diogenes laercio: thales

templo-griego

TALES
1. Según escriben Herodoto, Duris y
Demócrito, el padre de Tales fue Examio, y su
madre, Cleobulina, de la familia de los Telidas,
que son fenicios muy nobles descendientes de
Cadmo y de Agenor, como lo ratifica Platón.
Fue el primero que tuvo el nombre de sabio,
cuando se nombraron así los siete, siendo Arconte
en Atenas Damasipo, según escribe Demetrio
Falereo en el Catálogo de los arcontes.
Fue hecho ciudadano de Mileto, cuando estuvo
allá en compañía de Neleo, que fue echado de
Fenicia; o bien, como dicen muchos, fue natural
de la misma Mileto y de sangre noble.
2. Además de los negocios públicos se
dedicó al estudio de la Naturaleza. Algunos
dicen que nada dejó escrito; pues la Astrología
náutica que se le atribuye, es de Foco Samio.
Calímaco lo cree inventor de la Ursa menor,
diciendo en sus yambos:
Del Carro fue inventor, cuyas estrellas
dan rumbo a los fenicios navegantes.
Pero, según otros, escribió dos obras, que
son: Del regreso del sol de un trópico a otro, y
Del equinoccio; lo demás -dijo- era fácil de entender.
Algunos suponen que fue el primer estudioso
de la Astrología, y predicó los eclipses
del sol y cambios del aire, como escribe Eudemón
en su Historia astrológica; y que por
esta causa lo celebraron tanto Jenófanes y
Herodoto. Lo mismo asevera Heráclito y
Demócrito.
3. Muchos opinan que fue el primero en
defender la inmortalidad del alma; de este grupo
es el poeta Querilo. Fue el primero que averiguó
el trayecto del sol de un trópico a otro; y
el primero que, comparando la magnitud del
sol con la de la luna, manifestó ser ésta setecientas
veinte veces menor que aquel, como
escriben varios. El primero que llamó triacada a
la tercera década del mes; y también el primero,
según algunos, que disputó de la Naturaleza.
Aristóteles e Hipias dicen que Tales atribuyó
alma a cosas inanimadas, demostrándolo mediante
la piedra imán y el electro. Pánfilo escribe
que al aprender de los egipcios la Geometría,
inventó el triángulo rectángulo en un semicírculo,
y que sacrificó un buey a causa del
hallazgo. Otros, lo atribuyen a Pitágoras; uno
de los cuales es Apolodoro logístico. También
promovió mucho lo que dice Calímaco en sus
Yambos que halló Euforbo Frigio, a saber, el
triángulo escaleno y otras cosas respecto a la
especulación de las líneas.
4. Se sabe que en asuntos de gobierno sus
consejos fueron muy útiles; pues cuando Creso
envió embajadores a los de Mileto, solicitando
su confederación en la guerra contra Ciro, lo
estorbó Tales, lo cual, al resultar Ciro victorioso,
fue la salvación de Mileto. Refiere Clitón
que fue amante de la vida privada y solitaria,
como leemos en Herác1ides. Algunos mencionan
que fue casado y que tuvo un hijo llamado
Cibiso; otros dicen que vivió soltero, y adoptó
un hijo de su hermana; y que al preguntarle por
qué no tenía hijos, respondió que por lo mucho
que deseaba tenerlos. También se cuenta que
cuando su madre le pidió que se casara, respondió
que todavía era temprano; y que pasados
algunos años, al urgirlo su madre con más
fuerza, dijo que ya era tarde. Escribe Jerónimo
de Rodas, en el libro II De las cosas memorables,
que al querer Tales manifestar la facilidad
con que podía enriquecerse, en cuanto supo
que habría gran cosecha de aceite, tomó en
amendo muchos olivares, y ganó muchísimo
dinero con esto.
5. Dijo que el agua es el primer principio de
las cosas; que el mundo está animado y lleno de espíritus.
Fue el creador de las estaciones del año, y
asignó a éste trescientos sesenta y cinco días.
No tuvo ningún maestro, excepto que cuando
viajó por Egipto se familiarizó con los sacerdotes
de aquel país. Jerónimo dice que midió las
pirámides por medio de la sombra, proporcionándola
con la nuestra cuando es igual al
cuerpo. Y Minies afirma que vivió en compañía
de Trasíbulo, tirano de Mileto.
6. Se sabe lo del trípode que encontraron
en el mar unos pescadores, y el pueblo de Mileto
lo envió a los sabios. Fue el caso que ciertos
jóvenes jonios compraron a unos pescadores de
Mileto un lance de red, y como en ella sacaron
un trípode; se originó la controversia sobre ello,
hasta que los milesios consultaron el oráculo de
Delfos, y obtuvieron esta respuesta:
¿A Febo preguntáis, prole milesia, cuyo
ha de ser el trípode? Pues dadle a quien fuere el
primero de los sabios.
Así que lo dieron a Tales; él lo dio a otro
sabio; éste a otro, hasta que paró en Salón, el
cual, diciendo que Dios era el primer sabio, envió
el trípode a Delfos.
7. Calímaco cuenta esto de otro modo en
sus Yambos, como tomado de Leandrio Milesio,
y dice: Cierto arcade llamado Baticles, dejó una
taza para que se diera al primero de los sabios.
Habiéndola dado a Tales, y vuelta al mismo hecho el
giro de los demás sabios, la dio a Apolo Didimeo,
diciendo:
Gobernando Nileo a los milesios hizo a
Dios Tales este don precioso que dos veces había
recibido.
Lo cual, escrito en prosa, dice: Tales Milesio,
hijo de Examio, dedicó a Apolo Délfico este ilustre
don que había recibido dos veces de los griegos.
El que llevó la taza de unos sabios a otros era
hijo de Batilo, y se llamaba Tirión, como dice
Eleusis en el libro De Aquiles, y Alejo Mindio
en el nono De las cosas fabulosas.
8. Eudoxo Cnidio y Evantes Milesio mencionan
que Creso dio una copa de oro a cierto
amigo para que la regalara al más sabio de Grecia,
y que después de dársela a Tales, de uno en
otro sabio vino a parar a Quilón. Al preguntar a
Apolo quién era más sabio que Quilón, respondió
que Misón. De este hablaremos más adelante.
Eudoxo pone a Misón por Cleóbulo, y Platón lo
pone por Periandro. La respuesta de Apolo fue:
Cierto Misón Eteo, hijo de Queno, en la
ciencia sublime es más perito.
El que hizo la pregunta fue Anacarsis.
Démaco Plateense y Clearco dicen que Creso
envió la taza a Pitaco, y de él pasó a los otros
sabios; pero Andrón, tratando del trípode,
afirma que los argivos pusieron el trípode por
premio de la virtud al más sabio de los griegos,
y habiendo considerado a Aristodemo Esparciata
como tal, éste lo cedió a Quilón. Aleeo
recuerda a Aristodemo de esta manera:
Pronunció el Esparciata Aristodemo
aquella nobilísima sentencia: El rico es sabio; el
pobre, nunca bueno.
9. Hay quienes dicen que Periandro envió
a Trasíbulo, tirano de Mileto, una nave cargada,
y habiendo zozobrado en los mares de Cos,
hallaron después el trípode unos pescadores.
Pero Fanódico escribe que fue hallado en el mar
de Atenas, remitido a la ciudad, y por decreto
público enviado a Biante. El porqué se dirá
cuando tratemos de Biante. Otros dicen que lo
fabricó Vulcano, y se lo regaló a Pélope el día
de sus nupcias; que vino a quedar en poder de
Menelao; que lo robó Alejandro con Helena, y,
por último, Lácenas lo arrojó al mar de Cos,
diciendo que sería motivo de discordias. Después,
cuando unos de Lebedo compraron a los
pescadores un lance de red y encontraron el
trípode, se inició una discusión sobre ello. Llegaron
a Cos las querellas; pero como nada se
decidía, dieron parte a Mileto, que era la capital.
Los milesios enviaron comisionados para
que arreglaran el problema, pero al no conseguirlo,
tomaron las armas contra Coso Viendo
que morían muchos de ambas partes, el oráculo
dijo que se diera el trípode al varón más sabio, y las
partes convinieron en darlo a Tales. Éste, después
que circuló por los demás y regresó a su
mano, lo dedicó a Apolo Didimeo. A los de Cos
el oráculo les respondió así:
No cesará de Cos y de Mileto la famosa
contienda, mientras tanto que ese trípode de
oro (que Vulcano tiró al mar) no salga de vuestra
patria y llegue a casa del varón que sepa lo
pasado, presente y venidero.
Y a los milesios, dijo:
¿A Febo preguntáis, prole milesia…?
Como ya lo habíamos mencionado.
10. En las Vidas, Hermipo atribuye a Tales
lo que otros dicen de Sócrates. Tales decía que
por tres cosas daba gracias a la fortuna: la primera,
por haber nacido hombre y no bestia; la segunda, por
ser varón y no mujer; y la tercera, por ser griego y
no bárbaro. Se cuenta que cuando una vieja lo
sacó de casa para que observara las estrellas, se
cayó en un hoyo, y como se quejó de la caída, la
vieja le dijo: ¡Oh, Tales, tú presumes de ver lo que
está en el cielo, y no ves lo que tienes a los pies! Ya
escribió Timón que fue muy dedicado a la Astronomía,
y lo nombra en sus Sátiras, diciendo:
Así como el gran Tales astrónomo fue y
sabio entre los siete.
Según dice Lobón Argivo, sólo escribió
unos doscientos versos; y que a su retrato se
pusieron estos:
Tales es el presente a quien Mileto en su
seno nutrió; y hoy le dedica, como el mayor
astrónomo, su imagen.
Entre los versos adomenos, son de Tales
los siguientes:
Indicio y seña de ánimo prudente nos da
quien habla poco. Alguna cosa sabia alguna
cosa ilustre elige siempre: Quebrantarás así
locuacidades.
11. Estas sentencias se le atribuyen: De los
seres, el más antiguo es Dios, por ser ingénito; el
más hermoso es el mundo, por ser obra de Dios; el
más grande es el espacio, porque lo encierra todo; el
más veloz es el entendimiento, porque corre por todo;
el más fuerte es la necesidad, porque todo lo vence;
el más sabio es el tiempo, porque todo lo descubre.
También dijo que entre la muerte y la vida no hay
diferencia alguna; y cuando alguien le preguntó:
Pues ¿por qué no te mueres tú?, respondió: Porque
no hay diferencia. A uno que deseaba saber quién
fue primero, la noche o el día, le respondió: La
noche fue un día antes que el día. Al preguntarle
otro si los dioses veían las injusticias de los
hombres, contestó: Y aun los pensamientos. A un
adúltero que le preguntó si juraría no haber
cometido adulterio, respondió: Pues ¿no es peor
el perjurio que el adulterio?
12. Cuando le preguntaron qué cosa es
difícil, respondió: Conocerse a sí mismo. Y al preguntarle
qué cosa es fácil, dijo: Dar consejo a
otros. ¿Qué cosa es suavísima? Conseguir lo que
se desea. ¿Qué cosa es Dios? Lo que no tiene principio
ni fin. ¿Qué cosa vemos raras veces? Un
tirano viejo. ¿Cómo sufrirá uno más fácilmente
los infortunios? Viendo a sus enemigos peor tratados
de la fortuna. ¿Cómo viviremos mejor y más
santamente? No cometiendo lo que reprendemos en
otros. ¿Quién es feliz? El sano de cuerpo, abundante
en riquezas y dotado de entendimiento. Decía
que nos debemos acordar de los amigos ausentes
tanto como de los presentes. Que no es cosa loable
hermosear el exterior, sino adornar el espíritu con
las ciencias. También decía: No te enriquezcas con
injusticias; ni publiques un secreto que te han confiado.
El bien que hicieras a tus padres, espéralo de
tus hijos. Opinó que las inundaciones del Nilo
son causadas por los vientos etesios que soplan
contra la corriente.
13. Apolodoro, en sus Crónicas, dice que
Tales nació el año primero de la Olimpiada
XXXV, y murió el setenta y ocho de su edad, o
bien el noventa, habiendo fallecido en la Olimpiada
LVIII, como escribe Sosícrates. Vivió en
los tiempos de Creso, a quien prometió que lo
haría pasar el río Halis sin usar un puente, esto
es, dirigiendo las aguas por otro cauce.
14. Demetrio de Magnesia, en la obra que
escribió de los Colombreños, dice que hubo
otros cinco Tales. El primero fue un retórico
calanciano, imitador despreciable; el segundo,
un pintor sicionio muy ingenioso; el tercero, fue
muy antiguo y del tiempo de Hesíodo, Homero
y Licurgo; el cuarto, lo nombra Duris en su Libro
de la pintura; y el quinto, es moderno y no
muy conocido, al cual menciona Dionisio en su
Critica.
15. Tales, el sabio, murió estando en unos
espectáculos gimnásticos, afligido del calor, sed
y debilidad propia, por ser ya viejo. En su sepulcro
se puso este epigrama:
Túmulo esclarecido, aunque pequeño, es
este; pues encierra la grandeza de los orbes
celestes, que abreviados tuvo en su entendimiento
el sabio Tales.
Existe otro mío en el libro I de los Epigramas,
o Colección de metros, y es:
Las gimnásticas luchas observando atento
en el estadio el sabio Tales, arrebátale Júpiter
Eleo. Bien hizo en acercarle a las estrellas,
cuando por la vejez ya no podía las estrellas
mirar desde la tierra.
De Tales es aquella sentencia: Conócete a ti
mismo, aunque Antístenes, en las Sucesiones,
dice que es de Femonoe, y se la adjudicó
Quilón.
16. De los siete sabios, cuya memoria en
general es digna de este lugar, se dice lo siguiente:
Damón Cirineo, que escribió De los
filósofos, los censura a todos; pero en especial a
los siete. Anaximenes dice que fueron más afectos
a la poesía que otra cosa. Dicearco, que no
fueron sabios ni filósofos, sino sólo hombres
expertos y legisladores. Dice también haber
leído el Congreso de los siete sabios en presencia
de Cipseto, que escribió Arquétimo Siracusano.
Euforo refiere que se congregaron los
siete en presencia de Creso, excepto Tales.
Otros dicen que también se hallaron juntos en
Panionio, en Corinto y en Delfos. Hay igualmente
opiniones diversas acerca de sus dichos
o sentencias, atribuyéndose algunas a otros,
como la siguiente:
Dijo el sabio Quilón Lacedemonio: Todo
exceso es dañoso: obrar a tiempo es el mejor y más
laudable.
17. También hay controversia en cuanto a
su número; pues Leandrio pone a Leofante
Gorsiada, natural de Lebedo o de Efeso, y a
Epiménides Cretense, en vez de Cleóbulo y
Misón; Platón, en su Protágoras, pone a Misón
por Periandro. Eforo, por Misón a Anacarsis;
otros añaden a Pitágoras. Dicearco, por consentimiento
general, cita cuatro, que son: Tales,
Biante, Pitaco y Solón. Luego nombra otros seis:
Aristodeino, Pánfilo, Quilón Lacedemonio,
Cleóbulo, Anacarsis y Periandro; de los cuales
elige tres. Algunos agregan a Acusilao y a Caba
o Escabra Argivo. Hermijo, en su tratado De los
sabios, apunta diecisiete, y deja que el lector
elija de ellos los siete que quiera. Son estos:
Solón, Tales, Pitaco, Biante, Quilón, Cleóbulo,
Periandro, Anacarsis, Acusilao, Epiménides,
Leofanto, Ferecides, Aristodemo, Pitágoras,
Laso (hijo de Carmantides o de Simbrino, o
bien, según dice Aristoxeno, hijo de Cabrino
Hermioneo) y Anaxágoras. Finalmente, Hipoboto,
en su libro De los filósofos, los menciona
en el orden siguiente: Orfeo, Lino, Solón, Periandro,
Anacarsis, Cleóbulo, Misón, Tales,
Biante, Pítaco, Epicarmo y Pitágoras.
18. Se atribuyen a Tales las epístolas siguientes:
TALES A FERECIDES
He sabido que eres el primer jonio que
estás para publicar en Grecia un escrito acerca
de las cosas divinas. Tal vez será mejor consejo
publicar estas cosas por escrito, que no fiarlas a
algunos pocos que no hagan mucho caso del
bien común. Quisiera, si te parece bien, que me
comunicaras lo que escribes; e incluso si lo
permites, pasaré a Sirón a verte, porque es verdad
que no somos tan estólidos yo y Solón
Ateniense, que habiendo navegado a Creta a fin
de hacer nuestras observaciones, y a Egipto
para comunicarnos con los sacerdotes y astrónomos,
lo dejemos de hacer ahora para ir a verte.
Así que irá Solón conmigo, si gustas, ya que
tú, enamorado de ese país, pocas veces pasas a
Jonia, ni solicitas la comunicación con los forasteros;
antes bien, según pienso, el escribir es tu
única ocupación. Nosotros, que nada escribimos,
viajamos por Grecia y Asia.
TALES A SOLÓN
19. Si te vas de Atenas, creo que puedes
habitar con mucha comodidad en Mileto, porque
es colonia vuestra, pues en ella no sufrirás
ninguna molestia. Si detestas a los tiranos de
Mileto, como haces con todos los demás tiranos,
podrás vivir alegre en compañía de nosotros
tus amigos. Biante te envió a decir que pasaras
a Priena; si determinas vivir en Priena,
iremos también nosotros a habitar contigo.
SOLÓN
l. Solón, hijo de Execestides, nativo de Salamina,
quitó a los atenienses el gravamen que
llamaban sisactia, que era una especie de redención
de personas y bienes. Se hacía comercio de
personas, y muchos servían por pobreza. Se
debían siete talentos al patrimonio de Solón; él
perdonó a los deudores, e instó a los demás con
su ejemplo a hacer lo mismo. Esta ley se llamó
sisactia, la razón de cuyo nombre es evidente.
Después estableció otras leyes (cuya lista sería
largo enumerar), y las publicó escritas en tablas
de madera.
2. También fue célebre otro hecho suyo.
Se disputaban con las armas los atenienses y
megarenses la isla de Salamina, su patria; hasta
que habiéndose ya derramado mucha sangre,
comenzó a ser delito capital en Atenas proponer
la adquisición de Salamina mediante las
armas. Entonces Solón, fingiéndose loco de
repente, salió coronado a la plaza, donde por
medio de un pregonero, leyó a los atenienses
ciertas elegías que había compuesto sobre Salamina,
y los conmovió tanto que renovaron la
guerra contra los megarenses y los vencieron,
motivados por esta sutileza de Solón. Los principales
versos con que indujo a los atenienses
son estos:
Primero que ateniense, ser quisiera isleño
folegandrio, o sicinita. Aun por ellas la patria
permutara,
puesto que ha de decirse entre los hombres:
Este es un ateniense de los muchos que a Salamina
abandonada dejan.
Y después:
Vamos a pelear por Salamina, isla rica y
preciosa, vindicando el gran borrón que nuestro
honor padece.
3. También indujo a los atenienses a que
tomaran el Quersoneso Táurico. Para que no
pareciera que los atenienses habían tomado a
Salamina sólo por las armas, y no por derecho,
abrió diferentes sepulcros e hizo ver que los
cadáveres estaban sepultados de cara al Oriente,
lo cual era rito de los atenienses al enterrar
sus muertos. Lo mismo demostró con los edificios
sepulcrales, construidos de cara al Oriente
y esculpidos con los nombres de las familias, lo
cual era propio de los atenienses. Se dice que al
Catálogo de Homero, después del verso
Ayax de Salamina traía doce naves, añadió
el siguiente: y las puso donde estaban las
falanges
de los atenienses.
4. Con esas acciones tuvo en su favor al
pueblo, que gustoso aceptaría que fuera su rey;
pero él no sólo no se aprovechó, sino que aun,
como dice Sosícrates, se opuso en forma rotunda
a su pariente Pisístrato, cuando supo que
intentaba tiranizar a la República. Cuando el
pueblo estaba congregado, Solón salió armado
con peto y escudo, y manifestó las intenciones
de Pisístrato. Además, también se mostró dispuesto
a ayudar, diciendo: Oh, atenienses, yo soy
entre vosotros más sabio que unos y más valeroso
que otros; soy más sabio que los que no advierten lo
que planea Pisístrato, y más valeroso que los que lo
conocen y callan por miedo. El Senado, que apoyaba
a Pisístrato, decía que Solón estaba loco,
pero él respondió:
Dentro de un breve tiempo, oh atenienses,
la verdad probará si estoy demente.
Los élegos que pronunció sobre la dominación
tiránica que premeditaba Pisístrato, son
los siguientes:
Como las nubes, nieves y granizos arrojan
truenos, rayos y centellas, así en ciudad de
muchos poderosos caerá el ciego pueblo en
servidumbre.
Como Solón no quiso apoyar a Pisístrato,
que finalmente tiranizó a la República, dejó las
armas delante del Pretorio, diciendo: ¡Oh, patria!,
te he ayudado con palabras y con hechos. Luego
navegó a Egipto y Chipre. Estuvo con Creso,
y al preguntarle éste a quién consideraba feliz,
respondió que a Tello Ateniense, a Cleobis y a
Bito, con lo demás que de esto se cuenta. Algunos
dicen que habiéndose adornado Creso una
vez con toda clase de ornatos, y sentándose en
su trono, le preguntó si alguna vez había visto
un espectáculo más bello, a lo que respondió:
Lo había visto en los gallos, faisanes y pavos, pues
éstos resplandecían con adornos naturales y de maravillosa
hermosura.
5. Después viajo a Cilicia; fundó un ciudad
a la que llamó Solos, y la pobló de habitantes
atenienses, los cuales, como al paso del
tiempo perdieran en parte el idioma patrio, se
dijo que solecizaban. De aquí se llamaron estos
solenses, y los de Chipre solios. Al enterarse que
Pisístrato quería seguir reinando, escribió a los
atenienses:
Si oprimidos os veis, echad la culpa sobre
vosotros mismos, no a los dioses. Dando a algunos
poder, dando riquezas, compráis la servidumbre
más odiosa. De ese varón os embelesa
el habla, y nada reparáis en sus acciones.
Cuando Pisístrato tuvo conocimiento de
la partida de Solón, le escribió esto:
PISÍSTRATO A SOLÓN
6. Ni yo soy el primer ateniense que se
encumbró con el reino, ni me arrogo cosas que
no me pertenezcan, como descendiente de
Cécrop. Sólo tomo lo mismo que los atenienses
juraron dar a Codro y sus descendientes, y no
se lo dieron. Respecto a lo demás, en nada peco
contra los dioses ni contra los hombres, pues
gobierno según las leyes que tú mismo diste a
los atenienses, observándose mejor así que por
democracia. No permito que se perjudique a
nadie; y aunque soy rey, no me diferencio de la
plebe, excepto por la dignidad y el honor, contentándome
con los mismos estipendios otorgados
a los que reinaron antes. Cada ateniense
separa el diezmo de sus bienes, no para mí,
sino con el fin de que haya fondos para los gastos
de los sacrificios públicos, utilidades comunes
y guerras que puedan ofrecerse. No me
quejo de ti porque anunciaste al pueblo mis
planes, ya que los anunciaste más por el bien de
la República que por el odio que me tengas,
como también porque ignorabas la calidad de
mi gobierno, pues de poder saberlo, quizá te
hubieras adherido a mis acciones, y no te
hubieras ido. Regresa, pues, a tu casa, y créeme,
aun sin juramento, que en Pisístrato nada habrá
ingrato para Solón. Sabes que ningún detrimento
han padecido por mí ni siquiera mis enemigos.
Si gustas ser uno de mis amigos, serás de
los más íntimos, pues no veo en ti ninguna infidelidad
ni dolo. Pero si no deseas vivir en
Atenas, haz como quieras, con tal que no estés
ausente de la patria por causa mía.
7. Solón decía que el término de la vida son
setenta años. También parece que son suyas estas
ilustres leyes: Quien no alimente a sus padres,
será infame, y lo mismo quien consuma su patrimonio
en glotonerías. El que viviera ocioso, pueda ser
acusado por quien quiera acusarlo. Lisias dice, en
la Oración que escribió contra Nicia, que
Dracón fue quien dejó escrita dicha ley, y que
Solón la promulgó. También, que quien hubiese
padecido el nefas fuera removido del Tribunal.
8. Reformó los honores que se daban a los
atletas, y estableció que a quien ganara en los
juegos olímpicos se le dieran quinientas dracmas;
al que en los ístmicos, cien; y así en las
demás competencias. Decía que ningún bien se
seguía de engrandecer semejantes honores;
antes bien, debían darse a los que hubieran
muerto en la guerra, para criar e instruir a sus
hijos a expensas del público, pues con este
estímulo se portarían fuertes y valerosos en los
combates; como lo hicieron Policelo, Cinegiro,
Calmaco y todos los que pelearon en Maratón.
Lo mismo que Harmodio, Aristogitón, Milcíades
y otros infinitos. Pero los atletas y gladiadores,
además de ser de mucho gusto, aun
cuando vencen son perniciosos, y antes son
coronados contra la patria que contra sus contendientes.
Y en la vejez son ropa vieja, a quien
dejó la trama, como dice Eurípides. Por este
motivo los premios fueron modificados por
Solón.
9. También fue autor de la ilustre ley que
dice: El curador no cohabite con la madre de los
pupilos; y que no pueda ser curador aquel a quien
pertenezcan los bienes de los pupilos cuando mueran
éstos. También que los grabadores de sellos en anillos,
al vender uno, no retuvieran otro con el mismo
grabado. Que a quien sacara el ojo que le quedaba a
un tuerto, se le sacaran los dos. Y estas otras: No
tomes lo que no pusiste; pues quien haga lo contrario,
será reo de muerte. El príncipe que fuese hallado
embriagado, será condenado a la pena de muerte.
10. Trató de que se coordinaran los poemas
de Homero, para que sus versos y contexto
tuvieran entre sí mayor correlación. Vemos
entonces que Solón ilustró más a Homero que
Pisístrato, como dice Dieuquidas en el libro V
de la Historia Megárica. Los principales versos
eran:
A Atenas poseían, etc.
También Solón fue el primero que llamó
viejo y nuevo al último día del mes, y el primero
que estableció los nueve arcontes (magistrados)
para sentenciar las causas, como escribe
Apolonio en el libro II De los legisladores.
Cuando hubo una sedición entre los de la
ciudad, los del campo, y marinos, no apoyó a
ninguna de las partes.
11. Decía que las palabras son imagen de las
obras. Rey, el de mayores fuerzas. Las leyes son como
las telarañas, pues enredan lo leve y de poca
fuerza, pero lo grande las rompe y se escapa. Que la
palabra debe sellarse con el silencio, y el silencio, con
el tiempo. Que los que pueden mucho con los tiranos
son como las notas numerales que usamos en los
cálculos; pues así como cada una de ellas ya vale
más, o menos, igualmente los tiranos exaltan a unos
y abaten a otros. Al preguntarle por qué no había
hecho ley contra los parricidas, respondió: Porque
espero que no los haya. Y ¿de qué forma no
harán los hombres injusticias? Aborreciéndolas
los que no las padecen igualmente que los que las
padecen. También dijo que de las riquezas nace el
fastidio, y del fastidio, la insolencia. Dispuso que
los atenienses contaran los días según el trayecto
de la luna. Prohibió a Tespis la representación
y enseñanza de tragedias, por considerarla
una inútil falsilocuencia. Y cuando Pisístrato se
hirió a sí mismo, Solón dijo: De allí provino esto.
12. Apolodoro menciona en el libro De las
sectas filosóficas, que daba a los hombres estos
consejos: Ten por más fiel la probidad que el juramento.
Piensa en acciones ilustres. No hagas amigos
de pronto, ni dejes los que ya hubieras hecho. Manda
cuando ya hubieras aprendido a obedecer. No aconsejes
lo más agradable, sino lo mejor. Toma por guía
la razón. No te familiarices con los malos. Venera a
los dioses. Honra a los padres.
13. Se dice que cuando Mímennos escribió:
Ojalá que sin males ni dolencias, que lo
consumen todo, circunscriban el curso de mi
vida sesenta años, lo reprendió, diciendo:
Si créenme quisieras, esto borra. Mimnenno,
y no te ofendas te corrija. Refúndelo al
momento, y así canta: Mi vida se tennine a los
ochenta.
Los adomenos de Solón que se celebran
son:
Examina los hombres uno a uno, y observa
si con rostro placentero ocultan falsedad sus
corazones, y si hablan con doblez palabras claras
de oscuro entendimiento precedidas.
Se sabe que escribió: leyes, oraciones al
pueblo, algunas exhortaciones para sí mismo,
elegías, sobre las Repúblicas de Salamina y
Atenas, hasta cinco mil versos; diversos y ambos
y éxodos. A su efigie se puso este epigrama:
La ilustre Salamina, que del Medo el orgullo
abatió, fue dulce madre del gran Solón,
legislador divino.
14. Tuvo su mayor auge cerca de la
Olimpiada XLVI, en cuyo tercer año fue príncipe
de los atenienses, como dice Sosícrates, y fue
cuando instituyó las leyes. Murió en Chipre el
año ochenta de su edad. Dejó a los suyos orden
de llevar sus huesos a Salamina, reducirlos a
cenizas y esparcirlas por toda la ciudad. Por
esta razón Cratino le hace hablar en su Quirón
de este modo:
Habitó, según dicen, esta isla, por todo el
pueblo de Ayax esparcido.
En mi Panmetro, ya citado, en que procuré
componer epigramas en todo tipo de versos
y ritmos acerca de los varones célebres en
doctrina, hay sobre Solón uno que dice lo siguiente:
De Solón Salaminio al frío cuerpo, de
Chipre el fuego convirtió en cenizas, que de su
patria en los fecundos campos producirán ubérrimas
espigas; pero el alma ya fue derechamente
a la celeste patria conducida por los ligeros
ejes, en que un tiempo sus soberanas leyes
dejó escritas.
Se considera suya la sentencia: Nihil nimis.
Dioscórides refiere en sus Comentarios que
cuando Solón lloró por habérsele muerto un
hijo (cuyo nombre no se sabe), al decirle uno
que de nada le aprovechaba el llanto, respondió:
Por eso mismo lloro, porque de nada me aprovecha.
Sus epístolas son las siguientes:
SOLÓN A PERIANDRO
15. Me dicen que muchos ponen asechanzas
contra ti. Aunque quieras exterminarlos, no
podrás ser precavido; te las pondrá el que menos
sospeches; uno, porque te tema; otro, conociéndote
digno de muerte, por ver que no hay
cosa que no temas. Aun hará obsequio al pueblo
el menos sospechoso que te quite la vida.
Para quitar la causa, lo mejor sería dejar el imperio;
pero si quieres absolutamente perseverar
en él, será preciso que tengas fuerzas mayores
que las de la ciudad. De esta manera ni habrá
quien te sea temible, ni te desharás de ninguno.
SOLÓN A EPIMENIDES
16. Ni mis leyes, en la realidad, habían de
ser de gran emolumento para los atenienses, ni
menos lo fuiste tú con irte de la ciudad; pues no
sólo pueden auxiliar a las ciudades los dioses y
los legisladores, sino también los que siempre
forman la multitud, a cualquier parte que se
inclinen. A estos les son provechosos los dioses,
y las leyes, si proceden debida y rectamente;
pero si administran mal, de nada les sirven. No
cedieron ciertamente en mayor bien mil leyes y
establecimientos; porque los que manejaban el
común han perjudicado con no estorbar que
Pisístrato se convirtiera en rey, ni dieron crédito
a mis predicciones. Él, que halagaba a los
atenienses, fue más creído que yo, que los
desengañaba. Armado delante del Senado, dije
que yo era más sabio que los que no advertían que
Pisístrato quería tiranizarlos, y más valeroso que los
que por miedo no le repelían. Pero ellos creyeron
que Solón estaba loco. Por último, di público
testimonio en esta forma: ¡Oh patria! Solón está
aquí dispuesto a darte socorro de palabra y de obra,
aunque, por el contrario, creen estos que estoy loco.
Así, único enemigo de Periandro, me ausento de ti.
Esos otros sean, si gustan, sus alabarderos. Sabes,
oh amigo, con cuánta sagacidad invadió el solio.
Empezó adulando al pueblo; después,
hiriéndose a sí mismo, salió ante el Senado,
diciendo a gritos que lo habían herido sus contrarios,
y suplicó que le concedieran cuatrocientos
alabarderos de guardia. Y ellos, sin escuchar
mis amonestaciones, se los otorgaron, armados
con clavas; y en seguida subyugó a la República.
Así que en vano me esforzaba en libertar a
los pobres de la servidumbre, puesto que en el
día todos son esclavos de Pisístrato.
SOLÓN A PISÍSTRATO
17. Creo que de ti no me vendrá ningún
daño, puesto que antes de tu reinado era tu
amigo, y hoy no te soy más enemigo que los
demás atenienses que aborrecen el estado
monárquico. Que piense cada quien si le parece
mejor ser gobernado por uno o por muchos.
Confieso que eres el más benigno de los tiranos;
sin embargo, veo que no me conviene volver a
Atenas, no sea que se queje alguno de que
habiendo yo puesto el gobierno de ella en manos
de todos igualmente, y abominando el
monárquico, ahora con mi regreso parezca lisonjear
tus acciones.
SOLÓN A CRESO
18. Me causa gran maravilla la amistad
que me tienes; y te juro por Minerva que, de no
haber ya resuelto habitar en un gobierno democrático,
querría mejor vivir en tu reino que
en Atenas, violentamente tiranizada por Pisístrato.
Pero yo vivo más gustoso en donde los
derechos son iguales entre todos. Bajaré, no
obstante, ahí, siquiera por ser tu huésped un
breve tiempo.
QUILÓN
l. Quilón, hijo de Damageto fue lacedemonio.
Compuso algunas elegías hasta en doscientos
versos. Decía que las previsiones que se
pueden comprender por raciocinios son obra del
varón fuerte. A su hermano, que se indignaba de
que no le hacían éforo siéndolo él, respondió:
Yo sé sufrir injurias, pero tú no. Fue hecho éforo
hacia la Olimpiada LV, aunque Pánfilo dice que
en la LVI; y que fue primer éforo siendo arconte
Eutidemo, como dice Sosícrates. Que el primero
estableció que los éforos estuviesen unidos al
rey; aunque Sátiro dice que esto lo había establecido
ya Licurgo. Herodoto dice, en el libro
primero, que estando Hipócrates sacrificando
en Olimpia, como las calderas hirviesen por sí
solas, le aconsejó Quilón que no se casara, o que
dejara a la mujer si ya era casado, y renunciara
a los hijos.
2. Se dice que cuando le preguntó Esopo
qué era lo que hacía Júpiter, respondió: Humilla a
los excelsos, y eleva a los humildes. Al preguntarle
en qué se diferencia el sabio del ignorante, contestó:
En las buenas esperanzas. Y al cuestionarle qué
cosa era difícil, respondió: Guardar el secreto, emplear
bien el ocio y sufrir injurias. Daba los preceptos
siguientes: Detener la lengua, principalmente
en convites; no hablar mal del prójimo, si no
queremos oír de él cosa que nos pese; no amenazar a
nadie, por ser cosa de mujeres; acudir primero a los
infortunios que a las prosperidades de los amigos;
casarse sin pompa; no hablar mal del muerto; honrar
a los ancianos; cuidarse de sí mismo; escoger antes el
daño que el lucro torpe, porque lo primero se siente
sólo una vez, lo segundo para siempre; no burlarse
del desgraciado; que el poderoso sea humano, para
que los prójimos antes lo celebren que lo teman;
aprender a mandar bien en su casa; que no corra
más la lengua que el entendimiento; reprimir la ira;
no perseguir con baldones la adivinación; no querer
imposibles; no apresurarse en el camino; no agitar la
mano cuando se habla, por ser cosa de necios; obedecer
las leyes; amar la soledad.
3. Entre sus adomenos éste fue el más
aceptable: Por la piedra de toque se examina el oro,
dando prueba de sus quilates, y por el oro se prueba
el ánimo del hombre bueno o del malo. Cuentan
que, siendo ya viejo, decía que no se acordaba
de haber obrado en su vida injustamente; sólo
dudaba de una cosa, y era, que cuando una vez
tenía que condenar en justicia a un amigo, y
queriendo proceder según las leyes, le instó a
que le recusase, y así cumplió con la ley y con el
amigo. Fue celebradísimo, especialmente entre
los griegos, por haber predicho lo de Citere, isla
de Laconia, pues al tener observada su situación,
dijo: ¡Ojalá nunca hubiese existido, o bien se
hubiese sumergido acabada de nacer! Tenía bien
previsto lo que sucedió después, ya que Demarato,
al huir de Lacedemonia, aconsejó a Jerjes
que pusiera sus naves en esta isla. Y si Jerjes lo
hubiera ejecutado, con seguridad Grecia hubiera
venido a su poder. Pero después Nicias, en la
guerra del Peloponeso, ganó la isla, la hizo presidio
de los atenienses, y causó grandes daños a
los lacedemonios.
4. Quilón era breve en el hablar, por cuya
causa Aristágoras Milesio llama quilonio a este
estilo, y dice que también lo usó Branco, quien
construyó el templo de los branquidas.
5. En la Olimpiada LII ya estaba viejo; en
ese tiempo florecía Esopo, el compositor de
fábulas. Según dice Hermipo, Quilón murió en
Pisa, dando la felicitación a su hijo, que había
salido vencedor en los juegos olímpicos, en la
lucha de puñetazos. Murió de tanto placer, y
debilidad de la vejez. Todos los de la competencia
lo honraron en la muerte. Mi epigrama a
Quilón es el siguiente:
A ti mil gracias, Pólux rutilante, con cuyo
auxilio de Quilón el hijo consiguió el acebuche
siempre verde, en lucha de puñetazos. Si su
padre, al contemplar al hijo coronado, murió de
gozo, nadie le condene: ¡Dichoso yo, si tal mi
muerte fuera!
A su imagen se puso esta inscripción:
La fuerte en lanza y valiente Esparta
sembró a Quilón, primero de los siete.
Apotegma suyo es: ¿Prometes? Cerca tienes
el daño. Suya es también esta breve carta:
QUILÓN A PERIANDRO
6. Me escribes sobre la expedición que
quieres emprender contra los que están ausentes
de ahí, en la cual irás tú mismo. Yo juzgo
que un monarca tiene en peligro hasta las cosas
de su casa, y tengo por feliz al tirano que muere
en su cama sin violencia.