía magníficas relaciones, pero que jamás se sentaría a negociar nada que tuviera que ver con las cuestiones del gobierno del país.

Su comentario me hizo recordar a Pablo Iglesias, líder de Podemos. En la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez (fallida fundamentalmente a causa de Iglesias), Iglesias dedicó parte del escaso tiempo del que disponía a ofrecer su despacho para que se materializara el supuesto idilio entre uno de los diputados de su formación y otra del PP. Además del machismo y la frivolidad que denotaba su propuesta, las palabras de Iglesias me produjeron gran inquietud. ¿Cómo era posible oírle decir aquello, mientras negaba, al mismo tiempo, su apoyo a Sánchez?

Imaginemos que esta conducta se extendiera a otras zonas. Y nos enteráramos, por ejemplo, de que hay un hospital donde no se hacen operaciones desde hace meses porque los médicos, todos miembros de partidos políticos distintos, no se ponen de acuerdo en cómo usar el bisturí. Pero que, sin embargo, supiéramos también que los fines de semana, estos mismos médicos dejan de lado sus enfrentamientos y se van todos juntos de copas e incluso ligan entre ellos, porque son grandes, excelentes amigos.

Y es que en este país, unos cuantos, aparentemente muy modernos, siguen teniendo una visión decimonónica de la vida privada. Y creen que esta puede estar al margen, o puede contradecir lo que hacemos y decimos en la vida pública. Piensan la vida privada como una especie de “reposo del guerrero”, donde puede hacerse, incluso, todo aquello que jamás se haría en la sagrada vida pública. No cabe duda, sin embargo, de que la rigidez y sacralidad con la que asumen la vida pública, contrasta llamativamente con la relajación que propugnan para la vida privada.

La vida privada no es esa zona nocturna de nuestra vida donde no llega la luz. Menos, si alguien se dedica a la política. Los ciudadanos no elegimos políticos para que tomen copas, se vayan de marcha y/o liguen con sus rivales. Sino para que negocien con ellos, en nuestro nombre y hasta donde se lo permitan sus votos, lo que consideren mejor para el país y para todos.