RAFAEL CADENAS: APRENDER LA NADA (Granada Hoy, 14 de octubre, 2015)
Por mucho que otras perspectivas hayan llegado para enriquecer el estudio de la literatura y de la poesía, el enfoque nacional sigue siendo (para bien y para mal) el enfoque por antonomasia para acercarse a la obra de un escritor. Como recuerda Antoine Compangnon “la literatura, o mejor dicho, las literaturas, son, ante todo, literaturas nacionales”. El canon es, o suele ser, primero que nada, nacional. Y aunque esto ocurre en todas partes, sucede todavía más en América Latina, continente (o subcontinente, y lo digo en más de un sentido) de jóvenes y complejas naciones. Los premios de poesía no escapan a estas circunstancias; tampoco iba a hacerlo el Premio García Lorca. En este 2015, duodécima edición del Premio, y después de que este haya sido concedido a seis poetas españoles (seis, subrayo), entre ellos un granadino, Ángel González, Caballero Bonald, Brines, María Victoria Atencia, García Baena y Rafael Guillén (una se pregunta si alternar cada año entre un poeta español y un poeta hispanoamericano resulta realmente justo: ¿un solo país vale por una veintena?, ¿no parece un “combate” desigual dentro de la hispanidad poética?, ¿cuántas ediciones del premio tendrán que transcurrir para que el García Lorca le toque, por ejemplo, a un salvadoreño?); a tres poetas mexicanos, José Emilio Pacheco, Tomás Segovia (mexicano-español) y Eduardo Lizalde; la peruana Blanca Varela y la cubana Fina García Marruz, el García Lorca le ha correspondido al primer venezolano, Rafael Cadenas.
Es en las últimas décadas que la tradición poética venezolana ha venido a ser más conocida en España; a pesar de que en los comienzos de la misma hay una figura esencial, Andrés Bello. En este conocimiento tiene mucho que ver la Cátedra José Antonio Ramos Sucre, que dirige en la Universidad de Salamanca desde 1993 la profesora Carmen Ruiz Barrionuevo, decana de los estudios hispanoamericanos en España. Para leer aquí la poesía contemporánea de ese país del Caribe continental, quizás ningún libro más recomendable que la antología Conversación con la intemperie. Seis poetas venezolanos, preparada por el venezolano Gustavo Guerrero en 2008 para Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, donde además de a Cadenas, es posible acercarse a la obra de Ramos Sucre, Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, Guillermo Sucre (también magnífico ensayista) y Eugenio Montejo (para conocer a las poetas, Ana Enriqueta Terán, Elisabeth Schön, Ida Gramko, Márgara Russotto, Yolanda Pantín …, habrá que irse, probablemente, a Venezuela). En su antología, Guerrero destaca varios rasgos de la poesía y de la personalidad de Cadenas; hay tres que me gustan particularmente y que quisiera recordar aquí: los notables cambios que pueden hallarse entre sus diversos libros, que han hecho que se le compare con Pessoa; el despojamiento de sus versos, donde la exactitud resulta fundamental, y para ser más exacta, la exactitud “aterradora”; y, por último, “la conciencia de que el lugar del poeta es siempre el margen”.
No hay que esperar a que el Ayuntamiento edite su antología para leer a Cadenas. Además de la de Guerrero, hay publicada otra en Visor, y sobre todo, está su Obra entera. Poesía y prosa (1958-1995), que apareció en Pre-Textos en 2007, con prólogo del poeta colombiano Darío Jaramillo. Hay poemas de Cadenas realmente hermosos, como Nombres: “Te llamas hoja húmeda, noche de apartamento solo, vicisitud, campana, tersura y lascivia, ingenuidad, lisura de la piel, luna llena, crisis…“; otros, son de una ironía punzante y lúcida, como Fracaso: “Cuanto he tomado por victoria es sólo humo. / Fracaso, lenguaje del fondo, pista de otro espacio más exigente, difícil de entreleer es tu letra (…) Tu llameante rostro me ha perseguido y yo no sabía que era para salvarme…”; en otros, los de mayor despojamiento, el poeta mira a la nada que somos, se tutea con ella, la aprende: “Hazte a tu nada / plena. / Déjala florecer. / Acostúmbrate / al ayuno que eres. / Que tu cuerpo se la aprenda“.
Otro gran poeta hispanoamericano acaba de unirse en Granada al nombre de Federico. La poesía y la lengua están de fiesta.