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BIBLIOTECA ARMONICA: los libros tristes

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Catedral de Cristo Salvador. Reconstruida 1988

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Catedral antes de su destrucción.

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Destruccion 1931

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Catedral Hoy.

Aniversario de la revolución rusa de 1917. La Primera Guerra Mundial fue la gran culpable de muchas cosas en occidente, de millones de muertos , de la ruina de europa, de la ruina de imperios, del gran triunfo del nacionalismo y de nuevas y mas grandes fronteras, de la epidemia de gripe mas terrible que vieron los siglos, peor que la peste negra y que mato entre 50 y 100 millones de seres humanos, de la falsa paz de Versalles y de la 2ª Guerra Mundial y por supuesto de la Revolucion Rusa. Este libro habla de sus consecuencias: la peor dictadura y mas sanguinaria que vió la historia.

La apología de una dictadura asesina como ésta sólo es posible hoy en Occidente si pertenece al universo izquierdista. La justificación de detenciones arbitrarias, torturas, muertes, y deportaciones de millones de personas no pasa factura política ni social si es relativa al «proyecto socialista». No es concebible el mismo trato hacia el nacionalsocialismo, hermano del comunismo. Y eso que ya señaló el escritor Manuel Chaves Nogales en «Bajo el signo de la esvástica» (1933) que Hitler había copiado las formas de Lenin, impulsor de los campos de trabajo y de las checas para la liquidación social.

En la década de 1970 caló en Occidente la vieja idea trotskista: el estalinismo había traicionado la bondad del proyecto de Lenin, una especie de santo laico, visionario, protector del pueblo, que solo pretendía la justicia social y el bienestar de la gente. Los autores del genocidio habían sido otros, como Stalin. De esta manera, el golpismo bolchevique contra la república democrática y las urnas entre julio de 1917 y enero de 1918, así como los planes leninistas para asesinar a media Rusia, tenían un aire romántico, justiciero y moderno, y quedaban justificados. Pero esto no era suficiente para la Nueva Izquierda, y surgió un revisionismo que, incapaz de defender la realidad política de la URSS, sostuvo que lo importante era el cambio social y cultural que se había producido al otro lado del Telón de Acero. Lo decisivo era la construcción del Hombre Nuevo, el Homo sovieticus. La mayor representante de esa tendencia fue, y es, la historiadora australiana Sheila Fitzpatrick, sovietóloga de fama mundial, de la que ahora la editorial Crítica acaba de verter al español su reciente obra, «El equipo de Stalin. Los años más peligrosos de la Rusia soviética, de Lenin a Jruschov» (2016).

La gran tesis de Fitzpatrick, de corte maoísta, es que Stalin llevó a cabo una «Revolución Cultural» entre 1928 y 1932 que creó una intelligentsia específicamente soviética para dirigir el socialismo. Esa generación eran trabajadores formados durante el primer plan quinquenal estalinista, que permitió su «vydvizhenie», o promoción social hacia la administración y el Partido. Y para ello, Fitzpatrick cita asépticamente tres acontecimientos: la liquidación de ingenieros «burgueses» de Shakhty en 1928 por «poco eficaces», la revuelta de las juventudes comunistas –como luego hicieron en China los Guardias Rojos por orden de Mao–, y la hegemonía cultural marxista –que casualmente, o no, casa con las ideas de Gramsci–. De esta manera, dice la autora, se supera la interpretación del modelo soviético como totalitario, para verlo «desde abajo»; es decir, en lo que supuso de cambio social.

Fitzpatrick sostiene que los impulsores de esa transformación y del establecimiento del socialismo fueron los miembros del «equipo de compañeros» Stalin. El grupo estuvo formado por cerca de una docena de hombres –ni una mujer, señala la autora–. El dictador los reclutó a principios de la década de 1920 para, primero, hacer el trabajo sucio, como luchar contra los grupos de León Trotsky y de Grigori Zinóviev, luego encabezar las Grandes Purgas, y finalmente gobernar lo que quedase. Fueron los protagonistas del paroxismo revolucionario, como indicó el historiador francés François Furet, que les llevó a una espiral de sangre por temor a que la estabilización política les exigiera rendir cuentas. Stalin los eligió entre aquellos hombres que podía dominar con facilidad y que nunca podrían ser sus rivales. Tomó a los que podía chantajear por haber realizado servicios al zar, o supuestos actos de traición o de cobardía.

Stalin quiso un equipo de ejecutores de su política, no de ambiciosos adoradores del líder, que compitieran entre sí, como hizo Adolf Hitler. Aquellos comunistas eran servidores fieles y segundones, como el general Kliment Voroshivov, uno de los peores militares rusos. Este hombre era tan consciente de esta situación que cuando empezaron las purgas dijo: «No me preocupo porque sólo van contra los inteligentes». En la misma línea, Stalin eligió a Vyacheslav Molotov como gran diplomático: fue quien pactó con los nazis el reparto de Polonia en 1938. Y eso a pesar de que no había pisado jamás antes Europa ni sabía ningún idioma. O sentó entre los suyos al judío Lazar Kaganovich, que tragó con los progromos estalinistas contra su pueblo para representar la farsa de que el comunismo era tolerante.

Los miembros del equipo de Stalin, dice Fitzpatrick, se contentaban con «ser compañeros de armas de Stalin en la gran obra de la construcción del socialismo». Es más, el dictador les espetaba con frecuencia algo muy inquietante: «Sin mí estaríais perdidos». Ese grupo llevó a cabo una «Revolución Cultural», afirma la autora, que supuso un cambio social; lo que es cierto, pero fue un cambio a peor: envió a los mejores científicos, literatos, profesionales, militares, y artistas a los gulags. Incluso el escritor socialista H. G. Wells, al entrevistarse con Stalin en 1934, le recriminó que en la URSS sólo había una forma de escribir. «Hicimos todo lo que pudimos para integrar (a los no comunistas) pero no fue posible hasta que pasó mucho tiempo»; o muchas muertes, habría que decir.

Durante los años del estalinismo el equipo forjó dos ideas que parecen ahora resucitar: Stalin fue el «Gran Patriota» que venció a los nacionalsocialistas –sin el concurso de Estados Unidos–, y que fue el «Gran Director» de un país desordenado. La muerte del dictador en 1953 puso en marcha el plan que tenía preparado su equipo: el liderazgo colectivo, y que ya habían practicado entre agosto de 1951 y febrero de 1952, cuando Stalin se desentendió del gobierno. Aquí Fitzpatrick dice sin reparos que «la transición fue exitosa, costó un número mínimo de vidas (para lo habitual en la Unión Soviética), y dio paso a un programa reformista notablemente amplio y radical». Ya; como si hubieran establecido una democracia liberal. La verdad es que Beria, ejecutor máximo de las purgas ordenadas por Stalin, pederasta reconocido, cuya policía, la NKVD, había colaborado con la Gestapo en el control de Polonia, y que ordenó la muerte de 20.000 polacos en Katyn, tomó el poder tras el fallecimiento del «Padrecito». A los tres meses fue detenido por mandato de sus compañeros del «equipo», condenado por una traición al socialismo que nunca cometió, y ejecutado.

El acierto del libro de Fitzpatrick es la descripción de la forma de trabajar de Stalin, las maneras de ejercer el poder. No lo hizo solo, sino con un equipo; es decir, que no hubo un dictador solitario, sino colectivo, y que actuó, lógicamente, no por las vías formales, sino por procedimientos informales. La descripción parcelada, bien documentada, de «la corte del zar rojo», como escribió Simbon Sebag Montefiore, es esclarecedora del método dictatorial soviético. Ese trabajo en equipo puso las bases del liderazgo colectivo que señaló el modo de repartirse y ejercer el poder tras la muerte de Stalin, un personaje del que Fitzpatrick dice: «Podía ser cruel, pero también encantador», y que sabía «subordinar los intereses personales a los intereses de la revolución».

El equipo se desmanteló en 1957, cuando uno de sus miembros, Nikita Jruschov, se erigió en el nuevo líder de la URSS y separó a los demás. El conductor era uno de los productos de la «Revolución Cultural»: un campesino con inteligencia natural que había llegado al poder. Jruschov separó a sus adversarios del «equipo» llamándolos «Grupo Antipartido» y, con gran cinismo, condenó el estalinismo del que había sido protagonista. Fue entonces cuando, según Fitzpatrick, acabaron los «años más peligrosos» porque los vencedores no eliminaron a los vencidos, como Mólotov, Kaganóvich, y Malenkov. Así, a la jefatura de Jruschov le siguió la de Brézhnev por decisión colectiva

Fuente. La Razon

Leer más:  Lenin, Jruschov: lo peor está detrás  http://www.larazon.es/cultura/lenin-jruschov-lo-peor-esta-detras-LJ13923800?sky=Sky-Noviembre-2016#Ttt17d049Co3mpgT


Catedral de Cristo Salvador, Moscu.

BIBLIOTECA ARMONICA: VERMEER

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Original de su cuadro mas famoso:

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Copia de la famosa pelicula:

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CATALOGO COMPLETO

Un gran libro:

La obra de Vermeer ha originado un éxito de ventas de The New York Times, una película protagonizada por Scarlett Johansson y Colin Firth, cifras récord de visitantes en museos, desde Ámsterdam a Washington D.C., y medidas de seguridad especiales en el museo Mauritshuis, en La Haya, lugar de peregrinación al que acuden miles de personas a diario para contemplar la enigmática y encantadora Joven de la perla, también conocida como la «Mona Lisa holandesa».

En vida, la fama de Johannes Vermeer (1632-1675) apenas sobrepasó las fronteras de su ciudad natal, Delft, y el reducido círculo de sus mecenas. Después de su muerte, su nombre cayó durante largo tiempo en el olvido, salvo para algunos coleccionistas y marchantes de arte holandeses. Fuera de Holanda, sus pinturas incluso se atribuyeron erróneamente a otros artistas. No fue hasta mediados del siglo XIX cuando Vermeer llamó la atención del mundo del arte internacional que, de pronto, supo admirar su precisión narrativa, la meticulosidad de los detalles de sus texturas y los planos de luz majestuosos.Habían descubierto a un genio. 

Esta edición en formato XL reúne el catálogo de la obra completa de Vermeer en una monografía de calidad excepcional, que presenta las escenas, sosegadas y cautivadoras al mismo tiempo, tan valoradas en galerías de toda Europa y Estados Unidos. Con nuevas fotografías de muchas de sus obras, el restringido pero profundamente evocador repertorio de situaciones domésticas de Vermeer —alguien escribiendo una carta, tocando un instrumento o incluso preparando algo en la cocina— se despliega en un volumen de grandes dimensiones que, además, incluye tres desplegables. Numerosos detalles revelan la habilidad excepcional del artista no sólo para plasmar los usos y costumbres de la Edad de Oro holandesa, sino también para sintetizar una historia completa en un solo gesto, en una expresión o una simple mirada.

Fuente: compra libro aqui.

BIBLIOTECA ARMONICA: VELAZQUEZ

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Catalogo de obras completas

BIOGRAFIA.

Un gran libro:

Manet dijo de él que era «el mayor de los pintores». Tanto le inspiró a Picasso su obra maestra Las Meninas que llegó a pintar 44 variaciones de dicho cuadro. Tanto Monet como Renoir y Degas se vieron influidos en gran medida por el pintor de cámara de Felipe IV. Francis Bacon llevó a cabo un famosísimo estudio de su retrato del papa Inocencio X. Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660) no solo fue el pintor más importante de la Edad de Oro española: es también uno de los pintores europeos más admirados que haya existido jamás y está considerado tanto una autoridad como una gran influencia para las generaciones de artistas venideras.

El presente catalogue raisonné reúne el conjunto de la obra de Velázquez, reproducida aquí en asombroso gran formato con una selección de primeros planos de los detalles y nuevas fotografías de lienzos recientemente restaurados, gracias a una iniciativa conjunta de TASCHEN y Wildenstein. Las deslumbrantes imágenes de esta obra se acompañan de atinados comentarios de José López-Rey acerca del interés de Velázquez por la vitalidad humana y la forma en la que sus cuadros centran por igual la atención en todo lo que recogen, desde la vieja friendo huevos hasta un rey o un papa, así como el protagonismo que otorgaba al color y a la luz, que influirían en los impresionistas más de dos siglos después.

FUENTE, PARA COMPRAR: LIBRO AQUI

Grandes Poemas 2 Jorge Manrique

Paisajes de mar (42)
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Paisajes de mar (32)
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COPLAS DE DON JORGE MANRIQUE POR LA MUERTE DE SU PADRE
                    I
  Recuerde el alma dormida,
avive el seso e despierte
  contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
  tan callando;
  cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
  da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo passado
  fue mejor.
                    II
  Pues si vemos lo presente
cómo en un punto s’es ido
  e acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo non venido
  por passado.
  Non se engañe nadi, no,
pensando que ha de durar
  lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de passar
  por tal manera.
                    III
  Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
  qu’es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
  e consumir;
  allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
  e más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
  e los ricos.
            INVOCACIÓN
                    IV
  Dexo las invocaciones
de los famosos poetas
  y oradores;
non curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
  sus sabores.
  Aquél sólo m’encomiendo,
Aquél sólo invoco yo
  de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo non conoció
  su deidad.
                    V
  Este mundo es el camino
para el otro, qu’es morada
  sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
  sin errar.
  Partimos cuando nascemos,
andamos mientra vivimos,
  e llegamos
al tiempo que feneçemos;
assí que cuando morimos,
  descansamos.
                    VI
  Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
  como debemos,
porque, segund nuestra fe,
es para ganar aquél
  que atendemos.
  Aun aquel fijo de Dios
para sobirnos al cielo
  descendió
a nescer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
  do murió.
                    VII
  Si fuesse en nuestro poder
hazer la cara hermosa
  corporal,
como podemos hazer
el alma tan glorïosa
  angelical,
  ¡qué diligencia tan viva
toviéramos toda hora
  e tan presta,
en componer la cativa,
dexándonos la señora
  descompuesta!
                    VIII
  Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
  y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
  las perdemos.
  Dellas deshaze la edad,
dellas casos desastrados
  que acaeçen,
dellas, por su calidad,
en los más altos estados
  desfallescen.
                    IX
  Dezidme: La hermosura,
la gentil frescura y tez
  de la cara,
la color e la blancura,
cuando viene la vejez,
  ¿cuál se para?
  Las mañas e ligereza
e la fuerça corporal
  de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega el arrabal
  de senectud.
                    X
  Pues la sangre de los godos,
y el linaje e la nobleza
  tan crescida,
¡por cuántas vías e modos
se pierde su grand alteza
  en esta vida!
  Unos, por poco valer,
por cuán baxos e abatidos
  que los tienen;
otros que, por non tener,
con oficios non debidos
  se mantienen.
                    XI
  Los estados e riqueza,
que nos dexen a deshora
  ¿quién lo duda?,
non les pidamos firmeza.
pues que son d’una señora;
  que se muda,
  que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
  presurosa,
la cual non puede ser una
ni estar estable ni queda
  en una cosa.
                    XII
  Pero digo c’acompañen
e lleguen fasta la fuessa
  con su dueño:
por esso non nos engañen,
pues se va la vida apriessa
  como sueño,
e los deleites d’acá
son, en que nos deleitamos,
  temporales,
e los tormentos d’allá,
que por ellos esperamos,
  eternales.
                    XIII
  Los plazeres e dulçores
desta vida trabajada
  que tenemos,
non son sino corredores,
e la muerte, la çelada
  en que caemos.
  Non mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
  sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta
  no hay lugar.
                    XIV
  Esos reyes poderosos
que vemos por escripturas
  ya passadas
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
  trastornadas;
  assí, que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
  e perlados,
assí los trata la muerte
como a los pobres pastores
  de ganados.
                    XV
  Dexemos a los troyanos,
que sus males non los vimos,
  ni sus glorias;
dexemos a los romanos,
aunque oímos e leímos
  sus hestorias;
  non curemos de saber
lo d’aquel siglo passado
  qué fue d’ello;
vengamos a lo d’ayer,
que también es olvidado
  como aquello.
                    XVI
  ¿Qué se hizo el rey don Joan?
Los infantes d’Aragón
  ¿qué se hizieron?
¿Qué fue de tanto galán,
qué de tanta invinción
  como truxeron?
  ¿Fueron sino devaneos,
qué fueron sino verduras
  de las eras,
las justas e los torneos,
paramentos, bordaduras
  e çimeras?
                    XVII
  ¿Qué se hizieron las damas,
sus tocados e vestidos,
  sus olores?
¿Qué se hizieron las llamas
de los fuegos encendidos
  d’amadores?
  ¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
  que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar,
aquellas ropas chapadas
  que traían?
                    XVIII
  Pues el otro, su heredero
don Anrique, ¡qué poderes
  alcançaba!
¡Cuánd blando, cuánd halaguero
el mundo con sus plazeres
  se le daba!
  Mas verás cuánd enemigo,
cuánd contrario, cuánd cruel
  se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuánd poco duró con él
  lo que le dio!
                    XIX
  Las dávidas desmedidas,
los edeficios reales
  llenos d’oro,
las vaxillas tan fabridas
los enriques e reales
  del tesoro,
  los jaezes, los caballos
de sus gentes e atavíos
  tan sobrados
¿dónde iremos a buscallos?;
¿qué fueron sino rocíos
  de los prados?
                    XX
  Pues su hermano el innocente
qu’en su vida sucesor
  se llamó
¡qué corte tan excellente
tuvo, e cuánto grand señor
  le siguió!
  Mas, como fuesse mortal,
metióle la Muerte luego
  en su fragua.
¡Oh jüicio divinal!,
cuando más ardía el fuego,
  echaste agua.
                    XXI
  Pues aquel grand Condestable,
maestre que conoscimos
  tan privado,
non cumple que dél se hable,
mas sólo como lo vimos
  degollado.
  Sus infinitos tesoros,
sus villas e sus lugares,
  su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?,
¿qué fueron sino pesares
  al dexar?
                    XXII
  E los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
  como reyes,
c’a los grandes e medianos
truxieron tan sojuzgados
  a sus leyes;
  aquella prosperidad
qu’en tan alto fue subida
  y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
  fue amatada?
                    XXIII
  Tantos duques excelentes,
tantos marqueses e condes
  e varones
como vimos tan potentes,
dí, Muerte, ¿dó los escondes,
  e traspones?
  E las sus claras hazañas
que hizieron en las guerras
  y en las pazes,
cuando tú, cruda, t’ensañas,
con tu fuerça, las atierras
  e desfazes.
                    XXIV
  Las huestes inumerables,
los pendones, estandartes
  e banderas,
los castillos impugnables,
los muros e balüartes
  e barreras,
  la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
  ¿qué aprovecha?
Cuando tú vienes airada,
todo lo passas de claro
  con tu flecha.
                    XXV
  Aquel de buenos abrigo,
amado, por virtuoso,
  de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
  e tan valiente;
sus hechos grandes e claros
non cumple que los alabe,
  pues los vieron;
ni los quiero hazer caros,
pues qu’el mundo todo sabe
  cuáles fueron.
                    XXVI
  Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
  e parientes!
¡Qué enemigo d’enemigos!
¡Qué maestro d’esforçados
  e valientes!
  ¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
  ¡Qué razón!
¡Qué benino a los sujetos!
¡A los bravos e dañosos,
  qué león!
                    XXVII
  En ventura, Octavïano;
Julio César en vencer
  e batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
  e trabajar;
  en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
  con alegría;
en su braço, Aureliano;
Marco Atilio en la verdad
  que prometía.
                    XXVIII
  Antoño Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
  del semblante;
Adriano en la elocuencia;
Teodosio en humanidad
  e buen talante.
  Aurelio Alexandre fue
en desciplina e rigor
  de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el grand amor
  de su tierra.
                    XXIX
  Non dexó grandes tesoros,
ni alcançó muchas riquezas
  ni vaxillas;
mas fizo guerra a los moros
ganando sus fortalezas
  e sus villas;
  y en las lides que venció,
cuántos moros e cavallos
  se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas e los vasallos
  que le dieron.
                    XXX
  Pues por su honra y estado,
en otros tiempos passados
  ¿cómo s’hubo?
Quedando desamparado,
con hermanos e criados
  se sostuvo.
  Después que fechos famosos
fizo en esta misma guerra
  que hazía,
fizo tratos tan honrosos
que le dieron aun más tierra
  que tenía.
                    XXXI
  Estas sus viejas hestorias
que con su braço pintó
  en joventud,
con otras nuevas victorias
agora las renovó
  en senectud.
  Por su gran habilidad,
por méritos e ancianía
  bien gastada,
alcançó la dignidad
de la grand Caballería
  dell Espada.
                    XXXII
  E sus villas e sus tierras,
ocupadas de tiranos
  las halló;
mas por çercos e por guerras
e por fuerça de sus manos
  las cobró.
  Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
  fue servido,
dígalo el de Portogal,
y, en Castilla, quien siguió
  su partido.
                    XXXIII
  Después de puesta la vida
tantas vezes por su ley
  al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
  verdadero;
  después de tanta hazaña
a que non puede bastar
  cuenta cierta,
en la su villa d’Ocaña
vino la Muerte a llamar
  a su puerta,
                    XXXIV
  diziendo: «Buen caballero,
dexad el mundo engañoso
  e su halago;
vuestro corazón d’azero
muestre su esfuerço famoso
  en este trago;
  e pues de vida e salud
fezistes tan poca cuenta
  por la fama;
esfuércese la virtud
para sofrir esta afruenta
  que vos llama.»
                    XXXV
  «Non se vos haga tan amarga
la batalla temerosa
  qu’esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
  acá dexáis.
  Aunqu’esta vida d’honor
tampoco no es eternal
  ni verdadera;
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal,
  peresçedera.»
                    XXXVI
  «El vivir qu’es perdurable
non se gana con estados
  mundanales,
ni con vida delectable
donde moran los pecados
  infernales;
  mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
  e con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos e aflicciones
  contra moros.»
                    XXXVII
  «E pues vos, claro varón,
tanta sangre derramastes
  de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganastes
  por las manos;
e con esta confiança
e con la fe tan entera
  que tenéis,
partid con buena esperança,
qu’estotra vida tercera
  ganaréis.»
[Responde el Maestre:]
                    XXXVIII
  «Non tengamos tiempo ya
en esta vida mesquina
  por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
  para todo;
  e consiento en mi morir
con voluntad plazentera,
  clara e pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
  es locura.»
[Del maestre a Jesús]
                    XXXIX
  «Tú que, por nuestra maldad,
tomaste forma servil
  e baxo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
  como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sofriste sin resistencia
  en tu persona,
non por mis merescimientos,
mas por tu sola clemencia
  me perdona».
        FIN
                    XL
  Assí, con tal entender,
todos sentidos humanos
  conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos e hermanos
  e criados,
  dio el alma a quien gela dio
(el cual la ponga en el cielo
  en su gloria),
que aunque la vida perdió,
dexónos harto consuelo
  su memoria.
Jorge Manrique, 1477