compositores: Arbos Zarzuela El centro de la Tierra

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1 Audiciones:

Fragmentos de la Zarzuela El centro de la tierra:

Habanera

Chotis

Mazurka

Bailable

coplas

Marcha triunfal

La obra 

De la aceptación por el respetable de la obra sirva de muestra los siguientes comentarios insertados en la documentación de la única versión discográfica existente de la obra: 

Manuel García Franco nos dice «Constituyó un gran fracaso, ya que, a pesar de los gastos hechos por la Empresa en decorados de Amalio y Bussato, trajes y «atrezzo», solo pudo representarse dos noches…… Hoy día no nos extraña que la zarzuela de Arbós no tuviera aceptación por el público de entonces, a pesar de que su libreto, disparatado, esté lleno de situaciones cómicas. La obra se desarrolla en un ambiente mitológico que nos hace recordar ciertas obras del teatro de los bufos y algún que otro paralelismo con La flauta mágica de Mozart, situaciones algo ajenas al público de la última década decimonónica, inmerso en el costumbrismo madrileño del género chico y acostumbrado a ver a los actores en papeles castizos y no encarnando «dioses». No hay que olvidar que es el año de La verbena de la Paloma…… Descubrimos sin embargo una partitura ecléctica, aunque muy personal, en la que el talento de su autor demuestra un gran conocimiento del tejido orquestal, y en la que gracia y solemnidad se dan cita en páginas de gran belleza, con una orquestación cuidada y una armonía riquísima. Posiblemente una música de más vuelo que la que el público de Apolo podría esperar, más acostumbrado a lo ligero y popular». 

Se explica por si sólo el comentario que firma José Luis Temes: «Y llegó el 21 de diciembre de 1894, fecha del estreno. Dada la gran duración de la obra, el estreno ocupaba las sesiones II y III, siendo la primera ocupada por La verbena de la Paloma, que se había estrenado en esa misma sala sólo ocho meses antes. Como Arbós narra sin amargura en sus Memorias, el fracaso no tuvo apelación. Es curioso, sin embargo, que hay unanimidad en los críticos al señalar que cuando Enrique Fernández Arbós apareció abrumado en el escenario al final de la obra, los pateos cesaron y hubo una tímida ovación respetuosa. Pero se abucheó hasta la histeria a los autores del libreto, que no quisieron publicar su nombre, como era frecuente entonces, previendo el monumental fracaso…..Es curioso leer en las críticas siguientes al estreno cuáles fueron los argumentos que se esgrimieron para justificar el fracaso. Casi ningún cronista censura la música por mala, sino por defraudar lo que en Apolo cabía esperar de una nueva obra de género ligero. Los juicios de «pretenciosa», «pedante» o «de todo punto inadecuada» no son descalificaciones en sí mismas; antes bien, parecen esconder una forma de elogio: la música tenía demasiado vuelo, demasiada altura para lo que el público esperaba. La orquestación estaba muy cuidada, la armonía era riquísima… Pero nada de todo esto eran bazas a jugar ante el público de Apolo, deseoso de otro tipo de propuesta más ligera y popular. Incluso la ausencia en la dramaturgia de tipos populares, castizos, con presencia de gnomos y dioses, provocó extrañeza y rechazo en el público. ….El centro de la tierra no sólo no nos parece merecedora de aquel fracaso sino que se nos muestra como uno de los tesoros desconocidos que esconden los muchísimos metros lineales de partituras de la Sociedad General e Autores y Editores. Su escucha nos revela una verdadera joya del género, que a buen seguro va a incorporarse muy pronto al repertorio zarzuelístico habitual». 

El compositor 

Enrique Fernández Arbós nació en Madrid el 24 de diciembre de 1863 y, según el Espasa, murió en San Sebastián el 2 de junio de 1939 (según el Diccionario de la Zarzuela en Madrid el 14 de junio de 1939). Violinista, compositor y, sobre todo, director de orquesta, se inició a los siete años en la música en la Escuela Nacional de Música y Declamación donde estudió violín con Monasterio y armonía con Galiana y Hernando, alcanzando los primeros premios en ambas disciplinas, a los doce años el de violín y a los trece años el de armonía. Pensionado por la infanta Isabel pasó luego al Conservatorio de Bruselas dirigido por Gevaert obteniendo a los quince años el premio de excelencia y capacidad raras veces concedido, y en donde cursó algunos años bajo la dirección de Vieuxtemps relacionándose con Joachim y Albéniz. Se consagró primero como violinista de éxito extraordinario y posteriormente como director al frente de la Orquesta Sinfónica de Madrid. En su faceta de compositor su producción ha sido corta, destacando varias excelentes transcripciones de la IBERIA de Albéniz, un trío para piano, violín y violoncelo, los fragmentos sinfónicos AUSENCIA y NOCHE DE ARABIA, y la zarzuela EL CENTRO DE LA TIERRA que aquí nos ocupa estrenada en 1894.. 

Los libretistas 

Celso Lucio y López, nació en Burgos el 6 de abril de 1865 y murió en Madrid el 3 de octubre de 1915. Poeta, político y dramaturgo. Su primera obra, A VISTA DE PAJARO, se estrenó en 1888. Es autor de un libro de versos titulado GENERO CHICO, pero sus obras de mayor éxito fueron, MARIA DE LOS ANGELES, música de Chapí, LOS APARECIDOS y EL CABO PRIMERO, música de Fernández Caballero, LOS PURITANOS, música de López Torregrosa y Valverde, PANORAMA NACIONAL, con música de Apolinar Brull todas ellas en colaboración con Arniches; EL GORRO FRIGIO, música de Nieto en colaboración con Limendoux, LA MARCHA DE CADIZ, con música de Valverde y Estellés, en colaboración con García Alvarez, y EL CENTRO DE LA TIERRA, música de Fernández Arbós, en colaboración con Ricardo Monasterio. Su aportación al género consistió en grandes dosis de buen humor, habilidad teatral y su talento poético para hacer cantables. 

Ricardo Monasterio Pozo, nació en Zamora en 1855 y murió en Madrid el 6 de julio de 1937. Médico, periodista político y libretista; fue amigo de Vital Aza. Escribió para Joaquín Valverde, Nieto, Chapí y Fernández Arbós para cuya única obra lírica EL CENTRO DE LA TIERRA escribió el libreto en colaboración con Celso Lucio. 

Sinopsis 

Tras una extensa introducción orquestal (N.° 1: Preludio), la obra se inicia en el saloncito de una pensión modesta. Uno de los huéspedes, Don Doroteo -militar retirado y viudo- está desesperado porque otro de los huéspedes, Román -joven simpático y algo simplón- no deja de tocar el acordeón a todas horas en la habitación contigua. Aparece Pura, la dueña de la pensión -atractiva, aunque ya no muy joven- y pronto nos enteramos de que abriga la posibilidad de casarse con Román, pese a que éste le debe varias mensualidades. Cuando, tras diálogo con el enfadado Don Doroteo, quedan Pura y Román en escena, aquélla le amenaza cómicamente con envenenarle con su frasquito de vitriolo si no le salda la deuda, pese a lo cual terminan cantando una simpática mazurca sobre el amor y sus peligros (N.°2: Mazurca de los pichones). 

Un nuevo incidente entre Don Doroteo y el acordeonista es causa de una fuerte trifulca entre ambos, a cuyos gritos acuden los vecinos (N.° 3: Escena de la disputa). Cuando éstos se retiran, el militar desafía a Román, en divertido diálogo, a un duelo de honor al día siguiente en las afueras de la ciudad. La búsqueda de padrinos para el duelo da lugar a otra escena cómica con los invitados a la boda de otro huésped de la misma pensión, en una habitación contigua. Es una escena de paréntesis, puesto que los novios y los acompañantes cantan con el coro sus dos números (N.° 4A: Habanera y Nº 4B: Coplas de los novios) y no vuelven a aparecer en el resto de la obra. 

Una música de transición (N.º 5: Intermedio) nos lleva a las afueras de la ciudad, Román ha llegado pronto al lugar del duelo y, de madrugada y con unas copitas de aguardiente, hace algunas reflexiones y dialoga después con un guarda de consumos. Este le indica que tenga precaución en ese paraje porque hay una enorme grieta en el suelo que conduce a un lugar misterioso en el que han ocurrido cosas extrañísimas. Se inicia en seguida el duelo y, cuando se va a producir el desenlace, Román sale huyendo enloquecido y se arroja desesperadamente a la grieta misteriosa de la que le ha hablado el guarda. Los presentes quedan asombrados del disparate, pero en una agitada escena musical (N.º 6A: Escena de la grieta, pasacalle y tempestad), Don Doroteo, movido por su honor militar, se arroja a la grieta tras el agraviante: Pura, ávida de aventura, se arroja también, siguiendo a su enamorado. El coro afirma que los tres están majaretas, e inmediatamente comienza una música tempestuosa, que ilustra la caída de los protagonistas hacia el abismo y sirve de transición a un nuevo decorado. 

Nuestros tres protagonistas han caído nada menos que en “El centro de la tierra”, una civilización oculta compuesta por minerales, naturales, gnomos, etc. Los habitantes de estas “Regiones Céntricas” quedan conmovidos ante la caída del cielo de estos tres seres extraños. En número de inspiración religiosa (N.º 6B: Invocación), los habitantes piden sabia opinión sobre lo que ven al Sumo Sacerdote, quien les explica que los visitantes son nada menos que los tres Dioses de la trinidad que habían de descender para redimirles, y a los que llevaban veinte siglos esperando. Tras cómica escena, los tres “dioses” son conducidos a hombros – símbolo del honor en esa civilización- ante el palacio de la Diosa Imán; (N.º 7: Marcha triunfal de los dioses) que cierra el primer acto. 

Tras unos compases de introducción orquestal (N.º 8: Preludio del segundo acto), la escena se abre en el palacio de la Diosa Imán. Los chascarrillos continúan ante la situación en que la Diosa Imán les habla de compartir el templo con ellos y de mostrares dónde está el gran secreto de esa Región Céntrica: la ubicación del Gran Talismán, que concede todos los deseos y riquezas a quien lo posee. Comunica también su disposición de contraer matrimonio con uno de ellos, elección que recae en Román. Tras la lógica reclamación de Pura, la escena se cierra con la entrada del Consejo de la Diosa, que saluda a la divinidad antes de celebrar asamblea (N° 9A: Saludo a la diosa). Pero antes, la Diosa Imán propone a sus dioses huéspedes un pequeño desfile en el que se den a conocer los diversos minerales que habitan el Centro de la Tierra, (N.º 9B: Bailable del oro; N.º 9C: Bailable del imán y el acero (para violín y orquesta); y N.º 9D: Bailable de la sal). 

Ya en la siguiente escena, Román es visitado por un grupo de mutiladores, que viene a cumplir el rito de aquella región, previo a su matrimonio con la Diosa: que el pretendiente se deje cortar una oreja para ofrecérsela como obsequio (N.º 10: Mazurca de los mutiladores). Obviamente, Román se niega y logra esquivar a sus visitantes. La Diosa ha revelado también a nuestros protagonistas otro secreto de aquellas Regiones Céntricas: que allí nadie envejece, pues cada cierto tiempo beben agua de una fuente mágica que les devuelve a la juventud. A dicha fuente se dirigen ahora los tres “dioses”. El coro saluda con alegría a Pura, que ya ha bebido y que, guapísima y en plena juventud, canta un chotis a las excelencias de la fuente (N.º 11A: Chotis de la fuente). Entra después Don Doroteo, ya joven y fornido, deseando volver inmediatamente a primera fila de batalla (N.º 11 B: Marcha). El Sumo Sacerdote anuncia luego un pequeño incidente: Román tenía tanta impaciencia por beber del agua mágica que se cayó a la fuente y bebió más cantidad de la recomendable, así que el efecto ha sido excesivo y Román no ha vuelto a la juventud sino a la infancia. Los presentes ríen la aparición de Román convertido en niño y cantando cancioncitas infantiles (N.º 11C: Trasformación de Román). La escena se cierra con una breve pero inteligente superposición de las tres melodías que han cantado nuestros “dioses”. 

En la siguiente escena, el Sumo Sacerdote habla con Román, a quien nuevamente intenta mutilar la oreja. Román vuelve a escaquearse, pero le promete encontrar una solución. Ésta se obtiene en la nueva escena, en que Román, en íntimo diálogo con Don Doroteo, finge renunciar generosamente a la mano de la Diosa en beneficio del militar, a quien abraza emocionado y en quien abdica su compromiso matrimonial. Desembarazado de Don Doroteo, Román corre a buscar a Pura, ya que la Diosa le ha revelado la ubicación del Gran Talismán. 

Número para orquesta y coro interno, en el que los gnomos cantan y se llaman de un lugar a otro del interior de la tierra (N.° 12: Coro invisible de los gnomos). La larga escena final cantada se inicia con Pura y Román buscando a escondidas el mágico diamante, Naturalmente, su plan es conseguirlo y volver a la civilización de los humanos, donde contraerán matrimonio y vivirán con todo tipo de lujos (N.º 3A: Coplas del talismán). Pero la pareja es sorprendida por Don Doroteo, que milagrosamente ha salvado sus orejas y que viene indignado buscando a Román. El diálogo entre ellos es a su vez sorprendido por la fatídica aparición de la Diosa Imán al frente de su pueblo. Descubren que los tres personajes no sólo no eran dioses sino que eran unos impostores que han intentado reírse de ella y además robarles el diamante. El Pueblo clama la máxima pena y la Diosa les condena a los tres a muerte en ese mismo instante. 

Nuestros protagonistas lloran su destino mientras los habitantes se muestran despechados y vengativos (N.º 13 B: Concertante). Pura, Don Doroteo y Román van ha a ser ejecutados cuando éste pide despedirse del mundo tocando el acordeón. Y he aquí que, cuando comienza a tocar, los presentes, sobrecogidos por esa sonoridad mágica, caen de rodillas admirados ante aquellos sones. Román les deja subyugados y los nativos se arrodillan ante aquella música celestial (N.º 13C: Acordeón, erupción y final). 

Don Doroteo acepta de muy mal grado que aquel artefacto origen de sus desgracias le haya salvado la vida. Los nativos y la Diosa piensan que aquellos tres personajes sí eran verdaderos dioses y no muestran resistencia ante la evidencia de que se escapan con el Gran Talismán. Nuestros protagonistas localizan la base del volcán para volver a la tierra y los nativos les despiden estupefactos, y aún inmóviles. Una fuerte “erupción” orquestal supone el viaje de regreso de Pura, Román y Don Doroteo hasta la pensión del primer acto. Ya en el gabinete y aún algo maltrechos por el “viaje”, se ríen de las aventuras vividas, Pura y Román tienen ya luz verde para su amor, pues tienen juventud y fortuna, y Don Doroteo da su conformidad. 

Obra en dos actos con los siguientes números musicales: 

Acto I: 1. Preludio. 2. Mazurca de los pichones «Cierta paloma sola». 3. Escena de la disputa «¡Vecinos, socorro contra un atropello». 4a. Habanera «Por fin llegó ya el día, vidita mía». 4b. Coplas de los novios «Ahora es preciso que puedas saber». 5. Intermedio orquestal. 6a. Escena de la grieta, pasacalle y tempestad «Del impulso de mi ira no se libra ese gachó». 6b. Invocación «Estamos asustados, estamos conmovidos». 7. Marcha triunfal de los dioses, orquestal. 

Acto II: 8. Preludio. 9a. Saludo a la diosa «¡Oh poderosa, mágica diosa». 9b. Bailable del oro, orquestal. 9c. Bailable del imán y el acero, orquestal. 9d. Bailable de la sal, orquestal. 10. Mazurca de los mutiladores «¡Señor! a vuestros pies». 11a. Chotis de la fuente «Pero qué guapa, pero qué hermosa ¡pero qué joven viene la diosa!». 11b. Marcha «El dios numero dos que ya ha bebido aquí se acerca rejuvenecido. 11c. Transformación de Román «El dios número tres, por impaciente, dio un tropezón y se cayó en la fuente». 12. Coro invisible de los gnomos «Ohe, ohe, ohe». 13a. Coplas del talismán «El brillo me ciega». 13b. Concertante «Mueran, mueran, no haya perdón». 13c. Acordeón, erupción y final «Adios Pura». 

Fuente Lazarzuela

  • El centro de la tierra (1895), viaje cómico-lírico en dos actos con libreto de Celso Lucio y Ricardo Monasterio. (Zarzuela)