Sobre la edición de Poemetos de Alma Rubens, información en Diario de Cuba, 11-9

Publican en España una antología de José Manuel Poveda

Una antología de poemas de José Manuel Poveda (Santiago de Cuba, 1888-Manzanillo, 1926) acaba de aparecer en la colección de libros de la revista sevillana Palimpsesto.

El volumen, prologado y seleccionado por la poeta y ensayista cubana Milena Rodríguez Gutiérrez, incluye los Poemetos de Alma Rubens y otros poemas.

En vida, Poveda publicó solamente un libro de poesía —Versos precursores (1917)— y el resto de su obra ha ido publicándose póstumamente a partir de 1948, con la excepción de una novela inacabada que terminó destruida por su viuda.

Milena Rodríguez Gutiérrez apunta en el prólogo: “Poveda era mulato y provinciano. Dos circunstancias que, unidas a las de su propio país, en el que reinan durante esos años el estancamiento espiritual y poético, la mediocridad y el escepticismo, contribuyeron a desarrollar en él un carácter profundamente orgulloso, pero, también, atormentado”.

En 2004, gracias a la labor de Alberto Rocasolano, fueron publicados en Santiago de Cuba los poemas que Poveda escribiera bajo el seudónimo de Alma Rubens y que conforman la mayor parte del volumen de esta antología publicada en Sevilla.

Poveda describió la personalidad que se inventara en Alma Rubens como decadente, mórbida, refinada, enferma y pasional.

Milena Rodríguez Gutiérrez, que es autora de una excelente antología de la poesía femenina cubana —Otra Cuba secreta (Verbum, Madrid, 2011)—, considera que, por su osadía y erotismo, la poesía de Alma Rubens recuerda a ciertos poemas de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Mercedes Matamoros, Delmira Agustini y Juana de Ibarborou.

Esta antología es el primer libro de José Manuel Poveda que se publica en España. Hace unos años la misma editorial sevillana publicó sendos volúmenes de poemas de Virgilio Piñera y Regino Pedroso, ambos al cuidado del poeta Manuel Díaz Martínez.

Poeta y periodista, José Manuel Poveda estudió Derecho en la Universidad de La Habana, ejerció como abogado y en sus últimos años fue juez suplente en Manzanillo. Tuvo una breve pero intensa vida.

COLUMNA GRANADA HOY, GUSANOS, 24-8

GUSANOS, Granada Hoy, 24-8

HACE unos meses, en una clase en la Universidad de Granada, un estudiante hacía una exposición sobre La fiesta vigilada, ensayo del escritor cubano Antonio José Ponte. Al estudiante no le había gustado el libro, sin duda, complejo y muy duro con la dictadura cubana. Para expresar sus críticas, no se le ocurrió otra cosa que llamar gusano al autor. Lo dijo con naturalidad, con inocencia, incluso. Al terminar la intervención, le pregunté por qué había utilizado el término ‘gusano’ y qué sabía de esa palabra. Me respondió que acababa de escuchársela a una profesora, quien le dijo que así se llamaba en Cuba a los contrarrevolucionarios. ¿Es que la palabra tenía alguna connotación peyorativa?

Recordé esta anécdota mientras leía el blog de un periodista de Público, que defiende en su escrito al actor Willy Toledo, quien, hace pocos días, llamó gusano a Orlando Ortega, el atleta español nacido en Cuba ganador de medalla de plata en los Juegos de Río. Según el periodista, ‘gusano’ “es como se denomina a los cubanos contrarios al Castrismo que emigran de la isla opositando, sobre todo, desde Miami”. Y añade: “El término, aún siendo despectivo, está tan normalizado en Cuba que nada tiene que ver con el insulto que utilizamos en España para describir a alguien vil y despreciable”.

Normalizado. Eso escribe David Bollero, el bloguero periodista de Público, sin saber lo que dice. Porque es cierto: el término en Cuba está completamente normalizado. Y eso es precisamente lo horrible. Que en Cuba se le puede llamar gusano a cualquiera con normalidad. Y, como bien dice Bollero, esto no significa lo mismo que en España. Ojalá lo significara. Porque por supuesto que no se trata de un simple insulto. Gusano puede significar -ha significado durante muchos años, sigue significando todavía hoy- perder tu trabajo. O tu casa. O tu familia. O ser detenido. O golpeado. O pisoteado. O ir a la cárcel. O no poder volver a tu tierra.

Ser gusano en Cuba significa que has perdido la humanidad que se te había, generosamente, asignado. Significa la deshumanización y la animalización del diferente, lo que justifica su aniquilación. Ser gusano en Cuba es como ser una rata judía en la Alemania nazi. Algunos deberían leer a Art Spiegelman: “La deshumanización es crucial para el proyecto de aniquilación”. Y sigue: “Zyklon B, el gas empleado en Auschwitz […] era un pesticida para matar bichos o cucarachas”.

COLUMNA GRANADA HOY, PRIVADO VS. PÚBLICO, 10-8

PRIVADO VS. PÚBLICO, Granada Hoy, 10-8

ESTE es un país raro. Hace semanas, ya con el bloqueo actual en el Parlamento para formar gobierno, un amigo, que se considera muy de izquierdas, comentó en una reunión que entendía muy bien la situación actual. Dijo que él tenía varios amigos de derecha, y que con ellos se iba de fiesta y tenía magníficas relaciones, pero que jamás se sentaría a negociar nada que tuviera que ver con las cuestiones del gobierno del país.

Su comentario me hizo recordar a Pablo Iglesias, líder de Podemos. En la fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez (fallida fundamentalmente a causa de Iglesias), Iglesias dedicó parte del escaso tiempo del que disponía a ofrecer su despacho para que se materializara el supuesto idilio entre uno de los diputados de su formación y otra del PP. Además del machismo y la frivolidad que denotaba su propuesta, las palabras de Iglesias me produjeron gran inquietud. ¿Cómo era posible oírle decir aquello, mientras negaba, al mismo tiempo, su apoyo a Sánchez?

Imaginemos que esta conducta se extendiera a otras zonas. Y nos enteráramos, por ejemplo, de que hay un hospital donde no se hacen operaciones desde hace meses porque los médicos, todos miembros de partidos políticos distintos, no se ponen de acuerdo en cómo usar el bisturí. Pero que, sin embargo, supiéramos también que los fines de semana, estos mismos médicos dejan de lado sus enfrentamientos y se van todos juntos de copas e incluso ligan entre ellos, porque son grandes, excelentes amigos.

Y es que en este país, unos cuantos, aparentemente muy modernos, siguen teniendo una visión decimonónica de la vida privada. Y creen que esta puede estar al margen, o puede contradecir lo que hacemos y decimos en la vida pública. Piensan la vida privada como una especie de “reposo del guerrero”, donde puede hacerse, incluso, todo aquello que jamás se haría en la sagrada vida pública. No cabe duda, sin embargo, de que la rigidez y sacralidad con la que asumen la vida pública, contrasta llamativamente con la relajación que propugnan para la vida privada.

La vida privada no es esa zona nocturna de nuestra vida donde no llega la luz. Menos, si alguien se dedica a la política. Los ciudadanos no elegimos políticos para que tomen copas, se vayan de marcha y/o liguen con sus rivales. Sino para que negocien con ellos, en nuestro nombre y hasta donde se lo permitan sus votos, lo que consideren mejor para el país y para todos.

COLUMNA GRANADA HOY, Inmediatez, 27-7

INMEDIATEZ, Granada Hoy, 27-7

SÍ, todo es y tiene que ser inmediato en el ultrapostmoderno mundo en que vivimos. Las noticias se suceden una tras otra, sin que tengamos tiempo, ni capacidad, para asimilarlas, valorarlas, meditarlas. Un acto violento y enseguida otro, y otro, y otro. ¿Cuándo y cómo pensar en cada uno? Un golpe de Estado y, casi enseguida (¿incluso antes?), su contragolpe.

Más que en el Panóptico de Bentham, ese mundo físico donde todo se ve y donde todos están expuestos a las miradas, parece que viviéramos en un Panóptico otro, abstracto e invisible, en el que, sin ver ni tocar nada ni a nadie, todos sabemos lo que le pasa a todo el mundo o, más bien, sabemos lo que pasa en cualquier parte, y lo sabemos al minuto, o al segundo, de que ocurra.

Los periódicos se han vuelto una especie de relojes o de iglesias, que dan noticias cada minuto, como campanadas, en sus sedes virtuales. Tienen que competir con las redes sociales, con los periodistas por cuenta propia. Una noticia tras otra, una noticia debajo de otra, sin orden ni jerarquía. ¿Quién tiene tiempo para ordenar o jerarquizar? Sólo hay orden y jerarquía en los periódicos antiguos, los de papel. Pero el papel sólo trae noticias viejas, noticias ya olvidadas. Leerlos es como tomar un yogurt caducado. Y es que las noticias antes llamadas del día se han quedado demasiado antiguas. Corresponden al ayer, y ayer es aquello tan lejano que se fue hace mucho, que apenas recordamos, que dejamos muy atrás mientras recorríamos todo lo que pasaba en cada uno de sus larguísimos 1.440 minutos, o mejor, de sus 86.400 segundos. Nunca un minuto o un segundo pesó tanto.

Supongo que por eso, para ir en contra de los ultrarrápidos, volátiles tiempos que tanto corren, para probar que sí se puede reflexionar, analizar, meditar, van tan lentas las negociaciones (es un decir) de los políticos españoles para formar gobierno. ¿Por qué elegir la inmediatez cuando se puede vivir perfectamente en la absoluta lentitud? ¿Por qué algo nuevo cada segundo si se puede hacer lo mismo durante siete larguísimos meses sin que pase nada, sin que caiga el país, sin que caiga ningún político? Hay que retar a los periódicos y a las redes: no muchas, sino una única, una misma noticia durante siete meses, durante todo el tiempo. Eso es demostrar que se puede vivir de otro modo, de espaldas a la tramposa inmediatez ultramoderna. Ya lo decían los que saben: Spain is diferent.

COLUMNA GRANADA HOY, EPIDEMIA TERCERMUNDISTA, 13-7

EPIDEMIA TERCERMUNDISTA, Granada Hoy, 13-7

QUINCE meses sin servicios ferroviarios, quince meses sin conexiones, sin comunicación con el resto de España (no de alta velocidad, ni siquiera muy rápida, pero al menos con cierto sentido rítmico y comodidad relativa en los poco modernos vagones) han convertido a la provincia de Granada, según escriben los periódicos, en la provincia española que ostenta el sombrío récord de aislamiento por tren. Siguen diciendo las noticias que el nuevo alcalde llama todos los días al Ministerio de Fomento, pero no hay respuesta, no contesta nadie.

Desde hace años, demasiados, Granada ha ido pareciéndose cada vez más a una ciudad del llamado Tercer Mundo sin que nos hayamos preocupado o inquietado lo suficiente. Supongo que a veces es difícil detectar el tercermundismo detrás del vanidoso y pretencioso borde de unas aceras, o de las pomposas macetas y farolas que adornan el Centro, o de las alegres plazas, todas llenas de bares, terrazas y tapas obligatorias. El oropel no deja ver lo que hay detrás. Pero ahí estaba, ahí está, el tercermundismo acechando, cada vez más cerca de nosotros.

En un principio, era sólo el aeropuerto de juguete, mal comunicado y con poquísimos vuelos. Pero después empezó a extenderse la epidemia, el contagio tercermundista. Un metro (subterráneo o ligero, da igual) que nunca ha funcionado (cada mes lo anuncian para el siguiente). Un flamante servicio de transporte público que, también bajo un pomposo nombre (LAC, o LA Cantidad de veces que tenemos que subir y bajar), no lleva a ningún sitio. Un tren que no sólo no se convierte en AVE sino que desaparece totalmente de nuestra vista. Una terminal de autobuses de vergüenza, cada vez más sucia, con autobuses con escasos destinos y horarios, que ahora ni siquiera salen ni llegan al andén que indica la pantalla.

Aunque la zona de alerta roja es sin duda la de las comunicaciones, la epidemia tercermundista se ha extendido más allá. Hay alertas amarillas de color muy intenso en otras zonas, como la de la cultura: una ciudad llena de magníficos músicos que tienen prohibido tocar en muchos bares; un Museo Arqueológico que lleva seis años cerrado; un Centro Cultural emblemático, y costosísimo, vacío.

Supongo que habrá algún modo de parar la epidemia. Pero debería hacerse pronto. Muy pronto. Antes de que lo invada todo. Dan ganas de mudarse a Málaga o de citar (mal, pero bien) a Lorca: Granada, lejana, tercermundista y sola.

Columna Granada Hoy, El juego de votar, 29-6

El juego de votar, Granada Hoy, 29-6

LOS británicos han votado marcharse de la Unión Europea. Asustados con su voto, sin embargo, ya han recogido 3 millones de firmas pidiendo votar otra vez para poder quedarse. Se sienten engañados, no sabían realmente lo que votaban, dicen. Estas cosas pasan cuando un país vota alentado por políticos irresponsables, populistas, mesiánicos, sin saber muy bien qué ni para qué vota. Y es que tan nefastos y peligrosos son los políticos que impiden las votaciones de los ciudadanos como aquellos que las utilizan perversamente, alentándolas en todo momento como una especie de juego que se puede jugar con alegría de cualquier manera; un juego, aparentemente, democrático y sin consecuencias.

En España conocemos también políticos de esa clase, esos que proponen sin cesar jugar al juego del voto: votar para decidir, por ejemplo, a qué hay que llamar patrimonio en una ciudad como Granada (si a la gente no le parece bien, ¿por qué habría que considerar a la Alhambra o al Albayzín como patrimonio?); o votar para saber si todos los ciudadanos que viven en el mismo país quieren, de verdad, seguir viviendo en el mismo país (¿por qué un país tendría que seguir siendo el mismo si hay una mayoría -la mitad, tres quintos, qué más da- que vota separarse?). El juego de votar, ese juego infantil, es un juego cómodo, relajado, donde el jugador votante puede abandonarse, dejarse llevar por sus emociones, por sus deseos más recónditos, por la posibilidad imposible. En el juego de votar no manda la razón. El jugador votante es un niño que no tiene que pensar en las consecuencias de sus actos. Porque en el juego de votar lo que vale, lo único que vale, es lo que dice la mayoría, la gente emocionada pegada a su mágica papeleta, esa gente unida que siempre va a tener razón, porque para eso es mayoría, y lo que la mayoría dice será siempre justo, democrático, verdadero.

A los que venimos de países en los que no se vota nunca, en los que los que mandan impiden votar, nos repugna profundamente el juego del voto. Precisamente porque sabemos lo que vale, lo que cuesta votar. Y sabemos, también, que al juego del voto no se juega impunemente. Juegas y juegas porque crees que no pasa nada. Pero un día pasa, como le ha pasado a los británicos. Ellos, que tuvieron a Freud viviendo entre ellos, olvidaron algunas de sus enseñanzas, como esa que hoy estarán recordando: “A los espíritus del mal no hay que invocarlos”.

Columna Granada Hoy, Precariedad, 15-6

PRECARIEDAD, Granada Hoy, 15-6

UNO de los momentos curiosos del predecible y poco novedoso debate entre los cuatro candidatos principales al gobierno de España fue ese en que Rajoy describió la hipotética contratación de todos los contrincantes en imaginarios puestos de trabajo.

El propósito supuesto de Rajoy era demostrar, y convencer, claro, a los votantes, de que en España el empleo estable predomina sobre el empleo temporal, y transmitir la idea de que, de cuatro personas contratadas (según el presidente de gobierno), tres lo son mediante contratos estables. Sin embargo, con ese rarísimo sentido del humor que le caracteriza, Rajoy se sacó de su atril un ejemplo insólito para defender su tesis. Así, a Rajoy no se le ocurrió otra cosa que imaginar una inmediata oferta de empleo para los cuatro rivales. Nunca dijo, por cierto, cuál sería el puesto de trabajo ofertado. Pero sí dejó claro que, si se produjera esa situación, cada uno de sus tres rivales tendría la seguridad de conseguir un contrato indefinido, reservándose para sí mismo la opción más triste y precaria del pobre cuarto empleado, la del contrato temporal.

En su extravagante ejemplo, Rajoy pudo dejar la peor opción a alguno de sus rivales, a Sánchez, o a Iglesias, o quizás a Rivera, el que más incisivamente cuestionó su labor. Sin embargo, no lo hizo, tal vez porque intentaba tocar el lado sensible de los votantes: él, el “pobre” presidente, era ese cuarto en situación “precaria”, frente a los tres rivales “fuertes” aliados contra él. Al mismo tiempo era, acaso, un modo de señalar, sin decirlo, y otra vez apelando a la sensibilidad y aún a la compasión de los votantes, a su propia posición en La Moncloa. Y es que, después de todo, aunque Rajoy sea, siga siendo el presidente del gobierno, no es más que un Presidente en funciones, es decir, un presidente interino, en riesgo de ser despedido en cualquier momento.

Pero la extravagancia de Rajoy puede hacernos pensar en otros modos de precariedad. La que hay que atribuir, por ejemplo, a un país en la que ni siquiera su máximo dirigente tiene garantizado un empleo en condiciones. O, quizás, una peor: la de esa precariedad en la que nos encontramos los ciudadanos ante la hipótesis de una situación muy parecida a la del pasado diciembre, sin ninguna clara opción de pactos que permitan formar un gobierno. O, todavía, esa que casi resulta un tabú pronunciar: ¿la precariedad de unas terceras elecciones?

Columna Granada Hoy, Olvidar la política, 1-6

OLVIDAR LA POLÍTICA, Granada Hoy, 1-6

LLAMATIVA, paradójicamente, las encuestas sobre los resultados electorales que se están publicando desde hace varias semanas ofrecen como ganadores (sin mayoría absoluta para gobernar, es cierto) a los dos partidos que menos hicieron para formar gobierno en las pasadas elecciones generales: el Partido Popular y Podemos; las dos fuerzas más polarizadas políticamente, esas que se acusan y se miran como si no existiera más opción que ellos.

Los votantes, que en las pasadas elecciones favorecieron el pacto y el acuerdo sin que estos fueran atendidos por los representantes políticos elegidos, parecen otorgar ahora su confianza precisamente a los que menos se esforzaron por cumplir el mandato electoral.

Es difícil explicar y explicarse los resultados que auguran las encuestas. Respecto al Partido Popular, sigue funcionando, al parecer, la idea de que han conseguido evitar (hasta ahora), una intervención europea en España. Y ahí siguen, encabezando las encuestas. Y esto a pesar de la reforma laboral y de todos los recortes en el ámbito de lo público, y aún de la extrema corrupción; esa fiesta, es un decir, de los Gürtel, las Púnicas, las Taulas, que no parece tener fin. Y a pesar, también, de un presidente casi clandestino, que apenas da la cara, que decidió no presentarse como candidato aunque fuera la fuerza más votada y que suele preferir (¿se podría hablar de cierto abuso de género?) esconderse detrás de su vicepresidenta.

En cuanto a la confianza que numerosos electores parecen depositar en Podemos (en su nueva alianza con Izquierda Unida, es cierto) es tal vez un hecho aún más misterioso. Supongo que la promesa de la conquista de los cielos en la tierra sigue manteniendo su gran atractivo, sobre todo, para quienes han tenido la suerte de no vivir el desastre (o el horror) de alcanzarlos.

Quizás el hastío, el cansancio de tantos meses sin gobierno, sin acuerdos y sin pactos, hayan provocado cierta (justa) ira en los electores que ha encendido su pasión. Y la pasión, ya se sabe, suele moverse hacia los polos. Y como todo sentimiento exacerbado, no demasiado racional, puede ser causante de lo mejor y de lo peor.

Espero que las encuestas se equivoquen y el 26-J no ganen ni los recortes ni los cielos. Y que tengamos un gobierno tranquilo, dialogante, incluso aburrido, que nos haga, al menos por un tiempo, olvidar la política y poner nuestra pasión en otro sitio.

Columna Granada Hoy, Avatares del Premio Lorca, 18-5

AVATARES DEL PREMIO LORCA, Granada Hoy, 18-5

SI uno entra estos días en Google en busca de información sobre las Jornadas Académicas previstas en las bases del Premio Lorca, apenas la encuentra. Las Jornadas deberían celebrarse esta semana en homenaje al poeta venezolano Rafael Cadenas, pues la entrega del galardón se llevará a cabo mañana jueves, 19 de mayo. Sin embargo, sólo en la página web del Festival Internacional de Poesía se anuncian, de modo impreciso, dichas Jornadas, suprimiendo una palabra que debería acompañarlas: “académicas”. Según la página, las Jornadas se desarrollaron un único día, en la mañana del 16, en la Facultad de Ciencias de la Educación, con la intervención exclusiva de dos poetas que no son académicos ni especialistas en la obra de Cadenas. Las intervenciones anunciadas ni siquiera tienen título; aparecen bajo los membretes de “Conferencia” y “Taller”. Pero no se trata de una excepción. Salvo el primer año en que el Premio se concedió al poeta Ángel González, y a algún otro en que hubo un interés especial, las supuestas Jornadas académicas del Premio Lorca han sido actividades apenas difundidas, sin intervenciones académicas, sin especialistas en la obra del premiado, diluidas dentro del variopinto y desigual programa del llamado Festival Internacional de Poesía.

Pero esto no ocurre sólo con las Jornadas. Si intentamos hallar en librerías las antologías de los Premios Lorca, tampoco tendremos suerte. Las antologías, cuya edición contemplan también las bases, sólo se encuentran en las bibliotecas granadinas.

Cuando se creó el Lorca, el Ayuntamiento declaró con altanería que se trataba del premio más importante de poesía en español, porque superaba la dotación económica del que (ahora como entonces) ocupa ese sitio, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, concedido por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca. Basta con entrar en la página web del Reina Sofía y en la del Lorca para entender por qué el primero ocupa ese lugar. El primero, por ejemplo, celebra Jornadas académicas de verdad, y edita antologías que se venden, que se encuentran en todas las Universidades españolas y que se han convertido en referencias para el estudio de la obra de los premiados. Y es que el prestigio de un Premio de poesía no se consigue sólo con dinero, como dijo el antiguo Ayuntamiento. Requiere también conocimiento, recurrir a verdaderos especialistas en la materia, altura de miras, y sobre todo, creer en lo que se hace.