Provervios chinos

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El árbol cuyo tronco consigues abarcar comenzó siendo un joven brote.

Al nacer, los hombres son tiernos y débiles, la muerte los hace duros y rígidos. Al nacer, las hierbas y árboles son tiernos y delicados, la muerte los hace secos y flacos. Lo que es duro y rígido acompaña a la muerte. Lo que es tierno y débil acompaña a la vida.

El campesino en su campo aprende siempre lo que aún no sabe, reconstituye lo que ha perdido en invierno, de forma que ayuda a la naturaleza sin querer imponerse a ella.

Cuando un árbol es duro, debe ser abatido.

El vino disipa el dolor, y cuando se está achispado es el mejor momento; nuestras elucubraciones imaginativas se transforman en poesías y excelentes versos salen espontáneamente de nuestra pluma.

Hay cuatro reglas para vivir en la montaña: hacer que los árboles no se coloquen de modo artificial, que las rocas no se pongan en orden, que las casas no presenten ningún lujo, que el corazón humano no comporte ningún artificio.

Deberíamos ver la sombra de las flores en el agua, la sombra de los bambúes bajo la luna y la sombra de la belleza detrás de la cortina de una puerta.

En cada vaso de vino, hay un caudal de poesía.

Cuando cae una lluvia fina, cierra la puerta y, sin hacer nada, tiéndete en un gran almohadón, saca agua de manantial y saborea varias tazas de té de estación, admira la luna brillante y escucha la brisa delicada. Solamente así conocerás una perfecta serenidad.

Vista desde esta montaña, aquella parece más alta.

No escuches a los demás, mira simplemente cómo se abren las flores, cómo se marchitan las flores, no digas: «Este hombre tiene razón», «Este hombre está equivocado», no dejes escapar la luna centelleante entre las flores y la brisa delicada entre los pinos, cierra tu puerta y echa una buena cabezada.

La vida en la montaña presenta ocho ventajas con respecto a la vida en la ciudad: no conoce convenciones estrictas, ni visitantes extraños, uno no se embriaga ni con los vinos ni con las carnes, no hay luchas por la propiedad, no se teme al traidor, no se disputa sobre lo que es justo o injusto, no se imprimen artículos literarios y ni siquiera existe el chismorreo.

Cuando ha cesado la lluvia y el aire es fresco, cuando tienes pocas ocupaciones y tu espíritu está disponible, escucha el sonido de la flauta de un vecino mientras las largas notas persiguen a las claras nubes y la lluvia que se aleja: te parecerá entonces que cada nota cae y se refugia en tu alma.

La presunción es el don que los dioses otorgan a los hombres de poco valor.

Los dioses te devolverán multiplicado por cien lo que des a los demás.

Aunque los peces nadan en el fondo del lago, el pescador los captura; aunque las aves vuelan alto en el aire, el cazador las alcanza, solo la profundidad del corazón humano puede sondearse.

No aceptes la condena ajena, aunque hayas actuado mal: sólo los dioses pueden condenar.

La venganza de los dioses no es inmediata, aunque se precipita con rapidez sobre quien no la espera.

Cuando bebas el agua, piensa en el manantial.

No seas muy dado a criticar la acción de tu prójimo, sólo los dioses pueden condenarlo.

Procura que nadie derrame lágrimas por ti, los dioses las cuentan una por una.

Ningún hombre conoce su destino, pero cada uno conoce su objetivo.

El Cielo no da sin razón la vida al hombre, la Tierra no produce hierba sin raíces.

Los dioses dirigen su amor hacia los hombres a los que quieren proteger.

Cuando los dioses quieren mortificar a una persona con una desgracia, empiezan enviándole una pequeña gratificación para enorgullecerla y ver si sabe recibirla con dignidad.

Cuando quieren enviar una bendición a una persona, empiezan mortificándola con una pequeña desgracia para ver si se la toma bien.

Los dioses causan la mala suerte, el hombre sabio la afronta con generosidad; los dioses aportan la pena y el trabajo, el hombre sabio los afronta con serenidad; los dioses aportan la adversidad, el hombre sabio la comprende, porque capta el ritmo de la vida.

Nadie es rey en el largo viaje hacia el reino de los dioses.

El sol no debe brillar sólo para mí, sino también para los que son más malos que yo

Se ha representado la imagen de Buda, pero le faltan los ojos.

Incluso la cabeza de Buda cambiará la tercera vez.

El Buda de cada cual es el mejor.

Todo depende de la voluntad del Cielo, ni lo más pequeño está en manos del hombre.

Quien trata de encontrar la alegría hiriendo a criaturas sedientas de ella jamás obtendrá la felicidad en el otro mundo.

 

Confucio seguido por un discípulo

La casa de los dioses es tan difícil de alcanzar como la cima de una gran palmera; el que sube hasta arriba percibe el sabor del cielo, mientras que el que cae se estrella.

No cuentes con el silencio de los valles pues los dioses están por encima de las montañas.

Las miradas de los dioses son como los rayos del sol poniente: iluminan todas las puertas.

Los hombres son para los dioses lo que las plantas de arroz para los hombres; escogen a los mejores y dejan a los demás en el agua pútrida.

Negar la existencia de los dioses es saltar a un foso con los ojos vendados.

Nunca debemos pretender tener a los dioses de nuestro lado; pueden alejarse hacia el otro.

Con o sin gallo, mañana siempre se hará de día.

Si tu corazón está exento de debilidad, no temerás que el diablo llame a tu puerta.

Antes, todas las cosas pertenecían a los dioses; luego, los dioses las prestaron a los hombres.

 

Tened por norma el saber que emana del Cielo y no os agotéis estudiando los libros antiguos

Los hombres son arcilla, y los dioses, alfareros.

Quien quiere ser temido no debe mostrarse débil con nadie, salvo con los dioses.

Cuando tiene una espada afilada suspendida sobre la cabeza, el hombre se acuerda de los dioses.

Seas justo o injusto, tras la muerte el Cielo lo sabrá.

El ave que se ayuda con sus alas es alimentada por Dios.

La cara de los dioses está bien oculta tras los rayos del sol, la lluvia y las nubes.

Los dioses ayudan al hombre que no permanece acostado boca arriba.

El hombre de bien se encuentra bajo la protección del Cielo. La oscuridad de la noche es la protección del Cielo.

La ayuda del Cielo se concede a aquel que se somete; la del hombre se concede a quien confía en él.

No enciendas una falsa hoguera ante un dios verdadero.

Mira por encima de ti mismo y agradece a los dioses la suerte que se te da.

Los mortales están sometidos al destino. Nadie es dueño de su vida.

¿Para qué cocinar si la olla está sucia?

El cobarde que teme la muerte es llevado por ella aunque intente, con una escalera, alcanzar el Cielo.

Durante treinta años, he ido en busca de los dioses: cuando por fin he abierto los ojos, he descubierto que eran ellos los que me buscaban.

Cada capullo de rosa, esperanza de las flores, sólo puede abrirse con el consentimiento de los dioses.

No aterrorices al pueblo, porque los dioses ordenan que se le deje en paz.

Si te humillas y escuchas los consejos de un sabio, tu conducta será aprobada por los dioses.

No halagues a nadie, pues la adulación es aborrecida por los dioses; si no dejas hablar a tu corazón con toda libertad, ninguno de tus proyectos verá la luz y quedarás expuesto a la vindicta pública.

Ayudar a los pobres es más importante a los ojos de los dioses que honrar a los poderosos.

Los dioses lo prevén todo, aunque los hombres tienen libre albedrío. Los dioses hacen todas las cosas en silencio.

Quien reduce su patrimonio para cederle una parte a quien no lo tiene será acogido entre los dioses conforme a la parábola de las dos ovejas que nadan: una de ellas, esquilada, logra llegar junto al pastor a la orilla, mientras que la otra, cargada con su vellón mojado, sucumbe.

El océano de dolores ilimitado, pero vuélvete, ahí está la orilla.

Es necesario poseer pan y agua si se quiere afrontar a los dioses con ventura.

Las puertas del Cielo también están abiertas para los pobres.

Vive entre los hombres como si un dios te observase; habla a tu dios como si los hombres te oyesen.

No se labra el Cielo ni se acusa al padre.

Si invitas a un pobre a participar en una comida en tu lugar, después de la muerte ascenderás un peldaño más en el reino de los cielos.

Si pudiésemos pesar la obra de los dioses, todos los destinos nos serían gratos.

Los dioses ponen a los hombres a prueba, no sólo infligiéndoles dolor, sino también aportándoles la fortuna demasiado rápido; para los unos, la recompensa es grande, para los otros es más pequeña.

Los dioses nos han prestado el mundo y así vivimos.

Ese pedazo que tienes, no se lo niegues ni a tus amigos ni a tus enemigos; no atentes contra la vida de tu prójimo ni codicies sus riquezas; así los dioses te garantizarán un lugar en el Cielo.

Los dioses se sirven de una balanza de un justo peso, ven todo lo que hacen los hombres; tú, que descansas o que te sientas o que vagas por los campos y utilizas tu tiempo de distintas maneras, no cometas acciones turbias que puedan percibir las casas cercanas y los propios dioses.

Nuestra conciencia es la voz misma de los dioses.

Si los dioses sólo fuesen justicia, su reino estaría vacío.

Frente a la muerte, todos estamos desnudos para ser iguales ante los dioses.

Quien no teme a los dioses debe ser temido por los hombres.

Los dioses no levantan nada que no puedan bajar a continuación.

Cuando los dioses crean al gusano en el lodo, crean al mismo tiempo su alimento.

Cuando los hombres sufren, los dioses sufren también.

Si los dioses no pueden vivir sin la presencia de los hombres, los hombres no pueden vivir sin la presencia de los dioses, y por lo tanto los dioses no pueden manifestar su poder sin los hombres.

 

Aquel cuya alma es firme como la roca no tiembla, aquel que ya no siente deseo por todo lo que lo suscita, aquel que no se corroe por las cosas que excitan su cólera, ese ya no puede conocer el sufrimiento

Una vez realizada la obra, retírate: esta es la ley del Cielo.

La caridad hacia el prójimo es un bien precioso; la mano tendida es una cuerda que permite subir al Cielo y consuela.

Cuando las justas enseñanzas prevalecen en el reino, quienes moralmente inferior sirve al hombre moralmente superior, y quien es mentalmente inferior sirve al hombre mentalmente superior. Cuando las justas enseñanzas no prevalecen, el pequeño sirve al grande, el débil sirve al fuerte, el hijo, al padre; por lo tanto, es necesario que el señor se comporte como señor, el vasallo como vasallo, el padre como padre y el hijo como hijo, y así la armonía reinará bajo el Cielo.

Podemos sustraernos a las desgracias que nos envía el Cielo, pero si nosotros mismos nos atraemos desgracias, ya no es viable. Bondad, justicia, fidelidad, y el gozo que aportan las virtudes, todo ello constituye la nobleza del Cielo.

Su decepción es extrema: en efecto, también deben renunciar a la nobleza del hombre.

Respeta a los espíritus celestes y terrestres, pero mantenlos a distancia.

Un hombre que posee un alma maravillosa tiene siempre algo maravilloso que decir; sin embargo, el hombre que dice cosas maravillosas no posee necesariamente un alma maravillosa digna de ser trasplantada a los jardines celestes.

El hombre justo vive su vida de forma coherente, esperando con serenidad ser el elegido por los dioses, mientras que la persona vulgar sigue caminos peligrosos, esperando en la incertidumbre que la suerte actúe en su beneficio.

La red de la justicia celeste se extiende por todas partes, aunque con grandes mallas, y no deja escapar nada.

En la guerra entre los espíritus llamados celestes y los demonios, ni los unos ni los otros luchan por la dominación del infierno; por lo tanto, cualquiera que sea el vencedor, el infierno sigue siendo el infierno.

Los chinos adoran a espíritus malignos como el dios de la Pestilencia y el dios del Fuego, maltratan a los dioses honrados como el dios de la Tierra y el dios de la Cocina; hacen lo mismo con sus emperadores.

Un hombre me dijo un día: «Ven, quiero enseñarte el lugar donde el Cielo y la Tierra se tocan». Marchamos y deposité mi cesta en una abertura del Cielo. Después de decir mi oración, quise recuperar mi cesta, pero no la hallé. Pregunté entonces a un hombre: «¿Es que también aquí hay ladrones?». Me respondió: «¡Es la rueda del Cielo que gira, espera hasta mañana y volverás a encontrar tu cesta en el mismo lugar!».

Sólo los dioses viven en la perfección y la sabiduría; el hombre vive, en cambio, en la imperfección y la desobediencia.

Nunca te burles de un hombre que está en manos de los dioses, no te muestres cruel con él si comete una falta, pues la desgracia podría visitarte.

Los hombres están hechos de paja y arcilla, los dioses son sus albañiles. Cada día, derriban y construyen, crean a su voluntad mil mendigos o mil funcionarios.