Biblioteca Literaria

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LITERATURA ESPAÑOLA Jose Rogelio 1921 (sel)Primera Parte

LITERATURA HISPANOLATINA

Primeras literaturas peninsulares.—Es imposible señalar

cuál fuera la primera manifestación literaria en nuestra pe^

nínsula; para ello sería preciso tener noticia de un monumento

literario y esc no nos queda. Sabemos únicamente

que celtas e iberos tuvieron sus cánticos y poemas de carácter

militar y religioso; Strabón, escritor latino, nos dice

que los españoles celebraban con cánticos el Plenilunio, y

por referencias de otros historiadores romanos nos consta

también la existencia de vestigios literarios que ellos pudieroD

Después de la fusión de España con Roma, hasta el

punto de que toda nuestra península es una provincia romana,

los españoles no se contentan con la manifestación

de su pensamiento en el latín vulgar propio de todas las

provincias del Imperio, sino que algunos hispanorromanos

cultivan su lengua hasta alcanzar la perfección clásica, y

logran brillar en Roma como literatos insignes.

Literatura hispanolatina.—En dos grandes épocas debemos

dividir la literatura hispanolatina: la pagana y la cris52

tiana, distintas entre sí por el ideal que las informa y aun

por la lengua, pues el latín clásico y decadente es el medio

de expresión de la literatura pagana y el bajo latín de la

cristiana. La literatura hispanolatina es tan importante, que

después de los días de Augusto puede decirse que son españoles

la mayor parte de los autores latinos.

En el primer momento de la cruenta dominación romana

de España, claro es que no hay que esperar manifestación

literaria; pero bien pronto aparecen los insignes cordobeses

Marco Porcio Latrón, el maestro de declamación y

oratoria, y Julio Galión, también orador que logra grandes

triunfos en Roma. Otros muchos se podían citar; recordemos

sólo a los Balbos, que alcanzaron grandes honores.

Como comentarista y mitólogo citemos a Julio Higinio, el

liberto de Augusto, y sobre todos los hombres ilustres de

aquellos días, medio siglo antes de Jesucristo, al primer

Séneca (Marco Anneo). Este es un retórico y además un

filósofo notable, autor de las Controversias y de las Suasorias

o Exliortaciones.

Establecido el Imperio, es la época más brillante de los

autores hispanolatinos, descollando entre todos Lucio

Anneo Séneca, el insigne cordobés, nacido en el año segundo

de la era cristiana. Fué educado en Roma y obtuvo

grandes triunfos en el foro, fué desterrado y llamado al

fin para encargarle de la educación de Nerón, gozando con

esto de los más altos honores y siendo ellos motivo de su

muerte. La gloria de Séneca tiene dos aspectos: como

poeta trágico y como filósofo. Sus tragedias son frías

imitaciones del teatro griego, por ejemplo: Medea, Hipólito,

Edipo, Agamenón, Las Troyanas, Hércules furioso,

etcétera (1). En todas ellas aparece el filósofo más que el

poeta, y se puede asegurar que como filósofo en las tragedias

vale mucho menos que en las obras propiamente

(1) Véase «Biblioteca Universal», tomo LXXXVH, Tragedias.

filosóficas que nos ha legado, v. gr.: el Tratado de la

consolación a Helvia (su madre), el de La Providencia,

el de La brevedad de la vida, el de La vida feliz, etc. Fué

filósofo estoico, aunque a veces está influido de la doctrina

epicúrea, sin embargo de lo cual, su moral es tan depurada

que se ve bien patente en ella la influencia cristiana

(1). La familia de los Sénecas aún nos dará ilustres escritores;

es el más notable Marco Anneo Lugano, cordobés

(58 años después de Jesucristo), amigo de Nerón y

condenado a muerte por éste cuando contaba veintisiete

anos. De él nos ha quedado un poema. La Farsalia, donde

con más afectación que acierto, porque la literatura lalina

está ya en los días de la decadencia, se canta no sin

inspiración, la guerra civil, que tuvo lugar entre César y

Pompeyo. Tradujo esta obra con gran maestría nuestro

poeta del siglo de oro D. Juan de Jáuregui (2).

Otro gran autor hispanolaíino es Marco Valerio Marcial,

satírico, nacido el año 42 en Calatayud, y el cual vir

vio en Roma algunos años muy pobremente. Allí compuso

sus Epigramas (más de 1.500), donde se refleja la corrupción

de Roma, que algunas veces el poeta censura severamente

y otras nos da a conocer con transigente desenfado

(5).

Ingenios de aquella época son: el geógrafo Pomponio

Mela, (De situ orbis, descripción de la tierra); el poeta de

la segunda guerra púnica Silio Itálico, el agricultor Lucio

Junio Modéralo Columela (De re rustica) y el historiador

Lucio Anneo Floro, autor de un Compendio de la historia

de Roma (4).

(1) Epístolas morales, traduc. de Navarro, un tomo, y Tratados

fílosófícos, dos tomos, de la «Biblioteca Clásica», y en la de «Autores

Españoles» el tomo Obras escogidas de filósofos.

(2) Véase la «Biblioteca Clásica»: La Farsalia, II volúmenes.

(3) «Biblioteca Clásica»: Epigramas, de Marcial, tres tomos.

(4) «Biblioteca Clásica»: Compendio de la historia romana, un

Merece especial mención el gran maestro de oratoria

Marco Fabio Quintiliano, nacido en Calahorra. Nos dejó

un libro titulado Instituciones oratorias, tratado el más

sereno y juicioso sobre la educación del orador y sobre la

preceptiva referente al discurso (1).

Literatura hispanolatmo-cristiana.— Interrumpida la vida pagana

por la aparición del Cristianismo, que afirmaba la

unidad de Dios y la más severa moral, su espíritu va a informar

prontamente el nuevo ideal humano, que se manifiesta

también en el arte y principalmente en la elocuencia

y la poesía. El medio de expresión de la doctrina nueva es

la lengua latina, por ser ésta el idioma de la civilización

Comprende tres períodos en España: desde principios

del siglo IV hasta la monarquía visigoda el primero; el segundo

desde aquí hasta la invasión mahometana, y el tercero

desde que comienza la reconquista hasta la aparición

de las literaturas vulgares.

Es el primero de los poetas cristianos españoles Cayo

Vecio Aquilino Juvenco, quien en el año 528 compuso un

poema titulado Historia evangéüca, no exento de belleza.

Debe recordarse también al Papa San Dámaso (año 566)

por sus himnos a los mártires, en los cuales.se ve ya la

rima consonantada. Pero el más grande de todos los poetas

españoles cristianos de aquella época es el zaragozano

Marco Aurelio Prudencio Clemente, príncipe de los

poetas cristianos, persona de verdadera cultura y de rica

inspiración, puesta siempre al servicio del dogma católico,

como se ve en sus poemas filosófico-teológicos: Apoteosis,

Hamartigenia u origen del pecado y Psicornacfíia

o lucha del alma con las pasiones. Pero aún alcanza más

(I) «Biblioteca Clásica*: Instituciones oratorias, dos tomos; no es

traducción de las más recomendables.

altura poética en su libro de las Coronas (Perístephanorí)

cuyo asunto es la gloria de los mártires. Floreció

hacia fines del siglo iv.

De menos vuelos son el presbítero Draconcio y el obispo

Orencio, irfnucho más ásperos y duros en su lenguaje.

En este período cultivan la historia de España el ilustre

Paulo Orosio (hacia el año 416), amigo de San Agustín y

de San Jerónimo y autor de una Apología contra el heresiarca

Pelagio, y de un ensayo de historia universal, en

siete libros. Algo posterior es el obispo Idacio, que nos

legó el Cronicón más antiguo que poseemos, en el que

se da cuenta de la historia de los primeros años del siglo

V en forma árida y descarnada y en una lengua latina

semibárbara.

Literatura hispano-visigoda.—Después de la confusión producida

por la entrada general de los pueblos bárbaros en

España, aparecen los primeros días de calma con la fundación

de la monarquía visigoda, aunque todavía las diferencias

sociales y religiosas entre vencedores y vencidos,

separan a unos de otros. Verificada la fusión de las dos

razas, la literatura tiene ya muy ilustres representantes:

basta citar a los dos insignes santos Juan de Biclara y

Leandro de Sevilla, el primero autor de una crónica hasta

los días del Concilio 111 de Toledo, y el segundo presidente

de este mismo Concilio, año 589.

Sin embargo, la figura más excelsa de su tiempo es San

Isidoro de Sevilla, nacido hacia el año 568, no solamente

grande por su ciencia filosófica, histórica, astronómica,

teológica, etc., sino como fundador de una gran escuela

española, que se dilata muchos siglos después de él. Su

obra magna es la titulada Etimologías u Orígenes, donde,

para la educación de la juventud, compendia metódicamente

toda la ciencia dé la época. Pero en otras muchas

manifestaciones también tiene importancia San Isidoro,

que nos aparece como poeta en un fragmento titulado De

fabrica mundí, y como historiador en su obra De los varones

ilustres, donde nos habla de notables personajes

cristianos, y en la Historia de los reyes godos, vándalos

y suevos, nos instruye acerca de las monarquías de España

en la primera parte de la Edad Media.

Entre sus discípulos, merecen especial mención: San

Braulio de Zaragoza, que dio forma ordenada a las Etimologías

áz su maestro; Tajón, también de Zaragoza, que

escribió cinco libros de sentencias; el ilustre San Eugenio

de Toledo, músico y poeta de carácter didáctico; San

Ildefonso y San Julián, también prelados de Toledo, poeta

el primero e historiador y teólogo el segundo, autor de la

historia de la Revelión de Paulo, el general del rey

Respecto a la poesía popular, que indudablemente existió,

no nos queda otro monumento que el Himnario Hispano-

latino-góiico, colección de poemas religiosos para

ser cantados por el pueblo.

Caracteriza a esta literatura el influjo que sobre ella tiene

la Iglesia, merced a la cual se conservan los restos de la

antigüedad, predomina el comentario y la controversia; la

poesía cede el paso a la erudición y a la crítica.

I i

Iniciación de ias nuevas literaturas.—Estamos a principio

del siglo VIH, la lengua no tiene valor literario ninguno y,

sin embargo, en ella está ya el germen inmediato de nuestras

literaturas vulgares. Si miramos a la Literatura que se

desenvuelve entre los cristianos sometidos a la invasión

musulmana, nos encontramos con que ellos son los primeros

que a mediados del siglo viii reanudan la tradición

Cítanse como los iniciadores de este renacimiento a Juan

Hispalense, traductor de la Sagrada Escritura al árabe;

Cixila, Obispo de Toledo, que escribe la vida de San Ildefonso;

y de este tiempo también es la primera crónica llamada

de Isidoro Pacense, escrita quizá por un mozárabe

cordobés, en la cual se nos da noticia de la invasión musulmana.

De esta época son los trabajos de controversia

contra los herejes españoles nestorianos, donde brillan

San Beato de Liébana, que luchó contra Elipando, obispo

de Toledo.

Pero en el siglo ix surge explosión gloriosa de los escritores

cristianos mozárabes; Abderraman II y sus sucesores

intentan convertir al mahometismo a los cristianos

cordobeses y el abad Speraindeo presenta elocuentemente

las doctrinas del Evangelio frente al Corán, labor que continúan

sus discípulos: San Eulogio y Alvaro Paulo.

Otros representantes de la cultura en esta época, son: ei

abad Samson y el poeta Teodulfo, sin que unos ni oíros

puedan contener la corrupción del idioma, que en su aparente

destrucción iba a engendrar una nueva lengua.

La Literatura de la España independiente apenas tiene

manifestación en los primeros días de la reconquista, pero

avanzando ésta, iniciase la historia, principalmente en los

monasterios, donde se redactan Cartularios, Necrologías,

Santorales, en tanto que fermentaba la musa popular.

Hasta el siglo ix no aparece la primera historia, que es

la Crónica de Sebastián, la cual continúa la obra de San

Isidoro, interrumpida en Wamba, y llega hasta la batalla

de Covadonga. Al mismo íiempo se escribía la Crónica

Albeldense, que tiene dos autores, el primero desconocido

y el segundo Vigila, el monje (siglo x). Esta obra llega

hasta Ramiro 111 y da noticia de los emires y de los reyes

de Navarra hasta Sancho el Mayor. En el siglo xi Sampiro,

obispo de Astorga, continúa la crónica de Sebastián y

en su lenguaje puede decirse que está patente la nueva lengua

castellana; en el siglo xii aparece la fabulosa crónica

del obispo Pelayo y la del monje de Silos. A más de estas

crónicas se escriben otras acerca de personajes notables

y es la primera la Gesfa Roderici Campidocíi, despojado

el héroe de muchas hazañas que le atribuyó la fantasía

popular. Otra es la crónica Aídephonsi imperatoris, hasta

la conquista de Almería, y ya muy literaria porque termina

con un fragmento poético. La otra crónica es la Historia

Compostelana, que el obispo Diego Gelmírez mandó escribir

a tres canónigos de Santiago: comprende los sucesos

que se desarrollaron en los días del matrimonio de

Doña Urraca con Alfonso 1 de Aragón. Además, por este

tiempo se cultivan multitud de vidas de Santos, como la

de Santo Domingo de Silos, Santa Eulalia, etc. Algunos

poetas de este íiempo (siglos xi y xn) conservan su nombre,

siendo el principal Grimaldo de Silos y Felipe Oséense.

Literaturas hispanosemitas.—Al propio tiempo se desarrollaban

en España dos manifestaciones literarias: la del

pueblo árabe y la del hebreo, las cuales influyeron más o

menos en la cultura española. El pueblo árabe no cultiva

ni la épica, ni el teatro, y su lírica es más artificiosa de lo

conveniente; en cambio, trabaja con esmero la historia y

por eso su predominio se limitó a las crónicas castellanas;

mucho más influye la literetura hebrea, pero este influjo

no se ve patente en Castilla hasta el siglo xiv.

Por la libre concurrencia a las escuelas de Córdoba de

cristianos y musulmanes españoles, confundidos con no

pocos extranjeros, europeos o no; por la convivencia

constante de mozárabes, muladies y mudejares (1), pusiéronse

en contacto unos y otros pueblos, y la sabiduría

de Avempace y Ben-Tofail, Averroes y AlkenJi, Azarquel

y Abulcasis, son manifiestas en nuestra literatura didáctica

durante todo el siglo xi y el xir. Ellos hicieron corrientes,

en Castilla y fuera de ella, los libros orientales y apólogos

derivados del Pantcha-Tantra, del Sendebar y de\ Mifopadeza,

y toda la ciencia por ellos aprendida en Aristóteles

y en la escuela de Alejandría, pasó a Europa, hasta que

Alberto el Magno y Santo Tomás la aprovechan o reaccionan

contra ella. Se hace patente la influencia de los judíos

en el terreno filosófico con Ben Gabirol, con Maimónides

y Juda Leví, y en la poesía con los mismos Gabirol y Leví,

(1) Muzárabes, cristianos voluntariamente sometidos a los árabes;

muladies, cristianos renegados, y mude/ares, musulmanes sometidos

a los cristianos

aunque sería muy aventurado suponer que trascienda a los

autores españoles ese espíritu poético hebraico en estos

tiempos literarios, anteriores al Rabí Dom Sem Tob, (don

Santos de Carrión) siglo xiv (1).

(1) Avempace (Aben-Badja): Régimen del solitario, siglos xi al xii

Tofail (Abuchafar-Ben-Tofail): El fílósofo autodidacto, siglo xii.

Averroes (Mohamed Bcn Ahmed Ben Roxd): Comentos mayores y

menores y la Paráfrasis de Aristóteles, siglo xii al xiii.

Bcn Gabirol (llamado Aviccbrón por los cristianos), autor de La fuente

de la vida y de La corona real, siglo xi.

Judá Leví (Yehudaha Leví), autor de El Cuzari, siglo xu.

Maimónides (Moisés Ben Maimón), cuya obra más notable es Guia de

los que dudan, siglos xii al xiii.

LITERATURA CA5TELLANA

ÉPOCA ANÓNIMA

Primeras manifestaciones de la literatura Castellana.—Formada

ya la lengua castellana en principios del siglo xii y

siendo medio vulgar de expresión en el pueblo, es seguro

que íuvo su manifestación literaria en la poesía épica y

en la lírica. Mas de estos poemas líricos no es maravilla

la total ausencia de datos y monumentos. Los poetas populares

no podían aspirar a dar otra persistencia a sus

obras que la que puede obtener el cantar popular, una duración

relativa, encomendada a la memoria de los que en

la composición poética ven reflejados también sus propios

sentimientos y por ello coinciden con el autor anónimo,

en esa constante colaboración del público con el poeta.

Para que la lírica permanezca, será necesario que surjan

los poetas eruditos, los cuales ya consignarán en forma

permanente y escrita sus obras. Esto sucede en la literatura

española, mas adoptando los poetas el romance gallego

para el lirismo, no sabemos en verdad por cuál razón.

Acaso sea la más poderosa, la no completa separación

en esta fecha de los dos romances hermanos, a quienes

no había llegado el momento de su decisiva divergencia;

acaso también una más ajustada precisión del galaico

para la subjetividad; probable es que en el habla leonesa,

transición del gallego al castellano, se dieran al propio

tiempo que en gallego las primeras manifestaciones líricas,

pues en el orden del tiempo se explica bien que la lengua

castellana toda del siglo xii fuese la forma leonesa. De

esta poesía podemos asegurar que tuvo un carácter original,

salvo en algunos casos la influencia francesa que

no llegaría a más allá de la metrificación, en esta primera

etapa de la historia. Más adelante, toda la técnica de la lírica

y aún el espíritu serán debidos a la lengua de oc,

maestra, por su cultivo artístico, de todas las vulgares;

pero en sus primeros días es más deudora de la tradición

literaria de los Eugenio, Isidoro, Braulio y Eulogio.

influencias extrañas en el siglo XII.—Ya hemos notado la

participación que la literatura semítica tiene en la española;

en el siglo xii aparece la manifestación aljamiada, en

en la cual vemos cómo el musulmán (principalmente los

mudejares), que iba olvidando su lengua, conserva sin

embargo el alfabeto arábigo y de él se sirve para expresarse

en la lengua castellana de la época, y no obstará que

sean poco numerosos los testimonios que de esta literatura

aljamiada puedan alegarse para probar que fué una

forma corriente de expresión en aquellos días, pues comprobado

está que aun los mismos cristianos españoles

que convivían con los musulmanes, valiéronse de expresiones

arábigas, y, por lo menos, de su escritura para

conservar las enseñanzas evangélicas entre los mozárabes.

Por otra parte llegaron los árabes a latinizarse por completo

y ellos fueron el gran medio para que a la literatura

castellana llegase la filosofía, la teología y desde luego la

didáctica oriental, al propio tiempo que ellos asimilaban

también la cultura griega, provenzal c hispanorromana,

sin despreciar la propiamente castellana.

Pero también somos durante el siglo xii y aun mucho

antes —siglo ix—tributarios a la cultura francesa. Las continuas

peregrinaciones al sepulcro de Santiago, numerosas

todas y algunas de las cuales dejaron en España gran

número de familias francesas, que sabían de memoria la

Canción de Roldan; la invasión de los monjes de Cluny,

cultísimos en todos los ramos del saber por aquellos días

—siglo XI- unidas a otras causas, de las cuales conviene

notar el estar España siempre abierta a los extranjeros

que quisieran tomar parte en la reconquista, todo esto nos

explica que los primeros monumentos conocidos de la literatura

castellana, especialmente en géneros más complidos

que la lírica, revelen, más bien que una imitación, un

estudio de los modelos franceses en la forma y aun en el

fondo. No hay más que considerar la épica y los primeros

vestigios dramáticos, dándose el caso, de que, odiándose

el espíritu francés, la épica del siglo xii por su forma es

francesa—Francia del Norte—y el fenómeno ni es aislado

ni será el último en la historia de la civilización. Mas refiriéndonos

a la lírica, ya lo hemos notado, si las lenguas

vulgares se hacen aptas para la expresión del sentimiento,

debido es a la poesía de los provenzales, que, si no de

momento, bien pronto los trovadores provenzales generalizarán

sus poemas cuando en tierras de Castilla estén.

Mas no es la lengua castellana la aceptada en esta comarca,

sino la galaica, en la cual, como era inevitable, entró

gran parte del vocabulario provenzal y la métrica casi por

Los primeros monumentos de la literatura española.—Se discute

cuál es el primer monumento de la literatura española

del cual nos queda muestra. Alguien afirma que el Misterio

o Auto de los Reyes Magos, que es un ensayo teatral

religioso de origen indudablemente francés, traído a España

por los monjes de Cluny. Se representó tal vez en la

catedral de Toledo, donde se conserva un fragmento inte64

resaníe, revelador del origen eclesiástico: pues el auto

procede ya del oficio divino, ya de leyendas piadosas, ya

de la historia eclesiástica, fuentes todas explotadas para

las composiciones de este carácter semireligioso, semiteaíral.

Las canciones de Gesta.—Tenemos la convicción de que

toda lengua vulgar llega fácilmente a ser idioma preponderante

si acierta a ser expresión de la vida épica de un

pueblo. Acaso surja de aquí un círculo vicioso. ¿La lengua

castellana llegó a la hegemonía, por ser la expresión épica

más determinada del espíritu español, o es que el alma

nacional encarnó como en ningún otro pueblo en el castellano

por ser los caracteres diferenciales de este pueblo

más definidos y concretos, más vivificantes, más tradicionales

(1) y entre ellos su lengua? Sea lo que fuere, es innegable

que hablar del romance castellano es hablar de la

poesía épica española, como hablar de la lengua de o/7es

hablar del romance francés.

Hoy puede la crítica afirmar que anteriores a las conocidas

canciones de gesta (poemas de las hazañas guerreras

de la nacionalidad) largos poemas épicos existieron,

en los que el ideal de la reconquista se celebraba

uniendo a él las alabanzas de los buenos capitanes y los

lamentos por los reveses sufridos. Probable es que fragmentos

de esos perdidos poemas hayan formado parte de

los que nos son conocidos, y no será aventurado suponer

que su espíritu, ya que no su forma y primitiva contextura,

pasó a composiciones y romances épicos mucho más modernos.

Pero de esos primitivos poemas nos queda la seguridad

(1) En el sentido de que galaicos y castellanos, tradicionalmeníe

están más aislados de Europa que la parte oriental de España, pues

Cataluña fué en aquellos tiempos una continuación de lo que, acaso incidentalmente,

había sido una provincia francesa.

de que existieron, ya que en oíros sitios se les menciona,

y aun la sospecha de que están diluidos en otras

obras (1) como ya lo atestiguan afortunadas investigaciones,

entre las cuales merecen puesto de honor las del ilustre

Menéndez Pidal (2).

Mas desde el siglo xi en adelante, cambia poco a poco

ese aspecto de independencia, por las razones apuntadas,

y en la contextura más aún que en la metrificación se verá

la influencia de las canciones de gesta francesas, aun en

los poemas de más patente originalidad.

El Cantar del Cid.— La vieja epopeya castellana surge para

nosotros con un monumento épico de gran transcendencia

histórica: el Cantar de Mió Cid, aunque afirmamos la

posibilidad de otras producciones anteriores o contemporáneas

a este poema, cuya composición puede fijarse en

el final del siglo xii, o comienzos del xiii, unos cuarenta

años después de la muerte del héroe. Es una canción de

gesta en loor de Rodrigo Díaz de Vivar, en la cual hállanse

patentes huellas de imitación de obras francesas poco

anteriores. Como en casi todos estos poemas, nos es desconocido

el autor de Mió Cid, y aun la fecha de su composición,

no conservándose tampoco completo, sino con

grandes lagunas. Per Abat fué el copista del cantar.

La parte perdida del poema parece que se ocupaba de

narrar las hazañas del Cid—Rodrigo Díaz de Vivar—

(1) En 1875 escribía D. Luis Fernández-Guerra: «Allí—en las Crónicas

– donde os salgan ai encuentro un suceso inesperado, una situación

interesante y patética, deteneos y encontrareis que no ha tenido más

trabajo el historiador que el de podar, estirar y descomponer un popular

romance, etc » Discurso de recepción en la Real Academia Española,

páginas 27 y 28. Véase también D. Agustín Duran, Romancero, y Mila

y Fontanals, Manual de la poesía heroica popular castellana.

(•2) La Leyenda de los siete infantes de Lara, R. Menéndez Pidal,

18%.

cuando éste es enviado por su rey Alfonso a cobrar los

tributos que los moros andaluces pagaban a Castilla. En

Andalucía tiene el Gid gran contienda con un conde castellano

que se había pasado a los moros; mas al volver a

Castilla el Cid nadie se acuerda de sus proezas, sino que

algunos cortesanos envidiosos le acusan de haber guardado

grandes riquezas y no haber sido fiel a la confianza que

el rey Alfonso VI había en él depositado.

Continúa el poema (y desde aquí ya se conserva el

texto), dándonos cuenta de que el rey destierra a Rodrigo

Díaz, el cual sale a cumplir la orden despidiéndose en el

monasterio de Cárdena de su mujer e hijas, a las que deja

allí acogidas mientras él pide al Cielo le conceda un día

verlas dichosas. Con el alma dolorida emprended Cid su

camino acompañado por algunos leales amigos que le confortan.

El esfuerzo de todos logra varios éxitos felices

contra los moros, llegando a hacer tributarios diversos

reyes. De aquellas conquistas envía noticia y algunos presentes

al rey Alfonso, pero éste no se conmueve y el mensajero

Alvar Fáñez vuelve al lado del Cid. Los triunfos

continúan y llega a vencer al Conde de Barcelona, a quien

prende y deja prontamente en libertad. Prosigue el Cid su

marcha victoriosa hasta las orillas del Mediterráneo, siendo

la más preciada de sus conquistas la hermosa ciudad

de Valencia. Este triunfo colma las aspiraciones de Rodrigo

y de nuevo envía a Alvar Fáñez con valioso obsequio

para el rey Alfonso, robando a éste permita a Doña Jimena,

la mujer del Cid, ir a reunirse con él. Alfonso accede

y consiente en que Jimena con sus hijas vayan a Valencia

y con esto llegan los días felices deseados por Rodrigo a!

despedirse de los suyos en Cárdena.

Diversos reyes moros quieren reconquistar Valencia,

pero son vencidos por el Cid, llegando la fama de estas

victorias, así como la constante generosidad del héroe,

a hacerle famoso en Castilla y a congraciarle con el rey,

€l cual quiere darle muestra de su afecto tomando por su

cuenta el matrimonio de las hijas del Cid, lo que significaba

grande honor. Mas no acierta en la elección, pues

entre los que aspiraban a este matrimonio elige a los Infantes

de Cardón (parientes de aquel conde vencido por el

Cid en Andalucía cuando cobraba los tributos a los moros),

y así se lo propone al Cid por medio de Alvar Fáñez,

que había llegado con nuevos presentes. El Cid, aunque,

con ciertos temores, que no se explica, acepta la regia proposición,

se avista con Alfonso; éste le vuelve a su gracia

y por fin se celebran ías bodas en Valencia con grande

Todo marcha felizmente para el Cid; vuelve a vencer al

rey de Marruecos, que le ataca, y aspira a poder llevar sus

tropas contra el África. Sin embargo, sus yernos se habían

acreditado de muy cobardes y los vasallos se burlaban de

ellos, siendo su suegro el único que desconocía tal flaqueza.

Avergonzados los infantes y antes de que el Cid supiera

su conducta, le piden permiso para volver a sus tierras

de Carrión. El Cid, agobiado de recelos, no halla, sin

embargo, motivo para retenerlos, y da su licencia; pero

los condes, miserables, en cuanto se ven lejos de Valencia,

en un bosque, vengan las burlas de que han sido objeto

sobre las inocentes hijas del Cid, sus esposas, a las cuales

abandonan en el robledal de Corpes, después de azotadas

y maltrechas.

El Cid llega a saber la terrible noticia, envía inmediatamente

a recoger sus hijas y despacha a Muño Gustioz

para que pida al rey jusficia.

Ofendido éste por la conducía de los infantes, convoca

corte en Toledo y allí acuden los yernos y el propio

Cid. Expone éste sus agravios y les exige devuelvan las

nobles espadas que les había regalado juzgándolos dignos

de empuñarlas; les pide también la dote de sus hijas, y por

fin que reparen la deshonra mediante público combate. A

iodo se avienen los condes menos a este reto, y cuando

buscan disculpas y quieren justificar el poco aprecio que

ellos, por ser nobles de abolengo, hacían de las hijas de

un simple infanzón, como era el Cid, llegan emisarios de

Navarra y Aragón pidiendo en nombre de los reyes de estos

países las manos de las repudiadas para los infantes

de dichos reinos. Se conciertan estas bodas; pero no termina

el poema sin la infamia pública de los de Carrión,

que con sus partidarios son vencidos por los del Cid.

En algunos pasajes logra el cantar enternecer al lector:

a ello contribuye no poco aquella sencillez homérica con

que están narrados todos los episodios, que en ocasiones,

como en la prisión del Conde de Barcelona (1), son verdaderamente

dramáticos. Si poeta se muestra el autor en

las tristes escenas, no es menos feliz cuando nos presenta

la ventura de Rodrigo, honrado por su rey, a causa de

innumerables y prodigiosas victorias, rodeado de su

amante familia, y viendo solicitadas en matrimonio sus

hijas por los Infantes o Condes de Carrión; volviendo a

levantarse gigantesca y terrible la musa del cantor del Cid

cuando éste reclama el castigo de los villanos por su conducta

con sus esposas doña Elvira y doña Sol.

En el poema o Cantar del Cid, por lo que se refiere a la

forma, los versos no guardan regla fija en cuanto al número

de sílabas, ni tampoco en la manera de rimar, asonaníada

y consonantada, sin detenerse el autor por exigencia

alguna de rima, ni aun de medida (2).

(1) Berenguer Ramón II {el Fratricida), que peleaba en compañía de

los valies de Denia, Tortosa y Lérida, contra el emir de Zaragoza, el

cual tenía el apoyo personal del Cid.

(2) El texto más asequible es el de D. Ramón Menéndez Pidal: «Colección

de Clásicos Castellanos», Ediciones de La Lectura. También

puede verse la edición paleográfica del mismo Sr. Menéndez Pidal, sobre

el Códice de Per Abbat, único que se conserva: Cantar de Mió Cid:

texto, gramática y vocabulario, Madrid 19Í1.

El Cid hd sido argumento para otros varios poemas

perdidos, sin contar la Leyenda de las mocedades de Rodrigo,

que es ya una obra de decadencia o crónica rimada;

también se compusieron más adelante un sin número de

romances donde se cantan las proezas del héroe castellano,

formando un Romancero, y hasta se escribió un poema

De otras gestas nada queda; alguna, como dicho está,

se ha logrado restaurar después de prolijos trabajos de los

señores Menéndez Pidal y Pujol; v. gr.: la Gesta de los Infantes

de Lara y Gesta del Rey Don Sancho, reconstruidas

sobre las crónicas donde se habían prosificado. De todas

estas leyendas es la más interesante y trágica, la de los

infantes, los siete hijos de Gonzalo Gustioz, muertos por

una traición de su tío Ruy Velázquez para vengar a su mujer

Doña Lambra. El padre de los infantes, cautivo en la corte

de Almanzor, recibe la noticia de la muerte de sus hijos

con las cabezas de los mismos. Nada hacía prever el castigo

de Ruy Velázquez; pero he aquí que Mudarra, hijo del

cautivo y de una hermana de Almanzor, llega un día a ser

hombre y logra saciar su sed de venganza dando muerte

a su tío y ^ todos los que le acompañaban.

El poema todo se halla diluido en la Crónica de Alfonso

X y seguro que su redacción es debida a la musa popular,

que perpetúa la historia del desgraciado fin de los

Infantes y la venganza del bastardo Mudarra. No hay texto

de la leyenda de los siete infantes anterior al relato de la

Crónica General, del Rey Sabio, transcripción de ese perdido

texto épico (1) la más trágica y antigua de las gestas

(1) La leyenda de los siete infantes de Lara, R. Menéndez y Pidal,

españolas hoy conocidas, y cuyo asunto parece referirse

al siglo X. La leyenda rehecha a través de la prosifícación

en la Crónica nos presenta un poema realista, cuyo asunto

está con tan sencilla sinceridad desenvuelto que hace indudable

la opinión de que no se trata de un asunto ficticio,

sino histórico, siquiera se hayan incorporado a él detalles

fantásticos, como la venganza del bastardo Mudarra, personaje

probablemente fabuloso.

Es evidente que sobre este mismo asunto se compusieron,

andando el tiempo, algunos oíros cantares, ya

menos épicos, menos lozanos, y en los cuales va, poco a

poco, entrando la inventiva de los poetas eruditos, y así

se prepara el romancero sobre los Infantes.

Quizá coetáneos, la musa popular tejió oíros poemas,

cuya existencia parece hoy indudable. Alvar Fañez y otros

capitanes como éste, tuvieron sus poetas. Alusiones frecuentes

confirman esta opinión, que siempre sería racional.

En aquellos días de explosión del espíritu épico cada región

tuvo sus héroes predilectos y Castilla la Nueva, que

tanto admiró al compañero del Cid, no pudo abandonar

tan propicia ocasión (1) y tan memorables hazañas que el

mismo caníor del Cid no podía pasar y no pasó en silencio.

Del mismo modo los sucesos de gran íranscendencia

para el pueblo español, como la derrota del Rey Don Rodrigo,

la traición de los hijos de Witiza, hubieron de íener

sus caníores y en ellos, mejor dicho, en la íradición sostenida

por esos poemas anónimos, encontraron asuntos

los poetas del romancero. Indicios probables de otros cantares

perdidos, cuyos héroes serían Munio Alfonso— Crdnica

latina de Alfonso K//—Rodrigo González, el desventurado

señor de Santillana y alcaide de Toledo, el Abad

Juan de Moníemayor y oíros posíeriores, aún quedan en

(1) La Crónica Oeneral: Desafío del rey Don Sancho a su hermana

Don García.

las Crónicas o en refundiciones más modernas; y adviértese

que tan originales como son en sus asuntos y en su

espíritu fuéronlo estos poemas también en la forma, en la

métrica y en el lenguaje, por lo menos los más antiguos.

Es indudable también que alguna chanson de gesta con

asuntos de Rolando (Roldan) tuvieron eco en Castilla y

con episodios de la batalla de Ronccsvalles y del supuesto

o real héroe Bernardo del Carpió y el mismo Roldan se

crean cantares en el siglo xiii, de los cuales se derivarán

romances caballerescos carolinglos (1).

Explicaremos brevemente lo que se llama una prosifícación:

Cuando los cronistas o simplemente los refundidores

de crónicas quisieron dar noticia de sucesos que habían

causado honda impresión, ocurrió a veces que se

hallaron faltos de documentos, pero en cambio la tradición

popular conservaba narraciones poéticas de aquellos sucesos.

Aprovecharon esta fuente histórica y en ocasiones

con tal fidelidad, que los poemas populares pasaron íntegros

a la crónica, suprimiendo muy ligeramente la cadencia

y la rima y resultando una prosa que cuando hubo

un espíritu observador y un oído delicado pudo acometer

la difícil empresa de restaurar aquellos versos desfigurados.

Así procedió el Sr. Menéndez Pidal con el poema de

los Infantes de Salas o de Lara, así lo ha hecho el señor

Puyol con la Gesta de! rey Don Sancho II de Castilla, sacada

de la Crónica del Cid.

(1) Véase Revista de Fitología Españota, tomo IV, 1917. R. Menéndez

Los poemas de origen francés o provenzal.—Quizá pocos

años después aparecen poemas piadosos, como El libro

de los tres reyes d’orient y el de Santa María Egipcíaca,

tal vez traducidos del francés. El libro de Ápollonio reveja

ser una adaptación hecha en Francia de una novela griega,

que pasa al castellano, como pasó también el Libro de

Alejandro (de Alixandre), atribuido a Berceo y antes a

uno que acaso no fué más que el copista, Juan Lorenzo

Segura de Astorga (1).

La cuaderna vía.—Con alguno de estos poemas aparece

la combinación métrica que se llama «mester de clerezia»,

por ser usada por los poetas eruditos, a quienes se llamaba

clérigos, aunque no fueran sacerdotes. Esta combinación

era una novedad con respecto al mester de los juglares

y también se la llama cuaderna vía, porque eran estrofas

de cuatro versos monorrimos de catorce sílabas.

Gonzalo de Berceo.—Se fija, poco más o menos, hacia

1247 la muerte de Gonzalo de Berceo, uno de los mayores

poetas que ha dado la tierra española, el cual en lengua

castellana cultivó la poesía en multitud de obras de carácter

religioso, como Los milagros de la Virgen, Vida de

Santo Domingo de Silos, Historia de San Millán, Marti-

(1) Sin embargo, el Sr. D. Marcelo Macías, en su \vaba\o Juan Lorenzo

Segura y el poema de Alexandre, 1915, sostiene la paternidad de

Segura con respecto al Alexandre español. Véanse estos poemas en

la «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LVII Fragmentos y argumentos

de estos poemas pueden verse en mi Antología de textos castellanos,

2.a edición, Madrid.

rio de San Lorenzo, en las cuales se muestra unas veces

poeta erudito —principalmente en la metrificación y en las

fuentes donde inspiró sus obras— y muchas tiene el carácter

de verdadero poeta popular; sirvan de ejemplo El

duelo de la Virgen y la Vida de Santa Oria. En pocas

ocasiones, sin embargo, es original en sus asuntos, pues

suele tomarlos de piadosas leyendas francesas y de los

santorales que llegaron a la abadía donde pasó su vida,

aunque no fué monje. Causa admiración en este semijuglar

el que, en medio de sus caídas, prosaísmos y anacronismos,

llegue no pocas veces a levantarse a una perfección

relativa, no sólo en la lengua, hábil ya para decirlo todo

con rapidez y energía, no obstante lo ingrato del metro,

sino, lo que es más notable, en la finura de sentimiento y

en la armonía, que parece haber poseído como por instinto,

poco patente en poemas como El Sacrificio de la

Misa, Loores de Nuestra Señora, pero evidente en el citado

de Santa Oria (Santa Áurea) y en algún fragmento

de Los Milagros de Nuestra Señora (1).

Popularizando un tema poético muy corriente en Europa,

aparece en nuestra literatura una composición titulada

Disputa del alma y el cuerpo, de la cual queda un fragmento

en treinta y siete versos que recuerdan algunos

poemas latinos y franceses de tiempos anteriores, y aún

podemos decir trae a la memoria, por el asunto, la Psicomaquia

(lucha del alma) del gran poeta cristiano hispanolatino

Marco Aurelio Prudencio.

Literatura didáctica.— Un gran número de libros didácticos

surgen en este período, traducidos de lenguas orientales

o inspirados en las reminiscencias de la cultura latina,

por ejemplo: El libro de los buenos proverbios, tra-

(1) Puede verse en la «Biblioteca de Autores Españoles», volumen

ducido de un texto árabe; El Bonium {Bocados de oro),

Porídad de las poridades, todos de origen arábigo; El libro

de los doce sabios y Las flores de filosofia, en los

cuales se ve también latente la influencia de Se’neca. La

doctrina cristiana es, sin duda, expuesta por confesores y

maestros en los monasterios, y algunos libros sobre tal

materia se compondrían. Sirva de ejemplo uno titulado

Los diez mandamientos, obra de principios del siglo xiiu

Por estos días compuso el erudito arzobispo de Toledo,

Rodrigo Ximénez de Rada, sus Anales toledanos, y hacia

mitad del siglo se puso en castellano el Fuero Juzgo, que

Fernando el Santo dio a las ciudades recién conquistadas,

Córdoba, Sevilla y Murcia. A fines de la misma centuria

se refundió y tradujo a la lengua vulgar de Castilla la historia

que en latín había escrito el arzobispo Rada y se la

tituló Estoría de los godos.

En el movimiento literario que se inicia por esta época

en Castilla (y que también tenía su expresión didáctica en

Cataluña con Raimundo Lulio), sólo faltaba una-consagración

definitiva del castellano, y ésta llegó con la obra

maravillosa del gran Alfonso X.

El POEMA DE Fernán González.—Teniendo seguramente

por modelo el Libro de Alixandre, un poeta castellano,

acaso monje del monasterio de San Pedro de Arlanza,

compuso hacia la mitad del siglo xiii, una refundición de

cantares sobre el héroe castellano Fernán González, cuya

fama era orgullo de Casulla. El supuesto monje trató de

hacer un poema erudito según los modelos que imitaba;

pero no obstante esto, conservó en ocasiones la fibra y

lozanía de los juglares anónimos a los que él vestía con

las galas de la cuaderna vía o mester clerical (1).

(1) Puede verse en la «Biblioteca de Autores Españoles», volumen

ÉPOCA PRECLasica

Los días de Alfonso X.—Nada escapa al genio de Alfonso

X: Castilla necesita un cuerpo legal, y dicta en la lengua

vulgar Las Partidas; la historia de España no se ha

intentado ¡amas, y él compone la Crónica general de España

y la Grande e general Esíoria; ve cuan aprovechable

es para la instrucción aquella literatura oriental simbolicodidáctica

que conocían los árabes y los judíos, y traduce,

o hace traducir, El libro de Calila y Dimna, favoreciendo

la aparición de aquella multitud de manuales de

filosofía y de moral índica, con vistas a Séneca y a los

Santos Padres, como verdadero lazo de unión de la cultura

oriental y europea. Y aun el gran Rey encuentra tiempo

para cantar sus devociones en dulcísimas estrofas a la

Virgen María en sus Cantigas, y tal vez para llorar sus

desventuras en otros poemas que no han llegado a nosotros.

La obra de Alfonso X perdurará en la literatura española;

por ella la lengua de Castilla avanza dos siglos

en su camino, cuando ni aun en Italia había hablado nadie

con expresión tan perfecta como la nuestra.

Alfonso—el Sabio—hijo de Fernando III, nació en 1221,

fué coronado en 1252 y murió en 1284. Fué electo Emperador

de Alemania y el afán de lograr la nueva corona le

hizo desatender sus estados, sin lograr lo que deseaba.

Protector decido de toda cultura, cosa que había aprendido

del Santo Rey, su padre, llamó a la corte a los filósofos y

sabios de Oriente, cuya influencia en la literatura de la época

es notoria, y el nombre de Alfonso vino a ser el centro

de toda la vida intelectual de España. Fué autoridad en

iodo género de conocimientos, mostrándolo en Astronomía,

Música, Filosofía, Derecho civil y canónico. Historia,

Poesía, Lingüística, etc.

Las obras que escribió Don Alfonso, o que se hicieron

por su mandato y bajo su dirección, se clasifican en los

siguientes grupos: Obras poéticas. Libros orientales.

Obras filosóficas. Obras jurídicas. Obras fiistóricas. Libros

de recreación y científicos.

Obras poéticas: Las Cantigas.—Fueron escritas hacia

el año 1263, en idioma gallego; su asunto es la alabanza

de la Virgen milagrosa, y pasan de 420 en verso de varia

medida, principalmente exasílabos y de arte mayor, con

rimas correctas. Ya en ellas se ve el influjo francamente

provenzal de los trovadores, que en gran número vienen a

nuestro país, huyendo de las persecuciones de que eran

objeto en el suyo Es de notar el carácter lírico que campea

en estas poesías, por primera vez hasta entonces en

la literatura española, que se conserva (1).

Libros orientales: Entre los escritos bajo la dirección

del Rey Sabio, o por su influencia, en prosa, se cuenta la

traducción de Bl libro de Calila y Dimna—de una traducción

árabe debida a Abdala Ben Almocafa—colección de

apólogos recomendando consejos prácticos para la vida,

en forma de diálogos mantenidos por un rey y un filósofo

(2).

Otro libro traducido por esta época es el Sendebar,

indio, que en la traducción lleva por título Libro de los

(1) Véase edición de la Real Academia, dos volúmenes, 1889.

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LI.

Engannos et assayamientos de la mugieres. Se debe esta

obra al infante Don Fadrique, el cual la mandó traducir del

árabe el año 1253. El fin del libro es mostrar los engaños,

astucias y perversidad de la mujer liviana, y, como consecuencia,

recomendar la templanza en el gobierno de los

Estados y en la vida de los príncipes. Otras varias obras

recreativas y científicas se traducen por esta época, acaso

alguna de ellas ya en tiempos de Sancho IV, y la mayor

parte en colaboración con los más entendidos rabinos

contemporáneos, que habían establecido sus escuelas en

Sevilla y Toledo (1).

Muchos atribuyeron a Don Alfonso el llamado Libro del

Tesoro, mas téngase en cuenta que los dos Tesoros conocidos

en castellano son: el más antiguo, de los días de

Sancho IV, traducción del de Brunetto Latino, maestro de

Dante; el Tesoro en verso es mucho más moderno, una

insignificante refundición poética no anterior al siglo xv.

Obras jurídicas: A más de haber concluido Don Alfonso

la unificación de las legislaciones de León y Castilla,

comenzada por San Fernando, promulgó el Fuero Real

y terminó el Libro de las Leyes, vulgo Las Siete Partidas

—1256 a 1265—, obra que en nada se parece a un Código,

en la corriente acepción de la palabra. En el fondo es una

compilación del Derecho antiguo romano y aurr del Fuero

Juzgo, no poco del Derecho canónico y aun reminiscencias

de la legislación extranjera conocida hasta entonces.

En cuanto a la forma, convienen lodos los críticos en que

es superior a cuanto se escribió desde los comienzos de

nuestra literatura hasta la terminación de la primera época,

o sea hasta el siglo xv. Es muy notoria en esta obra la

influencia oriental, patente en las sentencias, transcritas

a veces literalmente en lo que pudiéramos llamar parte

doctrinal de las Partidas, es decir, en los preámbulos que

(1) €B¡blioteca Hispánica», tomo XIV.

solían llevar y especialmente en la Partida 11, que tiene un

carácter de enseñanza y educación para los príncipes, al

mismo tiempo que de exposición del Derecho.

Su objeto principal es la unificación de la variadísima

legislación castellana hasta aquella época, y aunque en

sus disposiciones hay no pocas que parecen hoy pueriles

para tratadas en un Código Nacional, preciso es confesar

que, tanto en su parte dispositiva como en su parte filosófica,

representa un esfuerzo colosal; aun dada por supuesta

la cooperación de Jácome Ruiz, Fernán Martínez de Zamora

y Roldan (1).

Obras históricas: La de. mayor importancia, por ser

también la más completa hasta su tiempo, es la Crónica

general de España — Crónica o Estoria d’Espanna —

(1260-68), desde las primeras tradiciones cristianas hasta

la muerte de San Fernando en 1252. Su estilo es sobrio,

infantil, sin dejar de aparecer reflexivo, y muy digno es de

notar el sentido verdaderamente tolerante e imparcial del

historiador. Así la juzgan la mayor parte de los críticos,

y, en efecto, así lo merece esta obra notable, en la que se

revela, teniendo en cuenta la época, un trabajo concienzudo,

en el cual las fuentes históricas y las tradicionales

suelen indicarse y se comprueban con cierto discernimiento;

sin duda que candidamente se admiten fábulas e invenciones

poéticas que la crítica rechaza; pero esto no amengua

la grande gloria de su autor, si se tiene en cuenta que

nada mejor se hacía en Europa por aquel tiempo (siglo

xiii). Esta Crónica, en su mayor parte, está redactada

sobre fuentes latinas. Crónicas del Arzobispo Don Rodrigo

y Lucas de Tuy; pero también hay partes que proceden

de traducciones arábigas, como, por ejemplo, la relación

del sitio de Valencia, y en ellas se revela la variedad de

0) Edición de la Academia de la Historia, tres volúmenes, 1807.

autores que la obra tuvo, aunque todos ellos fuesen dirigidos

por Alfonso X (1).

Esto que se observa en pequeña escala en la Crónica

general, nótase todavía más en otro libro del Rey Sabio:

en la Historia Universal o Grande e general Esforía,

donde abundan más los documentos árabes, aunque la

base es la traducción de la Biblia. Esta obra, colosal esfuerzo

de una inteligencia de primer orden, no pudo verse

terminada. Base de ella es el Génesis, explicando la dispersión

de los hombres, el nacimiento de la idolatría, historia

de los diversos pueblos de Asia, guerras de los romanos

en Oriente y nacimiento del Salvador. Muchos han

negado a Alfonso X la paternidad de este libro; lo cierto

es que, aunque en muchos lugares no sea el autor material,

pero siempre fué inspirador, consultor y guía de sus

sabios colaboradores (2), y, sobre todo, el lenguaje, la

gravedad de aquella prosa, sencilla y digna, revela la palabra

severa y majestuosa del primer hablista castellano.

Libros de recreación: Se compusieron muchos en los

días de Alfonso X, y de ellos y de otros, que llamaremos

cientffícos, gustaba mucho el gran rey. Citemos de los

primeros el Libro de Ajedrez, el de Tablas o dados; de

los segundos deben mencionarse el Lapidario de Abolays,

donde se describen las virtudes de 560 piedras, traducido

de orden del rey; El libro de las Tablas Alfonsies,

los Libros del saber de Astronomía, el Libro complido

de los juicios de las estrellas (de astrologfa), etc., etc.

(1) No podemos aceptar como texto aproximado a la redacción aifonsina

sino la edición reconstituida por D. R. Menéndez Pida!. La Crónica

sufrió gran número de refundiciones, que la desfiguraron. Véase

«Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo I, texto.

(2) Entre los colaboradores de Alfonso X, a más de los citados, se

mencionan a Jofre de Loaysa, Martín de Córdoba, Suero Pérez, Egidio

de Zamora, Garci Fernández de Toledo, el Rabí Jehudah-Mosca; Zagben-

Zaqut-Metolitolah (el Toledanos y otros muchos judíos y musulmanes.

Juzgando las obras de Alfonso X, se puede decir con

Revilla «que como poeta supo D. Alfonso expresarse con

sentimiento e inspiración; como innovador, introdujo en

la poesía castellana el elemento lírico y el gusto oriental;

como historiador, echó los cimientos verdaderos de la

historia patria; como político, filósofo y hombre de ciencia,

fué superior a su siglo; como legislador, levantó el

monumento jurídico más grande de la Edad Media, y

como hablista, ha dejado en el idioma patrio un rastro de

luz que no se extinguirá mientras se conserve la hermosa

y sonora habla castellana».

Sucesores de Alfonso X.—No fué ajeno Sancho IV, heredero

de Alfonso X, a la obra literaria de su padre, cuya Crónica

general continuó, y si es verdad que hoy no se le

pueden atribuir libros como El Tesoro, el cual ya dijimos

es una traducción, ni acaso le debe nada el titulado Casfigos

e documentos, (1) es lo cierto que, quizá por real

inspiración, se empezó a traducir al castellano La Gran

conquista de Ultramar, que es como una refundición de

una versión francesa hecha sobre una fantástica Historia

de las hazañas de Ultramar (las Cruzadas) compuesta en

latín por Guillermo de Tyro (2).

Una narración novelesca que hoy comienza a ser estudiada

por los críticos con el interés que merece, por ser,

acaso, la primera producción española’de este género entre

heroico y picaresco (en algún modo precursor del Quijote),

es la Historia del caballero de Dios, que avía por

nombre Cifar, no extraña a lecturas que su autor había

hecho en modelos franceses. Los héroes son Cifar, especie

de caballero andante y el Ribaldo, picaro a modo de

escudero (5); una especie de hidalgo D. Quijote y su es»

cudero Sancho.

Don Juan Manuel.— La familia de Alfonso X continúa sosteniendo

el cetro literario en España, especialmente su sobrino

Don Juan Manuel (1282 a 1547).

‘J ) Menéndez y Pelayo, en Orígenes de ¡a novela, tomo I, página 71,

se inclina por la afirmativa.

(2/ En La Gran Conquista están incluidas diversas leyendas, que se

han desgajado en distintas formas, ya novelescas, ya en romances Una

de ellas es la Del Caballero del Cisne, que ha editado en volumen especial

el Sr. Mazorriaga, 1914. Otras son la de Berta, la de Mainete, etcétera.

Véase, aunque muy deficiente, la edición de La Gran Conquista

en «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLIV.

(3) Véase nuestra Antología de textos castellanos, ya citada.

En iodos los géneros literarios de la época brilló nuestro

autor, siendo representante de la influencia oriental,

tan notable en el siglo xiv, así en la poesía como en la

prosa, que es su verdadera gloria. Como poeta y autor

de obras didáctico simbólicas nos ha dejado magníficas

muestras, habiéndose perdido otras muchas, en su Libro

de los Estados, del Infante o de las Leyes, y en El libro

de Pafronio o del Conde Lucanor. También nos quedan

de él el Libro de los Castigos et de los Consejos, o infinido

(porque no tuvo fin), el Libro del Caballero e del Escudero

(imitación de Raimundo Lulio) y el de la Caza, y sus

Crónicas: la cumplida, que se desconoce, y la abreviada,

resumen de la general de su tío Alfonso. El primero de

los libros citados tiene un fin eminentemente didáctico; en

él se «fabla da las leyes et de los estados en que viven los

ommes», bajo la forma alegórica o simbólica.

En cuanto al Conde Lucanor, es ésta la obra magistral

de nuestro autor, y su fama e importancia en la historia

de la literatura española es tal, que ha sido traducida al

alemán y al francés, y en parte se le ha dado cabida en

gran número de crestomatías castellanas. Dicha obra se

halla inspirada en las fuentes orientales del Calila y Dimna

y del Sendebar, recordando también la Disciplina Clericalis,

de Pero Alfonso; consta de 51 «enxiemplos», por

lo que también con este nombre se le conoce, y se halla

dividido en cuatro partes: la primera se sirve de apólogos,

mientras en las otras tres la forma simbólica decae y es

sustituida por la didáctica, perdiendo, a nuestro juicio, en

interés. Patronio, ayo del Conde, va instruyendo a éste

por medio de fábulas y moralejas, recordando Las mil y

una noches (1).

(1) Es una edición con bastantes errores y ligerezas la que en la «Biblioteca

de Autores Españoles», tomo LI, hizo D. Pascual Gayangos de

las obras de D. Juan Manuel; pero aun hoy es la más asequible.

Nótese que en el Libro de los Estados, siendo innegable la influencia

Caractcriza^ al estilo de este ¡lustre hombre una sencillez

acaso inexplicable dentro del tono erudito y filosófico de

casi todas sus obras; por fortuna de la lengua castellana

no le asaltó afán de latinizar sintaxis ni estilo.

Otras literaturas romances. El Catalán.— El movimiento literario

que vemos en Castilla no se crea que era exclusivo

de esta región. No hablamos ahora de la poesía provenzal

en Cataluña y Galicia; sin salir de la didáctica encontramos

por este tiempo una figura excelsa en el mallorquín

Raimundo Lulio (1235-1514) tipo excepcional por sus aventuras

y su saber. Siempre en viajes y en empresas, escribió

en latín y en catalán, siendo las obras que en esta

lengua publicó de gran influencia en España, en Francia

y aun en África.

Entre las que han llegado a nosotros, advirtiendo que

aún falta mucho por hacer en su bibliografía, merece citarse

la primer novela filosófica española, titulada Blan-

<7í/er/7a— 1285.—Hay en este libro genial muestras de una

inteligencia de primer orden que persigue un fin educador,

movido por un ideal místico. En otros libros suyos (el

Gentil y de los tres sabios, el Del Orden de Caballería,

etcétera), se ve patente la influencia oriental, que había

aprendido el iluminado Lull en la filosofía y cultura de los

árabes (1).

del Blanquerna, de Lulio, hay un claro influjo árabe, manifiesto en la

introducción de la leyenda del Budha, que acaso no conoció directamente

sino por el autor del siglo xiii Abrahan-ben-Xasdai.

(1) La historia de la literatura catalana se puede dividir en tres épocas:

siglo XIII hasta la mitad del xiv; desde esta fecha hasta mediados

del XV, y desde aquí al renacimiento moderno. En el primer período, que

es el que nos ocupa, Cataluña tiene ya un romance propio, pero en la

poesía no es más que un reflejo provenzal. La prosa es más perfecta, y

en los días de Jaime I su Crónica está ya en lengua vulgar y su Libre

de la Saviesa es una recopilación de textos de Salomón, Santos Padres,

Aristóteles, Séneca y moralistas árabes. Otros nombres que me84

La literatura galaica.—En los primeros liempos del siglo

XIV invade la lírica provenzal a España, principalmente

Galicia y Castilla, adviríiendo que ya desde el siglo xii

son innumerables las manifestaciones galaico provenzales.

Conviene tener en cuenta que unas veces la lírica indígena

en Galicia se amoldó a las formas de los trovadores,

y otras, las canciones provenzales conservan su tipo

erudito y cortesano. Las que más puede interesar son

aquellas que en Castilla, Portugal y Galicia conservan el

carácter popular. Esta forma perdura hasta el siglo xvii

siendo las más antiguas las menos populares, lo cual demuestra

que tardaron algún tiempo en ser adoptadas por

el vulgo las extranjeras formas provenzales.

Formaban el asunto principal de estas poesías líricas

las canfinas de amigo {de amor), las cantigas de ledino

(festivas) las serranas, vaqueras, las cantigas de malde-

cir, etc., etc.

Los Cancioneros.—Según la lírica española va aceptando

ya una métrica más apropiada, que llega a poder presentarse

como una forma prí)piamente literaria, va pasando

esta poesía a merecer los honores de ser consignada por

escrito en Cancioneros, siendo muchos los que se formaron,

ya en Portugal en los días del Rey Don Dionisio,

ya en Galicia misma y aún quizá en Castilla. Curiosísimos

son los llamados Cancioneros portugueses: El de

la Biblioteca Vaticana, el de Colocci Brancati y el de

Ájuda, llamados así, porque el primero está en la biblioteca

del Vaticano, el segundo fué propiedad, sucesiva

mente, de las familias Colocci y Brancuti y el tercero se

guardaba en la biblioteca real portuguesa de Ajuda (1).

recen recordarse son los de los cronistas Bernat Desclot, Ramón Muntaner

y Pedro IV el Ceremonioso, etc.

(1; Poetas de estos cancioneros, cuya fecha puede fijarse a mitad del

siglo xin, son: Pero da Ponte, Bernardo de Bonaval, Payo Gómez Charino,

Johan Ayras, Ayras Núñez, Alfonso X, etc.

III

La poesía castellana de ia época.—Continúa la inspiración

religiosa en poemas como La vida de San Ildefonso, obra

de un beneficiado de Ubeda, y alterna con las crónicas rimadas

de santos, composiciones morales como los Proverbios

en rima del sabio Salomón, y algunas narraciones

bíblicas, como el Poema de José, poema de Vugufque

cuenta la historia del hijo de Jacob según la tradición coránica.

Tiene este poema la particularidad de pertenecer a

la literatura aljamiada, la cual, según sabemos, emplea

caracteres arábigos para escribir en castellano. Pertenece

por la forma a la cuaderna vía,.áz\ mester de clerecía (1).

La poesía lírica desde el siglo xiii.—Se componen ya en

el siglo XIII algunos poemas líricos a imitación de las canciones

populares de aquel tiempo en Galicia y Portugal,

imitadas éstas a su vez como dijimos, de las pastorelas

francesas y provenzales. La primera muestra que tenemos

de esta clase de composiciones es La razón de amor con

Los denuestos del agua y del vino, dos poemitas en un

solo cuerpo, atribuidos a un supuesto poeta innovador llamado

Lope de Moros.

El Arcipreste de Hita.- Juan Ruiz, nacido en el siglo xiii y

muerto al mediar el xiv, es el gran poeta castellano de es-

(1) Hay algunos oíros textos aljamiados, procedentes de distintas

fuentes, como Recontamiento del Rey Alexandre, Historia de los

amores de París e Viana y la Dongella de Arcayona. El primero procede

de un relato greco oriental, el segundo de una nova provenzal y

tercero parece haber salido directamente del Libro de Apollonio.

ios días (1). Sin haberse sustraído a las influencias de su

época, más bien prestándose a todas (la provenzal Ja oriental

y la latina, representada esta última en el Arcipreste por

Ovidio a través de algún imitador), tiene, sin embargo,

una patente originalidad en la manera de exponer, en la libertad

del metro que en él se enriquece de modo hasta entonces

no conocido en Castilla, y, sobre todo, en el asunto

eminentemente popular y reflejo de un ambiente de confusión

moral y relajamiento, precursor de la gran reforma

de Cisneros y el Tridentino.

La obra de Juan Ruiz es una y múltiple: es múltiple,

porque en los siete mil y tantos versos, de que consta el

poema hay novela, autobiografía, fábulas, oraciones, himnos,

escenas de singular osadía; v. gr., la cantiga a los

clérigos de Talavera, las sátiras, las invocaciones a doña

Venus, los himnos a la Virgen; escenas de amor carnal vigorosamente

sensual, impetuosamente desordenado, como

su libro, como el autor mismo que surge tal cual eran los

clérigos libertinos a quienes zahiere poniéndose él por

tipo, acaso estando limpio de tales culpas. En ese personalismo

estriba la íntima unidad del poema, que, por no

tener, ni título úem—EI /ibro de buen amor, El libro de

los cantares—, y donde, sin embargo, hay la suprema

unidad del espíritu del Arcipreste.

A la historia de la lengua y literatura castellana interesa

el Arcipreste no tanto por la inspiración que casi nunca le

abandona, como por haber llegado a la feliz concordancia

del añejo y solemne mester de clerecía con la poesía de

los juglares, preparando el triunfo definitivo de esta forma

popular sobre la amanerada cuaderna vía. Junto con ésto

(1) Muy poco se sabe de cierto acerca de este hombre extraordinario:

nació en Alcalá de Henares?, fué Arcipreste de Hita (Guadalajara),

murió hacia mediados del siglo xiv, y acaso estando preso en Toledo,de orden del Arzobispo D. Gil de Albornoz (sin que se sepa la causa de esta prisión), dio fin a su singular poema o serie de poemas. »

él fué quien creó una realidad poética sin tener que acudir

al asunto heroico, sino inspirándose en el realismo de la

vida castellana del siglo xiv, siendo el primer gran poeta

lírico en todo el valor de esta palabra (1).

La poesía heroica.— Ultima representación de la epopeya

castellana es hasta ahora el Poema de A/fonso onceno,

atribuido a Rodrigo Yánez, en el cual se da cuenta de la

victoria del Salado. Su autor, tal vez gallego, puede ser

considerado como el último juglar, que huyendo de toda

inspiración erudita, anuncia en sus versos octosílabos la

proximidad del romance como forma métrica. Pertenece el

poema a los primeros años del siglo xiv (2).

Acaso es de esta época también la redacción primitiva

del Cantar de Rodrigo o las Mocedades de Rodrigo, donde

se narra y falsea la juventud del héroe y su vida, por un

poeta desconocido y decadente. La metrificación suele ser

de dieciséis sílabas y esto le aproxima a la forma popular

(5). La refundición que de este cantar nos queda, es posterior

a esta época y se halla en un manuscrito de fines del

siglo XIV o principios del xv. Esta crónica rimada logró

mucho más éxito que el Cantar del Cid, hallándose huellas

de su influencia en el romancero y en todo el teatro

del siglo de oro y en el romántico del siglo xix.

La poesía didáctica.—Muestra de ella, en el siglo xiv, son

los Proverbios morales del rabino don Santos de Carrión

(Sem Tob), que son una colección de cuartetas de versos

(1) Váasc la edición de «Clásicos Castellanos», de La Lectura, dos

tomos, prólogo y notas de Cejador. «Biblioteca de Autores Españoles»,

tomo LXW.—Libro de Buen Amor, edición paleogréfica de Ducamin,

Toulose, 1901.

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LVII. Hay edición

aparte, también hecha por Janer.

(3) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVI.

hepíasílabos donde la filosofía moral de Oriente y de Occidente

se dan la mano. Hacia el mismo tiempo puede fijarse

la Revelación de un Ermitaño, de tema semejante a

oíros tantos de lucha del alma con el cuerpo, y la Danza

de la Muerte, que aunque en su redacción definitiva no

aparece hasta el siglo xv, indudablemente era un tema poético

de la época, Por este tiempo un poeta llamado Pedro

de Veragüe, compone un catecismo con versos octosílabos

titulado. Doctrina de discreción (1).

La transición.—Puede decirse que la mayor parte de los

poetas españoles del siglo xv, vivían de la inspiración italiana

y de la provenzal, ésta a anterior a aquélla y señalada

en las trovas, canciones y serranillas, y aquélla en los

poemas alegórico-dantescos. Los principales de estos

poetas figuran en la corte de don Juan II, época de grande

esplendor literario en España; pero debe empezarse a señalar

la transición con el Canciller Pero López de Avala

—1352 a 1407—, pues aunque su inspiración no está directamente

basada en Dante, sino más bien en la Danza de la

Muerte y en el fondo didáctico moral de los poetas semiorientales—

D. Sanios de Carrión— es lo cierto que Ayala

conoció muy profundamente las nuevas formas. Su Rimado

de Palacio o Las Maneras de Palacio es una mezcla

de asuntos didácticos, religiosos y satíricos. La obra

está escrita en versos de dieciséis, catorce, trece, doce,

ocho y aun siete sílabas, dominando, sin embargo, los de

catorce, y su fondo lo constituye una severa melancolía,

expresada con ingenua sencillez. El asunto del libro es una

instrucción que da a los reyes, príncipes y grandes para

gobernar a los pueblos, y a este fin les descubre los vicios

y defectos de las varias clases del Estado. El estilo del

poeta es algo pesado, como lo era por lo común el que se

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LVII.

usaba en su tiempo. Es semejante el libro a la obra del Arcipreste

de Hita, pero inspirado en opuesto sentimiento; lo

que para Juan Ruiz era motivo de burla y libre licencia, es

para el Canciller motivo de aflicción y de amarga censura.

Como prosista, representa López de Ayala la tendencia

clásica, pues es gran conocedor de la literatura latina, en

contra de la influencia oriental, que había prevalecido

hasta e’l en D. Juan Manuel, y en el mismo’Arcipreste. Así,

traduce la Consolación, de Boecio; La Caída de Príncipes,

de Boccaccio y la Historia, de Tito Livio, la cual hizo

como ensayo para su Crónica de ¡os Reyes de Castilla; y

aunque en las cuatro crónicas conserva todavía mucho del

estilo y modo de narrar propio de los cronistas de la Edad

Media, se observan, sin embargo, en él ya diferencias profundas

(1). Carece de la llaneza, candor e ingenuidad de

los primitivos narradores, y, por el contrario, florece en él

un pensamiento político .muy sutil, parecido ya, en gran

manera, al de los italianos del Renacimiento. Aparte de la

profunda observación moral que hay en todas las Crónicas

de Ayala, se ve en su estilo la imitación de Tito Livio,

del cual tomó el empleo de las arengas breves y de epístolas

interpuestas en la narración, para de este modo poder

exponer su propio juicio.

Con lo apuntado podemos tener idea de las obras históricas

del Canciller, o sean las crónicas de los reyes don

Pedro, D. Enrique II, D. Juan I y D. Enrique III, donde resplandece

el talento del procer castellano, aunque en alguna

ocasión se dejó llevar de sus parcialidades políticas, muy

explicables desde el momento en que se ve al Canciller

servir, con éxito feliz, a partidos y príncipes tan opuestos

como los reyes D. Pedro y D. Enrique, el Fratricida.

;1 ) Rimado de Palacio: «Biblioteca de Autores Españoles», t. LVII.

Las Crónicas en Crónicas españolas, edición de Llaguno, tomos I y II.

La de Don Pedro, en «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LVII,

Crónica troyana.—Se llama así a una traducción castellana

que a mediados del siglo xiv fué hecha del Román

de Troie, relato que en este original francés, derivado de

multitiud de leyendas, se ocupa de contar fantásticamente

la historia de la ciudad de Troya y su destrucción, no siendo

una sola la traducción o refundición castellana que se

hiciera, y adviríiendo también que la refundición francesa,

madre de las castellanas, da origen a otras gallega, italianas

y alemanas (1).

Don Enrique de Villena o de Aragón, como también se

le llama, pertenece ya a la época de Juan II, pues vive desde

1584 a 1454, pero aún no es productor, es más bien el

maestro de los poetas más jóvenes que él. Nació de esclarecida

prosapia y se distinguió como prosista escogido,

como preceptista y como poeta, si hemos de creer a

sus contemporáneos y panegiristas, en especial a Juan

de Mena.

Fernán Pérez de Guzmán, el elegante autor de Generaciones

y semblanzas, nos le da a conocer como un buen

epicúreo. Muestra de sus aficiones es el Arte cisoria que

de él se conserva; de sus poesías nada nos queda, únicamente

el recuerdo de sus trabajos por la «Gaya scienció»

en Cataluña y Castilla, y para señal de su beneficioso influjo

en las letras patrias, algunos fragmentos del Arte de

trovar, primera poética castellana. Tradujo la Eneida, y

en su traducción no tuvo el desembarazo suficiente, por

lo cual la lectura de las partes que de dicha obra nos quedan

se hace hoy insufrible, así como por el gran número

de glosas de que recargó su obra. También tradujo La Di-

(1) Véase Crónica troyana… con apuntes gramaticales y vocabulario,

por M. Rodríguez, 2 tomos. En el mismo siglo xiv existe una Crónica

troyana en romance gallego, cuyo parentesco con la traducción

castellana no está bien determinado.

vina Comedia; pero la obra más famosa de Enrique de

Villena es la de los Doce trabajos de Hércules, escrita en

catalán y traducida por el mismo autor; en ella se encuentran

muchas analogías con los libros semimorales y seminovelescos

de Raimundo Lulio y de D. Juan Manuel. Atribuyesele

un tratado de Astrologfa, y no será muy extraño

que las obras Tratado del Dormir, del Caso et Fortuna,

y del Divinar, publicadas por el obispo Barrientos, le pertenezcan;

aunque parece más probable se hallaban en sus

librerías y procedían quizá de algún autor oriental, de

cuya influencia en la literatura española fué Villena uno de

los últimos representantes. Su libro Del Aojamiento y

oíros varios justifican su fama de nigromante, a la que correspondió

tan por completo su azarosa vida.

 

Lñ LITERñTURñ EN LA CORTE DE JUAN

Los trovadores.—Antes de dar cuenta de los poetas y prosistas

que brillaron en la corte del segundo D. Juan, conviene

que aclaremos la significación y valor de la palabra

trovadores (con la cual se designa a los poetas provenzales

del siglo xi hasta los días decadentes de 1523)

cuyos poemas tanta influencia habían tenido ya en España,

y cuyas formas métricas hemos de ver decidiendo tan

definitivamente en los poetas del Cancionero de Baena.

Ante todo, no hay que confundir al trovador con e\ juglar,

aquél es el verdadero poeta; éste, generalmente, no es más

que un recitador de obras ajenas, y a lo sumo un poetámbulo

que nunca se levanta a delicadezas y refinamientos

líricos. El trovador también solía correr mundo, pero de

muy distinta manera que el mísero juglar: las cortes y palacios

de los nobles los albergaban y los reyes premiaron

con largueza, casi siempre, sus talentos (1).

A España llegaron desde la Provenza, y ya en tiempos

de Alfonso Vil viene a Castilla Marcabrú, y quizá algún

(1) Diferencia hay también entre trovero y trovador: aquél es el poeta

del Norte, por lo regular más inculto que el trovador o poeta del Mediodía

de Francia. Véase nuestro libro Grandes Literatos (Antología

de textos extranjeros) 2.a edición.

Otro, siendo incomparablcmeníe mayores las relaciones

que los trovadores sostienen con Cataluña y Aragón. En

el período brillante de la poesía trovadoresca son innumerables

los grandes poetas de este género: algunos visitaron

la corte de Alfonso VIH, como Ramón Vidal de Besalú,

Guiraldo de Calansó, Guillermo de Cavestany, Raimbaldos

de Vaqueiras; huésped de Fernando 111 fué Guiraldo

Borneil, y, por tanto, no es de extrañar que en las primeras

manifestaciones líricas que hubiese en Castilla (galaico

portuguesas) se notara la huella provenzal. Pero apenas

queda rastro alguno si no es en los Cancioneros y en las

Cantigas de Alfonso X, según hemos notado. La preocupación

épica absorbía a Castilla: en el primer período la

épica heroica de las gestas, después la épica didáctica, y,

por tanto, los poetas son escasos en número, y casi todos

con afición al tema moral, que ni aun el mismo Arcipreste

de Hita abandona. Más adelante aparece en los poetas castellanos

ese influjo provenzal que persiste en dos manifestaciones:

una erudita y otra popular. Esta viene de las formas

gallegas y de las primitivas castellanas, que habían

sido influidas largo tiempo hacía, y la erudita es una imitación

consciente de las formas provenzales ya en su decadencia.

En el Canciller Ayala y en el Arcipreste vemos bien patente

la copla provenzal, o mejor al modo provenzal; las

serranillas del segundo tienen un poco de las pastorelas

provenzales; las redondillas del Canciller, con las cuales

interrumpe su afición a la cuaderna via, son muestra de

que no quiere quedarse atrás en el camino marcado por el

gusto provenzal, que todo lo invadía.

Restos de la literatura didáctica moral.—De comienzos del

siglo XV parecen ser dos obras cuyo parentesco con la literatura

representada por D. Juan Manuel es muy patente;

una es el Libro de los gatos o de los cuentos (anónimoj

y otra el Libro de exemplos, coleccionado por Clemente

Sánchez de Verdal (siglo xiv al xv) en orden alfabético;

compilación que, aun hecha acaso hacia 1420, gusta todavía

de la literatura india, popularizando la leyenda de Budha,

tomada de alguna redacción latina, de la cual sale

buen número de variantes, acreditándose la que lleva por

título Román de Barlaam yJosaphat (1).

Redacción definitiva de la «Danza de la muerte».—Ya hemos

dado noticia de este tema poético que, seguramente, antes

de que en el siglo xv tuviera su redacción definitiva, era

popular en España, como una de tantas derivaciones de

las danzas macabras, objeto de diversos poemas europeos.

Se ha reputado nuestra Danza de la Muerte como

un poema dramático, sin razón suficiente para ello; el

asunto es que ante la Muerte se presentan todas las clases

sociales, del Papa para abajo, que han de bailar ante ella.

En todo el poema se respira una severidad y espíritu de

justicia que iguala a plebeyos y magnates (2).

«Cancionero de Baena».—Con este nombre se conoce una

compilación de poesías que en el códice en que se conserva

parece hecha a principios del siglo xv por Juan Alfonso

DE Baena, poeta él mismo, que se cuidó mucho de incluir

sus composiciones en el Cancionero, con lo cual, si es de

(1) En el Libro de los Estados, de D. Juan Manuel, se incluye ya la

primitiva redacción española de esa misma leyenda. Tanto el libro de

los gatos como el de exemplos, puede verse en «Biblioteca de Autores

Españoles>, tomo LI.

(2) Véase «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LVII. También

la edición de Foulché-Delbosc: «Textos castellanos antiguos II.» «Antología

de poetas líricos castellanos», tomo II. En esta Antología podemos

encontrar muestras de casi todos los poetas de la Edad Media;

siendo colección de gran utilidad, especialmente por los estudios críticos

de Menéndez y Pelayo.

estimar su labor de coleccionista, queda muy mal parada

su fama de versificador.

Muchos son los poetas del Cancionero, unos cincuenta

y ocíio, y algunas composiciones anónimas; pero cloro es

que sólo merecen citarse Álvarez de Villasandino, el Arcediano

de Toro, Pero Ferrús, Garci Ferrández de Gcrena,

González de Mendoza, Imperial, Pero López de Ayala, que

también tuvo cabida en la colección; Ferrán Manuel de

Lando, Mena, Páez de Ribera, Pérez de Guzmán, Rodríguez

del Padrón, Ferrán Sánchez Tala vera, etc. De algunos

daremos aquí noticia, dejando oíros para tratar de

ellos como cultivadores más afortunados de oíros géneros

Pero Ferrús es, con López de Ayala, el más antiguo de

los poetas del Cancionero y uno de los más representaíivos

en la íransición a las nuevas formas líricas castellanas.

No incluye Baena más de cinco composiciones de

Ferrús (de la 501 ala 505) y en la última hay la curiosa

cita de

«Amadys el muy fermoso . »

lo cual viene a probar que en aquellos días ya era corriente

el nombre de esíe caballero en Castilla y aun acaso una

redacción hoy desconocida de esíe libro de caballerías (1).

Los méritos poéíicos de Ferrús son bien escasos, llegando

en algunos momentos (desyral rrey don Enrrique) a una

monotonía insufrible.

Alfonso Alvarez de Villasandino, fué nacido entre

1540 y 1551, acaso en Galicia o lal vez en Burgos. Él, con

Baena y Diego de Valencia, son ios auíores que más espacio

ocupan en el Cancionero. Poeta de propia inspiración,

se prodigó y prostiíuyó con exceso, celebrando los

principales aconíecimieníos de que fué íestigo, y muy a

(1) También habla de! Amadis el Canciller Pero López de Ayala.

ÉPOCA preclásica: JUAN II 97

menudo poniendo precio a sus poesías. Por cada una de

las que escribió en elogrio de Sevilla, que hacía cantar por

juglares delante del Cabildo de la Santa Iglesia, recibió

cien doblas. Murió por los tiempos de Don Juan II, siendo

ya muy viejo, y desacreditado por su insolencia, procacidad

e inconstancia, no obstante sus positivos me’ritos.

Alvarez de Villasandino se inspiró en la influencia dantesca,

según se ve en la cantiga por ruego del Conde don

Pedro Niño y en su desyr ñ la muerte de Enrique III. Como

hablista, usaba con destreza la lengua castellana, y era

versificador tan lozano, que en los varios metros en que

se ensayó aparece con la misma gala en el decir y con notable

frescura en la invención. El Marqués de Santillana le

llamó gran dezydor, y Juan Alfonso de Baena le calificó

de «esmalte e lus, e espejo, e corona, e monarca de todos

los trovadores; maestro e patrón del arte poético»; mas se

exageró, sin duda, confundiendo la fecundidad innegable

con el sentimiento, que alcanzó pocas veces. Como casi

todos los poetas de su época, se dedicó a asuntos livianos

y fútiles, sin despreciar otras materias; pero de ordinario

pordioseó favores en versos de ocasión, y merece el juicio

duro que de él hace la posteridad, teniéndole por un chocarrero

y despreocupado.

En el Cancionero de Baena figuran sus cantigas a la

Virgen y desyres en versos, ya de once sílabas, mucho

antes de Boscán; cantigas octosílabas en alabanza de Sevilla

y de su mujer D.^ Mayor (verdaderas octavillas que

se sostienen con Castillejo), un epitalamio muy notable al

Conde Pero Niño, un desyr al cardenal de España, etc.,

éste en octavas dodecasílabas. De estas obras merece

conocerse alguna, que nos dará idea de la exuberancia

portentosa de este versificador, artificioso en la metrificación

y artificioso en los asuntos, pues pocas veces, si no

fué para cantar sus amores o para maldecir de ellos, hablaba

por cuenta propia. Sin embargo, a él debió quizá la

lengua castellana la ductilidad precisa para que en ella se

pudieran escribir las serranillas del Marqués de Santillana.

El Arcediano de Toro se nos presenta como poeta satírico

de los días de Don Juan I, es uno de los más pulidos

del Cancionero, escribe en gallego, y Baena incluye cuatro

cantigas y el testamento del Arcediano. En cuanto a

Ruy Páez de Ribera, es de notar el pesimismo que le inspira,

acaso reflejo fiel de las desventuras porque pasó. Tan

alto como él merece colocarse Ferrán o Fernán Sánchez

Talavera, cuya obra poética ocupa la primera mitad del

siglo XV, y de la cual, sin embargo, no tenemos más muestras

que las pocas composiciones que Baena incluye en el

Cancionero, alguna muy notable, como el desyr a Ruy

Díaz de Mendoza, elegía en octavas dodecasílabas (1).

Algunos de los poetas citados, como Fernán Manuel de

Lando y Martínez de Medina, revelan la imitación italiana,

en la que parece habían sido iniciados por otro poeta del

Cancionero: Miceh Francisco Imperial, genovés avecindado

en Sevilla en el siglo xv e ilustre varsificador castellano.

Él fué, acaso, el propulsor definitivo de la imitación

dantesca en España y, desde luego, uno de los que fueron

aclimatando la métrica itálica. En el Desyr de las Siete

Virtudes se revela fidelísimo discípulo de Dante, cuya

grandeza le fascina, y no ciertamente por desconocer otros

grandes poetas, sino por sus aficiones a lo maravilloso y

sobrenatural. Sus esfuerzos literarios recibieron justa recompensa

con los elogios que del poeta hizo el insigne

Marqués de Santillana. Dantesco es también Ruy Páez de

Ribera en algunos desyres, como el conocido «proceso

que ovieron dolencia e vejez».

(1) Según el Sr Menéndcz Pidal este poema no se puede hoy atribuir

a Sánctiez Talavera, desde luego es una de las composiciones mejores

de! Cancionero

Más famosos que los citados son: Macías el Enamorado,

notable por ser protagonista de una leyenda de amor

y desventura más que por sus versos; Rodríguez del Padrón

y Juan de Mena; pero de estos dos últimos nos hemos

de ocupar detenidamente (1).

(1) Cancionero de Baena, edición de D. Pedro José Pida!, Madrid,

Según Hugo Rennerí, en su edición de las poesías de Macías (Filadelfia,

1900), parece que al poeta gallego no se le puede considerar posterior

a fines del siglo xiv, en cuyos últimos años debió morir.

La novela sentimental.—Juan Rodríguez de Padrón o de la

Cámara (fines del siglo xiv a mediados del siglo xv) es

acaso el primer influido, por la tierna amistad que tuvo

con Macías, del cual en tanta parte es reproducción la

propia vida de Rodríguez. Es más conocido como poeta

que como prosista; a pesar de esto sus obras en prosa

son más, y más notables que sus versos (1), si es que no

le pertenecen los bellísimos romances Conde Arnaldos,

de la Infantina y Rosa Florida.

Contribuye también a esa fama la legendaria vida de

Padrón, a quien se puede considerar como el último trovador

de la escuela gallega, a la que había pertenecido su

ídolo y modelo Macías. Él es acaso el primer poeta en

quien despunta el sentimiento íntimo déla Naturaleza, a la

que pudo estudiar, no sólo en su patria, sino en sus largas

peregrinaciones, pues visitó, a más de Italia y los

Santos Lugares, también las regiones orientales del Asia.

Lo cierto es que los desgraciados amores de Rodríguez

del Padrón hacia una ilustre dama de la corte de Enrique

IV y las peripecias de su vida se traslucen en la parte

autobiográfica de su novela El Siervo libre de amor. Todas

sus canciones tienen este tema erótico: excepto la última,

en que cuenta su conversión y que se hizo fraile.

En su novela se ve el influjo de los libros de caballerías,

a los que en gran parte debía su educación; siendo sus

precedentes, como modelos de narración íntima en la que

(1) Cancionero de Baena; ídem de Stúñiga y en el Cancionero general.

ÉPOCA preclásica: JUAN 11 101

también hay su algo de seníimeníalismo, la Vita nuova,

de Dante y la Piammeta, de Bocaccio. El triunfo de las

donas y La cadira del honor están escritas, respectivamente,

la una, en honor de las mujeres; la otra, en obsequio

de la nobleza, en alabanza de la cual también compuso

el Oriflama.

La razón de la abundancia de obras que por esta época

se escriben en defensa de las mujeres obedece a la marejada

que produjo el Corbaccio, de Boccaccio. Entre esos

libros merece singular mención el titulado De las claras e

virtuosas mugeres, debido a D. Alvaro de Luna (1).

(1; Véase la edición de D. Manuel Castillo, profesor del Instituto de

Cáceres, 1909.

Obras de Juan Rodríguez de la Cámara, en «Sociedad de Bibliófílos

Espanoles>, 2 tomos.

La influencia dantesca.—Grave injusticia cometió Baena

al no incluir en su Cancionero al más grande poeta del

siglo XV. Por él la influencia dantesca que hemos notado

ya en Imperial y Villena, queda autorizada definitivamente

en Castilla. ^DoN Íñigo López de Mendoza (1398 a1458) es

de sus contemporáneos el que más muestra el influjo provenzal

(aunque no el decadente) y el italiano. En la misma

Comedieía de Ponza, escrita en 120 octavas de arte mayor,

imita al Dante. Es un error considerar este poema

como propiamente dramático, aunque tenga elementos escénicos.

En él se comenta el desastre de la armada aragonesa

en Gaeta y la prisión de Alfonso V con sus hermanos

(1).

Sin embargo, el Marqués donde ha inmortalizado su

fama es en las hermosas serranillas que escribió según el

gusto provenzal, superando a su predecesor, el Arcipreste

de Hita, en este género. Agilísimo poeta, rimó con extraordinaria

elegancia el asunto de cien Proverbios de

dotrina e fructuosa enseñanza. Como petrarquista, compuso

el Triunphete de amor, y como dantesco, además de

la Comediefa de Ponza, El infierno de los enamorados.

Como representante de la antigua inspiración de López de

Ayala, tiene el tratado filosófico Bias contra Fortuna y el

Doctrinal de privados, acerba crítica de D. Alvaro de

Luna. Conocedor como pocos de la literatura de su época,

dedicó al poeta catalán Mosen Jordí el poema La Coronáis)

Véase la edición completa de las Obras del Marqués de Santi-

Ilana, por D. José Amador de los Ríos, Madrid, 1852. En «Clásicos CastcUanoe

», Cantares y decires, Madrid, 1913.

ÉPOCA preclásica: JUAN H 105

ción, y quizá para contrarrestar las noticias que proporcionaba

el Cancionero de Baena dedicó al condestable de

Portugal El proemio e carta, donde en prosa muy escogida

da noticia de los poetas contemporáneos en Castilla;

menos afortunado es en su artificiosa Lamentación de la

destruyción de España. Pero aún la gloria de Santillana

se acrece, si no por el me’rito que alcanzó, sí por el intento,

en sus cuarenta y dos sonetos fechos al itálico modo,

en los cuales pretendió generalizar esta combinación métrica

(1).

Es sin duda Juan de Mena—1411 a 1456—el más grande

de los dantescos españoles, y su influjo en la literatura

patria llegó a decidir la imitación italiana en los asuntos

y en la forma. Su obra más notable es el Laberinto de

Fortuna, no mal calificada así, por lo difícil de desenmarañar

en aquella visión un asunto cabal. Arrebatado por

monstruos alados, es conducido el poeta en la carroza de

Belon^ al templo de la Fortuna; allí aparecen los siete

círculos planetarios— influencia de la Divina Comedia—,

desde los cuales ve la vida humana a través de los siglos

pasado, presente y futuro. En algunos pasajes el poeta se

eleva resultando sus versos magníficos y dignos del poeta

cordobés; domina por completo la forma y leguaje poéticos,

no obstante los frecuentes latinismos, giros y dislocaciones

déla sintaxis castellana. La obra se compone de

300 coplas, aumentadas después hasta 324. Otras obras

de Juan de Mena son La Coronación en honor del Marqués

de Santillana y El diálogo de los siete pecados capitales,

todas ellas inferiores al Laberinto, en el cual, si

está muy lejos de Dante, es su discípulo (2).

(1) Ángel Vegue: Los sonetos «a/ itálico modo^, de… Madrid, 1911 .

. (2) El Laberinto de Fortuna está editado por R. Foulché-Delbosc,

Macen, 1904. En el Cancionero, de Baena, tiene representación Juan de

Mena. «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo XIX: Cancionero

del siglo XV.

Suele citarse como muestra de las relacioues literarias

entre Portugal y Castilla en esta época a D. Pedro de Portugal

(1429 a86), aquel condestable a quien el Marque’s de

Santillana dedicó su carta y que llegró a ser Rey de Ara

gón. Por los años 1449 a1456 vivió en Castilla D. Pedro,

y en castellano compuso algunas obras bajo la influencia

italiana y la de sus amigos el Marques y Juan de Mena:

verbigracia Coplas de contempto del mundo y un libro

en prosa titulado Sályra de felice e infelice vida.

La Literatura catalana.—Durante los últimos años del siglo

XIV se desarrolla la prosa catalana merced a la influencia

de Raimundo Lull, siendo la figura más ilustre Francisco

Eximéniz (muerto en 1404), el cual en Lo Crestiá

{El Cristiano) trató de formar una enciclopedia filosófica

y en el de Les dones un libro educativo para las mujeres.

Más poeta es Bernat Metge, el cual en sus Quatre ¡libres

de somnis nos presenta verdaderos diálogos literarios

cuyo asunto es la inmortalidad.

Ya al siglo xv pertenece, pues vivía en 1425, un extraño

escritor, Fr. Anselmo de Turmeda, verdadero rezagado de

la literatura oriental y discípulo lejano de Raimundo Lulio,

aunque antítesis suya en tantas cosas. Fué, también, mallorquín

y de vida turbulenta: franciscano, renegó de la religión

cristiana y abrazó el mahometismo, aunque, acaso

arrepentido, un día fué decapitado por el Rey de Túnez, en

1425. Su obra más famosa es Disputa del Asno, en catalán,

perdida en ese texto, pues sólo se conoce la traducción

francesa, que es del año 1548. Tiene este libro analogía

con el de las Bestias, de Lulio, y aun con obras tan

antiguas ya como el Calila y Dimna, y su tesis es probar

la superioridad de los animales sobre el hombre, opinión

que con éxito defiende el asno, en un congreso de animales,

contra los argumentos de Fr. Anselmo. Más que la

fábula son interesantes los cuentos que intercala, en los

ÉPOCA preclásica: JUAN II 105

cuales las atrocidades de las Coplas del Provincial encuentran

pareja, tanto en lo brutales como en la fuerza satírica

que les inspira (1).

Pero la gran figura de la poesía catalana, verdaderamente

representativa de la influencia italiana, principalmente

peírarquista es Ausias March (1397 a 1459?), valenciano

y uno de los más ilustres en la literatura española.

Vivió en tiempo de Juan II de Aragón, y aunque se le ha

considerado como representante y heredero de la escuela

provenzal, nos parece más bien influido por Petrarca, y

aun imitador de Dante, especialmente en el origen de

aquel su esplritualismo erótico. Este fondo profundamente

filosófico es lo que le distingue de todos los poetas sus

contemporáneos más abundantes y profusos también, por

lo general, que el conciso y hasta semirrudo poeta catalán.

El asunto de todos sus cantos es el amor, pero no el

amor profano y sensual, sino cierto arrobamiento místico,

aunque tenga su fuente en el deleite de la contemplación

terrenal. Analizando los afectos del alma, y describiendo

el mundo del espíritu, las soledades y anhelos de su corazón,

formó con sus poemas un verdadero tratado filosófico

sobre la voluntad y las pasiones. Sin embargo, a veces

las tempestades del amor terreno se levantan en su

espíritu, y ofuscando los ojos de su razón por el amor

que le inspira la dama de sus pensamientos, llega a decir

que no desea salir de este mundo en busca del Sumo

  1. Mas estas audacias duran poco, pues en los Cantos de

(1) Véase en «Nueva Biblioteca de Autores Españoles»; tomo II de

Orígene» de la Novela, pág. 41

.

muerte y en el Canto espiritual, el desengaño y el arrepentimiento

lo transforman, y vuelve a idealizar su amor

en aspiraciones a lo infinito. En resumen, Ausias puede

considerarse como uno de los poetas más geniales de su

época- y de los más profundos de las literaturas regionales

españolas, mereciendo gran fama en su tiempo y la

gloria de ser traducido por el poeta castellano Jorge de

Moníemayor, quien atinadamente veló algunas de las durezas

y osadías del poeta del amor.

ÉPOCA preclásica: JUAN II 107

!V

Las «Crónicas» y la Historia.— Después de las cuatro crónicas

de Pero López de Ayala aparece en esta época una

titulada Crónica del serenísimo Qey Don Juan, el segundo,

que se ha atribuido a diversos autores, y entre

ellos a Alvar García de Santamaría (1); otra la Crónica

particular del Cid, arrancada de una de las refundiciones

de la Crónica general de Alfonso X (2); pero las ahora

más importantes son las crónicas particulares que vamos

a citar.

Es oportuno, sin embargo, hablar antes de un ilustre

castellano, Fernán Pérez de Guzmán, quien vivió de 1588

a 1470? y fué conocido como historiador, moralista y

poeta. Por este último concepto su fama no hubiera salido

nunca de lo vulgar, sobre todo después de existir el Rimado

de Palacio, de su tío Ayala, autor con el que tantas

analogías tienen la mayor parte de sus poesías, inserías

en el Cancionero de Baena. Pueden citarse Los proverbios,

Las diversas virtudes y loores divinos y la Historia

de España o Loores de los claros varones de España,

que consta de 409 octavillas, de más valor histórico que

gusto poético. La elegía que compuso a la muerte de su

gran amigo y consejero el Obispo D. Alonso de Cartagena

es la poesía de más alcances que salió del numen de

Guzmán. En cambio, como prosista fué de los más excel-

(1) Véase la cBiblioteca de Autores Españoles, tomo LXVIII

(2) Acaso conviene dar noticia de las refundiciones de esta Crónica,

las cuales parece han sido éstas: Primera crónica general, Alfonso X;

segunda refundida, 1344; Crónica de veinte reyes; Tercera crónica

general; Crónica de Castilla; Crónica particular del Cid.

SOS del siglo XV, pues escribió su Mar de historias, lomando

como fuente remota Mare historiarum, de Juan Colonna.

Formando la cuarta parte de tal obra se hallan las

Generaciones y semblanzas, libro muy corto, pero que es

de oro, formado por 54 interesantísimas biografías de los

hombres ilustres de la época, a los que describe de modo

magistral, entendiendo la historia como nadie hasta él

había sido capaz de concebirla, y empleando una «prosa

tan viril, tan sobria, tan nerviosa, tan rígidamente ceñida

al asunto, tan remota de todo vestigio de pedantería y de

mala retórica, tan empapada de realidad y de vida», que

puede decirse de él es el iniciador de un arte nuevo (1).

Crónicas particulares.—Por esta época florecen los cronistas

que hacen de cada personaje notable asunto de una

narración semiépica, semihistórica. Merece entre ellas el

primer lugar ia Crónica de Don Alvaro de Luna (aquella

única y conmovedora defensa del grande hombre del tiempo

de Don Juan 11) y al hablar de ella creemos pueden

apuntarse indicios de que el autor de esa obra, maestra en

el estilo y vigor dramático, es Gonzalo Chacón. No se

puede sostener que lo fuera Alvar García de Santa María,

pues ni éste fué partidario de Luna, ni desde el año 1455

estuvo en Castilla, desconociendo los últimos tiempos del

Condestable. Mucho menos habíamos de suponer que un

muy posterior impresor de la Crónica fuese su autor, y,

por tanto, se puede conjeturar que entre los amigos íntimos

del Condestable, entre aquellos que estuvieron en detalles

que habían de ser desconocidos para todos los demás, allí

estaba el autor de la obra que nos ocupa.

Un ejemplo de esto es que a la última cena^jue dio Don

Alvaro a sus íntimos servidores no asistieron más que

(3i Obras de Fernán Pérez de Guzmán, edic. Foulché-Delbosc, 1907.

Véase «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXVjIK

ÉPOCA preclásica: JUAN II 109

Gonzalo Chacón, Diego de Gaíor, Pedro Cepeda y Fernando

de Sesse’; uno de estos pudo escribir la Crónica.

Pero nos inclinamos a creer que fué el primero, porque en

ella hay diálogos en los que intervienen Don Juan 11 y

Chacón, y e’síos es indudable que no podían ser conocidos

más que de sus sostenedores. Ahora bien; lo que no se

podrá asegurar es que Chacón sea el autor material de la

Crónica, pero tal vez sí su inmediato inspirador.

La Crónica de Don Alvaro de Luna se separa de las

Crónicas de la Edad Media, y es en mérito la primera

entre las que se escribieron en castellano; es un libro cuyo

valor sube de punto al compararle con las crónicas francesas.

Lo que falta en estas obras, que es la pasión y la

elocuencia, lo encontramos en la Crónica de Don Alvaro.

De la sinceridad de su autor no cabe dudar, toda vez que

es un libro escrito después de haber sido decapitado Don

Alvaro. Insiste el cronista en los hechos políticos y militares

de su señor, y hasta hace hincapié en lo bien que se

vestía, en su habilidad especial para montar, para manejar

toda clase de armas, etc.; y todo esto dicho de una manera

tan candorosa, que es muestra clara de la honradez. El

mismo entusiasmo que el autor ha puesto en defensa de su

señor, le lleva a veces al énfasis y a la hipérbole y a introducir

arengas largas; pero aparte de esos lunares, se

puede asegurar que esta obra es uno de los más bellos

monumentos de la historia déla Edad Media en Europa.

Esta Crónica debió de quedar casi oculta por el momento,

y las copias no abundan. Se imprimió en 1546 en

Milán, por un cierto D. Alvaro de Luna, bisnieto del Condestable.

lio LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS

Cronistas de sucesos particulares son Ruy González de

Clavijo y Pero Tafur. El primero, muerto en 1412, presenta

la primera muestra, y ya perfecta, de un nuevo género literario,

el de las relaciones de viajes. Es de los más interesantes

el relato de una embajada enviada (1405) por Enrique

III a Timur Bek, escrita por uno de los que la llevaron

a cabo, que fueron el propio Ruy González de Clavijo y

Fr. Alonso Páez de Santamaría, habiendo muerto en el

camino el otro embajador, Gómez de Salazar. La relación

de este viaje, cuyo original se ha perdido, fué publicada

en el siglo xvi y se imprimió en Sevilla, en la colección

de Crónicas Españolas: Titúlase Historia de la vida y

hazañas del Gran Tamorlán, o itinerario de la Embajada

que mandó Enrique III al Tamerlán.

Su redactor era hombre de espíritu observador, extraño

compuesto de credulidad y escepticismo, lo mismo en lo

que se refiere a los productos de la Naturaleza como en lo

que toca a la descripción de los griegos, armenios, persas,

sirios, etc. En la descripción de los monumentos artísticos

es muy atento, y la misma atención prestó el viajero

en el estudio de los animales exóticos. Al recorrer el

autor las costas de Grecia y Asia interior intercala recuerdos

troyanos y habla de restos de edificios antiguos,

existentes en la isla de Lesbos. Es libro, si no tan digno

de loa, al menos tan curioso como el celebérrimo de Marco

Polo, y por la exactitud del relato, la gallardía, riqueza

y sencillez del lenguaje, es ésta una de las obras literarias

mejores de ese período (1).

(1) Véase «Crónicas españolas», tomo III.

ÉPOCA preclásica: JUAN II 111

Pero Tafur (siglo xv), excelente escritor que cuenta en

sus Andanzas y viajes las propias excursiones a tierras

de Persia, es, con González de Clavijo, el gran narrador

descriptivo. Nótase en él un afán de conocer, una credulidad

irreílexiva, una audacia y sencillez encantadoras, y,

sobre todo, a través de sus descripciones se transparenta

un espíritu investigador y aventurero (1).

Crónicas de asuntos caballerescos.—Merece el primer lugar

la Crónica de D. Pero Niño, Conde de Buelma, compuesta

por Gutierre Díaz de Games, quien vivió de 1379

a 1446. Dicha obra es un precioso libro de caballerías que

puede sufrir comparación con todos los análogos escritos

en Europa. Llaguno fué quien, al publicarla despiadadamente

mutilada, le dio el título de Crónica, que nunca

tuvo ni debió tener; hoy se le nombra Memorias del alférez

Niño, aunque no sólo trata de los hechos del Conde

de Buelma, pero su título verdadero es Viforíai de Caballeros,

y, en efecto, contiene una gran parte doctrinal, encaminada

a probar cierta tesis acerca de la caballería y algunas

doctrinas morales y filosóficas; participa, pues, de

carácter didáctico, histórico y novelesco. Este libro tiene,

además, gran importancia histórica, por ser el único lugar

donde podemos encontrar noticias del estado de la marina

de Castilla a fines del siglo xiv y principios del xv. Lo

más importante es el relato de dos expediciones que, armado

en corso, hizo Pero Niño, verdadero aventurero de

la corte de Enrique III, por Levante la una y otra por las

cosías de Inglaterra, También tiene detalles curiosísimos

de la minoría de Don Juan II, que no existen en su Crónica,

y hasta una relación de los últimos años de D. Pedro

1 de Castilla, favorable a este monarca, y que contie-

(1) Andangas e viages. . 1435-1439. 2 tomos. Edición déla Colección

de libros raros o curiosos.

112 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

ne circunstancias que el Canciller Ayala no menciona, y

si lo hace, es con espíritu hostil al citado Rey.

El libro se divide en tres partes: la primera trata de la

niñez del Conde; en la segunda habla el autor de cómo

envió el Rey a D. Pero Niño con galeras a los mares de

Levante y después a Francia, y cómo volvió después a

Castilla y le armó caballero; en la tercera parte cuenta los

amores con la Condesa Beatriz. El capítulo en que se habla

de la educación de D. Pero Niño es puramente doctrinal

y está tomado de todos esos libros de sentencias

que desde el tiempo de San Fernando venían traduciéndose

en Castilla. En cuanto a la prosa, hay que acudir al Arcipreste

de Talavera para encontrar quien la ¡guale en lo

rápida y concisa (1).

La afición caballeresca invade toda la vida española, ya

forjando héroes que tienen tanto de históricos como de

fantásticos, ya acometiendo empresas inauditas, como la

de Suero de Quiñones, narrada por Pedro Rodríguez de

Lena, que tituló su obra Libro del paso honroso. En él

nos da cuenta de aquel estupendo torneo en que Suero de

Quiñones se rescata de su esclavitud de amor (cuya presea

es una cadena que lleva al cuello) mediante el desafío

con que reta a todos los caballeros del mundo, a quienes

espera en el puente de Orbigo. Dura el desafío todo un

mes del año 1454, y es admirable la narración como documento

histórico social más que como monumento literario.

Entre las crónicas fantásticas con algún fundamento

histórico debe señalarse la Crónica sarrasyna, también

llamada Crónica de! Rey D. Rodrigo y de la destruyción

de España, que compuso hacia la mitad del siglo xv Pedro

de Corral.

(1 «Crónicas españolas», tomo III.

ÉPOCA preclásica: JUAN II 115

VI

Arcipreste de Talayera.— Más notable labor produjo un insigne

escritor castellano que, nacido a fines del xiv (1598),

muere avanzada la segunda mitad del siglo xv (1): Alonso

Martínez de Toledo. Merecen señalarse en éste dos aspectos

bien distintos marcados en las dos direcciones en que

produce su labor literaria.

Alonso Martínez de Toledo, Arcipreste de Tala vera, es

contemporáneo de Juan II y acaso de los últimos representantes

en la literatura castellana de la influencia oriental.

Es conocido, aunque no tanto cual se debiera, como el

primer prosista castellano entre los de la primera mitad del

siglo XV. Sus obras son: La atalaya de las crónicas, compendio

de historia de España, desde los tiempos de los

godos (rey Walia) hasta Don Juan II (1445); Vidas de <:yan

Isidoro de Sevilla y de San Ildefonso de Toledo, acompañando

a ésta un tratado sobre la perdurable virginidad

de María, con datos tomados de dudosos santorales de

la Edad Media.

La obra que inmortaliza al segundo Arcipreste es el

Corbacho, la mejor pintura de costumbres anterior a la

época clásica. En este singular libro el Arcipreste fué el

único moralista satírico, el único prosista popular, el único

pintor de la vida doméstica en tiempo del Rey Don Juan.

Gracias a él, como dice Menéndez y Pelayo, la lengua

desarticulada y familiar, la lengua elíptica, expresiva y

donairosa, la lengua de la conversación, la de la plaza y

el mercado, entró por primera vez en el arte, con una biza-

(1) Acaso en 1474.

114 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

rría, con un desgarro, con una libertad de giros y movimientos

que anuncia la proximidad del grande arte realista

español. El instrumento estaba forjado: sólo faltaba que

el autor de La Celestina se apoderase de él, creando a un

tiempo el diálogo del teatro y el de la novela.

Hay diferentes ediciones del Corbacho, que originan

dudas acerca del verdadero nombre del libro; el más autorizado

es el de Reprobación del amor mundano (1). La

obra consta de cuatro partes. En la primera se habla de la

reprobación del loco amor; en la segunda, de las condiciones

de las viciosas mujeres; de la tercera puede decirse

que es un tratado de fisionomía fisiológica, y la cuarta

traía de la significación que se daba a los planetas y estrellas,

cosa que, según afirma y prueba el Arcipreste, estaba

condenada por la Iglesia.

La obra no tiene unidad alguna aparente. Es, a manera

de las pláticas de visita y plazas sin orden ni traba, siempre

el mismo tema: los asuntos de actualidad, sobre los

que reflexiona ingenuamente el cáustico clérigo con la

llaneza del que nada le asusta, porque de esas miserias

está muy al tanto, y aun cuando salga el ceqsor alguna

vez, más parece murmurador que moralista. Hase comparado

a Martínez de Toledo con Juan Ruiz (el Arcipreste de

Hita), y, a la verdad, que son genios muy semejantes,

pues si e’ste tiene más punzante sátira, el de Talavera es

de tan fina ingeniosidad malévola como su colega, y acaso

le sobrepuja, como más genuino representante de las formas

populares de la lengua de Castilla (2).

(1) Con el doble título de Corbacho o Reprobación de amor mundano,

lo publicó en 1901. la Sociedad de Bibliófilos Españoles, dirigida

por Pérez Pastor.

(2) Hay una corriente opinión que relaciona el libro del Arcipreste

con el Corbaccio o Laberinto d’Amore de Boccaccio. El Arcipreste

conoció sin duda ese libro, pero no parece que se propusiera imitarle;

no hay más que ver la distancia que hay de uno a otro en cuanto al fonÉPOCA

preclásica: JUAN 11 115

La didáctica doctrinal.—Está representada hacia mediados

del siglo XV por el bachiller Alfonso de la Torre, muerto

en 1461. Este escritor significa en Castilla el deseo de

exponer de una manera enciclopédica los conocimientos

filosóficos, siendo su principal gloria el haber usado el

lenguaje vulgar. Fué enemigo de Don Alvaro de Luna, por

lo que hubo de acogerse al reino de Navarra, donde escribió

su Visión delecíable, libro en el cual compendió todos

los conocimientos escolásticos de la época, para la educación

del Príncipe de Viana.

La forma no es la didáctica, sino la alegórica, interviniendo

personajes fantásticos que representan las artes y

la virtud, trabándose entre estos personajes una acción

muy sencilla, que constituye una novela, en cuya alegoría

no hay ninguna influencia dantesca. Demuestra La Torre

profundo conocimiento de la filosofía semítica, no está

desprovisto de ideas originales y escribe con un estilo

muy erudito y algo fastidioso; pero su lenguaje es digno

de estudio y alabanza, siempre que se tenga en cuenta que

La Torre era un latinista y hubo de procurar latinizar la

lengua popular (1).

do; el Laberinto es un libelo, el libro del Arcipreste, no. Este punto lo

tengo tratado en mi trabajo sobre La Perfecta Casada, páginas 13 ai

15. Madrid, 1912 Sin embargo, es evidente que Juan Ruiz conoció varias

obras del autor italiano, como Cayda de Príncipes y aún el Decameron.

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXVI.

 

ÉPOCA DE ENRIQUE IV

V RE^ES CñTÓLIC05

Los cancioneros.—Puede decirse que esta época es la de

las antologías poéticas, pues apenas si hay vate del

siglo XV que no figure en alguna de estas colecciones,

cuando con las obras de un solo poeta no se ha hecho un

cancionero especial. Los más importantes son el llamado

Cancionero de Londres, publicado en 1895, el cual guarda

más de trescientas composiciones de setenta y nueve autores,

en su mayor parte contemporáneos de Enrique IV y

de Isabel I. Muchas veces, las poesías que figuran en un

cancionero se encuentran también en oíros contemporáneos:

así en el Cancionero de Oñate, en el de Zaragoza,

en el de Consfanfina, perteneciente ya este último a los

primeros años del siglo xvi. El más importante es el Cancionero

general, de Hernando del Castillo—1511—pues

contiene cerca de un millar de composiciones, y aun pasan

de este número en las reediciones de 1557 y 1575 (1). El

llamado Cancionero de Resende se publicó en Lisboa

en 1516 y contiene poemas portugueses y castellanos, o,

mejor dicho, obra de poetas portugueses que componían

(1; Estas son ediciones de Amberes.—«Bibliófilos Españoles», tomo

118 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS ^

en su lengua y en la de Castilla, caso muy frecuente hasta

después de Camoens, sin que falte honrosa representación

castellana con Juan de Mena, Manrique, Antón de

Montero y algunos más.

Poetas españoles en Italia.—A mediados del siglo xv se

reunieron en Ñapóles gran número de poetas españoles

que formaron la corte de Alfonso V de Aragón en aquella

región italiana, figurando la mayor parte de ellos en los

cancioneros: Cancionero general, de Hernando del Castillo,

y su derivado el Cancionero de obras de burlas provocantes

a risa (1519), y el Cancionero de Stúñiga, compilación

hecha en Ñapóles, aunque impresa posteriormente.

Todos los poetas en ellos incluidos sostienen la tradición

cortesana con su amaneramiento y artificio; merecen

citarse el catalán Pedro Torrellas, por su musa satírica

y procaz en las Coplas de las calidades de las donas.

Juan de Villalpando, nacido en Aragón, ocupa lugar en

el Cancionero de Stúñiga, y Juan de Dueñas, que es un

dantesco por la influencia de Juan de Mena, bien patente en

la Nao de amor.

Juan de Tapia y Juan de Andújar dedican sus poesías a

adular a Alfonso V; el primero celebrando a Lucrecia

Aniano, favorita del Rey, y el segundo dedicando sus

Loores al Señor Rey Don Alfonso.

Destaca, entre todos los poetas españoles en Ñapóles,

Carvajal, que logró versificar tambie’n en lengua italiana.

Figura en el Cancionero de obras de burlas, un tal Juan

de Valladolid o Juan Poeta, el cual en las pocas poesías

que de él se han conservado, se muestra más a propósito

para autor de libelos que de poemas, anunciando ya la

sátira violenta de las Coplas del provincial. Otros poetas

constan en estos cancioneros y pertenecen a aquella época,

como Juan Ribetes, Fernando de la Torre, Juan de

ÉPOCA preclásica: ENRIQUE IV 119

Moncayo, Hugo de Urries y el gran poeta y prosista Pedro

Manuel de Urrea (1).

De 1404 a1477 vivió Antón de Montoro, a quien se conoce

con el nombre de El Ropero de Córdoba, pues era

sastre. Es poeta de verdadero mérito, pero su sátira es

feroz y cínica a veces. En fin, hoy se puede formar juicio

de este singular autor leyendo su Cancionero, que reunió,

ordenó y anotó, en 1900, D. Emilio Coíarelo.

Poesía satírica anónima.—A principios de la segunda mitad

del siglo XV aparece la formidable diatriba política contra

hombres y mujeres, sin respeto ni a estado ni a profesión,

que se conoce con el título de Coplas del Provincial. No

se ha podido saber quién sea autor o autores de tan grosero

desahogo; lo que sí consta es la sorpresa que causaron

entre los desmedrados cortesanos de Enrique IV, al

que supone Provincial de una Orden, Visitador de un convento,

donde los frailes (los cortesanos) son tan depravados

que le obligan a las más duras—groseras—increpaciones.

Son también de autor desconocido las famosísimas

Coplas de Mingo Qevulgo, en las cuales dos personajes,

Mingo Revulgo y Gil Arribato, censuran acremente,

sin llegar a la bajeza anterior, a todos los culpables

de los males que afligieron a España por los pecados de

Enrique IV y de sus cortesanos. Finge el autor, según

creyó Hernando del Pulgar, que un pastor, Gil Arribato,

preguntaba a Mingo, el pueblo, cómo es que se encontraba

de tan mala manera. Mingo Revulgo contesta que si se

ve tan desventurado la culpa es del pastor, que, abandonando

a su ganado, no piensa más que en los placeres,

0) Cancionero de Lope de 3/íÁ/7/o-a.— «Colección de libros españoles,

raros o cur¡osos>, tomo \V . — Cancionero de obras de barias provocantes

a risa, edición de Usoz. Londres, 1841.

120 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

sin dársele un ardite de las obligaciones contraídas con

sus ovejas, o sean los vasallos (1).

Por los años de 1445 a50 se escribieron las Coplas de

¡Ay panadera!, cuyo autor tampoco es conocido, pues la

atribución a Juan de Mena, a Rodrigo Cota, etc., no parece

fundamentada. Trátase de una sátira política de acritud extraordinaria,

aunque más correcta que la del Provincial.

Otras muchas invectivas corrieron en estos días como las

también anónimas Contra el mal gobierno de Enrique IV.

La poesía satírica tiene por esta fecha de fines del

siglo XV su último representante en Hernán Mexía, autor

de la enérgica y desenvuelta sátira Defectos de las condiciones

de las mujeres (2).

La poesía moral y filosófica. —Juan Alvarez Gato, que vivió

desde 1453 al 96, tiene ya compiladas todas sus obras conocidas

(3) y por ellas puede reconocerse que los honores

a él dispensados por Juan II y Enrique IV no fueron injustos.

El primero de estos reyes le armó caballero, ciñéndole

la propia real espada..

Las poesías de Alvarez se dividen en coplas de mocedades,

espirituales y contemplativas. Como poeta erótico es

de lo más ingenioso del siglo xv; domina además las formas

métricas con notable perfección, y hace gala de una

alegre y filosófica ironía que encanta. Gómez Manrique

dijo de él que fahlaba perlas y plata, y aun abusando d.e

la alegoría, defecto corriente en su época, no es de ios

poetas más obscuro»: ejemplo, aquellas severas coplas en

las cuales Alvarez Gato responde a su amigo Mexía, que

(1) Coplas de Mingo Revulgo. «Antología de poetas líricos castellanos

», tomo III.

(2) Véase el tomo XIX de «Nueva Biblioteca de Autores Españoles»:

Cancionero castellano del siglo XV. Edic. de Foulché-Delbose.

(3) Véase el Cancionero de Alvarez Gato, impreso por Cotarelo,

ÉPOCA preclásica: ENRIQUE IV ‘ 121

le consulta «como al físico el doliente», para que le declare

la causa de tantos jnales en la sociedad. En toda su obra

es el poeta severo censor de la corrupción de sus días, de

la que, al menos espiriíualmeníe, se libra. Como poeta popular

nos restan sus villancicos, dignos de Juan del Encina

y precursores de los de Lope.

Grande fama hubiera tenido Gómez Manrique (1419 a

1491) si los nombres de Saníillana y jorge Manrique no le

hubieran sobrepujado en la inspiración lírica. La obra literaria

de este poeta, que se halla en su Cancionero es

muy variada, y refleja una constante preocupación moral

en su autor, haciendo de sus poesías un verdadero requerimiento

a pensar sobre lo fugaz de esta vida (de la que

tiene un concepto austero y grave, en ocasiones hasta

tétrico y sombrío) y en su consecuencia, a enderezar las

acciones a un fin más noble y elevado, explicable porque

su alma selecta no se avenía con el ambiente de corrup-

<:ión (1).

Por otro lado, fué, como Ayala y oíros predecesores y

continuadores de esa tendencia, un fiel discípulo de filósofos

y moralistas, enumerados por él en su testamento; y

como poeta fueron sus maestros Santillana y Mena, sin

que ni unos ni otros anublen la persoriaiidad definida y

original de Manrique. Dantesco unas veces, libre otras de

la moda imperante, es siempre excelente poeta, aun en las

poesías eróticas, probables pasatiempos, de los que pueden

citarse Batalla de amores. Clamores para los días de

Ja semana, etc., etc. Aun en esta poesía de amores y galanteos

tiene fragmentos que le elevan sobre todos los

poetas contemporáneos. Su musa elegiaca es honda y

sentida en la composición a la Defuncción del noble caballero

Garci Lasso de la Vega, y muy afortunada en las

(t; Cancionero de Gómez Manrique, zú\i por Paz y Meliá—«Cojccción

de Escritores Castellanos», tomos XXXVI y XXXIX.

122 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS

poesías humorísticas imitadas de Antón de Montoro.

Vuelve a levantarse austera y didáctica. en las magistrales

Coplas a D. Diego Arias de Avila, en cuarenta y siete estrofas

que guardan cierto parentesco con las famosísimas

de jorge Manrique.

A los toledanos dirigió aquel memorable discurso que

Pulgar inserta en su Crónica, donde campea el más sano

y vigoroso espíritu democrático, marcando a todos cómo

las buenas acciones son las que ennoblecen a los hombres,

y no el linaje. En la historia del teatro español merece

honroso puesto nuestro poeta por su Representación

del nacimiento de Nuestro Señor, obra que escribió para

ser representada en el convento de Calabazanos, donde

estaba su hermana de abadesa. Por esta obra, la primera

que es verdaderamente representable, será Manrique predecesor

de Encina y Gil Vicente (1).

Insigne poeta lírico castellano del siglo xv es Jorge

Manrique (1440 a 1478), sobrino del anterior. Su obra más

conocida son las inestimables coplas A la muerte del

maestre de Santiago D. Rodrigo Manrique. ¡Qué sensata

y conmovedora filosofía la que se desprende de aquellas

continuadas reflexiones, siempre en el mismo tono de plácido

e íntimo dolor, cual corresponde a una pena hondamente

sentida. No sabemos si la originalidad de Jorge

Manrique es tan cabal como hasta no ha mucho se había

pensado; pero lo cierto es que si hay alguna imitación, es

tan original y sincero en el sentimiento, y hasta la forma

métrica es tan apropiada para la elegía, que no dudamos

en colocar esta composición a la cabeza de la mayor parte

de las obras de su siglo, y aun entre las primeras de todas

las literaturas.

(1) Para facilitar el conocimiento de estos poetas, de no tener a mano

las ediciones que se citan, puede leerse nuestra Antología de textos

castellanos (siglos xui al xx), 2 aedición, Madrid 1920.

ÉPOCA preclásica: ENRIQUE IV 125

Lope dijo de ella que debía esíar escrita en letras de oro;

Mariana la calificó de trova muy elegante en la que hay

virtudes poéticas y ricos esmaltes de ingenio y sentencias

graves a manera de endecha, y multitud de poetas españoles

y extranjeros las han glosado (1).

Discípulo de Gómez Manrique fué un andaluz Pero Guillen

DE Segovia (1413 a 1475), del cual se encuentran en el

Cancionero general una traducción poética de siete salmos

(Salmos penitenciales), feliz intento de traer a la

poesía castellana la inspiración bíblica. Compuso también

un diccionario de consonancias para el auxilio de los trovadores,

el cual no ha sido impreso y se titula La Gaya de

Segovia o Silva copiosísima de consonantes para alivio

de trovadores.

(1) Véase Coplas por la muerte de su padre, edición crítica, publicada

por R. Foulché-Delbosc— «Biblioteca hispánica», un tomo en 8 o,

«Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXV.

Los dos Manrique, Alvarez Gato, Segovia, pueden leerse en «Antología

de poetas líricos. .», tomo III.

124 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

II

La didáctica moral e liistórica.— Esiá representada en esta

época por escritores como Juan de Lucena, Enríquezdcl

Castillo y Alfonso de Palencia, etc. Juan de Lucena ha estado

pasando largo tiempo por autor de una obra, que es

original del genove’s Bartolomé Fazzio, y titulada de Felicítate

Vitee, la cual puso Lucena en castellano, mediante

una traducción muy libre, con el nombre de Vita Beata, en

la que pretende probar que la felicidad no se encuentra en

ninguno de los estados de esta vida, sino solamente en la

bienaventuranza de Dios. Sustituye Lucena a los personajes

del original con tres de los más ilustres de la literatura

castellana hasta el siglo xv, época en la que escribía nuestro

autor (1463). Dichos personajes, interlocutores en el

diálogo que se finge en la obra, son: el Obispo Cartagena,

el Marqués de Santillana, Juan de Mena y el mismo

Lucena (I). Grande debió ser la estima en que se le tuvo

€n Castilla, pues se le permitió escribir con mucha libertad

y llegó a ser cronista de los Reyes Católicos. En la obra

de Lucena se leen gran número de italianismos y latinismos,

merced a su permanencia en Roma, donde llegó a

protonotario del Papa Pío 11.

Diego Enríquez del Castillo, muerto en 1470, es el

autor de la Crónica de Enrique IV. Ejemplo de fidelidad a

su Rey, supo dar cuenta de aquella época calamitosa, poniendo

siempre en la pluma valientes palabras para defen-

(I) Véase edición de Paz y Mella: Libro de Vida beata —«Sociedad

de Bibliófilos españoles», volumen de Opúsculos literarios de los siglos

XIV a XVI.

ÉPOCA preclásica: ENRIQUE IV 125

dcr a su señor. Como obra literaria, esta Crónica peca de

algo declamatoria, pero está escrita con esmerada corrección

y aun sobra de artificio en el lenguaje. Estamos en los

días de Alfonso de Palencia y de todos los enamorados de

la sintaxis latina, y había que dar prueba de erudición y de

renacimiento, y Enríquez era hombre instruido y cortesano

(1).

Alonso de Palencia (1425-1492) es el gran maestro de la

lengua castellana, como la entendían los eruditos de la

época. Autor de un Universal vocabulaiio, es éste el primerdiccionario

latino espafiol, que Lebrija superó despue’s;

pero en cambio oíros libros de Palencia, como la Batalla

campal entre los lobos y los perros, que es una muy

animada parodia, y la Perfección del triunfo militar {2),

en la cual celebra la disposición de los españoles para la

guerra, salvan el nombre de su autor, sin necesidad de

acudir a la Gesta tiispaniensi, que compuso en latín. El

estilo de Palencia peca de erudito, y el lenguaje de latinizado,

como lo era por su cultura de traductor de Plutarco y

josefo y por oficio, pues desempeñó el cargo de secretario

de cartas latinas de Enrique IV.

Una narración muy interesante es la Relación de fechos

del Condestable Miguel Lucas de tranzo, que compuso

acaso un tal Juan de Olid en tono pintoresco, aprovechando

la vida aventurera del Condestable para dejar un interesante

cuadro de la época.

Autor de un libro que tituló Valerio de las estorias escolásticas

de España es Diego Rodríguez de Almela (1426-

1492). Imitando a Valerio Máximo es historiador, si no

científico, al menos con aspiraciones de moralista. Tambie’n

se le debe una Compilación de las batallas campales

k\) Véase «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXX.

(8) Batalla campal y Perfección del triunfo militar, se tiailan e»

‘Libros de Antaño», tomo V.

126 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

de España, y sin duda su fin fué redactar algo como libro

de texto, el cual, en efecto, tuvo éxito feliz.

En tiempo de los Reyes Católicos adquiere celebridad

un hombre extraño, que se llamó Mosen Diego de Valera

(1412-1487). Es más famoso caballero andante que escritor,

con serlo bajo esta forma mucho. Peleó toda su

vida, ya en España, ya en Bohemia, ya contra la privanza

de Don Alvaro y contra los abusos de la corte. En sus memorables

Epístolas respira el carácter oposicionista que le

distinguió toda su vida, asemejando estas cartas políticas

a verdaderos artículos periodísticos, donde no faltan ni el

carácter de actualidad, ni el nervio, ni la fogosidad propia

de tales escritos. Sus obras más conocidas son las históricas,

entre las que descuella su Crónica Valeriana o

abreviada, que fué el verdadero libro de texto de la época.

Sus fuentes en las dos primeras partes son obras latinas

y francesas; en las dos últimas, que se ocupan de la historia

de España, se inspira en el texto de Don Alfonso X,

claro que no en el primitivo, que se desconocía, sino en el

refundido en 1544, y se detiene mucho en narrar y poetizar

hechos como los de la Cava, del Cid, etc. Como continuación

de la Crónica de Don Juan II escribió Valera el Memorial

de diversas tíazanas o Crónica de Enrique IV.

Sus otras obras son: Defensa de las virtuosas mujeres.

Espejo de verdadera nobleza, Ceremonial de Príncipes,

Tratado de los reptos y desafíos (curiosa por ser un formulario

de torneos), Doctrinal de Príncipes; un tratado de

filosofía moral es el libro Providencia contra fortuna, y el

titulado Genealogía de los Peyes de Francia es otro libro

cuyo objeto en ese título queda manifiesto. Sin embargo,

siendo grande su mérito en toda ocasión, es mucho mayor

en sus notables epístolas a Enrique IV y a los Reyes Católicos

(1).

(1) Esas cartas figuran en cl volumen XVI de la «Sociedad de B¡-

ÉPOCA preclásica: reyes católicos 127

Cronista de los ahora citados y biógrafo excelente es

Hernando del Pulgar (1455-1495). Su Libro de los claros

varones de Castilla es una serie de retratos admirables,

según el modelo de los de Pérez de Guzmán. Como historiador

alcanza menos mérito en su Crónica délos Reyes

Católicos, donde si abundan la gracia y arte narrativos,

falta la severidad científica. Sus Cartas o Letras son también

dignas de recordación (1).

Historiador más ingenuo es Andrés Bernáldez, cura de

los Palacios, muerto en 1515, cronista de los Reyes Católicos,

y uno de los pocos de aquella época que escribieron

en lengua vulgar. Aunque fué ayo del Príncipe Don

Juan, no fué poeta oficial ni cortesano y conservó más la

ingenuidad de los cronistas de la Edad Media escribiendo

de una manera llana y natural. Tiene la ventaja, sobre Pulgar,

de abarcar más tiempo que éste, puesto que alcanza

hasta 1515, y Pulgar no llega más que hasta la toma de

Granada. No llevó otro objeto Bernáldez que consignar

los sucesos que él había presenciado; pero de ninguna

manera una intención literaria.

Su crónica tiene más bien carácter de Memorias y es

muy copiosa en todo aquello de que él pudo ser testigo, y,

especialmente, en lo que se refiere a la estancia de los

Reyes Católicos en Sevilla, a la guerra de Granada, al

Marqués de Cádiz (para cuya glorificación está escrita la

obra) y en todo lo que se refiere a Cristóbal Colón, que

fué muy amigo suyo y su huésped. En algunas cosas escribe

por referencias; mas en lo verdaderamente interesante,

como la expulsión de los judíos, la implantación de la

bliófllos españoles», con este título: Epístolas enbiadas en diversos

tiempos e a diversas personas. El Memorial de diversas hazañas

está en el tomo LXX de la «Biblioteca de Autores Españoles».

(1) La Crónica está en el tomo LXX y las cartas en el XIII de la «Biblioteca

de Autores Españoles». Los Claros varones en la edición de

Llaguno, 1775.

128 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Inquisición y en los sucesos que se refieren a Cristóbal

Colón, etc., habla como íesíigo presencial. Los me’ritos lilerarios

de esta crónica son superar a las anteriores en el

plan, y tambie’n estar escrita en un estilo más anim.ado, logrando

despertar su lectura sumo interés por la forma y

por los asuntos que narra (1).

Puede considerarse como historiador, aunque de un

modo incidental, a Cristóbal Colón, que en sus Cartas a

los Reyes Católicos da cuenta de los países descubiertos

y de los viajes que realizó.

La imprenta en España.— Uno de los sucesos más importantes

en la historia de la Literatura española tiene lugar

precisamente en el mismo año 1474 en que los Reyes Católicos

llegan al trono de Castilla. El primer libro impreso

parece que fué uno en honor de la Virgen María que

apareció en Valencia (1474), con el título de Obres o /robes

en lahors de la verge María y se trata de una especie de

cancionero sagrado que está formado por cuarenta y

cuatro poeías catalanes o valencianos, en su mayor parte,

sin faltar breve representación en lengua castellana. A la

ciudad de Valencia corresponde, pues, la gloria de haber

sido la primera en acoger el arle maravilloso de la imprenta

y el nombre del primer impresor Lamberto Palmarí debe

consignarse aquí; sucédense inmediatamente las imprentas

en Barcelona y Zaragoza, Sevilla (1476) y Salamanca

(1480), Zamora (1482) y Toledo (1485), Burgos y Murcia

(1487). y no es lo que más admira esta profusión de ciudades

que aceptan rápidamente el invento, sino que es mucho

más digno de admiración el número pasmoso de libros

que se editan en unos veinticinco años y el primor y lujo

de esas impresiones, tanto en las obras latinas, como en

las escritas en lenguas romances.

(1) Historia de los Reyes Católicos… cSociedad de Bibliófilos andaluces>,

2 tomos y «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXX.

ÉPOCA preclásica: reyes católicos 129

Ili

El romance. -La palabra romance en un principio designaba

cualquiera obra escrita en la leiígua vulgar (1); aún

Santa Teresa, en el Libro de su vida, lo emplea así; pero

ya mucho antes, hacia el siglo xiii, el vocablo romance

adquiere en las lenguas novolatinas otra significación

más. En España comienza a usarse como equivalente de

cantar. De ahí vino la palabra a tener su sentido actual de

composición líriconarrativa, que, siendo eminentemente

popular, acepta el metro más sencillo al oído castellano,

el octosílabo asonantado.

Los romances primitivos, de los cuales apenas queda

rastro, son una forma popular de la tradición, la leyenda

y la historia patria; sus cultivadores fueron personas de

condición humilde; en Castilla, ios Juglares, quienes,

abreviando a su placer las gestas y la metrificación, corrían

los pueblos con sus romances y eran solicitados en

toda fiesta para diversión generaL Hubo ocasiones en que

ya no sólo eran producto de la musa popular, sino que

también los poetas, de quienes los jugiareslo solicitaban,

accedían gustosos a componer esos romances; el mismo

Arcipreste de Hita así lo declara.

Ajenos estos poemas de toda pretensión literaria, no

han llegado a nosotros cuáles fueron en su primitiva redacción.

Los llamados hoy romances viejos, tales como

los poseemos, pocos parecen anteriores a la segunda mitad

del siglo XV, aunque muchos de ellos tienen su origen

(I) Y en este sentido la hemos usado en todas las primeras páginas

de este libro: el romance es lo mismo que la lengua vulgar.

9

150 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS

en oíros de íradición oral mucho más antiguos. Trasmitidos

oralmente y sin escribirse, deben haber experimentado

hondas alteraciones. El juglar u hombre del pueblo, que

recordaba fragmentos de una gesta, hoy lo cantaba de un

modo, mañana lo alteraba, o lo añadía, o !o cortaba; y el

pueblo y los oíros jug/ares que le oían, al repetirle lo cambiaban

a su antojo, llenando los huecos de lo que faltaba

a la memoria, comoDios y su ingenio les daba a entender.

Así se formaron los romances y del mismo modo se transformaron

ellos mismos (1).

La moda de remedarlos nació a mediados del siglo xvi,

y los autores de tales composiciones afectaban el estilo,

lenguaje y ruda expresión de los romances primitivos y de

los viejos de tradición oral, exageraban sus barbarismos

y solecismos, pero los privaban de la sencilla espontaneidad

propia de los originales. Estos remedos eruditos se

llaman antiguos o refundidos.

Por su asunto, los romances se suelen dividir en históricos,

caballerescos, fronterizos, varios y épicos o vulgares,

añadiendo algunos \os pastoriles.

Los tiistóricos, como su nombre lo indica, recuerdan

hazañas, principalmente de la guerra contra los moros;

su asunto suele ser el Rey Rodrigo, Bernardo del Carpió,

Fernán González, los Infantes de Lara, el Cid, etc. Pueden

considerarse como una generación déla épica de las g^es/as.

Los romances caballerescos proceden de las novelas y

libros de caballerías, y están tomados de los ciclos bretón,

carolingio y grecoasiático, siendo posteriores en su

aparición a los históricos. Son, por lo común, bastante

largos; con la particularidad de ser los más extensos los

de mayor mérito, cual sucede con el del Conde Dlrlos.

que consta de unos mil trescientos versos.

(1) Son palabras de D Agustín Duran en su prólogo al Romancero

y no han perdido aún su valor.

ÉPOCA preclásica: reyes católicos 151

Los fronterizos y moriscos nos pintan las costumbres

de los moros andaluces: su carácter, sus fiestas, su civilización

y multitud de aspectos de la vida de relación entre

moros y cristianos. Aquéllos parecen los más antiguos.

Romances varios se llaman los no comprendidos en las

anteriores denominaciones. Se distinguen por predominar

en ellos el elemento lírico y ser sus asuntos morales, religiosos,

amorosos, satíricos y burlescos, a la vez que

por una seductora sencillez de pensamiento y de expresión,

unida a cierta travesura maliciosa que no se halla en ninguna

otra poesía popular. Estos poemas, que traen a la

memoria, con frecuencia, la musa ligera del Arcipreste de

Hita, constituyen una sección numerosa, y no la menos

atrayente de los primitivos romances.

Romances vulgares suelen llamarse a los más modernos

y aun contemporáneos, narraciones populares de que

gusta el vulgo y cuyos asuntos suelen ser historias de

amor, historias de santos y de héroes, de bandidos, de

viajeros y exploradores, los crímenes más sensacionales,

etc., etc.

El positivo valor de estas formas populares no siempre

fué reconocido; pero llegó un día en el que los grandes

poetas de principios del siglo xvii los cultivaron con amor,

produciendo los llamados romances artísticos, con mil

diversos asuntos, principalmente moriscos y pastoriles;

aparecen estos últimos con gran riqueza después de la revolución

iniciada por Boscán, por más que esta forma

pastoril tiene precedentes en nuestra literatura: v. gr.: las

Coplas de Mingo Revulgo.

Lo más interesante de todo el romancero son, sin duda,

como vislumbraba Duran, los romances viejos, pequeños

poemas episódicos, desprendidos o extractados de las

canciones tie gesta, yuxtapuestos unos a otros, o que permanecen

aislados. Así se formarían los romances viejos

derivados de las gestas del Sitio de Zamora, de los Infan132

LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

íes de Lara, del Cid y de Fernán González, etc., de los

cuales, así como de algunos de esos poemas, no queda

más rastro que las Crónicas (donde se prosificaron primero

las gestas y de donde acaso salieron después los

romances), y, por último, las refundiciones artísticas de

los siglos XV y XVI. El romancero toma también sus héroes

de la historia contemporánea, de los sucesos de los siglos

XIV y XV (romances del Rey Don Pedro, Doña Blanca,

Doña María de Padilla, etc.), y en virtud de las relaciones

con los moros surgen los romances fronterizos, que degeneran

en los moriscos, obra ya de los poetas de los

siglos XVI y XVII. Afirmado que el romancero se deriva de

nuestra épica de los siglos xii y xiii, como saldrá de aquél

el teatro del siglo de oro en gran parte, cabe decir que si

no es él mismo una epopeya, sí la supone y la confirma;

ella es nuestra gran epopeya de las gestas, con vitalidad

bastante, como verdadero tronco épico, para bifurcarse

lozano en el romancero y en el teatro (1).

Los romanceros.— Los más antiguos romances se hallan

coleccionados en el Cancionero de Fernández de Consíantina

(2), en el Cancionero general de Hernando del

Castillo (1511), y muchos se imprimieron en el siglo xvi en

pliegos sueltos. El Cancionero de romances, que publicó

Martín Nució (1550), y la Silva de romances, que coleccionó

Esteban de Nágera y se imprimió en Zaragoza

(1) La teoría que hace derivar nuestros romances de las gestas no

ha sido por todos recibida. Probablemente, no en cada romance se popodría

llegar a encontrar su fuente en canciones de gesta; pero lo que

sí parece indudable es que salvando los imaginativos, todo romance

que tiene asunto histórico o legendario proviene de un tronco épico que

se vulgariza o del relato de una crónica que se hace popular.

(2) Más antiguos parecen uno de Rodríguez de la Cámara o de Padrón

(1440?) y dos de Carvajal, que figuran en el Cancionero de Stúñiga.

ÉPOCA preclásica: reyes católicos 153

en 1550. Timoneda formó Xñ^Rosa de romances (1573).

El Romancero General (1600) y Primavera y flor de romances

(1621), fueron publicados durante el primer tercio

del siglo XVII, y también algunos de asuntos particulares,

como Romancero del Cid, de los Infantes de Lara, de los

doce Pares de Francia. Son del siglo xix la colección de

Jacobo Grimm Silva de romances… Viena (1815) y el Romancero,

de Duran {\^b\)\ La primavera y flor de romances,

de Wolf y Hoffman (1856), y la que figura con adiciones

en la Antología de poetas líricos castellanos, de Menéndez

y Pelayo, tomos VIII al X. Los tomos XI y XÍI dan

lugar a los romances viejos (1).

Los poetas que aceptan las formas populares.— El Marqués

de Santillana, no obstante su exquisito gusto artístico,

había repudiado por villanas las combinaciones métricas

de la musa popular; pero en ese tiempo ya, escogidos

poetas las adoptan, y así vemos a Fray Iñigo de Mendoza

que escribió (1482) en coplas la vida de Cristo (Vita

Christi), y en su Cancionero piadoso sigue la misma

traza (2).

Otro poeta, Fray Ambrosio Montesino, protegido de la

Reina Católica, continúa con tan excelente propósito en

su Cancionero de diversas obras de nuevo trovadas

(1508), y aun parece que le debemos algún romance devoto

y otros profanos muy bellos (5). Fué traductor de otra

Vita Christi, de Landulfo de Saionia, monje cartujo, y la

traducción es modelo de prosa castellana.

(1) Hay más coicciones que las citadas. Ya en el mismo siglo xvi

Alonso de Fuentes publicó en Sevilla (1550) una colección de cuarenta

romances; Lorenzo Sepúlveda imprimió en Amberes il551i su Romancero,

Pedro de Padilla otro en Madrid (1583), etc., etc.

(2) Véase Cancionero Castellano del siglo xv en «Nueva Biblioteca

de Autores EspañoIes>, tomo XIX.

(3) Este Cancionero está en el tomo XXXV de la «Biblioteca de Autores

Españoles». Véase también «Antología de poetas líricos», t IV.

IV

La escuela alegórica y sus últimos representantes.— Merecen

citarse entre los poetas que alcanzan ya el siglo xvi, a

Padilla y a Sánchez de Badajoz.

Juan de Padilla (1468-1522) suele ser apellidado el Cartujano.

Es muy exagerado el título de Dante español que

algunos admiradores le han aplicado, y con la misma exageración

ha habido quien le llama el Homero castellano, a

propósito de un poema que compuso, titulado Laberinto

del Marqués de Cádiz, pero no queda de él más que la

fama y la descripción material del libro. Monje, profeso ya,

escribió dos poemas religiosos: Retablo de la vida de

Cristo y Los doce triunfos de los doce Apóstoles’, siendo

esta obra extraordinariamente superior a la primera. Los

dos poemas están compuestos en estancias de verso dodecasílabo;

pero en Los doce triunfos marcha Padilla tras

las huellas de Petrarca y Dante, sobre todo de éste, logrando

alguna vez aciertos extraordinarios, como al describir

las penas que sufren en el infierno el Arzobispo don Opas,

las almas frías y tibias, el mercader avariento y el Papa

simoniaco (¿Alejandro VI?). Tanto por su instinto poético

como por su dicción cultísima, puede asegurarse que es

uno de los grandes poetas del siglo xv, aunque con la desgracia

de haber vivido retrasado de la corriente general en

su época (1).

Garcí Sánchez de Badajoz (1460-1526) es poeta famosísimo

por sus extravagancias o locuras, y reputado como

(1) «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo XIX: Cancionero

castellano del siglo xv.

ÉPOCA preclásica: reyes católicos 155

uno de los más finos amadores, al lado del cual son ya

cosa corriente las desventuras de Rodríguez del Padrón,

puesto que Sánchez de Badajoz parece que se volvió loco

víctima de una pasión desdichada. Sus poesías no están

hoy coleccionadas: figuran algunas en el Cancionero general

y de ellas es notable los Visiones de Job apropiadas

a las pasiones de amor, parodia del Libro de Job y el

Sueño que soñó. Es esta última una bellísima composición

donde hay una hondísima poesía, que está por encima de

la de todos o casi Iodos los poetas dei Cancionero. El

romanticismo más subjetivo ha tenido pocas veces tan

feliz expresión como en esta poesía, donde el autor presencia

en vida sus propios funerales. Como poeta dantesco,

tiene Sánchez el Infierno de amor; pero su fama aquí

queda eclipsada por sus extravagancias, salvándole los

méritos de versificador afortunado (1).

Autor de canciones algo conceptuosas, pero muy lindas,

es el valenciano Juan de Escrivá. que en Italia dulcificó

su inspiración, patente en algunas composiciones del Cancionero

general, y en la celebérrima, tantas veces comentada,

Ven, muerte, tan escondida (2). Como poeta erótico

tiene un diálogo, en prosa y verso, \\\\i\^áo Queja de su

amiga al dios Amor.

Los ensayos dramáticos.—Para algunos, La Celestina es

ya toda una obra teatral; en el fondo y en el valor es cierta

la creencia, pero hablando en rigor no podrá sostenerse

(1) Véase «Antología de poetas líricos», tomos IV y VI y e! Cancionero

del siglo XV.

(2) La canción glosada por Lope, y recordada por Cervantes y

Calderón, dice así: Ven, muerte, tan escondida— que no te sienta conmigo—

porque el gozo de contigo—no me torne a dar la vida —Ven

como rayo que hiere,—que hasta que me ha herido-no se siente su

ruido,-por mejor herir do quiere:—Así sea tu venida—si no, desde aquí

me obligo— que el gozo que habré contigo—me dará de nuevo vida.

esto, y para señalar la iniciación dramática conocida ai

final del siglo xv hay que acudir a otros nombres. Uno de

ellos es el de Rodrigo Cota de Maguaque, quien murió en

1495. Este autor salvará su nombre por el famoso Diálogo

entre el Amory un Viejo, con el cual hay ya un verdadero

antecedente de gran mérito para el teatro español, aunque

probeblemente el Diálogo no se representó nunca, pero, no

obstante, es esencialmente dramático, aun sin condiciones

que le hicieran representable. Es de un carácter satírico,

encarnado en la burla que el Amor hñce del Viejo, al cual

ha logrado convencer de que debe seguirle, y cuando éste

se ve rendido por el amor, búrlale su edad, incapaz para

tales aventuras (1).

Para encontrar a nuestro primer autor dramático hay que

acudir a un hombre que, aunque vive en el siglo xvi y en

él produce, pertenece al primer tiempo del Renacimiento,

al siglo XV. El es Juan del Enzina o de la Encina (1469-

1529).

Con justicia es reputado por uno de los fundadores del

teatro ibérico, aunque éste no debe su origen a nadie en

particular, siendo, por el contrario, producto de varios y

bien distintos elementos. Lo cierto es que Encina modificó

y combinó algunos de ellos, marcando nuevos rumbos al

infantil teatro español y dándole un sello de individualidad

que antes no tenía.

Parece que nació en Salamanca, en el lugar llamado

Encina, y en 1492 publicó su paráfrasis de las Bucólicas

de Virgilio, y después, para celebrar las glorias de los

Reyes Católicos, escribió el Triunfo de la fama; en este

tiempo ya había publicado casi todas sus poesías líricas.

Del servicio del Duque de Alba pasó a Roma, donde antes

(1) Véase el diálogo en «Sociedad de Bibliófilos españoles», tomo I.

También en la «Antología» que se acaba de citar, tomo IV y en el Cancionero

castellano del siglo xv, tomo I!

ÉPOCA preclásica: reyes católicos 157

y después de ser sacerdote obtuvo gran favor en la corte

pontificia y logró aplauso con la representación de la comedia

Plácida y Viioriano, que hacía las delicias de los

divertidos huéspedes del Cardenal Arbórea, mientras Encina

estaba ya en Málaga con el cargo de Arcediano. Pasó

nuevamente en Roma todo el año 1515. En 1519 salió en

peregrinación a Tierra Santa, donde celebró su primera

misa, lo cual nos cuenta en su Trivagia, en 215 coplas,

que parece una fría crónica del viaje. Su Cancionero contiene

infinidad de poesías y un prólogo, Arte de la poesía

castellana, donde Encina da noticia de su teoría preceptiva,

que hace pueda ser considerado como un hombre del

Renacimiento, en lo cual se afianza más con la traducción

de las Bucólicas, de Virgilio. En ese Cancionero valen infinitamente

más las poesías profanas que las sagradas; en

aquéllas suele haber lozanía y delicadeza, salvando Disparates

trovados, en los que, por excepción, aparece como

poeta chabacano. Sus Villancicos son de lo más donoso;

muchos de ellos fueron puestos en música por Encina,

que si fué buen poeta, fué sin duda el más grande músico

de su tiempo. Sin embargo, su gloria está en la dramática,

en la cual aprovechó todo su saber mitológico, clásico y

tradicional: asila Égloga de Fileno recuerda a La Celestina,

la citada de Plácida y Vitoriano pinta los caracteres

de Venus y Mercurio, la de Cristino y Febea recuerda a

Rodrigo Cota; el Auto del Repelón tiene algo de la vida

popular que pintó Martínez de Toledo, etc. (1).

(1) Teatro completo, cdic de Asenjo Barbieri, Madrid 1893.— «Antología

de poetas líricos>, tomo V y Vil. – Cancionero musical de los siglos

xvy XVI—Ascnjo-1904.

En la linda colección de «Clásicos de la Literatura Española», que dirige

Bonilla y San Martín, encontramos algunos poetas de este período

como Cota, Iñigo de Mendoza, Sánchez de Badajoz, Manrique etc., t. X.

Poetas de los siglos xíii al xv.— Ruiz Hermanos, editores. Madrid-1917.

Libros de caballerías.— Mucho antes de que apareciese la redacción

definitiva (1) que en el año 1508 publicó en Zaragoza

Garci Rodríguez de Montalvo abundaban en España

narraciones coballerescas, desde la historia del caballero

Cifar (siglo xiii), y todas las leyendas caballerescas incluidas

en La gran conquista de Ultramar (2). Pero aun el

mismo Amadís era de antiguo familiar a los españoles,

pues Pero Ferrús, como vimos, le menciona en un desyr

del Cancionero de Baena, y el Canciller López de Ayala

cuenta en el Rimado de Palacio que ha leído el Amadís en

los años de su mocedad, y Francisco Imperial, en 1405,

menciona esta narración caballeresca, cuya redacción primera

nos es desconocida (3). Hay una tradición porluguesa

que achaca el libro a Vasco de Lobeira, opinión que

hoy ni se puede aceptar ni rechazar; solamente en el punía

de concretar el origen gallego o poríugue’s a Vasco surgen

algunas dificultades; no así el que fuera portuguesa la cuna

del Amadís, que luego se desarrolla en España; acaso otro

(I) En 1496 8C publicó en Sevilla una edición del Amadís, después

otras muchas. En algunas se llama a Montalvo, Garci Ordónez de

2i Es de sospechar también que narraciones ya antiguas en textos

aljamiados ingresaron plenamente en la corriente castellana como episodios

del Aleixandre, los Amores de París y Viana, la Doncella de

Arcayona, etc

(3) Es de notar también que la canción de Leonorcta: Leonoreta fln

(.por fina según Américo Castro) roseta ya figura anónima en el Ca/7-

cionero Colocci-Brancuti; aunque ésto poco probaría con respecto a

la antigüedad del Amadís, pues el mismo Montalvo podría haber incluido

esa antigua canción.

ÉPOCA pííeclásica: reyes católicos 159

Lobeira, llamado Juan, que vivió en la corte de Portugal

entre los años 1258 y 1285, fuera el primer refundidor del

Amadi’s, cuyo modelo existía ya por aquel entonces. De

todos modos, en Portugal y en Castilla Amadfs es completamente

extraño; nacido acaso en Bretaña, se aclimata

en nuestros países, merced al carácter humano y universal

que le hace popularizarse.

Pero sea de esto lo que quiera, la única forma literaria

castellana del Amadís hoy conocida es la de Rodríguez de

Montalvo, y desde luego hay que convenir en que es una

de las más grandes novelas españolas y aun del mundo,

por ella misma y por la influencia extraordinaria que

ejerció, purificando y ennobleciendo el antiguo ideal caballeresco,

aunque juntando todavía con exceso lo quime’rico

a lo humano.

y téngase en cuenta que nuestro Amadfs se españolizó

por completo, quédale de extranjero el origen y acaso,

como los franceses sostienen, el Amadís sea de un texto

antiguo, relacionado con las novelas de la Tabla redonda

(fundándose principalmente en las circunstancias históricas

y topográficas, en los nombres propios y en los mismos

sucesos del libro, que todos se refieren a Irlanda, la

Gran Bretaña, la Armórica, y el mismo título de Gaula,

que designa el país de Gales); pero lo cierto es que

la redacción, la vida del héroe nadie nos la puede disputar.

En el Amadfs hay todo aparato de encantamientos,

hadas y gigantes, propio de la mitología céltica y escandinava

y abundan las escenas de amor, siendo en este

sentido un libro de la misma clase que los de la Tabla redonda,

Lanzarote, Tristán, etc.; sin embargo, en ninguna

parte aparece la menor noticia del libro de Amadfs, anterior

a su existencia en Castilla, mas sin poder asegurar

quién fué su primitivo autor. La refundición castellana del

Amadfs de Gaula, consta hoy de cuatro libros, en vez de

los Ires que parece ser tuvo el primitivo Amadís. Su argumento

es el siguienie:

Amadís, hijo natural de Perlón de Gaula, es abandonado

por su madre Elisena en el mar; de allí es recogido por

un caballero, que lo lleva a Inglaierra y Escocia. Aquí,

Lisuarte, rey de aquellos países, ve a su hija Oriana enamorada

y caballerescamente correspondida por el extraordinario

Amadís, que en unión de su hermano Galaor, lleva

a cabo escenas extraordinarias, terminando en el casamiento

de Amadís y Oriana. En los amores de éstos, contrariados

por una infinidad de circunstancias y dificultades,

está la trama principal de la novela, en la cual figuran

muchos personajes fantásticos, ya amigos, ya adversarios

de Amadís. En e’ste se pinta un perfecto modelo de valor,

de lealtad, constancia amorosa y todas las demás cualidades

en que debe brillar el caballero. El libro de Amadís

tuvo extraordinaria aceptación: Cervantes, al describir el

escrutinio de la librería de Don Quijote, salva de las llamas

el libro. Juan de Valde’s. o quien sea el autor del Diálogo

de la lengua, también hizo honrosa excepción del Amadís

entre los libros caballerescos, bien que censurándole en no

pocas cosas. El lenguaje y estilo del Amadís tiene mucha

sencillez y no carece de unidad, abundando en descripciones

agradables y pintorescas; y como, por otra parte, es

más humano que los otros libros de caballerías, a pesar

de los extraños y maravillosos sucesos que refiere, y está

exento de aberraciones y monstruosidades, se explica el

favor extraordinario que gozó y el aprecio en que le tuvieron

hombres eminentes y poetas de distintas naciones.

Desde luego, el autor de esta novela merece puesto de

honor entre todos sus colegas caballerescos; pues, como

dice Menéndez y Pelayo, escribió la primera novela idealista

moderna, la epopeya de la fidelidad amorosa, el código

del honor y de la cortesía, que disciplinó a muchas

ÉPOCA preclásica: reyes católicos 141

Aún añadió en 1510 Rodríguez de Moníalvo un libro

quinto que se ocupa de las hazañas de Esplandian, hijo de

Amadís, que él íiluló Sergas del virtuoso caballero Esplandian.

La palabra sergas lanío vale como lienzo, y por

extensión, cuadro, dice Cejador; otros piensan que esa

palabra significa hazañas, y acaso por el contexto del título,

eso significó para Moníalvo (1).

Origen de los libros de Caballerías.—En la Edad Media las

composiciones caballerescas surgen por las varias circunstancias

de la época; su cuna no estará ni en Oriente

ni en el mundo clásico, sino en la misma entraña de

aquella sociedad.

En efecto; en el siglo xi al xv, período durante el cual se

desarrolla la afición y gusto caballeresco, es necesariamente

donde, como degeneración de la epopeya (o de las

gestas), había de nacer. Y esto ocurrió en todas las literaturas

que en más o menos tiempo se vieron sometidas a

las influencias caballerescas. Sin embargo, en !a Francia

del Norte es donde indudablemente aparecen con antelación

esta suerte de composiciones, pues más ociosos los

nobles caballeros francos que los castellanos españoles,

siempre empeñados en la ya secular lucha con los muslimes,

gustaron aque’llos de recrear sus oídos con victorias

imaginarias y expediciones maravillosas que entretuvieran

su afán de gloria, hasta que apareciese el momento de alcanzarla.

Los españoles podrían entonar canciones más

bárbaras, pero la materia e’pica la daban ellos mismos, vivían

la epopeya, y por esto sólo muy tarde se acepta la

ficción caballeresca.

D. Pascual Gayangos divide el estudio de los libros de

caballerías en tres grandes ciclos: el bretón, el carolingio

(1) Tanto el Amadís como las Sergas, pueden leerse en «Biblioteca

de Autores Españoles^ tomo XL.

y el grecoasiático, siendo los dos primeros exclusiva meníe

franceses, y el tercero desarrollado ya en nuestra península

por la brillante imaginación de nuestros escritores.

La vida del sabio Merlin, sus astucias y transformaciones,

los hechos del Qey Aríúr de Bretaña, y las maravillosas

hazañas de Lanzarote del Lago, de Galaz su hijo, de

Perceval, Boortes y otros caballeros bretones empeñados

en la posesión del Santo Grial, forman la larga serie de

novelas caballerescas en prosa, conocidas con el nombre

de Ciclo Bretón o de la Tabla redonda. Anteriormente, la

Crónica de Monrnoutli y el Romance de Bruto, popularizaron

el personaje fabuloso de Merlín, y sobre el argumento

de estas dos obras se escribió la Vie de Merlín, en

prosa francesa. Existe también otra novela o relación caballeresca

íntimamente ligada con las anteriores, hasta el

punto de parecer continuación de las mismas, titulada

Lancelot du Lac, o como en España decimos, Lanzarote

de Lago, cuyo autor es difícil determinar. Es el libro más

popular de cuantos se han escrito con héroes de la Tabla

redonda, a la que se refieren también El Caballero de la

carreta, Tristán de Leonis, etc.

La Historia de Merlín, se tradujo al italiano, y de esa

lengua a la nuestra, bajo el título de Baladro del sabio

Merlín, así como Lanzarote del Lago; este último con

éxito extraordinario. Otro libro que parece haberlo logrado

también es el ya citado Tristán de Leonis, el que con

mayor fidelidad acaso retrata el espíritu caballeresco de la

Edad Media, y, ya como de origen español quizá, merece

citarse la Crónica de Tablante de Qicamonte y Jofre, hijo

del Conde Don Assón (1).

Al ciclo carolingio pertenecen los libros en que se refie-

{\) Pueden leerse estas novelas en la «Nueva Biblioteca de Autores

Españoles», tomo XI: Libros de Caballerías, ciclo arturico, ciclo carolingio,

por Adolfo Bonilla.

ÉPOCA preclásica: reyes católicos 143

ren las guerras y conquisías de Carlomagno, las proezas

de los doce Pares y oíros paladines. Fúndanse iodos en

la crónica fabulosa del supuesto Arzobispo Turpín. Es

esta crónica la narración de guerras y conquisías entre

cristianos e infieles, y sirvió de base a infinitos libros caballerescos,

que formaron por más de dos siglos la lectura

favorita de las gentes. Desde cierto punto de vista, puede

decirse que la más notable y antigua epopeya del ciclo ca~

rolingio no es esta crónica, sino la famosa Canción de

Roldan o de Qoncesvalles.

En España se popularizan en este ciclo la leyenda de

Maynete y Galiana (1), que pasa a la poesía popular y

llega al romancero erudito del siglo xvi, deshaciéndose

las antiguas narraciones caballerescas, como se fragm.enla

también nuestra epopeya en romances,

Agotados los asuntos caballerescos nacionales o tradicionales,

se adoptaron los orientales, y aparecieron libros

de caballerías con héroes de la antigüedad clásica, por lo

cual ese ciclo es apellidado grecoasiático. Mas no fueron

éstos únicamente los asuntos adoptados; también la vida

ultralerrenal dio materia para que los literatos y artistas

de la época luciesen su ingenio.

La generación más notable es la de las dos grandes

familias de los Amadises y Palmerines, y una multitud

asombrosa de libros caballerescos escritos a imitación de

aquéllos.

Coetánea con la publicación en España de la historia de

Amadi’s y sus descendientes, fué la conocida generalmente

con el nombre de los Palmerines, y la principal, Palmerfn

de Oliva. A las historias dichas sucedió la de otro caballero

andante, de la misma familia, llamado Don Polindo,

y después la muy célebre de Don Palmerfn de Inglate-

(2) Véase obra citada: Cuento del emperador Carlos Mayner e de

la emperatriz Sevilla.

rra (1). Las hazañas de Amadises y Palmerines no eran

bastantes para satisfacer la sobreexcitada curiosidad de

los lectores, por lo cual salieron a luz multitud de historias

sin conexión alguna con aquéllas, las cuales, aunque muy

inferiores en mérito, alcanzaron el favor público. En la imposibilidad

de citar todas, cumple mencionar: Tirant lo,

Blanch—Tirante e\ Blanco- (Valencia, 1490); El caballero

de la fortuna don Cleribalte (1519); Florambel de Lucea,

en cinco partes (1532-49); Don Florindo, el de la extraña

aventura; El caballero de la Cruz; Félix Marte de Hircania;

Florando de Inglaterra (1545); El caballero del Febo,

y oíros. Pueden agregarse a éstos Don Cirongilio de

Tracia (1545), de Bernardo de Vargas; Don Cristalián de

España, de D.^ Beatriz Berna!; Olivante de Laura (1564)»

de Antonio Torquemada, y Don Policisne de Beoda, de

D. Juan Silva y Toledo.

La literatura caballeresca creó, a más de los dichos,

otros libros de carácter caballeresco senlimental, pudiendo

citar como eiemplos el Ardanlier y Liessa, de Juan Rodríguez

del Padrón; La cárcel de amor y el Arnalie y Lucenda,

de Diego de San Pedro, y aun Roberto el Diablo y

Guillermo de Inglaterra, que son, en el fondo, morales y

ascéticos, inaugurándose después, para contrarrestar el

mal de los libros de caballerías profanas, los libros de caballerías

a lo divino.

Novela sentimental caballeresca. — Quien verdaderamente

encarna la novela de tipo sentimental es Diego de San Pedro,

contemporáneo de Padrón y autor de la novelita Tratado

de amores de Arnalte y Lucenda (1491), de gran interés,

muy tierna, muy humana, y de otra muy conocida

titulada Cárcel de amor (1492), y escrita en un lenguaje

(l) Obra citada, 2.^ parte.- La editó traducida del portugués Luis

Hurtado, de Toledo, en 1547 y 1548.

ÉPOCA preclásica: reyes católicos 145

perfectísimo, aunque no siempre exento de artificio. A la

fuente caballeresca añade también San Pedro la influencia

de Boccaccio y la imitación de Dante. Es la primera muestra

de novela psicológica, y hay quien encuentra en ella el

precedente del Werther, de Goethe, pues el protagonista

se suicida víctima de su pasión. Es muy probable que Rojas

tomase de la Cárcel el trágico fin de Melibea.

Ya de. edad madura, dolido de lo que él juzgó devaneos,

compuso versos filosóficos (Desprecio de fortuna) y

otros piadosos acerca de la Pasión del Redentor (1).

«Tirante el Blanco.»—Por ser, con el Amadís, el mejor

libro de caballerías español, hacemos mención especial

del titulado Tirant lo blanch, cuyas tres primeras partes

fueron escritas en valenciano con el epígrafe de Libro del

valeros e strenu cava¡ler Tiranfio blancfi, por Juan Mar-

TORELL, y una última por Juan de Galba (2). El libro fué

publicado en Valencia en 1490 y en lengua catalana, aunque

en la derivación dialectal valenciana. En 1511 fué traducido

al castellano y se imprimió en Valladolid. En el

libro hay pleno conocimiento de las leyendas aríúricas, y

esto, unido a las afirmaciones de Maríorell, hacen creer

que el autor estuvo en Portugal e Inglaterra, y aun que

acaso compuso por primera vez el libro en portugués.

Pero, aparte de esto, el libro es de más substancia que

todos los congéneres; así se explica el afecto que Cervantes

le muestra en el famoso escrutinio, y por mil diversos

(1) La Cárcel de Amor. «Nueva Biblioteca de Autores Españoles»,

tomo VII, que es el 2.o de Orígenes de la Novela.

Arnalte y Lucenda en Revue hispanique, tomo XXXV. (F. Delbosc).

(2) En Cataluña y Valencia se habían publicado ya algunas narrac

iones caballerescas como Curial y Güelfa, historia de amor adaptada

quizá a héroes y lenguaje catalán, pues el original debió de ser italiano

o francés.

10

indicios hay que suponer que Maríorell, el verdadero

autor (porque Juan de Galba poco hizo) era persona de

bien cimentada cultura. Desde luego conocía a Raimundo

Lulio, al menos en el Libro del ordre de Cavaleyra. Por

los lugares principales donde actúa Tirante’. Grecia, Asia,

Egipto, Constantinopla, puede decirse que pertenece al

ciclo grecoasiático, y por algunas empresas del héroe

tiene un cierto sabor de novela histórica que recuerda a

Roger de Flor.

FIN DE LA ÉPOCA PRECLÁSICAVI

La Celestina.—Por este tiempo hay que señalar en España

la aparición de un libro singular que, aunque producto del

siglo XV, bien puede asegurarse es él, por sí sólo, el umbral

de la época áurea de nuestra literatura: La Celestina.

Hoy parece que definitivamente debe atribuirse al toledano

Fernando de Rojas. La obra fué titulada Tragicomedia de

Calisto y Melibea, y tiene su más próximo antecedente en

el gran Arcipreste de Hita, y en el de Talavera, Alonso

Martínez de Toledo.

Es Rojas el más grande prosista castellano de su siglo

y e! primero de los autores que, inspirándose en asunto

completamente humano, lleva la literatura por la vía de lo

verisímil. Su influencia fué tan decisiva, que acaso en él

queda definitivamente descubierta la fuente de donde habían

de nacer el teatro español y las obras de Cervantes.

La Comedia de Calisto y Melibea es un verdadero drama,

mas no ciertamente representable.

En todos los pormenores de la Tragicomedia hay tan

pasmoso realismo, tanta acción y tan bien observada y expresada

pintura de caracteres y de afectos, que los más

eminentes críticos ponderan el influjo de La Celestina zn

la novela y en el drama de la Edad Moderna, y entienden

que hasta la aparición de Shakespeare no hubo en la tierra

más profundo observador ni más hábil pintor del alma

humana que el bachiller Rojas.

Sin embargo, la originalidad del autor no es para tomarla

al pie de la letra.

La literatura clásica, la de la Edad Media y el Renacimiento,

influyen, no diré en la obra, que tiene todas las lo

zanías de lo original, pero sien el modo de llevarla a le’rmino:

Plauío, Terencio, Horacio, Virgilio, Ovidio, Apuleyo,

Propercio, los imitadores de Menandro, la fábula de

Hero y Leandro, el Pamphilus, que es un a modo de drama

con vestigios de Ovidio (acaso no leído en el original,

sino en todo lo que del Pamphilus tomó Juan Ruiz, el Arcipreste

de Hita), Boccaccio, Petrarca, Eneas Silvio, en su

Euríalo y Lucrecia, en fin, todo lo que era ambiente del

Renacimiento lo fué de La Celestina, que con ser la más

realista y castiza obra española de aquel tiempo, es la que

mejor se asimiló cuanto de más artístico había en la tradición

clásica.

Nada de lo dicho va en contra de la originalidad literaria

de Rojas; «los más grandes ingenios son los que han imitado

a todo el mundo…; su grandeza procede de la misma

amplitud, vasta y luminosa, de su genio, que da hospitalaria

acogida a todas las manifestaciones precedentes en su

raza, en su pueblo, en su siglo, en la humanidad entera.

>

(Menéndez y Pelayo).

Tratando de dar noticia del argumento de La Celestina,

diremos en breves palabras que Calisto y Melibea son dos

jóvenes principales; aquél quiere ciegamente a ésta, mas

se encuentra rechazado y no puede verla, por estorbárselo

la vigilancia de los padres. Para lograrlo, se vale de

una trotacalles llamada Celestina, que logra seducirla,

empleando malas mañas y corrompiendo a los criados.

Triunfa Calisto de Melibea; siguen a esto multitud de trances

trágicos. Celestina muere a manos de los miserables

criados de Calisto por no querer partir con ellos sus ganancias.

Calisto en una de sus nocturnas visitas a Melibea,

cae de una escala y muere. Melibea, desesperada, confiesa

su culpa y se arroja desde un terrado, a vista de sus padres.

En este trágico desenlace decae el interés de la obra

por el afán del autor en aparecer erudito moralista, recordando

la Cárcel de Amor, de Diego de San Pedro.

Los personajes iodos, Celestina, Sempronio y Parmeno,

Elicia, Areusa y el admirable rufián fanfarrón Centurio,

están pintados de mano maestra, y hacen y dicen lo que

deben. Si todos citan demasiado a los clásicos, largan a

cada paso sentencias filosofales y pedantean con inocente

refinamiento, es tan propio defecto de aquella época, que

más que defecto parece gracia y primor y presta al libro

indeleble color temporal.

«No es La Celestina obra picaresca, ni quien tal |)ensó,

sino tragicomedia, como su título definitivo lo dice con

entera verdad; poema de amor y de exaltación y desesperación;

mezcla eminentemente trágica de efectos ingenuos

y poco más que instintivos y de casos fatales que vienen a

torcer o a interrumpir el desatado curso de la pasión humada

y envuelven a los dos amantes en una catástrofe que

no se sabe si es expiación moral o triunfante apoteosis» (1)

Se ha dicho^ntes que la crítica se inclina hoy a aceptar

a Fernando de Rojas como autor de La Celestina. Veamos

cómo está la cuestión: hay quien supuso autor de la obra

o de parte de ella, al menos, a Rodrigo de Cota y hasta alguien

pensó que Mena había colaborado también; suposiciones

infundadas, pues Juan de Mena no alcanzó en su

prosa la perfección que presenta La Celestina, y a más es

patente la unidad de autor. Así, parece efectivo el derecho

de Rojas a la paternidad de la magnífica producción, por lo

menos mientras no se demuestre lo contrario, pues ni aun

la suposición que achaca una parte a Rodrigo Cota, el

Viejo, (quien sin duda es hablista que pudo escribir la prosa

de La Celestina en aquellas primeras páginas que se le

atribuyen) es aceptable. Ninguna duda fundamental podría

quedar en pie si todas las ediciones de La Celestina tuviesen

una misma extensión. Mas habiendo aparecido ejem-

(1) Orígenes de la Novela, por Mcnéndcz y Pelayo, tomo III páginas

xci, XCII.

piares con dieciséis acíos y otros con cinco más, que corresponden

a la edición de 1502 (1), cabe preguntar: ¿Es

Rojas autor de estos cinco?

El Sr. Menéndez y Pelayo se decide por la razonable

opinión de que Rojas fué autor de la edición que pudiéramos

llamar abreviada, y él mismo fué después refundidor

y ampliador de la de veintiún acíos; lo cual, ni es nuevo

caso en la historia de la literatura, ni tiene nada de extraño

que un autor retoque y refunda su obra con el deseo

de acertar y mejorarla, aunque esto pocas veces se consigue

con tales aditamentos.

En cuanto a la revelación que hace Rojas respecto a que

el primer acto de su libro pudo ser de Mena o Cota, aparte

razones que son suficientes para rechazar la especie, es

probable que ello no fuera sino modo ingenioso de disculpar

que un alcalde mayor de Talavera, como era Rojas, se

ocupara en obra que había de producir reparos. Y sin embargo,

el libro era una página en la cual hablaba sincera

y definitivamente aquella vida salmantina que Rojas conoció

sin duda en los días de sus estudios juveniles (2).

Primeras imitaciones de ia Celestina.—De los primeros imitadores

de La Celestina es D. Pedro Manuel de Urhea

(1486-1555), notabilísimo poeta en su Cancionero (3) donde

se muestra de los más aristocráticos de su tiempo, tanto

en su filiación petrarquisía, como en el cuidado y esmero

(í) La primera edición conocida es de 1499, en Burgos.

i2 Puede leerse la Celestina en las siguientes ediciones: La de Eugenio

Krapf, 2 volúmenes, con texto, variefníes y bibliografía; estudio

de Menéndez y Pelayo. Vigo, 1900.

«Biblioteca Hispánica»; edición Foulché-Delbosc, 1902, tomo XII.

«Biblioteca Clásica», editada por Ortega Mayor, tomo 216. Madrid. 1907.

En la edición de «Clásicos Castellanos», con notas de Cejador, 1915. En

la «Biblioteca de Autores Españoles», vol. III, etc.

(3) «Biblioteca de escritores aragoneses», tomo II.

de la versificación. Imitando la tragicomedia de Rojas escribió

en prosa la Penitencia de amor{\) sin lograr éxito

muy plausible; pero en cambio, versificó el primer acto de

La Celestina,, titulándolo Égloga de la tragicomedia de

Calisto y Melibea, de prosa trobada en metro.

Obra de escaso mérito es la Tragicomedia de Calisto y

Melibea, nuevamente trobada, de Juan Sedeño (1540). Más

aprecio merece la segunda comedia de Celestina por Feliciano

DE Silva (hacia 1554) autor también de algunos libros

de caballerías referentes a sucesores de Amadís (D. Florisel

de Niquea, ya citado). También se reputa a Silva como

predecesor del género pastoril.

Mucho más notable es la novela titulada Tragicomedia

de Lisandro y Qoselia, atribuida a Sancho Sánchez Muñón,

y publicada hacia 1542, siendo, sin duda, una de las

más felices imitaciones de La Celestina, demostrando todo

esto la influencia del libro de Rojas, a quien Shakespeare

debió quizá la concepción de Romeo y Julieta.

En el año 1515 se imprimió la Questión de amor dedos

enamorados, libro anónimo, compuesto probablemente en

Italia y con referencias a personajes napolitanos que hoy

parece pueden ser señalados, no obstante los seudónimos

con que les oculta el autor. La novela tiene importancia

porque, sin ser un primor de lenguaje y de estilo, nos proporciona

interesantísimos detalles de aquella sociedad hispano-

napolitana (2).

(1) «Biblioteca Hispánica», tomo X.

(2) Véase en «Nueva Biblioteca de Autores Españoles»; tomo II de

Orígenes de la Novela, pág. 41.

 

EPOCA CLASICA

Carlos v

El Renacimiento.—Se conoce en la Historia con el nombre

de Renacimiento una transformación muy marcada que

durante el siglo xv se nota en la vida de Europa. Coincide

esto con la caída del Imperio de Oriente en poder de los

turcos (1453), con un espíritu de libertad e independencia

religiosa que, iniciado hacía tiempo, se hace definitivo en

las naciones centrales, y, por fin, con los grandes descubrimientos

llamados a transformar la vidad material (1).

Efecto del primer acontecimiento, los eruditos griegos

buscan asilo en el Mediodía de Europa y dan a conocer

autores casi olvidados, propagando la afición al modelo

griego, el cual aparece en toda su hermosura ante una civilización

que no había conseguido la perfección artística.

Consecuencia del espíritu de reforma—profesfanfismo—,

las luchas filosóficoteológicas se enardecen, y la ciencia

se aparta del ideal teológico, haciéndose racionalista. Por

fin, los descubrimientos cambian la vida social; la impren-

(1) En realidad, el fermento de esta renovación arranca del glorioso

siglo xiu, época áurea de la Edad Media. La explosión renacentista es

la que puede fijarse en los días finales del siglo xv.

ía hace llegar fácilmenle a todos los países las obras del

ingenio humano, y a fines del siglo xv no hay pueblo

europeo que no se sienta enérgicamente sacudido por los

alientos de una nueva vida.

Eruditos italianos en España.—En España el movimiento

clásico fué secundado con grande afán por los Reyes Católicos

y por sus hijos, que lograron hablar la lengua latina;

damas ilustres, como Beatriz Galindo, fueron maestras

en este idioma, y preceptores eminentes en la Corte

española, fueron algunos italianos, como los hermanos

Geraldino, Pedro Mártir de Angleria, Lucio Marineo

Sículo, que vivieron honrados por la aristocracia y por las

Plutarco, Apuleyo, Juvenal, Plauío, Josefo y otros muchos

son traducidos en lengua castellana. Nuestras relaciones

con Italia nos familiarizaron directamente con la

lengua y literatura íoscana, multiplicándose las traducciones

de Boccaccio, Petrarca y Dante, y todo el movimiento

filológico y clasicisla se encarna en ia gran figura de Antonio

DE Nebrija o Lebrija (1444-1522). Con este nombre

fué conocido aquel insigne humanista, que se llamó en verdad

Antonio Martínez de Cala. Él tiene la gloria de haber

entroncado la lengua castellana en el árbol clásico, del

cual se había ido separando por el uso popular; él fué el

primer iniciador de lo que años adelante se había de anunciar

en Europa como secreto pedagógico: los idiomas

deben enseñarse conforme a la Naturaleza, esto es,

hablándolos, como se aprende la lengua materna. En

1492, el año épico español, publicó el Arte de la lengua,

castellana y su Diccionario. Este no era el primero; en

1490 había terminado Palencia el suyo; pero aquí el primero

no fué el mejor. En cuanto a la Gramática, dilucida

en ella cuestiones interesantísimas, habiendo capítulos que

son verdaderos tratados de técnica poética o métrica, aunÉPOCA

clásica: CARLOS V 155

que a veces el maestro anduvo algo lejos de la verdadera

doctrina por su afán de considerar nuestra me’írica como

derivación directa de la latina clásica y querer reducir

nuestros versos a la prosodia antigua.

En la venerable Universidad de Salamanca fue’ maestro

Lebrija; pero al abandonar ésta para ir a la naciente de Alcalá,

su gloria se agigantó por la parte que el indigne Cardenal

Cisneros le encomendó en aquel monumento de la

filología española que se llama la Biblia,Complutense. En

esta publicación laboraron los grandes helenistas Demetrio

Ducas Cretense, Hernán Núñez de Toledo y Juan de

Vergara, a más del maestro Lebrija, imprimiéndose el texto

griego en la misma Alcalá (1514); el texto hebreo estuvo al

cuidado de Alfonso de Alcalá, Alfonso de Zamora y Pablo

Coronel siendo toda la obra, cuya impresión terminó en

1522, gloria inmarcesible de la Univerdad fundada por Cisneros.

La literatura española en Italia.—Desde los tiempos de Alfonso

V de Aragón, los españoles residentes en Italia

habíanse familiarizado con aquella literatura, y algunos

habían llegado a escribir en italiano, granjeándose la estimación

de los literatos de aquella tierra, que en un principio

habían maltratado a los españoles juzgándoles como

poco dispuestos para las bellas artes. De los primeros que

en el siglo xv logran ser respetados en Italia es el maestro

Fernando de Córdoba.

El caballero catalán Benedeíío Gareth (Charileo)—muerto

en 1514—, escribió en italiano sus Qimas, que en el siglo

XVI lograron gran fama, y otros poetas, como Tapia y

Gentil, cultivaron también la lengua toscana.

Pero sobre todos merece fama León Hebreo, cuyo nombre

es Judas Abrabanel (1460-1520). Era judío, y por el decreto

de expulsión que obligó a los de su raza a salir de

España, se acogió a Italia, donde publicó en 1505 sus

Diálogos de amor, de profunda inspiración ncoplaíónica.

Si León Hebreo no domina por completo el italiano en su

libro, al menos no hace mal papel entre los literatos con

quienes vivía, y su obra adquiere una fama extraordinaria,

siendo traducida a diversas lenguas (al castellano por el

Inca Garcilaso, entre otros) y sirviendo de motivo de inspiración

a muchos escritores (1),

Estas y otras convivencias de españoles e italianos hacen

que se estrechen las relaciones de uno y olro país hasta

el punto de que los italianos celebraban a España y los españoles

representaban allí sus comedias o imprimían sus

libros; por ejemplo, Alonso Hernández publica Historia

Parthenopea en elogio de Gonzalo de Córdoba, y otros

publican novelas, poesías, etc., que son apreciadas en

Ñapóles y Roma.

Los poetas dramáticos.- En Ñapóles logró imprimir Torres

Naharro sus comedias, y algunas de ellas se representaron

en Roma. Bartolomé de Torres Naharro (muerto hacia

1551), nació en la provincia de Badajoz, estuvo cautivo en

Argel, pasó a Roma, hízose sacerdote y se halló al servicio

de Fabrizio Colonna, general del Pontífice. En Ñapóles

imprimió, con el título de Propalladia, en 1517, sus

comedias y poesías. No se sabe si conoció a Juan de la

Encina, que hacia la misma época se encontraba en Roma,

pero sí parece que lo imita y perfecciona.

Tuvo idea clara de lo que era el teatro, y expuso sus doctrinas

sobre esta materia, con gran caudal de aciertos para

su época en el proemio o prólogo de la Propalladia. Allí

divide las comedias en fábulas de a noticia, o inspiradas

en sucesos reales, y en comedias a fantasía, o imaginativas.

Pueden referirse a las segundas las que llevan por

(1) «Nueva Biblioteca de AA. EE.> Orígenes de la Novela, tomo IV,

edición de Bonilla San Martín.

ÉPOCA clásica: CARLOS V 157

íííulo Serafina, Himenea, Calamita, Aquilana y Jacinta.

Son muy inferiores los saínetes (a noticia) Soldadesca y

Tinelaria; y aun las comedias Serafina, Aquilana y Calamita

están por bajo de Himenea y Jacinta. De las comedias

a fantasía zs \am\)\én la Trofea, loa alegórica que compuso

en honor de D. Manuel de Portugal.

Hoy algunos autores vuelven a la introducción de una

especie de prefacio para poner en autos al espectador; Torres

Naharro no tiene comedia sin ese prólogo, recuerdo

acaso del teatro clásico, o una influencia más de la comedia

italiana, que con tan gran arte trajo a España el poeta

extremeño (1).

En castellano escribió gran número de sus comedias el

portugués Gil Vicente (1470-1536), el cual ha merecido en

su patria ser considerado como fundador del teatro nacional.

Fué contemporáneo e imitador de Juan del Encina, al

que a veces precedió y a quien aventaja en el estudio de

caracteres, en la variedad y pintura de pasiones, y quizá

en osadías de renacentista y erasmista. Los autos de Gil

Vicente han sido siempre muy estimados, en especial el titulado

Auto de la Sibila Casandra. Otros, también muy

dignos de mención, son: Auto de los cuatro tiempos. Auto

de San Martinho, Auto de la Visitación, que se reputa

como el mejor. Compuso también algunas comedias, tanto

en castellano como en portugués (muchas veces en las dos

Ieng\ias y en una misma obra), y es en la nuestra donde

más feliz poeta se mostró, sobre todo en la expresión lírica.

En su comedja Qubena luce gran imaginación y vigor artístico,

acertando a descubrir nuevos horizontes en el arte

dramático. Lope y el mismo Calderón no desdeñaron conocer

sus obras (2).

(1) La Propalladia: «Libros de Antaño», tomos ix y x.

‘,2) Puede verse la edición Obras de Gi! Vicente, por Barreto y

Gomes Monteiro, Lisboa, 1843 o la de Coimbra, edición de Méndcs dos

Remedios, 1912.

II

La influencia métrica italiana.— El siglo de oro del arte en

líalia es el llamado siglo de León X, uno de los más ilustres

pontífices. En esa época (siglo xvi), que es la de los

grandes artistas, Miguel Ángel, Rafael de Urbino, Ariosto,

Tasso, Maquiavelo, etc., florecen tambie’n los grandes

líricos, imitadores de Petrarca, en el estudio y esmero con

que cuidaron la forma artística. Esa devoción de los escritores

italianos a la elegancia y simetría en toda composición

ha hecho a su literatura modelo en todas las lenguas,

en especial en aquella época en que el gusto por la

forma literaria tenía que prevalecer, por circunstancias

históricas, sobre el pensamiento.

Así Sannazaro, Bembo, Tansilio, Aníbal Caro y otros

son los poetas aplaudidos en Italia por sus compatriotas

y por cuantos europeos vivían en los Estados italianos.

Algunos de éstos estaban, como sabemos, bajo la dominación

española, y las relaciones políticas pusieron a

otros en contacto con España, por lo cual se explica la

influencia recíproca que en el siglo xvi existe entre ambas

literaturas. Y aún más, siendo Italia el centro de la civilización

europea, en los días del Renacimiento, los gustos

italianos traspasan lejanas fronteras y allí arraigan formas

artísticas extrañas.

La muestra más notoria de esta influencia en España la

representa Juan Boscán, nacido en Barcelona hacia 1500 y

muerto en 1542.

Dedicóse al cultivo de las letras y la poesía durante su

larga residencia en Castilla, y escribió la fábula de Leandro

y Hero, a imitación de la de Museo, en verso endecaÉPOCA

clásica: CARLOS V 159

sílabo, obra sembrada de pasajes tiernos y delicados.

Tradujo maravillosameníe el Cortesano, á^ Baltasar Casíiglione,

embajador de Clemente VII en España. Por consejo

del embajador de Venecia (en aquel entonces Navagero),

y por estar familiarizado con la lengua de Dante, empezó,

con muy buenos auspicios, a imitar y producir una

forma poética que ha motivado su gloria, por ser iniciador

de este nuevo estilo y gusto.

Nunca se podrá juzgar a Boscán como poeta de primer

orden; sin embargo, sus poesías sueltas al estilo antiguo,

las coplas castellanas, son graciosas y lozanas, lo que no

sucede en las composiciones al modo italiano, acaso por

la dificultad de trabajar con un metro y una combinación

poco generalizada en Castilla, y para Boscán completamente

nueva. Mas si como poeta no serían justos excesivos

elogios, como artista de fino espíritu adivinó el valor

musical del endecasílabo, y si él no fué maestro en la factura

del metro italiano, aun acertando tal vez en otros,

cábele la honra de ser el precursor del gran Garcilaso, el

suavísimo poeta a quien tanto veneró Boscán (1).

Por comunidad de espíritu y por fuerza del tiempo, junto

a Boscán ha de ir Garcilaso de la Vega (1503-36), el primer

lírico español del siglo xvi; pues si por cima de él consideramos

a Fray Luis de León y a Herrera en algunas

poesías amorosas, cronológicamente, al menos, les precede

el autor toledano.

No fué obstáculo su corta vida y lo azaroso de ella para

que nos queden de su ingenio joyas de primer orden. Es

indudable que las canciones, elegías, epístolas, sonetos y

églogas, tienen su reino entre los vates italianos, y que

(1) Obras de Boscán, ed\c dz Knapp, Madrid, íS7o. £/ Cortesano,

«Libros de Antaño», tomo Ul.—Peesías de Boscán, «Biblioteca de

Autores Españoles», tomos XXXII y XLII «Antología de poetas líricos»,

tomos XIII y XIV.

ésíos fueron conocidos y gustados por Garcilaso; pero no

es menos cierto que el roce de Italia con España en aquella

época era tan constante que no podía menos de influir

en nuestra literatura, con la intervención o no de los dos

poetas citados. Mas sea de esto lo que quiera, es exacto

que Garcilaso puede considerarse como el primer gran

poeta en cuanto a la forma; antes de él, ésta era pobre y

fiaba más en lo inspirado del asunto que en el lenguaje, la

versificación y melodía, la cual en Garcilaso aparece brillante,

musical y rítmica como no lo había percibido el

oído español hasta entonces. ¿Que hay versos flojos en

Garcilaso?… ¿Quién los pudo hacer mejor en sus días?

¿Se querrá comparar al poeta que no hizo profesión de tal

con aquellos que nacieron para poetizar y a ello dedicaron

largas vigilias de no corta vida entre académica y cortesana?

Si eso se intenta, es que no se entiende de poesía toda

naturalidad, toda vida, alma toda, aunque, por circunstancias

del uso, anden en el toledano disfrazados de pastorcillos

esos hondos sentimientos, esas dulces y perpetuas

nostalgias del poeta nacido para la paz campesina, y que

empuña, con heroísmo la espada, y trueca, acaso por convicción

de su conciencia y no por ajenas imposiciones, las

holguras y gustos que hubiera tenido en cantar la fuerza

de aquella beldad, de quien le aparta, y él no se hace

sordo, el ñero Marte airado. Nacido para el amor y la

amistad, dechado de nobles afectos, claro y castizo en el

estilo, sencillo y pintoresco en la frase, ha podido Garcilaso

expresvir, cual muy pocos, el sentimiento de la Naturaleza,

siempre que la observó directamente y no por el

intermedio de latinos y toscanos. Él con los metros recién

traídos de Italia juega y en todos domina, como si usarlos

hubiera sido antigua y natural costumbre en la musa ibera.

¿Quién ha excedido hasta ahora la belleza de elocución

y versificación de sus liras, que nacen en La flor

ÉPOCA clásica: CARLOS V 161

de Gni’do armadas de loda perfección y hermosura?

No se me escapa que la me’írica íiene algún defecto; pero

¿dónde hay otra igual entre todos nuestros poetas eróticos,

desde Garcilaso a Espronceda? La égloga Salido y

Nemoroso y la canción A la flor de Gnido, son tan bellas

que nada tienen que envidiar a las mejores canciones italianas.

En cuanto a la psicología de estas composiciones,

se observa en Garcilaso al poeta dulcemente melancólico,

reposado y meditabundo, apacible y enamorado, cualidades

que tanto contrastan con su escasa edad y vida guerrera

(1).

La protesta.—Contra la invasión de las nuevas formas

italianas hubo poetas que protestaron, celosos de conservar

los antiguos metros y las antiguas coplas castellanas.

Su protesta fué infecunda, aunque el adalid de ella fué el

gran Cristóbal de Castillejo (1490-1556).

Representa en sus días el espíritu tradicional, decidido

a sostener la antigua métrica castellana contra la innovación,

y es tanto más de notar la tenacidad conservadora

de Castillejo cuanto que, habiendo residido largos años

fuera de España, al servicio del Rey de Bohemia, era un

espíritu renacentista y en contacto con la métrica italiana,

si es que acaso ese mismo alejamiento de su patria no fué

la causa de un acendrado españolismo, que se refleja con

tanto brío al oponerse a la innovación, juzgándola como

antipatriótica. Lo cierto es que sus numerosas poesías,

que comprenden tres libros: Poesías amatorias, Pasatiempos

y Devociones, se escribieron siempre en la lozana

metrificación castellana del siglo xv, sin querer darse

por entendido del valor y riqueza musicales de los nuevos

( 1 ! Poesías, «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXII, «Antología

de poetas líricos>, tomo XIV, con un estudio preliminar por j. Rogerio

Sánchez. «Clásicos Castellanos», tomo III.

11

162 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

mclros, a los cuales él ni el mérito de la novedad concedía,

y en esto con razón.

Después de todo, la obra de Castillejo no dejó de ser

provechosa; sin él es muy posible que el mal gusto hubiera

invadido mucho antes la literatura castellana. En todos

los movimientos de avance en el orden de la vida es difícil

señalar el mérito que contraen estos espíritus de resistencia.

Son el contrapeso necesario de toda revolución, y

sin ellos, lo que éstas tienen de provechosas no se afianzaría

definitivamente, porque la misma velocidad adquirida

haríales abortar y malograrse.

Por lo demás, sus numerosas obras revelan un verdadero

artista, que sabía sentir la belleza e infiltrar un suave

espíritu humorista, el cual se hace implacable y se desborda

para contender con los modernistas de entonces, principalmente

con Boscán, a quien hace blanco de sus iras.

Merecen citarse de entre sus poesías las tituladas A una

dama llamada Ana, A una partida fuera de España. Bellísima

es la composición A un amigo, «pidiéndole consejo

en unos amores aldeanos»; graciosísimo es su cuento

en verso Un bebedor, «que llega a convertirse en mosquito

», y sólo con pobre idea estética puede no hallarse

gracia, donosura y arte en sus epigramas y glosas. Bastante

menos valen sus poesías serias; pues, como hemos

dicho, Castillejo tenía un espíritu algo socarrón, que no

se aviene con las disquisiciones filosóficas: Diálogo entre

memoria y’olvido, por ejemplo (1).

De los que sostienen la tradición es Antonio de Villegas,

(muerto en 1551), autor del Inventario compilación

de versos muy estimables y con ellos la preciosa novela

El Abencerraje que pasa a Ginés Pérez de Hita y a la Diana

de Montemayor. Mejor poeta es Gregorio Silvestre

(1520-1569), que en sus Obras, publicadas en 1582, se nos

(1) «Biblioteca de Autores españoles», tomo XXXII.

ÉPOCA clásica: CARLOS V 165

presenta como imitador de los poetas castellanos; pero

convencido de que era inútil sustraerse a la moda, también

nos ofrece muestras de la métrica italiana (1).

La transacción. -Puede representarse por el mismo Gregorio

Silvestre, y en especial por el insigne Don Diego

Hurtado de Mendoza, que vivió de 1505 a1575. Con

ser muy grande, no es tan conocido como debiera este

egregio discípulo de la escuela italiana. Nació en Granada

y murió en Madrid. Siguió los ejércitos de Carlos V,

después de estudiar en Salamanca, siendo embajador de

este Monarca en el Concilio de Trento y cerca del Papa

Julio 111. Hurtado de Mendoza es una de las figuras más

salientes de la literatura nacional: Sus composiciones, ligeras

redondillas al antiguo modo castellano, hacían las

delicias de Lope, y con razón, pues hoy aún aplaudimos

su castizo donaire; sus sonetos son obras estimables.

Como prosista goza justo renombre por su Historia de

la guerra contra los moriscos de Granada, si es que ésta

le pertenece (2).

Los garciiasistas.—Entre los que con entusiasmo aceptaron

la innovación italiana fueron Francisco Saa de Miranda

(1485-1558), de cuyas obras portuguesas no hemos

de ocuparnos aquí, así como tampoco de discutir si este

poeta se italianizó o no por el ejemplo de Garcilaso; lo

que sí está bien patente es que fué desde luego fervoroso

admirador del poeta castellano, cuya muerte lamenta en

una égloga titulada Nemoroso, dando a entender con este

nombre que el famoso personaje de la égloga de Garcilaso,

que todos creían haber sido Boscán, es el propio Garcilaso,

quedando aclaradas con esto muchas dudas y obsll)

«Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXII y «Colección de

libros raros», tomo XI.

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XXXII y XXXV.

164 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

curidades de la famosa égloga primera. Cuatro canciones

más, en castellano, son debidas a Saa de Miranda, compuestas

al nuevo estilo.

Otro de los continuadores es Hernando de Acuña, poeta

contemporáneo de Carlos I, cuya confianza mereció.

Tradujo en verso El caballero determinado, de Oliverio

de la Marche, y lo hizo Acuña en la tradicional metrificación

castellana, aunque, viviendo en los días de Garcilaso,

no pudo sustraerse a la influencia itálica. Poca fortuna

logró en ensayos épicos, como la Contienda de Ayax-

Telamón y Ulises, y en la traducción fragmentaria del

Orlando, de Boiardo (1).

Las obras que pueden llamar más la atención son los

sonetos y églogas, donde generalmente hay metrificación

correcta y fácil. Alma inspirada en los ideales de aquel

tiempo de imperialismo, que todo buen castellano llevaba

en su pecho, imaginaba días de esplendor en esa unidad

española que no alcanzaba ya únicamente al solar patrio,

sino allí donde el esfuerzo español había impuesto su imperio

en unidad política y religiosa.

Gutierre de Cetina (1520-1560?) fué también de los primeros

que adoptaron la metrificación italiana, según el

ejemplo de Garcilaso. Es conocidísimo por el madrigal

A unos ojos; este poemita hubiese salvado el nombre de

Cetina; mas merecen todas sus obras ser más conocidas

de lo que hasta ahora lo son, toda vez que, acaso por haber

residido el poeta en Italia, es uno de los más hábiles

entre los españoles en el empleo del endecasílabo. Especialmente

sus sonetos han sido muy elogiados; Herrera

los celebra, y en singular aquel que dedicó Cetina Al monte

donde fué Cartago (2).

(1) Véase Varías poesías de H. de Acuña, Madrid, 1894.

(2) Obras, edic. de I. Hazañas, Sevilla 1895 y en la «Biblioteca de

Autores Españoles», tomo XXXII.

ÉPOCA clásica: CARLOS V 165

III

La literatura didáctica. -En la primera mitad del siglo xvi

el desarrollo didáctico español es exuberante, no habiendo

materia, por ajena que parezca a la forma literaria, que no

tenga ilustres representantes: Gabriel Alonso de Herrera

publicó en 1513 su Obra de Agricultura, bellísima exposición

de agronomía, en amplio, castizo y elegante lenguaje.

Uno de los prosistas españoles de mayores méritos es

Juan López de Vivero Palacios Rubios (1450-1525), quien

en su Tratado del esfuerzo bélico lieroico, nos deja una

intensa obra para educación de la voluntad, y ella salva

su fama como escritor, pues otros trabajos suyos, como

de erudito, los había compuesto en latín.

No puede olvidarse al ilustre médico del emperador,

Francisco López de Villalobos, muerto en 1549. Asoció

la poesía a la ciencia en su Sumario de Medicina, tradujo

el Anfitrión, de Plauto, luchando por implantar en España

la comedia clásica, y por fin escribió un libro, al

cual debe su fama. Tratado de ¡as tres Grandes, que son

la gran parlería, la gran porfía y la gran risa. Obra es

esta donde la más fina sátira, la intención más mordaz, el

ingenio más chispeante corren parejas con un estilo afectadamente

serio y didáctico, como si el autor tomara por

cosas fundamentales las que expone. Quizá por su lenguaje

no es todavía propiamente un clásico; pero por lo que

constituye a un escritor, por las facultades naturales, ciertamente

Villalobos es admirable en el Tratado que citamos,

así como en el libro de Los problemas, semifilosófico,

semihumorístico también. Se trata de uno de nuestros más

166 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

simpáticos vulgarizadorcs de la ciencia del siglo xvi (1).

Fernán Pérez de Oliva, de los más ilustres maestros

de Salamanca, publicó su Diálogo de la dignidad del

hombre, donde se mostró de los más correctos escritores

de su tiempo (1494-1553) y defendió la tesis de que el lenguaje

castellano era ya apto, tanto como el latín, para la

expresión filosófica, científica y literaria (2). Es la misma

posición que la de Simón Abril.

Más fama que la que hoy le corresponde alcanzó en sus

días Fr. Antonio de Guevara, muerto en 1545. Fué predicador

y cronista de Carlos V, y éste le promovió a obispo

de Guadix y Mondoñedo. La influencia de Guevara fué

notable; grandes y cortesanos procuraban su amistad

(aunque no faltó en la corte quien se burlara de su palabrería)

y aun hoy sus Cartas a estos personajes forman

en puesto de honor en la epistolografía española, aunque

pecan un tanto por su estilo afectado. Suyos son Reloj de

príncipes o vida de Marco Aurelio (1529), habiéndose reimpreso

varias veces y traducido en latín, francés e italiano;

El menosprecio de la corte y alabanza de la aldea,

que se imprimió por primera vez en Alcalá de Henares en

1592, y Las epístolas familiares. Tiene otras obras históricas

y teológicas (3).

Competidor denodado fué el bachiller Pedro de Rhúa,

profesor de Humanidades en Soria por los años de 1545.

Escribió al célebre obispo de Mondoñedo tres Cartas censorias,

en las que le reprende sus yerros históricos. Estas

cartas lucen bastante elegancia y corrección, que peca de

excesiva; se puede considerar como la composición más

(1) cBiblioteca de Autores Españoles», tomo XXXVI y «Sociedad de

Bibliófilos Españolea», tomo XXIV.

(2) Continuó esa obra y la publicó en 1546 Francisco Cervantes de

Salazar y no desmerece el continuador al lado del predecesor.

(3) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXV. «Clásicos Castellanos

», vol. 29.

ÉPOCA clásica: CARLOS V 167

verdaderamente retórica que nos ha quedado de aquel

tiempo, siendo la única obra suya que conocemos (1).

La Historia.—Aunque más importante es Pedro Mexía

(1 4997-1552) por sus libros Diálogos muy eruditos y <5/7-

va de varia lección, suele ser más conocido por su Historia

imperial y cesárea, serie de biografías de los emperadores,

desde César hasta Maximiliano, pues al emperador

Carlos V, su señor, le dedicaba una historia especial que

no pudo terminar (2).

Florián de Ocampo (1499 a1555) es historiador de mejores

intentos que resultados; así en su no acabada Crónica

general de España, da cabida en una prosa muy indigesta

a multitud de fábulas e invenciones.

Más sincero y noble escritor es D. Luis de Avila y ZúÑiGA,

que redactó los Comentarios de la guerra de Alemania

(1548), en los cuales se hace una constante apología

de las campanas de Carlos V.

Historiadores de Indias.—Aparte de las cartas de Cristóbal

Colón, que ya hemos citado, no pueden anotarse los historiadores

de Indias sin empezar por Hernán Cortés (1485

a 1547), el conquistador de Méjico, que si dio pruebas de

capitán esforzado, también las dejó como severo e imparcial

cronista de sus hazañas.

De los que más pueden ilustrar repecto a la conquista

de América es Gonzalo Hernández o Fernández de Oviedo

(1478-1557). Fué educado en el palacio de los Reyes

Católicos. A las órdenes de Gonzalo de Córdoba combatió

en Italia; pasó en 1514 aAmérica, donde se le confirieron

cargos de importancia, y regresó a la península, falleciendo

en Valladolid.

(1) «Biblioteca de Autores Españoles>, tomo XIII.

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXI.

168 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Además de varias obras literarias, entre las cuales figura

una colección de diálogos anecdóticos y biográficos,

Batallas y Quinquagenas (1), publicó su Historia general

y natural de las Indias (1552), en la que dio a conocer, no

sólo los hechos prodigiosos de los españoles en aquellas

comarcas, sino también las condiciones del suelo en las

mismas; su clima, árboles y plantas. La obra de Oviedo,

si peca de monótona y pesada, a causa de la magnitud del

acontecimiento que historiaba y de la gran suma de datos

y documentos que transcribe, no carece de mérito literario,

y desde luego lo tiene muy grande en el terreno científico,

por la indudable autenticidad de sus aseveraciones, no

tanto por lo que se refiere a que las cosas sean como el

las cuenta, sino por revelarnos las tradiciones, maravillas

y fábulas, en las cuales creían los americanos, y él sabe

muy de cierto, puesto que, según el mismo autor dice, poseyó

una autorización especial del Emperador para que los

gobernadores del Nuevo Continente le suministrasen todos

los elementos que le hicieran faíta para documentar

su historia. El Sumario de la natural y general historia

es libro también interesante (2).

Más famoso ha sido Fray Bartolomé de las Casas, notable

apóstol español, que representa la más elocuente defensa

de los indios, hecha aun a cosía de exageraciones

alga declamatorias, anuladas por oíros historiadores más

sensatos. En aquel tono está escriía su Brevísima relación

de la destrucción de las Indias (1551).

(1) Rindió tributo a la moda caballeresca con su novela Don Claríbalte

y a la tendencia mística con sus Reglas de la vida espiritual… y

a la genealogía con Las Quinquagenas de la nobleza de España…

(2) Historia general y natural. . edic. de la Academia de la Historia,

por D. José Amador de los Ríos (1851 a53) 4 tomos.

Sumario de la natural historia «Biblioteca de AA. EE.», tomo XXII.

Las Quinquagenas de la nobleza…, edic. de la Academia de la Historia.

ÉPOCA clásica: CARLOS V 169

Respecto a la parcialidad de este autor, baste decir que

de la injusticia con que se nos ha juzgado por los extranjeros

es él no poco culpable. En su odio a España, aquéllos

han abultado las afirmaciones del padre Las Casas y

han pasado por alto las sesudas historias de Fernández

Oviedo, Díaz del Castillo, etc. (1).

De Bernal Díaz del Castillo es la Historia verdadera

de la conquista de la Nueva España. Es el prototipo del

honrado y veraz narrador de los sucesos que consigna en

su libro, y en la colección, nunca bastante ponderada, de

nuestros historiadores de Indias merece preeminente lugar

el viejo soldado, que narra con la sencillez de quien no da

más valor a los sucesos que el que verdaderamente tienen,

sin fanfarronerías ni adornos retóricos (2). Francisco López

DE Gomara, en 1555, dio a luz una Historia general de

las Indias y la Conquista de Méjico. Esta obra es un verdadero

modelo de buen decir, incomparable con la de Díaz

del Castillo; pero, en cambio, más que verdadera historia,

es un desmesurado elogio de Hernán Cortés, del cual fué

capellán Gomara. Para poner las cosas en su justo medio,

escribió Díaz, quedando muy inferior en el estilo y lenguaje,

pero muy por encima en sinceridad. Hay entre ellos la

diferencia que debía haber entre un clérigo erudito y un

soldado (5). Como cronista tiene Gomara los anales del

Emperador Carlos V, ensayo de historia contemporánea.

(1) historia apologética sumaria de las Indias en «Nueva Biblioteca

de AA. EE.» tomo XIII.—Vida y escritos de Fr…, por D. A María

Fabie, 2 tomos, 1879.

(2) «Biblioteca de AA. EE >, tomo XXVI.— Se terminó el libro en

1580 y fué publicado por primera vez en 1632.

(3) «Biblioteca de AA. EE.^, tomo XXII.

170 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

IV

La novela caballeresca. —Ya dejamos indicado que El Amadís

produjo una gran serie de libros de caballerías, lo cual

está demostrado con la adición que el mismo Montalvo

hizo publicando Las Sergas de ÉspJandián. Páez de Ribera

compuso el Florisando (1510) continuación de Amadís;

Feliciano de Silva, en 1514, publicó Lisuarte de Grecia,

hijo de Esplandián (1), y el Amadfs de Grecia, hijo

de Lisuarte (1550?), y otros, ya citados, como Florisel de

Niquea, (1536 a51); el último Amadís titulado D. Si/ves de

la Selva es debido a Pedro Lujan (1546). También hemos

hablado de la boga que lograron los Palmerines, desde

el Palmerín de Oliva (151 1) hasta el Palmerfn de Inglaterra

(2), en su edición castellana (1560?) y a éstos hay que

añadir otras mil publicaciones de este género, como Don

Belianfs de Grecia, de Jerónimo Fernández (1547) (5), llegando,

por último, a los libros de caballerías semirreligiosos,

y muchas veces sacrilegos, de los cuales pueden

ser ejemplar el Libro de caballería celestial de la Rosa

Fragante, de Jerónimo Sempere (1554), donde a los doce

apóstoles se le presenta como los caballeros de la Tabla

(IJ Ésta acaso no pertenece a Silva, sino a Juan Díaz.

(2) Libro elogiado por Cervantes como único entre los de su clase,

(3) Es inútil en un resumen como es nuestro libro citar textos caballerescos,

todos ellos de escaso valor y de profusión tan enorme que la

lista serfa pesada. Recuérdese Caballero de la Cruz, atribuido a Alfonso

de Salazar; Don Cirongilio de Francia, debido a Bernardo de

Vargas; Belianis de Grecia, cuyo autor es Toribio Fernández; Félixmarte

de Hircania, de Melchor Ortega; Don Clarisel de las FloreSy

de Jerónimo de Urrea, etc , etc.

ÉPOCA clásica: CARLOS V 171

redonda y desde luego al Redentor como extraordinario

paladín (Caballero del León) sin que falte al mismo demonio

su personificación en el Caballero de la Serpiente, y a

San Juan Bautista la de Caballero del Desierto. Fernández,

de Villaumbral«s compuso en 1552 BI Caballero del Sol y

por furtuna el género desaparece con Policisne de Beocia

al comenzar el siglo xvii.

La novela picaresca.—Por estos días aparece en España

una manifestación literaria que había de alcanzar gran

gloria: la novela picaresca. Durante mucho tiempo, se ha

venido atribuyendo la más notable de ellas, titulada El lazarillo

de Tormes, a D. Diego Hurtado de Mendoza.

El lazarillo de Tormes, publicado en 1555, es el tipo

perfecto de la novela picaresca. Su protagonista, Lázaro,

hijo de un molinero y una moza del partido, cuenta las pe

ripéelas de la vida que llevó con sus caricaturescos amos

y las trazas de que se valía para robarles algo conque

mantenerse. El ciego ladino primero, el clérigo miserable

después y el vanidoso cuanto hambriento hidalgo, son

modelos admirables de personajes tomados del natural,

así como el fraile de la Merced, el bulero, el capellán y el

alguacil, a quienes sucesivamente sirve, terminando la novela

con el casamiento del pobre lazarillo y su colocación

en un oficio real, pregonero de Toledo. Nada hay más

perfecto en cuanto al lenguaje y en cuanto a la observación,

feliz en rasgos salientes y sobria en detalles. Ninguna

novela picaresca logrará superar ni igualar siquiera el

donaire, la gracia y picardía truhanesca de Lázaro (1).

Muchas imitaciones tuvo El lazarillo, unas direcíamcn-

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo III. «Clásicos castellanos

»: edición de Cejador con introducción y notas, 1914, Madrid, o la

muy primorosa hecha en «Clásicos de la Literatura Española», por don

Adolfo Bonilla San Martín, 1915.

172 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

íe derivadas de esta obra; y otras más bien como secuela

de La Celestina; v. gr.: La lozana andaluza (1528), de

Francisco Delicado, y la Historia de Jos amores de Clareo

y Florisela, que en la mitad del siglo xvi publicó

Alonso Núñez de Reinoso, sin contar otras obras menos

La novela picaresca genuinamente española que tan característica

se presenta con Lazarillo alcanza poco más

adelante su esplendor con Alemán, Espinel, Quevedo y

Ve’lez de Guevara.

La Reforma.—Empeñada la lucha entre ortodoxos (católicos)

y reformados, vienen las disputas sobre el dogma y

la disciplina, y con igual ardor se acude por ambos bandos

al arsenal de las lenguas sabias—griego y latín—y al hebreo,

para poder interpretar con toda felicidad, o arreglar

cada cual a su gusto, los textos de la Biblia. Así los estudios

filológicos y gramaticales adquieren extraordinario

Uno de los más grandes humanistas españoles Juan de

Valdés (murió en 1541), amigo de Erasmo, figura entre

los escritores afectos a la reforma. Parece ser que fué natural

de Cuenca y hermano de Alfonso de Valdés, con

quien colaboró en el diálogo de Mercurio y Carón (1528).

En este Diálogo hay ya indicios de protestantismo, cosa

que no es de extrañar en Valdés, dada la amistad que tuvo

con Erasmo y su gusto por la crítica religiosa. Juzgando

los méritos de esta obra, diremos que es el Diálogo monumento

clarísimo del habla castellana. El ingenio, la gracia

y la amenidad rebosan en él, y puede afirmarse que nada

mejor se ha escrito en castellano durante el reinado de

Carlos V. También, aunque hoy se le discute, parece que

es suyo el Diálogo de la lengua, en el cual son interlocutores

dos italianos y dos españoles; gran parte de estos

diálogos fueron conversaciones habidas entre Valdés y

ÉPOCA clásica: CARLOS V 175

sus amigos en Italia «sobre puníicos y primorcios de lengua

vulgar» y despue’s publicadas por él mismo.

Esta obra será siempre orgullo de la literatura patria;

varias ediciones se han hecho de ella, y todas 5on pocas,

y acaso sólo una correcta.

Mucha mayor propaganda merece el que, en la forma,

no tienen por qué postergarse al divino Platón.

La contrarreforma: Los místicos.—Podemos aplicar aquel

nombre a toda la cultura filosófica y mística del esple’ndido

movimiento literio católico español, que pocos días adelante

va a tener exuberante floración.

Merece el primer lugar en el orden cronológico el beato

Juan de Avila (1500 a 1569), insigne misionero del siglo xvi;

siguió la carrera eclesiástica, y no queriendo admitir ningún

cargo, se dedicó a la predicación en Andalucía, cuya

región, testigo de sus virtudes, le apellidó su apóstol. En

sus discursos procuró siempre el provecho de sus oyentes

y no su gloria, por lo que pecan de descuidados, teniendo,

en cambio, todo el fuego de la verdadera unción evangélica

y la energía que se descubre en lo poquísimo que nos

queda de tan docto varón. Sus obras Del conocimiento de

símismo, Del Santísimo Sacramento, etc., demasiado didácticas

para literarias, prueban cuanto dejamos dicho. En

sus cartas, admirables por la valentía, elegancia, naturalidad

y robustez de estilo, exhorta continuprneníe a la confianza

en Dios con tanta fuerza de razones, con tal espíritu

práctico, que arrebata y convence; ningún autor sabe como

él cautivar el corazón de sus lectores. A él se debe en gran

parte la riqueza del lenguaje místico castellano; pero no

del lenguaje pomposo y culto de un Guevara o de León,

ni aun del ciceroniano Granada, sino de una forma popular,

llana y familiar, a la cual supo acomodar los más elevados

asuntos. (1).

‘\) Véase «Obras del Beato Juan de Avila», edición de J. Fernández

Montaña, 4 tomos, Madrid 1901.

 

Diñs D£ FéLipe II V Felipe iii

El teatro en esta época.—El teatro, que abandonando su

traza popular, se acoge al calor de la imitación clásica,

trata de olvidar por esta época la inspiración de los poetas

españoles, que pugnaba por crear un teatro nacional susceptible

de ser gustado por el pueblo, el cual no se interesaba

por las frías producciones o traducciones de los eruditos.

De los primeros nombres conocidos entre los cultivadores

del teatro, después de Encina y Lucas Fernández,

es el de Francisco de las Natas, por su Comedia llamada

Tidea, y merecen recordarse también a otros, como Jaime

de Güete (Comedia Tesorina y Comedia Vidriaría) y

Díaz Tanco de Fregenal, cuyas obras empiezan a llamar

la atención de los eruditos.

Hernán López de Yanguas, con su Farsa sacramenta/,

abre la era de los autos gloriosos de Calderón; Francisco

de Avendaño se anticipa con su Comedia F/orisea (1551),

a Virués y a Cervantes en el honor que éstos mismos se

atribuyen de haber reducido a tres jornadas las cinco clásicas

del precepto horaciano. La influencia del teatro de

Gil Vicente se destaca en la Recopilación en metro y en

la Recopilación de Farsas, colección de alegorías y far176

LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

sas morales de Diego Sánchez de Badajoz (1), y en la

Comedia Radiana de Agustín Oríiz viéndose también en

ésta recuerdos de Torres Naharro. La Tragedia Josefina,

en forma dialogada, por Miguel de Carvajal, y El auto

de las Cortes de la Muerte, terminada, con la Comedia

Tibalda, por Luis Hurtado; Juan de París, con su Farsa, y

Juan de Pedraza, con la Farsa llamada Danza de la

Muerte, forman, unidas a la Farsas Salmantinas, Custodia

del hombre y la Victoria de Cristo, de Bartolomé Paláu,

representada aún en el siglo xviii, la legión, sucintamente

expuesta de autores donde está la semilla germinadora

de los abundantes y gloriosos retoños del teatro.

Pero el verdadero padre del teatro nacional en España

es Lope de Rueda (1510-1565), sevillano, de cuya vida se

tienen pocas noticias. Actor, o más bien empresario y

autor de comedias, es él quien, con espíritu más nacional

que el de todos sus contemporáneos se separa de los imitadores,

y, más feliz que Gil Vicente y Torres Naharro, logra

crear una obra amoldada al pueblo, y que éste había

de saborear con gusto, pues allí se veía retratado, quizá

en caricatura, pero en ella encontraba rasgos que distinguía

como suyos.

Fué, con grande instinto artístico, uno de los primeros

imitadores de La Celestina, y el que, en unión de Timoneda

y otros, nacionalizó la comedia italiana. Hábil imitador

de los italianos, a quienes saqueó sin escrúpulo para los

argumentos y trazas de sus comedias y coloquios, fué

maestro de la lengua y del diálogo común, no por ruda

espontaneidad, sino por arte refinado. Si no fué original,

fué, en cambio, diestro en pintar costumbres populares y

mover los personajes de sus obras. Añádase a esa pericia

(1) Véase «Dicg-o Sánchez de Badajoz» por D. j. López Prudencio,

Madrid 1915 -La Recopilación se publicó en Madrid 1882 al 86 en 2 tomos

de la colección «Libros de Antano>, volúmenes XI y XII.

ÉPOCA clásica: FELIPE II

^ 177

escénica aquella su prosa castiza y lozana que aprendió en

la Tragicomedia e hizo más popular, cual convenía a su

sentido realista del teatro.

Las obras dramáticas de Lope se dividen en tres grandes

grupos: el primero comprende las comedias, el segundo

\os pasos y el tercero los coloquios. Todas estas obras

se hallan escritas en prosa, exceptuando únicamente a dos

de las comprendidas en el último grupo. Las comedias son

cuatro, que se titulan: Eufemia, Armelina, Los Engañados

y Medora, la primera es la de más mérito de todas,

por lo interesante de su acción, la brillante expresión de

los sentimientos y la descripción de ios caracteres; sigúele

luego en importancia la tercera, que nos ofrece un argumento

interesante y en extremo animado; y son, por último,

las otras dos las de menor valer de todas ellas. Los

pasos son la parte mejor de las composiciones de Rueda,

por la naturalidad de que se hallan dotados y el estudio

profundo que en los mismos se hace de los caracteres y

costumbres de las clases populares. Su número es el de

diez. No tan sólo resaltan en los pasos las cualidades que

acabamos de mencionar, sino igualmente la gracia nativa

de Lope de Rueda que se derrama en estas producciones

de manera abundante y fecunda, y la perfección del estilo

y lenguaje que a tanta altura brillan en los mismos. Entre

los pasos sobresalen, por su mérito, los de La Carátula,

Cornudo y contento, El de Jauja, Las aceitunas. Pagar y

no pagar y El Rufián cobarde.

El tercer grupo lo forman los llamados coloquios, que

son en número de cuatro, dos en prosa y dos en verso; en

los primeros resalta una acción pastoril semejante a la que

aparece en las églogas de Encina, y su mérito es sumamente

escdso, a causa de lo absurdo e insoportable de sus

argumentos, brillando tan sólo por las excelentes condiciones

de su lenguaje; los dos restantes nos muestran el

verdadero talento poético de Lope de Rueda, descollando

12

178 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

el Diálogo de las calzas, por lo bien que en él se retraían

las costumbres, y las Prendas de amor, por ofrecernos

su autor en el mismo una bella muestra poética del género

pastoril. Ambos diálogos se hallan escritos en quintillas,

y en esto mismo se ve demostrado que corresponde a Lope

el título de eminente poeta, sobresaliendo en el verso tanto

como cuando cultiva la prosa (1).

Muchos son los autores dramáticos de esta época, pero

sólo merecen ser citados Sebastián Horozco, insigne poeta

en su Cancionero (2) al estilo tradicional, y autor de

entremeses y representaciones (5), Andrés de Prado, por

la Farsa Cornelia; Alonso de la Vega, imitador en su 7olomea,

de Rueda, y autor de la Comedia de la Duquesa

de la Rosa, y un Pedro Navarro, elogiado por Cervantes.

Más fama alcanzó Juan de Timoneda, muerto hacia 1585.

Su vida fué consagrada por completo a la literatura, en la

cual, sin embargo, ha dejado muy poco original. Fué refundidor

de Plauto en la Comedia de engaños, que es Los

meneemos del latino; refundió a Ariosto en la Cornelia,

que es el Nigromante italiano; refundió moralidades del

antiguo teatro (La oveja perdida); imitó a Torres Naharro,

y saqueó a Lope de Rueda en \o3 pasos o entremeses,

y, por fin, aprovechó de todos en el Sobremesa y alivio

de caminantes, colección de cuentos brevísimos, tomados

de aquí y de allá sin escrúpulo alguno.

Razón que disculpa todo esto es que Timoneda no se

afanó por ser autor, aunque alguna vez intentara parecerlo,

sobre todo en el Patrañuelo, colección (la primera en

España) de novelas al modo italiano, mejor dicho, nove-

(1) «Biblioteca selecta de clásicos españoles» Obras de Lope de

Rueda, 2 tomos, Madrid 1908—«Colección de libros raros o curiosos»,

tomos XIII y XIV.

(2) Colección de «Bibliófilos andaluces >, tomo VI.

(3) ídem. Obras dramáticas inéditas.

ÉPOCA clasica: FELIPE II 179

las italianas que Timoneda contó a su modo, en lengua

castellana. Hay que reputar a Timoneda como un verdadero

popularizador, y hasta puede ser considerado como

el patriarca de los editores españoles (1).

Juan de Mal Lara (1527 a71), poeta dramático de la tendencia

clásica, cuyas obras teatrales se han perdido, gozó

de gran autoridad como maestro de poetas. Tiene un libro

interesantísimo, Filosofía vulgar, que es escogida muestra

de la sabiduría popular, condensada en refranes formados

por el vulgo. Por este tiempo se despierta la afición

de los refraneros, que por varios autores y con diversos

títulos, se publican, pudiendo servir de ejemplo los de Horozco.

Refranes glosados en verso y Recopilación de

adagios en prosa, y los de Hernán Núñez de Toledo y

Blasco de Garay.

Estamos próximos a los días del engrandecimiento español,

cuando los autores van a tener el acierto de poner

su vista en la tradición nacional. De entre éstos es el primero

Juan de la Cueva, sevillano, que vivió de 1550 a

1609. Es muy conocido por ser el autor de El Infamador,

generalizando la leyenda de D. Juan, y haber compuesto

un Ejemplar poético, no falto de intere’s por los datos que

suministra sobre nuestro antiguo drama. Dicho arfe poético

fué considerado como defensa de la que él llama libertad

desusada; a saber: la falta de unidades de lugar y

tiempo y la acción complicada.

También quiso Cueva, después de haberse dado a conocer

en el drama, probar fortuna en la epopeya; pero su

enfática Bélica conquistada tiene defectos bastantes para

hacerle desmerecer en tan elevado asunto, que es la conquista

de Sevilla por Fernando III el Santo.

(1) Obras completas por Mcnéndez y Pelayo. Valencia 1911 se publicó

un solo volumen. «Biblioteca de Autores Españoles», tomos II, X,

XV, XXXVvXLI.

180 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Las principales comedias de Juan de la Cueva son las

que llevan los títulos siguientes: La muerte del Rey Don

Sancho, El Saco de Roma, Los siete Infantes de Lara,

La libertad de España, El Degollado, El Tutor, El Príncipe

tirano (primera y segunda parte), El viejo enamorado,

El Infamador. Téngase en cuenta que estos asuntos,

en su mayor parte, le presentan como precursor del teatro

nacional español por la razón de que Cuev^ vuelve a nuestro

fecundo romancero, siempre manantial feríilizador de

nuestro gran teatro del siglo xvii. Y ya en ese seguro camino,

aunque con vacilaciones, su bien templado espíritu artístico

acierta a gustar de la belleza de las leyendas romancescas

del Convidado de piedra, del Rey don Sancho y

de los Infantes de Lara. Por esta felicísima tendencia, ya

que no por otro mérito, debe ser reconocida la importancia

de Juan de la Cueva (1).

» Jerónimo Bermúdez (1530-1589) intentó implantar la comedia

clásica en España, pero con desconocimiento absoluto

del teatro; aprovechó la Inés de Castro, del portugués

Ferreiro, para sus Nises, la lastimosa y la laureada. Discípulo

de Juan de la Cueva fué Andrés Rey de Artieda

(1549-1615), uno de los primeros innovadores en nuestro

teatro, al que llevó asuntos nacionales, como Los amantes,

primera aparición en escena de Los amantes de Teruel,

y única obra dramática suya que nos queda de las

varias que se le atribuyen. También compuso Discursos,

Epístolas y Epigramas (2).

Cristóbal de Virués (1550 a1610) escribió cinco tragedias

bastantes desdichadas: cítanse La gran Semíramis,

La cruel Casandra y La infelice Marcela. Pero su gloria

está’ asegurada por haber versificado una leyenda de la

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos X, XVI y XLII.

(2) Estas poesías en «Biblioteca de Autores Españoles», tomos

XXXV y XLII.

ÉPOCA clásica: FELIPE II 181

Iglesia española del siglo ix, cuyo asunto es el pecado y

penitencia de Juan Guarín, que deshonra y mata luego a la

hija del Conde de Barcelona. Arrepentido de su obra, tal

es su remordimiento, que logra de la Divinidad sea su víctima

vuelta a la vida; y apareciéndose la Virgen, funda cl

penitente, para memoria de tan extraordinarios hechos, el

famoso santuario de Monserrate, cuyo nombre toma el

poema. Consta de 20 cantos y fué publicada en 1588. Puede

considerarse esta obra como una hermosa leyenda entre

las mejores de su género; el tema no puede ser más poético,

y Virués no desperdicia la ocasión, sacando todo el

partido que le permitía su musa bastante retórica. A Virués

no se puede pedir verdadero sentimiento; le sofoca a menudo

su erudición y el afán de seguir los modelos clásicos

(1).

Es curiosa La comedia salvaje (1582), del poeta tradicional

Joaquín Romero de Cepeda, por ser una imitación

teatral de La Celestina.

El título de divino mereció para sus contemporáneos el

poeta dramático Miguel Sánchez, que, si fué excelente lírico,

autor afortunadísimo de Oid, señor don Gayferos,

no parece merecer mucho aplauso por sus comedias, de

las cuales la mejor es La guarda cuidadosa (2). Fueron

también aplaudidas unas tragedias de Lupercio Leonardo

DE Argensola, del cual hablaremos más adelante, pues su

gloria como poeta dramático no puede ser más escasa. La

Alejandra y la Isabela son equivocaciones lamentables y

acusan una total ignorancia de lo que era el nuevo teatro.

(1) Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVII.

i2i «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLIII la comedia, y

las poesías en los tomos X, XXV y XLII.

La «Sociedad de Bibliófilos españoles» ha comenzado a publicar las

obras de Juan de la Cueva. El tomo II de ellas contiene Comedias y

Tragedias .—1917.

182 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

La poesía festiva.— En esta época representada por el gran

poeta Baltasar de Alcázar (1550-1606). El ilustre crítico

Rodríguez Marín ha publicado, años hace, completa biografía,

en lo posible, de este autor, bastante desconocido,

y la colección de poesías selectas, que clasifica en amatorías,

festivas, religiosas y varías. En todas las composiciones

alienta la alegre y maliciosa musa inspiradora de

sus frecuentes rasgos satíricos, tan afines a los de Marcial.

A los setenta y seis años murió, y de entonces acá no

hay español medianamente ilustrado que no conozca alguna

de sus populares obras, v. gr.. Cena jocosa, o aquella

de su Modo de vivir en ¡a vejez. Alcázar es un verdadero

poeta, artista de vigoroso colorido, capaz de presentarnos

en pintura maestra las más graciosas escenas;

el locuaz narrador de cuentos comenzados y jamás concluidos,

el cantor de las excelencias de la taberna, de la

dulce vida en la vejez, del gracioso caso de Chacón. Es el

epigramático de más donaire que ha habido en nuestra literatura,

y al cual hora es ya de que los críticos den el lugar

que como poeta de primer orden le pertenece (1).

Apogeo de la lírica castellana.- La reforma feliz que Garcilaso

decidió en la poesía castellana no hubiera logrado naturalizarse

por completo sin el genio del poeta andaluz

Fernando de Herrera (1554 a 1597). Antes de ser eclesiás-

(1) Poesías de Baltasar de Alcázar. cBibliotcca Selecta de Clásicos

españoles», edic. de Rodríguez Marín, Madrid 1910. cBibliotcca de

Autores Españoles», tomos XXI, XXXII y XXXV.

ÉPOCA clásica: FELIPE II 185

tico celebró en sus versos, de corte petrarquista, a una

Laura, Doña Leonor de Milá, o la Condesa de Gelves,

Eliodora. Y parece probable que esta buena dama significaría

más que el emblema de la belleza, propio de iodo

poeta de aquella época, hasta el caso de que bien pudiera

ofenderse su marido, D. Alvaro Colón de Portugal (1).

En esos sentidos versos es donde está aquella divina

poesía que conservará como astro de primera magnitud a

nuestro poeta. Sin embargo, han sido más celebradas sus

odas elegiacas y heroicas. Hermosa es aquella composición

A la muerte del Rey Don Sebastián, tierna y sentida

queja que le arranca la rota del ejército portugués en Marruecos.

En ésta, como en todas las poesías de Herrera,

se nota la grandiosa inspiración bíblica y se revela la profunda

cullura clásica del autor. Lástima es que en algunos

casos el poeta se deje arrastrar por un afán de pompa que

vicia sus obras; por ejemplo, su oda A Don Juan de Austria.

Acaso no estaba el mal en él;^ra cosa del tiempo; era

atmósfera que se respiraba ya, y los artistas no pueden

sustraerse a ella, pues que en una sociedad viven y de sus

modas yde sus gustos participan. Parece mentira que hombre

tan modesto, cual nos le pinta la Historia, fuera a veces

tan hinchado en la poesía. A él, que tan buen tino tuvo

para comentar a Garcilaso, se le fué la mano en cuanto

afán de aristocracia poética le tentó. Claro es que junto a

estos errores que, después de todo, no siempre les profesó—

La victoria de Lepanto, Pérdida del Qey Don Sebastián,

muchas elegías, buen número de sonetos son prueba

de sus aciertos absolutos—, hay en sus obras bellezas que

hacen de Herrera el más grande lírico español en el siglo

XVI y acaso hasta el xix. Ya en su tiempo obtuvo los más

fervorosos aplausos, no sólo de Pacheco, pródigo para

(1) Rodríguez Marín, El Divino Herrera y ¡a Condesa de Gelves,

Madrid, 1911.

184 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

iodos SUS paisanos, sino también, y muy efusivos, de

Lope; fué admirado por Cervantes, y aun se dice que Tasso

celebraba la galanura de los versos herrerianos (1).

La poesía clásica.—Fray Luis Ponce de León —1528 a

1591—, nacido en Belmoníe (Cuenca), es literato en toda

la más alta significación de la palabra. A los diecisiete

años entró en la Orden de San Agustín, llegando pronto

a profesor de Teología en Salamanca. A causa de una controversia

teológico-filosófica, algunos rivales propagaron

la especie de que era descendiente de judíos y de que conspiraba

con los profesores Cantalapiedra y Grajal, para interpretar

la Escritura según las tradiciones rabinas. Su

principal contrario fué León Castro, que ocupaba la cátedra

de griego. La discusión llegó a ser acalorada. En cierta

ocasión el maestro León amenazó a Castro con quemar

públicamente el tratado sobre Isaías, escrito por el segundo.

Castro, hombre audaz, se anticipó a su adversario,

denunciándole a la Inquisición.

Luis de León fué encarcelado, permaneciendo así cuatro

años y medio, en los cuales hubo de ser muy hábil para

que preguntas y oíros medios astutamente encaminados a

convencerle de herejía y envolver asimismo al gran Arias

Montano, no diesen efecto. A pesar de los manejos de Bartolomé

de Medina y sus hermanos los dominicos, Fray

Luis fué puesto en libertad en 7 de Diciembre de 1576.

Lo mismo que Cervantes, Fray Luis halló en su prisión

alientos para una gran obra, tan grande que le pone en

primera línea entre los escritores místicos españoles; nos

referimos a Los Nombres de Cristo, sublime comentario

de los títulos que los Santos Padres y místicos habían

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXII y «Soc. de Bibliófilos

andaluces».

ÉPOCA clásica: FELIPE II 185

atribuido a Nuestro Señor Jesucristo. «El diálogo, recuerda

los de Platón, pero no directamente, sino un Platón alejandrino;

en cambio su prosa es tan original y de tan singular

entroncamiento clásico, que le da fisonomía propia.»

Estas cualidades vuelven a aparecer en la Exposición del

libro de Job, en la versión del Cantar de los Cantares y

en La Perfecta Casada, obra esta última muy apreciada en

España, donde, aún hoy, pocas son las mujeres cristianas

que no conocen este prudentísimo código de los deberes

de una madre (1).

Sin embargo de estos méritos, nada sería la gloria del

maestro León si le faltase el laurel que añaden a su corona

sus trabajos poe’ticos. En ellos aparece Horacio, no traducido,

sino en algunos casos remozado: La profecía del

Tajo y La vida del campo, cuyas admirables estrofas encierran

un tesoro de belleza. Sus poesías originales le ponen

a la altura de los primeros líricos españoles, y en su

género no le alcanza nadie, ni Herrera, dicho sea concediendo

a éste bastante más facilidad en la métrica. Noclie

serena, es dulce y majestuosa meditación con rasgos de

vehementísimos anhelos por otra vida que el alma pura del

poeta vislumbra. La oda A Salinas, es de imponderable belleza.

La expresión más alta de la estética platónica, dice

Menéndez y Pelayo, «debe buscarse en aquella incomparable

oda de Fray Luis de León a la música del ciego Salinas,

donde con frases de insuperable serenidad y belleza

está expresado el poder aquietador y purificador del arte; la

escala que forman las criaturas para que se levante el entendimiento

desde la contemplación de las bellezas naturales

y artísticas hasta la contemplación de la suma increada

hermosura; la armonía viviente que el Universo rige, armonía

de números concordes que los pitagóricos oían con

(1) La Perfecta Casat/a.- Comentario por José Rogerio Sánchez.

Madrid, 1911.

186 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

los ojos del alma; música celeste, a la cual responde débil

y flacamente la música humana.»

La muy conocida oda En la Ascensión, es de mérito extraordinario

y de otras, como la dedicada A Felipe Ruiz,

y la oda A Santiago, no podemos decir nada por no extendernos,

recomendando la constante lectura del gran

poeta (1).

Francisco de la Torre (1554-94). -Damos por bien sabido

que la personalidad de este autor en la literatura castellana

está ya definida. No es. como algunos han supuesto,

el La Torre, autor de la Visión deleitable, de quien ya

nos hemos ocupado, ni tampoco el Francisco La Torre a

quien alude Boscán en la Octava rima.

Sus composiciones merecen a La Torre ser considerado

como un poeta a quien adornan la naturalidad, sentimiento,

elegancia y ternura. Hubo veces en que siguió de cerca

modelos italianos; mas así y todo, fué gran poeta (2).

Francisco de Figueroa (1556 a 1617), poeta castellano

muy estimable, pero no divino, como le llamaban sus

contemporáneos. La égloga Tirsi se cita como modelo de

belleza poética y de dominio del verso libre (5).

La poesía épica.—La literatura castellana, que en sus comienzos

tuvo una tan espléndida floración épica, no logra

en estos días de su perfección literaria darnos una muestra

que pueda compararse con las grandes producciones

de otras literaturas. Quizá la única gran obra épica de este

período es la debida a Alonso de Ercilla y Zúñiga.

(1555-1594). Este poeta hizo en Chile la campaña contra

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XXXV, LUÍ, LXI y

LXII. -¿os Nombres de Cristo, «Clásicos Castellanos»; La Perfecta

Casada, «Clásicos de la Literatura Española».

(2) Véase nuestra «Antología de textos castellanos», Madrid, 1918.

(3) ídem id id.

ÉPOCA clásica: FELIPE II 187

los habitantes del valle de Arauco. Las heroicas escenas

que presenció le dieron asunto para su poema La Araucana,

uno de los mejores que en el ge’nero e’pico poseemos

en nuestra patria.

Quintana le ha estudiado con acierto, haciendo resaltar

los méritos principales de la obra, que son lo inspirado de

las descripciones, los caracteres, algunos bien delineados,

y la energía de la expresión, a menudo gráfica y valiente,

no pocas veces declamatoria y fría. Está escrita La Araucana

en octavas reales, distribuidas en 57 cantos, viniendo

a ser una crónica de aquella lucha. Adolece de monotonía,

y su asunto se reduce a narrar la expedición de los españoles

a las órdenes de D. García Hurtado de Mendoza

contra los araucanos. No obstante en cuanto a este libro,

debe consignarse que La Araucana fué la primera obra

poética de mérito escrita en América, con la particularidad

de que tiene todo el valor de unas memorias, pues entre

combate y expedición está escrita, muchas veces en pedazos

de cuero por falta de papel, o en pedazos de cartas,

tan pequeños, que fué difícil reunirlos.

La Araucana, en lo que se refiere a la guerra del Arauco,

está incompleta, habiendo una continuación de un poeta

detestable, Diego de Santisteban y Osorio, que se publicó

en 1755. En sus días La Araucana fué recibida

con tal aplauso que por su imitación se engendran un

sinnúmero de poemas heroicos de asunto americano,

como el citado de Santisteban, el Arauco domado, las

Guerras de Chile, etc., etc. Quintana, Martínez de la

Rosa y Bello han hecho crítica definitiva sobre La Araucana,

y nosotros hemos de añadir que si no es el mejor

poema épico de nuestra literatura desde el siglo xvi, es el

mejor de los históricos. No todo en él es por igual digno

de ponderación; si los elogios son justísimos cuando se

trata de Ercilla como creador de caracteres entre los héroes

indios, si son merecidos ante aquellas homéricas des188

LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

cripciones de batallas y luchas personales, no deben prodigarse

hasta el punto de no parar mientes en que muchas

veces el poeta abandona su»papel de sincero artista de la

historia misma para convertirse en declamador, v. gr., el

tan elogiado razonamiento de Colocólo; y se pueden hallar

otra porción de arengas retóricas, probablemente derivadas

de los recuerdos de la cultura de Alonso de Ercilla

(1).

Continuador de Ercilla es el poeta chileno Pedro de

Oña, el cual en 1596 publicó su Arauco domado, primera

parte: nunca llegó a imprimir la segunda. Se dice asimismo

que Oña publicó un rarísimo canto e’pico titulado El

temblor de Lima, que no hemos llegado a conocer. Respecto

al Arauco domado, es una adulación continua y fastidiosa

al marqués de Cañete, y fué, según parece, trabajo

compuesto de encargo, a toda prisa, con apremio y tarea

de veinte octavas al día.

El Arauco es, pues, una improvisación; el autor se dolía

de que en el hermoso poema de Ercilla, faltasen las

proezas de D. García Hurtado de Mendoza, cuarto marqués

de Cañete, y para salvar este defecto, y animado sin

duda por quien había de ser protagonisía, compuso su

obra, quedando casi siempre a gran distancia de su modelo,

no contribuyendo poco a este escaso valer su prosaísmo

en las narraciones, la mezcla de la mitología latina con

las costumbres chilenas, y la falta de color local. Este último

defecto llega a límites absurdos, hasta el punto de

que la naturaleza que nos pinta el poeta, en vez de ser americana,

pues en Chile se desarrolla el argumento del poema,

es completamente europea en su fauna y en su flora.

En todo lo dem.ás es un poema que imita servilmente a Er-

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVII. Biblioteca selecta

de Clásicos españoles, tomos I y II.— Edición de A. M. Huntington,

New-York, 1902. La de D. José Toribio Medina, Santiago de Chile, 1913.

ÉPOCA clásica: FELIPE II 189

cilla, mas no sin que a veces no tenga Oña verdaderos

destellos de poeta.

Compuso íambie’n éste el Ignacio de Cantabria, poema

en 12 cantos de ningún valor, a pesar de que Lope de Wzga

le llamó «armónico y suave» y de que lo aprobó Calderón.

Otro poeta que versifica asuntos americanos es Juan de

Castellanos (1623-1606). Nacido en España, pasó en

edad juvenil a Ame’rica; fué soldado y acabó en la ciudad

de Tunja siendo sacerdote. Su obra más importante es

Elegías de varones ilustres de Indias, de la cual imprimió

la primera parte. La obra es de dificilísima lectura, porque

aquellos sus 100.000 versos, en números redondos, no\

hay quien tenga tiempo para leerlos. Sin embargo, D. Juan

Valera dice: «No se crea que la lectura de las obras de Juan

de Castellanos sea fatigosa e inútil. Contienen las obras

un precioso tesoro de noticias, y no rara vez caen muy en

gracia la inocente malicia, el desenfado y soltura con que

se refieren algunas cosas cómicas, o les pone comentarios.

» No obstante lo dicho por el Sr. Valera, que es una

verdad en lo que se refiere a algunos fragmentos, el poema

es monótono y fastidioso por demás; pero, como crónica

de Indias, su valor es inestimable, siendo de lamentar que,

en vez de ese montón de octavas, no se decidiese Juan de

Castellanos por la prosa, que seguramente le hubiera acreditado

más (1).

Otros poetas épicos de esta época son: Luis Barahona

DE Soto (1548-1595), autor del poema Las lágrimas de

Angélica, tan elogiado por Cervantes, y de los Diálogos

de montería; Luis Zapata (1532-1599), autor de detestables

poemas y de una amenísima y bien escrita Miscelánea,

donde se cuentan sucedidos muy curiosos. Su Carlos fa-

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo V y «Colección de escritores

castellanos», tomos XLIV y XLIX.

190 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

moso es una de las más lamentables equivocaciones de

que pueda hallarse ejemplo (1).

A Juan Rufo Gutiérrez se debe un poema que en 1583

apareció con el título de La Austriada, cuyo protagonista

es el primer D. Juan de Austria. Entre los 24 cantos del poema

hay algunas estrofas muy estimables, acertando con

el tono que requería el asunto, el cual se desenvuelve, por

lo general, como una crónica fastidiosísima (2).

(1) Véase acerca de Barahona el notable estudio de Rodríguez Marín.

Madrid, 1903, y en Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXV

y XLU, algunas poesías

(2) ídem id. id., tomo XXIX.

ÉPOCA clásica: FELIPE II 191

III

Época brillante de la mística.— Santa Teresa de Jesús, nacida

en Avila en 1515; sintiendo vocación a la vida monástica,

ingresó en las Carmelitas, cuya Orden, andando el

tiempo, había de reformar con tanta gloria. Calumniada,

perseguida, encarcelada, siempre reveló heroica paciencia,

en la cual la sostenía el fuego del amor divino que alentaba

en su pecho y que tan de manifiesto dejó en sus obras.

Con justicia se la ha reputado como la mujer más ilustre

de cuantas han escrito.

El fondo de sus obras consiste en llorar con los que lloran,

sufrir con los que sufren y orar por todos y con todos.

Su corazón apasionado, su brillante fantasía, su alma

pura y el místico sentimentalismo, que inspiraba los actos

de su existencia gloriosa, muéstranse en todas y cada una

de sus producciones, en las que fué reflejando los éxtasis

y arrobamientos misteriosos, en que su ser poníase en íntimo

contacto con la Divinidad.

El estilo de las obras místicas de la Santa Doctora es

natural y sencillo, castizo y propio. Ferviente y apasionada,

suele ofrecer ciertas deficiencias, no muy frecuentes, en

el lenguaje; pero este mismo desaliño queda crecidamente

compensado por la gran elocuencia que encierran aquellas

mismas cláusulas algo defectuosas^ en tanto que, cuando

su ánimo se mostraba reposado y tranquilo, la dicción es

fácil, el lenguaje sencillo, las frases elegantes.

Las principales obras místicas que escribió Teresa de

Cepeda son: El libro de su vida, El de las Constituciones

192 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

primitivas, El de las exclamaciones del alma a su Dios,

El de las fundaciones y el Modo de visitar los conventos;

pero mayor mérito que las precedentes producciones encierran

las que se titulan Camino de perfección. Conceptos

del amor de Dios y las Moradas o Castillo interior. El

^Libro de su vida es de lo más encantador que puede hallarse

en nuestra literatura; de lo más ingenioso, de lo más

interesante, de lo más atrayehíe para quien algo entienda

de delicadezas del espíritu. El Castillo interior. Conceptos

del amor de Dios, y éste de la Vida de la Santa Madre

Teresa de Jesús, merecieron al insigne Fray Luis de

León los más singulares elogios, aun en el orden literario.

Fortuna de los escritos de la Santa fué el caer en manos

de tan gran censor, el cual, no sólo vio los libros por

mandato del Consejo Real, «sino que también los cotejó

con los originales mismos, que estuvieron (dice) en mi poder

muchos días», pudiendo así reducir aquéllos a su propia

pureza en la misma manera que los dejó escritos de su

mano la Santa Madre, sin mudarlos ni en palabras ni en

cosas de que se habían apartado mucho los traslados que

andaban, o por descuido de los escribientes o por atrevimiento

y error. «Que hacer mudanza en las cosas que escribió

un pecho en quien Dios vivía, y que se presume le

movía a escribirlas, fué atrevimiento grandísimo, y error

muy feo querer enmendar las palabras; porque si entendieran

bien castellano, vieran que el de la Santa Madre es la

misma elegancia.

*

Soneto anónimo.—A la misma autora se le ha atribuido

el famosísimo soneto No me mueve, mi Dios, para quererte,

y, en efecto, es digno de ella; sin embargo, no parece

justificada la atribución, y es lo más probable que el tal

soneto sea de origen italiano, acaso un íema de los franciscanos,

que adquiere forma española en algún místico,

que pudo ser San Francisco Javier, Lope de ^<¿.<g^, Fr. Miguel

de Guevara, Pedro de los Reyes o la misma Sania.

ÉPOCA clásica: FELIPE II 195

En la epistolografia caslellana nada hay comparable a

las carias de Santa Teresa (1).

Compañero y discípulo de ésta fué San Juan de la Cruz.

1542-1591.

El fondo de sus obras lo constituye el desprecio del

mundo y de sus grandezas y la posesión de Dios, mediante

el amor. Viene a ser, por su alma ardiente e inteligencia

elevada, el más atrevido de nuestros místicos y el más

subjetivo de nuestros poetas. Juzgarle literariamente, es

casi imposible: «No parece de este mundo, ni es posible

medirle con criterios literarios; y eso que es más ardiente

de pasión que ninguno de los poetas profanos, y su poesía

es tan elegante y exquisita en la forma y tan plástica y figurativa

como los más sabrosos frutos del Renacimiento».

Sin embargo, diremos que este autor altera el lenguaje

común, pues en e’l, las voces y frases más vulgares no expresan

lo que materialmente significan, sino un sentido enteramente

místico en armonía con el estado de ánimo y la

intención; es más desaliñado, acaso, en el verso que en la

prosa, sin que estos lunares quiten dulzura a la expresión.

Entre sus composiciones, la imitación del Cantar de Jos

cantares, titulada Diálogo entre el alma y Cristo, su esposo,

es acaso la más tierna aspiración mística en lengua

castellana. En cuanto a su prosa, bien nos prueba en ella

la propiedad con que se le llamó el extático, porque escribe

como si estuviese embargado en deliquio constante. En la

Llama de amor viva da un sentimiento místico a sus locuciones,

difícil de entender si no se penetra por completo

en la intención del autor; pero aparte de esto, que puede

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos Lili y LV.—Edic. de

D. V. de la Fuente. Madrid, 18S1 6 tomos.—Las Moradas, edic. de «Clásicos

castellanos».

Véase sobre este mismo punto mi libro Antología de textos castellanos

(Siglos xiii al XX’, 2.a edic. Madrid, 1920,

15

194 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS

parecer incorrección gramatical, abunda en elevación de

ideas y hermosas galas imaginativas.

Subida del Monte Carmelo es una glosa de la canción

citada y el Cántico espiritual entre el alma y Cristo, su

esposo, es glosa de las tituladas Canciones entre el alma

y el esposo, las cuales empiezan: ¿Adonde te escondiste…?

El libro Llama de amor viva, comenta la canción que

comienza con esas palabras; siendo recomendable la lectura

de diversas poesías devotas a diferentes asuntos,

entre las cueles son notables aquella poesía pastoril a lo

divino, o, mejor, divjna a lo pastoril, que empieza: Un pastorcico

sólo está penando… y los romances, y singularmente

el romance 10.° sobre el salmo Super flumina Babylonis,

que si no resiste la comparación, desde el punto

de vista técnico, con la perfeclísima obra de jáuregui, tiene

infinitamente más poesía y ternura elegiaca, más espontánea

que en aquellos dejos declam.atorios y eruditos del

poeta sevillano. Sus XVII Cartas espirituales, impresas

también en la colección de sus obras, son un verdadero

tratado de la perfección religiosa, expuesto sin plan convenido,

como epístolas dirigidas a diversas personas (1).

Fr. Pedro Padilla, religioso carmelita, muerto en 1595,

escribió con dominio de metro y rima gran número de

poesías místicas, en que canta sus desengaños en la vida

del mundo donde había hecho brillante papel.

Fray Luis (Sarria) de Granada, llamado así por su nacimiento

(1504-96), recibió las primeras nociones bajo la

protección del Conde de Tendilla, ingresando a los veintiún

años en la Orden dominicana, y desempeñando en ella

el cargo de provincial en Portugal. Sus primeras obras

fueron una versión de la Imitación de Cristo y el Libro de

la oración y meditación, que fué llevado al índice. En tem-

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XXVII y XXXV, y la

edición de Fr. Gerardo de San Juan, Toledo, 1915.

ÉPOCA clásica: FELIPE II 195

prana edad llegó a ser el gran orador sagrado del siglo xvi

en España y uno de los prosistas a quienes debe más la

lengua castellana. El y Santa Teresa son, a nuestro entender,

los dos más grandes hablistas, verdaderos archivos

vivientes de la lengua popular, aunque con diferencias que

los distinguen en absoluto. Granada es el erudito que

aprovecha muy oportunamente su vasta cultura, y Santa

Teresa es la mujer española ingenua, nada erudita, que

habla de arrobamientos místicos y deliquios del divino

amor, que Fray Luis, más didáctico que místico, no nos

presenta. Se propone Granada en sus cartas, sermones,

etcétera, y, sobre todo, en su incomparable Guía de pecadores,

la edificación de sus oyentes, no la delectación de

su alma, saboreando los anhelos de goces suprasensibles.

Fray Luis es el apóstol dedicado al confesonario y al pulpito.

Gracias a él y al beato Avila, la oratoria sagrada española

tiene dos nombres ilustres completamente opuestos,

pero los dos admirables. El segundo hubiera podido

ser, de exigirlo las circunstancias, un Pedro el Ermitaño,

capaz de arrastrar pueblos; Granada tiene más semejanza

con el Doctor Melifluo, San Bernardo; sus sermones son

magníficos, como la Corte y los príncipes a quienes había

de dirigirlos. No nos quedan más que algunos, y si no nos

equivocamos, los creemos más bien verdaderos esquemas

que en el pulpito se encargaba de desarrollar, que no obras

acabadas. Como filósofo cristiano nos dejó una obra portentosa.

El símbolo de la fe, y como humanista La Qethorica

Eclesiástica, en latín, obra muy apreciable en su tiempo

y traducida después al castellano.

En todas ellas es un ciceroniano, un estilista, un erudito

artista, en todo lo noble de esas palabras. Sus escritos son

el más acabado modelo para el literato; encierran un vocabulario

copiosísimo y admirable por la bella expresión

ideológica. Como ciceroniano se le ha censurado el abuso

de figuras patéticas, repeticiones y antitesis. En su Intro196

LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS

dücción al símbolo de la fe demuesíra, aunque con las

observaciones indicadas, la belleza de lenguaje, la agudeza

de ingenio y un corazón encendido en el amor divino y en

el amor a la Naturaleza, la cual le suministra un material

inagotable de argumentos para probar la existencia y la

omnipotencia de Dios (1).

Agustino, como Fray Luis de León, fué Fray Pedro

Malón de Chaide — 1550 a90—, eruditísimo y partidario

decidido de los idiomas y composiciones clásicas. En La

conversión de la Magdalena, no obstante, imita a los garcilasistas

y a las novelas caballerescas, que tan acremente

censuraba en sus trabajos eruditos. Por lo demás, quiso

que sus vastos conocimientos clásicos y bíblicos le sirvieran

para perfeccionar y pulir el habla castellana; así

sus pensamientos ascéticos, inspiración e ingenio están

expuestos en estilo fácil y fluido, de galana elocución

poética y, aunque no del todo exenta de defectos, abundante

en aquella gracia y sencillez inimitables que tanto nos

conmueven y encantan en los poemas de San Juan de la

Cruz y de Fray Luis de León.

Su prosa es también poética, cadenciosa y tan llena de

ritmo y armonía, que casi sin percibirlo pasa de ella a la

más fácil y graciosa poesía.

Las principales composiciones poéticas del Padre Malón

consisten en imitaciones o paráfrasis de los salmos de

David, adelantándole pocos cuando se deja llevar por los

arrebatados vuelos del Rey Profeta. No obstante, su poesía

es de mejor ley, y tiene más nervio y expresión cuando

campea libremente, y sin sujetarse a la traducción o paráfrasis

de un salmo, que cuando sigue paso a paso los giros

y pensamientos del salmista (2).

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos VI, VIII y XI, Obras

del P. Granada, edic. del P. Cuervo, empezada en 1906—14 tomos.

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVII.

ÉPOCA clásica: FELIPE I! 197

Fray juan de los Angeles vivía en 1590, fecha en que

€Síe ilustre franciscano publicó su preciada obra Triunfos

del amor de Dios, donde, siguiendo la tradición de la Orden

Franciscana, profesa la filosofía del amor divino en

tan dulce y deleitoso lenguaje, que se ha dicho de su palabra

«que es río de leche y miel». No llega a la maravillosa

perfección de Fray Luis de León en los Nombres de

Cristo, mas es el inmediato sucesor de este maestro insuperable.

Corren parejas con los Triunfos los Diálogos de

la conquista espiritual y secreto reino de Dios; ambos

son libros deleitables para el filósofo y el artista, pues hay

en sus obras una lucidez y claridad que en ciertos puntos

es para un español el mejor expositor de la esencia de la

filosofía platónica, tan metida en el alma de nuestros místicos

y poetas (1).

Otro de los más notables ascéticos españoles es Fray

Diego de Estella (1524-78). Son sus obras celebradas el

Tratado de las cien meditaciones del amor de Dios, De

la vanidad del mundo, Vida y excelencias de San Juan

Evangelista. El libro más conocido de Estella es el citado

en segundo lugar—Déla vanidad del mundo— , obra que,

sin embargo, encontramos árida y no falta de lugares comunes

y textos a veces importunos. En cambio, las Cien

meditaciones del amor de Dios nos revelan todos los

amorosos afectos de nuestros grandes místicos, y el elogio

m.ayor que de ella puede hacerse es que el obispo de

Ginebra, el gran San Francisco de Sales, la alabó siempre

y la imitó. No tiene la elocuencia de Granada, ni los

fervores de San Juan de la Cruz; pero literariamente, como

hablista, supera a éste y está cerca de aquél (2).

El polígrafo español Benito de Arias Montano, nació

(1) «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo XX .

(2) Véase la de Biblioteca «Gil Blas», Madrid, 1920: Meditaciones

devotísimas del amor de Dios.

198 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

en Fregenal de la Sierra el año 1527. Laureado con grande

pompa como poeta en la ciudad de Alcalá de Henares, en

cuya Universidad estudiaba, pronto sus prodigiosos adelantos

en los estudios lingüísticos le dieron renombre universal.

Conoció a fondo las lenguas griega, siriaca, caldea,

arábiga, hebrea, latina, italiana y francesa, y su prudencia

y virtud le hicieron notorio al Rey Felipe II, quien

le envió a Inglaterra y Flandes. De aquí pasó al Concilio

deTrento en 1562, haciéndose allí notable por su erudición

maravillosa. Principalmente sus discursos sobre La Sagrada

Eucaristía y El divorcio y sus efectos, le dieron

voto especialísimo en aquella Asamblea. Vuelto a su patria,

empezó en el retiro de Peña de Aracena la interpretación

de las Sagradas Escrituras, escribiendo allí algunas

grandes obras teológicas. Elevado a altos puestos, continuó

dedicado a sus profundos estudios, especialmente

cuando se le encomendó el trabajo de la Biblia poliglota.

No es de este lugar el estudio de sus obras científicas, y

sófo de las literarias daremos breve noticia. Siendo muy

joven, escribió un tratado de Retórica en excelentes exámetros

latinos. Otra obra latina de Montano es la titulada

Monumenta húmame Salutis. En latín tradujo los salmos

de David, y en octava rima vertió gran parte de su obra

al castellano. No serían de primer orden en la literatura

patria los merecimientos de Arias Montano, sin su paráfrasis

en verso castellano del Cantar de los Cantares (1).

(1) El Cantar zn Floresta de rimas antiguas castei/anas. —tiim

burgo, en el tomo III.

ÉPOCA clásica: FELIPE II 199

IV

La novela pastoril.—Por este tiempo adquiere gran boga

en la lírica y en la novela—y también en el romancero—el

género pastoril. ^

He aquí cómo Menéndez y Pelayo explica esta tendencia

bucólica: «A la falsa idealización de la vida guerrera se

había contrapuesto otra no menos falsa de la vida de los

campos, y una y otra se repartieron los dominios de la

imaginación, especialmente de la novela, sin dejar por eso

de hacer continuas incursiones en la poesía épica y en el

teatro, y de modificar profundamente las formas de la poesía

lírica. Ninguna razón histórica justificaba la aparición

del género bucólico; pero no por esto dejó de producir

inmortales bellezas en Sannazaro, en Garcilaso, Spenser,

en el Tasso. Poco se adelanta con decir que es inverisímil

el paisaje, que son falsos los afectos atribuidos a la

gente rústica, y falsa de todo punto la pintura de sus costumbres:

que la extraña mezcla de mitología clásica y de

supersticiones modernas produce un efecto híbrido y discordante.

De todo se cuidaron estos poetas menos de la

fidelidad de la representación. El pellico del pastor fué

para ellos un disfraz, y lo que hay de vivo y eterno en

estas obras del Renacimiento es la gentil adaptación de la

forma anfigua a un modo de sentir juvenil y sincero, a una

pasión enteramente moderna, sean cuales fueren los velos

arcaicos con que se disfraza. La égloga y el idilio, el drama

pastoral a la manera del Aminta y del Pastor Fido, la

novela que tiene por teatro las selvas y bosques de Arcadia,

pueden empalagar a nuestro gusto desdeñoso y ávido

de realidad humana, aunque sea vulgar; pero es cierto que

200 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

embelesaron a generaciones cultísimas que sentían profundamente

el arte, y envolvieron los espíritus en una

atmósfera serena y luminosa, mientras el estrépito de las

armas resonaba por toda Europa. Los más grandes poetas,

Shakespeare, Milíon, Lope, Cervantes, pagaron tributo

a la pastoral en una forma o en otra.»

La manifestación española de este género, más autorizada,

la representa Jorge de Montemayor, muerto en 1561,

ya en los días de Felipe II. Fué portugués de nacimiento,

pero castellanizado hasta el punto de que su apellido usual,

Montemor, lo cambió en la forma española con que se le

conoce. Siguiendo la moda italiana, en el tipo de la Arcadia

deSannazaro, los poeíasy novelistas pastoriles transformaron

aquella realísima poesía pastoril del Arcipreste

de Hita y la más pulida de Santillana en otra cortesana,

erudita y fastidiosa. A este género pertenece la Diana,

(publicada acaso en 1559), novela que logró gran boga,

y que tuvo no pocos imitadores y continuadores desde el

desmañado Alonso Pérez hasta el gran Gil Polo.

Juzgando la Diana en su género y en su época, hay que

tener en cuenta que fué la primera novela pastoril española,

y llamará siempre nuestra atención el cambio de la

ruda manera de ser tratado el amor en los libros de caballerías

a este otro modo metafísico y sutil, al estilo de los

peírarquistas. Por otra parte, a despecho de la máscara

pastoril, que por lo ficticia llega a desaparecer algunas

veces, nos da Montemayor un cuadro muy completo de lo

que era la galantería en su época, inspirada quizá en la

cortesanía italiana. Montemayor intruduce buen número de

poesías en su novela, y bien merece ser conocido como

lírico, tanto en su Cancionero como en las incluidas en la

Diana, donde las hay bellísimas, en metros cortos, al estilo

de Castillejo y Silvestre, en los que fué más feliz que

imitando a Garcilaso. Por todas estas razone? no puede

ser tenida en poco aprecio obra tan estimable, donde haÉPOCA

clásica: FELIPE II 201

llamos una prosa feliz, expresiva y musical, siendo de

notar que uno de los que más castizamente hablaron el

castellano durante el siglo xvi fuera un portugués (1).

Gaspar Gil Polo, m. 1591, fué el continuador de Montemayor,

a quien Cervantes, en el famoso escrutinio, juzga

como excelente, llegando a decir lamentaría la pérdida de

la obra de nuestro autor como si fuera la del mismo

Apolo. Aparte del elogio, diremos que la novela continuada

por el poeta merece bien de la crítica, siempre que se

tenga en cuenta el gusto pastoril dominante en la época.

Otras muchas Dianas se escribieron, pero ninguna alcanza

el mérito de las dos citadas. La de Gil Polo tiene

primores sobrados para considerarla hoy como la más

digna de ser leída. Imitó a Garcilaso y quizá a Cetina , cuyo

famoso madrigal está diluido en la canción de Licio, que

^m\)\zza\ ¿De qué sirve, ojos serenos?… De las poesías

que incluye en su Diana es famosa la Canción de Nerea,

en quintillas.

Otra Diana (1627) es debida a Jerónimo Texeda, imitador

de Gil Polo. Sería imposible citar todas las narraciones

pastoriles de la época; baste recordar la de Antonio Lo

Frasso, natural de Cerdeña, que escribió una ridicula narración

titulada Diez libros de Fortuna y Amor, en verso,

y en el año 1575.

Luís Gálvez de Montalvo compone el Pastor de Fílida

(1582), degenerando en grandes extravagancias (2). También

suelen citarse otros autores, como Bernardo González

de Bobadilla, autor de Ninfas y Pastores del Henares,

y Bartolomé Ponce, quien llega a bautizar el género pas-

(1) «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo VII.

(2) Sin embargo, no se olvide que Gálvez de Montalvo es un gran

poeta. Versos suyos se hallan en el Pastor de Fílida, como la Canción

de Siralvo y Alfeo, que merecen puesto de honor en la poesía

bucólica española.

202 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

toril escribiendo novelas como la Clara Diana a lo

La moda pastoril fué plaga de casi tanta intensidad

como la de los libros de caballerías, hasta el punto de ser

muy difícil un catálogo de los libros compuestos sobre ese

tema. Bartolomé’ López Enciso publicó Desengaño de celos;

Bernardo de la Vega, El Pastor de Iberia, y ya pasado

el primer cuarto del siglo xvii todavía aparecen Los

Pastores del Betis, de Gonzalo Saavedra.

ÉPOCA clásica: FELIPE II 203

El género histórico.—La primera historia con sentido y con

criterio científico es la de Jerónimo de Zurita (1512-1580),

uno de nuestros primeros historiadores que supieron documentar;

no hay en sus Anales de Aragón bellezas literarias,

pero sí un verdadero instinto de investigador y crítico,

unido a un bien cimentado criterio filosófico.

Ambrosio de Morales (1515-1591) es continuador de la

Crónica general de España de Florián de Ocampo y digno

de mención por la severidad de su método histórico. Pero

la más grande figura de esta época es el ya tantas veces

citado D. Diego Hurtado de Mendoza, el cual, estando

desterrado en Granada, escribió, según parece, la historia

del levantamiento de los moriscos o Guerra de Granada,

donde se muestra, si es que fué autor de ese libro, como

el más grande cronista de su tiempo, perfectamente empapado

en la influencia clásica, especialmente en los historiadores

Salustio y Tácito (1).

La erudicién.—La erudición tiene un egregio representante

en el médico Andrés de Laguna (1499-1560), el cual tradujo

del griego y comentó, como consumado botánico,

algunos fragmentos de Dioscórides.

No deben olvidarse los nombres del matemático Juan

Pérez de Moya, autor de una Aritmética práctica y especulativa;

el del insigne humanista Pedro Simón Abril

(1550-1595?) eruditísimo en las lenguas sabias, pero para

nosotros más interesante porque compuso en castellano

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXI

204 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS

estos dos libros: Lógica y los Apuntamientos sobre la

manera de reformar los estudios. Esle es un libro capital

en la historia de la pedagogía española, y en él hay la manifestación,

cosa que tiene importancia en un erudito, de

que las ciencias se deben enseñar en la lengua propia huyendo

de la obscuridad. El maestro Alejo de Venegas, autor

en escogida prosa castellana de la Agonía, del tránsito

de la muerte y del muy notable estudio Primera parte de

las diferencias de libros que fiay en el universo.

Es precursor de la actual psicología fisiológica, Juan

HuARTE de San Juan (1530-1590?) quien en su libro Examen

de ingenios para las ciencias (1575), a vuelta de mil candideces

y prejuicios, tiene agudas observaciones que hacen

de este libro algo fundamental en la historia de la ciencia

(1). A una ilustre dama (1562-1622), Oliva Sabuco de

Nantes se ha atribuido el libro Nueva filosofía de ¡a naturaleza

del hombre, en la cual se observa un agudo espíritu

analítico (2). Otros muchos sabios produjo aquella

época, pero la mayor parte escribieron en latín. Citemos al

insigne filósofo Juan Luis Vives, el médico Gómez Pereira

y el preceptista Sebastián Fox Morcillo.

El más ilustre modelo de la prosa didáctica en este período

es el padre José de Agosta (1539-1600). Su biografía,

casi desconocida, ha sido aclarada por el trabajo del

ilustre Carracido. Vivió en América como misionero jesuíta

durante diez y siete años, y el que, hasta que se embarcó,

había sido gran maestro de la ciencia teológica desdoblasxx

actividad investigadora ante los nuevos espectáculos

de aquella tierra desconocida. En el Perú concibió Acosta

la idea de escribir su Historia natural y moral de Indias,

de lo mejor del siglo xvi y la que podía haber hecho, si la

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXV.

(.2) Obras de Doña Oliva Sabuco, Madrid, 1888, un tomo.

ÉPOCA clásica: FELIPE II 205

decadencia hispana no se hubiese iniciado tan pronío,

compleíameníe secundaria la labor crítica de Bacon y Descartes.

El e’xito del libro fué extraordinario: en Italia, Francia,

Inglaterra, Flandes y Alemania fué traducido en poco

espacio de tiempo.

206 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

VI

APOGEO DE LA LITERATURA ESPAÑOLA

Miguel de Cervantes Saavedra.—Con vivir en el siglo de

nuestra grandeza literaria, en los días de Lope de Vega, de

Calderón y de Quevedo, es Cervantes el más universal

de todos los poetas españoles. Nació este ingenio en la

ciudad de Alcalá de Henares, de pobres hidalgos, Rodrigo

de Cervantes y doña Leonor de Cortinas, y en el año 1547.

Cervantes estudió en Sevilla, según afirma el ilustre Rodríguez

Marín, y acaso en otros centros docentes de aquel

En Madrid acudió al que dirigía López de Hoyos en la

actual calle de la Villa, y comisionado por su maestro compuso

una elegía y oíros diferentes versos a la muerte de

Isabel de Valois (1568), más algunos otros ensayos.

Inmediatos a esta primera aparición suya en el mundo literario

fueron su salida de España y su viaje a Roma (1569),

como camarero de Monseñor Acquaviva, que por aquellos

días estuvo en España de delegado de la Santa Sede; mas

cansado de aquella condición, se alistó, si antes no era ya

soldado, en uno de los tercios españoles que militaban en

Italia. Preparábase entonces el armamento de la liga contra

Selim II, y el tercio en que servía Cervantes fué destinado

a la escuadra combinada; allí se embarcó, y logró así ocasión

de hallarse en la memorable batalla de Lepanío (1571).

ÉPOCA clásica: apogeo 207

Dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda

fueron testimonios perpetuos de su arrojo en tan alta ocasión,

y él se honró toda su vida con el más noble entusiasmo

‘de haberlos recibido. Siguió después tomando

parte en varias acciones de guerra, hasta que el deseo de

ver a su familia y pedir alguna recompensa por sus servicios

le hicieron embarcarse para España (1575), mas con

tan mala fortuna, que fué hecho cautivo por la escuadra

argelina y tratado en Argel con dureza inaudita. Después

de cinco años y medio de cautiverio penoso, obluvo su libertad,

gracias a los Padres de la Trinidad, que dieron por

su rescate 500 escudos de oro, contribuyendo también su

propia familia, año 1580.

Ya en su patria, volvió a alistarse en la expedición del

marqués de Santa Cruz (1581-1583), permaneciendo durante

este tiempo en Portugal.

Vuelto a España, dedicóse a escribir, y se casó con

doña Catalina Palacios de Salazar en 12 de Diciembre de

1584; no dándole resultado la literatura, pidió un destino,

y le hicieron comisario de provisiones de la Armada, lo

cual le proporcionó una censura eclesiástica y una prisión

en la cárcel de Sevilla. Después de esto y de haber solicitado

en vano otra colocación en España o América, pasó

a Valladolid, donde por causa de una pendencia, en que

no intervino, estuvo preso algunos días con su hija, hermana

y sobrina. En fin, viviendo en Madrid y llevando

una existencia algo trabajosa, murió en 25 de Abril de

1616, siete días después que Shakespeare, siendo enterrado

en el convento de Trinitarias Descalzas (1).

(1) Como libro de vulgarización léase Cervantes y su época «Biblioteca

Hispano Americana», un tomo por Joaquín López Barrera. Bello

libro será siempre el de Francisco Navarro y Ledesma: El Ingenioso

Hidalgo Miguel de Cervantes.—’í^laúv’xú, 1905.

Estudios biográficos: Miguel de Cervantes, por J Fizmaurice Kelly

1913-Oxford.

208 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Obras de Cervantes.—’Ho sería Cervantes personaje indiferente

en la historia de la literatura española, aunque

sólo conociésemos de él las composiciones líricas y dramáticas.

Pero si no hubiese escrito más que los entremeses,

estaría a la altura de Lope de Rueda. Si no hubiese

compuesto más que La Numancia y las comedias, su importancia

en los anales de nuestra escena no sería mayor

que la de Juan de la Cueva o Cristóbal de Virués. Los buenos

trozos del Viaje del Parnaso, la elegancia de algunas

canciones de La Galatea, la valiente y patriótica inspiración

de la Epístola a Mateo Vázquez, el primor incontestable

de algún soneto, no bastarían para que su nombre

sonase mucho más alto que el de Francisco de Figueroa,

Quirós, Padilla y otros poetas líricos, casi olvidados ya,

aunque en su tiempo tuviesen justa fama. En la historia

del teatro anterior a Lope de Vega nunca podrá omitirse su

nombre: es un precursor, y no de los vulgares.

7ea/ro.—Según el propio Cervantes nos dice, por los

años de 1584 se representaron en los teatros muy cerca de

treinta composiciones dramáticas de nuestro autor (1). De

ellas, la mayor parte se han perdido, no quedando sino los

títulos de algunas, como La gran turquesa. La confusa,

etcétera., y réstanos de esa serie y de sus posteriores trabajos

la tragedia La destrucción de Numancia, El trato

de Argel, Los baños de Argel, El rufián dichoso, La gran

sultana, Pedro de Urdemalas, etc,, y algunos entremeses,

como El rufián viudo, La elección de los alcaldes de Daganzo,

El retablo de las maravillas. Eljuez de los divorcios,

etc. La Numancia es una verdadera tragedia heroica,

en la cual, a pesar de todos sus defectos, hay sincera

emoción y grandeza para recordar el memorable fin de los

numaníinos; Los baños de Argel presentan una exposición

(1) Véase, páginas adelante, lo que eran las compañías de teatro según

Agustín de Rojas.

ÉPOCA clásica: apoge© 209

dramática de la vida del cautiverio; El trato de Argel vuelve

sobre el mismo tema de cautivos y piratas; El rufián

dichoso es una de tantas comedias de santos de la época;

por último, sus entremeses son los que verdaderamente

constituyen la gloria teatral de Cervantes, y si entre ellos

se hubiera de elegir escogeríamos El retablo de Jas maravillas.

De entre las comedias, es indudablemente la que

merece efusivo elogio Pedro de Urdemalas.

Novelas de Cervantes.—Como novelista, Cervantes es

y será universalmente aplaudido. Eran entonces del gusto

popular las novelas llamadas pastoriles, que Montemayor

y Gil Polo, siguiendo la corriente italiana, habían puesto

de moda. Cervantes, alentado por el éxito feliz de estos

autores, empezó a escribir, a su vuelta del cautiverio de

Argel, La Galatea, y la publicó en 1584, logrando fama en

el mundo literario. Es, en efecto, La Galatea uno. obra que

se distingue de sus semejantes por estar escrita con más

fuerza de imaginación y con un estilo más valiente y pintoresco.

Sin embargo, la complicación de episodios, la

metafísica sutil y amorosa de aquellos pastores pedantes e

ingeniosos, y hasta lo descuidado del lenguaje, explican la

justa severidad con que el autor la juzga en obra posterior.

Escribió después Cervantes las comedias y sus Novelas

ejemplares, publicadas en 1613, y cuyos títulos son: La

Gilanilla. La fuerza de la sangre, Rinconetey Cortadillo,

La Española inglesa. El amante liberal, El licenciado

Vidriera, El celoso extremeño. Las dos doncellas. La

ilustre fregona. La señora Cornelia, El casamiento engañoso

y El coloquio de los perros, sobresaliendo entre

todas La Gitanilla y Rinconete y Cortadillo, pues muestran

ser resultado de un profundo estudio y de una observación

perspicaz. El tipo de Preciosa (la gitanilla) es la

Tarsiana del Libro de Apollonio, tipo que toma carta de

naturaleza en España y llega a la literatura francesa en

14

210 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Víctor Hugo. Respecto a La tía fingida, se ha discutido

mucho la paternidad de Cervantes.

Algunos disparatadamente, han querido ver en varias de

estas novelas una imitación de las picarescas, de El lazarillo

principalmente. Nada más falso: Cervantes no intentó

jamás hacer novela picaresca; era un supremo artista,

un realista, y en la realidad encontró, aunque fuera ella

tan humilde como la que forma el argumento de Rinconete

y Cortadillo, el asunto estético, que afiligranó maravillosamente,

depurándolo con su arte exquisito, tan lejos

siempre de las sátiras de Quevedo o de las burlas amargas

y frías moralidades de Alemán. Con Rinconetz y Cortadillo,

El coloquio de los perros. La Gitanilla, El celoso

extremeño y alguna más, sin olvidar los apotegmas y moralidades

de El licenciado Vidriera, se integra la representación

de la vida española contenida en el Quijote. El

maestro de Cervantes en este género es el gran cuentista

La última novela de Cervantes, concluida el año mismo

en que publicó la segunda parte del Quijote, se titula Los

trabajos de Persiles y Sigismunda (1616). Parece ser que

Cervantes vino a tenerla en tal estima, que llegó a ponerla

por cima de todas las suyas. Cierto es que en la corrección

del lenguaje excede a todas; pero, en cambio, la falta

de unidad, lo intrincado de los episodios y la multitud de

éstos amenguan las bellezas que indudablemente abundan

en dicha obra, en la cual se ve una evidente imitación de

autores griegos, como Heliodoro y Aquiles Tacio, a quienes

conoció Cervantes por traducciones de Alonso Núñez

Reinoso y otros. Sin embargo, por fortuna, pronto abandona

tales modelos y toma el pincel maestro con que nos

había retratado al maldiciente Clodio y los cautivos fingidos

y la Sagra de Toledo y la vida andariega española.

Cervantes sacó todo el partido que podía sacarse de un

género muerto; estampó en su libro un sello de elevación

ÉPOCA clásica: apogeo 211

moral que le engrandece; puso algo de sobrenatural y misterioso

en el destino de los dos amantes, y al narrar sus

últimas peregrinaciones, escribió en parte las memorias de

su juventud, iluminadas por el melancólico reflejo de su

vejez honrada y serena. Puesta del sol es el Persiles (dice

Menéndez y Pelayo, pero todavía tiene resplandores de

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.—

Esta novela, eminentemente humorística, es el libro popular

de nuestra literatura y el que ha llevado el nombre de

España por todos los confines del globo.

La razón de su existencia parece ser la siguiente: Cundía

por el mundo entonces, como hemos visto, la lectura

de los libros de caballerías, que de honestos entretenimientos

habían pasado a ser medio a propósito para corromper

la moral y el buen gusto. Cervantes comprendió la

vergüenza de tal rebajamiento, y su portentosa imaginación

creó al Hidalgo de la Mancha, que había de obscurecer

a tantos y tantos paladines, para que, apoyado en

los principios del gusto y la verdad, pudiera suplir a la necia

iiíeratura que pretendía desterrarlos. Tal fué la intención

indudable de Cervantes, sin que pretendamos tomar

parte en las inútiles controversias suscitadas con el afán

de hallar el sentido oculto de la obra del soldado de Lepante,

y creemos estar en lo cierto, puesto que el mismo

Cervantes asilo afirma claramente, sin intenciones esotéritas.

La acción del Quijote consiste en el noble pero irrealizable

propósito de querer destruir las sinrazones e injusticias

de la vida por su único y personal esfuerzo; en la imposibilidad

de la empresa y en la desigual contienda que

el hidalgo acomete se encuentra todo el nudo de la transcendental

obra de Cervantes, en la que señaló el límite en

que debía moverse la sana razón, opuesta al infecundo

idealismo de Don Quijote, así como al positivismo egoís212

LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

ta de Sancho. Estos dos personajes son los dos más importantes

de la obra. El primero es un paladín generoso

que abomina de toda injusticia, que alaba la virtud y sueña

con hacerse el campeón del débil, el consuelo del afligido,

el espanto del malandrín y del perverso; por lo demás, en

lodo razona con sensatez y cordura admirable. En cuanto

a Sancho, es maligno, aunque naturalmente bondadoso;

es grosero, y también posee delicados sentimientos.

Representa el equilibrio en el cual se realiza la vida. Es

acaso la expresión más cabal de la vida misma, aun para

Cervantes, que tan de cerca experimentó la dura realidad

de ella.

Como Don Quijote es el más grande de los caballeros

andantes, es Sancho el más ilustre de los andantes escuderos;

figura de tan compleja fisonomía como su señor insigne,

disfrazada de aquella aparente rusticidad que le

hace tan sugestivo. Hasla en sus dos protagonistas es el

libro de Cervantes uno de caballerías, el más excelso de

todos, el último de aquella exuberante y fecunda fronda de

los Amadises, Esplandianes y Palmerines.

Si Cervantes (como ya se dejó comentado) no hubiese

compuesto el Quijote sería un grande autor, tan grande

como Boccaccio, por sus novelas ejemplares; tan ilustre

como Mateo Alemán y Quevedo, por El coloquio de los

perros y Rinconete y Cortadillo; no menos ilustre que

los Argensola, por algunas de sus poesías —epístolas y

sonetos.—y desde luego el más grande novelista bucólico,

con su Galatea, y el más grande narrador, con Los trabajos

de Persiles y Sigismunda. Compuesto El Ingenioso

Hidalgo, el cetro de la literatura española le corresponde

por derecho.

Para terminar, diremos que es una vulgaridad creer que

Cervantes fué un ingenio lego. Aunque estuvo lejos de ser

un erudito, sin embargo, todas sus obras prueban una cultura

muy sólida y un admirable buen sentido. Nadie menos

ÉPOCA clásica: apogeó 215

improvisador que él, excepto en su teatro. Sus producciones

son pocas, separadas entre sí por largos intervalos

de tiempo, escritas con mucho espacio y corregidas con

singular aliño. Nada menos que diez anos mediaron entre

una y otra parte del Quijote, y la segunda lleva huellas visibles

de la sabia lentitud con que fué escrita. La primera

se publicó en 1605, la segunda en 1615 (1).

La falsificación de la segunda parte del Quijote. —Alguien

quiso aprovechar el espacio que corrió entre la publicación

de la primera y segunda parte del Quijote, escritas

por el propio Miguel de Cervantes. Alonso Fernández de

Avellaneda fué el seudómino de que se encubrió el autor

de aquella Segunda parte de Don Quijote, con que se

quiso suplantar la auténtica. Se ha sospechado si ese Avellaneda

fué Fr. Luis de Aliaga, Bartolomé Argensola o el

aragonés Alfonso Lamberto, y por último, el Sr. Bonilla

Scin Martín cree que el poeta Pedro Liñán de Riaza podría

ser el falsificador. De todos modos, con los defectos anejos

a una superchería, el libro es interesantísimo, aunque

algo cínico (2).

(1) En un libro de popularización coiro éste es imposible citar las

ediciones de las obras de Cervantes, ni aun las más corrientes. Valga

Indicar éstas:

Obras co.np/eras ae Cervantes: «Biblioteca de Autores Españoles»,

tomo I (no están las teatrales) «Clásicos castellanos», edic. de Rodríguez

Marín, 8 tomos.—Otra edición monumental de Rodríguez Marín

con amplios comentarios y notas. — Entremeses «Nueva Biblioteca de

Autores Españoles», tomo XVU.—Obras completas de Cervantes, en

publicación, por Bonilla San Martín y Rodolfo Schevill. — A^OK^/as

ejemplares edic. de Rodríguez Marín en «Clásicos castellanos», etc.

(2) Véase la edición de Tarragona de 1905, prólogo y notas de Menéndez

y Pelayo, un tomo.

214 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

VII

El teatro en este tiempo.—Agustín de Rojas Villandrando,

jefe de una compañía de cómicos, publicó en 1604 el Viaje

entretenido, donde nos dá curiosas noticias acerca de

cómo se desenvolvían las representaciones teatrales por

aquella época (1). Los cómicos eran lo que ahora solemos

llamar cómicos de la legua, si se exceptúa alguna compañía

extranjera que a mediados del siglo xvi vino a España

y representó ya con algún lujo; por lo demás, aunque a

fines de este siglo se crearon los dos teatros de la Cruz y

del Príncipe, otras regiones de España no tenían más representaciones

teatrales que las que les proporcionaban

esas modestas compañías andariegas. Según Rojas, las

había de ocho categorías: con un solo individuo actor,

que va recorriendo a pie las poblaciones, y se le nombra

el bululú. Si son dos hombres los que representan entremeses,

forman un ñaque. La tercera categoría, denominada

gangarilla, la componen tres o cuatro individuos, que

llevan algún muchacho encargado de hacer papeles de

damas. En el cambaleo intervenía ya alguna cantante,

además de los cinco individuos que le integraban. Es de

advertir que si bien en 1534 se conocía ya la existencia de

comediantes, no puede fijarse su aparición profesional en

escena hasta 1587. La quinta categoría, llamada garnacha,

era de más pretensiones que las anteriores: componíanla

cinco o seis hombres y una mujer y un muchacho que representaba

papeles de dama; la bojiganga se diferenciaba

(1) Véase «Nueva Biblioteca de Autores Españoles» el tomo cuarto

de Orígenes de la novela.

ÉPOCA clásica: apogeo 215

del aníerior en llevar un hombre y un muchacho más y

hacer el recorrido de una población a otra en cuatro jumentos,

por lo general, alquilados. Superior a e’sía era la

farándula, y por último, en la octava categoría, compuesta

de diez y seis actores y catorce figurantes, que podían

representar hasta cincuenta comedias sin ensayos, estaba

la compañía.

Lope de Vega.— Quien, según frase del mismo Cervantes

en el prólogo a sus comedias, se levantó con el cetro

del teatro íen España fué el portentoso ingenio Frey Lope

FÉLIX DE Vega Carpió (1562-1655). Todo en el es maravilloso,

estupendo, gigantesco: su precocidad, su fecundidad,

su vida, la cual podría servir de asunto a una novela

psicológica y de aventuras amorosas, sin ejemplar ni en

las más intrincadas de cuantas hasta hoy se han escrito.

Lope es digno de que un artista haga de su vida esa interesantísima

biografía novelesca, donde el alma complejísima

de uno de los más grandes hombres apareciese con

todas sus deslumbrantes condiciones y todas sus tristes

miserias. Poco tendría que poner en ese libro el artificio;

sólo algún velo habría de cubrir a veces ciertos episodios,

de los cuales no fué acaso tan culpable el mismo Lope

como las circunstancias que le rodearon y la debilidad de

su corazón (1).

(1) Es imposible reducir a unas líneas la biografía de nuestro autor:

nació en Madrid; a los diez años ya tradujo en verso un poema de Claudiano

y a los doce compuso la comedia El verdadero amante, que fué

representada por el actor Ríos. Estuvo al servicio del obispo Manrique

de Lara. En Madrid trabó relaciones con Elena Osorio; fué expedicionario

a las Azores; fué desterrado a Valencia y de allí volvió a Madrid,

donde raptó a Isabel de Ampuero; embarcó en la escuadra Invencible

y a su vuelta traía compuesto casi todo el poema La hermosura de

Angélica. En Alba de Tormes sirvió al Duque de Alba, D. Antonio; allí

quedó viudo de Isabel, pero vuelto a la Corte entró en tratos con Antonia

Trillo y poco después con Camila Lucinda (Micaela de Lujan),

216 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Su importancia literaria es inmensa, si se tiene en cuenta

la no hiperbólica frase de que él es el creador de nuestro

teatro nacional, al modo que Shakespeare lo fué en

Inglaterra. Cierto que en España antes de nuestro Lope

existía el teatro; pero ¿cómo era éste? Por un lado, fragmentos

dramáticos, esbozos brillantes si se quiere, pero

bocetos al fin, de Lope de Rueda, Cueva y sus coetáneos

Fernández y Timoneda; por otro, poco disimulada imitación

clásica, mal entendida, de Naharro, Bermúdez y, en

fin, los autores de novelas dialogadas, cuyo glorioso precedente,

así como el del teatro, está en La Celestina.

En aquella época, momento histórico de verdadera crisis

en la vida dramática española, se necesitaba un genio prepotente,

un atleta que, rompiendo con doctrinas mal traducidas

y explotando la rica vena nacional, produjera

obra propia y connatural a la época y al pueblo en que había

de vivir. Esa labor la realizó Lope y, quizá sin darse

cuenta de ello, puede decirse que ha escrito en forma de

drama y en verso la historia de España, Por eso es nuestro

poeta, el poeta nacional.

Entrar a analizar el inmenso teatro, el conjunto de poesías

líricas y épicas, novelas, r.u., íK nuestro vate sería

tarea imposible para este lugar. Di^auios solamente algunas

palabras sobre sus comediría, cuya preceptiva desenvolvió

en su Arte nuevo de hüi:cr comedias en este

casando en 1598 con Juana Guardo. Su vida fué poco a poco tomando

rumbos piadosos: la muerte de su hijo Carlos Félix » !a dz su mujer le

inclinaron a renunciar a sus devaneos.

Y en 1614 se hace sacerdote; pero su constancia no fue !’: adecuada a

aquella resolución: María de Navares se cruzó en su camino y Lope volvió

a caer en las grandes miserias. Días de pasión eran sucedidos por

hondo y amargo arrepentimiento y así acabó la vida de este singular

poeta, no sin que la Jcl ^i ^cia r.ñigiese sus últimos instantes y se cobrase

de el ante la vc.gü,ii. -a qva le causó su hija muy amada Antonia Clara,

que se escapó de la casa paterna con un galán. Véase Vida de Lope

de Vega, por H. A. Rennert y A. Castro.—Madrid, 1919.

ÉPOCA clásica: apogeo 217

tiempo, donde, a vuelta de muchas concesiones al seudoclasicismo

de la época, su claro talento se revela contra

los absurdos de aquellas teorías, llegando a producir,

como un mentís rotundo, el extraordinario teatro de capa

y espada que había previsto Juan de la Cueva.

El mejor Alcalde el Qeyzsunñ obra maestra. Elvira,

una verdadera creación de Lope, nos da el argumento de

la obra en sus quejas al Rey de Castilla, Alfonso, quien

le hace justicia contra el atropello de un poderoso. Nuestra

epopeya histórica y legendaria, el poder real haciendo

justicia, los héroes y los santos, serán siempre tema

favorito de Lope.

En Períbáñez y el Comendador de Ocaña sobresale

Lope por la maravillosa pintura de caracteres. Peribáñez,

el villano honrado que vive feliz y estimado por sus convecinos,

gozando el amor de su esposa fiel y enamorada;

Casilda, excelente pintura de la mujer española, corresponde

a Peribáñez con amor delicado e inquebrantable,

no obstante los halagos y asechanzas del Comendador,

que pretende corromper a la inocente labradora y lisonjear

al vasallo con inusitados honores… Todos estos tipos

son felicísimas creaciones que hacen de esta tragicomedia

una verdadera joya.

El gran drama Fuente Ovejuna tiene altas proporciones

épicas por ser todo un pueblo el héroe de la acción. Los

insultos, las rapiñas, las violencias contra el honor y recato

de las mujeres, y otras mil atrocidades, en suma, del

comendador mayor de Calaírava, Hernán Gómez de Guzmán,

y de su gente de armas, acaban con la paciencia y

con el sufrimiento de los villanos, que se levantan en tumulto

contra quien así los tiraniza, entran con furia en el

castillo donde el déspota se defiende, matan a sus satélites,

le matan a él, le arrojan por una ventana y le arrastran y

despedazan con espantosa y triunfante alegría.

El juez, que viene más tarde a castigar el crimen, halla

218 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS

imposible el castigo. Cada habitante de Fuente Ovejuna,

hasta las mujeres y los niños, se han convertido en héroes,

o en asombrosos mártires. La cuerda, el potro, las torturas

más crueles no arrancan a ninguno la confesión de quién

ha sido cabeza y director del motín y de la muerte del Comendador

y de los suyos. Los Reyes Católicos tienen,

pues, que perdonar a los amotinados, lo que no significa

otra cosa sino, la justicia eterna encarnando en aquellos

villanos; la democracia castellana contra la tiranía feudal.

No hay apenas obra dramática de Lope donde el genio

no campee con lozanía: tétrico y frío en la pintura del Duque

de Ferrara, El castigo sin venganza; trágica y bárbaramente

leal en Sancho Ortíz, La Estrella de SeVíIIa; ingenioso

y astuto en Belisa y Lisardo, El acero de Madrid;

psicólogo refinado en Finea, La dama boba; vengativo y

enamorado en María de Guzmán, La moza de cántaro;

ingenioso y seductor en Fenisa, El anzuelo de Fenisa.

Pero nos hemos extendido más de lo que permite nuestra

obra; terminemos dando a conocer siquiera el nombre de

algunas de las principales comedias: La discreta enamo.

rada. La noclie toledana, La dama melindrosa; Lo cierto

por lo dudoso, El Infanzón de IIleseas, Si no vieran las

mujeres (hermosísima comedia), La ¡lermosa fea, San

Diego de Alcalá, Las paces de los Reyes, Judía de Toledo,

Los novios de tlornacliuelos, El Príncipe perfecto. El

Duque de Viseo, Los Te/Ios de Meneses, Dineros son calidad,

El palacio confuso. El perro dei hortelano, etcétera,

etc. (1).

Su fecundidad es asombrosa: como autor dramático

se le atribuyen 1.800 comedias y 400 autos. Acometió

Lope la epopeya y nos dejó La Dragontea , poema en

(1) En mi Antología de textos castellanos, 2.a edición; 1920, se hallarán

argumentos de las más célebres comedias del siglo de oro y las

principales escenas.

ÉPOCA clásica: apogeo 219

10 cantos (1598), obra que fracasa por lo enfática y alegórica;

es una expansión patriótica contra las empresas del

inglés Drake. En 1599 publicó el devoto poema San isidro,

con el cual consagró su musa popular; Circe (1624), poema

en tres cantos acerca de la aventura de Ulises; E/ Laurel

de Apolo, elogios de poetas contemporáneos, inferior

al Viaje del Parnaso, de Cervantes. Imitando a Ariosto,

compuso La hermosura de Angélica (1602), y siguiendo a

Tasso, La Jerusalén Conquistada, en 20 cantos (1609).

Compuso también el poema burlesco La Gatomaquía

(1654). Como novelista al estilo italiano, escribió La Arcadia,

y poco después los cinco libros de El Peregrino

en su patria (1604), novelas de aventuras, según el gusto

dominante, que prueba el Persiles, de Cervantes. Intentó

la dramatización novelesca, al estilo de La Celestina, en

La Dorotea (1652). Ejemplo de cómo Lope escribe la prosa

histórica es su Triunfo de la fe en el Japón.

Si se le juzga poeta lírico, es uno de nuestros colosos en

los Soliloquios, poemas elegiacos, y en Los Pastores de

Belén, pastorela de inimitable sencillez, verdad y belleza,

sin contar sus maravillosos sonetos, elegías, letrillas y

otras poesías sueltas.

Ponderar cualquiera de estas obras sería osadía pueril;

quien desee saber lo que es honda poesía puede prescindir

de todos los poetas del siglo xvii, si paladea aquella elegía

de Lope A la muerte de Carlos Félix, su hijo: «Este de mis

entrañas dulce fruto…»

En la poesía religiosa tiene poemas de tanta sinceridad

y viva fe como aquellos sonetos que empiezan:

— ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?

—Cuando en mis manos, Rey eterno, os miro…

Si de Otras composiciones se trata, ¿qué romance hay

mejor entre los nuestros eruditos o artísticos que aquel

La soledad?

220 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

A mis soledades voy,

de mis soledades vengo,

porque para andar conmigo

me bastan mis pensamientos..

O aquel otro

¡Pobre barquilla mía!..

¿Dónde algo más encantador que aquel soneto que termina

con !a más feliz frase del poeta a quien dominó el

eterno femenino?

¡Que tanto puede una mujer que llora!

Debe esta noticia de Lope terminar aquí. Hay en todos

los mapas literarios de Europa mares donde en bellos días

lució el sol del Arte. Sólo en el mapa español es donde figura

este gran océano que se llamó Lope de Vega, y en el

cual el sol jamás tuvo ocaso (1).

(1) Sin ser tan extensa como la de Cervantes es numerosa la bibliografía

de Lope; lo más asequible de su obra: «Biblioteca de Autores

Españoles»; Autos sacramentales, tomo LVilI. Comedias escogidas,

tomos XXIV, XXXVI, XL I y LII. Obras no dramáticas, tomo XXXVIII.

Poes/as, tomos XVI, XXXV, XXXVI y LII.-En «Colección de libros

raros» el tomo VI í’cnc Comedias inéditas.

Monumental es la edición de Obras de Lope, que tiene en publicación

la Academia Española y qu¿ dirigía el nunca bien llorado Mencndez y

Pelayo. Trece tomos fueron publicados que contienen las siguientes

obras: !. Biografía de Lope.—U. Autos y coloquios.— lU. Comedias

de asuntos de la Sagrada Escritura.- W. Comedias de vidas de

Santos y leyendas piadosas.—\’. ídem id. {conc\us\ón) y Comedias

pastoriles. — VI. Comedias mitológicas , Comedias históricas de

asunto extranjero.—Vil al XIII. Crónicas y leyendas dramáticas de

España, Comedias novelescas, etc., todo ello con importantes notas

del Sr. Menéndez y Pelayo.

También está ahora publicando la Academia Española, bajo la dirección

del Sr. Cotarelo, una edición de Comedias escogidas de Lope de

Vega.—La Dorotea, edición de Castro «Biblioteca Renacimiento», Madrid,

ÉPOCA clásica: apogeo 221

VIII

La novela picaresca.— El éxito de Lazarillo de Tormes

provocó el gusto por el realismo literario, tan opuesto a la

vacuidad de lo pastoril y a lo disparatado de lo caballeresco.

Mateo Alemán (1547-1610), parece ser que en edad

avanzada compuso la Vida y aventuras del picaro Guzmán

de Alfarache o Atalaya de la vida humana. Tan notable

fué el éxito de la novela, que se tradujo a todas las

principales lenguas de Europa y obtuvo 26 ediciones antes

de morir su autor. Guzmán cuenta su vida desde que sale»

de su casa a probar fortuna, viajando por España y por

Italia, haciéndose bufón, hasta que sus crímenes lo llevan

a galeras. Esta obra es la primera imitación de El lazarillo

de Tormes. Alemán cae frecuentemente en pesadas digresiones

morales, tratando de prevenir con ellas el peligro

que esta clase de novelas ofrecía. No obstante estos

lánguidos pasajes, la novela está llena de gracejo e interés.

Tuvo Alemán un imitador y falseador, que publicó una segunda

parte del picaro, por lo que Mateo se decidió a imprimir

en Valencia, en 1602, la verdadera segunda parte,

burlándose del falsificador. Merece ser considerado como

uno de los escritores más originales y vigorosos de la

lengua castellana (1).

Relacionada con esta obra está una de Francisco López

DE Ubeda titulada La picara Justina (1605), libro poco reconmendable

y muy alejado del valor literario del Guzmán

o de El lazarillo.

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo III. «Biblioteca Rcnaciniieto>,

edición Cejador.

222 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

La obra de Vicente Espinel (1550-1624) titúlase Relaciones

de la vida del escudero Marcos de Obregón. Semejante

esta composición en el plan y desenvolvimiento de la

fábula a El lazarillo de Tormes y al Guzmán de Alfarache,

es más rica de situaciones curiosas y de lecciones

morales. Marcos de Obregón huye de la casa paterna y

camina por esos mundos en busca de fortuna: para conseguirla

hácese sucesivamente estudiante, soldado y viajero;

en una de sus peregrinaciones queda detenido, logrando

salir del cautiverio y volver a España. Aquí entra al servicio

de personas de diversa condición social, llegando a

conocer el mundo; y, ya viejo, refiere su historia, con la

cual y con sus juiciosas advertencias, procura la enseñanza

de las personas que le escuchan, al estilo que lo procuraban

las novelas de esta clase (1),

La novela histórica.—Está representado este singular género

de narraciones por Ginés Pérez de Hita, quien de

1588 a1604 escribió una notable historia novelesca. Guerras

civiles de Granada, en dos partes; la primera tiene el

valor de una obra de Walíer Scott, y la segunda es una

verdadera historia anovelada.

La primera parte fué impresa en 1595, con el artificio de

achacarla a un moro llamado Aben Hamin, capricho muy

corriente por aquella época, para confirmar lo cual basta

recordar el de Cervantes atribuyendo al moro Cide Mámete

la primitiva redacción del Quijote. Como se ha dicho, la

singular obra de Pérez de Hita no es una pura ficción novelesca,

sino que tiene multitud de fundamentos históricos,

deducidos, en general, del romancero, especialmente de

los romances llamados moriscos, mezclando a estos, datos

recogidos en Pulgar y otros historiadores castellanos.

La acción principal de la novela es la catástrofe de la fa-

1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVIII.

ÉPOCA clásica: apogeo 223

mosa tribu de los Ábencerra/es, leyenda famosa que no

sólo Pérez de Hita aprovechó, sino que ya aparece añadida

al libro IV de la Diana, de Moníemayor, con el título de

Historia del abencerraje y la Iiermosa Xarifa, y que procedía

de otra narración con el mismo asunto del libro de

Antonio de Villegas: el Inventario, ya citado.

La parte más original de las Guerras civiles de Granada

es la crónica novelesca de la conquista de esta ciudad,

mezclándose con arte lo verdadero y lo falso, y tratando

con singular cariño las costumbres de los moros granadinos,

según los pintaba el romancero y según se perpetuaron,

fantásticamente, hasta la obra de Chateaubriand El

último abencerraje. La dicción es algo desmañada y poco

correcta; sin embargo, nuestro autor es uno de los grandes

narradores castellanos, lo cual ha hecho tan popular

su obra que se ha reimpreso, sobre todo la primera parte,

multitud de veces, y se ha traducido al francés, al alemán

y al inglés (1).

Los romances moriscos.—Dícese que la influencia del libro

de las Guerras de Granada despertó o avivó el gusto por

los romances moriscos. Acaso sea esto cierto, si no lo

fuese que el origen de ese mismo libro no esté ya en una

antigua afición por este ge’nero. El hecho es que el mismo

Pérez de Hita incluye varios romances moriscos.

Por ser de los mejores poetas de este gusto citaremos a

Gabriel Lobo Lasso de la Vega (1559 a1615) quien entre

multitud de intentos que no logran éxito, o por lo menos

si lo lograron, hoy no son justificables, compone romances

como el de Garcilaso y el moro Tarfe, donde narra

el triunfo del Ave María. Por este tiempo, en fin, no hay

poeta que no componga romances, ya reformando los antiguos,

ya sobre aquellos temas componiendo otros nue-

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo III.

224 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

VOS, ya con asuntos completamente caprichosos, que, sin

embargo, solían tener por base el lema morisco, como se

puede ver en las colecciones de aquel tiempo que se titulan

El romancero general y en la Primera parte de las

flores de poetas ilustres de España (1), que Pedro de Espinosa

publicó en 1605, y en la cual colección figuran poetas

como Lope, Luis de León, Góngora. Liñán de Riaza,

Quevedo, y el portugués Camoens, que compuso en castellano

letrillas tan lindas como aquella que comienza:

Irme quiero, madre,

a aquella galera…

La colección de Espinosa tuvo una Segunda parte, que

permaneció inédita hasta el siglo xix.

La poesía religiosa.— Está representada en esta época,

principalmente, por el maestro José de Valdivielso (1560-

1638), excelente poeta que en su Romancero espiritual

tiene algunas de las más bellas obras de nuestra poesía

sagrada, siendo comparable a Lope de Vega en muchos

romances y en algunos villancicos. En cambio, en obras

que Valdivielso juzgó acaso de más empeño, como Vida,

excelencias y muerte del gloriosísimo Patriarca San José

y en los Autos, fracasó por completo; la primera de estas

obras resulta fastidiosa y descuidada (2).

Oíros poetas de este género son Francisco de Ocaña,

que compone villancicos piadosos. Algunos son primorosos,

hechos sobre temas populares como aquel que empieza

«-Pastorcico, tu que vienes,..-», y el excelente Luis

(1) Obras de P. de Espinosa, por Rodríguez Marín, Madrid, 1909.—

Plores de poetas, edición de Ríos y Rodríguez Marín, Sevilla, 1896.—

2 tomos. Espinosa fué gran poeta en La fábula del Genil.

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos LXIII, XXIX, XXXV

y XLIL- El Romancero, lo publicó D. Miguel Mir.

ÉPOCA clásica: apogeo 225

DE Ribera, autor de una colección muy estimable titulada

Sagradas poesías {{6\2), que dedicó a su hermana, monja

profesa, acaso en Méjico, donde vivía entonces Ribera.

La épica.— Está representada por los siguientes autores,

ninguno de primera categoría.

José de Villaviciosa (1589-1658), poeta que publicó su

Mosquea, cantando la guerra entre las moscas y las hormigas,

el cual poema es sin duda el mejor de los burlescos

castellanos. El argumento se desarrolla en doce cantos,

y cuenta que llegando a la capital de las moscas la

noticia del armamento que hacen las hormigas, sepreparan

a la guerra, convocan sus aliados y se pone el ejército en

campaña: pelease encarnizadamente, y muerto Sicoborón,

Aquiles de las moscas, triunfan las hormigas (1).

La Gatomaquía de Lope es más pulida y conceptuosa;

la epopeya de Villaviciosa es lozana, y en el empaque y

petulancia con que se mueven los personajes guerreros

hay una felicísima parodia de La Ufada y… ¡quién sabe si

también de los poemas y de las empresas aventureras de

la época! (2).

Por este tiempo el presbítero Juan de Arjona versificó, no

sin alguna habilidad, La Thebaida, de Estacio (5).

Fray Diego de Hojeda (1571-1615), habiendo dejado a

España, muy joven, tomó en Lima el hábito de religioso

dominico. En Cuzco escribió su notabilísimo poema La

Cristiada (4).

Tan poco aprecio alcanzó el P. Hojeda de sus mismos

contemporáneos, y aun de los hombres de letras de épocas

(1 j «Biblioteca de Autores Espafioics», tomo XVII.

(2) El argumento puede verse en mi Antología de textos castellanos.

(3) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVIII,

0) ídem id., tomo XXXV.

15

226 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

posteriores, que su obra, de la que sólo existía una rarísima

edición hecha en Sevilla el año 1611, llegó a ser desconocida.

Hállase dividida en 12 cantos, comprendiendo

1.974 octavas, prolijidad que acaso es su único defecto;

pero en lo restante, plan, extensión, episodios, máquina,

decoro, y sobre todo elocución, es digna de la epopeya.

La Crístiada debe con justicia ser colocada por cima del

Monserrate, de Virués, y ningún poema religioso hay en

lengua castellana que le lleve ventaja. A todos supera,

pues La Crístiada, contra la costumbre, presenta una

acción desembarazada y sencilla. Todo lo episódico nace

del asunto y se enlaza a él con ingenioso artificio; la máquina

o maravilloso, accesorio en oíros poemas, es en

éste la esencia verdadera de su argumento, en el que el interés

llega a ser a veces verdaderamente trágico, y el estilo

acomodado a lo inmenso del asunto en que se ocupa.

El lenguaje es propio, puro, generalmente libre de vana

afectación, aunque tal vez no tan claro como debiera, y los

versos, fluidos y agradables; pero aquellas octavas no son

tan iguales y hermosas como las de Lope y Valbuena.

Podemos, por tanto, concluir que La Crístiada es nuestra

mejor epopeya religiosa, muy próxima a Milton y Klopstock,

e infinitamente superior a la escrita en latín por Jerónimo

Vida, italiano.

Autor del poema descriptivo La creación del mundo publicado

en 1615 es Alonso de Acebedo, que hizo con

asunto difícil una composición en bellas octavas reales

(1). Murió en 1598?

La épica heroica y caballeresca está representada por

Bernardo de Balbuena o Valbuena (1568-1627), obispo de

Puerto Rico y abad de Jamaica. Sus obras poéticas son:

El Bernardo, narración en que hay grandes bellezas y

grandes defectos, como producto de su primera juventud;

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXIX.

ÉPOCA clásica: apogeo 227

la Grandeza Mexicana y El Siglo de Oro y otras que se

han perdido. El asunto del primero es absolutamente fantástico:

Criado Bernardo por el mago Orestes, le designan

las hadas enemigas de Carlomagno como el héroe

que, revestido de las armas de Aquiles, ha dé acabar con

el poder de aquel soberbio emperador. Marcha Bernardo

en busca de las armas prometidas, penetra en Oriente,

arrebatándoselas a Ayax Telamón, que las guardaba ocultas

desde el sitio de Troya. Con ellas vuelve a España,

donde se une al ejército de su tío el Rey Alfonso el Casto,

y moviéndose contra el de Carlomagno, lleva a cabo la

cruenta batalla de Roncesvalles, en la que Roldan queda

vencido y muerto por nuestro héroe (1).

El mayor defecto que cometió Valbuena en este poema

fué el seguir paso a paso al Ariosto; más gloria hubiera

alcanzado si se le ocurre explotar para tema tan español

las gestas y romances referentes a Bernardo del Carpió;

acaso conoció tarde su yerro, pues en E! Siglo de Oro incluye

grandes fragmentos en los metros populares de

Castilla, lo cual puede probar cómo cayó en la cuenta

de lo que valían los metros nacionales.

Cítase por este tiempo también a Cristóbal de Mesa,

autor de los poemas: Las Navas de Tolosa, El Patrón de

España, La restauración de España, etc.; éste el mejor

de todos. Tradujo a Virgilio y murió en 1663.

(1 1 «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVIII.

228 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

IX

La Historia. — Está representada en esta e’poca por grandes

autores, entre los que sobresale el Padre Juan de Mariana

(1537-1624).

La obra literaria más notable de Mariana es la Historia

de España, publicada primero en latín y traducida luego al

castellano por su mismo autor. Resulta una producción

modelo de prosa histórica. Mariana no era minucioso en

sus investigaciones, no pretende ser un gran investigador,

acepta de buen grado una leyenda, si decorosamente puede

hacerlo; hasta sigue el general convencionalismo literario

de poner discursos, a la manera de Livio, en boca de

sus principales personajes. Pero mientras nadie lee a una

veintena de escritores que se preocuparon más que él de la

exactitud y puntualidad de los datos, la obra de Mariana

sobrevive, no como una mera crónica, sino como una bella

producción literaria. Su saber es más que suficiente

para salvarle de grandes errores; su imparcialidad y su

patriotismo son notorios; su sinceridad, grande y persuasiva;

su estilo, de ligero sabor arcaico, es de una elevación

y de una dignidad incomparables. Cuidóse más del espíritu

que de la letra, y el tiempo le ha hecho justicia: «La

obra de Mariana es la combinación más notable de la crónica

pintoresca con la narración histórica más sobria que

jamás vio el mundo.» En estos términos da Ticknor su veredicto,

y el elogio no es desmesurado.

Como escritor político, muy distinto del espíritu de Maquiavelo,

tiene Mariana su libro De rege et regís institutione,

verdadera condenación de toda tiranía. Es obra

maestra a la que siguen en importancia otros muchos tratados

sociológicos y críticos (1).

(1) Obras de Juan de Mariana, «Biblioteca de Autores Españoles»,

tomos XXX y XXXI.

ÉPOCA clásica: apogeo 229

Historiador comparable con Mariana por la clásica manera

de entender la Historia, es el Padre José deSigüenza

(1545 a 1606), admirable escritor en la Vida de San Jerónimo

y en la Historia de la Orden de San Jerónimo (1605),

donde la lengua castellana del siglo xvi llega a imponderable

perfección (1).

Debe citarse al peruano Garcilaso de la Vega, el Inca

(1540-1616), soldado en España y el primero de los americanos

que merece puesto de honor en la literatura española

por su historia de la expedición de Soto—La Florida del

Inca—Y sus brillantes Comentarios reales que tratan de

los Incas, Reyes que fueron del Perú…, obra en la cual

no busquemos gran espíritu crítico, pero sí noticias interesantes

que al futuro historiador de América pueden ser

de alguna utilidad, siempre que tenga en cuenta que el comentarista

no deja de poetizar, cuando hay lugar, las cosas

que se refieren a su patria. Como segunda parte de

este libro puede considerarse la Historia general del Perú,

y todos ellos no se sabe a punto fijo dónde clasificarlos,

si entre la novela histórica o la historia novelesca. Seguramente,

por su estilo y falta de autoridad científica es en

este género donde han de figurar. Los Comentarios reales

son la primera obra americana donde se inicia la que pudiéramos

llamar literatura indígena, la tradicional. Tradujo

Los tres diálogos de amor de León Hebreo, de la lengua

itálica (1590), en elegantísima prosa castellana. (Véase

pág. 155).

La didáctica.—Son muchos los autores que pueden incluirse

en este género literario; pero como a algunos se les

ha de citar por otros motivos, basta recordar aquí los

nombres de los siguientes:

Antonio PÉREZ (1559-1611). La celebridad de este autor

(1) «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomos VIII y XII.

250 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

se funda más en lo famoso de su vida accidentada que en

verdaderos méritos literarios. Fué, como es sabido, ministro

poco afortunado o poco fiel de Felipe II. Desterrado,

después de larga prisión, de la que su enamorada mujer

logró hacerle escapar, se dedicó a la literatura, y las principales

obras que trabajó, mejor que decir escribió, son:

Las relaciones de su vida, Los comentarios sobre este libro.

El memorial de lo que en ellos se refiere. Las cartas

familiares. Su estilo se resiente de no tener nada de propio,

sino que es una mezcla de los estudios clásicos a que

con afán se entregó nuestro autor; el artificio retórico, rebuscado

y frío, es el dominante en sus escritos.

El lenguaje que emplea es metafórico en demasía, y sus

comparaciones y anííteses, pocas veces oportunas, recargan

el pensamiento con un conceptismo que fatiga. Pero

su imaginación, poética de verdad y lozana como pocas,

presta a ese mismo lenguaje el encanto de una naturalidad

que aunque ficticia, en parte, cautiva y agrada. Es de los

escritores más elocuentes y más alambicados por lo que

se refiere a fielaciones de su vida. Los comentarios y

El memorial; en cuanto a sus Cartas, claro es que no están

libres de los defectos apuntados, pero resplandecen

más las buenas cualidades, sobre todo en aquellas más

íntimas, modelos de estilo vibrante y de lenguaje animado

(1). Un epistológrafo notable es también el mediano

poeta Eugenio de Salazar, muerto hacia 1610, quien desde

América, donde desempeñó cargos de importancia, escribió

con gracia y causticidad.

El heterodoxo Cipriano de Valera (1532 a1625) tradujo

el Nuevo Testamento en una prosa clasicísima.

El jesuíta Pedro de Rivadenevha (1526-1611) escribió

muchas obras, entre ellas el popularísimo libro Flos Santorum,

o Vida de Santos, la Vida de San Francisco de

(1) Las Cartas en «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XIII.

ÉPOCA clásica: apogeo 251

Borja, la Historia del Cisma de Inglaterra, la Vida de

San Ignacio de Loyola, la del Padre Maestro Suárez, la

de Salmerón y oíros jesuítas distinguidos, en las cuales

demuestra conocimiento del corazón y narra con viveza.

El lugar que ocupa lo debe, principalmente, a su Tratado

de la Tribulación, libro de gran mérito y que viene a completar

el pensamiento que entraña el Tratado del Príncipe

Cristiano, del mismo Rivadeneyra. Tradujo, además, el

libro de Alberto Magno, intitulado Parayso del alma, y

compuso también otro de carácter místico con el título de

Manual de oraciones (1).

¡Lástima grande que un curioso libro que permanece

inédito y que podría titularse Memorias y Confesiones

del P. Pivadeneyra, no vea la luz pública. El, con el magnífico

Tratado déla Tribulación, son las. dos joyas del

ilustre jesuíta.

Semejante al Príncipe cristiano es el Gobernador cristiano,

del brillante prosista Juan Márquez (1564-1621), y a

su lado puede ponerse el P. Martín de Roa (1555 a 1637),

que en 1619 escribió con elegancia el Estado de las almas

del purgatorio.

El médico de Valladolid, en los días de Felipe II, Alonso

López es autor de un célebre tratado, hace algún tiempo

reimpreso, en el cual comenta la poética de Aristóteles,

con el título de Filosofía antigua poética (2), acreditándose

de humanista de verdadero espíritu estético (3).

(1) Véanse Obras escogidas en «Biblioteca de Autores Españoles»,

tomo LX.

(2) Filosofía aníigua… del doctor Alonso López Pinciano: edición

de Muñoz Peña, Valladolid, 1894.

(3) Humanistas y gramáticos de verdadera importancia abundan en

este tiempo: Bernardo Aldrete escribe acerca del Origen y principio de

la lengua castellana… y otros muchos trabajos que ya no pueden figurar

en nuestro libro.

 

coRTe oe Feíipe iv

La corte literaria de Felipe IV.—Comienza la segunda veintena

del siglo XVII con el reinado de Felipe iv, el cual se

había distinguido ya reinando su padre como gran protector

de las letras y de las artes. Aun es fama que el mismo

Rey componía lindos versos y comedias que llegaron a representarse.

Pero tanto sus méritos literarios como las

esperanzas políticas que en él se pusieron, fracasaron bien

pronto, ante la indolencia con que se dejó avasallar por

sus favoritos. De entre los poetas que alcanzaron gran

éxito en estos días, merece ocupar el primer lugar Luis de

GóNGORA Y Argote (1561-1627), que ya había logrado

grandes elogios de Miguel de Cervantes (1). Pertenece a la

pléyade herreriana, y en ella brilla como el más grande

quizá en aquellas composiciones en que acertó a ser natural.

Mas por el temperamento, por el medio ambiente y por

lo poco equilibrado de su fantasía, Góngora aceptó la

malhadada moda que invadía Europa. El culteranismo, el

refinamiento, la obscura profundidad, en una palabra,

atrajeron aquel gran genio poético; y como era de dotes

extraordinarias, las consecuencias fueron lamentables.

Antes que él había escrito Carrillo sus poesías perfecía-

(1) Alteró el orden de sus apellidos, pues el paterno era Argote.

234 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

mente cultas sin que trascendiese la seudopoesía; pero

cuando el autor de Angélica y Medoro rompe por tan intrincado

camino, Lope, a su pesar, le encuentra admirable,

Cervantes le aplaude, y otros, burlándole, le siguen en

La obra que más desacredita a Góngora como poeta es

Las Soledades. De ellas dice el Sr. Menéndez y Pelayo:

«Nunca se han visto juntos en una sola obra tanto absurdo

y tanta insignificancia. Cuando llega a entendérsela, después

de leídos sus numerosos comentarios, indígnale a

uno lo vacío, lo desierto, de toda inspiración, el aflictivo

nihilismo que se encubre bajo esas pomposas apariencias,

los carbones del tesoro guardado por tantas llaves.» Esto

es exacto; no obstante, y olvidando estas obras, merecen

recordarse algunas de sus Odas, verdaderamente herrerianas,

y en especial sus sin iguales letrillas y romances,

verbigracia, aquel titulado Amor puesto en razón y la

tierna letrilla que comienza:

La más bella niña

de nuestro lugar…

Como refundidor de los antiguos romances, la gloria

de Góngora es inmensa. Supo como pocos apropiarse la

gracia y lozanía de los que hasta él llegaron, ya no en su

primitiva forma, e hizo labor preciosa con ellos. Recuérdese

aquel de cautivos y forzados:

Según vuelan por el agua

tres galeotas de Argel…,

Pero ninguno con la gracia, donosura e infantil desparpajo

de aquel romancillo que tiene verdadero ambiente popular

y aldeano: La vida del muchacho. Sus letrillas satíricas

son encantadoras; mas se ha de advertir aquí que

suelen correr por antologías y manuales de Preceptiva dos

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 235

(Poderoso caballero… y Sabed, vecinas) que no son de

Góngora, sino de Quevedo. Muestra de la vena festiva del

poeta que ahora estudiamos puede ser aquella que dice:

Dineros son calidad.

Más ama quien más suspira,

Deliciosa es aquella sentimental letrilla que glosa estos

versos:

Aprended, flores, de mí

lo que va de ayer a hoy.

Que ayer maravilla fui

y hoy sombra mía no soy.

Góngora intentó también triunfar en el teatro, pero fué

en vano (I)-

Ei culteranismo.—Las brillantes literaturas de Europa en

el siglo XVII caen por exceso de vitalidad, por afán de buscar

sorprendentes y originalísimas frases y rebuscados

conceptos. El buen gusto, la severa sencillez del arte desaparecen

casi por completo; en Italia, el marinismo es la

enfermedad de la época; en Francia, el preciosismo y

alambicamiento de la expresión; en Inglaterra, el eufueismo;

en España, el gongorismo es la herencia del refinamiento

Estando España y los ingenios españoles en tan estrecha

relación con Italia, y, sobre todo, siendo un mal de la

época, no podía verse nuestra literatura libre de esa pla-

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos X y XXXII. «Biblioteca

Hispánica»: Obras poéticas, tomos XVI y XVII «Clásicos

Castellanos», Obras, edición de Diez Cañedo.

236 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

ga (1). Ya lo dijimos hablando de Góngora: cansado de

ser un gran poeta, inventó un nuevo estilo, casi un nuevo

lenguaje erizado, recargado de metáforas monstruosas y

de transposiciones forzadas. Su sistema hizo fortuna. Se

vio desarrollarse, dilatarse hasta lo absurdo esta fraseología

rara, trabajada en extremo, historiada con colores

y adornos de toda suerte, que se llamó el estilo culto o

culterano. Había entonces una especie de porfia entre los

poetas de las dos naciones italiana y española— sin olvidar

la portuguesa, que reclamaba como suyo el estilo culto—

por quien encajaría en un verso más cosas desemejantes,

por quien haría la antítesis más imprevista o el

rasgo más enigmático. De una y otra parte el efectismo

era el único punto de mira, y para lograrle no se tenía más

que un medio: lo inesperado, lo sorprendente.

Discípulo de Góngora es el Conde de Villamediana,

Juan de Tassis Peralta (1582-1622). Hombre de espíritu inquieto

y de vida desarreglada, tuvo serios disgustos en la

Corte, de donde fué desterrado en 1608. Vuelto a España,

su carácter mordaz se reveló en epigramas y sátiras sangrientas

contra los principales personajes de la época: el

Duque de Lerma, el de Osuna, el de Uceda, el Marqués de

Siete Iglesias, etc., y contra los poetas más notables.

Acaso también otras osadías de más trascendencia fueron

causa de su asesinato, que tuvo lugar el 21 de Agosto de

1622. Villamediana fué el corifeo más decidido de Góngora

y de la poesía culterana, y se acerca a su maestro en

facilidad, ingenio y afán de dislocar el lenguaje, v. gr.: Fábula

de la Fénix, Fábula del Faetón. No obstante, en mu-

0) Uno de los que más influyeron sobre Góngora fué el mediano

poeta Luis Carrillo de Sotomayor (1583-1610), quien por haber servido

como soldado en Italia conoció a Marini, y según el gusto marinesco

compuso sus poesías en estilo erudito, que al poeta cordobés pareció la

mejor manera de distinguirse de lo vulgar.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 257

chas ocasiones es, por fortuna suya, natural y verdaderamente

ingenioso (1).

Un famoso predicador de aquellos tiempos, Fr. Hortensio

Paravicino (1580-1635), es el iniciador del culteranismo

en el pulpito español; desde él la oratoria, que había

llegado a la severidad y esplendor con Luis de Granada,

degenera en el gongorismo más exagerado. Sus poesías

son del mismo estilo. Agustín de Salazar y Torres en la

Citara de Apolo ofrece poesías culteranas, y por todas

partes el mal se hace inevitable.

Luchan con él los poetas andaluces Arguijo y Jáuregui,

pero éste cae vencido y acepta la moda al fin (2), Pocos

poetas han sido más celebrados que Juan de Arguijo,

muerto en 1625. Lope de Vega le dedicó el poema La hermosura

de Angélica, La Dragontea, Las rimas humanas

y otras obras, celebrándole, en otros, como La Jerusalén,

El laurel de Apolo y en su comedia tilulada La buena

guardia. Apláudenlo también, entre varios, el maestro

Medina, Lorenzo Gracián y Rodrigo Caro. Bouterweck

enaltece a nuestro ingenio en su Historia de la poesía, insertando

en la misma algunos de sus sonetos.

En efecto: ninguno de ellos puede calificarse de mediano;

todos son buenos, y alguno de un mérito extraordinario.

En todos se admira esa soltura, esa rotundidad tan

necesaria a esta clase de composiciones; si algo pudiera

imprimir ligerísima sombra, aunque rara vez en aquéllos,

es cierta inclinación al estilo conceptuoso, que toca en

gongorino. Hoy parece eclipsada la gloria de este poeta,

mas no se explica este desdén en los días actuales de los

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLII.

(2) Quedan muestras patentes de la lucha que algunos espíritus privilegiados

sostuvieron contra el culteranismo: Antonio de Liñán fué

uno de ellos, y aunque era escritor de talento, su apología de la naturalidad

y casticismo del lenguaje fué desatendida.

238 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

sonetos conceptuosos. Merecen citarse el titulado Al Guadalquivir,

A Tántalo, A Lucrecia, Las estaciones, etc. (1).

Juan de Jáuregui y Hurtado (1583-1641) fué natural de

Sevilla, aunque oriundo de Guipúzcoa o la Rioja. Su ingenio

poético está inspirado por una musa siempre docta, influida

muy de cerca por la literatura italiana, que estudió

durante su residencia en Roma, donde tradujo Aminta. La

traducción merece la extraña preeminencia de conceptuarse

tambjén obra clásica.

No menos poético es el numen de Jáuregui en la paráfrasis

del salmo Super ilumina Babilonis, ya citada, y

por demás brillante en el Orfeo, y ya gongorino en la

traducción de La Farsalia. Aquí se dio el caso de que a

un poema de decadencia, como el de Lucano, corresponde

un traductor también decadente: nadie puede creer que

sea del mismo autor del Discurso poético, contra el culteranismo,

obra maestra de preceptiva, y de aquella hermosa

Introducción a las Rimas, verdadera profesión estética

del sevillano (2)

El clasicismo lírico.— Lo representan principalmente por

este tiempo dos poetas aragoneses: Lupercio Leonardo

(1559-1613) y Bartolomé Leonardo de Ahgensola (1562-

1631), ambos nacidos en la provincia de Huesca. Gozaron

de gran renombre literario, sobre todo por la corrección y

propiedad que manifestaron en el lenguaje, llegando a decir

de ellos Lope de Vega que le parecía que habían venido

de Aragón a Castilla, a enseñar el castellano. El acierto

con que intentaron y supieron apartarse del camino que

ya habían empezado a recorrer los conceptistas y culteranos,

y el espíritu clásico que brilló en todas sus poesías,

les presenta como fieles discípulos de Horacio.

(1) «Biblioteca de Autores Espanoles>, tomo XXXII.

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLIII.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 239

Lupercio muestra más nervio y robustez. Bartolomé es

más ameno y agradable, a la vez que más profundo. Los

dos son, sin embargo, aficionados a las reflexiones y máximas

morales, como su modelo latino. Entre sus composiciones

descuellan las epístolas y las sátiras, que están

más en armonía con sus facultades artísticas pudiéndose

decir con toda exactitud que la razón y la verdad,

constituyen el fondo de la poesía de los Argensola. No

pueden figurar en la categoría de astros de primera magnitud;

pero por la severidad de su estilo, por el buen gusto

que campea en sus escritos y por haber sabido mantenerse

alejados y libres del mal que ya envenenaba las letras

españolas, les es deudora nuestra literatura de gratitud.

No se distingue ninguno de los dos hermanos por carácter

o temperamento diferente; y como jefes o directores

de una tendencia equilibrada, representan el clasicismo,

ora en sus sátiras, ya en sus canciones, y también en sus

sonetos; y a no saber que dos eran los ingenios que cultivaban

las musas, bien se podía creer que uno solo era el

autor de tan armoniosas composiciones. Ambos fueron

poetas e historiadores, aunque los trabajos que Lupercio

escribió como cronista de Aragón se han perdido, lo mismo

que muchos de sus versos, que él quemó; de Bartolomé

nos quedan unos Anales de Aragón, además de la novelesca

Historia^de las Molucas (1).

En otro lugar (2) hemos citado a Lupercio Leonardo de

Argensola como autor dramático. No son grandes sus méritos,

sin embargo, en sus días tuvieron aplauso las tragedias

tituladas Filis, Alexandra e Isabela, de inspiración

clásica todas, por lo cual su éxito había de ser fugaz.

(1) Lupercio y Bartolomé «Biblioteca de Autores Españoles», í. XLII.

Bartolomé: Conquisía de las Molucas «Biblioteca de escritores aragoneses

», tomo VI.

(2) Página 181, hablando de los imitadores del teatro clásico.

240 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

También en Andalucía sostienen la tradición sana dos

grandes poetas: Caro y Rioja.

Rodrigo Caro (1575-1647) es de los más eruditos de su

e’poca, especialmente entendido en arqueología, pero no

con aquel frío espíritu clasificador de los anticuarios y arqueólogos

prosaicos, sino con alma de verdadero poeta,

enamorado de las ruinas de las grandes ciudades, las cuales

avivan su inspiración poética, honda y reflexiva. Su

oda A las ruinas de Itálica es un poema definitivo, monumento

glorioso y rasgo brillante que acredita a su autor

de gran poeta y le coloca decididamente entre los primeros.

Quintana dice de ella, refiriéndola, como era corriente

en sus días, a Rioja, que todo en esa composición es

grande y majestuoso; el asunto, la idea, la contextura, la

ejecución. Analizada con un criterio clásico, la obra es

perfecta; vista desde el punto del sentimiento, nótase en

seguida que la perfección técnica está a más altura que

aquél. No desdice nada de esta oda aquella otra que el

mismo Rodrigo Caro dedicó a Carmona, y aún acaso

sean más bellas y sentidas las palabras dedicadas a la

ciudad de él «por patria cara venerada», que las fastuosas

estancias de Itálica.

Oíros poemas castellanos escribió Caro: Oda a Sevilla,

Canción a San Ignacio de Loyola, y algunos latinos, y

otras varias obras históricas y de antigüedades, siendo

las de más importancia las tituladas: Antigüedades y

principado de la ilustrísima ciudad de Sevilla, y la Relación

de las inscripciones y antigüedad de la villa de

Utrera. Fué autor asimismo de otra obra importante, cuyo

título es Claros varones en letras naturales de la ciudad

de Sevilla (í).

Francisco de Rioja (16007-1659) fué protegido del Conde-

Duque. Caído en desgracia, sufrió una prisión, y vuel-

(1) «Sociedad de Bibliófilos Andaluces», 2 tomos, 1884, Sevilla.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 241

ío a Sevilla, se dedicó por completo a sus aficiones literarias.

Pertenece a la escuela de Herrera, sobresaliendo por

su buen gusto, delicadeza y excelente estilo. Hombre cultísimo,

no abusa, sin embargo, de su saber clásico; el

lenguaje de Rioja es elegante, claro y terso en la versificación;

sus asuntos nada tienen de conceptistas.

La crítica moderna ha despojado a este poeta de parte

de sus laureles, pues la canción A ¡as ruinas de Itálica,

que se creyó suya, pertenece a Caro. Asimismo se le ha

negado la paternidad de la famosa Epístola moral, que

parece pertenecer al capitán Andrés Fernández de Andrada,

uno de los más excelsos poetas, y por una sola vez (1).

Sin embargo, el nombre de Rioja será grande mientras

a él vaya unida la hermosísima composición A la rosa,

para cuya belleza son escasos todos los elogios, y aquellas

otras, tan delicadas, AI clavel, sus sonetos, etc. (2).

Pedro de Quirós (muerto en 1670) es uno de los poetas

que en los días del culteranismo lograron no caer en la

enfermedad reinante. Sus poesías, que no son numerosas,

son bellísimas por su delicadeza y ternura, descollando

entre ellas el madrigal A una tórtola. Seguramente que el

tema es de artificio imaginativo; mas hay en el brevísimo

poema un tono de honda sinceridad y apacible resignación,

que bien pudiera ser tuviesen íntimo fundamento los

lamentos del poeta. El conocido soneto a Itálica no es inferior

en belleza a aquella soberbia composición de Rodrigo

Caro sobre tema semejante. Otras composiciones no

sufren comparación con estas dos joyas literarias.

Doña Constanza Osorio (1565 a1637) es notabilísima

mística en varios poemas de tono clásico o bíblico. Que-

(1) Lo más seguro por hoy es respetar por anónima esa hermosísima

composición y seguir la opinión de Menéndez y Pelayo, que señalaba

al desconocido autor con el título de El Anónimo Sevillano.

(2) cSociedad de Bibliófilos y «Biblioteca de Autores Españoles»

tomo XXXIII.

16

242 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

dan como lo más selecto la obra espiritual Huerto del Celestial

Esposo y una Exposición de los Salmos; Alfonso

Bonilla, autor de Nuevojardín de flores divinas (1617), es

poeta poco estimable, acusando ya la decadencia de los

poetas andaluces. Sostiénese, no obstante, el sentido lírico

con D. Fernando de Valenzuela, rondeño, favorito de

Doña Mariana de Austria y caído después en desgracia

y condenado a destierro. En su Qomance en endechas,

lamenta sentidamente su desgracia (1667?).

Otro clasicista es Esteban Manuel de Villegas (1589-

1669), poeta lírico, cultivador de la anacreóntica, autor lleno

de defectos y plagado de puerilidad, pero a quien no

se le puede olvidar mientras su nombre acompañe a poesías

como El pajarillo.

Trató Villegas de introducir en la poesía castellana el

empleo de combinaciones métricas usadas por los antiguos;

y, aunque no consiguió con ésto grandes resultados,

débesele el perfeccionamiento del llamado verso sáfico,

así como su combinación con el adónico, de lo que

es ejemplo su oda Al céfiro (1).

Merecen colocarse entre estos poetas de buen sentido,

ya que no de grande inspiración, Francisco de Borja,

Príncipe de Esquilache, muerto en 1658, y el Conde Bernardino

de Rebolledo, que vivió de 1597 a1676 (2).

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XLI y XLII—Villegas:

Eróticas o Amatorias, edición de «Clásicos castellanos», por

Alonso Cortés.—De la mayor parte de los poetas citados se encuentran

escogidas muestras en la pequeña Antología, que titulada Flores de

poetas ilustres (siglos xvi y xvii) publicó el Sr. Bonilla en «Clásicos

de la Literatura Española». Ruiz, hermanos, editores.—Madrid, 1917.

(2) Hay bellos romances de estos dos poetas, algunos se salvarán

como modelo en el género ya decadente; v. gr., aquel que empieza:

«Truéncansc los tiempos—múdanse las horas..», del Príncipe de Esquilache;

o aquel otro del Conde de Rebolledo «El amor y el apetito—

Lisis, tan distintos son ..» Véase nuestra Antología de textos castellanos

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 245

II

El conceptismo.— Al poeta Alonso de Ledesma y Buitrago

(1562-1633) se atribuye la iniciación en España del conceptismo,

que es el alambicamiento en las ideas, así como el

culteranismo lo era en la expresión. Esta especie de presíidigiíación

con el pensamiento la hizo patente en obras

como Conceptos espirituales. Juegos de Nochebuena y

El monstruo imaginado. Sin Qucvedo y Gracián no se

recordaría el nombre de Ledesma, y menos el conceptista

que se llamó Alonso Bonilla (1).

Francisco Gómez de Quevedo y Villegas (1580-1645) es

el único fruto espléndido del conceptismo en Europa;

mejor dicho, la sola figura que descuella gigantesca entre

todas, a pesar del mal gusto reinante, es la de este gran

polígrafo español, que siempre «tuvo el chiste en los labios

y el estoicismo en el pecho».

Con su saber extraordinario y el ardor de su imaginación,

es una de las glorias más singulares de la tierra castellana.

Embajador y diplomático, amigo y favorito del

Duque de Osuna, mezclado en todos los graves asuntos

de su tiempo, sucesivamente objeto de distinciones muy

elevadas y caídas muy crueles, su vida, llena de agitación,

encarna la representación más cumplida del alma española:

Cervantes es el mundo, Quevedo es la patria. En los descansos

de una existencia tan agitada encontró tiempo de

dar a luz estudios históricos, novelas, lecciones de moral,

(1) Hay alguna poesía de Bonilla que merece salvarse del desaire

general a que es acreedora su obra. Por ejemplo, aquella mística que

empieza: «¿Quieres hoy conversación- querida esposa?…

244 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

poesías humorísticas, la mayor parte de las cuales se han

perdido. Sus dotes satíricas, la viveza con que a veces se

constituyó defensor del buen sentido y de la razón contra

la invasión del mal gusto, contra las desdichas de España

y las miserias de la corte, su vena burlona, su ironía fina,

acerada, ardiente, permiten clasificarle en la serie de los

grandes satíricos.

Así como Góngora hubiera sido el más grande de los

líricos españoles sin Las Soledades y sus semejantes,

Quevedo sería el más grande de sus contemporáneos sin

las ingeniosidades de que sembró sus obras, hasta hacerlas

no pocas veces ininteligibles, o las procacidades ulírarrealistas

que repelen al lector en no pocas ocasiones.

No obstante estos defectos, es Quevedo la figura que más

se acerca a Cervantes en la literatura castellana, y desde

luego nadie, en ella, aventaja a este polígrafo extraordinario,

siempre inquieto, siempre valiente, el más grande humorista,

el más cáustico de los satíricos.

En todas sus obras derrochó ingenio, profunda filosofía,

humorismo sentencioso o amargo, gracejo inocente,

sátira mordaz, causticidad equívoca, genialidad errática…

Su popularidad fué inmensa, y en gran modo le ha perjudicado,

pues su nombre ha sido banderín de enganche bajo

el que se han inscrito mil producciones, ajenas por completo

de aquel a quien se le han hecho prohijar. Labor de críticos

como Fernández Guerra ha sido el ir desbrozando el

campo cultivado por el gran escritor; en esta tarea se necesitan

nuevos operarios, pues sin duda la obra de Quevedo

no es¡por completo conocida.

Hombre de profundos conocimientos en Teología, en

Jurisprudencia y francés, griego, latín, árabe y hebreo adquiridos

en Alcalá, mostró su ciencia en multitud de obras

políticas, ascéticas, filosóficas, satiricomorales, de crítica

y sátira literaria, festivas y de entretenimiento, novelas

y obras poéticas.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 245

Las poesías que de Quevedo se conservan hoy, con ser

numerosas, no constituyen sino una parte muy escasa de

las que dejó a su muerte, siendo debido esto a que al

morir encomendó al Tribunal de la Inquisición que revisase

sus composiciones, expurgando aquellas cuya publicación

no creyera convenientes. Grande es el mérito de las

poesías de Quevedo, sus sonetos burlescos no tienen rival

en la literatura castellana, sus romances cortos son modelo

de gracia y frescura; sus poesías amatorias y sagradas

están henchidas de melancolía y sentimiento, y en sus

composiciones didácticas muéstrase tan grave en el fondo

como entonado en la forma. Su libro Providencia de Dios

€s ejemplo vivo de lo que pudo merecer aquel talento privilegiado,

a quien todas las amarguras de la prisión no

lograron arrancar una palabra desesperada, sino acentos

de cristiana resignación, que van muy cerca de las palabras

de aquel varón justo a quien él tomó por modelo

cuando decía que ese libro era «doctrina estudiada en los

gusanos y persecuciones de Job>.

Poesías tiene también Quevedo que son el más severo

aviso a las almas ajetreadas por el tráfago de la vida, que

a él lo envolvió de tal manera. Tuvo Quevedo el prurito de

no entregar a la imprenta sus poesías, demorando su publicación

hasta el día en que hubiese hecho selección en

ellas, entresacando las mejores y corrigiendo las defectuosas;

murió sin que pudiese haber realizado su deseo, y ésta

es sin duda la causa de que al lado de trozos bellísimos de

admirable poesía se encuentren fragmentos que dicen bien

poco en pro de su autor, tanto por su incorrección como

por su incoherencia y por el abuso de temas constantemente

repetidos: el matrimonio

Sátira contra el matrimonio—

y las suegras fueron a menudo ocasión para desahogar

el enojo o las burlas, sin que faltasen otros asuntos

a su causticidad y no los aprovechase. Véase Epístola satírica

al Conde-Duque de Olivares en su valimiento, el

246 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Memorial y el Pater noster glosado que dirigió al Rey

Felipe IV y fué causa próxima de su última y larga prisión

en León. Allí es donde se atrevió a decir al inepto Rey,

víctima de la adulación: «Grande eres, Filipo, a manera de

hoyo, que cuanto más le quitan, más grande se hace»; y

en el Pater noster comenzó así:

Filipo, que el mundo aclama

Rey del infiel tan temido,

despierta, que por dormido

nadie te teme ni te ama…

jCuán diverso espíritu el de Alcázar y el de Quevedo,

nuestros dos grandes satíricos! La obra de aquél, por su

misma agradable frivolidad, fué fugacísima; la de Quevedo,

a pesar de que hoy puede decirse que no conocemos

su labor completa, es eterna, porque es la voz potente que

se levantó impávida, como protesta contra una época de

corrupción, de la que acaso ni el mismo censor puede alguna

vez librarse por completo. También tiene Quevedo

multitud de poesías festivas de las que podríamos llamar

inocentes; mas aun estas son bien distintas de las del

autor antes citado. Hay en ellas un aliento de pesimismo

y de sarcasmo que las caracteriza. Sirva de ejemplo el

romance La mala suerte. El Tiempo, o aquel soneto Trastos

y miserias de la vida, etc.

Mas el ingenio picaresco, la amarga ironía rayana en la

crueldad, donde aparece exuberante es en la citada Historia

de la vida del buscón, mejor conocida por El Gran Tacaño.

Aquí hay descripciones brillantes que vivirán en nuestra

literatura como inimitables modelos. Esta obra se publicó

en 1626 y su argumento lo forman las aventuras de

Pablos, hijo de unos picaros: un desheredado, que sigue

a un rico escolar. Después de muchas peripecias, Pablos

continúa su mísera vida, incorporándose a una partida de

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 247

ladrones, es encarcelado, se finge tullido, es despue’s actor,

matón, y no sabiendo quizá qué hacerse del protagonista,

termina con e’l Quevedo haciéndole emigrar a Indias.

Se irata de una muy feliz continuación de la novela /?/caresca

española.

«Una producción extraña de nuestro autor son los Sueños

{\627), verdaderas humoradas fantásticas (1). Por la

fuerza demoledora de su sátira; por el hábil y continuo

empleo de la ironía, del sarcasmo y de la parodia; por e!

artificio sutil de la dicción; por la riqueza de los contrastes;

por el tránsito frecuente de lo risueño a lo sentencioso,

de la más lim.jia idealidad a lo más trivial y grosero;

por el temple particular de su fantasía, cínicamente pesimista,

Luciano revive en los admirables Sueños de Quevedo

con un sabor todavía más acre, con una amargura y

una pujanza irresistibles. Era Quevedo helenista, y de los

mejores de su tiempo, y no es de extrañar que teniendo su

espíritu tantas analogías con el del autor griego, por lo

desenfadado, mordaz y agudo, hiciese de él su modelo.

Ya Juan de Valdés le había seguido en su Diálogo de

Mercurio y Carón*. (Menéndez y Pelayo).

Es imposible detenernos más en el examen de esta figura

colosal; su misma grandeza nos relevará de ello. Imaginemos

el alma más compleja que pudiéramos idear y ella

será la de Quevedo: es severa, varonil, sentenciosa en la

Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás

(1626); en la Vida de Marco Bruto (1644), en la Vida

de San Pablo, la de Santo Tomás de ViIIanueva (1620),

en La cuna y la sepultura y en el estupendo libro Providencia

de Dios, y aquel otro de La constancia y paciencia

del Santo Job. El aspecto de filósofo humano, capaz

de todas las adivinaciones y descubridor de todos los

simbolismos, en los que encarna la más acerba sátira molí)

Zahúrdas de Plutón y Visita de los Chistes.

248 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

ral, csíá en Los sueños; el del hombre que se deja arrebatar

de la pasión, vengativo e insolente, aparece en sátiras

como La Perinola, al doctor D. Juan Pérez de Montalbán,

graduado no se sabe dónde, en lo qué, ni se sabe,

ni él lo sabe; y es siempre luminoso como último fulgor

de la grandeza intelectual y política de la España que moría

víctima de aquel hombre aciago, el Conde-Duque,

perseguidor de Quevedo y destructor de España, si no

por voluntad, sí por triste ineptitud (1).

(I) Obras en prosa «Biblioteca de Autores Españoles», t. XXIII y

XLWWl.—Poesías, ídem id. tomos LXIX.— Vida del Buscón «Clásicos

Castellanos», Madrid, 1911.—Los Sueños. ídem id., edición de Cejador.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 249

III

El teatro en este período.— Guillen de Castro (1569-1631)

es el más notable de los contemporáneos de Lope. Desempeñó

cargos de confianza al lado de los magnates de

la Corte, obteniendo pensiones del Conde-Duque de Olivares,

y en los últimos momentos de su existencia se le

enterró de limosna en Madrid, en el hospital de la Corona

de Aragón.

El genio atrevido de Guillen de Castro hizo que recorriese

lodos los géneros dramáticos con sin igual valentía.

En el histórico o heroico tiene, además de Las mocedades

del Cid, La Justicia en la piedad, Pagar en propia

moneda, Allá van leyes. La humildad soberbia y El

amor constante, que es una de las más bellas. El Conde

de Atareos, El Conde de Irlos, El nacimiento de Montesinos

y El desengaño delicioso; todas estas últimas sacadas

de romances caballerescos. En el género de capa

y espada tiene comedias tan interesantes como el Narciso

en su opinión, que girvió de modelo a Moreto para su

Lindo D. Diego, y Los malcasados. Las tiene además de

costumbres y de carácter, como La verdad averiguada y

engañoso casamiento. El pretender con pobreza. Engañaros

engañando. Quien malas mañas ha… (1) y El perfecto

caballero. Tiene también una muestra del drama mitológico

en Progne y Filomena; otras del místico o religioso,

zn El mejor reposo. El prodigio de los montes y

La degollación de los inocentes, y una tragedia titulada

(1) Editada por D. E. Julia, Madrid, 1916 «Revista de Archivos».

250 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Dido y Eneas, que viene a ser una imitación del poema

de Virgilio.

Entre todas, la mejor y la que le ha valido la fama de

que goza es la de Las mocedades del Cid, en dos partes:

en la primera trata de la muerte del Conde Lozano y el matrimonio

de Jimena, siguiendo, no al poema de Mío Cid,

sino aquel posterior de Las mocedades, y al romancero,

lo cual le da un carácter interesantísimo y popular. Esta

parte es la que imitó Corneille, y aunque suprime muchos

episodios, que embarazan la acción de la de Guillen de

Castro, éste le aventaja en verdad y colorido histórico.

La segunda parte, destinada a narrar los triunfos del Cid,

por lo que se titula Hazañas del Cid, no tiene el intere’s

de la primera (1).

Felicísimo en la literatura dramática y en la novela es

Luis VÉLEZ DE Guevara (1579-1644), a quien poco a poco,

se van rindiendo los honores que en justicia se le deben.

Fué fecundísimo en el teatro, aunque no debieron de ser

muy felices sus éxitos por aquel tiempo, puesto que vivió en

la mayor indigencia. De sus obras dramáticas nos quedan

algunas muy notables, como el drama histórico Si el caballo

vos han muerto, tema explotado después por otros

autores, y aquel que tiene por asunto el hecho de Guzmán

el Bueno, Más pesa el ¡?ey que la sangre. Aún se representa

otro precioso drama histórico legendario, de Véiez,

Reinar después de morir, donde supo aprovechar felicísimamente

la historia de D.^ Inés de Castro, mujer de don

Pedro de Portugal. Pero con ser grandes sus aciertos en

el teatro, la gloria del autor ha quedado vinculada a una

novela picaresca o satírica que lleva por título El Diablo

Cojuelo {Í64Í). Trátase de una narración influida por El

asno de oro, de Luciano o de Apuleyo, y no solamente en

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLUl.—Las mocedades

del Cid «Clásicos Castellanos», edic. Said Armesto, Ma*id, 1915.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 251

la fábula, sino en la mordacidad de las descripciones. Un

estudiante libertó al diablo de una redoma, donde le había

encerrado un mago. (¿Villena?), y c! diablo, agradecido,

lleva al estudiante por los aires en excursión instructiva.

Para mejor conocer el mundo, el diablo, con su poder

sobrenatural, levanta los tejados de las casas (l),’SÍn que

los habitantes de éstas lo noten, y así son sorprendido»

los vecinos en su vida íntima, y el estudiante aprende lo

que es ésta. Se ha censurado el estilo y el lenguaje de E!

Diablo Cojuelo por lo alambicado y conceptuoso; pero,

aun así, es una de nuestras mejores novelas picarescas,

y por su fondo y donosura, de las más intencionadas (2).

Oíros dramaturgos de tercer orden son Jerónimo de Villayzán

que en vida muy corta (29 años) logró éxito feliz

con su comedia A gran daño, gran remedio; Cristóbal de

Monroy y Silva, muerto en 1649 refundidor de Fuente Ovejuna

y autor de alguna comedia estimable, y no puede olvidarse

al amigo y admirador de Lope Juan Pérez de Mon-

TALBÁN (1602-1638). A los veintitrés anos era presbítero,

pero, víctima de esfuerzos intelectuales, a los treinta y

cinco perdió la razón. A los diez y siete años escribía comedias

aplaudidas, y dejó compuestas hasta 36 obras y 12

autos sacramentales, éstos con muy pobre éxito. Imitador

de Lope, es a veces como la caricatura monstruosa del

(1) Es curiosísimo el Tranco IX donde nos pinta una Academia literaria

de Sevilla. Los poetas de la época se reunían formándose Academias,

de las que han sido notables la de los Nocturnos de Valencia, la

Pítima de Zaragoza, la de Huesca, etc., etc. Estas Academias del siglo

xvn dieron lugar a las del xviii, que contribuyeron en gran modo a

la corrupción literaria de este tiempo. Así como las del siglo anterior

tomaron por modelo a las italianas, las de la décimooctava centuria

vieron una norma de conducta en las ceremoniosas y rígidas Academias

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XIV, XLV, y LIV.

«Sociedad de Bibliófilos Madrileños», tomo V: El Diablo Cojuelo, edición

de Bonilla San Martín. – «Clásicos» Teatro, un tomo.

252 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Fénix de los Ingenios, lo cual no quita que íambie’n siga

al gran maestro en sus aciertos, sobre todo en el feliz

hallazgo de argumentos dramáticos. Fue muy dado a intercalar

en sus obras trozos líricos descriptivos para hacer

gala de imaginación rica y de galana dicción, siendo notable

también en la facilidad del diálogo, como puede verse

en Los Amantes de Teruel y El monstruo de la fortuna,

Cumplir con su obligación y No liay vida como ¡a iionra

(1). Respecto a aquel punto, pocos dramaturgos, si se

quita a Lope, le superan; mas ello demuestra que, en realidad,

si fué poeta dramático, lo era por imitación; él es un

lírico.

Tirso de Molina.—Fué el seudónimo con que ocultó su

verdadero nombre el fraile mercedario Gabriel Téllez

(1573-1648). Algunos han supuesto que vivió aislado por

completo de los ingenios de su tiempo, lo cual no es exacto,

porque le vemos sostener relaciones más o menos

amistosas con Cervantes, Montalbán, Lope de Vega y

cuantos se distinguieron en el cultivo de las letras, y también

escribiendo poesías al frente de algunos libros que se

publicaron en la primera mitad del siglo xvii.

Tirso de Molina fué uno de los autores má fecundos de

su tiempo. Escribió más de 400 obras, y en las de carácter

dramático existe una variedad grandísima. En lo que a la

técnica dramática se refiere, es análoga a la de Lope de

Vega, por más que, aun empleando recursos semejantes,

revela, no obstante, completa originalidad.

Difícil es clasificar las obras de Tirso; no obstante, las

dividiremos en tragedias, dramas y comedias. Entre las

primeras debemos citar Los Amantes de Teruel y La venganza

de Tamar. De sus dramas mencionemos La prudencia

en Ja mujer. En ella se nos traza la figura de doña

(1) Comedias «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XIV y XLV.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 255

María de Molina en la minoría de edad de su hijo Fernando

IV, durante la cual gobernó el reino y conservó la corona

de éste contra asechanzas de sus tíos Don Enrique y

Don Juan. Presenta el poeta cuadros interesantes en toda la

obra, y los caracteres de los personajes que aspiraban a

la mano de doña María de Molina, ora instigados por la

pasión del amor, ya por el deseo de apoderarse de la regencia

de Don Fernando, están admirablemente dibujados.

Respecto a otros dramas históricos, la brevedad nos impide

hacer observación alguna acerca de los mismos, y

sólo consideramos el de carácter religioso, titulado Eí

condenado por desconfiado, uno de los mejores, o el

mejor de los dramas teológicos de nuestro teatro. Su belleza

es grande; la valentía del tema desarrollado, extraordinaria,

como que afronta no menos que el problema de la

predestinación y del libre albedrío. Probablemente, el asunto,

la leyenda, no es original de Tirso, pero |cuán hermosa

y originalmente desenvuelta está! ¡Qué carácter tan intensamente

humano el del penitente Paulo, qué torturas, qué

amargas cavilaciones, tan propias de un corazón apocado

y de una imaginación sobresaltada (1).

De los dramas legendarios o novelescos de Tirso es digno

de conocerse Ei burlador de Sevilla y Convidado de

piedra, que recorrió en una forma o en otra, todas las

literaturas de Europa. En la obra hay algunos defectos;

sin embargo, es notabilísima, porque ha sabido crear en

ella, de un modo admirable, el carácter de Don Juan Tenorio.

Cierto que con este mismo asunto escribieron obras

dramáticas otros autores, entre ellos Juan de la Cueva,

quien en El Infamador presenta un personaje que ha servido

de base a El burlador de Sevilla; sin embargo, Tirso

(1) En mi Antología de textos castellanos (siglos xiii al xx) se hallarán

los argumentos y escenas culminantes de las principales obras

de Tirso,

254 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS

de Molina fué el único que supo llevar al íeaíro el Tenorio

con toda su originalidad, pintándolo con los caracteres que

hoy son tan conocidos en todo el mundo.

De las comedias de Tirso habría que citar la mayor parte

para no dejar en el olvido injustamente algunas délas mejores

del teatro español. Sobresalen Don Gil de las calzas

verdes, El Vergonzoso en Palacio, Mari-Hernández la

gallega. La Villana de Vallecas y la Villana de la Sagra,

Marta la piadosa, Por el sótano y el torno, etc.

Don Gil de las calzas verdes es comedia de intriga y la

más popular; que se distingue no sólo por lo ingenioso y

complicado del enredo, sino también por la belleza y propiedad

de sus situaciones cómicas.

En todas las comedias, el fraile es poeta autor de condiciones

excepcionales, tan fácil en el lenguaje y versificación

como pueda serlo el primero, y como nadie habilísimo

para pintar las costumbres de la época. Ejemplo, La

Villana de Vallecas, singular por la lozanía y gracia de

sus tipos y admirable por la traza de la mujer andariega y

piadosa, aventurera, celosa y enamorada, mujer de aquellos

días de Tirso, el cual no sólo sabía de esta clase de

damas, sino que también supo retratar aquellas otras fuertes

y severas como la de La prudencia en la mujer.

Hoy se ha reparado la injusticia que con este excelso

autor se había cometido por una crítica rancia y estrecha.

Tirso merece ponerse inmediatamente detrás de Lope; sin

éste no existiría el «monstruo del teatro», mas sin Tirso no

tendríamos teatro verdad, teatro no épico, ni teológico,

sino humano, en la más humana significación de la palabra

(1).

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo II. Comedias escogidas.—

Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomos IV y IX. Obras

«Clásicos Castellanos». Madrid, t910.-¿05 Cigarrales, «Biblioteca

Renacimiento», edición de Said Armesto.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 255

No lerminaremos sin indicar que Tirso de Molina fué

también novelista en Los cigarrales de Toledo, compilación

de poesías, cuentos, etc., sobresaliendo algunos boccaccianos,

como Los fres maridos burlados, que es el

Cigarra/ quinto.

256 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

IV

Otros poetas dramáticos.—Por esta época se citan multitud

de autores dramáticos que, de no ser contemporáneos de

los grandes autores, hubieran brillado por cuenta propia,

y, aun así, los hubo como Diego Jiménez de Enciso (1585-

1635), el cual en su Príncipe Don Carlos sugiere a Calderón

La vida es sueño; Antonio Hurtado de Mendoza

(1586-1644), a quien Moliere imita y Lesage aprovecha;

Luis de Belmonte, dramático y poeta lírico (1587-1651),

autor de comedias como La renegada de Valladolid y El

diablo predicador.

Más consideración merece Luis Quiñones de Benavente,

que hacia 1645 fué uno de los más notables autores cómicos

españoles, el predecesor de D. Ramón de la Cruz y

de González del Castillo, y con ellos representante en el

teatro español de la más lozana y regocijada manera de

entender el castizo entremés y saínete. Tiene obras que

ciertamente deben ser estudiadas como verdaderos modelos

en su género, descollando los entremeses fílosófícos

El Tiempo y La muerte y los de costumbres El murmurador

y El guardainfante. Como modelos en el arte de ridiculizar

vicios, V. gr.: la avaricia, la sordidez, los engaños,

etc., descuellan los titulados Turrada, La capeadora,

Ei borradlo y El remediador. En El borradlo y en El

retablo de las maravillas hay escenas graciosísimas,

llenas de originalidad, de ingenio, y con gran viveza y soltura

en el diálogo.

Antonio Mira de Amescua (1578-1644), logró gran popularidad

en sus días; pero hoy ha decaído más de lo justo

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 257

en gracia a la gloria absorbente que con razón adquirieron

sus egregios contemporáneos, Lope de Vega, etc. En sus

poesías líricas hay fragmentos que no pueden ser más

bellos ni más delicados; tienen una verdad, y una tan fina

y real poesía como pocas veces se logró en el siglo xvii.

Como autor dramático tiene Mira de Amescua aciertos

muy notables en El esclavo del demonio, uno de los precedentes

de El mágico prodigioso, de Calderón, y en el

cual se inspiró también éste para La devoción de la cruz.

Mira de Amescua fué verdaderamente feliz para elegir

asuntos teatrales, que acaso no acertó a desarrollar por

completo, pero sirvieron, en manos de otros poetas, para

los mejores éxitos de éstos. Galán, valiente y discreto da

motivo a Alarcón para algunas escenas de Examen de

maridos, que también aprovechó Corneille. La rueda de la

fortuna, que escribió Mira de Amescua hacia 1614, dio a

Calderón En esta vida todo es verdad y todo mentira, y

al citado autor francés el Heraclio (1).

Juan Ruiz de Alarcón.—»Nació en Tasco (Méjico) hacia 1581

y murió en 1659. Por el año 1600 se le encuentra en España,

donde estudió; volvió a Méjico y regresó a la península.

Es uno de los talentos más peregrinos de nuestra escena;

pero habiéndole dotado la Naturaleza de facultades intelectuales

eminentes, no fué tan benévola en lo referente a

sus cualidades corporales, puesto que era jorobado; no

hubo contemporáneo suyo de nota que dejase de escarnecerlo,

a pesar de la protección del Conde-Duque de Olivares

y de su reconocido ingenio, que tampoco hubo quien

(1) «Libros de Antaño», tomos I y II, los Entremeses de Quiñones

de Benavente; en «Biblioteca de AA. EE ». t. XLII y XLV, Comedias

de Mira de Amescua’.— Citansz también a oíros autores como Felipe

Godínez, muerto hacia 1640; a Antonio Hurtado de Mendoza 1586-1644),

a quien imitaron Moliere y otros autores franceses; a Luis Belmente,

que Imitó en su Diablo predicador al gran Lope de Vega.

17

258 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

negara (1). Es curioso que una de las acusaciones que

sobre él lanzaron, la de plagiario, era la más injusta que

darse puede, porque precisamente el, bastante original, fué

robado en iodos los asuntos que llevó a la escena, y hasta

no pocos autores mutilaron muchos de sus argumentos.

No solamente dentro de casa se imitó a Alarcón, sino fuera:

Corneille copió su comedia La verdad sospechosa, y

para colmo, se la atribuyó a Lope, y Alarcón tuvo necesidad

de poner al frente de una edición de sus obras una

nota en que aseguró que todos los trabajos que él había

dado a luz eran suyos, aunque algunos anduvieran impresos

con el nombre de otros.

Nunca logró Alarcón la fama que gozaron otros dramáticos

de menor fuste; y esto se explica teniendo en cuenta

que las comedias del autor americano son prematuras: no

eran los días del comienzo del siglo xvii para gustar del

talento reflexivo de nuestro poeta. Además, su manera de

concebir o realizar, al menos, su teatro con un fin docente

no era cosa usada por entonces. Habían de pasar muchos

años para que la comedia española abandonase aquel espíritu

lírico que se desborda por todos nuestros grandes

poetas; y aunque lirismo hay en Alarcón, no es el lirismo

heroico de Calderón de la Barca, sino otro reposado, reflexivo

y didáctico, más humano y menos deleitoso para

épocas y gustos épicos en cierto modo, como eran los de

los hombres de aquellos días. Habían de llegar los espíritus

críticos con toda su labor derrocadora de idealismo —

Quevedo y Gracián— , y así como al gusto caballeresco

dio mortal golpe El Ingenioso Hidalgo, en este orden, no

existiendo otro coloso como Cervantes, había de ser más

difícil y más lenta esa labor.

(1) Algunos indicios hacen suponer que más bien que diatribas violentas

contra Alarcón, fueron burlas, en el fondo inocentes, entre algunos

académicos concurrentes a aquellas tertulias de literatos de que

nos habla Vclez de Guevara.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 259

Si Alarcón hubiera escrito sus comedias en pleno siglo

xviii, habría sido aplaudido, y en esa centuria tendríamos

un gran poeta dramático, a inconmensurable altura en relación

con los seudoclásicos franceses y sus pobres imitadores

españoles. Puede afirmarse que la obra total del

mejicano es un anuncio del teatro didáctico que se había

de generalizar en Europa, y no poco pudo ella influir en la

moda francesa, que después de los franceses tomamos

nosotros con El delincuente honrado, de Jovellanos, por

ejemplo, y otros poetas sensibleros y seudodocentes.

No se crea que desde esta fecha impera el gusto alarconiano

en el teatro: han de pasar muchos años; todo el teatro

de tesis, de origen francés, y todo el teatro romántico

y efectista, para que sea hoy corriente una comedia al verdadero

estilo de las de Alarcón; Benavente es hoy su pariente

más cercano, y hay que convenir en que lo presentado

por Alarcón era un acierto, sin negar por ello realidad

artística gigantesca a la obra de los poetas que tan crueles

fueron con el autor de La verdad sospechosa. Esta es su

obra maestra; tanto en el plan como en el desenlace, acredita

un talento eminente; el defecto que se puede hallar en

ella es la poca verisimilitud de algún recurso dramático.

Los caracteres están perfectamente trazados, especialmente

el del protagonista y el de su padre, D. Beltrán, excelente

retrato de un padre que sueña con la felicidad de tener

un nieto.

En Las paredes oyen el poeta afirma la superioridad

moral de la hermosura del alma sobre la del cuerpo, y

prueba que el maldiciente es odioso en la sociedad y digno

de eslima el tolerante y comedido. Ganar amigos es drama

tenido como el mejor de los que Alarcón escribió. Su tesis

expone las grandes ventajas del bien obrar, y los más

bellos sentimientos de honor, amistad y gratitud: El marqués

Don Fadrique, valido de Don Pedro el Cruel, perdona

y salva a D. Fernando de Godoy, que le había muerto a su

260 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

hermano en desafío; impide el castigo que el rey quería

dar a D. Fernando de Luna por haber violado el decoro de

su palacio; gana a D. Diego Padilla (causa de la muerle de

su hermano), y hace que el rey Don Pedro 1 favorezca a

todos. Vióse después D. Fadrique calumniado y preso y

todos se prestan a padecer por él. El rey, que escuchaba

escondido la generosa lucha de los cuatro, perdona a los

delincuentes y vuelve a su gracia al marqués. En este drama

campean bizarramente la caballerosidad y la lealtad, y

los caracteres nobles y levantados constituyen su principal

mérito.

El Tejedor de Segovia se compone de dos partes. En la

primera, D. Beltrán Ramírez, acusado de querer matar al

rey, por los mismos que en efecto lo intentaban, es condenado

a muerte. Su hijo D. Fernando va a Segovia, disfrazado

de tejedor, dispuesto a rehabilitar a su padre. En

la segunda parte, el supuesto tejedor, viendo al rey en peligro

en una batalla, le salva y contribuye a la victoria,

confundiendo a los calumniadores de su padre, el cual es

reintegrado en sus dignidades y honores.

En Los pechos privilegiados se enaltece el heroísmo de

la nodriza Jimena por su lealtad y abnegación, la cual logra

para en adelante que cuantas mujeres amamanten a los Villagómez

gocen de privilegio de nobleza.

He aquí los títulos de otras comedias de Alarcón: La industria

y la suerte, La cueva de Salamanca, Mudarse por

mejorarse, El desdichado en fingir. No hay mal qne por

bien no venga. El dueño de las estrellas. El examen de

maridos. La crueldad por el honor, etc., etc. Obras de las

más completas que produjo Alarcón son El tejedor de Segovia

y Los pechos privilegiados, poemas perfectísimos,

porque en ellos, y en la Verdad sospechosa, hay caracteres

que ningún otro poeta ha superado en el teatro español,

ni aun Tirso; porque el lenguaje y la versificación son

los de un maestro en el habla castellana y en la técnica del

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 261

verso; porque en aquellos di’as de despilfarro de dotes poéticas,

él fué sobrio y justo. Ejemplo de esta sobriedad

puede verse en la comedia Los favores del mundo. El ser

demasiado equilibrado le hace a veces aparecer frío, y tal

es la causa de que en cada una de las cualidades en que

aisladamente se le considere, salga vencido al com’pararle

con sus contemporáneos. Mas en la obra de conjunto, en

la totalidad de las cualidades que pueden ser suficientes

para hacer un poeta, no hubo quien le igualara, habiendo

quien le superó en cada una de ellas (1).

(1) Comedias en «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XX,

XLVII y LII.— La biografía más completa de Ruiz de Alarcón es aún la

de D. L. Fernández Guerra y Orbe.—Véase también: Nuevos datos

para la biografía de D. Juan Ruiz de Alarcón, por D. Francisco Rodríguez

Marín, 1911.—Argumentos y escenas principales en mi Antología

de textos castellanos.

262 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Don Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), el más espléndido

de iodos los poetas españoles, nació en Madrid, enriqueciendo

casi todo el siglo xvii la escena española con

su fecunda inspiración. En muy temprana edad creó ya

obras notables. El carro del cielo y La devoción de la

Ctuz, drama que ha ganado al insigne poeta severas críticas.

También pertenece a esta primera época En esta

vida todo es verdad y todo mentira, precursora de otras

varias que ocuparon los ocios del soldado. AI mediar el

siglo, año 1651, cambió por completo su estado social En

este año se hace sacerdote, mas ciertamente no necesitaba

que este grave carácter imprimiera un nuevo sello a sus

producciones. A quien escribió el poema dramático La devoción

de la Cruz no le era menester realzar su fe profunda

en la edad madura. Así no se advierte en sus creaciones

dramáticas esta transformación; copiosísimo raudal de

nuevas inspiraciones, de nuevas y novelescas aventuras de

todo género, siguió brotando de su fecundísima pluma.

Calderón fué, con tan alto ministerio, el cantor místico de

los notables poemas consagrados a ensalzar el misterio de

la Eucaristía, pero no dejó de enriquecer el repertorio de

su teatro profano. La muerte le sorprendió componiendo el

auto, que hubo de terminar Melchor de León.

De modo que él, genuino representante de esa poesía

singular, especialmente española, «murió cantando, como

dicen del cisne», según frase de Soh’s, en alabanza de la

Eucaristía, y, rara coincidencia, a la muerte del poeta

puede profetizarse que ha muerto en España el Auto sacramental.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 265

Los AUTOS SACRAMENTALES.—Desde los primeros tiempos

del Cristianismo en Europa existieron en todas las literaturas

unas composiciones con asunto religioso, con cuyo recitado

intentó el clero apartar a los fieles de las groseras

íarsas que, como restos de las libres fábulas paganas, servían

de entretenimiento al pueblo, aún avanzada la Edad

Media: Moralidades y misterios, Dramas litúrgicos, etc.

Los beneficiados y canónigos jóvenes de las catedrales se

obligaban por escritura a ser actores y aun autores de algunos

diálogos que en el recinto del templo se representaban

ante la devota multitud. Andando el tiempo aparece

algún indicio de lo que había de llegar a ser el auto sacramental,

con algún que otro romance en loor de la Sagrada

Eucaristía, que siendo el dogma principalmente atacado

por todas las herejías, fué el que atrajo más entusiasmo y

alabanzas de los fieles. Estos romances, dialogados despues

por personajes alegóricos o reales, fueron los que, al

admitir ya un argumento eucaríslico, llegaron a ser el auto

Desde que el Papa Urbano ]V ordenó se celebrara la festividad

del Corpus, fué este día señalado para la devota

expansión, y el drama religioso, que venía teniendo un

asunto bíblico cualquiera, se fué ciñendo poco a poco a

celebrar el misterio propio del día. Cuando el drama religioso

se limitó única y exclusivamente a ser un sermón

representable sobre la Sagrada Eucaristía, quedó convertido

en lo que se llamó auto sacramental. A más de muchos

que no nos han dejado sus nombres, escribieron

autos Pedraza y Timoneda, Lope de Vzga y Valdivielso,

Téllez y Montalbán, Moreto, Zamora y Bances Candamo.

Calderón fué, según frase de González Pedroso, «quien

engrandeció el auto, tanto en su plan como en su lenguaje

y en el aparato escénico que entonces adquirió» (1).

(1) González Pedroso: Véase «Biblioteca de Autores Españoles»

264 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Hay en los autos mucho arrebato lírico, filosóficos pensamientos,

disquisiciones cuya erudición es asombrosa,

por lo que más aparentan ser poemas épicorreligiosos que

verdaderos dramas. Sin embargo, en los autos los personajes

no son tan meíafísicos, es decir, al darles el poeta

la forma con la que se han de presentar, no hizo ni más ni

menos que encarnar una idea en algo que ya no es ideal,

sino que es efectivo, vive y siente como cualquier personaje

real, pero que en vez de llamarse de tal o cual modo,

sigue nombrándose la Caridad, la Fe, etc.

Y no se crea que esta alegoría hacía poco inteligibles al

pueblo dichas composiciones; nada de eso; tanto fué el

gusto que tomó en ellas, que grande fué la lucha que críticos

meticulosos hubieron de sostener cuando pretendieron,

y al fin lograron, acabar con estas representaciones,

las cuales llegaron aplaudidas desde La danza de ¡a muerte,

de Pedraza, en 1551, hasta el auto de San Antonio, representado

hacia fines del siglo xvin.

En muchas ocasiones no estaban en muy adecuada relación

con la grandeza de los personajes que en la acción

aparecían; mas la viva fe de los españoles suplía deficiencias,

hasta que la mayor pompa de que se rodearon estas

representaciones,- así como el que los más ilustres poetas

se encargasen de autos, hicieron fueran las comedias más

vistosas y de tramoya más complicada. Por» otra parte las

compañías más notables eran las encargadas, por las catedrales

y los concejos, de poner en escena estas representaciones,

presenciadas en Madrid por la corte y el pueblo

todo con gran regocijo. Representábanse precedidas o

seguidas de loas, prólogos e introitos, de canciones y danzas

coreadas, dé entremeses y saínetes, y con no poca intervención

de la música.

tomo XLVIII —El auto Los encantos de la culpa, puede verse en mi

Antología, ya citada.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 265

Atendiendo a su desarrollo, pueden clasificarse las composiciones

que nos ocupan en tres grupos: los autos antes

de Lope de Vega, en tiempo de este poeta y sus contemporáneos,

y los autos de Calderón. Este llevó dichas composiciones

a un grado tal de perfección que ninguno le

Los principales autos calderonianos son: La cena de

Baltasar, El veneno y la triaca, La vida es sueño (auto),

La nave del mercader, Lo que va del liomhre a Dios, La

viña del Señor, A Dios por razón del Estado, A María el

corazón, El árbol del mejor fruto. El Cordero de Isaías,

La devoción de la Misa, El divino Orfeo, Las espigas de

Rutli, El gran teatro del mundo. Mística y real Babilonia,

El pastor Fido (auto), El pintor de su deshonra (auto),

¿Quién hallará mujer fuerte? Sueños hay que verdades

son. El tesoro escondido, etc., etc. La misma fecundidad

de Calderón para componer autos nos hace comprender

la importancia que él dio a este género, muy en armonía

con su carácter de poeta teológico, que sólo abandona, de

una manera accidental.

Si se ha de llamar a Calderón poeta nacional ha de ser

en cuanto que fué poeta teólogo, y la teología era la preocupación

española de la época, hasta el punto de que en

nuestra patria fué donde tuvo verdadera realidad aquel

dicho de los escolásticos: todas las ciencias y disciplinas

fueron «siervas de la teología». Por esta única razón, sólo

un espíritu estrecho puede negar al autor de El alcalde de

2^1amea el título de «nacional»; claro es que en algunas

obras, como La vida es sueño, es más que esto; es el

genio, para el cual no hay demarcaciones geográficas, ni

escuelas, y Calderón lo fué en multitud de ocasiones en

los autos y en sus comedias, más numerosas, pero menos

típicas, porque dramáticos nacionales más lo fueron Lope,

Guillen de Castro, Tirso de Molina, Rojas, etc.

En todo el teatro calderoniano, la grandiosidad es el ca266

LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

rácíer distintivo de nuestro poeta; grandiosidad que, si es

cierto que a veces se resiente de afectación no leve, el

mayor número de ella es disculpable, teniendo en cuenta

el público a quien el poeta se dirigía, público cortesano y

erudito generalmente, más erudito de lo que hoy podemos

imaginar. De aquí que si se le pueden muy justamente reprochar

gongorismos como el de Rosaura:

Hipógrjfo violento

que corriste parejas con el viento,

¿dónde, rayo sin llama,

pájaro sin matiz, pez sin escama?..

también hay sobrado motivo para aplaudirle en otros mil

y mil lugares de esta obra y de sus numerosas congéneres.

Se han divido las obras de Calderón en las siguientes

clases: dramas simbólicos o fí/osófícos, religiosos, trágicos,

mitológicos, comedias de capa y espada, zarzuelas

y sainetes o entremeses, a las que añadi.Tios sus incomparables

Autos sacramentales. La más importante de

las obras de Calderón es La vida es sueño, perteneciente

al género filosóficomoral, y cuyo objeto es demostrar que

las venturas de esta vida son un sueño, y que cuando más

encumbrados nos creemos despertamos en la desgracia,

no hallándonos jamás seguros de los bienes que poseemos,

por lo cual conviene usar de todos ellos con templanza

y moderación (1).

En la disparidad de opiniones que sobre el mérito de

Calderón existió, quizá la única obra que unánimes elogios

ha merecido es la que hemos considerado.

El mismo carácter filosófico tiene otro hermoso poema

dramático religioso de nuestro autor, cuyo título es El

Mágico Prodigioso: Vivían en Aníioquía una doncella y

(1) Argumentos de algunas obras teatrales de Calderón en mi citada

Antología, 2.a edición. Madrid, 1920.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 267

un mancebo pagano: sus nombres, Cipriano y Justina,

Con penitencias ella

camina a ser tan santa como bella;

con ciencia él peregrina,

hasta hallar la verdad de un Dios camina.

Ni lo uno ni lo otro habían de ser muy del agrado del

demonio, que estos hechos nos refiere. ¿Cómo promover

la perdición del joven filósofo y de la cristiana virgen? Por

el procedimiento más directo y seguro siempre: el amor.

Amando a Justina con violenta y desapoderada pasión,

Cipriano dejaría de investigar la verdad de las verdades,

el conocimiento de Dios; viviría sólo para su amor, amor

ciego, delirante, que, perdidas las esperanzas en la eficacia

de los medios naturales, le llevaría hasta buscar, al precio

de su alma, la posesión de la mujer querida. Siendo amada

con tal pasión, y por quien adem.ás reunía en su persona

todas las perfecciones juntas, ¿cómo era posible que

Justina, huérfana e inocente doncella, resistiese a tantas

seducciones? La perdición de Justina y Cipriano parecía

así cierta; la victoria del demonio, evidente. Pero Justina

contaba con un poder sobre todos los poderes contra ella

concitados, el del libre aibedrío humano, con el cual vence

las tentaciones de la carne y del espíritu como el poderío

de las artes mágicas e infernales. Cipriano, ante el sublime

heroísmo de la santa virgen, se recobra, se restituye en el

pleno ejercicio de su razón, que le arranca del demonio y

le lleva por completo al Dios de Justina. El martirio consagra

el triunfo por ambos alcanzado, y el demonio acaba

por publicar su derrota.

Este drama se halla a la misma altura en mérito que

La vida es sueño. Segismundo y Cipriano son dos personificaciones

humanas admirablemente concebidas. En

ambos se revela el profundo pensamiento filosófico del

268 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

creador de sus caracteres, que son diameíralmente opuestos.

En ellos se demuestra un íntimo conocimiento del corazón

humano, que aún llega a patentizarse más en la

creación del Tetrarca, encarnación sombría de las negruras

de los celos. El mayor monstruo, los celos, se funda

en los horribles que padeció Herodes, Tetrarca de Galilea.

Este aparece en la escena lleno de inquietud a causa de la

predicción que le han hecho de que había de matar con su

propia daga a la persona para él más querida, y de que

Maricnne, su esposa, ha de ser devorada por el más fiero y

terrible de los monstruos. Hay momentos en que la comparación

con Ótelo de Shakespeare, si bien ha sido un lugar

común, puede quedar justificada.

El Príncipe Constante es un héroe portugués, el infante

don Fernando, que prefiere el martirio a que por su rescate

se entregue Ceuta a los moros. Alguien cree que esta es la

obra cumbre de nuestro poeta. Difícil es elegir; pero desde

luego en El Príncipe Constante hay la verdadera creación

de un carácter y merece esta obra ser mirada con preferencia

por los que deseen conocer el genio teatral de

Calderón. Drama trágico es el titulado El Alcalde de

Zalamea, que merece los mayores elogios, tanto por cl

mérito de la obra como por ser ella el más fiel retrato de la

pundonorosa sociedad española de la época, reflejada, no

en la clase aristocrática, sino en un humilde labrador de

Zalamea, Crespo, a quien un capitán del ejército real robó

el honor de su hija. El labrador era alcalde de aquel pueblo

y ordenó la prisión del capitán raptor; magislral es el

diálogo entre Crespo y el general Lope de Figueroa que

reclama al prisionero militar, sin lograr nada del ofendido

labriego, quien con lágrimas en los ojos había rogado al

capitán lavara su deshonra aceptando por mujer a su víctima.

No obteniendo Crespo reparación, con dignidad y corazón

entero empuña otra vez la vara de alcalde, ordena

sea llevado preso el infamador de su honra y le forma

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 269

causa, desoyendo sus protestas. Ya los soldados están a

punto de incendiar el pueblo, cuando la llegada de Felipe II,

que se dirige a Portugal, suspende a todos. Entérase el

Monarca de lo ocurrido, y de la justicia que asiste a Crespo.

Al manifestar a éste que le entregue el culpable para

ordenar su castigo, el mismo anciano agraviado le enseña

el cadáver del capitán a quien mandó dar garrote. El Rey,

sorprendido de un carácter tan digno y lleno de tesón, le

concede por perpetuidad que siga siendo alcalde de Zalamea,

Que errar lo menos importa

si acertó lo principal.

Mencionaremos solamente, entre las comedias de capa

y espada, una que acredita a Calderón de excelente autor

cómico. Casa con dos puertas, mala es de guardar, en la

cual se aprovecha a maravilla un enredo amoroso, y los

errores a que da lugar: los celos, los sobresaltos de que,

gracias a las dos puertas, se libran en más de una ocasión

los amantes, llegando a un verisímil y pronto desenlace,

y hallando la gentil enredadora el premio de sus peligrosos

recursos. Comedias de esta clase son también Mañanas

de Abril y Mayo, La Dama duende. El escondido y

la tapada. El galán fantasma. El secreto a voces. Para

vencer a amor, querer vencerle. Agradecer y no amar,

etcétera. Bellísima, y con fino espíritu satírico contra el

gongorismo, del que Calderón, no obstante, no se libró,

es No tiay burlas con el amor, también obra de enredo.

Formando el juicio definitivo que Calderón nos merece,

diremos que se nos figura el teatro calderoniano cantera

de granito profusamente salpicada de brillantes; su afán

de mostrarlos en aquel lenguaje culterano y en un conceptismo

que no quiso o no pudo evitar, desnaturaliza a menudo

aquel hondo sedimento filosófico, espiritualista y se270

LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

vero, de la época de nuestra grandeza intelectual. El era,

sin duda, el que alentaba en el coloso; y no obstante ser

Calderón uno de nuestros poetas más intensamente dramáticos,

sin embargo, aquella contextura filosófica que informa

toda su obra gigantesca brota a veces en raudales

de lirismo, verdaderas maravillas de nuestro Parnaso elegiaco,

moral, teológico y aun satírico (1).

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos VI, IX, XII y XIV;

Autos, en tomo LVIII.—«Biblioteca Clásica», Teatro Selecto, cuatro

tomos; prólogo de Menéndez y Pelayo.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 271

VI

Los contemporáneos de Calderón.—Los más notables son,

seguramente, Francisco de Rojas Zorrilla y Agustín Moreto.

El primero vivió de 1607 a1648 y es una de las glorias

del teatro español. Su drama trágico Del rey abajo, ninguno,

y labrador más honrado García del Castañar, muestra

el genio de Rojas inspirándose en el tipo genuinamente

español de la época: la idea del honor está maravillosamente

entendida, al modo de los tiempos; el desarrollo

es eminentemente dramático, aunque muy parecido argumento

no es difícil encontrarlo en los poetas anteriores a

Rojas, pero este poeta presenta un carácter dramático admirable

en la figura de García del Castañar, el cual sólo

tiene igual en las grandes creaciones de Peribáñez o de

Crespo. En lo que a la elocución se refiere, no puede ser

más hermosa, hallándose casi por completo libre del mal

gusto literario, y es tanto más de llamar la atención, cuanto

que Rojas no siempre se distingue por la naturalidad.

Entre bobos anda el juego, es la comedia más conocida

de Rojas y también la más imitada. Es obra de intriga,

pues hay en ella un tipo magisíraimente pintado, Don Lucas

del Cigarral, necio ricacho, fatuo y presumido que ni

aun viendo a Doña Isabel en la habitación del rival piensa

en otra cosa sino en que «entre bobos anda el juego», dejándose

convencer de que allí no hay ofensa para sus

El defecto capital de Rojas es su propensión a la exuberancia

de colorido, y cierto gongorismo musical que

aprendió de Calderón y que exageró a menudo, como en

Los encantos de Medea y Lo que son mujeres y Entre

272 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

bobos anda eljuego, recomendables todas por el fácil diálogo,

la feliz pintura de caracteres e ingeniosa trama de la

acción. De los poetas españoles más imitados en el extranjero

es, sin duda, el vate toledano: sus comedias Obligados

y ofendidos, Donde hay agravios no hay celos. No

hay ser padre siendo Qey y No hay amigo para amigo,

han sido refundidas o aprovechadas por autores franceses

de la talla de Tomás Corneiile, Scarron, Lesage y Rotrou,

Pero también Rojas se aprovechó de sus predecesores:

Lope de Vega, Vélez de Guevara y Tirso (1),

Agustín Moreto (1618-1669) es un gran poeta cómico,

no ciertamente por su fecundidad, que, aun siendo mucha,

no llegó a lo extraordinario de otros genios del teatro español.

Más de 50 comedias escribió Moreto, casi todas

dignas de aplauso, y algunas—^/ desdén con el desdén.

El lindo Don Diego, La confusión de un jardín, la bellísima

No puede ser. La ocasión hace al ladrón, etc, etc.—

tan reales y humaaamente sentidas, que representadas

cobran unánime aplauso (2).

^n El desdén con el desdén, Diana, hija del Conde de

Barcelona, desdeña a todos sus pretendientes; su padre le

presenta al Conde de Urgel. La afectada frialdad del de

Urgel es acicate para la dama, que se resuelve a enamorar

al desdeñoso galán, y de tal modo lo consigue, que le obliga

a declararse. Ante el temor de un nuevo desdén, finge

el Conde que su declaración precedente fué una. broma; y

logra la rendición definitiva de Diana. El enredo está dispuesto

con habilidad consumada; el diálogo es de lo más

regocijado e ingenioso; los caracteres tienen más vida que

los de ningún otro autor, si se exceptúa Alarcón.

De Moreto podemos decir que es el más delicado y cui-

(1)’ Comedias, «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LIX.

(2) ídem id. id., tomo XXXIX.

Para ambos véase mi Antología de textos castellanos.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 275

dadoso de nuestros grandes dramáticos, ya que no es el

más rico, distinguiéndose en los caracteres de sus personajes,

bien pensados, cuidadosamente delineados, y puestos

en acción con verdadero conocimiento del juego escénico.

No es la originalidad la virtud más acrisolada de

Moreto, pues El desdén con el desdén nos recuerda a

Lope; El lindo D. Diego nació en la obra de Guillen de

Castro El Narciso en su opinión; Los milagros del desprecio

y El rico hombre de Alcalá nos traen a la memoria

El Infanzón de Illescas; pero no rebaja ésto en nada el

mérito de quien supo mejorar, a veces, a Lope o a Tirso o

a quien quiera que fuese el autor de la última; y sobre todo,

en nuestra selva dramática del siglo de oro fueron muchos

los poetas que cortaron del mismo árbol la preciada madera

en que tallaron obras distintas y muy bellas.

Otro poeta dramático de esta época, pues murió en 1652,

es Antonio Coello, quien siguió los pasos de Calderón

en sus comedias, algunas, como El Conde de Sex y Los

empeños de seis horas, muy estimables (1), Alvaro Cubillo

de Aragón (muerto en 1664), merece recordarse por la

excelente comedia La perfecta casada y por la refundición

de Las mocedades de Bernardo del Carpió en el drama

histórico que tituló Cubillo El Conde de Saldaña (2). Si en

España no tuvo una gran popularidad, logró, sin embargo,

que su nombre pasase la frontera y ser imitado en

Francia por Tomás Corneille.

Juan de Matos Fragoso (1608-1688), aunque portugués,

produjo en castellano notables comedias, por lo general,

imitadas de Lope (5). A Jerónimo Cáncer (muerto en 1665),

se le deben graciosas obras, como Dineros son calidad y

La muerte de Baldovinos. De Juan de Zabaleta poseemos

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XLV.

(2) Ídem id., tomo XLVII.

(5) ídem id., tomo XLVIII.

18

274 le:ngua y literatura españolas

El día de fiesta, por la mañana y por la tarde, novelas

meriíísimas en las que pinta, con afectado estilo, las costumbres

de la época; pero también compuso comedias.

Juan Bautista Diamante (1630-1685), iniciador de la decadencia

dramática española, hasta el punto de que en El

honrador de su padre nos presenta la hazaña del Cid, que

inmortalizó Guille’n de Castro, y en vez de acudir a este

modelo se vale del Cid áz Corneille; y LaJudía de Toledo,

está basada probablemente, en el Alfonso Octavo, de

Uiloa, y en La desgraciada Raquel, de Mira de Amescua.

Al período de la decadencia pertenece el autor dramático

Francisco Antonio Bancés Candamo (1661 a 1704), que

escribió la comedia El esclavo en grillos de oro. una de

las más aceptables, y, por último, Claudio de la Hoz y

Mota (muerto en 1714), que tomó para El montañés Juan

Pascual y primer asistente de Sevilla, argumentos de la

tradición popular (1).

Antonio de Solís, a quien estudiaremos como historiador,

compuso algunas comedias con verdadera felicidad,

entre ellas El amor al uso, que ha sido traducida al teatro

francés, y merecen recordarse algunas de sus poesías (2).

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) es una ilustre poetisa

mejicana que logró gran popularidad en España. Su

vida sería ya suficiente para hacerla interesante; hay en ella

un alma reflejo de la Mística Doctora, pero, nacida en

atmósfera poco favorable para desplegar las alas del misticismo

de Santa Teresa, cuidados mundanales la ataron a

la tierra. De amores poco venturosos se lamentó en su juventud,

y sólo cuando el anhelo de fijar en objeto más firme

y duradero las ansias de su corazón la tornan a la vida

(1) Comedias de estos dos autores en «Biblioteca de Autores Españoles

», tomo XLIX.

(2) Comedias, «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXII.— Poesías,

tomo XIII.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 275

espiritual, es cuando tiene su inspiración acentos, aunque

no libres de artificio, muy dignos de nuestros místicos.

Una historia triste, que trasciende a ingratitud del hombre

que despreció la suerte de ser amado por tan singular mujer,

hermosa de alma y gentil de cuerpo, se entrevé en todas

estas composiciones. Aquella dura enseñanza hizo a

Juana Inés reflexiva y desdeñosa para con los hombres, y

puso en su pluma aquellas famosas redondillas en defensa

de las mujeres. A su inspiración mística corresponden^

obras como el auto El divino Narciso, y algunos román

ees espirituales, en las cuales obras se libra, más a menudo

que en las profanas, del gongorismo, tan en boga en

su época, y al cual se entregó en multitud de poesías cortesanas,

por ella compuestas para saludar a los Virreyes

de Méjico, y en multitud de ocasiones en que tuvo a gala

lucir su erudición, extraordinaria para aquellos días de mal

gusto y decadencia (1).

(1) Antología de poetas hispano-americanos, por D. M. Menéndcz

y Pelayo, tomo I. Autores Españoles e Hispano-Americanos, por José

Rogerio Sánchez, Madrid, 1911.

276 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

VII

Historiadores.— Merece el primer lugar Antonio de Solís v

RivADENEYRA (1610-1686), poeía, hisioriador y autor dramático.

Fué presbítero y cronista mayor de Indias: en este

cargo escribió su magnífica Historia de la conquista de

México, libro digno de loa por su estilo agradable, aunque

ya no exento de mal gusto. En Solís se advierte la iniciación

de decadentismo en la prosa castellana, pues hay en

esta obra giros algo inusitados, que deslucen un tanto la

elegancia general de aquel lenguaje castizo y grave; pero,

con todo ello, es este libro como el gran poema de la conquista,

relatado con toda la severidad histórica posible en

aquellos días épicos, aunque decadentes (1). Las Cartas

familiares de Solís son verdaderos modelos en su género,

y su lectura es digna de toda recomendación.

Francisco Manuel de Meló (1608-1667) nació en Lisboa

y sirvió en el ejército español; mas sospechoso de adicto a

la causa de Portugal, huyó a este reino. Estuvo preso y

fué desterrado al Brasil. En 1645 escribió la Historia de

los movimientos, separación y guerra de Cataluña, que

abraza el período de seis meses, durante el cual Meló sirvió

en dicha guerra. Literariamente considerada, es una

obra maestra, muy digna de ser estudiada. Su estilo es robusto,

animado y pintoresco; su lenguaje latinizado, y las

más de las veces recuerda a Tácito por su laconismo, obscura

brevedad y enérgicas transiciones (2).

(1) Historia de la… cBibliotcca de Autores Españoles», tomo XXVIII.

(2) Guerra de Cataluña, edición de D. jacinto O Picón, Madrid, 1912.

«Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXI. <‘Biblioteca Clásica»,

tomo LXV.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV ,277

Francisco de Moncada (1585-1635) compuso una historia

titulada Expedición de los catalanes y aragoneses

contra turcos y griegos. Aunque su asunto, tomado de

Muníaner y Zurita, parece novelesco, a causa de las extraordinarias

hazañas que refiere, merece crédito por las

fuentes históricas en que se apoya, y el estilo de Moncada

es ameno c interesantísima la narración (1).

Didáctica poh’tica.— Diego Saavedra Fajardo, nacido en

1584 y muerto en 1648, ocupó altos cargos en su carrera

política y diplomática. Ha sido juzgado como uno de los

más grandes escritores del tiempo de Felipe IV, y desde

luego es nuestro primer escritor político, aunque no sin

justicia se le achaca afectación y obscuridad por su afán

de aparecer conciso y sentencioso. No obstante estos lunares,

su vasta erudición, aquel saber darse cuenta de la

psicología de las multitudes, su ironía fina y suave le hacen

digno del aplauso de que goza. Las principales obras

que compuso Saavedra son las tituladas Empresas políticas

o idea de un príncipe político cristiano, representada

en cien empresas; República literaria. Corona gótica, etcétera.

La primera se reduce a una serie de alegorías, en

las cuales nos dice el autor lo que debe ser un Príncipe

perfecto, presentando muchos ejemplos sacados de la Historia.

En la í^epública literaria, que sin duda le pertenece,

se crítica bajo la alegoría de un sueño, a varios autores,

haciendo el juicio de sus obras. La Corona gótica (historia

de los Reyes godos) no es tan apreciable como las anteriores,

aunque posee un lenguaje armonioso y fluido (2).

Es, en rigor, el último clásico.

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXI.

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXV. También en «Clásicos

castellanos.»

278 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

A esta época hay que referir una obra curiosísima que

durante largo tiempo ha pasado por auténtica en la literatura

española: El Centón Epistolario. Un tal Fernán Gómez

de Cibdarreal ha sido considerado como autor del famoso

Centón. En una supuesta edición de este libro, hecha

en Burgos con fecha de 1499, se le tituló Centón Epistolario

del bactiiller Fernán Gómez de Cibdarreal, físico

del muy poderoso Rey Don Juan II. Esta obra es una inepta

falsificación hecha a principios del siglo xvii, como lo

prueba el libro, foliado con guarismos, sin señales de edición,

con nombre de impresor desconocido en aquella

época en Burgos, etc. En cuanto al libro mismo, considerado

en su contenido, es una serie de cartas dirigidas por

un fingido médico de Don Juan II, llamado Cibdarreal, a

varios amigos suyos; quiere ser una especie de periódico

de su tiempo, que empieza en el año 1425 y termina con la

muerte de Don Juan II. Ante todo, no hay noticias de tal

médico, pues el conocido en aquella época es Alfonso Chirino,

autor de un libro titulado El menor daño de la medicina,

una de las primeras muestras de la prosa castellana

aplicada a la Medicina. En la edición primitiva de estas

cartas no tienen fecha ni lugar, porque el falsificador temió

verse comprometido. Llaguno las fechó con más o menos

acierto, observándose en ellas una coincidencia extraña

con la Crónica de D. Alvaro de Luna y la de Don Juan II.

La carta que más dudas despierta es la que se refiere al suplicio

de D. Alvaro, en la que el autor dice que, como médico

del Rey, estuvo con éste la noche antes de dicho suplicio

en Valladolid. Esto no es exacto, pues dicho día el

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 279

Rey estaba en Toledo, sitiando a Escalona, villa de D. Alvaro

de Luna: Quintana fué el primero que advirtió esta

contradicción. Obse’rvase tambie’n que el autor, al copiar

pasajes de la Crónica, intercaló por propia cuenta algunas

líneas, que siempre tienden a ponderar los hechos realizados

por una familia Vera. Para explicar esto se dijo que

había alterado esta obra en provecho propio un tal D. Juan

Antonio de Vera y Figueroa, Conde de la Roca (1585

a 1658) y protegido del Conde Duque de Olivares. Este

Vera estaba poseído de la manía de exaltar su linaje, y al

efecto publicó libros falsos que tenían por objeto propagar

glorias de la familia de los Vera. Uno de ellos, tal vez, fué

el famoso Centón, cuyo mérito se limita a ser una muestra

de cómo se entendía el antiguo lenguaje en el siglo

xvii (1).

Como historiador muy elogiado en sus días, se puede

citar a D. Diego Ortiz de Zúñiga, sevillano, que publicó

Genealogía de los Ortizes (1607), Anales de Sevilla, etcétera.

Hoy sólo puede apreciarse su erudición y agradable

soltura en el lenguaje.

Didácticos preceptistas.—Merece el primer lugar como didáctico

el preceptista Fr. Jerónimo de San José (1587 a

1654), cuyo libro Genio de la Historia encierra agudas advertencias

respecto a las condiciones que debe reunir el

historiador, prefiriendo, con fina perspicacia, que no sea

contemporáneo de los sucesos que narra, para que con

más libertad, como el que se sitúa algo distante del objeto

que piensa ver, sepa y pueda señalarles el lugar que les

conviene y examinarlos bejo todos aspectos, con ánimo

libre de afición y de temor. Nada hay en su libro que sobre,

(1) Algunos libros tiene Vera que merecen más confianza, son: Vida

y hechos del Emperador Carlos V.—Fragmentos históricos de la

vida de D. Gaspar de Guzmán, Conde-Duque de Olivares, etc., etc.

280 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

pues es de lo que se ha pensado con más seso y se ha escrito

con más galanura.

Comentarista de la poética de Aristóteles fué D. José

Antonio González de Salas, que en 1635 publicó en un lenguaje

decadente la Nueva idea de la tragedia antigua; y

comentarios acerca de la teoría del estilo, escribió el presbítero

andaluz D. Juan de Robles en su libro El culto sevillano,

¿1650?j obra que mereció elogios de Quevedo, y

que merecía hoy ser revisada por tener un positivo valor

en la historia de la preceptiva literaria.

También es nombre que debe salvarse del olvido, el de

Pedro Valencia (1555 a 1620), crítico de valer reconocido

por Góngora, el cual consultó con él acerca de las Soledades,

para cuyo poema tiene Valencia reparos muy juiciosos.

La mística.—Sor María Jesús de Agreda (1602-1665), llamada

María Coronel, es muy estimable autora de una obra

muy apreciada y discutida: Mística Ciudad de Dios, pero

mucho más notable por la correspondencia que tuvo con

el Rey Felipe IV desde el año 1643 hasta la muerte de Sor

Agreda. Esta escritora muestra con evidencia un talento

extraordinario, que naturalmente entendía de la gobernación

del Estado mucho más que el menguado Don Felipe,

a quien ella, con santa libertad, aconsejó que mejorase las

propias costumbres para salud del reino. Siempre se acredita

por su dicción elegante y limpia y por su espíritu sencillo

y prudentemente orientado. De toda la Mística Ciudad,

que es hoy difícil de leer por su carácter algo absíruso,

merece un desglose, como el que ha hecho la señora

Condesa de Pardo Bazán, la Vida de la Virgen María,

en la cual hay una tan piadosa sencillez en la narración

que hace el libro muy agradable (1).

(1) Cartas de la Venerable.., edición de Silvela. Madrid, 1885.

Vida de la Virgen, «Biblioteca de la Mujer», tomo I.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 281

Como místico merece ser considerado el jesuíta Juan

EusEBio NiEREMBERG (1590-1658). Iniciada ya la decadencia,

resplandece en él la luz que derramaron en la literatura

española los grandes autores Luis de León y Granada. En

1641 publicó su obra más notable: Tratado de la hermosura

de Dios y su amabilidad por las infinitas perfecciones

del Ser divino. El mérito mayor en este libro, aparte

su valor espiritual, es la claridad y desembarazo del lenguaje

y del concepto, en días en que la literatura española

caminaba rápidamente a su ocaso. En el orden filosófico

se encuentra en el libro una exposición de las teorías platónicas

acerca de la belleza, enderezadas a encender en las

almas el amor a Dios. Esta es la obra magna del Padre

Nieremberg, aunque no la más popular. En este concepto

se ha divulgado mucho más, en numerosas ediciones, la

titulada Diferencia entre lo temporal y lo eterno.

Merece citarse también Miguel de Molinos (1627-1697),

autor que en su Guía espiritual representa, aunque tocado

de herejía, la última manifestación mística literaria española.

La Filosofía.— Baltasar Gracián (1601-1658), esplende

el último brillante destello del conceptismo español, pues

detrás de él no queda más que lo absurdo y monstruoso.

Su obra maestra es E/ Criticón (1650-1655), extensa y

compleja ficción filosóficonovelesca en que se presenta el

espectáculo de la vida humana con una amplitud de criterio

y honda filosofía pesimista que sorprenden. El estilo pomposo

e ingenio amanerado tienen su preceptiva en la Agudeza

y arte de ingenio, verdadera retórica conceptista.

Como moralista tiene el Oráculo manual o Arte de prudencia,

serie de máximas en la que tampoco se libra. del

conceptismo, pues si es claro en el lenguaje es obscuro en

el pensamiento, digan lo que quieran los panegiristas de

este genial autor, que, siéndolo no supo librarse de empa282

LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

chosa erudición y paradojas, ^///éroe (1637), iniciador de

los príncipes en el gobernar y El Discreto (1646), que

busca el ideal del hombre sociable, son libros llenos de

agudas sutilezas (1).

Ahora bien, la obscuridad de filósofo tan hondo ¿procedía

de la decadencia literaria que se echa encima, o de

la necesidad de velar el pensamiento crítico? Tal vez lo

uno y lo otro; y llevando las cosas a su justo cauce puede

concluirse que si la filosofía española tiene nombres

ilustres, de los más esclarecidos, el más genial, es Gradan

en esa filosofía que es ciencia de la vida, conocimiento

de los hombres, en el que nadie superó al insigne jesuíta;

pero de Gracián, maestro de filósofos como Schopenhauer

y Hartmann, no podrá decirse nunca que es modelo

La erudición.—Está representada en esta época por el infatigable

escritor Nicolás Antonio, nacido en 1617. La

fama de su mérito le valió ser elegido por Felipe IV para

pasar a Roma de embajador. Allí llevó a cabo su gran Bi~

bliothzca hispana, vetus et nova, a que años antes había

dado principio en Sevilla. La librería que llegó a reunir en

aquella capital era la primera después de la vaticana; constaba

de 30.000 cuerpos. En Roma publicó, en 1672, la segunda

parte de su Bibliotheca, que contiene los autores

que escribieron desde el año 1500 hasta cerca del 1670. La

primera parte, o sea la Bibliotheca vetus, no llegó a imprimirse

hast-a después de la muerte del autor, ocurrida en

Madrid en 1684. Hay noticias de varias obras que debió

dejar manuscritas, entre ellas la Bibliotheca hispanorrabi-

(1) < Biblioteca de Autores Espanoles>, tomo LXV. E! Héroe y el

Discreto, edición de Farinelli. «Biblioteca de Filosofía y Sociología».

Madrid, 1900. El Criticón, «Clásicos castellanos», edición de Azorín,

«Biblioteca Renacimiento», edición de Cejador.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 283

nica. Su criterio científico puede leerse en su obra Censura

de historias fabulosas, publicada mucho después de

su muerte.

Se recuerda como literato que mereció el aprecio de

Quevedo a D. Juan de la Sal, muerto en 1630, y autor de

unas cartas al duque de Medina Sidonia, dándole noticia

de Algunas cosas notables en las que, sin perder el tono

satírico, hay buen número de observaciones interesantes.

284 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

VIII

Las narraciones novelescas.—Están representadas por diversos

escritores: recordemos por este tiempo (1571-1646)

al maldiciente y poco afortunado Cristóbal Suárez de Fi-

GUEROA, quien descontento siempre vivió en España, en

Francia y en Italia. Uno de sus viajes le dio ocasión, quizá,

para escribir su más notable obra, El Pasajero: cuatro

viajeros salen de Madrid para Italia, uno de ellos el

propio Suárez de Figueroa, y entablan un curioso diálogo

que recuerda el Viaje entretenido, de Agustín de Rojas.

En El Pasajero aprovecha su autor para zaherir a todos

sus contemporáneos a quienes envidiaba: Alarcón, Quevedo,

Arguijo, etc. Estas y otras sátiras y noticias curiosas

se hallarán abundantes en este extraño libro. También

fué autor de comedias de poca fortuna, como La constante

Amarilis y de algún otro libro pedantesco: Plaza universal

de todas las ciencias y artes (1).

Alonso Jerónimo de Salas Barbadillo (1580-1655), es

escritor fecundo: sus principales novelas son: Corrección

de vicios, La sabia Plora Malsabidilla, El Caballero Puntual,

Los prodigios del amor, El curioso y sabio Alejandro,

Los cómicos amantes, El pescador venturoso. El

majadero obstinado, etc., cuadros diestramente trazados

por donde desfilan gran número de caricaturescos tipos

sociales, pintados con gracia, soltura y desenfado. Caracteriza

a todas las novelas de Salas una crudeza para la pintura

de los aspectos ridículos de la vida, que no se encuentra

en los demás autores de novelas picarescas. Su desen-

(1) «Biblioteca Renacimiento», El Pasajero, edición preparada por

D. F. Rodríguez Marín, un tomo.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 285

fado es grande, habiéndosele comparado con Quevedo,

hasta el punto de que a éste se atribuyó Don Diego de

Noche, cuando esta novela se tradujo al francés. Son muchas

las novelas de Salas, aparte las citadas (1).

Se duda si el nombre de «Doctor Carlos García» es un

seudónimo, o en efecto se llamó así el autor de un gracioso

libro picaresco titulado La desordenada codicia de los

bienes ajenos, en el cual se hace un satírico elogio de los

ladrones en limpio y elegante, pero nada de erudito, castellano

(2).

Autor de Alonso, mozo de muchos amos, es el doctor

Jerónimo de Alcalá (1563-1652), médico segoviano, que

imitó con gracia en esa novela al Lazarillo y compuso

también en diálogo otra curiosa obra satírica titulada El

donoso hablador (3).

Otro narrador muy afamado fué Alons© de Castillo

SoLÓRZANO, también autor dramático, muy imitado en

Francia. De sus cuentos y novelas picarescas merecen citarse

los titulados La niña de los embustes, Las aventuras

del bachiller Trapaza y la novela La garduña de Sevilla

(4). Vivió de 1584 a 1647.

Con el título de El sig/o pitagórico y vida de Don Gregorio

Guadaña publicó en 1644 una novela picaresca el

soldado Antonio Enríquez Gómez (5). Pero quien merece

una mención especial es doña María de Zayas Sotomayor

(1) «Colección de Escritores Casícilanos>, tomos CXXVIII y CXXIX

y los entremeses en «Nueva Biblioteca de Autores Españoles», t. XVII

Ediciones de Cotarelo y Mori. En la «Biblioteca de Autores Españoles»,

tomo XXXIII, dos novelas.

í2) Véase ^Libros de Antaño», tomo Vil.

(3) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVllI.

(4) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XXXIII y XLV, y

«Nueva Biblioteca de Autores Españoles», tomo XVII. Las novelas han

sido publicadas en tomos sueltos por D. Emilio Cotarelo. 1906 a1909.

‘5) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XXXIII Co/77eí//a5 >^

Poesías, tomos XLVIl y XLVIII.

286 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

(1590-1650?), ilustre escritora, cuyas obras se publicaron

hacia 1658. Sus Novelas ejemplares y amorosas tienen

mucho de esta última cualidad en sentido nada timorato,

pero de ejemplares no tienen más que la costumbre que

vino dando este título a las novelas cortas. La titulada

El prevenido engañado es de las más atrevidas de sus

narraciones; mas si se tiene en cuenta que la autora vivía

en una época en que el culteranismo imperaba, hay que

convenir en que, a pesar de sus picantes escenas y cuadros

atrevidos, encontrará siempre lectores que estimen el valor

artístico de la sencillez y la naturalidad (1).

Gonzalo de Céspedes y Meneses escribió la Varia fortuna

del soldado Pindaro (1626), y Iacinto Polo de Medina

(1607 a 1664), ya citado, una conceptuosa narración

titulada Hospital de incurables y viaje de este mundo y

el otro (1636). Libro de costumbres de la clase pordiosera

madrileña es El día y noche de Madrid {\6tb), de Francisco

Santos, y apenas merecen ser citados triviales autores

como Alfonso de Alcalá y oíros escritores de aquella época

de rápida decadencia.

Quizá por citar algunos, que salva la erudición más que

el sentido estético, deben recordarse los nombres de Miguel

DE Barrios, que alcanza ya al siglo xviii, el cual, expaíriado

por ser judío, compuso Poesías y Comedias famosas,

Amsterdan 1647, y otras varias obrillas de muy

mal gusto y de gran petulancia. Ticknor elogió a Rodrigo

Fernández de Rivera (1579 a 1631), por su poema Las lágrimas

de San Pedro, pero logró más éxito, aunque no se

libró del mal gusto, en sus novelas picarescas Los anteojos

de mejor vista y Mesón del mundo. En la primera

son los anteojos recurso mágico para descubrir a los

hombres como realmente son (Diablo Cojudo?) y en El

Mesón del mundo, publicada en 1631, nos describe la vida

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXIII.

ÉPOCA clásica: FELIPE IV 287

según él la aprecia en el tráfago de una posada en la ciudad.

Novela picaresca anónima publicada en 1646 es la titulada

Vida y hechos de Estehanillo González, hombre de

buen humor, crónica detallada de un picaro español de la

época, sin otro patrimonio que su ingenio y travesuras

para ganarse la vida. Alguien atribuyó este libro a Esteban

González, un bufón del Duque de Amalfi, pero nada se

puede comprobar. Ha sido novela de cierto éxito, pues logró

reediciones en 1652 y en 1795. La «Biblioteca de Autores

Españoles» la publicó en el tomo segundo de Novelistas

posteriores a Cervantes, se ha reimpreso modernamente

y está traducida al francés, inglés e italiano.

Es curioso el afán que se despierta por este tiempo de

escribir autobiografías más o menos fantásticas, y que

parecen responder a una tradición semicaballeresca semipícara.

Acaso de ese tipo es ya el Bstebanillo y por eso el

ser anónimo; pero otras se conocen con el nombre de sus

autores y protagonistas, como la del capitán Alonso de

Contreras (1582 a1633) y la del más benemérito escritor

Diego Duque de Estrada (1589 a1647) la cual tiene poco

de picaresca, pues Duque que corrió todos los estados de

la vida, acabó siendo fraile, y esas mudanzas cuenta en

Comentarios del desengañado de sí mismo, prueba de

iodos estados y elección del mejor. No escribió sólo su

vida, también compuso poesías y comedias. Otra obra

por el estilo es la del clérigo Juan de Valladares, que rotuló

Caballero venturoso en sus extrañas aventuras,

pero es de matiz marcadamente picaresco. Se ha publicado

por Bonilla San Martín y Serrano, en Madrid, en dos volúmenes,

1902, pero fué compuesta hacia el año 1617.

En 1654 publicó Juan de Zabaleía o Zavaleta, de quien

ya hemos hablado como autor dramático. Día de tiesta

por la mañana, y en 1 659 Día de fiesta por la tarde, cuadros

novelescos o de costumbres a los que perjudica la

hinchazón y pedantería.

 

LA DECñDENCIñ

SIGLO xvm

La influencia francesa.—A los gloriosos días de la literalura

española se sigue la más completa decadencia, que

coincide con el comienzo del siglo xvm. Mientras que

Francia, aprovechando toda nuestra grandeza material,

había extendido su imperio, y saqueando a nuestros grandes

autores del siglo de oro, había conseguido crear una

literatura, España se había empobrecido en todos los

órdenes, y en el desierto que representa la primera mitad

del siglo XVIII, solamente la buena voluntad del Rey Felipe

V, y algunos escasos nombres de literatos españoles

en el orden didáctico y en los estudios críticos, pueden

señalarse como esperanza de regeneración.

La fundación de la Academia Española.— Merced al afán que

el primer Borbón demostró por centralizar cuanto significaba

actividad en la vida española, según el modelo francés,

se decretó la fundación de la Real Academia Española

en 5 de Octubre de 1714, institución que presidió el ilustre

D. Juan Fernández Pacheco, Marqués de Villena y Duque

de Escalona. A los doce años de fundada la Academia co-

19

290 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

menzó a publicar el Diccionario de la Lengua Castellana,

obra de positivo mérito. En 1738 tiene lugar la fundación

de la Academia de la Historia, cuyo primer director fué

D. Agustín de Moníiano y Luyando. La institución más

importante de todas las que se crean para la propulsión de

la cultura es la Biblioteca Nacional, en 1711 (1).

Poetas, satíricos y preceptistas.— Los poetas franceses son

traducidos en España aun por aquellos mismos autores

que conocían perfectamente el teatro español, como José

DE Cañizares, muerto en 1750, aquien se debe una bella

comedia: El dómine Lucas.

Entre los poetas líricos de la época, bien merecen ser

citados Gabriel Aivarez de Toledo y el militar Gerardo

Lobo (1679-1750), al cual salvará siempre, si no lo inspirado

de sus temas, sí su arte para cultivar la metrificación

popular (2). Alábase mucho por algunos a la monja sevillana

Sor Gregoria Francisca de Santa Teresa, llamada

en el mundo D.^ Gregoria Parra, en la cual se ve el pálido

resplandor del misticismo de Santa Teresa. Es autora que,

aun nacida en 1653, llega ya al siglo xviii, pues murió en

1736, y verdaderamente está lejos de los días áureos y de

inosírar méritos sobresalientes. Recuérdanse, sin embargo,

algunos bellos romances espirituales como el del Pajarillo

(3) y su Coloquio espiritual.

No debe olvidarse al general Eugenio Gerardo Lobo

(1673 a 1750), buen poeta lírico, único que hace recordar

(1) Véase lo que decifnos en la \)fii2- 251, nota, y muy interesantes

datos sobre lo arriba expuesto pueden hallarse en la Revista t/e

Archivos, Madrid, 1916.

(2) «Biblioteca ¿e Autores Españoles», tomo LXII. (Se hallarán los

dos poetas )

(3; Véase nuestra Antología de textos castellanos, tantas veces citada

y el libro Poesías de la V. M. Gregoria Francisca de Santa Teresa,

París, 1856.

LA decadencia: siglo xviii 291

la poesía tradicional a pesar de sus descuidos y de algún

detalle de mal gusto en sus epigramas y poesías festivas.

La sátira está representada por un singular escritor prosista

y poeta, Diego de Torres y Villarroel (1695 a 1770).

profesor de la Universidad de Salamanca, hombre de abigarrada

cultura, pero muy extensa, en cuya principal obra,

especie de autobiografía. Vida, ascendencia y aventuras…,

es imposible desentrañar lo que haya en ella de humorístico

o serio (1). Por este tiempo brilla José Gerardo

Hervás, muerto en 1742, quien se firmó generalmente con

el seudónimo áz Jorge Pitillas, y su fama de poeta satírico

está bastante bien cimentada sobre su Sátira contra los

malos escritores, valiente, graciosa y nutrida de buena

crítica, algo preceptista, pero de buen sentido (2).

Esta sátira se publicó en un periódico literario de la

época: El Diario de los Literatos de España, el cual, si se

exceptúa esta ocasión, fué el portaestandarte de la oposición

contra el seudoclasicismo francés, que defendía un

literato muy estimable: Ignacio de Luzán (1702-1754). Educado

más en Italia que en España, fué imbuida su alma

por la literatura francesa, e inspirándose en Boileau escribió

la Poética, que por mucho tiempo pareció código del

buen gusto. Sus poesías artificiosas son protesta contra

la vana palabrería; pero en ellas, como en todos los trabajos

de este escritor, y de varios de sus contemporáneos,

se advierte un extraordinario prosaísmo. El influjo de

Luzán fué excepcional, porque ninguno se atrevió a discutir

el fundamento de aquellos principios que estableciera

como incontrovertibles en su Poética. En ningún punto se

extremó más la insuficiencia de la crítica de Luzán que en

el examen del teatro castellano. Con decir que no halla siquiera

obra digna de elogio entre las innumerables del Fé-

(1) «Clásicos Castellanos», Vida, edic. de Onfs, 1912.

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXI.

292 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

nix de los Ingenios; que afectaba desconocer los nombres

de Tirso, de Alarcón y de Rojas, mencionando solamente

siete dramas regulares de Calderón y tres de Solís, no sabremos

qué censurar más en reformador tan osado, si el

olvido de lo propiamente español en quien tanto conoce de

la literatura extranjera, o la imprudencia con que reproduce

juicios dictados por la ignorancia o el despecho.

Sin embargo, hay en su obra, aparte de equivocaciones,

a veces monstruosas, todo lo bueno que en el criterio de

su e’poca se conocía en España y fuera de ella (1).

La didáctica.—Es lo único glorioso en el siglo que nos

ocupa. Está representada por un genio enciclopédico, el

P. Benito Jerónimo Feyjóo y Montenegro (1676-1764). Este

polígrafo español logró reunir todos los conocimientos

que en su época eran posibles, presentando un cuadro general

de la ciencia y del arte con profundo espíritu crítico.

Sus obras, Teatro crítico universal. Cartas eruditas y

Discursos varios sobre todo género de materias, han

sido censuradas por su flojedad de estilo y por haber dado

cabida a sinnúmero de galicismos; sin embargo, no debe

omitirse su nombre, aunque es en la historia de la ciencia

española donde tiene su puesto. Puede decirse es el renovador

dé un espíritu crítico español, pues aunque no pudo

sustraerse a la influencia de la filosofía francesa (el filosofismo),

en ocasiones se desligó de ella, refutando hábilmente

el Discurso sobre las ciencias y las artes, de Rousseau.

Las obras de Feyjóo han perdido hoy gran parte de su

valor; pero consideradas en relación a la época en que se

escribieron, deben ser más respetadas de lo que una crítica

despiadada puede consentir. Tengamos en cuenta que,

si no fué capaz de crear ciencia, destruyó gran número de

(1) Poesías en «Biblioteca de Autores Españoles», tomo XXXV.

LA DECADENCIA : SIGLO XVUI 295

supersticiones y prejuicios, y, si no habló en buen lenguaje

castellano, fue al menos, de los que más en castellano

pensaron en aquellos días (1).

Otro gran polígrafo es el P. Martín Sarmiento (1695-

1772), benedictino como el anterior y uno de los hombres

de más firme talento que ha producido España. En la didáctica

y en la historia monográfica debe ser considerado

como una autoridad; sirvan de ejemplo Memorias para la

historia de la poesía y poetas españoles, impresa en 1775.

Gregorio Mayáns y Siscar (1699-1781), es notable por su

Biografía de Cervantes y por su libro Orígenes de la lengua

castellana (1757), además de haber editado muchas

obras clásicas. En el siglo xix murió Antonio de Capmany

(1742-1815) que publicó en 1777 la Filosofía de la Elocuencia,

libro que revela cultura sin orientación ni gusto

Andrés Marcos Burriel, erudito investigador; Rafael de

Floranes, crítico perspicaz, y Francisco Martínez Marina,

que vive aún en el siglo xix, historiador del derecho español,

revelan que nos encontramos en una época, más que

de productores, de críticos y comentaristas. Por lo menguado

del espíritu estético que acompañó a los discípulos

de Luzán, Blas Antonio Nasarre y el primer director de la

Academia de la Historia, Agustín de Montiano, es quizá

por lo único que merecen ser citados sus nombres, a los

que puede acompañar el del Marqués de Valdeflores, Luis

José Velázquez, todos eruditos, algunos afortunados en

investigación, pero todos estériles para el arte.

Punto aparte merece el insigne jesuíta madrileño Esteban

DE Arteaga (1747 a1789) quien expulsado de España,

con sus hermanos, residió en Italia, cuya literatura conoció

a fondo y cultivó como un italiano erudito. Pero la

obra que le dio puesto en la historia del pensamiento hu-

(1) Obras escogidas en «Biblioteca de Autores Españoles», f. LVl.

294 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

mano es el íraíado de La belleza ideal, el mejor libro de

estética de la época anterior a Kaní, y la mejor orientación

en histona de las artes hasta gran parte del siglo xix (1).

La historia y ia erudición.- Como representante de los más

profundos estudios de la época merece citarse al insigne

agustino Enrique Flórez (1707-1775), a quien debe la historia

nacional, aún más que a Masdeu, su carácter crítico

y documentado. Desde La España sagrada y Medallas de

las colonias, municipios y pueblos antiguos de España,

así como Las memorias de las Reinas católicas, puede

decirse existe un modelo de verdadera historia moderna en

nuestra patria; seguramente esa historia no vale tanto, artísticamente

hablando, como la de Mariana, pero desde

luego es más científica.

Lorenzo Hervás y Panduro (1755-1809), es gloriosísimo

autor español en su Catálogo de las lenguas de las naciones

conocidas, quizá la primera obra de filología moderna

en Europa y con precedente en España en los trabajos

de Aldereíe.

El P. Juan Francisco Masdeu, muerto en 1817, fué un

debelador de leyendas y tradiciones históricas, sin que sus

negaciones estén siempre bien comprobadas en su Historia

crítica de España y de la cultura española.

La historia de América fué cultivada en los fragmentos

de la Historia del Nuevo Mundo, que escribió Juan Bautista

Muñoz, muerto en 1799. Merece citarse como jurista

y sociólogo de su tiempo al Conde de Campomanes, personaje

político de gran importancia en sus días (1725-1805).

La novela.—No tiene otro representante que José Francisco

DE Isla (1705-1781), autor de la Historia del famoso

predicador Fray Gerundio de Campazas (1758), sátira

(1) Véase edición de «La España Ediforial.

LA DECADENCIA : SIGLO XVIII 295

ingeniosa, sagaz, vivísima, de aquellos cultos predicadores

que infestaban los pulpitos en su época. Fray Gerundio

acarreó a su autor muchos disgustos, fruto de la envidia,

pero contribuyó a enaltecer su fama, pues fué juzgada

obra clásica sólo inferior al Ingenioso Hidalgo Don

Quijote de la Mancha. Desde entonces todos los malos

predicadores eran llamados por el pueblo Fray Gerundios,

lo cual contribuyó en gran manera a que los que

subían al pulpito tuviesen buen cuidado en corregir las

usuales extravagancias. Otras obras, como la satírica Día

grande de Navarra y otros libros y poemas compuso Isla,

siendo muy célebres sus cartas. Por ellas tenemos un verdadero

episíológrafo moderno, pues en la diversidad de

asuntos sobre que han sido escritas, y por su positivo

mérito, pueden ponerse al Tado de la brillante epistolografía

A ruegos de un caballero español y estando Isla en Italia,

de avanzada edad y sin gran deseo de hacerlo, como

se desprende de algunas de sus cartas, tradujo las Aventuras

de Gil Blas de Santiliana, de Les a ge (1).

La poesía y el teatro clásico.—Detestables manifestaciones

produjo el teatro seudoclásico, encarnado en estos días en

las tragedias de Nicolás Fernández de Moratín (1757-

1780). Su buen gusto, a pesar de este error, le hizo estimado

entre los poetas, que vieron en la imitación neoclásica

francesa el remedio al caos literario. Fundó la famosa tertulia

de San Sebastián; en ella estuvo prohibido hablar de

otra cosa que de teatros, diversiones y literatura. En Don

Nicolás, como compensación a su clasicismo, resucita la

musa nacional del vomanczro— Fiesta de toros en Madrid—,

y surgen los acentos épicos del siglo xvi en su

Canción a las naves de Cortés destruidas. En cambio,

0) Obras: ^ Biblioteca de Autores Españoles», tomo XV.

296 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS

SU poema La caza es prosa rimada, y sus tragedias, así

como su comedia La petimefra, aunque cuidadas, fáciles

y animadas, no pueden ser modelos (1).

Fray Diego González (1755-1794?) es la última muestra

de la poesía clásica al estilo de Fr. Luis de León, al cual

imita (2). Vicente García de la Huerta (1754-1787) es digno

de especial mención por sus esfuerzos en pro de la restauración

española y por sus obras poéticas, no escasas

de mérito. Su misión en el siglo xviii fué semejante a la

que había desempeñado en otro tiempo Cristóbal de Castillejo

contra Boscán y los itálicos. Dotado García de la

Huerta de más espíritu poético que crítico, se dolía del

abandono en que se encontraban los clásicos españoles y

del desprecio con que eran juzgados, como bárbaros o

poco menos, los genios de Calderón y Lope. En favor de

la gloria de éstos riñó desgraciados combates; pero su

época y el gusto riel tiempo se le impusieron y sucumbiendo

a ellos publicó su tragedia Raquel (5). La posteridad

ha sido injusta con esta producción escénica, contribuyendo

a ello las escasas simpatías que su autor dejó por su

carácter acre y violento. Apenas hubo escritor de su época

que no lo hiciese objeto de sus sátiras; gozó, sin embargo,

de los halagos del triunfo desde que se representó

esta obra, y téngase en cuenta que si aparentemente García

de la Huerta se había sometido al gusto del día, respetando

la teoría de la tragedia clásica, su lenguaje y majestad,

en el fondo se trataba de una comedia nacional,

donde alienta el alma tradicional española con su braveza,

su arrogancia y lozana fantasía, tan distante de las soporíferas

rimas de los versificadores contemporáneos.

Dos escritores fueron muy célebres en estos días: Sa-

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo II y XXIX.

(2) ídem id., tomo LXI.

(3) ídem id. id., tomo LXI.

LA decadencia: siglo XVIII 297

manicgo, el fabulista, y su colega Tomás de Iriarte (1750-

1791). Este tradujo el Arte poética, de Horacio, y compuso

un poema a la música. El principal defecto suyo es el

prosaísmo, pero no se halla falto de gracia y facilidad.

Todos conocemos sus fábulas La ardilla y el caballo, La

compra del asno. El gusano de seda y la araña (1). Fué

autor dramático en comedias de poca fortuna (El señorito

mimado. La señorita malcriada); tomó parte en las

enconadas disputas literarias de su época, de las cuales

poco provecho sacó el arte, si se exceptúan algunos trabajos

de Forner. Félix M.^ Samaniego (1754-1801) ha sido

popularísimo por sus fábulas, y aunque no tan correcto

como Iriarte, es, en cambio, más natural y sencillo y de

mayor inspiración. Tiene gracia y lozanía en sus Fábulas

en verso castellano donde españolizó muchas de Lafontaine,

sin faltar algunas originales (2).

Más honra merece José Cadalso (1741-1782), uno de

los restauradores de nuestro Parnaso moderno y uno de

los buenos escritores del reinado del tercer Carlos. Además

de sus poesías, que son muy conocidas, escribió en

prosa Los eruditos a la violeta, sátira muy ingeniosa;

Noches lúgubres, desgraciada imitación del poeta inglés

Young, y las Cartas marruecas, en las que pintó las costumbres

de su tiempo y rebatía los errores en que incurrió

Montesquieu, al tratar de las cosas de España en sus

Cartas persas. Como poeta. Cadalso hizo revivir una clase

de composiciones que habían desaparecido con Villegas,

las anacreónticas; pero fáltale la inspiración lozana,

sin la cual este género de poesía es cosa muerta. Otra

época más adecuada a la poesía hubiera hecho de Cadalso

verdadero artista. Mas vivíamos, en literatura y arte,

a los vaivenes del extranjero, y en este autor obsérvase

0) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXI.

(2) ídem id., tomo LXIII.

298 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

marcada tendencia a esa imitación, tanto en el fondo de

sus obras como en muchos de sus versos. Esta imitación

le fué más funesta en su Sancho García, donde se convirtió

en servil plagiario del teatro france’s, desluciendo el espíritu

nacional que animaba la obra (1).

Juan Pablo FoRNER (175Ó-1 797), merece ser tenido entre

los literatos españoles, en el siglo xvm, como uno de

nuestros mejores críticos, ya que como poeta fué bastante

pedestre, si se le ha de juzgar por aquella grosera diatriba

contra Iriaríe que lleva por título El asno erudito. Sus /?eflexiones

sobre la historia, las Exequias de la lengua castellana,

el mejor libro crítico de aquellos días, y otras

obras, le acreditan de saber escribibir el castellano con vigor,

soltura y corrección, y de opuesto al enciclopedismo

triunfante, con un buen sentido que es de admirar (2).

José Iglesias de la Casa (1748 a1771) es notable por algún

epigrama ingenioso, pues en general está falto de toda

inspiración.

Juan Meléndez Valdés (1754-1817) es un poeta objeto de

juicios muy contradictorios. Alguien le cree un nuevo Garcilaso;

otros le tienen por poeta falso y amanerado hasta

el extremo. Ambos criterios tenemos por exagerados: Meléndez

Valdés, en su época, es un verdadero gigante; hoy

poco se leen sus versos, ni, si viviese el poeta, podría fácilmente

hacerse lugar; pero en su tiempo es injusticia no

colocarle al frente de los renovadores de nuestro Parnaso.

¡Lástima grande que su carácter tímido y la falta de sinceridad

le hiciesen optar por un género de tan pocos atractivos

como el pastoril, que cultivó con tanto cariño de su

corazón! Esto hace que la mayor parte de sus versos cansen

de modo extraordinario. Hay, sin embargo, poesías

hermosas, como La Providencia de Dios. No es poeta sin

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXII.

(2) ídem id , tomo LXIII.

LA decadencia: siglo xvm 299

defectos; íiénelos, y en gran número; pero las «bellezas

abundan en los versos de Meléndez, y particularmente en

ios romancillos cortos, en las letrillas y en los romances.

Su talento descriptivo merece, sin restricción, todo encomio.

Y lo que más encanta es el don misterioso con que

su estilo enlaza la espontánea y natural sencillez a la refinada

delicadeza, que iamás le abandona ni le deja caer en

prosaísmo. Bástenos citar, como modelo de tales primores,

el romance titulado Rosana en los fuegos (1).

Pero el más grande literato de la época es Gaspar Melchor

de JovELLANOs (1744-1811), uno de los grandes polígrafos,

magistrado en Sevilla, consejero deOrdenes en Madrid,

desterrado, ministro de Gracia y justicia, preso como

reo de Estado, individuo de la Junta central de 1808, aparece

siempre como uno de los hombres que en España a más

alto grado han llevado su patriotismo, su prudencia y

abnegación. Aunque influido de una filosofía afectada y

no pocas veces pueril, poseyó tan rico caudal de conocimientos,

que fué el primer hombre de su tiempo. Como

poeta no puede hacérsele príncipe en el Parnaso; mas en

sus poesías se admira al moralista correcto y atildado. De

ellas, acaso lo mejor son sus Sátiras y alguna epístola.

Pero toda esa gloria palidece ante la que corresponde al

jovellanos prosista, el más grande de todo el siglo xviii,

por su Informe sobre la ley agraria, trabajo modelo en el

género, y por el muy bien orientado Tratado de educación.

Sus trabajos sobre Bellas Artes son relativamente numerosos,

y los más literarios el Elogio de las Bellas Artes

ií78\), y el de Ventura Rodríguez (\7S8), verdaderos

medelos de oratoria académica (aunque para hoy resultan

demasiado retóricos), puesta al servicio de una estética tan

adelantada como la más perspicaz de cualquiera de los

<BibIioí2ca de Autores Españoles», tomo LXIII

300 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

tratadistas contemporáneos suyos. Las Cartas de Jovellanos,

desde el punto de vista literario e histórico, no pueden

ser estudiadas como modelo de excelente dicción,

pero sin ellas no será fácil conocer aquel período de nuestra

historia (1).

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos XLVI y L

,

LA DECADENCIA : SIGLO XVIII 301

La renovación teatral. -Debe representarse en un poeta

que, aun educado en el ambiente francés, tiene mucho de

original; Leandro Fernández de Moratín (1760-1828). Nació

en Madrid, y recibió la influencia de su padre D. Nicolás.

Logró completar su instrucción en Francia, y de allí

trajo su comedia El viejo y la niña, y poco después escribió

una venganza contra quienes habían puesto obstáculos

a su primer obra teatral >¿a derrota de los pedantes.

Siguió a aquélla La comedia nueva, la obra más genial

de todo su teatro, «donde se siente algo del resplandor y

lumbre prodigiosa de Cervantes»; cuadro en el cual la

figura y traza de las pasiones y debilidades humanas, en

lo que tienen de eterno y permanente, se enlaza con el empeño

literario del momento, de tan maravillosa suerte, que

despierta el interés y conmueve el ánimo. Nadie como él ha

tenido esa dosis de buen gusto que, aun en contra de sus

creencias doctrinales, fué capaz de hacerle sentir el verdadero

arte como nadie en su patria lo sentía. HI sí de las

niñas. La mojigata con La comedia nueva o el café, vivirán

en el teatro. Este buen sentido suyo se nos refleja en

casi todas las obras de Moratín, donde nada sobra ni

nada disuena: las palabras, las ideas, las imágenes, los

argumentos, todo está medido ysabiamenie refrenado por

el buen gusto. Pero falta ese calor que sólo prestan a la

obra literaria la fe y el amor. Moratín no tuvo más que dos

amores: el amor de la retórica y el de sí mismo. A su modo

restauró, sin embargo, la poesía, y, sobre todo, la dramática

en España. Pero las restauró como Felipe V la política

y la hacienda: por el modelo francés. Este escritor, tan

302 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

castizo en la apariencia, era. un afrancesado en el fondo (1);

De 1751 a1812 vive Luciano Francisco Comella, autor

dramático, representante del teatro nacional en los días en

que éste casi había muerto. A pesar de la cruel sáfíra con

queMoratín le traía en El café, dejó bien patente Comella

su instinto teatral en obras como Vi’ríafo, Los Amantes de

Teruel, Inés de Castro y Cristóbal Colón; mas, en verdad,

le faltó arte y talento para tratar estos asuntos.

El teatro cómico español.—Por decreto de 1765 habíase

prohibido la representación de los aatos sacramentales (2),

y esto, acaso, fué motivo para que el genio nacional, tan

raquítico en la comedia y en el drama, buscase compensación

en el sainete popular con Ramón de la Cruz (1751-

1794). Él es el más notable de todos los poetas dramáticos

españoles durante el siglo xviii. Él resucitó las primeras

obras de Lope de Rueda y del autor del Quijote, creadores

de nuestra escena cómica; el humorismo que encierran

sus producciones, al mismo tiempo que arranca la carcajada

a nuestros labios, llega hasta el fondo del corazón

como algo tierno que conmueve las fibras más sensibles,

y bien a nuestro pesar reimos de la escena presenciada;

en una palabra, da al sainete verdadera trascendencia, no

satisfaciéndose con considerarlo como juguete de mero

recreo, sino que al ser copia viva y exacta de la realidad,

pintando las costumbres populares, lleva en el fondo la

amargura de la reflexión filosófica y la censura satírica.

Éxito feliz y extraordinario alcanzaron sus obras, «que él

escribía y la verdad le dictaba.» Todo en ellas es naturalmente

ingenioso por aquella gracia picaresca, por los

equívocos y chistes de gracia tradicional, por aquel des-

(li «Biblioteca de Autores Españoles», tomo II.

(2) Véase la página 264

LA decadencia: SIGLO XVIII 503

enfado y abandono, y por el verismo con el cual nos hace

patente la vida contemporánea.

Más de 500 obras escribió este príncipe de la escena cómica,

que deja tras de sí la semilla del saínete para el futuro

teatro español. Cííanse como modelos Las castañeras

picadas, Tragedia para reir y sainete para llorar, El

Rastro por las mañanas y El Muñuelo. La mayor parte

están escritas en verso de arte menor; pero también emplea

los endecasílabos, como si se tratase de dar altisonancia

a las escenas más vulgares y jocosas, en forma de

parodia trágicoburlesca (1).

Comparte la gloria con el sainetero Cruz, Juan Ignacio

González del Castillo (1765-1800). Desde luego menos

fecundo, no es menos hábil en la pintura de donosos tipos,

de los sencillos conflictos que engendran las saladísimas

peripecias de sus comedias, dialogadas con gracia e ingenio.

De la colección de sus saínetes. El gato es un gracioso

paso escrito con lozanía y soltura en romance octosílabo,

ligero y castizo; El soldado fanfarrón, saínete en

tres partes, es una especie de trilogía cómica, llena de

gracia, de picardía truhanesca, que recuerda a Plauto por

el héroe y por el lenguaje bizarro y pintoresco; La casa

nueva, escena donde las intemperancias femeniles y los

consejos de entrometidos acaban con la paciencia de Narciso;

Los caballeros desairados, El chasco del mantón.

Los literatos. El aprendiz de torero. El médico poeta. La

feria del Puerto…, todos merecen ser conocidos al lado

de Las castañeras picadas, del gran D. Ramón de la Cruz.

(1) Teatro de… edición de D. Agustín Duran, dos volúmenes, Madrid,

1843.— Catálogo completo en la obra de D. Emilio Coíarelo, Don

Ramón de la Cruz y sus obras, Madrid, 1899.

304 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS

Manuel José Quintana.- Aunque vivió en pleno siglo

XIX, de 1772 a 1857, su espíritu y su arte son la última

llamarada de toda una inspiración que desaparecía para

fortuna del arte. Fué poeta, periodista, crítico e historiador,

citándose entre sus mejores trabajos. Vidas de españoles

célebres, la de Don Alvaro de Luna, la Recopilación,

de poesías selectas castellanas desde Juan de Mena,

su tragedia Pelayo, las Cartas a lord HoUand, y, por último,

sus poesías, entre las que descuellan la dedicada a

Guzmán el Bueno, a Padilla, a América, a Trafalgar, y

su famosa Oda a la paz entre España y Francia en 1795.

No está exento Quintana de cierta afectación declamatoria,

que no cuadra bien a la libre inspiración poética. No obstante,

en su época fué el más poeta, o por lo menos el más

viril entre los poetas, y aun hoy encuentran eco sus cantos

Al armamento de las provincias españolas y a Guzmán

el Bueno. El valer de Quintana como crítico nos parece

extraordinario leyendo sus Vidas del Cid, del Gran

Capitán, de Pizarro, etc., aunque a veces su manera de

discurrir le hace ser injusto con las más puras glorias de

la patria. Sin embargo, la crítica literaria le es deudora de

verdaderas adivinaciones, por ejemplo, en sus dudas sobre

la autenticidad del famoso Centón Epistolario, obra

que hemos juzgado como falsificación anónima (1).

La misma razón hay para considerar como un poeta anterior

al siglo XIX a Juan Nicasio Gallego (1777-1855). Ha

sido estimado como uno de los restauradores del Parnaso

(1) «Biblioteca de Autores Españoles», tomos Vil, XIX, LXl, LXIII

y LXVII. -Véase la página 278.

LA DECADENCIA : SIGLO XVIII 505

español por sus elegías y odas; una de éstas, la titulada

El Dos de Mayo, tiene estrofas de singular hermosura,

tanto por su pensamiento como por el brillante y pulido estilo

que muestran. Faltan, sin embargo, a Gallego aquel

calor y entusiasmo de la inspiración, que aparece más

como precepto retórico que siendo fruto de la vena lírica

del poeta. Es, desde luego, uno de los de más estilo en los

comienzos del siglo xix, y su espíritu declamatorio no es

culpa toda suya. Estaba en el ambiente de la época y no se

podía fácilmente sustraer a él ni aun en las inspiradas lamentaciones

de su elegía A la muerte de la Duquesa de

Frías. Pulsa la lira heroica en su oda A la defensa de

Buenos Aires, y siempre se manifiesta poeta de gusto clásico,

influido por Fernando de Herrera. Algunos de sus

sonetos son muy bellos; lástima es que abusos retóricos

malogren una destreza para el manejo del verso, que en

aquellos días sólo Quintana poseyó. Como prosista le juzgamos

uno de los más correctos por su traducción de

Manzoni, Los Novios {\).

De menos inspiración acaso, pero más erudito, es el

P. José Marchena (1768 a 1821), el cual es un hijo de la Revolución

francesa. Los méritos mayores de este literato,

son más bien de traductor de los latinos que de poeta; sin

embargo, se puede recordar su oda A Cristo crucificado,

de sabor clásico, pues él gustó mucho de la lectura de

nuestros místicos, en especial de Fray Luis de Granada.

Poeta de estos mismos días es el presbítero Manuel María

DE Arjona (1771 a 1820), también de gustos muy parecidos.

Merece conocerse una oda A la Ascensión del Señor, que

de lejos recuerda la de Fray Luis de León, y son de lo mejor

de la época sus poesías a la Virgen y a San Fernando,

La diosa del bosque, a Las Quinas de Roma, etc. (2).

i\) Poesías de Gallego, en «Biblioteca de Autores Españoles»

tomo LXVII.

1,2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXIII.

20

306 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS

Puede recordarse aún olro poeta de los que viviendo en

pleno siglo XIX son eco de la anterior centuria. José María

Blanco (White), muerto en 1841, gran conocedor délos

clásicos y traductor de poemas ingleses, que él conocía

profundamente por su origen irlandés y por la dirección de

su cultura. Sacerdote católico, protestante después en Inglaterra,

fluctuó toda su vida entre dudas y sombras crueles

que acertó a expresar con heladora elocuencia en estas

palabras: «¡Hermano o hermana, quien quiera que seas! Si

pudieses ver el diente que roe mi corazón, atajarías esa

corriente pasajera de desdén y derramarías una lágrima,

compadeciéndote de quien, a despecho de las injusticias

que laceran su alma fatigada, nunca ha sabido odiar».

Como poeta, tiene composiciones de méritos bastantes

para recordar a Herrera, por la pompa del estilo y la elegancia

del lenguaje. Sus mejores obras son odas, y entre

ellas se distingue una A Carlos III y otra A la Beneficencia,

que pecan de alguna afectación. A menudo, sus

poesías expresan el sentimiento de su alma, y tienen algo

del pálido resplandor de las noches de la duda. (Una tormenta

nocturna en alta mar.)

Quizá la gloria mayor de White está en haber sido uno

de los primeros literatos que supieron reducir en algo el

imperio de Boileau, conquistando nombre de crítico entendido

con estudios acerca de algunos poemas épicos, y aun

con un poema sobre La Belleza, del cual acaso, como dice

Menéndez y Pela yo, es reflejo su oda Sobre los placeres

del entusiasmo. En Inglaterra, y en idioma inglés, continuó

escribiendo diversas cartas sobre cuestiones filosóficas,

y algunas poesías, entre las que descuella aquel conocido

soneto que empieza Mysterious Night…, traducido

por el poeta americano Pombo (1)

Aún hemos de citar a Félix José Reinoso (1772 a 1841),

(1) Poesías en «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXVII.

LA DECADENCIA : SIGLO XVIII 507

por ser autor de un poema épico cuyo asunto es la caída

del primer hombre y el título La inocencia perdida. Hay

en la composición muy bellas octavas reales y cuadros de

feliz inspiración (1). Cerremos esta época, citando a Manuel

María de Mármol (1776 a 1840), quien tuvo el acierto

de volver por las lozanas formas métricas del romance,

siendo ya un precursor de los poetas que en el romanticismo

habían de sentir toda la belleza deesas combinaciones

populares, que ya tímidamente había querido restaurar Meléndez

Valdés, y a Nicasio Alvarez de Cienfuegos, en

quien se presiente al comenzar el siglo xix (murió en 1809)

algún espíritu moderno.

(1) «Biblioteca de Autores Españoles» ^ tomo XXIX.

 

EL sigloXIX

La transieión.—Aunque muy lentamente, se va libertando

el espíritu español del clasicismo francés, no ciertamente

por propia virtud, sino por el ejemplo mismo de Francia,

que, por natural reacción y por influjo alemán, llega a encontrar

necia y pueril la atmósfera seudoclásica que se

había allí alimentado en el espíritu dictatorial y centralista

de la vida francesa (1).

Como iniciador de esa transición en España debe citarse

a D. Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862). Cultivó

todos los géneros literarios como poeta mediocre, siendo,

dentro del gusto particular de la época, el verdadero

representante de la evolución, y ya casi romántico; pero

no son, como pudiera creerse, sus obras cuadros de color,

cual parecía corresponder a un meridional, sino todo atildamiento

y compás. Entre otras, deben citarse su famosa

Arte poética, sus comedias moratinianas La niña en casa

y la madre en la máscara. Celos infundados. La boda y

el duelo, Edipo, La viuda de Padilla, inspirada en un concepto

metafísico de la libertad al modo de Alfieri, y el

drama La conjuración de Venecia, primer paso y primer

éxito del romanticismo en la escena española, y la mejor

(\) Véase nuestra Historia general de la Literatura.

obra de Martínez de la Rosa. Enlrc sus líricas sobresale la

Epístola, en verso libre, dedicada al Duque de Frías con

ocasión del fallecimiento de su esposa, en la cual, aunque

falso, a veces, y más que algo retórico, llega a mostrarse

verdadero poeta (1).

La inspiración clásica está representada por D. Alberto

Lista, el gran maestro sevillano, el iniciador del buen

gusto en la literatura de su época (1775-1848), poeta notable,

aunque de ^escaso brío y manera afectada^. En

aquellos días no se podía llegar a más, y Lista fué en su

época tan buen poeta como preceptista. Y ¿quién se le puede

poner delante? Sólo Quintana, y no siempre; y entre

todos los poetas, sus contemporáneos en la Academia de

Letras Humanas, no hay quien llegue a él en su oda a La

muerte de Jesús. Debe considerarse a Lista como el más

perfecto y espontáneo versificador de su tiempo, sin excluir

a ninguno de los que le fueron coetáneos, y si estas cualidades

no bastaran, hay que aplaudir sin reservas al más

influyente académico sevillano, porque no en la pléyade

andaluza quedó limitada la influencia docta, beneficiosa y

libertadora del poeta, sino que todos los escritores de

aquel tiempo pudieron aprender, y de hecho aprendieron,

no poco del elegante horaciano, que si no llegó a Herrera,

va muy cerca de Rioja (2).

Ei Romanticismo.—El primer romántico español del siglo

XIX es Ángel Saavedra, Duque de Rivas (1791-1865). Sostuvo

íntimas amistades con Arriaza, Quintana, Gallego y

Martínez de la Rosa, y sus aficiones literarias se desenvolvieron

merced a estas relaciones. Desterrado largo tiempo

en París, Gibralíar, Londres y Malta, estas emigraciones

(1) «Colección de los mejores Autores Españoles», tomos XXVIIJ

y XXXII.

(2) «Biblioteca de Autores Españoles», tomo LXVH.

SIGLO XIX : ROMANTICISMO 511

fueron de grande utilidad para depurar su gusto artístico y

para completar su educación literaria en distintos órdenes,

connaturalizándose con el estudio de escritores como

Byron, Lamartine y Víctor Hugo, que influyeron poderosamente

en su manera de ser. Entre sus obras deben nombrarse

El Moro expósito, el poema £1 paso honroso, sus

tragedias Ataúlfo y Aliatar, sus hermosísimos romances

históricos— ¿7/7 castellano leal, La conversión del Duque

de Gandía—, y por último, sus odas, entre las cuales las

hay verderamente admirables, por ejemplo, A la victoria

de Bailen, AI faro de Malta. Representa el Duque de Rivas

en la literatura. española y en nuestro siglo la aparición

grandiosa del romanticismo con el drama genial Don Alvaro

o la fuerza del sino, de la estirpe de Lope, de Calderón,

de Rojas, de \’ícíor Hugo. Después de esa obra el

romanticismo español tiene ya su modelo y su dogma. La

historia, el romancero, las gestas, las crónicas serán las

fuentes que harán revivir la poesía nacional (1)

Antonio García Gutiérrez es, como poeta romántico,

sucesor del Duque de Rivas en la literatura española. Nació

en 1812, y luchando con las privaciones de la vida,

llegó soldado a Madrid, donde logró ver representado en

1 de Mayo de 1836 el drama a que debe su mayor gloria:

El Trovador. El severo Larra unió su aplauso al espontáneo

y general con que el público recibió la obra, y el nombre

del poeta soldado, llegó a todas parles hasta conseguirle

la licencia absoluta. No fué el éxito hijo de una

exaltación pasajera, hoy el que conozca la obra de García

Gutiérrez, tiene que otorgarle su aplauso, aparte de algún

anacronismo disculpable. El Tro raedor encierra en sí méritos

suficientes para ser digno de alta estima, aunque no

fuera más que por el fino cálculo con que se mide el efecto

dramático y aquella armoniosa y brillante versificación.

;i) Obras, Madrid, 1894-1904, siete tomos.

que alterna, como era moda del romanticismo, con la

prosa. Otras obras de García Gutiérrez son Simón Bocanegra,

Juan Lorenzo, Venganza catalana y Crisálida y

Mariposa. «Su principal condición ha sido una espontaneidad

prodigiosa y una inspiración purísima. Espíritu de

viva y rica imaginación, ha sabido crear y manejar la fábula

legendaria como pocos, y es tan española toda su

manera de ser. y tan genuinamente nacional su musa, que

no puede tacharse de influjo extraño ninguna de sus creaciones.

Versificación fácil, naturalidad asombrosa y lenguaje

puro, sin arcaísmos, son, finalmente, las prendas

de su elocución» (1). Murió en el año 1884.

Sigue en el teatro romántico Juan Eugenio Hartzen-

BuscH, nacido en 6 de Septiembre de 1806. Desde el taller

de ebanistería, donde pasó su niñez, llegó a ingresar en la

Academia de la Lengua y a la dirección de la Biblioteca

Nacional. En 1825 ya se le ve haciendo sus primeros ensayos

dramáticos con traducciones del teatro francés, y

educa su gusto con la refundición de algunas de nuestras

comedias clásicas, hasta que se decide a escribir dos dramas

Iiistóricos, tímidos ensayos que de seguro no revelaban

al poeta inspiradísimo que el 19 de Enero de 1857, estrena

en el teatro del Príncipe su drama Los Amantes de

Teruel, tema tan explotado por los poetas españoles y en

el cual logró un éxito feliz.

Con tales alientos se decidió a levantar más su crédito

en Doña Mencía (1858), Alfonso el Casto (1841), Juan de

las Viñas (1844), La Jura en Santa Gadea (1845), La

madre de Pe/ayo (1846). En 22 de Octubre de 1880 murió

el gran romántico español, fecundo cual nuestros antiguos

(1) Así dice Gincr de los Ríos (H), pero no es absolutamente cierto,

pues imitó a Dumas, a Lessing, etc. Véanse Obras escogidas, un temo

en 4. o, 1896.—f/ Trovador, en «Biblioteca de Clásicos de la Literatura

Española», por Bonilla, 1917.

clásicos y como ellos expresivo, serio, elegante, epigramático

a veces, y no pocas calderoniano por lo alto de su

inspiración. A nuestro juicio, su obra maestra es Los

Amantes de Teruel, allí el interés dramático llega donde

ya no alcanzó Harizenbusch ni en La Jura, que, no obstante,

tiene escenas de vigor extraordinario, pero en la que

largas descripciones vienen a robar un interés que el espectador

pide para la acción. Como fabulista demostró el

poeta una vena admirable. Pero no quedan aquí los méritos

de Harizenbusch: la comedia de magia también atrajo

su ingenio, y La redoma encantada, Los polvos de la

madre Celestina, etc., han divertido la pasada generación.

Filólogo, crítico, poeta religioso, en todo dejó profunda y

gloriosa huella (1).

Suele citarse entre los románticos a Antonio Gil y

Zarate, el cual en 1857 estrenó su drama Carlos II el

Hechizado, que es una lamentable equivocación. Más significación

y valor tiene como preceptista, aunque siempre

lo fué de espíritu muy estrecho.

La lírica romántica en España.—Acaso el más romántico,

al estilo francés, de los poetas españoles fué José Espron-

CEDA, nacido en 1810 y muerto en 1842. Estudió bajo la

dirección de D. Alberto Lista, quien le juzgó atinadamente

cuando dijo de su talento que «era inmenso como una plaza

de toros llena de plebe». Reflejo de una generación cuyos

ardores apenas nos explicamos hoy, caen sobre él

todas las censuras de quienes desde tan lejos no podemos

comprender los empeños de aquellos apasionados corazones.

En cambio, admiración profunda merece el artista

que en momentos más templados y de inspiración no báquica

pudo producir canciones como su elegía A la Patria.

(1) Obras de D. Juan Eugenio Harizenbusch, Madrid, 1892, tres

y aun en muchas de aquellas poesías cuyo espíritu es la

sensualidad y el recuerdo del placer material— Cd/7/0 a

Teresa—creemos que nadie como Espronceda supo crear

formas tan aéreas y poéticas, aunque en su fondo existe

latente aquel «tedio malsano y de una melancolía escéptica,

no siempre sincera acaso, pero cuya imitación ha producido

detestables resulí idos» Sus obras notables son el

conocido poema El Diablo Mundo y su popular y hermosa

leyenda El estudiante de Salamanca, y, por último, entre

todas sus líricas, sobresalen La canción del pirata.

El mendigo, El verdugo, el Himno al sol y el Canto del

cosaco. En opinión de los más eminentes críticos, es Espronceda

el resumen de todas las excelencias y de todos

los defectos de sus contemporáneos, y hay hay quien le

concede igual importancia que a los primeros vates de

Alemania, Italia e Inglaterra (1).

Con un espíritu clásico muy desorientado y falso publicó

Juan Bautista Arriaza (1770-1857) multitud de poesías

que lograron aplauso unánime. Hoy Arriaza no merece el

dictado de poeta de primer orden que el público de su tiempo

le concedió. No quiere esto decir que sus composiciones

eróticas y anacreónticas carezcan de valor literario;

entre ellas las hay bellas, y hasta sentidas, pudiendo recordarse

también las patrióticas el Himno de la victoria y

Los defensores de la Patria.

Generalmente, peca Arriaza de abandono; poeta más

abundante que correcto, deja manar de su pluma cuanto a

ésta liega, ski cuidarse mucho de su calidad. Así, en la

composición al Dos de Mayo, en medio del fuego de la

inspiración que en toda ella reina, molestan epítetos no

muy adecuados y pródigamente repartidos. En sus poesías

(1) Obras, Madrid, 1884 —Espronceda fué de los primeros en cultivar

en España la novela histórica con la suya Sancho Saldaña o el Castellnno

de Cuéllar, hoy casi olvidada.

festivas distingue a Arriaza una tendencia satírica, burlona

e inocente, sin pretensiones de magisterio, pero punzante

y traviesa.

Cítase a Nicomedes Pastor Díaz (1811-1865) como poeta

verdaderamente estimable, de inspiración pesimista y

romántica, que se confirma en su novela De Villahermosa

a la China.

Poetas catalanes.—Manuel Cabanyes (1808-1855). Su prematura

muerte privó al siglo xix de haber tenido en pleno

romanticismo un egregio vate clásico. Milá y Fontanals

y Menéndez y Pelayo han fijado definitivamente el mérito

de Cabanyes y el argentino Oyuela lo ha enaltecido en

America. A pesar de todo, el poeta no se ha vulgarizado en

España; su misma clásica perfección, su grandeza pindárica,

!a frase por demás sobria y la rigidez de su inspiración

harán que no pueda ser apreciado por la generalidad,

que en arte se aviene mal con los genios tan personales.

Perdónanse los defectos de un poeta que siente como la

generalidad, y que se impone, porque llega a todos los

hombres, pero otro artista divorciado, quizá de propio intento,

de su público y de su época, no logra hacerse dueño

de ésta. Los poetas románticos Zorrilla y Espronceda,

valiendo técnicamente menos que él, fueron más extensos,

fueron más poetas, queriendo decir con esto que lograron

el dominio, el imperio de su público.

Es famosa su oda A la Poesía, donde inspiración, frase,

ritmo, libertad métrica en cuanto a la rima, palabra, sintaxis,

todo es singular, semipindárico, horaciano, que

nada tiene que ver con el clasicismo de Lista, y menos con

el más frío y declamatorio de Cienfuegos, Gallego o Arjona.

Tiene más de Fray Luis de León que de sus contemporáneos

y sucesores, aunque por la forma artística es heraldo

de los poetas románticos, a los cuales anuncia también

por su espíritu de libertad, que los Tiltimos llevan a los ma516

yores extremos. Como satírico es un verdadero Juvenal,

por su severidad y crudeza (1).

Grande poeta, aunque sólo acertó a ser grande una vez,

es el también catalán Buenaventura C. Aribau (1798-1862),

el cual, en la magnífica oda A la Patria, no sólo representa

el resurgir de la lengua catalana, sino que encarna, sin

bastardas intenciones, toda la sinceridad de un amor íntimo

a la tierra nativa.

Muyra, muyra l’ingrat que al sonar en sos Ilavis

Per estranya regió l’accení natiu, no plora…

Extraordinario fué el éxito de la composición, sirKque

Aribau pudiera volver a lograrle; fué su canción a la patria

un grito de ingenuo sentimentalismo y no tuvo segunda

parte. En cambio, desde entonces los catalanes vieron que

en su propia lengua se podía aún lograr la expresión poética.

Joaquín Rubio y Ors, fué el portaestandarte de esa

renovación, y si numerosos fueron sus estudios criticóse

históricos, todos apreciables, ninguna transcendencia tuvieron

comparada con la que logró como poeta en lengua

catalana, cuyas composiciones firmó con el seudónimo Lo

gayter del Llobregat. Las aspiraciones de los poetas catalanes

y mallorquines, como los Aguiló, sustentadas por

Rubio y por Víctor Balaguer, tuvieron una consagración

definitiva con la restauración de los Juegos Florales, cuyo

primer certamen se celebró en Barcelona en 1.° de Mayo

de 1859, ba)0 la presidencia de Milá y Fontanals.

Juan Arólas (1805-1890), nació en Barcelona, aunque Valencia

le considera como suyo a causa de que allí moró

casi constantemente y en esta población profesó como sacerdote

escolapio. Sus obras pueden clasificarse del siguiente

modo: Poesías amatorias, caballerescas, orienta-

(1) Obras escogidas, Barcelona, 1858.

les y religiosas. Respecto a las primeras, palpita en ellas

un sensualismo inusitado en nuestra literatura, por la voluptuosidad

decadente que parece directamente heredada de

los trovadores provenzales, si no fuera que recuerda otros

poetas, como Víctor Hugo, Pope y Moore. Gran fama alcanzaron

las Orientales, en las que el mismo Víctor Hugo,

a veces, no le iguala. Hállase en estas poesías tal riqueza

de inspiración y colorido, que causa trabajo creer sea un

español del siglo xix capaz de producir lo que sólo un poeta

de las cortes de los sultanes podía soñar. Orientales son

Jida y Kaled, El anillo mágico, El guarda del harem. La

yegua del árabe (ésta es de las más bellas), Constantinopla.

Guiñara, etc. Las poesías caballerescas de Arólas son

algo semejante al romance español y de analogías muy

grandes con la leyenda, sin llegar, ni con mucho, a la lozanía,

vigor, facilidad y donaire de aquél. He aquí algunos

títulos: Don Sancho; Don Ñuño, Conde de Lara; Berenguer

el Grande, Conde de Barcelona; La Virgen del bosque.

Las Tranzaderas, etc. También se distinguió el escolapio

como poeta religioso; pero, aunque no falto de

grandeza y majestad cuando canta a Dios, es poco inspirado,

si se le compara con sus composiciones profanas.

No obstante, pondrán a Arólas entre los buenos poetas

religiosos sus Harmonías, Canto a la creación, Himno

de la mañana. Himno de la noche, A la Divinidad, El

Hombre, etc. (1).

José Zorrilla (1817-1893). Es el último poeta español en

cuanto a aquel encarnar dentro de su alma todo el espíritu

tradicional de la poesía española romancesca, a la usanza

del antiguo poeta popular. Él mismo nos cuenta cómo su

musa nació ante la tumba de Larra, dándose a conocer de

modo solemne y algo teatral, achaque que persiguió siem-

(\) Poesías caballerescas y orientales. Valencia, 1840, un tomo.

Poesías del P. J. A. Valencia, 1883, un tomo.

prc al poeta. Los primeros pasos fueron sobre las huellas

de oíros vates que entonces deslumhraban: Espronceda

tuvo no poca parte en Zorrilla. Los versos de éste comienzan

faltos de verdadera inspiración; quiere cantar el pesimismo

y la duda del autor de El Diablo Mundo, y no

acierta; busca asuntos entre las más recónditas lobregueces

del romanticismo, y queda en tinieblas. Su alma era

demasiado limpia y sincera para continuar por ese camino,

que ni entendía ni le inspiraba. Volvió sobre sí mismo, y

con llana sencillez cantó la belleza donde él la veía: en los

rastros de la antigüedad, ya fueran ruinas, ya soberbios

palacios, catedrales, monasterios, las viejas ciudades castellanas

o moriscas. Todos cuantos poblaron ese mundo

que se forjó el poeta: reyes, guerreros, monjes, juglares,

judíos, venteros, nigromantes, inquisidores, picaros, todo

lo sacó a plaza y lo cantó como el último jugar castellano.

Bastaría para declararle por uno de los más grandes

poetas la perfección de sus leyendas A buen juez mejor

testigo, El Capitán Montoya, Margarita ¡a Tornera, Justicia

del Rey Don Pedro, etc.

Para conocer a Zorrilla quizá convenga abandonar de

una vez toda su poesía exclusivamente lírica, en la cual

poco acertó: era un épico y un dramaturgo épico, lo más

semejante a nuestro Lope de Vega o Rojas Zorrilla. Si el

lirismo se desborda en sus leyendas y en su teatro, es excelente

porque surge entonces provocado por la objetividad,

de la cual se posesiona y es como su eco; pero cuando

de propósito intenta ser lírico, sus poesías son juego

de palabras, vano entretenimiento de la fantasía y del

oído.

Hablando de Tirso ya hicimos mención de una obra dramática

de Zorrilla: Don Juan Tenorio (1844), que el censuró

duramente toda su vida, pero en la cual es imposible

negar brío, fuego y efectismo lírico que encantan, aunque

convengamos en lo disparatado de algunos recursos y en

SIGLO XIX : ROMANTICISMO 319

ciertos falseamientos del carácter de El burlador de Sevilla;

pero, en cambio, aventaja este drama a todos sus precedentes

por la poética creación de Doña Inés, lumbre del

ideal, que no hay en Tirso ni en Byron. Otras obras dramáticas

de Zorrilla son casi tan populares como ésta: El

puñal del godo. El zapatero y el rey, Traidor, inconfeso

y mártir. Hoy la inconsciencia ha puesto de moda burlarse

de la poesía de Zorrilla, y habría razón si todo lo de

este autor fueran algunas caídas de los Cantos del Trovador

y sus poesías líricas; pero o hay que borrar nuestro

teatro romántico y nuestro romancero, o el Zorrilla de

Traidor, inconfeso y mártir y de las Leyendas es un excelentísimo

poeta. El pecado de Zorrilla al escribir tanta

mediana y buena poesía no es suyo, es de sus contemporáneos;

y de la triste huella que dejó entre sus imitadores

americanos tampoco es responsable. Si éstos le siguieron,

y fueron muchos como su caricatura, es porque les agradaba

la musa del poeta, les colmaba el gusto, y él dio lo

que le pidieron. Como poeta popular, como cantor de la

raza, no estaba obligado a más (1).

Gabriel García Tassara (1817-1875), es poeta de estro

abundante y rotundo, que le vale ser colocado al lado de

los más grandes poetas europeos del siglo xix. Su hermosísima

oda A la traslación del cadáver de Napoleón, le

revela, a pesar de algún desaliño, de vate herreriano, algo

retórico y amigo de la hipérbole, pero rico en noble inspiración.

La admiración que tuvo por Quintana está bien

patente en su oda a este poeta, en la cual muestra su espíritu

culto. Fué conocedor profundo de las literaturas clásicas

y extranjeras, dejando algunas valiosas traducciones:

A Clfo y A Postumo, traducciones de Horacio; La

(t) Obras dramáticas y //r/cas, Madrid, 1895, 4 tomos.—Véase ei

estudio de D. Narciso Alonso Andrés, hoy lo más completo sobre este

vida del campo y La muerte de Príamo, de Virgilio; Monólogo

de Hamlet y La muerte del Qey Duncan, de Shakespeare,

etc. Su gloria, algo amortiguada, debe ai Sr. Valera

y al gran Menéndez y Pelayo el ir siendo restaurada.

Aunque americano, pues nació en Venezuela, Heriberto

García de Quevedo (1819 a1871 vivió en España, y en la

literatura peninsular tiene su verdadero puesto. Es el representante

en la lírica de influencias extranjeras, principalmente

de Byron y Manzoni, de quienes suele tomar su

espíritu poético, así como en la métrica es un enamorado

de la exuberancia de Zorrilla. Prueba de ello podemos encontrar

en cualquiera de sus composiciones: la oda A la

libertad, por ejemplo. Si se recuerdan los acentos de la

oda de D. José Eusebio Caro al mismo asunto, se encontrará

notable coincidencia en las dos; esto no quiere suponer

que haya habido imitación en uno respecto al otro;

más bien revelan una misma fuente: la inspiración de Quintana,

quien a su vez la derivó de aquella declamatoria manera

de Alfieri y de los poetas franceses. En la Corona

poética de María colaboró con bastante buen éxito, y en

oíros poemas de asunto cristiano, como La fe cristiana,

vuelve a aparecer, si no profundo poeta, sí fluido y verboso.

Este defecto es más de notar en su canto épico A Cristóbal

Colón, en el cual no fallan bellezas, llegando a veces

a la sencillez de una narración que cuadra con la hazaña

heroica (1).

Sentimental también, y en muchas ocasiones eco deEspronceda,

fué Miguel de los Santos Alvarez(1818 a 1892),

autor de Cuentos en prosa (Tentativas literarias), entre

‘1) Obras poéticas y literarias de D. José H- García de Quevedo,

dos volúmenes en 8.»— Colección de /os me/ores autores españoles,

París, 1863, Garnier. Esta es la misma «Colección Baudry» otras veces

citado, bajo el anterior título.

SIGLO XIX : ROMANTICISMO 321

las cuales hay uno bellísimo, pesimista y ligeramente sarcásíico,

que tituló La protección de un sastre. No desmerecen

otros, como Agonfas de la Corte, Hombre sin

mujer, etc. Fué continuador poco afortunado áz El Diablo

 

 

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados