Las Mejores Poesías

HASSE - Carlo Innocenzo Carloni

 

A continuación, en PDF puedes descargar cuatro antologías de las mejores poesías en castellano:

Storni Alfonsina – Las Mejores Poesias De Los Mejores Poetas Xliii

poesia12

Menendez Y Pelayo Marcelino – Las Cien Mejores Poesias (liricas) De La Lengua Castellana (1910)

anto.80poemas

Murillo Bartolome Esteban Walpole Immaculate Conception

UNAMUNO- POESÍAS DE LAS TIERRAS DE ESPAÑA

 

1- SALAMANCA Y SU TIERRA

(p.39)

 

 SALAMANCA

 

Alto soto de torres que al ponerse

tras las encinas que el celaje esmaltan

dora a los rayos de su lumbre el padre

Sol de Castilla;

 

bosque de piedras que arrancó la historia

a las entrañas de la tierra madre,

remanso de quietud, yo te bendigo,

¡mi Salamanca!

 

Miras a un lado, allende el Tormes lento,

de las encinas el follaje pardo

cual el follaje de tu piedra, inmoble,

denso y perenne.

 

Y de otro lado, por la calva Armuña,

ondea el trigo, cual tu piedra, de oro,

y entre los surcos al morir la tarde

duerme el sosiego.

 

Duerme el sosiego, la esperanza duerme

de otras cosechas y otras dulces tardes,

las horas al correr sobre la tierra

dejan su rastro.

 

Al pie de tus sillares, Salamanca,

de las cosechas del pensar tranquilo

que año tras año maduró en tus aulas,

duerme el recuerdo.

 

Duerme el recuerdo, la esperanza duerme

y es tranquilo curso de tu vida

como el crecer de las encinas, lento,

lento y seguro.

 

De entre tus piedras seculares, tumba

de remembranzas del ayer glorioso,

de entre tus piedras recojió mi espíritu

fe, paz y fuerza.

 

En este patio que se cierra al mundo

y con ruinosa crestería borda

limpio celaje, al pie de la fachada

que de plateros

 

ostenta filigranas en la piedra,

en este austero patio, cuando cede

el vocerío estudiantil, susurra

voz de recuerdos.

 

En silencio fray Luis quédase solo

meditando de Job los infortunios,

o paladeando en oración los dulces

nombres de Cristo.

 

Nombres de paz y amor con que en la lucha

buscó conforte, y arrogante luego

a la brega volvióse amor cantando,

paz y reposo.

 

La apacibilidad de tu vivienda

gustó, andariego soñador, Cervantes,

la voluntad le enhechizaste y quiso

volver a verte.

 

Volver a verte en el reposo quieta,

soñar contigo el sueño de la vida,

soñar la vida que perdura siempre

sin morir nunca.

 

Sueño de no morir es el que infundes

a los que beben de tu dulce calma,

sueño de no morir ese que dicen

culto a la muerte.

 

En mi florezcan cual en ti, robustas,

en flor perduradora las entrañas

y en ellas talle con seguro toque

visión del pueblo.

 

Levántense cual torres clamorosas

mis pensamientos en robusta fábrica

y asiéntese en mi patria para siempre

la mi Quimera.

 

Pedernoso cual tú sea mi nombre

de los tiempos la roña resistiendo,

y por encima al tráfago del mundo

resuene limpio.

 

Pregona eternidad tu alma de piedra

y amor de vida en tu regazo arraiga,

amor de vida eterna, y a su sombra

amor de amores.

 

En tus callejas que del sol nos guardan

y son cual surcos de tu campo urbano,

en tus callejas duermen los amores

más fugitivos.

 

Amores que nacieron como nace

en los trigales amapola ardiente

para morir antes de la hoz, dejando

fruto de sueño.

 

El dejo amargo del Digesto hastioso

junto a las rejas se enjugaron muchos,

volviendo luego, corazón alegre,

a nuevo estudio.

 

De doctos labios recibieron ciencia

mas de otros labios palpitantes, frescos,

bebieron del Amor, fuente sin fondo,

sabiduría.

 

Luego en las tristes aulas del Estudio,

frías y oscuras, en sus duros bancos,

aquietaron sus pechos encendidos

en sed de vida.

 

Como en los troncos vivos de los árboles

de las aulas así en los muertos troncos

grabó el Amor por manos juveniles

su eterna empresa.

 

Sentencias no hallaréis del Triboniano,

del Peripato no veréis doctrina,

ni aforismos de Hipócrates sutiles,

jugo de libros.

 

Allí Teresa, Soledad, Mercedes,

Carmen, Olalla, Concha, Bianca o Pura,

nombres que fueron miel para los labios,

brasa en el pecho.

 

Así bajo los ojos la divisa del amor,

redentora del estudio,

y cuando el maestro calla, aquellos bancos

dicen amores.

 

Oh, Salamanca, entre tus piedras de oro

aprendieron a amar los estudiantes

mientras los campos que te ciñen daban

jugosos frutos.

 

Del corazón en las honduras guardo

tu alma robusta; cuando yo me muera

guarda, dorada Salamanca mía,

tú mi recuerdo.

 

Y cuando el sol al acostarse encienda

el oro secular que te recama,

con tu lenguaje, de lo eterno heraldo,

di tú que he sido.

  

LA TORRE DE MONTERREY

A LA LUZ DE LA LUNA

 

Torre de Monterrey, cuadrada torre,

que miras desfilar hombres y días,

tú me hablas del pasado y del futuro

 

De día el sol te dora y a sus rayos

se aduermen tus recuerdos vagarosos,

te enjabelga la luna por las noches

y se despiertan,

 

Velas tú por el día, enajenada,

confundida en la luz que en sí te sume

y en las oscuras noches te sumerges

en la inconciencia.

 

Mas la luna en unción dulce al tocarte

despiertas de la muerte y de la vida,

y en lo eterno te sueñas y revives

en tu hermosura.

 

¡Cuántas noches, mi torre, no te he visto

a la unción de la luna melancólica

despertar en mi pecho los recuerdos

de tras la vida!

 

De la luna la unción por arte mágica

derrite la materia de las cosas

y su alma queda así flotante y libre,

libre en el sueño.

 

Renacer me he sentido a tu presencia,

torre de Monterrey, cuando la luna

de tus piedras los sueños libertaba

y ellas cedían,

 

Y un mundo inmaterial, todo de sueño,

de libertad, de amor, sin ley de piedra,

mundo de luz de luna confidente

soñar me hiciste.

 

Torre de Monterrey, dime, mi torre,

¿tras de la muerte el sol brutal se oculta

o es la luna, la luna compasiva,

del sueño madre?

 

¿Es ley de piedra o libertad de ensueño

lo que al volver las almas a encontrarse

las unirá para formar la eterna

torre de gloria?

 

Torre de Monterrey, soñada torre

que mis ensueños madurar has visto,

tú me hablas del pasado y del futuro

 

EL REGAZO DE LA CIUDAD

  

El regazo de la ciudad

Es, mi ciudad dorada, tu regazo

como el regazo amado en que reside

el corazón que por el nuestro late;

regazo de sosiego

preñado de inquietudes

sereno mar de abismos tormentosos.

 

En él se vive en paz soñando guerra;

las horas en silencio

dejan oír la voz con que nos llama

la eternidad a la abismal congoja.

 

Es, mi ciudad dorada, tu regazo

un regazo de amor todo amargura,

de paz todo combate

y de sosiego en inquietud basado.

  

ATARDECER DE ESTÍO EN SALAMANCA

  

Del color de la espiga triguera

ya madura

son las piedras que tu alma revisten,

Salamanca,

y en las tardes doradas de junio

semejan tus torres

del sol a la puesta

gigantescas columnas de mieses

orgullo del campo

que ciñe tu solio.

Desde lo alto derrama su sangre,

lluvia de oro,

sobre ti el regio sol de Castilla,

pelícano ardiente,

y en tus piedras anidan palomas

que arrullan en ellas

eternos amores

al acorde de bronces sagrados

que lanzan al aire

seculares quejas

de los siglos.

Los vencejos tu cielo repasan

poblando su calma

con hosanas de vida lijera,

jubilosa,

las tardes de estío,

y este cielo, tu prez y tu dicha,

Salamanca,

es el cielo que esmalta tus piedras

con oro de siglos.

 

Como poso del cielo en la tierra

resplende tu pompa,

Salamanca,

del cielo platónico

que en la tarde del Renacimiento

cabe el Tormes fray Luis meditando

soñara.

Sobre ti se detienen las boras,

de reveza,

soltando su jugo,

su savia de eterno,

y en tus aguas se miran los siglos

dejando a la historia

colmar su regazo

con frutos de otoño.

Cuando puesto ya el Sol, de tu seno

rebotan tus piedras

el toque de queda

me parecen los siglos mejerse,

que el tiempo se anega,

y vivir una vida celeste

–¡quietud y visiones!–

¡Salamanca!

 

Sobre ti se detienen las horas,

de reveza17,

soltando su jugo,

su savia de eterno;

y en tus aguas se miran los siglos

dejando a la historia

colmar tu regazo

con frutos de otoño.

Cuando puesto ya el Sol, de tu seno

rebotan tus piedras

el toque de queda,

me parecen los siglos mejerse’8,

que el tiempo se anega,

y vivir una vida celeste

—¡quietud y visiones!—

¡Salamanca!

29-V-1908.

 

 

 

 

 

 

HAN VUELTO LOS VENCEJOS…

 

 

 

Han vuelto los vencejos;

las cosas naturales vuelven siempre;

las hojas a los árboles,

a las cumbres las nieves.

 

 

 

49

Han vuelto los vencejos;

lo que no es arte vuelve;

vuelta constante es la naturaleza

por cima de las leyes.

 

Han vuelto los vencejos;

¿ves como todo vuelve?

todo lo que ha brotado al sol desnudo,

de la inexhausta fuente;

todo lo que no fue de algún propósito

producto endeble.

 

Han vuelto los vencejos;

¡augusto ritmo, única ley perenne!

¡el año es una estrofa

del canto permanente!

Todo vuelve, no dudes, todo vuelve;

vuelve la vida;

¡vuelve la muerte!

¡cuanto tiene raíces en la vida

al fin y al cabo vuelve!

 

 

¡Han vuelto los vencejos,

y al pecho aquellas mismas ansias vuelven…!

Ahora comprenderás lo que en la vida

quiere decirnos: «¡Siempre!»

Siempre, quiere decir la vuelta, el ritmo,

la canción de la mar en la rompiente;

si la ola se retira

ha de volver, pues es de lo que vuelve.

Vuelve todo lo que es naturaleza,

y tan sólo se pierde

lo que es remedo vano de los hombres,

sus artificios, invenciones, leyes…

 

 

Han vuelto los vencejos,

como ellos vuelven… siempre!:

con su alegre chillar el aire agitan

y el cielo, con su rau’do ir y volverse,

 

al caer de la tarde

cobrar vida parece.

No se posan ni paran, incansables;

sus pies ¿a qué los quieren?

les basta con las alas,

criaturas celestes.

Con ritmo de saeta, ritmo yámbico,

los versos vivos de su vuelo tejen,

chillando la alegría

de sentirse vivientes…

 

Han vuelto los vencejos;

íos deí año pasado, los de siempre,

los mismos de hace siglos,

los del año que viene,

los que vieron volar nuestros abuelos

encima de sus frentes natura fuerte,

y encima de las suyas nuestros nietos

verán también volar, negros y leves.

Han vuelto los vencejos;

criaturas del aire que no mueren

—¿quién muertos íos ha visto?—

heraldos de la vida, amantes fieles

del largo día de la mies dorada;

¡han vuelto los de siempre…!

¡Vencejos inmortales,

alados hijos de natura fuerte

heraldos de cosechas y vendimias,

mensajeros celestes,

bienvenidos seáis a nuestro cielo,

vosotros… los de siempre!

 

Abril, 1908.

 

LA PARRA DE MI BALCÓN

 

 

 

El sol de otoño ciernes de mi alcoba

en el ancho balcón, rectoral parra

que de zarcillos con la tierna garra

prendes su hierro. Y ritmo alguna trova

en ratos que el oficio no me roba

a tu susurro, de esta tierra charra

viejo eco de canción. No irán a jarra

cual las que sufren del lagar la soba,

parra de mí balcón, tus verdes uvas;

para mi mesa guardo los opimos

frutos del sol de otoño bien repletos;

no quiero que prensados en las cubas

del vino se confundan mis racimos

y con ellos se pierdan mis sonetos.

26-X-1910.

 

 

 

CARRETERA DE ZAMORA

 

¡Oh, clara carretera de Zamora,

sonadero feliz de mi costumbre,

donde en el suelo tiende el soJ su íumbre

desde que apunta hasta que rinde su hora!

 

¡Cómo tu cielo aquí en mi pecho mora

y me alivia la grasa pesadumbre

de esta ya más que mucha muchedumbre

de París, que el reposo me devora!

Bulevares, esquares», avenidas,

sumideros del Metro, ¡qué albañales

del curso popular, con sus crecidas!

senaras24 de la Armuña, ¡qué pañales

distéis a mis ensueños! ¡Cuántas vidas

abortan en las grandes capitales!

París, 24-IX-1925.

 

 

 

SALAMANCA, DESDE HENDAYA

 

I

¡Ay, que en estas negras noches

Salamanca, Salamanca,

viene a visitarme en sueños

la vida que di a mi España!

Que en las noches del destierro,

Salamanca,

me pueblan las soledades

las vergüenzas que ahí se pasa.

Que aquí está mi fortaleza,

Salamanca,

pero… no, nada de pero,

la libertad en mi casa.

Y es libertad el destierro,

Salamanca,

hasta mejor en mazmorra

que en estrado con mordaza.

En el desierto doy voces,

Salamanca,

 

oyen las piedras piadosas

y hasta el cielo me levantan.

Justicia y verdad son uno,

Salamanca,

Dios lo quiere, Dios lo quiere,

su voluntad es mi casa.

Doy al César lo del César,

Salamanca,

y a Dios la verdad-justicia

que es patrimonio del alma.

Por mucho que el pecho añore,

Salamanca,

el aire claro de Gredos

que hace corazón a España

la verdad-justicia pide,

Salamanca,

la libertad del destierro

aire del alma enjaulada.

Te llevo en mí con mi vida,

Salamanca,

y el aire claro de Gredos

dejó en mí verdad de España.

«Salamanca enseña», dice,

Salamanca,

la enseña con que tu Escuela25

hace de verdades gala.

Del Almanzor en la cumbre,

Salamanca,

aprendí verdad-justicia

que es religión de la patria.

 

Hendaya,1927.

 

II

La leyenda negra, ia leyenda blanca,

la leyenda roja, la leyenda azul,

mócense leyendas, nubes, Salamanca,

de tu cielo de oro bajo el claro tul.

La negra leyenda, la blanca leyenda,

la roja leyenda, la azul, al pasar

tejen en tu cielo una linda venda

con que Dios bendito nos venda al mirar.

Hendaya, 30-V-1929.

 

 

 

 

{NOSTALGIA]

Agua del Tormes,

nieve de Gredos,

sal de mi tierra,

sol de mi cielo,

pan de la Armuña mollar y prieto,

leche de cabra del llano escueto,

puestas de soles de rosa eterno,

sombra de encina que espeja el Puerto,

cantos de charros,

todo recuerdos;

la carretera de mis paseos,

de lazarillo, soñaba el ciego26;

balcón de estío, ¡ay, mis vencejos!

Catedral Vieja, queda lo eterno;

Santo Domingo, reposo inquieto;

Arco la Lapa, fervor obrero;

bancos del aula de mis ensueños;

noches de casa junto al brasero,

duermen los míos, canta el sereno;

siglos de vida que se me fueron.

Hendaya, 29-IX-1928.

 

 

 

 

EL CAMPO DE SAN FRANCISCO

 

 

Enterraré en ti, mi visión del Campo

de San Francisco,

hambre loca de imposible sosiego,

raíz de Cristo.

Cubren cipreses a las áureas torres,

cielo divino,

y canta en mayo su prieta verdura

fruto de trinos…

soñando en la mar el agua canta

reló de siglos…

¡Qué montón de momentos, puro monte

místico, místico,

monta escalando de Dios el peldaño,

fuente de ríos;

recuerdos enterrados, vida

tras tierno olvido…

Toma tierra el cielo, cielo la tierra,

carne de Cristo;

la Dolorosa con sus siete espadas,

fiel acerico,29

rojo fruto, corazón todo madre,

trágico sino,

y el dolor sin orillas se hace lago

claro, tranquilo,

en dulce paz de descanso soñado,

azul cobijo,

mi humilde, pobre hermano, santo Campo

de San Francisco.

 

29-111-1930.

 

 

 

[RENACIENTE MARAVILLA]

 

 

¡Salamanca, Salamanca,

renaciente maravilla,

académica palanca

de mi visión de Castilla!

Oro en sillares de soto

de las riberas del Tormes,

de viejo saber remoto

guardas recuerdos conformes.

Hechizo salmanticense

de pedantesca dulzura,

gramática del Brócense,30

florón de literatura.

¡Ay, mi Castilla latina

con raíz gramatical!

¡Ay, tierra que se declina

por luz sobrenatural!

18-VIII-1930.

 

LA CARRETERA DE ZAMORA

 

Carretera de Zamora,

cuesta arriba, cuesta abajo;

los siglos me dieron la hora

de soñar, ¡recio trabajo!

Se acuesta en torno la Armuña,

cuesta abajo, cuesta arriba;

el cielo a la tierra acuña

y sus entrañas cautiva.

Carretera de los años

de mis ansias de consuelo,

no padece desengaños

quien se entrega sólo al cielo.

¡Carretera de Zamora

al salir de Salamanca;

los siglos nos dan la hora,

final de que todo arranca!

 

Salamanca, 18-XII-1932.

 

 

EL CRISTO DE CABRERA

 

 

(Recuerdo del 21 de mayo de 1899)

 

 

¡Valle de selección en que el silencio

melancolía incuba,

asilo de sosiego,

crisol de la amargura,

valle bendito,

solitario retiro

del Cristo de Cabrera,

tu austera soledad bendita sea!

 

La encina grave

de hoja oscura y perenne

que siente inmoble

ía caricia del aire,

derrama austeridad por el ambiente,

y como en mar, allá, del horizonte,

en el confín se pierde…

¡Ay, quién me diera

libre del tiempo,

en tu calma serena

descansar renunciando a todo vuelo,

y en el pecho del campo

bajo la encina grave

en lo eterno, alma mía, asentarte

a la muerte esperando!

Aquí el morir un derretirse dulce

en reposo infinito debe ser,

en el río que fluye

del mar eterno,

un henchirse en su seno

de vida soberana,

en que se anega el alma,

un retorno a la fuente del ser…

¡Oración mística

del ámbito allí se alza silenciosa,

resignación predica

e inconciente esperanza la campiña,

allí callan las horas

suspensas del silencio

bajo el misterio,

voz de ¡a eternidad!

Mana cordial tristeza

de la difusa luz que de la encina

el ramaje tamiza

y es la tristeza

calma serena.

Del Cristo la capilla,

humilde y recogida,

las oraciones del contorno acoge;

es como el nido

donde van los dolores

a dormir en los brazos del Cristo.

Del sosegado valle

el espíritu suave

cual celestial rocío en el santuario

cuaja invisible;

es el alma del campo

que, a su vez, culto rinde

del Hombre al Hijo,

diciendo a su manera

con misterioso rito

que es cristiana también Naturaleza.

La noche de la cena

con el alma del hombre

henchida hasta la muerte de tristeza,

se retiró Jesús como a oratorio

del olivar al monte,

y allí puesto de hinojos

y en él el Hombre y Dios en recia lucha

pidió a su Padre le apartara el vaso

de la amargura,

hasta al fin, sumiso

vencedor del combate soberano,

manso cordero, dijo:

«¡Mi voluntad no se haga, mas la tuya!»

Bajó entonces del cielo

a confortarle un ángel

y en las angustias del dolor supremo

sudó gotas de sangre,

gotas que descendían a la tierra,

a la tierra, su madre,

las entrañas bañándola en tristeza

y en zumo de pesares.

Por eso cuando el sol en el ocaso

se acuesta lento,

como perfume espiritual del campo

sube místico rezo,

que es como el eco

que de los siglos al través repite

el resignado ruego

de la pobre alma hasta la muerte triste,

¡de aquel sudor de sangre es el incienso!

¡Allí en Cabrera,

al caer de la tarde

al corazón acude aquella escena

del más fecundo duelo,

mientras desciende al valle

santo sosiego!

Rústica imagen

de foco sirve

a los anhelos de la pobre gente

que al conjuro sutil de aquel paraje

concurre triste

a cerner sus pesares

del encinar en la quietud solemne,

o rebosando gozo,

de la promesa en alas,

para rendir de gratitud el voto

acude consolada.

No es de tal imagen ni aun trasunto vago

del olímpico cuerpo que forjaron

los que con arte y juego

poema hicieron de ía humana forma,

si no torpe bosquejo

de carne tosca

con sudor amasada del trabajo

en el molde de piedra

sobre la dura tierra.

Aquella fealdad y grosería

de pobrs monstruo humano

que en sí el fruto recoge

que los vicios sembraron de los hombres,

honda piedad inspiran

al pobre Cristo

amasado con penas,

al Cristo campesino

del valle de Cabrera.

Del leño a que sus brazos

están clavados,

penden de ex votos cintas

y pinturas sencillas

que en tosquedad al Cristo se aparejan

en la cámara ostentan

sencilla fe.

¡Cuántos del corazón al cáliz vivo,

de congojas henchido,

llevaron a sus pies cual pía ofrenda,

la más preciada y tierna,

y rebasó la pena,

y en llanto se vertió!

¡Cuántos bajo el mirar de aquella imagen,

mirar hierático,

dulce efluvio sedante

sintieron que sus penas adormía

y que el divino bálsamo

tornábales al sueño de la vida

a la resignación!

Y al salir de la ermita,

al esplendor del campo,

llevando en la retina

del tosco Cristo los tendidos brazos,

soñar debieron en borroso ensueño

que desde el alto cielo

lleno de paz,

el Amor que en su seno recogiera

del mundo las flaquezas,

del trabajo las penas,

a posarse piadoso bajó al suelo

¡y abrazó al campo con abrazo tierno

el infinito Amor!

 

AL TORMES

 

Desde Gredos, espalda de Castilla,

rodando, Tormes, sobre tu dehesa,

pasas brezando el sueño de Teresa

junto a Alba la ducal dormida villa.

 

De La Flecha gozándote en la orilla

un punto te detienes en la presa

que el soto de Fray Luis cantando besa

y con tu canto animas al que trilla.

 

De Salamanca cristalino espejo

retratas luego sus doradas torres,

pasas solemne bajo el puente viejo

 

de los romanos, y el hortal recorres

que Meléndez cantara. Tu consejo

no de mi pecho, Tormes mió, borres.

 24-IX-1910.

  

JUNTO A LA LAGUNA DEL CRISTO

EN LA ALDEHUELA DE YELTES,

UNA NOCHE DE LUNA LLENA

 

 Noche blanca en que el agua cristalina

duerme queda en su lecho de laguna

sobre la cual redonda llena luna,

que ejército de estrellas encamina

 

vela, y se espeja una redonda encina

en el espejo sin rizada alguna;

noche blanca en que el agua hace de cuna

de la más alta y más honda doctrina.

 

Es un rasgón del cielo que abrazado

tiene en sus brazos la Naturaleza,

es un rasgón del cielo que ha posado

 

y en el silencio de la noche reza

la oración del amante resignado

sólo al amor, que es su única riqueza.

 

12-X-1910.

 

 

 

HERGUIJUELA DE LA SIERRA

 

 

Erguijuela de la Sierra,

¡ay, iglesuela en cuclillas,

abrigando a tus polluelos

mientras les pasa la vida!

En un rincón que se pierde

 

tras el verdor, en la umbría,

apretaditas las casas

para hacerse una fajina.

Erguijuela de la Sierra,

que al pasar vi por encima;

¡qué raices me ha echado

aquel vistazo de prisa!

 

Hendaya, 28-VI-1928.

 

 

 

LA PEÑA DE FRANCIA»

 

Madre Blanca de Castilla,

que a Francia le dio un rey Santo;

maternidad castellana

de corazón todo blanco.

Nuestra Señora la Virgen,

Madre de Dios soberano,

la de la Peña de Francia

en el corazón serrano

de España, sobre las Hurdes,

de Extremadura barranco;

maternidad castellana,

que está de piedad sangrando.

Peña de Francia desnuda,

¡ay, corazón descarnado!;

Madre Blanca de Castilla

diole a Francia Luis el Santo.

 

Hendaya, 18-IX-1928.

 

TIERRAS SALMANTINAS

 

La nava salamanquina

al sol entre Duero y Tajo,

en Extremadura estribo

encinares, montes llanos.

Rocas de Ávila, Castilla,

de España castillo mágico,

de León, frontera muerta

en soledades del páramo.

Arévalo, Benavente,

Plasencia, ¡sus altibajos!

Gredos hilando en su rueca

hilos para Duero y Tajo.

 

Hendaya, 18-1-1929.

 

 

Tierra de Salamanca, tierra

donde en la roca, corazón

resuena el eco de la sierra;

¡el Tremedal, el Tenebrón!

Florida de Liébana, en llano

ondea en verdor de la mies

del lecho del mar castellano

sin agua, y el cielo pavés.

Enhiestos islotes las rocas,

pobres lagunas del Trampal,

¿son ojos de cumbre o son bocas?

Sed de luz sobrenatural.

 

Hendaya, 26-111-129.

 

 

 

EL CRISTO DE LA LAGUNA

 

¡Ay, Cristo de la Laguna,

cómo tus castas encinas

en las aguas cristalinas

ven desdoblada la Luna!

Y a la vez se ven en ellas

flotando entre cielo y cielo

y envueltas en el consuelo

nocturno de las estrellas.

Laguna del Cristo, espejo

de la soledad del monte,

la Peña da a tu horizonte

un convento por cortejo41.

¡Ay, mi Laguna del Cristo’.,

los años ya que me viste;

pero la visión resiste

y a aquél que te vio me has visto.

 

Salamanca, 17-VIII-1930.

 

 

 

 

 

 

II. Vasconia y su paisaje

————————–

 LAS MONTAÑAS DE MI TIERRA…

 

Las montañas de mi tierra

en el mar se miran,

y los robles que las visten

salina respiran.

 

De mi tierra el mar bravio

briza a las montañas,

y ellas se duermen sintiendo

mar en las entrañas.

 

¡Oh, mi Vizcaya marina

tierra montañesa,

besan al cielo tus cumbres

y el mar te besa!

 

Tu hondo mar y tus montañas

llevo yo en mí mismo,

copa me diste en los cielos

raíz en el abismo.

   

EN LA BASÍLICA DEL SEÑOR SANTIAGO,

DE BILBAO, EL MARTES

DE SEMANA SANTA, 10 DE ABRIL DE 1906

  

Entré llevando lacerado el pecho,

convertido en un lago de tormenta,

entré como quien anda y no camina

como un sonámbulo;

 

entré fuera de mí y de tus rincones,

brotó mi alma de entonces y a cantarme

tus piedras se pusieron mis recuerdos

de anhelos íntimos.

 

Bajaron compasivas de tus bóvedas

las oraciones de mi infancia lenta

que allí anidaran y en silencio a mi alma

toda ciñéronla.

 

Aquí soñé de niño, aquí su imagen

debajo de la imagen de la Virgen

me alumbró el corazón cuando se abría

del mundo al tráfago.

 

Aquí soñé mis sueños de la infancia,

de santidad y de ambición tejidos,

el trono y el altar, el yermo austero,

la plaza pública.

 

Soñé sueños de gloria, ya terrena

ya celestial, en tanto que sus ojos

mi ambición amansaban y encendían

amonestándome.

 

Aquí llore las lágrimas más dulces

más limpias y fecundas, las que brotan

del corazón que cuando en sí no coge

revienta en lágrimas.

 

Aquí anhelé el anhelo que me ignora,

aquí el hambre de Dios sentí primero,

aquí bajo tus piedras confidentes

alas brotáronme.

 

Aquí el misterio me envolvió del mundc

cuando a la lumbre eterna abrí mis ojos

y aquí es donde primero me he sentido

sólo en el páramo.

 

Aquí en el Ángel de tu viejo claustro

me hacían meditar a la lectura

de un Kempis que leía en voz gangosa

un pobre clérigo.

 

Nadie le oía y el austero hechizo

del zumbar monótono del armonio

que nos mecía el alma, cada uno

le daba pábulo.

 

Y brizado en el canto como el niño .

Moisés del Nilo en las serenas aguas

a ser padre del pueblo iba en su cuna

durmiendo plácido,

 

dormido en las armónicas corrientes

cruzaba los desiertos de la Esfinge

en su cuna y en pos de su destino

mi pobre espíritu.

 

Aquí bajo tus piedras que adurmieron

los pesares de cien generaciones

de hijos de este Bilbao de mis entrañas

gusté al Paráclito.

 

Aquí lloraron ellos, en sus luchas

revueltas, suplicaron en los días

en que a tus puertas derramaban sangre

de rabia lívidos.

 

Este su asilo fuera en las candentes

peleas de los bandos y el empuje

de sus oleadas de pasión rompía

contra tu pórtico.

 

Madre de la Piedad, dulce patrona,

llorando aquí vinieron a pedirte

pidieras al Señor dura venganza

viudas y huérfanos.

 

Y venganza clamaban contemplando

sobre el altar, en su corcel brioso,

al Apóstol blandir, del 1no Hijo,

su espada fúlgida.

 

Aquí en torno de ti, en las machinadas,

rugió la aldeanería sus rencores,

mientras, isla, te alzabas por encima

del mar de cóleras.

 

Aquí bajo el silencio de tus piedras

mientras la nieve se fundía en sangre

siguió a la noche triste de Luchana.

Tedeum de júbilo.

 

Y aquí más tarde, cuando ya mi mente

se abría al mundo, resonó de nuevo

al verte libre en alborear de Mayo,

la gloria cívica.

 

Aquí, mientras cruzaba el mar el buque

del mercader, trayendo la fortuna,

venía él a pedir propicios vientos

para su tráfico.

 

Y aquí han llorado muchos su ruina

y aquí han venido, oh Madre dolorosa,

a preguntarte el pan para sus hijos

donde buscárselo.

 

Aquí bajo tus piedras confidentes,

mientras el cielo en lluvia se vertía,

vertieron en secreto sus pesares

tus hijos míseros.

 

Tú sabes los dolores que murieron,

tú las tragedias que tragó la tumba,

en ti de mi Bilbao duerme la historia

sueño enigmático.

 

Y hoy al entrar en ti siento en mi pecho

Juchas de bandos y civiles guerras,

y con rabia de hermanos se desgarran

en mí mis ímpetus.

 

Y la congoja el corazón me oprime

al ver cómo al bajel de mi tesoro

lo envuelve ia galerna mientras cruza

de Dios el piélago.

 

Oh, mi Bilbao, tu vida tormentosa

la he recogido yo, tus banderizos

junto a tus mercaderes en mi alma

viven sus vértigos.

 

Dentro en mi corazón luchan los bandos

y dentro de él me roe la congoja

de no saber dónde hallará mañana

su pan mi espíritu.

 

Vives en mí, Bilbao de mis ensueños,

sufres en mí, mi villa tormentosa,

tú me hiciste en tu fragua de dolores

y de ansias ávidas.

 

Como tu cielo es el de mi alma triste

y en él llueve tristeza a fino orvallo47,

y como tú entre férreas montañas,

sueño agitándome.

 

Y no encuentro salida a mis anhelos

sino hacia el mar que azotan las galernas

donde el pobre bajel de mi tesoro

zozobra náufrago.

 

Por eso vengo a ti, santa basílica,

que al corazón gigante de mi pueblo

diste para aplacarle de tus naves

la calma gótica.

 

Yo soy mi pueblo, templo venerando,

aplaca mis congojas, adormece

este sufrir, para que así consiga

seguir sufriéndolo.

 

Hazlo y te juro yo con mis dolores

levantar a mi pueblo por los siglos

donde sus almas tormentosas canten

otra basílica.

 

Y tal vez cuando tú rendida entregues

tus piedras seculares a mi tierra,

la altiva flecha de mi templo entone

tus glorias últimas.

 

 

LAS MAGNOLIAS DE LA PLAZA NUEVA,

DE BILBAO

Mi Plaza Nueva, fría y uniforme,

cuadrado patio de que el arte escapa;

mi Plaza Nueva puritana y hosca,

¡tan geométrica!

 

Tus soportales fueron el abrigo

de mis vagas visiones juveniles

mientras el cuadro de tu pardo cielo

llovía lúgubre.

 

En ti, a la edad en que el imberbe mozo

ternuras rima, yo en mi mente ansiosa

con abstrusos conceptos erigía

severa fábrica.

 

Dando vueltas en ti, nunca lo olvido,

discutía del todo y de la nada,

del principio primero de las cosas

y del fin último.

 

Entre tus casas orvallaba48 triste

como si al mundo el cielo aleccionase;

era tu cielo un cielo, hoy lo comprendo,

muy metafísico.

 

En torno a aquel estanque de las ranas

de metal, vomitando el agua a chorros,

se alzaban desterradas las magnolias

soñando a América.

 

Llegaba primavera con sus flores

y el perfume, recuerdo de la selva,

a embalsamar el patio despedían

las blancas ánforas.

 

Tiritando las pobres bajo el terco

orvallo, con los trinos se adormían

que entre el verdor de su follaje alzaban

cientos de pájaros.

 

Así, bajo el tedioso sirimiri

que hizo en mi alma caer la parda lógica,

florecieron magnolias que soñaban

la patria mística.

 

Y me dieron perfumes de la selva

nunca hollada, y los pájaros celestes

bajaron a cantarme en su verdura

de amores trémulos.

 

Mi Plaza Nueva, fría y uniforme,

cuadrado patio de que el arte escapa,

mi Plaza Nueva, puritana y hosca,

¡mí metafísica!

 

LAS ESTRADAS DE ALBIA

 

Aquí, donde hoy esta plazuela, antaño

se alzaba el Árbol Gordo,

y las que hoy son cuajadas calles eran

huerta y verdura.

Mi pueblo me es extraño;

mi Bilbao ya no existe;

por donde un día fueron sus afueras

hoy me paseo triste.

 

Ya en las dulces mañanas sosegadas

del amarillo octubre,

al que un cielo de plata abriga y cubre,

no brindarán su calma las estradas,

ni sus setos las verdes zarzamoras;

rechinan los tranvías y automóviles,

más henchidas transcurren hoy las horas;

pero ¿dónde te fuiste,

recogimiento?

¿Dónde el fluir aquel de nuestra vida,

tan manso y lento,

con su marcha tan suave y tan seguida?

 

Ya tus raíces, mocedad, no encuentro,

y cuanto más me adentro,

más lejos dejo esta que fue mi cuna.

Ya he traspuesto la cumbre,

y están rojos de otoño mis recuerdos,

y ya la pesadumbre

siento de un porvenir de cuesta abajo;

ei trabajo sin fin de resignarse!

Van cayendo las hojas,

por el otoño rojas,

 

del árbol una a una;

bien sé que volverá la primavera,

pero no la que fue, no aquella mía

que endóselo » mi cuna

con flores de flexible enredadera.

 

Llegará acaso un día

en que cubran también las zarzamoras

este suelo que hoy son plazas y calles;

pero no aquéllas;

otro todo será sobre mis valles, .

sólo serán las mismas las estrellas.

Y un día tú también, Carro del cielo33,

enseña secular de peregrinos,

te romperás, y… ¿entonces?

¿Cuándo salten los gonces

del rincón que llamamos universo?

 

Tal vez… —sin el tal vez la vida es sombra

de pesadilla-

tal vez aún más allá del más allá remoto,

en el espacio ignoto

de tras las más lejanas nebulosas,

un día acaso

ía Tierra vuelva a florecer, la misma,

la de espinas y rosas,

la ungida con el crisma

de Isis y BrahmaS4 y Júpiter y Cristo.

 

Y allí, en aquella tierra,

volverá a ser Vizcaya,

sus aguas el Nervión» dará de nuevo,

resurgirá la Villa

y volverá a vivir lo que viviera…

¡Absurda maravilla!

 

¡Absurda, sí! Sólo tal vez lo absurdo,

y el que estiméis más burdo,

nos libra de la peste de la lógica,

de la rueda del tiempo

con que el Hado inhumano,

poniendo en ella su broncínea mano,

nos trilla el corazón y la cabeza.

 

¿No he de volver a verte, campa de Albia?

¿No ha de arrollarse, al fin, en rollo espeso,

el tapiz del camino de mi vida?

¿Todo ha de ser progreso?

¿No ha de juntarse, al cabo, todo en uno?

 

¡Oh, qué dulce el correr días iguales;

repetición, sustancia de la dicha,

lenta fusión de bienes y de males,

santa costumbre,

de eternidad espejo;

ahora desde la cumbre,

cuando siento, por fin, que voy a viejo

y empieza ya a agostarse mi verdura,

comprendo la locura

de anhelar novedades y mañanas,

y cómo fueron vanas

mis juveniles ilusiones muertas!

¡Ay, mis queridas huertas,

abrumadas al peso de estas casas

en que el afán y la carcoma habitan!

 

Aún queda algún islote

de la antigua campiña

perdido entre solares,

algún rincón no hollado aún por el trote

del corcel del Progreso,

alguna vieja viña

del agridulce chacolí», que borra

de los cerebros tardos

la terca murria de estos cielos pardos.

Quedan de lo que fue siempre escurrajas,

y estas hurtadas fajas

de un verdor que agoniza,

simiente son de ensueños de esperanza.

Mientras lo nuevo avanza,

busca lo viejo en otro cielo abrigo,

donde se hace otro mundo

para dormir lejos del recio hostigo

del granizar del tiempo nauseabundo.

 

¿Acaso esta mi villa

no ha de ser la semilla

de un mundo eterno de quietud y calma?

¡Ay, pobre de mi alma!

desfondándote así en este trasiego

de apariencias, visiones y escenarios,

sin dar ancla en sosiego,

juguete de contrarios

vientos que soplan al azar del sino,

falta de tino,

falta de rumbo,

¿qué ha de ser, infeliz, de lo que fuiste?

Y así caminas triste,

sin poder detenerte en tu carrera,

de invierno a primavera,

de primavera a invierno,

soñando siempre en el descanso eterno.

 

Cuanto se mueve hacia lo inmoble tiende,

y lo único de inmóvil es la idea,

la que ilusiones sin reposo crea,

y la idea es recuerdo:

imagen es de lo que fue; lo cuerdo

no es sino recordar, y así mi alma,

recuerda lo que fue. Sea tu gloria,

mientras te quede aliento, la memoria.

 

Septiembre, 1907.

 

 

AL NERVIÓN

 

A la mejor memoria de Leopoldo

Gutiérrez, a quien leí este poema, a

raíz de compuesto, delante de la

iglesia de Begoña.

 

 

 

Una vez más, Bilbao, sobre tu seno

material descansando mi cabeza

vuelvo a soñar la vida de esperanzas

y ensueños juveniles

que me conservas.

 

 

Esas nubes que embozan las montañas,

seto de mi primer visión del mundo,

las nubes son en que atisbé visiones

de allende el valle humano…

¿Serán de lágrimas?

 

En las sombrías hoces de tus calles,

da la lluvia al reflejo ojos humanos

con mis ojos mejierón59 sus miradas,

ansiosas de alimento

de formas vivas.

 

¡Oh, mis calles de sombra y de recuerdos,

encañadas60 henchidas de rumores

de abismos de la vida; el río humano

de que sois hondo cauce

tajado a siglos,

 

se lleva derretidos en su curso

mis goces y mis penas; vuestras aguas

bajo el agua del cielo adormecieron

aquella sed eterna,

desapagable,

 

único lazo de las horas todas

desde el nacer hasta el morir; hoy vuelvo

a aquel mañana de mi ayer perdido,

a aquella mi otra suerte

que con vosotras,

 

nubes de mi niñez y mis montañas,

fue a perderse en los cielos del oriente!

¡Oh, mis nubes de ensueños no cumplidos,

cómo en lenta llovizna

regáis mi alma!

 

¡Ay, mi triste Nervión, preso entre muros,

pobre arteria de enfermo; cada día

del corazón desnudo de la tierra,

del mar, en ti sentimos

el pulso rítmico!

 

También tú fuiste niño, jugueteando

al pie de alisos, álamos y mimbres62,

con vueltas y revueltas indecisas

entre los fuertes brazos

de las montañas,

 

como ensaya sus pasos vagarosos

flanqueado por los brazos de su madre

el pequeñuelo que se lanza al mundo

con pureza en los ojos

sin buscar hito.

 

Gozaste bajo el cielo la verdura

del valle en el sosiego, ¡quién me diera

ver tu niñez, ver esos campos

cuando aún no eran la villa,

cual Dios los hizo!

 

 

Cortáronnos el curso, río mío,

nos apresaron entre recios muros,

nos robaron verduras de la orilla,

Juguetear por el valle

ya no nos dejan!

 

Dulces mimbres y sauces que en mis aguas

de alborada el follaje retratasteis,

¡cuántas llevé de vuestras hojas verdes,

juguete en mis espumas,

al mar perdidas!

 

Cual tú, preso entre muros, hoy trasporto

cargas de pensamientos en mis aguas

y en vez de nubes blancas o de rosa

reflejo, canal triste,

¡negrura de humos!

 

Son, mi Bilbao, tu corazón los puentes;

en ellos, sobre el agua, bate el ritmo

de tu trabajo y es donde se te abre

de montaña a montaña

más ancho el cielo.

 

Tú eres, Nervión, la historia de la Villa,

tú, su pasado y su futuro, tú eres

recuerdo siempre haciéndote esperanza

y sobre cauce fijo

caudal que huye.

 

Lengua de mar que subes por el valle

a la Villa los pies hasta lamerla,

tú nos traes con la sal de la marina

sales de las entrañas

del mundo todo.

 

En pleamar rizan tu henchido pecho

brisas del valle y sobre los metálicos

reflejos de tus rizos retorciéndose

tus barcos en imagen

se descoyuntan.

 

Bosques movibles de enjarciados mastes»,

cordajes empapados en salina

de luengos mares; velas que han vibrado,

bajo todos los cielos,

a vientos libres;

 

leños a que los témpanos del polo

fregaron, y mojaron los chubascos

del trópico; descansan en tu seno;

del sudor de mugentes

la sal recoges.

 

Y sufres la presión, Nervión sufrido,

del recio ceñidor de los pretiles

para ser padre de la fuerte villa

la de los mercaderes,

hija del agua.

 

Oh, mi Nervión, tú de mi pueblo el alma,

tú me guardas sus dichas y sus penas,

los siglos por tu cauce resbalaron

llevándose la historia

hacia el olvido;

 

hacia el olvido, mar de nuestras vidas,

mas, dejando la Villa, monumento,

que durará por siglos de los siglos,

colmena de las almas

que en ti libaron.

 

Nervión, Nervión de palpitante pecho,

fuente de vida de mi pueblo, dame

la mansedumbre de tus lentas aguas

que al mar indiferente

rinden su vida.

 

Dame, Nervión, resignación activa,

lava de tu hijo la inquietud ardiente,

embalsama en la sal de tu marea

para el viaje sin vuelta

mi pobre espíritu.

 

Bilbao, setiembre, 1907.

 

 

 

AL PAGAZARRI66

 

 

 

 

Ceñudo Pagazarri, viejo amigo

de la tristeza de mis mocedades,

tu soledá amparó mis soledades

con tu rasa verdura como abrigo.

 

Tu adusta paz, de mi anhelar testigo,

al verte hoy a mi recuerdo añades

y con el aire de tu cumbre invades

este pecho que hiciste tú conmigo.

 

Las pardas peñas de San Roque, enhiestas

espaldas del jayán61 frente a la Villa,

se alzan llevando tu cabeza a cuestas

 

y en el invierno allá en lo alto, orilla

del cielo de mi cuna, en breves puestas

mi sol en la agonía al mundo brilla.

 

Bilbao, setiembre, 1910.

 

 

 

JUNTO AL CASERÍO JUGO

 

Barrio de Aperribay, en la anteiglesia

de Galdácano, Vizcaya.

 

 

Aquí, en la austeridad de la montaña

con el viento ád cielo que entre robles

se cierne, redondearon pechos nobles

mis abuelos; después la dura saña

banderiza el verdor fresco que baña

Ibaizábal68 con férreos mandobles

enrojeció, y en los cerrados dobles

del corazón dejó gusto de hazaña

a mi linaje. Vueltos de la aldea

a la paz dulce y del trabajo al yugo

la discordia civil prendió la tea

que iluminó su vida y fue verdugo

de la modorra que el sosiego crea.

Y así se me fraguó sangre de Jugo69.

 

Bilbao, septiembre, 1910.

 

  AL SALIR DE BILBAO, LLOVIENDO

EL 20-IX-1910

  

Desde mi cielo a despedirme llegas

fino orvallo que lentamente bañas

los robledos que visten las montañas

de mi tierra y los maíces de sus vegas.

 

Compadeciendo mí secura riegas

montes y valles, los de mis entrañas,

y con tu bruma el horizonte empañas

de mi sino y así en la fe me anegas.

 

Madre Vizcaya, voy desde tus brazos

verdes, jugosos, a Castilla enjuta

donde fieles me aguardan los abrazos

 

de costumbre, que el hombre no disfruta

de libertad si no es preso en los lazos

del amor, compañero de la ruta.

 

FRENTE A ORDUÑA

 

 

Al trasponer tus peñas, vieja Orduña,

sobre el fresco verdor de los maíces

los amarillos trigos que raices

prenden en la llanada de la Armuña71,

 

llenaban mi memoria, la que acuña

los pasos venturosos e infelices

y que al igual de triunfos los deslices

del corazón coa avaricia empuña.

 

Es Vizcaya en Castilla mi consuelo

y añoro en mi Vizcaya a mi Castilla;

¡oh si el verdor casara de mi suelo

 

y el mar que canta en su riscosa orilla

con el redondo páramo en que el cielo

ante un sol se abre que desnudo brilla!

 

 

 

20-IX-1910.

 

 

 

 

 

VERDOR DE MI VIZCAYA

 

 

Verdor de mi Vizcayita,

verdura de mi escasez,

mi corazón va a la cita

por si te llega la vez.

 

Y cuando el mundo me irrita

con su horrible desnudez

es tu dejo el que me quita

su poso de lobreguez…

 

Cuna de tierra bendita

donde enterré mi niñez,

en tus entrañas habita

Dios envuelto en su mudez.

 

Hendaya, 21-IV-1926.

 

 

 

 

CAMPANA DE FUENTERRABÍA

 

 

 

Si no has de volverme a España,

Dios de la única bondad,

si no has de acostarme en ella,

¡hágase tu voluntad!

 

 

Como en en cielo, en la tierra,

en la montaña y la mar,

Fuenterrabía soñada,

tu campana oigo sonar.

Es el llanto del Jaizquibel

—¡sobre él pasa el huracán!—,

entraña de mi honda España

te siento de mi palpitar!

Espejo del Bidasoa74

que vas a perderte al mar,

¡qué de ensueños te me llevas!

¡A Dios van a reposar…!

Campana Fuenterrabía,

lengua de la eternidad,

me traes la voz redentora

de Dios, la única bondad!

Hazme, Señor, tu campana,

campana de tu verdad,

y la guerra de este siglo

déme en tierra eterna paz!

 

Hendaya, 28-111-1927.

 

 

 

HUMILDE CHOLDOCOGAÑA»

 

 

Humilde Choldocogaña

revestido de la argoma

sientes el eterno rezo

del humilde Bidasoa

siempre mozo; esperanzoso,

que al ir rezando sus horas

presta a tu vejez de siglos

su espejo de ondas monótonas;

su oración briza tu sueño

bajo el cielo de Vasconia,

donde no hay lindes, pues luce

por encima de la historia.

De Aprendiztegui el molino

guarda las tristes memorias

de nuestras luchas civiles,

que aquí a la vista afanosa

de Francia, nuestro collar,

turbaron al Bidasoa.

En tu regazo Biriatu

en verde calma reoposa

soñando al Príncipe Negro,

aquel que tiñó la hoja

de su acero con el rojo

de fresca sangre española

cuando en campos de Montiel,

Caín que envidia devora,

a la crueldad de su hermano

le dio muerte vengadora.

Aquí en Muniorte80 aquel Príncipe

dejó sus mejores horas.

Humilde Choldocogaña

revestido de la argoitia,

con el gualda duradero,

el humilde Bidasoa

para brizar tu vejez

te reza al pasar las horas.

 

 

Hendaya, 16-111-1928.

 

 

 

EL GOLFO DE VIZCAYA

 

 

¡Qué tarde nos amigamos,

madre Mar, hondón del alma,

qué tarde me ha rebotado

tu cantar en las entrañas?

Ay madre, aquel que tú sabes

cabe a tu pecho me aguarda

en este golfo bendito,

sonrisa de mi Vizcaya,

donde tu aliento robusto

y el jugo de las montañas

con sal y verdor criaron

la raigambre de mi raza.

Si el rocío de tus olas

al romper de mi alborada

sobre esta mi frente, pétalo

que de ensueños reventaba,

la frescura hubiese ungido

de tu salud abismada,

qué mundo que me he perdido

me arroparía, mortaja,

 

Hendaya, 31-V-1928.

 

 

 

FUENTERRABÍA

 

 

I

 

Fuenterrabía es un cromo

sobre la tapa de España,

que se cierra oliendo a rancio,

caja de pasas de Málaga.

Arropa verdor, las ruinas

del castillo que albergara

a la Loca de Castilla

soñando amor que no pasa.

La mar a su píe en arena

quiebra su furor y alarga

sus brazos al Bidasoa

que llega de la montaña.

Frunce su ceño Jaizquibel

cuando la niebla le amanta

y el cabo Higuer84 escudriña

de la mar las lontananzas.

Y encima el cielo voluble

del Padre Eterno nos habla

cuando el Aquilón85 esgrime

su látigo de borrascas.

 

 

Hendaya, 26-VI-1928.

 

 

 

II

Tu aojo, Fuenterrabía,

apechugóme a los ojos

lavados por los remojos

de la luz de la bahía

del Bidasoa, que fina

en la mar; en el castillo8S

de Carlos Quinto da brillo

a la yedra luz marina;

frunce Jaizquibel el ceño,

pasan las nubes de España,

y sueño dentro en mi entraña

eternizarme en ensueño.

 

Hendaya, 13-VIII-1929.

 

 

III

Un puente de campanadas

tiendes sobre los alfaques

del Bidasoa, sus baques

me tañen corazonadas,

eterna Fuenterrabía,

prieto verdor de tu yedra,

más recio que si de piedra

el son de tu Ave María.

 

Hendaya, 1-IX-1929.

 

 

IV

Lengua de tierra del ocaso,

Fuenterrabía, cabo Higuer;

entre cielos soñando paso,

mi ensalmo del atardecer.

Lengua de tierra de poniente,

vas a bautizarte en la mar;

entre mis vidas, verde puente,

¡ay mis dos vidas de anudar!

Lengua de tierra silenciosa,

en tus entrañas la canción,

Fuenterrabia silenciosa,

me estás bizmando el corazón.

 

Hendaya, 26-IX-1929.

 

V

 

Tu voz, campana de Fuenterrabía,

expira en la bahía,

mientras el sol expira en la montaña

y mi paz en España.

El agua es de tu voz tumba marina,

la tierra que confina

con tu cielo es del sol enterramiento;

guárdame este lamento.

 

 

Hendaya, 30-XI-1929.

 

 

 

LA NARRIA

 

 

No volveré a veros, narrias,

la Bilbao que se me fue,

resbalabais silenciosas

por calles de mi niñez.

Al paso de lentos bueyes

que iban babeando a ía vez

que el barrilito goteaba

e iba marcando el cordel.

¡Qué encanto montar un poco

sobre las vigas y ver

que el Nervión, también sin ruedas,

se iba a la mar sin saber!

Y así marchó mi vidita,

¡qué sirínsirin aquel!

Las ruedas del automóvil

invención de Lucifer.

 

 

Hendaya, 12-VII-1928.

   

JAIZQUIBEL

   

Ya de noche al abrírseme el cielo

en tu cumbre, Jaizquibel, desnudo

respondiendo al clamor de mi anhelo

Don Quijote apoya su escudo.

Vestido de estrellas;

la Bocina del Norte en su lanza;

el Cordel de Santiago a sus huellas

les calza esperanza.

Clavileño se está ¡cuan contrista

su quietud! Aunque todo él se muera

va el hidalgo a la vana conquista

de Dios que le espera.

 

Hendaya, 18-VIII-1928.

 

 

 

 

MACHICHACO

 

 

Madroños de Machichaco

que acaricia la galerna;

San Juan de Gaztelugache

uncido a la mar, soltera.

Soledad de la montaña

en la soledad costera,

rueda a pudrirse en el piélago

follaje de madroñera.

 

Pasan los rojos madroños,

líevan sangre de la tierra;

pasan las olas de espuma,

sal de vida zarandean.

Madroños del Machichaco

de la soledad montesa;

San J uan de Gaztelugache

de la soledad costera.

 

Hendaya,20-IX-1928.

 

 

 

VITORIA

 

 

I

 

Vitoria, sosiego, sosiego,

dulce claridad vascongada;

alarga cortés, verde diestra,

al favor del Sol la llanada.

Injerto en ía cepa robusta

—montesa marina la casta—

con fuero, tranquila, doméstica,

florece ciudad castellana.

Al vuelo del águila corsa

le quiebra las últimas alas;

en Altabiscar estertores,

trompa de sombra Roldan lanza.

 

Del claro varón dominico

responden serenas palabras,

el alma alavesa respiran,

bocina de paz Salamanca.

 

Hendaya, 15-XII- 1928.

 

II

 

En la quietud vitoriana

—la ciudad con la Florida—

va resbalando la vida

de la mañana al mañana.

Dos llanadas, la del cielo

y la del campo se mejení09

en la iluvia y entretejen

para el resbalón consuelo.

Los ciudadanos recatan

su consuelo en los hogares;

clérigos y militares

la paz y la guerra matan.

 

Vitoria, 26-IX-1930.

 

 

 

EN EL CASERÍO UGARTE

 

 

 

La hoguera del hogar presta su lumbre

a las sombrosas piedras seculares

éonáe se agarran, venerables llares,

las raíces de amor de la costumbre.

Bajo del techo de ahumadas vigas

entre el despojo del casero cerdo,

las flores de esperanza del recuerdo,

y en la caldera familiar las migas.

La noche afuera vuelve negro al verde

y al husmo de su presa la lechuza,

estrella errante, por el cielo cruza

y en las tinieblas del confín se pierde.

 

Hendaya, 13-11-1929.

 

 

GEOGRAFÍA DEL PAÍS VASCO

 

Jaizquivel, Cabo Higuer, Fuenterrabía,

mi humilde Bidasoa, Irún,

golfo de nuestro amor, Vizcaya mía,

San Miguel en Larrún,

Hendaya, Hendaya,

Vasconia, Gascuña112, Vizcaya.

Roca de arena: ondarr-aitz

Roca de estrella: Izarr-aitz.

 

 

Hendaya, 12-111-1929.

 

 

GUIPÚZCOA

 

Se va mirando el río en las riberas;

créese quieto;

también el agua suena sus quimeras

sin más objeto.

Yo mis quimeras al mirar al río

voy anudando,

y durará este manso desvarío

no sé hasta cuándo.

 

 

en el tren, en Guipúzcoa, 18-IX-1930.

 

 

BILBAO

 

 

Tú no, tú no, Bilbao, me cuentas

historias;

tú, con labios de madre, lentas

memorias

que hablan de eternidad;

de eternidad de antes de niño,

de la antecuna

que arrebujado a tu cariño

dormita mi fortuna;

tuya, Bilbao, mi humanidad.

Tú eres mi tierra, mi terruño,

terrón;

en mis entrañas el cuño,

del Nervión.

Tú no, tú no, Bilbao, fantasmas

de tinta,

menguadas cataplasmas

que a la razón encinta

le calman los antojos de la fe;

tus alboreadas brumas,

rocío de oro,

mortal rocío,

donde en divinas plumas,

final tesoro,

sin albedrío,

libre de todo ensueño, me dormiré.

 

25-1-1931.

 

 

 

 

III. Castilla, el paisaje,

La montaña, las ciudades,

los pueblos

—————————

 

 

 

a)    El paisaje

 

 

TÚ ME LEVANTAS…

 

 

Tú me levantas, tierra de Castilla

en la rugosa palma de tu mano,

al cielo que te enciende y te refresca,

al cielo, tu amo.

 

Tierra nervuda, enjuta, despejada,

madre de corazones y de brazos,

toma el presente en ti viejos colores

del noble antaño.

 

Con la pradera cóncava del cielo

lindan en torno tus desnudos campos,

tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro

y en ti santuario.

 

Es todo cima tu extensión redonda

y en ti me siento al cielo levantado,

aire de cumbre es el que se respira

aquí, en tus páramos.

 

¡Ara gigante, tierra castellana,

a ese tu aire soltaré mis cantos,

si te son dignos bajarán al mundo

desde lo alto!

 

 

 

EL MAR DE ENCINAS

 

 

En este mar de encinas castellano

los siglos resbalaron con sosiego

lejos de las tormentas de la historia,

lejos del sueño

 

que a otras tierras la vida sacudiera;

sobre este mar de encinas tiende el cielo

su paz engendradora de reposo,

su paz sin tedio.

 

Sobre este mar que guarda en sus entrañas

de toda traición el manadero

esperan una voz de hondo conjuro

largos silencios.

 

Cuando desuella estío la llanura,

cuando la pela el rigoroso invierno,

brinda al azul el piélago de encinas

su verde viejo.

 

Como los días, van sus recias hojas

rodando una tras otra al pudridero

y siempre verde el mar, de lo divino

no es espejo.

 

Su perenne verdura es de la infancia

de nuestra tierra, vieja ya, recuerdo,

de aquella edad en que esperando al hombre

se henchía el seno

 

de regalados frutos. Es su calma

manantial de esperanza eterna eterno.

Cuando aún no nació el hombre él verdecía

mirando al cielo,

 

y le acompaña su verdura grave

tal vez hasta dejarle en el lindero

en que roto ya el viejo, nazca al día

un hombre nuevo.

 

Es su verdura flor de las entrañas

de esta rocosa tierra, toda hueso;

es flor de piedra su verdor perenne

pardo y austero.

 

Es, todo corazón, la noble encina

floración secular del noble suelo

que, todo corazón de firme roca,

brotó del fuego

 

de las entrañas de la madre tierra.

Lústrales aguas116 le han lavado el pecho

que hacia el desnudo cielo alza desnudo

su verde vello.

 

Y no palpita, aguarda en un respiro

de la bóveda toda el fuerte beso,

a que el cielo y la tierra se confundan

en lazo eterno.

 

Aguarda el día del supremo abrazo

con un respiro poderoso y quieto

mientras, pasando, mensajeras nubes

templan su anhelo.

 

Es este mar de encinas castellano

vestido de su pardo verde viejo

que no ceja, del pueblo a que cobija

místico espejo.

 

Zamora, 13-1X-1906.

 

 

 

AL TRAMONTAR EL SOL

 

 

… las nubes coloradas

al tramontar del sol bordadas de oro.

GARCILASO, Égloga Primera.

 

 La agonía del sol en el ocaso

sobre el negro verdor de las encinas

de su Jecho detrás de las cortinas

de leves nubes de purpúreo raso.

 

Y allá en levante, ya de luz escaso,

en el luto agonizan las colinas

mientras del cielo en cúpula y pechinas

se asienta el polvo del febeo paso.

 

¡Morir así, a los profanos ojos

velado, mas ceñido de la gloria,

rompiendo a los mortales los cerrojos

 

con que guardan avaros la memoria,

y con fulgor de resplandores rojos

dejar sellado el cielo de la historia!

 

 

En el tren, entre Valladolid y Medina

del Campo, 20-IX-1910

 

 

 

LA ENCINA Y EL SAUCE

 

 

 

Chi l’ombre indusse del piangente salcio

su’rivi sacri? ti raspica il vento

de l’ Apennino, o molle pianta, amore

dumili tempi!

 

Qui pugni a’ verni e arcane istorie frema

co’l palpitante maggio ilice nera,

a cui d’allegra gioveninezza il tronco

l’edera veste.

 

CARDUCCI. Alle Fonti del Clitumno.

 

 

 

 

La inmoble encina al cielo inmoble alza redonda

la copa prieta que ni cierzo fiero riza

mientras el sauce llorón en el agua huidiza

la cabellera tiende hundiéndola en la onda.

 

Van sus hojas de otoño del río en la ronda

hacia el mar en que el río vencido agoniza

y al llegar del invierno los cielos ceniza

menea su manojo de varas sin fronda.

 

Déme Dios el vigor de la encina selvática

que huracanes respira en su copa robusta

y del alma en el centro una rama fanática

 

con verdor de negrura perenne y adusta,

que no quiero del sauce la fronda simpática

que a las aguas que pasan doblega su fusta.

4-X-1910.

 

 

EN UN CEMENTERIO DE LUGAR

CASTELLANO

 

Corral de muertos, entre pobres tapias

hechas también de barro,

pobre corral donde la hoz no siega,

sólo una cruz en el desierto campo

señala tu destino.

Junto a esas tapias buscan el amparo

del hostigo del cierzo las ovejas

al pasar trashumantes en rebaño,

y en ellas rompen de la vana historia,

como las olas, los rumores vanos.

Como un islote en junio

te ciñe el mar dorado

de las espigas que a la brisa ondean,

y canta sobre ti la alondra el canto

de la cosecha.

Cuando baja en la lluvia el cielo al campo

baja también sobre la santa yerba

donde la hoz no corta,

de tu rincón ¡pobre corral de muertos!

y sienten en sus huesos el reclamo

del riego de la vida.

Salvan tus cercas de mampuesto y barro

las aladas semillas,

o te las llevan con piedad los pájaros,

y crecen escondidas amapolas,

clavelinas, magarzas, brezos, cardos,

entre arrumbadas cruces

no más que de las aves libre pasto.

Cavan tan sólo en tu maleza brava,

corral sagrado,

para de un alma que sufrió en el mundo

sembrar el grano;

luego sobre esa siembra

barbecho largo!

Cerca de ti el camino de los vivos,

no como tú con tapias, no cercado,

por donde van y vienen,

ya riendo o llorando,

rompiendo con sus risas o sus lloros

el silencio inmortal de tu cercado!

Después que lento el sol tomó ya tierra,

y sube al cielo el páramo

a la hora del recuerdo,

al toque de oraciones y descanso

la tosca cruz de piedra

de tus tapias de barro

queda como un guardián que nunca duerme

de la campiña el sueño vigilando.

No hay cruz sobre la iglesia de los vivos,

en torno de la cual duerme el poblado;

la cruz, cual perro fiel, ampara el sueño,

de los muertos al cielo acorralados.

Y desde el cielo de la noche, Cristo,

el Pastor Soberano,

con infinitos ojos centelleantes

recuenta las ovejas del rebaño!

¡Pobre corral de muertos entre tapias,

hechas del mismo barro,

sólo una cruz distingue tu destino

en la desierta soledad del campo!

 Salamanca, febrero 1913.

 

 PARAMERA DE CASTILLA

 

Hundirse en la paramera,

enjuta cama del cielo,

la que enfurtieron125 la hoguera

del sol desnudo y el hielo;

hundirse en la ancha llanura

que el aire ciñe y corona

donde es el suelo la altura

que al cénit nos escalona;

hundirse en esta Castilla,

cumbre de enorme montaña,

y sentir que se agavilla

desde ambos mares España.

 

3-VIII-1930.

 

 

 

REGATO SERRANO

 

Este regato serrano,

¿baja o sube?

¿va cantando al océano

o va a la nube?

Se hace a la luz engañosa

su corriente;

¿lleva en el pecho otra cosa

que en la frente?

Cuando cae desde la roca,

¡pesadumbre!

¿es que va en busca de boca

que lo encumbre?

 

¿Es cascada o surtidor

de montaña?

¿cuál el secreto valor

de su entraña?

¿Va trepando desde el valle

a la altura?

¿Va su espíritu hacia arriba

o hacia abajo?

¡pues el agua hacer que viva

ya es trabajo!

 3-IX-1930.

   

CAMPOS, RÍOS, SURCOS

 

 Otra vez en el tren; fluyen los campos,

viene tierra y se va,

y vuelven los recuerdos de otros viajes;

¿otros? el mismo siempre, el mismo, el viaje eterno

¡Ay, mi Castilla, que te quedas siempre

como tus ríos,

que yéndose a la mar siempre se quedan!

¡Ay, mi Castilla, junto al tren que pasa

los surcos de rastrojos que desfilan,

los surcos de recuerdos;

tierra de fin de estío, como el pan morena;

los surcos de los años,

y mis recuerdos hechos ya harina de ñor de trigo,

harina para el pan de eternidad.

Otra vez en el tren; fluyen los campos;

viene tierra y se va.

 

 7-1X-1930.

  

EN OTRO CEMENTERIO DE ALDEA

  

Una alondra cantaba desde el cielo,

y al pie de cruz que entre silvestres flores

velaba paz final, borrego dulce

pastaba sueños sin raíz, en donde

dormía en huesa la que fue doncella

al brizo del amor de los amores.

La tierra sonreía; mariposas

desovaban en torno vida informe

y la brisa traía del pasado

ecos de porvenir, gloriosa noche.

Sueñan bajo la yerba paz sin sueños,

los que soñó el Amor, los pobres hombres

a que hace ricos de pobreza omnímoda

el Espíritu Santo con sus dones.

 

 

2-V-1932.

 

b)    La montaña

 

JUNTO A LA VIEJA COLEGIATA

 

A vuelo un murciélago

rondaba la cúpula

de aquel templo románico,

donde ya no brotaban plegarias

ni cirios ardían.

Solitario en oscuro

rincón Cristo lívido

sin las almas hallábase

que postradas antaño a sus plantas

perdón le pedían;

y del cielo cerrado del templo —las bóvedas—

parecían gotear por las tardes

leyendas remotas,

hijas de la negra

congoja apocalíptica

de los siglos más bárbaros,

cuando el alma temblaba en el cuerpo,

con las alas rotas,

en la cárcel de carne, con tortura mística

a la muerte esperándole,

para verse así libre del mundo

de odiosas historias;

y en la paz de sepulcro

del recinto tétrico

—de una fe muerta túmulo—

un silencio de piedra envolvía

las viejas memorias.

 

Por defuera del templo,

bajo el sol vivífico,

redondeándose al ábside,

y cubriéndole manto de yedra

los niños ampara

donde ponen cada año golondrinas ágiles

su cría y marchándose,

se la llevan a alguna mezquita

rayana al Sahara.

En la ruina de torre cigüeña hierática,

con los ojos sonámbulos,

sesteando de pino al cojuelo

el campo avizora

y al caer de la tarde,

con su vuelo eurítmico,

de la charca a las márgenes

el botín va a buscar que en el nido

su cría devora.

Y el Cristo solitario,

preso en aquel lúgubre

interior aburriéndose,

 

oye de fuera el alegre pío

de las golondrinas y el castañeteo,

como un rezo litúrgico,

con que cuentan del éxodo

las cigüeñas los días que faltan

¡aves peregrinas!

 

Hacia 1910 ó 1911.

 

 EN GREDOS

 

*Escribí esta poesía en agosto de

1911, al bajar de Gredas, adonde

había subido con mi fraternal ami-

go Marcelino Cagigal, compañero

de otras de mis andanzas por tierras

castellanas y leonesas, y con mi otro

amigo Eudoxio de Castro. Lo de

Sirio es una licencia poética, ya que

en el mes de agosto no se le ve en

nuestras latitudes ni aun desde

 

 

¡Solo aquí en la montaña,

solo aquí con mi España

—la de mi ensueño—,

cara al rocoso gigantesco Ameal,

aquí mientras doy huelgo a Clavileño,

con mi España inmortal!

Es la mía, la mía, sí, la de granito

que alza ai cíelo infinito,

ceñido en virgen nieve de los cielos,

su fuerte corazón,

un corazón de roca viva

que arrancaron de tierra los anhelos

de la eterna visión.

Aqui a la soledad rocosa de la cumbre,

no de tu historia, sino de tu vida,

toca la lumbre;

aquí a tu corazón, patria querida,

¡oh, mi España inmortal!

Las brumas quedan de la falsa gloria

que brota de la historia

aquí, a mitad de falda,

ciñéndote en guirnalda,

mientras el sol, el de la verdadera,

tu frente escalda

y te da en primavera,

tanto más dulce cuanto que es más breve,

flores de cumbre,

criadas en invierno bajo el manto

protector de la nieve,

manto sin podredumbre,

¡templo de nuestro Dios, el español!

Este es tu corazón de firme roca

—¡altar del templo santo!—

de nuestra tierra entraña,

éste es tu corazón que al cielo toca,

tu corazón desnudo,

mi eterna España,

que busca al sol!

No es tu reino, oh mi patria, de este mundo;

juguete del destino,

tu reino en lo profundo

del azul que te cubre has de buscar;

esta peña gigante es un camino

de Juan el de la Cruz pétrea escala

la eterna soledad para escalar!

Del piélago de tierra que entre brumas

tiende a tus pies, aquí, sus parameros,

con letras por espumas,

volaron del Dorado a la conquista

buitres aventureros,

mientras hastiado del perenne embuste

de la gloria, enterraba aquí, a tu vista,

su majestad en Yuste

Carlos Emperador.

Aquel vuelo de buitres fue la historia,

tu pesadilla,

y este entierro imperial fue la victoria

sin mancilla,

la que orea la frente a tu Almanzor.

Esta es mi España, un corazón desnudo

de viva roca,

del granito más rudo

que con sus crestas en el cielo toca

buscando al sol en mutua soledad;

esta es mi España,

patria ennitaña,

que como al nido torna siempre a la verdad.

Tu historia, ¡qué naufragio en mar profundo!

Pero no importa,

porque ella es corta,

pasa, y la muerte es larga,

¡larga como el amor?

Respiras tempestades

y baja a consolar tus soledades

el rayo del Señor,

mientras en trasverberación tempestuosa,

tu corazón, sobre que el cielo posa,

hieren flechas del fuego de su amor.

De los sudarios que a tu frente envuelven

y en agua se resuelven

bajan cantando ríos de frescor

y visten luego

la zahorra134, escurraja que a tu cumbre

royó la herrumbre,

con capa de verdor.

De noche temblorosas tas estrellas

te-ciñen con su ensueño

y edades ha que en ellas

sueñas cual vuelve siempre igual mudanza

trayendo un mismo sitio,

y este volver es cauce de esperanza,

que no muda,,

de un reposo final;

para mi corazón, que angustia suda

bajo el yugo sin fin del infinito,

eres tú solo propio pedestal.

Que es en tu cima donde al fin me encuentro,

siéntome soberano,

y en mi España me adentro,

tocándome persona,

hijo de siglos de pasión, cristiano,

y cristiano español;

aquí en la vasta soledad serrana

renaciendo al romper de la mañana

cuando renace solitario el sol.

Aquí me trago a Dios, soy Dios, mi roca;

sorbo aquí de su boca con mi boca

la sangre de este sol, su corazón

de rodillas aquí, sobre la cima,

mientras mi frente con su lumbre anima,

al cielo abierto, en santa comunión.

Aquí le siento palpitar a mi alma

de noche frente a Sirio

que palpita en la negra inmensidad,

y aquí al tocarme así siento la palma

de este largo martirio,

de no morir de sed de eternidad.

Alma de mi carne, sol de mi tierra,

Dios de mi España, que sois lo único que hay, lo que

no la eterna mentira del mañana,   [pasó,

aquí, en el regazo de la sierra,

aquí, entre vosotros, aquí me siento yo!

 

 

GREDOS

 

 

No, no es Gredos aquella cordillera;

son nubes del confín, nubes de paso

que de oro viste el sol desde el ocaso;

sobre la mar, no roca: bruma huera.

Gredos, que en la robusta primavera

de mi vida llenó de mi alma el vaso

con visiones de gloria que hoy repaso

junto a esta mar que canta lagotera.

¡Aquel silencio de la inmoble roca

lleno de gesto de cordial denuedo!

¡Aquel silencio de la inmensa boca

del cielo, en que ponía sello el dedo

del Almanzor! ¡En su uña al paso choca

y se rompe la sierra de remedo!

 

Fuerteventura, 29-VI-1925.

 

 

 

PEÑAS DE NEILA

 

I

Peñas de Neila os recogió la vista

de Teresa en Becedas

que, moza, suspiraba la conquista

de Jesús; alisedas

del Tormes, las que veis vivir el agua

de la nieve evangélica de Gredos;

agua que hoy breza138 el sueño

último de Teresa

y que templó la fragua

de su entraña, a que dedos

del Señor encendieron en la empresa

de ganar el azul; navas floridas

donde alientan los lirios su confianza

en el Padre que cubre con su manto

las sernas doloridas

del trabajo, a que dobla la esperanza

de un terminal reposo santo;

encinas matriarcales

que ceñís espadañas donde sueña

mientras la esquila duerme, la cigüeña

al peso de las horas estivales,

encinas de verdor perenne y prieto

que guardáis el secreto

de madurez eterna de Castilla,

podada maravilla

de sosiego copudo;

encinas silenciosas

de corazón nervudo…;

¡qué recato en las tardes bochornosas

al rumor de la fuente echar la siesta

oyendo al agua lo que siempre dijo!,

el eterno acertijo

que nos agua la fiesta:

¿será el dormir morir

y un sueño de vacío el porvenir?

Mas llega la modorra,

encinas matriarcales,

del seso nos ahorra

el poso del veneno de los males.

Buscad confianza, pero no evidencia.

Sueño nos da la fe, muerte la ciencia.

 

14-VII-1930.

 

Peña de Neila, escomberas

del cielo en que apacentaba

sus ojos y se templaba

Teresa de sus primeras

ansiones de eternidad;

Peña de Neila, carrascos

prendidos a tus peñascos

enseñan conformidad.

Echan raíces en roca

donde posa el agua viva;

tal su palabra nativa

guarda al Señor en su boca.

Así, Teresa, de fuego

Ávila el de sus montañas,

y el agua de sus entrañas

Dios te dio en. íntimo riego.

 

22-VII-1930.

 

LAS CUEVAS DE ALTAMIRA

 

I

¡Ay, bisonte de Altamira,

te tragó eí león de España;

fue por hambre, no por saña,

y el león ahora delira

porque en su sangre te lleva,

troglodítico bisonte,

botín salvaje en el monte,

sueño mágico en la cueva!

El león sueña contigo,

con tu melena y tus cuernos;

sueña el león tus eternos

hechizos como un castigo.

Que tú le abrasas la entraña,

¡ay bisonte de Altamira!,

y el pobre león delira,

y con él delira España.

Mistagógíco141 bisonte

del cielo de la caverna,

protoibérica taberna,

tinieblas por horizonte;

¿a qué luz de íntimo fuego

te trazó segura soberano

que aún nos enturbia el sosiego?

Pobre león, cómo lloras,

que el sol el soñar te quita,

y la sangre se te irrita

mientras recuerdos devoras.

 

16-X-1930.

 

II

En el techo de la cueva

—las tinieblas horizonte—,

soñó por cielo un bisonte

nuestro abuelo, y ello prueba

que cielo que no se coma

no es cielo para el anhelo

de un corazón, que consuelo

busca de morir, y toma

libre del sol, hondo nido,

la fe enraizándose en tierra,

que al cabo la carne encierra

y con la carne el sentido.

 

18-X-1930.

 

 

III

Cavernario bisonteo,

tenebroso rito mágico,

introito del culto trágico,

que culmina en el toreo.

jAy, cueva la de Altamira,

libre del sol, santo coso

del instinto religioso

que a un cielo de carne aspira!

España de antes de Adán

y de Eva, su paraíso,

cuando a los nombres Dios quiso

dar hambre por todo pan.

 

22-X-1930.

 

IV

¡Ay, bisonte altamirano!

luz eléctrica en tu cueva,

que hundirá en trágica prueba

tu misterio soberano,

el del eterno mañana

que en sus siglos de secreto

fue el invisible alfabeto

de Gil Blas de Santillana143.

Que el bisonte tenebroso,

dechado de hechicería,

no le dio a tu cofradía,

Gil Blas, punto de reposo.

Se hunde en cielo de sol Ícaro,

mas de noche cristalina

con su boca la Bocina

le dice vereda al picaro.

¡Ay, España, monasterio

de ciegos y lazarillos;

tus leones en castillos

nos mataron el misterio!

 

23-X-1930.

 

 

 

c)    Las ciudades

 

 

MEDINA LA DEL CAMPO

En la del Campo secular Medina,

junto al rubio Castillo de la Mota

que al cielo de Castilla yergue rota

su torre, cual blasón de ruina

 

de aquella hidalga tierra isabelina,

la de cruz y espadón, sotana y cota,

que allende el mar, en extensión remota,

vendió su sangre al precio de una mina,

 

velan el sol con su humareda sucia

turbando el sueño de Isabel los trenes,

mientras Maese Luzbel, que con la astucia

 

de su saber nos tiene el alma en rehenes,

sobre esta España que avariento acucia,

vuelca el raudal de los dudosos bienes.

En la estación de Medina del Campo,

 

nochedel20 al21-IX-1910.

 

 

TOLEDO

 

Sueña como queda el Tajo

sin que despiertes, Toledo;

deja pasar las veladas,

sigue cunando tu sueño.

Mira a Florinda la Caba

perderse en coso de espejos,

que Don Rodrigo en sus ojos

perdióse y perdió a su pueblo,

¡Jeudá Leví!, de su llanto

guardan tus capillas ecos,

Sión, que diste a marranos

 

muzárabe canturreo.

Sueña con nebredas de ánimas

en los barrancos del cielo

al resplandor de relámpagos

que, Josué, detuvo el Greco,

y herrín, orín, verdín, tintes

de solar que roñan tiempos,

y hollín y ceniza ascética

te servirán de memento.

En tus mesones Cervantes

a su sangre dio resuello;

las dos cabezas de tu águila

descabezaban el vuelo.

Caíste con los Borbones

en la sima del recuerdo,

huesa de leyendas mágicas

de godos y de agarenos.

Y el imperio de la Muerte

te dará, imperial Toledo,

en vida que nunca acabe

de Dios el último sueño.

 

5-IV-1932.

  

ÁVILA

 

Ávila de los Caballeros,

la de la recia monja andante;

castillo interior, torreones

contemplan verdor en el valle.

Tu sede se eriza de almenas

a fuera; por dentro, en el ábside

la sangre cuajó en los sillares

la luz en visiones gigantes.

Sestea los siglos el toro1S6

berroqueño, los trashumantes,

duros rabadanes celtíberos

visitan en sombras errantes

la vieja cañada borrada,

arteria de Iberia en que late

la vida escondida del alma

que al pasar de la mesta pace.

Mira, a tu pastor, Prisciliano,

peregrino celta; sus manes

en Compostela reconquistan

la España que en sed de Dios arde.

Ávila de los Caballeros,

hueso de la patria más grande,

le diste, nodriza, tu tuétano,

fuerte leche a la monja andante.

 

15-X-1928.

 

 

 

 

SEGOVIA

 

Áspero cierzo tañe piedra,

bordones romanos, Segovia,

resuena, caja, Guadarrama161

leyendas de Enrique. Se doran

en flor tus entrañas ibéricas

al sol que arrebaña las sombras;

se escurre el Eresma escondido

a oír el rumor de las hojas

tejiendo recuerdos que fueron

de comunidades de gloria.

El Parral, escombros de preces

entre ruinas de tumbas, ora;

cuenta siglos de soledades

tu madre Castilla, Segovia.

 

 

15-X-1928.

 

 

MEDINA DE RIOSECO

 

Medina de Rioseco,

varadas tus cuatro naves

de páramo en que las aves

tejen nido, guardan eco ,

de los siglos de la tierra

seca y dura, castellana,

la del eterno mañana,

que en resignación se encierra.

 

Rubio mar, te ciñe el trigo,

y el polvo que fue tu gente

da a la que es de presente

contra el hambre escaso abrigo.

Hunde, Medina, su cuño

sobre ti en redondo el cielo,

y hunden tus naves su vuelo

en mar seco, tu terruño.

 

26-VI-1930.

 

 

 

d)    Los pueblos

 

MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES

 

Ruinas perdidas en campo

que lecho de mar fue antes de hombres,

tus cubos mordieron el polvo,

Madrigal de las Altas Torres

Tú la cuna de Isabel, tumba

de Don Juan, fatídico brote,

cayó en Salamanca dorada

y en Ávila hoy fúnebre corte.

Medina la del Campo sueña

—cigüeñas, cornejas al borde—

el de César Borja, ¡qué salto!;

San Juan de la Cruz que se esconde.

 

Cielo del águila bicéfala,

nubarrones llegan del norte;

Maldonado, Bravo, Padilla;

Lutero a lo lejos responde.

Don Sebastián el Encubierto,

el rey del misterio, el Quijote

de Portugal, ¡ay pastelero!,

venías quién sabe de dónde…

Fray Luis de León, ojos, mano,

se doblan a la última noche;

quebrada la cárcel de carne

su mente al sereno se acoge.

¡Castilla, Castilla, Castilla!

madriguera de recios hombres;

los castillos muerden el polvo,

Madrigal de las Altas Torres;

ruinas perdidas en lecho

ya seco de ciénaga enorme.

 

Hendaya, 17-IX-1928.

 

 

 

EL ESCORIAL

 

Desde Creus al Finisterre,

del Peñón al Machichaco,

hay una cruz que mantiene

parrillas de sierras, blanco

de un duro sol de justicia,

y en el ámbito del campo

la parrilla escurialenseím

¡San Lorenzo socarrado,

que ampara regia carroña

con sus brazos descarnados!

 

Hendaya, 17-IX-1928.

 

FONTIVEROS

 

¡Ay telar de Fontiveros!,

¡ay hogar del hermanito,

posado entre cielo y nava

donde no canta ni un hilo

de agua, tan sólo la alondra

sobre la mies en estío!

La helada y el sol brasero

curtieron pecho a los hijos

de la Castilla a que abraza

cielo bajo su cobijo.

 

Con pastores y majadas

soñó el pobre frailecito

y en el azul castellano

oyó del Señor el silbo.

Siguió a la madre Teresa181

los pasos, luengo camino,

por noche oscura del alma

del Carmelo en el abismo.

¡Ay telar de Fontiveros,

que tejió sueño infinito!

 

Hendaya, 18-1X-1928.

 

 

 

LA MANCHA SOSEGADA

 

Ven los Ojos del Guadiana

la sombra de Don Quijote

nacida por la mañana

con el sol, sin que se agote

el llanto que vierte el río.

Las Lagunas de Ruidera

lo han recogido, rocío

de la enjuta primavera

de la sosegada Mancha,

y lo mandan a campar;

cierto, Castilla es muy ancha;

aún es más ancha la mar.

 

Hendaya, 3-III-1929.

 

CARRIÓN DE LOS CONDES

 

Carrión de los Condes, ¿sabes

de los Condes de Carrión?

De tus iglesias las naves,

¿saben la navegación

de la fe? Corre la vena

del Carrión, y es siempre una

y la misma; corre ajena

al correr de la fortuna.

Y al estallar el repique

de tus naves, ¿qué respondes?

¿No oyes a Jorgue Manrique184,

Carrión, Carrión de los Condes?

Como la misma montaña,

tu madre, la del Condado185

tan quieto, río de España,

tan quieto y tan asentado.

En San Zoil186, junto al río,

que es una vida, se vive

en encierro de albedrío;

bene vivere: Bembrive1.

Y los condes, ¿qué se hicieron?

¿Qué del Cid y su romance?

Tus coplas, ¿dónde se fueron?

¿Cuál, Jorge, tu último lance?

Esta es la vida que queda,

mientras la historia se pasa;

aquí al borde de la rueda

el Señor nos dejó casa.

 

 

21-VII-1930.

 

FUENTES DE NAVA

 

Tu moza, Fuentes de Nava

la de Campos, soñadora,

la paramera avizora

donde el cielo nunca acaba.

Entre azul y pardo laña

se yergue, torre de arcilla

muestra ensenta191 de Castilla

la que hace de España, España.

Calla en sobrio castellano

frente al silencio de Aquél,

que la torre de Babel

aterró192 por propia mano.

22-VII-1930.

 

 

BECEDAS

 

 

I

Noche de orilla del río,

chopo ceñido de estrellas,

santo silencio que sellas

la quietud del albedrío.

Resbalar de las edades

por el recuerdo infinito

sin llegar jamás al hito

de las sumas soledades.

Paz desnudada de guerra,

agua que fluye durmiendo,

cielo que velas teniendo

lecho de amor en la tierra.

 

II

El verdor de la verdina

de la hondura del regato

se estremece con recato

cuando la luz campesina

que el agua cuela la roza19S

con la sombra de las flores

tronchadas, muertos amores,

que la corriente a la poza

arrastra; lumbre del agua,

espejo de las honduras

del verde y de las alturas,

de la luz que el verde fragua.

III

Aquel escobar serrano

de escueto pardo verdor

donde se arregla el Señor

un refugio soberano.

Ni chista grillo, ni bala

oveja, ni grazna grajo,

ni canta el agua en regajo,

ni se alza zumbido de ala.

Cállase al cielo la escoba

junto al desnudo berrueco,

y entre las cumbres el eco

en el silencio se arroba.

 

Becedas, 20-26-VII-1930.

 

 

 

IV. Tierra legionense

————————-

 

 

 

LA GRANJA DE MORERUELA

 

En una celda solo, como en arca

de paz, libre de menester y cargo,

el poema escribir, largo, muy largo,

que cielo y muerte, tierra y vida abarca.

 

Después, en el verdor de la comarca

la vista apacentar; sin el amargo

pasto del mundo, a la hora del letargo

ver cómo visten la dormida charca

 

en flor las ovas. Lejos del torrente

raudo del caz que hace rodar la rueda

que muele el trigo, soñar lentamente

 

vida eternal en la que el alma pueda

ser pura flor. ¡Oh, reposo viviente;

florece sólo el agua que está queda!

 

Salamanca, VI-1911.

 

 

 

ZAMORA

 

Zamora de doña Urraca,

Zamora del Cid mancebo,

Zamora del rey don Sancho,

¡ay. Bellido traicionero!,

Zamora de torres de ojos,

Zamora del recio ensueño,

mi románica Zamora,

poso en Castilla del cielo

de las leyendas heroicas

del lejano romancero,

Zamora dormida en brazos

corrientes del padre Duero

 

Hendaya, 17-VIII-1928.

 

 

SAN PEDRO DE LA NAVE

 

 

San Pedro de la Nave,

refugio visigótico,

concha de Compostela;

la hoz del Esla,

barranco ibérico!

Morera secular,

una en tres, soto,

sombra de soledad…

Trilla una moza, nieta de Viriato,

dos mil años en quince;

¡la dama de Elche!

 

 

Hendaya, 9-X-1928.

 

 

 

LEÓN

 

Al remembrar, San Isidoro,

tu panteón de los reyes de León,

se alza en mi pecho el coro

de los sueños que hicieron la nación;

y alzo en oferta y foro,

reconquista, un cansado corazón

con que la historia lloro,

la eterna, la vana revolución.

 

Hendaya, 30-V-1929.

 

 

 

SAN MARTÍN DE CASTAÑEDA,

 

 

JUNTO AL LAGO DE SANABRIA

I

San Martín de Castañeda,

espejo de soledades,

el lago recoge edades,

de antes del hombre, y se queda

soñando en la santa calma

del cielo de las alturas,

la que se sume en honduras

de anegarse, ¡pobre! el alma.

Men Rodríguez, aguilucho

de Sanabria, el ala rota

ya el cotarro no alborota

para cobrarse el conducho,

Campanario sumergido

de Valverde de Lucerna,

toque de agonía eterna

bajo el agua del olvido.

La historia pasó; al sendero

de San Bernardo216 la vida

retorna, y todo se olvida,

lo que no ha sido primero.

 

 

II

Ay, Valverde de Lucerna,

hez217 del lago de Sanabria;

no hay leyenda que dé cabria

de sacarte a luz moderna.

Se queja en vano tu bronce

en la noche de San Juan;

tus hornos dieron su pan,

la historia se está en su gonce.

Servir de pasto a las truchas

es, aun muerto, amargo trago;

se muere Riba de Lago

al margen de nuestras luchas.

 

 

3 y 16-VI-1930.

 

 

 

V. Galicia

———–

 

 

 

 

GALICIA

 

 

Tierra y mar abrazados bajo et cielo

mejen sus lenguas,

mientras él entre montes de pinares

tranquilo sueña,

y Dios por velo del abrazo corre

sobre sus hijos un cendal de niebla.

 

Ondea palpitando el seno azul del novio

y a su aliento la verde cabellera

de la novia se mece; de castaños,

de pinos y de robles, de nogueras,

y rubio vello del maíz dorado

que a la brisa marina se cimbrea.

 

Frunce el ceño la novia en Finisterre,

que broncos mocetones alimenta;

yergue desnudo el cuello en el naciente,

espalda a espalda con Asturias, recia,

y alza la frente blanca,

cimas de rocas que las nubes besan

y que por ver el seno del amante

hacia el cielo se elevan.

 

Vuelto él en nubes hasta el cielo se alza,

derrítese de amor, su jugo suelta,

y lenta la llovizna

va empapando a la tierra,

y corre por los ríos fecundantes,

ceñidos de alisedas,

nuevamente del mar al seno siempre joven,

henchido siempre de pujanza nueva.

Por un resquicio azul desde la altura

se ríe el sol de fiesta,

e irisa con sus rayos la llovizna,

y la obra le completa.

 

E1 mar que duerme en las tranquilas rías

buscando acaso olvido a sus tormentas,

se consume de sed del agua dulce

que de las cimas llega,

y mira al Ulla, al Lérez,

y en las fuentes que el bosque esconde sueña.

Sed es de la dulzura

que su amargor consuela;

sed de los besos húmedos

que ella le manda de sus hondas selvas,

sed de las fuentes que entre los castaños,

de la roca revientan.

 

Como lenta caricia el Miño manso

desciende restregándose en sus vegas,

y el Lérez, demorándose en «salones»

en lecho de verdura se recuesta.

El Sar humilde, tras cortinas de árboles

sus aguas cela,

cantando de la dulce Rosalía

cantos de amor y queja,

y en honda cama de granito pasa

el Sil asceta.

 

Desde un verde rincón de la robleda

la verde melodía de la gaita

como un arrullo avivador se eleva,

y al reclamo de amor languidecidos,

Tierra y Océano más y más se aprietan.

Susurra gravemente a sus oídos

siempre la misma cantiga, la eterna,

para que olvide de sus duros partos

las repetidas pruebas,

y el dolor de vivir con su canturía

poco a poco le breza.

 

Hormiguean los hijos de este abrazo

por valles, costas, montes y laderas,

y de sus nidos hacia el cielo sube

el humo del hogar como una ofrenda.

 

Mozas con ojos que la vida encienden,

a la espalda mellizas rubias trenzas,

con las plantas desnudas

tibio calor prestándole a la tierra,

enhiestos senos que al andar trepidan,

firmes cual moldes y anchas las caderas,

y unos brazos rollizos,

que con la misma ciencia

ciñen el cuelo a su hombre,

cunan al niño entre canciones tiernas,

o en los campos desiertos de varones

el azadón manejan.

Una raza de madres,

varonas que sus hijos alimentan,

y a veces, de colmo,

amamantan ideas,

o al lado de sus hombres

ofician de contienda.

Rinden culto a la vida,

y entrambos mundos pueblan.

 

Esta raza los árboles, las ánimas, con pánico

fervor venera,

y palpitan los druísticos misterios

bajo sus oraciones evangélicas.

 

Pasan en estantigua los que fueron,

en larga noche negra,

y obedecen los santos a conjuros

de brujas y hechiceras.

 

Trabajan rudamente

y zumban consolándose en las penas;

ríen y lloran a la vez, burlándose

por modo de defensa;

o acaso afilan de los «hermandiños»,

en silencio y con trágica paciencia,

las hoces vengadoras.

Allende el padre mar,

más que pobreza,

codicia o hambre de oro

les lanza a las Américas,

y como un dedo de herculina torre

un trabajoso «más allá» les muestra.

Por cima de la tumba de la Atlántida,

do acaso sus abuelos les esperan,

pasan soñando

y brezando con aires de la tierra,

mimosos, verdes,

la morriña céltica.

Se funden sus canciones

con el canto del mar, de que salieran,

y al mar de olas celestes

sus almas van con ellas.

 

Y al mar, para consuelo, su terrina

apretada aguardándoles se queda.

 

Desde su altar, ceñido de altas torres

de granítica piedra,

que ennegrecieron lluvias seculares,

fomento de leyendas,

Santiago peregrino,

pénate de esta tierra,

con sus conchas marinas revestido,

sonriendo contempla

ese abrazo de amor que nunca acaba,

mientras en él se mezclan

de la madre de Cristo, su madre, a los recuerdos,

los de la madre Venus, y remembra,

su romería, cuando Pan y Cristo,

guiones a su vera,

por la vía de leche

que cruza las estrellas,

desde la Tierra Santa

le trajo Prisciliano de la diestra.

1912

 

 

 

SANTIAGO DE COMPOSTELA

 

Santiago de Compostela,

lluvia en las losas, el cielo

de piedra, y las piedras santas,

cielo románico y céltico.

Embozo de lluvia mansa

y terca, dulce consuelo,

llora riendo y se ríe

con tonada de gaitero.

Prisciliano y Rosalía,

morriña y botafumeiro;

cuenta leyendas remotas,

con sus conchas, el romero.

La muiñeira en la verdura

del arrabal solariego;

el Pórtico de la Gloria

abre su pecho gallego.

 

Hendaya, 2-III-1929

 

 

 

 

VI. Extremadura

—————-

 

 

EN EL TREN

 

Impasibles, guardando su puesto,

prendidos a tierra

desfilan los árboles,

y al pasar una torre aldeana,

con sus ojos rasgados a plomo

nos saluda.

Un pastor con la barba apoyada

en las manos, que cruza

sobre el cayado,

un momento nos mira sereno

y en su torno

cabizbajas ovejas

ni aun ven que pasamos.

Y entretanto del mostruo de hierro

—la cárcel rodante

que presos nos lleva—,

el resuello

va marcando la marcha anhelante

por los quietos campos.

Y en el tren, tras la dicha que huye

buscando fortuna, salud o alegría,

vamos presos,

dejando a lo largo

la dicha que queda,

dejando también en los campos

Mi vecino se enjuga los ojos

y cuenta las horas

anhelando que corra su vida;

cuando llegue

tal vez no la abrace ya viva.

Y el resuello del monstruo,

la cárcel que corre,

va marcando al compás sus angustias.

Y otro pobre

va aquí al lado tosiendo,

y asmático el monstruo,

el dragón mecánico,

su tos acompaña.

Lentamente en el fondo desfilan

de bracete

coronadas de luz y verdura

ías colinas,

y nosotros seguimos,

seguimos dejando

la tierra tranquila.

Su testuz una vaca un momento

levanta,

nos miran sus ojos

impasibles

y reanuda su pasto tranquila.

Algún niño sus voces al paso

nos regala,

un adiós virginal y argentino

que pasa.

Y a lo lejos un blanco pañuelo

flameante

nos dice en su lengua:

«¡Con Dios sea el viaje!»

El dragón a beber un momento

paróse,

y en un sotó a su vera cantaban

ruiseñores;

reanudó su carrera y quedaron

en el quieto soto

Cantando quedaron y el monstruo

prosiguió avanzando,

y en la cárcel que corre rindióme

por fin la modorra.

Parecí revivir a la vida

que queda

al verme de nuevo en mi casa;

la quieta,

la que en tierra arraiga.

 

 

 

CÁCERES

 

Y así van las horas,

paso a paso,

al pie de las torres

donde se alzan, centinelas de modorra,

las cigüeñas

de Cáceres.

Su cielo de fuego

recorren palomas, aviones, cernícalos,

y la gente

paso a paso

come, bebe, duerme,

se propaga.

El porquero congrega a los puercos

de mañana,

los suelta de tarde

y se van calle arriba buscando

cada cual su morada.

La plazuela en que alfombra

la yerba las piedras

recoge la sombra

solitaria

del viejo palacio

de escudos y rejas,

antaño boyante y ogaño ya lacio

que al cielo de fuego dormita su siesta.

Y a la tarde

descalzas y en pelo

—arracadas enormes,

gargantillas de oro—

en bandas informes

van las mozas cual vencejos

a la fuente del Concejo

Si subís a la montaña

en redondo

soledades desoladas

a que azota el sol desnudo

en crudo.

Sólo queda como abrigo

contra el sol que escalda el suelo

el Casino.

Se habla allí de caza y jacos,

de mujeres.

de los mismo de que hablaban hace siglos

los señores que habitaron con sus perros

los palacios hoy vacíos.

Se habla allí de caza y jacos,

de mujeres,

y se juega.

Y así van las horas,

paso a paso,

en Cáceres.

 

13-VI-1908.

 

 

 

RENACER DURMIENDO EN EL CAMPO

 

Era al caer de la tarde

en la ribera verde donde el río

pierde su brío juvenil y para

a reposar un poco;

de cara al cielo

sumergía mi vista en el océano

en que mi loco anhelo se tortura

con vano esfuerzo,

y la verdura en torno respondía

con su silencio a la mudez celeste

que descendía al campo.

Luego en el mar de arriba,

inmenso mar azul de hondo sosiego,

a nacer empezaron las estrellas

y con ellas brotaron

también luceros en mi fantasía

del día a los postreros resplandores

Moría el día lentamente

y mi suerte moría

con él a la locura del ensueño;

como beleño247 dulce

el pensar sin enlace me ganaba,

el que nos hace libres;

se desgranaba roto

mi pensamiento

y al compás de mi aliento

palpitaba la tierra en torno mío,

del río al borde.

Mis nervios convirtiéronse en raíces

y sentí la raigambre de mi vida

que henchida de hambre

la paz sorbía de la tierra austera.

En la ribera verde

donde pierde su brío el río loco

poco a poco se había hecho de noche

y negro era el azul y el verde negro.

Y allí, en la oscura comunión del cielo

con la tierra, inquietóse la tortura

de mi anhelo de ser uno y el mismo,

y en el abismo de la noche quieta

en tierra enraizado

dormí la vida

y en aquella dormida me bañaron

con curso lento

mágicas aguas de renacimiento.

(En el tren, de Plasencia a Salamanca),

 

29-III-1910.

 

 

HERVÁS

 

Hervás con sus castañares

recoletos en la falda

de la sierra que hace espalda

a Castilla; sus telares

reliquia de economía

medieval que el siglo abroga,

y a un rincón la sinagoga

en que la grey se reunía,

que hoy añora la verdura

de España, la que regara

con su libro —de él no avara—

el zaguán de Extremadura.

 

3I-VIII-1930.

 

 

 

 

VII Andalucía

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CÓRDOBA

 

Saavedra, Lucano, Séneca,

Córdoba,

Roma canta en la mezquita,

Guadalquivir medita

el sueño de Abderramán.

La vida, fuerza del sino,

juego en tragedia,

tragedia en juego, Lagartijo;

en las ermitas

sestean capeadores del Señor.

 

Hendaya, 13-XII-1928.

 

 

 

GRANADA

 

Aquel sereno atardecer del Albaicín,

polvo de oro de sol andaluz,

posó de Dios y de mi alma en el confín;

bajo de las tinieblas escondida luz.

Posado el corazón

y soñando dormía,

soñaba la visión

que entre el cielo y la tierra me envolvía.

Granada en su regazo me cunaba

Granada me soñaba

como a Fray Luis y al Padre Suárez les soñó;

un suspiro de santo bronce se escapó.

Lumbre pura sobre pura nieve,

morosa claridad;

sobre mis sienes el soplo del vuelo leve

del arcángel de la inmortalidad.

 

 

Hendaya, 14-XII-1928.

 

 

 

VIII. Cataluña

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LA CATEDRAL DE BARCELONA

 

 

A Juan Maragall, nobilísimo poeta.

 

La catedral de Barcelona dice:

 

Se levantan palmeras de granito,

desnudas mis columnas; en las bóvedas

abriéndose sus copas se entrelazan,

y del recinto en torno su follaje

espeso cae hasta prender en tierra,

desgarrones dejando en ventanales,

y cerrando con piedra floreciente

tienda de paz en vasto campamento,

Al milagro de fe de mis entrañas

la pesadumbre de la roca cede,

de su grosera masa se despoja

mi fábrica ideal, y es sólo sombra,

sombra cuajada en formas de misterio

entre la luz humilde que se filtra

por los dulces colores de alba eterna.

Ven, mortal afligido, entra en mi pecho,

entra en mi pecho y bajaré hasta eí tuyo;

modelarán tu corazón mis manos,

—manos de sombra en luz, manos de madre—

con virtiéndolo en templo recogido,

y alzaré en él, de nobles reflexiones

altas columnas de desmido fuste

que en bóvedas de fe ciernen sus copas.

Alegría y tristeza, amor y odio,

fe y desesperación, todo en mi pecho

cual la luz y la sombra se remejen,

y en crepúsculo eterno de esperanza

se os llega la noche de la muerte,

y os abre el Sol divino, vuestra fuente.

Cuerpo soy de piedad, en mi regazo

duermen besos de amor, empujes de ira,

dulces remordimientos, tristes votos,

flojas promesas y dolores santos.

Dolores sobre todo; los dolores

son el crisol que funden a los mortales,

mi sombra es como el místico fundente,

la sombra del dolor que nos fusiona.

 

Aquí bajo el silencio en que reposo,

se funden los clamores de las ramblas,

aquí lava la sombra de mi pecho

heridas de la luz del cielo crudo.

Recuerda aquí su hogar al forastero,

mi pecho es patria universal, se apagan

en mí los ecos de la lucha torpe

con que su tronco comunal destrozan

en desgarrones fieros los linajes.

Rozan mi pétreo seno las plegarias

vestidas con lenguajes diferentes

y es un susurro solo y solitario,

es en salmo común una quejumbre.

Canta mi coro en el latín sagrado

 

de que fluyeron los romances nobles,

canta en la vieja madre lengua muerta

que desde Roma, reina de los siglos,

por Italia, de gloria y de infortunio

cuna y sepulcro, vino a dar su verbo

a ésta mi áspera tierra catalana,

a los adustos campos de Castilla,

de Portugal a los mimosos prados,

y al verde llano de la dulce Francia.

 

Habita en mi el espíritu católico,

y es de Pentecostés lengua mi lengua,

que os habla a cada cual en vuestro idioma,

los bordes de mi boca acariciando

de vuestros corazones los oídos.

Funde mi sombra a todos, sus colores

se apagan a la luz de mis vidrieras;

todos son uno en mi, la muchedumbre

en mi remanso es agua eterna y pura.

Pasan por mi las gentes, y su masa

siempre es la misma, es vena permanente,

y si cambiar parece allá en el mundo

es que cambian las márgenes y el lecho

sobre que corre en curso de combates.

 

Venid a mí cuando en la lid cerrada

al corazón os lleguen las heridas,

es mi sombra divino bebedizo

para olvidar rencores de la tierra,

que del cielo nos trae consolaciones.

Venid a mí, que todos en mí caben,

entre mis brazos todos sois hermanos,

tienda del cielo soy acá en la tierra,

del cielo, patria universal del hombre.

 

Salamanca, noviembre 1906.

 

 

 

TARRASA

 

Nuestros ojos volviéronse encantados

en pos de aquel hechizo;

brotó de entre las fábricas

un lirio humano.

Sus líneas que a la tierra

con libre y noble ondulación bajaban

iban cortando en triunfo de la vida

los serviles trazados

de las viviendas.

Toda de negro, en los despiertos ojos

la conciencia serena

del futuro esplendor de la corola

aun envuelta en capullo.

Mecíase en el suelo

cortando el aire manso,

sobre tobillos de mimbreño fuste

y a su paso la tierra

perdía el peso.

Era su cuerpo un canto de promesas,

un canto de esperanza;

con libre y noble ondulación sus notas

bajaban a la tierra

o desde ésta surgiendo

mecíanse en el aire sosegado.

Era la niña

un lirio humano henchido de promesas,

un canto de esperanza.

Y al perderla de vista

sin duda para siempre

me dije alzando el corazón al cielo:

«Gracias, Señor, en nombre de mi patria

mientras tú nos regalas

con ñores de hermosura

florecerá en nosotros la esperanza;

esta ha sido señal de tu clemencia,

de que nos quieres;

esta ha sido señal de que tu mano,

eterna fuente de hermosura viva

nos lleva en dulce toque,

suave como las líneas ondulantes

de este dulce capullo de Tarrasa,

hacia nobles destinos.»

 

16-X-1906.

 

 

 

IX. Cantábrica y mediterránea

——————————

 

 

MURALLA DE NUBES

 

Oh pardas nubes, almas de los montes,

qué recuerdos traéis aquí a la nava

de aquel rincón en donde el alma esclava

vivía de vosotras; cual bisontes

 

en rebaño pasáis, los horizontes

encrespando en fingida sierra brava

que no a la tierra sino al cielo grava

con su mole. Por mucho que remontes

 

tu vuelo, mi alma, esa encrespada sierra

de nubes nunca franquearás, muralla

será de tus anhelos; de la tierra

 

no la tierra, las nubes de que se halla

ceñida, hacen la cerca que te encierra

en el estrecho campo de batalla.

 

De Oviedo a León, 7-XI-1910.

 

 

 

MEDITERRÁNEA

 

Olivos, higueras, cipreses,

marmóreos montes pelados,

regatos sin fondo que rompen

al sol y a la luna la crema

de la flor del hueso del campo,

Platón alecciona a las ranas

en el mediterráneo charco.

Las velas latinas recogen

arrebol teñido de ocaso,

cigarras de sol embriagadas

a Apolo desgranan su canto.

Nítidos, férvidos crepúsculos,

que paren estrellas soñando;

la noche cobija a los dioses

náufragos en remoto océano.

 

Hendaya, 18-IX-1928.

 

 

 

LA MAGDALENA, DE SANTANDER

 

AL PARTIR

 

Adiós, adiós, Magdalena,

junto a la mar, siempre niña,

que aunque a las veces nos riña

riña es de madre, serena.

Vieja mar, siempre reciente;

madre, mujer, hija, hermana,

tu día es siempre mañana,

el sol se mira en tu frente.

Tus olas cantan a coro

esperanzosas querellas;

nos dicen que en las estrellas

nos guarda Dios su tesoro.

Adiós, días de sosiego;

hay que volver a la brega,

que juega mal el que juega

nada más que un solo juego.

 

18-VIII-1934.

 

 

 

X. Islas Canarias

—————–

 

I

¡Oh, fuerte venturosa isla africana,

sufrida y descarnada cual camello,

en tu mar compasiva vi el destello

del sino de mi patria! Mar que sana

 

con su grave sonrisa más que humana

y cambia en suave gracia el atropello

con que un déspota vil ha puesto el sello

de la loca barbarie en que se ufana

 

Roca sedienta al sol, Fuerteventura,

tesoro de salud y de nobleza,

Dios te guarde por siempre de la hartura,

 

pues del limpio caudal de tu pobreza

para su España celestial y pura

te ha de sacar mi espíritu riqueza.

 

Fuerteventura, ll-V-1924.

 

 

 

II

 

Ruina de volcán esta montaña

por la sed descarnada y tan desnuda,

que la desolación contempla muda

de esta isla sufrida y ermitaña.

 

La mar piadosa con su espuma baña

las peñas de sus pies y la esquinuda

camella rumia allí la aulaga ruda,

con cuatro patas, colosal araña.

 

Pellas de gofio, pan en esqueleto,

forma a estos hombres —lo demás conduto—

y en este suelo de escorial, escueto,

 

arraigado en las piedras, gris y enjuto,

como pasó el abuelo pasa el nieto

sin hojas, dando sólo flor y fruto.

 

Fuerteventura, 17-V-1924.

 

III

 

¿Qué dices, mar, con tu susurro? ¡Dime!

¿Ríes o lloras? Pasando las cuentas

del eterno rosario me acrecientas

el ansia de soñar que al pecho oprime.

 

En tu oración sin fin canto sublime,

me traes, trayendo fe, las horas lentas

que me trillan el alma y luego avientas

mi grano con tu brisa que redime.

 

Es tu silencio España encarnecida…

páramos de mi España, mar de piedra

que sufre y calla y al callar olvida,

 

es tu silencio, que aquí, libre, medra

y me dice: «Conságrame tu vida,

que el noble nunca ante el poder se arredra.»

 

Fuerteventura, 23-V-1924.

 

 

 

IV

 

Cuando en lago de nubes peregrina

la luna encima de la mar navega

a mi alma, nube fugitiva, llega

rayo de luz de lívida doctrina.

 

Esa barca lunar que así camina

a la deriva es una hoz que siega

nubes de la ilusión, ¡oh triste brega

en que el error sobre el error se hacina!

 

Naces y creces, misteriosa luna,

menguas y mueres, de tu luz avara,

pálido espejo de mortal fortuna;

 

siempre triste, nos das la misma cara

y mece aquí, en este rincón, tu cuna

agua que los pies lame del Sahara.

 

Fuerteventura, 23-V-1924.

 

 

V

 

Ya como a propia esposa al fin te abrazo,

¡oh mar desnuda, corazón del mundo,

y en tu eterna visión todo me hundo

y en ella esperaré mi último plazo!

 

De ti mi pensamiento es ya un pedazo

en coso estrecho siempre vagabundo,

y a ti he de buscar en lo profundo

de este mundo y del otro vivo lazo.

 

Soñaba en ti cuando en la adusta tierra

de Castilla vivía la llanura

que se alza al cielo en la remota sierra;

 

soñaba en ti, la virgen Escritura

no leída jamás, donde se encierra

el sino»9 que secreto siempre dura.

 

Fuerteventura, 25-V-1924.

 

VI

 

La mar ciñe a la noche en su regazo

y la noche a la mar; la luna, ausente;

se besan en los ojos y en la frente;

los besos dejan misterioso trazo.

 

Derrítense después en un abrazo,

tiritan las estrellas con ardiente

pasión de mero amor y el alma siente

que noche y mar la enredan en su lazo.

 

Y se baña en la oscura lejanía

de su germen eterno, de su origen,

cuando con ella Dios amanecía,

 

y aunque ios necios sabios leyes fijen,

ve la piedad del alma la anarquía

y que leyes no son las que nos rigen.

 

Fuerteventura, 28-V-1924.

 

 

VII

 

¿Cuál de vosotras, olas de consuelo

que rodando venís desde la raya

celestial y surcando con la laya

espumosa a la mar el leve suelo;

 

cuál de vosotras que aviváis mi anhelo

viene del fiero golfo de Vizcaya?

¿Cuál de vosotras con su lengua ensaya

cantos que fueron mi primer desvelo?

 

¿Sois acaso sirenas o delfines,

a brizar mi recuerdo estremecido

que de la mar se ahoga en los confines?

 

¿Cuál de vosotras, olas del olvido,

trae acá los zortzicos danzarines

de los regatos de mi dulce nido?

 

Fuerteventura, 31-V-1924.

 

 VIII

 

BETANCURTA

 

Enjabelgada tumba es Betancuria,

donde la vida como acaba empieza,

tránsito lento a que el mortal se aveza

lejos del tiempo y de su cruel injuria.

 

Se oye en esta barranca la canturia

de la resignación en la pobreza,

la majorera —blancas tocas— reza

entre minas, soledad, penuria…

 

Desnuda la montaña en que el camello

buscando entre las piedras flor de aulaga

marca en el cielo su abatido cuello;

 

mas de la tierra en la sedienta llaga

pone el geráneo con su flor el sello

de la mujer que nuestra pena apaga.

 

Fuerteventura, 2-VI-1924.

 

IX

 

EN PLAYA BLANCA

 

Olas gigantes de la mar bravia

que canta el sueño férreo de Vizcaya,

cunada en el sosiego de esta playa,

os sueña con morriña el alma mía.

 

Curtió vuestra salina la osadía

que traspuso del cielo azul la raya,

la que su suerte en el océano ensaya

y en él su vida al huracán confia.

 

Ciñó a la tierra por la mar Elcano,

pues era vasco y le venía estrecho

su golfo patrio; se lanzó al arcano;

 

rico artesón de estrellas le dio techo;

fue el timón laya en su segura mano;

con él del mundo se ensanchó su pecho.

 

Fuerteventura, VI, 1924.

 

x

 

Es una antorcha al aire esta palmera,

verde llama que busca el sol desnudo

para beberle sangre; en cada nudo

de su tronco cuajó una primavera.

 

Sin bretes ni eslabones, altanera

y erguida, pisa el yermo seco y rudo,

para la miel del cielo es un embudo

la copa de sus venas, sin madera.

 

No se retuerce ni se quiebra al suelo;

no hay sombra en su follaje, es luz cuajada

que en ofrenda de amor se alarga al cíelo,

 

la sangre de un volcán que enamorada

del padre Sol se revistió de anhelo

y se ofrece, columna, a su morada.

 

Fuerteventura, 22-VI-1924.

 

 

 

XI. España

————-

 

 

 

EL RÍO TORMES

 

Gredos, Gredos, Almanzor, el Tormes,

Piedrahita del Duque,

Barco de Ávila,

Torreón de Alba,

Salamanca dorada

Soledad de Ledesma

Fermoselle ceñudo

mi entrañable Duero.

Cantando en las entrañas de Portugal y España.

Portugal, cuna de ensueño, purgatorio de almas,

Portugal, Portugal,

la mar, la mar, la mar

sobre la mar, bajo la mar el cíelo;

bajo el cielo, sobre el cielo el alma.

 

Hendaya, 13-III-I928.

 

 

 

RÍOS DE ESPAÑA

 

Ebro, Miño, Duero, Tajo,

Guadiana y Guadalquivir,

ríos de España, ¡qué trabajo

irse a la mar a morir!

 

Hendaya, 11-Vil-1928.

 

 

DURIUM-DUERO-DOURO

 

Arlanca, Pisuerga e aun Carrión

gozan de nombres de ríos, enpero

después que juntados llamánmoslos Duero

fazemos de muchos una relación.

(JUAN DE MENA, El laberinto de Fortuna,

estrofa 162.)

 

 

Ar1anzón, Carrión, Pisuerga,

Tormes, Águeda, mi Duero.

Ligrimos, lánguidos, íntimos,

espejando claros cielos,

abrevando pardos campos,

susurrando romanceros.

Valladolid: le flanqueas,

de niebla le das tus besos;

le cunabas a Felipe

consejas de Comuneros.

 

Tordesillas: de la loca

de amor vas bizmando el duelo

a que dan sombra piadosa

los amores de Don Pedro.

Toro, erguido en ía atalaya,

sus leyes no más recuerdo,

hace con tus aguas vino

al sol de León, brasero.

Zamora de Doña Urraca,

Zamora del Cid mancebo,

sueñan torres con sus ojos

siglos en corriente espejo.

Arribes de Fermoselle,

por pingorotas berruecos,

temblando el Tormes acuesta

en tu cauce sus ensueños.

Code de Mieza, que cuelga

sobre la sima del lecho-

Escombrera de Laverde,

donde se escombraron rezos.

Fregeneda fronteriza,

con sus viñedos por fresnos

Barca d’Alba del abrazo

del Águeda con tu estero.

Douro que bordando viñas

vas a la mar prisionero,

y coges de paso al Támega,

de hondas saudades cuévano.

En su foz Oporto sueña

con el Urbión altanero;

Soria en su sobremeseta,

con la mar toda sendero.

Árbol de fuertes raíces

aferrado al patrio suelo,

beben tus hojas, las aguas,

la eternidad del empeño.

 

Hendaya, 12-VIM928.    Salamanca, 21-IV-1930.

 

 

 

TOPONIMIA HISPÁNICA

 

Et tout tremble, írún, Coimbre,

Santander, Almodóvar,

Si tot qu’on entena le timbre

des cymhales de Bivar.

 

 

Ávila, Málaga, Cáceres,

Játiva, Mérida, Córdoba,

Ciudad Rodrigo, Sepúlveda,

Lfbeda, Arévalo, Frómista,

Zumárraga, Salamanca,

Turégano, Zaragoza,

Lérida, Zamarramala,

Arramendiaga, Zamora.

Sois nombres de cuerpo entero,

libres, propios, los de nómina316,

el tuétano intraductible

de nuestra lengua española.

 

Hendaya, 12-VII-1928.

 

 

 

ENTRE DUERO Y TAJO

 

Tiétar, Tormes, Tajo, Duero,

mellizos de las Castillas;

madre Gredos, sus dos brazos

desparrama y acaricia

sobre hueso, carne parda,

que sangre y sudor hostigan.

Oporto, Lisboa, llegan

las manos en barro tintas

y en los abismos se pierden

del mar tenebroso; arriba

el sol peregrino a América

le aguarda vana conquista,

Teide cano, monje ardiente,

desde sobre nubes mira,

y le ve acostarse en ola

que le briza maravillas.

 

Hendaya, 23-X-1928.

 

 

EL CARRIÓN Y EL BIDASOA

 

¿Qué me dices, recobrado

Carrión, de mi Bidasoa?

No puedo seguir, el hilo

se me corta de las glosas.

Bajo el silencio del cielo

y al arrimo de tus ondas

se aduermen, Carrión, seis años

de fatídicas memorias.

Un cárcavo sobre el cuérnago

viene lágrimas de aurora;

soñando en la mar el járamo

va tejiéndonos la historia.

 Palencia. 4-III-1930.

  PICHL, W. - Friedrich Caspar David Moonrise over the Sea

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados