Poesía: lo fatal

PLEYEL - Eugene Galien Laloue - Paris Eglise de St Germain des Pres

 

LO FATAL
DICHOSO el árbol, que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror…
¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos
y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!…

Poesía del siglo de Oro

KREUTZER - Eugene de Blass - The Serenade 1910

1. Ojos claros, serenos…
Gutierre de Cetina murió en Puebla, bajo la ventana de su amante, en un lance de pasión y celos. Pero lo recordamos sobre todo por estas pocas líneas, que han perdurado durante siglos.

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que1. Ojos claros, serenos…
Gutierre de Cetina murió en Puebla, bajo la ventana de su amante, en un lance de pasión y celos. Pero lo recordamos sobre todo por estas pocas líneas, que han perdurado durante siglos.

 

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
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2. Tres cosas…
Baltasar del Alcázar no está entre los cinco poetas más famosos del siglo de oro. Pero sólo porque el nivel de competencia en aquellos siglos era altísimo. He aquí algunas de sus redondillas más graciosas.*

Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón:
la bella Inés, el jamón
y berenjenas con queso.

Esta Inés, amantes, es
quien tuvo en mí tal poder,
que me hizo aborrecer
todo lo que no era Inés.

Trájome un año sin seso,
hasta que en una ocasión
me dio a merendar jamón
y berenjenas con queso.

En gusto, medida y peso
no les hallo distinción:
ya quiero Inés, ya jamón,
ya berenjenas con queso.

3. La más bella niña…
Luis de Góngora y Argote tiene la reputación, justamente ganada, de ser uno de los poetas más complicados del siglo de oro y de todas las épocas. Su intrincada sintaxis, sus constantes alusiones mitológicas e históricas, sus excesos, no son fáciles de digerir. Pero es capaz, también, de escribir con encanto y sencillez. Prueba de ello es la siguiente letrilla.*

La más bella niña
De nuestro lugar,
Hoy viuda y sola
Y ayer por casar,
Viendo que sus ojos
A la guerra van,
A su madre dice,
Que escucha su mal:

Dejadme llorar
Orillas del mar.

Pues me distes, madre,
En tan tierna edad
Tan corto el placer,
Tan largo el pesar,
Y me cautivastes
De quien hoy se va
Y lleva las llaves
De mi libertad,

Dejadme llorar
Orillas del mar.

En llorar conviertan
Mis ojos, de hoy más,
El sabroso oficio
Del dulce mirar,
Pues que no se pueden
Mejor ocupar,
Yéndose a la guerra
Quien era mi paz,

Dejadme llorar
Orillas del mar.

Váyanse las noches,
Pues ido se han
Los ojos que hacían
Los míos velar;
Váyanse, y no vean
Tanta soledad,
Después que en mi lecho
Sobra la mitad.

Dejadme llorar
Orillas del mar.
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4. Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba…
Uno de los muchos sonetos famosos de Sor Juana Inés de la Cruz.

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.

Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.
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Si te interesa la vida de Sor Juana Inés de la Cruz, te recomiendo la novela de Mónica Lavín y la película de María Luisa Bemberg.
5. Vivo sin vivir en mí
El misticismo religioso español nos dejó varias obras poéticas acaso inmortales. Santa Teresa de Jesús, o simplemente Teresa de Ávila, fue una importante reformadora dentro de la Iglesia católica. Fundó la orden de las carmelitas descalzas, y mantuvo amistad con otro santo y poeta, no menos notable que ella: San Juan de la Cruz.*

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero.

Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte,
vida, no me seas molesta;
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero,
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba
es la vida verdadera;
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
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6. Cántico espiritual
Juan de Yepes, San Juan de la Cruz, fue nombrado en 1952 patrono de los poetas en lengua española. Como dijimos arriba, mantuvo amistad con Santa Teresa y al igual que ella intentó reformar a los carmelistas y fundó la orden de los carmelistas descalzos. Tuvo numerosos problemas con las autoridades eclesiásticas y con los poderosos de su época. Sufrió la cárcel, y allí compuso su poema más famoso, El Cántico espiritual, que, a falta de papel y lápiz en la prisión, escribió verbalmente mientras iba memorizándolo. Al igual que en el Cantar de los Cantares, el gran poema erótico incluido en la Biblia, en el Cántico espiritual se establece un diálogo poético entre el Alma y el Esposo.*
Cántico espiritual*

Esposa:

¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.

Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

Pregunta a las criaturas:

¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado.

Respuesta de las criaturas:

Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de fermosura.

Esposa:

¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero;
no quieras emviarme
de hoy más ya mensajero
que no saben decirme lo que quiero.

Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.

Mas, ¿cómo perseveras,
¡oh, vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en ti concibes?

¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?

Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.

Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.

¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!

¡Apártalos, Amado,
que voy de vuelo!

Esposo:

Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.

Esposa:

Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,

la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.

Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
y yo le di de hecho
a mí, sin dejar cosa;
allí le prometí de ser su esposa.

Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya solo en amar es mi ejercicio.

De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas,
en tu amor florecidas,
y en un cabello mío entretejidas.

En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.

Esposo:

Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado.

Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada,
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera vïolada.

Esposa:

Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras decillo;
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas extrañas.

Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte y al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.

Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día.

7. Miré los muros de la patria mía…
La época del siglo de oro fue estupenda para la literatura, pero para el Imperio Español fue el inicio de una larga decadencia política, social y militar. Mientras que el resto de Europa, gracias al desarrollo de su técnica, su comercio y su educación, avanzaba a pasos agigantados y lograría dominar el mundo, España fue encerrándose en sí misma, haciéndose cada vez más pobre, más fanática y más frágil. Francisco de Quevedo dejó constancia del sentimiento de decadencia en el siguiente soneto.

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo; vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

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8. La vida es sueño
Algunos de los mejores versos de la lengua castellana no nacieron como poemas, sino como diálogos incluidos en obras de teatro. Tal es el caso de los siguientes versos de Calderón de la Barca, que forman parte de lo que es, según el crítico Menéndez y Pelayo, «un drama filosófico», más que una tragedia o una tragicomedia: La vida es sueño. Reproducimos aquí algunos versos de los monólogos más famosos del siglo de oro, los que tiene Segismundo en dicha obra.*

¡Ay mísero de mí, ¡ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratais así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo.
Aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito del nacer),
¿qué más os pude ofender,
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que no yo gocé jamás?

Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma,
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corre con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?

***

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me ví.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son

9. ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
Lope de Vega llevó una vida llena de contradicciones y extremos. Mantuvo relaciones ilícitas extramaritales, pero también se ordenó sacerdote. Vivió el favor y el rechazo de la corte; conoció la fama y también la infamia. Lo mismo escribía un soneto manifestando envidia ante la pulga que había picado el pecho de cierta dama, que comedias que hacían reír y sufrir a miles de espectadores, que poemas de inclinación claramente religiosa, como el siguiente.

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno obscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de mis plantas puras!

Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!»

¡Y cuánta hermosura soberana:
«mañana le abriremos» respondía
para lo mismo responder mañana!

10. A unas piernas
Francisco de Terrazas, poeta novohispano, nos dejó uno de los sonetos eróticos más célebres del siglo de oro. Esta dedicado «A unas piernas», por eso lo de las «columnas» que dan «del bien supremo, claro indicio».

¡Ay basas de marfil, vivo edificio
obrado del artífice del cielo,
columnas de alabastro que en el suelo
nos dais del bien supremo claro indicio!

¡Hermosos capiteles y artificio
del arco que aun de mí me pone celo!
¡Altar donde el tirano dios mozuelo
hiciera de sí mismo sacrificio!

¡Ay puerta de la gloria de Cupido
y guarda de la flor más estimada
de cuantas en el mundo son ni han sido!

Sepamos hasta cuándo estáis cerrada
y el cristalino cielo es defendido
a quien jamás gustó fruta vedada.
os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
2. Tres cosas…
Baltasar del Alcázar no está entre los cinco poetas más famosos del siglo de oro. Pero sólo porque el nivel de competencia en aquellos siglos era altísimo. He aquí algunas de sus redondillas más graciosas.*
Tres cosas me tienen preso
de amores el corazón:
la bella Inés, el jamón
y berenjenas con queso.
Esta Inés, amantes, es
quien tuvo en mí tal poder,
que me hizo aborrecer
todo lo que no era Inés.
Trájome un año sin seso,
hasta que en una ocasión
me dio a merendar jamón
y berenjenas con queso.
En gusto, medida y peso
no les hallo distinción:
ya quiero Inés, ya jamón,
ya berenjenas con queso.

3. La más bella niña…

Luis de Góngora y Argote tiene la reputación, justamente ganada, de ser uno de los poetas más complicados del siglo de oro y de todas las épocas. Su intrincada sintaxis, sus constantes alusiones mitológicas e históricas, sus excesos, no son fáciles de digerir. Pero es capaz, también, de escribir con encanto y sencillez. Prueba de ello es la siguiente letrilla.*
La más bella niña
De nuestro lugar,
Hoy viuda y sola
Y ayer por casar,
Viendo que sus ojos
A la guerra van,
A su madre dice,
Que escucha su mal:
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Pues me distes, madre,
En tan tierna edad
Tan corto el placer,
Tan largo el pesar,
Y me cautivastes
De quien hoy se va
Y lleva las llaves
De mi libertad,
Dejadme llorar
Orillas del mar.
En llorar conviertan
Mis ojos, de hoy más,
El sabroso oficio
Del dulce mirar,
Pues que no se pueden
Mejor ocupar,
Yéndose a la guerra
Quien era mi paz,
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Váyanse las noches,
Pues ido se han
Los ojos que hacían
Los míos velar;
Váyanse, y no vean
Tanta soledad,
Después que en mi lecho
Sobra la mitad.
Dejadme llorar
Orillas del mar.

4. Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba…
Uno de los muchos sonetos famosos de Sor Juana Inés de la Cruz.
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba.
Y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

5. Vivo sin vivir en mí

El misticismo religioso español nos dejó varias obras poéticas acaso inmortales. Santa Teresa de Jesús, o simplemente Teresa de Ávila, fue una importante reformadora dentro de la Iglesia católica. Fundó la orden de las carmelitas descalzas, y mantuvo amistad con otro santo y poeta, no menos notable que ella: San Juan de la Cruz.*
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero.
Esta divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte,
vida, no me seas molesta;
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero,
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba
es la vida verdadera;
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.

6. Cántico espiritual

Juan de Yepes, San Juan de la Cruz, fue nombrado en 1952 patrono de los poetas en lengua española. Como dijimos arriba, mantuvo amistad con Santa Teresa y al igual que ella intentó reformar a los carmelistas y fundó la orden de los carmelistas descalzos. Tuvo numerosos problemas con las autoridades eclesiásticas y con los poderosos de su época. Sufrió la cárcel, y allí compuso su poema más famoso, El Cántico espiritual, que, a falta de papel y lápiz en la prisión, escribió verbalmente mientras iba memorizándolo. Al igual que en el Cantar de los Cantares, el gran poema erótico incluido en la Biblia, en el Cántico espiritual se establece un diálogo poético entre el Alma y el Esposo.*
Cántico espiritual*
Esposa:
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste
habiéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ido.
Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
Pregunta a las criaturas:
¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado.
Respuesta de las criaturas:
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de fermosura.
Esposa:
¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero;
no quieras emviarme
de hoy más ya mensajero
que no saben decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.
Mas, ¿cómo perseveras,
¡oh, vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en ti concibes?
¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?
Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.
¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
¡Apártalos, Amado,
que voy de vuelo!
Esposo:
Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo, y fresco toma.
Esposa:
Mi Amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.

Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
y yo le di de hecho
a mí, sin dejar cosa;
allí le prometí de ser su esposa.
Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya solo en amar es mi ejercicio.

De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas,
en tu amor florecidas,
y en un cabello mío entretejidas.
En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.

Esposo:
Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado.
Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada,
allí te di la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera vïolada.

Esposa:
Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras decillo;
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas extrañas.

Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte y al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.
Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día.

7. Miré los muros de la patria mía…
La época del siglo de oro fue estupenda para la literatura, pero para el Imperio Español fue el inicio de una larga decadencia política, social y militar. Mientras que el resto de Europa, gracias al desarrollo de su técnica, su comercio y su educación, avanzaba a pasos agigantados y lograría dominar el mundo, España fue encerrándose en sí misma, haciéndose cada vez más pobre, más fanática y más frágil. Francisco de Quevedo dejó constancia del sentimiento de decadencia en el siguiente soneto.
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.
Salíme al campo; vi que el sol bebía
los arroyos del yelo desatados,
y del monte quejosos los ganados,
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

8. La vida es sueño

Algunos de los mejores versos de la lengua castellana no nacieron como poemas, sino como diálogos incluidos en obras de teatro. Tal es el caso de los siguientes versos de Calderón de la Barca, que forman parte de lo que es, según el crítico Menéndez y Pelayo, «un drama filosófico», más que una tragedia o una tragicomedia: La vida es sueño. Reproducimos aquí algunos versos de los monólogos más famosos del siglo de oro, los que tiene Segismundo en dicha obra.*
¡Ay mísero de mí, ¡ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratais así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo.
Aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito del nacer),
¿qué más os pude ofender,
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que no yo gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma,
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corre con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
***
Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe,
y en cenizas le convierte
la muerte, ¡desdicha fuerte!
¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me ví.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son

9. ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
Lope de Vega llevó una vida llena de contradicciones y extremos. Mantuvo relaciones ilícitas extramaritales, pero también se ordenó sacerdote. Vivió el favor y el rechazo de la corte; conoció la fama y también la infamia. Lo mismo escribía un soneto manifestando envidia ante la pulga que había picado el pecho de cierta dama, que comedias que hacían reír y sufrir a miles de espectadores, que poemas de inclinación claramente religiosa, como el siguiente.
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno obscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de mis plantas puras!
Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!»
¡Y cuánta hermosura soberana:
«mañana le abriremos»  respondía
para lo mismo responder mañana!

10. A unas piernas
Francisco de Terrazas, poeta novohispano, nos dejó uno de los sonetos eróticos más célebres del siglo de oro. Esta dedicado «A unas piernas», por eso lo de las «columnas» que dan «del bien supremo, claro indicio».
¡Ay basas de marfil, vivo edificio
obrado del artífice del cielo,
columnas de alabastro que en el suelo
nos dais del bien supremo claro indicio!
¡Hermosos capiteles y artificio
del arco que aun de mí me pone celo!
¡Altar donde el tirano dios mozuelo
hiciera de sí mismo sacrificio!
¡Ay puerta de la gloria de Cupido
y guarda de la flor más estimada
de cuantas en el mundo son ni han sido!
Sepamos hasta cuándo estáis cerrada
y el cristalino cielo es defendido
a quien jamás gustó fruta vedada.

 

Poesia: Neruda

BOHNER - Rudolf von Alt - Ansicht von Dobrota gegen Mula bei Cattaro 1841

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
¡Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos!


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla!
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Yo no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise..
Mi voz buscaba al viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque este sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Poesia: recuerdo del mar

VON WINTER - Paul Jean Clays - Ships lying off Flushing

Recuerdo Del Mar

¡Cómo te agitas bajo nubes grises,
lámina fina de metal de infancia!
¡Cómo tu rabia, corazón de niebla,
rompe la brida!

Cómo te miro con mis pobres ojos!
¡Qué imagen tuya la que inventa el sueño!
¡Qué lentamente te deshace el aire,
roto en pedazos!

Tú que guardabas en cristal salado
vivos retratos que ondulaba el viento;
tú que arrancabas en el alba fina
sones al alma,

tú que nutrías con tu amarga leche
sombras de playas, olvidados pasos,
ansia de ser sobre tu vientre verde,
locos piratas,

has ido ahogando temblorosamente
sombras que hundieron en tu paz sus ojos.
Hoy tu recuerdo, como lluvia fresca,
moja mi frente.

Si ahora volviera a recorrer tu orilla,
si ahora en tu cuerpo me volcara todo,
si ahora tu cuerpo le prestara al mío
frescos harapos,

si yo desnudo, si cansado, ahora,
más hijo tuyo, ahora, si el otoño
vuelto a mi lado me trajera el tibio
pan en el pico.

-lámina fina de metal de infancia-,
todo olvidado quedaría, todo:
látigos, cuerdas con que me azotabas,
vientos que mugen.

Todo sería nuevamente hermoso,
aunque tu garra me arañase el cuerpo,
aunque al tornar tuvieran tus mañanas
soles más negros.

José Hierro

Poesia: Vida

PUNTO - Jacob van Walscappelle - Flowers in a Glass Vase

Vida

Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada!
Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo!
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.

José Hierro

Pintores: Von Menzel

ABEILLE - Adolph Menzel - Das Balkonzimmer

Adolph Friedrich Erdmann (posteriormente: vonMenzel (Breslavia8 de diciembre de 1815 – Berlín9 de febrero de 1905) fue un pintor alemán famoso por sus pinturas a menudo inspiradas en la historia, que es considerado el más importante exponente del realismo pictórico del siglo XIX en Alemania.

Junto con Caspar David Friedrich, está considerado uno de los dos artistas alemanes más destacados del siglo XIX,1 y fue el artista de más éxito en su época en Alemania.2 Su popularidad en su país natal, debida especialmente a obras de propaganda política, fue tal que pocas de sus grandes pinturas abandonaron Alemania, donde fueron rápidamente adquiridas por museos en Berlín.3 La obra gráfica de Menzel y sus dibujos fueron más ampliamente difundidos; estos, junto con cuadros informales que no estaban realizados inicialmente para ser expuestos, son la causa en gran medida de su reputación póstuma.4

Aunque viajó para encontrar temas para su arte, para visitar exposiciones y encontrarse con otros artistas, Menzel pasó la mayor parte de su vida en Berlín, y fue, a pesar de numerosas amistades, admitido por sí mismo apartado de otros.5 Es probable que se sintiera apartado socialmente por razones físicas únicamente, Menzel tenía la cabeza grande y era muy bajo, medía un metro treinta y siete centímetros.5

Pintores: Lo Spagna

HEINICHEN - Lo Spagna - The Agony in the Garden

Giovanni di Pietro

Giovanni di Pietro, llamado por su nacimiento Lo Spagna (España, c. 1450 – Spoleto1528), fue un pintor español que desarrolló toda su carrera en Italia durante el Renacimiento. Alumno destacado del Perugino, fue el más notable de los artistas formados en su taller, exceptuando a Rafael Sanzio.

Coronación de la VirgenPinacoteca Vaticana.

Deposición, Madonna delle Llacrime, Trevi.

Deposición (detalle).

Nacido en un lugar indeterminado de España, las primeras noticias que tenemos de él ya le sitúan en Florencia como ayudante en el taller del Perugino (1492). Algunos años después le encontramos en Spello trabajando como auxiliar delPinturicchio (1502). Después volvió a trabajar junto a Vanucci en Perugia, pero tuvo que abandonar la ciudad a la muerte de éste (1524), debido a la hostilidad de los pintores locales, reacios a competir con artistas foráneos. Varias fuentes, entre ellas Giorgio Vasari, culpan de este episodio a pintores como Giannicola di Paolo o Domenico Alfani.

Lo Spagna trabajó en diversas localidades umbrías, excepto Perugia. Pocos años antes se había establecido en Spoleto, donde casó con Santina Martorelli, perteneciente a una de las principales familias de la ciudad. En su nuevo hogar alcanzó un gran reconocimiento: en 1516 el gobierno local concedía la ciudadanía al magistri Iohannis hyspani pictoris excellentissimi, que algún tiempo después era elegido Capitano delle Arti dei Pittori e Orefici (1517). Una de sus hijas casó con otro pintor extranjero, Jacopo Sículo.

Lo Spagna falleció en Spoleto en 1528 a causa de la peste, mientras trabajaba en los frescos de San Giacomo. Sus ayudantes concluyeron el encargo, según los diseños que había dejado el maestro.

Di Pietro fue maestro de varios artistas notables, como Dono DoniCecco di Bernardino o Raffaellino dal Colle.

Algunos especialistas atribuyen a Lo Spagna la autoría de los Esponsales de la Virgen, célebre pintura conservada enCaen y tradicionalmente atribuida a su maestro Perugino.

250px-Lo_Spagna_Coronación_de_la_Virgen_1507_P_Vaticana