COLUMNA GRANADA HOY, Inmediatez, 27-7

INMEDIATEZ, Granada Hoy, 27-7

SÍ, todo es y tiene que ser inmediato en el ultrapostmoderno mundo en que vivimos. Las noticias se suceden una tras otra, sin que tengamos tiempo, ni capacidad, para asimilarlas, valorarlas, meditarlas. Un acto violento y enseguida otro, y otro, y otro. ¿Cuándo y cómo pensar en cada uno? Un golpe de Estado y, casi enseguida (¿incluso antes?), su contragolpe.

Más que en el Panóptico de Bentham, ese mundo físico donde todo se ve y donde todos están expuestos a las miradas, parece que viviéramos en un Panóptico otro, abstracto e invisible, en el que, sin ver ni tocar nada ni a nadie, todos sabemos lo que le pasa a todo el mundo o, más bien, sabemos lo que pasa en cualquier parte, y lo sabemos al minuto, o al segundo, de que ocurra.

Los periódicos se han vuelto una especie de relojes o de iglesias, que dan noticias cada minuto, como campanadas, en sus sedes virtuales. Tienen que competir con las redes sociales, con los periodistas por cuenta propia. Una noticia tras otra, una noticia debajo de otra, sin orden ni jerarquía. ¿Quién tiene tiempo para ordenar o jerarquizar? Sólo hay orden y jerarquía en los periódicos antiguos, los de papel. Pero el papel sólo trae noticias viejas, noticias ya olvidadas. Leerlos es como tomar un yogurt caducado. Y es que las noticias antes llamadas del día se han quedado demasiado antiguas. Corresponden al ayer, y ayer es aquello tan lejano que se fue hace mucho, que apenas recordamos, que dejamos muy atrás mientras recorríamos todo lo que pasaba en cada uno de sus larguísimos 1.440 minutos, o mejor, de sus 86.400 segundos. Nunca un minuto o un segundo pesó tanto.

Supongo que por eso, para ir en contra de los ultrarrápidos, volátiles tiempos que tanto corren, para probar que sí se puede reflexionar, analizar, meditar, van tan lentas las negociaciones (es un decir) de los políticos españoles para formar gobierno. ¿Por qué elegir la inmediatez cuando se puede vivir perfectamente en la absoluta lentitud? ¿Por qué algo nuevo cada segundo si se puede hacer lo mismo durante siete larguísimos meses sin que pase nada, sin que caiga el país, sin que caiga ningún político? Hay que retar a los periódicos y a las redes: no muchas, sino una única, una misma noticia durante siete meses, durante todo el tiempo. Eso es demostrar que se puede vivir de otro modo, de espaldas a la tramposa inmediatez ultramoderna. Ya lo decían los que saben: Spain is diferent.

COLUMNA GRANADA HOY, EPIDEMIA TERCERMUNDISTA, 13-7

EPIDEMIA TERCERMUNDISTA, Granada Hoy, 13-7

QUINCE meses sin servicios ferroviarios, quince meses sin conexiones, sin comunicación con el resto de España (no de alta velocidad, ni siquiera muy rápida, pero al menos con cierto sentido rítmico y comodidad relativa en los poco modernos vagones) han convertido a la provincia de Granada, según escriben los periódicos, en la provincia española que ostenta el sombrío récord de aislamiento por tren. Siguen diciendo las noticias que el nuevo alcalde llama todos los días al Ministerio de Fomento, pero no hay respuesta, no contesta nadie.

Desde hace años, demasiados, Granada ha ido pareciéndose cada vez más a una ciudad del llamado Tercer Mundo sin que nos hayamos preocupado o inquietado lo suficiente. Supongo que a veces es difícil detectar el tercermundismo detrás del vanidoso y pretencioso borde de unas aceras, o de las pomposas macetas y farolas que adornan el Centro, o de las alegres plazas, todas llenas de bares, terrazas y tapas obligatorias. El oropel no deja ver lo que hay detrás. Pero ahí estaba, ahí está, el tercermundismo acechando, cada vez más cerca de nosotros.

En un principio, era sólo el aeropuerto de juguete, mal comunicado y con poquísimos vuelos. Pero después empezó a extenderse la epidemia, el contagio tercermundista. Un metro (subterráneo o ligero, da igual) que nunca ha funcionado (cada mes lo anuncian para el siguiente). Un flamante servicio de transporte público que, también bajo un pomposo nombre (LAC, o LA Cantidad de veces que tenemos que subir y bajar), no lleva a ningún sitio. Un tren que no sólo no se convierte en AVE sino que desaparece totalmente de nuestra vista. Una terminal de autobuses de vergüenza, cada vez más sucia, con autobuses con escasos destinos y horarios, que ahora ni siquiera salen ni llegan al andén que indica la pantalla.

Aunque la zona de alerta roja es sin duda la de las comunicaciones, la epidemia tercermundista se ha extendido más allá. Hay alertas amarillas de color muy intenso en otras zonas, como la de la cultura: una ciudad llena de magníficos músicos que tienen prohibido tocar en muchos bares; un Museo Arqueológico que lleva seis años cerrado; un Centro Cultural emblemático, y costosísimo, vacío.

Supongo que habrá algún modo de parar la epidemia. Pero debería hacerse pronto. Muy pronto. Antes de que lo invada todo. Dan ganas de mudarse a Málaga o de citar (mal, pero bien) a Lorca: Granada, lejana, tercermundista y sola.

Columna Granada Hoy, El juego de votar, 29-6

El juego de votar, Granada Hoy, 29-6

LOS británicos han votado marcharse de la Unión Europea. Asustados con su voto, sin embargo, ya han recogido 3 millones de firmas pidiendo votar otra vez para poder quedarse. Se sienten engañados, no sabían realmente lo que votaban, dicen. Estas cosas pasan cuando un país vota alentado por políticos irresponsables, populistas, mesiánicos, sin saber muy bien qué ni para qué vota. Y es que tan nefastos y peligrosos son los políticos que impiden las votaciones de los ciudadanos como aquellos que las utilizan perversamente, alentándolas en todo momento como una especie de juego que se puede jugar con alegría de cualquier manera; un juego, aparentemente, democrático y sin consecuencias.

En España conocemos también políticos de esa clase, esos que proponen sin cesar jugar al juego del voto: votar para decidir, por ejemplo, a qué hay que llamar patrimonio en una ciudad como Granada (si a la gente no le parece bien, ¿por qué habría que considerar a la Alhambra o al Albayzín como patrimonio?); o votar para saber si todos los ciudadanos que viven en el mismo país quieren, de verdad, seguir viviendo en el mismo país (¿por qué un país tendría que seguir siendo el mismo si hay una mayoría -la mitad, tres quintos, qué más da- que vota separarse?). El juego de votar, ese juego infantil, es un juego cómodo, relajado, donde el jugador votante puede abandonarse, dejarse llevar por sus emociones, por sus deseos más recónditos, por la posibilidad imposible. En el juego de votar no manda la razón. El jugador votante es un niño que no tiene que pensar en las consecuencias de sus actos. Porque en el juego de votar lo que vale, lo único que vale, es lo que dice la mayoría, la gente emocionada pegada a su mágica papeleta, esa gente unida que siempre va a tener razón, porque para eso es mayoría, y lo que la mayoría dice será siempre justo, democrático, verdadero.

A los que venimos de países en los que no se vota nunca, en los que los que mandan impiden votar, nos repugna profundamente el juego del voto. Precisamente porque sabemos lo que vale, lo que cuesta votar. Y sabemos, también, que al juego del voto no se juega impunemente. Juegas y juegas porque crees que no pasa nada. Pero un día pasa, como le ha pasado a los británicos. Ellos, que tuvieron a Freud viviendo entre ellos, olvidaron algunas de sus enseñanzas, como esa que hoy estarán recordando: “A los espíritus del mal no hay que invocarlos”.

Columna Granada Hoy, Precariedad, 15-6

PRECARIEDAD, Granada Hoy, 15-6

UNO de los momentos curiosos del predecible y poco novedoso debate entre los cuatro candidatos principales al gobierno de España fue ese en que Rajoy describió la hipotética contratación de todos los contrincantes en imaginarios puestos de trabajo.

El propósito supuesto de Rajoy era demostrar, y convencer, claro, a los votantes, de que en España el empleo estable predomina sobre el empleo temporal, y transmitir la idea de que, de cuatro personas contratadas (según el presidente de gobierno), tres lo son mediante contratos estables. Sin embargo, con ese rarísimo sentido del humor que le caracteriza, Rajoy se sacó de su atril un ejemplo insólito para defender su tesis. Así, a Rajoy no se le ocurrió otra cosa que imaginar una inmediata oferta de empleo para los cuatro rivales. Nunca dijo, por cierto, cuál sería el puesto de trabajo ofertado. Pero sí dejó claro que, si se produjera esa situación, cada uno de sus tres rivales tendría la seguridad de conseguir un contrato indefinido, reservándose para sí mismo la opción más triste y precaria del pobre cuarto empleado, la del contrato temporal.

En su extravagante ejemplo, Rajoy pudo dejar la peor opción a alguno de sus rivales, a Sánchez, o a Iglesias, o quizás a Rivera, el que más incisivamente cuestionó su labor. Sin embargo, no lo hizo, tal vez porque intentaba tocar el lado sensible de los votantes: él, el “pobre” presidente, era ese cuarto en situación “precaria”, frente a los tres rivales “fuertes” aliados contra él. Al mismo tiempo era, acaso, un modo de señalar, sin decirlo, y otra vez apelando a la sensibilidad y aún a la compasión de los votantes, a su propia posición en La Moncloa. Y es que, después de todo, aunque Rajoy sea, siga siendo el presidente del gobierno, no es más que un Presidente en funciones, es decir, un presidente interino, en riesgo de ser despedido en cualquier momento.

Pero la extravagancia de Rajoy puede hacernos pensar en otros modos de precariedad. La que hay que atribuir, por ejemplo, a un país en la que ni siquiera su máximo dirigente tiene garantizado un empleo en condiciones. O, quizás, una peor: la de esa precariedad en la que nos encontramos los ciudadanos ante la hipótesis de una situación muy parecida a la del pasado diciembre, sin ninguna clara opción de pactos que permitan formar un gobierno. O, todavía, esa que casi resulta un tabú pronunciar: ¿la precariedad de unas terceras elecciones?

Columna Granada Hoy, Olvidar la política, 1-6

OLVIDAR LA POLÍTICA, Granada Hoy, 1-6

LLAMATIVA, paradójicamente, las encuestas sobre los resultados electorales que se están publicando desde hace varias semanas ofrecen como ganadores (sin mayoría absoluta para gobernar, es cierto) a los dos partidos que menos hicieron para formar gobierno en las pasadas elecciones generales: el Partido Popular y Podemos; las dos fuerzas más polarizadas políticamente, esas que se acusan y se miran como si no existiera más opción que ellos.

Los votantes, que en las pasadas elecciones favorecieron el pacto y el acuerdo sin que estos fueran atendidos por los representantes políticos elegidos, parecen otorgar ahora su confianza precisamente a los que menos se esforzaron por cumplir el mandato electoral.

Es difícil explicar y explicarse los resultados que auguran las encuestas. Respecto al Partido Popular, sigue funcionando, al parecer, la idea de que han conseguido evitar (hasta ahora), una intervención europea en España. Y ahí siguen, encabezando las encuestas. Y esto a pesar de la reforma laboral y de todos los recortes en el ámbito de lo público, y aún de la extrema corrupción; esa fiesta, es un decir, de los Gürtel, las Púnicas, las Taulas, que no parece tener fin. Y a pesar, también, de un presidente casi clandestino, que apenas da la cara, que decidió no presentarse como candidato aunque fuera la fuerza más votada y que suele preferir (¿se podría hablar de cierto abuso de género?) esconderse detrás de su vicepresidenta.

En cuanto a la confianza que numerosos electores parecen depositar en Podemos (en su nueva alianza con Izquierda Unida, es cierto) es tal vez un hecho aún más misterioso. Supongo que la promesa de la conquista de los cielos en la tierra sigue manteniendo su gran atractivo, sobre todo, para quienes han tenido la suerte de no vivir el desastre (o el horror) de alcanzarlos.

Quizás el hastío, el cansancio de tantos meses sin gobierno, sin acuerdos y sin pactos, hayan provocado cierta (justa) ira en los electores que ha encendido su pasión. Y la pasión, ya se sabe, suele moverse hacia los polos. Y como todo sentimiento exacerbado, no demasiado racional, puede ser causante de lo mejor y de lo peor.

Espero que las encuestas se equivoquen y el 26-J no ganen ni los recortes ni los cielos. Y que tengamos un gobierno tranquilo, dialogante, incluso aburrido, que nos haga, al menos por un tiempo, olvidar la política y poner nuestra pasión en otro sitio.

Columna Granada Hoy, Avatares del Premio Lorca, 18-5

AVATARES DEL PREMIO LORCA, Granada Hoy, 18-5

SI uno entra estos días en Google en busca de información sobre las Jornadas Académicas previstas en las bases del Premio Lorca, apenas la encuentra. Las Jornadas deberían celebrarse esta semana en homenaje al poeta venezolano Rafael Cadenas, pues la entrega del galardón se llevará a cabo mañana jueves, 19 de mayo. Sin embargo, sólo en la página web del Festival Internacional de Poesía se anuncian, de modo impreciso, dichas Jornadas, suprimiendo una palabra que debería acompañarlas: “académicas”. Según la página, las Jornadas se desarrollaron un único día, en la mañana del 16, en la Facultad de Ciencias de la Educación, con la intervención exclusiva de dos poetas que no son académicos ni especialistas en la obra de Cadenas. Las intervenciones anunciadas ni siquiera tienen título; aparecen bajo los membretes de “Conferencia” y “Taller”. Pero no se trata de una excepción. Salvo el primer año en que el Premio se concedió al poeta Ángel González, y a algún otro en que hubo un interés especial, las supuestas Jornadas académicas del Premio Lorca han sido actividades apenas difundidas, sin intervenciones académicas, sin especialistas en la obra del premiado, diluidas dentro del variopinto y desigual programa del llamado Festival Internacional de Poesía.

Pero esto no ocurre sólo con las Jornadas. Si intentamos hallar en librerías las antologías de los Premios Lorca, tampoco tendremos suerte. Las antologías, cuya edición contemplan también las bases, sólo se encuentran en las bibliotecas granadinas.

Cuando se creó el Lorca, el Ayuntamiento declaró con altanería que se trataba del premio más importante de poesía en español, porque superaba la dotación económica del que (ahora como entonces) ocupa ese sitio, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, concedido por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca. Basta con entrar en la página web del Reina Sofía y en la del Lorca para entender por qué el primero ocupa ese lugar. El primero, por ejemplo, celebra Jornadas académicas de verdad, y edita antologías que se venden, que se encuentran en todas las Universidades españolas y que se han convertido en referencias para el estudio de la obra de los premiados. Y es que el prestigio de un Premio de poesía no se consigue sólo con dinero, como dijo el antiguo Ayuntamiento. Requiere también conocimiento, recurrir a verdaderos especialistas en la materia, altura de miras, y sobre todo, creer en lo que se hace.

COLUMNA GRANADA HOY, Dèjá vu de las urnas, 4-5

DÈJÁ VU DE LAS URNAS, Granada Hoy, 4-5

LAS palabras, la lengua que hablamos, o que nos habla, posee una gran sabiduría, aunque a menudo no nos demos cuenta. Por supuesto que, según las ocasiones, la lengua resulta más o menos sabia. Estos últimos meses, por ejemplo, parece saber mucho. Y es que tenemos delante unas nuevas y surrealistas elecciones que se celebrarán el próximo 26 de junio y, una vez más, tendremos un encuentro con las urnas.

Pero las urnas del 26 de junio ya no se parecerán tanto a las que define la primera acepción del diccionario de la RAE. Me refiero, claro está, a esa que describe una caja para depositar las papeletas o números en las votaciones secretas. Las mismas cajas a las que acudimos esperanzados, con entusiasmo, el pasado 20 de diciembre. Porque las urnas a las que iremos el 26 de junio serán otras, ya no serán las mismas. Resultarán mucho más cercanas a otra definición del diccionario. La de esas cajas de metal, piedra u otra materia, que sirven para varios usos; entre otros, el de guardar los restos o las cenizas de los cadáveres humanos.

Las urnas del 26 de junio serán más semejantes a esas otras cajas de cenizas. Porque la gente llegará a ellas con escaso entusiasmo, con resignación, algunos con tristeza o hastío; otros, simplemente muy cansados. Seis meses después una urna puede ser otra urna. Otra distinta y diferente. Una caja con los restos de los mismos Partidos políticos, o con los restos de sus mismos Programas. O con los restos de los mismos candidatos, esos que no han comprendido, o fingen que no han comprendido, que dejaron de existir durante estos muy largos meses de nada, y siguen ahí, parados delante de sus filas y delante de toda la gente, haciendo gestos, muecas, dando discursos y espectáculos, esperando que nadie se dé cuenta. Urnas con los restos de los acuerdos, de los pactos que no se produjeron. Urnas llenas de insultos y de vetos. Urnas con los restos de un gobierno en funciones que, irónicamente, nadie consiguió que dejara de funcionar. Y al que, tampoco, nadie se atrevió siquiera a exigirle que funcionara de otro modo. Urnas con las cenizas de las mismas campañas y debates. Urnas con promesas que ya sabremos incumplidas. Urnas con los mismos votos que depositamos hace seis meses. Urnas sin ninguna sorpresa. Urnas del déjà vu. Pero, ahora, sin que la gente sepa por qué, ni para qué, ni si merece la pena. O, tal vez, sabiendo demasiado, sabiéndolo todo.

Columna Granada Hoy, Legado, 20-4

 LEGADO, Granada Hoy, 20-4

 LOS últimos días, los granadinos hemos asistido atónitos a un vertiginoso espectáculo en el Ayuntamiento de la ciudad. Primero, el registro en las dependencias municipales y en el piso del alcalde. Enseguida, la detención de Torres Hurtado y su imputación. Luego, la suspensión de su militancia desde el PP y diversas declaraciones desde su partido para que diera eso que ahora se llama, eufemísticamente y como si de un baile se tratara, un “paso al lado”. Más tarde, las comparecencias en las que el alcalde se presentó como víctima, hablando de un atropello a sus derechos fundamentales. Comparecencias donde dijo aquello de me quedo porque soy inocente, porque a mí nadie me echa ni me dice lo que tengo que hacer. Comparecencias donde incluso nos hizo enterarnos del lastimoso suceso de que estuviera incomunicado con su hija, al haberle sido requisado su móvil y estar ella de viaje. Por fin, tras todo esto, y con la amenaza de la moción de censura encima de su cabeza, la noticia de su dimisión.

Será, por supuesto, la Justicia, quien tendrá que establecer si el ya exalcalde es o no culpable de los delitos que se le imputan: cohecho, fraude en la contratación, asociación ilícita, prevaricación, tráfico de influencias, malversación de caudales públicos, estafa, falsedad en documento mercantil, administración desleal y contra la ordenación del territorio. Serán también los jueces quienes responderán a la simpática pregunta que el alcalde lanzó al aire en una de sus comparecencias: “¿Es que yo he hecho todo esto o he hecho de todo esto un poquito?”.

Los ciudadanos de a pie no somos jueces ni sabemos del funcionamiento de la justicia de los Tribunales. Sin embargo, sí juzgamos, con opiniones y desde nuestras vivencias, los actos de quienes nos gobiernan. Y como ciudadana de a pie digo que es una excelente noticia para la ciudad la dimisión del alcalde. No sólo porque un cargo público debe dimitir al recibir una imputación de ese tipo. Sino también porque los trece larguísimos años de Torres Hurtado y del PP en el Ayuntamiento de Granada dejan un lamentable, vergonzoso legado: el no-metro y el no-AVE; el no-transporte público para los barrios de la ciudad, castigados mediante ese engendro con ruedas que se llama LAC; la no-cultura y el no-Centro Lorca. Sí, es una excelente noticia la dimisión del alcalde y sería aún mejor si se fueran con él quienes lo han acompañado estos trece oscuros años.

Columna Granada Hoy, Horario canario, 6-4

HORARIO CANARIO, Granada Hoy, 6-4

CUANDO te mudas, emigras, partes, resulta difícil distinguir entre la nostalgia y lo que podría ser, digamos, la crítica razonable y objetiva. A menudo, no sabes si algo te incomoda en el nuevo país porque ese algo es realmente negativo o se trata sólo de tu deseo de que fuera otra cosa, más parecida a aquella que dejaste y te resultaba familiar, y que ahora no sabes cuándo volverás a tener delante.

Cuando llegué a Granada a finales de los 90, sentí que me desagradaban cosas del país y de la ciudad. Y, a veces, me preguntaba cuánto había de nostalgia en mis sensaciones. Sin embargo, siempre hubo ciertas cosas sobre las que nunca tuve dudas; una de ellas era, son, los rarísimos horarios españoles. Los horarios españoles siempre me parecieron incomprensibles y absurdos, estresantes y antinaturales. Una acaba por asumirlos, pero nunca he podido entender que a las 2 o a las 4 de la tarde no funcione nada, o sea imposible acudir a una dependencia de una administración pública, o a una oficina de un banco. En esa época vivía en el centro de Granada, y me asombraba pasear por la ciudad a las 3 de la tarde, y encontrar cerrados casi todos los locales comerciales. Me quedaba paralizada ante el “Vuelva Ud. a las 5.30 o a las 6 de la tarde”. Tampoco he entendido que se planifique una conferencia a las 8 de la noche, en lugar de a las 5. O que una clase en la Universidad pueda terminar a las 9 y 30 de la noche y no a las 6 y 30 de la tarde, como sucede en casi todos los países que conozco.

En el Pacto que no sirve para gobernar, PSOE y Ciudadanos han propuesto cambiar los horarios en España. Proponen, ante todo, volver al horario natural, que es, por increíble que parezca, no sólo el de Portugal y Reino Unido, sino, también, el de Canarias. (Al final, resulta que la Comunidad de la hora menos es la que vive en la hora correcta y que lo que debería decirse es “una hora más en la península”. Pero ya se sabe que los grandes siempre consiguen que parezca que son los pequeños los que andan con el reloj equivocado). Pero proponen, además, jornadas laborales continuas, que terminen alrededor de las 6 de la tarde. También Rajoy, el presidente en funciones que pacta todo consigo mismo, acaba de hacer la propuesta. Así que parece que se impondrán en este país horarios canarios, horarios más racionales y sensatos, y sin duda, más similares a los del resto del mundo. Esperemos que sea pronto.

Columna Granada Hoy, Lista, 23-3

LISTA, Granada Hoy, 23-3

TRAS 56 años de odio declarado, guerra fría (y a veces más caliente), el gobierno de Cuba (la misma familia de antes, aunque sin uniforme y con algunos tímidos polvos de apertura) ha recibido en la isla (¡quién lo hubiera dicho!) la visita de un presidente de Estados Unidos.

Sesenta años son muchos años. Y el tiempo no ha pasado en vano. E, ironías de la historia, Barak Obama viaja como revolucionario a un país que alguna vez lo fue. Porque sí, los papeles se han invertido. Y aquella joven y flamante Revolución cubana de los 60 es hoy una arruinada y ya antigua dictadura, y su máximo y casi único gobernante, Raúl Castro, es una especie de monarca solitario, envejecido, aferrado al poder, o al pasado. Obama, en cambio, es el presidente joven, negro y moderno que llega anunciando la nueva del futuro. Quizás, por eso, ninguno de los invitados cubanos (todos, por supuesto, pertenecientes a la nomenclatura del régimen) se atrevió a aplaudir el discurso obamiano. Permanecieron en silencio, como paralizados. Por supuesto, por miedo a represalias, quién lo duda. Pero quizás, también, desconcertados y aturdidos, al comprobar por primera vez con sus propios ojos y dentro de la isla, lo pasada de moda, lo arcaica que se ha quedado la Revolución cubana.

En la conferencia de prensa que Obama y Raúl Castro ofrecieron en La Habana eran muy evidentes también estos contrastes. En ella, la anécdota que más ha trascendido ha sido la pregunta del periodista norteamericano por los presos políticos de la isla. Raúl Castro, muy incómodo (en Cuba ningún periodista se atreve a hablar de estas cosas), negó los hechos y exigió al norteamericano una lista de nombres, comprometiéndose a liberar a los presos al día siguiente si la lista le era entregada.

Diversas organizaciones de Derechos Humanos han empezado a publicar listas para enviarlas al gobernante cubano. Ahora que Raúl Castro parece aceptar listas y peticiones, he decidido elaborar también la mía, pensando que es parecida a la de muchos, muchísimos cubanos: Libertad para los presos políticos. Libertad de expresión. Libertad de asociación. Periódicos y medios de comunicación independientes del gobierno. Elecciones libres. Separación entre el Estado y el Gobierno. Independencia de la Justicia. Pluripartidismo. Derecho a huelga. Autorización de sindicatos no verticales. Mercado. En fin, todo eso que fuera de Cuba se llama democracia.