Poesías por Navidad

800px-Il_Sassoferrato_-_Madonna_and_Child_-_WGA20872

800px-SASSOFERRATO_-_Virgen_rezando_(National_Gallery,_Londres,_1640-50)

18035200248_f3225f92b7_c

durante II28

Giovanni_Battista_Salvi_-_Madona_adorando_al_Niño_dormido_(detalle)

JESÚS, EL DULCE, VIENE… Juan Ramón Jiménez

Jesús, el dulce, viene…

Las noches huelen a romero…

¡Oh, qué pureza tiene

la luna en el sendero!

Palacios, catedrales,

tienden la luz de sus cristales

insomnes en la sombra dura y fría…

Mas la celeste melodía

suena fuera…

Celeste primavera

que la nieve, al pasar, blanda, deshace,

y deja atrás eterna calma…

¡Señor del cielo, nace

esta vez en mi alma!

 

¿QUIEN HA ENTRADO EN EL PORTAL DE BELÉN?

Gerardo Diego

¿Quién ha entrado en el portal,

en el portal de Belén?

¿Quién ha entrado por la puerta?

¿quién ha entrado, quién?.

La noche, el frío, la escarcha

y la espada de una estrella.

Un varón -vara florida-

y una doncella.

¿Quién ha entrado en el portal

por el techo abierto y roto?

¿Quién ha entrado que así suena

celeste alboroto?

Una escala de oro y música,

sostenidos y bemoles

y ángeles con panderetas

dorremifasoles.

¿Quién ha entrado en el portal,

en el portal de Belén,

no por la puerta y el techo

ni el aire del aire, quién?.

Flor sobre impacto capullo,

rocío sobre la flor.

Nadie sabe cómo vino

mi Niño, mi amor.
NACIMIENTO DE CRISTO, EN QUE SE DISCURRIÓ LA ABEJA

Sor Juana Inés de la Cruz

De la más fragante Rosa

nació la Abeja más bella,

a quien el limpio rocío

dio purísima materia.

Nace, pues, y apenas nace,

cuando en la misma moneda,

lo que en perlas recibió,

empieza a pagar en perlas.

Que llore el Alba, no es mucho,

que es costumbre en su belleza;

mas quién hay que no se admire

de que el Sol lágrimas vierta?

Si es por fecundar la Rosa,

es ociosa diligencia,

pues no es menester rocío

después de nacer la Abeja;

y más, cuando en la clausura

de su virginal pureza,

ni antecedente haber pudo

ni puede haber quien suceda.

Pues a ¿qué fin es el llanto

que dulcemente le riega?

Quien no puede dar más Fruto,

¿qué importa que estéril sea?

Mas ¡ay! que la Abeja tiene

tan íntima dependencia

siempre con la Rosa, que

depende su vida de ella;

pues dándole el néctar puro

que sus fragancias engendran,

no sólo antes la concibe,

pero después la alimenta.

Hijo y madre, en tan divinas

peregrinas competencias,

ninguno queda deudor

y ambos obligados quedan.

La Abeja paga el rocío

de que la Rosa la engendra,

y ella vuelve a retornarle

con lo mismo que la alienta.

Ayudando el uno al otro

con mutua correspondencia,

la Abeja a la Flor fecunda,

y ella a la Abeja sustenta.

Pues si por eso es el llanto,

llore Jesús, norabuena,

que lo que expende en rocío

cobrará después en néctar.
LAS PAJAS DEL PESEBRE . Lope de Vega

Las pajas del pesebre

niño de Belén

hoy son flores y rosas,

mañana serán hiel.

Lloráis entre pajas,

del frío que tenéis,

hermoso niño mío,

y del calor también.

Dormid, Cordero santo;

mi vida, no lloréis;

que si os escucha el lobo,

vendrá por vos, mi bien.

Dormid entre pajas

que, aunque frías las veis,

hoy son flores y rosas,

mañana serán hiel.

Las que para abrigaros

tan blandas hoy se ven,

serán mañana espinas

en corona crüel.

Mas no quiero deciros,

aunque vos lo sabéis,

palabras de pesar

en días de placer;

que aunque tan grandes deudas

en pajas las cobréis,

hoy son flores y rosas,

mañana serán hiel.

Dejad en tierno llanto,

divino Emmanüel;

que perlas entre pajas

se pierden sin por qué.

No piense vuestra Madre

que ya Jerusalén

previente sus dolores

y llora con José;

que aunque pajas no sean

corona para rey,

hoy son flores y rosas,

mañana serán hiel.

 

LA NIÑA A QUIEN DIJO EL ÁNGEL Lope de Vega

 

La Niña a quien dijo el Ángel

que estaba de gracia llena,

cuando de ser de Dios madre

le trujo tan altas nuevas,

ya le mira en un pesebre,

llorando lágrimas tiernas,

que obligándose a ser hombre,

también se obliga a sus penas.

¿Qué tenéis, dulce Jesús?,

le dice la Niña bella;

¿tan presto sentís mis ojos

el dolor de mi pobreza?

Yo no tengo otros palacios

en que recibiros pueda,

sino mis brazos y pechos,

que os regalan y sustentan.

No puedo más, amor mío,

porque si yo más pudiera,

vos sabéis que vuestros cielos

envidiaran mi riqueza.

El niño recién nacido

no mueve la pura lengua,

aunque es la sabiduría

de su eterno Padre inmensa.

Mas revelándole al alma

de la Virgen la respuesta,

cubrió de sueño en sus brazos

blandamente sus estrellas.

Ella entonces desatando

la voz regalada y tierna,

así tuvo a su armonía

la de los cielos suspensa.

Pues andáis en las palmas,

Ángeles santos,

que se duerme mi niño,

tened los ramos.

Palmas de Belén

que mueven airados

los furiosos vientos

que suenan tanto.

No le hagáis ruido,

corred más paso,

que se duerme mi niño,

tened los ramos.

El niño divino,

que está cansado

de llorar en la tierra

por su descanso,

sosegar quiere un poco

del tierno llanto,

que se duerme mi niño,

tened los ramos.

Rigurosos yelos

le están cercando,

ya veis que no tengo

con qué guardarlo.

Ángeles divinos

que vais volando,

que se duerme mi niño,

tened los ramos.

 

AL NACIMIENTO DE CRISTO Lope de Vega

Repastaban sus ganados

a las espaldas de un monte

de la torre de Belén

los soñolientos pastores,

alrededor de los troncos

de unos encendidos robles,

que, restallando a los aires,

daban claridad al bosque.

En los nudosos rediles

las ovejuelas se encogen,

la escarcha en la hierba helada

beben pensando que comen.

No lejos los lobos fieros,

con los aullidos feroces,

desafían los mastines,

que adonde suenan, responden.

Cuando las oscuras nubes,

de sol coronado, rompe

un Capitán celestial

de sus ejércitos nobles,

atónitos se derriban

de sí mismos los pastores,

y por la lumbre las manos

sobre los ojos se ponen.

Los perros alzan las fretes,

y las ovejuelas corren

unas por otras turbadas

con balidos desconformes.

Cuando el nuncio soberano

las plumas de oro escoge,

y enamorando los aires,

les dice tales razones:

«Gloria a Dios en las alturas,

paz en la tierra a los hombres,

Dios ha nacido en Belén

en esta dichosa noche.

»Nació de una pura Virgen;

buscadle, pues sabéis donde,

que en sus brazos le hallaréis

envuelto en mantillas pobres».

Dijo, y las celestes aves

en un aplauso conformes

acompañando su vuelo

dieron al aire colores.

Los pastores, convocando

con dulces y alegres voces

toda la sierra, derriban

palmas y laureles nobles.

Ramos en las manos llevan,

y coronados de flores,

por la nieve forman sendas

cantando alegres canciones.

Llegan al portal dichoso

y aunque juntos le coronen

racimos de serafines,

quieren que laurel le adorne.

La pura y hermosa Virgen

hallan diciéndole amores

al niño recién nacido,

que Hombre y Dios tiene por nombre.

El santo viejo los lleva

adonde los pies le adoren,

que por las cortas mantillas

los mostraba el Niño entonces.

Todos lloran de placer,

pero ¿qué mucho que lloren

lágrimas de gloria y pena,

si llora el Sol por dos soles?

El santo Niño los mira,

y para que se enamoren,

se ríe en medio del llanto,

y ellos le ofrecen sus dones.

Alma, ofrecedle los vuestros,

y porque el Niño los tome,

sabed que se envuelve bien

en telas de corazones.

 

YO VENGO DE VER. Lope de Vega

Yo vengo de ver, Antón,

un niño en pobrezas tales,

que le di para pañales

las telas del corazón

 

ZAGALEJO DE PERLAS Lope de Vega

Zagalejo de perlas,

hijo del Alba,

¿dónde vais que hace frío

tan de mañana?.

Como sois lucero

del alma mía,

al traer el día

nacéis primero;

pastor y cordero

sin choza y lana,

¿dónde vais que hace frío

tan de mañana?

Perlas en los ojos,

risa en la boca,

las almas provoca

a placer y enojos;

cabellitos rojos,

boca de grana,

¿dónde vais que hace frío

tan de mañana?

Que tenéis que hacer,

pastorcito santo,

madrugando tanto

lo dais a entender;

aunque vais a ver

disfrazado el alma,

¿dónde vais que hace frío

tan de mañana.

 

Romance del Nacimiento  San Juan de la Cruz

 

Ya que era llegado el tiempo

en que de nacer había,

así como desposado

de su tálamo salía,

abrazado con su esposa,

que en sus brazos la traía,

al cual la graciosa Madre

en su pesebre ponía,

entre unos animales

que a la sazón allí había,

los hombres decían cantares,

los ángeles melodía,

festejando el desposorio

que entre tales dos había,

pero Dios en el pesebre

allí lloraba y gemía,

que eran joyas que la esposa

al desposorio traía,

y la Madre estaba en pasmo

de que tal trueque veía:

el llanto del hombre en Dios,

y en el hombre la alegría,

lo cual del uno y del otro

tan ajeno ser solía.

 

DE CÓMO ESTABA LA LUZ…  Luis Rosales

El sueño como un pájaro crecía

de luz a luz borrando la mirada;

tranquila y por los ángeles llevada,

la nieve entre las alas descendía.

 

El cielo deshojaba su alegría,

mira la luz el niño, ensimismada,

con la tímida sangre desatada

del corazón, la Virgen sonreía.

Cuando ven los pastores su ventura,

ya era un dosel el vuelo innumerable

sobre el testuz del toro soñoliento;

y perdieron sus ojos la hermosura,

sintiendo, entre lo cierto y lo inefable,

la luz del corazón sin movimiento.

 Imagen3333

Madonna_con_il_Bambino

natividad

navidad

DE CUAN GRACIOSA Y APACIBLE ERA LA BELLEZA DE LA VIRGEN .  Luis Rosales

¡Morena por el sol de la alegría,

mirada por la luz de la promesa,

jardín donde la sangre vuela y pesa;

inmaculada Tú, Virgen María!.

¿Qué arroyo te ha enseñado la armonía

de tu paso sencillo, qué sorpresa

de vuelo arrepentido y nieve ilesa,

junta tus manos en el alba fría?.

¿Qué viento turba el momento y lo conmueve?

Canta su gozo el alba desposada,

calma su angustia el mar, antiguo y bueno.

La Virgen, a mirarle no se atreve,

y el vuelo de su voz arrodillada

canta al Señor, que llora sobre el heno.

 

ODA A LA VIRGEN-   Fray Luis de León

Virgen, que el sol más pura,

gloria de los mortales, luz del cielo,

en quien la piedad es cual la alteza:

los ojos vuelve al suelo

y mira un miserable en cárcel dura,

cercado de tinieblas y tristeza.

Y si mayor bajeza

no conoce, ni igual, juicio humano,

que el estado en que estoy por culpa ajena,

con poderosa mano

quiebra, Reina del cielo, esta cadena.

 

Virgen, en cuyo seno

halló la deidad digno reposo,

do fue el rigor en dulce amor trocado:

si blando al riguroso

volviste, bien podrás volver sereno

un corazón de nubes rodeado.

Descubre el deseado

rostro, que admira el cielo, el suelo adora:

las nubes huirán, lucirá el día;

tu luz, alta Señora,

venza esta ciega y triste noche mía.

Virgen y madre junto,

de tu Hacedor dichosa engendradora,

a cuyos pechos floreció la vida:

mira cómo empeora

y crece mí dolor más cada punto;

el odio cunde, la amistad se olvida;

si no es de ti valida

la justicia y verdad, que tú engendraste,

¿adónde hallará seguro amparo?

Y pues madre eres, baste

para contigo el ver mi desamparo.

Virgen, del sol vestida,

de luces eternales coronada,

que huellas con divinos pies la Luna;

envidia emponzoñada,

engaño agudo, lengua fementida,

odio crüel, poder sin ley ninguna,

me hacen guerra a una;

pues, contra un tal ejército maldito,

¿cuál pobre y desarmado será parte,

si tu nombre bendito,

María, no se muestra por mi parte?

Virgen, por quien vencida

llora su perdición la sierpe fiera,

su daño eterno, su burlado intento;

miran de la ribera

seguras muchas gentes mi caída,

el agua violenta, el flaco aliento:

los unos con contento,

los otros con espanto; el más piadoso

con lástima la inútil voz fatiga;

yo, puesto en ti el lloroso

rostro, cortando voy onda enemiga.

Virgen, del Padre Esposa,

dulce Madre del Hijo, templo santo

del inmortal Amor, del hombre escudo:

no veo sino espanto;

si miro la morada, es peligrosa;

si la salida, incierta; el favor mudo,

el enemigo crudo,

desnuda, la verdad, muy proveída

de armas y valedores la mentira.

La miserable vida,

sólo cuando me vuelvo a ti, respira.

Virgen, que al alto ruego

no más humilde sí diste que honesto,

en quien los cielos contemplar desean;

como terrero puesto-

los brazos presos, de los ojos ciego-

a cien flechas estoy que me rodean,

que en herirme se emplean;

siento el dolor, mas no veo la mano;

ni me es dado el huir ni el escudarme.

Quiera tu soberano

Hijo, Madre de amor, por ti librarme.

Virgen, lucero amado,

en mar tempestuoso clara guía,

a cuvo santo rayo calla el viento;

mil olas a porfía

hunden en el abismo un desarmado

leño de vela y remo, que sin tiento

el húmedo elemento

corre; la noche carga, el aire truena;

ya por el cielo va, ya el suelo toca;

gime la rota antena;

socorre, antes que emviste en dura roca.

Virgen, no enficionada

de la común mancilla y mal primero,

que al humano linaje contamina;

bien sabes que en ti espero

dende mi tierna edad; y, si malvada

fuerza que me venció ha hecho indina

de tu guarda divina

mi vida pecadora, tu clemencia

tanto mostrará más su bien crecido,

cuanto es más la dolencia,

y yo merezco menos ser valido.

Virgen, el dolor fiero

añuda ya la lengua, y no consiente

que publique la voz cuanto desea;

mas oye tú al doliente

ánimo, que contino a ti vocea.

Imagen1

Imagen2 Imagen3

Imagen4

Imagen6

Imagen7

Imagen8

Imagen9

Villancico de la falta de fe- Luis Rosales

La estrella es tan clara que
no todo el mundo la ve.

En el cielo hay una estrella
nueva y lentísima, es
la estrella de Dios que guía
hacia el portal de Belén.

Los Magos, como son magos,
vieron la estrella nacer;
los hombres, como son hombres,
la miran y no la ven.

Baltasar tiene la carne
morena como el almez;
es viejo, tan viejo
que ha muerto más de una vez,

y Melchor es tan creyente,
tan iluminado, que
siempre que sus ojos miran
se ven sus ojos arder.

Pasan ciudades, ciudades
con calentura en la sien,
donde la estrella, que es niña,
se apaga para no ver.

Pasan desiertos, desiertos
como los hombres también,
y bosques que acaso nunca
volverán a florecer.

Pasan años y los hombres
siguen padeciendo sed,
la estrella sigue en el cielo,
sólo muy pocos la ven.

El camello cojito -Gloria Fuertes.

El camello se pinchó
con un cardo en el camino
y el mecánico Melchor
le dio vino.
Baltasar fue a repostar
más allá del quinto pino
e intranquilo el gran Melchor
consultaba su «Longinos».

—¡No llegamos,
no llegamos
y el Santo Parto ha venido!
—Son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido.

El camello cojeando
más medio muerto que vivo
va espeluchando su felpa
entre los troncos de olivos.

Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
—Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.

A la entrada de Belén
al camello le dio hipo.
¡Ay, qué tristeza tan grande
en su belfo y en su tipo!

Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino;
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.

Y a las tantas ya del alba
—ya cantaban pajarillos—
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.
—No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero —repitió el Niño.

A pie vuelven los tres reyes
cabizbajos y afligidos.

Mientras el camello echado
le hace cosquillas al Niño.

adoratio_veronese

The Holy Night by Carlo Maratta

gentile_adoracion

la_adoracic3b3n_de_los_reyes_magos_rubens_prado

Granada y Federico

IMG-20151014-WA0013

IMG-20151014-WA0014

IMG-20151029-WA0014

IMG-20151022-WA0006

Federico García Lorca: Impresiones

Granada ama lo diminuto. Y en general toda Andalucía. El lenguaje del pueblo pone los verbos en diminutivo. Nada tan incitante para la confidencia y el amor. Pero los diminutivos de Sevilla y los diminutivos de Málaga son ciudades en las encrucijadas del agua, ciudades con sed de aventura que se escapan al mar. Granada, quieta y fina, ceñida por sus sierras y definitivamente anclada, busca a sí misma sus horizontes, se recrea en sus pequeñas joyas y ofrece en su lenguaje diminutivo soso, su diminutivo sin ritmo y casi sin gracia, si se compara con el baile fonético de Málaga y Sevilla, pero cordial, doméstico, entrañable. Diminutivo asustado como un pájaro, que abre secretas cámaras de sentimiento y revela el más definido matiz de la ciudad.

El diminutivo no tiene más misión que la de limitar, ceñir, traer a la habitación y poner en nuestra mano los objetos o ideas de gran perspectiva.

Se limita el tiempo, el espacio, el mar, la luna, las distancias, y hasta lo prodigioso: la acción.

No queremos que el mundo sea tan grande ni el mar tan hondo. Hay necesidad de limitar, de domesticar los términos inmensos.

Granada no puede salir de su casa. No es como las otras ciudades que están a la orilla del mar o de los grandes ríos, que viajan y vuelven enriquecidas con lo que han visto. Granada, solitaria y pura, se achica, ciñe su alma extraordinaria y no tiene más salida que su alto puesto natural de estrellas. Por eso, porque no tiene sed de aventuras, se dobla sobre sí misma y usa del diminutivo para recoger su imaginación, como recoge su cuerpo para evitar el vuelo excesivo y armonizar sobriamente sus arquitecturas interiores con las vivas arquitecturas de la ciudad.

Por eso la estética genuinamente granadina es la estética del diminutivo, la estética de las cosas diminutas.

Las creaciones justas de Granada son el camarín y el mirador de bellas y reducidas proporciones. Así como el jardín pequeño y la estatua chica.

Lo que se llaman escuelas granadinas son núcleos de artistas que trabajan con primor obras de pequeño tamaño. No quiere esto decir que limiten su actividad a esta clase de trabajo; pero, desde luego, es lo más característico de sus personalidades.

Se puede afirmar que las escuelas de Granada y sus más genuinas representantes son preciosistas. La tradición del arabesco de la Alhambra, complicado y de pequeño ámbito, pesa en todos los grandes artistas de aquella tierra. El pequeño palacio de la Alhambra, palacio que la fantasía andaluza vio mirando con los gemelos al revés, ha sido siempre el eje estético de la ciudad. Parece que Granada no se ha enterado de que en ella se levantan el palacio de Carlos V y la dibujada catedral. No hay tradición cesárea ni tradición de haz de columnas. Granada todavía se asusta de su gran torre fría y se mete en sus antiguos camarines, con una maceta de arrayán y un chorro de agua helada, para labrar en dura madera pequeñas torres de marfil.

La tradición renacentista, con tener en la urbe bellas muestras de su actividad, se despega, se escapa o, burlándose de las proporciones que impone la época, construye la inverosímil torrecilla de Santa Ana: torre diminuta, más para palomas que para campanas, hecha con todo el garbo y la gracia antigua de Granada.

En los años en que renace el arco del triunfo, labra Alonso Cano sus virgencitas, preciosos ejemplares de virtud y de intimidad. Cuando el castellano es apto para describir los elementos de la Naturaleza y flexible hasta el punto de estar dispuesto para las más agudas construcciones místicas, tiene Fray Luis de Granada delectaciones descriptivas de cosas y objetos pequeñísimos.

Es Fray Luis quien, en la Introducción al símbolo de la fe, habla de cómo resplandece más la sabiduría y providencia de Dios en las cosas pequeñas que en las grandes. Humilde y preciosista, hombre de rincón y maestro de miradas, como todos los buenos granadinos.

En la época en que Góngora lanza su proclama de poesía pura y abstracta, recogida con avidez por los espíritus más líricos de su tiempo, no podía Granada permanecer inactiva en la lucha que definía una vez más el mapa literario de España. Soto de Rojas abraza la estrecha y difícil regla gongorina; pero, mientras el sutil cordobés juega con mares, selvas y elementos de la Naturaleza, Soto de Rojas se encierra en su Jardín para descubrir surtidores, dalias, jilgueros y aires suaves. Aires moriscos, medio italianos, que mueven todavía sus ramas, frutos y boscajes de su poema.

En suma: su característica es el preciosismo granadino. Ordena su naturaleza con un instinto de interior doméstico. Huye de los grandes elementos de la Naturaleza, y prefiere las guirnaldas y los cestos de frutas que hace con sus propias manos. Así pasó siempre en Granada. Por debajo de la impresión renacentista, la sangre indígena daba sus frutos virginales.

La estética de las cosas pequeñas ha sido nuestro fruto más castizo, la nota distinta y el más delicado juego de nuestros artistas. Y no es obra de paciencia, sino obra de tiempo; no obra de trabajo, sino obra de pura virtud y amor. Esto no podía suceder en otra ciudad. Pero sí en Granada.

Granada es una ciudad de ocio, una ciudad para la contemplación y la fantasía, una ciudad donde el enamorado escribe mejor que en ninguna otra parte el nombre de su amor en el suelo. Las horas son allí más largas y sabrosas que en ninguna otra ciudad de España. Tiene crepúsculos complicados de luces constantemente inéditas que parece no terminarán nunca.

Sostenemos con los amigos largas conversaciones en medio de sus calles.

Vive con la fantasía. Está llena de iniciativas, pero falta de acción.

Sólo en la ciudad de ocios y tranquilidades puede haber exquisitos catadores de aguas, de temperaturas y de crepúsculos, como los hay en Granada.

El granadino está rodeado de la naturaleza más espléndida, pero no va a ella. Los paisajes son extraordinarios; pero el granadino prefiere mirarlos desde su ventana. Le asustan los elementos y desprecia el vulgo voceador, que no es de ninguna parte. Como es hombre de fantasía, no es, naturalmente, hombre de valor. Prefiere el aire suave y frío de su nieve al viento terrible y áspero que se oye en Ronda, por ejemplo, y está dispuesto a poner su alma en diminutivo y traer al mundo dentro de su cuarto. Sabiamente se da cuenta de que así puede comprender mejor. Renuncia a la aventura, a los viajes, a las curiosidades exteriores; las más veces renuncia al lujo, a los vestidos, a la urbe.

Desprecia todo esto y engalana su jardín. Se retira consigo mismo. Es hombre de pocos amigos. (¿No es proverbial en Andalucía la reserva de Granada?)

De esta manera mira y se fija amorosamente en los objetos que lo rodean. Además, no tiene prisa. Quizá por esta mecánica los artistas de Granada se hayan deleitado en labrar cosas pequeñas o describir mundos de pequeño ámbito. Se me puede decir que éstas son las condiciones más aptas para producir una filosofía. Pero una filosofía necesita una constancia y un equilibrio matemático, bastante difícil en Granada. Granada es apta para el sueño y el ensueño. Por todas partes limita con lo inefable. Y hay mucha diferencia entre soñar y pensar, aunque las actitudes sean gemelas. Granada será siempre más plástica que filosófica. Más lírica que dramática. La sustancia entrañable de su personalidad se esconde en los interiores de sus casas y de su paisaje. Su voz es una voz que baja de un miradorcillo o sube de una ventana oscura. Voz impersonal, aguda, llena de una inefable melancolía aristocrática. Pero ¿quién la canta? ¿De dónde ha salido esa voz delgada, noche y día al mismo tiempo?

Para oírla hay necesidad de entrar en los pequeños camarines, rincones y esquinas de la ciudad. Hay que vivir su interior sin gente y su soledad ceñida. Y lo más admirable: hay que hurgar y explorar nuestra propia intimidad y secreto, es decir, hay que adoptar una actitud definidamente lírica.

Hay necesidad de empobrecerse un poquito, de olvidar nuestro nombre, de renunciar a eso que han llamado las gentes personalidad.

Todo lo contrario que Sevilla. Sevilla es el hombre y su complejo sensual y sentimental. Es la intriga política y el arco de triunfo. Don Pedro y Don Juan. Está llena de elemento humano, y su voz arranca lágrimas, porque todos la entienden. Granada es como la narración de lo que ya pasó en Sevilla.

Hay un vacío de cosa definitivamente acabada.

Comprendiendo el alma íntima y recatada de la ciudad, alma de interior y jardín pequeño, se explica también la estética de muchos de nuestros artistas más representativos y sus característicos procedimientos.

Todo tiene por fuerza un dulce aire doméstico; pero, verdaderamente, ¿quién penetra esta intimidad? Por eso, cuando en el siglo XVII un poeta granadino, don Pedro Soto de Rojas, de vuelta de Madrid, lleno de pesadumbre y desengaños, escribe en la portada de un libro suyo estas palabras: «Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos», hace, a mi modo de ver, la más exacta definición de Granada: Paraíso cerrado para muchos.