biblioteca. Yo contengo multitudes

9788499927664

YO CONTENGO MULTITUDES

ED YONG

 

¡Somos un parque zoologico¡. Libro muy recomendable.En el futuro de la medicina la microbiota dará sorpresas importantes….

Resumen

Yo contengo multitudesya es considerado una obra fundamental de ciencia divulgativa -como lo fue en su momentoEl gen egoísta-. Un libro fascinante y rompedor que cambiará de mil millones de micromaneras nuestra percepción del mundo natural y el espacio que en él ocupamos.

El cuerpo humano alberga billones de microbios que conforman todo un mundo en simbiosis con su entorno. Estos microscópicos y multitudinarios compañeros vitales no solo moldean nuestros órganos, nos protegen de enfermedades, e influyen en nuestro comportamiento, sino que resultan clave a la hora de entender el funcionamiento de la vida.

EnYo contengo multitudesEd Yong nos abre los ojos y nos invita con su erudición y sentido del humor a mirarnos como algo más que individuos: como receptáculos interdependientes de losmicrobiomasque conforman todos los seres vivos.

Así, descubriremos la asombrosa e invisible ciencia detrás de los gigantescos arrecifes que construyen los corales, aprenderemos cómo ciertos calamares crean juegos de luces, y veremos el modo en que las bacterias pueden alterar nuestra respuesta en la lucha contra el cáncer, manipular nuestro sistema inmunológico, influir en nuestra evolución e incluso modificar nuestro genoma.

Lector: mientras lee estas líneas, billones de microbios y trillones de virus se multiplican en su cara, sus manos, y en las oscuras profundidades de su intestino. Cada vez que respira, cada vez que se mueve, está emitiendo al aire, al ritmo de unos 37 millones por hora, las bacterias que forman su aura invisible, su personal nube microbiana. Y, con cada gramo de alimento que toma, ingiere alrededor de un millón de microbios más.

Según los últimos cálculos, más o menos la mitad de sus células no son humanas, una proporción suficiente para que se pregunte de qué habla cuando dice “yo”. Sus células humanas proceden de un único óvulo fertilizado que contiene el ADN de su madre y de su padre. Los microbios empezaron a mezclarse con ellas incluso antes de su primer aliento, del primer beso de su madre, de su primer sorbo de leche. Esas células no podrían haber formado un cuerpo saludable sin la estrecha colaboración de los billones de microbios inmigrantes que constituyen su otra mitad.

“Soy grande, contengo multitudes”, declara Walt Whitman en “Canto a mí mismo”. Pero, ¿qué es ese “yo mismo”? Damos por hecho que el sistema inmunitario nos protege detectando y rechazando cualquier presencia en nuestro cuerpo que no sea “yo”. Y, sin embargo, el sistema está formado en parte, e incluso gobernado en parte, por microbios.

Anton van Leeuwenhoek descubrió que los microbios, a los que denominó “animálculos”, están en todas partes: en la piel, en la madera, en el pelaje, en los ojos. En 1683, raspó un poco de placa de su propia dentadura y la examinó al microscopio. Vio enormes cantidades de organismos vivos “que se mueven con enorme gracia”. Van Leeuwenhoek calculó, acertadamente, que en su boca nadaban más animálculos que habitantes tenía Holanda. Por desgracia, sus sensacionales descubrimientos resultaron difíciles de reproducir porque nadie más pudo ver los microorganismos con tanta claridad como él. Van Leeuwenhoek tenía tal maestría al microscopio que se podría decir que su mirada alcanzó el futuro lejano.
Doscientos años después, en la segunda mitad del siglo XIX, la vida de los microbios causó sensación por segunda vez. Louis Pasteur, Robert Koch y Joseph Lister, entre otros, llamaron la atención del mundo sobre la capacidad de provocar enfermedades de estos microorganismos.  La teoría de los gérmenes concordaba con la lucha por la existencia, con la supervivencia de los mejor adaptados. La naturaleza es cruenta, y el peligro acecha entre nuestros dientes.

Evidentemente, eso es lo que la mayoría de nosotros seguimos pensando de las bacterias hoy. Nuestra visión del mundo es adversa a esos seres. Ahí están. Hay que tirar a matar, construir una muralla. Lo cual es de lo más coherente cuando se trata del ínfimo porcentaje de microbios que provocan las enfermedades, pero pasa por alto la enorme mayoría que nos hacen lo que somos.

Fuente: El cultural

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