El arte de vivir (en tiempos difíciles) Epicteto 9

LI ¿Para qué momento dejas el hacerte merecedor de lo más excelente y el no transgredir en nada los dictados de la razón? Has recibido los principios que debías aceptar, y los has aceptado. ¿A qué maestro esperas ahora para encargarle la tarea de enderezarte? Ya no eres un muchacho, sino un hombre adulto. Si ahora te descuidas y caes en la pereza, y vas cambiando de propósito en propósito, fijando uno tras otro el día en que te harás cargo de ti mismo, ni siquiera te darás cuenta de que no haces ningún progreso, y en vez de eso seguirás siendo un profano tanto en la vida como en la muerte. Por tanto, desde ahora considera que lo digno de ti es vivir como un adulto que progresa, y que lo que te parezca que es más excelente sea para ti ley inquebrantable. Y si se te presenta algo doloroso, o placentero, o que produce honor, o deshonra, recuerda que el momento de la lucha es ahora, que ya han llegado las Olimpiadas y no es posible aplazarlo por más tiempo, y que es cosa de un solo día y de una sola acción que se pierda o se salve tu progreso. Así es como Sócrates llegó a ser quien era: no prestando atención en todas las situaciones a ninguna otra cosa salvo a la razón. Y si tú todavía no eres Sócrates, debes vivir como si quisieras ser Sócrates.

LII La primera parte, y la más necesaria de la filosofía, es la de la práctica de los principios, como el de «no mentir». La segunda, la de las demostraciones, como la de «por qué no se debe mentir». En tercer lugar, la confirmación y explicación de estas mismas cosas, como «por qué esto es una demostración», «qué es, entonces, una demostración», «qué una consecuencia», «qué una contradicción», «qué es verdadero», «qué es falso». Por tanto, la tercera parte es necesaria para la segunda, y la segunda para la primera. Pero la más necesaria y en la que hay que detenerse es la primera. Sin embargo, nosotros hacemos lo contrario, pues nos enfrascamos en la tercera, y a esa es a la que dedicamos todo nuestro empeño, mientras que de la primera nos desentendemos por completo. Como consecuencia mentimos aunque sepamos cómo se demuestra que no hay que mentir.

LIII En toda circunstancia, ten presentes estos pasajes: ¡Guíame, Zeus, y tú también, Destino, allá adonde vosotros me habéis asignado, que yo os seguiré sin dudarlo; y si no quisiera porque fuese un malvado, no por eso os seguiría menos!57. Quien a la necesidad le cede el mando con nobleza para nosotros es sabio y conoce los asuntos divinos58. Pues bien, oh Critón, si así lo quieren los dioses, que así suceda. A mí Ánito y Meleto pueden matarme, pero no perjudicarme.

I De lo existente, unas cosas son buenas, otras malas y otras indiferentes. Buenas son, de este modo, las virtudes y lo que participa de las virtudes; malas, sus contrarias; indiferentes, la riqueza, la salud, la fama. (Disertaciones, II, 9, 15.) II ¿Cómo es que se llama, entonces, a algunas cosas exteriores «acordes con la naturaleza» y a otras «contrarias a naturaleza»? Como si fuéramos algo separado. Pues del pie diré que es conforme a la naturaleza que esté limpio, pero si lo tomas como pie y no como algo separado, le corresponderá a veces meterse en el barro, y pisar espinas, y aun que lo amputen por el bien del todo. Y si no, ya no sería un pie. Tenemos que pensar de manera similar también de nosotros. ¿Qué eres? Un ser humano. Si te consideras como algo separado, será conforme a la naturaleza vivir hasta la vejez, ser rico, estar sano; pero si te consideras como ser humano y como parte de un todo, te corresponde ahora estar enfermo, ahora navegar y correr riesgos, ahora pasar necesidades, y acaso también morir antes de tiempo. Entonces ¿por qué te enfadas? ¿No sabes que igual que aquel no seguiría siendo un pie, del mismo modo tú tampoco un hombre? (Disertaciones, II, 5, 24-26.)