HORARIO CANARIO, Granada Hoy, 6-4
CUANDO te mudas, emigras, partes, resulta difícil distinguir entre la nostalgia y lo que podría ser, digamos, la crítica razonable y objetiva. A menudo, no sabes si algo te incomoda en el nuevo país porque ese algo es realmente negativo o se trata sólo de tu deseo de que fuera otra cosa, más parecida a aquella que dejaste y te resultaba familiar, y que ahora no sabes cuándo volverás a tener delante.
Cuando llegué a Granada a finales de los 90, sentí que me desagradaban cosas del país y de la ciudad. Y, a veces, me preguntaba cuánto había de nostalgia en mis sensaciones. Sin embargo, siempre hubo ciertas cosas sobre las que nunca tuve dudas; una de ellas era, son, los rarísimos horarios españoles. Los horarios españoles siempre me parecieron incomprensibles y absurdos, estresantes y antinaturales. Una acaba por asumirlos, pero nunca he podido entender que a las 2 o a las 4 de la tarde no funcione nada, o sea imposible acudir a una dependencia de una administración pública, o a una oficina de un banco. En esa época vivía en el centro de Granada, y me asombraba pasear por la ciudad a las 3 de la tarde, y encontrar cerrados casi todos los locales comerciales. Me quedaba paralizada ante el “Vuelva Ud. a las 5.30 o a las 6 de la tarde”. Tampoco he entendido que se planifique una conferencia a las 8 de la noche, en lugar de a las 5. O que una clase en la Universidad pueda terminar a las 9 y 30 de la noche y no a las 6 y 30 de la tarde, como sucede en casi todos los países que conozco.