Biblioteca Literaria 2

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Sanchez Jose Rogerio – Historia De La Lengua Y Literatura Españolas (1921)
Selección . Segunda parte
Siglo XIX (continuación)
La comedia española.— El primer poeta cómico de espíritu
nacional en la restauración del teatro es Manuel Bretón
DE los Herreros, nacido en 1796. Mereció ser reconocido
como el primero de nuestros autores cómicos contemporáneos,
y por su longevidad alcanzó y puede decirse que
presidió a tres generaciones de poetas; apareció cuando
aún escribía Moratín; dando su comedia Á Madrid me
vuelvo, antes que Martínez de la Rosa el Edipo; coronándose
en Muérete ¡y verás!… y La Batelera, casi al mismo
tiempo que los autores de Don Alvaro y de El hombre de
/77¿//7í/o; despidiéndose, en fin, con La escuela del matrimonio
y El abogado de pobres, cuando Serra y aun el
propio hijo de Ventura de la Vega ocupaban ya el teatro.
Bretón se ejercitó en todos los géneros del espectáculo escénico:
el monólogo, el pasillo, el saineíc, la zarzuela, la
comedia de carácter, de intriga, de costumbres y de circunstancias,
el drama de espectáculo, el histórico, la tragedia,
la magia, la loa, la farsa; Bretón, en su fecundidad,
no reconoce superior sino en Lope de Vega, y su gracia
en caracteres y en diálogos emula con Tirso de Molina.
Donde verdaderamente llegó a brillar fué en las comedias,
entre las cuales las hay tan notables como la de
Muérete ¡y verás!. . , Marcela, El pelo de la dehesa, Mi secretario
y yo, A Madrid me vuelvo, Don Frutos en Belchite,
etc. La originalidad de Bretón fué tanta, que creó un
género en la comedia sencilla, urbana y de costumbres, luciendo
su inagotable vena de chistes en todos los asuntos
sociales dignos de burla o de escarnio. Un defecto se le
atribuye, y consiste en la gran vulgaridad e insignificancia
SIGLO XIX : ROMANTICISMO 325
de la mayor parte de sus producciones, defecto bien disdisculpable,
ya que su temperamento, de un lado, y de otro
el genero que cultivaba, le inducían al prosaísmo; y aún
podía asegurarse que, intencionadamente, Bretón se inclinaba
a esa trivialidad como protesta del exagerado romanticismo
que en la lírica y en la escena dominaban por
completo en su tiempo. Sentía, además, de esa manera y
no contrariaba su manera de ser. A este género, definitivamente
creado por el poeta, pertenecen docenas de poemas
tan originales y populares como El tercero en discordia.
Un novio para la niña. Todo es farsa en este mundo, El
amigo mártir, Muérete ¡y verás!,.., en cuyo estreno fué
por primera vez llamado a la escena; El qué dirán y el qué
se me da a mí, que antes que él pensó escribir Larra; No
ganamos para sustos. Una vieja, El pelo de la detiesa;
Don Frutos en Belchite segunda parte de la anterior;
Pruebas de amor conyugal. El cuarto de hora, admirable
drama con sólo cuatro personas; La Batelera de Pasajes,
cuadro acabadísimo de nuestra vida militar; La escuela
del matrimonio, la mejor de sus comedias, con otras infinitas.
Tanto como ellas o más, son bretonianas las piezas
en un acto Ella es él. El pro y el contra. Mi secretario
yyo, A lo hecho, pecho, y algunas otras que también obtuvieron
el favor público, hasta que Bretón se lanzó por
el camino sentimental, entonces en boga, aunque, por fortuna,
ni aun ahí le abandona su musa ligera, graciosamente
satírica (1). Murió en 1875.
Español, aunque nacido en la Argentina, es Ventura de
LA Vega (1807-1865). En sus días, causa extrañeza contemplar
a Ventura de la Vega en un terreno neutral; aprovecha
lo que más le place del clasicismo o del romanticismo,
pero no se le puede clasificar en ninguna escuela.
(1) Obras de Bretón de los Herreros, Madrid, 1883, cinco tomos,
prólogo de Hartzenbusch.
Tal vez porque él no era un poeta por dentro, un verdadero
lírico, sino un poeta objetivo, con poco fuego para
dejarse arrebatar por la tendencia romántica, y con gran
base de educación clásica, aprendida en la escuela de don
Alberto Lista. Si Vega hubiese vivido en los días de don
Leandro Fernández Moratín, hubiera sido espíritu gemelo
de él; mas en su época nada podía lograrse contra las novedades
que entraban en España. Una de sus mejores
poesías, Agitación, por el fondo podría clasificarse entre
las románticas de espíritu byroniano. Mas dúrale muy
poco esa tentación romántica. La verdadera inspiración
de Vega era la clásica, la que él alimentaba en el apasionado
estudio e inteligencia de los poetas eruditos de nuestro
siglo de oro, de su maestro Lista, de los poetas latinos
y aun de la moderna poesía italiana, cuyo influjo se
ve en el libro primero de La Eneida, admirablemente traducido.
La vocación dramática de Vega se despertó en
refundiciones del teatro francés, que fueron el prólogo de
sus obras originales; de éstas es la primera, cronológicamente,
el drama histórico Don Fernando de Antequera, a
la que siguieron la tragedia La muerte de César y la notabilísima
comedia El hombre de mundo, obra de corte
moratiniano, acaso la que menos imperfecciones tiene
entre todas las de su género, después de la Comedia nueva
de Moratín (1).
Narciso Serra (1830-1877) se acredita con sus obras
Don Tomás y El loco de ¡a butiardüla, de facilísimo poeta
y de gran talento cómico; mas los defectos abundan también
en todas sus composiciones, por lo cual, habiendo
muchos momentos en que Serra supera a Bretón de los
Herreros, no vale tanto como éste. La calle de la Montera,
inspirada en nuestros antecedentes clásicos, es una obra
bellísima y de lo más lozano en el teatro del siglo xix. Del
(1) Obras poéticas dzW. úzWzga París, 1865.
mismo tipo son las obras románlicas El reloj de San Plácido,
Con el diablo a cuchilladas y El loco de la buhardilla.
Pero con estar bien patentes en ellas el talento de
Serra, no llegará a brillar hasta que el poeta cambia de
dirección y busca el asunto dramático en la vida corriente
que se le presentaba a diario y que él sabía contemplar
con espíritu artístico. Así nacieron El amor y la Gaceta,
en que se preludia el teatro de Ayala, y Don Tomás, con
otras más ligeras, como El último mono y Nadie se muere
hasta que Dios no quiere, obras de fondo satírico y de
verdadera intención cómica.
Una americana que vivió en España compartió los laureles
del Parnaso español, Gertrudis Gómez de Avellaneda,
nacida en 1814 y muerta en 1875. Como lírica, ha sido
juzgada de modo magistral por el Sr. D. Juan Valera; como
autora dramática, su contemporáneo y admirador Nicasio
Gallego dijo de ella lo que de pocos poetas se ha podido
decir; y compatriotas suyos, como Piñeyro, han llegado a
compararla con el enérgico Alfieri, terminando por afirmar,
al juzgar el mérito de la escritora cubana, que nadie
en Cuba, ni en el resto de América española, ha escrito
como ella. Ni Baralt, ni el mismo Bello, a pesar de su cabal
conocimiento de la lengua y de su sintaxis, supieron penetrar
tan completamente hasta la esencia del genio literario
español, y encontrar sin esfuerzos acentos tan genuinamente
castellanos, tan parecidos a los de Herrera y Fray
Luis de León, con menos afectación de arcaísmos, con
más calor y vigor de savia moderna. Como dramático,
pertenece de lleno nuestra poetisa a la escuela romántica,
en la que entró con su primer drama Leoncia, y aun con su
Alfonso Munio, que debió titular Munio Alfonso, tragedia
en todo lo exterior, pero muy distante en el fondo de toda
inspiración y traba clásica al estilo francés e hispano de la
época. Lo mismo ocurre en sus obras El principe de Viana,
Egilona, etc., hasta la creación de su Baltasar, drama
oriental donde corre abundante la inspiración déla poetisa
cubana por entre aquellas escenas brillantes, ricas de color
y de vida, aunque no siempre fieles a la tradición histórica.
La Avellaneda se muestra quizá más poeta que nunca en
sus composiciones devotas; en ellas se apodera del estilo
de los bíblicos cantores, de las galas y pompa oriental de
los salmos, y acierta a pintaran nuestra hermosa y robusta
lengua castellana)la terrible majestad y la fortaleza omnipotente
del Dios de los ejércitos. Por otra parte, aquella
vivísima ternura que había ya demostrado en sus versos
de amor mundanal, y que la hacen émula y tal vez vencedora
de Safo, purificada al fin y convertida a tan alto objeto,
resplandece en sus versos de devoción (1).
Ultima época del teatro romántico.—Llega un momento en
que los poetas todos van separándose del espíritu romántico
y entrando en el análisis de la vida contemporánea. En
la novela ocurre lo mismo: la novela de costumbres es la
nueva novela, y el teatro de costumbres será el nuevo teatro
aunque no se olvidará el drama histórico.
Adelardo López de Avala (1828-1879) es de los primeros
dramáticos que inician ese cambio. A ios veintiún años
presentó Un hombre de Estado, y después El castillo y
el perdón. Los Comuneros, etc. Pero el genio de Ayala se
manifiesta en todo su vigor cuando se decide a llevar a\
teatro el ambiente de su época, pintando en maravillosas
escenas las flaquezas de la sociedad positivista y rutinaria
del siglo XIX. Esto se hace en El tejado de vidrio, obra
que tal vez no es aún la mejor, y, sin embargo, ¡qué manera
de llegar a la cima del interés dramático aun con un
argumento que por todas partes deja entrever su fin docenlí)
Obras literarias, Madrid; se han publicado 5 volúmenes, y la
edición está \r\com\)\z\ñ.- Autobiografía y Cartas publicadas por el
Sr. Cruz y Fuentes. Huelva, 1907.
le! Sin duda que, en pocas ocasiones se acertó a crear
nada más profundamente dramático que el desencanto de
aquel eterno burlador de honras ajenas, vie’ndose castigado
por la mancilla de la suya propia.
Mejores obras produjo Ayala; ahí están E¡ tanto por
ciento y Consuelo, pero en ninguna llega a este choque
de afectos, y aun quizá la misma forma, exenta de todo
lirismo, al grado de perfección que en estas que ahora citamos.
Vistas estas dos composiciones teatrales, se comprende
haya habido críticos que comparen a Ayala con
Calderón; la comparación, a nuestro ver, no sería injusta
sino más bien poco acertada; otros clásicos hay, de primera
magnitud, con quienes se aviene mejor el genio de aquél;
V. gr., Alarcón. El tanto por ciento es la obra que más
alto ha puesto el nombre de Ayala. Hay en ella verdaderas
creaciones de parsonajes que antes no habían aparecido
en el teatro; sus avaros no son los que ya se conocían,
íe’tricos, hidrópicos por la sed del oro, miserables o ridículos,
nada de eso; son los que no ocultan sus tesoros en la
olla, sino que en el común contacto de la vida no atienden
más que al éxito del negocio, pisando, si es preciso, eí
honor y la felicidad ajena. Toda la acción se desarrolla
con exquisito tacto, con grande conocimiento del asunto y
vestida con una forma sobriamente elegante. Como remate
de tan hermosa labor apareció en 1878 Consuelo, inspirada
en los mismos sentimientos que la anterior, es decir,
en la censura del utilitarismo de la vida.
A estos méritos de nuestro autor hay que añadir los que
ganó como poeta lírico, pues aunque en este sentido quizá
no pensó nunca deliberadamente ser poeta, nos dejó muestras
brillantes de su genio, entre las que pueden mencionarse
la mayor parle de sus delicados, profundos y atildadísimos
sonetos, y quizá por cima de todas sus composiciones
no dramáticas merezca ponerse su hermosísima, melódica
y castiza Epístola a Arrieta, su ilustre amigo.
f’ Manuel Tamayo y Baus es para algunos el más grande
de los dramáticos españoles en el siglo xix. Nació en 1829,
y se reveló en él la inspiración dramáíica componiendo
arreglos, como la refundición de Genoveva de Brabante.
La primera obra de Tamayo fué representada por sus
padres en 1848: se titula El 5 de Agosto y acusa los primeros
pasos del poeta aún indecisos y que pretendían dirigirse
al campo del romanticismo. En 1852 hizo representar
Angela, y poco después la hermosísima tragedia en
cinco actos Virginia, obra que con justicia merece ser reputada
por la más excelsa producción del clasicismo esp^
ol. Alguien ha dicho—y el mismo Tamayo lo confiesa—
fué una complacencia de académico; y el juicio autorizado
de Quintana la reputó como la primera tragedia española.
La rica hembra fué escrita por Tamayo en colaboración
con Fernández-Guerra (D. Aureliano), y poco después
hizo aparecer él mismo otra de sus obras maestras, Locura
de amor{í8bb). Hija y madre. La bola de nieve y Lances
de honor son también dignas de aprecio; pero eún faltaba
aquella que había de hacer digna pareja con Locura de
amor. Esta obra apareció en 1867 con Un drama nuevo.
Todas las opiniones saludaron el drama con ovación
unánime. Es un asunto de caracteres y pasiones fundamentales,
humanísimas, cuya vigorosa contextura se realza
con una prosa ümpia y castiza.
Los hombres de bien es una terrible sátira de la sociedad
de la época, donde abundan «malvados capaces de
todo y hombres de bien incapaces de nada» (1). Estas son
las principales obras del notable dramaturgo español:
concepciones afortunadas, excelente conocimiento de los
secretos escénicos, lenguaje de pristina pureza y corrección
clásica, estilo algo enfático; he aquí los méritos y defectos
de este autor, muerto en 1898. «^
(Ij Obras de D Manuel Tamayo. Madrid, 1898 a 1900, 4 tomes.
SIGLO XIX : ROMANTICISMO 529
La poesía lírica.—Ventura Ruiz de Aguilera (1820-1881)
debe la popularidad que tuvo en sus días a haber sido el
más fácil cantor de los sentimientos ingenuos, a manera
de los poetas primitivos. Los asuntos de sus poemas no
se levantan casi nunca de los asuntos corrientes, y entonces
el patriotismo y la libertad eran los temas de moda.
Sin embargo, si no alcanza en los Ecos nacionales, ni aun
en poemas como Qoncesvalles, la grandeza de un Teodoro
Korner, hay, desde luego, más sentimiento que en cualquiera
de las altisonantes poesías de Quintana. En los citados
Ecos nacionales y en las Elegías, Armonías y
Rimas varias es donde se encuentra lo más ingenuo y lozano
de su labor poética, pudiendo asegurarse que como
elegiaco no tiene igual en nuestra literatura moderna. Escribió
también el libro de las Sátiras, en el cual género fué
poco feliz, acertando más en otras composiciones de carácter
sentimental, v. gr. La leyenda de Nocliebuena;
como poema descriptivo debe citarse Las estaciones del
año (1).
Obtuvo grandes éxitos en su época José Selgas y CakRASCO
(1824-1882), uno de los más brillantes periodistas
que ha tenido la literatura española. En el diario satírico
El Padre Cobos lució su ingenio; en otros artículos de
moral social fué severo y cáustico, y como poeta sentimental
tiene algunas composiciones verdaderamente bellísimas,
como La cuna vacía, y otras anteriores, en su colec-
(1) Publicado en un folleto en 8.° Los Ecos nacionales y Cantares,
en un tomo, con el retrato del autor.
550 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
ción La primavera y el estío. Como novelista lo es al
estilo folletinesco, y apenas merecen recordarse La manzana
de oro. El Ángel de la Guarda, etc. (1).
Mucho más acre y violento es otro poeta satírico, que
pudo serlo muy grande si hubiera sido más ordenado,
Juan Martínez Villergas (1817-1894). Merecen leerse sus
Poesías jocosas y satíricas, El baile de las brujas y El
baile de Piñata.
El trascendentalismo en el arte.—Son poetas trascendentales
los que en su arle dejan ver una tendencia filosófica y
Ramón de Campoamor, merece ser colocado en este lugar.
Poeta filosófico ha sido llamado, y merece tal título
por el fondo y forma de sus Doloras, Humoradas y Pequeños
poemas. En ellas, y en la totalidad de sus obras,
tiende Campoamor a infiltrar, si no un pensamiento filosófico
en todas, sí un dejo de psicologismo que le distingue
de todos los poetas españoles. Su procedimiento artístico
y su credo poético lo ha expuesto con sin igual franqueza
en su genial Poética. En ella se ve al artista independiente
e indisciplinado, cuidadoso, hasta caer a veces en la afectación,
de la profundidad del pensamiento, y desaliñado,
acaso de intento, hasta el prosaísmo, más de una vez. Juzgando
las obras de este poeta, podemos decir que todas
ellas participan de ese espíritu meíafísico, que sin duda por
demasiado rebuscado viene a resultar, en ocasiones, enfadoso.
Pero el autor aferrado a su escuela, no concibe el
arte por el arte y, en cambio, es cultivador apasionado de
lo que llama el arte por la idea, o lo que es lo mismo, el
arte trascendental, suavemente filosófico.
Esa es el alma de toda la egregia inspiración campo-
.1) Sus Obras, publicadas en Madrid desde 1882 a 1894 alcanzan 15
volúmenes.
SIGLO XIX : ROMANTICISMO 331
amoriana, poesía alada, suíil, de formas casi impalpables,
con vistas a lo infinito; y esto lo mismo alienta en el Drama
universal que en los Pequeños poemas, como en las
Humoradas, etc. (1). Vivió de 1817 a 1901.
Gaspar Núñez de Arce (1831-1904) no es un poeta trascendental
con deliberado propósito de serlo; pero, hijo de
su época, expresó de modo admirable las dudas de una fe
vacilante y de un corazón deseoso de creencias. Es uno
de los grandes líricos españoles. Todo el que ha leído una
vez El idilio (1879), si honradamente juzga, dirá que como
poesía tierna, conmovedora, sentida, no envidia los mejores
acentos de Lamartine. Según su título indica, es tal
composición un cántico de amor, de delicada sencillez, con
la ventaja de un realismo sano, de una forma correcta, de
una naturaleza admirablemente sentida. La factura de los
versos de este poeta nadie de la antigua escuela la ha superado
en España; tienen algo de esculturales, versos
como de una pieza, acaso en demasía retóricos, pero robustos,
llenos, cadenciosos, sin que en ellos sobre ni falte
cosa alguna.
Resucita a Dante en La selva obscura (1879), y nos recuerda
a nuestros clásicos en La pesca (1884), poesía de
limpia y verdadera realidad, como también Maruja (1886);
habla como poeta legendario y caballeresco en El Vértigo
y canta la duda, el mal del siglo, duda filosófica y religiosa,
en La visión de Fray Martín (1880), en La duda, en la
Ultima lamentación de Lord Byron (1878); aparece siempre
soberano en la expresión y la alegoría en Raimundo
Lulio (1875), y es, o pudo serlo, ya que los días en que
vivió no se lo permitieron, el poeta político, de alma vigorosa
y nobles alientos, en Gritos del combate (1875).
Esta colección de poesías marca, dicen, el punto más alto
de la gloria artística de Núñez de Arce; aun siendo esta
(1) Obras completas. Madrid. 1905; 8 tomos.
musa social o política extraña, en el momento en que pasa
la época a la cual se ha referido, o los días de lucha en los
cuales tuvo origen, serán, sin embargo, siempre bellas las
composiciones en que con viril energía deploró los desmanes
de una absurda libertad, y entonó los más vibraníes
elogios a la que redime a los pueblos y los hace
Con todos estos méritos, es aún en otra obra donde se
llega a la mayor perfección técnica que pudo alcanzar el
poeta. Ella es La visión de Fray Martín, en la cual el verso,
anque no exento de algún descuido, se mueve con una
amplitud y serenidad que no alcanzó ni en los tercetos de
La selva obscura y Raimundo Lulio. De la obra poética
de Núñez de Arce se desprende que Campoamor y él, los
dos más grandes poetas de España en la segunda mitad
del siglo XIX, tienen un cierto punto de contacto; z\ pesimismo.
Mas en el autor de las Do/oras hay un pesimismo fiumorisfa,
en el sentido de condescendiente, y en el cantor
de La duda hay un hondo desconsuelo, quizá un inocente
empeño, un fantasma de escepticismo, más que una realidad;
pues, en frase de Rubén Darío, «en el fondo del alma
española crece siempre una obscura rosa».
Poesía sentlmintal.—Gustavo A. Bécquer (1836-1870) es
gran poeta sentimental, pero no con el pesimismo desesperado
y escéptico de Leopardi y Byron, ni de Heine su
modelo, sino con el resignado de nuestros místicos y poetas
del amor, como Ausias March y Garcilaso. Dice Bécquer
en El rayo de /una, pintando el esplritualismo de
Manrique: Nunca le /labían satisfeclio las formas en que
pudiera encerrar sus pensamientos; he ahí la clave que
nos explica ese abandono, y hasta como desprecio de la
forma con que la poesía de nuestro autor se nos presenta.
El espíritu que hay en ella es imposible de encerrar en las
formas usadas, y él inventa esas combinaciones tan suyas
SIGLO XIX : ROMANTICISMO 555
por lo vagas y vaporosas, que llegan al alma, y no por lo
sonoras ni abundantes, seguramente, sino por aquella delicadeza
y aquel misterio que de ellas emana y va al corazón,
hiriéndolo en sus fibras más delicadas. De sus Leyendas,
de sus Rimas, de todo lo que escribió, puede decirse
son:
Ideas sin palabras,
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás.
En efecto; ¿quién pensará, leyendo el Miserere, que
aquello está escrito con palabras, al ver cómo éstas, esclavas
de la imaginación.
Como huracán que empuja
las olas en tropel,
se suceden unas a otras atropellándose, y no bastando a
expresar aquel pensamiento? Ahí está el secreto del poeta:
en una naturalidad y hasta descuido en la forma, que es
maravilloso encanto de aquel honrado e ingenuo sentir
expresado sin amaños ni sombra de atavío retórico (1).
Seis años antes de morir Bécquer había dejado de existir
un viejo poeta, José Joaquín de Mora, nacido a fines del
siglo xviii (1785), el cual, más que ningún otro de su tiempo,
se caracteriza por la nota sentimental e irónica «al
estilo de Byron», en las Leyendas españolas, exquisitas
poesías donde aprendieron el estilo byroniano, más que
en el original, multitud de vates del siglo xix.
Quien aclimató en España el espíritu de Heine fué Eulogio
Florentino Sanz (1825 a 1881), el cual, a la vuelta de
un viaje a Alemania, tradujo admirablemente un cierto nú-
(1) Obras de G. A. B., 3 tomos. Madrid, 1896; 5.« edición.
554 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
mero de Canciones de Enrique fíeine {ÍSb7); pero la fama
más ruidosa de Sanz se asentó sobre su drama Don Francisco
de Quevedo, que fué un éxito resonante en sus días.
Hoy, reconociendo el acierto del poeta, no parece haber
motivo para tales entusiasmos. El drama se ha representado
aún en estos tiempos.
SIGLO XIX : ROMANTICISMO OOD
IV
La crítica social.—La figura más ilustre es la de Mariano
José de Larra (Fígaro) (1809-1857), de grande autoridad
en sus días. Su vida misantrópica es muy de su época,
tiempo de romanticismo frenético, falto de ideal y de fe religiosa,
lleno de intrigas políticas y de sangre fratricida.
Hay que compadecer a hombres que dotados de tan brillantes
cualidades naufragaron en aquel caos. De éstos fué
Larra; en días de desesperación cortó su vida. Como novelista
(El doncel de Don Enrique) y como autor dramático
(Macías) no logra el puesto que como crítico merece.
Larra vio—o quiso ver—en la vida y muerte del trovador
Macías, doncel de Don Enrique, un símbolo de su propia
vida, y acaso tuvo la debilidad de forjar ésta al patrón
propuesto. Sospecha que no tiene nada de arbitraria, pues
el romanticismo de Larra, plañidero y sentimental, era
capaz de estas ofuscaciones, disfrazadas a veces por aquel
su humorismo, que, pareciendo en él lo esencial, no fué,
sin embargo, más que lo accesorio. Todos sus rasgos satíricos
del Parnasillo (1) eran desahogo de un alma romántica
y mordaz: Allí se decidió su vocación de escritor crítico
y de costumbres, llegando a ser en ambas cosas verdadero
maestro, y dándose en él el raro ejemplar de un
crítico sagaz y justamente orientado, en perfecto equilibrio
artístico casi siempre, y al propio tiempo un artista, un
hombre, viviendo constantemente en los más extremos radicalismos
del ambiente romántico.
(1) Tertulia literaria que durante los años 1831 y siguientes se reunió
en el café del Príncipe, en Madrid.
556 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Sus críticas, sus gacetillas de periodista, son obra perfecta
por la fina observación y la agudeza de ingenio, en
lo cual se acreditó del más castizo humorista español,
aunque a veces sus modelos fueron escritores ingleses o
franceses: El Pobrecito Hablador, revista satírica y de
costumbres, empezó a publicarlo Larra en Agosto de 1852,
en él se valió de los supuestos nombres de bachiller Juan
Pérez de Mungufa y de Andrés Niporesas, siendo lo más
admirable de dicha revista las cartas cruzadas entre estos
dos imaginarios personajes. Campea en ellas un pesimismo
desconsolador y al propio tiempo abundan felices rasgos
de ingenio, tales donaires y tan satíricos y vivos retratos,
que bastan para hacer de Larra la figura más ilustre
de su tiempo, al cual conoció como nadie, y de cuyas
miserias e ignorancia (presentadas en los elegantes del
día, entre los periodistas tramposos, entre los mayorazgos
ignorantes, entre los políticos despóticos, entre los que
fían su vida al presupuesto en cualquier empleo del Estado,
etc., etc.) deja un cuadro acabadísimo, en el cual tal
vez recargó sombríos colores. Como crítico literario fué
siempre severo sin regatear el aplauso cuando era verdaderamente
merecido: así elogió a Hartzenbusch y a García
Gutiérrez. Firmó alguno de sus trabajos con la inicial de
su apellido; pero la mayor y mejor parte con el seudónimo
de Fígaro. La Revista Española y El Español fueron las
publicaciones donde colaboró Fígaro {\).
No debe olvidarse al gran prosista José Somoza, muerto
en 1852, pues, si es verdad que escribe algunos versos,
en sus deliciosas crónicas Artículos en prosa nos da sugestivas
noticias de la España romántica, y por el mismo
motivo deben recordarse las Escenas andaluzas de Sera-
(1) Obras completas de, edición de Garnicr y «Biblioteca de Autores
Célebres», París.—También en la «Colección de mejores Autores
Españoles», 2 tomos.
SIGLO XIX : ROMANTICISMO 357
FÍN EsTÉBANEZ CALDERÓN (cl SoIJtarío) que vivió de 1789
a 1864. Estas páginas merecen no ser olvidadas; hay en
ellas cuadros de costumbres pintorescos y brillantes como
La Feria de Mayrena, que son timbre de gloria para su
Sin el talento ni la intención de Larra, es Ramón de Mesoneros
Romanos (1803-1882) un gran pintor de costumbres
madrileñas, coleccionadas en sus Escenas matritenses
(1832-1842), dos series donde puede juzgarse de una
época ya lejana de nosotros y muy interesante. Merecen
leerse también sus Memorias de un setentón, dos tomos,
que publicó en 1880, y el Manual de Madrid. Firmó muchos
trabajos con el seudónimo de El curioso parlante.
Otros trabajos de este autor son refundiciones del teatro
antiguo, historia y crítica dramática, biografías, etc. Su
labor crítica es, en general, deficiente.
La novela.—La restauración novelesca se debe a Fernán
Caballero—Cecilia Bohl de Faber—(1796-1877), cuya gloria
se va atenuando, después de haber llegado a ser reconocida
como el primer novelista del siglo xix, y en el orden
cronológico es ello muy cierto. En una época en que
los novelistas españoles, aunque se llamaran Villoslada o
Larra, tan poco éxito habían logrado, causa maravilla que
una novelita sencilla, La Gaviota (1848), de asunto tranquilo
y apacible, lograra un éxito nunca visto para publicación
de este género. Y es que La Gaviota revelaba un
ingenio que sabía pintar las costumbres del pueblo contemporáneo.
Llega a ahondar más la escritora en otros libros:
en La Gaviota y Clemencia las gradaciones del
amor, las pasiones de aquella sociedad y ciertos íntimos
sufrimientos están bellamenie reflejados. Como que el alma
poética de la escritora vio días muy amargos en su larga
vida, y esto explica aquella tristeza resignada que se revela
en Clemencia y en algunos de sus Cuadros de costum-
22
358 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
bres. La familia de Albareda, Sola, Un servilón y Un liberaiiío,
etc., fueron nuevos brillantes éxitos; a veces, el
afán docente daña el fin artístico: mas si se limita a lo que
era propio de su temperamento, acierta siempre, y de un
defecto que con verdad se la culpa, cierta sensiblería, diremos
que al fin y al cabo, era mujer la que escribía, y en
momentos no muy fáciles para lograr la popularidad. Ella
lo consiguió como ningún otro autor de su tiempo en España
y fuera de la península; luego ese lirismo reprochable
debió de ser, no sólo achaque suyo sino del género novelesco,
el cual aún no podía aceptar la forma impersonal
que ostentará llegado a la perfección.
Famoso como poeta y novelista fué Antonio de Trueba
(1821-1889), que tiene un carácter eminentemente popular,
entendiendo por popular su afán de ser un glosador délos
cantares del pueblo: El libro de los cantares (1851). Su
gloria se funda, tanto como en sus poesías, en los Cuentos
de color de rosa, y menos conocidas son otras obras
como El libro de las montañas, en verso; El valle de
Marquina, La redención de un cautivo y El galán y la
chaqueta, novela en dos tomos.
Enrique Gil Carrasco (1815-1846) es, por una sola vez,
el más grande representante de la novela histórica en España,
en El señor de Bembibre (1844). Mas en esta fecha
iba, afortunadamente, a dar lugar la novela romántica a la
de costumbres, y tal vez esa es la razón de que no gozara
Enrique Gil éxito duradero. Tiene El señor de Bembibre
iodos los caracteres de novela lírica, hasta el punto de que
es más bien un poema elegiaco; pero este mismo subjetivismo
cuadra a aquellos protagonistas, Alvaro y Beatriz,
que tienen el alma que les presta su creador, y acaso está
en esto el principal acierto del novelista, pues en España
la novela histórica «documentada» no ha tenido boga.
Uñase a ese interés subjetivo aquella tan aríísfica narración,
aquel arte personalísimo para interpretar épocas preSIGLO
XIX : ROMANTICISMO 559
tériías y un lenguaje fluido y bello, y se tendrán los méritos
del autor de El señor Bembibre, el cual pertenece por
completo a la manera idealista de concebir el arte.
Como poeta lírico lo es de los más tiernos y sentimentales
en la literatura española; hay en su alma un ambiente
de poética nostalgia, de añoranzas, de misticismo, que a
veces fatiga al lector; mas es, sin disputa, un digno compañero
de Espronceda, con menos bríos que éste, aunque
con más alta espiritualidad (1).
Francisco Navarro Villoslada (1818-1895). Si la novela
histórica de la escuela de Walter Scotí ha tenido en España
un cultivador muy cercano al maestro escocés, sin duda
lo fué el autor de Amaya. Conviniendo en que Fernández
y González era más novelador, de más rica imaginación
y de exuberante vena, y sentando que Gil y Carrasco supera
a todos en los encantos que sabe prestar a la narración
de épocas arcaicas, vistas a través de su temperamento
poético, Navarro Villoslada, que no hubiera pasado
de los límites de un discípulo con Doña Blanca de Navarra
y Doña Urraca de Castilla, se levanta sobre todos
ellos con la novela Amaya, verdaderamente épica, inspirada
en el alma nacional del romancero y en los altos destinos
de todo un pueblo, hijo de la fusión de razas vigorosas.
Manuel Fernández y González (1821-1888) se dedicó
con buen éxito a la poesía lírica y dramática; pero la gloria
que aquí podía haber alcanzado queda obscurecida por sus
novelas; ellas en un tiempo fueron recreo de la inmensa
mayoría de los españoles. Aquellos interesantes episodios,
siempre multiplicados, aunque para ello hubiera que
(1) Poesías de Enrique Gil, coleccionadas por G. Laverde. Madrid,
1873 -Obras en prosa, edición de J. del Pino y F. de la Vera, 2 tomos,
Madrid, i883—Acaba de publicarse en la «Biblioteca Gil Blas» Ei Señor
de Bembibre, 1920.
540 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
destrozar la Historia a cada paso; aquellos personajes tan
bien definidos, tan apasionados y enredadores, todo en
Fernández y González recuerda al primer Dumas. Fecundo
como él, como él llegó a montar taller novelesco, de donde
salían a diario cuartillas y más cuartillas para el folletín
del periódico o las prensas de los editores, que lo explotaron
inicuamente y malograron como escritor. Sus novelas
El cocinero de Su Majestad, Martín Gil y Men Rodríguez
de Sanabria, salvan su nombre y lo acreditan en la
descripción y viveza del diálogo.
La didáctica filosófica.— El primero que debe representarla
es Juan Donoso Cortés (1809-1853), grande orador y filósofo
de la más alta significación espiritualista. Educado en
una transición, hubo de profesar ciertas ideas avanzadas
en su juventud; después se volvió enteramente a Dios y a
la Iglesia; vio a «las palomas que volaban hacia el Oriente
y a las harpías que tendían el vuelo hacia el Ocaso, y él
quiso ser paloma, y voló a la región de la luz». Observó
que en toda cuestión política hay una cuestión teológica, y
se hizo teólogo, y escribió de la gracia como un místico.
Parlamentario apocalíptico, advirtió los vicios de los
Parlamentos y los anunció a Europa con franqueza ruda y
con frases que conmovían al mundo y que parecían de profeta.
Oyó, a lo lejos, el clamor del ejército socialista que
se acercaba, y convocó al ejército católico para que le resistiese:
Ensayos sobre el catolicismo, el liberalismo y el
socialismo (1851). Sus palabras fueron siempre impetuosas
y sublimes, era sublimemente inoportuno, dijo de él Cánovas.
Alma de artista y temperamento de poeta, algo soberbio
de su opinión, acaso nadie pudo igualarle como
orador elocuente y dogmático; aun en sus escritos es
siempre un orador y el estilo declamatorio daña a la profundidad.
Es JAIME Balmes (1810-1848) un filósofo que, aunque por
SIGLO XIX : ROMANTICISMO 341
la exposición lileraria no sea modelo, puede, sin embargo,
citarse por sus Cartas a un escéptico, El Criterio y El
Protestantismo comparado con el Catolicismo en sus relaciones
con la civilización europea. Estas obras han logrado
multitud de ediciones, así como sus tratados de
Filosofía elemental y Filosofía fundamental.
Eruditísimo y verdadero artista fué el mallorquín José
MarÍa Quadrado (1819-1896) Recuerdos y bellezas de
España, en colaboración con Piferrer. Es el primero que
sabe dar a la Arqueología y a la interpretación arquelógica
un verdadero sentido estético.
Una insigne mujer, Concepción Arenal (1820-1895), merece
ser citada aquí por su importancia en la didáctica del
siglo XIX. De 1847 datan sus estudios jurídicos, profundizando
especialmente en las materias de carácter sociológico
y penal. Aunque en sus obras se encuentran a veces
afirmaciones fácilmente refutables hoy, merecen sus trabajos
un estudio serio y detenido; teniendo la fortuna de
que en el extranjero, donde son muy conocidos sus escritos,
se reconozca su mérito. A pesar de la riqueza de
doctrina y la exuberancia dejdeas, siempre se entiende lo
que quiere decir, con rara habilidad expuesto en el lenguaje
llano, pero cuyo nervio y cuya poesía se hacen notar en
nuestra historia literaria. He aquí algunas de sus obras:
Fábulas originales, en verso; La beneficencia, la filantropía
y la caridad; Manual del visitador del pobre, esta
obra ha sido traducida al francés, inglés, alemán, italiano
y polaco; Cartas a los delincuentes, La voz que clama en
el desierto. Anales de la virtud, A los vencedores y a los
vencidos. La mujer del porvenir, La reforma de los establecimientos
penales, Ensayo sobre el derecho de gentes,
obra noíabilísim.a en la que hay mucho que por sisólo
bastaría para formar la reputación científica de una persona;
Cuestión social, cartas a un obrero y a un señor;
Del realismo y la realidad en las letras y las artes. La
342 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
instrucción del pueblo. La mujer de su casa, Cuadros de
la guerra. Manual del visitador del preso, etc.
Con ser muy conocida esta ilustre escrilora, por cuantas
ideas se refieren a los asuntos ya indicados, merece ser
tenida en cuenta en otro aspecto que se dirige a sus ideas
peculiares sobre la misión de la mujer en la sociedad, sustentadas
en todas sus obras, y más especialmente en dos
libros: La mujer del porvenir y La mujer de su casa, en
los cuales hay afirmaciones entonces verdaderamente originales
y peregrinas a favor de los derechos femeninos (1).
La renovación en la novela.—Cronológicamente, es Juan
Valera (1827 a 1905) el novelista más antiguo, después de
Fernán Caballero, aunque Galdós escribió La Fontana
antes que él novelase. Pepita Jiménez fué una revelación
en la historia literaria española. Vivíamos a merced de inspiraciones
e influencias francesas e inglesas, y Valera hizo
ver cómo existía un mundo verdaderamente artístico fuera
de la laberíntica peripecia a que veníamos acostumbrados.
Pepita Jiménez (1874), Las ilusiones del Doctor Faustino
(1875), Doña Luz (1877) y El Comendador Mendoza
(1879), son todas obras en que se observa una tendencia
eíicopsicológica, una afición a la tesis transcendental, que
no deja de empobrecer en ocasiones el empeño novelesco.
Su misma cuUura, verdaderamente extensa, le lleva a la
narración ligera, que se observa, más que en sus novelas,
en sus Estudios críticos, donde es difícil encontrar una
conclusión definitiva, pero donde el lector puede a su gusto
contemplar la obra o el autor juzgado en las múltiples
interesantes facetas en que supo presentarle el maestro.
El autor de Pepita Jiménez, de Doña Luz y de Genio y figura
es un gran narrador, demasiado académico y frío
para hacer novela intensa. Casi siempre es é/ quien va te-
(1) Obras completas, 1894 a 1902, edición en 22 tomos.
SIGLO XIX : NOVELA MODERNA 345
jiendo la peripecia novelesca, no ¡os personajes, a ios
cuales lleva de la mano por camino muy trillado y hace
decir lo que a él le place, no lo que en verdad dirían hombres
y mujeres en los trances en que los coloca el autor.
Admitida la novela idealista, absolutamente ficticia, que
no vemos inconveniente en aceptar, es de seguro Valera un
maestro; pero aun así y todo, algo frío y con exceso mental.
En cambio, en el terreno de la amena erudición no ha
habido en España quien le iguale en amplio saber y en galana
y oportuna erudición. Sus numerosísimos artículos
críticos, discursos acade’micos, etc., tienen un encanto
atrayente. Nos dice cuanto él piensa sobre materias o procedimientos
que ve en otros autores, pero pocas veces el
juicio que la opinión o procedimientos ajenos le merecen.
No debe terminarse de hablar de Valera sin referirse a una
de sus traducciones maravillosas, la de las Pastorales de
Longo o Dafnis y Cloe, vertida directamente del griego y
en la cual emula la mejor traducción hecha en Europa de
tal libro, la de Jacobo Amyoí, aunque la del autor francés
es más literal. Valera no era un helenista escolar, era un
helénico por el espíritu; el helenismo de Valera quizá privó
de algún calor a sus obras; la corrección, el justo medio,
la palabra precisa, la sátira suavemente lucianesca, el aticismo,
un nada perturbador escepticismo, transigente con
la fe por los intereses que ha creado ésta, y hasta por buen
tono… eso era D. Juan Valera, y unido a eso, un prosista
de los que más han contribuido a defender el habla castellana
de ingerencias perjudiciales (1).
Popularísimo fué Pedro Antonio de Alarcón (1853-1891).
Comenzó su vida tomando parte en las revueltas políticas
de la corte, y falto de orientación, acabó por alistarse para
la guerra contra Marruecos, no sin antes haber sufrido un
\\\ Véanse en la «Colección de Escritores Castellanos», los tomos
XX, L, LX, LXV, LXVI, LXXVIII y LXXXIV.
544 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
fracaso literario con la representación de su drama El hijo
pródigo, ensayo juvenil que revelaba al autor de la fantástica
novela El final de Norma, la cual, con todos sus defectos,
es nuncio de un gran cuentista. En la guerra se
portó como bueno, y desde allí dio a conocer a todos los
españoles, por medio del Diario de un testigo, los pormenores
de las brillantes acciones que se llevaron a cabo
contra los moros. Éxito asombroso coronó su obra, y
desde aquel día el nombre del soldado Alarcón fué con
justicia, conocido en toda España. De Madrid a Ñapóles
fué el libro que siguió, para no tener sucesores por el
pronto; cúlpese a la vida política en que por entonces se
engolfó el insigne literato andaluz. Por fin, 1884, reapareció
con La Alpujarra, obra que tal vez no merece más
atención que la de ser considerada como un ensayo de su
segunda época, y en seguida salió a luz El sombrero de
tres picos, preciosa novela castiza y netamente española,
que marca el punto culminante de la inspiración de Alarcón,
representante con ella del realismo de vieja cepa castellana
con el que acaso no volvió a acertar, a no ser en
las Novelas cortas: Cuentos amatorios e Historietas nacionales.
En todas estas obras y en otras novelas grandes,
como El escándalo, El Niño de la Bola y La Pródiga,
aparece Alarcón como el más hábil de nuestros narradores,
hasta el punto de que siendo indudable que otros
muchos novelistas le han superado en los caracteres y en
la intriga novelesca, nadie lo ha conseguido en la atrayente
manera de contar.
Alarcón, nos dejó la Historia de sus libros, ingenua y
encantadora confesión con tendencias a la defensa personal
y literaria. Es Alarcón la muestra más patente de la
independencia técnica y de la vanidad de toda preceptiva
dictatorial. Su obra literaria, como él mismo ingenua y orguilosamente
lo confiesa, es hija de sí mismo, libre de
toda disciplina, ya que no exenta de infinitas y muy oporSIGLO
XIX : NOVELA MODERNA 345
tunas influencias aiiísíicas, que dejaron a menudo huella
muy noíoria en su impresionable íemperamenlo artístico.
Así, desde El escándalo a La Pródiga hay opuestas tendencias:
una muy marcada influencia mística, de un idealismo
devoto en la primera, y otra de idealismo humano y benévolo
en la segunda, que bordea los campos del naturalismo
francés. Y aún es más patente esta ductilidad comparando
El fínal de Norma, romántica y quimérica narración,
con El sombrero de tres picos, donde campea el más salado
y castizo naturalismo, que realismo también lo hay en
El escándalo y La Pródiga.
Realista de puro entroncamienío castellano es José María
DE Pereda, novelista que ocupa toda la segunda mitad
del siglo XIX (1833-1906). Después de publicar Las Escenas
montañesas se lanzó Pereda a la novela de aliento. E,
buey suelto, De tal palo, tal astilla y Don Gonzalo González
de la Gonzalera señalan la segunda manifestación
literaria y lo que podríamos llamar su primera manera
como novelista. En las tres obras citadas revela todo su
poder narrativo y descriptivo. Preciosas escenas y cuadros
de la vida montañesa se admiran en ellas; desarrollos
psicológicos en los que el autor persigue fines docentes
o algunas tesis de actualidad. Pero con todos sus aciertos
no llega todavía a la esfera culminante en que le vemos
años después, creador afortunado áeSofileza (1884),
obra perfecta donde se ve la vida de las cosías cantábricas,
combinándose la poesía con la realidad viva, alma y cuerpo
en feliz unión. Nunca ha tenido la gente de mar pintor
más hábil: iSotileza es, al propio tiempo, montañesa y
universal, porque los seres retratados en ella son casi los
mismos en todos los países: les iguala la unidad del grandioso
elemento en que se consumen sus vidas de abnegación,
de rudo trabajo, de candorosa inocencia» (1).
(1) Pérez Goldós: Contestación al discurso de ingreso de D. José
María de Pereda en la I?eal Academia Española.
546 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
No de menos fuerza quzSoíí/eza es Peñas arriba; (1895);
y si en Id primera erigió un monumento al mar y sus trabajadores,
en la segunda ha reproducido la majestad de las
alturas, donde acaba la humanidad y empiezan las nubes…
En Pedro Sánchez y la Monfálvez planteó Pereda la novela
urbana con singular acierto; y si no tuviera más títulos
que éste para que su ingenio adquiriera diploma de univerj^
alidad, éste sólo le bastara. La amenidad, la gracia de
Pedro Sánchez, de acabada complexión cervantesca, son
incomparables. Pero el suelo nativo y el entoldado cielo
montañés le llaman con irresistible sugestión, y nos da El
sabor de la tierruca y La puchera, que viene a ser como
un enlace entre las dos obras culminantes Sotileza y Peñas
arriba; en ellas recorre el camino apacible que separa
y al propio tiempo une, los dos términos grandiosos entre
los cuales se encierra la vida de aquella región: de una
parte, la terrorífica inmensidad del mar; de otra, las frías
alturas selváticas. Terriblemente trágico es el cuadro Pachín
González, donde Pereda tomó el pincel de Dante
para pintarnos la triste desolación de un pobre mozo en
medio de catástrofe no olvidada (1).
Merece una especial mención Ángel Ganivet (1865-1 898),
malogrado escritor dotado de gran talento, algo paradójico
y gracianesco, lleno de ingeniosidad y honda sátira filosófica.
Por el prontamenle perdido para las letras Navarro
y Ledesma fué popularizado el nombre de su fraternal
amigo Ganivet, hacia el cual sentía el autor del Ingenioso
Hidalgo Miguel de Cervantes, profunda admiración. Aun
poniendo en lo justo los efusivos elogios que le tribuía, es
innegable que Ganivet tuvo talento de gran pensador. En
su Idearium español hay páginas admirables, que son un
preludio de las muchas que en los aún próximos días de
‘D Obras completas. Madrid, de 1889 a 1904, con Prólogo de Menéndez
y Pelayo.
SIGLO XIX : NOVELA MODERNA 347
nuestras desventuras coloniales dedicaron a la regeneración
de España nuestros más grandes pensadores. Aquel
fragmento el tipo español parecen palabras de D. Joaquín
Costa; pero Ganivet había entendido mejor el espíritu tradicional
y no renegaba de él. En la novela filosófica Los
trabajos del infatigable creador Pío Cid se exponen ideas
originalísimas; y acaso un escritor (paradójico también
pero menos sutil y menos culto) que vive en estos días
encontró en Ganivet modelo para sus novelas individua/es
y paradójicas. Nos ha dejado admirables estudios psicológicos
de algunas grandes figuras, como la de Enrique
Ibsen. Como poeta tiene Ganivet pocas, pero bellísimas
poesías; v. g., la balada encantadora titulada El cazador
herido (1).
Por haber muerto en nuestros días (1919) va en este
lugar D. Benito Pérez Galdós, aunque su labor literaria
empezase antes que la de alguno de los ya citados. Nació
Pérez Galdós en Canarias en 1343 y en 1870 publicó
La Fontana de oro. Entre ñoñeces y monstruosidades
—dice Menéndez y Pelayo— dormitaba la novela española
por los años de 1870; fecha del primer libro del señor
Pérez Galdós. Los grandes novelistas que hemos visto
aparecer después, eran ya maestros consumados en
otros géneros de literatura; pero no habían ensayado todavía
sus fuerzas en la novela propiamente dicha. No se
habían escrito aún ni Pepita Jiménez, ni Las Ilusiones
del Doctor Faustino, ni El Escándalo, ni Sotileza, ni
Peñas arriba. A la Fontana de oro siguió muy luego E!
Audaz, y tras él la serie vastísima de los Episodios Nacionales,
iniciada en 1873, en las cuales intervienen más
de quinientos personajes, entre los históricos y los fabu-
(í) Obras de.. Comprenden: Idearium español. Las conquistas
del reino de Naya, Los trabajos de Pío Cid, Epistolario, Cartas Irlandesas,
El escultor de su alma, Granada la Bella.
548 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
losos. Los Episodios, que en su pensamiento inicial eran
un libro de liistoria recreativa, presentaron luego en proporciones
casi iguales la novela histórica y la de costumbres,
haciendo de ellos, según palabras de Menéndez y Pelayo,
«una de las más afortunadas creaciones de la literatura
española en nuestro siglo: un éxito sinceramente popular
los ha coronado; el lápiz y el buril los han ilustrado
a porfía; han penetrado en los hogares más aristocráticos
y en los más humildes, en las escuelas y en los talleres;
han enseñado verdadera historia a muchos que no la sabían;
no han hecho daño a nadie y han dado honesto recreo
a todos, y han educado a la juventud en el culto de la
patria. Si en otras obras ha podido el Sr. Galdós parecer
novelista de escuela o de partido, en la mayor parte de los
Episodios quiso y logró no ser más que novelista español;
y sus más encarnizados detractores no podrán arrancar
de sus sienes esta corona cívica, todavía más envidiable
que el lauro poético».
Alguien piensa que si después de la segunda serie hubiera
Galdós terminado los Episodios, no habría que poner
reparo alguno a esa obra monumental en que se asocian
tan a menudo el arte y la verdad. Dilatar, con el
empeño con que el maestro lo hace, y en los días que corremos,
una empresa histórica cuando el autor está en
una posición demasiado subjetiva, tiene el peligro de hacer
difusa una obra cuyo lema fué, arte, naturaleza’, verdad.
Claro es que comenzar obra de tan colosales proporciones
e ir llevándola a término, que ni el mismo autor
quizá llegó a columbrar, es cosa sólo posible para el genio;
mas en ese mismo perder el hito que marque el objeto
propuesto, hay ya peligro de desorientación, y ésta no
deja de notarse desde que se terminaron aquellas primera
y segunda series, donde están Gerona’, Juan Martín, etc.
Respecto a la obra puramente novelesca de Galdós, diremos
que representa un naturalismo que nada tiene de
SIGLO XIX : NOVELA MODERNA 549
común con las crudezas de los naturalistas franceses; de
la observación de la naturaleza arranca Pérez Galdós sus
-personajes, y según la naturaleza, quizá poniendo en ello
un empeño algo forzado, les hace vivir; pues no es difícil
hallar entre la fronda realista cuidada con esmero, flores
de un cierto sentimentalismo romántico que crece sin cultivo
alguno, pero florece sin embargo, desde Marianela a
Lo prohibido. De la multitud de novelas galdosianas descuellan
Fortunata y Jacinta, Ángel Guerra y Realidad,
Gloria, la Familia de León Roch, Doña Perfecta y La de
La obra inmensa de Pérez Galdós sólo es comparable a
la fecundidad de Balzac, con quien tiene muchos puntos de
contacto, así como por su arte es pariente del espíritu artístico
de Dickens./jLástima grande que parte no pequeña
de su admirable labor haya sido bastardeada con una tendencia
intransigente y dogmatizadora, que es muy difícil
de compaginar con el fin purísimo del Artel La propaganda
puede utilizar medios artísticos, pero desde luego dicho
se está que el Arte, tomado como medio, es Arte transitorio,
servil y frío»; Las obras teatrales de Galdós. que tienen
e! mérito soberano de haber roto con rancias preceptivas
escénicas y convencionalismos pueriles, se resienten, sobre
todo desde Flectra (1900), de una obsesión que lal vez
acusa una decadencia, un agotamiento en aquella vena riquísima
de donde manaron tan inspiradas obras como las
comedias La loca de la casa y La de San Quintín o El
abuelo, que siendo una obra dramática estupenda, vale
mucho más en su primitiva redacción novelesca.
Haciendo excepción en el plan de este libro, daremos
aquí lugar a un novelista que vive entre nosotros, y de
cuyo talento aún puede esperarse obra lozana. Me refiero
a D. Armando Palacio Valdés, nacido en 1855, y consagrado
hoy como el más grande novelista de los finales del
siglo xix y comienzos delxx. Caracteriza a Palacio Valdés
350 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
un suave humorismo, una fina sensibilidad, una tendencia
filosófica, que anima todas sus obras. Entre ellas serán
algo definitivo en la literatura española, Marta y María
(1883), La Hermana San Sulpicio (1889), Los Majos de
Cádiz (1896) y La alegría del capitán Ribot (1899). De
novelas de tesis calificaría yo dos libros de Palacio Valdés:
La aldea perdida (1903) y Tristán o el pesimismo
(1906). Pesimista, hija del sentimiento herido ante recuerdos
que despiadadamente se nos arrancan, es la «idea» de
La aldea perdida; optimista, como lleno de una armonía
toda espiritual, de una cierta sophrosine toda luz, toda
vida, a pesar de las nubes de la realidad, es el asunto de
Tristán, o el pesimismo, y ella, esa divina armonía, constituye
el alma de Reynoso, espíritu superior, alma de acero,
corazón de gigante luchador, que, cuando el cielo se
desploma sobre él, sabe abrazarse con el cielo, y así se
salva (1). Curiosísimo libro de análisis es el titulado Papeles
del Doctor Angélico; y los amantes de este literato
esperan con afán el anunciado con el título de La novela
de un novelista.
Acaso mereciera la misma excepción la Condesa de
Pardo Bazán (nació en 1851); autora de gran número de
novelas, como Los Pazos de Ulloa y La Quimera, por
citar dos representativas, y de hermosos estudios, entre
los que destacará siempre San Francisco de Asís; pero la
actividad de esta ilustre escritora está aún en pleno ejercicio
y no es hora de formular juicio completo.
(1) Véase nuestro libro Autores Españoles e Hispano-americanos
Madrid, 1911.
SIGLO XIX : POETAS REGIONALES 551
Poetas regionales.— Dejó el poeta valenciano Vicente Wenceslao
QuEROL (1856-1889) obras verdaderamente notables
en la lengua catalana, y en todas ellas aparece como un
verdadero clásico enamorado de lo bello. Sus poesías,
coleccionadas con el título de f?jmas {ÍS77), son casi todas
dignas del mayor encomio; pero no está en esa colección
la Fiesta de Venus. Entre las muchas elegías compuestas
en nuestra lengua castellana, pocas tan profunda y sinceramente
sentidas como las estrofas A la muerte de mi hermana
Adela; esta poesía, con las Cartas a María, son de
lo más excelente de la obra poética de Querol.
No puede olvidarse el nombre de Teodoro Llórente,
viejo poeta, muerto en 1911. Al castellano traduce obras
de Víctor Hugo, de Goeeíhe y de Heine, sin faltar oíros
poetas extranjeros. Como valenciano, deseoso del cultivo
de su habla, produjo Llibret, de versos. Su fama comenzó
en 1859, al inaugurarse los Juegos florales en Valencia,
donde fué premiado por su poesía La nova Era, y se consolidó
con sus poemas Valencia y Barcelona, Ais poetes
de Catalunya, etc.
Catalán fué el poeta Joaquín María Bartrina (1850-1880);
es uno de los buenos poetas españoles, tanto cuando compuso
en catalán como cuando lo hizo en castellano. Poeta
del dolor se le llama, y, en efecto, es un alma dolorida por
la sed de verdad y de justicia que le consume. A veces sus
acentos son desgarradores o escépticos, otras es desconcertante,
pues él, que ha sido por algunos juzgado como
el poeta del positivismo, tiene poesías como De omni re
scibili (en el libro Al§ro, 1910), que es la más amarga la552
LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
mentación de la infecundidad déla Ciencia para las ansias
del corazón (1). Merecen revisarse sus Obras en prosa y
verso, que es la colección más completa, hecha después
de la muerte del autor. En su época tuvo numeroso coro
de admiradores; mas hoy sus poesías, a veces seudofilosóficas,
se van olvidando.
Pero la figura más gloriosa en la literatura del renacimiento
catalán, es Jacinto Verdaguer (1845 a 1907), autor
de dos grandes poemas épicos La Atlántida (1877) y Canigó
(1886). El primero es verdadera obra notable, con la
cual quedó consagrado el nombre de Verdaguer en el Consistorio
de los Juegos Florales de Barcelona. Claro es,
que no carece de graves descuidos la narración épica, pero
hay en toda ella riqueza de imágenes, vigor y originalidad
y un fondo de objetividad épica tan bien sostenido, como
no se halla entre los modernos, donde el lirismo suele ser
la atmósfera en que vive la narración. Y es tanto más de
llamar la atención por esta inspiración serena cuanto que
Verdaguer es también uno de los líricos de más alta espiritualidad
que ha tenido España en los últimos tiempos;
léanse sus primorosos Idilis y cants mistichs (1879). Comparado
con la Atlántida, es de menos importancia Canigó,
poema épico en el cual hay fragmentos como La Maladeta
de ciclópea inspiración, cualidad que se sostiene menos en
este poema que en La Atlántida. Otras obras de Verdaguer
como Cansons de Montserrat, Lo somni de Sant Joan,
Jesús infant, son dignas joyas de quien logró diadema tan
espléndida como la formada por sus dos grandes poemas
y por los inimitables Idilios y cantos místicos. (2).
Rosalía de castro (1857-1885) puede ser considerada
i 1) Véase Antología de textos castellanos.
(2) La Atlántida puede leerse en prosa castellana, de Melchor de Palau
(1879 1 o en la versificada por Díaz de Carmena (1884). Canigó en la
traducción ‘prosa y vcrsoí del señor Conde de Cedillo Madrid, 1898.
SIGLO XIX : POETAS REGIONALES 555
entre los grandes poetas siglo xix y su importancia en Galicia,
cuyo romance cultiva con amor, es definitiva. Su
afición a la musa popular llevó a connaturalizar a muchos
vates posteriores con los sentimientos del pueblo, con los
abandonados elementos estéticos que guarda, siendo por
esto precursora de nuevas corrientes a más de haber remozado
el romance gallego con su inspiración. Sus libros
principales son: Cantares gallegos, El caballero de las
botas azules, novela, y dos tomos de poesías, Follas novas
y En las orillas del Sar, escrita ésta en castellano.
Sucesores de esta singular mujer son Valentín Lamas
Carvajal (muerto en 1906), autor de poesías contenidas en
sus obras Espiñhas, follas e frores (1876) y Saudades
gallegas (1880) de fino sentimentalismo la mayor parte; y
Eduardo Pondal (1855-1912) poeta elegiaco de exquisita
sensibilidad y soñadora inspiración patente en bellos poemas
como A campana d’Anllons, ya que en algunos otros
Queixurnes dos pinos (Rumores de los pinos) peca de
obscuro y tendencioso. Manuel Curros Enríquez (muerto
en 1908) autor de la bella colección de poesías titulada
Aires d’amina térra (1886). Resucitó Curros las Cantigas
y alguna vez logró aciertos totales como en la leyenda A
Virxe d’o cristal y en la famosa y popularizada cantiga
N-o xardin unha noite sentada
o refrexo d’o branco luar…
y también versificó en castellano.
Poetas castellanos.—Manuel del Palacio (1852-1907) nos
dejó en sus Sonetos, canciones y coplas, publicados en
multitud de revistas y periódicos, fecunda muestra de su
chispeante ingenio satírico.
Poeta y crítico es Federico Balart (1851-1904), el cual
aprecia con la misma seguridad y acierto la Poética, de
25
554 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Campoamor, como los nuevos rumbos de la novela española
en Pequeneces, y las tendencias del arte español en
la crítica de la Exposición de Bellas Arfes (1890) y en su
preciada obrita El prosaísmo en el arte. Como poeta, su
colección de elegías, Dolores, muestra una ternura que domina
en todas las composiciones, donde llega como a
enamorarse del dolor y a no querer cambiar
este amargo dolor profundo
por todos los placeres que ofrece el mundo.
Sin embargo este aspecto tranquilo y resignado desaparece
en algún momento, en Ansiedad, por ejemplo, aunque
aquellas convulsiones de dolor desesperado son fugaces.
Horizontes zs otra colección de poesías de Balart, a
la que, en general, falta la ternura y encanto de las consideradas.
No obstante la labor poética de Balart, su obra
más meritoria está, como hemos señalado, en la crítica,
que bien merece ser tenida en cuenta por la sensatez y cordura
de su autor para juzgar las tendencias artísticas de la
última parte del siglo xix.
Manuel Reina (1856-1905) muestra una sensibilidad exquisita
en Eljardín de los poetas y en Robles de la selva
sagrada. De más valía es el autor de La caja de música,
Ricardo Gil, muerto en 1907, cuya fama está cimentada
sobre obras tan perfectas como De los quince a los
En la flor de su edad murió José María Gabriel y Galán
(1871-1905). Su prematura desaparición nos privó de
que su plácida musa, que se puede poner al lado de la de
Garcilaso, nos dejase herencia escogida. Críticos meticulosos,
impasibles ante lo bello, podrán encontrar defectos
en el cantor que jamás, o pocas veces, se preocupó de
hacer poesía erudita. En ésta se podrían clasificar algunas
composiciones muy perfectas, como El cantar de las
SIGLO XIX : LA ORATORIA 555
chicharras, El arrullo del Atlántico, Campos vírgenes.
Los pastores de mi abuelo, El trabajo, etc.; pero, con ser
muy bellas, ¿dónde y cómo van a compararse con aquellas,
prodigio de sinceridad, de sentimiento, de natural y
de honda ternura, que llevan por título El desahuciado.
Una nube. Cuentas del tío Mariano, Noche fecunda. La
flor del espino, Bálsamo casero, La ciega, etc., etc.?
Cierto que el poeta diluye con exceso a veces su pensamiento,
que pierde así en intensidad; pero aquella poesía
logrra ternura con esa manera de explayarse el asunto, lenta,
perezosamente. La inspiración de Gabriel y Galán es
original siempre; aun cuando los asuntos de sus cantos
hayan sido objeto de la atención de otros muchos autores
anteriores a él, no imita a nadie; estudio, sí, con delectación
contemplativa, pero no imitativa, a Luis de León y otros
clásicos; mas la poesía brotaba en él espontánea, aunque
presupusiera alguna labor de siembra.
Emilio Ferrari (1850-1907), poeta irreprochable en la forma
métrica en obras como Pedro Abelardo y La alegoría
de otoño. Carlos Fernández Shaw (muerto en 1911) es un
autor que desde sus primeras poesías, coleccionadas con
el título de Tardes de Abril y Mayo, hasta sus últimos
libros Poesía del mar y Poesía de la sierra. La vida loca,
Poesía del cielo, ha ido ascendiendo en verdadera inspiración
y en seguridad en el dominio de la métrica. Colaboró
con López Silva en algunos saínetes y comedias líricas.
Suyas son La venta de Don Quijote, El certamen
de Cremona; dramas como La regencia y la leyenda lírica
Margarita la Tornera, etc., etc. Vicente Medina (1866 a
1918) fué el poeta de la huerta murciana y aunque algo monótono
tiene bellas poesías en Aires murcianos y en Canción
déla Huerta. Arturo Reyes (1864-1915) fué poeta popular
del alma andaluza y cuentista notable.
La oratoria.— El siglo xix son los días brillantes de la ora356
LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
íoria política en España. Las nuevas orientaciones y las
luchas de los partidos llevan al Parlamentento las cuestiones
públicas, descollando en seguida nombres como el de
Agustín Arguelles (1776 a 1844) verbo, en las Cortes de Cádiz,
del espíritu liberal, en discursos que hoy nos suenan
a algo vacíos, pero que en su tiempo le granjearon el dictado
áz divino. De Donoso Cortés ya hemos hablado; aun
en sus escritos didácticos fue siempre orador. Tribunicio y
de alta entonación efectista, pero elocuente, fué Antonio de
LOS Ríos Rosas (1808-1875). No han perdido oportunidad
algunas de sus arengas como aquella en defensa de la Monarquía
constitucional (1869). También orador político y
forense fué Antonio Aparisi Guijarro (1815-1872) de quien
se conserva como modelo de discurso jurídico la Defensa
de Gener en causa por supuesto parricidio (1861) Y en
libro que pudiera extenderse más, no serían para olvidados
Salustiano Olózaga, brillante en el ataque; Joaquín María
López, demasiado retórico; Manuel Cortina, todo serenidad
y juicio; Cándido Nocedal acerado en su ironía; el elegante
Cristino Martos, Francisco Pí y Margall sobrio y
sencillo; Nicolás Salmerón y Alonso elocuente y nervioso
con empaque demosténico. Pero en quien debe encarnarse
la más brillante oratoria romántica, es en Emilio Castelar,
muerto en 1899. De tal modo absorbió este género su
pensamiento y vida, que escribía en forma de discurso
desde sus correspondencias hasta sus artículos de fondo
y en sus lecciones, y en sus libros de historia, siempre
resaltaba el estilo declamatorio, que le era característico.
Su maravillosa imaginación y su memoria prodigiosísima
eran las dos facultades principales de que se servía su elocuencia,
y hay que convenir en que en lo que se entendía
por elocuencia, no ha tenido igual en España. Cuando
aquel hombre de voz atiplada subía a la tribuna, adquiría
su figura y su voz potencia y dominio tal, que parecía hipnotizar
las turbas que le escuchaban. Sin embargo, en
SIGLO XIX : CRÍTICA ERUDITA 557
€sos hermosos discursos no solía haber gran fijeza de
ideas, ni solidez de doctrina, ni exactitud histórica (1). Era
un poeta lírico cuya forma de elocución era la oratoria. En
cuanto a las obras no oratorias de Castelar, sus defectos
literarios se derivan del estilo ampuloso y un tanto pedantesco
que jamás abandonó. Además de sus discursos dejó
narraciones como Recuerdos de Italia (1872), y novelas
como Fra Filipo Lippi (1878) etc.
De la escuela de Castelar han sido dos grandes oradores
muertos en el siglo xx: Segismundo Moret y Alejandro
PiDAL. El espíritu de la oratoria moderna, que gusta
de mayor espíritu lógico y menos pompa retórica, está encarnado
ya en los severos discursos de Antonio Cánovas
del Castillo (1828-1897), cuyo renombre literario se justifica
más aún en sus Estudios sobre Felipe IV y en multitud
de trabajos y monografías, llenas de erudición y
La crítica erudita. —Sería una injusticia no recordar el
nombre de Agustín Duran (1795-1862), a quien se debe
gran parte de la transformación literaria de la primera
mitad del siglo xix. El buen sentido y la perspicaz inteligencia
de Duran, guiados por la luz de algunos escritos
que por fortuna cayeron en sus manos, le decidieron a dar
«1 grito de emancipación en el famoso Discurso sobre el
influjo de la crítica moderna en la decadencia del teatro
antiguo español, y sobre el modo con que debe ser considerado
para juzgar convenientemente de su mérito peculiar.
Después de defender brillantemente nuestro teatro,
emprendió Duran una obra titánica: la formación y crítica
de nuestro Romancero, que fué la última palabra sobre lo
(1) Hablando de los refutadores de Castelar no puede olvidarse a un
grande orador sagrado que tuvo asiento en-las Cortes y en ellas brilló
a grande altura: D. Vicente Maníerola.
558 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
dicho por Bohl de Fabel y Wolf. Precede al Qomancero un
erudito estudio. No todos son aciertos en tal trabajo; cuestiones
hay en que el insigne Bello le aventajó, y ciertas
teorías por Duran sustentadas se deben a prejuicios doctrinarios
del gran crítico.
José Amador de los Ríos, literato, crítico e investigador,
nació en 1818 y murió en 1878. Puede decirse que es su
nombre personificación del estudio prolijo e infatigable,
siempre provechoso y digno de admiración, aunque algunas
veces se encuentran sus investigaciones afeadas
por un criterio exclusivista, que no le dejaba ver la escasa
razón de sus argumentos cuando a /7r/or/ establecía una
afirmación. Ejemplo de esto puede hallarse en su no
acabada y aun así monumental Historia crítica de la Literatura
española, en los juicios sobre ciertos autores, en la
fijación de algunas fechas, en su estudio sobre el Poema
del Cid, etc. A pesar de esto, antes de él no ha habido en
España hombre más docto y entendido en las literaturas
españolas, siendo necesario llegar al colosal Menéndez y
Pelayo para encontrar quien le supere en doctrina, en seguridad
de crífica, en sagacidad y en la manera de exposición.
Es Manuel Milá y Fontanals (1818-1884) uno de los más
insignes maestros de la crítica literaria española; su mayor
elogio está en decir que Menéndez y Pelayo guardó gran
veneración por el talento de su ilustre maestro, cuyas
obras coleccionó y reeditó. De entre todas ellas sobresale
el tratado De la poesía heroicopopular castellana, primera
revelación de cómo se había de entender la crítica y su especial
metodología. Otro libro benemérito es el De los trovadores
en España, estudio de la poesía y lengua provenzal,
y el Romancerillo catalán, canciones tradicionales.
Sus Principios de literatura general, sobre todo en cuanto
a la estética, hoy son algo anticuados.
Marcelino Menéndez y Pelayo (1858-1912). Su vasto y
SIGLO XIX : CRÍTICA ERUDITA 559
profundo saber, su arte exquisito, su vista de lince para
encontrar el lado deleznable en los detalles históricos, su
mirada de águila para llegar de un golpe a los más complejos
sintetismos, su voluntad para el trabajo, su tenacidad,
en e’l portentosa, su amplio espíritu crítico, su soberana
independa en estos días de clasificados, su clasicismo,
su modernismo, el modernismo del genio que hace
avanzar un siglo a la ciencia, sin alardes de innovación…;
todos esos y muchos más son los méritos de ese hombre
extraordinario que ha vivido como puente entre dos siglos,
para que la literatura española aproveche cuanto hay de
admirable antes de e’l, o descubra cuanto nos era desconocido,
y para orientar a los hombres de hoy en el estudio
de restauración de nuestra obra literaria y en la futura
labor artística y crítica.
El valor extraordinario de Mene’ndez y Pelayo se reveló
en su Ciencia española (1878); siguieron sus Heterodoxos
españoles {\^^<^-\^?)\), libro cuya reedición, seguramente
perfeccionada y algo reformada, es obra postuma;
ensayóse como poeta en Odas, epístolas y tragedias,
donde hay mucho original y excelentes traducciones; en
1877 publicó su brillante estudio Horacio en España, y
poco después salió a la luz el primer tomo de esa notable
historia de la Estética (1885), no terminada, que se titula
Historia de las ideas estéticas en España, y que bien merece
una reedición pronta.
La notabilísima ^Antología de poetas líricos castellanos,
reunión ordenada cronológicamente de las mejores
poesías castellanas desde el origen de la lengua hasta ahora…
»; le da pretexto o motivo al Sr. Menéndez para componer
y publicar extensísimos prólogos, que forman juntos
la mejor historia de nuestra literatura, y, por coincidencia,
de nuestras costumbres y vida social, que hasta
hoy se ha publicado. La edición que hacía la Real Academia
Española dé las Obras completas de Lope de Vega
560 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
era dirigida, prologada y comentada por Menéndez y Pelayo.
Sin duda a coloso como Lope de Vega no correspondía
como editor sino el gigante de la crítica española.
Sólo con esa obra, que dejó sin terminar, hay un monumento
imperecedero del talento maravilloso de este hombre.
Añádase a esto la Antología de poetas hispano-americanos,
con magníficos prólogos, historia de la lírica
americana hasta fines del siglo xix; el bello estudio sobre
Calderón y su teatro, los cinco volúmenes de Estudios de
crítica literaria, y el sinnúmero de prólogos, monografías
y discursos, de los cuales sobresalen los de ingreso en las
Academias de la Lengua, de la Historia, Bellas Artes y
Ciencias Morales; el pronunciado en la apertura de curso
en la Universidad Central, aquel otro sobre Cervantes y
el Quijote, leído en la misma Universidad el 8 de Mayo de
1905; el de contestación al Sr. Rodríguez Marín (1907), los
de contestación a Pérez Galdós (1897), y cien trabajos
más, imposibles de enumerar (1).
(1) Los estudios de la Antología de líricos castellanos se están publicando
en edición postuma con el título de Historia de la poesía castellana
en la Edad Media. La de Poetas hispanoamericanos con el
de Historia de la poesía hispanoamericana. Wéasz la bibliografía de
Menéndez y Pelayo publicada por Adolfo Bonilla San Martín.
APÉNDICE
LITERATURA HISPANO-AMERICANA
Ya hemos podido ver que en los países del Nuevo Mundo
fué rápida la iniciación literaria. El Inca Garcilaso.
Juan de Castellanos, Sor juana Inés de la Cruz, nos ofrecieron
las primeras muestras de la literatura española en
América. Los mismos historiadores de Indias son, en
cierto modo, literatos americanos; todo ello prueba evidentemente
que los españoles reputaron desde el primer
momento a aquel país digno del asunto literario, y a los
indígenas, a quienes educaron, capaces de escalar las cumbres
artísticas. Claro que al terminar el siglo xviii es cuando
el desarrollo de la literatura americana toma verdadera
importancia. En estas páginas sólo de una compendiosa
reseña se traía, y, sin embargo, figuran bastantes nombres;
y adviértase que hasta bien avanzada la segunda mitad
del siglo XIX apenas significan sino una brillante prolongación,
en el fondo y en la forma, del alma y de la substancia
española. En poesía Quintana, Arriaza, Nicasio Gallego,
Zorrilla, compartieron con Víctor Hugo la devoción
de que fueron objeto durante esa época. Por esta razón
las noticias que siguen van divididas en dos épocas: una
que podría llamarse de continuación española, otra que es
contemporánea a nosotros y en la cual aparece una clara
«mancipación del modelp español, al menos en el intento.
562 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
El cubano Manuel de Zequeira, muerto en 1846, cultivó
el ge’nero pastoril a lo Mele’ndez Valdés, y pulsó la lira
heroica en poesías como Primer sitio de Zaragoza, Daoiz
y Velarde; mucho más sobresalió José’ María de Heredia,
muerto en 1859, donde sopla la inspiración herreriana: sus
odas La tempestad y El Niágara, sin librarse de retoricismo,
son inspiradas. En 1844 murió Gabriel de la Concepción
Valdés, el mulato Plácido, celebrado en demasía,
aunque digno de mención por representar la poesía popular
en su más ingenua y vulgar manifestación; de lo más
selecto de sus numerosas poesías son El romance Jicotencai
y su Plegaria a Dios, compuesta momentos antes
de su trágica muerte. A su lado, aunque más pulido en la
forma, debe colocarse a José Jacinto Milanés (1865), quien
en sus poesías La fuga de la tórtola, El nido vacio y La
madrugada, recuerda a Zorrilla, por cuya imitación conoció
el romanticismo, gustándolo después en Espronceda,
cuya arrebatada inspiración acabó de perturbar al poeta
cubano, que murió loco. El teatro romántico español le
proporcionó también algunos triunfos dramáticos coma
El Conde AIarcos, El poeta en la corte, etc. (1).
Aún se cita en esta primera época a Ramón de Palma
(1812 a 1860?), romántico de briosa inspiración en el Himno
de guerra del cruzado. Aunque muerto en 1886, todo
el espíritu de Rafael Mendive es de la primera época del siglo
XIX, como lo atestiguan sus poesías La gota de rocío.
La música de las palmas. El romance Yumurí, (2). Juan
Clemente Zenea (1851 a 1871), como poeta elegiaco, es
digno de recuerdo: por ejemplo, en el romance Pidelia, que
parece un eco de Lamartine; en cambio sus odas políticas
las encontramos, hoy al menos, vacías y declamatorias.
(1) Obras deJ.J. Milanés, Nueva York, 1865.
(2) Obras de Rafael M.^ Mendive, con prólogo de M Cañete, 1860»
2.a edición
LITERATURA HISPANO-AMERICANA 563
Más sincero es Joaquín Lorenzo Luaces (muerto en 1867)
en sus cantos semiépicos La Naturaleza, El Trabajo. Sigue
a Quintana y a García Tassara en la amplificación lírica
en estos y otros poemas de tendencia política, como
EJ último día de Babilonia. Varsovia, etc. (1).
En Méjico, merece anotarse entre los iniciadores de la
literatura del siglo xix, a Fray Manuel Martínez de Navarrete
(1768-1809), discípulo deMeléndez Valde’s, aunque en
muchas ocasiones más monótono y frío que el modelo.
Dibz recordarse, sin embargo, su silva La mañana, y alguna
anacreóntica tiene también muy estimable. Sus poesías
amorosas (Cánticos eróticos) tienen todas las apariencias
de puro artificio con su cortejo de Cloris, Filis y
Anardas que indudablemente no encarnaban otra cosa que
vana retórica, entre la cual luce alguna vez un destello de
verdadera poesía. Poeta muy desaliñado fué José Manuel
Sartorio (1746-1829). y deben recordarse aquí los nombres
de Jacobo Villaurrutia y Carlos María de Busíamaníe,
fundadores del primer periódico diario de Nueva España,
titulado el Diario de México (1805).
Generalmente figura en la historia de la literatura española
Manuel Eduardo Gorostiza, puesto que nacido en
Méjico (1789), sus padres eran españoles y en Madrid vivió
mucho tiempo, volviendo a Méjico en 1824. En la Corte
hizo representar casi todas sus piezas dramáticas inspiradas
en Moratín sin alcanzar nunca el buen gusto de su
maestro. Sus mejores obras son Indulgencia para todos.
Las costumbres de antaño. Tal para cual, etc., e interesan
porque ellas son en el teatro la única muestra durante
el primer tercio del siglo xix. Murió en 1851.
Como autor dramático mencionaremos a Fernando Cal-
(1) Poesías de Juan C. Zenea, Nueva York, 1872, prólogo de P¡-
ñelro.
364 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
derón, muerto en 1845, iniciador del romanticismo con sus
obras Ana Bolena, Hernán o la Vuelta del Cruzado. A su
contemporáneo Ignacio Rodríguez Galván (1816-42) se le
recuerda por su Profecía de Guatimoc (1838). Representa
la tradición clásica un estimabilísimo poeta, José Joaquín
Pesado (1801-1861) que imita a Fray Luis de León en su traducción
del Cantar de los Cantares, y a Garciiaso en algunos
de sus sonetos (1). Cítase también, en la misma tendencia,
a Manuel Carpió, (muerto en 1860), el cual compuso
excelentes poemas de asunto bíblico (2).
Es indio de pura raza Ignacio Altamirano (1834-1893).
poeta y orador notable. Recuérdense sus composiciones
Los naranjos, AI Atoyac, Plegaria en la montaña, todas
ellas típicas y ajustada expresión del sensual ambiente indiano.
Dramaturgo y lírico fué José Rosas Moreno, de tono
sentimental; y representan la poesía erótica Luis Gonzaga
Ortiz y Manuel M. Flores; este último, excelente poeta en
quien se reflejan Víctor Hugo y Heine (3). Teniendo menos
inspiración fué más famoso por la trágica manera de poner
fin a su vida Manuel Acuña (1849-65), discípulo de Zorrilla
y de Espronceda, quien nos dejó, en su Nocturno a Rosario,
una poesía palpitante de sinceridad y sentimiento.
Figura en la «Biblioteca Poética», París, 1894.
Poetas narrativos hen sido el general Riva Palacio y
Juan de Dios Peza (1852-1910), autor de romances y tradiciones
y de algunas bellas poesías, entre las que sobresalen
las que figuran bajo el título de Hogar ypatria, También
compuso Romances históricos mexicanos, José Peón
(1) Poesías de J. I. Pesado, México, 1886, 3.a edición.
(2) Poesías de D. Manuel Carpió, París, 1877, 4.a edición.
(3) Véanse estos poetas aparte la Antología de poetas hispano
americanos, en la titulada Poesías líricas mejicanas, coleccionadas
por Olavarría, tomo VL de la «Biblioteca Universal» y en la Antología
Americana de la misma Biblioteca. Barcelona, 1897.
LITERATURA HISPANO-AMERICANA 565
Contreras; pero se recuerdan más sus dramas, al estilo de
Echegaray, La hija del Qey, Un amor de Hernán Cortés,
Gil González de Avila, Impulsos del corazón, etc. (1).
Méjico dio también un gran número de eruditos como el
obispo Munquía; el gran crííico de Fray Luis de León Alejandro
Arango (1821-1885), poeta, además, estimable; es
prosista digno de mención José M. Roa Barcena por sus
Leyendas mexicanas; y erudito de primera magnitud Joaquín
García Icazbalceta (1825-1894), a quien se debe Colección
de documentos para la historia de México, Bibliografía
mexicana del siglo xvi, la reimpresión de Coloquios
espirituales de González de Eslava, etc.
En América Central es uno de los primeros poetas el
giiaícmalíeco José Baíres y Montúfar (1809-1844) festivo y
donairoso en sus Tradiciones de Guatemala. También fué
poeta satírico y burlesco su compatriota Antonio José de
írisarri, más conocido por su erudición filológica. Pero
para encontrar las grandes figuras literarias americanas
de la primera mitad del siglo xix hemos de ir a la América
Meridional donde surge el exclarecido ingenio del venezolano
Andrés Bello (1781-1865). Se distinguió entre todos
los de su patria y aun de los que por entonces hablaron la
lengua de Cervantes, por la corrección y arte exquisito de
que siempre hizo gala el regenerador de la lengua castellana
en la América del Sur. La gloria de Bello no se ciñe a
un determinado género literario; polígrafo ilustre, fué capaz
de crear la más completa poesía en alguno de sus versos,
y logró enseñar a sus contemporáneos el arte de bien
hablar con sus concienzudos libros, en los que deshizo
mil errores referentes a nuestra literatura, que habían dado
1) Poesías escogidas de Juan de Dios Peza, Barcelona, 1900. Romances
históricos, etc. de José Peón, un tomo de la «Biblioteca Poética
», Garnier, París.
366 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
por buenos aun críticos meriíísimos de nuestra historia
Considerado Bello como poeta, puede figurar por uno
de los más correctos, en la literatura española, que gracias
a él puede gloriarse de haber producido en pleno siglo xix,
y en América una obra que respira el puro oxígeno de los
campos cuyas bellezas canta. Nos referimos a la celebrada
Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida, imitación quizá
la más perfecta y cuidadosa de las Geórgicas de Virgilio,
en lo que al espíritu poético se refiere, y obra, en verdad,
de mérito aunque para un lector europeo sea de difícil inteligencia,
por la abundancia de nombres de plantas, frutos
y árboles tropicales, en su mayor parte desconocidos
en nuestros climas. Otras varias composiciones de Bello
merecen recuerdo, siquiera no puedan sufrir comparación
con la que colocó a su autor entre los primeros poetas que
sintieron la Naturaleza y le dedicaron sus cantos descriptivos,
espíritu, educado en los clásicos, bien entendidos
por él, tenía la grandeza y serenidad que faltó a otros. A
Horacio se propone como modelo en muchas ocasiones:
A la nave, poesía que Lope de Vega hizo tan bella y popular
en España, el venezolano la arraigó en América, tomando
más del español que del latino. Conocedor de lo bueno
de los poetas modernos, estudió a Víctor Hugo, sin caer
en la fanática adoración con que tantos americanos han
mirado al poeta francés. Por Bello fueron traducidas
algunas composiciones de Hugo; v. gr.: la Oración por
Aun traduciendo, fué Andrés Bello verdadero artista;
hay en toda esta poesía una templanza, una paz que no
tiene en el original, y que cuadra muy bien al espíritu del
poema. Supo siempre poner el traductor no poco de su
alma en las numerosas traslaciones que hizo, dándose el
caso de que, por faltarle a él verdadero numen poético, inventiva,
es más poeta cuando traduce que cuando es oriLITERATURA
HISPANO-AMERICANA 567
ginal. Puede ser demostración suficiente de lo que decimos,
la perfectísima versión del Orlando enamorado.
Como crítico y filólogo, su gloria es grande y merecida.
Ahí están su Gramática castellana, destinada al uso de
los americanos, sus Principios de Ortología y Métrica.
que le hacen meritísimo en los estudios que cultivó con
tanta sagacidad como el primero de los filólogos modernos
(1).
También venezolano es José Antonio Martín (1804-1874)
romántico de gran inspiración en alguna poesía como en
el Canto fúnebre a la muerte de su mujer Doña Luisa Antonia
de Sosa. Recuerda Martín la Epístola moral en sus
composiciones El hogar campestre y en Orillas del rio
Choroní. Famoso fué en sus días Abigail Lozano (1821-
1866), exuberante en la forma y algo exagerado en el fondo;
mal discípulo de Zorrilla, tiene todos los defectos de
éste y acierta pocas veces en sus méritos, y lo peor fué que
Lozano creó escuela y las declamaciones que él había dedicado
a Napoleón, a Bolívar, etc., tuvieron eco en sinnúmero
de imitadores. Mucho más poeta fué Fermín Toro
(1807-1875), no por su poesía A la zona tórrida, que no
sufre comparación con la de Bello, sino por otras como A
la ninfa del Anauco, especie de oriental y de poesía pastoril
en muy feliz consorcio. Quintana, Cienfuegos y otros
alfíerinos españoles le dieron alientos para algunas composiciones
heroicas como el Canto a la conquista. Venezolano
también es Cecilio Acosta (1819-1881), poeta y prosista
muy famoso. Aún es hoy alabada y corriente aquella
plácida y patriarcal composición titulada La casita blanca;
sus estrofas horacianas, si no son at)sol uta mente perfec-
(1) Véanse Obras completas de D. Andrés Bello, bajo la dirección
del Conseio de Instrucción pública.— Santiago de Chile.— 13 tomos, y
también en la CaJeccíón de Escritores Castellanos, Madrid.—En el
lomo III, Paesías.
568 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
las en la forma, pues el verso nunca fué dominado por él
en la medida ert que trabajó la prosa, tienen, no obstante,
un dulce y reposado encanto que las hace sugestivas.
Muy conocidos son en España José Antonio Gaicano y
Julio Gaicano. El primero publicó buen número de trabajos
en la «Ilustración Española y Americana», y entre la
colección de sus Obras poéticas (1) las hay tan bellas
como Los dos leños y alguna recuerda las doloras de
Gampoamor, sin tener la ligereza y finura del poeta español.
De inspiración mística son otras como La siega, y en
exceso sentimental y tétrica tiene varias como No me
hables de la vida. El Ciprés, verdadera becqueriana, etc.
Julio Gaicano, nacido en 1840, tiene sonetos admirables
como aquel descriptivo La muerte de la res, o aquellos
otros, En el cementerio, En el Chimborazo, dedicado a
Bolívar. Muestra de sus estudios filológicos es su libro
El castellano en Venezuela.
Gríticos e historiadores han sido José María Rojas y
Arístides Rojas a cuya solicitud se deben la Biblioteca de
Escritores venezolanos contemporáneos; Los orígenes
de la revolución venezolana. Leyendas históricas de Venezuela,
etc., ele.
Poeta de altos vuelos fué Juan Pérez Bonalde, muerto en
1895 y el más egregio representante en Venezuela del misticismo
semicristiano; pues gustó en gran modo de la
poesía de liein,e, que como ninguno en América supo
apreciar en su verdadero valor. Poemas qus recordarán
siempre a Pérez Bonalde son Canto a la primavera, de
íinle pesimista; la Vuelta a la patria, A un ave y aquella
titulada Al volver, que recuerda a Bécquer sin desdecir del
modelo. Tradujo el Libro de los cantos del poeta alemán.
Greada la República dé Golombia en 27 de Diciembre de
(1) «Biblioteca Poética», Garnier, París.
LITERATUHA HISPANO-AMERICANA 369
1819, se forma un grupo de escritores capitaneados por el
erudito D. Francisco José de Caldas, descollando entre todos
José Manuel Resírepo, autor de la Historia de la revolución
de la República de Colombia; pero el primer gran
poeta no surge sino con José Joaquín Oríiz (1814-1892), a
quien, si en virtud de las nuevas tendencias artísticas se le
puede considerar como anticuado, habrá que reconocer
siempre como uno de los propulsores de la literatura colombiana,
después de los días en que se logró la emancipación
colonial. En efecto; la labor de Oríiz fué fecunda en la
cátedra y en el periodismo; mas a nosotros interesa principalmente
como poeta, y desde tal punto de vista es uno
de los mejores quintanescos que ha producido América,
con la advertencia de que en muchos de los vates del
Nuevo Mundo ese hervor y altisonancia fué ejercicio retórico,
y en Ortiz respondía a su temperamento lírico, hermano
del de Quintana, y más aún del de García Tassara,
Heredia, García de Quevedo y otros, que acaso bebieron
en las mismas fuentes. Tiene Ortiz un canto. Los colonos,
que es en verdad una de las más finas joyas de la poesía
americana. La bandera colombiana, Boyacá, etc., son
también bellas obras con las cuales se salva el nombre de
un poeta, aunque un análisis detenido reproche allí alguna
verbosidad y artificio declamatorio. Entre los poetas patrióticos
americanos ninguno, o pocos, han sabido tan
noblemente unir el orgullo de su independencia al respeto
y amor a la España civilizadora como Ortiz, en su poema
Colombia y España (1882) (1). Vuelve a levantarse la
musa del vate en su canto Al Tequendama, que con ser
bello no puede sufrir comparación con el magnífico de
Heredia AI Niágara.
(1) Véanse Poesías de José Joaquín Ortiz, edición incompleta hectia
en Bogotá en 1880. Claro es que este poema no figura en la edición
citada,
24
570 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
Colombiano también es José Ensebio Caro (1817-1855),
Se imprimieron sus poesías en la «Colección de escritores
castellanos» (1), y ellas revelan que no fué el poeta americano
de palabra fluida al estilo de nuestros líricos del pasado
siglo; se lo impedía su carácter adecuado a la inspiración
severa, y su excesivo amor a la corrección y a la
lima. Por esto sólo, Caro, con Bello y Baralt, son excepción
en el gusto americano. Peca, sí, de obscuro, extraño
y vehemente; pero iodo en él acusa un temperamento de
artista en la más alta expresión. Nadie con tan elevada
musa cantó la libertad.
Respecto a la manera rítmica de Caro, diremos que fué
intento del poeta robustecer y amplificar a su modo la métrica
castellana, y no pocas veces lo logró; y si pareció
que no había de tener imitadores en ese afán, por oíros caminos
la métrica castellana ha sufrido honda transformación,
y a ello no son los americanos los que menos han
contribuido. Lo que Caro intentaba era grande empresa, y
la arrostró no pocas veces; mas no obstante esos defectos,
a que le llevaba su afán reformista, posee Caro brillantes
cualidades de poeta lírico: genio, calor, entusiasmo
y fuerza de inspiración, nublada alguna vez por un tinte
declamatorio: v. g., su oda La Libertad y el socialismo.
Rafael María Baralt (1810 a 1869), aunque venezolano,
vivió en España y fué académico de la Española. Como
poeta merece recuerdo su oda a Colón y en todas sus
poesías se apartó del romanticismo, aún en las que fué
menos preceptista como en su poema El último día del
mundo. Su gloria es más merecida, sin embargo, como
prosista en la Historia de Venezuela. No es para olvidado
su Diccionario de galicismos, obra, si no definitiva, sí
muy perfecta.
(1) Volumen 25 de la «Colección», prólogo de Fernández Madrid y
de J. J. Ortiz, 1885.
LITERAUUHA HISPANO-AMERICANA 571
Contemporáneo de éstos fué Julio Arboleda (murió en
1861) que desempeñó brillante papel en las luchas políticas
de su patria. De sus poesías líricas las hay bellas, pero su
asunto, político las más de las veces, no las hace hoy tan
interesantes como debieron ser en los días en que se compusieron
las tituladas: Escenas democráticas, Estoy en la
cárcel y AI Congreso granadino. Otras, como Te quiero.
Después de siete años, A Beatriz, etc., suelen referirse a
asuntos familiares: algunas hay escritas en momentos decisivos
para Arboleda, y en ellas se refleja una especie de
presentimiento respecto al triste fin del poeta.
Según nos informa Miguel A. Caro (1), Arboleda concibió
la ilusión de componer un poema sobre asunto americano,
y para ello registró las crónicas, tomando del ilustre
Juan de Castellanos la leyenda histórica de los hermanos
Gonzalo y Alvaro Oyon, para su poema Gonzalo. Grandes
bellezas tiene toda la obra poética de Arboleda: bellezas
de sentimiento, descriptivas y de ejecución.
Bien merece ser citado aquí el dulcísimo Gregorio Gutiérrez
González (1826-1872), bucólico en el más grato y
moderno significado de la palabra. Es el cantor de la vida
campesina colombiana, y por dar tipo y sabor americano
a sus obras, escogió asuntos al parecer tan poco poéticos
como aquel sobre el cultivo del maíz en Antioquía (Colombia),
escrito en dialecto, y el cual, sin embargo, es
poema de los más bellos y americanos, con ventaja en
este último punto sobre los del gran Echevarría o el ilustre
Bello en su Silva a la agricultura, pero no en el de la belleza.
Sus poesías líricas ¿Por qué no canto?, Aures, A
Julia, etc., revelan ¿ierta facilidad para la versificación y
una musa plañidera alimentada por las desgracias de que
fué víctima Gutiérrez González.
(1) Poesías de Julio Arboleda, por M. A. Caro, París, Garnier 1890
«Biblioteca Poética».
572 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
José María Vergara (1831-1872), fué poeta estimable en
su libro Versos en borrador, pero más famoso aún por
ser su Historia de la literatura en Nueva Granada, trabajo
que tuvo gran influencia en Colombia. Poeta festivo de
gran celebridad en sus días fué Ricardo Carrasquilla (1827-
1890) del cual se conserva la colección titulada Coplas;
contemporáneo suyo fué el autor de primorosos artículos
de costumbres José Manuel Marroquín.
Pero la figura ilustre de la notable literatura colombiana
es Miguel Antonio Caro, nacido en Bogotá en 1843, hijo
del ya citado José Eusebio. De él habla el Sr. Valera (1) extensamente,
y D. Marcelino Menéndez y Pelayo ha hecho
el más cumplido elogio (2). Lo más conocido para nosotros
es la magnífica traducción que de la Eneida hizo el
ilustre americano; es trabajo para acreditarle de excelente
artista y gran versificador. Pero su alma se revela mejor
en las poesías originales: una de las buenas es La vuelta a
Ja patria, donde se celebran los encantos de la verdadera
patria, que está más allá de la muerte; se pinta con naturalidad
verdaderamente artística la patria terrenal, morada de
nuestros antepasados, tierra bendita donde está el hogar
nativo. Todo esto sentido y expresado bella, plácidamente
y con justeza de frase y de metro. La flecha de oro es otro
bello poema, especie de balada con su tono simbólico y
Otras poesías muy notables son A la gloria y A la estatua
del Libertador (ñolívar). «El que ha escrito esta oda,
tan profundamente elegiaca, pensada y sentida con tanta
elevación y tan noble tristeza, tan original en el pensamiento
y tan desviada de iodo resabio de declamación pa-
(1) Cartas americanas, páginas 142 y siguientes,
(2) Horacio en España, tomo II, página 280. «Colección de Escritores
Castellanos> y Estudio crítico sobre los traductores de la Eneidad.
«Biblioteca Clásica», tomos IX y X; Sucesores de Hernando,
LITERATURA HISPANO-AMERICANA 575
Irióíica, y versificada con íanía amplitud y lanío número,
dice Menéndez y Pelayo, bien puede contarse entre los primeros
líricos castellanos. Añadiremos que sus Sonetos
son también dignos de elogio.
y aún en esta fecunda tierra colombiana hay una figura
que no desmerece en perfección de la anterior y le gana en
fecundidad: Rafael Pombo, muerto en 1912. Espíritu dúctil,
lo mismo cultivó la poesía ligera que la sentimental y filosófica.
En la colección de sus obras (1) descuellan la poesía
A José Eusebio Caro, contemplando su retrato, y En
el Niágara, donde es gran poeta sin que el recuerdo de
lieredia, la perjudiquen en nada. Preludio de Primavera
es un encanto de vida, y Edda un bello poema fragmentario
en el cual nos pinta los anhelos de una mujer apasionada
que el poeta forja y que por algún tiempo se creyó era
realmente una mujer esa Edda, que no fué sino seudónimo.
El contemporáneo Diego Fallón es, entre los colombianos,
uno de los más notables poetas. Su tema de inspiración
le lleva siempre a la contemplación semi-mística y su
ánimo sereno se espacia a su placer en los encantos de la
Naturaleza, de donde se levanta en alas de una filosofía
optimista y espiritual. De sus poesías más notables es el
canto a La luna, eminentemente descriptivo y con matices
de muy entonada reflexión moral honda y bien sentida.
Otro poema, Las rocas de Suesca, pinta un paisaje pétreo
cuya muda y hosca grandeza llega a impresionar al lector,
trasportado a lugar tan alejado de los hombres, donde
nada humano habla, ni cosa de los moríales se entiende.
Las piedras gigantescas se animan y cuentan una vida
1) Debo la edición oficial de las Poesías de Rafael Pombo y de
los de Miguel A. Caro al Excmo. Sr. D. Antonio Gómez Restrepo. literato
ilustre y Ministro de aquella República, cuyo Congreso-Nacional
acordó esas ediciones oficiales bajo la dirección de la Academia Colombiana,
la cual comisionó para ello al Sr. Gómez Restrepo.
574 LENGUA Y LITERATURA ESPAÑOLAS
geológica que llega a interesar como si se tratara de extraños
y fantásticos seres racionales (1).
Novelista muy celebrado fué Jorge Isaacs (1857 a 1895).
En su novela María la crítica americana encontró tales
primores que se ha dicho es ella «gloria purísima de la literatura,
imposible de ser superada por creación alguna
análoga de otro autor.» Sin embargo, el mismo modelo de
Isaacs, que fué sin duda Pablo y Virginia, es, dentro del
género algo inexplicable hoy, bastante más perfecto que
María. Otras obras del novelista colombiano son Saulo,
Camilo, etc.; pero nunca se levanta a la altura conseguida
en aquella (2).
Nombre americano que no debe omitirse en la didáctica
moderna es el de Rufino José de Cuervo (1844-1911),
colombiano, cuyo Diccionario de construcción y régimen
de la lengua castellana y aquellos otros trabajos Apuntaciones
sobre el lenguaje bogotano o Disquisiciones sobre
filología castellana, están seriamente cimentados en la
ciencia lingüística moderna.
En la República del Ecuador, es la figura más saliente
José Joaquín Olmedo (1780 a 1847), sólo comparable en
América con Bello y con Heredia.
Fueron los comienzos del siglo xix pródigos en poetas
«sociales>, cantores de las grandes conmociones que sufrían
los pueblos en virtud de la transformación general;
los poetas de la revolución francesa. Quintana en España;
los italianos desde Alfieri a Manzoni; los cantores patrióticos
alemanes, y, por último. Olmedo en América, corresponden
a esa pléyade de Tirteos y Píndaros, que muchas
veces, desconociendo a Píndaro y a Tirteo, logran apode-
(1) Poesías de Diego Fallón, un tomo, con prólogo de D. Miguel A.
(2) María, novela de… prólogo de D. José María de Pereda, un tomo.
LITERATURA HISPANO-AMERICANA 575
rarse de su espíritu, porque a menudo los poetas más alejados
cronológicamente, son lo que más coinciden cuando
el ambiente social es favorable para ello.
Acaso con lo dicho fuera suficiente para darse cuenta de
de lo que Olmedo significa. Tomó el papel de cantor de
Bolívar en los días mismos en que las victorias de junín y
Ayacucho coronaban los deseos de independencia, y le fué
fácil desempeñar el oficio de poeta nacional, dándose el
caso de que un erudito, pindárico de gabinete, pudiera ser
la más vibrante expresión de una aspiración colectiva. Con
estas condiciones pudo ser el épico americano; pero por
vivir en los días mismos de las hazañas que alentaban su
musa, hubo de resignarse a ser un lírico, el eco de la lírica
heroica sudamericana, más retórico de lo que hacía al
caso, y admitiendo mucha hipérbole épica en sus obras,
que el mismo Bolívar, cojí su excelente sentido de la
realidad, encontró peligrosa y algo cómica. Los grandes
poemas de Olmedo son: La victoria dejunin, Al General
Flores, vencedor en Miñarica y la bellísima Elegía a la
muerte de María Antonia de Borbón (1).
Entre los escritores didácticos ecuatorianos no puede
olvidarse a Fray Vicente Solano (1790-1865), verdadero
polígrafo; pero sobre todos merece mención Juan Moníalvo
(1858-1889), escritor político, autor de las Catilinarias, El
Cosmopolita y El espectador (2)
En el Perú brilló por los años de 1828 a 1868 Felipe Pardo
y Aliaga. Fué estimable autor dramático en dos o tres
comedias donde demostró un seguro instinto teatral y
(1) Estas poesías pueden leerse en el tomo III de la «Antología de
poetas h¡spano-amcricanos>, y en Poesías de J. J. de Olmedo, edición
de la «Biblioteca poética», un tomo en 8.»
(2) Léase el hermoso estudio que le dedica José Enrique Rodó, en
Cinco Ensayos, Madrid, «Biblioteca Andrés Bello».
576 LENGUA Y UTERATURA ESPAÑOLAS
buenas dotes de psicólogo y observador, por ejemplo:
Frutos de la educación (comedia en tres actos, 1829) y
Una huérfana en Chorrillos (comedia en cinco actos,
1833). Mas donde logró una popularidad extraordinaria fué
como poeta satírico. Nadie como él, en el Perú, es tan cultamente
jocoso; su alma fina y aristocrática se revolvió
contra la libertad política de su país en las burlas de la
Constitución política peruana y de la soberanía popular.
Mejores, sin embargo, que sus sátiras son las ligeras letrillas,
como Mi levita. El Ministro y el aspirante o Bl
doctor en sus días. Pardo confiesa que imitó a los franceses,
pero a la vista está que siguió también en sus
cuadros de costumbres a Larra (1). No desmereció su hermano
José Pardo (1820-1873), también poeta festivo; pero
el único capaz de igualarse a Felipe Pardo es Manuel Ascensio
Segura (1805-1871), quien demostró verdadera intención
cómica en obras como El sargento Canuto, representada
en 1839, y en Ña Catita (1856), saínetes de tradición
española.
A Clemente Alíhaus (1835-1881), le caracteriza una gran
desorientación entre el clasicismo, que con gran empeño se
propuso, y el romanticismo que era esencia de su espíritu.
Recuérdase su Epístola de Safo a Faón, la más acabada
de sus producciones y el Ultimo canto de Safo que refleja
muy claramente a Leopardi. Imitador de Zorrilla es Manuel
Nicolás Corpancho (1830-1863), tanto en su poema Magallanes
como en sus dramas El poeta cruzado y El Templario.
Lírico digno de aprecio fué Carlos Augusto Salaberry
(1831-1890), del cual, descartando mucha parte
inadmisible de su producción, puede salvarse alguna de
las poesías contenidas en Cartas a un ángel.
Pedro Paz-Soldán (1839-1894), que firmó muchas veces
con el seudónimo de Juan de Arona, fué un romántico pe-
(1) Poesías y Escritos en prosa —París, Chaix, 1869.
LITERATURA HISPANO-AMERICANA 577
simisía, de acriíud extraña derrochada en Bl Chispazo,
periódico satírico, donde se gozaba en deshacer las reputaciones
de su época. Fué muy fecundo como poeta original,
y tradujo con acierto a Lucrecio y a Virgilio.
Uno de los prestigios más cimentados en el Perú fué
Ricardo Palma, nacido en 1855 y muerto poco hace, autor
de Tradiciones peruanas, donde aparece como un gran
cuentista de base histórica o tradicional, altura a que ya
no llega en otras obras. Sin embargo, tiene poesías estimables
en las colecciones tituladas Armonías {\%6b), Pasionarias
(1870), etc. (1).
El florecimiento literario en Chile, fué debido a la influencia
del español José Joaquín de Mora y del venezolano
Andrés Bello, y pronto surgen algunos nombres como
el de Mercedes Marín del Solar (1810-1866), de escasa inspiración
poética; el de Salvador Sanfuentes (1817-1860), romántico
y desequilibrado; Eusebio Lillo; y entre los contemporáneos
Eduardo de la Barra, poeta y erudito en la
historia de la literatura española de la Edad Media. Merecen
citarse sus Qimas ctiilenas.
Para la erudición ha sido tierra fecunda esta nación
americana; pues desde José Victorino Lastarría y Miguel
Luis de Amunátegui (muertos en 1888), sin olvidar a Benjamín
Vicuña Mackenna (1851-1886), hasta los contemporáneos
Diego Barros Arana, autor de la Hisforia general
de Ctiile, y José Toribio Medina, historiador de la literatura
colonial y editor de La Araucana, hay un sinnúmero
de eruditos, filólogos y gramáticos.
En la República Argentina, como en todas las americanas,
el desarrollo literario, con independencia de la Metrópoli
en los asuntos, empieza en los días de la emancipa-
(1) Tradiciones peruanas, A \omos, Barcelona, 1893-96
578 LENGUA y LITERATURA ESPAÑOLAS
pación; aunque bien entendido que los moíivos de los cantores
del Nuevo Mundo serán de oposición a España, pero
los moldes del pensamiento y la entonación son españoles:
Quintana, Ruiz Aguilera, Espronceda, Zorrilla, Bécquer,
en la primera mitad del siglo xix, y después estos
mismos modelos y los que lo eran entre nosotros: Hugo,
Byrón, Leopardi, Manzoni, etc. Figuran como de los más
antiguos poetas argentinos Vicente López Planes (1784 a
1856) y Esteban Luca (1786 a 1824), cantores de la libertad
al uso de las circunstancias; pero vale más que ellos Juan
Cruz Várela (1794 a 1859), traductor de Virgilio e imitador
de Horacio y Ovidio. Recuerdo de sus lecturas clásicas es
la tragedia Dido, mas en sus poesías líricas es donde logra
fortuna, recordando siempre a Quintana, Cienfuegos
o Lista aun en los asuntos, v. gr.: A la Libertad déla
Prensa, A la Beneficencia, A la Industria. Bello elogió
mucho el poema titulado Triunfo de Itugainzó. Más poeta
fué Esteban Echeverría (1805-1851) firmemente romántico
y movido siempre por crear una lengua argentina, cuyo
tronco estuviera en c! castellano, para que fuese el idioma
independiente de la nueva nación libre. No fué en el intento
afortunado, pero sí fué su éxito feliz en saber apropiarse
el alma de los románticos franceses. En 1857 publicó
las Rimas donde hay bellos poemas, como La cautiva,
acierto grande de Echeverría, porque allí todo es adecuado:
ambiente, asunto, arte descriptivo, ya que pueda advertirse
a veces el recuerdo de Sainí-Pierre y de Chateaubriand.
Otras obras coleccionadas en Los Consuelos
(1854) y el poema El ángel caído, valen bastante
menos (1).
José Mármol (1818 a 1881) cultivó la novela y la poesía:
ardientes apostrofes lanzó contra el tirano en la oda A ¡?o-
(1) Obras completas de Echeverría, Buenos Aires, 1874, cinco tomos,
prólogo de Juan María Gutiérrez.
sas, el 25 de Mayo de 1843. Decaída es su inspiración en
el poema Cristóbal Colón y eco de Zorrilla en El Peregrínot
donde hay algún fragmento como Los trópicos,
verdaderamente interesante. Juan María Gutiérrez (1809-
1878), es poeta y erudito, habiendo dejado una excelente
muestra de su buen gusto literario en América poética,
especie de cancionero publicado en 1846. Sus propias poesías
tienden al clasicismo, pero hay más sentimiento en
las composiciones de menos trascendencia, como Los
amores del Payador. De sus estudios eruditos merecen
anotarse aquí los biografíeos y críticos sobre algunos
poetas sudamericanos, anteriores al siglo xix, publicado
en Buenos Aires en 1865.
Gran poeta fué Víctor Olegario Andrade (1838-1882),
que mereció del Gobierno argentino la publicación oficial
de sus obras en Buenos Aires, en 1887. Es Andrade, aunque
exuberante en demasía y prendado de la pompa retórica,
bastante sincero al cantar los ideales del progreso y
de la libertad. Pruébase esto en su poema filosófico Atlántida,
donde hay una tierna ofrenda de amor a la historia
de España. Más rotundo fué en su poema Prometeo, y un
americano no olvidará el canto titulado El nido de cóndores,
fervoroso encomio del general San Martín.
Uno de los argentinos que más han influido en la cultura
literaria de su país es Calixto Oyuela, quien, sin duda,
es de los más castizos escritores en lengua española:
véanse sus Estudios literarios (1889). Como poeta revela
un claro conocimiento de las literaturas griega y latina, lo
cual da a sus Cantos (1891) un cierto empaque y una serenidad
que le aparta de la facundia y aun verbosidad tan
perjudiciales a la mayoría de los poetas americanos.
Con afanes de crear un americanismo literario, como ya
lo intentara Echeverría, se nos presenta Rafael Obligado
en su libro Poesías (1885), donde hay un bellísimo romance
de gusto popular y campesino titulado La flor del sel
bo. Cultivó el madrigal y es muy lindo el que empieza.
A bañarse en la gota de rocío…
Recuérdanse las décimas de El vértigo de Núñez de
Arce en las de Obligado, autor del Himno del Payador.
En el Uruguay el primer poeta que merece anotarse es
Francisco Acuña de Figueroa (1797-1862), a quien se ha
comparado con Bretón de los Herreros por la lozanía de
su musa festiva, pero no hay que olvidar que entre la multitud
de las obras de Acuña pocas se libran de un prosaismo
vulgar; sin embargo, destacarán siempre sus epigramas,
entre los cuales los hay lozanos y quevedescos:
Obras completas. Montevideo, 1890.
Al Uruguay corresponde la gloria de haber producido
hasta la fecha el más excelente poema épico, de los muchos
llevados a término por los poetas hispano-americanos.
Se titula Tabaré (1888) y puede considerarse como el
poema de una raza expresado por medio de una acción intensa
y conmovedora, en la cual gallardamente se han fundido
los elementos subjetivos y épicos, buscando la expresión
en formas vibrantes y cálidas (1). Su autor es Juan
Zorrilla San Martín, contemporáneo, al cual parece que,
aparte algún libro como ¡Resonancias del camino, colección
de artículos, se ha de juzgar ya como poeta que ha
dado su producción.
Acaba de morir José Enrique Rodó, nacido en 1872,
quien acredita su nombre con libros como Ariei, guía de
la juventud, del cual son numerosas las ediciones en toda
América, Motivos de Proteo, etc.
(1) Tabaré: Montevideo, volumen de 300 páginas con retrato de!
LITERATURA HISPANO-AMERICANA 581
II
En la literatura hispano americana hay que distinguir
claramente los autores hasta aquí citados, de los que
ahora hemos de mencionar. Representan éstos una renovación
tan manifiesta, que para muchos críticos son ya la
emancipación definitiva de la literatura española. No es
lugar de discutir aquí tal afirmación; baste dejar sentado
que mientras un idioma no llega a romperse esencialmente
no cabe diferencia esencial entre las ramas que viven de un
mismo tronco. La separación de la lengua española y la
americana, no es más que una bifurcación. No im.porta que
los americanos deban su alma a los poetas extranjeros,
tampoco los españoles dábamos por entonces nada original,
si no era en la novela, y la renovación, por tanto, se
imponía.
De los precursores fué, en Cuba, Julián del Casal (1863-
1893), que en sus poesías coleccionadas con los títulos de
Hojas al viento. Nieve, Bustos y rimas representa la
nueva tendencia métrica (1).
y ahora, para dar una idea lo más completa de esta renovación,
contra lo que ha sido mi propósito, he de hablar
hasta de algunos autores que aún viven, pero téngase en
cuenta que sin hablar de ellos (como de los ya consagrados)
no podría explicarse la influencia de Rubén Darío,
cuyo nombre puede finalizar hoy una noticia de la literatura
(1) Tomo XV de la «Biblioteca de Andrés Bello». Madrid, Editorial
América.
Manuel Gutiérrez Nájera (muerto en 1895) es un mejicano
discípulo de Musseí, sin olvidar las rimas de Bécquer. De
sus mejores composiciones es la titulada Serenata de
Schuberty como recuerdo del modelo francés la titulada
La Duquesa del Duque Job (1).
También Salvador Díaz Mirón es parnasiano, en el cual
los empeños por hallar una metrificación inusitada le hacen
esclavo de la intensidad rítmica, déla técnica, a las cuales
todo sacrifica. Fué un admirador entusiasta de Víctor
Hugo, a quien dedica un poema contenido en su colección
titulada Poesías. Otra lleva el título de Lascas (2), donde
es ya verdadero reformador.
El renovador en Colombia es José Asunción Silva (1865-
1896), autor del famosísimo Nocturno, una de las más
hondas elegías que se han escrito en lengua española.
Gustó Silva de los metros más olvidados de nuestra poética;
el dodecasílabo logró en él armonías hasta entonces
despreciadas entre sus paisanos los poetas de Colombia,
y solo o casi solamente cultivadas en España por Zorrilla,
después de los tiempos de Juan de Mena, o de los caprichos
de Mosen Juan de Villalpando que ya en el siglo xv
hizo sonetos con metro de doce sílabas, así como en el
siglo XVII los hizo en metro alejandrino Pedro de Espinosa.
Eí ejemplo estaba dado; las formas usuales caían en un
olvido que por lo sistemático era lamentable. Leconte de
Lisie, Banville, Sully Prudhomme, Heredia, los simbolistas,
fueron desde entonces los ídolos de los poetas. El
afán de lo nuevo, de lo original, dio a Colombia multitud
de extraños engendros, que hubieran llenado de asombro
(1) Cuentos color de humo y Cuentos frágiles, tomo XXXII de la
«Biblioteca Andrés Bello», Madrid.
l2) Tomo XXVI de la «Biblioteca Andrés Bello», Madrid. Editorial-
América.
a los antiguos vates, Caro, Julio, Arboleda, Guíie’rrez,
etcétera.
Argentino es Leopoldo Díaz, enamorado de la musa
helénica, no cual la entendieron nuestros poetas del siglo
XVI, sino al estilo de Andrés Chenier o de Leopardi. Rufino
Blanco Fombona ha hecho un estudio crítico sobre Leopoldo
Díaz muy interesante, y en él marca con acierto y
puntualiza los modelos franceses a quienes sigue el americano,
especialmente a Baudelaire. Los conquistadores,
se titula un poema épico de Leopoldo Díaz, y es un bello
panorama por donde desfilan varios héroes en el breve
espacio del soneto.
También argentino es Leopoldo Lugones, nacido en 1869^
verdadero simbolista según la pauta de Mallarmé. Los
crepúsculos del jardín contienen bellísimos sonetos, y
como poemas épicos cítanse Las montañas del oro y Gesta
Por este tiempo, todos los grandes poetas representan
en América aires de modernismo, según los parnasianos
y simbolistas franceses. Pero la figura admirable aparecía,
y apenas acaban muchos de ellos de saludar al maestro
Rubén Darío, cuando le siguen en tropel y se produce en la
literatura el mismo fenómeno que en los días de la imitación
de Bécquer o de Zorrilla.
Todos son modernistas, parnasianos o lielenistas; pocos,
sin embargo, los que salvarán su nombre aparte los
ya citados. José Santos Chocano, que en el Perú había repetido
los últimos ecos románticos, se hace discípulo de
Rubén y publica, descartando buen número de poesías juveniles,
su libro Fiat lux (1908). Más consagrado Eugenio
Díaz Romero, argentino, es por su espíritu y por su métrica
verdadero modernista; en él la influencia de Rubén Darío
es notoria, y en cuerpo y alma pertenece a los parnasianos,
que tan difíciles de juzgar son hoy enfrente de las mil
opiniones contrarias que suscitan sus procedimientos y
sus artificios. Díaz Romero, a pesar de todo, tiene la buena
cualidad de ser fácilmente inteligible, y sus osadías son
perdonables, porque no le falta inspiración. Tienden todos
estos poetas a un epicismo; que está de moda en América
la manera épica. Rubén Darío, maestro de casi todos,
Chocano, Leopoldo Díaz y éste que ahora nos ocupa, con
ciento más, son poetas con tendencia heroica; mas a falta
de otra materia épica, adoptan un modo transcendental y
simbólico, que suele dar por resultado una afectación singular.
Después de todo, ni la lírica ni la épica se pueden
inventar a capricho, y aun quizás es más difícil forjar un
mundo épico que buscar un tema lírico de pie forzado. Trovadores,
petrarquistas y bucólicos pudieron ser poetas fingiendo
conceptos; el alma épica es más difícil de enmascarar,
y país que no tiene epopeya, o no ha creado aún, ni
en las aventuras heroicas ni en la ciencia, vida colectiva,
debe no empeñarse en improvisarla. Acaso el gran poema
del género humano se ha de escribir en América; pero, hoy
por hoy, los tres poemas épicos escritos allá son españoles
y medianos, y los indígenas lo son también.
Por estas razones es de lamentar el afán de los poetas
americanos en intentar prematuramente su poema, si es
que estos ensayos no son como la nebulosa de donde ha
de salir el mundo épico, que seguramente será de carácter
filosófico social. Este sello tiene el poema de Díaz Romero
El poeta y la sombra, que, dentro de su brevedad, guarda
alientos de trascendentalismo, aunque de una marcada
subjetividad algo incoherente. Bellos sonetos de este poeta
son: Rayo de otoño, Deseo y notable es su canción
Nocfie de amor, llena de dura sensualidad expresada en
muy extraña manera métrica.
Otro modernista americano que interesa mucho, porque
representa e! entroncamiento de la nueva escuela con
nuestro clasicismo, es Amado Ñervo, nacido en 1870 y
muerío en 1919, poeía mejicano, de cuya escuela dan idea
cabal unas palabras del mismo Ncrvo, referentes a Sor
Juana Ine’s de la Cruz: «Con respecto a las imitaciones
que de Góngora hizo Sor Juana, tenemos la obligación de
ser indulgentes, por tratarse de tan formidable modelo,
porque parece mentira que haya que recordarlo a los pacatos,
ponderados y medrosos enemigos del de Argoíe:
éste fué un altísimo poeta, y como no era posible que,
dada su ingente personalidad, se pareciera a los otros,
diferencióse de ellos, escandalizando, por de contado, a
los tímidos. Casi lo mismo ocurrió con Paul Verlaine, que
gustaba de citar un verso de Góngora a modo de lema,
pensando que existía entre él y el poeta cordobés cierta
afinidad literaria.»
Pues bien, la misma afinidad de Verlaine con Góngora
es la que tiene Ñervo con relación a Verlaine; y, en resumen,
los modernistas todos (y Ñervo lo es en la forma y en
el fondo con cierto misticismo panteísta) tienen su legítimo
entroncamiento en el poeía de las Soledades, altísimo poeta,
en verdad, como se le ha reputado siempre en España,
aunque se lamenten sus extravíos. Muy notables por su
acierto son algunos de los poemas coleccionados con el
título de Perlas negras, Poemas, En voz baja. Serenidad,
etc., etc.
El espíritu de Amado Ñervo, «que atesora el perfume
sutil de otras edades», es esencialmente artístico; y aun
aquellos que más repugnen los nuevos procedimientos de
técnica tienen que dejarse vencer por la espiritualidad del
mejicano, que tiene algo de misteriosa, solemne y purificadora.
y si a esto se pusieran reparos, léase su prosa alada,
diáfana como pocas veces se escribió en América; sirva
de ejemplo Plenitud (1918), libro confidente, que tiene
algo de guía espiritual.
Su musa no es la carnal de otros paisanos suyos, secuaces
del sensualismo; en Ñervo el amor humano se suti-
liza en vapores místicos: parece que un murmullo litúrgico
resuena siempre en sus oídos y le dicta aquellos hermosos
versos Para un misal, Los místicos, etc.
Y debemos terminar aquí con el gran maestro de la literatura
hispanoamericana: Rubén Darío (1867 a 1916). Nació
en la República de Nicaragua y muy joven empezó
su producción literaria. D. Juan Valera recibe un libro de
Rubén Darío— 4z£//—y no sin cierta reserva lo elogia.
Más adelante, en 1896, hablaba de Los raros, y el maestro
censura discretamente la pose adoptada por el autor
americano para elogiar a los más raros autores y hacerles
ídolos suyos. Un año adelante el mismo Valera consigna
las palabras de «escritor y poeta naturalmente bien
dotado y tan egregio» hablando de Rubén Darío, a propósito
de Prosas profanas y otros poemas, libro impreso
en Buenos Aires en 1896. Lo elogia por su versificación
original y por la riqueza de su verbo, mas pone algunos
reparos a la galomanía del americano y su falta
de trascendentalismo, y a su pobreza, a su monotonía;
a aquello de ser poeta de un único tema: el amor sexual.
Mas bien pronto se pudo ver en el poeta (1) cómo se enriquecía
su musa espléndida con todo aquel material estético
que corresponde a un gran artista. Para probarlo, ahí
están los Cantos de vida y esperanza, en los cuales hay
verdadera y honda pasión y evocaciones maravillosas,
que hacen de él el poeta complejísimo el «gran maestro de
la belleza en verso español».
Sirva de ejemplo aquella poesía A Goya donde ya «es
peregrino y es conmovedor notar cómo este poeta, que no
ha nacido en nuestra tierra, tiene el corazón enamorado de
ella…; y cómo pesa una emoción cordial entre sus cs-
(1) Estudio preliminar a las Obras escogidas de Rubén Darío, página
XXVIII. Edición de Andrés González-Blanco.
írofas, cuando se engarza! en ellas el nombre de España…»
iQuién pudiera borrar de la historia artística del nicaragüense
aquel poema escrito en hora fatal para sus
timbres de hispanoamericano! Aquella su Salutación al
Águila yanqui fué latigazo cruel para los buenos americanos,
que temen los días tristes en que los Estados Unidos
puedan anular la iniciada historia de sus nacionalidades.
En su poema Cosas del Cid, de la inás exquisita delicadeza;
en Pórtico, poesía con que prologó el libro de Salvador
Rueda En Tropel; en el Elogio a la seguidilla, Cyrano
en España, Letanía de nuestro señor Don Quijote y
Trébol se confirma cuanto queda dicho y se anulan los reparos
de D. Juan Valera. En Prosas profanas, apareció
aquella famosa y delicada Sonatina que mereció los honores
de la parodia, lo cual bien está; mas seguramente será
muy difícil encontrar algo más bello y sinfónico en toda la
poesía hispana del siglo xix. De la Canción de otoño en
primavera llega a decir Andrés González Blanco que «es,
sin disputa, la mejor poesía que se ha escrito en lengua
castellana desde el siglo xvi>.
Juventud, divino tesoro,
Ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro.
Y a veces lloro sin querer…
El modernismo de Rubén Darío no se confunde jamás
con el de sus muchos imitadores, faltos de talento. Es modernista,
porque siendo gran poeta buscó nuevos moldes,
nueva expresión, modo de colorear ésta, de hacerla transparentar
la intimidad; renovó notas sonoras y cuerdas
cuya perpetua tensión habíalas gastado y teníalas al saltar;
mas todo esto lo hizo sabiendo lo que hacía y conociendo
su misión, que otros poetas como Díaz Mirón y
Gutiérrez Nájera, ¡níeníaban realizar también, pero de un
modo irreflexivo, o por pura imitación de los franceses, o
acaso por instinto poético. Esta es la suprema diferencia
que hay entre Rubén Darío y los que le siguen, aunque
éstos sean tan buenos poetas como Ñervo o Lugones. Al
nicaragüense corresponde el pontificado y la definición en
esta escuela , aunque rehusó defínir y aconsejó a sus
amigos que no le sigan ciegamente. Pero este sectarismo
es inevitable, porque él ha logrado fijar, mediante su natural
vigor artístico y su cultura, lo que otros vislumbraban
y generalmente no podían comprender del todo por falta
relativa de la última condición. Rubén Darío es un clásico,
quizás no tan directamente /leTénico como creía Valera;
pero es más clásico que todos sus discípulos, salvando
acaso al venezolano Gabriel E. Muñoz. Por eso su ¡?esponso
a Verlaine, el soneto Cleopompo, Helfodemo y
Leda influyen intensamente sobre los nuevos, porque tienen
la pátina venerable de lo secular, a cuyo encanto el
arte no se sustrae jamás. Y por ello, siendo un clásico, es
también un romántico, si por esto se entiende que es de
los pocos poetas actuales capaces de sentir a veces, ¡muy
pocas!, la intensa poesía de los ideales cristianos y aun
tradicionales. Y esto también ha tenido su feliz consecuencia,
desacreditando algo aquel paganismo que se puso en
boga, con detrimento del verdadero arte, no por ser paganismo,
sino porque no era más que un tema tan insulso
como el del petrarquismo, o cualquiera otra falsedad de
las que han viciado el alma del arte en los poetas amontonadores
de palabras y vacíos de sentimiento. Se trataba
sencillamente de un disfraz seudoclásico, y Rubén Darío
está repastado en los clásicos, sobre todo, en nuestro
Góngora, y, por ende, tiene noticia, y de muy buena fuente,
del otro espíritu clásico, que se da en él por el parentesco
que entre sí tienen todos los grandes poetas. Y porque
lo es, no se puede decir de él en redondo que es un
LITERATURA HISPANO-AMERICANA 589
parnasiano, ni un simbolista, ni un romántico, ni un lielénico,
ni se pretenda clasificarle al lado de Leconíe de
Lisie, o de Verlaine, o de Zorrilla, o de Morcas; fué sencillamente
un gran poeta, y por eso fué espíritu de esa complejidad.
AVERTENCias
/.^ En lo posible se ha evitado en esta obra todo juicio
sobre autores que viven hoy en plena producción.
En un libro elemental, que por la condición de quienes
han de leerle tiene algo de dogmático, sería aquél muy
2.^ Hubo el propósito de imprimir al final de este
trabajo una lista de los importantes estudios críticos qué
la bibliografía elemental puede exigir respecto a la literatura
española. El vulumen que alcanza esta obra, aun
siendo un resumen, aconseja omitir aquella conveniencia.
Lo que sípuede advertirse es que, para dar al estudio
histórico algún provecho, se precisa absolutamente
la lectura y manejo de obras literarias. Como guía, se
han anotado las ediciones que más fácilmente se pueden
hallar en cualquiera biblioteca. En último término, y
cuando aquello sea difícil, es libro útil >4ntología de
TEXTOS CASTELLANOS (siglos XIII al xx) 1920, Ordenada y
anotada porJosé Rogerio Sánchez.
LITERATURA HISPANOLATINA
1.—Primeras literaturas peninsulares.— Literatura
hispanolatina: escritores paganos;
escritores cristianos.—Literatura
hispano-visigoda 51 a 56
II.— Iniciación de las nuevas literaturas: escritores
mozárabes; crónicas.— Literaturas
hispano-semiías: judíos y musulmanes
57 a 60
LITERATURA CASTELLANA
ÉPOCA ANÓNIMA
I.— Primeras manifestaciones de la literatura
castellana.— Influencias extrañas en
el siglo XII.—Los primeros monumentos
de la literatura española: Misterio
de los Rzyes Magos.—Canciones de
Gesta: multiplicidad de éstas.— Ca/7/ar
del Cid.— Gesta de Los Infantes de
Lara 61 a 71
índice de materias 595
Páginas-
II.—Poemas de origen francés o provenzal.
La cuaderna vía: Gonzalo de Berceo.—
Literatura didáctica.—El poema de Fernán
González 72 a 74
ÉPOCA PRECLÁSICA
I.—Los días de Alfonso X.—Sus obras
poéticas, sus libros orientales, jurídicos
e históricos; libros de recreación
y científicos 75 a 80
II.—Sucesores de AUonsoX.—La gran conquista
de Ultramar y el Caballero Cffar.—
D. Juan Manuel.—Otras literaturas
romances: Raimundo Lulio.— La literatura
galaica.—Los C5/7c/o77ero5.. . SI a 84
III.— La poesía castellana de la época: La
religiosa.— Poemas aljamiados: el de
yúguf.–LQ lírica desde el siglo xiii.
El Arcipreste de Hita. — La poesía heroica.—
Poe/775 de Alfonso Onceno,
Cantar de ¡Rodrigo.—La poesía didáctica:
Don Santos de Carrión.—Otros
poemas.—La transición: Don Pero López
de Ayala.— Crd/7/ca Troyana.—
Don Enrique de Aragón o de Villena . . 85 a 91
CORTE DE DON JUAN II
I.—Los trovadores.— Restos de la literatura
didáctica moral.- Redacción de la
Danza de la muerte.—B\ Cancionero
de Baena: Pero Ferrús, Alvarez de Villasandino,
El Arcediano de Toro, Ruy
Páez de Ribera, Ferrán Sánchez Talavera,
Lando, Imperial, eíc 95 a 99
II.—La novela sentimental: Juan Rodríguez
del Padrón o de la Cámara.—Obras en
defensa de las mujures .- 100 a 101
596 ÍNCICE DE MATERIAS
Páginas.
III.—La influencia dantesca: Marqués de
Santillana.—Juan de Mena.— Don Pedro
de Portugal.—La literatura catalana:
Eximéniz, Turmeda, Ausias March. 102 a 106
IV.—Las Crónicas y la Historia: Crónica de
Juan II, Crónica particular del Cid.—
Pérez de Guzmán.—Crónicas particulares:
la de Don Alvaro de Luna 107 a 109
V.—Cronistas de sucesos particulares: Ruy
González de Ciavijo, Pero Tafur.—Crónicas
de asuntos caballerescos: la de
Don Pero Niño; El libro del Paso honroso.
Crónica Sarracyna 110all2
VI.—Arcipreste de Talayera: El Corbacho.
La didáctica doctrinal: Alfonso de la
Torre 115 a 115
ENRIQUE IV Y REYES CATÓLICOS
I.—Los cancioneros.—Poetas españoles
en Italia: Pedro Torrellas, Juan Villalpando,
Juan de Tapia, Juan de Andújar,
Carvajal, Juan de Valladolid.—Antón
de Moníoro.—Poesía satírica anónima:
Coplas del Provincial, Coplas de Mingo
Pevulgo; ¡Ay Panadera!— ñernán
Mexía.— La poesía moral y filosófica:
Alvarez Gato, Gómez Manrique, Jorge
Manrique, Pero Guillen de Segovia … 116 a 125
II.—La didáctica moral e histórica: Juan de
Lucena, Enríquez del Castillo y Alonso
de Palencia.—/?e/ac7o;7 del Condestable
Iranzo.—Diego Rodríguez de Almela,
Diego de Valera, Hernando del
Pulgar, Andrés Bernáldez, Cristóbal
Colón, La imprenta en España, 124 a 128
III.—El romance.—Romances viejos.— Clasificación
de los romances por su asunto:
históricos, caballerescos, fronteÍNDICE
DE MATERIAS 597
Páginas.
rizos, varios y épicos.—Los romanceros.
—Los poetas que aceptan las formas
];opulares: Iñigo de Mendoza,
Fray Ambrosio de Montesino. 129 a 135
IV.—La escuela alegórica: Padilla, Garci
Sánchez de Badajoz.— Los ensayos
dramáticos: Rodrigo Cota.—Juan del
Encina 134 a 137
V.— Libros de caballerías.— Garci Rodríguez
de Montalvo: El Amadis.— Origen
de los libros de caballerías: los ciclos
caballerescos.—Ámadises y Palmerines.—
Otros libros de caballerías.
Novela sentimental caballeresca: Diego
de San Pedro.— 77>5;7/e el Blanco. … 138 a 146
Wl.—La Celestina.— Primeras imitaciones
de La Celestina: Urrea, Silva, Sánchez
Muñón, etc 147 a 151
Época clásica.
DÍAS DE CARLOS V
I. —El ¡Renacimiento. —Eruditos italianos
en España.—Antonio de Lebrija.—La
literatura española en Italia: Chariteo;
León Hebreo.—Los poetas dramáticos:
Torres Naharro, Gil Vicente 153 a 157
II.— La influencia métrica italiana: Juan Boscán,
Garcilaso de la Vega.— La protesta:
Castillejo, Antonio de Villegas, Gregorio
Silvestre.—La transacción: Hurtado
de Mendoza.—Lo5 garcilasistas:
Saa de Miranda, Acuña, Cetina 158 a 164
[II.—La literatura didáctica: Gabriel Alonso
de Herrera, López Vivero Palacios Rubios,
López de Villalobos, Pe’rez de Oliva.—
Fray Antonio de Guevara, Pedro
398 ÍNDICE DE MATERIAS
Páginas.
de Rhúa.—La Historia: Pedro Mexía,
Ocampo, Avila.— Historiadores de Indias:
Cortés, Hernández de Oviedo,
Las Casas, Díaz del Castillo, López de
Gomara 165 a 169
IV.—La novela caballeresca: Páez de Ribera,
Feliciano de Silva, Jerónimo Fernández,
Jerónimo Sempere.— La novela picaresca:
El Lazarillo de Tormes.— Delicado,
Núííez Reinoso.—La Reforma:
Juan de Valde’s.—La contrarreforma:
La Mística; Beato Avila 170 a 173
DÍAS DE FELIPE II Y FELIPE III
I.— El teatro en esta época: Natas, Díaz
Tanco, López de Yanguas, Avendaño,
Sánchez de Badajoz, etc. — Lope de
Rueda,— Horozco, Vega, Navarro, etc.
Timoneda, Juan de Mal Lara.—Refraneros.—
Juan de la Cueva.—Jerónimo
Bermúdez, Rey de Aríieda.—Virués.
Romero de Cepeda.—Miguel Sánchez. 175 a 181
II.— La poesía festiva: Alcázar.—Apogeo de
la lírica castellana: Fernando de Herrera.—
La poesía clásica: Fray Luis de
León.—Francisco de la Torre, Figueroa.
La poesía épica: Ercilla, Oña, Juan de
Castellanos.—Otros poetas: Barahona,
Zapata. Rufo 182 a 190
III.—Época brillante de la mística: Santa Teresa,
San Juan de la Cruz, Fray Pedro
Padilla, El P. Granada, Malón de Chaide,
Fray Juan de los Angeles, Fray
Diego de Estella, Arias Montano 191 a 198
IV.—La novela pastoril: Jorge de Montemayor,
Gil Polo, Jerónimo Texeda, Lo
Frasso, Gálvez de Montalvo y otros. . . 199 a 202
V.—El género histórico: Zurita, Morales,
ÍNDICE DE MATERIAS 599
Páginas
Hurtado de Mendoza.—La erudición:
Laguna, Pe’rez de Moya, Simón Abril,
Venegas, Huaríe de San Juan, Sabuco
de Nanles y oíros.—El P. Acosta 205 a 205
VI.—Apogeo de la literatura española: Miguel
de Cervantes.—Obras de Cervantes:
teatro.—Novelas: La Calatea; novelas
ejemplares; Pensiles y Sigismunda.—
E[ ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha.—Falsificación
de la segunda parte del Quijote 206 a 215
VIL—El teatro en este tiempo: Agustín de
Rojas.— Las compañías de cómicos.—
Lope de Vega: Lope y su época; teatro
de Lope: El mejor Alcalde el Qey, Peribáñez,
Fuente Ovejuna, El castigo
sin venganza. La Estrella de Sevilla,
La dama boba, El acero de Madrid,
La moza de cántaro. — Otras obras
dramáticas.—Obras épicas de Lope.
Obras líricas 214 a 220
VIH. —La novela picaresca: Mateo Alemán,
López de Ubeda, Vicente Espinel.—La
novela histórica: Pérez de Hita.—Los
romances moriscos: Gabriel Lobo.—
Pedro de fispinosa.—La poesía religiosa:
Valdivielso, Ocaña, Ribera. — La
épica: Villaviciosa, Fray Diego de
Hojeda, Alonso de Acebedo, Bernardo
de Valbuena, Cristóbal de Mesa 221 a 227
IX.— La Historia: P. Juan de Mariana. -Padre
José de Sigüenza.- El Inca Garcilaso.
La didáctica: Antonio Pérez, Cipriano
de Valera, P. Rivadeneyra, Juan Márquez,
P. Martín de Roa, Alonso López. 228 a 251
CORTE DE FELIPE IV
I.—La corte literaria de Felipe IV: Luis de
400 ÍNDICE DE MATERIAS
Páginas.
Góngora.—El culteranismo: El Conde
de Viiiamediana, Fray Hortensio Paravicino,
Juan de Arguijo, jáuregui.—El
clasicismo lírico: Lupercio L. Argensola,
Baríolomé L. Argensola, Rodrigo
Caro, Rioja, Andrés Fernández de Andrade,
Quirós, D.^ Constanza Osorio,
Bonilla, Valenzuela, Esteban M. de Villegas,
Príncipe de Esquilache, Conde
de Rebolledo 233 a 242
II.— El conceptismo: Alonso de Ledesma y
Alonso Bonilla.—Francisco Gómez de
Quevcdo.—Sus cualidades, sus defectos,
sus obras, sus sátiras.
La vida
del buscón. –Los sueños. — Complejidad
de Quevedo 243 a 248
III.—El teatro: Guillen de Castro.—Vélez
de Guevara.—Juan Pérez de Montalbán.—
Tirso de Molina: su teatro: La
prudencia en la mujer; El Condenado
por desconfiado; El Burlador de Sevilla;
Don Gil de las calzas verdes; Marta
la piadosa; La Villana de Vallecas;
El Vergonzoso en Palacio.—Los Cigarrales,
eíc 249 a 255
IV.—Otros poetas dramáticos: Jiménez de
Enciso, A. Hurtado de Mendoza, Belmonte.
Quiñones de Benavente, Mira
de Amescua.—Juan Ruiz de Alarcón: su
carácter, su teatro: La Verdad sospechosa;
Las paredes oyen; Ganar amigos;
El Tejedor de Segovia; Los pechos
privilegiados, etc 256 a 261
V.—Don Pedro Calderón de la Barca.—¿o5
Autos sacramentales.— Calderón, poeta
nacional.—Teatro calderoniano: La
vida es sueño; El Mágico prodigioso;
El mayor monstruo , los celos; El
Príncipe Constante; El Alcalde de Za
lamea; Casa con dos puertas, etcétera.
Juicio sobre Calderón 262 a 270
VI.— Los contemporáneos de Calderón:
Francisco de Rojas: García del Castañar,
Entre bobos anda el juego, etcétera;
méritos y defectos de Rojas.—
Agustín Moreto: El desdén con el desdén.
El lindo Don Diego, etc. Juicio
sobre Moreto.—Antonio Coello, Cubillo
de Aragón, Fragoso, Cáncer,
Diamante, Zabaleta, Solís, Sor Juana
Inés de la Cruz 271 a 276
Vil.— Historiadores: Antonio de Solís, Meló,
Moneada.—Didáctica política: Saavedra
Fajardo.—^/ Centón Epistolario.
Juan Antonio de Vera, Conde de la
Roca, Ortiz de Zúñiga. — Didácticos
preceptistas: Fray Jerónimo de San
José, González de Salas, Juan de Robles,
Pedro Valencia.— La mística: Sor
María Jesús de Agreda, Nieremberg,
Miguel de Molinos.—La filosofía: Baltasar
Gracián y su importancia.-La
erudición: Nicolás Antonio, Juan de la
Sal 276 a 285
VIII.—Las narraciones novelescas: Salas
Barbadillo, Doctor Carlos García, Jerónimo
de Alcalá, Alonso de Castillo
Solórzano, Antonio Enríquez, Doña
María de Zayas, Céspedes, Polo de
Medina, Francisco de Santos, Barrios,
Fernández Rivera.— K/</5 y hechos de
Estebanillo González.—Las, autobiografías:
las de Contreras, Duque Estrada
y Juan de Valladares.—Costumbristas:
Zabaleta ^ 284 a 287
La decadencia: siglo xviii
I.—La influencia francesa.—Fundación de
26
402 ÍNDICE DE MATERIAS
Páginas.
la Academia Española.—La Biblioteca
Nacional.—Poelas, satíricos y preceptistas:
Alvarez de Toledo, Gerardo
Lobo, Torres Villarroel, José Gerardo
Hervás, Ignacio de Luzán.— La didáctica:
Feyjóo, Sarmiento, Mayáns, Floranes,
Marina, etc.—El P. Aríeaga.— La
iiistoria y la erudición: P. Flórez, Hervás,
P. Masdeu, Muñoz, etc.-La novela:
El P. Isla: Fray Gerundio.—Lñ
poesía y el teatro clásico: N. F. de Moraíín,
Fray Diego González, García de
la Huerta, Tomás de Iriarte, Samaniego,
Cadalso, Forner, Iglesias, Juan Meléndez
Valdés, Gaspar Melchor de ]ovellanos
289 a 500
11.— La renovación teatral: L. F. deMoratín:
La comedia nueva o el Café, etc.
Comella.—El teatro cómico español:
Ramón de la Cruz, González del Castillo.—
Don Manuel José Quintana y su
significación: Juan N. Gallego, El Padre
José Marchena, Arjona, Blanco (White),
Reinoso, Mármol 301 a 507
El siglo XIX.
I.—La transición: Martínez de la Rosa, Lista.—
El romanticismo: Duque de Rivas,
García Gutiérrez, Hartzenbusch, etc.—
La lírica romántica: Espronceda, Arriaza.—
Poetas catalanes: Cabanyes, Aribau.
Rubio, etc.—Juan Arólas.—José
Zorrilla: sus primeros pasos; la poesía
popular; Zorrilla, autor dramático.—
Valer de Zorrilla.— García de Tassara.
García de Quevedo.— Miguel de los
Santos Alvarez. 309 a 321
II.— La comedia española: Manuel Bretón
de los Herreros, Ventura de la Vega
Narciso Serra.— Gertrudis G. de Avellaneda,—
Ultima época del teatro romántico:
López de Ayala, Tamayo y
Baus 522 a 328
III.—La poesía lírica: Ventura Ruiz Aguilera,
José’ Selgas, Martínez Villergas.— El
trascendentalismo en el Arte: Campoamor,
Núñez de Arce.—Poesía sentimental:
Bécquer, José Joaquín de Mora,
Eulogio F. Sanz 329 a 334
IV.—La crítica social: Larra (Fígaro). — \osz
Somoza; Estébanez (ti Solitario) .—
Ramón de Mesonero Romanos.— La
novela: Fernán Caballero.—Antonio
de Trueba, Enrique Gil, Navarro Villoslada,
Manuel Fernández y González.—
La didáctica: Donoso Cortés, Balmes,
Quadrado, Concepción Arenal.—
La novela moderna: Valera, Alarcón,
Pereda, Ángel Ganiveí, D. Benito Pérez
Galdós, Palacio Valdés, La Condesa
de Pardo Bazán 335 a 350
V.—Poetas regionales: Querol, Llórente,
Jacinto Verdaguer.—Rosalía de Castro,
Lamas Carvajal, Curros Enríquez.
Poetas castellanos: Palacio, Balarí,
Reina, Ricardo Gil, Gabriel y Galán,
Ferrari, Fernández Shaw, Medina, Reyes.—
La oratoria: Casíelar, etc.—La
crítica erudita: Duran, Amador de los
Ríos, Milá y Foníanals, Menéndez y Pelayo
551 a 560
Apéndice.
LITERATURA HISPANOAMERICANA
I.—La literatura hispanoamericana en el siglo
XIX.—En Cuba: Zequeira, Heredia,
Valdés, Milanés, Palma, Mendive, Ze^
404
ÍNDICE DE MATERIAS
Páginas.
nca, Luaces.—En Méjico: Navarreíc,
Sartorio, Gorosíiza, Calderón, Pesado,
Carpió, Alíamirano, Acuña, Peza,
Peón, etc., etc.—América Central: Batres,
Irisarri, etc.—Venezuela: Andrés
Bello, Maiíín, Lozano, Toro, Acosta,
los Calcaño, Bonalde, etc., etc.—En
Colombia: Ortiz, los Caro, Baralt, Arboleda,
Gutiérrez Vergara, Rafael Rombo,
Fallón, Isaacs, etc.—En el Ecuador:
Olmedo, Solano, Montalvo, etc.
En el Perú: Pardo, Althaus, Corpancho,
Salaverry, Paz Soldán, Palma.
En Chile: Marín, Sanfuentes, Lillo,
Barra, etc.—En la Argentina: Várela,
Echeverría, Mármol, Gutiérrez, Andrade,
Oyuela, Obligado, etc.—En el Uruguay:
Acuña, Zorrilla San Martín, etc. 561 a 580
II.—La renovación.—Casal, Gutiérrez Nájera,
Díaz Mirón, Silva, Leopoldo Díaz.
Lugones, Chocano, etc.— El epicismo
americano: Díaz Romero.—Amado Ñervo.—
Rubén Darío 581 a 589
Advertencias 591
INDICe ñLFABETICO 06 ñUTOReS
Vivió. Págs
abrabancl, Judas 1460-1520 155
Acebedo, Alonso de siglo xvi 226
Acosía, Cecilio 1819-1881 567
Acosía, José’ 1559-1600 204
Acuña, Hernando t 1589 164
Acuña, Manuel 1849-1876 564
Acuña de Figueroa, Francisco 1797-1862 580
Agreda (María Coronel), Sor María Jesús
de 1602-1665 280
Alarcón, Pedro Antonio 1855-1891 545
Alarcón, Véase Juan Ruiz de
Alcalá, Alfonso siglo xvii 286
Alcalá, Jerónimo de 1565-1652 285
Alcázar, Baltasar del v 1550-1606 182
Alemán, Mateo 1547-1610 221
Alexandre, Libro de.. siglo xiii 72
Alfonso X, el Sabio 1221-1284 75
Alonso de Herrera, Gabriel siglo xvi 165
Altamirano, Ignacio 1854-1895 564
Alíhaus, Clemente 1855-1881 576
Alvarez Cienfuegos, Nicasio 1764-1809 507
Alvarez Gato, Juan 14557-1496 120
Alvarez de Toledo, Gabriel 1662-1714 290
Alvarez de Villasandino, Alfonso 15507-1428 96
Amadis de Gaula siglo xvi 158
Amunátegui, Miguel Luis de. 1828-1888 577
Andrade. Víctor Olegario 1858-1882 579
Andújar, Juan de siglo xv 1 18
Angeles, Fray Juan de los 15567-1609 197
Antonio, Nicolás 1617-1684 282
Aparisi y Guijarro, Antonio 1815-1872 556
Apollonio, Libro de siglo xiii 72
Aragón, Enrique (Véase Villena)
406 ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES
Vivió. Págs.
Arango. Alejandro 1821-1885 365
Arboleda, Julio ., 1817-1861 571
Arcipreste de Hita (Véase Juan Ruiz).
Arcediano de Toro siglo xv 98
Arcipreste de Talayera ¿1598-1470? 115
Arenal, Concepción 1820-1895 541
Argensolas (Véase Leonardo Argensola
Argoíe (Véase Góngora)
Arguijo, Juan de 1564-1625 257
Arguelles, Agustín 1776-1844 556
Arias Montano, Benito 1526-1611 197
Aribau, Buenaventura de 1798-1862 516
Arjona, Juan de f 1605 225
Arjona, Manuel María de 1771-1820 505
Arólas, Juan 1805-1849 516
Arona (Véase Paz Soldán) Juan de.
.
.
Arriaza, Juan Bautista 1770-1857 514
Arteaga, Esteban de 1747-1789 295
Ascensio Segura, Manuel 1805-1871 576
Ausias March 1597-1459 105
Auto de los Reyes magos siglo xii 65
Avendaño, Francisco de siglo xvi 175
Avila, Beato Juan de 1500?-1569 175
Avila y Zúñiga, Luis de 7 1572 167
¡Ay panadera!, coplas de siglo xv 120
Baena, Juan Alfonso de siglo xv 95
Baladro del Sabio Merlin, El 142
Balaguer, Víctor 1824-1904 516
Balart, Federico 1851-1904 555
Balmes, Jaime 1810-1848 540
Bances Candamo, Francisco Antonio
de 1661-1704 274
Barahona de Soto, Luis 1548-1595 189
Baralt, Rafael María 1810-1860 570
Barbosa, Arias f 1550 56
Barlaam yJosaphat, Román siglo xiv 95
Barra, Eduardo de la Contemporáueo 577
Barrios, Miguel de 1625?-1701 286
Barros Arana, Diego Contemporáneo 577
Barírina, Joaquín María 1850-1880 551
Batres Montúfar, José 1809-1844 565
ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES 407
Vivió. Págs.
Bécquer, Gustavo Adolfo 1836-1870 332
Bello, Andrés.» 1781-1865 365
Belmonte Bermúdez, Luis de 1587-1651 256
Berceo. Gonzalo de ¿1180-1247? 72
Bermúdez, Jerónimo 1530-1589 180
Bernáldez, Andrés t 1513 127
Blanco (White), José María 1775-1841 306
Bocados de Oro o Bonium siglo xiii 74
Bohl, Cecilia 1796-1877 337
Bonillla, Alfonso siglo xvii 243
Borja, Francisco de (Príncipe de Esquilache
t 1658 242
Boscán. Juan 1500-1542 158
Brelón de los Herreros, Manuel 1796-1873 322
Burriel, Andrés Marcos 1719-1762 293
Bustamaníe, Carlos María siglo xix 363
Caballero, Fernán (Véase Cecilia
Bohl).*
Cabanyes, Manuel 1808-1833 315
Gaicano, Julio 1840 368
Cadalso, José 1741-1782 297
Caldas, Francisco José de siglo xix 369
Calderón de la Barca, Pedro 1600-1681 262
Calderón, Fernando 1809-1845 363
Campoamor, Ramón de 1817-1901 330
Campomanes. Conde de 1723-1803 294
Cáncer, Jerónimo t 1655 273
Cancionero de AJuda 84
» de Baena siglo xv 95
» Fernández Constantina. 117
¡> de Londres 117
» de obras de burlas provocantes
a risa 1519 118
» de Oñate 117
> de Resende 1516 117
» deStúñiga siglo xv 118
» general de Hernando del
Castillo 1511 117
» de Colocci Brancuti 84
» de la Biblioteca Vaticana. 84
Cánovas del Castillo, Antonio 1828-1897 357
Cañizares, José de 1676-1750 290
408 ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES
Vivió. Págs.
Capmany, Antonio de 1742-1815 293
Caro, José Eusebio de 1817-1855 370
Caro, Miguel Antonio 1845-1909 571
Caro, Rodrigo 1575-1647 240
Carpió, Manuel 1791-1860 564
Carrasquilla, Ricardo 1827-1890 572
Carrillo y Sotomayor, Luis 1585-1610 255
Carrión, Don Santos de siglo xiv 87
Carvajales siglo xv 118
Carvajal, Miguel de siglo xvi 176
Casal, Julián del 1865-1895 581
Casas, Fray Bartolomé’ de las 1474-1566 168
Castelar, Emilio 1852-1899 556
Castellanos, Juan de 1522-1606 189
Castigos e documentos siglo xiii 81
Castillejos, Cristóbal de 1490-1555? 161
Castillo Solórzano, Alonso de 1584-1647 285
Castro y Bellvis, Guille’n de 1569-1651? 249
Castro, Rosalía de 1857-1885 552
Centón epistolario siglo xvii 278
Cervantes Saavedra, Miguel de 1547-1616 206
Cervantes de Salazar, Francisco siglo xvi 166
Céspedes y Meneses, Gonzalo de 1585-1658 286
Cetina, Gutierre ¿1518-1574? 164
Cid, Cantar del siglo xii? 65
Cífar, El Caballero siglo xiii 81
Cocllo, Antonio t 1652 275
Cornelia, Luciano Francisco 1751 1812 502
Contreras, Alonso de 1582-1655 287
Corpancho, Manuel Nicolás 1850-1865 576
Cortés, Hernán 1485-1547 167
Corral, Pedro de siglo xv 112
Cota de Maguaqwe, Rodrigo t 1495? 156
Crónica de Don Alvaro de Luna siglo xv 108
del Cid 107
» de Don Juan II. siglo xv 107
> de los Reyes de Castilla siglo xiv 89
> de veinte Reyes siglo xiv 107
» General 18 y 107
» Troyana siglo xiv 90
Cruz, San Juan de la 1542-1591 195
Cruz, Sor Juana Inés de la 1651-1695? 274
ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES 409
Vivió. Págs.
Cruz, Ramón de la 1751-1794 302
Cubillo de Aragón, Alvaro 7 1664 545
Cuervo Rufino, losé 1844-1911 574
Cueva, Juan de la 1550-1609 179
Curros Enríquez, Manuel 7 1908 555
Chacón. Gonzalo siglo xv 108
Danza de la muerte siglo xv 95
Darío, Rubén 1867-1916 584
Delicado, Francisco siglo xvi 172
Denuestos del Agua y del Vino siglo xiii 85
Diamante, Juan Bauíisra 1650-1685 274
Diario de los Literatos siglo xviii 291
Disputa del Alma y el Cuerpo siglo xiii 75
Díaz, Leopoldo siglo xix 385
Díaz del Castillo, Bernal 1492-1581 169
Díaz de Games, Gutierre 1579-1450? 111
Díaz de Mendoza, Ruy siglo xv 98
Díaz Mirón, Salvador xix al xx 582
Díaz Romero, Eusebio xix al xx 583
Díaz Tanco de Fregenal siglo xvi 1 75
Donoso Corte’s, Juan 1809-1855 540
Duque de Estrada, Diego 1589-1647 287
Duque de Rivas (Ve’ase Ángel Saavedra).
Duran, Agustín 1795-1862 557
Echeverría, José’ Esteban 1805-1851 578
Encina, Juan del 1469-1529 156
Enríquez del Castillo, Diego 7 1470 124
Enríquez Gómez, Antonio 1602-1662? 285
Ercilla y Zúniga, Alonso de 1555-1594 186
Escrivá, Juan de xv al xvi 155
Espinel, Vicente 1550-1624 222
Espinosa, Pedro de 1578-1 650 224
Espronceda, José’ de 1810-1842 515
Esíe’banez Calderón, Serafín 1799-1867 557
Estebanilio González, Vida y hechos
de 1646 287
Estella, Fray Diego de 1524-1578 197
Exemplos, Libro de siglo xv 95
Exime’niz, Francisco 7 1404 104
Fadrique, El Infante Don 7 1277 77
Fallón, Diego Contemporáaeo. 373
410 ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES
Vivió. Págs,
Fernán Caballero (Véase Bolh)
Fernán González, Poema de, siglo xiii 74
Fernández, Jerónimo siglo xvi 1 70
Fernández de Andrada, Andrés (Anónimo
Sevillano) siglo XVII 241
Fernández Avellaneda, Alonso, siglo xvi 215
Fernández, Lucas xv al xvi 1 75
Fernández y González, Manuel 1821-1888 559
Fernández Moratín, Leandro 1760-1828 501
Fernández Moraíín, Nicolás 1757-1780 295
Fernández de Rivera, Rodrigo 1579-1651 286
Fernández Shaw, Carlos 1865-1911 555
Ferrari, Emilio 1850-1907 555
Ferrús, Pero siglo xv 96
Feyjóo y Montenegro, Benito Jerónimo 1676-1764 292
Figueroa, Francisco de 1556-1617 186
Fioranes, Rafael 1745-1801 295
Flores de Filosofía, Las siglo xiii 74
Flórez, Enrique 1702-1775 294
Forner, Juan Pablo 1756-1797 298
Fox Morcillo, Sebastián siglo xvi 204
Frasso, Antonio Lo siglo xvi 201
Gabriel y Galán, José María 1870-1905 554
Galba, Juan siglo xv 145
Gallego, Juan Nicasio 1 777-1 855 504
Gálvez de Montalvo, Luis ¿1549-1591? 201
Ganivet, Ángel • 1865-1898 546
García, Doctor Carlos siglo xvii 285
García Gutiérrez, Antonio 1812-1884 511
García de la Huerta, Vicente 1754-1787 296
García Icazbalceía, Joaquín 1825-1894 565
García de Quevedo, José Heriberío . .
.
1819-1871 520
García de Santa María, Alvaro., 1590-1460 107
García Tassara, Gabriel 1817-1875 519
Garci Lasso de la Vega 1505-1556 159
Gareth (Chariteo), Benedetío siglo xvi 155
Gatos o QLientos {Libro de los) siglo xv 94
Gesta, Canciones de siglo xii? 64
Gil, Ricardo 7 1907 554
Gil y Carrasco, Enrique 1815-1846 558
Gil Polo, Gaspar 1555-1591 201
Gil y Zarate, Antonio 1795-1861 515
ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES 411
Vivió. Págs.
Gómez de Avellaneda, Gertrudis 1814-1873 325
GómezdeQuevedo Villegas, Francisco. 1580-1645 243
Gómez Manrique (Véase Manrique) . .
.
Góngora, Luis de 1561-1627 233
González, Esteban , siglo xvii 287
González, Fray Diego 1 733-1 794? 296
González de Bobadilla, Bernardo siglo xvi 201
González del Castillo, Juan Ignacio…
.
1763-1800 303
González Cía vijo, Ruy t 1^12 110
González de Mendoza siglo xv 96
González de Salas, José Antonio 1588?-! 651 280
Gorostiza, Manuel Eduardo 1 789-1 851 563
Gracián y Morales, Baltasar 1601-1658 281
Gran Conquista de Ultramar, La siglo xiii 81
Granada, Fray Luis de 1504-1588 194
Gregoria Francisca de Santa Teresa,
Sor (Gregoria Parra) 1655-1756 290
Güete, Jaime de siglo xvi 1 75
Guevara, Fray Antonio de 1480-1545 166
Guillen de Segovia, Pero 1413-1475 123
Gutiérrez, Juan María 1809-1878 379
Gutiérrez González, Gregorio 1826-1872 371
Gutiérrez Nájera, Manuel ~ 1893 382
Hartzenbusch, Juan Eugenio 1806-1880 312
Hebreo, León (Véase Abrabanel)
Heredia, José María 1803-1859 362
Hernández, Alonso siglo xvi 156
Hernández (o Fernández) de Oviedo,
Gonzalo 1478-1557 167
Herrera, Fernando de 1534-1597 182
Herrera, Gabriel Alonso de f 1634 165
Hervás y Cobo de la Torre, José Gerardo
de tl742? 291
Hervás y Panduro, Lorenzo 1735-1809 294
Hojeda, Fray Diego 157M615 225
Horozco, Sebastián siglo xvi 178
Hoz y Mota, Claudio de la f 1714 274
Huarte, Juan 1530-1591 204
Hurtado, Luis 1530-1579 176
Hurtado de Mendoza, Antonio 1586-1644 256
Hurtado de Mendoza, Diego 1503-1575 ) 163. ni
) t203
412 ÍNDICE ALFABÉTiCO DE AUTORES
Vivió. Págs
Iglesias de la Casa, José 1748-1771 298
Imperial, Francisco siglo xv 98
Iriarte, Tomás de 1750-1791 297
Irisarri, Antonio José’ 1786-1868 365
Isaacs, Jorge. 1837-1895 574
Isidoro de Sevilla, San 570-656 55
Isla, José Francisco de 1703-1781 294
Jáuregui, Juan de 1585-1641 258
Jiménez de Enciso, Diego 1585-1633 256
Jovellanos, Gaspar Melchor de 1744-181
1
299
Juan Manuel (Don) 1282-1548 81
Juan 11 (Véase Crónica de
Laguna, Andrés de 1499-1560 203
Lamas Carvajal, Vicente f 1906 353
Lando, Fernán Manuel de siglo xv 98
Lara, Gesta de los Infantes de siglo xii? 69
Larra, Mariano José de 1809-1837 335
Lasso de la Vega, Garci 1505-1556 195
Lasso de la Vega, Garci (El Inca) 1540-1616 229
Lastarría, José Victorino f 1888 377
Lazarillo de Tormes, El siglo xvi 171
Lebrija (Véase Nebrija).
Ledesma Buitrago, Alonso de 1562-1655 245
León (Véase Ponce de León) Fray Luis.
Leonardo de Argcnsola, Bartolomé. .
.
1562-1651 238
Leonardo de Argensola, Lupercio 1559-1615 ISI v 2:^S
Lista y Aragón, Alberto 1775-1848 510
Lobo, Gabriel 1559-1615 225
Lobo, Eugenio Gerardo 1679-1750 290
López (Pinciano), Alonso 231
López de Ayala, Adelardo 1828-1879 326
López de Ayala, Pero 1332-1407 88
López de Gomara, Francisco 1511-1557 169
López de Mendoza (Marqués de Santillana),
Iñigo 1598-1458 102
López Planes, Vicente 1784-1856 578
López Silva, José 1861 441
López de Ubeda, Francisco siglo xvii 221
López de Villalobos, Francisco y \M9 165
López de Viveros Palacios Rubio, Juan. 1450-1525 165
López de Yanguas, Hernán siglo xvi 175
Lozano. Abigail 1821-8166 367
ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES 415
Vivió. Pégs.
Luaces, Joaquín Lorenzo 7 1867 565
Luca, Esteban 1786-1824 578
Lucena, Juan de t 1506 124
Lulio, Raimundo 1255-1514 85
Lugones, Leopoldo 1869 585
Lujan Pedro siglo xvi 170
Luna, D. Alvaro de ¿1585 1455 101
Luzán Claramuní, Ignacio de 1702-1754 291
Llórente, Teodoro 1826-1911 551
Macías (El Enamorado) t 1390 99
Maitin, José Antonio 1804-1874 567
Mal gobierno, Coplas contra siglo xv 120
Mal-Lara, Juan de ¿1527-1571 179
Malón de Chaide, Pedro 1550-1590? 197
Manrique, Oómez ¿1415-1490? 121
Manrique, Jorge ¿1440-1478? 122
March (Véase Ausias)
Marchena, P. José’ 1768-1821 505
María Egipciaca [Vida de Santa) siglo xiii 72
Mariana, P. Juan de 1557-1694 228
Marín del Solar, Mercedes 1810-1866 577
Mármol, José 1818-1881 578
Mármol, Manuel María 1776-1840 507
Márquez, Juan 1564-1621 251
Martínez Marina, Francisco 1754-1855 295
Martínez de Medina, Gonzalo siglo xv 98
Martínez de Navarrete, Fray Manuel. .
.
1768-1809 565
Martínez de la Rosa. Francisco 1787-1862 509
Martínez de Toledo (Véase Arcipreste
de Talavera).
Martínez Villergas, Juan 1817-1894 550
Martorell, Juan siglo xv 145
Masdeu, P. Juan Francisco 1744-1817 294
Matos Fragoso, Juan de 1608-1688 275
Mayans y Sisear, Gregorio 1699-1781 295
Medina, Vicente 1866-1918 555
Meléndez Valdés, Juan 1754-1817 298
Meló, Francisco Manuel 1608-1667? 276
Mena, Juan de 1411-1456 105
Mendive, Rafael 1821-1886 562
Mendoza (Véase Hurtado de).
Mendoza, Fray Iñigo de siglo xv 155
414 ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES
Vivió. Págs.
Menéndez y Pelayo, Marcelino 1856-1912 558
Menéndcz Pidal, Ramón 1869
Mesa, Crisíóbal de 1559-1 655 227
Mesonero Romanos, Ramón de 1805-1882 557
Meíge, Bernaí xiv al xv 104
Mexía, Hernán siglo xv 120
Mexía, Pero 1499-1551 167
Milá y Foníanals, Manuel 1818-1884 558
Milanés, José Jacinto 1814-1865 562
Mingo Qevulgo, Coplas de siglo xv 119
Mira de Amescua, Antonio 1578-1644? 256
Molinos, Miguel de 1627-1697 281
Moneada, Francisco de 1585-1655 277
Moncayo, Juan de siglo xv 118
Montalvo. (Ve’ase Ordóñez).
Moníalvo, Juan 1858-1889 575
Montano, Arias 1526-1598? 257
Montemayor, Jorge 1520-1561 200
Montesino, Fray Ambrosio xv al xvi 155
Montiano y Luyando, Agustín 1699-1764 295
Moníoro (Ropero de Córdoba), Antón
de 1404-1480? 119
Moró, José Joaquín 1785-1864 555
Morales, Ambrosio de 1515-1591 205
Moreto y Cavana, Agustín 1618-1669 272
Moros, Lope de siglo xiii 105
Muñoz, Gabriel E Contemporáneo. 481
Muñoz, Juan Bautista 1745-1799 569
Nasarre y Ferrús, Blas Antonio 1689-1751 295
Natas, Francisco de las siglo xvi 175
Navarro, Pedro siglo xvi 178
Navarro Villoslada, Francisco 1818-1895 559
Nebrija, Antonio ¿1442-1522? 154
Ñervo, Amadeo 1870-1919 584
Nieremberger, Juan Eusebio 1 595?-l 658 281
Núñez de Arce, Gaspar 1854-1904 551
Núñez de Reinoso, Alonso f 1567? 214.
Obligado, Rafael Contemporáneo. 579
Ocampo, Florián de 1499-1555 167
Ocaña, Francisco siglo xvii 224
Olid, Juan de siglo xv 125
Olmedo, José Joaquín de 1780-1847 574
ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES 41 5
Vivió. Págs.
Oña. Pedro de 1570-1645? 188
Oríiz, Agustín siglo xvi 219
Oríiz, José Joaquín 1814-1892 569
Oríiz de Zúniga, Diego siglo xvii 279
Osorio, Constanza 1565-1657 241
Oyuela, Calixto Contemporáne.». 579
Padilla «El Cartujano», Juan de 1468-1522 134
Padilla, Pedro siglo xvi 194
Páez de Ribera, Ruy siglo xv 98
Palacio, Manuel del 1832-1907 355
Palacio Valdés, Armando 1855 549
Palacios (Cura de los). Véase Bernáldez.
Palau, Bartolomé siglo vvi 176
Palencia, Alonso 1425-1492 125
Palma. Ramón 1812-1860 562
Palma, Ricardo 1855-1918 577
Palmerínes xv al xvi 1 70
Paravicino y Arteaga, Horíensio Félix. 1580-1633 257
Pardo y Aliaga, Felipe 1806-1868 575
Pardo y Aliaga, José 1820-1875 576
Pardo Bazán, Condesa de 1851 550
París, Juan de siglo xvi 176
Parra Gregoria (Véase Gregoria).
Pastor Díaz, Nicomedes 1811-1865 515
Paz Soldán, Pedro 1859-1894 376
Pedraza, Juan de siglo xvi 176
Pedro, Alfonso siglo xii? 82
Pedro, Don, (Condestable de Portugal)
1429-1466 104
Pereda, José María 1853-1906 345
Pérez, Antonio 1559-1611 229
Pérez Bonalde, Juan t 1895 568
Pérez Galdós, Benito 1845-1919 547
Pérez de Guzmán, Fernán ¿1378-1460? 107
Pérez de Hita, Ginés siglo xvi 222
Pérez de Montalbán, Juan 1602-1658 251
Pérez de Moya, Juan 1515-1596 205
Pérez de Oliva, Fernán 1494-1555 166
Pesado, José Joaquín 1801-1861 564
Peza, Juan de Dios 1852-1910 564
Polo de Medina, Salvador Jacinto 1607-1664? 286
416 ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES
Vivió. Págs.
Pombo, Rafael 1835-1912 373
Porídad de Paridades siglo xiii 74
Ponce de León, Fray Luis 1527-1591 184
Pondal, Eduardo 1835-1912 353
Prado, Andre’s siglo xvi 1 78
Proverbios, El libro de los buenos.
.
. siglo xiii 73
Proverbios en Rima siglo xiii 85
Provincial, Coplas del siglo xv 119
Pulgar, Hernando del 1436-1493 127
Quadrado, José María 1819-1896 341
Querol, Vicente Wenceslao 1836-1889 351
Questión de Amor, Anónimo 1513 151
Quiníana, Manuel José 1772-1857 304
Quiñones de Benavente, Luis 1589-1651 256
Quirós, Pedro de 1 1670 241
QUentos o de los Gatos, Libro de los siglo xv 94
Razó/7 de Amor siglo xiii 85
Rebolledo, Conde Bernardino de 1597-1676 242
Reina, Manuel 1856-1905 354
Resírepo, José Manuel siglo xix 369
Rey de Aríieda, Andrés 1549-1613 180
Reyes, Arturo 1864-1913 355
Reyes d’Orient, Los tres (libro deis). siglo xm 72
Reynoso, Felipe José 1772-1851 306
Rhua, Pedro siglo xvi 166
Ribera, Luis de 15307-1612? 224
Rioja, Francisco de 1600-?1659 240
Ríos Rosas, Antonio 1808-1873 356
Ríos, José Amador de los 1818-1878 358
Rivadeneyra, Pedro de 1520-1611 230
Rivas, Duque de (Véase Ángel Saavedra)
Roa, Martín de 1535-1637 231
Robles, Juan de 1574-1649 280
Rodó, José Enrique 1872-1919 380
Rodrigo, Cantar de siglo xiv? 87
Rodríguez de Almela, Diego \A26-U92 125
Rodríguez de la Cámara, del Padrón,
Juan XIV a XV 100
Rodríguez Galvan, Ignacio. 1816-1842 364
Rodríguez de Lena, Pero siglo xv 112
Rodríguez de Montalvo, Garci siglo xvi 138
índice alfabético de autores 417
Vivió. Págs.
Rojas, Arísíides siglo xix 368
Rojas, Fernando de, siglo xv 147
Rojas, lose’ María siglo xix 568
Rojas Villandrando, Agustín de 1572-1612 214
Rojas Zorrilla, Francisco de 1607-1648 271
Romanceros 152
Romances 129
Romero de Cepeda, Joaquín siglo xvi 181
Rubio y Ors, Joaquín 1818-1889 516
Rueda, Lope de ‘ 1510-1565 176
Rufo-Guíie’rrez, Juan 1546-1621? 190
Ruiz, Juan (Arcipreste de Hita) 1285-1550 85
Ruiz Aguilera, Ventura 1820-1881 529
Ruiz de Alarcón, Juan ¿1581-1659 257
Saa de Miranda, Francisco de 1485-1558 165
Saavedra (Duque de Rivas), Ángel 1791-1865 510
Saavedra Fajardo, Diego. 1584-1648 277
Sabios, Libro de los Doce siglo xiii 74
Sabuco de Nantes, Oliva 1562-1622 204
Sal, Juan de la 7^650 285
Salaberry, Carlos Augusto 1851-1890 576
Salas Barbadillo, Alonso Jerónimo de. ¿1581-1655 284
Salazar, Eugenio t 1610 250
Salazar y Torres, Agustín 1642-1675 257
Samaniego, Fe’lix María 1745-1801 297
Sánchez, Miguel t 1650? 181
Sánchez de Badajoz, Diego siglo xvi 176
Sánchez de Badajoz, García 1460-1526 154
Sánchez Muñón, Sancho siglo xvi 151
Sánchez Talavera, Ferrant 1590-1441 98
Sánchez de Vercial, Clemente ¿1570-1426? 95
Sanctio II de Castilla (Cantar y Gesta
de) siglo xiii 69
Sancho IV siglo xiv 81
Sanfuentes, Salvador 1817-1860 577
San José, Fray Jerónimo de 1587-1654 279
San Pedro, Diego de siglo xv 144
Santa Teresa, Sor Francisca de 1655-1756 290
Santillana, Marqués de (Véase López
de Mendoza)
Santisteban Osorio, Diego de siglo xvi 187
Santos, Francisco siglo xvii 286
27
418 ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES
Vivió Págs.
Sanios Alvarez, Miguel de los 1818-1892 520
Santos de Carrión (Véase Carrión). siglo xiv 87
Santos Chocano, José Cuntemporáueo. 583
Sanz, Eulogio Florentino 1825-1881 355
Sarmiento P. Martín 1695-1772 295
Sartorio, José Manuel. 1746-1829 565
Sedeño, Juan siglo xvi 151
Segura de Astorga, Juan Lorenzo siglo xiii 72
Seigas y Carrasco, José 1824-1882 529
Sem Tob (Véase Carrión).
Sempere, Jerónimo., siglo xvi 170
Serra, Narciso 1850-1877 524
Sigüenza Fray José ; 1544-1606 .229
Silva, Feliciano de siglo xvi 151 y HO
Silva, José Asunción 1865-1896 582
Silvestre Rodríguez de Mesa, Gregorio. 1520-1569 162
Simón Abril, Pedro. 1550-1595? 205
Solano, Fray Vicente 1790-1865 575
Solís y Ribadeneyra, Antonio de 1610-1686 214 v 276
Somoza, José 1781-1852 556
Suárez de Figueroa, Cristóbal 1571-1646 284
Táfur, Pero ¿1410-1484? 111
Tamayo y Baus, Manuel 1829-1898 528
Tapia, Juan de siglo xv 118
Tassis-Véase Villamediana-(Conde de)
Teresa de Jesús, Santa 1515-1582 191
Tesoro, Libro del siglo xiii 81
Texeda, Jerónimo siglo xvii 201
Timoneda, Juan ¿1490-1585? 178
Tirso de Molina (Fray Gabriel Téllez). 1571-?1648 252
Toribio Medina, José Contemporáneo. 577
Toro, (Véase Arcediano de)
Toro, Fermín 1807-1875 567
Torre, Alfonso de la f 1461 115^
Torre, Fernando de la siglo xv 1 18
Torre, Francisco de la 1543-1594 186
Torrellas, Pedro siglo xv 118
Torres Naharro, Bartolomé de t 1551 156
Torres Villarroel, Diego de 1695-1770 291
Trovadores xi al xiv 95
Trueba y la Quintana, Antonio de 1821-1889 558
Turmeda, Fray Anselmo de 1 1425? 104
INDICK ALFABÉTICO DE AUTORES 419
Vivió. Págs.
ürrea, Pedro Manuel de 1486-1555 150
Urries, Hugo de siglo xv 1 19
Yalbuena, Bernardo de 1568-1627 226
Valde’s (El Mulato Plácido), Gabriel de
la Concepción 1809-1844 562
Valdés, Juan 1501?-1541 172
Valdivielso, José de 1560-1658 224
Valencia, Pedro 1555-1620 280
Valenzuela, Fernando siglo xvii 242
Valera, Cipriano 1552-1625 250
Valera, Diego de 1412-1487 126
Valera y Alcalá Galiano, Juan 1827-1905 542
Valladares de Valdelomar, Juan xvi al xvii 287
Valladolid, Juan de siglo xv 118
Várela, Juan Cruz 1794-1859 578
Vega, Alonso de 1 1565 178
Vega, Garcilaso 1505-1556 159
Vega, Ventura de la 1807-1865 525
Vera y Carpió, Frey Lope Félix de 1562-1655 214
Velázquez de Velasco, Luis José 1722-1772 295
Vélez de Guevara, Luis 1579-1644 250
Venegas de Busto, Alexo 1495-1545 204
Vera y Figueroa, Juan Antonio de 1585-1658 279
Veragüe, Pedro de siglo xiv 88
Verdaguer, Jacinto 1845-1907 552
Vergara, José María 1851-1872 572
Vicente, Gil ¿1470-1556? 157
Vicuña Mackenna, Benjamín 1851-1886 577
Villalpando, Mosén Juan xv 118
Villamediana (Conde de) 1582-1622 256
Villaviciosa, José de 1589-1658 2^5
Villegas, Antonio de siglo xvi 162
Villegas, Manuel Esteban de 1589-1669 242
Villena, Enrique de 1554-1454 90
Villena (Marqués de), Juan Fernández
Pacheco 1650-1725 289
Virues: Cristóbal de 1550-1610 180
Ximénez de Rada, Rodrigo 1170-1247 74
yáñez, Rodrigo xiii al xiv 87
Yucuf, Poema de siglo xiii , 85
Zabaleta, Juan de siglo xvii 287
Zapata, Luis 1552-1599 189
420 ÍNDICE ALFABÉTICO DE AUTORES
Vivió. Págs.
Zayas y Sotomayor, María de 1590-1650 285
Zenea, Juan Clemente 1851-1871 562
Zequeira, Manuel 1760-1846 562
Zorrilla y Moral, José 1817-1895 517
Zorrilla San Martín, Juan, Contemporáneo. 580
Zurita, Jerónimo 1512-1580 205
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indicar las feciías dudosas en comparación con la que se da en la página
correspondiente. Autores que se citan incidentalmente en el texto,
generalmente no figuran aquí.

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados