El arte de vivir (en tiempos difíciles) Epicteto 5

XXIII Si alguna vez ocurre que te vuelves hacia las cosas externas por querer agradar a alguien, que sepas que estarás quebrantando tus principios. Conténtate, pues, en todo momento, con ser un filósofo. Y si además quieres aparentar que lo eres, parécetelo a ti mismo y será suficiente.

XXIV No permitas que maquinaciones como estas te aflijan: «Me pasaré la vida sin honores y no seré nadie en ningún lado». Pues si el deshonor es un mal, no puedes estar en el mal por causa de otro, ni tampoco en la vergüenza . ¿Acaso depende de ti ser elegido para un cargo público o ser invitado a un banquete? En absoluto. ¿Entonces cómo podría esto ser un deshonor? ¿Y cómo podrías no ser nadie en ningún lado, tú que solo debes ser alguien en las cosas que dependen de ti, en las que te es posible ser de gran valor? «Pero tus amigos se quedarán desamparados.» ¿Qué quieres decir cuando hablas de «desamparados»? No recibirán tu dinero, ni los convertirás en ciudadanos romanos . ¿Pero quién te ha dicho a ti que esas cosas dependen de nosotros y que no son, más bien, asuntos ajenos? ¿Y quién podría dar a otro lo que ni él mismo posee? «Gana dinero, entonces –dirá alguien–, para que también nosotros tengamos.» Si puedo ganarlo manteniéndome decente, leal y magnánimo, enséñame el camino y lo ganaré. Pero si pretendéis que pierda los bienes que de verdad me pertenecen para que vosotros obtengáis cosas que no son bienes, ya veis hasta qué punto sois injustos e insensatos. ¿Y qué es lo que deseáis más, dinero o un amigo leal y decente? Entonces mejor ayudadme a serlo en vez de pedirme que haga las cosas que me harían perder esos bienes. «Pero mi patria, en lo que dependía de mí –dirá otro–, quedará desamparada.» Una vez más, ¿de qué ayuda hablas? No obtendrá de ti ni pórticos ni baños públicos. ¿Y qué? Tampoco recibe zapatos del herrero ni armas del zapatero. Basta con que cada uno cumpla con su cometido. Si tú eres capaz de producir otro ciudadano leal y decente, ¿acaso no le eres de utilidad? «Claro que sí.» Entonces tampoco tú mismo le habrás sido inútil. «¿Y qué puesto –dirá– ocuparé en la ciudad?» El que puedas ocupar mientras te mantengas a la vez leal y decente. Pero si queriendo serle útil pierdes estas cualidades, ¿de qué le servirás, habiéndote convertido en alguien indecente y desleal?

XXV ¿Alguien ha recibido más honores que tú en un banquete o en una recepción, o ha sido invitado a formar parte del consejo? Si esto han sido cosas buenas, debes alegrarte de que aquel los haya recibido; si han sido cosas malas, no te disgustes por no haberlos recibido tú. Y recuerda que, como no haces lo mismo que otros para obtener las cosas que no dependen de nosotros, tampoco puedes pretender los mismos resultados. ¡Cómo podría obtener lo mismo quien no llama a las puertas de otros que quien sí lo hace; quien no se arrima que quien se arrima; quien no halaga que quien halaga! Serías injusto y codicioso si quisieras poseer estas cosas sin pagar el precio por el que se venden. ¿A cuánto están las lechugas? Pongamos que a un óbolo. Pues si alguien suelta el óbolo se lleva las lechugas. Tú, como no lo has soltado, no te las llevas. Pero no creas que tienes menos que el que se las lleva: él tiene sus lechugas y tú el óbolo que no has gastado. Del mismo modo sucede también en nuestro asunto. ¿No te han invitado al banquete de alguien? Eso es porque no le has pagado al anfitrión el precio al que vende la cena. La vende por halagos. La vende por atención. Dale, pues, si te merece la pena, el precio que exige. Pero si no quieres pagarle y aun así quieres recibir esas cosas, eres un codicioso y un necio. ¿Acaso no tienes nada en lugar de esa cena? Tienes el no haber halagado a quien no querías, y el no haber tenido que aguantar mecha delante de su puerta.

XXVI Podemos conocer la voluntad de la naturaleza partiendo de aquellas cosas en las que no discrepamos los unos de los otros. Por ejemplo, cuando el esclavo de otro rompe una copa, pronto estamos dispuestos a decir «son cosas que pasan». Por tanto, debes saber que cuando se rompa la tuya has de comportarte igual que cuando se rompió la de otro. Y aplica esto también a las cosas más graves. ¿Ha muerto el hijo o la mujer de otro? Nadie habrá que no diga: «es el destino humano» . Pero cuando es el hijo de uno mismo el que muere, al momento dice: «¡Ay de mí, qué desgraciado soy!». Deberíamos recordar entonces lo que sentimos cuando escuchamos eso mismo de otros.

XXVII Así como no colocamos una diana para fallar el tiro, así tampoco hay en el cosmos una naturaleza del mal.

XXVIII Si alguien entregara tu cuerpo al primero que pase, te enfurecerías; pero tú entregas tu mente a cualquiera, pues basta con que cualquiera te insulte para que te perturbes y te confundas. ¿No te da vergüenza esto?

El arte de vivir (en tiempos difíciles) Epicteto 6

De cada obra, observa sus puntos de partida y sus efectos, y empréndela solo entonces. De lo contrario, al principio irás con entusiasmo, como nada preocupado por las consecuencias, pero luego, al presentarse algunas de ellas, desistirás vergonzosamente. ¿Quieres vencer en los Juegos Olímpicos? ¡Por los dioses, yo también, que es algo estupendo! Pero observa los puntos de partida y los efectos, y solo después acomete la empresa. Debes imponerte disciplina, seguir dieta estricta, abstenerte de dulces, hacer ejercicio por fuerza, en la hora establecida, con calor, con frío, sin beber agua fría ni vino cuando se te antoje; sencillamente tendrás que atenerte al dictado de tu entrenador como al de un médico. Luego, en la competición, tendrás que revolver la tierra, a veces dislocarte una mano, torcerte un tobillo, tragar mucho polvo, tal vez recibir golpes, y después de todo ello, quizá, ser derrotado. Después de sopesado todo esto, si todavía quieres, hazte atleta. Si no, te estarás comportando como los niños, que ahora juegan a ser atletas, ahora a gladiadores, ahora a trompetistas y luego a actores. Así también tú, ahora vas a ser atleta, y ahora gladiador, después rétor, después filósofo, pero nada de ello con toda tu alma. Imitas como un mono todo lo que ves, y una cosa tras otra todo te complace. A nada has llegado con mirada cuidadosa, ni habiéndolo considerado con detenimiento, sino a la ligera y con un deseo tibio. Así, algunos que han visto a un filósofo y han oído a alguien hablar como habla Eufrates (¿pero quién es capaz de hablar como él?) quieren dedicarse ellos también a la filosofía. Hombre, primero examina el asunto de que se trata; y después observa bien tu propia naturaleza, si eres capaz de sobrellevarlo. ¿Quieres dedicarte al pentatlón o a la lucha? Mírate los brazos, los muslos, observa tu espalda. Pues cada uno nació para una cosa. ¿Crees que haciendo esto39 puedes seguir comiendo del mismo modo, bebiendo del mismo modo, enfadándote igual, contrariándote igual? Tendrás que desvelarte, esforzarte, alejarte de tus próximos, verte desdeñado por un esclavo, ridiculizado por los que te encuentres, degradado en todo: en honores, en cargos, en derechos, en cada mínimo asunto40 . Examina estas cosas si quieres recibir a cambio de ellas la impasibilidad, la libertad y la imperturbabilidad41 . Si no, no sigas adelante, no sea que, como los niños, hagas ahora de filósofo, después de recaudador de impuestos, luego de rétor y luego de procurador del César. Estas cosas no armonizan. Tienes que ser una sola persona, buena o mala. Tienes que trabajar o tu principio rector42 o las cosas exteriores. Es decir, tomar posición de filósofo o de persona corriente.

XXX En general, las acciones apropiadas se establecen en función de las relaciones. Si alguien es el padre, lo propio es que cuides de él, que le muestres respeto en todo, que toleres hasta que te insulte o te golpee. «¡Pero es un mal padre!» ¿Es que acaso la naturaleza está obligada a emparentarte con un padre bueno? No, simplemente con un padre. «Mi hermano es injusto.» Conserva entonces tu propia disposición con respecto a él, y no te fijes en lo que él hace, sino en qué tienes que hacer tú para que tu voluntad elija de acuerdo con la naturaleza. Pues otro no te hará daño si tú no quieres; y solo serás dañado cuando juzgues que se te daña. De este modo, descubrirás lo que es apropiado para con el vecino, para con el ciudadano, para con el estratego, si te acostumbras a contemplar las relaciones.

XXXI Sobre la devoción a los dioses, debes saber que lo más importante es tener los juicios correctos43 acerca de ellos, como que existen y que administran la totalidad de las cosas con perfecta justicia, que te han orientado a ti mismo, en todo, a dejarte persuadir por ellos, y a ceder en todos los acontecimientos, y seguirles voluntariamente como bajo el designio de la mejor inteligencia. De este modo, no censurarás nunca a los dioses, ni les reprocharás que te hayan descuidado. Pero no es posible que esto ocurra si no separas el bien y el mal de las cosas que no dependen de nosotros y no los vinculas solo con las que dependen de nosotros. Pues, si juzgas buena o mala alguna de aquellas, con toda necesidad, tan pronto como no obtengas lo que quieres y te topes con lo que no quieres, censurarás y odiarás a los causantes. De hecho, todo ser vivo tiende por naturaleza a huir y apartarse de las cosas que le parecen perjudiciales y de sus causas, y a perseguir y apegarse a las beneficiosas y a sus causas. Así, es inconcebible que alguien que se cree perjudicado se alegre de lo que cree que le perjudica, al igual que es imposible alegrarse por el perjuicio mismo. De ahí que el padre sea injuriado por el hijo cuando aquel no comparte con este las cosas que son consideradas como bienes. Y esto es lo que hizo enemigos entre sí a Polinices y a Eteocles, al suponer que el poder era un bien. Y es por eso por lo que el labriego injuria a los dioses, y por eso lo hace el marinero, y por eso lo hace el mercader, y por eso lo hacen los que han perdido a sus mujeres e hijos. Porque allí donde está lo conveniente, allí está también la devoción; de modo que quien se preocupa de desear y rechazar según se debe con ello mismo se preocupa también de la devoción. Al ofrecer libaciones, sacrificios y primicias, conviene seguir en cada caso las costumbres patrias con pureza, sin dejadez ni negligencia, ni tampoco mezquindad, ni sobrepasando lo que se puede.

XXXII Cuando recurras a la adivinación, recuerda que no sabes lo que acontecerá (por eso vas al adivino a averiguarlo), pero que, si eres filósofo, vas sabiendo ya de qué clase va a ser. Pues, si es alguna de las cosas que no dependen de nosotros, por fuerza no será ni un bien ni un mal. Por eso, no te presentes ante el adivino llevando tu deseo o tu aversión, ni tampoco temblando, sino convencido de que todo lo que haya de acontecer es indiferente y que nada te atañe, y que sea lo que sea, te será posible recibirlo adecuadamente, y eso nadie te lo impedirá. Por lo tanto, acude a los dioses como a tus consejeros con toda confianza. Y a continuación, cuando se te haya aconsejado algo, recuerda a quiénes tomaste por consejeros y a quiénes desoirás si los desobedeces. Acude, por tanto, a la profecía del modo en que lo recomendaba Sócrates , en aquellos casos en los que toda la cuestión haga referencia al desenlace, y ni por la razón ni por cualquier otra técnica se den los medios para comprender lo planteado. Así, cuando sea necesario afrontar un peligro por un amigo o por la patria, no recurras a la adivinación para saber si hay que afrontar el peligro. Pues, si el adivino advierte que los augurios son desfavorables, es evidente que se insinúa la muerte, o la mutilación de alguna parte del cuerpo, o el destierro. Pero la razón exige que, incluso bajo esas circunstancias, permanezcas al lado de tu amigo o de tu patria afrontando el peligro. Por eso, vuelve tu atención hacia el mayor de los adivinos, el Pitio45 , que echó de su templo a uno que no acudió en ayuda de su amigo cuando lo asesinaban.

XXXIII Establece ya mismo un carácter para ti, y un modelo de conducta, y mantente fiel a ellos tanto ante ti mismo como cuando te encuentres con otras personas. Mantente por lo general en silencio, y habla solo lo necesario y con brevedad. Y eventualmente, cuando la ocasión requiera decir algo, dilo. Pero que no sea sobre nada de lo que se suele: ni sobre combates de luchadores, ni sobre carreras de caballos, ni sobre atletas, ni sobre comidas o bebidas, de los que se habla en todas partes; y sobre todo no censures a otras personas, o las elogies, o las compares. Y si te es posible, guía también con tus propias palabras a aquellos que estén contigo hacia lo conveniente. Pero si te encuentras rodeado de extraños, cállate. Que tu risa no sea mucha, ni por muchas cosas, ni desatada. Rehúsa hacer juramentos, si te es posible, por completo; y si no, lo que permitan las circunstancias. Evita los festejos con extraños y ajenos46; y si alguna vez asistir fuera oportuno, fija tu atención en no incurrir en comportamientos vulgares. Pues ten en cuenta que, si el compañero está manchado, también por necesidad acabará ensuciando al que se roce con él, por limpio que esté por sí mismo. En lo relativo al cuerpo, toma solo hasta cubrir la mera necesidad, tanto en alimento como en bebida, vestido, vivienda o servicio; lo que conduzca a la fama o al lujo descártalo por completo. En lo erótico, en la medida de lo posible, mantente limpio hasta el matrimonio . Pero si te unes, comparte el goce de lo que está aceptado. Sin embargo, no llegues a ser pesado con quienes practican estos placeres, ni los censures, ni proclames en todas partes que tú no lo haces. Si alguien te cuenta que alguno habla mal de ti, en vez de defenderte contra lo que haya dicho, contesta: «Pues no conoce los demás defectos que tengo, porque si no no habría dicho solo esos». No es necesario acudir con frecuencia a los espectáculos. Pero si fuera oportuno estar, no manifiestes tomar partido por nadie salvo por ti mismo. Es decir: desea que ocurra solo lo que ocurre y que venza solo el vencedor. Así no te vincularás. De gritar y de llorar por cualquier cosa, o de conmoverte demasiado, abstente por completo. Y después de irte no converses demasiado sobre las cosas sucedidas, a no ser que la conversación te lleve a corregirte, pues eso revelaría que te quedaste maravillado por el espectáculo. No vayas a la ligera y dócilmente a las lecturas públicas de cualquiera; pero si vas, mantén la dignidad y la compostura, y al tiempo mantente sin mostrar fastidio48 . Cuando tengas idea de ir a ver a alguien, sobre todo si es de los que se consideran superiores, pregúntate a ti mismo qué harían en tal caso Sócrates o Zenón, y no te será difícil dar con el comportamiento apropiado. Cuando vayas a visitar a alguno de los muy poderosos, supón que no lo vas a encontrar en casa, que te van a impedir el paso, que te van a dar con la puerta en las narices, que no te atenderá. Si aun así debes ir, ve y soporta las cosas que ocurran, y en ningún momento te digas a ti mismo que «no merecía la pena»; pues ese sería el comportamiento del hombre común y que está arrojado a las cosas exteriores. En las conversaciones, evita recordar muy a menudo y sin medida algunas de tus propias acciones y aventuras. Pues aunque a ti te agrade recordar tus aventuras, a los demás no les agrada tanto escuchar las cosas que te han pasado. Evita también hacerte el gracioso, pues es el modo de caer en la vulgaridad, y además basta para echar a perder el respeto que te tienen los que te rodean. También es resbaladizo el entrar en comentarios obscenos. Así que, cuando ocurra algo de esa clase, si la ocasión es buena, incluso reprende al que los inició; y si no lo es, al menos manteniendo silencio, con el rostro enrojecido y mirando con enfado, haz evidente que te molesta lo que se dice.

Hongos fantasticos

El Reino de los Hongos. Micología Básica y Aplicada

by Teófilo Herrera; Miguel Ulloa
Publication date 1990Topics MicologíaCollection opensourceLanguage EspañolItem Size 483.8MPese a que son conocidos desde la Antigüedad y a que desde tiempos remotos han sido usados por el hombre -tanto para su alimentación como para sus ritos sagrados-, los hongos han sido ignorados en su especificidad hasta tiempos relativamente recientes. En el siglo IV a.C. Aristóteles los clasificaba dentro del reino vegetal, ya que para él, como para la mayoría de los biólogos que lo sucedieron hasta el siglo XIX, era suficiente dividir a los seres vivos en dos reinos, el de las plantas y el de los animales. Haeckel, a mediados del siglo XIX, hizo la primera de una larga serie de nuevas clasificaciones de los seres vivos, gracias a la cual los hongos alcanzaron la categoría de un reino aparte: el reino Fungi. El presente libro expresa la visión moderna de un campo de la biología que había cobrado interés en ramas del saber como la antropología o el estudio de las religiones, pero que solo marginalmente llamaba la atención de los botánicos.
La orientación de esta obra es fundamentalmente descriptiva, morfológica y taxonómica, y se complementa con los aspectos sobresalientes de la fisiología de la reproducción y de los ciclos biológicos de cada grupo o especie. También aborda la relevancia de los hongos y su aplicación en las áreas médica, económica o forestal, además de otros aspectos de interés social que ahora se estudian como un eslabón entre la micología y la etnología: la etnomicología. Aunque trata de ofrecer datos precisos a partir de diversas referencias sobre micología, la intención de este libro es seguir una tendencia didáctica. Por esta razón se incluyen numerosas ilustraciones, tanto fotográficas como esquemáticas, que hacen a este volumen no solo de enorme valía científica, sino una obra de interés estético. Descarga en acceso abierto en :

El Reino de los Hongos. Micología Básica y Aplicada : Teófilo Herrera; Miguel Ulloa : Free Download, Borrow, and Streaming : Internet Archive

Nada por lo que pedir perdón

Nada por lo que pedir perdón: La importancia del legado español frente a las atrocidades cometidas por los enemigos de España

La importancia del legado español frente a las atrocidades cometidas por los enemigos de España

En este excepcional libro, Marcelo Gullo Omodeo demuestra que, en el «Tribunal de la Historia», España ha sido juzgada por jueces parciales con testigos falsos. Y asevera:

Que América, antes de 1492, se asemejaba más al infierno que al paraíso, pues reinaban en el Nuevo Mundo los sacrificios humanos, el canibalismo, la esclavitud, el machismo y la prostitución.

Que Bartolomé de las Casas fue un mercenario disfrazado de sacerdote.

Que durante cuatro siglos, Gran Bretaña, Holanda, Estados Unidos, Francia y Alemania ―sin ninguna autoridad moral― le han exigido a España que pida perdón por los supuestos pecados cometidos durante la conquista de América, cuando, en realidad, son esas naciones las que deberían hacerlo porque sus manos están manchadas de sangre.

Que España no tiene nada por lo que pedir perdón porque la conquista de América fue uno de los mayores intentos que el mundo haya visto por hacer prevalecer la justicia y los valores cristianos en una época brutal y sanguinaria.

Que ese intento exitoso convirtió a España en una excepción en la historia de la humanidad porque ni antes ni después una nación se comportó de esa manera.

Y que precisamente por eso mismo cuando el papa Francisco era el padre Jorge consideraba que no había nada por lo que pedir perdón.

Tras la acusación a nuestro país de haber exterminado a los pueblos indígenas del antiguo territorio Anáhuac ignorando la gran cantidad de epidemias que sufrieron los indios, de virus de los que no estaban inmunizados, gripe, viruela, resfriados, tifus etc. (otras enfermedades fueron trasmitidas al viejo mundo desde america, como ciertas clases de sifilis que exterminaron en europa en un siglo mas millones de personas que indios murieron en america). Prueba de su mentira lo es el hecho de que hay hoy en México hay cinco veces más nativos originarios que en Estados Unidos (4 millones frente a 25, con una población muy superior en USA). Es más que conocido que los anglos masacraron, expoliaron y esclavizaron a los indígenas en sus colonias, igual que franceses y holandeses, las tres culturas piratas que han construido la falsa leyenda negra con el objetivo de tener ellos una mayor penetración en América latina. No les falta dinero. Las fundaciones masonas han invertido miles de millones de dólares en crear y empoderar al movimiento indígena contra España, algo que han conseguido en buena parte del continente. Pese a lo cual, a nivel de calle no existe tal aversión, salvo en contadas excepciones. Sheinbaum, lideresa comunista de raíz sefardí, haría bien en leer «Nada por lo que pedir perdón» (Espasa), del intelectual argentino Marcelo Gullo Omodeo, para entender que fue España la única excepción de la Humanidad en que los colonizadores no se comportaron como los bárbaros de Gran Bretaña, Holanda y Estados Unidos, que mataban a los indios sólo por el hecho de serlo. Ahora pretenden borrar su historial criminal comprando el pensamiento de los indígenas que sobrevivieron gracias a la cristiandad de la hispanidad. Cuenta Marcelo Gullo cómo la América anterior a 1492 se asemejaba más al infierno que a un paraíso. En las tierras que hoy ocupa México, la tiranía azteca de Moctezuma aterrorizaba a las poblaciones indígenas esclavizando a sus tribus, secuestrando bebés para matarlos en sacrificios humanos que duraban tres meses al año, tiempo en el que alrededor de 40.000 nativos eran asesinados, extraídos sus corazones, amputadas sus extremidades y cocinados sus cuerpos para alimentar a los guerreros caníbales. Hernán Cortés acabó con aquel terror sangriento gracias al ejército de cien mil indígenas que se levantaron contra la tiranía azteca. Después, los españoles se mezclaron con los indios, no los exterminaron como los anglos. Construyeron juntos el Virreinato de la Nueva España, haciendo de la ciudad de México la capital de la Hispanidad, la urbe más importante del imperio, más incluso que Madrid. Y los españoles, salvo excepciones, no se llevaron el oro, como la piratería inglesa y los saqueadores galos. El oro lo emplearon en construir universidades, catedrales, escuelas e infraestructuras que quedaron para la posteridad. Fueron las clases dirigentes del México independizado, los ascendientes de Obrador y Sheinbaum, quienes maltrataron a los indígenas y empobrecieron a un territorio que, cuando lo entregó España, ocupaba desde Costa Rica a California y Luisiana, mucho más grande que EE.UU. Hasta que esos ascendientes arruinaron el país, permitiendo que USA les arrebatara el 60 por ciento de lo heredado, oro de California incluido.

Libro hongos fantásticos

HONGOS FANTASTICOS

PARA SANAR, CAMBIAR CONSCIENCIAS Y SALVAR EL PLANETA

STAMETS, PAUL SCHWARTZBERG, LOUIEEditorial:BLUME EDITORIALAño de edición:2024MateriaBiologíaISBN:978-84-10048-52-2

Estupendo libro ilustrado, muy recomendable.
Un libro que se sitúa a la vanguardia de una revolución de las setas, para crear el cambio de conciencia necesario para restaurar el planeta. Un equipo de expertos de primer orden formado por micólogos profesionales y aficionados, artistas, amantes de la gastronomía, ecologistas, médicos y exploradores unió fuerzas para crear Hongos fantásticos, una película alucinante y llena de vida sobre las setas y sus misteriosos filamentos que parecen raíces y conforman el micelio. Este volumen, con imágenes fascinantes, amplía la película en todos los sentidos a través de transcripciones ampliadas, nuevos artículos y entrevistas, y más datos sobre el fantástico reino de los hongos. Con información para descubrir la increíble red de comunicación del micelio bajo nuestros pies y su capacidad demostrada de restaurar los ecosistemas del planeta, reparar nuestra salud y reavivar nuestra relación simbiótica con la naturaleza. «Nos encontramos en la cúspide de una revolución micológica que provocará un cambio de paradigma en el futuro, donde una ecología emergente de la conciencia estará arraigada en soluciones prácticas

El arte de vivir (en tiempos difíciles) Epicteto 4

XVI Cuando veas a alguien llorando de dolor por la partida de un hijo o porque perdió sus posesiones, ten cuidado de no verte arrastrado por la representación de que los males en los que aquel se encuentra le vienen de fuera. Más bien ten dispuesto el pensamiento de que «lo que le aflige no es lo ocurrido (pues otros no se afligen), sino su opinión sobre ello». No dudes en acompañarle en su dolor con palabras, e incluso, si se tercia, compartir sus lamentaciones; pero cuídate de no lamentarte también en tu interior.

XVII Recuerda que eres el actor de un drama que habrá de discurrir como el director quiera: breve, si lo quiere breve, largo, si lo quiere largo. Si quiere que representes a un mendigo, represéntalo convincentemente; o si es a un cojo, a un magistrado, a un particular. Tu objetivo es este: representar bien el papel que se te ha asignado, pues elegirlo le corresponde a otro.

XVIII Cuando un cuervo lance graznidos de mal augurio, que no te arrastre tu representación, sino establece la distinción en tu interior y di: «Ninguna de estas señales presagia nada contra mí; en todo caso, contra mi pobre cuerpo, mis pocas posesiones, mi escasa reputación, contra mis hijos o contra mi mujer. Para mí, en cambio, todas las señales son favorables, si yo así lo quiero, pues sea la que sea la que ocurra de estas cosas, de mí depende obtener de ella un beneficio».

XIX Puedes ser invencible siempre y cuando no entables ninguna batalla en la que la victoria no dependa de ti. Cuando veas a alguien recibir más honores que tú, o tener más poder, o estar bien considerado de cualquier otro modo, no lo tomes por un hombre feliz, dejándote arrastrar por tu representación. Pues si la entidad del bien reside en las cosas que dependen de nosotros, no hay lugar allí para la envidia o para los celos. Y tú mismo no desearás ser un pretor, o un senador, o un cónsul, sino ser libre. Y para serlo solo hay un camino: el desprecio de las cosas que no dependen de nosotros.

XX Recuerda que lo que te daña no es el que te insulta o el que te agrede, sino tu opinión de que estas cosas son dañinas. Por tanto, cuando alguien te moleste, ten presente que es tu propio juicio33 lo que te ha molestado. Así pues, intenta primero no dejarte arrastrar por la representación. Pues, una vez te hayas dado tiempo y distancia, te será más fácil dominarte a ti mismo.

XXI La muerte, el destierro y todas las cosas que parecen terribles, ponlas cada día ante tus ojos –la que más de todas, la muerte– y no albergarás nunca ningún sentimiento bajo ni anhelarás nada en exceso.

XXII Si aspiras a ser filósofo, prepárate desde ahora mismo para que se rían, para que la mayoría se burle, para que te digan «¡Se nos ha vuelto filósofo de repente!», y «¿de dónde viene ese engreimiento?». Pero tú no seas engreído, atente a lo que te parezca lo mejor, como alguien asignado por la divinidad precisamente a ese lugar. Y piensa que, si te mantienes en tu puesto, los que se reían de ti al principio después te admirarán; pero si te dejas vencer, se reirán de ti el doble

La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados